Hombresdebasesegura

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Quienes escribimos este libro enfatizamos en las

maneras en que los cuerpos son producidos socio-


culturalmente a partir de los diferentes discursos
que se tejen sobre la sexualidad y el género, entre
los que se encuentran los de la política pública, la
educación y la familia. En el título, la palabra imagi-
nados hace alusión a las ideas, significados y símbo-
los que contribuyen en la conformación de las iden-
tidades que ejercemos, que son, que serán, o bien,
que podrían ser distintas en otro mundo posible. El
género y la sexualidad son imaginados, practicados
y recreados a través de los cuerpos que habitamos,
con los que deambulamos día a día. Bajo el paradig-
ma heteronormativo se ordena, constriñe y norma
en torno al cuerpo, y lo que se espera que hagamos
con él, dependiendo de sus formas, redondeces y
protuberancias.
Desde que nacemos se nos “sugiere” quiénes
debemos ser genéricamente hablando, qué hemos
de hacer, con quién habremos de practicar nuestra
sexualidad, en qué momentos de la vida y con qué
finalidad. También se orientan las relaciones del pa-
rentesco por afinidad, imponiendo el matrimonio
heterosexual y la reproducción consanguínea, y se
discrimina a parejas gais que forman una familia y
deciden adoptar.
Sexualidades y géneros imaginados:
educación, políticas e identidades
LGBT

Adriana Leona Rosales Mendoza


y Elena Tapia Fonllem
(coordinadoras)
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT
Adriana Leona Rosales Mendoza y Elena Tapia Fonllem
(coordinadoras)

Primera edición, marzo de 2018

© Derechos reservados por la Universidad Pedagógica Nacional


Esta edición es propiedad de la Universidad Pedagógica Nacional, Carretera al Ajusco
núm. 24, col. Héroes de Padierna, Tlalpan, CP 14200, Ciudad de México
www.upn.mx
Esta obra fue dictaminada por pares académicos.
ISBN 978-607-413-285-4

LC212.93
M6 Sexualidades y géneros imaginados : educación, políticas
S4.8 e identidades LGBT / coord. Adriana Leona Rosales Mendoza
y Elena Tapia Fonllem. – México : UPN, 2017.
1 texto electrónico <8316 p.) : 5 Mb. ; archivo PDF –
(Horizontes educativos)
ISBN 9 78-607-413-285-4

1. Identidad de género en la educación – México


2. Orientación sexual – México 3. Escuelas públicas –
Aspectos sociales – México I. Rosales Mendoza, Adriana Leona,
coord. II. Tapia Fonllem, Elena, coord. III. Ser.

Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio,
sin la autorización expresa de la Universidad Pedagógica Nacional.
Impreso y hecho en México.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN:
¿CÓMO IMAGINAMOS LA SEXUALIDAD Y EL GÉNERO? ..................9
Adriana Leona Rosales Mendoza

parte 1
POLÍTICAS Y APROXIMACIONES TEÓRICAS
A LOS ESTUDIOS DE LA SEXUALIDAD

capítulo 1
AVANCES LEGISLATIVOS EN GÉNERO
Y SEXUALIDAD DE 2012 A 2015, EN LA LXII LEGISLATURA
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS EN MÉXICO..................................21
Margarita Elena Tapia Fonllem

capítulo 2
EL ENFOQUE SOCIOCULTURAL EN LA ENSEÑANZA
DE LA SEXUALIDAD EN EDUCACIÓN SUPERIOR
EN MÉXICO ..............................................................................................53
Adriana Leona Rosales Mendoza

5
capítulo 3
APUNTES PARA UNA MIRADA PSICOSOCIAL
EN EL ESTUDIO DE LA SEXUALIDAD:
SUS DERIVACIONES EN LA EDUCACIÓN ..........................................81
Carla Hernández Aguilar

parte 2
GÉNERO Y SEXUALIDAD EN LA ESCUELA

capítulo 4
GÉNERO Y FORMACIÓN DOCENTE: UN CAMPO
EN CONSTRUCCIÓN ............................................................................129
Lucila Parga Romero

capítulo 5
LA CONSTRUCCIÓN DE SIGNIFICADOS SOBRE
RELACIONES DE GÉNERO ENTRE ESTUDIANTES
DE SECUNDARIA EN CIUDAD NEZAHUALCÓYOTL:
UN ESTUDIO ETNOGRÁFICO ............................................................153
Silvia Iveth Martínez Álvarez

capítulo 6
LA PRIMERA VEZ: MOTIVACIONES, EXPECTATIVAS,
TEMORES Y ANTICONCEPCIÓN EN EL INICIO
DE VIDA SEXUAL DE JÓVENES UNIVERSITARIOS
EN LA CIUDAD DE MÉXICO ...............................................................181
Claudia Salinas Boldo
José Gamboa Cetina

6
parte 3
ARREGLOS PARENTALES, HOMBRES
DE BASE SEGURA E IDENTIDADES LGBT

capítulo 7
ARREGLOS PARENTALES DE PERSONAS LESBIANAS, GAIS,
BISEXUALES Y TRANS (LGBT): ESTADO DEL ARTE .......................215
Fernando Salinas Quiroz
Pedro Alexandre Costa

capítulo 8
HOMBRES DE BASE SEGURA: RECONFIGURANDO
MASCULINIDADES Y FIGURAS DE APEGO .....................................247
Fernando Salinas Quiroz

capítulo 9
IDENTIDAD/ES Y EXPERIENCIAS EMOCIONALES
DE HOMBRES GAIS EN LA CIUDAD DE MÉXICO ..........................277
Ignacio Lozano Verduzco

7
PARTE 3
ARREGLOS PARENTALES, HOMBRES
DE BASE SEGURA E IDENTIDADES LGBT
capítulo 8
HOMBRES DE BASE SEGURA: RECONFIGURANDO
MASCULINIDADES Y FIGURAS DE APEGO
Fernando Salinas Quiroz*

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

A lo largo de la presente obra nos hemos adentrado en materia de


sexualidad y género. En la tercera parte del libro los autores busca-
mos profundizar en la reconfiguración identitaria de personas que
no se identifican con el modelo social de masculinidad tradicional
hegemónica. Considero que debemos problematizar la relación en-
tre los seres humanos varones y el “ser hombre”, pues se trata de
un concepto opaco que tiene incontables significados producto del
proceso de socialización. Ejemplo de lo anterior es cómo “los hom-
bres” típicamente nos vivimos alienados de la paternidad. A partir
del estudio de las masculinidades, este capítulo cuestiona los este-
reotipos y roles de género sobre lo que los hombres-padres “debe-
mos de ser”. Conocer en detalle cómo se construyen los vínculos de

* Profesor-investigador titular A. Área Académica Aprendizaje y Enseñanza en


Ciencias, Humanidades y Artes de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad
Ajusco. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores Nivel C.

247
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

apego permite desgenerizar la crianza y vivir una paternidad dife-


rente al incluir el proyecto de convertirnos en figuras de base segura
para nuestras/os hijas/os. Concebirnos como cuidadores sensibles
capaces de brindar cuidado de calidad fortalecerá los vínculos de
apego que construyamos con ellas y ellos. Incluir al género como
una variable macro permite que el estudio del desarrollo infantil
sea más complejo y tenga mayor validez ecológica.
Dentro de las distintas propuestas para atender a la complejidad
del desarrollo humano, destaco el modelo bioecológico de Urie Bron-
fenbrenner (1979), pues se aboca al estudio de conjuntos de elementos
en interacción, denominados sistemas. Hoy en día es común escuchar
que persona y medio se afectan y retroalimentan mutuamente: se tra-
ta de una afirmación que se ha popularizado y que inclusive permea
ciencias duras como la genética. En el caso de la psicología, la relación
indisoluble persona-medio resulta evidente, sin embargo, existe una
tendencia en nuestra disciplina a la sobreespecialización que segmen-
ta campos de investigación y acción. En mi caso, debido a mi for-
mación y trayectoria profesional, encuentro complicado situarme en
alguna subcategoría de la profesión: mi área de interés siempre ha sido
la parentalidad y el desarrollo infantil y juvenil, por lo que la opción
más cercana es la denominada psicología del desarrollo, no obstante,
prefiero situarme en un enfoque interdisciplinario. Una importante
proporción de investigadores del desarrollo humano continúan en-
focándose en lo que ocurre a nivel individual –si acaso interpersonal/
familiar–, y reconociendo la influencia de los fenómenos sociales,
pero sin comprometerse a estudiarlos cabalmente e integrarlos en sus
interpretaciones. El acercamiento a los postulados de Bronfenbren-
ner me ha permitido contar con una propuesta teórico-metodológica
interaccionista sumamente completa (Bronfenbrenner, 1986; Koller,
2004; Ortiz y Nieto, 2012; Vidal, 2001).

El desarrollo humano […] compromete una concepción evolutiva de las per-


sonas sobre el ambiente ecológico y su relación con este, así como su capacidad
para descubrir, mantener o alterar sus propiedades (Bronfenbrenner, 1993)

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Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

[…] está determinado por la experiencia vivida durante periodos significati-


vos de tiempo y al interior de un ambiente dado; la colaboración se da a través
de la interacción progresiva de las y los sujetos con el ambiente próximo, por lo
que se incluyen figuras comprometidas emocionalmente con éstas y éstos, así
como objetos y símbolos inmediatos construidos sociohistóricamente (Salinas
Quiroz, Cambón y Silva, 2015, pp. 28-29).

Según el autor (Bronfenbrenner, 1986), el ambiente ecológico


se compone de distintos sistemas que influyen directa o indirec-
tamente en el proceso de desarrollo de las personas. Su esquemati-
zación, a manera de círculos concéntricos, va desde el microsistema,
el cual hace referencia al entorno físico y social más próximo de la
persona –familia, escuela o grupos de amigos–, hasta el macrosiste-
ma, del cual forma parte la cultura –sistemas de valores, ideología
o estructuras políticas, económicas y jurídicas– (Bronfenbrenner,
1986; Koller, 2004). Años más tarde, Bronfenbrenner (2005) plan-
teó el modelo empírico PPCT (Persona, Proceso, Contexto y Tiem-
po) para aproximarse al estudio del desarrollo humano de manera
integral, sin embargo, existen pocos estudios con validez ecológica,
es decir, que tomen en cuenta todas estas variables.
Tanto el modelo bioecológico como la teoría del apego asumen
a las niñas y los niños como interlocutores activos con necesidades,
perspectivas e intereses propios, lo que los convierte en seres activos
en su desarrollo y sujetos de derechos (Carbonell, Posada, Plata y
Méndez, 2005; Myers, Martínez, Delgado, Fernández y Martínez,
2013). Asimismo, ambos sistemas lógico-deductivos coadyuvan a
modificar las percepciones adulto-céntricas que consideran que los
niños son pasivos-dependientes, ya que tienen un papel activo en la
construcción de las relaciones sociales en las que se comprometen
y formulan sentidos sobre el mundo que los rodea, de manera que
son creadores de cultura.
En el presente capítulo realizo una lectura distinta de los hallaz-
gos reportados por teóricos del apego con el apoyo de la perspec-
tiva de género, específicamente desde los aportes del estudio de las

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Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

masculinidades, pues el entrecruzamiento de relaciones, sistemas y


variables (integración sistémica) permite reconfigurar las relaciones
padre-hija/o.

El género se concibe como la construcción sociocultural de la diferencia sexual,


inscrita fundamentalmente en el cuerpo y las identidades de género (femi-
nidades/masculinidades) como el sentido de ser mujer u hombre en ámbitos
históricos y culturales delimitados. El género implica algo más que los com-
portamientos psicológicos o los papeles sociales que jugamos en la vida coti-
diana; entraña discursos, supuestos, normatividades y valores. En este sentido,
las identidades de género se relacionan con el cuerpo, mas su vínculo es sim-
bólico, pues expresa tanto las imágenes mentales como las representaciones
culturales; es decir, elementos del universo simbólico y la ideología dominante
existentes en una sociedad (Rosales Mendoza, 2010, p. 18).

Desarrollo y aprendizaje son facilitados por la participación de las y


los niños en patrones relacionales de actividad recíproca con figuras
significativas, los cuales se tornan más complejos progresivamente
(Bronfenbrenner, 1993). Una aproximación microsistémica al es-
tudio de la paternidad es el estudio de las díadas padre-hija/o, de
manera que vale la pena explorar los vínculos afectivos construidos
por ambos participantes para pasar a un acercamiento macrosisté-
mico, mediante el estudio de las masculinidades.

APEGO

El apego se refiere tanto al lazo emocional niño-cuidador como a


un sistema flexible de conducta que opera a través de metas com-
partidas, mediado por emociones y en interacción con otros sis-
temas comportamentales. Siguiendo esta línea de pensamiento, el
comportamiento va cambiando y es influido por el contexto de
manera predecible (Sroufe y Waters, 1977). John Bowlby (1969) di-
vidió el desarrollo del apego en cuatro fases: a) responsividad social

250
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

indiferenciada (0 a 3 meses), b) responsividad social específica (3 a


6 meses), c) surgimiento de la conducta de base segura (6 a 24 me-
ses) y d) relación diádica de metas corregidas de los 24 a los 30 me-
ses aproximadamente (Waters y Cummings, 2000).
La posibilidad de formar vínculos de apego es una función bio-
lógica genéticamente predeterminada (Weinfield, Sroufe, Egeland
y Carlson, 1999), lo cual no significa que el apego sea equivalente
a un instinto (Ortiz, Bensaja dei Schiró, Carbonell y Koller, 2013),
pues para establecer una relación de base segura, se requiere que
las niñas y los niños experimenten interacciones continuas con
sus cuidadores (Ainsworth, 1989; Bowlby, 1988). El uso habilidoso
del cuidador como una base de seguridad en tiempos y contextos
distintos, así como la confianza en su sensibilidad, disponibilidad
y responsividad (denominada calidad del cuidado en la jerga de la
teoría del apego), es conocido como apego seguro. Los niños con
apego seguro confían en sus propias interacciones con el mundo y
desarrollan autocontrol y reciprocidad. A lo largo del desarrollo, es-
tas habilidades de interacción pueden aplicarse a nuevas relaciones
y ambientes (Weinfield et al., 1999).
Una figura de apego es aquella persona que brinda a los niños
una base de seguridad en situaciones de hambre, incomodidad, ten-
sión o peligro, por lo que el apego hace las veces de un sistema de re-
gulación diádica del estrés. Si bien es cierto que típicamente la figura
de apego principal es la madre, otros cuidadores pueden convertirse
en figuras de apego y fungir como base segura. El historial de apego
encuentra asociación con la autoestima y la tolerancia a la frustra-
ción: niñas/os con apego seguro responden hábil y flexiblemente a
las demandas situacionales. El apego seguro no garantiza el bienes-
tar emocional, pero sí representa un factor protector y promotor de
la salud mental (Weinfield et al., 1999). Para Bowlby, la característica
esencial del apego no es la protesta ante las separaciones de los cui-
dadores, mucho menos la dependencia, sino el balance aparente-
mente intencional entre la búsqueda de proximidad y la exploración
en distintos contextos y tiempos (Posada, 2004).

251
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

JERARQUIZACIÓN DE LAS FIGURAS DE APEGO

En 1969, Bowlby tuvo oportunidad de revisar las dos únicas inves-


tigaciones disponibles que exploraban la construcción de vínculos
de apego madre-bebé y padre-bebé: el estudio realizado en Ugan-
da por Mary Ainsworth (1963, 1967) y el conducido por Shaffer
y Emerson (1964) en Escocia. Ainsworth (1967) detalló cuidado-
samente cómo emergen de manera secuenciada las conductas de
apego en bebés de alrededor de 6 meses de edad. Dentro de estas se
encuentran: la protesta ante la separación, la búsqueda de proximi-
dad física ante situaciones estresantes (miedo), el sollozo ante la
ausencia de la figura de apego, el regreso a la calma una vez que son
consolados en sus brazos, seguir al adulto cuando sale de la habita-
ción y la utilización de la figura de apego como base de seguridad
para explorar. Bowlby expresó que dichas conductas suelen diri-
girse a la madre, prefiriéndola sobre cualquier otra figura (Bowlby,
1969; Bretherton, 2010). Ainsworth (1963, 1967) encontró que las
conductas de apego también se dirigían a los padres, a pesar de que
no los vieran con la misma frecuencia. Uno de los 26 bebés estu-
diados mostró conductas de apego exclusivamente hacia el padre y
tres más preferían a sus padres en vez de a sus madres como figuras
de apego (Bretherton, 2010). Schaffer y Emerson (1964) reportaron
que, a los 18 meses de edad de los/as niños/as, sólo la mitad de las
madres continuaban siendo la figura principal de apego; en las fami-
lias restantes, los padres eran considerados figuras principales junto
con las madres (y no figuras subsidiarias); y en 10 de las 60 familias,
el padre era considerado la figura principal de apego (Bretherton,
2010; Schaffer y Emerson, 1964).
Tras revisar ambos estudios, Bowlby adoptó la noción propues-
ta por Shaffer y Emerson sobre la jerarquización de los vínculos
(Bretherton, 2010), es decir, la distinción entre figuras primarias
y subsidiarias, pero mantuvo el término monotropía para definir
la tendencia de las niñas y los niños a buscar una figura principal,
apoyándose en los reportes de Ainsworth. En el primer tomo de la

252
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

trilogía del apego, Bowlby (1969) mencionó que ambos estudios


confundían el rol del padre al denominarlos figuras de apego y
que más bien se trataba de los compañeros de juego de los niños.
El autor afirmó que los niños buscan compañeros de juego si están
de buen humor y si saben dónde se encuentra su figura principal de
apego (madre), pues con ella acudirían en caso de sentirse cansa-
dos, hambrientos, enfermos, alarmados o confundidos (Brether-
ton, 2010). En congruencia con esto, una década más tarde, Lamb
(1976) encontró que las niñas y los niños mostraban niveles simi-
lares de acercamiento y búsqueda de contacto con madres y padres
durante una serie de episodios dentro del laboratorio en los cuales
cada uno o ambos padres estaban presentes, pero que cuando am-
bos se encontraban dentro de la sala experimental, las/os niñas/os
mostraban conductas de apego y afiliación hacia la madre.
Van Ijzendoorn, Sagi y Lambermon (1992) propusieron cuatro
modelos organizacionales de las relaciones de apego que buscan
describir la transmisión del mismo, así como la asociación entre
las relaciones múltiples de apego y su funcionamiento adaptativo
futuro:
1) El modelo monotrópico postula que un solo cuidador –típi-
camente la madre– es la figura principal de apego, por lo que
la influencia de otros cuidadores es marginal para formar
vínculos de apego;
2) el modelo jerárquico siguiere que de nuevo la madre es la fi-
gura principal, pero que otros cuidadores pueden convertirse
en figuras de apego secundarias1 y proponerse como base de
seguridad ante la ausencia de la madre;
3) el modelo independiente postula que los niños y las niñas
pueden tener diversos cuidadores considerados como base
segura gracias a las interacciones continuas y prolongadas; y

1
El subsidio implica la suplencia de la figura principal y, como se clarificará a lo
largo del presente capítulo, no se trata de una sustitución o imitación de dicha
relación, sino de la construcción de un vínculo distinto.

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Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

4) el modelo integrativo que, como su nombre lo indica, sugiere


la conformación de una red de múltiples vínculos de apego.

El modelo monotrópico llevó a considerar a Bowlby (1980) que la


situación más favorable para los niños era establecer un vínculo de
apego con la madre –figura principal– y que no era del todo reco-
mendable que fueran criados por varios cuidadores, no obstante,
esta hipótesis ha sido descartada empíricamente (Jackson, 1993;
Howes y Spieker, 2008):

Los hallazgos de Sagi-Schwartz y Aviezer (2005) descartan la perspectiva jerár-


quica inconexa al contexto, ya que encontraron que los procesos de compor-
tamiento actual de las cuidadoras pueden estar condicionados por el contexto
ecológico del cuidado temprano (Aviezer, Sagi-Schwartz y Koren-Karie, 2003;
Hinde, 1988) y que los factores ambientales –personales, familiares y apoyo
social– pueden interferir en la formación de relaciones de apego […] En la
segunda fase de su estudio, encontraron que las personas con apegos seguros
con su metapelet [cuidador principal no familiar] eran más empáticas, do-
minantes, propositivas, orientados a metas e independientes, mientras que
la calidad de los vínculos de apego con la madre y el padre no explicaban el
funcionamiento de las niñas, lo cual es interpretado como un indicador del
modelo independiente (Salinas Quiroz, 2017, p. 40).

EVIDENCIAS EMPÍRICAS

Ainsworth (Ainsworth, 1967, 1977; Ainsworth et al., 1978) subrayó


que el estilo de apego que las niñas y los niños construyen con otros
cuidadores distintos a la madre, tiene características particulares
que deben ser estudiadas; y Bowlby (1988) explícitamente recono-
ció en uno de sus últimos escritos que el cuidado de las niños no
es un trabajo para una sola persona, sin embargo, la investigación
se ha enfocado en los lazos afectivos madre-hija/o. Las niñas y los
niños en su cotidianidad pueden tener múltiples figuras de cuidado

254
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

y enlaces con diversas personas, no siendo ello un detrimento en la


medida en que pueda establecer con alguna de ellas relaciones de
base segura (Cassidy, 2016).
En la última década incrementó la investigación sobre la pater-
nidad y el rol del padre, pero el impacto que los padres tienen en el
desarrollo de sus hijas/os ha sido poco estudiado, o bien, aborda-
do de manera negligente (Marsiglio, 1995), pues la literatura sobre
las relaciones familiares continúa privilegiando la figura materna
(Shwalb, Shwalb y Lamb, 2013). Existe “… una deuda histórica con-
sistente en tratar de construir un panorama que dé cuenta, tanto
desde la teoría como de la evidencia empírica, de la importancia que
tienen los papás dentro de la familia y para el desarrollo de sus hi-
jos” (Bermúdez-Jaimes, 2014, p. 8). La investigación con padres “a la
vez que es escasa, se encuentra bastante rezagada” (Murdock, 2013,
p. 314). Según Pleck (2010), el ejercicio del rol paterno conjunta as-
pectos comportamentales, emocionales y cognitivos. Los primeros
se refieren a los estilos y prácticas de cuidado; los aspectos cogniti-
vos, a las valoraciones que los padres hacen acerca del ejercicio de
su paternidad, es decir, su autoeficacia y la satisfacción con el rol; y,
por último, los aspectos emocionales engloban los vínculos afectivos
que construyen con sus hijas e hijos, tema que nos ocupa.
Un estudio realizado hace tres décadas reportó diferencias sig-
nificativas entre el padre y la madre en cuanto al juego se refiere,
subrayando que los padres favorecen la exploración y los juegos
físicos y que las madres suelen enfocarse en el respeto a las reglas
y en las implicaciones sociales de romperlas (Lamb, Pleck y Levie-
ne, 1985). En cuanto al manejo disciplinar, años más tarde, Parke
(1998) informó que las madres suelen subrayar los costos sociales
y relacionales que tienen las conductas indeseables, mientras que
los padres tomaban distancia emocional para encaminar a sus hijos
hacia las consecuencias materiales y físicas. Cox, Owen, Henderson
y Margand (1992) encontraron que las hijas y los hijos de padres in-
volucrados en su cuidado eran más propensos a formar un vínculo
de apego seguro con ellos, mostrando respuestas resilientes durante

255
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

la situación extraña (SE). La SE es el procedimiento experimental


prototipo para evaluar en el laboratorio la calidad de los vínculos
de apego a partir de los 12 meses de edad del niño (Ainsworth y
Wittig, 1969; Ainsworth et al., 1978). Prácticamente todas las inves-
tigaciones de los años setenta, ochenta y noventa utilizaron dicho
método (Waters y Deane, 1985). Comprende ocho episodios de
tres minutos o menos cada uno, en los que hay dos separaciones y
dos reuniones adulto-niño, situación que provoca niveles gradual-
mente crecientes de ansiedad en el infante capaces de evocar y así
poder evaluar las conductas de apego en interacción con su cuida-
dor (Juárez-Hernández, 2004). Las clasificaciones de la SE se basan
en la configuración de dichas conductas, específicamente lo ob-
servado en los dos episodios de reunión (Ainsworth et al., 1978;
Waters y Cummings, 2000).
Actualmente sabemos que existen múltiples figuras de apego y
que tanto las madres como los padres pueden convertirse en figu-
ras primarias de apego (Howes y Speaker, 2008), no obstante, se ha
dibujado una imagen empobrecida del padre dentro de la teoría
del apego (Van Ijzendoorn et al., 2003 en Bermúdez-Jaimes, 2014).
Fox, Kimberly y Shafer (1991) realizaron un metaanálisis con las
11 investigaciones existentes en ese entonces sobre los vínculos de
apego padre-hija/o y madre-hija/o utilizando la SE y encontraron
una clara concordancia entre el tipo de apego que los niños esta-
blecen con ambos padres, de manera que eran clasificados como
seguros con los dos. Una posible explicación a esto es que el mode-
lo jerárquico de transmisión transgeneracional del apego hace que
las niñas y los niños generalicen el tipo de interacción que tienen
con sus madres para con sus padres, sin embargo, el estilo de apego
niño-madre tendría que ser también generalizado a otros cuidado-
res y esto no siempre ocurre (Bretherton, 2010; Fox et al., 1991). La
poca evidencia existente descarta los dos primeros modelos y más
bien apoya al independiente, ya que, aunque los vínculos de apego
se representan mentalmente a manera de modelos internos dinámi-
cos –propuesta congruente con la imagen interiorizada piagetiana

256
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

(Bretherton, 2005)–, y que somos capaces de evaluarlos por vía


representacional (no exclusivamente de forma comportamental
como en el caso de la SE), no contamos aún con un método están-
dar que nos ayude a comprender empíricamente cómo los niños
integran múltiples figuras en una red (modelo integrativo). Es po-
sible afirmar que la seguridad del apego del hijo o la hija con sus
padres es resultado de la historia de interacción con cada uno de
ellos (Lamb, 2010).
Debido a que continúan existiendo muchas interrogantes en
cuanto a la construcción de los vínculos de apego, la configura-
ción de la calidad del cuidado y la contribución de los cuidadores al
bienestar emocional de las niñas y los niños, muchos investigadores
han buscado respuestas en otras aportaciones teóricas, además de
la psicología. La biopolítica de la población (Foucault, 1993) se cen-
tra “[…] en el cuerpo-especie, el cuerpo transido por la mecánica
de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos […]”
(p. 168). Este poder se materializa en la argumentación de colegas
que sobreestiman el papel de las neurociencias, en detrimento de
nuestro objeto de estudio: la subjetividad. En ese sentido, considero
que si bien los componentes genéticos, del temperamento y de los
neurotransmisores son relevantes, no son determinantes, y las apor-
taciones de otras disciplinas deben integrarse, sí, pero sin perder la
voz propia y sin perseguir relaciones de causalidad. Lo anterior es
relevante debido a que a continuación abordaré una segunda expli-
cación centrada en las diferencias en el temperamento del niño y su
influencia en el establecimiento de los vínculos de apego (Kagan,
1999); se trata, no obstante, de una hipótesis que carece de pruebas
empíricas concluyentes (Van Ijzendoorn et al., 2003, en Bermúdez-
Jaimes, 2014). Belsky (1997) introdujo la hipótesis sobre la suscep-
tibilidad diferencial, sugiriendo que existe variabilidad en el grado
en el cual las experiencias de crianza afectan el desarrollo de los
niños y las niñas. El autor considera que los/as niños/as con tem-
peramento difícil son más susceptibles a las influencias ambienta-
les positivas y negativas (Belsky, 2005; Belsky y Pluess, 2009; Torres

257
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

Gómez de Cádiz y González, 2014). La susceptibilidad diferencial se


asocia con las interacciones genes-ambiente, ya que su base se en-
cuentra en el temperamento y en los factores genéticos (Vermeer y
Van Ijzendoorn, 2006), sin embargo, las influencias genéticas sobre
la seguridad del apego van de modestas a inexistentes (Bokhorst et
al., 2003; O’Connor y Croft, 2001; Roisman y Fraley, 2008).
Una tercera explicación alternativa se relaciona con los estilos
interactivos de las madres y de los padres:

Esta tercera propuesta se muestra más ajustada a los datos. La explicación ra-
dica en que tanto el padre como la madre pueden tener valores e ideas se-
mejantes en cuanto a aspectos relevantes para la formación de apego como
la responsividad y la sensibilidad hacia las necesidades del niño (Bretherton,
2010; Carrillo, 2008). Además, el tipo de interacción de un padre puede servir
como modelo de conducta al otro padre, quien tenderá a actuar de forma se-
mejante. Según esta alternativa, la similitud entre el tipo de apego establecido
con ambos padres reflejaría el hecho de que los padres y madres responden
de manera similar al niño y comparten ideas semejantes sobre las pautas de
crianza y sobre su desarrollo (Bermúdez-Jaimes, 2014, p. 43).

Lamb, Frodi y Hwang (1982) afirman que, aunque los padres se in-
volucren en el cuidado de sus hijas/os, las diferencias con las madres
continúan existiendo. Otros estudios encontraron que los padres son
tan capaces como las madres de proporcionar cuidados de calidad a
sus hijas e hijos (Belsky, Gilstrap y Rovine, 1984; Lamb, 1981; Parke,
1998). Una variable a considerar es el tiempo de interacción pues,
como anoté en la sección correspondiente, los vínculos de apego
se construyen y modifican a lo largo del tiempo, de manera que la
calidad y cantidad de interacciones es importantísima. “Si tanto el
padre como la madre presentan conductas sensibles y atentas a las
señales emitidas por los hijos, cabe esperar que dé un alto grado
de identidad entre padres e hijos” (Bermúdez-Jaimes, 2014, p. 53),
por lo contrario, si una figura parental es insensible, el niño puede
formar un apego seguro con una e inseguro con la otra.

258
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

En 2006 un estudio realizado en Portugal con familias de dos pa-


dres, donde tanto las madres como los padres trabajaban de tiempo
completo fuera de casa y los niños tenían entre 1 y 6 años de edad,
mostró que la madre continuaba siendo la principal responsable
del cuidado de los hijos, mientras que los padres asumieron un rol
de apoyo, pero participaron de manera equitativa en actividades de
juego y recreación (Monteiro, Veríssimo, Castro y Oliveira, 2006).
M. Veríssimo (comunicación personal, 2016) indica que cuando
el padre es un participante activo en las actividades y rutinas dia-
rias del niño o la niña, se beneficia la relación de base segura entre
ellos, sugiriendo que las experiencias de cuidado pueden facilitar
las formas en las que los padres interpretan y responden a las se-
ñales de sus hijos/as. Pese a que un padre puede tener la capacidad
de ser sensible a las señales comunicativas de su hijo/a, tal capa-
cidad puede ser irrelevante si tienen interacciones limitadas (Cox,
Owen, Henderson y Margand, 1992). El involucramiento paterno
se asocia con beneficios directos e indirectos en las niñas y los ni-
ños (Lamb y Lewis, 2004; Parke, 1996). El equipo de investigación
portugués evaluó los vínculos de apego de los niños con su padre
y su madre. Los resultados mostraron que los padres que proveían
cuidado tenían hijos más seguros y que los puntajes del Q-Sort del
Apego se asociaron significativamente con la participación del pa-
dre en actividades de juego y ocio. Los autores concluyeron que
sus resultados sugieren que los padres más involucrados facilitan
comunicaciones fluidas y afectos positivos en las interacciones y el
uso del padre como base de seguridad (Monteiro et al., 2006). El que
los padres participen activamente en la crianza de los hijos, per-
mite que la madre mantenga simultáneamente una relación armo-
niosa con su descendencia, pues le permite tener tiempo libre para
perseguir sus metas personales (Lamb y Tamis-Lemonda, 2004).
En Colombia recientemente se desarrolló un proyecto que evaluó
el impacto del involucramiento paterno en el desarrollo de las/os
hijas/os, evaluando tanto el apego parental como las competencias
paternas (Bermúdez-Jaimes, 2014). La investigación dio cuenta de

259
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

una asociación positiva entre apego, involucramiento y competen-


cias parentales, no así con el bienestar del niño, lo cual es explicado
por el fuerte involucramiento materno donde las variables mater-
nas operan mediando las del padre. El estudio concluyó que padres
y madres satisfechos con su rol, disponibles y en donde la madre
cumple las funciones de monitoreo y control, se asocian al bienes-
tar del niño (Bermúdez-Jaimes, 2014). Los estereotipos de género y
la creencia de que los padres no han de participar en la crianza de
los hijos, influyen en el involucramiento paterno. La investigación
realizada por Suárez (2016) puntualiza que en la sociedad colom-
biana actualmente coexisten estereotipos de género, discursos en
torno a la equidad, actividades de cuidado físico y actitudes po-
sitivas en relación con el niño y la crianza, mostrando cómo en
los padres jóvenes conviven creencias tradicionales con otras más
innovadoras (Suarez, 2016).

HOMBRES DE BASE SEGURA

En la construcción de la teoría del apego, Bowlby integró ideas de


diversos campos de conocimiento: a) del psicoanálisis –específi-
camente de la teoría de las relaciones objetales–, b) de la teoría eto-
lógica, c) de la teoría de los sistemas de control y d) de conceptos de
las ciencias cognoscitivas. Se trata de un sistema lógico-deductivo
estructural que concibe al desarrollo como un proceso de construc-
ción y transformación constante, por lo que es una de las teorías de
desarrollo socioemocional con mayor influencia en las últimas cua-
tro décadas (Posada, 2004). Desgraciadamente, muchas personas
estudiosas del apego han sabido hacer negocio con el entrenamien-
to de instrumentos de evaluación, tornándolos en herramientas
sumamente especializadas y costosas, lo que a la postre genera una
ola de “expertos” que hacen interpretaciones simplistas, mal uso ge-
neralizado de la terminología propuesta por Bowlby y Ainsworth y
diagnósticos de corte clínico imprecisos y poco profundos/éticos.

260
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

A esto tenemos que sumar la penetración de filosofías orientales


en el mundo occidental, lo que hace que hoy en día se conciba a
la palabra apego (s) como algo negativo, sinónimo de aferramien-
to patológico, generando que las personas busquen “desapegarse”
y “vivir sin ataduras”. Considero que, por lo anterior, Olga Alicia
Carbonell, maestra y amiga colombiana, habla de teoría del vínculo
afectivo, logrando así deslindarse de postulados pseudocientíficos
o de la carga negativa que conlleva la palabra, pero, humildemente
me parece poco preciso, pues existen otros vínculos afectivos que no
son de apego. Es en esta misma línea que intento hablar de vínculos/
relaciones/figuras de base segura y no de apego. El Fenómeno de la
Base Segura (FBS) es un sistema organizado de conductas de ape-
go que tienen como fin el mantenimiento de la proximidad entre
la persona y una o varias personas afectivamente cercanas a ella.
Estas conductas son importantes porque figuras de base segura le
permiten al niño explorar el mundo físico y social con confianza,
propiciando el aprendizaje.
Dos son los ingredientes primordiales del FBS: la búsqueda de
proximidad y, su contraparte, la exploración. Si las niñas y los ni-
ños logran equilibrar armoniosamente ambos elementos con sus
papás, podemos nombrarlos hombres de base segura. Howes (1999)
ofreció tres criterios para identificar otras figuras de base segura
distintas a la madre: 1) que provean cuidado físico y emocional
a los niños, 2) que exista continuidad o consistencia en su vida y
3) que inviertan emocionalmente en ellos. La autora propone que
se reflexione sobre estos tres criterios cuando se encuentren adul-
tos con los cuales los niños tengan la oportunidad de relacionarse
de manera continua y repetida. Conceptualizar a los vínculos de
apego desde el FBS y tomar en consideración los tres criterios pro-
puestos por Howes, resulta sumamente valioso, ya que desdibu-
ja el discurso biologicista existente desde los inicios de la teoría y
desgeneriza a las figuras de base segura. Respecto al primer punto,
Bowlby afirmó que:

261
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

De todos modos, no cabe duda de que, aunque una madre sustituta puede tener
una conducta de total maternaje hacia el niño y que muchas lo hacen, tal vez le
sea más difícil que a la madre biológica […] tanto el nivel hormonal posterior al
parto como los estímulos que emanan del mismo recién nacido pueden ser de
gran importancia… las reacciones de maternaje de la madre sustituta pueden ser
menos intensas y menos coherentes que las de la biológica (Bowlby, 1969, p. 402).

Roisman y Fraley (2008) evaluaron la sensibilidad materna y deter-


minaron que el modelo más adecuado para explicar la correlación
sensibilidad-relaciones de base segura incluye sólo factores am-
bientales. La influencia de la madre sobre el vínculo de base segura
del bebé se da gracias a su cuidado sensible y no mediante la trans-
misión genética (Lawler y Causadias, 2014), de manera que la afir-
mación realizada por Bowlby no ha encontrado sustento empírico.
En cuanto a la generización del cuidado, en el imaginario social
de México y Latinoamérica, la crianza es una actividad femenina: se
habla del instinto materno porque el producto se engendra y crece en
el cuerpo de las mujeres (Figueroa y Salguero, 2014). Zárate (2015)
escribió un extraordinario artículo en el cual sustenta cómo el ins-
tinto materno es el invento más rentable del patriarcado. En su di-
sertación, la autora va argumentando con pruebas históricas cómo
el instinto materno no tiene orden lógico, ni natural y que, debido
a que desde hace más de 35 años se ha hecho un esfuerzo impor-
tante por desechar el término, ahora lo encontramos disfrazado
bajo la “naturalidad” del “amor materno”. La autora (Zárate, 2015)
titula uno de los apartados de su trabajo Hemos cambiado de vo-
cabulario, pero no de ilusiones, en el cual considero que tienen
cabida conceptos de la teoría del vínculo revisados en páginas an-
teriores como sensibilidad, monotropía y jerarquización. Badinter
(1991) refiere que, en 1780, de las/os 21 000 bebés que nacían por
año en París, sólo 1 000 eran criados por sus madres, el resto eran
entregados a nodrizas. Me pregunto qué tienen que decir los neu-
rocientíficos sobre este dato. Respecto al protagonismo femenino
en las labores de crianza, Zárate nos dice que:

262
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

… antes del siglo XVIII, el “amor materno” (ni hablar del paterno) no existía
como institución. A partir de 1760, sin embargo, el destino de las mujeres dio
un vuelco decisivo: las autoridades se percataron de la importancia que tenía
en el ámbito económico la densidad poblacional y comprendieron que el ser
humano era un artículo precioso para el Estado, no sólo porque producía ri-
quezas, sino también porque garantizaba su poder militar. En ese momento
comenzó a considerarse que toda pérdida humana era una carencia para el
Estado. En 1770 Didelot resume en estos términos la nueva ideología: “Un Es-
tado es poderoso sólo en la medida en que está poblado, en que los brazos que
manufacturan y los que lo defienden son numerosos.” Así, explica nuestra au-
tora, el niño adquirió de pronto un valor de mercancía […] Junto a la nueva y
apremiante necesidad de evitar que niñas y niños siguieran muriendo por miles
durante sus primeros años de vida, como había sucedido durante siglos, surgió
la de estudiar las estrategias que ayudarían a cumplir con este noble cometido.
Después de analizar y desechar la mayoría de ellas, por implicar altos costos
para el Estado, los grandes doctos de la época dieron con el método ideal, por
sencillo y económico: hacer que las mujeres asumieran las labores de cuidado
de niñas y niños (Zárate, 2015, s. p.).

De vuelta a la teoría de los vínculos de base segura y a la figura del


padre, en Bielefeld, Alemania, se realizó el estudio longitudinal
más riguroso y completo hasta el momento para probar el poder
predictivo de la calidad del vínculo niño/a-madre y niño/a-padre
(Grossmann, Grossmann y Kindler, 2005). Dicha investigación
incluyó mediciones observacionales y entrevistas a ambos padres
desde el nacimiento de sus hijas e hijos hasta sus 16 años de edad.
Las mediciones sobre la calidad del cuidado materno y paterno
en contextos distintos se asociaron con resultados similares seis
y 10 años después (Bretherton, 2010). Los autores demostraron
que tanto la sensibilidad materna como la paterna, así como los
puntajes de las madres y los padres como figuras de base segura
a los 6 y 10 años de sus hijos, contribuían significativamente en
la seguridad de estos a los 22 años –tanto de manera conjunta
(madre y padre) como cada uno de manera aislada–. Grossman

263
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

et al. (2002) indicaron que los padres apoyan la exploración y las


madres la proximidad, cumpliendo roles distintos, pero igual-
mente influyentes. Para 2008, Grossmann, Grossmann, Kindler
y Zimmermann enfatizaron que ambas figuras pueden apoyar la
exploración y la proximidad, lo cual sirve como evidencia empí-
rica para sustentar mi propuesta (hombres de base segura).
De acuerdo con Bretherton (2010), surgen dos nuevas pregun-
tas para la investigación de las relaciones de base segura padre-
hijo: 1) ¿cuál es el impacto que tienen las madres por un lado, los
padres por el otro y ambos en conjunto en el desarrollo de las ca-
pacidades exploratorias de los niños, así como en la formación de
relaciones futuras?, y 2) ¿hasta qué punto los padres y las madres
de distintos tipos de familias juegan roles iguales o diferencia-
dos en la promoción de la proximidad/exploración? (Bretherton,
2010). Para poder responder ambas interrogantes, la autora sugie-
re evaluar la satisfacción marital desde una aproximación familiar
sistémica e incluir mediciones sobre cómo evalúa cada miembro
de la pareja al otro. Considero que, de seguir sus recomendacio-
nes, se evaluaría únicamente al sistema familiar (microsistema),
dejando otras variables del modelo PPCT fuera, lo que disminuye
la validez ecológica de la propuesta (Bronfenbrenner, 2005). En el
caso de la segunda pregunta, coincido en que los distintos tipos de
familias2 juegan roles diferenciados dentro del FBS, de manera que
el estudio de los estereotipos y roles de género desde las mascu-
linidades aborda un fenómeno cultural (macrosistémico) sobre
cómo los hombres-padres “deben de ser”, lo que indudablemente
repercute en el microsistema, pues apoya la generación de neopa-
rentalidades.3

2
Preferimos hablar de arreglos parentales y no de familia (s) para desligarnos de
las representaciones simbólicas y exclusiones asociadas al primer concepto (ver el
capítulo 7 de este libro: Arreglos parentales de personas lesbianas, gais, bisexuales
y trans [LGBT]: estado del arte).
3
Ver capítulo 7.

264
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

APORTACIONES DESDE EL ESTUDIO DE LAS MASCULINIDADES

Lozano Verduzco (2014) afirma que la categoría de género fue


propuesta por el movimiento feminista para acercarse al estudio
de las relaciones de supra-subordinación de los hombres sobre las
mujeres. El género funciona como un sistema ordenador de las re-
laciones sociales y precede al propio individuo (Butler, 2001; De
Lauretis, 2008; Lozano Verduzco, 2014). “Observar y analizar a los
hombres desde la perspectiva de género nos coloca ante el reto y
la posibilidad del cambio. Ahí reside su gran riqueza” (De Keijzer,
2014, p. 136). Debido a que las relaciones privadas son políticas,
el género es una categoría que relaciona tanto lo público como lo
privado (Fernández Chagoya, 2014).

… el género es todo un sistema social que ordena las relaciones e identidades


dentro de él, así como las ideas, creencias, construcciones y actitudes que se
tienen en un espacio cultural dado alrededor de ser hombre o ser mujer (La-
mas, 1997); basándose en lo que Connell (1995) llama “arena reproductiva”, en
los cuerpos y su capacidad de reproducirse. Es importante no perder de vista
que estas diferencias están marcadas por el poder, en donde los hombres, en
tanto colectivo, usamos pactos patriarcales (o acuerdos masculinos) para co-
locarse en un lugar de hegemonía sobre las mujeres (Amorós, 1992; Connell,
1995; Kaufman, 1989; Millet, 1995; en Lozano Verduzco, 2014, p. 239).

Existe la necesidad de problematizar la relación entre los seres hu-


manos machos y el “ser hombre”, pues se trata de un concepto que
no es transparente en sí mismo, ya que “ser hombre” puede signi-
ficar un sinnúmero de cosas distintas, todas producto del proceso
de socialización (Núñez, 2004; Rocha Sánchez y Lozano Verduzco,
2014). “Los hombres” nos construimos social y culturalmente; por
lo que tal cimentación nos afecta a nosotros mismos y a otros (De
Keijzer, 2014). El proceso de socialización genera que existan mi-
llones de experiencias individuales, por lo que no podemos hablar
de un “punto de vista de hombre” homogéneo, pese a que existen

265
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

postulados muy claros que ejercen dominancia desde el patriarca-


do. Rocha Sánchez puntualiza que el modelo social de masculini-
dad tradicional hegemónica:

… estipula un conjunto de atributos, significados, comportamientos, expec-


tativas, normas y roles particulares. Dentro de los parámetros que configuran
este modelo (al menos en la idealización del mismo), sobresale la exigencia de
pensar a los “hombres” como personas autónomas, activas, inteligentes, supe-
riores, racionales, con control emocional, hipersexuales, heterosexuales, con
un rol de proveedor, quienes toman las decisiones y “llevan los pantalones”
en la familia, que son dominantes, agresivos e infieles por naturaleza (Rocha
Sánchez, 2014, pp. 42 y 43).

Los varones somos concebidos como el sexo fuerte; como personas


desconectadas a nivel afectivo y distanciadas de lo físico; homofóbi-
cos; más libres y competitivos; con identidades construidas a partir
de la función de sostén familiar y protección del hogar (Cruz Sierra,
2014; Jiménez Guzmán, 2014; Poal, 1993; Rocha Sánchez, 2014). La
responsabilidad del “hombre” en la familia empieza y termina con
sus contribuciones económicas, de manera que en nuestro imagi-
nario no debe de existir ningún problema en casa siempre y cuando
proveamos: ser un “hombre exitoso” es ser un “buen hombre traba-
jador” (Jiménez Guzmán, 2014; Leach, 1995). La imposición per-
manente que tenemos para ganar dinero, obtener éxito y prestigio,
y aumentar nuestro poder adquisitivo y social, impacta los vínculos
afectivos familiares al alejarnos de los mismos (Jiménez Guzmán,
2014; Rascón, 2007).

… desde la misma construcción de la masculinidad, muchos varones se vi-


ven alienados de procesos como la paternidad, al grado que verdaderamente
hay aspectos que ni siquiera son asociados como parte de ésta y por tanto,
los varones no perciben que les hace falta o que están limitados. Qué quiero
decir con esto, que tal vez en el estudio que yo hice, ante el planteamiento
de que hombres deberían tener la misma posibilidad de involucrarse en la

266
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

crianza de los hijos más allá de la labor de proveedores, para muchos de


los participantes varones esto puede representar una imposición, una ame-
naza o una responsabilidad extra, y no necesariamente se da espacio para
reflexionar sobre la manera tan marginalizada en la que han vivido su propia
paternidad y por tanto, las ganancias y las riquezas que podría conllevar el
involucrarse de otra manera. Poder vivir una paternidad diferente requeriría
del cuestionamiento de estos estereotipos y roles, tan diferenciado por la
sociedad. Al mismo tiempo, como sugiere Rojas (2007), se vuelve necesario
analizar y desarticular la inequidad persistente en el ámbito de las responsa-
bilidades domésticas y familiares entre padres y madres, posibilitando el que
se puedan ampliar las funciones paternas (Rocha Sánchez, 2014, pp. 53 y 54).

De Keijzer (2014) etiqueta a algunos hombres que participaron en


sus investigaciones como tiernos de clóset, pues sólo se muestran cari-
ñosos con sus hijas e hijos en la esfera privada, ya que hacerlo públi-
camente se asocia con lo femenino. El autor propone que se trata de
una estrategia de manejo y adaptación mediante la cual los hombres
pueden generar cambios. Si bien no todos los hombres vivimos in-
tentando mostrar nuestra “hombría” todo el tiempo, es una realidad
que disfrutamos de los privilegios que el modelo hegemónico ofrece
(Connell, 1995). Debemos generar ambientes para negociar las deci-
siones que se toman en pareja, lo cual, según Tena Guerrero (2014),
sólo es posible si se equilibran las relaciones de poder y si los varones
nos incorporamos al trabajo feminista.

REFLEXIONES FINALES

… nos animamos a plantear que las mujeres se han logrado nombrar más
como personas, debido a su conciencia de exclusión, algo que todavía es un
proceso incipiente en personas del sexo masculino. No se trata de victimizarse,
pero sí de tomar distancia de sí mismo, documentando las ganancias y las pér-
didas de los aprendizajes de género, en ámbitos específicos de la cotidianidad
[…] Intentamos que la combinación de relatos, mediciones e interpretaciones

267
Sexualidades y géneros imaginados: educación, políticas e identidades LGBT

contribuyera a revisitar la frase de Simone de Beauvoir “no se nace mujer, sino


que se deviene y llega a serlo”. Tampoco se nace hombre, sino que se aprende
con los procesos de socialización y de ahí la importancia de documentar cómo
se vive, cómo se ve y, en su caso, cómo se nombra la experiencia de ser hombre
como sujeto genérico (Figueroa y Salguero, 2014, p. 18).

Tal y como sucede con el llamado instinto materno y los conceptos


de la teoría de los vínculos de base segura, no existe una relación
directa entre “el punto de vista de los hombres” y nuestra condición
biológica (Núñez, 2004). Rocha Sánchez (2015) puntualiza que el
modelo masculino hegemónico si bien es un referente, no es un
estándar. Los patrones de parentalidad no son estáticos: se mueven
heterogéneamente en distintos grupos de hombres, ya que factores
socioculturales, ocupacionales, estrato social y generación, marcan
diferencias importantes en la participación de los hombres en la
crianza de sus hijos (Figueroa y Salguero, 2014). Encuentro justa-
mente aquí el engranaje entre lo estipulado desde la psicología –vía
el modelo bioecológico y la teoría del apego– y los estudios de géne-
ro –por medio de las masculinidades–, pues la propuesta de hom-
bres de base segura va en contra del modelo social de masculinidad
tradicional hegemónica (Bonino, 2001) y permite estudiar el desa-
rrollo infantil con mayor validez ecológica, ya que incluir al género
como una variable macro complejiza las interacciones sistémicas.
Las masculinidades son procesos dinámicos que tienen que
ver con relaciones, negociaciones y reconfiguraciones (Ramírez,
2006), lo que permite la posibilidad de que existan varones que no
incorporen a rajatabla las normas de la masculinidad hegemónica
dentro de su construcción identitaria. “Hacerse hombre” es un pro-
ceso de construcción constante que da pie a la noción de “mascu-
linidad” (Rocha Sánchez, 2014), de manera que la integración del
proyecto de convertirse en hombres de base segura genera reconfi-
guración de las masculinidades a nivel: a) atributivo, pues sitúa a
la calidad del cuidado dentro de nuestras cualidades de “hombres”,
específicamente a la sensibilidad –capacidad para estar atento a las

268
Capítulo 8. Hombres de base segura: reconfigurando masculinidades

señales de las niñas y niños, interpretarlas correctamente y darles


una respuesta en tiempo y forma–; b) comportamental, al permitir
que nuestras/os hijas/os equilibren entre la búsqueda de proximi-
dad con nosotros y la exploración del medio; c) representacional,
pues modifica significados y expectativas al reconceptualizarnos
como mucho más que sólo proveedores; y d) genérico, ya que re-
distribuye las labores de crianza de manera igualitaria y permite
nuestro (re) ingreso al ámbito privado.
Los resultados del estudio alemán (Grossmann et al., 2008) y
portugués (Monteiro et al., 2006) reflejan transformaciones en el
ámbito privado que deben de hacerse públicas no sólo para inves-
tigadores del desarrollo infantil, sino para disciplinas afines, pues
nos permite visibilizar otras características masculinas y desenclo-
setarlas (De Keijzer, 2014). Los cambios estructurales y las norma-
tividades institucionales tienen un lugar importante en la difusión
de nuevos valores, transformación de roles y establecimiento de
relaciones sociales menos desiguales (Figueroa y Salguero, 2014); el
proceso personal de cambio debe de involucrar el plano de la prác-
tica, la consciencia, la emotividad y el discurso (De Keijzer, 2014).
Este capítulo constituye una aportación para discutir la reconfigu-
ración de nuevas masculinidades en su cruce con la generación de
un discurso distinto sobre la parentalidad, capaz de generar nuevos
valores, ideas, prácticas y roles de género entre los hombres y las
mujeres, así como formas distintas de construir vínculos de base
segura con sus hijas e hijos.

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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Otto Granados Roldán Secretario de Educación Pública
Rodolfo Tuirán Gutiérrez Subsecretario de Educación Superior

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL


Tenoch Esaú Cedillo Ávalos Rector
Elsa Lucía Mendiola Sanz Secretaría Académica
Omar Alberto Ibarra Nakamichi Secretaría Administrativa
Alejandra Javier Jacuinde Directora de Planeación
Martha Isela García Peregrina Directora de Servicios Jurídicos
Fernando Velázquez Merlo Director de Biblioteca y Apoyo Académico
Xóchitl Leticia Moreno Fernández Directora de Unidades upn
María Teresa Brindis Pérez Dirección de Difusión y Extensión Universitaria

Coordinadores de Área Académica


Adalberto Rangel Ruiz de la Peña Política Educativa,
Procesos Institucionales y Gestión
Jorge Tirzo Gómez Diversidad e Interculturalidad
Pedro Bollás García Aprendizaje y Enseñanza en Ciencias, Humanidades y Artes
Carlos Ramírez Sámano Tecnologías de la Información y Modelos Alternativos
Iván Rodolfo Escalante Herrera Teoría Pedagógica y Formación Docente

Comité Editorial upn


Tenoch Esaú Cedillo Ávalos Presidente
Elsa Lucía Mendiola Sanz Secretaria Ejecutiva
María Teresa Brindis Pérez Coordinadora Técnica

Vocales académicos
Etelvina Sandoval Flores
Rosa María González Jiménez
Jorge Mendoza García
Armando Solares Rojas
Rosalía Meníndez Martínez
Abel Pérez Ruiz

Subdirectora de Fomento Editorial Griselda Mayela Crisóstomo Alcántara


Formación María Eugenia Hernández Arriola
Diseño de portada Margarita Morales Sánchez
Edición y corrección de estilo Armando Ruiz Contreras
Esta primera edición de Sexualidades y géneros imaginados: educación,
políticas e identidades LGBT, estuvo a cargo de la Subdirección de
Fomento Editorial, de la Dirección de Difusión y Extensión Univer-
sitaria, de la Universidad Pedagógica Nacional y se publicó el 23 de
marzo de 2018.

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