Los Tres Estados del Capital Cultural Bourdieu

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Pierre Bourdieu: Los Tres Estados del Capital Cultural1

La noción de capital cultural se impone en primer lugar como una hipótesis indispensable
para dar cuenta de las diferencias en los resultados escolares que presentan niños de
diferentes clases sociales respecto del "éxito escolar", es decir, los beneficios específicos
que los niños de distintas clases y fracciones de clase pueden obtener del mercado
escolar, en relación a la distribución del capital cultural entre clases y fracciones de clase.
Este punto de partida significa una ruptura con los supuestos inherentes tanto a la visión
común que considera el éxito o el fracaso escolar como el resultado de las "aptitudes"
naturales como a las teorías del "capital humano”2

Los economistas tienen el aparente mérito de plantear explícitamente ‘la


cuestión' de la relación entre las tasas de rendimiento aseguradas por la
inversión educativa y la inversión económica (y de su evolución). A pesar
de que su medición del rendimiento escolar sólo toma en cuenta las
inversiones y las ganancias monetarias (o directamente convertibles en
dinero), como los gastos que conllevan los estudios y el equivalente en
dinero del tiempo destinado al estudio, no pueden dar cuenta de las
partes relativas que los diferentes agentes o clases otorgan a la inversión
económica y cultural, porque no toman en cuenta, sistemáticamente, la
estructura de oportunidades diferenciales del beneficio que les es
prometido por los diferentes mercados, en función del volumen y de la
estructura de su patrimonio. (Ver en particular G.S-Becher Human
Capital...New York, Colombia University Press. 1964).

Esta definición, típicamente funcionalista de las funciones de la educación, que ignora la


contribución que el sistema de enseñanza aporta a la reproducción de la estructura social,
al sancionar la transmisión hereditaria del capital cultural se encuentra de hecho
comprometida, desde su origen, con una definición del "capital humano", la cual a pesar de
sus connotaciones "humanistas", no escapa a un economicismo e ignora que el
rendimiento de la acción escolar depende del capital cultural previamente invertido por la
familia. Desconoce también que el rendimiento económico y social del título escolar,
depende del capital social, también heredado, y que puede ponerse a su servicio.

El capital cultural puede existir bajo 3 formas: en el estado incorporado, es decir, bajo la
forma de disposiciones duraderas de! organismo; en el estado objetivado, bajo la forma de
bienes culturales, cuadros, libros, diccionarios, instrumentos, -maquinaria, los cuales son la
huella o la realización de teorías o de críticas dichas teorías, y de problemáticas, etc. y
finalmente en el estado institucionalizado, como forma de objetivación muy particular,
porque tal como se puede ver con el título escolar, confiere al capital cultural -que
supuestamente debe garantizar- propiedades totalmente originales.
1
Tomado de Actes de la Recherche en Sciences Sociales 30 Noviembre de 1979- Traducción de Mónique Lindesmann.
2
Hablar de los conceptos a través de ellos mismos en vez de hacerlos funcionar siempre lo expone a uno a ser
esquemático y formal, es decir, "teórico" en el sentido más corriente de este término, y el más comúnmente aprobado.
Además, al dejar de reubicar las estrategias de inversión escolar en el conjunto de las estrategias educativas y en el
sistema de las estrategias de la reproducción, se condenan a dejar escapar, por una paradoja necesaria, la más oculta y
la más determinada socialmente de las inversiones educativas, a saber, la transmisión del capital cultural.
Sus interrogantes sobre la relación entre la "aptitud" (ability) por los estudios y la inversión en los estudios, demuestran
que ignoran que la "aptitud" o el "don" es también el producto de una inversión en tiempo y capital cultural (Id p. 63-66). Y
se entiende entonces, que al evaluar los beneficios de la inversión escolar, sólo se pueden interrogar sobre la rentabilidad
de los gastos educativos para la "sociedad" en su conjunto (social rate of return (Id p. 121), o sobre la contribución de la
educación a la "productividad nacional". (The Social gain of education as measured by its effect on national productivity)
(Id p. 155).

1
El Estado incorporado
La mayor parte de las propiedades del capital cultural puede deducirse del hecho de que
en su estado fundamental. La acumulación de capital cultural exige una incorporación
que, en la medida en que supone un trabajo de inculcación y de asimilación,
consume tiempo, tiempo que tiene que ser invertido personalmente, por el
“inversionista” (al igual que el bronceado, no puede realizarse por poder2): El trabajo
personal, el trabajo de adquisición, es un trabajo del "sujeto" sobre sí mismo (se habla de
cultivarse). El capital cultural es un tener transformado en ser, una propiedad hecha
cuerpo: que se convierte en una parte integrante de la "persona” un hábito3 Quien lo
posee ha pagado con su "persona", con lo que tiene de más personal: su tiempo. Este
capital "personal" no puede ser transmitido instantáneamente (a diferencia del dinero, del
título de propiedad y aún de nobleza) por el don o la transmisión hereditaria, la compra o el
intercambio. Puede adquirirse, en lo esencial, de manera totalmente encubierta e
inconsciente y queda marcado por sus condiciones primitivas de adquisición; no
puede acumularse más allá de las capacidades de apropiación de un agente en particular;
se debilita y muere con su portador (con sus capacidades biológicas, su memoria, etc.).
Por estar así ligado de múltiples maneras a la persona, a su singularidad biológica, y por
ser objeto de una transmisión hereditaria siempre altamente encubierta y hasta invisible,
constituye un desafío para todos aquellos que apliquen la vieja y persistente distinción que
hacían los juristas griegos entre las propiedades heredadas (la patroa) y las adquiridas
(epiktera) -es decir, agregadas por el propio individuo a su patrimonio hereditario de
manera que alcance a acumular los prestigios de la propiedad innata y los méritos de la
adquisición. De allí que este capital cultural presenta un más alto grado de
encubrimiento que el capital económico, por lo que está predispuesto a funcionar
como capital simbólico, es decir desconocido y reconocido, ejerciendo un efecto de (des)
conocimiento, por ejemplo sobre el mercado matrimonial o el mercado de bienes culturales
en los que el capital económico no esta plenamente reconocido. La economía de las
grandes colecciones de pintura, de las grandes fundaciones culturales, así corno la
economía de la beneficencia, de la generosidad y del legado, descansan sobre
propiedades del capital cultural que los economistas no pueden explicar. Por su
naturaleza, al economicismo se le escapa la alquimia propiamente social por la que
el capital económico se transforma en capital simbólico, capital denegado o más
bien desconocido. Paradójicamente también ignora la lógica propiamente simbólica de la
distinción que asegura provechos materiales y simbólicos a los poseedores de un fuerte
capital cultural, quienes reciben un valor de escasez según su posición en la estructura de
distribución del capital cultural (en último análisis este valor de escasez se basa en el
principio de que no todos los agentes tienen los medios económicos y culturales para
permitir a sus hijos proseguir sus estudios, más allá de un mínimo necesario para la
reproducción de la fuerza de trabajo menos valorada en un momento dado).

2 - De allí que, de todas las medidas del capital cultural, las más exactas sean las
medidas de referencia a tiempo de adquisición, a condición, por supuesto, de no reducirlo
al tiempo de escolarización y de tornar en cuenta la primera educación familiar dándole un
valor positivo (...) (correspondiente al valor del tiempo ganado de avance) o negativo
(correspondiente al tiempo perdido, y duplicado puesto que habrá que gastar tiempo para
corregir los efectos) según su distancia respecto a las exigencias del mercado escolar.
(¿Es necesario preguntar a fin de evitar todo mal entendido, que esta propuesta no implica
ningún reconocimiento del valor de los veredictos escolares y sólo consiste en registrar la
relación que establece en los hechos, entre un cierto capital cultural y las leyes del
mercado escolar?) Quizá nos sea útil recordar que algunas disposiciones afectadas por un

2
valor negativo en el mercado escolar, pueden tener un valor altamente positivo sobre otros
mercados y primero, por supuesto, en las relaciones internas a la clase.
De allí que la utilización o la explotación del capital cultural meta en problemas peculiares a
los detentadores de capital económico o político, trátese de mecenas privado, o bien en el
otro extremo, de patrones empresarios emplean “cuadros” dotados de una específica
competencia cultural, sin referirnos a los nuevos mecenas de Estado): ¿Cómo comprar
este capital estrechamente unido a la persona, sin comprarla a ella, si eso ocasiona
privarse del efecto de disimulación de la dependencia? ¿Cómo concentrar el capital -
cuestión necesaria para ciertas empresas– un concentrar a sus portadores, si de ello
resultan consecuencias rechazadas de antemano?

Sin duda, en la lógica de la transmisión del capital cultural es donde reside el


principio más poderoso de la eficacia ideológica de este tipo de capital. Por una parte
se sabe que la apropiación del capital cultural objetivado – y por tanto, el tiempo necesario
para realizarla- depende principalmente del capital cultural incorporado en el conjunto de la
familia, incorporación que se da mediante el efecto Arrow generalizado3 y, todas las formas
de transmisión implícita, entre otras cosas. Por otra parte, se sabe que la acumulación
inicial de capital cultural, condición de acumulación rápida y fácil de cualquier tipo de
capital cultural útil, comienza desde su origen, sin retraso ni pérdida de tiempo, sólo para
los miembros de familias dotadas con un fuerte capital cultural. En este caso el tiempo de
acumulación comprende la totalidad del tiempo de socialización. De allí que la transmisión
del capital cultural sea sin duda la forma mejor disimulada de transmisión hereditaria de
capital y, por lo mismo, su importancia relativa en el sistema de las estrategias de la
reproducción es mayor, en la medida en que las formas directas y posibles de transmisión
tienden a ser más fuertemente censuradas y controladas.
Inmediatamente se ve que es a través del tiempo necesario para la adquisición
corno se establece el vínculo entre el capital económico y el capital cultural.
Efectivamente las diferencias en el capital cultural de una familia, implican diferencias,
primero, la precocidad del inicio de la transmisión y acumulación, teniendo por límite la
plena utilización de la totalidad del tiempo biológico disponible, siendo el tiempo libre
máximo puesto al servicio del capital cultural máximo. En segundo término, implica
diferencias en la capacidad de satisfacer las exigencias propiamente culturales de una
empresa de adquisición prolongada. Además y, correlativamente el tiempo durante el que
un individuo puede prolongar su esfuerzo de adquisición, depende del tiempo libre que su
familia le puede asegurar, es decir, liberar de las necesidades económicas, como condición
de la acumulación inicial.

El estado objetivado
El capital cultural en su estado objetivado posee un cierto número de propiedades
que se definen solamente en su relación con el capital cultural en su forma incorporada. El
capital cultural objetivado en apoyos materiales -tales como escritos, pinturas.
monumentos, etc.-, es transmisible en su materialidad. Una colección de cuadros, por
ejemplo, se transmite tan bien como el capital económico, si no es que mejor, ya que

3
Lo que yo llamo el efecto Arrow generalizado, es el hecho de que el conjunto de los bienes
culturales, cuadros, monumentos, máquinas, objetos labrados, y en particular, todos aquellos que
forman parte del ambiente natal, ejercen por su sola existencia un efecto educativo: es sin duda uno
de los factores estructurales de la explosión escolar, en el sentido en que el crecimiento de la
cantidad de capital cultural acumulado en el estado objetivo incrementa a su vez, la acción educativa
que ejerce automáticamente el medio ambiente

3
posee un nivel de eufemización superior que aquél. Pero lo que es transmisible es la
propiedad jurídica y no (o necesariamente) lo que constituye la condición de la apropiación
específica, es decir, la posesión de instrumentos que permiten consumir un cuadro o bien
utilizar una máquina, y que por ser una forma de capital incorporado se someten a las
mismas leyes de transmisión.

Así, los bienes culturales pueden ser objeto de una apropiación material que supone
el capital económico, además de una apropiación simbólica, que supone el capital
cultural. De allí que el propietario de los instrumentos de producción debe encontrar la
manera de apropiarse, o bien del capital incorporado, que es la condición de apropiación
específica, o bien de los servicios de los poseedores de este capital: es suficiente tener el
capital económico para tener máquinas para apropiárselas; y utilizarlas de acuerdo con su
destino especifico (definido por el capital científico y técnico que se encuentra en ellas
incorporado) hay que disponer personalmente o por poder, del capital incorporado. Tal es
sin duda el fundamento del estatuto ambiguo de los "cuadros": si se enfatiza el hecho de
que no son los propietarios (en el sentido estrictamente económico) de los medios de
producción que utilizan y que solamente sacan provecho de su capital cultural vendiendo
los servicios y los productos que les es posible, se les ubica del lado de los dominados: si
se insiste en el hecho de que se benefician con la utilización de una forma particular de
capital, son colocados del lado de los dominadores. Todo parece indicar que en la medida
en que se incrementa el capital cultural incorporado a los instrumentos de producción (al
igual que el tiempo de incorporación necesario para adquirir los medios para apropiárselo,
o sea, para atender a su intención objetiva, su destino y su función), la fuerza colectiva de
los propietarios del capital cultural tendería a incrementarse a menos de que los dueños de
la especie dominante del capital no estuvieran en condición de poner a competir a los
poseedores del capital cultural (éstos, además, tienen una inclinación a la competencia,
dadas las condiciones mismas de su selección v formación, particularmente en la lógica de
la competencia escolar y del concurso).
El capital cultural en su estado objetivado se presenta con todas las apariencias de
un universo autónomo y coherente, que, a pesar de ser el producto del actuar histórico,
tiene sus propias leyes trascendentes a las voluntades individuales, y que, como lo
muestra claramente el ejemplo de la lengua, permanece irreductible ante lo que cada
agente, o aún el conjunto de agentes puede apropiarse (es decir, de capital cultural
incorporado).
Sin embargo, hay que tener cuidado de no olvidar que este capital cultural
solamente subsiste como capital material y simbólicamente activo, en la medida en
que es apropiado por agentes y comprometido, como arma y como apuesta que se
arriesga en las luchas cuyos campos de producción cultural (campo artístico, campo
científico, etc.) - y más allá, el campo de las clases sociales -sean el lugar en donde los
agentes obtengan los beneficios ganados por el dominio sobre este capital objetivado, y
por lo tanto, en la medida de su capital incorporados.4

El estado ínstitucionalizado

La objetivación del capital cultural bajo la forma de títulos constituye una de las maneras de
neutralizar algunas de las propiedades que, por incorporado, tiene los mismos límites
biológicos que su contenedor. Con el título escolar -esa patente de competencia

4
La mayoría de las veces la relación dialéctica entre capital cultural objetivado, cuya forma por excelencia es
la escritura, y el capital incorporado, se ha reducido a una descripción exaltada de la degradación del espíritu
por la letra, de lo vivo por lo inerte, de la creación por la rutina, de la gracia por la pesadez.

4
cultural que confiere a su portador un valor convencional, constante y jurídicamente
garantizada desde el punto de vista de la cultura- la alquimia social produce una loma
de capital cultural que tiene una autonomía relativa respecto de su portador y del capital
cultural que él posee Efectivamente en un momento dado; instituye el capital cultural por la
magia colectiva, a la manera (según Merleau, Ponty) como los vivos instituyen sus muertas
mediante los ritos de luto. Basta con pensar en el concurso, el cual a partir del continuum
de las diferencias infinitesimales entre sus resultados, produce discontinuidades durables y
brutales del todo y la nada, como aquello que separa el último aprobado del primer
reprobado, e instituye una diferencia esencial entre la competencia estatutariamente
reconocida y garantizada, y el simple capital cultural, al que se le exige constantemente
valídarse. Se ve claramente en este caso, la magia del poder de instituir, el poder de hacer
ver y de hacer creer, o, en una palabra, hacer reconocer.
No existe sino una frontera mágica, es decir impuesta y sostenida (a veces
arriesgando la vida), por la creencia colectiva ("verdad del lado de los Pirineos, error más
allá de ellos"). Es la misma diacrisis originaria la que instituye el grupo como realidad a la
vez constante (es decir, trascendente a los individuos), homogénea y diferente, mediante la
institución (arbitraria y desconocida en tanto tal) de una frontera jurídica que instituye los
últimos valores del grupo, aquellas que tienen como principio la creencia del grupo en su
propio valor y que se definen en oposición a los otros grupos.
Al conferirle un reconocimiento institucional al capital cultural poseído por un
determinado agente, el título escolar permite a sus titulares compararse y aun
intercambiarse (substituyéndose los unos por los otros en la sucesión). Y permite
también establecer tasas de convertibilidad entre capital cultural y capital
económico, garantizando el valor monetario de un determinado capital escolar. El
título, producto de la conversión del capital económico en capital cultural, establece el valor
relativo del capital cultural del portador de un determinado título, en relación a los otros
poseedores de títulos y también de manera inseparable, establece el valor en dinero con el
cual puede ser cambiado en el mercado de trabajo. La inversión escolar sólo tiene sentido
si un mínimo de reversibilidad en la conversión está objetivamente garantizado. Dado que
los beneficios materiales y simbólicos garantizados por el título escolar dependen también
de su escasez, puede suceder que las inversiones (en tiempo y esfuerzos) sean menos
rentables de lo esperable en el momento de su definición (o sea que la tasa de
convertibilidad del capital escolar y del capital económico sufrieron una modificación de
facto). Las estrategias de reconversión del capital económico en capital cultural, como
factores coyunturales de la explosión escolar y de la inflación de los títulos escolares, son
determinadas por las transformaciones de las estructuras de oportunidades del beneficio,
aseguradas por los diferentes tipos de capital.

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