Platón (apuntes alumnos)
Platón (apuntes alumnos)
Platón (apuntes alumnos)
Los Sofistas han pasado a la historia por haber sabido distinguir entre las cosas
que son por naturaleza (Physis-Naturaleza), y por tanto, fijas, objetivas, inmutables (ej.
el movimiento del Sol y la Luna); y las cosas que son obra de los hombres (Nomos-
Ley, Costumbre), que dependen de las circunstancias, de los gustos, opiniones,
costumbres (ejs. cómo tratar a los ancianos, qué hay que hacer con los asesinos, cómo
responder al hecho de la homosexualidad etc…). Ante el Nomos, los sofistas creen que
todo es opinable, que no hay nada preescrito por la naturaleza, que ninguna ley es
sagrada; además cada cultura, cada pueblo, ha desarrollado una forma de vida singular.
En resumen, en cuestiones epistemológicas (referentes al conocimiento) los sofistas
defendieron el Escepticismo y el Relativismo. Escépticos son aquellos que consideran
que no se puede alcanzar un conocimiento definitivo, objetivo, universal; o, dicho de
otra manera, que no puede hablarse de verdad, sólo de opiniones particulares y
subjetivas. Relativistas son aquellos que no rechazan la existencia de la verdad, pero
ésta no es considerada de manera objetiva, universal y necesaria, válida en cualquier
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Sócrates fue el azote de los Sofistas. Como ellos fue un gran profesor, gustaba
de rodearse de los jóvenes y discutir con ellos acerca de la vida, del propio
conocimiento de uno mismo, de lo que nos puede hacer mejores, de lo que nos puede
proporcionar la felicidad. Sócrates pensaba que los sofistas confundían a los jóvenes,
alejándolos de la búsqueda del conocimiento verdadero, e incitándoles exclusivamente
a una vida falsa, en la que sólo importaba el éxito, el triunfo material y social. La
confusión se iniciaba, a juicio de Sócrates, en el lenguaje, en el análisis de los
conceptos acerca de los valores morales. Desde la postura sofística, términos como
justicia, bien, belleza, amistad, se vaciaban de contenido, podían adquirir el significado
arbitrario, útil, que sirviese al embaucador de turno para salir airoso en una discusión.
Es decir, los sofistas relativizaban el lenguaje, y con él, la posibilidad de conocimiento
y clarificación de las ideas, de los valores, de lo que nos puede conducir a esa vida
virtuosa y feliz. Frente a ellos, Sócrates se empeñó en la búsqueda del conocimiento
verdadero, que sólo podría concretarse en unas definiciones claras, objetivas,
universales, de esos valores morales. La tarea, consideraba Sócrates, sería dura,
laboriosa, larga; podría durar toda la vida, pero nos haría más conscientes, libres,
mejores. A esa tarea deberían dedicarse especialmente los hombres, y hacerla juntos,
en diálogo, en búsqueda común. Recuerda las claves del método socrático (ironía-
mayéutica) en el juego de preguntas y respuestas, frente a la afición de los sofistas por
los bellos y seductores discursos.
Pues bien, desde este contexto filosófico, puedes entender cuáles son las claves
de la Teoría del Conocimiento de nuestro pensador: Platón afirma la existencia de la
verdad, una verdad objetiva y universal, a la que debe encaminarse el conocimiento
humano, ya que esa verdad puede ser conocida por el hombre. Claro, con estas dos
afirmaciones, Platón –al igual que Sócrates- planta cara al relativismo y escepticismo
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Así pues, para Platón el conocimiento verdadero, en plena concordancia con esa
verdad anhelada, debe reunir dos condiciones: 1) ser objetivo y universal, o lo que es lo
mismo, ser infalible; 2) tener por objeto lo que “es”, lo “real” (volveremos sobre este
aspecto en la metafísica). Puesto a buscar ese conocimiento verdadero, Platón va a
establecer una clasificación de los diversos grados de conocimiento humano, según se
encuentran más cerca o más lejos de esas dos condiciones. Así, distinguirá entre:
Esquema resultante:
(Ejemplo y comentario: La intención de Platón es clara. Por más que pensamos que
conocemos una realidad cuando la percibimos a través de los sentidos (un perro
particular llamado Toby, que es de tal raza, tamaño, características…), verdaderamente
sólo conocemos qué significa ser perro, cuando sabemos ir más allá de los perros
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que puede aspirar; su impulso le lleva más lejos, es un anhelo de Belleza inmortal, es
un apetito de eternidad. Platón, en homenaje a Sócrates, añadirá a estas reflexiones la
utilidad del método mayéutica en la búsqueda de la verdad. Con éste, el maestro
provocaría, a partir de sus preguntas (diálogo), el alumbramiento de la verdad o
recuerdo. Claro está, todas estas vías de acceso al conocimiento no son excluyentes,
sino que más bien conforman una misma búsqueda en pos de la auténtica vida: la vida
feliz, la vida de la sabiduría, la que nos devuelve el conocimiento perdido, la vida
filosófica.
Ahora podemos entender mejor la relación que se establece entre las diversas
propuestas epistemológicas y metafísicas, tanto de los sofistas como de Platón. En el
mundo sensible que percibimos de forma inmediata todo es múltiple, cambiante, las
cosas son y dejan de ser; es, en definitiva, un mundo presidido por el devenir y la
finitud. Platón y los sofistas estarían de acuerdo en que de él no cabe extraer un
conocimiento objetivo, universal y necesario: de lo que “no es” de una forma inmutable
y definitiva, no se puede saber nada permanente y definitivo. Los sofistas se quedan
aquí y ya no dan ningún paso especulativo más. Para Sócrates, para Platón, no es
suficiente. Ambos subrayan la necesidad de la existencia de una realidad que sea
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Por consiguiente, existe otro mundo, el mundo de las Ideas y, claro está, la
naturaleza de las Ideas difiere de la naturaleza de las cosas. Pues mientras las primeras
son seres inmutables, eternos y necesarios (recuerda las características que Parménides
otorgaba al “Ser” y que vuelven a aparecer aquí como cualidades esenciales de las
Ideas); de las segundas, dice Platón, que “nunca son” por culpa de su naturaleza
mutable, finita y contingente, siempre naciendo y muriendo, constantemente
generándose y corrompiéndose.
Como hemos visto, la ontología platónica divide la realidad en dos mundos, dos
dimensiones. De ahí la inevitable pregunta acerca del lugar donde se encuentran las
Ideas. Para contestar a esta pregunta habría que señalar que Platón da a entender
claramente que existen en una esfera aparte, la cual el alma contemplaba antes de su
unión con el cuerpo. Por otro lado, Aristóteles afirma que Platón “separó” las Ideas de
las cosas. Y, en último lugar, hemos visto que el Demiurgo configura las cosas de este
mundo ateniéndose a su modelo, implicando esto que las Ideas existen aparte, no sólo
de las cosas, sino también de ese Dios ordenador. Ahora bien, hay que hacer constar
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que este “aparte” sólo significa que las Ideas tienen una realidad independiente de las
cosas sensibles y no que se encuentren “espacialmente” separadas viviendo en una
especie de cielo trascendente. La naturaleza inmaterial de las Ideas impide cualquier
ubicación espacial, dicho en otras palabras, la pregunta por el “dónde” carece de
sentido.
Uno de los temas que más preocupaciones ha suscitado entre los filósofos de
todos los tiempos estriba en el análisis de la naturaleza del hombre que encierra, a su
vez, la búsqueda de una respuesta al misterio de la muerte. Que sepamos, fueron los
pitagóricos los primeros pensadores en recalcar la naturaleza dual del ser humano,
constituida ésta por un elemento material-mortal (el cuerpo) y por uno espiritual-
inmortal (el alma). Platón, influido profundamente por las enseñanzas pitagóricas,
desarrollará una concepción semejante del ser humano y relacionará, de forma clara y
coherente, dicha posición con su metafísica dualista. Como sabemos, Platón desdobla
la realidad en dos: una, la auténtica, inteligible, inmutable y perfecta; la otra, la falsa,
sensible, mutable e imperfecta. Igualmente afirma que la realidad inteligible sólo
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puede ser conocida a través del pensamiento sin la participación del cuerpo. Veamos
cómo Platón diseña una teoría acerca del hombre que satisfaga todas estas exigencias.
Para Platón no solamente somos cuerpo, materia, sino que además hay dentro de
nosotros una realidad espiritual distinta y separable del cuerpo, el Alma. Y su
existencia es necesaria, porque gracias a ella se puede explicar el proceso de
conocimiento que supone la Teoría de la Reminiscencia, tal como ya hemos visto. Así
pues, Platón es dualista también en su concepción de la naturaleza humana. El
hombre es un compuesto de alma y cuerpo:
* Alma: la parte inmaterial, espiritual, inmortal, del ser humano, donde residen
sus principales facultades, especialmente el pensamiento capaz de conocer las Ideas.
* Cuerpo: la parte material, mortal, cambiante, corruptible del ser humano,
fuente de todo tipo de sensaciones, placeres y dolores, deseos.
* Alma irascible: en ella residen los impulsos más nobles, la fuerza y el vigor de
la voluntad que lleva a la acción. Es común a los animales, y por tanto no es separable
del cuerpo, es mortal.
* Alma concupiscible: en ella residen los deseos más materiales, sensuales,
aquellos que pueden engendrar los vicios. También es mortal, no separable del cuerpo.
(Como ves, esa difícil relación del alma con el cuerpo se refleja en las
contradicciones que se pueden derivar de un Alma formada por elementos inmortales,
divinos, cuyo fin está más allá de este mundo material, y los otros elementos surgidos
de su relación con el cuerpo que le llevan a los deseos y a las acciones mundanas).
(Mito del carro alado, narrado en el Fedro).
Ética
Así, cada parte del alma tendrá que fomentar su virtud correspondiente:
* El Alma racional deberá desarrollar, precisamente, la virtud de la sabiduría
(prudencia), es decir, del conocimiento de las realidades inteligibles, verdaderas, que le
darán la suficiente conciencia y claridad acerca del camino adecuado para dirigir y
dominar al resto del cuerpo. Ya que la parte racional, como superior, debe gobernar y
conducir a las demás.
* El Alma irascible deberá desarrollar la virtud de la fortaleza, del tesón, de la
constancia, del vigor para enfrentarse a todas las situaciones comprometidas, a las
enfermedades, al dolor; lo contrario sería la debilidad de quien se hunde ante cualquier
dificultad. Claro está, de nada sirve la fuerza sin más, sin dirección, sin la guía de la
razón.
* El Alma concupiscible deberá desarrollar la virtud de la templanza, es decir,
de la contención en los deseos, de la moderación, para no caer en los vicios
irracionales, en el exceso a que conduce la búsqueda desbocada del placer.
Cuando un ser humano ejercita estas tres virtudes, esto es, su razón es sabia y
gobierna al resto de la persona, y además cultiva las virtudes de la fortaleza y la
templanza, podemos decir que reina la armonía en su alma y que, por tanto, ha
desarrollado la virtud general de la Justicia (recordemos, una vez más, la imagen del
carro dirigido por el auriga que gobierna con sabiduría y habilidad el ímpetu, la
fogosidad, de los dos caballos). Así se habrán cumplido los requisitos para expiar la
culpa de la unión con el cuerpo, para la purificación del alma y, por consiguiente, para
su retorno al mundo inteligible que le corresponde, donde habrá alcanzado la perfección
y la felicidad.
Política:
La propia biografía de Platón nos aclara cualquier duda que podamos tener
sobre sus intenciones. Por un lado, el grado de corrupción política que pudo observar
en el gobierno de los Treinta Tiranos y en la democracia posterior restaurada por
Trasíbulo. Por otro lado, en la disposición con la que emprendió diversos viajes a
Siracusa para actuar como consejero del tirano Dionisio y de su hijo. Con esas
acciones quería llevar a la práctica su convicción de que si los filósofos no pueden ser
gobernantes, serán éstos los que deben ser transformados en filósofos, que no es sino
una clara apuesta porque la Razón, el Logos, el diálogo racional (que es la mejor
expresión de la Filosofía) presida el gobierno de la Ciudad.
Del mismo modo que veíamos tres partes del Alma, observaremos tres clases
sociales o estamentos en el Estado: gobernantes (dirigentes), guardianes (encargados de
la defensa) y productores (los que llevan a cabo las actividades económicas y satisfacen
las necesidades de la ciudad). Platón no contempla estas clases sociales como
compartimentos rígidos en los que los ciudadanos quedan enclavados por su
nacimiento, sino que constituyen un modelo estructural dentro del que los ciudadanos
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Así debe ser el Estado ideal, el Estado que alcanza una armonía entre sus
diversas partes, el Estado que desarrolla en su conjunto la virtud de la Justicia: los
sabios como gobernantes, los fuertes como defensores y el resto al servicio de la
producción económica. No olvidemos que Platón señala, al final de La República, que
es consciente de que su reflexión política se sitúa en el plano utópico y que difícilmente
podría llevarse a la práctica; no obstante, supone una crítica feroz a cualquier forma de
gobierno ajena a la auténtica Justicia; es decir, la antigua y despótica tiranía, la
democracia que no tiene en cuenta a los más sabios y virtuosos…
Así, cualquier otra combinación que estropee esa jerarquía de clases alterando
sus funciones, que sitúe en el gobierno bien a los soldados o a los productores, tiene sus
consecuencias negativas para el bien común. En un momento dado, Platón analiza las
formas de gobierno de su época y su evolución:
* Aristocracia: el gobierno de los mejores, de los que destacan por sus
cualidades, por sus virtudes, por el carisma que les eleva por encima de la mayoría. A
juicio de Platón es un buen sistema político, especialmente cuando esa aristocracia
coincide con el gobierno de los más sabios.
* Timocracia: es la perversión de la aristocracia, cuando los más sabios son
sustituidos por los más fuertes. Éste es el gobierno de los militares, los guardianes, que
han dejado de realizar su cometido específico y se convierten en los gobernantes. Se
trata de una forma de gobierno muy perjudicial, puesto que impera un orden estricto y
una vocación belicosa que pone en peligro la estabilidad y seguridad de la sociedad.
* Oligarquía: surge cuando los gobernantes se dejan llevar por el afán de la
riqueza, es el gobierno de los ricos que empobrece tremendamente a la sociedad. Aquí
se observa claramente cómo el Estado se gobierna siguiendo los intereses de una
minoría codiciosa y corrupta.
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Selección de Textos
El mito de la Caverna
“Imagina hombres en una morada
subterránea en forma de caverna, que tiene la
entrada abierta en toda su extensión. En ella
están, desde niños, hombres con las piernas y el
cuello encadenados, de modo que deben
permanecer allí y mirar sólo delante de ellos,
porque las cadenas les impiden girar en
derredor la cabeza.
Más arriba y más lejos se halla la luz de
un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el
fuego y los prisioneros hay un camino más alto,
junto al cual imagínate un tabique construido
de lado a lado, como el biombo que los
titiriteros levantan delante del público para
mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
- Me lo imagino.
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-Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase
de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedras y madera de
diversas clases; y entre los que pasan, unos hablan y otros callan.
- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
- Pero son como nosotros. Pues, en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o
unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la
caverna que tienen frente a sí?
- Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
- ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del
tabique?
- Indudablemente.
- Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando
a los objetos que pasan y que ellos ven?
- Necesariamente.
- Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de
los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que
oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
- ¡Por Zeus que sí!
- ¿Y que si los prisioneros no tendrían por real otra cosas que las sombras de los
objetos artificiales transportados?
- Es de toda necesidad”. (Platón, La República Libro VII).