430_04_05_Pobreza

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Francisco Morales, OFM

“Economía en una orden mendicante. La pobreza


franciscana en Nueva España. Del idealismo fundacional
al pragmatismo de la vida pastoral”
p. 85-106
La Iglesia y sus bienes. De la amortización
a la nacionalización
María del Pilar Martínez López-Cano, Elisa Speckman Guerra
y Gisela von Wobeser (coordinación e introducción)
México
Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Históricas
2004
348 p.
Gráficas y cuadros
ISBN 970-32-1807-5

Formato: PDF
Publicado en línea: 10 de diciembre de 2019
Disponible en:
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/430/igles
ia_bienes.html

D. R. © 2018, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de


Investigaciones Históricas. Se autoriza la reproducción sin fines lucrativos,
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ECONOMíA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA
FRANCISCANA EN NUEVA ESPAÑA. DEL IDEALISMO
FUNDACIONAL AL PRAGMATISMO DE LA V IDA PASTORAL

FRANCISCO MORALES, OFM


Instituto Franciscano de Filosofía y Teología

Los hermanos no se apropien nada para sí, ni casa,


ni lugar, ni cosa alguna. Y cual peregrinos foraste­
ros en este mundo, que sirven al Señor en Pobreza,
vayan por limosna confiadamente.
Regla de San Francisco, capítulo VI

La pobreza franciscana, centro de históricas polémicas

De los mandatos de la regla franciscana, ninguno ha levantado contro­


versias más candentes, dentro y fuera de la orden, que el ordenamien­
to anterior. El hecho de que hasta el presente la familia franciscana
se encuentre dividida en tres ramas: conventuales, observantes y ca­
puchinos, está íntimamente relacionado con las _discusiqnes sobre
este texto de la regla franciscana. 1 La intención de este trabajo no
es entrar en las disputas doctrinales sobre la pobreza. Lo que aquí se
pretende es averiguar cómo influyó este mandato en el uso de los
bienes eclesiásticos de los franciscanos de Nueva España. Se ha se­
ñalado, siguiendo principalmente fuentes hagiográficas, que el ideal
de la pobreza imprimió en estos religiosos características peculiares
que los hacen diferentes de los miembros de otras órdenes.2 ¿Cuáles
fueron esas características peculiares? ¿Se mantuvieron esas carac­
terísticas durante todo el periodo virreinal? En caso de encontrar
1 Los conventuales siguen una interpretación benigna de este mandato y pueden
tener propiedades en común. Forman una orden independiente desde 1517. Los capu­
chinos intentaron seguir al pie de la letra la regla franciscana sin admitir ninguna de­
claración pontificia. Originalmente se distinguieron por su vida eremítica y austera.
Forman una orden independiente desde 1534. Los observantes se consideran fieles se­
guidores de la regla franciscana y, siguiendo las declaraciones pontificias, aceptan to­
dos los mandatos de la regla.
2 Sin duda el mejor trabajo sobre este tema es el de Antonio Rubial, La pobreza
franciscana. El. franciscanismo: de la Edad Media a la evangelización novohispana, México,
UNAM, 1996.

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86 LA IGLESIA Y SUS BIENES

cambios, ¿cuáles fueron las motivaciones de esos cambios? Tales


preguntas son las que guiarán este texto. Sin menospreciar la valiosa
información de las fuentes hagiográficas, intentaré acercarme a las
documentales, dispersas en varios archivos. 3 Se trata de un rico ma­
terial a la espera de pacientes investigadores. Precisamente, por tra­
tarse de un material tan rico, sería ilusorio querer agotarlo en un
trabajo de esta naturaleza. Aquí se señalarán sólo algunas de las pau­
tas que nos podrán conducir para encontrar respuestas a las preguntas
planteadas en las líneas anteriores.

El ideal de la pobreza franciscana en sus orígenes

El tema de la pobreza franciscana no se puede abordar sin volver


la mirada al entorno religioso y social que impulsó la fundación de la
orden franciscana, estrechamente relacionada con los movimientos
reformistas de los siglos XII y XIII. 4 La realidad social de esos siglos
en la que los pobres eran cada vez más numerosos, así como la
ostentosa sed de poder y riqueza de varios eclesiásticos, fue el "cal­
do de cultivo" en el que se fermentaron los ideales pauperistas de
numerosos eclesiásticos de la época. Lugar singular entre éstos ocu­
pa Francisco de Asís (1183-1226). El nombre que dio a sus seguido­
res, fratres minores, "hermanos menores", es muy significativo, sobre
todo si se considera el medio social en que se movían, donde el
poder y el dinero eran indicadores del valor de las personas. Esta
"minoridad" se encuentra testimoniada en los primeros documentos
TlO hagiográficos de la época que nos los muestran viviendo como
"pobres junto a otros pobres", pasando casi inadvertidos por sus con­
temporáneos o, en todo caso, considerados como un grupo con es­
caso protagonismo social. 5 Cuando hacia la década de 1230 empiezan
a emerger entre nobles y burgueses, no lo hacen por iniciativa propia
sino, en parte, por la promoción que les dan los papas al tornarlos
como colaboradores de sus programas de reforma y, en parte tarn-

3 Además de los ricos fondos de la Biblioteca Nacional y del Archivo Histórico del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, se deben mencionar los del Archivo Ge-
neral de Indias.
4 Un buen tratamiento de este tema lo hace Giovanni Miccoli, Francisco de Asls.
Realidad y memoria de una experi.enci.a cristiana, Ofiate, Guipúzcoa, Editorial Franciscana
Aránzazu, 1994.
5 Antonio Rigón, "Hermanos menores y sociedades locales", Francisco de Asís y el
primer siglo de historia franciscana, Ofiate, Guipúzcoa, Editorial Franciscana de Aránzazu,
1999, p. 293.

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ECONOMfA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 87

bién, por la procedencia de los nuevos hermanos a la orden, a saber,


universidades, clero y nobleza. A pesar de estos cambios, la vida
pobre siguió siendo el ideal fundamental de los franciscanos.
Curiosamente, ese ideal de vida pobre originó una serie de rela­
ciones de la orden con autoridades civiles de las nacientes ciudades
medievales que, al considerarlos "verdaderamente pobres", empeza­
ron a ofrecerles ayuda para la construcción de sus iglesias y conven­
tos, acciones que a su vez convirtieron a los franciscanos en fuente
de "salvación y prosperidad" para esas ciudades. Este mismo ideal de
pobreza acercó a la orden a la burguesía citadina, al principio con
relaciones poco reconocibles, por tratarse de beneficencia silenciosa
para cubrir el alimento o la vivienda temporal de los hermanos, pero
posteriormente más documentable gracias a los testamentos en los
que aparecen los bienes que se les dejan. 6
Esta práctica de vida pobre sirvió como fuente de inspiración del
pensamiento franciscano, tanto a nivel hagiográfico como teológico.
Ejemplo de uno y otro rangos son el Sacrum commercium, una poéti­
ca apología de la pobreza, de compositor anónimo, y la Apología
pauperum, de san Buenaventura. 7 Tal pensamiento no siempre corrió
por cauces ortodoxos. A veces,· sobre todo en la parte de la Italia
central -Umbría, Las Marcas, Florencia-, encontró contactos con
los movimientos apocalípticos de la época. Fue así como hacia fi­
nales del siglo XIII algunos ardientes defensores de la vida pobre,
conocidos como "espirituales" y "fraticelos", se insertaron en el mile­
narismo de Joaquín de Fiori y formaron un grupo disidente dentro de
la orden. 8 Pero no todos los celantes de la vida pobre llegaron a los
extremos del milenarismo joaquinita. Hubo hermanos como Ángel
Clareno, Ubertino de Casale y Pedro Juan Olivi qtie, no obstante su
radicalismo pauperista, mantuvieron fidelidad a la ortodoxia. En ellos
encontrará inspiración un buen número de hermanos, entre otros los
primeros que llegan a· México, quienes colorean su modo de vida
pobre con un cierto tinte escatológico.

6 Ibídem, p. 303.
7 La primera está publicada en San Francisco de Asís. Biografías, escritos y d ocu­
mentos de la época, Madrid, BAC, 1980, p. 931-960; la segunda, en Obras de San Buena­
ventura, Madrid, BAC, v. VI, 1949, p. 331-637.
8 Cf. Gratien de París, Historia de la fundación y evolución de la orden de frailes me­
nores en el siglo XIII, Buenos Aires, Ediciones de Desclée de Brouwer, 1947, p. 343-354 y
430-444.

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88 LA IGLESIA Y SUS BIENES

El uso pobre desemboca en la Iglesia novohispana

A principios del siglo XVI, el movimiento pauperista radical de la or­


den tenía entre sus más singulares representantes a los franciscanos
de la Custodia de San Gabriel de Extremadura, también conocidos
como frailes del Santo Evangelio. Tenemos interesantes testimonios
sobre la forma como practicaban el ideal de pobreza y la referencia
al ámbito social en la que lo realizaban. Así, en cuanto .a la cons­
trucción de sus conventos, sus constituciones "establecieron y or­
denaron que las casas y oratorios que habían de edificar en su
custodia fuesen pequeños edificios y de toscos materiales, según y
como edificaban los pobres del siglo sus viviendas, de modo que res­
plandezca en ellas la pobreza y humildad".9 De acuerdo con un sin­
gular docu�ento de 1509, nos llega información de que los señores
de Belvis, don Francisco de Monroy y doña Francisca Henríquez, al
hacer donación a los frailes de Extremadura de una casa en Santa
María del Berrocal, diócesis de Plasencia, les especifican que les
entregan la casa para que "la tengan en tanta pobreza, aspereza y
austeridad... e en tanta pureza de la Regla como posible sea". 10 En
ese mismo documento incluyen una cláusula en la que piden que fray
Martín de Valencia "sea puesto e instituido como primer vicario de la
dicha casa"11 y que, para conservar la pureza de la observancia de
la vida pobre, la dicha casa no pueda ser convento, sino se conserve
como eremitorio.
Este modo de vivir pobre se reprodujo en Nueva España con la
llegada de los "Doce primeros", que, bajo la obediencia del arriba
mencionado fray Martín de Valencia, fundaron la orden en México
en 1524. Además de las referencias hagiográficas que sobre este asunto
nos han dejado las crónicas del siglo XVI, hay una serie de testimo­
nios contemporáneos que muestran este modo de vivir austero de los
frailes _de México, comparándolo con el de aquellos de San Gabriel de
Extremadura. En ciertas informaciones de los vecinos de la ciudad
de México en defensa de los franciscanos contra sus adversarios de la
Primera Audiencia (1531), el escribano real, Cristóbal de Benavente,
decía que "les [h]a visto vevir muy recogidamente en toda oservan�ia
e tanto, que cree este testigo e tiene por �ierto, que ni los religiosos

9
José García Oro, Prehistoria y primeros capítulos de la evangelización de América,
Venezuela, Ediciones Trípode, 1988, p. 160. Los subrayados son míos.
10 Ángel Ortega, "El convento de San Francisco de Belvis de la Provincia de San

Gabriel de Extremadura", Archivo Ibero-Americano, 8, 1917, p. 27.


11 Ibídem, p. 28.

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ECONOMÍA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 89

de la Provin�ia de San Graviel e la de los Ángeles ni otros ningunos


les fazen ventaja en su buena vida" . 12
Por su parte, el licenciado Juan Altamirano afirmaba que

ex9eden los religiosos destas partes en vida y astinen9ia y enxenplo, por


la mayor parte, comúnmente a los religiosos de otras partes, ansí en la
abstinen9ia del comer e beber, y en su vida, como en todo lo demás. E
que algunas veces lo ha platicado con algunas persqnas, e que ansí les ha
pares9ido tanto que así como por milagro tienen, en tierras nuevamente
ganadas, e de infieles, haber traído nuestro señor semejantes personas
de religiosos. 13

Se sabe, además, que los frailes de México, al menos hasta me­


diados del siglo XVI, no aceptaban estipendios por la celebración de
las misas ni de los españoles ni mucho menos de los indios. En 1550,
fray Francisco de Soto, uno de los "Doce primeros", en carta al Con­
sejo de Indias en la que pide ayuda para comprar medicinas, dice
que en México era imposible comprarlas pues "valen muy caras y no
tenemos de qué comprarlas, lo cual está bien claro según el modo que
allá tenemos [escribe en Sevilla] de no nos cargar de misas particula­
res que suelen tener pitanzas" . 14 Una información más clara de este
modo de vivir pobre, que incluye las penurias en las que se encontraba
el cuidado de los enfermos, nos la da fray Juan de Zumárraga en carta
escrita el 15 de mayo de 1547 al provincial de Burgos, fray Francisco
del Castillo. Dice allí:

Quia hic omnes avaritia student [porque aquí todos tienden a la avaricia]
y los necesitados son nuestros hermanos franciscos que no toman limos-_
na ninguna pecuniaria, ni por misas, ni obsequias, ni de otra manera y
tienen una muy ruin casa, y por no tener una enfermería, sino una pocil­
ga, muchos enfermos que aquí se venían a curar de toda la provincia se
les murían y les hube de hacer una enfermería, que poco menos me cos­
tó que la prebenda de un año. 15

La vida pobre en Nueva España, al igual que en la primavera de


la orden o en las provincias reformadas de España, generó fuertes
relaciones con personas e instituciones que proveyeron las necesida-

12 Archivo General de Indias (en adelante citado AGI), Justicia, 1006. Respuesta a
la tercera pregunta.
13 Idem.
14 AGI, México, 94.
15 Richard E. Greenleaf, Zumán-aga en His Family. Letter to Vizcaya, 1536-1548, Was­
hington, Academy of American Franciscan History, 1979, p. 102.

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90 LA IGLESIA Y SUS BIENES

des de los frailes en diversas formas. La más común fue la de pro­


porcionarles µabitación y alimento. Estas necesidades fueron aten­
didas, en primer lugar, por el rey de España, que anualmente pagaba
el gasto de aceite y vino para las celebraciones litúrgicas. Contribu­
yó, además, en forma notable a la edificación de los conventos. Por
su parte, el cabildo de la ciudad de México Tenochtitlan, en 1526, se
ufanaba ante el emperador Carlos V de haber "hecho y edificado
cinco casas de monesterios del señor San Francisco, muy buenos a
fuera de España, que son muy devotos templos". 16 El mismo cabildo
señalaba como principal donante a "el gobernador", Hemán Cortés,
que había construido los mencionados monasterios "a su costa, sin
intervenir gasto ninguno de la hacienda de su Majestad, ni de otra
persona alguna, y a los religiosos de los dichos monesterios les ha
dado todos los mantenimientos que ha habido menester". 17
También las autoridades eclesiásticas, muy particularmente el
primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, se preocuparon
por el mantenimiento de los primeros franciscanos. El obispo Zumá­
rraga escribía, en la carta arriba citada, "No hay quien procure por
los probes franciscos para un dormitorio que se les quiere caer, y
estoy determinado a me empeñar, si no hobiere otro remedio, por­
que ya sabe vuestra reverencia lo que yo puedo deber a la· Orden, que
no por hijo de Juan López de Zumárraga, más por ser fraile de la
Orden me fue dado este cargo." 18
Sobre la ayuda de particulares tenemos un ejemplo interesante
en el testamento que en la prisión escribe, el 21 septiembre de 1525,
el tristemente célebre contador Rodrigo de Paz. Asienta allí que "den
en limosna al dicho monesterio de Sant Francisco... el solar en que
al presente está edificada la dicha casa e monesterio-€ J?s dichos
frailes agora biven e moran". 19 Y añade a continuación: "Mando que
mi cuerpo sea sepultado en el monesterio de Señor Sant Francisco,
que agora se hace nuevamente en esta .. ; ciudad, en la sepultura que
los padres del dicho monesterio me tienen dada e mandada, ques
delante del altar de los dos que están fuera de la capilla, como van a
entrar por la capilla a mano derecha." 20

16 AGI, México, 95. Carta al emperador Carlos V, México, 18 de septiembre de 1526.


17 Idem.
18 Richard E Greenleaf, op. cit., p. 102.
19 Agustín Millares Cario y José l. Mantecón, Indice y extractos de los Protocolos del

Archivo de Notarlas de México, D. F., México, El Colegio de México, 1945, v. I, p. 43.


2º ldem.

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ECONOMÍA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 91

Los cambios y diferencias con la Provincia de San Gabriel

Las primeras diferencias en el modo de vivir pobre. entre la Provincia


del Santo Evangelio y la de San Gabriel surgieron a raíz de la cons­
trucción de los grandes conventos en Nueva España.
Desde principios de la década de 1550, o quizá un poco antes,
hay instrucciones del rey a las autoridades civiles de Nueva España
para que se construyan conventos en los pueblos de indios donde
hay frailes. Según una cédula real de Felipe II al virrey don Antonio
de Mendoza, firmada el 16 de abril de 1550, se ordenaba que se hicie­
sen monasterios "a costa de su Majestad, si el pueblo estaba en su
real corona, e que ayudasen los indios".21 Sobre la ayuda de los in­
dios hay bastante información. Como ejemplo tenemos la carta que
le escriben las autoridades indígenas de Cholula· a Felipe II el 18 de
enero de 1552, en la que, entre otras cosas, dicen lo siguiente: "A
nuestras propias expensas hemos hecho y edificado un templo para
servicio del culto divino e monesterio tan suntuoso e de tal obra que
es uno de los principales e de más costo que hay en toda la Nueva
España, e que hemos gastado más de veinte mil pesos de oro, sin
nuestro trabajo e industria de nuestras personas." 22
Se conocen, además, los contratos que entre 1567 y 1572 hicie­
ron las autoridades indígenas de Huejotzingo con canteros y esculto­
res españoles para la construcción y ornato del convento franciscano
de esa ciudad. 23
En cuanto a la ayuda de la Corona real a las construcciones de
lós franciscanos hay que aclarar que, aunque continua, siempre fue
en cantidades modestas comparada con las que se dio a otras órde­
nes. En un seguimiento hecho a las aportaciones de la Corona a través
de los Libros de Contaduría del Archivo General de Indias de Sevilla,
se advierte que en un periodo de intensa construcción de conventos,
de 1560 a 1569, de los 179 000 pesos de oro común registrados para
gastos relacionados con ese fin en Nueva España, sólo corresponden
3 680 pesos a los franciscanos para 18 conventos que están edificado,
mientras que a los agustinos se dan 75 523 pesos para 16 conventos y

21 AGI, Contadurla, 661. La información se encuentra en un pago que se hace para


la construcción del convento de Atlixco.
22 AGI, México, 94. Carta de autoridades indígenas al emperador, Cholula, 18 de
enero de 1552.
23 Publicados por Efraín Castro Morales, "Noticias documentales acerca de la cons­
trucción de la iglesia de San Miguel Huejotzingo, Puebla", Boletín de Monumentos His­
tóricos, 4, 1980, p. 5-16.

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92 LA IGLESIA Y SUS BIENES

100 350 pesos a los dominicos para 18 conventos. Habría que aclarar
que de estos altos montos para agustinos y dominicos casi el 95% se
destinó a la construcción de sus conventos en la ciudad de México: a
· los agustinos se les dieron 69 000 pesos de oro común y a los domini­
cos 95000 pesos 24 (ver gráfico 1).

Gráfico 1
Ayuda del rey a la construcción de conventos
1560-1569

l■ OP ■ OSADOFM 1
Pero si las cantidades monetarias que recibieron los francisca­
nos no afectaron su vida pobre, sí la modificaron las relaciones que
entablaron con las comunidades indígenas en donde construyeron
sus conventos. El sostenimiento de los frailes se hizo cada vez más
dependiente de las contribuciones y servicios de esas comunidades,
en tal forma que, poco a poco, los frailes entraron en un funciona­
miento muy parecido al de la administración parroquial. La informa­
ción• que nos proporcionan las disputas por las "doctrinas" de la
década de 1570 deja muy claro que la vida pobre, con cuyo espíritu
se había fundado la orden en México, era incompatible con la activi­
dad pastoral que los frailes estaban desarrollando en México.

La actividad evangelizadora y el ideal de pobreza

Impulsados por la obediencia del ministro general, fray Francisco de


los Ángeles Quiñónez, los primeros franciscanos de México se sepa­
raron del modelo de vida de sus hermanos de la Provincia de San
24Se han examinado los Legajos de Contaduría del Archivo General de Indias de
Sevilla del número 659 al 675. Evidentemente hacen falta estudios más exhaustivos.

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ECONOMÍA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 93

Gabriel, basado en las ermitas y pequeñas comunidades, para dedi­


carse a la evangelización y atención pastoral de las comunidades
indígenas. Por este motivo, en un lapso de menos de cuarenta años
fundaron casi el doble de conventos en comparación con sus herma­
nos extremeños. Hacia finales del siglo XVI, mientras que la provin­
cia de San Gabriel contaba sólo con 37 conventos, la del Santo
Evangelio tenía 67. 25
Los frailes de Nueva España intentaron establecer, con base en
esos conventos, la "Iglesia indiana", como ellos la llamaron. Es decir,
una Iglesia despojada de las dignidades que habían hecho de ella una
pesada carga para los cristianos: grandes catedrales, cabildos, diez­
mos, parroquias, beneficios eclesiásticos. Los franciscanos defen-_
dían una Iglesia pobre, sencilla, tomando como modelo la "Iglesia
primitiva". 26 Por lo mismo, resulta paradójico que este ideal de Igle­
sia indiana haya sido la ocasión de los desajustes sobre el uso auste­
ro de los bienes en la orden.
En los primeros años, como se ha señalado, patrones y benefac­
tores, cuyos nombres nos han llegado gracias a varias fuentes, sus­
tentaban a los frailes con limosnas para construir sus casas, remediar
necesidades, pagar deudas y prever el diario mantenimiento, inclu­
yendo leña, trigo y carne. 27 Con el crecimiento del número de frailes,
este sistema de sustentamiento se hizo insuficiente. Entre 1550 y 1565,
la Provincia del Santo Evangelio pasó de cien sacerdotes a casi dos­
cientos, aproximadamente. 28 A las limosnas de los bienhechores se
añadieron para entonces los ser:vicios y ayudas de sustentación de los
pueblos en donde trabajaban. Existen documentos que nos testimo­
nian esta transición. Una fórmula frecuente que se encuentra en los
protocolos sobre moderación de tributos de los pueblos de mediados
del siglo XVI, es la que encontramos en Huejotzingo, pueblo al que se
le disminuye su tributo porque se toman en cuenta "otros cargos que
los dichos indios tienen de mantener a los religiosos que les vienen a
industriar y en lo que gastan en ornamento y cosas de la iglesia". 29

25
Información tomada de Juan Bautista Moles, Memorial de la Provincia de San
Gabriel, Madrid, Editorial Cisneros, 1984, y de Pedro de Oroz, Jerónimo de Mendieta y
Francisco Suárez, Relación de la descripción de la Provincia del Santo Evangelio que. es las
Indias occidentales que. llaman Úl Nueva España, México, Editorial Junípero Serra, 1975.
26 Quizá una de las mejores apologías de este modelo de iglesia la hace Jerónimo
de Mendieta en una carta a Juan de Ovando publicada en Cartas de religiosos, 2a. ed.,
México, Salvador Chávez Hayhoe, 1941, p. 101-115.
27 Cf. Una lista de benefactores· se encuentra en Cartas de religiosos, op. cii.,

p.179-185.
28 Datos tomados de AGI, Contadurla, 661 y 667.
29 AGI, Mi.xico, 92.

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94 LA IGLESIA Y SUS BIENES

En la década de 1560 se pasó del mantenimiento por parte direc­


ta de los indios al mantenimiento por parte del rey, al menos en los
pueblos en "cabeza de Su Majestad". Este sistema fue impuesto por
el visitador general de Nueva España, Jerónimo de Valderrama, que,
según palabras del cronista franciscano fray Jerónimo de Mendieta,
había llegado a México sólo para "acrecentar tributos y apellidar
dinero y más dinero". 30 El visitador, con el fin de aumentar los tri­
butos reales, prohibió los servicios de los indios a los frailes y puso
a éstos bajo salario real. Así, a partir de 156 7, de los tributos de los
pueblos se empezaron a tomar 100 pesos "y algo de trigo" como
pago para el fraile que tenía el cuidado pastoral del pueblo. El pago
no se daba directamente al fraile encargado de la "doctrina", sino a
su guardián o al ministro provincial. 31 En todo caso, empezaba a
esfumarse el modelo de precariedad económica y se daba principio
al modelo parroquial.
Esta tendencia administrativa se consolidó con la Cédula de Real
Patronazgo de 1574, donde las actividades evangelizadoras de los
frailes se equipararon definitivamente con las de los párrocos. Entre
otras disposiciones, en esta cédula el rey ordenó que los provinciales
debían hacer una lista de los religiosos que "tenían ocupados en el
enseñamiento de la doctrina cristiana de los indios y administración
. de los sacramentos y oficios de cura". Esta lista se debía entregar al
virrey, quien a su vez la daría al obispo, para que éste "sepa... las
personas que están ocupadas en administración de sacramentos y
oficio de curas... y están encargadas de las almas ... y le conste a
quien ha de tomar cuenta de las dichas almas y encargar lo que para
bien de ellas se hubiese de hacer".32 En otras palabras, el fraile
doctrinero se convertía en párroco y, de esta forma, en otro elemen­
to más de la administración real, sujeto, en cuanto a su actividad
pastoral, a la vigilancia de los virreyes y obispos.
La oposiéión que los frailes levantaron contra estas ordenanzas
fue tenaz. Consideraban una afrenta ser equiparados con los párro­
cos, oficio que juzgaban ir contra su forma de vida y profesión reli­
giosa. De aceptar este oficio, decían: "vendría en pocos días, nuestra
religión, en notable relajación y caída, y la doctrina y cristiandad de

30Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, libro IV, capítulo 46.


31 Hay diversos datos sobre este asunto en AGI, Contaduría, 671, y otros legajos.
32 "Respuesta que los padres fray Miguel Navarro, et alii, dieron al visorrey don

Martín Enríquez, sobre los artículos enviados del Consejo de Espaiia en que preten­
dían obligar a los religiosos a ser curas con lo demás en ellos contenido", Joaquín García
lcazbalceta, C6dice Mendieta, México, Imprenta de Francisco Díaz de León, v. I, 1892,
p. 198-199.

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ECONOM1A EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 95

los indios, en mucho menoscabo". 33 En carta a Felipe II señalaban:


"Vuestra conciencia real será mejor descargada, en esta obra evangé­
lica, perseverando nosotros en la observancia de nuestra frailía, que
si nos apartamos della." 34 Al comisario . general, fray Francisco de
Guzmán; escribían de una manera más dura afirmando que '1os frailes
que acá estamos, aunque flacos de espíritu, antes nos iremos a los
montes y desiertos a sustentamos de las yerbas y raíces, o a morir de
hambre, que acetar el ser curas y obligamos dar cuenta de ánimas".35
El asunto de la observancia religiosa y el ideal de la vida pobre se
convirtió, así, en el principal argumento en contra del sistema pa­
rroquial. La postura de la Provincia del Santo Evangelio la resume
un párrafo de un parecer escrito alrededor del año de 1574, en el que
se sostenía que el oficio de párrocos, por estar jurídicamente unido a
un beneficio, iba contra la profesión de pobreza, característica fun­
damental de la orden. Y, por lo mismo, irrenunciable, ya que de ha­
cerlo "vendrá a ser tenida por cosa vil, apocada y abatida, la pobreza
y humildad y el desprecio del mundo en que el Padre Sanct Francis­
co principalmente fundó su religión y, por consiguiente, vendría a ser
destruida". 36 Sin el acatamiento de los preceptos sobre la pobreza,
concluyen, "dejaríamos de ser frailes observantes de la Regla de S.
Francisco y sería volver atrás la mano que echamos al arado y, por el
consiguiente, hacemos inhábiles para el reino de Dios".
En esta controversia, la pobreza, irrenunciable y rasgo de identi­
dad de la orden, es considerada como un instrumento insustituible
en la evangelización de las comunidades indígenas, ya que, argu­
mentaban los frailes,

dejando de ser sus ministros celosos de la pobreza, como lo han sido has­
ta aquí, y dejando de hacer lo que hacen por caridad sola, como hasta
aquí, no temán, respecto los ministros frailes, más que el interese como
los demás, y de aquí vemán los indios a perder la devoción y crédito, me­
diante el cual han ·recibido su predicación, y faltando faltará su fe. 37

Estos frailes del siglo XVI, cercanos todavía a las luchas por el uso
pobre de los bienes entre franciscanos "observantes" y "claustrales"
(cpnventuales), de la primera mitad de ese siglo en España, concluían:
33 Idem.
34 "Carta para su majestad sobre el mismo negocio", ibídem, p. 202.
35 "Carta para el padre fray Francisco de Guzmán, comisario general de las In-
dias", ibídem, p. 203.
36 "Las razones e inconvenientes que nos mueven a no aceptar el cargo y obliga­
ción de curas son" (s. f., ca. 1574), ibídem, p. 205-212.
37 Ibídem, p. 207.

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96 LA IGLESIA Y SUS BIENES

"No es de creer que habiendo procurado Su Majestad con tanta ins­


tancia la reformación de los claustrales en los reinos de España, quie­
ra ahora que los obseivantes vengan a hacerse peores que claustrales,
y entre nuevos cristianos y tan débiles como son los indios." 38
Las discusiones sobre las parroquias franciscanas se prolongaron
casi hasta el final de la época virreinal. Sin embargo, el tema de la
pobreza, transmutado en defensa de un modelo de evangelización,
tiende a desaparecer en estas discusiones y, hacia la segunda década
del siglo XVII, pasa casi al olvido. La sociedad que para entonces aten­
dían los frailes parece ser el reverso de la del siglo anterior. Ahora la
pobreza se encuentra no en sus iglesias sino en la de los párrocos
seculares. Escribiendo en 1621 en defensa del sistema de las doctrinas
franciscanas, dice el gran cronista de la orden, fray Juan de Torquemada:

[Las iglesias de los párrocos no tienen] ni sacramento, ni altar que pase


a más adorno que un frontal viejo que desde la conquista de la tierra le
cosió alguno de los soldados, y un retablo de lienzo tan viejo y desfigura­
do, que en algunos de ellos apenas se conocen qué sanctas son los que
en él están pintados, y por tantas partes roto y agujerado que puede ser­
vir de harnero. 39

En cambio las iglesias de los frailes se encuentran

llenas de altares, cuajadas de retablos de talla y de pincel y tan costosos


que vale cada uno gran suma de dineros; frontales, frontaleras de seda,
de terciopelos, sedas y brocados, como en las más curiosas catedrales...
Las torres y campanarios, y las campanas grandes y chicas puestas en
ellos no son de menor adorno y grandeza para la solemnidad del culto
divino y celebración de fiestas con que es Dios entre estos indios cono­
cido y reverenciado. 40

De acuerdo con este texto, hacia principios del siglo xvn el argu­
mento en favor de las doctrinas franciscanas es el esplendor de sus
iglesias, esplendor que está indicando una riqueza desconocida de
los frailes en el siglo XVI. ¿Cómo se dio este cambio de ideales en la
orden? Sin duda es parte del proceso natural del desarrollo de los
institutos religiosos que tienden a perder su ideario original con el
transcurso del tiempo. 41 Pero igualmente es obvio que los contactos

38lbidem, p. 210.
39
Ibidem, v. 11, p. 173.
40 Ibídem, v. 11, p. 175.
41
Este tema es ampliamente tratado por Philip Sheldrake, Spirituality and History.
Questions oflnterpretation and Method, London, SPCK, 1995.

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ECONOM1A EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 97

de la orden franciscana con una sociedad más próspera que la del


siglo anterior, y la actividad pastoral que ejerció con mayor intensi­
dad a partir de la cédula del Real Patronato, influyeron en su modo
de vida en el siglo XVII.

La pobreza y la vida cotidiana del siglo XVII

Los cambios en el uso y manejo de los bienes eclesiásticos, en los


franciscanos del siglo XVII, están atestiguados en varios documentos.
Entre ellos, los instrumentos legales; por ejemplo, las Constitucio­
nes de la Provincia del Santo Evangelio (1614, 1644 y 1667), que reco­
gen los ordenamientos aprobados por los capítulos provinciales para
regir la vida de los frailes. Están, además, los documentos adminis­
trativos en los se puede comprobar la forma en que se cumplen las
anteriores normas. Unos y otros nos indican alteraciones significati­
vas en el modo de vivir de los frailes, sobre todo si se compara con la
información que tenemos del siglo XVI. Pondremos a continuación
algunos ejemplos.

La alimentación. La regla franciscana, una de las últimas aprobadas en


la historia de la Iglesia, ma:r;-có una notable diferencia en cuanto a los
alimentos de las comunidades religiosas. Mientras que en las reglas
monacales hasta entonces conocidas se prescribían numerosos ayu­
nos y abstinencias, Francisco de Asís los redujo para su orden a lo
mínimo. En el texto aprobado en 1223, se incluyen sólo dos periodos
de ayuno obligatorios: el preparatorio de la Navidad, que comienza el
primero de noviembre, y el preparatorio de la Resurrección, o sea la
cuaresma, que ya para esta época era práctica común de la Iglesia. E.n
cuanto a la alimentación durante el resto del año, dice textualmente la
regla: "Y según el Evangelio, séales lícito comer de todos los manja­
res." 42 En este sentido, los frailes tuvieron libertad de adaptarse a la
diversidad de costumbres alimenticias de los lugares en donde esta­
ban. Las Constituciones generales de la orden mantuvieron esta liber­
tad. El texto más usado, las Constituciones de Barcelona (1451), sólo
tiene este sabio ordenamiento: "en cuanto al comer carne, háganlo
moderadamente, y a las cenas en ningún tiempo la coman".43
42 Regla Bulada, capítulo III.
43 Constituciones de Barcelona (1451), capítulo IV. De acuerdo con la legislación
eclesiástica, las Constituciones de las órdenes religiosas sólo explicitan los mandatos
de las reglas.

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98 LA IGLESIA Y SUS BIENES

Las diversas legislaciones de la orden en Nueva España son un


testimonio invaluable para seguir la evolución de este aspecto de la
vida cotidiana de los frailes. Hay que notar, ante todo, que, ya desde
el siglo XVI, la tierra nueva, tan diferente de la extremeña de donde
procedía la mayoría de los frailes, era considerada como un peligro
para la vida austera a la que estaban acostumbrados. Dicen las Cons­
tituciones del Santo Evangelio de 1569: "cuanto a la comida, porque
por la ocasión de la abundancia de esta tierra no haya exceso, orde­
namos que en la refección de medio día se contenten los frailes con
la ración acostumbrada en toda nuestra orden... " 44 Difícil saber cuál
era la costumbre de la orden en esa época, pero para la Nueva Espa­
ña del siglo XVI no dejan de ser interesantes los datos hagiográficos
que nos ofrecen las crónicas antiguas. Sobre este tema, Jerónimo de
Mendieta escribe: "Si alguna vez comían [carne de pollo] cuando se
las daban era repartiendo la gallina en tantas comidas que apenas
llegaban a gustar el sabor de gallina, como yo supe que lo hacían dos
religiosos que moraron juntos harto tiempo." 45
La información que tenemos sobre la alimentación de los frailes
un siglo después resulta totalmente opuesta a la del XVI. Ordenan las
Constituciones de 1667 que, en tiempos ordinarios, se sirvan tres pla­
tos: primero "una escudilla de caldo", segundo "un platillo guisado" y
tercero, "verduras con tocino". La ración de carne cocida debía de ser
de "media libra", poco más o menos. A los frailes de más de doce
años de profesión se les daba otra ración de "camero asado". A medio
día cada fraile recibía doce onzas de pan y ocho por la noche. Se
calculaba que, en total, para la comida y cena de veinte religiosos,
bastaba un camero. 46 Como se notará, era un menú bastante sustan­
cioso que nada tiene que ver con la dieta que fray Jerónimo de
Mendieta atribuye a los primeros frailes en el texto anteriormente
citado, al que añade: "su comida era tortillas de maíz y chile y cere­
zas de la tierra y tunas que en Castilla llamah higos de Indias". 47

Vestido. Al igual que con los alimentos, la regla franciscana es muy


breve en sus ordenamientos sobre el vestir de los frailes. Dice en el
capítulo III: "Y los que ya prometieron obediencia tengan una túnica
44
Constituciones de la Provincia del Santo Evangelio (ca. 1569), capítulo III, publi­
cadas por Joaquín García Icazbalceta, Códice Franciscano, 2a. ed., México, Salvador
Chávez Hayhoe, p. 137.
45 Mendieta, op. cit., libro III, capítulo XXXI.
46
Constituciones y leyes municipales de esta Provincia del Santo Evangelio ... , México,
Viuda de Bernardo Calderón, 1667, f. 14v.
47 Mendieta, op. cit., libro III, capítulo XXX.

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ECONOMfA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 99

con capilla [capucha] y otra sin ella los que quisieran tenerla. Y aque­
llos a los que la necesidad obligare puedan traer calzado. Y todos los
hermanos se vistan de ropas viles y puedan remendarlas con sayal y
otros retazos, con la bendición de Dios."48 Los capítulos generales de
la orden y las Constituciones discutieron posteriormente los detalles
de este ordenamiento de la regla. En México quedó establecido desde
el siglo XVI que el hábito de los frailes fuera de sayal.49 En el XVII se
reglamentó la frecuencia con que se debía surtir de hábitos a los frai­
les. En las Constituciones de 1667 se ordenó a los guardianes que cada
año y medio, bien fuera en la fiesta de San Juan (24 de junio) o en la de
Navidad, se diese a los frailes hábito y sandalias. Los hábitos usados
se recogerían en los conventos de México, Puebla, Tlaxcala y Veracruz
para ofrecerlos como mortajas de difuntos por una limosna que debe­
ría ir entre diez y doce pesos. Los guardianes tenían, además, la obli­
gación de dar a estudiantes y hermanos legos "túnicas, cacles y paños
menores", siempre que se les pidiere. 50 Volvemos a señalar la distan­
cia de esta costumbre con la de los frailes del XVI que, según las
crónicas, vivían en tanta pobreza que uno de ellos contaba "que te­
niendo ya el hábito que trajo de España tan roto que no lo podía traer
de hecho pedazos, hizo que los niños de la escuela lo deshiciesen y
destorciesen el hilo hilado y tejido y lo volviesen como pelos de lana".51

Vivienda. Gracias a las disposiciones de los comisarios generales y


Capítulos provinciales de la segunda mitad del siglo XVII, se cuenta
con bastante información sobre los espacios más importantes de los
conventos. Sin duda la más completa información se encuentra en
un legajo del antiguo archivo de la provincia, ahora integrado en el
Fondo Franciscano del Archivo Histórico de la Biblioteca del Museo
de AntroP.ología e Historia. El volumen fue formado por el archivista
franciscano, fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa en 1774
con documentos del siglo XVII. 52 Para cada convento se incluye un
inventario de la sacristía, biblioteca, hospedería, refectorio, barbería y
cocina. Algunos incluyen también panadería y botica. Como ejemplos
48 Regla Bulada (1223), capítulo III.
49 Constituciones de la Provincia del Santo Evangelio, 1569, capítulo III.
so Constituciones de la Provincia del Santo Evangelio, 1667, f. 14r y lSv. La "túni­
ca y paños menores" era la ropa interior de los frailes. Los cacles, según el Diccionario
del uso del español de María Moliner, son sandalias toscas usadas por los indios de Méxi­
co. Probablemente de la palabra nahua, cactli, zapatos, en el diccionario de Molina.
51 Mendieta, op. cit., libro IV, capítulo XXXI.
52 Esta información se encuentra en el Archivo Franciscano del Fondo Reservado

de la Biblioteca Nacional, Archivo Franciscano, caja 103, exp. 1443, f. 47.

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100 LA IGLESIA Y SUS BIENES

se pueden tomar dos conventos, uno moderadamente espacioso: Tlal­


manalco, y otro pequeño: Huejotla.
El primero, además de los objetos de plata de la sacristía, entre
ellos 10 cálices (cada uno con peso de entre 3 y 5 marcos), ornamen­
tos y libros litúrgicos, tenía en la hospedería 14 colchones, 24 fraza­
das. 14 almohadas y 18 sillas de espaldar en todas las celdas. En el
refectorio había 30 pañuelos de mesa, 3 tablas de manteles nuevos, 3
tobajas, 53 2 docenas de jarros, 8 tazas, 2 limetas y 18 de cuchillos de
Velduque. La cocina tenía una paila 54 mediada de cobre, un cazo
pequeño de cobre, 2 cacharros de hierro, 2 sartenes, un asador, un
almirez 55 con su mano, una hacha, un machete, un rallo, 4 docenas
de platos y 2 escudillas. La biblioteca tenía 51 títulos. 56
Huejotla tenía en la sacristía cinco cálices de plata (con peso de
entre 4 y 7 libras), ornamentos de todos los colores litúrgicos, paños,
frontaleras, cortinas y doseles, mangas de cruces, palios, guiones de
damasco de Castilla, ·almayzales, 57 alfombras y candelabros. En la
hospedería había 8 colchones viejos, 22 frazadas buenas, 12 almoha­
das buenas, 14 sillas, una vacía de azófar 58 y 2 paños para afeitar. En
el refectorio había "unos manteles grandes alemaniscos buenos", 2
tablas de manteles pequeños, "la una de manta y la otra de cordonci­
llo, más que mediada", 20 servilletas "buenas y mediadas", un barril
pequeño para vino, dos tobajas, "la una nueva y la otra buena", y una
sobremesa de paño azul, vieja. En la cocina, una paila que no sirve,
unas trebedes 59 viejas, un "almures" con su mano, una sartén, dos
asadores y un azadón viejo para la huerta. 60

La economía de una orden mendicante

Resulta evidente, por estos elementos de la vida cotidiana de los


conventos, que la economía conventual presuponía fuertes ingresos,
difícilmente compatibles con la vida pobre. La pregunta es, ¿de dón-

53 Toallas. Del germánico thwahija. Mana Moliner, op. cit.


54 Vasija grande de metal de fondo redondeado y de pared muy baja. Mana Moliner,
op. cit.
Mortero. Mana Moliner, op. cit.
55
Fondo Franciscano del Archivo Histórico de la Biblioteca del Museo Nacional
56

de Antropología e Historia (en adelante citado FF AH INAH), v. 37, f. 129-133.


57 Humeral. María Moliner, op. cit.
58 Latón. María Moliner, op. cit.
59 Arco de hierro que tiene tres pies, a veces con un asidero l
argo que se emplea
para poner las vasijas sobre el fuego. María Moliner, op. cit.
60 FF AH INAH, v. 37, f. 137-148.

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ECONOM1A EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 101

de provenían los ingresos de los frailes para llevar ese nivel de vida?
En los estudios sobre los bienes de la Iglesia se han señalado como
fuentes de ingreso las propiedades urbanas o rurales, las haciendas,
los réditos por préstamos, las capellanías y los diezmos. Revisando
la documentación de esta materia -y sobre este tema queda mucho
trabajo por hacer-, me ha sido posible constatar que este tipo de
fuentes económicas en la provincia del Santo Evangelio desempeñó
un papel totalmente secundario. 61 Esto parece indicar que es necesa­
rio salir de los modelos ya establecidos como fuentes de riqueza
eclesiástica, al menos para el caso de los franciscanos de México.
Hay que entrar al estudio de las relaciones con la sociedad en la que
se mueven los frailes y los beneficios económicos de esas relaciones.
La doctora Rosalva Loreto ya ha señalado esta ruta en su estudio
sobre las monjas de la ciudad de Puebla y sus relaciones con el mun­
do urbano. 62 Lo mismo hay que hacer con los frailes y la sociedad
rural de los valles de México, Tlaxcala, Toluca y Morelos, en donde
se encontraban enclavados los conventos de la Provincia del Santo
Evangelio. A manera de propuesta pongo aquí algunos ejemplos.

Las relaciones con la sociedad rural

En Tlalmanalco, gracias a la información de los "directorios de con­


ventos", 63 sabemos que el pueblo daba al convento 100 fanegas de
maíz al año, y que, cuando se nombraba nuevo guardián, traían "al..:
gunas gallinas". Durante la cuaresma y el adviento aportaban 20 hue­
vos y leña. 64 En Otumba se daban 36 fanegas de maíz al año y, en las
fiestas de Adviento y todos los viernes, 10 huevos; en las grandes fies­
tas -Corpus Christi, San Francisco--, además de la limosna de 7 pe­
sos, daban 4 gallinas de Castilla. 65 A propósito del valle de Tlaxcala, la
información es más completa. Del convento de Chiautempan sabe­
mos que todos los lunes del año se pedía la limosna de pan y que, en
cuanto a la limosna de azúcar, la primera semana de cuaresma se

61 En
los cien primeros volúmenes del Fondo Franciscano del INAH, sólo encontré
la venta de élos solares en el convento de Veracruz·(1601), un legado en el convento de
Tecamachalco (1736), otro en el convento de Tehuacan (1733) y una hacienda del con­
vento de Puebla (1704).
62 Rosalva Loreto López, Los conventos femeninos y el mundo urbano de la Puebla

de los Ángeles del siglo XVIII, México, El Colegio de México, 2000.


63
Manuales manuscritos en los que se sefialan las principales actividades de los
frailes en los pueblos en donde se encuentran los conventos.
64 FF AH INAH, v. 54.
65 FF AH INAH, v. 132.

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102 LA IGLESIA Y SUS BIENES

recogían entre 8 ó 9 arrobas. En el mes de mayo se iba al valle de


Atlixco y se recogían 2 ó 3 cargas de trigo. En el mes de julio salía "el
hermano limosnero [ e iba] a la limosna de borregos de las haciendas
de [los] contornos y de Tlaxco... Se juntan dieciséis o diez y siete
borregos".66 Al convento de Santiago Tecozautla el pueblo le �aba 75
pesos al año para el vestuario de los frailes; y 2 fanegas de maíz.
Cada mes 12 mujeres del pueblo llevaban zacate para las bestias. En
las vigilias se daban 25 huevos y los viernes 20 bagres.67
Lo que esta información nos está señalando es que los conventos
dependían en gran parte de la producción y economía de sus alrede­
dores. Los datos aquí presentados se refieren a productos agrícolas o
ganaderos, pero quizá las entradas más copiosas provenían de las
celebraciones que se realizaban durante el año, tanto en los pueblos
como en las haciendas. En relación con estas últimas, hay que tener
en cuenta su notable crecimiento durante el siglo XVII. En un estudio
sobre este tema he encontrado una fuerte disminución de los pueblos
de visita y ün crecimiento considerable del número de haciendas. 68
Así, por ejemplo, en Calpulalpan, los frailes atendían 20 pueblos de
visita en el siglo XVI. En el XVII quedan sólo 3_ pueblos de visita, pero
había 15 haciendas. Lo mismo sucede en Huichiapan, que en el XVI
tenía 11 pueblos, de los que, en el XVII, sólo quedan 3, con 12 hacien­
das. Los dueños de haciendas constituyeron una importante fuente de
ingresos para los conventos con sus memorias de misas y donaciones
para cubrir las necesidades y fiestas de los conventos. Tenemos nom­
bres de hacendados de la zona de Huichiapan, como Sebastián Re­
sende, Nicolás Bárcena, Pascuala Cornejo y Francisca Pérez, que
tenían "memorias" de misas en el convento de Santiago Tecozautla.69

Los recursos provenientes de la actividad pastoral

En un informe anónimo de la primera mitad del siglo XVIII, sobre el


monto de donaciones que entraban a la provincia del Santo Evange­
lio, encontramos la cantidad de 324 145 pesos, provenientes de las 89

66 Idem.
67 Ibídem, v. 47.
68 Francisco Morales, "Pueblos y doctrinas en México en el siglo XVII", Actas del III
Congreso Internacional sobre Franciscanos en el Nuevo Mundo, Madrid, Editorial Deunos,
1989, p. 773-811.
69
Directorio del Convento de.Tecozautla, FF AH INAH, v. 47, f. 13-19. Las "memo­
rias" de misas en estos documentos aparecen como compromisos de los frailes de cele­
brar misas en determinadas fechas del ado a cambio de un estipendio, ordinariamente
tres pesos por misa.

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ECONOMÍA EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 103

casas que componían entonces la provincia. Estaban incluidos en


esta cantidad, indudablemente, los cerca de 12 000 pesos que anual­
mente daba la Corona real para vino, aceite y cera de las iglesias
franciscanas, acerca de los cuales encontramos testimonios todavía
en la primera mitad del siglo XVIII. 70 Están comprendidos también en
ese monto 62 033 pesos registrados como "Jerusalén" y que se envia­
ban a Tierra Santa. Aun así, es una cantidad considerable. Once con­
ventos reportan entradas de más de 5 000 pesos. San Francisco de
México reporta 20 789 pesos; San Francisco de Puebla, 13 217, y San­
tiago Taltelolco, 10 613. 71 La provincia tendría en esa época alrede­
dor de 850 frailes. 72 Aun restando las entradas que pertenecían a
Tierra Santa, se puede deducir que se contaba con un poco más de
300 pesos para el mantenimiento de cada fraile cuando a la sazón el
salario normal de un cura era de 125 pesos.73 La referencia social de
la vida pobre se había perdido (ver cuadro 1).

Cuadro 1
ENTRADAS ANUALES EN LIMOSNAS EN LOS CONVENTOS DE LA PROVINCIA
DEL SANTO EVANGELIO (ANTES DE 17 50)

Convento Entradas en pesos Convento Entradas en pesos


Texcoco 6 80 3 Huamantla 2 38 8
Tlalnepantla 5 849 2t. Topoyanco 4 028 4t.
Chalco 3 764 Atengo 2028
Puebla 13217 Cuatitlan 5149 9 t.
Tochimilco 2 869 Tepepan 1 182
Tepeaca 1 593 Jalapa 296 8
Cholula 1642 9t. Tecajique 3063
Milpan 2937 Cadereita 1 700
San Cristóbal 2930 Tula 4 139
Huichiapan 3 8 76 San Gregorio 99
Cuernavaca 4 420 Apan 2 7 15
Alfajayuca 2028 Tepeapulco 1215
Zempoala 194 7 Calpan 380
Otumba 1 829 Amozoque 660
Jilotepec 2023 Nativitas Mx. 575

70 Uno de estos testimonios lo encontramos en Archivo Franciscano, Biblioteca·Na­

cional, caja 87, exp. 1359.


.7 1 Los datos se encuentran en FF AH INAH, v. 134, f. 146-147.
72
Cf. Francisco Morales, "Sociodemografía de la orden franciscana en América.
Fuentes y comentarios", Actas del [·Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el
Nuevo Mundo, Madrid, Editorial Deimos, 1985, p. 473-510.
73 Tomo el dato de Alejandro de Humboldt, Ensayo polltico sobre el Reino de la/Nueva

Espaf'ta, México, Robredo, 1941, t. n, 132.

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104 LA IGLESIA Y SUS BIENES

Convento Entra as en pesos Convento Entra as en pesos

Veracruz 8 4 57 4 t. Huejotla 444


Teotihuacan 2 681 2 t. Tochitepec 1830
Tepeji 1628 Temamatla 2 274
Colegio de Tlatelolco 10613 Iztacalco 1204 3 t.
Tochimilco Xiutepec 5060 Tecomi 2 315
San Cosme 3 537 Tecozautla 1964
Atlixco 6 824 Tepetitlan 173 5
Quecholac 1 564 4 t. Azompan 2 633
Zinancatepec 3 812 Calpulalpan 1159
Tlaxcala Huejotzingo 3 96 5 Tetepilco 1973 5 t.
Totimehuacan 3 691 Cuautinchan 96 5
Toluca 1469 Chiautla 97 5
Calimaya 3 839 Mazatepec 2 989
Metepec 9 883 Zacatlan 847
Tacuba 3 231 Chiatempan 341
S. Pedro Atocpan 2 231 Hueyotitlan 199 5
Tlalmanalco 4 62 5 L a Redonda 833
Tezcalache Nativitas 1449 S. Felipe Tlaxcala 833
Tlx. 5 173 Mixicalzingo 982
San Antón Tepiton 196 Tultitlan 2 233
Atlihuetzia 637 Sta. Marta Acatitla 1100
Tecamachalco 98 5 Acambaye 1140
Acazingo 298 S. Juan Totala 394
Tecale 1097 Aculco 1099
Chapultepec 699 Atlangatepec 290
S. Antonio de las H. 69 5 Tulancingo 3 5 58
Cuatinchan 45 México Sacristía 20 789
Quecholac Tehuacan 1326 México Capilla 5 741
270 Indios En ermería 2 346
9 50 Jerusalén 11
2700 62 033

Estos datos tendríamos que c ompararlos c on los de la segunda


· mitad del siglo XVIII, c uando los railes perdieron las doctrinas y se
quedaron sólo c on 22 c onventos. Las entradas por c onc epto de las
actividades ministeriales de los railes ("pie de altar") se redujeron a
63131 pesos, con los que se mantenían 544 railes.74 Perdió la provin­
c ia más de 75% de sus entradas, mientras que la reduc c ión de los
railes sólo ue del 46 %. Por medios ajenos a la orden, volvían sus
railes al nivel soc ial de los c uras, pues c on esa c antidad correspon­
dería a cada uno sólo 116 pesos (véase el cuadro 2).

74 FF AH AH, v. 134, f. 271.

2018. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas


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ECONOM1A EN UNA ORDEN MENDICANTE. LA POBREZA FRANCISCANA 105

Cuadro2
ENTRADAS ANUALES DE LIMOSNAS EN LOS CONVENTOS
DE LA PROVINCIA DEL SANTO EVANGELIO (ca. 17 70)
Convento Entradas en pesos Convento Entradas en pesos
México 8 540 Tehuacan 1544
Tlatelolco 7 375 Huaquechula 19 35
San Cosme 2640 Totinehuacan 1 440
Puebla 8 570 Toluca 5590
Veracruz 3 62 7 Tecajic 889
Jalapa 1496 Texcoco 4880
Tecamachalco 1214 Calpulalpan 1466
Tlaxcala 1074 Xochimilco 4 517
Tepeaca 1074 Tepepan 884
Cholula 1138 Tecomic 1176
Huejotzingo 753 S. Gregario 540
Huamantla 769

Conclusión

Ésta ha sido una revisión a vuelo de pájaro de la economía de una


orden mendicante caracterizada por su ideal del uso pobre de los
bienes eclesiásticos. En las primeras páginas se plantearon tres pre­
guntas como guía del presente trabajo. Sería muy pretensioso dar
respuestas definitivas a las preguntas planteadas. Tentativamente creo
que, de acuerdo con los datos presentados, se puede señalar que los
franciscanos de la Provincia del Santo Evangelio introdujeron una
forma distintiva sobre el uso pobre de los bienes eclesiásticos, carac­
terizada por el rechazo a emplear las rentas fijas y las propiedades
comunales. Mientras este ideal de la pobreza fue inspirador de pro­
yectos evangelizadores, se pudo mantener. Sin embargo, parece cla­
ro que la fuerza de la sociedad virreinal desempeñó un papel muy
significativo en la transformación de esos ideales. Esto nos lleva a la
conclusión de que es muy conveniente buscar nuevos modelos para
tipificar el uso de los. bienes eclesiásticos en las órdenes religiosas.

BIBLIOGRAFÍA

GÓMEZ CANEDO, Lino, Evangelización y conquista. Experiencia fran­


ciscana en Hispanoamérica, México, Editorial Ponúa, 1977.

2018. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas


Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/430/iglesia_bienes.html
106 LA IGLESIA Y SUS BIENES

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