Lumen Gentium-5

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APOSTOLICAM ACTUOSITATEM

SOBRE EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS

Medios de formación

32. Los laicos que se entregan al apostolado tienen muchos medios, tales como congresos,
reuniones, ejercicios espirituales, asambleas numerosas, conferencias, libros, comentarios, para
lograr un conocimiento más profundo de la Sagrada Escritura y de la doctrina católica, para nutrir
su vida espiritual, para conocer las condiciones del mundo y encontrar y cultivas medios
convenientes. Estos medios de formación tienen en cuenta el carácter de las diversas formas de
apostolado en los ambientes en que se desarrolla.

Con este fin se han erigido también centros e institutos superiores, que han dado ya frutos
excelentes.

El Sagrado Concilio se congratula de estas empresas, florecientes en algunas partes, y desea que se
promuevan en otros sitios donde sean necesarias.

Establézcanse, además, centros de documentación y de estudios, no sólo teológicos, sino también


antropológicos, psicológicos, sociológicos y metodológicos, para fomentar más y mejor las
facultades intelectuales de los laicos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, para todos los campos
del apostolado.

CAPÍTULO IV DE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA «LUMEN


GENTIUM» sobre la Iglesia para definir su vocación y misión,
arraigadas en el bautismo y la confirmación, y orientadas a «buscar el
Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos
temporales»
LOS LAICOS

Peculiaridad

30. El Santo Concilio, una vez que ha declarado las funciones de la jerarquía,
vuelve gozosamente su espíritu hacia el estado de los fieles cristianos,
llamados laicos. Cuanto se ha dicho del Pueblo de Dios se dirige por igual a los
laicos, religiosos y clérigos; sin embargo, a los laicos, hombres y mujeres, en
razón de su condición y misión, les corresponden ciertas particularidades cuyos
fundamentos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que
considerar con mayor amplitud. Los sagrados pastores conocen muy bien la
importancia de la contribución de los laicos al bien de toda la Iglesia. Pues los
sagrados pastores saben que ellos no fueron constituidos por Cristo para
asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia cerca del mundo, sino
que su excelsa función es apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera
reconocer sus servicios y carismas, que todos, a su modo, cooperen
unánimemente a la obra común. Es necesario, por tanto, que todos "abrazados
a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a Aquél que es nuestra
Cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo trabado y unido por todos los
ligamentos que lo unen y nutren para la operación propia de cada miembro,
crece y se perfecciona en la caridad" (Ef., 4, 15-16).

Qué se entiende por laicos

31. Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a
excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están
en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que,
por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo
de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y
real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano
en la Iglesia y en el mundo.

El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. Los que recibieron el


orden sagrado, aunque algunas veces pueden tratar asuntos seculares, incluso
ejerciendo una profesión secular, están ordenados principal y directamente al
sagrado ministerio, por razón de su vocación particular, en tanto que los
religiosos, por su estado, dan un preclaro y eximio testimonio de que el mundo
no puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las
bienaventuranzas. A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de
Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el
siglo, es decir, en todas y a cada una de las actividades y profesiones, así
como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su
existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su
propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que
la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este
modo descubran a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio
de su vida, fe, esperanza y caridad. A ellos, muy en especial, corresponde
iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están
estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según
el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del
Redentor.

Unidad en la diversidad

32. La Iglesia santa, por voluntad divina, está ordenada y se rige con
admirable variedad. "Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos
miembros y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros,
siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio
de los otros miembros" (Rom., 12,4-5).

El pueblo elegido de Dios es uno: "Un Señor, una fe, un bautismo" (Ef 4,5);
común la dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, gracia
común de hijos, común vocación a la perfección, una salvación, una esperanza
y una indivisa caridad. Ante Cristo y ante la Iglesia no existe desigualdad
alguna en razón de estirpe o nacimiento, condición social o sexo, porque "no
hay judío ni griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni mujer. Pues todos
vosotros sois "uno" en Cristo Jesús" (Gal 3,28; cf. Col 3,11).

Aunque no todos en la Iglesia marchan por el mismo camino, sin embargo,


todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma fe por la justicia
de Dios (cf. 2 Pe 1,1). Y si es cierto que algunos, por voluntad de Cristo, han
sido constituidos para los demás como doctores, dispensadores de los
misterios y pastores, sin embargo, se da una verdadera igualdad entre todos
en lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles para la
edificación del Cuerpo de Cristo. La diferencia que puso el Señor entre los
sagrados ministros y el resto del Pueblo de Dios lleva consigo la unión, puesto
que los pastores y los demás fieles están vinculados entre sí por necesidad
recíproca; los pastores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse
al servicio los unos de los otros, y al de los demás fieles, y estos últimos, a su
vez asocien su trabajo con el de los pastores y doctores. De este modo, en la
diversidad, todos darán testimonio de la admirable unidad del Cuerpo de
Cristo; pues la misma diversidad de gracias, servicios y funciones congrega en
la unidad a los hijos de Dios, porque "todas estas cosas son obras del único e
idéntico Espíritu" (1 Cor 12,11).

Si, pues, los seglares, por designación divina, tienen a Jesucristo por hermano,
que siendo Señor de todas las cosas vino, sin embargo, a servir y no a ser
servido (cf. Mt 20,28), así también tienen por hermanos a quienes,
constituidos en el sagrado ministerio, enseñando, santificando y gobernando
con la autoridad de Cristo, apacientan la familia de Dios de tal modo que se
cumpla por todos el mandato nuevo de la caridad. A este respecto dice
hermosamente San Agustín: "Si me aterra el hecho de lo que soy para
vosotros, eso mismo me consuela, porque estoy con vosotros. Para vosotros
soy el obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquél es el nombre del cargo; éste
de la gracia; aquél el del peligro; éste, el de la salvación".

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