Varios Campos de Apostolado

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VARIOS CAMPOS DE APOSTOLADO

9. Los laicos ejercen un apostolado múltiple, tanto en la Iglesia como en el mundo. En ambos órdenes se
abren varios campos de actividad apostólica, de los que queremos recordar aquí los principales, que son: las
comunidades de la Iglesia, la familia, la juventud, el ámbito social, el orden nacional e internacional. Como
en nuestros tiempos participan las mujeres cada vez más activamente en toda la vida social, es de sumo
interés su mayor participación también en los campos del apostolado de la Iglesia. 10. La parroquia presenta
el modelo clarísimo del apostolado comunitario, reduciendo a la unidad todas las diversidades humanas que
en ella se encuentran e insertándolas en la Iglesia universal. Acostúmbrense los laicos a trabajar en la
parroquia intimamente unidos a sus sacerdotes; a presentar a la comunidad de la Iglesia los probiemas
propios y los del mundo, los asuntos que se refieren a la salvación de los hombres, para examinarlos y
solucionarlos por medio de una discusión racional; y a ayudar según sus fuerzas a toda empresa apostólica y
misionera de su familia eclesiástica. 11. Habiendo establecido el Creador del mundo la sociedad conyugal
como principio y fundamento de la sociedad humana, convirtiéndola por su gracia en sacramento grande...
en Cristo y en la Iglesia (Cf. Ef., 5,32), el apostolado de los cónyuges y de las familias tiene una importancia
trascendental tanto para la Iglesia como para la sociedad civil. Los conyuges cristianos son mutuamente para
sí, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Ellos son para sus hijos los
primeros predicadores de la fe y los primeros educadores; los forman con su palabra y con su ejemplo para
la vida cristiana y apostólica, los ayudan con mucha prudencia en la elección de su vocación y cultivan con
toddesmero la vocación sagrada que quizá han descubierto en ellos. Esta misión la ha recibido de Dios la
familia misma para que sea la célula primera y vital de la sociedad.

Los jóvenes

12. Los jóvenes ejercen en la sociedad moderna un influjo de gran interés. Las circunstancias de su vida, el
modo de pensar e incluso las mismas relaciones con la propia familia han cambiado mucho. Muchas veces
pasan demasiado rápidamente a una nueva condición social y económica. Pero el paso que aumenta de día
en día su influjo social, e incluso político, se ven como incapacitados para sobrellevar convenientemente
esas nuevas cargas. Este su influjo, acrecentado en la sociedad, exige de ellos una actividad apostólica
semejante, pero su misma indole natural los dispone a ella. Madurando la conciencia de la propia
personalidad, impulsados por el ardor de su vida y por su energía sobreabundante, asumen la propia
responsabilidad y desean tomar parte en la vida social y cultural: celo, que si está lleno del espiritu de Cristo,
y se ve animado por la obediencia y el amor hacía los pastores de la Iglesia, permite esperar frutos
abundantes. (Ellos deben convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles, de los jóvenes, ejerciendo el
apostolado entre sí, teniendo en

consideración el medio social en que viven).

13. El apostolado en el medio social, es decir, el esfuerzo por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las
costumbres, las leyes, y las estructuras de la comunidad en que uno vive, hasta tal punto es deber y carga de
los laicos, que nunca lo pueden realizar convenientemente otros. En este campo, los laicos pueden ejercer
perfectamente el apostolado de igual a igual. En él cumplen el testimonio de la vida por el testimonio de la
palabra. En el campo del trabajo, o de la profesión, o del estudio, o de la vivienda, o del descanso, o de la
convivencia son muy aptos los laicos para ayudar a los hermanos.

Los laicos cumplen esta misión de la Iglesia en el mundo, ante todo, por aquella coherencia de la vida con la
fe por la que se convierten en la luz del mundo; por su honradez en cualquier negocio, que atrae a todos
hacia el amor de la verdad y del bien, y por fin a Cristo y a la Iglesia; por la caridad fraterna, por la que
participan de las condiciones de la vida de los trabajos y de los sufrimientos y aspiraciones de los hermanos,
y disponen insensiblemente los corazones de todos hacia la operación de la gracia salvadora; con la plena
conciencia de su papel en la edificación de la sociedad, por la que se esfuerzan en saturar sus
preocupaciones domésticas, sociales y profesionales de magnanimidad cristiana. De esta forma ese modo de
proceder va penetrando poco a poco en el ambiente de la vida del trabajo. Este apostolado debe abrazar a
todos los que se encuentran junto a él, y no debe excluir ningún bien espiritual o material que pueda
hacerles. Pero los verdaderos apóstoles, lejos de contentarse con esta actividad, ponen todo su empeño en
anunciar a Cristo a sus prójimos, incluso de palabra. Porque muchos hombres no pueden escuchar el
Evangelio ni conocer a Cristo más que por sus vecinos seglares.

Decreto sobre el apostolado de los laicos -CAPÍTULO I-VOCACIÓN DE LOS LAICOS AL APOSTOLADO

Participación de los laicos en la misión de la Iglesia: 2. La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la
propagación del

Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean participes de la
redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del
Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de
diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado.
Como en la complexión de un cuerpo vivo ningún miembro se comporta de una forma meramente pasiva,
sino que participa también en la actividad y en la vida del cuerpo, así en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia,
"todo el cuerpo crece según la operación propia, de cada uno de sus miembros" (Ef., 4,16).Y por cierto, es
tanta la conexión y trabazón de los miembros en este Cuerpo (Cf. Ef., 4,16), que el miembro que no
contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para la Iglesia y
para si mismo. En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y a sus
sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad.
Mas también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su
cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo. En realidad, ejercen el
apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el
desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad
en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres.

Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos
son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a
manera de fermento.

Fundamento del apostolado segiar

3. Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza.
Ya que insertos en el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la
fortaleza del Espiritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Son consagrados como
sacerdocio real y gente santa [Cf. 1 Pe., 2,4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus
obras, y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo.

La caridad, que es como el alma de todo apostolado, se comunica y mantiene con los Sacramentos, sobre
todo de la Eucaristía. Por consiguiente, se impone a todos los fieles cristianos la noble obligación de trabajar
para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier
lugar de la tierra. Para ejercer este apostolado, el Espiritu Santo, que produce la santificación del pueblo de
Dios por el ministerio y por los Sacramentos, concede también dones peculiares a los fieles (Cf, 1 Cor., 12,7)
"distribuyéndolos a cada uno según quiere" (1 Cor., 12,11).

para que "cada uno, según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros"

, sean también ellos "administradores de

la multiforme gracia de Dios" (1 Pe., 4,10), para edificación de todo el cuerpo en la caridad (Cf. Ef., 4,16). De
la recepción de estos carismas, incluso de los más sencillos, procede a cada uno de los creyentes el derecho
y la obligación de ejercitarlos para bien de los hombres y edificación de la Iglesia, ya en la Iglesia misma., ya
en el mundo, en la libertad del Espiritu Santo, que "sopla donde quiere" (Jn., 3,8), y, al mismo tiempo, en
unión con los hermanos en Cristo, sobre todo con sus pastores, a quienes pertenece el juzgar su genuina
naturaleza y su debida aplicación, no por cierto para que apaguen el Espíritu, sino con el fin de que todo lo
prueben y retengan lo que es bueno (Cf. 1 Tes, 5,12; 19,21).

La espiritualidad seglar en orden al apostolado

4. Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen de todo el apostolado de la Iglesia, es evidente que la
fecundidad del apostolado seglar depende de su unión vital con Cristo, porque dice el Señor: "El que
permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mi nada podéis hacer* (n. 15,4-5). Esta vida de
unión intima con Cristo en la Iglesia se nutre de auxilios espirituales, que son comunes a todos los fieles,
sobre todo por la participación activa en la Sagrada Liturgia, de tal forma los han de utilizar los fieles que,
mientras cumplen debidamente las obligaciones del mundo en las circunstancias ordinarias de la vida, no
separen la unión con Cristo de las actividades de su vida, sino que han de crecer en ella cumpliendo su deber
según la voluntad de Dios. Es preciso que los seglares avancen en la santidad decididos y animosos por este
camino, esforzándose en superar las dificultades con prudencia y paciencia. Nada en su vida debe ser ajeno
a la orientación espiritual, ni las preocupaciones familiares, ni otros negocios temporales, según las palabras
del Apóstol: "Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando
gracias a Dios Padre por El" (Col., 3,17). Pero una vida asi exige un ejercicio continuo de fe, esperanza y
caridad.

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