Rabbia Brussino pandemia manufacturada 2021

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Salud Mental, Pandemia y Políticas Públicas

Juan Carlos Godoy y Pamela Paz García


(coordinadores)
Godoy, Juan Carlos; Paz García, A. Pamela

Salud Mental, Pandemia y Políticas Públicas / Godoy, Juan Carlos; Paz García, A. Pamela. 1ª ed. –
Córdoba: IIPSI - Instituto de Investigaciones Psicológicas, 2021.

Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-47803-1-7

2. Psicología.

CDD

Este trabajo está autorizado bajo licencia internacional de Creative Commons:


Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0
AUTORIDADES

Instituto de Investigaciones Psicológicas


DIRECTORA
Dra. Silvina Alejandra Brussino

Facultad de Psicología -UNC-


DECANA
Mgtr. Patricia Altamirano

VICEDECANO
Dr. Raúl Gómez

Universidad Nacional de Córdoba


RECTOR
Dr. Hugo Oscar Juri

VICERRECTOR
Dr. Ramón Pedro Yanzi Ferreira

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas


Presidenta
Dra. Ana María Franchi

Vicepresidente de Asuntos Científicos Área de Ciencias Sociales y Humanidades


Dr. Mario Martín Pecheny
ÍNDICE

SOBRE LA PROPUESTA DE ESTE LIBRO COLECTIVO 009


Juan Carlos Godoy y A. Pamela Paz García

CAPÍTULO 1

Del tiempo en el que se distancia a las personas y de sus impactos en la salud mental 017
Lorena Cecilia López Steinmetz, Candela Abigail Leyes, María Agustina Dutto Florio y Juan Carlos Godoy.

CAPÍTULO 2

Aislamiento por COVID-19 en Argentina: impacto, estrategias y bienestar social 039


Anabel Belaus, Maria Victoria Ortiz, Débora Jeanette Mola, Pablo Sebastián Correa, Juliana Anabel
Godoy, Milagros Ayelen Bengolea, Estefanía Elena Caicedo Cavagnis y Cecilia Reyna - KuskaRuway -
Investigación en Psicología y Economía Comportamental

CAPÍTULO 3

Salud mental en trabajadores y trabajadoras de la salud de la ciudad de Córdoba durante la 057


pandemia de COVID-19

Gabriela Rivarola Montejano, Yanina Michelini, Sebastián Leonangeli y María Belén Luna Dómina

CAPÍTULO 4

Trabajo sexual en tiempos de COVID-19. Debates y políticas públicas 085


Matias A. Dreizik, Débora Imhoff, Daniela Alonso y A. Pamela Paz García

CAPÍTULO 5

Derechos juveniles en cuarentena: significaciones, malestares subjetivos y estrategias de 119


referentes adultos en barrios populares de Córdoba

Horacio Luis Paulín, Guido García Bastán, Florencia D’Aloisio, María Florencia Caparelli, María Eugenia
Pinto, Lucía Angélica Arias, Valentina Arce Castello, Rafael Carreras, Daniel Lemme y María Florencia
Ferreyra
CAPÍTULO 6

Alteraciones en la distribución del consumo de alcohol y la frecuencia de uso de marihuana 151


durante el aislamiento preventivo por Covid-19 en Argentina

Yanina Michelini, Angelina Pilatti y Ricardo Marcos Pautassi

CAPÍTULO 7

Ayudando a las parejas a conectarse durante la crisis de COVID-19: una intervención basada en el 175
modelo ACL (Consciencia, Valor y Amor) de FAP (Psicoterapia Analítico Funcional). Un estudio de Réplica

M. Roberta Bañuelos, Julia Molfino, Fabián O. Olaz y Mavis Tsai

CAPÍTULO 8

De lo presencial a lo virtual. Impacto en el desarrollo de grupalidad de la virtualización del 197


cursado en el ámbito universitario a consecuencia de la pandemia Covid-19

Andrea Bonvillani y Macarena Roldán

CAPÍTULO 9

Pandemia y subjetividad. Lecturas psicoanalíticas 225


Mariana Gómez, María Agustina Brandi, Guido Coll, David Albano González, Gabriel Goycolea, Maria Pia
Marchese, Ivanna Ramé y Juan Pablo Duarte

CAPÍTULO 10

La pandemia manufacturada: ¿quiénes creen en teorías conspirativas sobre Covid-19 en Argentina? 243
Hugo H. Rabbia y Silvina Brussino

CAPÍTULO 11

Entorno político institucional en Córdoba y contexto COVID19: (im)permeabilidad a los procesos 265
de incidencia política ciudadana

Patricia Mariel Sorribas, Mariana Gutiérrez, Zenaida Garay Reyna e Ivana Maldonado

A MODO DE NO CIERRE, ANTE EL DESAFÍO DE AVANZAR EN CIENCIA Y POLÍTICAS PÚBLICAS POST- 291
PANDEMIA

A. Pamela Paz García y Juan Carlos Godoy


CAPÍTULO X
La pandemia manufacturada:
¿quiénes creen en teorías conspirativas sobre Covid-19 en Argentina?
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

Hugo H. Rabbia
Silvina Brussino

La emergencia global producida por la COVID-19 es un contexto ideal para


la circulación de todo tipo de informaciones de dudosa calidad sobre su etiología,
síntomas, prevención o cura de la enfermedad. Sátiras, supuestas sanaciones
milagrosas, rumores, informaciones intencionalmente falsas (fake news), o teorías
conspirativas de diversos tipos se han compartido a través de redes sociales
por todo el planeta e incluso, a partir de declaraciones de líderes como Trump
o Bolsonaro, se han reproducido en diversos medios de comunicación. Con el
correr del 2020, si bien el volumen de propagación de noticias de dudosa calidad
comenzó a mermar (Galotti, Valle, Castaldo, Sacco & De Domenico, 2020), diversos
argumentos negacionistas y conspirativos sobre el coronavirus o la gestión de la
pandemia se repitieron con fuerza en redes sociales y surgieron manifestaciones
contra la cuarentena en todo el mundo.

En todos los casos, estas informaciones comparten el hecho de que no


están basadas en evidencias científicas reconocidas, por eso pueden promover o
legitimar comportamientos socialmente irresponsables, conllevar al aumento de
la propagación del coronavirus o a mayores problemas de salud física y mental
en las personas. Se trata de un fenómeno que no es necesariamente nuevo y que
desde la info-epidemiología se ha denominado como “infodemia” (Zaracostas,
2020). Incluso antes de decretar el estatuto de pandemia de la COVID-19 en
marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó del peligro que
podía suponer la sobreinformación de mala calidad, en un contexto en el cual la
comunidad científica tenía grandes incertidumbres sobre la novedosa enfermedad.

De las variadas ideas desplegadas por estas informaciones, nos interesan en


particular las teorías conspirativas sobre el coronavirus, esto es, aquellas ideas que
atribuyen diversos tipos de responsabilidad sobre la crisis pandémica a grupos
poderosos que confabulan en secreto para alcanzar objetivos malévolos (a partir
de la definición de Bale, 2007). En general, las teorías conspirativas sobre el
coronavirus se concentran en sus causas u origen, entendiendo que el virus ha
sido manufacturado por poderes oscuros, y que su propagación forma parte de un
amplio plan para que las sociedades adopten ciertos comportamientos o acepten
diversas estrategias de control social que les permita a estos grupos satisfacer sus
intereses. En algunos casos se articulan con argumentos negacionistas, sean estos

243
CAPÍTULO X

absolutos (la idea de que el coronavirus no existe y que la sociedad global está
siendo víctima de un engaño masivo) o moderados (la idea de que la COVID-19 es
una enfermedad común y que las acciones desarrolladas por las autoridades han
sido intencionalmente exageradas). Algunas de estas ideas pueden ser evidenciadas
en hashtags en redes sociales como #Plandemia, #Gripezinha, #Covidfarsa o #NWO
(por New World Order o nuevo orden mundial).

Las teorías conspirativas han sido un objeto de interés esporádico para la


Psicología Política, aunque desde hace ya algo más de una década los esfuerzos por
comprenderlas han sido más relevantes. En parte, esto se debe a que la adhesión
a teorías conspirativas está asociada a varios fenómenos significativos, como la
perpetración de actos terroristas, la exaltación de prejuicios y discriminación
hacia determinados grupos, o los cuestionamientos a los consensos científicos, por
ejemplo, en torno al cambio climático (Douglas, et al., 2019; van Prooijen & Douglas,
2017) A partir de estos estudios se ha buscado entender cómo y por qué se generan,
a través de qué medios se difunden y, sobre todo, cuáles son las características que
hacen que algunas personas, más que otras, adhieran a ciertas teorías conspirativas.

Hoy sabemos que muchas teorías conspirativas surgen en contextos de


gran conmoción social, ante eventos inesperados que tensionan las explicaciones
disponibles por parte de las sociedades. Un férreo aislamiento social, así como
las desigualdades sociales existentes, pueden contribuir también a generar nuevas
teorías conspirativas ya que, en muchos casos, estas constituyen intentos por dotar
de sentido a situaciones que algunos grupos perciben como injustas o amenazantes
(Lewandowsky & Cook, 2020). A su vez, el uso masivo de redes sociales ha amplificado
el alcance y rapidez de circulación de teorías conspirativas compartidas por sus
adherentes, pero también, muchas veces propagadas por cuentas falsas o bots
(Allyn, 20 May 2020; Bessi, Coletto, Devidescu, Scala, Caldarelli, & Quattrociocchi,
2015).

Sin embargo, no todas las personas son interpeladas de igual manera por los
argumentos conspirativos que circulan por Internet y otros espacios sociales. Los
estudios han señalado que quienes adoptan alguna creencia conspirativa tienden
más fácilmente a ser permeables a otras, como han identificado los estudios sobre
mentalidad o pensamiento conspirativo (Sutton & Douglas, 2020; Uscinski & Parent,
2014).

Las personas que adoptan creencias conspirativas tienen ciertas características


recurrentes: tienden a ser más varones que mujeres, de minorías étnicas o raciales, en
situación de desempleo o con bajos ingresos, personas solteras y con una red social

244
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

más bien pequeña (Uscinski & Parent, 2014). Entre los factores sociodemográficos,
no obstante, la educación resulta el más destacado. Un mayor nivel educativo parece
actuar como amortiguador frente a las creencias conspirativas (van Prooijen, 2017),
en parte porque contribuye al desarrollo de un pensamiento más analítico, el cual
parece tener un efecto de inmunidad ante este tipo de creencias. Algunos trabajos
han vinculado la adopción de teorías conspirativas con factores psicopatológicos,
como la paranoia y la esquizotipia (Darwin, Neave, & Holmes, 2011; Imhoff &
Lamberty, 2018), mientras que otros han identificado ciertas relaciones entre
rasgos de personalidad, como una menor apertura hacia nuevas experiencias o la
amabilidad, aunque estos resultados no han sido en absoluto concluyentes (Goreis
& Voracek, 2019). La falta de autoestima, altos niveles de estrés y la percepción de
amenazas también han sido identificadas entre creyentes en teorías conspirativas
(Cichocka, Marchlewska, & De Zavala, 2016; Georgiou, Delfabbro, & Balzan, 2020).
Estos aspectos se asocian con dos líneas de fuerte exploración en el ámbito de
estudios de las creencias conspirativas: sus vínculos con determinados estados
emocionales y con el control percibido frente a una situación. Así, niveles altos de
ansiedad, preocupación o miedo contribuyen a la adhesión a creencias conspirativas,
a la vez que estas emociones suelen ser consecuencia de los esfuerzos cognitivos de
las personas por dotar de algún sentido a un acontecimiento que les resulta insólito
o inesperado. La percepción de un menor nivel de control frente a una situación
se asocia con el pensamiento conspirativo: pareciera que, en algunas personas, las
creencias conspirativas les permiten restaurar un estado de certeza ante situaciones
que las angustian o desbordan (Cichocka, Marchlewska, de Zavala, & Olechowski,
2016; Green & Douglas, 2018).

En síntesis, existe un creciente consenso en torno a que la adhesión a


creencias conspirativas no es necesariamente una expresión pura de irracionalidad o
emocionalidad, sino que responde a una racionalidad motivada. Estas motivaciones
pueden ser de tipo epistémicas (es decir, generar una comprensión estable e
internamente consistente ante situaciones inesperadas), motivaciones existenciales
(dotarse de una sensación de control y seguridad frente a la incertidumbre) y
motivaciones relacionales o sociales (mantener una imagen positiva de sí misma y
del propio grupo en un contexto percibido como amenazante) (Douglas, Sutton, &
Cichocka, 2017). En torno a estas motivaciones, algunos trabajos desde la Psicología
Política han considerado también la relevancia de la ideología política, sobre todo
en sus posiciones extremas, las simpatías partidarias o la desconfianza institucional
(Sutton & Douglas, 2020). A su vez, se ha evidenciado que las creencias conspirativas
guardan una estrecha relación con el pensamiento mágico y supersticioso, las

245
CAPÍTULO X

creencias religiosas y las paranormales, puesto que estas creencias involucran


procesos y motivaciones psicológicas similares entre sí (Darwin, et al., 2011; Franks,
Bangerter, & Bauer, 2013; Lindeman & Aarnio, 2007).

El presente capítulo analiza algunos factores que permiten caracterizar la


adopción de creencias conspirativas sobre el coronavirus en población argentina.
En particular, destacamos diversos factores sociodemográficos (edad, nivel
educativo y género), religiosos (adscripción religiosa, control percibido por Dios)
y psicosociales (creencia en mundo justo, ideología política y sentimientos de
responsabilidad colectiva). Finalmente, avanzamos también en la relación entre las
creencias conspirativas y las actitudes genéricas hacia las medidas gubernamentales
de gestión de la pandemia.

¿Cómo realizamos el estudio?


Los datos reportados por este trabajo fueron recogidos en el marco de
un estudio más amplio que, con fines de comparación internacional, retomó la
mayoría de las preguntas utilizadas por la encuesta Coronavirus, Bienestar y
Religión (El Colegio de la Frontera – COBIRE, 2020), también aplicado en Uruguay
(Da Costa & Pereira Arenas, 2020). Dicho estudio se focalizó mayormente en
indagar continuidades y cambios en las prácticas religiosas y espirituales a partir
de las medidas de aislamiento social. A dicho cuestionario le incorporamos
algunos instrumentos más típicos del campo de la Psicología Política para abordar
en particular las creencias conspirativas. Por ejemplo, recurrimos a la escala de
creencia global en un mundo justo de Lipkus (1991), adaptada para el contexto
argentino por Barreiro, Etchezahar y Prado-Gascó (2014); la escala de control
mediado por Dios de Berrenberg (1987); el auto-posicionamiento ideológico y las
opiniones respecto a las medidas de gobierno frente a la pandemia, así como una
serie de escalas breves sobre percepción de responsabilidades frente a la pandemia
basadas en parte en la propuesta previa de Helmer, Krämer y Mikolajczyk (2012), a
partir de la cual elaboramos una escala ad hoc de responsabilidad colectiva frente
al coronavirus.

Difundimos un cuestionario online a través de redes sociales, utilizando


algunas de las estrategias de promoción ofrecidas por Facebook, entre fines de
junio y principios de agosto de 2020. En total, 952 personas mayores de 18 años
con residencia en Argentina completaron el cuestionario. Dado que las y los
participantes no fueron seleccionados aleatoriamente, los resultados obtenidos no

246
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

son representativos del total de la población. En este sentido, los datos fueron
utilizados principalmente para explorar hipótesis que emergen de otros trabajos
sobre creencias conspirativas, más que para garantizar en qué medida cada
propuesta teórica goza de adhesión social en el contexto nacional. Se sugiere
considerar estas particularidades del estudio como precaución para la lectura e
interpretación de la información aquí reseñada.

Como suele suceder en este tipo de estudios online, la muestra presentó


diversos sesgos de género (66% de mujeres frente a 34% de varones), nivel educativo
(el 46% reportó nivel universitario completo o superior, cuando en la población
general es del 21%), etarios (hay una mayor representación de la población mayor
de 61 años que en el conjunto poblacional) y de ocupación (sólo 3,4% reportó
estar en situación de desempleo, mientras que un porcentaje superior a la media
poblacional señaló estar jubilado o ser estudiante). Del total de participantes, 36,2%
correspondieron a personas residentes en Ciudad Autónoma de Buenos Aires o
provincia de Buenos Aires, 34,6% a la región central del país (Córdoba, Santa Fe y La
Pampa), 12,6% a residentes en Cuyo (Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja), 7,1%
a la región del Noroeste argentino, 4,6% a la región Noreste (la menos representada
en comparación a la población general) y 4,8% a provincias de la Patagonia. A
continuación, exponemos los principales resultados a la vez que comparamos los
mismos con datos recabados por otros estudios disponibles.

Negacionismo y conspiración: creencias sobre el coronavirus en Argentina


Para explorar cómo las personas responden ante las demandas epistémicas
de dotar de sentido a la pandemia, indagamos su adhesión a diversas creencias
sobre el coronavirus a partir de las propuestas evaluadas en México y Uruguay. Ante
cada afirmación, que incluyó también ideas sobre causas religioso-apocalípticas
y naturalistas del virus (no reportadas aquí), preguntamos a las personas si las
consideraban “Ciertas” o “Falsas”.

La gran mayoría consideró cierta la afirmación “Es una enfermedad provocada


por un virus” (98,9%). En contraposición, el negacionismo absoluto de la COVID-19
fue minoritario (sólo 1,2% respondió que “No existe”), aunque el negacionismo
moderado (“es una enfermedad común”) recogió 23,5% de adhesiones. En parte,
esto puede deberse a que, durante el tiempo que se recogieron las opiniones sólo

247
CAPÍTULO X

algunas jurisdicciones subnacionales (CABA y gran Buenos Aires, Chaco, Jujuy)


enfrentaban estadísticas preocupantes en términos del alza de curvas de contagio
y mortandad por millón de habitantes. Seis de cada diez participantes adhirió al
menos a una de las teorías conspirativas relevadas, siendo la creencia más extendida
que el virus no ha tenido un origen natural, sino que fue creado en un laboratorio
(46,9%). Se trata de una teoría asentada en una creencia etiológica sobre el virus
que, si bien ha sido descartada por fuentes expertas, no presupone una motivación
determinada por parte los grupos a los que se le asigna la responsabilidad final
de la pandemia. Las que le siguen, no obstante, suponen una clara sospecha de
que un interés oculto guía el comportamiento de los supuestos agentes de la
pandemia. Así, la creencia de que el virus es un plan para generar un Nuevo Orden
Mundial fue señalada como cierta por un 34,2%, mientras un 30,6% adhirió a la
afirmación de que el virus constituye una estrategia de control. Un 19,3% señaló
que la pandemia es producto de una conspiración política, mientras que un 12,5%
cree que la enfermedad es un complot de laboratorios farmacéuticos para vender
más vacunas1 (Ver Figura 1).

Figura 1
Adhesión a creencias sobre coronavirus

Porcentajes de “cierta” para cada afirmación.


Fuente: elaboración propia

1 Como podrán advertir, en la indagación se obviaron otras teorías conspirativas sobre el coronavirus
con énfasis particulares pero que tuvieron circulación social, como la idea de que el virus fue producido
y usado por China o bien por los Estados Unidos como un arma biológica, que es producto de la emisión
de radiación de antenas de tecnología G-5, o que constituye un virus extraterrestre.

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LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

En general, la proporción de adhesión a una o más teorías conspirativas


sobre el coronavirus es similar a la identificada por sondeos de opinión pública de
consultoras privadas en los meses que realizamos el estudio, aunque hay algunas
diferencias en torno a los porcentajes de acuerdo para cada creencia (Consultora
3puntozero, 2020; Zuban Córdoba y Asociados, 2020). En una encuesta online
aplicada a 845 adultos de Estados Unidos, se advirtió que al menos un tercio de
las personas adhirió a una o más conspiraciones sobre la COVID-19 (Earnshaw,
Eaton, Kalichman, Brousseau, Hill, & Fox, 2020). Un informe del Pew Research
Center reportó que al menos 25% de las personas de estadounidenses cree que
la pandemia responde a un plan de secretos grupos poderosos (Schaeffer, 24 July
2020), porcentaje que se sitúa de manera equidistante entre quienes consideran en
Argentina que se trata de un plan para generar un Nuevo Orden Mundial y quienes
afirman que es una conspiración política. Estas dos últimas son creencias de tipo
conspirativo sistémicas, es decir, trascienden la crisis pandémica y cuentan con
una larga historia de adherentes, difusores y acontecimientos a los que se las han
asociado.

Al menos un tercio de quienes participaron del estudio tienden a una


mentalidad conspirativa, puesto que afirman como ciertas dos o más de las
teorías conspirativas evaluadas. Todas las creencias conspirativas relevadas, incluso
el negacionismo absoluto y el moderado, se asocian de manera positiva y con
significación estadística entre sí, lo cual nos sugiere que las creencias conspirativas
tienden a reforzarse mutuamente en algunas personas. Son varios los sets de
combinaciones de creencias posibles, pero el más habitual implica entender la
pandemia como una estrategia de control asociada con la creencia de que es fruto
de una conspiración política, un medio para generar un Nuevo Orden Mundial y/o
un complot farmacéutico para obligarnos a usar vacunas.

¿Quiénes adhieren a las creencias conspirativas sobre el coronavirus en


Argentina?

Características sociodemográficas
Al distinguir entre quienes adhieren o no a teorías conspirativas sobre el
coronavirus, no identificamos diferencias estadísticas significativas en los factores
sociodemográficos: edad, género de participantes, región de residencia y nivel
educativo (Ver Anexo 1). No obstante, a partir de los porcentajes, se advierte que
las mujeres tienden un poco más que los varones a creer en al menos una teoría

249
CAPÍTULO X

conspirativa sobre el coronavirus. Las personas que residen en CABA o provincia


de Buenos Aires son las que menos adhieren de forma comparada a una teoría
conspirativa (57%) y las personas que residen en provincias del noreste argentino
(NEA) son las que más adhesión evidencian (75%).

A su vez observamos que a mayor nivel educativo, menor adhesión a teorías


conspirativas sobre el coronavirus, en línea con lo señalado por el sondeo de opinión
pública de Zuban Córdoba y Asociados (2020). A diferencia de este informe, aquí
es mayor el promedio de edad de las personas que afirman creer en al menos una
de las conspiraciones que habría provocado la pandemia (40 años de edad entre
los que no adhieren, 45 años de promedio entre los que adhieren a una o más).

Religión y creencias conspirativas sobre el coronavirus


Al considerar la adscripción religiosa de las personas advertimos que
quienes se categorizaron como sin religión (ateos/as, agnósticos o ninguna religión)
son quienes menos tienden a creer en creencias conspirativas (el 57,7% no adhie-
re). Las personas católicas ocupan un lugar intermedio, aunque un 64% adhiere a
una o más creencias de tipo conspirativo sobre el coronavirus. En contraposición,
quienes identificamos como espirituales o creyentes sin religión de pertenencia y
cristianos/as no católicos/as son quienes más creen en alguna teoría conspirativa
sobre el coronavirus: 76% y 73% de adhesión respectivamente2.

En el primer caso, se trata de un dato llamativo, puesto que al manifestar que


no tienen ninguna religión de pertenencia, estas personas suelen quedar enmarcadas
bajo el rótulo de los/as “sin religión” (por ejemplo, en la Encuesta Nacional de
Creencias y Actitudes Religiosas, Mallimaci, Giménez Beliveau, Esquivel, & Irrazábal,
2019). Sin embargo, como puede advertirse, existen diferencias significativas entre
unas y otras. A diferencia de las personas sin religión, quienes categorizamos
como espirituales o creyentes sin religión reportan alguna creencia en una
divinidad o entidad superior, a la vez que realizan numerosas prácticas religiosas
y/o espirituales, como practicar yoga (27,7%), ejercicios de meditación (53,1%),
rezar u orar (33,8%), uso de medicinas alternativas (24%), lectura de cartas de tarot

2 No reportamos los datos de quienes han quedado categorizadas/os como “Otra adscrip-
ción” puesto que constituye una categoría que recoge muy diversas identificaciones, como
budistas, religiones afro, judíos/as, musulmán, Wicca, entre otras.

250
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

(16,4%), entre otras3. Algunos estudios han identificado una creciente articulación
entre teorías conspirativas y algunas expresiones de las espiritualidades de la
Nueva Era, fenómeno que Ward y Voas (2011) han denominado conspiritualidad
(conspirituality). Se trataría de un movimiento que circula mayormente por redes
sociales y que promueve un sistema de creencias alimentado por la desilusión
política y la popularidad de ciertas visiones de mundo alternativas. No podríamos
afirmar que la mayor adhesión a creencias conspirativas por parte de espirituales
o creyentes sin religión se corresponde con este movimiento, pero constituye una
hipótesis a considerar en futuros estudios.

El caso de cristianos/as no católicos/as recoge sobre todo a personas que


se identificaron como evangélicas, aunque también se incluyeron adventistas,
Testigos de Jehová o personas que se adscribieron como integrantes de otras
iglesias cristianas. Se trata, en términos comparados, de quienes reportan mayor
cantidad de prácticas religiosas: rezar u orar (87,3%), realizar lectura o estudios
bíblicos (89%), participar de servicios religiosos comunitarios (87,3%), de cadenas
de oración (51,8%), o compartir imágenes religiosas en redes sociales (43,6%). A
través de un estudio similar al presente pero con población evangélica, Mosqueira
y Carnival (2020) identificaron que un 26% asoció el coronavirus a conspiraciones
que buscan la implantación de un nuevo orden mundial. En nuestro caso, 47% de
cristianos/as no católicos/as adhirió a dicha teoría. No obstante, debe considerarse
que estos/as participantes presentaron menor nivel educativo respecto a otros/as
que respondieron la encuesta, lo cual podría implicar que otros factores tengan
más peso explicativo respecto a sus creencias conspirativas que la adscripción
religiosa en sí. En el cuestionario no indagamos otros aspectos referidos a creencias
religiosas, por lo cual no podemos profundizar en sus particularidades.

Analizar la relación entre religión y creencias conspirativas no es casual. La


asignación de responsabilidades a entes poderosos, omnipresentes y/o invisibles
como un modo de recuperar cierta sensación de control remite en algún
sentido al pensamiento religioso, como también a las creencias conspirativas
y las paranormales. Si bien cada una de estas creencias tiene sus características
específicas, los estudios han identificado patrones comunes en las necesidades y
motivaciones psicológicas que orientan a las personas a adoptar las mismas. Tanto
las creencias conspirativas como las religiosas parecen emerger de una tendencia

3 Si bien las personas categorizadas como sin religión también recurren a ciertas prácticas
(sobre todo yoga y meditación), las reportan en proporciones inferiores al resto de partici-
pantes.

251
CAPÍTULO X

humana general a identificar patrones o agencia en la naturaleza (Wood & Douglas,


2018), a la vez que se ven impulsadas por eventos que amenazan la sensación de
control personal (Kay et al., 2010) y cumplen una función de restaurar la sensación
de orden a partir de afirmar la existencia de poderosas fuerzas externas a la persona
en diversos acontecimientos.

Aunque numerosas personas creyentes pueden considerar que Dios o la


divinidad incide de una manera u otra en sus vidas, sólo algunas personas tienden
a atribuirle a ésta la causa última de todo lo que pasa. En estas creencias, aparece
una sensación de control divino que decide autoritativamente sobre la dirección y
el curso de los acontecimientos, esto es, una fuerza poderosa que trasciende a las
personas y que tiene intenciones determinadas para la sociedad o para cada quien
en particular. Diversos estudios psicológicos han indagado este aspecto como la
sensación de control mediado por Dios (Berrenberg, 1987; Krause, 2005). Se trata
de una propuesta que complementaría los abordajes de las teorías del locus de
control, las cuales postulan que existen diferencias entre las personas respecto a sus
creencias sobre el control del entorno en el cual viven, sea que le atribuyen causas
internas o personales, o bien externas o ambientales.

Al considerar la adhesión o no a teorías conspirativas sobre el coronavirus,


advertimos que hay una relación positiva entre el control mediado por Dios y
las creencias conspirativas entre participantes del estudio. La asociación resulta
esperable, puesto que algunos estudios ya han indicado que las personas creyentes
que asignan control total a Dios frente a situaciones traumáticas, como una
enfermedad terminal (Cole, 2005) o una catástrofe natural (Aten et al., 2008), tienden
a afrontarlas de manera más positiva. Pero, a su vez, la relación entre el control
mediado por Dios y la adhesión a teorías conspirativas sobre el coronavirus nos
sugiere diversas motivaciones epistémicas en algunas personas, ya que buscarían
algún tipo de orden y certeza ante el avance de la pandemia y la incertidumbre
que genera.

Factores psicopolíticos y creencias conspirativas sobre el coronavirus


El orden, el control percibido, el hacer predecibles situaciones sociales y
evitar así la ambigüedad de información del entorno, son modos habituales a los
que recurren algunas personas para enfrentar la incertidumbre. En este sentido,
desde la Psicología Política se han estudiado diversos aspectos, dentro de los cuales
destaca la creencia en un mundo justo, el fatalismo o, asociado a estas preferencias,

252
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

la ideología política de las personas.

La creencia en mundo justo implica la idea de que el mundo es controlable


mediante el propio esfuerzo: cada quien obtiene lo que merece y merece lo que
obtiene (Lerner, 1980). El fatalismo, en cambio, sustenta la idea de que todo es
incontrolable y producto de un orden predestinado que nos excede (Barreiro &
Zubieta, 2009). Ambas son creencias que sirven a ciertas personas para negar o
justificar las injusticias de un entorno que les resulta amenazante u hostil.

Entre las personas que adoptan al menos una teoría conspirativa, observamos
un mayor nivel de creencia en un mundo justo. A su vez, estas personas tienden
más a creer que la prevención ante el coronavirus está más allá del control de cada
persona, una sintética visión fatalista ante la enfermedad (Ver Anexo 1). Ambas
creencias se asocian con el control mediado por Dios: en definitiva, estas creencias
parecen integrarse para dar cuenta de una sensación de ineficacia o de falta de
control personal que, en algunos casos, conllevaría a la adopción de explicaciones
de tipo conspirativo sobre la situación de pandemia. No resulta ilógico pensar que,
en el marco de la pandemia de COVID-19, resulte extendido el sentimiento de
que no tenemos control alguno sobre la situación. Se trata de un acontecimiento
insólito y de gran alcance, que impactó en casi todos los planos de la vida de las
sociedades. Numerosas personas lo afrontan con temor, preocupación o ansiedad,
lo cual contribuye al sentimiento de ineficacia personal (Flesia et al., 2020). A su
vez, a partir de las medidas de aislamiento o distanciamiento social dispuestas
por las autoridades y recomendadas por expertos, se modificaron radicalmente
nuestras experiencias cotidianas en cuestión de horas, viéndose limitados nuestros
planes. Aunque la adhesión a creencias conspirativas sobre el coronavirus buscaría
responder a necesidades psicológicas que derivan de esta falta de control percibida,
también puede promover comportamientos de riesgo para las personas y sus
entornos sociales.

Por eso, indagamos la relación entre los sentimientos de responsabilidad


colectiva ante la pandemia y la adopción de creencias conspirativas sobre el
coronavirus. Nos referimos específicamente a una serie de opiniones respecto a la
importancia asignada a los propios comportamientos como parte de un mecanismo
más amplio de control y prevención de la pandemia. Estas creencias suponen que
algunas personas han interiorizado las recomendaciones de expertos y expertas, y
se sienten responsables ante su entorno (familia, comunidad, sociedad) para ayudar
a disminuir la circulación y el contagio del coronavirus, evitando así una mayor
letalidad. En consecuencia, las personas que manifestaron un mayor sentimiento

253
CAPÍTULO X

de responsabilidad colectiva ante la pandemia, tienden a adherir menos a creencias


de tipo conspirativo.

Finalmente, tanto la creencia en mundo justo como el determinismo fatalista


se han relacionado con el espectro ideológico de derecha o el conservadurismo
político. Si bien el fatalismo se asocia más con el rechazo al cambio, puesto que
no habría una percepción de que las situaciones puedan mejorarse por más que lo
intentemos, la creencia en mundo justo también contribuiría a la defensa del status
quo porque aporta una justificación a las injusticias sociales, a la vez que atribuye
de manera genérica la responsabilidad a las personas de lo que les acontece.

Entre las personas que participaron del estudio se advierte que quienes
adhieren a creencias conspirativas se posicionan más a la derecha del espectro
ideológico que quienes no. Estas personas a su vez puntúan más alto en creencia
en mundo justo, en control mediado por Dios y adhieren más a la idea de que la
prevención del virus escapa al control de cada ser humano. En contraposición,
presentan menores niveles de sentimientos de responsabilidad colectiva ante el
coronavirus.

Ahora bien, ¿qué consecuencias puede tener la adherencia a teorías


conspirativas sobre el coronavirus? Al menos, hemos documentado dos: por un
lado, las personas con creencias conspirativas que participaron del estudio opinan
de forma genérica que las medidas de las autoridades gubernamentales para
gestionar la pandemia han sido exageradas (r= .354, p < 0.001). Asimismo, estas
personas tendieron a salir más veces de sus casas durante la semana anterior a sus
respuestas, a pesar de que en la mayoría de las jurisdicciones subnacionales regían
medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) (r= ,161, p < 0.001).
Para evaluar esta última cuestión, se controló a quienes estuvieran en una situación
de trabajo presencial y/o fueran trabajadores esenciales habilitados.

Conclusiones
Desde hace ya algo más de una década la Psicología Política ha mostrado
un mayor interés en estudiar y comprender por qué algunas personas se vuelcan a
creencias conspirativas de diversos tipos para dotarse de certezas, mayor seguridad
ante la incertidumbre y una imagen positiva de sí mismas o de su grupo. Dichas
contribuciones resultan sumamente relevantes en el marco de una situación como

254
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

la que atraviesa el mundo a partir de la pandemia de COVID-19.

La situación de pandemia parece cumplir con todos los requisitos para


que diversas teorías conspirativas circulen, se propaguen y encuentren nuevos
adherentes. Por lo pronto, es un fenómeno global inesperado, que paralizó la vida
de numerosas sociedades y que puede escapar a la comprensión de numerosas
personas, a la vez que sus experiencias cotidianas se han visto fuertemente
condicionadas por el aislamiento social, y la parálisis económica y social que ha
intensificado las desigualdades sociales. Es un proceso del cual no se conoce aún
final (salvo por las promesas de vacunación masiva), y en el cual la incertidumbre,
pero también la falta de información de personas expertas y autoridades y las muy
contradictorias respuestas evidenciadas en cada jurisdicción nacional y subnacional,
pueden contribuir fácilmente a la confusión o incluso al pánico colectivo (Drury,
2020).

A partir de los datos recabados, hemos podido evidenciar que la prevalencia


de teorías conspirativas sobre el coronavirus es alta entre participantes residentes
en Argentina: seis de cada diez personas señalaron como ciertas alguna de las
teorías conspirativas relevadas. Dichas creencias conviven con otras, que no hemos
reportado aquí, tanto de fuentes científicas (la casi totalidad de participantes
considera que el virus existe y que no es una enfermedad común), como de tipo
naturalista o religioso-apocalípticas.

No hemos identificado diferencias sociodemográficas significativas entre


creyentes y no creyentes en teorías conspirativas, excepto que el nivel educativo
de las personas tiende a ser menor entre las y los primeros. Pero sí hemos podido
observar diferencias en la adscripción religiosa, el control mediado por Dios, la
creencia en mundo justo, los sentimientos de responsabilidad colectiva ante la
pandemia y el autoposicionamiento ideológico de las personas, tanto en su adhesión
(o no) a creencias conspirativas sobre el coronavirus, como en sus actitudes hacia
las medidas de gobierno para gestionar la pandemia. En este sentido, cristianos/
as no católicos/as (sobre todo, personas evangélicas) y espirituales o creyentes
sin religión de pertenencia, son quienes más sostienen creencias conspirativas
sobre el coronavirus. Las personas que atribuyen mayor control a Dios frente a
las situaciones del entorno, que tienden más a una creencia de que el mundo es
justo tal como es, que adoptan una posición fatalista frente al coronavirus y que
se identifican hacia la derecha del espectro ideológico, adhieren más a creencias
conspirativas. La llamada “grieta” o polarización política parece permear también
en las creencias y opiniones que las personas tienen respecto al coronavirus, a

255
CAPÍTULO X

juzgar por los resultados de este estudio, pero también por los datos reportados por
consultoras privadas de opinión pública (Zuban Córdoba y Asociados, 2020) u otros
estudios internacionales (Uscinski et al., 2020). La adopción de estas creencias, a
su vez, se relaciona con un menor sentimiento de responsabilidad colectiva ante
la pandemia y con la opinión general de que las medidas de gobierno han sido
exageradas.

Es necesario, por lo tanto, reflexionar cómo la extendida adopción de


teorías conspirativas sobre el coronavirus entre participantes del estudio puede
acarrear diversas consecuencias sociales. Por un lado, nos parece necesario seguir
profundizando en la articulación entre diversos sistemas de creencias (religiosos,
de espirituales de la Nueva Era, conspirativos, paranormales, etc.) y sus relaciones
con actitudes hacia el conocimiento científico, la intención de vacunarse, o el
cumplimiento de protocolos de distanciamiento social. Los datos parecen sugerir
diversas instancias de colisión entre estos sistemas de pensamiento y de creencias.

Por otro lado, al considerar la relación entre el autoposicionamiento


ideológico de derecha y menores sentimientos de responsabilidad colectiva en la
prevención de la COVID-19, resulta importante conocer en qué medida impactan
en la desconfianza institucional y en un mayor rechazo de algunos sectores de
la sociedad a las medidas adoptadas por gobiernos nacionales, provinciales y/o
municipales en la gestión de la crisis pandémica. Debe considerarse que, cuando
recabamos las opiniones de las y los participantes, apenas se comenzaban a
evidenciar las terribles consecuencias que la COVID-19 ha tenido en el país: al
inicio del estudio, se habían reportado poco más de 50 mil casos y 1200 fallecidos,
pero a la fecha (8 de diciembre de 2020), más de 40 mil personas perdieron la vida
por complicaciones derivadas del coronavirus, a la vez que se registran casi 1.5
millones de contagios.

A modo de cierre, nos parece relevante considerar las reacciones que


la promoción del cuestionario generó en algunas redes sociales (sobre todo,
Facebook). En un estudio en el cual algunas de las preguntas indagaban la adhesión
a diversas teorías conspirativas, algunas personas especularon a través de sus
comentarios que se trataba de una investigación encargada por la CIA (uno de los
investigadores es profesor de una universidad estadounidense), a la vez que otras
señalaron que el estudio formaba parte de un sondeo encargado por el gobierno
nacional para controlarnos (sic). Algunos usuarios insistieron en comentarios que
el coronavirus no existe y que es un invento, compartiendo videos de YouTube que
sustentan dichas teorías. En definitiva, las creencias de tipo conspirativo circulan y

256
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

se articulan con una racionalidad propia, la necesidad que tienen algunas personas
de restablecer un marco de certezas, que no contradiga sus propias creencias y
opiniones. Consideramos que tratar de comprender y desarticular las creencias
conspirativas sobre el coronavirus constituye un ejercicio cotidiano para todas las
personas, y que enfatiza la importancia de una mayor alfabetización científica en
nuestra sociedad.

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260
LA PANDEMIA MANUFACTURADA: ¿QUIÉNES CREEN EN TEORÍAS CONSPIRATIVAS SOBRE COVID-19 EN ARGENTINA?

Anexo 1
Medidas descriptivas para muestra total, creyentes y no creyentes
en teorías conspirativas sobre el coronavirus

Fuente: elaboración propia

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