Carabobo

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THE LIBRARY OF THE


UNIVERSITY OF
NORTH CAROLINA
AT CHAPEL HILL

ENDOWED BY THE
DIALECTIC AND PHILANTHROPIC
SOCIETIES

PQ85U9

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1908
a 00001 92831

This book is due at the LOUIS R. WILSON LIBRARY on the


last date stamped under "Date Due." If not on hold it may be
renewed by bringing it to the library.

DATE ^^j
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DUE DUE ***^*-

Form No. 513


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in 2013

http://archive.org/details/caraboboOOtost

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EN PREPARACIÓN:

LA REFORMA
PRIMER TOMO OE LA SEGUNDA SERIE DE

EPISODIOS VENEZOLANOS

I
EPISODIOS VENEZOLANOS
POR

F. TOSTA GARCÍA
ej? Microfilmed
SOLINET/ASERL PROJEGT
' 1990-92 7

Caraboba^

CARACAS
TIPOGRAFÍA «LA SEMANA»
DE RÓMÜLO A. GAECÍA

1908
CARABOBO

Nunca llego á imaginarse el bueno de don Die-


go de Osorio, fundador de La Guaira j sucesor de
don Luis de Eojas, por cuyos procederes injustos
yiéronse los vecinos de Caraballeda, en el duro caso
de tener que abandonar esta ciudad, con su templado
clima y su buen puerto, para ir á hornearse en vida
en las faldas de un abrupto cerro nunca pudo suponer
;

aquel gobernador, que era tan correcto, progresista y


filántropo, el inmenso mal que había de hacer á la
humanidad doliente con este cambio impremeditado y
estupido de puerto, que trajo como consecuencia la
construcción de una fortaleza, con vasta explanada
í5oronada de artillería y con espaciosas bóvedas ca-
X^aces x^ara contener cómodamente hasta 200 plazas
de presidio, y, se impone esta consideración y no
huelga la censura, porque andando los tiempos y con
ellos los acontecimientos en aparcería con los abusos,
hubo de convertirse el mencionado edificio en pri-
sión política, correspondiendo el desagradable galar-
dón de haberla inaugurado ó estrenado como tal, á,
los españoles Juan Bautista Picornell, Manuel Cortez
Campomanes y Sebastián Andrés, quienes fueron
remitidos desde Madrid, como autores de la conspi-
^ ,
ración llamada de San Blas, y tuvieron la fortuna
^ de poderse fugar el 4 de junio del año de 1796. ^
4 F. Tosta Garda

La mencionada fortaleza, convertida en prisión


de Estado, tormento fué de realistas y de patriotas ;

de españoles y de venezolanos en diversas épocas, y


se hallaba situada en la antigua calle de la Marina,
entre el Muelle y el Cardonal, y á ella se bajaba por
una angosta callejuela empedrada en rampa, por
donde se llegaba á una puerta de rejas ó rastrillo,
que servía de entrada á un espacioso patio con una
pila ó estanque redondo en el centro, que hacía el ser-
vicio del agua, por medio de un mascarón de bronce,
de cuya boca salía un curvo tubo de plomo, mohoso y
ennegrecido, tanto por el salitre como por la acción
destructora del tiempo.
En los comienzos del año de 1821, aquella histó-
rica y pavorosa prisión, que se había hecho célebre
como Los Plomos y como La Bastilla, estaba más que
llena, inhumanamente repleta de patriotas, pues el nú-
mero de presos alcanzaba á 449, de distintos lugares
de Venezuela y muchos de la Nueva Granada, en-
contrándose todos en insalubre apelmazamiento á
la manera de sardinas en caja ó de aceitunas en
frasco, hacinados en los tres departamentos ó sóta-
nos que daban hacia el mar, pues aunque á derecha é
izquierda de aquel semicírculo parecido á los fosos
que nos describe el Dante, había dos cuevas ó antros,
húmedos, obscuros y mal sanos, que se llamaban M
Tigrito y Ul Degredo, el uno estaba reservado para
los castigos y torturas y el otro para el triple y com-
plejo servicio de enfermería, depósito de maderas,
hierros viejos etc., etc., é item más, como lugar excu-
sado, en razón de que existía allí un gran albañal
cuadrado, con gruesos barrotes de cobre, por el cual
entraban sin cesar las olas blancas y espumosas, y sa-
lían negras y espesas, arrastrando todos los despojos
é inmundicias de la desgraciada colonia, compuesta
de tantos seres olvidados del mundo que se consumían
y morían en aquel repugnante recinto.
A las seis de la mañana del primer domingo del
mes de enero, hora en que caía una fría llovizna
que bajaba del Avila, como refrescante cabañuela
! .

Carabobo 5

para las sedientas plantas y como mortífero maná


de catarros y pulmonías para los guaireños, nn hom-
bre de grueso bigote gris, rostro amarillento y pati-
bulario, lento caminar de hiena, envuelto en un ca-
pote de burda bayeta, con un manojo de llaves en
una de sus belludas manos de ogro, un sable en la
otra y escoltado por media compañía, bajó por la
í empedrada callejuela que conducía á la gran puerta
de rejas, la abrió aceleradamente, porque el viento
era muy recio y la llovizna muy fría, pasó adelante
con el pelotón de soldados que le seguían y se situó
en uno de los extremos del corredor ó tribuna que
rodeaba las bóvedas.
¿Quien era aquel hombre de tan repugnante
aspecto ?
Era un ex-presidiario de Ceuta, llamado Martín
Ceruto, alias Moscardón, que había venido á Vene-
zuela de timonero en uno de los buques de la escua-
dra de don Pascual Enrile, y á quien Morillo dis-
tinguió mucho después en el curso de la campaña,
por sus sobresalientes condiciones de astucia y mal-
dad, ascendiéndolo á capitán y recomendándolo muy
especialmente para el cargo de alcaide de Las Bóvedas,
que ejercía desde el año 18, con isleñas facultades sobre
los infelices presos, á quienes trataba de la manera
más brutal y salvaje, creyendo firmemente que no eran
seres humanos, sino inmundos animales que le habían
entregado para que los maltratase y vejara.
El mencionado personaje con resongos, pullas y
maldiciones, acomodó sus soldados y con voz de true-
no gritó :

—A formar, á formar, pronto, pedazos de ...


trastos Se va á pasar la primera r esquíela, pronto,
!

prontico, porque el tiempo está malo j ando de apuro,


pues voy á oír misa, i
El que no salga ligero, se en-
tenderá con el verguero
Como consecuencia inmediata de aquella brutal y
degradante orden, se sintió gran movimiento en el in-
terior de las tres horribles mazmorras, y al compás
del rechinar de los hierros y del crujir de las cadenas,
:

fí F. Tosta Garda

comenzó un largo desfile ó procesión de humanos es-


pectros de distintas edades y condiciones, que peno-
samente se arrastraban alzando un poco los pesados
grillos para poder caminar, con pequeñas correas ó
cabos de soga, que sujetaban con la mano izquierda,
mientras que, con la derecha, cada cual se^iba acomo-
dando en las espaldas, como mejor podía, bien una
mugrienta cobija ó un destrozado capote para me-
dio favorecerse de la importuna llovizna que ya toma-
ba proporciones de chubasco, pues la formación para
el fastidioso recuento, debía de ser, según I03 caprichos
del hotentote alcaide, en el centro del patio.
A pesar de que nadie se quedó rezagado y de
que todos se dirigían al lugar indicado á fin de ali-
gerar la operación, un robusto catalán de gruesas
muñecas, llamado Miguelete, armado de flexible y
lustroso látigo, fustigaba á los morosos, repitiendo
con risa burlona el favorito y soez estribillo de su jefe :

el que no salga ligero, se entenderá con el verguero. . . .

Luego que todos los presos, a duras penas y con


la agresiva ayuda del esbirro Miguelete, estuvieron
alineados en irregular figura, el hombre del sable y
.

del manojo de llaves, muy divertido por las muecas


que hacían sus víctimas al sentir la impresión de la
menuda llovizna, gritó
—A correr número
el !

Terminada esta rutinaria operación, consistente


en que cada cual fuera diciendo en alta voz el núme-
ro que .le tocaba, desde el 1 hasta el 449, para saber
si el rebaño estaba completo, y si, durante la noche, no
se había desgaritado ninguna oveja, el acucioso Ce-
ruto entró personalmente, acompañado de una. es-
colta, á hacer el registro de las habitaciones, revol-
viendo camas, esteras y envoltorios, <jon la punta
del sable y con la culata de los chopos.
Concluida esta faena, ordenó la dispersión, y seis
de los mismos detenidos, á quienes tocaba el servicio ó
turno de semaneros, se armaron de escobas y se arre-
mangaron, procediendo, por medio de un barrido gene-
ral, á sacar los zambullos y á baldear y lavar con lam-
Carabobo , . 7

pazos los suelos del patio j corredores, operación en


que se interesaba muclio el alcaide, no tanto por la
salubridad de los detenidos, ni porque él mismo entra-
ra á aquellos lugares con mucha frecuencia, sino
más que todo, por la inmensa satisfacción que expe-
rimentaba el reclutado en Ceuta, al ver á tantos doc-
tores, á tantos militares y hasta á varios sacerdo-
tes criollos, ocupados en aquellos degradantes oficios,
bajo la flageladora vara de Miguelete.
Concluido el fregado, principio la tarea ó lucha
por la vida, mejor dicho, comenzó el desayuno.
Los desgraciados, sometidos á las miserias del
escueto rancho, recibieron su dura galleta y su escu-
dilla de guarapo hervido, cuyo miserable abre-boca,
unido con los frijoles picados y saltones del almuerzo
y can el gorgojoso arroz y el pescado salado de la
comida, completaban la ración de cada día, con la cual
si no conseguían abastecerse, lograban, por lo menos,
prolongar algunos días los sufrimientos.
En cambio, los que tenían la inapreciable ventura
de tener dolientes, recibieron sus respectivos azafates
más ó menos surtidos de chocolate, café con leche,
pan caliente, queso fresco, mantequilla y otras mati-
nales gollerías, de manera que cuando la banda seca de
la guarnición, dio el acostumbrado toque de las ocho,
ya todos los presos habían cumplido, quienes más,
quienes menos, con aquel primer deber manducatorio
imprescindible para conservar la existencia, y se en-
contraban ocupados en los distintos entretenimientos
con que procuraban matar las pesadas horas del cau-
tiverio, unos labrando cocos, otros tejiendo chincho-
rros, éstos jugando á los naipes y aquéllos leyendo ó
conversando.
Entre estos últimos aficionados á darle á la sin
hueso, descollaba un grupito formado de cuatro in-
dividuos muy amigos nuestros pero que, á primera
;

vista, se hacía difícil reconocerlos por el completo es-


tado de decadencia á que habían llegado.
El primero de aquellos desheredados de la for-
tuna, era don Manuel Antonio Alvarez, antes gordo,
S F. Tosta García

rubicundo, cuidadosamente afeitado, rebosando .sa-


lud y ahora desmesuradamente flaco, hasta el pun-
to de parecer que le sobraba pellejo para cubrir los
huesos, pálido y cubierto el exangüe rostro de ca-
nosas y luengas barbas ; el segundo, el padre José
Luis Alegría, á quien en un tiempo vimos obeso, co-
gotudo, lleno de vida y de ardor, siempre tan cuida-
doso del brillo de su sotana y del lustre de su coro-
nilla, daba lástima verlo en aquellos momentos :de-
caído, achacoso y envuelto en una bata de zaraza
rayada, sujeta á la cintura con un guaral y la cabeza
cubierta con un gorro de bombacino negro ; era el
tercero, por las inconfundibles marcas de su larga na-
riz, de sus extraordinarios colmillos y de su hablar
perpetuo, aquel cumanés alto, enjuto y de patillas re-
cortadas, llamado Felipe Carrasquel, alias el 3íudo,
.marido de la catalana, doña Brígida Eambrat, en
cuya casa se hospedaron los Peralta cuando estuvie-
ron en Matufín ;siendo el último de los cuatro com-
ponentes del acongojado grupillo, un vejete casi tan
alto y tan flaco como don Felipe, quien por sus pó-
mulos salientes y por sus descomunales orejas, no po-
día ser otro sino don Agapito Callejones, el cual,
meneando mucho, como de costumbre, los enormes
brazos, decía:^

— Lo que me ha pasado á mí, señores, no tiene


igual ni antecedentes en la historia
— —
Si tiene interrumpió don Manuel, acaso con
la intención de trasladarse á Grecia ó Roma, en
busca de algún ejemplo, pues las vicisitudes no ha-
bían logrado matarle su erudita manía.
— —
Pero aunque tenga intervino sonriendo el pa-

dre Alegría aplace usted la cita para otra ocasión,
don Manuel, pues nos interesa mucho oír á don Aga-
pito, en razón de ser el último llegado á quien no
hemos podido oír por la separación en que nos há te-
nido Ceruto, desde la cogida del fatal papelito, que
tantas mortificaciones nos ha proporcionado.
— —
Sí, sí añadió Carrasquel con impaciencia —
déjelo hablar porque las cosas del Oriente son las

Carabobo O

que deben interesarnos, puesto que de >allá nos está


viniendo la luz .... *

— Lo que me ha sucedido á mí es estupendo,



continuó don Agapito siempre perseguido y sirvien-
do de yunque á todos los martillos, hostilizado de
unos y de otros, llevando rebenque de realistas y
de patriotas, vengo desde hace muchos años, de ma-
nera que no debe tenérseme por apóstol, sino como
un verdadero mártir de la santa Causa.
— -Lástima que no sea usted también virgen in- —
terrumpió con sorna don Felipe Carrasquel, que era

muy dado á la guasa porque de ese modo podríamos
hasta canonizarlo después del triunfo ....
— Pues no lo diga usted de broma, señor Carras-

quel contestó Callejones algo sulfurado por la pu-

llita siete veces he estado preso durante mi agitada
vida de político, cuatro en la cárcel de Caracas, dos
veces con esta, aquí en Las Bóvedas, y una en la
cárcel de Angostura, que es por cierto la que más me
arde ....
— —
Pero, señor exclamó el padre Alegría señor —
Carrasquel, tenga la bondad de no interrumpir á don
Agapito, pues usted mismo acaba de decirnos que lo
que debe interesarnos son las cosas del Oriente.
— —
Tiene mucha razón el padre Alegría dijo don

Manuel por eso los romanos que sabían tanto, pro-
hibían las interrupciones en el parlamento, y cuando
se presentaba un sempiterno charlatán, el presidente
le tocaba la esquila.
— Pues, tilín-, tilín—jexclamó riendo el padre Ale-
gría, agitando su ex-gorda mano casi sobre las inmen-

sas narices del 3íado continúe usted, don Agapito.
— —
Muy bien dijo muy complacido el boticario
en cuatro palabras referiré en esta mañana los ra-
ros percances que han originado mi traída á este
maldito lugar, que tanto conozco y que está ahora
más refinado en materia de torturas y vejaciones.
Encontrándome en San Fernando, al lado del
benemérito general Páez, fui mandado á reducir á
prisión por Bolívar, sí, señores, así como suena, por
iO \ F. Tosta García

el eminente, providencial y todo lo demás que quieran


añadir en elogios j alabanzas del señor don Simon-
cito de mis tormentos, fui llevado á la cárcel de An-
gostura como cómplice, mejor dicho, como principal
factor de un acto de justicia hacia el adalid de las
pampas, promovido en San Fernando por el digno
coronel Wilson, y á cuyo acto se dio el carácter de
insubordinación.
Muchos empeños hubo para obtener mi libertad,
I)rincipalmente el noble y generoso amigo Luis Eeyes,
metió la mano hasta el codo para hacerme soltar y lo
tínico que pudo conseguir del magnánimo Libertador,
que acababa de decretal' un indulto, fue que no me
expulsaran junto con Wilson, sino que me dejaran á
buen recaudo en la cárcel y allá quede bajo la fe-
;

rula del compadre Zea, cuando Bolívar partió con


rumbo hacia la Nueva Granada.
Como aconteció que durante esos meses de au-
sencia, las buenas ideas quisieron abrirse paso y los
buenos hombres sacudir quisieron el yugo impuesta
por el amo, Urdaneta, por rivalidades de mala ley,
redujo á prisión, en Margarita, al general Juan Bau-
tista Arismendi, mandándolo para Angostura, lo que
me proporcionó á mí la honra dé ser su compañero
de calabozo.
Lejos como se hallaba don Simoncito y envuelto
en los azares de tan peligrosa campaña, muchos di-
putados independientes del Congreso, reventaron el
bozal y se trabó una discusión borrascosa, en medio
de la cual, unos sostenían que*Bolívar había procedi-
do muy mal, marchándose iDara la Nueva Granada,
sin permiso del Cuerpo soberano de la nación, y otros
aseguraban que había hecho muy bien en ir á pagar
la deuda de gratitud y de sangre de 1813 y como
;

en medio de aquella tempestad parlamentaria, que


duró algunos días, se dijo que era preciso destituir á
Zea, por viejo e inútil y reemplazarlo con un Yice-
presidente que fuera militar y activo, el ilustre y
abnegado Zea, puso termino á la pelotera, dándoles la
bofetada de present^arles su renuncia, la cual fue
!

Carabobo U

aceptada en el acto i)or el Congreso, en donde tenían


mayoría los revoltosos independientes, los cuales au-
dazmente le devolvieron la cachetada nombrando en-
seguidas Yiceijresidente de la República, nada menos
que á mi comiJañero de calabozo, al general Arismen-
di, quien pasó, según el dicho popular, del cadalso
al trono, y por ser este incidente, aunque pasajero,
uno de los más raros de nuestra historia, lo con-
tare con sus detalles, como una muestra de la facili-
dad y rapidez con que pueden verificarse los cam-
bios políticos en esta tierrita nuestra, tan accidenta-
da y movediza, en la cual, por desgracia, la .mayor
parte de los hombres públicos no son como yo, que
moriré con mi cañón clavado, sino que siguen el ejem-
plo de las veletas de los campanarios, tornándose del
lado que soi)la el viento ....
¡Ah! si aquellos valientes del Congreso se hu-
bieran mantenido firmes hasta el fin, no me encontra-
ría yo aquí y las cosas andarían de otra manera

II

El general Arismendi (que, entre paréntesis, tiene


el corazón de oro y el alma muy bella, á pesar de
la injusta fama que de duro y cruel le han dado los
enemigos) me había tratado algunas veces en los^
tiempos en que anduve al lado' de Marino y de
Bermúdez pero en los días del cautiverio me dis-
;

tinguió con especiales e inmerecidas consideracio-


nes de aprecio y de confianza, hasta el punto de que
reuníamos nuestros azafates para comer juntos y ;

bien fuese porque el decía que yo era muy travieso,


muy sagaz y sabía mucho, ó por el tamaño descomu-
nal con que la Naturaleza ha dotado á mis orejas, es
lo cierto que me llamaba cariñosamente Tío Conejo,
y vivía chanceándose conmigo.

'

i2 F. Tosta García

Aquel día memorable de su inesperada y asom-


brosa elección, que fué el 14 de setiembre del año
de 1819, nos encontrábamos jugando á las damas y
él decía, azás contrariado, que estaba muy de malas,
cuando un chambón como yo le había ganado cua-
tro partidas, y estaba á punto de enchiquerarlo en
la quinta.
Depronto, oímos en la calle una inmensa gri-
tería acompañada de víctores, aclamaciones, música y
disparos de cohetes.
— —
¿Que será eso? preguntó parándose veloz-
mente y tratando de asomarse por alguna parte.

Debe ser la noticia de algún triunfo que hemos

tenido le respondí poniéndome igualmente de pies.
En esto se abrió la puerta y el alcaide entró des-
pavorido, y con la cara más espantada del mundo y
con metal de voz que pugnaba entre el miedo, el res-
peto y la desesperación, dijo :


Señor general, es á Su Excelencia á quien vie-
nen á buscar.
— —
Cómo exclamó sobresaltado y furioso el ge-
— —

neral Arismendi ¿ han resuelto acaso fusilarme ?
No, no se apresuró á responder el cuitado al-
caide, desbaratándose en cortesías y en zalamerías
todo lo contrario, señor General e^ una comisión del
:

Congreso que viene acompañada de numeroso con-


curso de ciudadanos á participaros que habéis sido
elegido Vicepresidente de la República, y á busca-
ros para prestar el juramento de ley.
— —
Pues, hombre contestó Arismendi, parecien-

dole un sueño aquella brusca transición si eso es
verdad, haga usted pasar adelante á los diputados

para ponerme á sus órdenes y volviéndose muy son-

reído hacia mí, añadió nos iremos juntos, querido
don Agapito, pues ya que ha estado á las verdes
conmigo, también estará á las maduras pero le par-
;

ticipo que después de este golpe de suerte, no me


ganará más nunca ninguna partida de damas.
La comisión entró presidida por don Domingo
Alzuru, y, después de cumplido su encargo, el general
! .

Carabobo i3

se vistió á la carrera con su uniforme, ayudado por


todos y principalmente por el alcaide, que con mucho
apuro le pasaba el cepillo de pies á cabeza. Yo sacu-
dí y estire lo mejor que pude mis pantalones y mi
chupa, y salimos de la cárcel en triunfo, con la escol-
ta que nos custodiaba convertida en guardia de ho-
nor, para* conducirnos al local del Congreso, en donde
el general Arismendi, muy emocionado, prestó el ju-
ramento en medio de atronadores aplausos, y pasó en
seguida á hacerse cargo del mando, y nombró esa
misma noche al general Marino para contar con las
armas, jefe del Ejercito del Oriente, y á mí. Tesorero,
para contar con la corrección en el erario nacional.
Marino partió al día siguiente á hacerse cargo de
las fuerzas que mandaban tlrdaneta y Bermúdez, y
yo recibí la tesorería, sin un centavo en caja y con la
nube de acreencias y de gastos apremiantes, como las
raciones diarias de las tropas y las dietas del Con-
greso, por lo cual fue preciso recurrir á medidas ex-
tremas, como al aumento de contribuciones y á la
sanción del decreto que muchos llamaron arbitra-
rio y que yo creí necesario, por el cual se dispuso
que todos los cueros de ganado vacuno eran de la
pertenencia del Estado.
Que días aquellos tan soberbios, amigos míos
¡
!

Fueron el despertar de los ciudadanos dignos y libres,


el ocaso de la tiranía, y, sin duda, las únicas horas
dichosas que he tenido en mi accidentada vida de
luchador por los sublimes ideales de la Eepublica
El general Arismendi, magistrado probo, popular
y el hombre más ñlósofo y desprendido de la presen-
te generación, lejos de envanecerse con el mando, la
miró con el mayor desprecio, pues con asombro gene-
ral, luego que dictó algunas medidas de notoria im-
portancia, dejó los asuntos á cargo de los ministros y
se fue para Maturín á organizar tropas y á ocuparse
en la guerra.
'
A los pocos días llegó á Angostura el parte ofi-
cial de la gran victoria obtenida en Boy acá, y de la
noche á la mañana, todo el mundo cambió de opinión,.
:

i4 .
F. Tosía GarciA

inclusive los diputados del Congreso, que se habían


mostrado tan independientes y antibolivianos. La
santa reacción se volvió humo. Militares y paisanos
voltearon las casacas y solamente permanecieron fir-
mes los compañeros Montes de Oca y Sánchez', con los
cuales me reunía muy á menudo á lamentar nuestra
minoría y á llorar nuestro infortunio, pues nadie se
acercaba á nosotros y nos huían como si estuviésemos
apestados ....
Cuando el ex-farmaceutico ijronunció estas últi-
mas frases fue at9,cado de una violenta carraspera,
producida sin duda por los efectos de la fría llo-
vizna que acababa de recibir en pleno rostro, ó por la
excitación nerviosa de los recuerdos que evocaba en su
narración. Naturalmente se calló un instante, durante
el cual, don Manuel Antonio pidió la palabra, para
€uando terminase don Agapito, el padre Alegría son-
rió picaramente, y don Felipe se rascó la nariz hasta
hacerse sangre, al ver que no podía decir esta boca
es mía, y que ya otro se había adelantado á quitarle la
mano.
Eestablecida la calma en los órganos vocales de
Callejones, se acercó á la pila que existía en el cehtro
del patio, cogió del surtidor un poco de agua en la
palma de la mano, tragó algunos buches y refrescadas
las fauces, continuó su relación de esta manera
—Ya entrado el mes de octubre, supimos en An-
gostura el combate naval librado en Apure Seco,
como resultado del cual los realistas perdieron 10
flecheras y 250 hombres, y Páez, el bravo de los bra-
vos, ocupó á San Fernando, cuya ciudad había ocu-
pado 'Latorre después que Bolívar se marchó para
la campaña granadina.
También supimos en aquellos angustiosos días
de mortificante espectativa sazonada con temores, que
^1 incansable y desgraciado Mac-Gregor, no escar-
mentado del mal suceso de la expedición que llevó á
Portobelo, donde perdió todos los cuantiosos auxilios
y los 417 hombres que le había proporcionado en
Inglaterra el doctor José María del Real, salvándose
Carabobo i-'>

milagrosamente de caer en manos del mariscal Hore,


por haberse tirado por una alta ventana de la casa
de gobierno supimos, repito, que el testarudo irlan-
;

dés, sin inquietarse absolutamente del gran fracaso de


la expedición con que intentó libertar á la Nueva
Granada antes que Bolívar, formó otra en Haití con
nuevos auxilios que le envió el patriota del Real y
se dirigió á la Ciudad de Eíoaclia, la cual ocupó el
5 de octubre, después de un reñido combate ;i)ero
como los soldados ingleses que llevaba se le insubor-
dinaron después del triunfo y saquearon por su cuen-
ta la ciudad, el mabitoso héroe del Alacrán, tuvo que
reembarcarse ^á la carrera en uno de sus buques, de-
jando á los iiígleses, los cuales más tarde cayeron en
poder de los habitantes de Ríoacha y de los indios
goagiros, que estos buscaron en su apoyo, por lo cual
tuvieron que rendirse á discreción, y murió la ma-
yor parte unos víctimas del maltrato que se les dio
:
;

y otros comidos con casabe y guasacaca por los in-


dios, quienes decían muy contentos al mascar tan
sabrosa y fina carne guateque chímojo !
:

Llegaron además á Angostura muchos partes ofi-


ciales del ejercito vencedor en la Nueva Granada,
anunciando que el general Soublette se había unido
á Páez, en Mantecal, al frente de 2.000 hombres,
después de haber batido á Latorre en el alto de las
Cruces que el benemérito general Salóm había asumi-
;

do el mando de la segunda división por la repentina


y sensible muerte del valeroso Anzoátegui y final-
;

mente, que Bolívar había llegado á Apure prometién-


dose regresar en el mes de diciembre á Angostura, á
dar cuenta de su campaña al Congreso y á recibir
la legión irlandesa, contratada con el general Juan
D' Evreuse, constante de 5.000 hombres, que acaba-
ba de llegar.
Anonadado y perplejo quede al tener conocimien-
to de esta última noticia- que fue como un cañonazo
I)ara mí; y como no podía dudar de su veracidad
porque en el acto se nombró una comisión para que
organizara las fiestas de recepción, para agasajar á
i6 F. Tósta Carda

Bolívar, no me quedó otro remedio sino el de en-


sillar mi muía jdirigirme, á la carrera, para Ma-
turín á pedirle consejos á mi buen amigo, el gene-
ral Arismendi, que todavía se encontraba en dicha
ciudad.
—Hola, hola ! mi buen Tío Conejo
exclamó rien- —
do alegremente verme entrar muy apurado á la
al

casa que le servía de alojamiento. ¿Viene usted hu-
yéndole á Tío Tigre ? Ya me había supuesto su in-
quietud y considero como estará su ánima.
— Sí, señor general —
le respondí á eso he veni- —
do precisamente. Quiero que me aconseje lo que
debo yo hacer
— Pues la cosa más natural del mundo, amigo
— —
mío me contestó sin titubear irse, marcharse pron-
to, á fin de que Bolívar no lo encuentre en Agostura,
pues de seguro lo volverá á meter en chivona, si
acaso no se le ocurriese algo más desagradable.
— ¿Y para dónde cree usted, mi general, que po-
dre irme sin correr peligro ?
Arismendi recapacitó un momento, y luego con
marcado interés, me dijo :

— Lo mejor que usted puede hacer, mi amigo


Callejones, es volver en el acto para Angostura, re-
coger sus bártulos y, sin despedirse de alma nacida,
embarcarse en un falucho e irse para Margarita,
con cartas mías de recomendación. Para allá me
iré yo también después que regrese el Libertador,
si salgo bien en esta cruzada, y allá nos reuniremos
entonces.
Al pie de la letra cumplí las instrucciones de
mi inmejorable y nunca bien alabado amigo, don
Juan Bautista pero como una cosa piensa el ÍDurro
;

y otra piensa el que lo cincha, no conté con la hués-


peda, ó sea con una goleta española, guarda-costa,
que atrapó en alta mar al falucho que me condu-
cía, trayendome á La Guaira preso, motivo por el
cual me encuentro aquí desde hace más de un año.
Caribobo

— Ay mi amigo— exclamó don Felipe Carrasquel


!

prontamente, sin aguardar siquiera á que don Agapito



se refrescara los labios con la lengua usted está muy
atrasado de noticiase ignora los grandes acontecimien-
tos que han pasado después. Bien se conoce que la in-
comunicación en que lo ha tenido el bárbaro Ceruto
es la causa de que se halle como en el Limbo. Aho-
ra mismo y aprovechándome de la ausencia del tal
perillán, que seguramente se encontrará en la iglesia
,á estas horas, dándose golpes de pecho y haciendo
chorizos para Lucifer, ahora mismo voy á ilustrar á
usted de todo lo sucedido ....
— —
Nó, nó interrumpió el antiguo preceptor, po-
niendo una de sus esponjosas manos en la boca jAe

Carrasquel eso me toca á mí, pues he pedido la
palabra antes que usted y, tengo mejores materiales

para confundir al detractor del ilustre Bolívar y, en
seguida, encarándose con don Agapito, añadió :

—Baja sicambro : adora lo que


la cabeza, orgulloso
has quemado ; quema lo que has adorado. Estas pa-
labras dichas por el obispo San Remigio, al con-
vertido Clodoveo, en el acto de bautizarlo, le caen á
usted como de perilla, señor don Agapito, y ya verá
el rebelde, después de escucjiarme, que yo tengo razón
y que al fin tendrá que arrepentirse, como hombre
sano y de criterio, de todas las calumnias y ofensas
que ha dirigido al Libertador Bolívar.
Don Agapito se puso de pies cuan largo era, y
no embargante el estorbo de los grillos, dio furioso
una patada al taburete donde, estaba sentado y le-
vantando er enorme brazo con el jmño cerrado sobre
la serena faz de don Manuel Antonio, con ronca voz,
dijo :


Arrepentirme yo de la verdad, ser calumniador
\

porque la proclamo sin miedo ni servilismo Tenga


!

mucho cuidado con lo que va á decir, porque soy ca-


paz de romperle la crisma, aunque me lleven para EL
Tigrito!
: —

ÍS F.Tosta Gareia

III

~E[ denodado Alvarez no se intimidó en absoluto


por la agresiva actitud del ex-boticario j sin poner
mientes en su brusca salida de quicio, tan imx)ro-
pia de su carácter y de su educación, recogió el
i-aburete del suelo, se lo colocó al lado, j volviendo
-^ sentarse muy tranquilo fen el suyo, exclamó

Pega, pero escucha, dijo el elocuente Temísto-
cles en el Senado ateniense al colérico y malcriado
.Euribíades, que le amenazaba con su bastón de mando.
Póngame la maiio, si quiere, digo yo en esta
ocasión á mi viejo compañero de causa, vecino, con-
tertulio, amigo y colega de prisión, el señor don
Agapito Callejones, máteme si lo tiene por conve-
niente, pero óigame primero, puesto que yo he
tenido la calma de oírle sin desplegar mis labios,
aguardando mi turno para desvanecer sus sofismas
y dejar una vez por todas; bien puesto el nombre
-cien veces esclarecido de Simón Bolívar.

Hace muy bien el señor don Manuel obser- —

vó el padre Alegría no hay que tomar las cosas
mundanas tan á x)eclio, hay que respetar las opinio-
nes ajenas y no debemos olvidar que aunque esta-
mos presos, no somos bandidos ni galeotes para
discutir á garrotazos y á puñaladas. Acuérdense
de lo que siempre les he aconsejado : pax vohls,
pax vohis
'


. .

— Estábueno, sí señores, respondió calmado y



sentándose don Agapito oiré todo lo que quieran
decirme sin decir oste ni moste, bien entendido que
me reservare siempre el derecho de la replica.
— —
Y bien entendido también dijo don Felipe
que despiíes que concluya el señor Alvarez hablare yo.
— — —
Sí señor contestó don Manuel hablará us-
ted y hablará todo el que quiera; pero por ahora
suplico que no se me interrumpa, aunque por fuerza
tenga que extenderme un poco.
!

Carabobo i9

Seis años, cinco meses y tres días, hace que


me encuentro en esta horrible mansión. El memo-
rable 7 de Julio de 1814, día en que ocupó á Caracas
el coronel Eamón González con 1.500 hombres, co-
mo no hubo la más pequeña resistencia porque
Bolívar y todos los demás patriotas habían emigrado
para Oriente, por un exceso de amor propio indig-
nado, se me ocurrió la insigne calaverada de salir
á atajarle el paso al Empedrado, armado con mi
palmeta. Por supuesto, el feroz teniente de Boves
me tomó por loco y riéndose en mi cara de la
ocurrencia, me mandó para la cárcel de San Jacinto.
Allí estuve veinte días y después me mandaron para
a,cá junto con una gran cuerda de presos, y aquí
no me he muerto debido á la abnegación de mi
Benigna, la cual con la misma voluntad y amor
que lo hizo el año 12, en la vez primera que estu-
vimos en Las Bóvedas, mandados por Monteverde,
se vino detrás de mí para La Guaira, montó de
nuevo su taller de .tabacos, alpargatas y granjerias,
y durante este largo tiempo no sólo me ha man-
tenido corporalmente, mandándome todos los días
un abastecido azafate, sino que también me ha ali-
mentado espiritualmente, teniéndome al corriente de
todo lo que pasa, por medio de papelitos casi dia-
rios, que me ha mandado valiendt>se de distintos ardi-

des á cual más ingeniosos. Oh señores, mi Benigna
!

vale un Potosí
Basta de exordio y entro en materia.
Después de la esplendida batalla de Boyacá,
cuyos detalles conocen ustedes, pues se los leí un
día en el periódico El Correo del Orinoco que la
inteligente y vivaracha Benigna me introduce aquí,
envolviendo las medias limpias, los pañuelos, ó al-
gunas veces conteniendo pasas y almendras después ;

que el bizarro general Santander se encargó del


mando de la Nueva Granada, como Vicepresidente,
en uso del derecho de retaliación, mandó fusilar á
Barreiro y á treinta y ocho oficiales de los prisio-
neros en la trascendental batalla ; siendo de advertir,
20 F. Tostíi Garda

que antes de ausentarse de Santafe, el Libertador pro-


puso al virrey Sámano el canje de estos prisioneros
I)orlos que se habían tomado áMac-Gregor en Porto-
belo, y el duro Sámano no convino en ello.
^o embargante este, poderoso motivo, que militó
en favor del fusilamiento, Bolívar, al saberlo en su
marcha de regreso por las provincias de Tunja, So-
corro y Pamplona, lamentó mucho el incidente y en
las distintas veces que discurrió en publico en las
ovaciones que le hicieron en las referidas provincias,
dejó entrever la necesida|^d de regularizar la guerra
amoldándola á las prácticas civilizadas.
Y todo esto que digo, señores, —añadió don

Manuel, bajando un poco la voz, lo se yo, no sólo
por El Correo del Orinoco, sino por los papeJitos que
clandestinamente y en diversas formas me hace lle-
gar la incomparable, la sublime benigna, quien re-
cibe, esas noticias del comité de Caracas, por medio
de un vendedor de pescado llamado Ruperto Suá-
rez
—^Ya lo sabemos —indicó el padre, mirando hacia
todos lados— esas cosas no se repiten, don Manuel,
porque las paredes tienen oídos
—Lo se — contestó el aludido— pero es que nc
quiero que se crea que invento las cosas y deseo
que nadie tenga derecho á dudar de mis afirmaciones.
El amigo Callejones ha referido los hechos, in-
terpretados según su criterio apasionado y erróneo,
y yo me propongo desvirtuarlos con la verdad, que
es el más esplendente faro que ha iluminado al
mundo á través de los siglos.
El tiene oídos y no oye, tiene ojos y no ve.
El contempla el águila majestuosa que se cierne
sobre nuestro cielo político de libertad y redención,,
y sugestionado por los ingratos y empañados vidrios
de sus viejas gafas, en lugar de admirar su atre-^
vido vuelo y su hermoso plumaje, se ocupa en ob-
servar que tiene algo corvo el pico y medio torcida
una garra, sin acordarse de que nada hay perfecto
en este mundo.
;

Cárabobo Si

¿ Que Bolívar ha cometido errores y tiene al-


gunos defectos, quien puede negarlo ?
Pero yo pregunto ¿ en dónde está el hombre
:

que pueda igualarlo y reemplazarlo en la presente


generación?
¿Quien ha tenido su constancia, su fe, su in-
y su invencible carácter y energía
teligencia, su valor
para afrontarlo todo y para dominarlo todo ?
Al atravesar los Andes, engañando á Morillo
para ir á destrozar á Barreiro en Boyacá y á sor-
prender Sámano en la capital del extinguido
al viejo
Virreino,se mostró más audaz y más estratégico que
Aníbal y sobre todo, más estoico y más hábil, pues
;

en lugar de quedarse en las delicias que le ofrecía


la Capua granadina, regresó con la mayor rapidez
para Guayana á poner en práctica los grandes pen-
samientos que bullían en su cerebro, de los cuales
no nos ha dicho nada don Agapito, primero, porque
el abandonó á Angostura antes de que se realizaran
y luego, porque aunque los hubiera presenciado es-
toy seguro de que se los habría tragado en silencio,
aunque le indigestaran, pues los tercos y los empe-
cinados en el mal camino, prefieren decir y cometer
todos los absurdos antes de cantar la palidonia y
confesar sus errores
Callejones se mordió los labios hasta hacerse san-
gre, le diotres molinetes al brazo derecho, se rascó
una de sus enormes orejas pero no chistó, porque
;

eso era lo convenido.


—Todo se había perdido en la Nueva Granada
—continuó don Manuel después de un breve des-
canso — y todo lo recuperó Bolívar, en pocos meses.
El 11 de diciembre hizo su entrada triunfal en
Angostura y no tuvo memoria ni rencores para los
infieles, sino gratitud para los leales y generosidad
para todos. La alegría fué inmensa y las pequeneces
se olvidaron en aquel día, confundiéndose en un
solo himno las voces y las aspiraciones de los ge-
! !

22 F. Tosta paroia

nerales, los doctores, los sabios y los políticos, que


salieron á recibirle y á cumplimentarle ;t>oi' su feliz
llegada. *
El Congreso presidido por el ilustre Zea, lo
recibió en audiencia solemne el día 14, y, después
de haber dado cuenta de todos sus actos militares
en la última y próspera campaña, propuso la gran-
diosa idea de constituir, bajo el nombre de Colom-
bia, una poderosa República que pudiera mantenerse
respetada y firme en lo presente, y asegurar su
preponderancia en lo porvenir, tanto para, los dis-
turbios internos como para los peligros externos,
propuso en síntesis la estrecha unión de Venezuela
con la Nueva Granada, para acabar de echar á los
españoles del extenso territorio que ellos abarcaban
y establecer en seguida una entidad gubernativa
respetada, fuerte, durable y compuesta de los hombres
más meritorios de ambos países hermanos.
El pensamiento no podía ser ni más hermoso,
ni más práctico, por lo
cual fué acogido desde luego
y pasado á uua comisión para que informara á la
brevedad posible.
La comisión corapuesta de venezolanos y de
granadinos, informó de modo favorable, y el proyecto
discutido reglamentariamente, fué convertido en ley
y sancionado por unanimidad de votos en la ma-
ñana del 17 de diciembre de 1819.
Gloriosa alba de nuestra redención, santa ma-
¡

ñana en que se verificó aquel acto inmortal y salva-


dor, yo te saludo
Zea, como presidente del Congreso y puesto de
pies, declaró aprobada la ley y exclamó entusias-
mado :

'

— República de Colombia
i Yiva la
el pueblo que llenaba la barra,
Los diputados y
repitieron llenos de júbilo aquel sincero viva á la
naciente Colombia, y, por la nueva ley, se estableció
un gobierno central con tres grandes departamen-
tos llamados Venezuela, Cundinamarca y Quito, com-
Carabobo ^^

prendiendo todo el territorio abarcado por la Capi-


tanía general de Venezuela y el Virreinato de la Nue-
va Granada. Cada departamento debía tener una
administración superior j un jefe con el título de
Vicepj^esidente, que nombraría el Congreso. Se die-
ron algunas otras leyes complementarias, como la de
refundición de las deudas de las extinguidas repú-
blicas, las de armas y bandera para Colombia, adop-
tándose las mismas de Venezuela y se acordó la con-
vocatoria del Congreso general de Colombia, fijando
como punto de reunión la villa del Rosario de Cucufca,
y como fecha de instalación, el 1" de enero de 1821..
Practicadas las elecciones que al Congreso co-
rrespondían, fue nombrado el Libertador Bolívar Pre-
sidente de Colombia y don Francisco Antonio Zea,.
Vicepresidente, designándose para este último cargo
en Venezuela y en Cundinamarca, al doctor Juan Ger-
mán Roscio y al general Santander respectivamente,,
declarándose como capitales de los tres departamen-
tos, á Bogotá, á Caracas y á Quito, suprimiéndole á la
primera la añadidura ó rabo de Santa Fe, que sin
duda alguna, estaba de más.
El padre Alegría quiso protestar al oír esta ob-
servación de don Manuel ;
pero este no lo consin-
tió,' alegando estar prohibidas las interrupciones, y,
sin tomar siquiera unos tragos de agua, como lo
hiciera su antecesor en el uso de la palabra, con-
tinuó :

—Dictadas algunas otras disposiciones de no-


toria trascendencia, después que Bolívar partió de-
Angostura el 24 de diciembre á continuar la campaña,,
cerró sus sesiones aquel notable Congreso al onceno
mes de haberlas abierto, cuyo importante acto
se verificó el 19 de enero del año de 1820. Ese
día, el nunca bien ponderado sabio, maestro en his-
toria universal y benemérito patricio Zea, leyó ante
el Congreso un manifiesto á los pueblos de Colom-
bia, que se publicó en El Correo del Orinoco y que de
memoria me aprendí por ser un portento de ha-
: . ! ! :

24 F. TosU Garoíé

bilidad y de erudición el tal documento, en el cual,


•entre otras bellas cosas, h^y un párrafo que dice
Unidos estos tres departamentos, ni ekimperio de los
Asirlos, ni el de los Medos, ni el de los Persas, ni el de
los Macedonios, ni el de los Romanos, podrían compararse
jamás con esta colosal Eepública, siendo de notar que
los referidos departamentos no podrán, ni en el espacio
de un siglo, constituir aisladameute una potencia fir-
me y respetable.
\
Así se piensa, así se escribe y así se habla, se-
ñores, ese elocuente párrafo que acabo de repetir,
vale mucho y demuestra la sabiduría de un hombre
y el mérito de la creación de Colombia
Sin jactancia, debo decir que el tal parrafillo, por
estar tan recargado de citas de historia antigua, pa-
Tece escrito por mí ...
Al llegar á este punto de^. su charla, don Manuel
se encaró con Callejones, y por vía, de conclusión,
añadió -

— ¿Despues.de todo lo dicho y de estos hechos que


no necesitan de comentarios, se atreverá usteíj, don
Agapito, á llamar todavía á Bolívíir dictador vulgar,
enemigo de los congresos, absorvente, ambicioso; cruel,
inútil y que se yo cuántos otros calificativos hirien-
tes de su cosecha de improperios, hacia el capitán
más celebre de los modernos tiempos.? No lo creo
— ¡

"i Baja la cabeza, orgulloso sicarhbro, adora lo que


!

"
has quemado; quema lo que has adorado
Pero como aconteció el imprevisto caso de que
el Clodoveo de las pildoras y los ungüentos, lejos de
humillarse ante el San Remigio de la palmeta, agarró,
montado en cólera, el taburete donde estaba sentado
para pegárselo por la cabeza á su contrincante, en cuyo
brusco movimiento y al alzar el brazo, enseñó su cami-
sa sucia y rota, tuvieron que intervenir el padre y don
Eelipe y para evitar una desgracia, sujetaron, por de-
trás, fuertemente á Callejones.
En tan tirante estado de relaciones entre los dos
ex-com pinches, el generoso Alvarez, lejos de aprove-
-charse de la situación de su contrario para tirarle á
: '

Cñrtbobo JB

mansalva, como acostumbran los cobardes en análo-


gos casos, se limitó á extender el brazo hacia el y
en tono enfático, decirle :


Ya que no quieres arrepentirte como el humil-
de rey de los galos ante la voz del santo arzobispo,
te apostrofaré como Sócrates á su cínico discípulo
Antistenes: / Oh ! Callejones, distingo tu gran soberbia
al través de los agujeros de tu asquerosa camisa ! ,

IV

Kestablecida la calma con no pocos esfuerzos


del presbítero Alegría y del acucioso Carrasquel, y
sentados de nuevo los dos semichiflados patriotas en
sus respectivos taburetes, el ex-cara de Candelaria, que
á duras penas consiguió de don Felipe el favor de
que le cediera la palabra, en fuerza de que iba á
ser muybreve, dijo
—Yo que, indudablemente, soy el decano de
este instituto de penas y martirios, porque tengo
algunos meses más de prisión que don Manuel, me
asombro de la desunión que estoy viendo ahora entre
mis compañeros." Señores, aprendan de mí, que yo
aprendí de Jesucristo, á perdonar.
Ninguno debía de ser más enemigo de Bolí-
var que este capellán y servidor, pofque unos me-
ses antes de la funesta batalla de La Puerta,
se le ocurrió un día sacarme de la tranquilidad y
delicias de mi curato para mandarme en comisión,
junto con los otros tres sacerdotes que también están
aquí, á amansar y á contener á Bóves en Calabozo.
El bárbaro asturiano ni siquiera nos recibió y al
mismo pasar el Guárico y cuando en nuestras can-
sadas muías remontábamos la subidita que hay
para entrar á la ciudad, nos arrebató un piquete
de lanceros y fuimos derecho hacia la cárcel y de
ella nos condujeron aquí, después de la ocupación
de la capital.
;

26 F. TosU García

¿Puede hacérsele mayor mal á un pobre cléri-


go, que el que me hizo á mí Bolívar encargándome de
la tal comisioncita que equivalía á ir á ponerle collar á
un tigre ?
Imposible ; y, sin embargo, ninguno lo admira y
quiere más que yo, y ninguno celebra con mayor
gusto sus éxitos y sus ruidosas victorias, porque yo
me pregunto cada día ¿ si íio triunfamos con Bo-
:

lívar, con quién vamos á triunfar?


Nada tengo que contar sino lo dicho y nada sé,
sino lo que me refiere á hurtadillas don Manuel,
cuando por fortuna nos dejan reunir como hoy.
Todos los horrores que he visto en estos largos
años de cauti^^.rio, la circunstancia cruel de que
ni porque soy un ministro del altar, me he esca-
pado de que me remachen estos pesados grillos,
ninguno de tantos salvajismos me ha mortificado tanto
como el hecho desconsolador de ver la desunión en
maestras filas y á dos viejos amigos y compañeros
fen facha de insultarse y hasta de irse á las manos
por discusiones políticas y x)or la discrepancia en
la apreciación de un Caudillo.
Eso taladra mi alma y aflige mi corazón cien.
veces más que las torturas de los enemigos de la
Patria.
Casi toda la época de la guerra independiente
la he pasado preso, pues parece que todas las cár-
celes se hicieron para mí y todos los grillos se
han forjado para mis piernas, por lo cual sólo me
ocupo de pedir á Dios por la salud del Libertador,
por la definitiva victoria de nuestra santa causa

y más que todo añadió juntando las manos de don
Manuel y «de don Agapito y echándoles la "bendición
— -más que todo, pido á Dios por la unión y har-
monía de los buenos servidores y apóstoles de esa
Caiisa.
—Está muy bien, —
amigo mío respondió Calle-
rencor la mano de don Ma-
jones, estrechando sin

nuel me ha dado usted una lección que no olvidaré
y es bueno recordar, padre Alegría, que esta vida
!

Carabobo _£^

de perros que se lleva aquí y esta situación tan


desesperada en que nos hallamos, ataca á veces el
sistema nervioso, hasta el punto de hacernos co-
meter disparates j violencias impropios de la edu-
cación que recibimos.
—Has vencido, Galíleo — dijo don Manuel Anto-
nio, dirigiéndose al —
padre Alegría, sí, amigo mío, cua-
dra bien recordar ahora esta exclamación que produjo
Juliano el Apóstata, lanzando hacia el cielo con la
mano sangre de su herida, momentos antes de morir,
— sí, mi inteligente capellán, ha logrado usted con
su humilde y persuasiva plática conseguir más que
yo, pues ha apaciguado y liumankado, al excelente
compañero Callejones, haciéndolo entrar en buen
camino y arrepentirse de sus bruscos ímpetus.
— —
Cuánto me alegro de este desenlace observó

don Felipe yo también felicito al padre José Luis
por su buen acierto.
— —
Pero hay que advertir añadió Alvarez son-

riendo que en ese triunfo tengo 3^0 mucha parte
porque le aconseje que se instruyera en la prisión,
como lo^há hecho, ocupándose constantemente en
la lectura de Masillon, Bossuet y Fenelón, que jun-
tos hemos comentado. De seguro que el padre Ale-
gría no hubiera obtenido este gran triunfo en aquellos
tiempos en que por su chabacana oratoria le pasó
el estupendo fracaso en la reunión política cele-
brada en la Cuadra Bolívar, que el mismo don
Agapito debe recordar porque se hallaba presente ....
Entonces era un pésimo predicador, mientras que
hoy ha variado por completo y deleitará á sus
oyentes en el pulpito, cuando tengamos la fortuna
de salir de aquí.
—¿ Y cuándo será eso ?—preguntó Callejones con
reposada voz, dirigiéndose al preceptor, como si no

hubiera ocurrido nada entre los dos, ¿cuando será
ese venturoso día?

—Muy pronto respondió don Manuel y usted—
se convencerá de ello, cuando se imponga del es-
tado actual de la guerra, leyéndole, cOmo le he

^^ F. TosU Garo/a

de papeles, que me ha manda-


ofrecido, la colección
do Benigna durante este ultimo año y que por
orden de fechas tengo coleccionados y escondidos.

¿ Y cómo podremos hacer eso sin que lo noten
y sin infundir sospechas?
—De la manera más fácil —dijo don Manuel
como ahora nos dan permiso durante día para estar
el
fuera de los calabozos, y el padre Alegría acostum-
bra á veces leernos capítulos de su breviario, mañana
sacare el lío de papelitos de seda que tengo oculto
debajo de una laja en el degredo, y el mismo padre,
con disimulo, Ips irá metiendo en el libro á guisa de
marcas para leerlos, como si fueran los pasajes del
santo libro. De este modo, los centinelas que se
hallan en la esplanada no podrán tener sospechas, por-
que diariamente nos ven reunidos aquí oyendo la re-
ferida lectura, con que nos entretenemos.
— —
Magnífico! exclamó el Mudo que se sarandeaba

por entrar en pelea don Manuel es hombre de mu-
x?has trastiendas, así lo haremos mañana pero hoy ;

me corresponde á mí hablar, pues todos lo'^han hecho


menos yo.

Sí, sí —
dijeron todos —don Felipe Carrasquel
tiene la palabra.
El Mudo se aclaró el pecho, y humedeciéndose
los secos labios con la lengua, dijo :


Razón sobrada tuvo mi buena esposa Brígida,
cuando me aconsejaba que no me mezclara en enre-
dos de política ni en achaques de guerra, siendo como
eramos suficientemente acomodados para poder vivir
con holgura y educar á nuestros hijos, á nuestros nie-
tos y bisnietos. No la oí, y por la influencia de mis pa-
rientes los Peralta, y por las simpatías que me inspiró
el ínclito y malogrado general Manuel Piar me metí
de bruces en el fandango, acompañe hasta sus úl-
timos instantes al héroe de Maturín y después que
cometieron la atrocidad y la infamia de fusilarlo,
siendo inocente, me aparte por completo de todo,
pareciendome que se había acabado el mundo y desplo-
mado el cielo. De Angostura salí indignado y me fui
Carabobo S9>

para mi casa á llorar la muerte del egregio mártir, víc-


tima de las ambiciones y de la envidia pero como en
;

Maturín no me dejaban vivir tranquilo las autorida-


des patriotas por los nexos de amistad, compañe-
rismo y admiración que me ligaron á Piar, resolví
trasladarme con mi familia á Cumaná, donde tie-
ne Brígida muchas relaciones y algunas propiedades.
Allá estuvimos algunos meses tranquilos mas en oc-
;

tubre del año 18, después que los realistas derrota-


ron á Marino en Cariaco, los catalanes me denuncia-
ron como agente de dicho general, en Cumaná, y
aunque la tal denuncia fué una calumnia atroz me
redujeron á prisión y en el primer barco que sa-
lió me despacharon para La Guaira, y, aquí me tie-
nen ustedes con mi par de grillos desde hace tres
años y pico, pasando más trabajos que un perro en-
tramojado y viviendo y comiendo porque mi vale-
rosa y excelente Brígida se vino detrás de mí con una
de las hijas á residenciarse en este puerto jjara cui-
darme, acomodan iose en la misma casa que habita
misia Benigna la esposa de don Manuel. Nada más
tengo que decir sino celebrar que por mediación
del padre Alegría, hayan terminado para siempre
los disgustos y riñas entre nosotros : que nos tolere-
mos y aguantemos con resignación nuestras imperti-
nencias y nuestros malos ratos en este infierno, donde
nos estamos consumiendo en vida, es mi mayor deseo
y la súplica que hago á mis compañeros. ^

Muy cerca de las doce serían cuando Carrasquel


pronunciaba estas juiciosas palabras que fueron in-
terrumpidas por la llegada del alcaide, quien á legua
denunciaba su estado de embriaguez por sus gritos
soeces y sus inseguros movimientos.
Era su costumbre en los días feriados, reunirse
después de oír misa, con algunos camaradas á beber
en una fonda que existía cerca de la plaza pero ;

en aquel domingo se dejaba ver por su estado que


se había pasado de la cuenta. \

Tenía dando traspiés, con un pequeño papel de


seda escrito con lápiz rojo en una mano, se acercó
:

30 F. Tosta García

al grupo de fjj^ue nos ocupamos, y tartamudeando,


gritó
— Aquí está el cuerpo del delito, este papel ha
sido descubierto por el oficial de guardia en un do-
ble fondo ó falso del azafate del reincidente y por-
fiado viejo Alvarez. Otras veces lo he jjerdonado,
pero hoy resueltamente le voy á hacer dar 50 vergazos
para que no se repita semejante abuso.
— —
Pero, señor Ceruto dijo el padre Alegría, con

mucha humildad usted es un buen cristiano y un
hombre justo y de buen corazón, perdónelo una vez
más porque el no tiene la culpa desde luego que no
ha cometido la falta.
—:Es lo —
mismo contestó el alcaide pateando de

rabia no lo ha hecho pero le ha mandado decir que
lo ejecute á la vieja lechuza de su esposa, y como
no puedo castigarla á ella, ni impedir que entren
los azafates, porque se le pegarían al gobierno esas
raciones más, por fuerza tengo que pagar con el
pájaro de cuenta que tengo dentro de la jaula. No
hay remedio que se desnude y á amansar el cañón
;

con la barriga !

— —
Por el amor de Dios insi'stió él noble padre
Alegría, arrodillándose ante el beodo al ver el peli-
gro que amenazaba al pobre don Manuel ¡perdó- —
nelo usted, señor alcaide, que eso no volverá á su-
ceder más !

— —
No puedo perdonarlo- rugió Ceruto apretan-

do los x^^ños lo Tínico que puedo hacer en su ob-
sequio es rebajarle la cantidad de azotes, para que no
diga usted que lo desairo, señor cura.
Don Manuel Antonio que durante este breve
diálogo, sorprendido, pálido e inmutado, no había
desplegado sus labios, al ver el chaparrón que se le
venía encima y la resolución inquebrantable que
tenía aquel esbirro de vejarlo y maltratarlo de ma-
nera tan infame, lleno de audacia, de coraje y dé
altanería, extendió el brazo hacia el y exclamó :

— Prefiero que usted me mande á dar cuatro


tiros en vez de escarnecerme de tal manera. ¡Ante
!

Carabobo 3i

Dios y los hombres protesto de semejante atentado


nunca visto ni en los neronianos tiempos
— Miguelete
i
!

gritó fuera de sí el desalmado
Ceruto al oír aquellas dignas palabras.^Coge ocho
soldados y ven con la verga y un mecate, para que
desnudes en el acto á este insolente loco, lo amarres
de barriga en el cañón más grande de la esplana-
da y le des con mano recia 25 zurriagazos !

—Está — respondió con la mayor tranquili-


bien
dad denodado Alvarez — mi ánimo no flaqueará ya
el
que no puedo pronunciar el morituri te salútant, por-
que no está presente el Cesar, me pondré á la altura
de aquel estoico discípulo del sapientísimo Zenón,
"

cuando én medio de los sufrimientos más agudos,


dijo Dolor ¿quíém ha dicho que tii eres un mal?
:

Y se entregó en manos de los sicarios, Y la


bárbara sentencia empezó á cumplirse.
Entre Miguelete y los soldados desnudaron á
emx:>ellones al infeliz preceptor, llevándolo cargado
y desnudo en cueros al lugar del suplicio ;y como
por una oportwia' inspiración cuando quita) an las
ropas á la víctima, don Agapito, que no era hombre
de palabras sino de acciones y que en las circunstan-
'

cias críticas se agigantaba, acordándose de sus bue-


nos tiempos y de sus inagotables, mañas, logró disi-
muladamente ofrecer, en voz baja, á Miguelete un peso
por cada cuerazo de los ordenados, con tal que no
los diera en las carnes de don Manuel sino en el lomo
del cañón, propuesta que tácitamente aceptó el ver-
dugo andaluz,vguiñando los ojos! Por esta salvadora
jugarreta, que x)asó inadvertida para todos y prin-
cipalmente para el tambaleante alcaide, que se fue á
dormir la borrachera, x^udo don Manuel Antonio con-
vencerse- prácticamente en trasportes de grata sor-
presa de la veracidad de lo dicho por el discípulo de
Zenón, quedando en capacidad de afirmar que el do-
lor no era ningún mal, por la sencilla razón de que
no experimentó ninguno, sino un gran resfriado en el
vientre, por el contacto del helado cañón, que no ha-
*
_*£_ F. Tosta Garda
i

bía recibido en toda la mañana, el más pequeño rayo


de sol á causa de la incesante lluvia.
Cuando bajóal patio vestido y simulando ren-
quera complacer á Miguelete, que así se lo ha-
ptira
bía exigido para que no se conociera el engaño, en-
contró á sus amigos todavía sin almorzar y en la
mayor consternación, los cuales, en coro le pregunta-
ron ansiosos
— Cómo fué, compañero
¿ le ?

—Admirablemente-r-respondió en voz baja y se-



ñalando al andaluz Zenón es un hombre eminentísi-
mo que ha dado muy buenos discípulos ....

Y don Agapito es un coloso á quien debemos
— —
admirar dijo el x)adre Alegría él ha sido el autor
del gran milagro. Abrácelo y vamos á almorzar.
— —
Un momento exclamó riendo el boticario
para expansiones nos sobra tiempo. Ocupémonos en
lo principal, que es pagarle el milagro á San Zenón.
Yo no tengo sino diez pesos, resto del regalo que me
mandó el general Páez cuando fui preso para Guayana.
Todos se registraron los bolsillos ^j como hecha
la colecta no logró cubrirse el déficit, Carr^squel dijo :

— Yo le daré una orden para que Brígida le en-


tregue los once pesos que faltan.
— —
Gracias, don Felipe respondió don Manuel
muy tocado —Benigna se los dará.
—No, c^uerido amigo, —observó don Agapito
las demostraciones y servicios se hacen completos,
usted no debe gastar nada sino nosotros. Limítese á
escribir dos líneas á misia Benigna diciéudole que de
ahora en adelante no meta papelitos en ningún falso,
sino que los siga mandando con la nueva fórínula que
indicaré.

^¿ Y quién llevará lo escrito ?

—Miguelete, hombre de Dios, Miguelete, al acto


de ir á recibir lo que le falta, porque estamos en ca-
mino de ganárnoslo ....
!

G^rabobo .
_££

—Kazon sobrada tuvo el Libertador dijo Alva- —



rez en son de broma para haberlo metido en laL
cárcel de Angostura y razón tienen los realistas para
tenerlo aquí con su par de grillos Yenga un. j

abrazo, que usted es un hombre incomparable^

Nada más monótono y rutinario que la vida en


las prisiones. Los noches y las horas van
días, las
transcurriendo con una i^recisión abrumadora, é in-
sensiblemente pasa una semana, pasa un mes y pasa
un año, verificándose todas las reglas, costumbres y
oficios, como si á los hombres y á las cosas se les
hubiera dado ciierda.
Todo se ejecutaba en Las Bóvedas por turnos, á
la medida del compás del tiempo y reinaba en aque-
lla-sombría y pavorosa mansión un fastidio de muer-
te sin ningunas otras intermitencias, sino la de los
ingresos diurnos y nocturnos de nuevas víctimas, que
nunca faltí^ban.
He aquí el eterno programa á las 5 a. m., diana
:

en la esplanada y látigo casi siempre ; á las 6, forma-


ción, lista y resquisa; á las 7, desayuno ; de 8 á 10,
barrido, fregoteo, oficios y entretenimientos á las. ;

12, almuerzo de 1 á 4, oficios y entretenimientos; á


;

las 5, comida á las 6, segunda resquisa y encie-


;

rro en los tres compartimientos; y durante estas-


largas horas nocturnas llamadas de descanso, es de-
cir, desde las 7 de la noche hasta las 5 de la mañana,
insufrible calor por el aglomeramiento y falta de aire,
plagas inmundas de toda especie, desagradables y
malsanos olores, conversaciones inconvenientes entre
los presos desvelados, y ronquidos formidables y pe-
sadillas horribles entre los dormidos en tanto que
;

arriba, en la esplanada, los pasos de la ronda, el aler-


ta de los centinelas y el ruido de las trompetillas de
:

S4 F. Tosta Garda

los fusiles, formaban un concierto sin interrupción


hasta toque de diana, en que volvía á comenzar la
el
invariable escena de la anterior jornada.
Dos días después del nefasto domingo en que
tan mal rato pasó don Manuel Antonio y tan desa-
gradable impresión los demás presos que presencia-
ron el brutal castigo, del cual escapara por el ardid
que conocemos, y que para casi todos pasó inad-
vertido, se hallaba nuestro conocido cuarteto, en
las primeras horas de la mañana, entretenido, como
á veces acostumbraba, en oír lecturas santas y evan-
gélicas.
El padre Alegría, con suma habilidad, de bre-
viario en mano, comenzaba la lectura por algún salmo
en alta voz y luego bajando el diapasón continuaba
leyendo uno á uno los papelitos de seda, que á guisa
de marcas, tenía en el libro y que le había entregado
clandestinamente don Manuel.
Eran muchos, escritos en forma de minúsculos
boletines y contenían las noticias más importantes
de la guerra y la relación de los hechos de mayor
significación.
Al rededor de los cuatro amigos; sin^ llamar la
atención,y cada cual ocupado en algún oficio, se
habían acercado gran numero de presos deseosos de
oír las interesantes nuevas. •

El taimado sacerdote leía de esta manera

"SALMO XXXVIII
—Dije yo en mi corazón, velaré sobre mi conducta
para no pecar con mi lengua. Ponía un candado en
mi boca, cuando el pecado se presentaba contra mi.

"BOLETÍN N- r
"El Centro Directivo patriota de Caracas sabe
de fuente fidedigna las verídicas informaciones si-
:

Carabobo S5

guientes, que se extractan para conocimiento de los


compañeros presos en Las Bóvedas
"Proclamada Colombia y terminadas las sesiones
del Congreso de Angostura, al Libertador no le que-
dó otro camino sino el de asegurar su obra y conti-
nuar la guerra, á cuyo fin se trasladó á Bogo-
tá á abrir la campaña de este ano, de 1820, que se ini-
cia bajo tan buenos auspicios como la cjel año ante-
rior, y que habrá de terminar muy prósperamente para
el definitivo desenlace del grandioso drama de nues-
tra Indei^endencia.
" Al abrirse la campaña, la situación militar es
así: el Capitán General de Quito, el porfiado vi-
rrey Sámano, puede tener un pie de ejercito como
de tres mil hombres y el formidable apoyo de la pla-
za de Cartagena, y á Morillo, que se halla aquí en Ca-
racas enzurronado, y de un humor dé perros, todavía
le quedan en Venezuela, en las distintas provincias,
cerca de 12.000 soldados de las tres armas mientras
;

que Bolívar apenas podrá movilizar al rededor de


8.000, contando con las fuerzas de Páez que son las
más numerosas, con las que están bajo sus inmedia-
tas órdenes y con las diseminadas entre Venezuela
y la Nueva Granada.
" No embargante ello, el golpe de Boyacá está
dado y los jefes realistas que quedan en armas se
baten sólo por amor propio y por honor, pero el de-
saliento más profundo los domina y todos compren-
den que están perdidos;
" El cuerpo de ejercito mandado por el coronel
Salóm, insigne militar y esclarecido patriota que ha
reemplazado al nunca bien sentido Anzoátegui, acaba,
por medio de uña asombrosa marcha deSde Pam-
plona hasta Cuenta, de derrotar á Latorre ha-
ciéndole retirar hasta Merida, con algunas perdidas.
" Sámano tuvo la intención de recuperar el alto
Magdalena y las provincias dé Antioquia y Chocó, á
cuyo fin mandó tres expediciones, las cTiales fueron
completamente destruidas cerca del Peñón y playa
de Barbacoas, por nuestra flotilla, al mando del vallen-
— :

36 F. Tosta García

te comandante Maiz. Perdieron los realistas 600 fusi-


les, muclios pertreclios y dejaron gran número de
prisioneros, de muertos y de heridos.
" También mandó por tierra otra expedición so-
bre Antioquia, al mando del coronel Warleta, compues-
ta de 300 veteranos, la cual fue batida el 12 de febrero,
en Chorros Blancos, por el bravo teniente coronel
Córdova.
" El valle del Cauca ha sido invadido por Calza-
da, al frente de 2.000 hombres, sacados de Quito y de
Pasto, con los cuales ha ocupado á Popayán, cuya
ciudad no pudo defender el coronel Antonio Obando
por tener solamente en ella una guarnición poco nu-
merosa y estar escaso de municiones.
" En vista de tales amagos, el Libertador ha dic-
tado en Bogotá varias enérgicas medidas para au-
mentar el ejercito, entre ellas, que se tomasen hasta
5.000 esclavos de las provincias invadidas, declarán-
dolos libres y reconociendo á sus amos el valor de
ellos en deuda interna de la nación colombiana ....
— —
Padre Alegría interrumpió el astuto Calle-
jones, en voz baja — el oficial de recorrida nos está
viendo mucho desdé la esplanada y se ha puesto la
mano derecha en una de las orejas para oír mejor
lo que usted lee.
—Matutina ligat CMstum qui crimina purgat con- —
testó el lector muy serio y en alta voz, al mismo tiem-
po que cambiaba la marca del breviario por otro
papelito que sacó discretamente del bolsillo de su
sotana prima replet spiítis, dat cenisum tertia morfis.
" Se queja David muy afligido.
*'
Enmudecí y humillóme y me abstuve de res-
ponder aun cosas buenas, con lo cual se aumentó mi
dolor ....
Y persignándose, y como quien masculla un rezo,
continuó

"BOLETÍN N- 2 ,

"El 7 de marzo una gran expedición de


salió
Margarita, al mando de Montilla y Brión, compuesta
Carabobo *t.7

de 14 buques y de 1.300 hombres de desembarco, en-


tre ellos 700 de la legión irlandesa, con ella fué ocu-
pado sin resistencia el puerto de Éíoacha, porque el
gobernador español don José Solís, no queriendo ren-
dirse ni pudiendo resistir, le abandono á media
noche, incendiando algunas casas é inutilizando los
cañones.
" Montilla dejó de gobernador de la ciudad al
coronel Eamón Ayala y salió á someter toda la pro-
vincia y á esperar en el Yalle de Upar una columna
de apoyo que, enviada por el Libertador, debía unír-
sele para libertar á Ocaña.
Como Carmona demoró su marcha y tuvo noti-
"
cias de que el coronel Sánchez de Lima, con fuerzas
de Maracaibo y Santa Marta, marchaba sobre Eíoacha,
regresó Montilla, aceleradamente, para dicha ciudad,
donde se encontró con que los insubordinados irlande-
ses, con el enemigo al frente, no querían combatir
si no se les aumentaban las raciones y aun aumentán-
doselas se negaron á salir, por lo cual el incansable
Montilla, que no necesita de vejigas para nadar, salió
sin ellos y con las pocas fuerzas que tenía derrotó
por completo á Sánchez de Lima, en la sabana lla-
mada del Patrón.
No embargante aquel triunfo, vióse precisado
"
Montilla á abandonar á Kíoacha, por no poder so-
portar por más tiempo á los enganchados irlandeses,
á quienes fué forzoso despachar para Jamaica para
poner término á sus repetidos desórdenes y maldades.
" Libres Montilla y Brión de la compañía de aque-
llosverdaderos facinerosos, que lejos de ayudar difi-
cultaban todas sus operaciones, pusieron rumtjp con
sus buques al puerto de Sabanilla, donde anclaron
apoderándose del fuerte, donde
sin resistencia alguna,
sólo había 20 soldados y un oficial, que fueron cap-
turados junto con 4 cañones y algunos fusiles.
" Tres días después tenían los patriotas más de
500 hombres bien armados, todos voluntarios, entu-
siastas y aguerridos, y con ellos se internaron hacia
;

38 F. Fefsta Garaia

el Cauca y el Magdalena, que dominaron en breve,


poniéndose en combinación, para las operaciones, con
el esforzado coronel José María Córdova, jefe militar
de aquellas comarcas, cuyo subalterno, el activo y
audaz Hermógenes Maza, con 7 embarcaciones peque-
ñas y 120 fusileros, logró, en Tenerife, antes que Córdo-
va llegara, por tierra, sorprender al enemigo y alcan-
zar el más ruidoso triunfo naval, que basta abora ban
obtenido los independientes, puesto que del escua-
drón de 11 buques de alto bordo y cañones de grueso
calibre, que mandaba el comandante de la marina
española, don Esteban Díaz, se apoderó, al aborda-
je, de 9, con su armamento, fusiles y municiones;
voló el más grande, que mandaba don Vicente Yila,
escapándose uno solamente, el cual fué apresado tam-
bién en Sitionuevo, por la escuadrilla de Brión y de
don José Padilla.
" Después de este golpe decisivo, dominó Cór-
dova todo el litoral basta las sabanas del Corozal
y unido con Mon tilla, procedieron ambos jefes á es-
tablecer el sitio de Cjirtagena, tanto por tierra como
por mar ....
— —
Padre, padre dijo don Manuel Antonio en el —
rastrillo está Cerato y mira con atención hacia nos-
otros.
—Deiirn precomur supplices—gritó el lector, aco-
modándose los anteojos y cambiando la marca con.
áisimnio.— Versículos 11 y 12: Señor, levanta de sobre
mí tu azote. A los recios golpes de tu mano yo desfalle-
cí cuando me corregías por el pecado, castigaste tü al
hombre, é hiciste gue su vida se consumiera como
arafíg,
—El hombre se aleja —observó don Felipe muy

alegre cualquiera diría que se ha espantado con el
latinazo y las alusivas palabras del salmo, que pare-
cen escritas para aplicárselas, como un vejigatorio,
en la frente.
— —
Esta noticia sí es gorda exclamó el padre es-
tirando el arrugado papel sóbrelas amarillentas hojas
:

Caraóobo 39

de su breviario — oigan, oigan y regocíjense íntima-


mente :

boletín N- 3.

" Grandes acontecimientos en España favorables


¡

á nuestra Causa !Morillo está dado al demonio des-


de anoche, cuando recibió la noticia, cada patada es un
terremoto y cada terno un cañonazo, pues en lugar
de llegarle la nueva expedición que aguardaba para^
abrir operaciones en contra de Bolívar y reconquis-
tar á la Nueva Granada, resulta que los 22.000 hom-
bres que se hallaban acantonados en la isla de León
y que se destinaban para reforzarlo, se pronunciaron
el día V de enero por la constitución liberal de 1812, se
negaron á embarcarse, y, consecuentemente, Fernando
YII, ha tenido que someterse y jurar dicha constitu-
ción, con lo cual se ha volteado la tortilla burocráti-
ca, ha cambiado por completo el sistema de gobierno
se ha venido abajo el absolutismo odioso que imperaba
y ha desaparecido el tren de empleados que lo sos-
tenía.
"Es indudable que esta revolución trascendental en
la política ibérica, viene á completar el triunfo defini-
tivo de la Independencia, puesto que por los precep-
tos de dicha carta fundamental, se ha visto obligado
el rey á ordenar, por medio de circulares, á sus je-^
fes dfe ultramar, " que pongan en libertad á todos los
españoles y americanos que se hallen detenidos por
causas políticas y que se abran negociaciones en el ac-
to pon los jefes disidentes para poner fin á la larga
y desastrosa guerra que aniquila á las posesiones es-
pañolas en la America del Sur.
" Morillo, montado en cólera, al leer dichas dis-
posiciones, delante de algunas personas, en la casa
de gobierno, exclamó
" Esos hombres que kan hecho firmar tales absurdos
á Su Majestad están locos, no saben lo que mandan,
no conocen el país, ni los acontecimientos, ni las circuns-
tancias. La soltura de los presos es imposible porque
eso sería aumentar las filas de los rebeldes. No me que^
'40 F. TosU GarcJA

da otro camino digno sino el dé pedir d España mi re-


^

levo del mando y cumplir, en lo posible, la segunda^parte


de las órdenes.
Y por virtud de esta norma de procederes, aca-
ba de establecer en esta capital una junta llamada de
pacificación, y lia dirigido oficios con tal fin á los ge-
nerales Pííez, Bermudez, Zaraza, Monagas, Cedeño,
Rojas, Montes, Montilla y al gobernador de Marga-
rita, diciéndoles " que autorizado por el Rey su
:

Señor, quería tratar particularmente con ellos y que


para conseguirlo era preciso que cesara el ruido de
las armas y así daba órdenes á los comandantes de
los diferentes cuerpos de tropas bajo su mando y
también á las fuerzas navales, con el objeto de que
hubiera una suspensión de hostilidades, por el ter-
mino de un mes."
" También despachó Morillo dos comisionados
que fueron á Cucuta y á Angostura á entenderse con
Bolívar y con el Congreso, sobre este punto de las
negociaciones.
" Que contestarán los fiuestros
¿ y que podrá
sobrevenir con este inesperado sesgo que han tomado
las cosas ?
" Nadie lo sabe y hay muchos comentarios.
" La opinión general en Caracas es que, como no
•debe haber ningún arreglo sin que previamente se
reconozca la soberanía e independencia de la gran
república de Colombia, el asunto se quedará en dimes
y diretes, pues á eso no llegará nunca Morillo y
mucho menos el gobierno español.
" Oportunamente les avisaremos lo que ocurra
y
entretanto fe y esperanza que, de un modo ó de otro,
el día de la libertad está cerca."

¿ Que resultará de este enredo
?

preguntó el
presbítero, guardando los anteojos y cerrando el libro,
porque ya se acercaba la hora del almuerzo y tenía
la voz algo tomada de tanto leer—¿ que piensan uste-
des de este inesperado busca-pies ? '


—Pienso contestó enfáticamente Alvarez^ que —
-eso está muy bien pensado y que nuestros jefes
Carabobo 41

deben, parodiando la altiva formula aragonesa, de-


cir á Morillo
:
'
nosotros que separados valemos tan-
'

to como tu; y que reunidos podemos más que tií y


que don Fernando VII, te autorizamos para que le
contestes que si se empieza por reconocer nuestros
fueros é independe}icia, trataremos; si nó, no !
— Y entretanto— exclamó don Felipe Carrasquel,
á quien le había latido el corazón de alegría cuando

se habló de pronta libertad de presos ¿ y si no hay
arreglo, hasta cuándo continuaremos en este purga-
torio ?

T—Hasta la consumación de los siglos, si necesario



fuere respondió con carácter don Agapito — aquí
¡

hemos entrado por cumplir nuestros deberes de pa-


triotas y no debemos salir sino con dignidad !

VI

Llegó la hora del almuerzo ;y mientras los in-


felices presos á quienes mantenía el erario, los cua-
les constituían el mayor número, acudían presurosos
con sus platos de hoja de lata á recibir la diminuta
ración (compuesta de arroz, pescado salado y una ga-
lleta dura como piedra) de manos del cabo de rancho,
que iba sacando las microscópicas porciones de dos
grandes calderos, colocados á la derecha del rastrillo,
^n un rincón del patio, los menos azotados por
él infortunio, los privilegiados que tenían almas
nobles y generosas, que les mandaran de fuera el
suspirado sustento de cada día, íbanlo recibiendo
por turno, en azafates, macutos ó bojotes, que un
ordenanza cogía en la puerta de la calle, que Ce-
ruto registraba minuciosamente en un banco del
cuerpo de guardia (reservando casi siempre para sí
los mejores bocados) y que Miguelete, después de
anunciar á gritos los nombres de los dueños, iba

/
42 F. Tosta Garciá.

metiendo por el buzón del rastrillo, para que otro ,

ordenanza hiciera, respectivamente, el manducatorio


reparto en el interior.
Nuestros cuatro amigos comían en comunidad
y como el azafate que para ellos venía era el más
grande y el mejor abastecido, lo llamaban por guasa
los chuscos "El Navio de San Pedro ;" y á su llega-
da, casi siempre entre chirigotas, le silbaban la mar-
cha real los guardianes y lo saludaban con burras
muchos detenidos, porque á unos y á otros sacaba
las tripas del mal año, por las abusivas rapiñas en el
registro y por las caritativas dádivas que sus dueños
hacían á los juenesterosos, en cumplimiento de una
de las obras de misericordia.
Aquella mañana venía tan apetitoso y abundante
como de costumbre, trayendo, en profusión, hervido
de mero adobo con plátanos tostones; caráotas fritas;
;

papas rellenas huevos sancochados arepas queso


; ;
;

de sincho y dos altos peroles de espeso y oloroso


cacao; todo muy bien condimentado y mejor pre-
sentado, como que salía def las expertas manos de
doña Benigna, misia Brígida y la i'obusta isleña
Mónica, ex-ama de llaves del padre Alegría, feme-
nil triunvirato que se esmeraba hasta la exageración
en el cuido de los seres que personificaban sus
abnegados afectos.
Todos comieron con gran apetito, valiéndose
de cuchillos y tenedores de madera, sobresaliendo en
la lid, como de costumbre, el cura y el Mudo, los
cuales no perdonaron ningún plato; y como tuvo
la particularidad el boticario de haberse encargado
de desconchar y de partir los huevos sancochados, y
de sacar, con asombro general, de uno de ellos, un
roUito de papel de estraza, dentro del cual había
un papel de s,eda escrito, el preceptor le preguntó :
—¿Que significa eso, don Agapito, cómo adivi-
nó usted que dentro de ese huevo venía ese papel
y de que arbitrio se han valido para poderlo in-
troducir sin partirlo? Ya veo que usted se ha me-
tido á brujo y hasta á nigromántico
: .

Carabobo 43

— Que adivinación ni qué brujería


¡
contesto
!

muy serio Callejones, al estirar con sus afilados dedos
el arrugado papelillo —esa sencilla fórmula se la in-
dique yo á doña Brígida en la carta que llevó
Miguelete para el pago y es la receta más cono-
;

cida en la farmacopea de las prisiones se agujera-


:

por un extremo el huevo «rudo, se introduce el


rollito, se mete en el agua hirviendo y al endure-
cerse el huevo y salir el blanco botón, se hace usted
el cargo de que ha guardado su secreto en una al-
cancía con candado.
— —
No hay duda, dijo Carrasquel, abriendo y
levantando por la admiración su inmensa nariz, no
un palmo sino una vara, cuando menos; es innega- —
ble, don Agapito, que es usted un hombre peligroso
y temible hasta en la cárcel y que cuando Dios
amasaba en sus manos la arcilla con que lo estaba
fabricando, al tirar la bolita hacia abajo se sonrió
maliciosamente y dijo " allá les va la flor y nata
:

de los conspiradores ".


— —
Se engaña usted, don Felipe, respondió con

sorna el aludido el conspirador ideal debe ser el
que logre quemar el mundo sin que lo descubran
y yo casi siempre vivo en la cárcel,- lo que quiere
decir que no soy sino un pobre recluta. Oigan us-
tedes lo que dice el papelito
"Muy buena la idea, magnífica y felicitamos-
por ella al autor. Haremos uso de ella cada vez que
tengamos algo urgente que comunicar y entonces
será cuando mandemos huevos sancochados. Nada ha^
venido de Caracas y pagamos los reales á Miguelete.
Ya mandamos arreglar el doble fondo á los peroles
del cacao y quedamos en cuenta de que por ese me-
dio contestarán ustedes". .

— Famosísimo —dijo don Manuel — ya


i !

seguros de volver á quedar en contacto con


estamos
mundo,
el
pues hace muchos días que vivimos como en el
Limbo.

Faltan dos boletines del archivo de don Ma-

nuel observó el padre Alegría, quitándose de los

44 F. Tosta García

labios, con la servilleta, la espuma del cacao con que



asentara el suculento almuerzo hay que leerlos como
sobremesa pues deben ser interesntes é importa que
sepamos lo ocurrido.
—¿No sería mejor dejarlos para mañana?^insinuó
don Felipe, en razón de que sus pesados ojos y su
repleta barriga estaban pidiendo á gritos la acos-
tumbrada siesta.
—No, nó, —respondió don Agapito con vivacidad
—nunca es bueno dejar para mañana lo que puede
hacerse en el acto. El que preso está no se perte-
nece, sabe como se acuesta, pero no como ama-
nece
— Exactísimo —afirmó don Manuel Antonio es-
i !

carbándose los 'dientes con una espina de puerco-es-


pín. Para mañana 'los negocios serios, dijo una vez el
tirano Arquías en medio de un banquete y eso le
costó la vida.
— Explíquenos esa anécdota histórica propuso —
Carrasquel, que quería á todo trance sacarle el cuerpo
á la amenazante lectura, durante la soporífera hora
de la digestión.
—En dos palabras pondrelo al tanto del inci-

dente dijo don Manuel Antonio, complacido de que
le hubieran tocado su cuerda favorita. —
Los domi-
nantes espartanos impusieron á Tebas un perverso
gobernador llamado Arquías, conforme España nos
ha impuesto al feroz Morillo. Aquel polemarca ti-
rano cometió inniimeros abusos y atentados entre ;

.ellos, el de haber desterrado al gran Pelópidas, y


como á» este eminente general no le gustaba andarse
por las ramas, sino matar la culebra por la cabeza,
tramó un plan para libertar á su patria, que consis-
tía en quitar del medio, de cualquier modo, al extran-
jero opresor; y como el tirano fue invitado á un
banquete por Carón, la misma noche en que Pelópi-
das penetró oculto y disfrazado á Tebas á la cabeza
desús conjurados, aliase dirigió con el objeto de
ejecutar su plan.
:

Carabobo 45

En el momento en que Arquías se hallaba en la


mesa, ebrio y rodeado de bellas comensales, llegó un
correo de Esparta con un despacho urgente que le
encargaba leyera en el acto, en el cual venían todos los ,

detalles del golpe que se preparaba en su contra. El


polemarca se limitó á leer la cubierta del pliego y
guardándolo "debajo del almohadón exclamó, : lo ve-
remos mañana. Pocos instantes después entró Peló-
pidas á la sala del festín y quitó la vida al tirano.
— —
Pues á leer pronto— dijo don Agapito después
de ese oportuno ejemplo que nos ha sacado don Ma-
nuel, del inagotable archivo de su memoria, guardar
esos boletines para mañana sería una estupidez.
El padre Alegría se acomódalos anteojos, requi-
rió el breviario y leyó lo siguiente
" Ruidosos triunfos han obtenido nuestras armas
en estos últimos meses del propicio año 20.
" Santa Marta y Cartagena han sido ocupadas
por las fuerzas terrestres republicanas en combina-
ción con la escuadra, y una vez más se han cubierto
de glorias. Padilla, Brión, Montilla, Carreño, Maza,
Córdova, Carmona y Lara.
" El general José Gregorio Monagas, al frente de
1.000 infantes y de 200 jinetes escogidos, atacó y tomó
á Barcelona el 22 de octubre. Retirado el gobernador
Saint-Just, al Morro, fue sitiado y acediado enérgi-
camente, por lo cual abandonó también este impor-
tante x)unto, y se fugó en tres flecheras con los llocos
soldados que le quedaban.

"Con la sublevación del intrépido Guillermo
Navas, en Carúpano, y con la toma de Río Caribe, ha
quedado toda la provincia de Cumaná en nuestro
favor, menos la capital, que caerá de un momento á
otro en manos de Marino y Bermúdez, los cuales
obran en combinación y están completamente identi-
ficados en el noble propósito de salvar á Venezuela,
posponiendo intrigas y rivalidades.
"Después que Morillo partió de Caracas, de-
jando al brigadier don Ramón Correa, encargado del
-Í6 F. Tosta Garc/a

mando, se lia mantenido á la defensiva, y ahora se


halla en Sau Carlos en espera de la respuesta del Li-
bertador sobre el arreglo de un armisticio y un tra-
tado para regularizar la guerra ; y ha tenido que
ir á entenderse directamente con el Presidente de Co-
lombia, porque todos los jefes patriotas á quienes
ha hecho x>roposiciones, le han contestado que no
tienen facultades para ello.
— —
Atención, padre Alegría dijo en voz baja Ca-

rrasquel parece que hay alguna novedad, porque oí
al centinela de la calle anunciando tropa armada y
ahora llegan al rastrillo, Ceruto, con el sable des-
envainado, Miguelete con un par de grillos de los
de á 30 en una mano y el martillo y las chabetas en
la otra, 4 soldados de bayonetas caladas, y un orde-
nanza con una lujosa capotera que han abierto y es-
tán registrando. Debe ser sin duda algún preso muy
distinguido é importante por el aparato con que lo
traen. Ya están quitando los cerrojos al buzón.
El padre cesó de leer, y todos llenos de curiosi-
dad dirigiéronlos ojos hacia el expresado lugar, en
donde efectivamente se hallaba la pavorosa cohorte
indicada por don Felipe, escoltando á un preso que
á poco empujaron por la estrecha ventanilla, como
^ra la costumbre en tales casos, para no darse el
trabajo de abrir toda la puerta y para evitar la difi-
cultad y el peligro que esa dilatada operación pudiera
acarrear. Detrás del preso (que al parecer venía
muy contrariado y era un hombre joven, alto, tri-
gueño, de rostro imponente y aspecto marcial) en-
traron, unos detrás de otros, todos los acompañantes,
también por el postigo, metiendo primero la pierna
izquierda y la cabeza y después, cgn suma destreza
y prontitud, el rí^sto del cuerpo, lo que demostraba
la frecuencia con q9e ejecutaban aquel extraño
ejercicio.
— —
Señores dijo don Agapito con imponderable

asombro me parece que estoy bajo la influencia de
una horrible pesadilla ó bajo el efecto de las extra-
ñas visiones que suelen perturbar mi cerebro. jSi
!

Carabobo ^7

la vista no me engaña, ese individuo que acaban de


meter por el buzón es Luis Reyes
—El es, él es; —exclamó el padre Alegría cerran-
do nerviosamente su breviario y dominado por sú-

bita sorpresa aunque hace muchos años que no le
veo y á pesar de que abundosas hebras de plata
adórnanle el bigote y los cabellos, su fisonon^ía es
típica y no se ha apartado nunca de mi mente.
El es, no hay duda, y su llegada en estos momen-
tos es inexplicable y de mal augurio, pues todos
sabemos que andaba al lado del Libertador, acom-
pañándolo á todas partes, fuera y dentro del país
¿Qué 'habrá sucedido?
Nada bueno, seguramente — observó don Fe-

lipe, á quien por la impresión yel desagrado se le
espantó pesado sueño que abrumaba sus párpa-
el

dos, me atrevería á apostar que nos han pegado
• alguna estupenda derrota. ¿Están metiendo en lugar
de sacar? Bonita cara tienen los tales arreglos y
i

tratados y muy lejos veo el día de nuestra salida !


No es conveniente ser tan pesimistas, amigos
míos —
indicó don Manuel Antonio es en verdad
; —
grandísima desgracia que á última hora haya venido
á caer en manos de nuestros verdugos el intrépido
adalid Luis Eeyes, veterano y héroe incansable de
la magna epopeya. Esj^eremos, esperemos oírle que
acaso su captura no implique ningún fracaso. Al
punto favorable á que han llegado los acontecimien-
tos una espada menos, i>or más cortante que sea, no
'

puede producir la catástrofe y probablemente á;

mi queridísimo como á nues-


discípulo le irá á i)asar
tro abuelo Moisés que después de haber atravesado
el desierto al frente de los suyos, rindió su jornada
á la vista ya de la tierra de promisión, no pudiendo
entrar en ella. Las Bóvedas serán su monte de Nemo
á donde viene á sepultarse junto con nosotros en
vísperas de obtenerse la suprema victoria. La suerte
de los eminentes servidores en el mundo es ilógica
y tornadiza .... No será el primer caso contradic-
4S F. Tosta Garci^

torio que se ha visto en la historia. Nthil novum siih


solé
Durante este diálogo se oíanlos secos y desapa- •

cibles golpes del martillo contra el hierro y luego;

que Miguelete, bajo la inspección de Ceruto, hubo


remachado los grillos á Luis Eeyes y que el ordenan-
za le arrojó en el suelo la capotera con la poca ropa
que traía, se fueron todos, dejándolo en ese sintomá-
tico y conocido estado de anonadamiento, extrañeza,
incertidumbre ó atonía, que experimenta el que meten
en cualquiera prisión, en los primeros instantes de su
llegada

Usted mel 450—fue todo lo que le advirtió el
alcaide, de muy mal modo —
y debe cantar su número
cada vez que le toque en las listas.
Nada más se le dijo, ni dónde debía acomo-
darse, ni quien le daría de comer, ni le ofrecieron nada
de lo que se relaciona con las ingentes necesidades
de la vida. Lo abandonaron en aquel antro como á
un perro, lo aherrojaron para dificultar sus movi-
mientos y quedó como un idiota, mirando el cielo,
allí
oyendo caer monótono chorro de la i^ila del patio,
el
sintiendo batir afuera las olas contra la muralla y
contemplando adentro multitud de espectros, pálidos
y desencajados, que le eran desconocidos y que em-
pezaron á rodearlo, llenos de estupor y de curiosidad.
Insensiblemente, casi sin poder darse cuenta de
lo que le pasaba, sintió que cuatro de aquellos seres
extraños, que parecían habitantes del purgatorio se
le acercaron, lo levantaron con cariño, le ataron una
correa álos grillos para que pudiera marchar con ellos
y casi cargado lo condujeron á uno de los departa-
mentos, señalándole el sitio ó rincón muy obscuro,
donde podía acomodarse mientras se lograba conseguir
un catre ó un chinchorro.
Luis Eeyes se dejó llevar sin proferir una pa-
labra. Se encontraba cohibido e inútil con los grillos,
sintiéndolos enormemente pesados y veía de cabeza á
pies aquellos bondadosos y caritativos compañeros,
y aunque estaba seguro de haberlos conocido, visto y

Jara bobo 49

tratado mucho en otra parte y en otras épocas, la ofus-


cación del momento, la vaguedad de su espíritu,
el tiempo transcurrido sin verlos, el decaimiento fí-
sico y la extravagancia de los trajes en que los hallaba,
todo de consuno se unía para que no pudiera recono-
cerlos de pronto, siendo el boticario el primero en quien
se fijó y á quien, como despertando de un sueño, dijo:
— Pero, don Agapito, qué sorpresa tan grande
¡

me da usted No lo había conocido y lo menos que


!

me suponía era encontrarlo aquí. Y estos otros ca-


balleros ¿ quiénes son ?
— Permítame observarle, mi querido don Luis

contestó riendo Callejones que usted está muy atur-
dido y ofuscado cuando no conoce á su maestro don
Manuel Antonio Alvarez al padre que lo casó, José
;

Luis Alegría y al compañero Felipe Carrasquel, á


quien ha debido ver en Guayana muchas veces ....
— —
Oh sí, es verdad exclamó Luis abrazando
!


cordialraente á todos dispensen y disimulen mi ale-
lamiento pero he entrado aquí sin darme cuenta
;

de nada, pues me sacaron mareado de la bodega del


buque que me trajo hasta La Guaira
y luego como ;

esta es la vez primera preso en una


que entro
cárcel, debo confesar que me he impresionado más
que el día en que hice mi estreno en los campos de
batalla ....
— ¿Y de dónde sales, muchacho? preguntóle —
don Manuel, colocándole con paternal cariño sus fo-
fas manos sobre los hombros —
¿ de dónde han podido
traerte hasta aquí, cuando sabíamos que estabas tan
lejos y que has acompañado, como siempre, al ínclito
Bolívar en todas sus últimas proesas ? Explícanos
pronto este fenómeno para salir de crueles incerti-
dumbres. Habla pronto, porque tu llegada nos ha
caído como un bólido y ha hecho nacer dudas y temo-
res de algún inmenso fracaso.
— —
No, señores se apresuró á responder el recién

llegado mi prisión es un hecho aislado que no per-
turbará en manera alguna el seguro é inmediato
triunfo de nuestra gran Causa. A -estas horas, segu-
•50 F. Tosta Carda.

ramente, debemos estar bajo los efectos de un trata-


do de armisticio, pues de sus preliminares y de la
forma de celebrar una entrevista, se ocupaban Bolívar
y Morillo, á. principios del mes de noviembre, época
en que me separé del primero, para ir á desempe-
ñar una importante comisión á Santa Marta^ relacio-
nada con el plan para apoderarnos de Maracaibo,
antes de suspender las operaciones militares. El ar-
misticio se habrá firmado, sin duda, porque Morillo lo
solicitaba, en razón de que como desea irse para

España, ha pedido su relevo y no querrá, natural-


mente, en tales condiciones, exponer más su vida ni
lo que él llama sus glorias militares; y al Libertador
le conviene también esta tregua, porque durante ella
podrá acomodarse bien, reconcentrar sus tropas y re-
cibir los elementos de guerra pedidos á Inglaterra,
con los cuales piensa dar á los españoles el golpe
de gracia en Venezuela, como se lo dimos en la Nueva
'Granadla con la ruidosa victoria de Boyacá. De
todo esto les hablaré á ustedes mañana y les detallaré
mi desgracia. Ahora no puedo, lo que necesito es
descanso y comida, porque hace dos semanas que no
me alimento sino con agua impura y galletas agrias,
en este infernal viaje marítimo que acabo de hacer.
En vista de esta desgarrante manifestación, nadie
le preguntó más nada. Don Manuel Antonio le ofre-
ció su tarima' para que se acostara y el padre le
brindó parte de la merienda que acostumbraba apar-
tar en el almuerzo para entretener los dientes j au-
torizar el jarro de guarapo de pina que invariable-
mente tomaba alas tres déla tarde.

vil

Al siguiente día de haber llegado Luis Reyes á


Las Bóvedas, amaneció con otra cara, con otro hu-
mor j con el espíritu, si no alegre, sereno y. resigna-
do ante el enorme peso de su inesperada y calamitosa
Carabobo Si

situación. Había comido muy bien y dormido lo


mejor posible, porque la nunca bien alabada doña
Benigna, que sin duda tuvo conocimiento de que le
había llegado un nuevo cliente, mandó por la tarde
la comida más abundante que de costumbre, y ade-
más, una estera, dos almohadas, dos sábanas y una
cobija.
Terminada la rutinaria resquisa matinal, el en-
gorroso fregoteo y engullidos los sendos desayunos,
los cuatro beneméritos patriotas, ávidos de curiosi-
dad, rodearon al antiguo amigo y nuevo huésped ; y
este dio principio á su relación de la manera si-
guiente :

— En la gloriosa campaña sobre la Nueva Gra-


nada, serví á las inmediatas órdenes del intrépido
general Anzoátegui, y cuando á los pocos días de la
acción deBoyacá, tuvimos la fatalidad de que casi
repentinamente muriera aquella lumbrera del milita-
rismo venezolano, el cuerpo de ejercito que el man-
daba, y del cual era yo segundo jefe, fue puesto
bajo la dirección del muy valeroso e inteligente ge-
neral Salom y sin que tuviera niguna inquina ó desagra-
do con este benemérito servidor de la Patria, desa-
parecido Anzoátegui, quise volverme al lado del Li-
bertador, ya que no era posible retirarme del ser-
vicio, así se lo escribí; y el, sin sospechar quizá el mo-
tivo de mi súplica, se dirigió á Salom en tal sentido.
Hablando á ustedes con entera franqueza, debo
decirles, que aunque el nuevo jefe nombrado reunía
todas las condiciones para el puesto vacante, por un
puntillo de vanidad y de amor propio, me sentí en
cierto modo, si no ofendido, por lo menos mal hallado,
en razón de que, apartando á un lado la modestia, me
encontraba apto para el cargo, con tanto mayor dere-
cho, cuanto que por la ordenanza me correspondía
desempeñarlo, aunque hubiera sido transitoriamente,
estando, como estaban, frescos mis laureles de Bo-
yacá, en cuyo campo tocóme la honra de pisar el dis-
putado puente antes que ningún otro j la gran satis-
facción de haber entregado al Libertador al propio
'

^- ^03<a García
_££-

Barreiro, preso que fue cogido por un soldado del


batallón Eifles.
No embargante esta pequeña desazón, con el mis-
mo anhelo, con la misma fe y con el mismo amor de
siempre, por el triunfo definitivo de la gran Causa,
llegue á Cúcuta, donde se encontraba el general Bo-
lívar, entregado de lleno á los preliminares del dis-
cutido j proyectado arreglo.
Al verme, animóse su expresivo rostro de súbita
alegría y frotándoselas manos, me dijo :

—Se presenta usted como de costumbre, muy


a tiempo, amigo Reyes, pues tengo una comisión ur-
gentísima que no puedo confiar sino á un hombre
entendido y de toda mi confianza.
— — —
Mi general le respondí espero, sus órdenes,
cualesquiera que ellas sean, para cumplirlas en el acto.

Bien, empezare por decirle que acabo de reci-
bir un emisario del coronel don Francisco Delgado,
gobernador de Maracaibo, ofreciéndome nada menos
que el pronunciamiento de aquella ciudad por la In-
dependencia, si yo hago que un cuerpo de ejercito
se acerque á la ciudad y lo apoye. Naturalmente
urge hacer esta operación antes de firmar el armis-
ticio, y Urdaneta es el jefe llamado á ejecutarla,
tanto porque es el que se encuentra más próximo,
cuanto porque el, como maracaibero, es muy relacio-
nado y querido en la que se jacta en llamar reina del
lago.
—¿Y cree Su Excelencia—me atreví á preguntar-
le —que esa oferta del gobernador Delgado será de
alguna trampa ó red
buena fe no será
; con malos
propósitos encubiertos ?
—No— —
me contestó sonriendo las cosas han va-
riado de manera muy favorable para nosotros. Los
últimos sucesos de España han venido á complemen-
tar nuestras victorias, el famoso batallón Numancia,
con Heres á la cabeza, ha reconocido al gobierno de
Cplombia y lo mismo quieren hacer Reyes Vargas y
muchos otros importantes guerrilleros realistas. La
hora de la redención americana ha sonado y, al fin,
Carabobo 53

veo coronados mis esfuerzos. Mis instrucciones con


respecto á Maracaibo, son las siguientes usted irá á
:

Santa Marta, Bj-ion le entregará uno de sus buques,


en el cual irá hasta las costas de Coro á ponerse al
habla con Urdaneta, á fin de que mande agentes á
entenderse con Delgado en el sentido que él propone;
bien entendido, que si me veo obligado á firmar el
armisticio, podrá verificarse siempre, la incorporación
á Colombia de Maracaibo, en razón de que no se ve-
rificará por ningún combate, sino por un acto es-
pontáneo de la ciudadanía, que no colidirá con lo pac-
tado en manera alguna.
Esto me dijo el Libertador, y con la celeridad y
precisión que acostumbro, me puse en marcha, cum-
plí al pie de la letra sus instrucciones y cuando re-
gresaba á Santa Marta, muy contento por no haber
tenido tropiezo alguno en tan larga recorrida, fui cap-
turado al doblar el cabo de San Román, por un ber-
gantín enemigo que venía de Panamá para La Guai-
ra, con comunicaciones para Correa, remitidas por
Porras el ex-gobernador realista de Santa Marta, que
se hallaba refugiado en Chagres, después de su huida
de la mencionada plaza.
Así dejo explicada, amigos míos, la causa por la
cual me encuentro aquí, en vísperas de realizarse el
decisivo triunfo de la Independencia.
Miadversa suerte, tanto en lo privado como en
lo público,no tiene ejemplo largos años de la vida
:

pase cultivando mi inmenso amor por Carmen Reque-


na y al poco tiempo de hacerla mi esposa, murió
;

de un modo terriblemente trágico : muchos años he


pasado combatiendo por la libertad y emancipación de
mi Patria y ya en las proximidades del anhelado
;

puerto y de la suspirada cima, en el momento preciso


de alcanzar el definitivo laurel, vengo á sucumbir
moralmente en esta horrible mazmorra, Oh, im-
i

ponderable extensión de mi desventura !

Y como al pronunciar estas últimas frases, dos


gruesas lágrimas de desesperación y de despecho co-
— : —

54 F. rosta García
t

rrieron por las tostadas mejillas del héroe de Gue-


deque, el padre Alegría se le acercó y poniéndole ca-
riñosamente la diestra en el hombro, le dijo

No desespere usted, amigo mío, tenga plena
confianza en el Dios de las naciones que vela por sus
buenos y valerosos soldados. Tenga fe en el desenlace
de este gran drama de que es usted uno de los
más conspicuos protagonistas !

—No hay que — exclamó don Agapito


afligirse
también muy conmovido, por la desesperante actitud
de su amigo y protector —nadie puede responder
del mañana. Acuérdese de lo que le pasó en Angos-
tura á mi excelente compañero el general Juan Bau-
tista Arismendi, que de la cárcel fué llevado en ova-
ción á ocupar la -presidencia. Acuérdese usted así
mismo que, de estas mismas Bóvedas, saqué yo, hace'
muchos años, tres reos de estado que iban á ser
condenados á muerte. Nadie sabe lo que ha de su-
¡

ceder mañana !

—Evidentísimo, —
evidentísimo añadió el precep-
tor, más conmovido que todos, por la honda desola-
ción que aquejaba á su discípulo—^la esperanza,- no
solamente es lo ultimo que se debe perder, sino lo pri-
mero que se debe conservar, porque es el mejor te-
.

soro en las luchas de la vida. Acuérdate, Luis, que


el gran Alejandro, cuando apenas tenía veintidós años
de edad, antes de partir para la conquista del Asia,
á la cabeza de 35.000 soldados, distribuyó entre sus
amigos todo lo que poseía— ¿ Qué reservas para tí ?
— le preguntó asombrado Perdicas. La Esperanza —
respondió el ambicioso hijo de Filipo la esperanza—
que vale mucho más que todo eso !

' —
^Yo no tengo derecho ni competencia para ex-
presarme también como estos señores observó el —
Mudo, para no dejar de meter basa en el palique
pero me atreveré á recordarle, señor general Eeyes,
que en mi tierra hay un refrán que dice " lo que su-
:

cede es lo mejor", " y lo que no puede remediarse debe


aguantarse ". Como de aquí no podemos salir sino
Cnrabobo 55

por el camino de las palomas, lo mejor es tener pa-


ciencia y esperar los acontecimientos.
— —
Muy bien, amigos míos respondió Luis Keyes,
si no convencido por lo menos abrumado porlas ob-
servaciones y consuelos de sus compañeros de prisión.
— comprendo que nada puede hacerse ante el espec-
tro de esta abrumante realidad ¿ pero no tenemos
;

aquí modos de comunicarnos con los de afuera,, para


saber lo que pasa en el mundo y para que sepan '

de nosotros la familia y los amigos ?


— —
En cuanto á eso observó sonriendo el desme-
jorado varón de las eternas citas históricas no te —
jpreocupes, Luis, pues estamos debidamente organi-
zados para saberlo todo y para deoir todo lo que se
nos ocurra y cuando nos fracasa un medio inventa-
;

mos otro en el acto. Ya te convencerás á la hora del


almuerzo cómo meneamos aquí los cubiletes ....
— —
Me alegro mucho de la noticia respondió Re-

yes ¿ podre escribir entonces hoy mismo cuatro le-
tras, para que me las remitan con un expreso á la isla
de Trinidad, á la persona que indicare ?
— —
¿Cómo no, queridísimo discípulo dijo don

Manuel pídele á don Agapito papel de seda; toma
este lápiz, y con disimulo entrarás dentro de cual-
quier calabozo, donde podrás escribir lo que quie-
ras, asegurándote que la misiva llegará á manos de
Benigna y ella te la despachará con toda seguridad
con el primer majbgariteño de confianza de los muehos^
que vienen á La Guaira con sus faluchos.
— —
Magnífico exclamó Luis, en cuyos ojos brilló

un relámpago de alegría bien se conoce que están
aquí viejos veteranos de la revolución emancipadora,.
y sobre todo, que está manejando los bártulos el
hábil y astuto Callejones.
Después que almorzaron, don Agapito acomodó
perfectamente en el doble fondo de uno de los pe-
roles del cacao el papel que había escrito Luis Re-
yes y otro dirigido por don Manuel á su esposa con
las instrucciones del caso. Devuelto los platos y de-
más utensilios y cuando se consideró que había pa-
56 F. Tosía García

sado sin novedad el contrabando, el padre Alegría,


abriendo su breviario, dijo:

— Tengo aquí sin leer algunos papelitos, pero


como ellos se refieren á hechos atrasados, jjropongo
aplazarlos para otro día j que el amigo Eeyes nos
obsequie con noticias más frescas.
Todos aceptaron lo indicado por el presbítero y
Luis se expresó de esta manera :

— Diez años de incesante brega por la libertad


de la Patria, siempre al lado del inmortal Bolívar,
han debido darme, si no lauros, distinciones y hono-
res, por lo menos, mucha experiencia para apreciar
los acontecimientos y para conocer á fondo al exi-
mio jefe con el cual me ,he formado en la carrera
militar.
La creación de la gran República de Colombia,
amigos míos, es de una trascendencia inconmensu-
rable, porque como en la unión está la fuerza, de
tres agrupaciones débiles, se ha formado una enti-
dad poderosa, (jue no solamente resolverá la inde-
pendencia absoluta de Venezuela, Nueva Granada y
el Ecuador, sino "de toda la America del Sur en ra-
zón de que el Libertador (me consta de manera au-
tentica ) anida en su xjrivilegiado cerebro un vasto y
atrevido plan, encaminado á que las armas colombia-
nas, luego que hayan barrido por completo á los
españoles de los límites de su terí-itorio, se dirijan
vencedoras á libertar á todos nuestros hermanos del
continente, aun más allá del Cabo de Hornos, si ne-
cesario fuere.
Para esa magna empresa cuenta con una pléya-
de de generales eminentes, que en estos dos lustros
se han destacado en la máxima lucha.
Cuenta con Sucre, con Páez, con Santander, con
Soublette, con Urdaneta, con Salom, con Marino, con
Bermúdez, con Montilla, y cuenta además con innu-
merables subalternos como Cedeño, Córdova, Lara,
Brión, Padilla, Carreño y tantos otros, que sería
prolijo enumerar, teniendo finalmente en el exterior
Carabobo 5T

á Zea j á López Méndez, los cuales son una fuente


inagotable de recursos. Cuenta con enganchados ex-
tranjeros, que lian venido y vendrán como muy va-
liosa ayuda para la expansión y preponderancia de
Colombia.
—No niego nada de la conveniencia y basta la efec-

tividad de tan famosos planes observó don Agapito,

con cierto desden porcjue el tal don Simoncito se ha
vuelto un brujo y hasta los mayores disparates le re-
sultan asombrosos éxitos pero á mí me parece todo
;

eso un enredo muy grande en el cual no tenemos nin-


guna necesidad de meternos. Convengo en que ayu-
demos á libertar á las naciones limítrofes pero con-
;

seguido el triunfo, lo natural es que cada cual mande


en su casa, puesto que Venezuela no ha de salir muy
bien librada en esa colosal organización. Vale más,
como dice el conocido refrán, ser cabeza de ratón y
no cola de león
— —
Pero en fin de fines, amigo Callejones inter-
vino don Manuel, alzando un poco la voz, á pesar de
que se había hecho el propósito de no discutir más

con el boticario estoy viendo que á usted no le gusta
nada. Enemigo sistemático de Bolívar todos sus pro-
cedimientos los rechaza primero, ló critica por su
;

apego á los gobiernos unitarios y dictatoriales y aho-


ra, rechaza la hermosa idea ele la Confederación Sur-
americana, con gobiernos autónomos en las distintas
regiones. El egregio Bolívar se há remontado á
una altura inconmensurable, ha fundado á Colombia,
ha quebrantado el poder español con la victoria de
Boyacá, tiene á sus órdenes un ejercito invencible,
'

una poderosa escuadra, se propone libertar no ya


exclusivamente á su Patria sino á todas las naciones
americanas de raza latina quiere ser el Libertador
;

de un continente oprimido y todavía hay venezola-


nos que lo critiquen. Razón tuvo Alejandro cuando
en la India, al atravesar el torrentoso Hidaspes, y
haciendo alusión al afecto que sentía por los ciuda-
danos de la capital de Grecia y á los frivolos e incon-
formes que eran, exclamó / Oh, atenienses, cuántos
:
F. Tosti García
_££-

trabajos hay que pasar para contentaros, y qué difícil


es conseguir vuestros aplausos!
— ——
Cada conejo á su cueva! gritó con voz de
trueno Miguelete, desde el rastrillo ordena el capi-
tán Ceruto que despejen el patio y los corredores, por-
que se va á lé un bando á los soldados !

Todos los presos defilaron para sus respectivos


compartimientos, haciendo mil conjeturas sobre lo que
pudiera significar aquella orden inusitada.

VIII

A ñnes del año 14, cuando de la cárcel de Ca-


racas llevaron para Las Bóvedas, entre otros presos,
á don Manuel Antonio Alvarez j al padre Alegría,
doña Benigna^ esposa del primero, y Bruna Kodríguez,
ex-ama de llaves del segundo, acomodaron en el acto
sus petacas y calzándose las zapatillas, siguieron en pos
délos cautivos para atenderlos' y cuidarlos de cerca
en laforma abnegada' y, admirable que conocemos.
Casualmente, la. diligente esposa del preceptor
halló desocupada la misma casa de la calle del
León, donde había habitado en tiempos de Monte-
verde, cuando la primera prisión de su marido y en
ella se instaló con su compañera, pasando la pala-
bra á las numerosas y antiguas relaciones para es-
tablecer de nuevo el acreditado taller de granjerias
en donde se había hecho celebre y ganado lo su-
ficiente, en la referida época, para sostener no so-
lamente á don Manuel Antonio, sino á varios de sus
compañeros.
En esta segunda tanda de su industria de ali-
mentación urbana, tropezó doña Benigna con muchos
inconvenientes, entre ellos, los añitos más que llevaba
en las espaldas, la ausencia tanto de las Tres Gracias
que eran tan trabajadoras, como del irreemplazable ne-
gro Antonio, tan competente para el pregón callejero
Carabobo 59'

y tan minucioso y cabal en sus cuentas ;


pero todo
eso supo vencerlo á fuerza de voluntad, perseveran-
cia y energía, de tal manera, que á los pocos meses el
negocio llegó á recobrar su primitivo auge y las faltas
fueron reemplazadas con ayudadoras de la localidad,
que, bajo su dirección, se hicieron maestras en los
^

respectivos ramos.
Cuando llegó á La Guaira misia Brígida de Ca-
rrasquel, y por afinidad de situaciones trabó amis-
tad muy estrecha con la señora de Alvarez, resol-
vieron las dos mujeres vivir juntas j^ asociarse para
ensanchar el negocio que cada día se hacía má&
productivo, á cuyo fin la nueva socia aportó qui-
nientos pesos que le giró de Cumaná un hermano
realista, comerciante de dicha ciudad, á cuyo car-
go había dejado /su familia, traspasándole sus bienes
para lograr salvarlos de los secuestros.
En este propósito, en la misma cuadra donde se
hallaban situadas Las Bóvedas, lograron conseguir por
módico alquiler una añeja casa de dos pisos con
habitaciones cómodas en la parte alta y con los
desahogos necesarios en la parte baja, especialmente
dotada de muy espaciosos corredores, amplia cocina
y gran homo.
Naturalmente, con este poderoso auxilio y con
las actividades de la catalana que eran sobresalientes,
la industria progresó de manera increíble, hasta el
punto de que en la casa trabajaban más de veinte
criadas entre cocineras, dulceras, molenderas, ven-
dedoras y mandaderas, amen de los expendedores
callejeros y de los rurales que llev^^ban los comes-
tibles en burros con cerones, á Maiquetía, Macuto
y demás vecindarios adyacentes.
En los días á que se refiere este veraz relato,
el femenil trío, formado por la Cordero, la Eam-
brat y la Rodríguez, pues esta última, como socia
industrial, tenía también en las utilidades su tanto
por ciento á fuer de aparejadora de aquella colosal
obra de arquitectura culinaria, de aquella gigantesca
fragua de gollerías. Para el mes de enero del año de
;

GO F. Tosía Gardo,

1821, la empresa se hallaba en pleno auge y el capital


social alcanzaba, por lo menos, á cuatro mil pesos,
en plata enterrada, víveres depositados en la des-
pensa, acreencias en las pulperías y casas i)articu-
lares, y, en cuentas corrientes de entradas y salidas
que se llevaban al contado con los vendedores, no
bajando las ganancias diaras, por unos y otros res-
pectos, á menos de ocho 6 diez pesos, sin contar
la manutención de las dueñas de la casa y el costo
de los repletos azafates que iban para los presos,
todo lo cual podía contarse también como ganancias,
puesto que del mismo cuero salían aquellas correas
Tal éxito se explicaba no sólo por la excelencia
imi)onderable de todos los productos del taller que te-
nían fama y renombre en diez leguas á la redonda, sino
además, porque, sabiéndose como se sabía, el filan-
trópico objeto al cual se destinaba el dinero producido
I)or el referido arbitrio, patriotas y realistas favorecían
, la industria con sus compras y pedidos y era de buen
gusto y hasta de moda, abastecerse de los artículos
que la casa producía, de tal manera, que en los
bailes y tertulias se oía decir, con cierto tonillo de
vanidad, en el momento de los obse(iuios : "coma
usted esa hallaca, que es de las de doña Benigna
pruebe esos bizcochitos que son de los de misia
Brígida; guste ese dulce de cabello de ángel y
apruebe ese manjar blanco que han sido preparados
por Bruna"
Veinte días después de haberse despachado, con
un barquero muy seguro de Cumaná, la correspon-
dencia que de Las Bóvedas recibieron con encardo
de remitirla á Trinidad, se hallaban las dos socias
'

ocupadas en pasar á papelitos de seda la corres-


pondencia que acababan de recibir del Comité de
Caracas, con el objeto de enviarla á Las Bóvedas
en la forma que ya conocemos de los huevos duros
sancochados.
y como tan delicada operación debía
Al efecto,
verificarse enreserva, hicieron áubir al alto, con
Bruna, un anafe con fuego, un perol lleno de agua
Carabobo ^i

para ser calentada y una docena de huevos, ence-


rrándose las tres en la pieza de la derecha donde
.

había una mesa y recado de escribir.


Doña Benigna leía, misia Brígida llevaba la
pluma con su menudita letra española j. Bruna ;

iba cogiendo los papeles á medida que s'e escribían,


los acomodaba en delgados roUitos, que hacía im-
permeables forrándolos con envoltura de vejiga de
ganado, , los introducía en los^ huevos agujereándolos
por un extremo y en seguida los echaba al perol
;

de agua hirviendo, de donde los iba sacando duros


y abotonados.
Oigamos, entretanto, lo que va leyendo doña
Benigna en voz baja:
" Oh vosotros, mártires de la Patria que gemís
!

hace tantos años en los Castillos, en Las Bóvedas y


en las cárceles, enterrados en vida por la mano
implacable de nuestros opresores, animaos y sonreíd
en el fondo de vuestros calabozos, que ya se acerca
el día de la definitiva victoria y de* la anhelada
libertad.
"Oíd los detalles del acto trascendental que
ababa de verificarse en las regiones occidentales.
"El Libertador, después de haber ocupado las
provincias andinas, de las cuales desalojó á don
Juan Tello que había reemplazado á Latorre, se
situó en Mérida con su ejercito. Allí se le incor-
poró el coronel Beyes Yargas, después de haberse
apoderado de las armas y municiones que existían
en la plaza de Carora. Beyes Yargas, como se sabe,
ha sido desde antaño uno de los más empecinados
sostenedores del realismo, y el hecho de que se
haya pasado á nuestras filas demuestra el gran
desaliento que reina entre los enemigos.' Muchos
pueblos y guerrilleros han reconocido al Gobierna
jde Colombia por influja de Beyes Yargas. Bari-
nas fue ocupada por el coronel patriota Antonio
Bomero, y de Guayana llegó á dicha ciudad un
abundante cargamento de armas y pertrechos.
€2 F. Tosía (jarcia

"Morillo, que tenía su cuartel general en San


Carlos, recibióun líliego del Libertador,' proponiéndole
reanudar las conferencias que se habían interrum-
pido por desavenencias de poca monta, é interesado
como estaba el jefe español en que se hiciese el
arreglo para poder embarcarse para su país, á fin
de que, segiín su intencional dicho, no se rompiera
el pandero en sus manos, envió un posta á caballo
aquí á Caracas con instrucciones para queja Junta
de Pacificación nombrase comisionados para enten-
derse con el Presidente de Colombia.
"En consecuencia, dicha corporación designó
para tal encargo al brigadier don Ramón Correa,
Jefe Supremo Político de Venezuela, á don Juan Ro-
dríguez del Toro, Alcalde primero constitucional y
á don Francisco González Linares, los cuales se
pusieron en marcha para Calabozo, con el objeto
de aguardar en dicha ciudad á que el Libertador
llegase á San Fernando de Apure, que era el punto
convenido para la conferencia.
" Pero conío Bolívar no pudo ó no quiso ir per-
sonalmente á San Fernando, pretextando algunos in-
convenientes, dirigió una nueva nota á Morillo con
fecha 3 de noviembre, proponiéndole que autorizase
á sus comisionados para ajustar un tratado de re-
gularización de la guerra, á fin de poner termino
á los crímenes y atentados que en ella se% venían
cometiendo de una y otra parte. Morillo le contes-
tó aceptando y al efecto, hizo venir á sus comisio-
nados al 'cuartel general y se puso en marcha hacia
Carache al frente de los 2.500 hombres que tenía
bajo sus inmediatas órdenes. Allí se cruzaron repe-
tidos o^cios entre el jefe realista y el republicano,
hasta que al fin se convino en una suspensión pro-
visional de hostilidades y este no'mbró para que
representaran al Gobierno de Colombia al general
Antonio José de Sucre, al coronel Briceño Méndez
y al teniente-coronel José Gabriel Pérez, los cuales
aguardaron en Trujillo á los comisionados españoles,
quienes llegaron el 20 de noviembre, alDriendose al
Carabobo 63

día siguiente las sesiones de la Conferencia que dura-


ron hasta el 26, fecha en que quedaron firmados
dos célebres tratados el de armisticio general, que
:

debía durar seis meses, conservando cada parte la


demarcación que tenían sus ejércitos, con la estipula-
ción de que si volvía á comenzar la guerra se daría el
aviso 40 días antes que se abrieran las hostilidades,
y el de regularización de la guerra, por el cual ha
quedado estipulado :
1^ La conservación, buen tra-
tamiento y caiije de los prisioneros de guerra; 2° Que
los desertores de las banderas de una parte que se
aprehendieren bajo los de la otra, no i)odrán ser cas-
tigados con la pena capital y tampoco los conspirado-
res y desafectos ; 3- Que serán bien tratados y se
respetarán los pueblos que fueren ocupados alter-
nativamente por las tropas de los dos gobiernos ; y
4° Que deberán ser enterrados ó quemados los cadá-
veres que queden tendidos en los car^pos de batalla.
"Estos tratados fueron ratificados el día 27 tanto
por el general en jefe de las tropas colombianas, como
por el de las realistas, terminando de manera miste-
riosamente casual la guerra á muerte en Trujillo,
en el mismo lugar donde fué proclamada por Bo-
lívar el año de 1^13, en vista de la imperiosa nece-
sidad de poder anonadar á sus feroces contrarios.
"Ajustados estos humanitarios arreglos, quiso el
general Morillo tener una entrevista con Bolívar y
así se lo propuso por medio de dos comisionados ;

y como segundo aceptó sin vacilar dicha entrevista,


el
se fijó como punto para verificarla el pueblecillo de
Santana, que se halla situado entre Carache y Trujillo,
dirigiéndose ambos generales el mismo día 27 al men-
cionado i)unto, acompañados únicamente por sus res-
pectivos edecanes y por algunos jefes de alta gra-
duación. Morillo llegó primero á aquella histórica
y caballeresca cita de la humanidad y de la concordia,
entre los rudos combatientes de la misma raza, man-
dó adelante cuatro de sus oficiales al encuentro del
Presidente de Colombia y él mismo salió á poco con
sus acompañantes á recibirlo cuando le avisaron que
^4 F. Tosía García

se acercaba. Es fama que al avistarse ambos grupos


Bolívar y Morillo se adelantaron j bajándose de sus
caballos se abrazaron mu}^ efusivamente ; y como
el segundo le presentara después al general Latorre,
Bolívar lo abrazo también diciéndole: General, el
cielo es testigo de la sinceridad con que os abrazo por
lo mismo qu^ hemos combatido tanto ; á lo cual contes-
tó el segundo de Morillo muy emocionado Sed bien
:

venido d mi corazón, porque áj^sarde ser vuestro adver-


sario os lie admirado como valeroso y constante.
"Después de estas y otras galantes frases se tras-
la.daron juntos al pueblo, y Morillo dispuso que se
sirviera una comida militar, en la cual se pronun-
ciaron expresivos brindis por la paz y la reconci-
liación que debía efectuarse entre Colombia y Es-
paña.
" Llegó á tal extremo la expansión y entusias-
mo por la unión 3'- confraternidad, que Morillo
propuso que eti el lugar donde se habían abraza-
do, se erigiera una pirámide, como recuerdo, y se
grabaran en su base los nombres de los comisio-
nados españoles y colombianos que habían concluido
las negociaciones. Aceptada la idea por todos los
'

X^resentes con demostraciones de la mayor alegría,


el Libertador y el General en Jefe realista, condu-
jeron, entre ruidosos aplausos, una piedra angular,
que debía de ser la fundamental de la pirámide y
sobre ella se abrazaron de nuevo con calurosas pro-
testas de cumplir fielmente lo pactado.
"A los pocos días de aquella entrevista. Mori-
llo se embarcó para España con algunos oficiales,
y el Mariscal de campo don Miguel de Latorre,
nombrado para reemplazarle, ha quedado hecho cargo
del ejército del rey, á las órdenes de don Eamón
Correa, jefe superior político de Venezuela, quien
acaba de regresar á la capital con todas estas no-
ticias, halagüeñas para nosotros y muy desconso-
ladoras para los godos caraqueños, que andan como
perritos regañados con el rabo entre las piernas,
en razón de que comprenden que la hora de su
Carabobo 65

espantosa caída est4 cercana. El ejército republi-


cano en Venezuela ha quedado situado en esta for-
ma la Guardia Colombiana, constante de 5.000 plazas
:

y á las órdenes del general Eafael Urdaneta, ocupíu


la margen derecha del río Santo Domingo hasta
la ciudad de Barinas, y desde/ allí, extendiéndose
por Bocono hasta Trujillo : el ejército de Apure,
cuyo jefe es el invencible general Páez, que alcanza
á 4.000 hombres, la mayor parte de caballería, cu-
bre la derecha de este río, desde su confluencia con
el Orinoco hasta la boca del Santo Domingo ; y
las tropas orientales, al mando del intrépido Ber-
múdez, cuyo ntímero es de 3.000 soldados, ocu-
pan la derecha del río Uñare, de modo que al mis-
• mo tiempo defienden las provincias de Barcelona,,
Cumaná y la parte oriental de los llanos guari-
queños.
" Ordenada esta situación estratégica de espec-
tativa, el Libertador se ha marchado para Bogotá,
con rumbo á Quito, dejando encargado del gobier-
no al doctor Juan Germán Eoscio, Yicepresidenté
de la Eepública, quien salió desde Guayana, donde se
encontraba, para situarse en Cúcuta, lugar designado
para la residencia transitoria del gobierno, por razón
de que allí se reunirá en breve el gran Congreso
constituyente de Colombia, según está decretado.
"Todo, ijues, anuncia que de una manera ó de
otra, saldrán ustedes pronto, muy pronto, á respirar
el aire libre y á disfrutar la recompensa de tantos
sufrimientos y de tan prolongados martirios y como
;

corolario de estos informes, y como señal evidente


de que la paz se impone, es bueno que sepan, fi-
nalmente, que hace días han llegado de España y
se hallan en Caracas, los comisionados españoles,
que vienen á tratar con plenos poderes, el punto
concreto de la pacificación de las colonias surameri-
canas. Los designados para Venezuela son el briga-
dier de la real armada don José Sartorio y el capitán
de fragata don Francisco Espelius y i^ara lo que en
España llaman todavía ixino de Santafé, al capitán de
CABABOBO 5
:

gg F. rosta. Carda

navio don Tomás Urreche j el de fragata don Juan


Barry, total, cuatro rudos marinos convertidos en di-
plomáticos de la noche á la mañana, seguramente
porque los consejeros del rey don Fernando YII,
habrán pensado que á este borrascoso mar de nuestra
política, que á este océano de lágrimas y de sangre,
no se debía mandar en son de arreglo, sino á
hombres acostumbrados á combatir las tempestades
y á huir de los escollos
" De todas maneras el Venturoso día de la gran
solución se aproxima.
"La Independencia será un hecho indefectible,
ó en el campo de las negociaciones ó en el campo
de batalla.
" Unos meses más y llegaremos á la anhelada
i

meta!"

Uf —
exclamó doña Brígida soltando la i)luma,
!

y sudando la gota gorda por el encierro, por el


natural calor de La Guaira, por el cercano anafe encen-
dido, y por tan prolongada labor caligráfica supongo —
que nosotras también hemos llegado á la suspirada
meta. Tiene bemoles el tal boletincillo
\ !

— —
Es verdad contestó niisia Benigna, quitándose
los anteojos y también sudando á chorros es uno —
de los más largos que hemos despachado.
— —
Ya lo creo dijo Bruna, haciendo á la carrera la

ultima envoltura ha producido doce papelitos es-
critos por ambos lados y de seguro que no hubieran
cabido en los 6 huevos, si no se me ocurre meter dos
rollitos en cada uno de ellos
Terminada la operación, bajaron á la cocina á
despachar los azafates, y como vieran en el corredor
principal dos baúles, una caja y varias maletas, que
una criada guardaba, misia Benigna le preguntó con
extrañeza
— Qué significa eso Micaela, de quién son esos
¿
corotos ?
—Son de una extranjera á quien he hecho pasar
á la sala, porque dice que le interesa urgentemente
liablar con usted.
:

Caralípbo <?7

— Y quién ha traído ese equipaje


¿ ? ^

—Dos marineros á los cuales ella pagó y des-


pidió diciendoles que iba á llegar aquí.
—¿Pero quien será esa extranjera y que dignifi-
cará esto — inquirió la de Alvarez en
? colmo de
el
la sorpresa.
—Ella está esperando, misia Benigna, casi ende
el instante en que usté subió para elalto — contestó
la fámula — díjele qué usté estaba ocupa y respon-
dió en su media lengua que aguardaría. Dentre
á la sala y la verá. Es joven y muy buena moza
y me apuntó su nombre en este cartoncito pa que
se lo diera.
Misia Benigna púsose los anteojos y leyó
3IÍSS Diana Nelson.
—¿Diana Nelson? —
dijo rebuscando en su imagi-
nación — no conozco ni la he oído nombrar nunca.
la
Debe ser por el aijellido alguna inglesa, acaso hija
ó hermana del Nelson que según contaba siempre
Manuel Antonio, ganó á los españoles y franceses
reunidos, la famosa batalla de írafalgar. Yamos á
ver quien es esa Miss y á saber que busca por estas
tierras ^ , •

IX

Cuando misia Benigna entró á la sala, la miste-


riosa hija de Albión, que estaba vestida elegantemen-
te y era muy hermosa, alta, de ojos azules y cabellos
rubios, se puso de pies con mucho garbo y tendién-
dole cariñosamente la mano, preguntó :

— ¿ Es usted la señora Benigna Cordero de Al-


varez ?
—Atenta servidora de usted. ¿En que puedo
serle útil?

^Acabo de desembarcar y vengo á ponerme com-
pletamente á sus órdenes.
68 ^
F. Tosía García

—¿ A mis ordenes ? —
repitió muy admirada la
buena esposa del preceptor, mirando de hito en hito

á su encantadora visitante ¿pero quién es usted,
con quién tengo el honor de hablar?
—Yo soy la persona á quien usted mandó una
carta de Luis Reyes á Trinidad, con el aviso de
que había tenido la desgracia de caer prisionero, y
de estar sej^ultado en Las Bóvedas de este puerto.
—Pero esa persona —
contestó misia Benigna
cada vez más asombrada —
según entiendo no se
llama Diana Nelson, sino Estefanía Carguera, ni
mucho menos- es inglesa, sino, más que venezolana,
ínclita heroína, de quien se habló mucho y andaba
en traje varonil con el nombre de Víctor Eómber,
cuando el ejército patriota llegó derrotado á Caracas
después del desastre de La Puerta y siguió para
Oriente, junto con la emigración.
—Pues esos tres seres, en apariencia distintos,
— respondió riendo la fingida inglesa —
constituyen
una sola persona. Estefanía Garguera tuvo en un
tiempo, que convertirse en Víctor Eómber, para com-
batir por su honor y por la Independencia de su
Patria, y ahora ha tenido que disfrazarse de Diana
Nelson, para venir á La Guaira sin ser conocida á
cuidar .á su novio al lado de ustedes y á procurar
su libertad de cualquier modo.
— Brava mujer
i
!

exclamó entusiasmada misia
Benigna, cerrándola entre sus largos y huesudos

brazos sea usted bienvenida á esta casa en donde
tendrá puesto de preferencia y vivirá con nosotras
como en familia.
— —
Mil gracias, señora respondió Estefanía con

calor no aguardaba yo otra cosa de usted, sabiendo
como sé que es una benemérita y antigua protectora de
los XJatriotas presos, para los cuales ha sido y es, más
que un paño de lágrimas, una especie de Providen-
cia humana. Me constituiré en su ayudanta y, se;

lo repito, trataremos por todos los medios de traba-


jar en favor de nuestros amigos; eso sí, debo con-
tinuar de incógnita y bajo el mismo nombre, hacién-
:

Carabobo 69

dolé creer á todos que soy una simple huéspeda de


la casa, que pago mi estipendio y que Le venido
en recorrida por estos países suramericanos, como
agente ó comisionada de una casa de modas de
Londres. Afortunadamente en los años que he pa-
sado en Trinidad he aprendido muy regularmente
el ingles, y el conde -de Zurbarán, me ha propor-
cionado dinero suficiente para lo que se pueda nece-
sitar.
—Magnífico —dijo con exaltación misia Benigna
— así lo haremos, pero, entretanto quiero presen-
tarla á mi amiga y compañera doña Brígida de Ca-
rrasquel, que fué la que buscó el falucho para mandar
á usted la carta á Trinidad. Con ella y con Brupa,
,


no podemos guardar secretos y saliendo al corredor
hizo una señal llamativa con la mano á la aludida,
que estaba no muy lejos, en observación y llena
de curiosidad.
Hecha la presentación, la catalana mirando de
pies á cabeza á la celebre heroína, dijo
—¿Cree usted que yo no la conocía de fama?
En Oriente se ha hablado mucho de usted, como
en Occidente y en el Centro se habrá hablado tam-
bién de Juana la Avanzadora. Las mujeres guerre-
ras llaman mucho la atención en el mundo. Yo
no era patriota, tanto por mi origen como por mis
ideas pero se metió Felipe, y á pesar de haberlo
;

hecho contra mi voluntad, tuve que seguirlo y aquí


me tiene usted en la brecha. Por el y por Eufino
Peralta, su íntimo amigo y pariente, la conocía yo
á usted de fama pues ellos se la pasaban hablando
sin cesar en mi casa de sus sobresalientes méritos
y proesas y á propósito ¿ que ha sido de Rufino
;

últimamente ?
—Ha estado siempre al lado del general Santiago
Marino, calmando los ánimos y procurando vencer,
con su gran talento, el espíritu anárquico que por
desgracia domina á los jefes orientales. Como Bo-
lívar, con suma habilidad, para terminar las frecuentes
riñas, separó últimamente al perro y al gato llamando
tO ^
F. 7osta Garda

á Marino para Occidente, con parte del ejército orien-


tal, con él marcho Eufino, ocupando el honorífico
puesto de Jefe de Estado Mayor del ejército expedi-
cionario, quedando otro ejército á las órdenes de Ber-
múdez, el cual cubre la línea de defensa, desde las
márgenes del río Uñare hasta las del Guanape, en
cumplimiento de las disposiciones del armisticio de
Santa Eosa. ,

—Si no se ofrece —
más nada gritó Bruna desde
el —
pasadizo interior voy á acomodar los azafates
para despachar el almuerzo.

Aguarda un instante mujer, que falta un hue-

vo por sancochar le respondió doña Brígida, y di-

rigiéndose á Estefanía, añadió escriba dos palabras
en uno de esos papelitos de seda para que el ge-
neral Eeyes sepa su llegada.
No se hizo repetir la oportuna indicación Estefa-
nía, y ála carrera escribió lo siguiente :

" Luis mío aquí me tienes.


: Al recibir el aviso
de tu prisión, no pude contenerme y me vine en el
mismo falucho que me llevó la carta.
" Aunque tú no me llamabas en ella, conociéndo-
me tanto como me conoces, has debido suponer que
no me quedaría tranquila.
" ¿ Cómo podía quedarme ?
" Imposible
i
En el acto llamé á Teresa y á su
!

padre, buen conde de Zurbarán, á aquella noble


el
mujer que ha sido para mí como una cariñosa her-
mana, y á aquel cumplido caballero, que me ha tra-
tado como un padre, y les hice saber mi resolución
de venirme á tu lado arrostrando todas las conse-
cuencias. Muchas prudentes reflexiones hiciéronme
una y otro, pintándome los peligros y dificultades
con que podría tropezar aquí, mas conio vieron que
era firme mi propósito, y les dije que iba á cambiar
de nombre y á llegar á una casa de respeto, para
estar cerca de tí convinieron al fin en dejarme venir,
;

entregándome el conde dos paquetes de onzas de oro,


de á 50 cada uno, para gastos de viaje y demás nece-
sidades que se me ofrecieran.
!

Carabobo 7i

" Oh mi querido Luis, con lágrimas e inmenso


!

dolor me separé de aquel agradable asilo, donde me


dejaste y de aquella incomparable gente á cuyo lado
he pasado más de seis años, tratada á cuerpo de reina,
Y con más esmero j atenciones que si mi propia fa-
milia hubieran sido
" Pero
¿ qué quieres ? Con la noticia de tu pri-
sión, que me cayó como una bomba, mi vida en aque-
lla isla hubiera sido un martirio y aquí está, en cam-
;

paña de nuevo, no el Inglesito, sino la hujlesita que


te manda mil besos, abrazos y recuerdos y que se ;

firma Diana Nelson.


:

Preparada esta carta ijor Bruna en la misma for-


ma que el boletín de noticias, fué metida en el esférico
buzón de las dos sustancias alimenticias para que lle-
gara á su destino y luego que se despacharon los aza-
;

fates, el ama de la casa, dirigiéndose á Estefanía, dijo :

—Ahora, vamos á almorzar nosotras y mien- ;

tras ponen la mesa, y un criado sube su equipaje á la


pieza contigua, que es la destinada para usted, ope-
raciones que respectivamente dirigirá doña Brígida y
Bruna, quiero que visitemos nuestro taller de gran-
gerías para que pueda formarse una idea exacta de
la mansión á donde la han traído las imprevistas cir-
cunstancias de la' vida.
— —
De mil amores, excelente amiga respondió la
recién llegada, empezando á bajar las escaleras mu-- —
cho deseaba yo conocer esta célebre colmena, donde
trabajan tantas abejas humanas para un fin tan san-
to. La fama del benéfico plantel industrial, que us-
ted dirige con tanto afán y acierto, ha llegado hasta
Trinidad y muchos venezolanos me han hablado con
frecuencia de él, ponderando sus bondades y lo ad-
mirable de su organización.
El golpe de vista que se ofreció á los ojos de
Estefanía, luego que junto con su compañera, atravesó
el patio principal y el comedor, fué de los más curiosos
é interesantes.
En los dos corredores laterales había un en-
jambre de trabajadoras de diversas edades y colores^.
7-g F. Tosía Garda

que cliarlaban, reían y cantaban llenas de sana ale-


gría, al mismo tiempo que en bancos, en mesitas, ó en
bateas, unas de pies y otras sentadas, rayaban co-
cos, batían melados, hacían picadillos, pilaban y
molían maíz, pelaban papas y frutas de distintas
clases, torcían tabacos, rellenaban chorizos, y buti-
farras, amarraban hallacas y' hallaquitas, llena-,
ban botellas de carato, caratillo j chicha, pica-
ban gofios, encanelaban platos de manjarete, chicos y
grandes ó sea de á medio, de á cuartillo y de á huevo,
envolvían pelotas, llenaban moldes de jaleas' de gua-
yaba, de membrillo y de mango, cortaban trozos de
tequiche y de conservas de cidra, de ajonjolí, de maní y
de coco, bien de la quemada, de la granosa 6 de la melco-
chuda, preparaban caramelos, turrones y golosinas
variadas para abastecer los azafates de las vendedo-
ras urbanas y los barriles de los -repartidores rurales.
En la cocina había otra legión de criadas, ten-
diendo arepas y arepitas en los budares, tostando
café, hirviendo distintos guisos en ollas de tierra,
friendo empanadas y rosquitas, horneando bizcochi-
tos, almidones, golfiados, panes de Tunja, bizcochuelos,
y acemitas, sancochando mapueyes y condimentando
manjares y platos diversos, jpara todos los gustos y
para todos los bolsillos.
Cuando Estefanía hubo contemplado absorta aquel
movimiento, aquella activa labor y tal variedad de ar-
tículos y de producciones de manducatoria, con sin-
cera admiración y moviendo la cabeza, exclamó :

— Oiga usted, misia Benigna, esta Causa nuestra no


puede perderse cuando tiene mujeres como usted y como
sus dignas colaboradoras. Estoy encantada de este
cuadro animador y elocuente que equivale á una ba-
talla que se libra aquí diariamente por el deber y por
la filantropía. ¡Venga un abrazo y mi más calurosa
felicitación para la matrona insigne, venerable y dig-
na, que bien merece puesto de honor entre las mu-
jeres celebres de la biblia y entre las ponderadas es-
partanas !

Cara bobo 73

— —
No merece mi conducta tantos elogios respon-
dió casi llorando por la emoción la modesta consorte
del mártir don Manuel Antonio nsted sí, señorita
\

Gargiiera, merece bien ser imortalizada por la lira del


poeta y la pluma del historiador, usted, la mujer au-
daz, valerosa y temible, que después de haber com-
batido tanto por la emancipación de su país y por
su honor, deja hoy de nuevo el trauquilo refugio don-
de la llevara la suerte, para venir una vez más á la
lucha, por el deber triple y santo de venezolana, de
patriota y de amante! Esa conducta suya sí que
merece loores y alabanzas.
Después del almuerzo, ocupóse Estefanía, ya
instalada en su cuarto, en el acomodo de su ro-
pas y enseres, tarea que siempre es imi^ortante.
Luego descansó algún. tiempo en la cama, y ya cerca
de las seis de la tarde, cuando regresó de Las Bóve-
das el criado con los platos y demás envases donde
llevara la comida, en el mango de uno de los peroles
de doble tapa, se encontró una carta de Luis para ella,
que decía así :

" Diana de mi almaque sorpresa tan agrada-


:
¡

ble y al mismotiempo, que temor tan grande me


acomete al saber que estás en La Guaira, al al-
cance de nuestros enemigos !

"Oh genio y figura hasta la sepultura


I No has
!

cambiado, á pesar de tfin largo tiemjDO de apacible re-


tiro y eres siempre tan buena y generosa conmigo, que
á la noticia de mi desgracia has volado á socorrerme
como lo hiciste con tu imponderable valor en tantas
ocasiones críticas, durante nuestras primeras cam-
panas.
" Me salvaste cerca de Casupito, después de la
derrota de La Puerta me salvaste en Aragua de Bar-
;

celona, y, sobre todo, jamás podre olvidar la manera


noble y gentil como vengaste en Tacarigua los. ultra-
jes y la muerte de mi inolvidable Carmen. Ese día
subiste tan alto en merecimientos para mí, te veía tan
grande y generosa, que llegue hasjja á compararte con
!

74 F. Tosta García

María Santísima. No te rías, porque, fue la pura


verdad, esa acción fué digna de una santa, de una
diosa
" Aliora acudes una vez más á salvarme ó con la
intención de salvarme.
" Ojalá que puedas conseguirlo, pues, francamente
es inmensa la contrariedad que experimento al en-
contrarme aquí como enterrado en vida, después de
haber combatido tantos años y cuando ya asoma en el
horizonte la esplendente aurora del coronamiento de
nuestra magna obra.
"Aquí tienes un aliado fervoroso, inteligente y
duclio, don Agapito Callejones, quien te conoció y
apreció tus extraordinarias cualidades en la aciaga
marcha hacia el Oriente, y especialmente en el sinies-
tro de Tacarigua, donde al par que á la mía, vengaste
á su familia. El te saluda con el mayor afecto y se
pondrá en correspondencia contigo, por este órgano,
para todo lo que sea preciso hacer. Al saber tu lle-
gada, lleno de placer me dijo : "llegó la avispa al
melado, ya tenemos todo lo necesario para una eva-
sión, yo dirigiendo el pandero desde adentro, Migue-
lete de nuestra parte y afuera, Estefanía en campaña^
;

con dos mil pesos en oro y con la misma audacia y


arrojo de sus primitivos tiempos."
" A tu clara inteligencia no debe escaparse que los
días son propicios para cualquier plan que se fragüe,
pues con motivo del armisticio que nos comunicaron
en días pasados desde la explanada, nos han aflojado
la cuerda del rigor, la vigilancia es muy poca y las
requisas han disminuido hasta el extremo de que ayer
no pasaron ninguna. Esta gente está completamente
desanimada y comprende su próximo derrumbamiento.
Especialmente Ceruto, que según el informe de los
compañeros, era antes una fiera, ha cambiado por
completo y desde que supo el embarco de su antiguo
jefe Morillo, no cesa de decir, sobre todo cuando está
ebrio, que él está de más en Venezuela y que va á pe-
dir su licencia para embarcarse también, porque á
esta tierra se la*llevó el diablo.-
Garabobo 75
^

"En cuanto á Miguelete, como te dije, es de tal


manera nuestro y ove tanto las indicaciones de don
Agapito, que desde la semana ¡jasada estamos algunos
durmiendo sin grillos, jjorque él les ha aflojado los
remaches y limádolos hábilmente, de modo que nos
es muy fácil quitárnolos y ponérnolos cada vez que
nos da la gana, lo cual, por su puesto, no hacemos
sino de noche para que nadie se entere de este bendito
fraude que debemos á la astucia de Callejones y á la
benevolencia inusitada de Miguelete, á quien los acón
tecimientos y el boticario han logrado cambiar de
manera sorprendente, puesto que los dos están á par-
tir un higo.
" Me
apresuro á darte estos detalles para que no
pierdas tiempo y te hagas cargo de la situación y te
convenzas de que has llegado muy á tiempo.
" Nada más tengo que decirte porque te conozco
y estoy seguro de que de una manera ó de otra, te veré
y te abrazaré muy pronto."
Largo tiempo estuvo Estefanía meditando des-
pués de haber leído y releído la anterior carta, y al
fin rendida por si sueño y por las emociones de tan
accidentado día, se acostó en su lecho, exclamando :

—Durmamos esta noche que mañana al amanecer,


daré principio á mi plan y comenzará mi labor.
He venido á libertar á Luis, y querer es poder
i
!

Algunos días después de los sucesos narrados en


los anteriores capítulos, ó sea en la mañana del 10 de^
febrero del mencionado año de 1821, Domingo de Quin-"
cuagésima, aniversario de San Guillermo de Aquita-
nia,iban tres viajeros á caballo precedidos de un ba-
quiano, también ecuestre, subiendo lo más ligero que
les era posible, la empinada y torcida cuesta que de
Mamo conduce al pueblo de Carayaca.

76 F. Tosta Garda

El traje ele los jinetes compuesto de chaquetas j


pantalones de dril crudo, los aperos de las bestias, las
pistolas que llevaban en las cañoneras y las cobijas que
en las ancas llevaban, eran completamente nuevos j ;

por ciertos detalles se dejaba comprender que todo


liabía sido preparado á la carrera.
Por la animación e interés con que hablaban
aquellos tres individuos, que no eran otros ( como
ya lo habrán sospechado los lectores ), sino nues-
tros buenos amigos, Luis Reyes, don Agapito Ca-
llejones y don Felipe Carrasquel, se comprendía
que acababan de ejecutar alguna acción ruidosa, al-
gún lance de contrabando para haber conseguido fu-
garse de Las Bóvedas. ¿ Cómo se explicaba aquel fe-
nómeno y cómo habían logrado obtener su libertad ?
Acerquémonos a los prófugos que por el hilo de
su conversación sacarenios sin duda el ovillo de su
evasión.
—Francamente, señores —
decía el Mudo, talo-
neando muy embullado su cabalgadura no creí nun- —
ca que la cosa pasara tan felizmente y debo confesar
que fue con el credo en la boca, como me resolví á úl-
tima hora á acompañar á ustedes en el atrevido y
arriesgado i)lan de fugarnos, por más que se me ase-
gurara que todas las avenidas estaban tomadas y que
no podía haber ningún peligro. Me veo aquí y me
parece un sueno. Que tontos fueron el padre Ale-
¡

gría y don Manuel Antonio, al no querer acompa-


ñarnos !

—Y doblemente tontos — observó don Agapito


porque yo les expliqué minuciosamente el plan, ma-
nifestándoles que no habría el menor riesgo, desde que
Miguelete me aseguró que el mismo Ceruto estaba
convenido en echarnos fuera á media noche, vestidos
de soldados y figurando ronda, si le dábamos cua-
renta onzas que necesitaba para embarcarse al obtener
su licencia que había pedido y como el compromiso
;

era entregarlas cuando estuviésemos en la calle,


junto con las veinte ofrecidas á Miguelete, claro esta-
Carabobo 77

ba que el golpe era manso j que no podía abrigarse


el más ligero temor
—El motivo por el cual don Manuel y el padre
se quedaron en Las Bóvedas —
dijo Luis volteando el
rostro hacia sus compañeros, porque iba marchan-
do delante de ellos y detrás del baquiano lo sé yo—
perfectamente, pues ellos me hablaron con toda con-
fianza " débiles, enfermizos, casi inútiles por tantos
:

años de prisión y no siendo hombres de campaña, al


haberse resuelto á salir con nosotros hubiera sido sin
duda para ir á esconderse en alguna casa, con pro-
babilidades de ser descubiertos y denunciados y pri- ;

sión por prisión, era lo mismo, por lo cual preferían


quedarse en la que ya tanto conocían "; y cuando eso
me observaron convine en que i^ensaban muy bien.
¿ No lo creen ustedes ?
— —
Claro que sí contestó don Felipe muy contento
de que se le contara entre los hombres de acción yo
mismo que sé pasar trabajos, que he andado siempre

á caballo y que he sido subalterno de un general tan
octivo como Piar, á pesar de no tener tantos años de
cárcel como ellos, me siento estropeado, me duele la
cintura y el cogote por el inusitado agetreo, con la
circunstancia rara de que anoche, cuando llegamos á
la casa del Peñón, donde la providencial Miss Diana
Nelson nos esperaba con el guía y los caballos ensi-
llados, sin tener miedo en absoluto, se lo juro á uste-
des, y solamente por lo ligero que anduvimos hasta
llegar al lugar mencionado, y por la fuerte brisa del
mar, sentí un vahído y luego un temblor nervioso que
me impidió por largo rato poner el pie en el estribo
para montar en el caballo. Pero qué mujer aquella,
tan noble, tan valerosa y tan previsora nada nos ^fal-
;

tó, llegando su generosidad hasta entregarnos á


cada uno una capotera con dos mudas de ropa inte-
rior, un porsiacaso lleno de bastimento y cinco onzas
de oro para nuestros gastos de viaje, además de todos
los grandes servicios que nos había prestado. ¡Di-
choso el compañero Keyes que tiene esa joya por
prometida y que pudo estrecharla en sus brazos por

7^ F. TostA Garda

tan largo rato en la despedida dichoso el mortal


;

que posee el amor y el corazón de semejante mujer !

— — —
Es la verdad exclamo Callejones lo que aca-
ba de hacer i^or nosotros la célebre heroína, que tras
de ese seudónimo se oculta, es increíble y merece
nuestra eterna gratitud. Esta bella acción unida á
laque ejecutó en Tacarigua, cuando el siniestro de mi
inolvidable familia, esos procedimientos constituyen
para mí una deuda eterna y sagrada que no pierdo
la esperanza de poderle pagar algún día con creces.
—Y —
eso que ustedes no saben lo mejor dijo Luis
bañado en agua de rosas al oír los elogios que se ha-

cían tan justamente á su amada á última hora que-
ría venirse con nosotros y tenía en la casa un traje .

de hombre y un caballo listo. Naturalmente, me opu-


se enérgicamente á semejante calaverada, pues aun-
que es cierto que por el estado de tregua en que es-
tamos, no hay ningún peligro en transitar por los
caminos y aunque los hubiera, ella está acostumbra-
da á arrostrarlos y á vencerlos, habiéndose retirado
hace tantos años de tan impropio oficio para una mu-
jer, mucho más i)rudente me pareció que se quedara
tranquila en La Guaira, en unión de misia Benigna
y de doña Brígida, hasta que termine la guerra por
arreglo ó i)or una batalla formal y pueda yo ir á bus-
carla para hacerla mi esposa.
—En lo cual hará usted muy bien, señor don Luis
— —
contestó Callejones y puedo asegurarle que no
habrá en el mundo mortal mejor acompañado, ni más
feliz.
—Están ustedes sacando muy galanas cuentas

indicó don Felipe con aire zumbón sin saber como
vamo^ á salir de esta aventurada excursión y cuando
vamos á terminar esta subida tan larga y repechuda.
—Tan seguro estoy del triunfo de la Indepen-
dencia — —
respondió don Agapito y de que aunque
tenemos mucho que andar no nos acontecerá ningún
percance, que ya no me preocupo de los españoles sino
de los libertadores, que ya no me inquieto de lo pre-
sente sino de lo porvenir y es de tal manera cierto lo
;
Carabobo 79

que digo, que desde ahora voy pensando á que lugar


podré yo dirigirme, en que campamento amigo podré
guarecerme, pues le tengo más miedo á Bolívar que á
Latorre, por mis antecedentes personales ....
— Tate!
— —
exclamó el Mudo no nos morimos en
este año, eso mismo venía yo calculando respecto de
mí. ¿ No irá á acordarse el Libertador cuando me
vea, que yo fui subalterno é íntimo amigo del eminente
Piar y que lo acompañé en la capilla, hasta sus pos-
trimeros instantes ? ¿No irá á cobrarme esas viejas
cuentas, aumentadas y empeoradas por mi constante
charla, (que ha podido llegar á sus oídos) en contra de
aquel acto atentatorio, duro y cruel, de Angostura., que
será siem pre un inri para su gran fama.?
— —
Pero señores dijo Luis en tono de reproche
— ¿ cómo suponen ustedes que el general Bolívar va á
estar acordándose ahora cíe semejantes pequeneces ?
Su cabeza está ocui)ada ahora de planes muy grandes
y él no es hombre de rencores ....
— ¿ Qué no es hombre de rencores —
? interrumpió el
boticario mostrando sus ahumados colmillos por el es-

fuerzo de una sonrisa sarcástica ¿ acaso usted mismo
no me ha contado, i)onderando su gran memoria y sus
ojos de lince el caso de Vanoni, á quien después de ocho
años de su traición en Puerto Cabello, reconoció en
el grupo de los prisioneros de Boyacá y lo mandó á
fusilar en el acto? Acaso me perdonó á mí, que soy
un pigmeo, mis complicidades en el motín de Carú-
pano, en el congresito de Cariaco y en lo del acta de
San Fernando ? Ay mi don Luisillo, si no hubiera
!

sido por la caballerosidad de mi denodado y buen


amigo general Juan Bautista Arismendi, todavía
estuviera yo pudriéndome en la cárcel de Angos-
tura. Nadie mejor que usted, querido compañero,
debe recordarlo, pues bastante trabajó en vano para
conseguir mi libertad. Nó, nó, al perro macho no
lo castran más que una vez y el gato escaldado del
agua huye. . .Si logramos llegar con felicidad al Occi-
.

dente, desde ahora se lo anuncio, me quedaré con


otro nombre al lado de nuestro amigo el doctor Fe-
80 \ F. TostH Garciét

derico Pedernales en el cuerpo de ejército que man-


da Páez y;
le suplico anticipadamente que me guarde
el secreto, porque si don Simoncito iogra otra vez
echarme el guante, reqaiéscat in pace. . . .

Cerca de las doce llegaron los viajeros á la loma


de Petaquire pues no creyeron prudente pararse en
Carayaca. Allí desensillaron un rato para tomar (iles-
eanso, pusieron las bestias á comer en la fresca yer-
ba, cada cual requirió su porsiacaso y después de
almorzar continuaron la marcha llegando al caer la
tarde á la fila maestra del Palmar, donde resolvie-
ron i^asar la noche.
— ¿Qué rumbo seguiremos mañana? preguntó —
Eeyes hl baquiano, que junto con todos se hallaba
sentado después de cenar, al rededor de una hoguera
que se h¿ibía encendido, para ahuyentar á los tigres

que abundaban en el lugar ¿ cuánto tiempo gasta-
remos para llegar á las cercanías de Valencia, que
será nuestro punto de orientación ?
— Eso depende de la verea que cojamos respon- —
dió, el aludido, que era un zambo retaco, vejancón,
antiguo contrabandista de tabaco, á quien Estefanía

había contratado para el viaje nos hallamos cahar-
mente en el ñudo de la cordillera y podemos bajá por
tres laos : por Qaehraseca, pa El Consejo, por la
cuesta de Maleteros, pa La Victoria y por el cerro
de Paya pa Turmero. Si cogemos este úrtimo ca-
mino que' es el más corto llegaremos dentro de dos
días.
— Prefiero ese — contestó Luis —no sólo porque
es más corto, sino porque es menos frecuentado, y,
podremos con mayor facilidad, esquivando las pobla-
ciones y torciendo á la izquierda de las sabanas de
Guacara, llegar á Tocuyito, en donde con seguridad
sabremos el punto donde tenga su cuartel general
el Libertador.
Así quedó resuelto el itinerario, cada cual exten-
dió su cobija en elvsuelo para acostarse poniendo la
silla de cabecera, se numeraron los cuatro para mon-
Carahobo Si

tar guardia por turno y el Mudo, ya en posición


;

horizontal y mirando las estrellas que titilaban en el


firmamento, dijo :

—Bueno, á mi me ha tocado ^

el iiltimo numero, lo
que quiere decir que dormiré tranquilo hasta la ma-
drugada, sin pensar en el tigi;e ni en los godos, ni en
las leguas que nos faltan para llegar á nuestro des-
tino. Oh cuánta razón tenía mi buena Brígida cuan-
!

do, en los comienzos de la guerra, me aconsejaba que


no me metiera en nada, porque teniendo bienes de
fortuna y larga familia, lo mejor era que me estuviese
tranquilo entregado al cuido de la una y á los goces de
la otra, sin necesidad de andar á salto de mata, á tiros,
amansando suelos y pasando hambre, sustos, privacio-
nes y trabajos. Oh santa y abnegada mujer, que de
!

recalcitrante goda se pasó, por complacerme, á furi-


bunda patriota, por que no te oí, por que insistí en
la locura de meterme de bruces en la guerra para ob-
tener, por toda ventaja, hasta el i)eligro de que aún
triufando la causa, corro el riesgo de quedar mal por
no tener las simpatías del Caudillo ? Buenas noches,,
¡

señores ! ,

— Buenas noches, don Felipe —contestó riendo


Callejones. —
Si eso dice usted ¿ que podre pensar yo,
que llevo la zoga al cuello,^ más apretada que nadie en
ese punto, porque soy tan grato al Libertador como
la sal de higuera y la ipecacuana ? Ay amigo mío, !

por esa razón decía yo esta mañana, que después que


saliéramos de los conquistadores íbamos á tener que
salir de los libertadores. No hay que forjarse ilusiones,
estamos en la mitad de la jornada y después que rom-
pamos definitivamente la cadena de la Colonia, vamos
á tener que romper la cadena de Colombia, pues na
merece la pena de que nos independizemos de España
para quedar uncidos'al yugo de la Nueva Granada, ni
que salgamos del rey para continuar con el dictador ;:

y porque, en fin de fines, vale más ser cabeza de ratón


que cola de león
— Que hombre tan incorregible murmuró Luis—
Eeyes, quien abrumado por la fatiga, comenzaba á.
S2 F. Tosta García

dormirse —
qué carácter tan indomable, solamente la
¡

pala Y la Barra del sepulturero serán capaces de


cambiarlo !

XI

Luis Keyes y don Felipe Carrasquel, no en los


caballos en que salieron de La Guaira, sino en un par
de robustas muías que habían negociado por el trán-
sito, llegaron sanos y salvos á Boconó de Trujillo,
en la tarde del día 15 de marzo. El astuto y esca-
mado farmacéutico, al saber que el Libertador, de
regreso de su excursión hacia el Sur, se encontraba
en dicho pueblo, había dicho zape gato, y escurrien-
do el dirigióse, acompañado del baquiano,
bulto,
hacia pueblo de Achaguas, donde se hallaba acanto-
el
nado su amigo y protector, el general José Antonio
Páez, á cuyo lado debería encontrarse, sin duda, su
•compadre el doctor Federico Pedernales.
En Boconó se notaba un extraordinario movi-
miento en aquellos días, tanto porque estaban allí,
de paso, muchos dii:)utados de las nueve i)rovincias
para la instalación del Congreso Constituyente co-
lombiano, cuanto porque se discutía muy acalorada-
mente el punto sensacional del pronunciamiento de
Maracaibo por la causa de la Independencia y su
voluntaria incorporación al gobierno de Colombia, he-
cho trascendental que acababa de verificarse.
Latorre había dicho á Urdaneta, que fué el que
apoyó el movimiennto por medio del batallón Ti-
radores, á cargo del coronel Heras, que aquel proce-
dimiento no era correcto en razón de hallarse sus-
pendidas las hostilidades; por lo cual las tropas
colombianas debían desocupar en el acto dicha ciu-
dad mas como éste no conviniera en ello, alegan-
;

do muy acertadamente, que no se trataba de un


ataque á mano armada, sino de un movimiento po-
pular al que se habían incorijorado el Gobernador
Carabobo - 83

y el otra nota á Bo-


cabildo, el jefe español dirigió
lívar,haciéndole el mismo reclamo y como éste al
;

adherirse por completo á la opinión de su subalter-


no, en la contestación á Latorre, añadió, que habién-
dose hecho aquel pueblo independiente de España^ las
tropas de Colombia no habían ocupado territorio espa-
ñol y que por el armisticio no le estaba py^ohibido ad-
mitir bajo su protección á los que se acogieran d ella,
deseaba saber si en eloaso de que no se devolviera d Ma-
racaibOy se romperían las hostilidades ; y dentro de qué
término.
Como por este envite comprendió Latorre que su
contrario tenía la ropa de pelear y le convenía romper
el convenio, se quedó callado por algunos días y hasta
envió nuevos comisionados procurando ganar tiempo.
Bolívar, que comprendió el ardid, se quitó los
guantes del diplomático y, sin más rodeos, le envió
un oficio terminante, diciéndole que había llegado el
caso del ay^ticulo 12 del armisticio y que los 40 días en
que debían comenzar de nuevo las hostilidades, principia-
rían a contarse desde el recibo de aquella nota, si ni
Latorre ni los comisionados Sartorio y Espelius tenían
las facultades necesarias para terminar la guerra.^
Aunque no se había recibido en Boconó contestación
á este perentorio ultimátum, cuando los dos escapados
de Las Bóvedas llegaron, todo el mundo tenía por
un hecho la ruptura del armisticio, y el referido asunto
era el tema de todas las conversaciones.
Luis Reyes se informó, antes que todo, en qué
calle se hallaba situada la casa de alojamiento del Li-
bertador, y á ella se dirigió directamente,'dejando á su
compañero el cuido de las bestias en una ranche-
ría, mientras buscaban una buena posada donde aco-
modarse.
En los corredores, en la sala y hasta en la pieza
de la secretaría, encontró gran número de personas,
diputados, militares, empleados y ciudadanos venidos
de Cúcuta, que aguardaban ansiosos al general Bo-
lívar que había salido á pasear á caballo con sus
ayudantes, por lo cual ignoraba que acababa de
: : !

84 F. rosta Carda

llegar, y también lo esperaba en la casa, un posta


montado de Latorre con la contestación al postrime-
ro y perentorio pliego, que se le había remitido.
Entre la numerosa concurrencia distinguió Luis
á Rufino Peralta y á don Mauricio Mora Meló, ó sea
al Jeie de Estado Mayor de Marino y al Proveedor
General del Ejercito. A ellos se dirigió, y abrazán-
dolos efusivamente les dijo
—Aquí me tienen ustedes, 'amigos míos. ¿Pen-
saban que después de baber ayudadado á pelar la
papa, se la iban á comer solos, sin dejarme probar si-
quiera un bocadito ?
— ¿ De dónde sales, Luis ? —
preguntó Rufino lle-

no de asombro te creíamos muerto ó encerrado en
algún castillo ó pontón, i
Cuánto me place verte
Los tres amigos fueron á sentarse en un escaño
que había desocupado en el extremo de uno de los
largos corredores, y Luis les refirió brevemente, todo
lo que le había pasado, después de lo cual, don Mau-
ricio dijo
—No hay duda, compañero, que usted tiene tal
suerte, que parece haberse amamantado con leche
de la Verónica .... Mire que entrar en Las Bóvedas y
salir de ese sepulcro, tan ligero y tan felizmente Es !

preciso convenir en que las mujeres son una gran


cosa en el mundo, razón por la cual me uní in-
disolublemente con .mi Encarnación ; y usted á la
postre, tendrá que hacer lo mismo con su valerosa
Semíramis.
—Y ¿ qué ha ocurrido por aquí últimamente pre-—
guntó Luis, sonriendo por la inesperada y equiparativa

alusión femenil del hombre de las Siete Emes parece
que el armisticio está casi roto y que volveremos
pronto á tirar tiros y á aspirar el humo de la pólvora?
— Aquí para nosotros —contestó don Mauricio
bajando la voz y dándose ínfulas'de estar muy bien

informado, á Su Excelencia no le conviene prolongar
por más tiempo esta espectativa armada, porque es
muy costosa en razón de que á las tropas acantonadas
es preciso racionarlas diariamente y no tenemos
;

Carabobo S5

dinero. Habrá además que sostener al Congreso que


va á instalarse en Cúcuta, y aunque los diputados,
patrióticamente, se han conformado con recibir tres
pesos diarios, en lugar de los diez que les correspon-
den por dietas, siempre es fuerte la suma que habrá
que erogar por tal respecto, porque el número de
constituyentes alcanza nada menos que á 57, lo que
suma un gasto diario de doscientos pesos, poco más
ó menos, entre escribientes é impresiones. Otra
poderosa razón milita en pro de la inmediata ruptura
y es el estado de anarquía y de desaliento en que se
hallan los jefes españoles después de la ida de Mori-
llo y la animación, entusiasmo y ardimiento que reina
en nuestras filas, por la incorporación que hacen
diariamente en ellas, casi todos los venezolanos y
granadinos que prestaban sus servicios en el campo
realista. En corroboración de esto le oí ayer decir al
Libertador estas palabras textuales " Jamas se me
:

ha presentado una campaña bajo un aspecto tan favo-


rable como la presente. Todo conspira contra los ene-
migos y todo nos favorece. Sus tropas aunque no son
débiles en número, no tienen la fuerza moral que es la
verdadera fuerza de un ejército; mientras que nuestros
soldados se creen invencibles ... .Voy todos motivos,
pues, es imprescindible que se rompan cuanto antes
las ligaduras del armisticio, porque esas ligaduras nos
están asfixiando .....
— —
Ya ves interrumpió Peralta, con marcada

sorna que encuentras á don Mauricio muy encogo-
llado, hablando de nos y más nos, como si fuera pe-
riodista, arzobispo ó ministro en una palabra lo
; :

encuentras en el candelero, no con el pábilo apagado,


sino dando mucha luz.
—Pues hombre, mi amigo Peralta —dijo Mora,
mostrando los blancos dientes de su plancha, . al di-
bujar en sus pintados labios una plácida sonrisa

de satisfacción yo no se si seré obispo, sacristán ó
monaguillo, ó si usted lo dice en son de chirigota
pero lo que es un hecho innegable, es que cuando Sn
Excelencia el Presidente necesita de algo urgente no
so F. Tosía García

manda á Bogotá ni se dirige á sus ministros sino á


mí y la prueba de
;
ello es que ya tengo conseguido
lo suficiente para racionar el ejército y pagar el Con-
greso por un mes, con el arbitrio de un empréstito
entre varios hacendados, comerciantes y dueños de
hatos.
—Bueno —exclamó Luis, saludando militarmen-
te al —
hombre de las Siete Emes lo proclamo y fe-
licito como futuro Ministro de Hacienda de la Éepu-
blica, y me regocijo en extremo de hallarlo tan en
privanza y tan en cuenta de todo. ¿Qué otra desig-
nación y cumbre puede merecer un varón de tan com-
plejas aptitudes y de tan refinadas dotes sino el
j manejo
de nuestras finanzas.
— —
Está bien, don Luis contestó algo amostazado
el —
benemérito don Mauricio usted también se burla,
secundando á su amigo Peralta pero yo les digo á
;

ambos, parodiando á los jugadores de golfo d ley nos


:

veremos ....
'
— —
Hablemos de cosas más serias dijo Rufino di-

rigiéndose á su amigo bueno es que sepas también
que durante tu ausencia hemos sufrido un serio des-
calabro, pues en cuenta el Libertador de que Gua-
yaquil se había pronunciado por la Ladependencia,
mandó á Valdez con el ejército del Sur á apoyar di-
cho movimiento, y al pasar por el territorio de los
indomables pastusos, á quienes el obispo Jiménez ha
hecho creer que los que mueran defendiendo al rey
van derechitos al cielo, con cotizas y todo, fué com-
pletamente derrotado, el 2 de febrero por dichos gue-
rrilleros, que fueron apoyados por el coronel Basi-
lio García y 250 soldados veteranos que bajaron de
Matabajoy. El combate fué en la quebrada de Jenoy,
muy reñido y muy disputado por ambas partes,
habiendo tenido que retirarse Valdez á las cinco de
la tarde, por no haber podido ocupar las formida-
bles posiciones que en las alturas ocupaban los rea-
listas, dejando en el campo más 'de 200 muertos,
entre ellos muchos oficiales y soldados ingleses del
Carabobo 87

hsitsillóiL Alhión, 100 prisioneros y todo el parque que


llevaba ; completa.
total, tortilla
Al siguiente día, el general Antonio José de Su-
cre, que iba con los comisionados españoles á esta-
blecer el armisticio en aquellas regiones y á hacerse
cargo del llamado ejército del Sur, se encontró con
el inesperado descalabro, que había reducido el de-
rrotado ejército á la paupérrima cifra de 586 hom-
bres, no todos armados, porque solamente tenían
314 fusiles. El activo Sucre, que ha resultado ser un
completo general, se quedó en el lugar denominado
" Trapiche " reorganizando las tropas y los comisio-
nados realistas Moles y Morales, siguieron marcha
hacia Pastos en donde, con no pocas dificultades, logra-
ron convencer á los pastusos de que tenían que acep-
tar la suspensión de hostilidades, fijándose el Mayo
como línea de demarcación, lo cual fué aceptado
también por el presidente Aymerich, que se hallaba
en Quito.
Cuando Rufino llegó á este punto de su relación,
se sintió en la calle fuerte ruido de pisadas de ca-
ballos, hubo gran movimiento entre la espectante con-
currencia, las miradas todas se dirigieron á la puer-
ta y muchos labios exclamaron en voz baja el Liber-
:

tador.
Efectivamente, era él, que regresaba de su paseo
vespertino. Venía de uniforme y botas altas, an-
dando muy de prisa como era su costumbre y cuan-
do le anunciaron que un oficial del general Latorre le
aguardaba, con nadie se detuvo, ni habló, pasó de-
rechamente á la Secretaría y le hizo llamar en el
acto.
La curiosidad, entonces, entre los concurrentes,
llegó á su período álgido, se formaron varios grupitos
y se oyó un concierto de murmullos, algo así como
un prolongado zumbido de abejas y cigarrones pro-
ducido por los animados cuchicheos.
Al cabo de una larga media hora, salió el comi-
sionado de la pieza con rostro zahareño, trayendo
en la mano un pliego cerrado, que era la contesta-
— :

^8 F. losta Gare/a

ción dada á Latorre, j otro abierto que era su pasa-


porte con la nota de regreso. Guardó ambos en el
bolsillo, j al pasar por el corredor principal saludó
secamente á los que halló en el paso, tocándose la
vicera de la gorra de campaña ; salió á la calle, le
.

echó la pierna al caballo, y, á largo pasitrote, desapare-


ció en lontananza aquel mensajero que, sin duda, era
nuncio de futuras lágrimas y hecatombes, necesarias
aún para que el sol de la Libertad j de la Indepen-
dencia, pudiera brillar con todo su esplendor en el cielo
de la Patria.
Pocos, minutos después salió Bolívar con aire
muy complacido, saludó á todos jovialmente y al ;

encontrarse con Luis Eeyes, exclamó abrazándolo


— Hola! mi amiguito, ha llegado usted, como
siempre, en los momentos precisos y el hecho de
;

que se haya dado sus artes de salir de las garras


de los godos, para venir una vez más á acompañarme,
es de muy buen augurio para mí en los críticos mo-
mentos en que la guerra va á recomenzar. Latorre
acaba de notificarme que las hostilidades comenza-
rán el 28 del próximo mes de abril, por lo cual no
i¡enemos tiempo que perder.

,

— Mi general contestó Luis Beyes, muy orgu-


lloso por aquel recibimiento— estoy completamente á
sus órdenes.

;

Demasiado lo se y por eso me complazco en


reconocer públicamente sus importantes servicios
contestó el Libertador de la manera más afable
.¿ acaso puedo olvidar, que el correcto desempeño de
su última comisión, me ha dado por resultado la
adquisición de Maracaibo y, como consecuencia, la
ruptura del armisticio, que tanto necesitaba ? y lue- —
go, dirigiéndose á todos, despabilando mucho y frotán-
dose las manos, señales evidentes de excitación ner-
viosa, añadió : —
Latorre me dice en su última comuni-
<5ación que acabo de contestar, que mi proceder es in^s-
joerado é inconcebible y muchos podrán encontrar ex-
traña y hasta violenta mi conducta pero yo, señores,
;

no podía ni debía hacer otra cosa, desde luego que no


Carabobo ''

_££_

era posible permanecer más tiempo en la inacción, mien-


tras no se nos diera como recompensa segura el reco-
nocimiento de la Independencia ; y como he procmnido^
por todos los medios imaginables^ saber si los comisiona-
dos españoles estaban autorizados para ofrecérnosla,
y al fin he visto con dolor que los goberyíantes de Es-
paña, siempre ciegos y mezquinos, no los han autorizado,
como era de esperarse, he creído indispensable obtener
por las armas lo que por medio de la diplomacia se
hace imposible conseguir. Inspirado por este criterio,
he querido py^ecipitar los acontecimientos, antes de que
Morillo, que es persona tan influyente en su país, denga
tiempo de llegar á Madrid, hacer cambiar la política, y
hasta aconsejar que manden nuevos refuerzos para
América.
Todos aprobaron íntimamente la' incontroverti-
ble exactitud de aquellas textuales palabras, el Li-
bertador celebro un consejo en seguida; y aquella
misma noche salieron postas á caballo en distintas
direcciones, llevando ordenes al ejército del Norte
y al de Apure, que avanzaran hasta San Carlos ; al de
Oriente, que estaba á cargo de Bermúdez, que inva-
diera la provincia de Caracas, bajo la dirección del
general Carlos Soublette, vicepresidente de Venezue-
la al coronel Cruz Carrillo, que llamara la atención
;

sobre San Felipe á Bogotá y á Guayana, para que


;

activaran el envío de vestuarios, y á Remigio Bamos, á


Andrés Torrellas y á todos los realistas pasados á los
patriotas, que se reconcentraran en el cuartel general
para abrir operaciones.

XII

La casa solariega de la señora doña Melchora


de Arguinzones, situada en la ciudad de Valencia, casi
frente á la puerta transversal de la iglesia Catedral,
se encontraba el 28 del mes de marzo de 1821, poco
: : !

00 , F. Tost^ García

más 6 menos, en el mismo estado que cuando en


las postrimerías del año 11, asistimos á una sesión
política de conspiración urbana realista, formada por
Iztueta, Baquero, los dos franciscanos Díaz y Her-
nández y otros pajarracos que tramaron el movimien-
to, á mano armada, contra el Congreso patriota en
el mencionado año.
Allí está como si nueve años más transcurridos
desde entonces, no hubieran pasado por sobre sus
ennegrecidas tejas, allí está inmutable y sombría
como siempre, con su polvorienta fachada, con su te-
larañoso alero, con sus dos barrigonas ventanas con
rejas de madera, pintadas de verde, en las cuales
lucen sendas palmas adornadas, de las que fueron
bendecidlas en el ultimo Domingo de Ramos, con su
imagen de Santa Teresa de Jesiis en lá parte
principal del zaguán y con sus oraciones impresas y
pegadas detrás de todas las puertas, que terminan
con el siguiente estribillo, encabezada por tres cruces
negras y regordetas
'
Santo Dios, Padre inmortal
Líbranos de todo mal
De la peste y los temblores,
De la guerra y sus furores.
Del criminal insurgente
¡ Líbranos, Dios clemente I
De todo lo que es horror
¡ Ampáranos, gran Señor

En cuanto á doña Melcb ora, muy poca cosa ha-


bía cambiado físicamente, reduciéndose todo, á algu-
nas arrugas más en el amarillento rostro, á algunas
canas más en su enorme cabeza y á algunas libras
más de peso en su ovalada persona, observándose en
ella el fenómeno de que moral y espiritualmente,
lejos de perder había ganado en el transcurso de los
nueve años, por razón de que sus goces habían
sido mayores que sus sufrimientos, pues á pesar de
haberse contrariado horriblemente, cuando en el año
de 1813 pasó Bolívar vencedor para Caracas y de
Carabofco 91

haber pasado muchas crugías, como en la heroi-


ca resistencia de Escalona y Espejo en el año 14,
su placer fué inmenso y su alegría no reconoció lí-
mites cuando supo la derrota de La Puerta y cuando
á poco ocupó Boves á Valencia, pasando á cuhillo á
la mayor parte de los que capitularon, proporcionán-
dole á ella el honor singular de pedirle su sala x>ara
poner en ella un baile, al cual obligó Boves á asis-
tir á muchas señoras y señoritas de las más dis-
tinguidas familias patriotas, á quienes brutalmente,
de látigo en mano, hizo danzar el piquirico y el záfate,
mientras hacía fusilar ó alancear, por sus esbirros,
á sus padres y maridos en los suburbios de la po-
blación.
Aquella salvaje escena proporcionó á doña Mel-
chora un esquisito goce, de manera que recordándola
después, con mucha frecuencia, decía :
" Sí, sí, muy
bien merecido tuvieron aquellas perras herejes se-
mejante castigo, por orguUosas, casquivanas y perver-
sas, pues en lugar de ir á la iglesia á oír misa, con-
fesarse y comulgar, se la pasaban atizando, y catequi-
zando á los hombres para que hicieran guerra al rey
y á la santa religión."
Horas muy gratas también pasó la perversa beata
cuando Morillo llegó á Valencia, más tarde, confis-
cando los bienes de todos los feroces bandidos y po-
niendo banquillos en todas las plazas, y no cabía en el
arrugado pellejo de la satisfacción cuando, el gene-
ral Latorre, en ese mismo tiempo se hospedó en su
casa, haciéndose tan amigo de su hija Mana Pía, que
las murmuraciones callejeras aseguraban que al fin
había mordido el anzuelo la desdeñosa sardina que
antes despreciara á tantos pretendientes y buenos
novios, añadiéndose, en son de guasa, que si la her-
mosa jamona, había sido antes tan esquiva, era sim-
plemente por cuestión de alturas, pues no había que-
rido asomarse á ventanas ni á balcones, esperando
á la torre para subirse bien arriba ....
Andando los días, la tal sospecha vino á conver-
tirse en realidad, por ciertas manifestaciones indu-
^2 F. 7os<a García

bitables, porque el lugar teniente de Morillo conti-


nuó hóspedánflose en la casa, cada vez que pasaba
por la ciudad, por el misterioso retiro ó tempera-
mento de la doncella, durante nueve meses á un cam-
po vecino, j por el hecho significativo de que su her-
mano, el padre Eosendo, no había puesto más sus
pies en aquella pecaminosa mansión, mudándose por
completo á una casita cerca de la iglesia de San
Blas, de la cual era todavía cura.
Una vez más había venido á hospedarse en su
casa, como la llamaba en son de confianzuda broma, ^

el general don Miguel de Latorre ; j ahora, porque


era bastante grande, y porque las circunstancias eran
críticas lo había hecho con todo Su, Estado Mayor,
á fin de poder trabajar día y noche en la concentra-
ción del numeroso y aguerrido ejercito con quepen-
isaba esperar á Bolívar, cuya vanguardia estaba ya
en San Carlos, motivo por el cual el había replegado
hacia Valencia, con el objeto de acomodarse en toda
forma para decidir en una gran batalla la suerte de
Venezuela.
Por todas estas razones en el susodicho case-
rón, había inusitada efervescencia y animación en el
referido día. Entraban y salían postas con oficios,
y como doña Melchora se había encargado de hacer
"7.000 vestuarios de dril blanco de algodón, para uni-
formar el grande ejercito realista, entraban y salían
también peones con bultos de ropa hecha y de ropa
por hacer, pues ella estaba dirigiendo personalmente
el corte.
En la sala, donde había establecido el general
español su despacho privado, estaban trabajando des-
de muy temprano gran número de jefes y oficiales, y
algunos particulares que eran de su íntima confianza,
como don Pedro Oyarzábal^ el padre Luis Bamírez,
don Clemente Britapaja y el franciscano fray Nicolás
Díaz.
Don Miguel en
traje militar ligero, de franelilla
.azuly cachucha blanca con visera negra, tenía un pa-
quete de papeles en la mano y, mientras dos oficia-
:

drabobo « 55

les escribían en distintas mesas, el, apartado hacia


el otro extremo del salón, donde había un sofá y va-
rios butacones, hablaba con sus amigos, expresán-
dose en estos términos

¿ No se los he dicho á ustedes siempre, seño-
res, que entre Morales j Correa hay una enorme di-
ferencia ? El primero es un jefe, es un militar pun-
donoroso y denodado en toda la extensión de la pa-
labra, en tanto que el segundo no ha sido en su
carrera sinoun fanfarrón, un insoportable jactancio-
so. Los últimos hechos comprueban que el uno es
brigadier de verdad, y el otro, brigadier de mentiri-
jilla.
Mi
señor don Eamón, lleno de ínfulas y campa-
nillas y que hasta ha tenido la audacia de intrigar en
España para disputarme la primacía en el mando de
este país con órdenes mías de resistir en Caracas
;

cualquier ataque de las fuerzas del Oriente, se asusta


de tal modo al saber que Bermúdez avanza con
800 hombres, después de haber derrotado en el
Rodeo al coronel José María Monagas, es tan grande
su pánico, que abandona cobardemente la capital
cuando sabe que los patriotas han llegado á Petare.
Bermúdez, como sabemos, la ocupa el 14 de éste
mes, no se detiene allí, en lo que hace muj bien, y so-
bre la marcha persigue á Correa y lo derrota completa-
mente en el Consejo, quitándole parque, dispersán-
dolo y haciéndole numerosos prisioneros, entre ellos
á mi buen compadre don Tomás de Cires.
En cambio. Morales que se hallaba en Calabozo,
organizando sus fuerzas para venir á incorporárseme
á Valencia, al saber el desastre de Correa, se dirige
á marchas forzadas á La Victoria, reiine los dispersos^
incorpora las fuerzas auxiliares que yo había man-
dado de aquí, y con 2.000 hombres poco más ó menos
que logró juntar, se fué sobre Bermúdez que iba
muy campante para Caracas y lo destruyó casi total-
mente, el día 29, en las alturas de Márquez y Limon-
cito, haciéndole seguir de raspas hacia Guarenas,
motivo por el cual hemos recuperado la capital j
— — !

94 F. Tosta. Garda

j en ella está Morales desde el 26. ¿Qué dicen


ustedes á esto ?
— Que el dilema no admite ninguna duda íes-
pondió Britapaja, que era un sujeto de pocas pala-

bras, pero que hablaba claro y raspado que el uno
merece palos y el otro montarlo en oro y en brillan-
tes. ¿ Cuál sería hoy nuestra situación si á Morales
ño se le ocurre salir por su propia cuenta á atajar
á Bermúdez ?
— Estaríamos peleando con toda seguridad aquí
— —
en "Valencia dijo Oyarzábal y por supuesto que nos
estarían atacando á dos fuegos, porque don Sim6n,.al
saberlo, habría redoblado sus marchas.
— —
Es claro observo el padre Ramírez mientras —
que ahora va á quedar mal librado en el corte, y la
criada le va á salir respondona, porque yo supongo
añadió dirigiéndose á Latorre con mucha finura y
cortesía: Yo supongo que Su Excelencia hará venir, vo-
lando, á Morales para Valencia, con todas las fuerzas
que tenga disponibles ?
— —
Con todas las fuerzas, no, padre contestó son-

riendo don Miguel. Zapatero á tus zapatos, como
dicen. ¿ No ve usted que si me traigo todas las tro-
pas se nos vuelve á meter Bermúdez ? Yo conozco
mucho á ese cumanés, es muy porfiado y muy temible.
Casualmente estoy contestando los oficios de Morales
y le ordeno que se venga en el acto con la mitad de
las fuerzas dejando á Pereira la otra mitad y á pe-
;

sar de eso, ya verá usted como Bermúdez no se


dará por vencido, sino que volverá á la carga.
— ¡Cuánto siento que Pereira no pueda venir
— exclamó el coronel don Tomás García, jefe del céle-
bre batallón Valencey ó Valen-seis, qué se hallaba tam-
bién presente y que era un hombre como de cuaren-
ta años, de buena presencia, reconocidamente valero-
so, táctico, de buen corazón, de finos modales, y uno
de los oficiales que más se distinguieron en Epaña

cuando la guerra con los franceses Pereira nos hará
mucha falta en la próxima batalla, porque es sereno
para resistir é impetuoso en las cargas, lo conozco

Oarabobo - '
95

mucho y creo que si nos dieran la vanguardia el triun-


fo sería seguro.
—El triunfo será seguro de todas maneras res- —
pondió Latorre, algo picado por la sencilla observa-

ción de su subalterno. Todo lo tengo calculado y
dispuesto para conseguirlo, porque será la mayor
gloria de mi vida militar, ahora que estoy ocupando
el primer puesto en Venezuela, lograr decidir en una
sola batalla, no solamente nuestra preponderancia en
este país, sino en todas nuestras posesiones de Amé-
rica, porque al derrotar á Bolívar, como lo doy por
hecho, en razón de las aguerridas tropas de que dis-
pongo y del sitio que he elegido para dar la batalla,
llevare vencedoras sin obstáculos hasta el Cuzco,
las armas del rey y nuestra invencible bandera roja y
gualda.
— —
No digo lo contrario, insistió don Tomás,
soy el primero en reconocer sus grandes méritos y
cualidades, mejor dicho, sin que se tenga por lisonja
y sin que nadie se de por ofendido, creo que Vuecen-
cia es el primero y más aventajado general que ha
venido á la America, el más aventajado y el de su-
perior talla pero muchas veces, ó casi siempre, el
;

éxito de una batalla depende, más que del buen plan


y del general, de la' competencia de los que van á
ejecutarlo y del lugar que se elija para librarla.
El general Latorre, que sin duda alguna, era un
hombre superior, una lumbrera del militarismo espa-
ñol, el más valiente, el más esforzado, el más noble,
el más humano y el más generoso de nuestros ene-
migos en la gigantesca lucha de nuestra emancipa-
ción, puesto que fue el que- más combatió en todas
partes y vencedor ó vencido, fue el que menos males
hizo y el que jamás empañó el brillo de las armas
ibéricas el adversario distinguido por el mismo Bo-
;

lívar, puesto que en la entrevista de Santarrosa le dijo


— General, el cielo es testigo de la sinceridad con que os
:

abrazo ; el hombre de hierro que durante seis años de


cruda brega, se batió tanto en el Centro como en el
Oriente y Occidente con nuestros generales más afa-
. : —
9ff F. Tost3i García

mados, tenía gran estimación por el coronel Tomás


García, por lo cual se quedó mirándolo un instante en
silencio, y luego con cariñoso acento replicó :

—Lo que dice usted es verdad, menos en las


alabanzas que á mí se refieren, bien entendido. Yo
conozco muy bien las sobresalientes aptitudes del
coronel Pereira y, precisamente por eso, voy á dejarlo
en Caracas para que le baga frente á Bermudez. Sus
demás observaciones son justas, por lo cual y para
desvirtuar sus escrúpulos, como aquí todos somos de
confianza, voy á revelar, bajo la mayor reserva, mis in-
tenciones al mejor de mis subalternos y á los que son
otros yo, porque forman mi junta de consultas y de
recursos y los más acérrimos partidarios del rey en
Valencia. Ya verán ustedes si me estoy ocupando en
mi asunto y si se lo que tengo entre manos.
Al decir estas palabras, se paró muy agitado,
cogió un grueso papel anotado que había sobre una
repisa, lo desenvolvió sobre su escritorio y añadió
—Aquí tienen ustedes el croquis hecho por mí
mismo del sitio. donde pienso colocar mis 7.000 sol-
dados para esperar á Bolívar. Es la sabana de Cara-
bobo, lugar muy apropiado para las maniobras y para
lo que tengo pensado ejecutar.
Don Tomás acercó en unión de los demás,
se
miró atentamente el plano, se sonrió y dijo :


Es un trabajo magnífico, todo está muy bien
delineado pero con permiso de mi general, creo que
;

no debemos dar la batalla en ese punto. ....



¿ Y por que causa ? —
preguntó Latorre con la
'mayor extrañeza.

En primer termino porque ese sitio tiene mala
sorabra para nosotros— contestó García, sin titubear
allí perdimos una y perderemos otra y además por-
;

que allí nos acosarán las caballerías enemigas que


son superiores á las nuestras. . .

— —
Ca !
interrmpió don Miguel con aire desde-

ñoso no crea usted en esos vulgares augurios, por-
que la que viene lisa no trae arrugas y en cuanto ;

al peligro de las caballerías no tenga usted cuidado


Carabobo 97

que lo tengo todo previsto para que no puedan lle-


gar á la sabana sino vueltas fluecos ....
— —
Yo no porfío, mi general observó el «jefe del

Valencey pero como el juego y la guerra se pare-
cen tanto, creo mucho en esas cabalas ó runflas;
j en cuanto al ataje de los jinetes de Páez, no de-
bemos forjarnos ilusiones porque me he batido mu-
cho con ellos. Las caballerías apureñas pasarán por
donde quiera, y en campo raso son irresistibles. Pre-
feriría que esperáramos á Bolívar en La Puerta ó en
la sierra de Manrique, cerca de Tocuyito.
— —
Ya lo creo que sería mucho mejor contesta

riendo Latorre pero al primer lugar, no concurrirá
él, porque según dicen, es hombre de preocupa-
ciones como usted, y al segundo mucho menos, por-
que tiene varios caminos que tomar y no sería tan
tonto para irse á estrellar contra nuestras ventajo-
sas posiciones. En una palabra, me siento tan fuer-
te y tan seguro de la victoria, que no tendría inconve-
niente en mandarle un oficio á Bolívar dejándole la
elección del sitio para batirnos. Verdaderamente, me
siento tentado á mandarle decir que lo aguardo en
la pampa carabobeña, y hasta de dejarle el derecho de^
fijar el día
— — —
Está muy bien concluyó el coronel García me
dóV por derrotado y doblemos la hoja. Nos batire-
mos en el lugar que Vuecencia disponga, y como buen
subalterno tratare de cumplir con mi deber eso sí
;

añadió, lanzando en la retirada la flecha del partho


insisto en pedir la vanguardia y en que llamemos á
Pereira para que me a_poye, dejando en Caracas á
Morales. De esta manera venceremos en cualquiera
parte ....
— —
El almuerzo está servido, señores anunció,
doña Melchora, asomándose á la puerta de la sala,,

vestida de rigurosa etiqueta y cofno supongo que Su
Excelencia invitará á sus amigos, como de costum-
bre, he hecho poner cubiertos para todos.
— Santa palabra, y muy bien dispuesto, mi que-

rida anfitriona respondió Latorre, doblando el plana
98 ^ F. Tosta García

j colocándolo en la repisa de donde lo había tomado


—ya ustedes han oído la orden, señores, pasemos al
comedor y allá contestaré el último disparo de mi '

distinguido don Tomás


—Magnífica solución —
dijo muy sonreído don

Pedro Oyarzábal vamos á la mesa que en ese parti-
cular si somos peritos muchos de los que estábamos
aquí callados, oyendo discutir sobre cosas que no
están de más ....

XIII

Cuando el general Latorre llegó al comedor con


sus invitados, María Pía, elegantemente vestida con
un traje blanco, de batista, todo adornado con lujo-
sas tiras bordadas y encajes catalanes, imitación
Chantilly, se ocupaba en dirigir á las criadas, que de
fustanes azules, camisas blancas y delantales raya-
dos, daban la ultima mano al acomodo de bandejas,
platos, copas, botellas, fuentes y servilletas, y mientras
los comensales se acomodan, echaremos una ojeada
por aquel santuario de la manducación, que el difunto
Arguinzones, bajo la batuta de su cara mitad, se es-
meró tanto en arreglar y embellecer.
Las paredes laterales estaban adornadas de un
lado, con los retratos de todos los papas, desde San
,

Pedro hasta Pío YII y del otro, con los de todos los
;

reyes de España, desde Wamba hasta Fernando


VIL En había un inmenso aparador lleno
el frente
de servicios y de diversas clases y estilos,
vajillas
sobre el cual se destacaba un gran cuadro, copia de
la Cena de Jesús con sus apóstoles, del inmortal
Yeronése y el muro del fondo estaba pintado con
;

frescos representando aves muertas colgadas por las


patas, conejos y otras piezas de cacería, frutas eu-
ropeas y tropicales, compotas y otros dulces, cajitas
de tabacos figurando torres y muchos otros motivos
!

Carabobo ,
99

alegóricos al divino arte culinario, todo tan á lo vivo


y tan al natural, que provocaba acercarse y extender
la mano para agarrar cualquiera de aquellos atri-
l3utos tan maestramente salidos del pincel de un
especialista en el ramo, traído de España por Ar-
guinzones, para la ornamentación del comedor, de
la sala de recibo y dej oratorio, donde estaban va-
rias de las imágenes que salían en procesión en
las fiestas de Semana Santa, y que, como se ha
dicho ya en otra parte, y no huelga repetirlo aho-
ra, unas pertenecían á doña Melchora y otras ^
estaban bajo su cuido, por lo cual las vestía con
exquisito gusto y adornaba las mesas para que en
las solemnes oportunidades referidas, salieran á pa-
sear las calles y á cautivar el amor y la adoración de
los fieles, á la incierta luz de las velas de cera, al
son de la música, al olor del incienso, al compás
del canto gregoriano y al ruido seco de los virota-
zos, que á cada instante asestaban los acompañan-
tes chuscos y perversos, sobre las descubiertas y
reverentes cabezas de la multitud
No solamente estaba María Pía vestida con suma
corrección, sino que á pesar de sus cuarenta y pico
de septiembres, se conservaba fresca, bella, graciosa,
con formas tan esculturales, con tanto brillo en los ojos,
con tanta nitidez en el color y con tanta voluptuosi-
dad en los movimientos, que á lo sumo representaba
veinticinco años.
Luego que se sentaron todos á la mesa, cubierta
de fino mantel y repleta de abundosas viandas, ocu-
pando Latorre el lugar preferente, doña Melchora,
poniéndose de pies, se persignó, rezó un Padre nues-
tro con su correspondiente Avemaria y á un toque de
;

campanilla, las criadas comenzaron á servir los platos.


— —
Aquí sí que soy yo persona exclamó don Cle-
mente guiñando los ojos, con tendencias á decir una
gracia, cuando le pusieron por delante un suculento y
rebosado plato de mondongo —con esta trompa y es-
i

tas páticas de marrano, sí que me bato yo como una


fiera

i£0 F. Tosta Carda


Pues es lástima que no pudiera hacerlo tam-
bién, señor Britapaja, con los herejes patriotas res- —

pondió con aire chocarrero fray Nicolás porque los
momentos son críticos j creo que ciertas chancitas
no son por ahora de muy buen gusto.
— —
Pues señor replicó el aludido, soplando la pri-
mera cucharada del humeante y gelatinoso cocido
me la encontré cuando menos pensaba. Eche sus
asperges para otro lado, padre Hernández, porque yo
soy dueño de decir lo que me plazca. ¿ Quiere usted
cobrarme aquella cuenta vieja de mi negativa de con-
tribuir para el vía-crucis ?
Alguna barbaridad iba á responder fray Nicolás,
que era muy desbocado, cuando Latorre, dirigiéndose
á don Tomás García, dijo :


Debo á usted una respuesta, amigo y señor
coronel, que dejamos suspensa cuando hablábamos
en el salón. C^n mucho gusto lo complacería tra-
yendo de Caracas á su amigo el coronel Pereira pero ;

ello' no es posible, porque Morales, por ciertos an-


tecedentes, tiene muchas malas voluntades por allá,
y en estos momentos es preciso contemporizar y á
la par que se pelea, hacer política.
— —
Pero bien sabe Su Excelencia insinuó con

mucha calma don Tomás que el Morales de hoy no
es el mismo de 1813 y de 1814, ha dejado los instin-
tos sanguinarios y en lugar de ser cruel es humani-
tario. Según me dijo el posta, los caraqueños no
han huido ahora de él como lo hacían antes.
Convénzase de una cosa, mi general, el próximo
estrujón va á ser muy duro y el combate se va á de-
cidir pronto porque los patriotas están muy ganosos
y envalentonados. Creo que solamente, lo digo sin
jactancia, Yalencey conmigo á la cabeza y Barbastro
ó cualquier otro batallón con Pereira al frente, po-
drán resistir en las primeras cargas. Deje á Mo-
rales en Caracas, pues le repito, que se ha hecho
bueno y generoso ....
—Eso es lo malo, eso es lo malo
j

gritó doña
!

Melchora desde su asiento sin poderse contener.


!

Carabobo iOi

tumbando una botella de cristal llena de vino, al ac-


cionar con su arrugada y huesuda mano Dispensé —
Su Excelencia que lo interrumpa y que me meta
en lo que no me concierne pero como aquí todos;

somos de casa y estamos en familia, tengo derecho á


meter mi cuchara y suplico que se me oiga.
— j Cómo no, mi querida amiga —respondió La-!

torre, riéndose de muy buen humor, por la brusca sa-


lida de la beata diga —usted lo que quiera que será
oída con agrado, desde luego, que se trata de una be-
nemérita partidaria de nuestra justa y santa Causa.
— —
Bien dijo la cucaracha de sacristías, con voz
entrecortada por el furor, mientras don Pedro Oyar-
zábal, que estaba á su lado, secaba con la servilleta
el vino derramado y paraba la botella caída habla- —
re porque hace mucho tiempo que deseaba hacerlo y
sentía cosquillas en la lengua por echar para afuera
lo que voy á decir. Ese cambio de sistema es lo
que nos ha perdido, esas blanduras son nuestra
*

ruina y el tal ay^miticio, será nuestro sepulcro. Mora-


les, Boves y Morillo, sí que supieron manejar el cota-
rro y apretar las cureñas, siguiendo los primitivos
y sabios impulsos de nuestro gran Monarca don Fer-
nando Yn, cuando al llegar del destierro empuñó
las riendascon tan saludables intenciones, dirigido y
aconsejado por los eminentes ministros Macanaz y
Eguía
Yo estoy al tanto de todo, porque desde antes
de abandonar el mundo mi inolvidable esposo José
Pío, recibo muchos periódicos de España, que antes
leía yo de cuando en cuando, y ahora me los lee
María Pía.
¡ Aquellos sí que eran buenos tiempos ! Su Ma-
jestad daba tortol allá á todos los enemigos de la igle-
sia y de la monarquía, sepultando en las cárceles y
presidios, y escribiendo con su propia mano en el mar-
gen de los distintos expedientes, la sentencia que de-
bía darse á todos los alborotadores de las Cortes,
desde Muñoz Torrero hasta don Agustinillo, inclusive
el lírico pastelero llamado Martínez de la Rosa ; y aquí.
!

Í02 F. Tosta Garda

en sus correspondientes épocas, completaron la santa


obra, los tres benditos prohombres á que me he re-
ferido, quitando' del medio de distintas maneras,
sin tontas consideraciones ni necios escrúpulos, á to-
dos los malos hijos de Venezuela. ¡Por eso hemos
vencido siempre, y por eso estamos con vida para
servir á Dios y al Bey !

Pero todo se lo llevó la trampa desde el año pa-


sado en que el órgano empezó á sonar de modo dis-
tinto y se tomó el camino de los arreglos, de los
tratados, de las blanduras y de las contemplaciones.
Nuestra decadencia se hizo palpable desde que el
Rey nuestro Señor se dejó arrastrar cueros allá por los
aspavientos de Riego y de Quiroga, por las ma-
las artes de Mendizabal, Acevedo y otros here-
jes liberales, hasta el punto de cometer tantas debili-
dades juntas, como el juramento de la constitución
pecaminosa de 1812, la caída de la Santa Inquisi-
ción, la amnistía general ; y por iiltimo, el garrafal
,

disparate de entregarse en manos de García de La


Torre, Arguelles, y otros badulaques que le aconse-
jaron de mala fe, por supuesto, la implantación en
America de esta cataplasma de malva y de linaza,
de esta abdicación de energías que nos ha dejado
en un hilo, porque los bandidos patriotas se han he-
cho fuertes y todos los realistas criollos, se han in-
incorporado á sus filas.
—El Espíritu Santo ha hablado por boca de

esta venerable paloma exclamó entusiasmado fray

——
Nicolás Dios te bendiga, pico de plata
i

Pues yo creo todo lo contrario de lo que ha di-



cho doña Melchora^ dijo el general Latorre muy tran-
quilo, después de haberse bebido una copa de vino
blanco para asentar el segundo plato de la lista, que
era una deliciosa fritada de guabinas en salsa de

tomates si desde el comienzo de la guerra hubiéra-
mos adoptado una política conciliadora y una forma
de gobierno parecida á la que los ingleses tienen
en sus colonias, las cosas en America, y sobre todo en
la Nueva Granada y en Venezuela, no hubieran llegado
Carabobo i03^

al estado tirante j peligroso en que hoy para nosotros


se hallan. Recuerdo que en los cinco años y medio que
serví á las órdenes de don Pablo, siempre le decía :

''tenga presente que la sangre derramada en los ban-


quillos es el mejor abono para las revoluciones,"
frases que frecuentemente le oía yo decir en mi tie-
rra, á ese señor García de Latorre, que doña
Melchora acaba de calificar de hadulaque, y que es
primo hermano mío siendo de advertir, que aunque
;

no fuera yo partidario de esas ideas de concordia,


siempre las implantaría y aconsejaría porque así
lo manda el Bey y su gobierno, á quienes sirvo con
honor y con lealtad. De modo, pues, que andar por
otras veredas es andar en contra mía, y por conse-
cuencia, en contra de Su Majestad.
Al oír aquella ruda y paladina declaración, fray
Nicolás y el padre Ramírez fruncieron el ceño, á
la de Arguinzones se le perfiló la nariz, y de las^
arrugadas frentes de los otros invitados empezaron
á caer gotas de sudor tan grandes como lairenes..
Solamente María Pía, ha^ciendo una graciosa mue-
ca con sus rojos labios, dijo á la enfurruñada san-
turrona :

—El
general tiene mucha razón, mamá, en todo
lo que que ha dicho, los tiempos han cambiado^ en
España, desde que están mandando ministros libe-
rales, y nosotros no podemos formar casa aparte,
porque eso sería declararnos también insurgentes. Con-

que así, señores añadió con hiriente risilla burlona,

dirigiéndose á los invitados hay que cambiar de ofi-
cio ni fray Nicolás ni el padre Ramírez se darán más
;

el gusto de ir á la capilla á confesar reos destinados


á los patíbulos, ni estos caballeros se ocuparán en
confiscar bienes y hacer repletar las cárceles y casti-
llos de patriotas ....

—Cállate, charlatana interrumpió doña Melcho-
ra, á punto de ahogarse con una tajada de plátano
frito, que estaba mascando—bien se conoce que eres
hermana del rebelde y desnaturalizado Rosendo, el
cual ha prostituido los hábitos haciéndose revolu-
!

i04 ^ p. Tosi^ Careta

cionarío y retirándose para siempre de esta casa.


No digas esas herejías que me horrorizan. ¿Mi-
nistros liberales españoles ? qué van á, ser liberales
esos cMsgarabis y qué van á saber ellos de nuestras
cosas
— Es preciso no desagradarse por asuntos que

no tienen remedio dijo el coronel García, tratando

de aplacar á la dueña de la casa lo que el general
Latorre ha dicho es la estricta verdad y á ello me
adhiero sin distingos como su leal subalterno, con
tanta más razón cuanto que la inteligente señorita
María Pía, ha situado la cuestión en su punto indis-
<?utible nosotros, como militares en servicio, tene-
:

mos que obedecer las órdenes del Eey, sean cuales


fueren, so pena de aparecer como sediciosos ó su-
blevados.
— — —
Pues es claro afirmó Latorre no es tiempo
•de discutir ahora nada de esas majaderas recalci-
irancias, porque como dice el refrán, agua pasada
no mueve molino. Ocupémonos en cosas más ur-
gentes. ¿Cuántos vestuarios tenemos listos, doña
Melchora ?
— Cuatro —
mil respondió la irascible beata un
tanto calmada por los palmetazos recibidos en la —
próxima semana tendremos el número completo, por-
que casi todos están ya en manos de costureras.
—Perfectamente, ahora al concluir el almuerzo,
-es preciso que los señores de la Junta de recursos
me arbitren raciones, bagajes, y cobijas para equipar
el ejército.
—Descuide Su Excelencia —manifestó Britapaja
—enServidonos estamos
eso ocupando y nada hará falta.
el cacao, todos lo tomaron á sorbos en el
mayor silencio y el general Latorre, al terminar su
;

pocilio, paróse precipitadamente, y llamando aparte


á don Tomás, le dijo :

— Dentro de una hora lo aguardo á caballo para


que nos traslademos, acompañados de los ayudantes,
é, estudiar sobre el terreno el próximo campo de ba-

talla, en donde creo conveniente acampamos dentro



Carabobo iO&

de tres días, primero, para que todo el mundo conoz-


ca palmo á palmo dicíio sitio y además, para evitar las
;

inconveniencias de un gran ejército dentro de la ciudad.


—Convenido respondió el jefe de Valencey, en-

cendiendo su tabaco para marcharse pero entre tanto,
medite Vuecencia si no sería mejor dejar á Morales
en Caracas y traernos al 2- batallón de Valencey
que fue en auxilio de Correa .... Se lo repito una vez
más, viniendo ese batallón á las órdenes de Pereira,
le respondo del éxito, si nos toca romper los fuegos
en vanguardia.

^Vaya un hombre bien porfiado, respondió

sonriendo don Miguel no puede negar usted que na-
ció ó vivió mucho tiempo en Aragón !

— No crea que mi insistencia en ese punto obe-



dece á simples caprichos y porfiadeces replicó el co-
ronel García, bajando un poco la voz para no ser

oído de los demás hay otra razón que no había que-
rido decirle en público y es la siguiente Morales no
:

es amigo sincero de Vuecencia, porque el aspiraba,


lo mismo que Correa, á quedar en el primer puesto,
al ausentarse Morillo. Por este motivo y porque el
corazón de algunos hombres es tan pequeño, estoy
seguro de que no habrá de ver con mucho gusto
que Vuecencia se cubra de glorias ganando la próxi-
ma batalla, mientras que el intrépido Pereira se ha-
ría matar junto conmigo para obtener la decisiva
victoria. Tal es mi íntima creencia y por eso se la
confío al jefe muy confidencialmente, creyendo cumplir
con mi deber.
Latorre se quedó mirando largo rato en silen-
cio al jefe del Valencey como sosteniendo una lucha
mental, y al fin contestó :

— Bueno, bueno, lo pensare con más calma. Vuel-


va á caballo para salir como hemos dispuesto.
Por fortuna para el destino de la emancipación
, sur-americana, Latorre, que según se ve, era más por-
fiado que su subalterno, no cambió ni en una coma el
plan de operaciones, creyendo sus temores pueriles
ó exagerados.
i06 F. losta (jurcií

XIV

El 23 de Junio, después de mil dificultades en


las marchas por las constantes lluvias j las cre-
cientes de los ríos y de los caños, acampó el ejército
patriota, constante de 6.000 hombres délas tres ar-
mas, en las sabanas de Tinaquillo.
En la concentración de fuerzas hechait en San
^

Carlos se organizaron tres cuerpos ó grandes divi-


siones en esta forma : Jefe del primer cuerpo, ge-
neral José Antonio Páez, y á sus inmediatas ór-
denes los dos batallones de infantería Bravos de
Apure y Legión Británica, á cargo de los coroneles
J. Torres y Juan Farriar y 1.500 jinetes divididos en
8 escuadrones, que mandaban Cornelio Muñoz, Juan
Gómez, Figueredo, Rangel, Borras, Silva, Carvajal y
Mellado.
Jefe del segundo cuerpo, general Manuel Cedeñp,
á cuyas órdenes estaban los tres batallones de infante-
ría, Boyacá, Vargas y Tiradores, que respectivamente
mandaban el teniente-coronel N. Flegel, el comandante
José Patria y el coronel Manuel Heraá y además, el
;

escuadrón Sagrado, á las órdenes del coronel Aramen-


di, cuyo escuadrón se componía de todos los jefes
y oficiales sobrantes de caballería que alcanzaban
á 400, y los cuales, por un capricho ó fantasía bé-
lica del general Páez, estaban todos montados en
caballos blancos y uniformados de cachuchas, cha-
quetas y pantalones, todo de color rojo.
Jefe del tercer cuerpo, coronel Ambrosio Plaza
á cuyas órdenes estaban los batallones Vencedor,
Anzoátegid, Rifles y Granaderos de la Guardia, á car-
go de los coroneles Ignacio Pulido, J. M. Arguin-
degui, Arturo Sandes y Juan Uslar, complementando
este cuerpo, que se consideraba como la reserva, el
brillante regimiento de caballería constante de 600-
plazas, denominado Lanceros Orientales, á cargo de
.

Carabobo iOT

aquel afamado coronel Eondon, que cuando Páez lo


felicitaba en la tarde de la mitológica jornada de
Las Queseras, por el imponderable arrojo con que
había combatido, le contestó sonriendo : eso no es
raro, porque así peleamos los hijos del Alto Llano. . .

Como se ve, esta última división era la más


numerosa, porque se consideraba como la de reserva,
y había además muchos jefes y oficiales de notoria
importancia al lado del Libertador, como el gene-
ral Santiago Marino, que tenía el empleo de Segundo
Jefe del Ejército, Salom, Manrique y el ministro
de guerra de Colombia, general Pedro Briceño Mén-
dez, á cuyas ordenes estaba el Estado Mayor que
era muy numeroso.
En la tarde de aquel día, todo el ejército se
formó en la extensa sabana y el Libertador, á caba-
llo, de riguroso uniforme, acompañado de sus ede-
canes, que también estaban uniformados, como casi
toda la oficialidad y respectivos batallones, pasó
una revista de armas y municiones, arengando á
muchos cuerpos y diciendo á otros palabras breves
y oportunas de estímulo, con aquella elocuencia en
el género bélico que le era tan familiar y que tan
inteligentemente manejaba.
Aunque la irritante negligencia de escritores an-
tiguos y contemporáneos, haya dejado en el tintero
los nombres de muchos de los insignes patriotas
que asistieron á la acción de Carabobo, tenemos
que hacer referencia muy especial de los protago-
nistas de este veraz relato, quienes por el cúmulo
de circunstancias casuales que conocemos, se en-
contraron allí, á saber Luis Eeyes, sin mando efectivo
:

é incorporado en e\ cuerpo de edecanes, Rufino Peralta,


en el Estado Mayor de Marino, después de haber me-
recido la honra de que el Libertador lo mandara
al Rosario de Cúcuta con su felicitación al Congreso,
de cuya ciudad había regresado hacía dos días con
la respuesta de aquel Soberano Cuerpo el doctor
;

Federico Pe^lernales y don Agapito Callejones, al


lado del general Páez, con la chicanera especialidad de-
i08 F. roste Garc/a

que el ultimo, no aparecía en ningún puesto, figu-


rando como agregado j de incógnito, para no llamar
la atención, ni resultar en ninguna lista ;don Mau-
ricio Mora Meló, como Proveedor General y don
Pelipe Carrasquel, como primer ayudante de Marino.
Durante las horas de la revista, estos antiguos
amigos se reunieron, echaron un largo palique sobre
todos los temas de actualidad, y convinieron en pasar
la noche juntos en una de las muchas barracas que,
á guisa de tiendas de campaña, se habían construido
á la ligera con estacas, bejucos y paja, para precaver-
se de la intemperie en aquella noche que amenaza-
T^a ser lluviosa.
—Excelente me parece la idea de habernos con-
gregado aquí — dijo doctor Pedernales, sentado en
el
su chinchorro, viendo á sus demás compañeros, que
estaban también sentados en los suyos, colgados unos
por encima de otros, con las cabuUeras atadas de los

estantes del improvisado rancho. Mucho celebro
que casi todos los que desde las jornadas del 19 de
Abril, venimos en esta larga y dura brega, luchando
por la independencia de nuestra cara Patria, nos
hallemos aquí como los girondinos en la última ce-
na de la Conserjería, departiendo antes de marchar
hacia la guillotina y digo esto, porque en vísperas
;

de la formidable y próxima batalla, es natural creer


que si no estamos sentenciados á muerte como aque-
llos patriotas famosos, sí nos encontramos por lo
menos expuestos, á que mañana elevemos nuestras
;almas al Creador, ya en los umbrales del triunfo, y á
la vista dela tierra prometida
—Es la verdad —
contestó don Mauricio, quien
Además de ser, como se sabe, de los vencedores en
Niquitao, había recibido el diploma para usar la me-
dalla de Boyacá es muy — cierto que debemos en
esta celf.bre noche, dejar todas nuestras cuentas arre-
gladas, y hacernos mutuamente nuestros íntimos en-
cargos, mandas y encomiendas, mejor dicho, nuestros
verbales testamentos, pues no sabemos la suerte que
nos espera
. ;

Garabobo í££

—Nada de eso —interrumpió con sorna don Aga-



pito es mayúscula tontería ponerse á hablar de co-
sas tristes, y á formular malos pronósticos, sobre todo,
me atrevería á apostar que el señor de Mora, como
tiene tanta fortuna en la paz j en la guerra, no saldrá
probablemente mañana ni siquiera con un rasguño. . .

Hablemos de lo presente y de lo porvenir, contraigámo-


nos á lo que está pasando y á lo que podrá ocurrir
después del triunfo, que ya doy por Éecho dadas cier-
tas razones.
— —
^Y cuáles son esas razones, señor táctico ? pre-
gunto en son de guasa don Mauricio, algo picado
por la indirectilla del rasguño, y queriendo poner á

su contrincante en un apuro ¿ en qué se funda usted
para estar cantando victoria, cuando el bocado que
tenemos que tragar es tan gordo ?
— Yoy á enumerárselas á usted, señor vencedor
— —
en Niquitao contestó en el acto Callejones ad vir-
tiéndole, para meter tapa á la intención irónica del
calificativo, que si pasé los primeros años de mi vida
manejando la espátula y el mortero, en cambio be
militado á las órdenes de Piar y de Páez, ambos tác-
ticos de primera talla, por lo cual no debo ser tan
bisoño como usted sui)one en achaques guerreros.
En primer lugar, ganaremos la batalla por la pre-
pronderancia de nuestras aguerridas tropas y por
haberle dado la vanguardia al irresistible adalid de
Las Queseras del Medio luego, por el desacierto co-
;

metido por nuestros contrarios de haber sacado ayer


de su campamento 400 veteranos á las órdenes del
coronel Tello, para enfrentárselos al coronel Cruz
Carrillo á quien don Simón, muy acertadamente, man-
dó á San Felipe á llamar la atención por ese lado
en seguida, por el estado de temor y aturdimien-
to que debe reinar entre los lealistas, desde luego,
que, ocupad(¿ por nosotros este importante sitio de
Tinaquillo, por la sorpresa dada por el teniente co-
ronel Silva al destacamento que tenían aquí de
avanzada, del cual no se escapó ni un soldado, el ene-
migo ha concentrado otro destacamento que tenía en
iiO F. rosta Garda

Buenavista, dejando, según informe de los espías, des-


amparada tan estratégica posición; j finalmeate, por
cierta rivalidad que existe entre Latorre y Morales,
que puede sernos propicia en el momento crítico. Por
eso, señor de Mora, demos ese alumbre por machaca-
do y hablemos de nuestras cosas íntimas, puesto que
de los españoles se encargarán pronto nuestros fu-
siles y nuestras potentes lanzas. Por todo lo dicho,
y porque el pandero está en manos de Simoncito,
que tendrá muchos defectos, pero sabe dirigir una
batalla creo lo mejor que no hablemos más de eso y
;

que el amigo Peralta nos refiera algo del Congreso


*

de Colombia, instalado en Cuenta, y de todo lo que vio


y oyó por aquella ciudad predestinada.
—Sí, sí;— —
indicó Luis Eeyes don Agapito tiene
razón y se ha expresado como un Jenofonte. ¡Atrás
preocupaciones y pensamientos sombríos ! Que nos
cuente Eufino los incidentes de su última misión y
nos comunique sus impresiones sobre el Congreso.
— —
Con mucho gusto lo haré, manifestó Peralta
— en primer lugar, como saben ustedes, fui portador
de un mensaje del Libertador
— —
Que conocemos interrumpió riendo Callejones
— porque se publicó en una de las órdenes generales
en San Carlos, mi don Simoncito, como de costum-
bre, se hace el desprendido y el desagradado cuando,
con un aplomo y una seriedad que nadie puede
atreverse á poner en duda, entK.e otras cosas muy
cómicas, si mal no recuerdo, pues hasta me lo apren-
dí de memoria, dice :
" Yo no soy el Presidente
"de Colombia porque no he sido nombrado por
"ella: porque no tengo los talentos que ella exige
" para la adquisición de su gloria y bienestar, porque
" mi oficio de'' soldado es incompatible con el de
" magistrado porque estoy cansado de oírme llamar
:

" tirano por mis enemigos


y porque mi carácter y
" sentimientos me oponen una repugnancia insupe-
" rabie, de tal manera que si el Congreso Soberano
" persiste, como lo temo, en continuarme aún en la
"Presidencia del Estado, renuncio desde ahora y
Carabobo iü

" para siempre hasta el glorioso título de ciudadano


"de Colombia y abandono de hecho las banderas
"de mi Patria"
Estoy seguro de que los congresantes, que co-
nocen al hambero, tanto como yo, no se habrán
tragado la guayaba, porque no son tan lerdos, sino
que por el contrario, habrán comprendido que Su
Excelencia lo que buscaba con todos esos dengues
y chirimías, era que lo invistiesen con el carácter
de Presidente interino de Colombia, como segura-
mente lo habrán hecho los taimados representantes,
lo cual me atrevería á apostar doble contra sencillo.
— Qué bueno es hablar uno con personas enten-
didas — dijo riendo el bachiller Peralta, —
este don
Agapito sí que conoce yerbas y sabe más que
las
el Tostado. Parece como que hubiera ido junto
conmigo á Cúcuta y oído en las barras del Con-
greso la contestación que dieron á Bolívar y de la
cual fui portador. La copia de esa nota, que firma
el doctor Restrepo como Presidente del Cuerpo, Ip.
tengo yo, pues allá se publico en La Gaceta; y
entre otras cosas muy bien razonadas, hay un párra-
fo que textualmente dice así: "Entretanto jrzga
" el Congreso que la continuación de la autoridad
"ejecutiva en la persona de Vuecencia ES absolu-
" TAMENTE INTERESANTE al bien de la Patria
y pene-
;

" trado dé este sentimiento, espera de Vuecencia el


" sacrificio de su repugnancia en obsequio del interés
" de Colombia, permaneciendo en ejercicio de la Pre-
" sidencia "
del Estado
—¿Y consecuentemente — preguntó don Felipe,
acaso con inocencia ó con encubierta picardía, el —
Libertador los habrá mandado á la porra y hasta
habrá renunciado al título de ciudadano de Colombia?
— —
Nada de eso respondió Rufino, retorciéndose
la pera para disimular una irónica sonrisa muy —
tranquilo guardó la nota, después de leerla deteni-
damente, diciendo con mal disimulada complacencia :

¿Qué vamos d hacer?, tendré que declarábame una vez


mas prisionero de ¡a voluntad de los pueblos ....
ií5 F. losta García

— —
La consabida y eterna muletilla dijo Calle-
jones muy satisfecho de haber acertado en sus pro-

nósticos el mismo estribillo de 1811, de 1813 en la
g7^an asamblea popular de San Francisco, el mismo
sonsonete de Carúpano, de Angostjira y de Bogotá,
siempre diciendo, no quiero, no quiero, y luego agarran-
do más de lo que le dan. Ahora falta el complemento,
ahora seguirán las facultades extraordinarias, que es
la salsa ó comidilla obligada de todos nuestros
Congresos.
—Qué hombre tan incorregible es este señor don
Agapito !

exclamó el varón de las Siete Emes, con

marcado acento de contrariedad no escarmienta con
los castigos ni se convence con los hechos. Siempre
el mismo sistemático censor de todos los tiempos.
Según creo, lo que el pretende es que el Libertador
combata y venza en todas partes para que otros sean
los que manden, desde luego que lo critica tan acerba-
mente por el hecho de excusarse y renunciar con su
natural modestia y desprendimiento, en todas épo-
cas, la primera magistratura. Eso más bien lo reco-
mienda como desinteresado y el hecho de aceptar
;

después, no prueba sino su profundo respeto y obe-


diencia á la Soberanía nacional. Por otra parte, nos
estamos saliendo de cuestión, lo convenido era que el
amigo Peralta nos dijera lo que vio en el Eosario de
Cúcuta y sus impresiones sobre el Congreso.
— —
Claro— dijo Luis Keyes me adhiero á la opi-
nión dé don Mauricio que continúe Eufino en su
;

relato y que no se le interrumpa con inconvenientes


digresiones, que no vienen el caso.
— —
Eso no está bien dicho replicó el boticario, ya

con tendencias á sulfurarse mis observaciones sí vie-
nen al caso, porque se refieren al punto principal de
la misión que llevó á Cúcuta al amigo Eufino Peralta,
y advierto que lo que he criticado en esta vez al
señor general Bolívar, no es que mande ni deje de
tener pleno derecho en ello, no señores, lo que sos-
tengo es que no deben representarse esas constantes
comedias impropias de la seriedad administrativa y
Carabobo ii3

que no debe nunca decirse lo contrarío de lo que


se piensa y de lo que se quiere. Además, creo que
tengo el derecho de pensar lo que creo justo y ra-
zonable.
— Sí, señor — tercio
de nuevo don Mauricio, en
vista del rumbo que llevaba la conversación sí tie-—
ne usted pleno derecho á pensar y á decir lo que
le venga en gana, por sus preclaros antecedentes en la
Causa desde el año de 1796 y porque se halla en-
tre amigos de confianza que lo toleran y acatan pera ;

usted debe también, por su parte, ser imparcial y jus-


ticiero y reconocer alguna vez, los grandes méritos y
glorias del eximio. Libertador, no sólo ya de Yenezue^
la y de la Nueva Granada, sino del Continente Sur-
americano, como lo dejará evidenciado muy en bre-
ve. ¿ No lo admiró usted esta tarde en la gran para-
da, no vio en su marcial continente el tipo insólito del
gran capitán, que venerarán en lo futuro las genera-
ciones agradecidas, ya que en la presente hay tantos
mezquinos ? ¿ No vio en su frente el signo de la incon-
trastable superioridad, no lo cohibió la refulgencia de
sus ojos, ni lo cautivó la elocuencia y la virilidad de
su oportuna arenga al ni la fecundidad de
ejército,
aquella memoria que
al recorrer los ba-
privilegiada,
tallones, les iba recordando en particular las victorias
en que cada uno había tomado parte, diciéndole espe-
cialmente á la Legión Británica mañana veréis que
:

los colombianos son dignos de pelear al lado de los


lujos de Albión? ¿No se quita usted el sombrero,
recalcitrante señor don Agapito, ante tantos hechos^
que imx)resionan y seducen, y no bate palmas ante
aquella seguridad y firmeza heroica con que se despi-
dió de todos los cuerpos, gritándoles mañana selléis los
:

vencedores en el campo inmortal de Carabobo ?


— Sí, señor mío —
contestó Callejones algo aturru-
;

llado por la filípica del hombre de las Siete Emes, no —


crea usted, ni por un momento, que yo desconozca los
grandes méritos de Bolívar, todo lo contrario, acaso
los aprecio en el fondo con mayor sinceridad y des-
interés que otros que lo tienen por un ídolo y como
*
ii4 F. Tosta García

deidad especulativa. Lo que me- pasa es que digo


lo que siento y que desearía, para gloria suya y
para bien de esta Patria, por la cual vengo luchan-
do desde hace tantos años, verlo perfecto y sin
resabios monárquicos ni autocráticos desearía verlo
;

franco, demócrata y menos egoísta y ensimismado,


pues, como lo he dicho en otras ocasiones, tengo
miedo de que matemos en Venezuela el realismo y
fundemos el persoyialismo, de que hagamos institu-
ciones hermosas y leyes justas y no las cumplamos,
porque por sobre unas y otras estará siempre
la voluntad dictatorial y omnímoda del hombre que,
por efectos de una mentira convencional, se llame
Presidente, no siendo en realidad sino un desenfrenado
reyezuelo. Lo que quiero es que desde los cimientos
fundemos la verdadera república, que desde el prin-
cipio enderecemos el árbol para que no vaya á
crecer torcido y á dar malos frutos
¿Se imagina usted, don Mauricio, que desco-
nozco la superioridad y los talentos del incompa-
rable Simoncito ? ¿ Cree usted que no estoy seguro
de que venceremos mañana ?
Vaya que si lo estoy El solo h^cho de ha-
i
!

berle dado la vanguardia al invicto Páez y de haber


organizado los otros dos cuerpos de ejercito con
jefes que no le hagan sombra, está demostrando que
el hombre sabe donde le aprieta el zapato, que es
muy hábil y previsor y que, como dicen vulgar-
mente, conoce al cojo sentado
—Oiga usted, don Agapito,— interrumpió Carras-
quel, que estaba muy contrariado por no haber te-
nido ocasión sino para decir más que dos pala-

brejas en su primera propaganda lo acompaño pero ;

en la segunda afirmación, de ningún modo. "En buena


hora que al general Páez se le haya nombrado jefe
del primer cuerpo pero sin desconocer las buenas
;

cualidades y méritos de Cedeño y de Plaza, que


son muchos y ínuy bien comprobados, creo que ha
debido escogerse para los otros dos cuerpos á gene-
rales de mayor antigüedad y nombradía, como Ur-

Carabobo ü^
t

daneta, Marino, ó cualquiera otro general de renombre,


hasta por mera* cuestión Ae disciplina, porque Plaza
ño es sino coronel.
— —
Exacto exclamo Luis Keyes sin poderse con-
tener, herido como estaba en su amor propio, por
el hecho de que á pesar de su brillante hoja de servi-
cios, se le tuviese relegado en un puesto tan secunda-
rio— eso que observa don Felipe es bien extraño y está
siendo el tema de muchas murmuraciones. ¿Cómo
olvidarse de Urdaneta, el decano de nuestros gene-
rales, que tiene en su brillante carrera militar, he-
roicidades, virtudes y merecimientos, para repartir á
todos sus conmilitones?
— Pues eso lo encuentro yo muy bien hecho

dijo Callejones con calor sí, señores, perfectamente
bien dispuesto, e indica que don Simón quiere des-
tacar la figura militar del general Páez y desea que
los laureles de mañana le pertenezcan á el en primer
termino, y luego, al más activo y valeroso de sus
tenientes, al hombre que representa el porvenir de
Venezuela
— Pero señores — interrumpió el astuto doctor
Federico Pedernales, previendo una inoportuna dis-
cusión relacionada con su- jefe y amigo el héroe de
Las Queseras; sobre todo, estando allí presente don
Mauricio, á quien siempre miraba con recelo por
creerlo peligroso, intrigante y dado á chismes y en-

redos ha llegado el caso de tocar la campanilla y
llamar al orden, porque nos hemos salido por comple-
to de la cuestión principal. El señor coronel Rufino
Peralta tiene la palabra, para que nos relate sus im-
presiones sobre el Congreso de Colombia, instalado
el día 6 del mes pasado en el Rosario de Cúcuta.

XV

Cuando llegue á Ciicuta. señores y amigos míos


dijo Peralta muy
contento de que el doctor Peder-
nales hubiera puesto fin al intrincado j enojoso de-
H6 F. 7osta García.

bate, en el cual estuvo el mismo á punto de tomar



parte para apoyar á don Agapito cuando se supo
allá que había llegado un comisionado especial del
Libertador con un mensaje para el Congreso, don
Antonio Nariño, que es el factótum de aquella Arcadia
política, y todos los diputados, que con raras excep-
ciones le obedecen ciegamente, se pusieron en movi-
miento para proceder á la instalación del Soberano
Cuerpo, acto que no habí ¡a podido verificarse por-
que faltaban cinco representantes para formar las
dos terceras partes, quesera el quorum requerido para
la instalación, se'gun la ley y el reglamento.
Don Antonio, que no es ningún tonto, ni se ahoga,,
no digo en un dedal de agua pero ni en un tonel,
;

^llanó esta dificultad, dando un decreto en su ca-


rácter de Vicepresidente interino de la Kepública,
por el cual, magister dixit, sin escrúpulos ni tiquis mi-
quis, hocvolo, sicjubes; sit pro ratíone voluntas, dispuso,
alegando muchos pretextos, entre ellos el de haberse
roto el armisticio, "que el Congreso General de Colom-
" bia se instalara con el número de 57 diputados, que
" componían la mayoría absoluta y que se aproxi-
" maba al de las dos terceras partes requeridas."
Pasado este cañito con tanta facilidad, se fijó el
día 6 del mes último para la ceremonia de insta-
lación, disponiéndose que sin antecedente alguno y
contra todas las reglas de división de poderes, con-
curriera el mismo indispensable Nariño á instalar el
Cuerpo, para lo cual se formó un programa de lo más
gracioso y singular. Yo vi en la mañana de ese me-
morable día reunirse todos los diputados en la casa
de gobierno ( muchos de los cuales se confesaron y
comulgaron previamente) y presididos por el pa-
cato don Antonio dirigirse en cuerpo á la iglesia
parroquial, donde oyeron una misa cantada para ir en
olor de santidad, á celebrar el acto solemne de la
instalación ; siendo de advertir, que el trayecto estar
ba adornado con matas de sauce y de cambur, en-
terradas en las calles, y con banderas en las ven-
tanas.
Carabobo ii7

No pretendo en manera alguna criticar las prác-


ticas ó sentimientos religiosos que cada cual par-
ticularmente quiera tener ó ejecutar, por más que mu-
chos de ellos jmedan ser exagerados pero lo que
;

sí me extrañó, en verdad, es que habiendo en aquel


Congreso hombres tan eminentes como Peñalver, Res-
trepo, Agüero, Gual, Miguel Zárraga, Mendoza y
muchos otros, exentos de preocupaciones fanáticas,
convinieran en darle á aquel acto civil, representati-
vo de la soberanía nacional, el aspecto de una proce-
sión del Corpus, todo por complacer al doctor Ramón
Ignacio Méndez y al mismo Nariño, siendo ello tan
impropió, que más tarde, como consecuencia de tales
ultramontanas primicias, oí en una de las sesiones
á un diputado granadino, sostener muy seriamente
que el gobierno debería ser teocrático en absoluto 6
por lo menos consubstancialmente mezclado con la
Iglesia, y adherido á ella, porque la Virgen del Rosario
era la protectora del Estado de Cundinamarca, y
eso pretendió probarlo, refiriendo muchos milagros
del pasado y del presente siglo ¿ Que dicen
ustedes á esto?
— —
Que tiene usted muchísima razón respondió

Mora principalmente tratándose de un país como
la Nueva Granada, en donde el clero ha sido y es tan
dominante y realista, y, en donde tanto daño nos ha
hecho su intromisión descarada y constante en nues-
tra política y en nuestras guerras. Por ejemplo, y
sin nombrar persona, el obispo Jiménez nos ha cau-
sado más daños en Pasto y en las provincias de su
diócesis, que el mismo Morillo con sus ejércitos y
que los guerrilleros realistas con sus lanzas y sus
fusiles. Ahora no' soy tampoco de los avanzados re-
volucionarios que, á imitación de los franceses, quiera
reemplazar al Ser Supremo por la Diosa Razón y
proscribir de los altares á los sacerdotes, no, señores,
la libertad bien entendida debe respetar todas las
creencias pero el padre debe circunscribirse á su
;

altar y á su confesonario, el militar á sus campamen-


tos ó cuarteles, y el político á la casa de gobierno y
^i8 ^ F. losta Garda

á ias lides en el parlamento y en la prensa. En


cuanto á las cosas de Nariño, no hay que equivocar-
se porque lo conozco muy bien, ese es jugador muy
ducho, campanero muy hábil y todo lo que hace es
con el proposito de atraerse voluntades, conocien-
do como conoce la índole religiosa de nuestros pue-
blos y lo peligroso que es arrancar de golpe raíces
tan profundas. Ah conozco mucho á don Antonio,
!

él se ríe por dentro más que nadie de todas esas prác-


ticas, que tolera y aconseja en su ínsula baratarla del
Eosario de Cúcuta.
— ¿ Y cómo vamos á quedar organizados por fin ?

—preguntó el doctor Pedernales tuvo usted opor-
tunidad de conocer algo de la nueva constitución
que va á regirnos ? vamos á quedar como Estados,
como Provincias ó como Departamentos ? Seremos
centrales ó federales ?
— —
De cuerito á cuerito leí el proyecto respondió

Peralta debido á la benevolencia de los miembros de
la comisión encargada de estudiarlo. Es obra exclusi-
va de Nariño y como tal es muy bueno en conjunto, di-
ferenciado en muchos puntos con la constitución de
1811. En primer lugar, Nueva Granada y Venezuela
continuarán unidas en una forma de gobierno central,
dejándose un postigo abierto para llegar en cualquier
momento á la dictadura, desde que existen en el
varios artículos, que conducen á ella y desde que
el mismo don Antonio, en el mensaje con que remi-
tió el tal proyecto al Congreso, dijo muy claro que
el nombramiento de un dictador en los gy^andes peli-
gros de la Patria, parecía que era de necesidad in-
dubitable.
— — —
Ya io creo observó riendo Mora quien dijo
Nariño, dijo dictadura, y ese ha sido siempre su lado
flaco y ya sabemos en K Nueva Granada, la sangre
y las lágrimas que nos ha costado esa manía de don
Antonio.
— —
Malo, malo está todo eso exclamó don Aga-
pito, —y según veo cada día iremos peor. Esa misma
unión de Venezuela con la Nueva Granada podía
!

Crirabobo ií9

aceptarse como transitoria y durante la guerra pero^


:

dejarla en forma permanente es un absurdo inso-


portable, porque la tal alianza será la unión del ji-
nete y el caballo ellos arriba y nosotros abajo, la
:

capital en Santafé, todos los altos poderes allá y


nosotros adheridos á la cola del león colombiano,
como entidades secundarias que se llamarán depar-
tamentos, distritos ó cantones y desde luego, con
;

una soberanía subordinada e ilusoria, pues en lugar


de pertenecer á España, perteneceremos á la Nueva
Granada. No, no, protesto desde ahora contra ese
disparate, pues cada una de las dos Repúblicas debe
tener su gobierno propio, constituirse por el sistema
de Estados federales, como se dispuso en 1811 y
firmar cuando más un tratado de alianza entre ambos
países, para los casos de guerra extranjera y para
las cuestiones diplomáticas basta allí podemos lle-
;

gar; pero haber luchado tanto para continuar de


pupilos, no y cien veces no
— Pero señores —
contestó don Mauricio — este
hombre es un espíritu de contradicción y en su
prurito de oponerse á todo, no aguarda ni conocer
á fondo las cosas para increparlas. ¿No ve usted
alma de cántaro que el Presidente de esa gran Ee-
pública de Colombia será el egregio Bolívar que
es venezolano y aquí en Venezuela mandará, en su
carácter de Vicepresidente, otro venezolano? ¿No
ve usted que el colosal pensamiento de Bolívar va
más allá puesto que aspira á libertar toda la Ame-
rica del Sur? ¿No ve usted que con ese resuello
de mezquino regionalismo pone trabas e inconvenien-
tes á muy trascendentales proyectos? ¿No compren-
de usted, que en la unión está la fuerza, y que
necesitamos ponernos á una altura en donde nos ha-
gamos respetables de las naciones europeas.
— Sí, señor mío; —replicó Callejones, empezando
á mover los brazos como era su costumbre cuando se

ponía nervioso sí que comprendo todos esos lirismos;
pero comprenderá usted también que no podemos
ser candiles en nuestra casa y luminarias en la calle.
!

^SO F. Tosta Garoia

j que antes de hacer á otros poderosos, tenemos


que principiar por serlo nosotros mismos.
No me opongo de modo alguno á que don Si-
món liberte la America entera, pero para ello no
hay necesidad de que nos esclavice ó subordine á
ninguna otra nación, aunque tenga nuestras mismas
ideas j aun cuando sea nuestra hermana en sacri-
ficios y en glorias. Cada cual en su choza, Dios
\

en la de todos, y santas pascuas


— —
La verdad es dijo Pedernales que la idea —
de fundar una gran república compuesta de diversas
nacionalidades americanas, r)uede ser muy bella, pero
será impracticable, desde luego que todos estos paí-
ses han venido gobernándose separados, desde antes
de la conquista, desde los cacicazgos hasta las capi-
tanía generales, y, naturalmente, al declararse libres e
independientes, no es lógico que ninguno de ellos que-
de ahora subordinado á otro, pues todos quieren tener
su bandera, sus instituciones, sus congresos y sus go-
biernos propios, tanto por sus inveterados hábitos
autóctonos, como por el hecho de que hasta la
Naturaleza lo ha querido así, separándolos á todos
con linderos imborrables como sus grandes ríos y sus
inmensas cordilleras. Indudablemente, la zona es
muy extensa para que un solo gobierno pueda domi-
narla, y, además, cada uno de los referidos países tie-
ne también sus hombres que han combatido por
elevarlo á la categoría que se merecen y es justo que
esos hombres sean quienes los gobiernen en lo porve-
nir y reduciendo tan justas aspiraciones á una sola
;

administración central, serían muchos los aspirantes


y pocos los favorecidos, lo que naturalmente traería
disturbios intestinos, y guerras entre hermanos, que
serían una verdadera calamidad para lo futuro.
—Todos esos temores y suspicacias son prematu-

ros e infundados dijo Mora con cierto tonillo rega-

ñón siendo lo más raro que partan de venezolanos,
-sabiendo, que el centro de esa gran concentración
de pueblos va á ser, como es lógico, el Libertador y
Caraboho i2í

por consecuencia, los venezolanos quedarán por encima


y deberían sentirse muy satisfechos y orgullosos ....
— —
^Esa creencia es puramente ilusoria respondió

Peralta y en principio creo que el doctor Peder-
nales tiene razón, siendo la prueb.a de ello la des-
avenencia reinante en el Congreso entre los dipu-
tados granadinos y venezolanos, hasta el punto de
que en una sesión que presencie, los primeros se
permitieron muchos desahogos hirientes y ciertas
pesadeces inaceptables, que soportaron los segundos
con una prudencia que rayaba en cobardía. Yo que
me encontraba en la barra, estuve varias veces casi
á punto de dar un escándalo y protestar contra los
conceptos ofensivos que se nos dirigían en la aca-
lorada discusión ;
pero á fuer de comisionado es-
pecial del Libertador, tuve que callarme también y
tragar saliva.
— ¿Y que era lo que decían? —preguntó don
Agapito.
—Que los venezolanos estábamos muy vanidosos y
ensimismados, creyéndonos todos que eramos liherta-
y de una raza superior, hasta el extremo que
•doy^es
uno de los más exaltados, refiriéndose á la batalla de
Boyacá, quiso encumbrar tanto á Santander, que lle-
gó hasta la audacia de incinuar que á el se debía
el principal laurel en aquella jornada, por la bra-
vura^ con que se había batido y por haber aconse-
jado á Bolívar que comprometiera allí la gloriosa ac-
ción, siendo lo más raro y lo que prueba el estado
•efervescente de los ánimos, que tratándose en aque-
lla tarde de un asunto distinto, se llegó sin saber
•cómo, á la organización central 6 federal) y como
los diputados granadinos, casi en su totalidad, eran
partidarios de la segunda, y los venezolanos de la pri-'
inera, se oyeron, como he dicho, palabras muy im-
propias, se acaloró el debate de manera increíble
y llegó el expresado diputado por Cundinamarca,
hasta á decir que los granadinos preferían el siste-
ma federal, ;porque de ese modo podrían establecer
en las constituciones parciales de cada Estado inde-

í££ F. rosta García

pendiente, la prohibición de que solo los granadinos


por nacimiento, pudieran ejercer altos cargos, dejan-
do el gobierno general para los venezolanos, ya
que estaba seguro de que así iba á acontecer, por-
que al acabarse la guerra, terminarían los españo-
les, pero continuaría el yugo de los venezolanos. El
doctor Eestrepo, que presidía la ^sesión lo llamó al
orden y se vio obligado á levantaría porque se formó
una gran pelotera.
— —
Pero que gracioso exclamó riendo Luis Be-

yes ¿ conque prohibición legal para que ejerzamos
cargos públicos ? ¿ Y por que alguno de los venezola-
nos no le contestaría que la prohibición debía exten-
derse también á que pudiéramos batirnos y derra-
mar nuestra sangre para libertarlos!

—Eso mismo grite yo indignado desde la barra



respondió Eufino Peralta y ese hecho y otros in-
cidentes ocurridos dentro del salón, fue lo que obli-
gó á que el doctor Eestrepo, muy acertadamente,,
se pusiera su sombrero y levantara la sesión, para
evitar que concluyera á farolazos.
—Es preciso no dar mucha importancia á esos

estúpidos desahogos manifestó el hombre de las

Siete Emes primero, porque son parciales y no
constituyen la opinión general del pueblo grana-
dino, que es favorable á los venezolanos y luego,
;

porque mis paisanos son tan vehementes y empe-


cinados en esa cuestión de centralismo j federalismo,
que unos con otros, como ustedes saben, se han
tirado más de una vez de las greñas, librando ba-
tallas y derramando á torrentes sangre hermana, por
esa maldita disidencia de forma gubernamental.
— —
Sea como fuere observó el boticario —está
fuera de dudas que la tal Eepublica de Colombia, es
una bella ilusión, un hermoso mito, una ostentosa
armazón de columnas doradas y diamantinas cú-
pulas; pero como no tiene cimientos y choca con
las prácticas áb initio y con las aspiraciones de ac-
tualidad, tendrá que derrumbarse tan pronto como '

se concluya la guerra y^las aguas de la soberanía


Carabobo ^^^
»

nacional recuperen sus respectivos niveles. La prue-


ba de que el tal adefesio es malo no puede ser
más elocuente, desde que le disgusta á los mismos
granadinos que son los beneficiados. Nosotros aquí
lo soportaremos por el momento; pero cuando se
disipe el humo de la pólvora, tendremos que tirar
de la manta y cumplir con nuestro deber ....

Es bien triste y desoladora esa perspecti-

va dijo Luis Reyes— es una desgracia, que toda-
vía sin concluir esta larga y necesaria guerra, es-
temos pensando en futuros disturbios políticos, que
causarán nuestra inevitable ruina y el seguro des-
crédito de la santa obra de emancipación nacional.
i
Es tal mi desencanto, que estoy á punto de arrepen-
tirme, hasta de haber pasado una mala noche sir-
viéndola ! .

— —
No digas disparates, Luis exclamó Rufino
Peralta, cuyos ojos brillaron en la obscuridad como
los de un pájaro nictálope —la Causa de la inde-
pendencia triunfará de un modo ó de otro ó mejor
;

dicho, casi ha triunfado ya, pues sólo falta el golpe


de gracia pero la Libertad y la Igualdad que son
;

el trofeo de la verdadera república, no triunfarán


aún porque necesitan nuevas luchas y nuevos sacri-
ficios en razón del viciado sistema que se ha es-
cogido, para iniciarnos como país autónomo. Ese
pacto fundamental que va á sancionarse en Cúcuta,
tiene las mismas deficiencias de las anteriores leyes
que hemos sancionado, desde 1811 hasta las últimas
del Congreso de Angostura. No se han abierto, de
par en par, las puertas á las conquistas que impone
el dogma del republicanismo genuino y bien inter-
pretado. El patíbulo seguirá levantándose en las
plazas públicas, la libertad de los esclavos se con-
cederá á medias y con mezquinos regateos, conti-
nuarán subsistiendo las clases privilegiadas y mu-
chos hombres dignos e inteligentes, continuarán no
teniendo acceso á ciertos honores y prerrogativas, por
el defecto físico de tener su piel obscura y el pelo
ensortijado. En esa nueva constitución que he visto
124 I F. losta García.

en proyecto, y que, seguramente se aprobará tal


como la presentó Nariño, aparecerá el mismo tram-
pantojo eleccionario por el cual podrá el caudillo,
presidente ó dictador, mandar las listas á los distritos
ó cantones, de los candidatos que deban ser favore-
cidos, como ha sucedido hasta hoy con todas las
elecciones de nuestros cuerpos legislativos el abso-
;

lutismo y el centralismo triunfarán, y por conse-


cuencia, sobrevendrá una oligarquía criolla más irri-
tante que la ibérica y naturalmente, los que estamos
;

jóvenes y tenemos amor á los principios y fe en el


€xito de las brillantes aspiraciones y conquistas de
los ideales democráticos, tenemos que seguir lu-
chando hasta conseguir que el noble pueblo vene-
zolano llegue á la meta de todas esas legítimas aspi-
raciones, cuyas excelsitudes les ponderamos á gritos
en las sociedades patrióticas y en los clubs, y por las
€uales se lanzó á combatir á brazo partido en la re-
yerta, armada, que tiene tantos años y que no ha con-
cluido todavía.
Sobre este y parecidos temas, siguieron aquellos
fervorosos patriotas disertando algunas horas más,
hasta que los formidables ronquidos de don Felipe
Carrasquel, que se había quedado dormido como un
tronco, y el lejanp canto de algunos gallos tempra-
neros, hicieron qué el doctor Federico Pedernales,
muy acertadamente, entre dos bostezos, dijera :

—Señores, basta de tertulia, estamos muy estro-


peados y en vísperas de una gran batalla, por lo cual,
es bueno dormir algunas horas para amanecer con
nuestros cuerpos livianos y dispuestos para todo lo
que pueda presentarse. Buenas noches
¡ !

XVI

La celebre batalla de Carabobo ha sido descrita


por tan innumerables y aventajadas plumas, por tan
buenos escritores y preclaros ingenios, que franca-
mente, el actual narrador se halla dudoso, cohibido
Garabobo iS^

j perplejo para emprender esta labor tan magis-


tralmente por otros manoseada, temeroso, como es
fácil imaginar, de caer en el adocenamiento rutinario
de las repeticiones, que son inevitables cuando por
fuerza hay que rechazar la inventiva y ceñirse, como
és debido, á la verdad absoluta.
Eeferida ha sido con su nervio y elocuencia pecu-
liares, por el propio Libertador en su mensaje al
Congreso de Cúcuta; por el general Pedro Briceño
Méndez, Ministro de Guerra en campaña, con so-
briedad y precisión, en el parte oficial dirigido al
Vicepresidente de la Eepublica de Colombia; por
el general José Antonio Páez, ó mejor dicho, por
el desacertado y erudito Mentor que tuvo la im-
propiedad de escribir su autobiografía, poniendo en
boca de aquel egregio y sencillo llanero, discípulo
de la rústica maestra Gregoria Díaz, frases, giros y
afectadas citas históricas, dignas de Castelar, de
Thiers ó de Víctor Hugo por el epistolar, acucioso
;

y rebuscador O'Leary por la benemérita urraca li-


;

teraria llamada José Félix Blanco por los bien


;

informados, castizos y en algunos puntos severamente


rudos y parciales, señores Baralt y Díaz por el ;

concienzudo, sabio y austero Eestrepo por el Plu-;

tarco venezolano, algunas veces apasionado y lírico,


don Felipe Larrazábal por el eminente Carlos Be-
;

nedetti, tan minucioso como dado á consideraciones


filosófico-políticas por el chispeante humorista Ca-
;

pella Toledo por el incisivo Juan Vicente González ;


;

por la prosa escultural y levantada de Eduardo


Blanco por el galano estilo y corte suetónico del
;

doctor. Laureano Villanueva por Francisco González


;

Guiñan, el Donoso Cortés carabobeño por las clási- ;

cas é inspiradas estrofas de don Felipe Tejera por ;

la atildada, elocuente y sobria descripción de don


Pedro Arismendi Brito por la maestra pluma de
;

Tomás Michelena por la viril péñola de Eloy G.


;
*

González por Linares Bernal, Eomanace, y por la de


;

muchos otros notables escritores colombianos y ve-


nezolanos, entre los cuales no es posible silenciar
i26 f. Tosía. García

á nuestro Gerard caraqueño, Tovar y Tovar, que


si escribió, inmortalizó con su inimitable pincel
no
la máxima batalla, trasladándola al lienzo que adorna
el plafón de la sala elíptica del Capitolio, obra
maestra, llena de luz, de brillantez y de sugestiva
realidad.
Después que tantas cosas más ó menos bellas,
vivas y elocuentes se han expresado, ¿que podría
decir dé su cosecha el autor de estos desaliñados
Episodios, que pudiera interesar y conmover, por
modo agradable y extraordinario, el exquisito gusto de
sus bondadosos lectores ? Absolutamente nada y ;

ya en el brete, para salir del ineludible compromiso


de presentar algo agradable, atrayente y gráfico, ya
que no le es dado superar, pero ni igualar siquiera,
á sus antecesores, tiene que recurrir de nuevo al
inédito filón que tantos detalles desconocidos le pro-
porcionara para escribir el tomo titulado La Guerra
d Muerte, tiene que echar mano una vez más del
manuscrito de su protagonista Luis Keyes, á quien
vuelve á ceder la palabra, tanto para lo que se re-
fiere al desarrollo de los hechos históricos, como
p^ra lo que se relaciona con sus intimidades per-
sonales y con las de los demás personajes de asi-
milación ó fantasía, no supuestos, sino simplemente
disfrazados.
Entra, pues, una vez más, en la palestra en estos
verídicos relatos, el denodado Cid de Guedeque.
" Como por la orden general del día 23 de Junio
del año de 1821, fechada á las márgenes del Tina-
quillo, dispúsose que el ejercito republicano se vis-
tiera con la mayor decencia y lujo posibles, desde
antes de romper el alba del día 24, las bandas de
los diferentes cuerpos empezaron á tocar la anima-
dora diana titulada Boyacd y .todo el mundo se puso
en movimiento con alegría y entusiasmo tan grandes
éomo si no se tratara de. los preliminares de un com-
bate, sino de una jira campestre, de algún simulacro
ó torneo, ó de alguna gran parada militar.
Carabobo i27

"Segilii la expresada orden general, los equipajes,


bestias de carga y de repuesto, ganado, asistentes,
arrieros y más de 200 mujeres, que seguían á sus
maridos y amantes, debían quedarse en Tinaquillo
para no servir de estorbo, y como el jefe de aque-
lla numerosa impedimenta, era don Mauricio Mora
Meló, cuando yo venía de dar una orden al cuerpo
del general Cedeño, lo encontré á caballo, de cha-
queta azul, con alamares blancos, altas botas, sable
al cinto y chacó de vivos plateados, discutiendo muy
acaloradamente con la legión femenil de cantineras
y odaliscas de cuartel, las cuales con lágrimas y
palabras tiernas, le suplicaban las dejase ir á incor-
porarse á los seres de su amor y de su preferencia,
para compartir con ellos los peligros y glorias de
la próxima refriega, cosa que, no embargante sus ro-
tundas negativa^, muchas audaces lograron realizar
valiéndose del ardid de vestirse con trajes de soldados.
— —
Bendito eres entre todas laá mujeres le grite
acercándome al lugar en donde discutía con el bohe-

mio y acongojado bello sexo siemi)re don Mauricio
mimado por las faldas, hasta en los campamentos.
— —
Qué mimado, don Luis me contestó, echan-
!


i

do cada terno que era una centella sin .... turiado,


fregado aquí con esta caterva de ... brutas, que quie-
.

ren oír de cerca el concierto de balas y obligarme


á que infrinja la orden que se me ha dado de no
dejarlas marchar hacia adelante. «Estas fieras no le
tienen miedo á nada, ni álos chopos, ni á los tra.-
bucos, ni á los machetes, ni á los cañones i
Quieren
arrostrar todos los peligros por estar al lado y al
rescoldo de sus hombres !

— Pero eso tiene un gran mérito de parte de


ellas— —
respondíle sonriendo y una gran ventaja de
parte de usted, pues como muchas habrán de que-
dar viudas hoy, podrá irse fijando desde ahora en
las que más le agraden ....

—No se burle, mi amigo Keyes contestó el atafa-
gado proveedor, apoyando el pulgar en los labios y
meneando, el índice de arriba hacia abajo — este
i28 F. Tosta Oaroia.

san Caralampio no está ya para milagrillos mujeriegos,


y mucho menos en estos críticos instantes, en que
el deber me condena á hacer el papel de un Juan
Lanas, en medio de esta broza, mirando lágrimas y
pucheritos, y oyendo rebuznar los burros, mientras
mis compañeros van á oír tronar los cañones y á se-
gar inmortales laureles. Todos se han emperifolla-
do con lo mejorcito que ' cargaban en las capoteras
y están ya en movimiento. Pedernales y Callejones,
al lado de Páez ; Peralta y Carrasciuel, al lado de
Marino, y usted, siendo como siempre la mano dere-
cha del Libertador solamente yo tengo la desgra-
;

cia de quedar postergado en esta vez ....


— Con los resplandores de Niquitao y con el éxi-
to de Boy acá — di j ele espoleando mi caballo, para
seguir al campamento de Páez— tiene usted suficien-
tes preseas y i3esetas para el resto de su vida. . . .

— —
No, no, compañero gritó cuando me alejaba,
meneando la diestra velozmente, en acentuada señal
de negación— por ningún caso, después del triunfo
definitivo será cuando .empezaré á ocuparme un poco
en mi personalidad, pues hasta ahora, sólo he pensado
en sacrificarme por la Patria ....
— Riéndome interiormente de las peregrinas frases
del excelso coloso de las Siete Emes, de su chusca
abnegación, de su fingido desagrado y de sus colmi-
lludas aspiraciones, equivalentes á esperar que otros
peláramos la papa para él engullírsela entera; llegué
al campamento del general Páez, y después que le
comuniqué las verbales órdenes que para él llevaba,
me detuve á observar un poco la actitud marcial y
el entusiasmo delirante de aquella aguerrida división,
á la cual se había confiado la vanguardia. Se
destacaba ,en primer término por sus vistosos uni-
formes y por su brillante apostura el batallón Bri-
tánico, luego seguían los Bravos de Apure; y, por
último, el formidable cuerpo de caballería compuesto
de 1.500 lanceros, entre los cuales estaban los ven-
cedores del Yagual, la Mata de la Miel, Las Queseras
y otros célebres campos en dónde el valor y biza-
: .

Garahobo i2 9^

rría de nuestros llaneros, habían asombrado á los


españoles. Algunos escuadrones estaban uniformados
de color rojo, sobresaliendo el que personalmente
mandaba el coronel Cornelio Muñoz, cuyos oficiales
y soldados, todos lanceros de fama, montaban brio-
sos y escogidos caballos de grande alzada.
Entre ellos había un negro muy ladino y fara-
mallero, llamado Pedro Camejo, que tenía el grado de-
teniente, y que por su gran valor y osadía en las
cargas, había merecido el apodo de El Negro Primero.
Esa mañana, cuando de regreso para el Estado
Mayor, pasaba por frente al sitio de la sabana de Ta-
guanes, donde estaba el referido escuadrón, presencié
una graciosa escena que no he podido olvidar jamás..
Ninguno de aquellos hijos de las pampas, se ocupaba
en manera alguna de la enormidad de los peligros que
iban á arrostrar en breve, para ellos el terrible acto de
batirse, era tan natural y rutinario, como el de comer
ó dormir y lejos de preocuparse con la imagen espan-
tosa de la muerte ó, lo que es lo mismo, con la muy
posible contingencia de perder la vida, se entretenían
en espera del coronel que había sido llamado al
Estado Mayor divisionario, á recibir instrucciones,
en cantar coplas y tonos y en dirigirse pullas in-
tencionales, que celebraban con risas y chacotas.
En el centro de una gran rueda ó grupo de jine-
tes, estaba el Negro Primero; y como muchas voces
lo excitaban á que repitiera la arenga que había
pronunciado en la tarde anterior, después de la re-
vista, no se hizo de rogar, sino que en su peculiar
lenguaje y con sus dichos especiales, que eran muy
celebrados hasta por el Libertador y el generad
Páez, en son de guasa é imitando admirablemente
la voz, la actitud, los ademanes y el modo de sen-
tarse en la silla el segundo de dichos jefes, le oí
'

pronunciar entre aplausos repetidos, la siguiente in-


comparable arenga
— Señoixs conmilitones^ comelones y mamantones /
Ayer se los dije y hoy se los ripito : llegó er mo-
mento é la ecisivaj ya vamos á está pegaos en eV
Jíífí? F. Tosía Carda

corte: el que no arrempuje pa alante se entenderá con


la vandola del Mayordomo, pues los que juyan hoy
irán pa la úrtima paila del infierno y los que mueran
con la guatea empapa en sangre española, á esos va-
lientes soldados de la Diahlocracia les abrirá er agüe-
Uto San Pedro las talanqueras del cielo, recibiéndolos
con arpa, guitarras y maracas ......
Confieso que á pesar de mi seriedad característica
j de las mil preocupaciones que por mi mente cruza-
ban, reí como un bolonio de aquel grotesco remedo y
-en cualquiera otra ocasión me hubiera parecido una
vulgar payasada; pero en aquellos instantes apurados
y casi antes de romperse los fuegos, la graciosa é ino-
cente mofa, rayaba en impasibilidad heroica, en des-
precio por lo contingente, en desden supremo por
la existencia, en serenidad lacedemonia, en sublime
estoicismo que igualaba á nuestros rústicos llane-
ros con los antiguos adalides, que inspiraron á Ho-
mero el inmortal poema conocido con el nombre
de la Ilíada.
El ejército patriota se puso en marcha y á pe-
sar de que sabíamos que el enemigo, después que
ocupamos á Tinaquillo, había retirado el cuerpo que
4¡enía en Buenavista, el Libertador, que iba en la
vanguardia, supuso, como era natural, que durante
la noche lo hubieran vuelto á ocupar, pues no era
concebible que dejaran de disputar y defender aquel
punto tan importante y estratégico, tanto por su
altura como por ser el paso obligado que forma
la proximidad de dos pequeñas colinas, que son el co-
mienzo del angosto desfiladero que teníamos que
atravesar para caer, por una media falda ó plano in-
v^linado, á la llanura de Carabobo, que se halla como á
una legua del mencionado sitio.
Pero era un hecho indudable que Buenavista esta-
ba abandonado, porque varios exploradores mandados
adelante, vinieron á encontrarnos con el aviso de
que podíamos subir sin ningún temor, como lo ve-
:rificamos, en efecto, llegando á dicho punto á las
-Hueve de la mañana.
:

CaFahobo ^31

Allí mandó á hacer alto el Libertador, se bajó


del caballo, y por indicación del coronel Eemigio
Eamos, que por ser muy conocedor de aquellos lu-
gares, andaba á su lado como baqueano, subió, para
dominar mejor la sabana, al caballete de un rancho de
paja, recientemente desocupado por sus moradores;
operación que ejecutó con la ayuda de una temblorosa
escalera de viguetas, que Eamos y yo le sujetamos,
subiendo luego nosotros también y situándonos á
«u espalda para dejarle libre el frente.
El empuñó el catalejo y por mas de quince
minutos, estuvo observando con profunda atención el
bélico panorama y estudiando las posiciones que
ocupaban los realistas.
Mientras esto acontecía, pude, con mis propios
ojos, darme cuenta de la manera hábil, estratégica y
formidable con que se había acomodado el enemigo
para esperarnos.
No embargante estar nublado el horizonte y
soplar una brisa fresca que anunciaba lluvia, brilla-
ba el sol con extraordinaria refulgencia en aquel
instante, quebrándose en chispas acerinas, en visos
fugitivos y ondas deslumbrantes sobre las bruñidas
bayonetas, lanzas, sables y cañones del ejercito es-
pañol, que vestido casi todo de blanco y con profusión
de banderas y banderolas rojas y gualdas, estaba for-
mado en batalla en el orden siguiente
En las lometas de la izquierda, á la salida del
punto llamado Boquerón, estaban colocadas cuatro
piezas de artillería con sus respectivas dotaciones,
^on un batallón á cada flanco, y más atrás, en las
alturas, Bai-hastro y Valencey, temibles y famosos
regimientos por su disciplina, por su número, por
^us antecedentes en lá guerra con Napoleón y por
ser considerados por Morillo, como los mejores de
los que traio en su expedición.
A la derecha estaban escalonados, con todas las
reglas del arte y de modo que sus fuegos cruza-
dos pudieran barrernos alhajar, los batallones Fer-
— ^' ^^^^ Garda

nando VII, León, Victoria, Castilla, La Reina, Burgos


y Hostalrich.
En el centro, cubriendo la retaguardia, esta-
ban los /Dragones de la Unión, armados de carabina
y lanza y más de mil hombres de excelente caballería,
compuesta de los antiguos veteranos de Yañes, Boves
y Morales, destacándose en el fondo de la verde y ex-
tensa pampa, como un grupo de enormes gaviotas,
las innumerables tiendas de campaña que formaban
el campamento de las huestes del rey.
— —
Este diablo de Latorre exclamó Bolívar, ba-

jando el anteojo ha echado el resto en esta vez y
sacado á relucir todo cuanto tenía de arte militar
en el caletre pero una cosa piensa el asno y otra
;

piensa el que lo cincha. Verdaderamente su posición


es inabordable por los caminos de San Carlos y del
Pao, que son los conocidos y los únicos por los
cuales cree que podamos bajar á la llanura. ¿Dí-
game usted, coronel Kamos, no hay alguna manera
de salir por donde no nos esperan y de flanquear al
enemigo por la derecha?
— —
Camino no tenemos contestó el antiguo rea-
lista sin titubear; —pero sí existe, por la caída que
llaman El Chaparral, una antigua trocha ó atajo,
nombrada Pica de la Mona, tapada con mucho monte.
— Pues hemos dado en el clavo —respondió ale-
gremente el Libertador, descendiendo con prontitud

de la pajiza techumbre hay que despejar esa pica
en el acto para que pase el ejercito. Haga avanzar,
coronM Kamos, los zapadores de todos los cuer-
pos y con ellos proceda á la operación y usted ;

general Beyes, tome dos compañías del batallón


Bravos de Apure y vengase con ellas para que apo-
yemos á los zapadores.
Estas órdenes se cumplieron en seguida, y cuando
el general Páez se impuso por mí de lo que se
trataba, se vino junto con las compañías y los zapa-
dores á donde estaba el Libertador, y fe dijo
— ^Permítame observarle, mi general, que soy el
:

jefe de vanguardia y por lo tanto es á mí á quien


! —
C&rabobo
'
"
i33

corresponde pasar adelante. Vuecencia va á expo-


nerse en una operación arriesgada j no es prudente
que la ejecute personalmente.
— Tiene usted mucha razón, señor general,

contesto sonriendo Bolivar, y no seré yo, por cierto,
quien le dispute la honra de poner esta contrandanza
tan obligada; pero como amo de la casa tengo el
deber de abrirle la puerta del salón para que pueda
entrar. Espere que ya le llegará su turno
¡

Nada replicó Páez y el Libertador entró resuel-


tamente en el desfiladero, acompañado de los zapa-
dores, de las dos compañías á cargo del que esto
escribe, y de un grupo de jinetes formado por el
general Pedro Briceño Méndez, por una parte del
Estado Mayor General y por los edecanes coroneles
Diego Ibarra y León Umaña, teniente-coronel Ma-.
nuel Ibáñez y capitán Daniel O'Leary.
Sorprendidos, sin duda, los realistas de aquella
extraña operación y de que nos dirigiésemos hacia
el lado opuesto á los dos únicos caminps por los
cuales nos estaban aguardando, nos dejaron pasar
«1 defiladero impunemente; pero cuando llegamos
á las inmediaciones del Boquerón y los zapadores
mandados por llamos, principiaron á abrir la trocha
para salir al Chaparral, entonces comprendieron muy
bien nuestras intenciones y destacaron cuatro com-
pañías del batallón de la Beina á estorbar el tra-
bajo de los zapadores.
Así comenzó la trascendental batalla, cerca ya
del mediodía, y por una misteriosa e inescrutable
coincidencia ó predestinación, sin tener ningún mando
activo de tropas, tocóme roniper los fuegos el pri-
mero, bajo las inmediatas órdenes del Libertador,
quien con la mayor serenidad, mientras esto acon-
tecía y en medio del vivo fuego y de la lluvia de
proyectiles que arrojaban los cañones de los realis-
tas sobre la entrada de la trocha ó pica, mandó al-
edecán Ibáñez volando, con la orden de que los cuer-
pos avanzaran á pasitrote y dispuso que el capitán
O'Leary se situara en un recodo del peligroso y
i.34 . F. TosU Cardá n

descubierto paso, para que fuera repitiendo la voz


de hileras á la izquierda y pasar corriendo', siendo de
advertir, que no obstante la circunstancia de haberse
cumplido la salvadora consigna al pie de la letra,
dejó por lo menos cada uno de los batallones, diez
ó doce hombres muertos en el desfiladero, sin contar
los heridos y las numerosas bestias que se inutili-
zaron al pasar por aquel simulacro de las célebres
horcas caudinas, donde los orgullosos romanos deja-
ron tantos girones de su fama y de su dignidad.

XVII

Tuvela satisfacción, que otros podrán llamad glo-^


ria, de haber podido contener y hacer replegar, con
las dos bravas compañías apureñas, al medio batallón
que vino á impedir el trabajo de los zapadores, visto
lo cual por Latorre, que dirigía la acción desde una
eminencia llamada El Infiernito, y habiendo com-
prendido este esperto general, que si no cambiaba
en el acto sú plan de batalla para impedir la entrada
del ejército republicano por aquel flanco estaba per-
dido, resolvió mandar casi todos sus regimientos so-
bre el Chaparral.
Aquel fué el momento más crítico de la decisiva
jornada, pues sólo teníamos para contener el formida-
ble empuje de casi todo el ejército realista, que avan-
zaba hacia nosotros á paso de carga, el resto de las
dos compañías que yo mandaba y el batallón Bra-
vos de Apure, á cuyo frente se hallaba el general José
Antonio Páez, montado sobre un hermoso caballo
blanco, dé riguroso uniforme bordado de oro y con
un penacho de plumas de garza en el ancho som-
brero.
Cuando un edecán á escape vino á comuicarle la
orden de salir al encuentro del enemigo incorporó á
Carabobo 135^

SUS fuerzas los 34 hombres que habían quedado tí-


vos de las dos compañías, y me dijo :

—Usted se ha batido como un valiente, gene-


ral Reyes, haciendo que se luzcan mis dos compañías.
Ahora me toca á mí. Veremos cómo me porto ....
La Legión Británica pasaba en ese instante el
desfiladero y más atrás, tramontando la falda opues-
ta para llegar á la altura de Buenavista, venía el
segundo cuerpo que mandaba el general Cedeño y
las divisiones de caballería del primer cuerpo.
En medio de una tempestad de nutrido fuego,
bajó Páez á la llanura, atravesó un riachuelo, y for-
mando sus soldados en columnas cerradas, resistió
victoriosamente por cerca de media hora las cargas
de los batallones ibéricos pero como eran tantos y
;

constantemente llegaban nuevos refuerzos, vióse obli-


gado á replegar sin darle la espalda al enemigo que
avanzaba hacia nosotros dando gritos de triunfo, y
confiado en su abrumante superioridad numérica.
Por fortuna llegó en aquel instante la Legión
Británica con el bizarro coronel Fárriar á la cabeza,
y llegaron también 4 muías con cajas de pertrecho.
El Libertador, que comprendía la inminencia del
peligro y que su hábil estrategia estaba á punto de
convertirse en un fracaso, si no se lograba conte-
ner la impetuosa carga de los realistas, mandó un
edecán á escape, para que el segundo cuerpo redo-
blase la marcha y me encargó decir á Fárriar, que
la suerte de la batalla dependía de la Legión Bri-
tánica y que era necesario combatir á pie firme
hasta que pasara el desfiladero el segundo cuerpo
al mando del general Cedeño.
Asilo hice, teniendo que hablarle en altavoz,
porque el ruido de las detonaciones era tan grande,
que parecía como un trueno prolongado.
Entonces el heroico Fárriar, comprendiendo la.
importancia de la orden que yo le comunicaba, se
irguió en su caballo y dirigiéndose en ingles á sus.
soldados les dijo algunas breves y electrizadoras-
frases, que no entendí entonces, pero que más tarde*^
!

tá36 <
f. Tost'i GarcM

:y después de la batalla, repitió y tradujo, á


''exigencia mía, el mismo Fárriar, para consignarlas
en estas memorias. Las palabras fueron éstas :

— We mustfight orperish tul Cedeño comes. \ De-


bemos combatir o morir, basta que Cedeño llegue
Los esforzaííos hijos de Albión contestaron á esta
espartana consigna con ün entusiasta hurra por la
•libertad de América, clavaron su bandera, botaron
los morrales y con imperturbable resolución hinca-
ron rodilla en tierra y rompieron sus certeros fuegos
«obre las huestes españolas, que hicieron punto de
orgullo y de amor propio destruir aquel obstáculo
imprevisto, quitar del medio aquel pequeño estorbo,
que les impedía alcanzar una pronta y fácil victoria.
Pero todo fué inútil y nada logró abatir el ánimo
-de la egregia y olímpica Legión, convertida en for-
taleza humana de graníticos cimientos.
Cargaron impetuosamente los» batallones Fernan-
do VII y León, Burgos y Castilla; pero todos tuvie-
ron que volver caras destrozados y llenos de asombro
por tanto denuedo.
Cayó herido Fárriar, gritando á los suyos to :

resistf lo reemplazó su segundo, que tuvo igual des-


gracia, asumió el mando el tercer jefe, quedó fuera
de combate más de la mitad de la imponderable Le-
-gión, y el resto seguía haciendo fuego á pie firme, con
una flema y tranquilidad indescriptibles.
Aquellos hombres no parecían de carne y hueso,
sino autómatas de plomo, á quienes se le hubiese
dado cuerda. Ninguno flaqueaba ni se afligía y ;

hasta el ultimo de aquellos beneméritos ingleses,


bubiera quedado tendido en el glorioso campo, si
agotadas las cajas de cartuchos que habían traído
las muías, no se le hubiera ocurrido á Páez un
pensamiento salvador.
Yo me encontraba á su lado, atónito de admi-
Tar tanto heroísmo, y con los ojos fijos hacia Bue-
mavista, observaba con angustia mezclada de júbilo
zí&l batallón Tiradores al mando de Heras, que asomó
:

C&mbobo ^Sl

en el desfiladero, cuando el héroe de las pampas me


dijo

Keyes, la batalla está perdida si no resistimos
siquiera quince minutos más. Hay que ordenar una
carga á la bayoneta para conseguirlo. Voy á darla*
personalmente con mis apúrenos; apóyeme usted con
los restos de la Legión Británica.
---El recurso es muy acertado, mi general, res- —

pondíle sin vacilación cuente conmigo que no lo
dejare solo.
Yla decisiva y estupenda carga á la bayoneta
se realizó sobre la marcha, Páez avanzó con los
suyos, seguido por mí y por los ingleses, sin hacer
caso de las descargas de los realistas, nos confun-
dimos con ellos, luchando cuerpo á cuerpo por es-
pacio de algunos minutos y cuando una vez más la
fuerza del número empezaba á hacernos replegar,
nos auxilió providencialmente Heras, quien al ob-
servar desde lejos nuestra peligrosa situación, se
adelantó con dos compañías y cargando también á
la bayoneta, hizo cambiar la suerte del combate,
pues logramos rechazar y poner en fuga al enemi-
go, que fue á tomar posiciones eñ una eminencia
cercana, perseguido de cerca por algunos piquetes
de nuestra caballería que habían logrado llegar.
Entretanto, el resto de nuestra segunda división,
y la tercera al mando de Plaza, pasaban por el des-
filadero y por otro sendero angosto que habían de-
jado libre, al replegar hacia su centro, los batallones
Valencey y Barbastro.
Viéndose perdido La torre, intentó el último es-
fuerzo, á cuyo fin lanzó hacia nosotros al batallón
de la Reina y á toda su caballería, creyendo apro-

vechar la ventaja de que la mayor parte de nuestros


jinetes no habían logrado pasar todavía.
Y aquella acertada disposición del jefe realista
iue la que ocasionó el definitivo desastre, por el
hecho asombroso e incomprensible de que solamente
el coronel Vázquez, Jefe del Estado Mayor del ge-
neral Páez, y el intrépido Juan Ángel Bravo, capi-
i38 '
t\ rosta Carda,

tan de una compañía de la Guaidia de Honor, te-


niendo ambos á sus órdenes apenas cien lanceros
escogidos, consiguieron al primer choque contener
y dispersar por completo al referido batallón y á
los 1.300 jinetes que mandaba Morales en persona.
Nunca creyó el general Páez, que aquel ínclito
grupo, á pesar de conocer tanto la calidad, valor y
antecedentes de los hombres que lo formaban, fuese
capaz de sugetar al afamado batallón La Eeina, y
á los temibles lanceros que en otros tiempos eje-
cutaban tantas proezas á las órdenes de Yañes y
Boves; pero como ya el grueso de su caballería
bajaba de Buenavista á rienda suelta y lanza en
ristre, quiso, según gráfica expresión que le oí decir
después, quiso tirar una empanada d los rabiosos perros
realistas para que se entretuvieran un poco; pero la^
empanada se les atravesó en el gaznate, porque lle-
vaba casi el mismo picadillo de la que no pudieron
tragarse en Las Queseras, y almendras, pasas y acei-
tunas como Muñoz, Vázquez y Bravo, los cuales no
combatieron como hombres, sino como leones, prin-
cipalmente el último de estos tres Bayardos, quien se
metió tan adentro en la formidable carga y luchó
tan cuerpo á cuerpo con los enemigos, que sacó ca-
torce rasgaduras de lanza en el uniforme, teniendo
la suerte de no salir herido.
El Negro Primero, que también formaba parte
del admirable grupo, iba en la vanguardia como de
costumbre y fue el primero que, acompañado de
Malbañado y Cantabonito, empapó* su lanza en
sangre española; pero de pronto volteó riendas y
se dirigió á paso lento hacia el sitio desde el cual
Páez presenciaba el ataque.
Entonces tuvo lugar un breve diálogo entre el
jefe y el subalterno, que vino á ser algo así como el
reverso doloroso de la escena cómico risible de Ti-
naquillo :

— —
Gran vagabundo gritóle Páez con agrio acen-

to ¿ en eso han venido á parar tus baladronadas y
discursitos burlescos, tantas roncas y monenas, para

C^rabobo i3iÁ

venir corriendocomo un cobarde á la hora en que


todos cumplen con su deber y ganan charreteras?
— Pedro Camejo no ha jullío nunca
i —
contestó
!

con amargura el valeroso y desgraciado negro, lle-


vándose una mano al pecho herido, de donde sa-
lían borbotones de roja sangre que se confundían
con el color de su uniforme vengo muerto, mi general,
y antes de dir 'pa er cielo quería decirle adiós y reco-
mendarle mi familia ....
Páez arrepentido de su dureza, quiso acercarse
á el para socorrerlo pero ya era tarde, porque el
;

ínclito Negro Primero, había caído muerto á tierra


a?l pronunciar estas palabras.
Durante este rápido diálogo, el combate tomó
dimensiones colosales luchando en la proporción de
;

uno contra diez nuestros invictos llaneros ;y bien


fuese porque los numerosos escuadrones realistas
se sobrecogieran de súbito pánico, ante el asombro-
so arrojo de los patriotas, ó bien porque las malas
artes de Morales, siempre envidioso de Latorre, los
instigara felonamente, es lo cierto que voltearon ca-
ras y se declararon en repentina fuga, tan inespera^
da como incomprensible, produciendo general des-
orden y terrible confusión en el campo del rey, has-
ta el extremo de que casi todos los batallones, aco-
sados por nuestros jinetes, rindieron armas, inclu-
sive el famoso Barbastro, que fue atacado por el
general Páez eñ persona, acompañado de 300 jine-
tes frescos que entraron al galope á la sabana por el
camino real de San Carlos, que había quedado libre
desde que comenzó el combate por el lado opuesto
al que se nos aguardaba.
La captura del batallón Barbastro, debióse en
su mayor parte al frenético arrojo del valeroso coro-
nel Ambrosio Plaza, jefe del segundo cuerpo divisio-
nario, quien deseoso de tomar parte en la acción y
de segar laureles en aquel día, al llegar al campo^
lleno de patriótico ardor y sin recibir órdenes, se
unió con algunos jinetes á Páez, en el momento de la.
impetuosa carga, y por haberse adelantado á todos,:
i40 F. losta Garda

cayó derribado por una bala aquel servidor tan dis-


tinguido, tan arrogante, tan lleno de vida y de mereci-
mientos.
Al contemplar Latorre aquel violento é inverosí-
mil cambio de situación, pues en pocos minutos, co-
mo si algún genio ó endriago infernal para él, y pro-
picio para nosotros, hubiera arrojado soplo de ex-
terminio sobre su ejército, antes tan poderoso y tan
T3Íen organizado, al ver, como poseído de horrible pe-
sadilla, sus mejores batallones destrozados y rendi-
dos, su caballería dispersa y su artillería en manos
del enemigo, el rudo teniente de Morillo que ha-
bía luchado cuatro años por la independencia de
su patria, junto con las huestes vencedoras en Vi-
toria, San Marcial y Bailen, y siete años en Nueva
Oranada y Venezuela, para sostener el poder colo-
nial, quedóse atónito en presencia de aquel inmenso
estrago que no podía explicarse, dio la batalla por
perdida y con su espíritu de bronce anonadado
y sus formidables energías debilitadas, acompañado
de su Estado Mayor, corrió á buscar asilo en la
reserva temeroso de caer prisionero.
En medio de aquel caos de destrucción y muerte,
^n aquel inmenso derrumbamiento y cuando apa-
recía cobarde y tristemente abatida la bicolor ban-
dera de Numancia, Sagunto, San Quintín y Los Ara-
piles, cuando todos se anonadaban por la impre-
vista catástrofe, surgió un hombre extraordinario de
las filas españolas, no para salvar la histórica ban-
dera de la derrota, que ya era inevitable, pero sí
para salvarla de la vergüenza y dejar en la desgra-
cia su fama incólume y su nombre muy en alto.
Ese héroe fué el coronel Tomás García, jefe del
batallón Valencey.
Cuando ,todos sus compañeros se amilanaron él
se agigantó, cuando todos huyeron á la desbandada
ó se entregaron como carneros, él formó en cuadro
cerrado sus mil veteranos, colocó una pieza de ar-
tillería por cada frente, logró contener un escuadrón
de caballería de Morales para que lo apoyase y en
Carabobo i4i

desigual y bizarra lucha, sin dar la espalda á los


engreídos vencedores, emprendió una soberbia reti-
rada, en orden, con calma j con admirable discipli-
na; en una palabra, aquel desconocido subalterno es-
cribió con la punta de su espada el sangriento epí-
logo de nuestro postrimer y decisivo drama bélico,
pudiendo asegurarse que aquella prodigiosa resis-
tencia final, por el emprendida en los estertores de
la agonía del poderoso león ibérico, nos costó más
pérdidas que la recia y formal batalla, y aquel in-
comparable militar con su asombrosa bra\Tira, estu-
vo á punto de hacer cambiar el próspero rumbo de
ios sucesos, si el Libertador penetrado del peligro, no
hubiera acudido presuroso al centro de nuestros
confiados batallones, blandiendo su sable y gritando
delirante de entusiasmo :

— Orden, orden, no nos desorganicemos. Cada


¡

cual á su puesto. Acordémonos de Semen, donde


después de ganar perdimos sin saber cómo !

Aquella oportuna advertencia aplacó los ánimos


poseídos de frenético furor por destruir al porfiado
Valeucey que se alejaba majestuosamente, sembrando
el suelo de cadáveres, siendo la "advertencia tanto más
necesaria y eficaz para restablecer la disciplina, cuan-
to que en aquel mismo instante caía sin vida el
bravo de los bravos, el general Cedeño, que pre-
tendió romper el cuadro por un flanco; y por el
otro, escapaba milagrosamente Páez, quien en el ca-
lor de la brega y repentinamente acometido de su
habitual y epiléctico patatús, llegó hasta confundirse
con la caballería enemiga, y tuvo la inesperada suer-
te de que un oficial llamado Antonio Martínez, del
escuadrón que había logrado don Tomás García re-
tener á sú lado, lo restituyera á sus filas, trayendo de
la mano las riendas de su caballo y haciéndolo suje-
tar por un teniente patriota de nombre Alejandro Sa-
lazar, que se montó en las ancas.
Cuando el Libertador logró restablecer el aplo-
mo y la circunspección en su vencedor ejército, cu-
^

yos distintos cuerpos habían acabado de llegar, se


: :

142 F. losta Garda

acercó al lugar donde se iiallaba Páez, que había re-


cobrado por completo su sentido, y entre Víctores y
aclamaciones, le dijo
— .

Vuestro indomable valor y vuestra intrepidez,


Imn contribuido en primer término ó esta gran victoria :
-os ofrezco en nombre del Congreso el ascenso de General
en Jefe.

XVIII

Entretanto, el indestructible y maldito batallón


realista, continuaba impertérrito su itinerario bacia
Valencia, abriéndose y cerrándose como un compás
de fuego, según la estructura del camino, haciendo
nuevas y muy sensibles bajas entre sus perseguido-
res, cada vez más empecinados en rendirlo ó en
destrozarlo, lo cual era para ellos una cuestión de
punto y de vida ó muerte.
Cerca ya de las dos de la tarde mandó el Li-
bertador á hacer alto para dar tiempo á que se
adelantasen los batallones Eifles y Granaderos, do
la tercera división, destinados á continuar la perse-
cución por causa de que el Bravos de Apure, estaba
muy fatigado del recio batallar y había consumido
todos los paquetes que llevaba en cartucheras.
En aquel momento y á orillas de la quebrada
<le Barrera, ocurrió un caballeresco lance, digno de
los tiempos olímpicos, entre dos de nuestros más
renombrados jefes de caballería entre Rondón y
:

Mellado, que corrían, en competencia, á la cabeza


del grupo de jinetes de los distintos cuerpos, con
^1 propósito de romper la formación de Yalencey.
El primero iba delante y el segundo detrás, por
^1 flanco izquierdo del cuadro, y pocas varas antes
•de llegar á él, éste gritó á Rondón
— Compadre: por delante de m^ij la cabeza de mi
€aballo!

Carabobo ^43

— —
¡No te adelantes contestóle el oriental tratan-
do de atravesarle el caballo mira que es muy peli-
groso quitarle la vanguardia á Rondón!
Mellado nada escuchó, metió las espuelas á su
caballo y lanza en ristre se precipit\5 sobre las filas
enemigas, quedando el fogoso corcel clavado en las
bayonetas, traspasado el semi-suicida y audaz lan-
cero por varios balazos en el noble pecho, muerto
el comandante Lima y heridos muchos oficiales.
Bondón, lleno de coraje, muy contrariado y echando
tacos y maldiciones, tuvo que replegar con el uni-
forme agujereado por tres balas.
Como hacía mucho rato que había empezado
á llover copiosamente, los barrancos de las que-
bradas y el piso del camino pusiéronse resbaladizos
y casi intransitables, por lo cual ni los batallones
de infantería destinados á la jjersecución, ni los
cuerpos ¿e caballería, pudieron dar alcance á Yalen-
cey, que logró llegar hasta Mucuraparo sin más
perdidas que 100 hombres poco más ó menos, y la
del escuadrón de caballería que se le separó después
del choque en la quebrada de Barrera.
Observando el Libertador que el temerario
cuerpo, al compás de la marcha real, que tocaba
su banda, estaba ya cerca de la ciudad, dispuso
montar 200 granaderos á la grupa de igual número
de jinetes, con el objeto de detenerlo, e impedir que
se hiciera fuerte en ella. El nuevo combinado
<iuerpo perseguidor, logró darle alcance en el sitio
llamado Los Corrales, en las cercanías de Valencia,
y allí se trabó un vivo tiroteo pero todo fue inútil,
;

nuestros jinetes y granaderos fueron rechazados con


numerosas bajas.
En aquel punto ocurriósele al coronel Tomás
García un golpe de audacia y serenidad increíble,
que dio lugar á un celebre diálogo entre el general
Latorre y su subalterno, lo que puedo consignar
en estos apuntes, lo mismo que muchos otros lances
ó importantes detalles de aquella asombrosa reti-
rada, por habérmelos referido a,l día siguiente el
: —

i44 F. Tosta Oarcisu

capitán Manuel Eguía, joven natural de Cuenca, muy


amable é instruido, ayudante de Latorre, quien he-
rido en una pierna, tuvo que quedarse en un rancho
del camino de Puerto Cabello y traído á Valencia
prisionero, me interesó tanto, que conseguí el per^
miso para que pudiera curarse en la casa de doña
Melchora de Arguinzones.
El atrevido hecho ocurrió de esta manera
— —
Mi general exclamó el jefe del Yalencey, á
raíz de haber hecho morder el polvo á sus últimos

acometedores ya que hemos tenido la fortuna de sal-
var en esta aciaga jornada, por lo menos el honor
de nuestra bandera, y como Usía ha dispuesto que
sigamos hacia Puerto Cabello, permítame mandar
dos compañías á la ciudad á recoger nuestros equi-
pajes y papeles que están en los cuarteles, á fin de que
hagamos las cosaé completas. /

—Pero eso es uña puerilidad que podrá costar-


nos cara — respondió Latorre, frunciendo el ceño
¿ cómo vamos á detener la marcha y á exponernos por
unos equipajes que nada valen ni significan ? No es
bueno abusar, coronel, eso es un disparate innecesa-
rio. Contentémonos con lo ejecutado hasta ahora,
que es increíble.
— —
Nó, nó insistió don Tomás, con apremiante

empeño la operación es obra de unos minutos y
no habrá ningún trastorno. Respondo del éxito.

—Es que hay doble peligro replicó el general

ya un poco más accesible^ el de ser alcanzados nue-
vamente y el de quedar cortadas las dos compañías,
en el caso de que podamos abrirnos paso y seguir
adelante.
—Nada de eso, mi general, tengo el lance bien
previsto. Las compañías entran á la ciudad, nosotros
seguimos por la falda del cerro de Guacamaya y las-
aguardamos en Camoruco. Es una marcha casi pa-
ralela y con el rodeo que vamos á dar, llegaremos
iguales.
—Haga usted lo que quiera, benemérito señor
coronel, á quien, yo asciendo á general en nombre
— ;

Carabobo {45 •

— —
del Rey, contestó cariñosamente Latorre hoy es su
gran día; y á un hombre de sus quilates tenemos
todos que subordinarnos incondicionalmente. Eso sí,
proceda pronto, pronto, para que no perdamos
tiempo.
Dadas las órdenes del caso á sus dos mejores ca-
pitanes, don Tomás despachó las compañías, que se
dirigieron á pasitrote á la ciudad, cuyas calles es-
taban desiertas y las puertas y ventanas cerradas
desempeñaron la peleaguda comisión, sin ninguna
dificultad, y se reunieron al batallón en Camoruco,
con todos los cachivaches y cacharros que habían
ido á recoger.
Cuando se verificó la conjunción y los fugitivos
continuaron la marcha hacia Naguanagua, el general
Páez entraba á Valencia á la cabeza de un escuadrón
de caballería, y como se le informó que el enemi-
go se hallaba en el puente que conduce al camino de
La Victoria, acudió hacia ese lado, encontrándose con
una columna de húsares de los dispersos de Mora-
les, la cual atacada vigorosamente, hiijó á escape
por el camino de Vigirima, dejando muchos muertos y
heridos.
Suspendida la persecución, por no haber cesado
la lluviay estar declinando el día, los restos del bri-
llante y poderoso ejercito realista, llegaron como á
las diez de la noche al extremo norte de la sabana,
donde principia la cordillera que conduce á Puerto
Cabello.
—Aquí tenemos que hacer alto para descansar

un poco dijo el coronel García á Latorre, que es-
taba silencioso, triste y meditabundo, envuelto en
un ancho —
capote, que destilaba agua y barro nece-
sitamos que la tropa coma algo y duerma aunque
sea tres ó cuatro horas, para poder subir la cuesta.
—Eso —
es lo indicado respondió el general
porque oportuna parada nos servirá también para
la
incorporar dispersos pero corremos el riesgo de que
;

nos alcancen y ataquen.


CAKABÜBO 1&
^46 F. Tosta Garda

— En eso no hay que pensar —replico García


con presteza, —de Naguanagua para acá no nos han
perseguido y si en el día les ha ido tan mal al
pretender alcanzarnos, mucho peor les iría en la
noche. Además yo pondré avanzadas fuertes en re-
;

taguardia, y como no vamos á desensillar sino á


tragar un bocado y á pellizcar un sueño, nos-
otros con la cabeza recostada en los bridones y los
soldados en los morrales, siempre al sentir los
iuegos, tendríamos ocasión de continuar peleando en
retirada.
Latorre convencido, aprobó la idea de su inteli-
gente subalterno, y cuando sus fatigadas huestes des-
cansaban, ambos sentados en un rústico banco, en el
corredor de una choza, cerca del camino real, con
los caballos de cincha aflojada y freno quitado, al
alcance de la mano, y comiendo yerba cortada, el
infortunado Capitán General y el nunca bien pon-
derado coronal, que habían creído prudente no acos-
tarse en aquella memorable noche, entretuvieron su
vigilia conversando en esta "forma:
— ¿ Supongo, mi general, —
dijo el coronel García
—que se acordado mucho Yuecencia de mí
habrá
en este funesto día y de todo lo que le pronos-
tique en la casa de doña Melchora. ¿ Tenía razón
ó no?
— —
Completa don Tomás respondió Latorre con

desconsolado acento tarde, muy tarde, he venido á
conocer cuánto vale usted en todos sentidos. He
sido un estúpido de marca mayor, al no haber oído
sus opiniones y convencido estoy de que el pérfido
ó inepto Morales ha sido el culpable de la perdida
de la batalla.
— —
Medite por un momento contestó muy satis-

fecho el jefe del invicto batallón que distinta hubiera
sido la contradanza, si á Pereira con el 2° de Yalen-
cey, y á mí con el 1°, que está á mis órdenes, nos hu-
biera tocado pelear en vanguardia con Bravos de
'

Apure y la Legión Británica en El Chaparral.


-Hubiéramos vencido, se lo juro á Usía, y á estas
:

Carabobo ^47
^

horas tendríamos á Bolívar prisionero, pues al barrer


nosotros á los dos insignes batallones enemigos,
habría quedado cortado, sin duda alguna, porque
cometió la imprudencia de aventurarse casi solo al
romperse los fuegos.

Claro, indudable, exacto, amigo mío. Ya verá
usted como en la primera orden general j en la
nota que dirija á España, sabré tributar cumplida
justicia á sus grandes méritos y cualidades. Y á

propósito de lo que u^ted dice sobre Pereira, añadió
Latorre, sacando un papel de su bolsillo y encen-

diendo una pajuela para poder leer oiga una parte
•del oficio que recibí ayer tarde de Caracas de su
Taleroso amigo
" Después que el tenaz y activo Bermiídez, de
la noche á la mañana y con los refuerzos que reci-
bió del general Carlos Soublette, cambió su papel
de derrotado por el de vencedor, atacándome en el
cerro de Macuto, cerca de Santa Lucía, el día 15
del presente junio, no me quedó otro camino sino
el de emprender retirada, dejando en aquel desgra-
ciado campo, como 200 hombres, entre heridos y
muertos, y más de 300 fusiles. A pesar de haber teni-
do las fuerzas colombianas dobles pérdidas á las mías
en el reñido combate, vinieron persiguiéndome de
,

cerca por la cuesta cíe Arenaza, lo que me obligó


á venir combatiendo palmo á palmo, hasta llegar á
Los Dos Caminos, donde, apoyado por el valiente
coronel Cova, logré detener un tanto la persecución
y llegar á Caracas, tomando posiciones lo mejor que
pude en el cerro del Calvario con los 500 solda-
dos que me quedaban, resuelto á jugar el todo por
^1 todo.
" Bermúdez
confiadamente se lanzó con gran
,

ímpetu sobre mí, porque traía 1.200 hombres, ca-


ñones y abundantes pertrechos y por uno de eso^
;

fenómenos inexplicables en la guerra, he tenido la


suerte de derrotarlo por completo y de hacerle huir
hacia Eío Chico con sólo 150 soldados, dejando en
!

i48 F. Tosta OaroiA

mi poder heridos, muertos, prisioneros, artillería y


bagajes.
" Estoja, pues, de nuevo en la capital, esperando
las órdenes de Yuecencia ".

Así es como proceden y hablan los hombres
de pundonor y de vergüenza !

exclamó entusiasmado

don Tomás. ¡Que diferencia entre este héroe y el
badulaque de Morales
—Lo que lamento— respondió Latorre guardando
el oficio —
es que el bravo Pereira va á quedar en-
cerrado en Caracas y si no podemos mandarle pronto
algunos buques á La Guaira, caerá en poder de los
vencedores.
—Pues hay que salvarlo á todo trance dijo —

García no podemos abandonarlo después de haberse
portado tan bizarramente. Entretanto, mi general,,
recuéstese Usía un rato para que se reponga, que
yo seguiré velando.
Así fué; Latorre se estiró en el banco cuan
largo era, poniendo la capotera por almohada y el
incansable don Tomás salió á recorrer el campa-
*

mento, tan listo y ágil como si nada hubiera pasado


en las últimas y borrascosas horas, ó como si aca-
bara de abandonar un blando lecho.
Al romper la aurora del siguiente día, el fatigado
núcleo realista emi)ezó á trepar la cuesta, logrando
llegar á Puerto Cabello sin ninguna novedad.
En la tarde del mismo 25, llegó también Mora-
les á dicha plaza con parte del batallón La Guardia,
del general Latorre, y con alguna caballería, ha-
biendo conseguido pasar por Guacara y Vigirima,
mientras sus dispersos escuadrones tomaban la vía
del Pao.
Tal fué el resultado final de la decisiva batalla
que concluyó con la dominación española en Vene-
zuela y vino á complementar y á afirmar al cabo de
once años de constante lucha, la viril iniciativa del
'
19 de Abril y las conquistas del 5 de Julio, para
sellar nuestra independencia y libertad y para darnos
digno puesto entre las n acciones civilizadas del mundo.
CarAbobo i49

Dos faces interesantísimas tuvo la trascenden-


tal acción de Carabobo, tanto en el uno como en el
otro campo, dos lances supremos que hasta la sa-
ciedad dejaron demostrado la identidad en el valor
y la homogeneidad en la raza de éstos y de aquéllos
<íombatientes.
Al comenzar el combate un grupo de jinetes y
los batallones Bravos de Apure y Legión Británica,
con Bolívar y Páez á la cabeza, puede decirse que
se batieron en campo raso con los 6.000 veteranos
y fueron bastantes para resistirlos en el pasmoso y
formidable empuje y para envolverlos y derrotar-
los después, en breves minutos. Al terminar la ba-
talla un solo batallón, el perínclito Valencey, con
Latorre y García en el centro del histórico cuadro,
contuvieron, durante algunas horas, á todo el ejér-
cito patriota vencedor es decir, republicanos y rea-
;

listas dejaron demostrado evidentemente y con igual


tezón, su denuedo, su pujanza y la procedencia de
su hercúlea estirpe ibérica, de donde ambos arran-
caban, sobresaliendo, como brillante matiz, en aquel
derroche de valor latino, la pléyade de nobles y ge-
nerosos sajones que allí derramaron su sangre por
la libertad del continente americano.
Las pérdidas del ejército español fueron muy
considerables, pues, incorporado Morales, apenas
pudo Latorre concertar en Puerto Cabello al rededor
de 2.500 hombres, incluyendo los cuerpos de Tello
y de Lorenzo, que por el camino de San Felipe, se
le unieron el día 26.
Nuestras bajas no fueron numerosas, pero sí
harta dolorosas.
No llegaron á 200, entre muertos y heridos ; pero
entre los primeros cayeron Cedeño y Plaza, los dos
jefes del 2" y 3®^- cuerpo divisionario, para los cua-
les decretó el Congreso, justos y merecidos honores ;
sucumbiendo también Mellado, Meleán, Arráiz, Ca-
rne jo, Arias y otros valientes más, cuya memoriu
debe ser de recordación eterna para todos los buenos
venezolanos.
í50 F. Tosía Garc/»

XIX

Qué alegría tan intensa, qué entusiasmo tan de^


lirante el de los valencianos, cuando cerca ya de
la noche, se convencieron de la magnitud del gran
triunfo de las armas colombianas, y de que habík
muerto para siempre la dominación española en Ve-
nezuela !

Ellos, que con el alma acongojada, habían sida


testigos de los esfuerzos y actividades de Latorre, y
habíah visto desfilar por sus calles, contándolos y
recontándolos, los aguerridos y veteranos cuerpos
de infantería, caballería y artillería, con sus respec-
tivas bandas á la cabeza, con sus flamantes unifor-
mes y con sus brillantes armas, ellos que estaban
aturrullados y cohibidos de tanto escuchar las ron-
cas y bravatas de aquellos vencedores de Napoleón,
que trajo aquí Morillo, precedidos de tanta fama,
y que conocían además la improvisada cindadela, re-
ducto 6 fortaleza humana, que había formado Lato-
torre en la sabana de Carabobo para aguardar á los
patriotas, pareciqpdoles un sueño lo que veían, y
sin poder explicarse de pronto el brusco cambio,
ni darse cuenta de cómo, en tan pocos minutos, se
había derrumbado aquel coloso de cañones, lanzas y
bayonetas, se lanzaron en tropel fuera de las casas
á recibir y á aclamar á Bolívar y á Páez, como á
sus esclarecidos bienhechores.
Y la Zaragoza venezolana, la heroica ciudad que
resistió en 1813 el sitio de Boves y de sus salva-
jes seides, pagando entonces con escarnios, lágrimas
y sangre, tanto denuedo y altivez, casi no durmió
en aquella memorable noche preparándose para re-
cibir con insólita ovación al ejército que debía hacer
su entrada al siguiente día, después de haber sega-
do tan inmarcesibles laureles.
Yen aquel sublime é inesperado despertar de
su arrogancia y entusiasmo por los ideales de la.
.

Carabobo i5t^

Patria redimida, improvisó arcos, coronas y trofeos,


para la entrada de los vencedores en la mañana del
25, en que todo fué ruido y animación ; y como la^
nota cómica es inseparable de lo magistral y gran-
dioso, nunca podre olvidar que entre la pléyade de
adalides, entre Eondón, Muñoz, Yásquez, Bravo,
Sandes, Fárriar, Woodeery, Smitli, Aramendi, Ar-
guindegui, Manrique, Uslar, Patria y Piñango, venía,
también, contoneándose al compás de la música, muy
finchado y con un peregrino y churrigueresco uni-
forme, que le daba aspecto de guacamaya por la va-
riedad de colores, don Mauricio Mora Meló, cuya
única hazaña en la máxima victoria fue la de reco-
rrer el campo á última hora, con los asistentes y
arrieros, pillando todo lo que pudo en las abando-
nadas tiendas de campaña de los realistas, desba- •

lijando á los muertos, propios y extraños, prendas,


dinero, herrajes de plata, buenas pistolas y hasta
muchas de las prendas del raro vestido que osten-
ba, dentro del cual, por haber sido, sin duda, los
difuntos más gordos, aparecía el ilustre varón como
un zancudo entre un vistoso plumero, ó como un
alfiler encajado en un almohadón bordado en seda
y oro
Solamente permanecí algunas horas en Valencia,
después de la rumbosa entrada del ejército, porque
el Libertador, cuyo objetivo dominante era ocupar
á Caracas y aniquilar á Pereira, dispuso en el acto
que el coronel Rangel, saliera con tropas sijficientes
á asediar por tierra á Puerto Cabello, que el acti-
vo Heras abriera operaciones sobre San Felipe,
que un respetable cuerpo de caballería marchase en
dirección del Pao á perseguir á los dispersos jinetes
de Morales, y, que el general Santiago Marino se
encargase del mando del ejército.
Dictadas estas disposiciones, acompañado del
general Páez y su caballería, de los batallones Gra^
naderoSy Vencedor y Anzoátega% de su Estado Mayor^.
inclusive el que esto escribe, salió esa misma tarde
para la capital, formando parte de la expedición,^
^52 B. TostH García

^1 doctor Pedernales y Callejones, que iban en el


Estado Mayor del general Páez, y Eufino Peralta
j Carrasquel, quienes, con permiso de Marino, iban á
ver sus respectivas familias, de las cuales estaban
reparados hacía mucho tiempo.
Sin ningún inconveniente, ocupamos la capital
el día 29, por haberla abandonado Pereira cuando
tuvo noticias de la destrucción del ejército español.
Allí supimos que este esforzado jefe, pretendió
internarse en los Llanos pero que habiendo recibido
;

en el pueblo de El Valle una comunicación de La-


torre, llamándolo á Puerto Cabello, había contra-
marchado hacia La Guaira, tomando por sotavento

el camino de la costa pero que no habiendo podido
:

pasar de Carayaca, por la fragosidad de aquel ca-


mino, había vuelto de nuevo hacia La Guaira, en
^cuyo lugar se encontraba, después de haber despa-
•chado para Puerto Cabello una numerosa emigración
de familias realistas en 72 buques mercantes de
distintas nacionalidades, que encontró á la sazón en
dicho puerto.
El júbilo de los caraqueños fue inmenso al ver
^entrar de nuevo triunfante & su predilecto e ilustre
caudillo, el cual, sin perdida de tiempo envió un
comisionado á buscar al general Soublette, que se
hallaba en Eío Chico, para que viniera á hacerse
>^cargo del gobierno, y otro emisario, el coronel Diego
Ibarra, á Pereira, proponiéndole una honrosa capi-
tulación, que este aceptó previas algunas liberales y
generosas concesiones, por virtud de las cuales, can-
geadas y aceptadas por Bolívar desde Maiquetía, á
donde nos traladamos el día 3 de julio, se verificó
la entrega de la plaza de La Guaira, interviniendo
en todos los detalles, por parte de Pereira, el co-
ronel Somosa y el comandante Eiyero y por parte
;

de Colombia, el coronel Ibarra y el autor de estos


apuntes.
Como en virtud del artículo 3- de las estipula-
aciones complementarias, á los oficiales y á la tropa
fbien fueran españoles ó americanos) se les debía
Carabobo i^^

consultar su voluntad de embarcarse ó de estable-


cerse en el país, así lo hicimos en medio de la iñayor
cordialidad, y apenas logró Pereira que lo siguieran
al muelle 225 hombres, que lo acompañaron á Puer-
to Cabello, quedando formados en la plaza y en el
castillo del Colorado, á las órdenes de la Eepública,
200 hombres del batallón del Eey, más de 300 del 2-
de Yalencey y 30 húsares, todos los cuales, muy
espontáneamente, quisieron alistarse en nuestras filas.
Y tanto el embarco de Pereira con las tropas
que le permanecieron fieles, como el cambio de
banderas de los que tomaron servicio en el ejercito
colombiano, se verificó sin odio, sin recriminaciones,
sin palabras de rencor, todo en el mayor orden y
con la más edificante harmonía. Fue aquella una
separación civilizada de hermanos, que demostraba
el nuevo aspecto que había tomado la guerra, fina-
lizando como ha debido comenzar : humana, caba-
lleresca, con procedimientos altruistas, con hechos
nobles y generosos, puesto que se trataba de la
emancipación natural de un continente de la misma
raza y que, como conquistado por la nación espa-
ñola, era lógico que tuviera su mismo valor indo-
mable, sus mismos ímpetus levantiscos, y su mismo
amor por la independencia.
Verificados estos actos finales de la capitulación,
corrí en unión de don Felipe Carrasquel y de Ku-
fino Peralta á la casa de misia Benigna, en donde
esta nos aguardaba en la puerta con la mayor an-
siedad, acompañada de Estefanía y de doña Brígida.
Pasados los primeros trasportes de emoción y de
alegría nos dirigimos á Las Bóvedas, tocándome por
segunda vez en mi accidentada vida, la inmensa
satisfacción de ordenar que sus puertas se abrieran
de par en par, para dar libertad á los presos pa-
triotas, entre los cuales salieron de los primeros,
delirantes de júbilo, don Manuel Antonio Alvarez
y el padre Alegría, á quienes abrazamos por turno.
El pobre preceptor, aquella víctima propiciatoria
de los furores de la tiranía, aquel perpetuo habí-
:

i 5^ F. Tosta. Garcm

tante de las sombrías Bóvedas, tenía todavía rema-


diados su par de grillos, como todos los demás
presos, porque á ninguno de los empleados y guar-
dianes de la prisión, que acababan de embarcarse
con Pereira, se les había ocurrido mandar á qui-
tarles los oprobiosos hierros, por lo cual tuve que
,

mandar á buscar á la carrera un herrero para que


viniera á ejecutarlo. Recuerdo mucho que eL sabio
maestro, á pesar de su excelente corazón, cuando el
operario le martillaba los grillos para quitarle los
remaches, me preguntó

¿Y en dónde está Ceruto, que hacemos con
ese grandísimo perverso y verdugo de los desgra-
ciados.
—Ceruto, — le conteste sonriendo —cobijado con
el manto de magnanimidad de la -República, se ha»
embarcado libremente para Puerto Cabello.

¿ Que vamos á hacer
? —
exclamó filosóficamente

don Manuel. Bendigamos tanta filantropía, celebre-
mos tan enorme atrocidad, ya que no me es dado *"

decir como el feroz Vitelio, al recorrer el campo


de batalla de Bedriacum y en presencia del fétido,
cadáver de Othon Siempre huele bien el cuerpo del
:

enemigo muerto
— Sí, mi amigo don Manuel — observó el padre
Alegría — esa
es la gran doctrina del Cristo, adoptada
por el liberalismo verdadero, el perdón y la mag-
nanimidad como sistema :^ cuando se recibe una bo-
fetada se pone la otra mejilla para que el agresor
repita
—Pueseso no lo haré yo aunque lo mande el
Papa ni el mismo Jesucrito, —
dijo riendo el coronel
Diego Ibarra, que se hallaba allí junto con nosotros
— al que me de un pescozón le doy un machetazo ;^

y estamos en paz ......


Después de este pequeño diálogo, condujimos
triunfalmente á nuestros amigos á la casa, empezán-
dose desde aquélla hora á hacer los preparativos
para regresar á Caracas al día siguiente.
: :

Carabobo i 5 5-

Como don Manuel y don Felipe, de bracero con sus


respectivas costillas, y el padre Alegría, al lado de
su robusta ama de llaves, tomaron la dirección del
comedor y Eufino se había quedado en la puerta
de la calle, hablando con el dueño de un falucho
.

que debía llevarlo á Trinidad, (juedamos Estefanía


y yo solos en la sala. -Después que conversamos
largamente sobre la situación, ella, sin ambajes y
con la franqueza que la caracterizaba, me dijo
— Por todo lo que me cuentas veo que tií no
tienes el puesto que debías tener por tus largos y
brillantes servicios, ni lo conseguirás nunca por tu
manera de» ser, leal, modesta y desinteresada. Has
luchado en cien combates por la libertad é indepen-
dencia de la Patria, sin más ambición que la de
conseguir esos dos grandes beneficios. Ha conclui-
do la guerra en nuestro país y has tenido la suerte
de quedar con vida. No te importe lo demás, ama-
do Luis, date por satisfecho y retírate con dignidad.
Has como yo, que te oí, te complací y te obedecí.
Sepárate del servicio, pues presumo que vas á pre-
senciar cosas muy desagradables. Te lo suplico en
nombre de la malograda Carmen, en nombre de
aquella mártir que yo vengué, y en nombre de nues-
tro amor, que es muy puro, muy noble y muy grande.
Aquellas palabras de Estefanía me llegaron á lo
profundo del alma, porque desde hacía algún tiempo
estaba yo poseído de idénticas pesimistas ideas, por
lo cual le contesté sin titubear
— Parece que hubieras adivinado mi pensamiento,
adorada mía de manera que no hago ningún sacri-
;

ficio al asegurarte, como te aseguro, que al llegar á


la capital te complaceré pidiendo mi absoluto retiro.
La preponderancia que se ha dado últimamente á.
ciertos elementos, va á ser causa de muchas dificul-
tades y sinsabores en lo porvenir. Los llaneros
están muy ensimismados y engreídos con su ídolo
el general Páez, y voy creyendo que Kufino Peral-
ta tiene mucha razón, cuando asegura, que lo que
Tamos á conseguir es un simple cambio de amos, y
i56 t\ rosta García

que la tiranía del exterior será reemplazada por una


tiranía del interior, por una oligarquía criolla, más
repugnante é inaceptable que la misma que hemos
derrocado.
—En nopibrando el rey de Koma, pronto asoma
—exclamó Estefanía, sin responder á Luis y dirigién-
dose á Rufino, que acababa de entrar á la sala.
— ¿ Y á qué debo la honra de que dos aman-
tes separados desde tanto tiempo, traten de mí al
reunirse-de nuevo, posponiéndome á sus recuerdos y
frases de desbordante alegría?
— Al interés palpitante de la política —contés-
tele —en homenaje á esa deidad soberana que mu-
chas veces está por sobre el amor. Aquí decía yo
que, por lo que voy viendo y por el rumbo que es-
tán tomando las cosas, vas á salirte con las tuyas en
materia de desconfianzas, relacionadas con nuestra
futura suerte. \
— ¿ Y —
qué es lo que vas viendo ? pregunto Pe-
ralta, lleno de curiosidad. —Habíame con franqueza
y revélame tus temores para ver si estamos de acuerdo.

—^Lo que voy observando respondíle francamen-
te y abordando de lleno la espinosa cuestión es —
una preponderancia regional en empolladura, el pre-
dominio de una parte de la nación sobre toda ella,
el 'auge y la privanza del general Páez, sobre todos
los demás jefes y servidores de la independencia
en Venezuela, la dominación llanera que nos anona-
dó con Boves durante la guerra brava, y ahora nos
amenaza con Páez, después del triunfo. No creas
que digo esto á humo de paja, ni son temores insus-
tanciales por desgracia, es que he oído últimamente
de boca del mismo Libertador, ciertas palabras que
me hacen sospechar sus intenciones de organizar
militarmente el país, colocando á Páez en prime-
ra escala.
—Cuánto me alegro que al fin hayas abierto los
ojos—interrumpió Rufino, acercando una silla y sen-

tándose al lado de nosotros nada de lo que sospe-
chas me sorprende, porque hace tiempo vengo estu-

Garabobo 157

diando el mal rumbo de los acontecimientos y la per-


niciosa organización de la nacietite República. Va-
mos á plantar el precioso árbol de la Libertad con
las heces de la Colonia y á regarlo con los espri-
mos de la tiranía y del absolutismo en una pala-
;

bra, vamos á entronizar la dinastía de la lanza ó sea


el imperio de la fuerza bruta.
Esto obedece á un plan, no creas que es impro-.
visado. Hace luengos días que se viene archivan-
do á todos los hombres de gran valer y de viejos ante-
cedentes para reemplazarlos ó con figuras nuevas ó
con maniquíes fáciles para manejarlos. Y si acaso lo
dudas yo te pregunto ¿ por qué en la organización he-
cha antes de la batalla de Carabobo, á tí y á mí, nos
dejaron sin ningún cargo de importancia, casi de
patiquines ; y sobre todo, por que se hizo caso omiso
de Marino y de Urdaneta, de Salom, y de tantos otros
jefes importantes que han quedado en la penumbra ?
— — —
Por una razón muy sencilla le respondí por-
que tu y yo somos insospechables y porque se cree
que de nosotros se puede disponer á toda hora, de
una y de otra manera. Se nos tiene por carne de ca-
ñón y nada más. En cuanto á los jefes importantes,
la cosa es diferente, se ha prescindido de unos, por-
que se les teme, y de otros, para que no brillen ni se
eleven más de lo necesario. Eecorte de prestigios,
nivelación de aptitudes, equilibrio de competencias
y espadoneo de prematuras ambiciones ....
—Pero eso es mezquino, triste y desconsolador

dijo Estefanía sin poderse contener con esas repug-
nantes primicias de organización no puede fundarse
nada bueno y estable, giendo hasta preferible que no
hubiéramos triunfado. Eso no puede ser oigan uste-
;


des, señores añadió la heroína poniéndose de pies y
lanzando de sus hermosos ojos miradas que parecían

relámpagos á los males se les pone remedio á tiem-
po. Háblenle con franqueza y sin ningún miedo al
Libertador, díganle la verdad en su cara, muéstren-
le el peligro, sean rudamente francos con él en sus
apreciaciones, porque ustedes tienen mejores dere-
^^S F. losta García

chos que todo el mundo, por sus antecedentes, para


hablar claro. ¿ Si hemos luchado tanto por esta gran
Causa, si por ella hemos sacrificado todo, familia,
fortuna j juventud, cómo vamos á perder tantos es-
fuerzos y á esterilizar tantos martirios para fraca-
sar al nacer, j venir ahora á levantar un edificio tem-
bleque, de peores condiciomes que el que acabamos
de echar abajo? No, no,, eso no puede ser, pídanle
una audiencia al jefe y manifiéstenle estos temores
sin rodeos. Usted, Rufino, que tiene tanto talento y
sabe hablar tan bien, lleve la palabra y convénzalo.
— —
Es verdad exclamé yo convencido de la opor-

tunidad del paso aconsejado Estefanía tiene razón,
Rufino, debemos hablar con el general Bolívar, lo más
pronto posible.
— —
Tú sabes que yo pienso irme mañana obser-

servó Peralta, algo dudoso comprendo como tú y
como Estefanía la necesidad de poner nuestro contin-
gente para evitar un naufragio pero dudo del éxito
;

y me urge ir á ver la familia y trasladarme con ella


á Cumaná.
— Pospóngalo todo, como de costumbre, á la sa-
— —
lud de la Patria dijo Estefanía, con calor Aplace
-usted el viaje, Rufino, con tanta más razón cuanto que
Cumaná no está libre aún. Es ahora cuando puede
ser oportuna esa conferencia.
— —
Está bien contestó convencido el denodado

bachiller complaceré á ustedes sin más discusión y
quedo por completo á las órdenes de Luis, suplicán-
dole que cuanto antes pida la audiencia. En vís-
peras de pedir mi retiro del ejercito, no quiero ne-
garle este último servicio á mi Patria.
— Pues, entonces, no hay que perder tiempo-
dije yo —trasladémonos á Maiquetía ahora mismo.
Estefanía y don Felipe se encargarán de arreglar el

regreso á la capital y dirigiéndome á la primera, le

pregunte ¿ cómo estás de fondos ? ¿ necesitas dinero?
—Estoy más que sobransera, casi rica —me cpn-
testó sonriendo —imagínate que en lugar de gastar
' ! ! !

Carabobo ^^9

la suma que me sobró después de tu evasión, la he


aumentado con las ganancias de nuestro lucrativo
negocio.
^
—Que excelsitud de mujer, Eufino exclame,
! —
abrazándola— maneja las finanzas tan bien como las
armas y ya has oído, que no es muy lerda en
; ,

achaques de política .... Es algo parecida á tu sin


igual Teresa
— —
Lo cual me honra mucho respondió ella por- —
que fue mi mejor amiga, la más noble y la más dig-
na de las mujeres si ella estuviera presente, estoy
;

cierta, mi amigo Rufino, que le diría á usted lo mis-


mo que acabo de decir á Luis, y que se uniría á mí
para decir á ambos " afronten la situación, den la
:

batalla cívica de la buena organización, luchen para


conseguirla y si no la obtienen como debe ser, apár-
;

tense, pidan su retiro y vuelvan á sus hogares, en


donde se les aguarda con los brazos abiertos."
--^-Bravo, bravísimo —
gritó don Manuel Antonio,
que había llegado con Carrasquel y las dos matro-
nas, quedándose todos, por prudencia, en la puerta
de la sala, mientras que la heroína platicaba con, los
a;dalides vencedores —
aunque no estoy bien enterado
del punto de que se trata, aplaudo ese lenguaje dig-
no y enérgico porque es parecido al que expresa-
ban las mujeres celebres de la Biblia y las antiguas
espartanas.
Y luego que Luis y Rufino le explicaron en bre-
ves palabras de lo que se trataba y del peligro que
se corría, añadió :

— ¿ Con que pretende


surgir un prematuro Anto-
nio sin que haya desaparecido nuestro eminentísimo
Cesar ? Eso no puede ser, hay que oponerse á ello ;

sobre todo, con el ejemplo que nos está dando


nuestra Juana de Arco, en no querer entrar á Reims,
es decir, al gobierno de la República, sino con la
bandera legítima y los ideales puros que se pro-
vclamaron en el génesis de nuestra Independencia
i 60 F/losta García

XX

En la noche del mismo día 4 de julio en que se


firmó la capitulación de Pereira, con los detalles co-
nocidos, el Libertador regresó apresuradamente de
Maiquetía para Caracas, donde le interesaba estar
el día 5, tanto para celebrar el fausto aniversario,
como para entenderse con Soublette^en todo lo re-
lacionado con la organización del gobierno de Vene-
zuela, y tal cúmulo de ocupaciones tuvo en aquella
semana, que á Rufino y á mí nos pareció importuno
mezclar nuestra conferencia con tantos asuntos de
preferente urgencia y resolvimos aplazarla hasta la
tarde del día 11, víspera de su partida para Valencia.
Nos recibió en el escritorio de su casa de San Ja-
cinto, y tuvo la perspicacia de despedir á su Secreta-
rio, comprendiendo sin duda que íbamos á tratarle
asuntos íntimos y de alguna gravedad.
Aquel hombre era tan solírenatural y extraordina-
rio, que parecía hasta brujo ó adivino

Ya ven ustedes, señores y amigos míos, nos—
dijo muy afablemente, mostrándonos dos butacones
que habían al lado de su mesa— he querido recibir-
los solos porque sospecho, por la forma usada por
Eeyes para pedirme la audiencia, que se trata, sin
duda, de decirme algo de importancia. Siéntense,
que estoy á sus órdenes, y les escuchare con agrado.
—Enprimer lugar^dije yo abordando de lleno
lá cuestión —
no venimos á hablar con el Libertador
ni con el Presidente de Colombia, ni con el ven-
cedor en Carabobo, venimos á exponer francamente
lo que pensamos ante el amigo, ante el camarada
de los campamentos, ante el correligionario en ideas
y antiguo compañero de Causa
— —
Muy bien hecho, señores me interrumpió son-

riendo tienen ustedes perfecto derecho á eso por

sus antecedentes y encarándose conmigo, porque
acaso creyó por el exordio, que yo estaba quejoso
Carabobo i^L

Ó iiiconforme, añadió : —
Ninguno tiene mejores títulos
que usted, general Eeyes,' para observarme, acon-
sejarme y pedirme cuanto desee, en razón de venir
acompañándome con una constancia y lealtad incom-
parables, desde la intentona frustrada de la Miseri-
cordia, hasta la decisiva batalla de Carabobo, siem-
pre á mi lado, siemj^re activo, valeroso y dispuesto
á todos los sacrificios y á todas las heroicidades.
Probablemente se imagina usted que por no haber
podido darle, hasta ahora, la encumbrada posición
que sus servicios merecen, los he olvidado ó vista
con indiferencia. Me apresuro á anunciarle que no
es así, y que lo tengo en mi cartera para un mando,
en Jefe de importancia en la nueva cami)aña que^
por no haber concluido nuestra misión salvadora,
vamos á emprender hacia el sur de Colombia y
para donde partiremos sin demora luego que deje
organizada á Venezuela, contra toda contingencia
exterior Créame usted, amigo Eeyes^
e interior.
aunque no puedo compararme con Dios, tengo, sin
embargo, su misma fórmula tardo, pero no olvido ....

:

— Permítame observar á Su Excelencia, me



apresure á contestar, que no se trata en manera
alguna de mi personalidad, sino de los intereses ge-
nerales de la Causa republicana, de la pureza del
dogma, de la efectividad de los principios por los
cuales hemos combatido tanto, y del auge y esta-
bilidad de la nueva República que vamos á implan-
tar. Para tal emjjresa cedo la palabra á mi amigo-
Eufino Peralta, que es más competente que yo. Ói-
galo usted con benevolencia, mi general, y respecto-
á mí, aprovecho la ocasión para decirle que no estoy
resuelto á continuar la campaña, porque tengo com-
promiso formal de matrimonio con cierta persona
que usted conoció mucho en 1813, bajo el nombre
de guerra de Yíctor Eómber, con la denodada j
virtuosa señorita Estefanía Garguera. Por tal razón,,
me limito á pedirle como única recompensa, mi re-
tiro del servicio. Con esto, con la conservación de
su eterna amistad y con la devolución de nuestros-
CABAPOBO. 11
:

^G2 -
F. Tosta G&rcia

l)ienes, que reclamaremos en virtud del decreto de


ayer, seremos, ella y yo,» los seres más felices de
la tierra y los admiradores más entusiastas, en todo
tiempo, de las gloria^ de Simón Bolívar.
Comprendí que aquellas palabras, pronunciadas
con sinceridad, le llegaron muy á lo profundo al
ilustre general, pues con los ojos casi humedecidos
por la emoción y parpadeando nerviosamente, me
contesto .


,

Es un hecho doloroso e incuestionable que


los hombres á quienes se nos llama grandes y ce-
lebres, tenemos horas amargas de mucha contrarie-
dad. ¿Si los buenos y leales amigos me abandonan,
con quiénes quedaré ? Con los tránsfugas, con los
maulas y con los interesados, sin duda alguna ....
Harto mortificante es lo que usted me pide
Eeyes, y aunque me siento hasta humillado por
tanta abnegación y nobleza, tengo que inclinarme
ante su justo despecho y complacerlo en su de-
manda pero eso sí, asegurándole de la manera más
;

absoluta que mi plan era darle una situación en-


cumbrada en los países hermanos que me propongo
libertar en breve, pues pienso llevar las armas vence-
doras de Colombia hasta Chile, la Argentina y Cuba.
— —
Lo creo, mi general, le contesté asombrado
de la tenacidad invencible de aquel hombre sin

ejemplo no dudo, ni por un instante, que usted
pueda llevar á ca,bo su nueva y magna empresa de
libertar todo el Continente Sur-americano mejor
;

dicho, lo doy por realizado desde ahora pero yo


;

me quedo en Venezuela, no saldré más del caro te-


rruño, á donde están circunscritas mis aspiraciones;
y, como mi buen amigo Rufino Peralta piensa lo
mismo, como nuestro único interés se limita á la
buena marcha y prosperidad de este país, le he
pedido permiso para que él, en nombre suyo y mío,
le haga algunas observaciones.

—En ello no hay dificultad alguna me res-

pondió, que me las haga cuanío antes, que me
-hable con iügenuidad y franqueza, pues, tengo ham-
: ! ;

Carabobo i OS

bre de oír la verdad de labios que no estén con-


taminados de la envidia, de la doblez y de la am-
bición.
Animado por su buena voluntad, Rufino le dijo
lo siguiente
— ^

Estoy en el mismo caso de mi amigo Luis


Reyes. Fui luchador cívico en los comienzos de la
.gran cruzada y luchador militar en los últimos años
pero mi visual no se extiende fuera de los límites
de la amada Patria. Redimida ésta, me quedo en
ella, contando con vuestro permiso, porque mi fa-
milia y mis intereses me reclaman.
Oídme, pues, señor general, con benevolencia y
atención.
Ya que habéis tenido la singular fortuna de
vencer todos los inconvenientes para concluir con
el poder español en Venezuela y no satisfecho aun
de tantos ruidosos éxitos, aspiráis á desplegar vues-
tras alas de victorioso cóndor, por la vasta región
sur-americana, dejad á vuestro amado país organi-
zado debidamente, en consonancia con los ideales de
la República práctica j efectiva. Ya que no podéis
dejar establecido un gobierno autónomo, aquel go-
bierno que con tanto acierto establecieron los sabios
legisladores de 1811, dejadla, por lo menos, cons-
tituida civilmente en el seno de la organización
central, dispuesta en mala hora por los congresos
de Angostura y Cúcuta, porque si al odioso centra-
lismo se va á añadir el imponente militarismo, poco ó
nada habremos ganado, porque sobrevendrá, sin
duda, un despotismo patrio, una oligarquía venezola-
na, tan repugnante y perniciosa como el- mismo siste-
ma monárquico que acabamos de echar por tierra.
Predominará la fuerza bruta y se impondrá el per-
,|

sonalismo por sobre las leyes escritas



¿Pero á que se debe esa erupción de pesimismo?
— preguntó Bolívar con marcada extrañeza. ¿Que —
causa puede haber producido tan hondo desencanto
en el espíritu de ustedes, que ha pasado para tan.
serios temores?
:

i 64 F. Tosta García

—No —
ha pasado nada todavía, contestó Peral-
ta con premura, —
pero se sospecha que puedan
ocurrir cosas raras y desagradables. En Caracas
se dice, generalmente, (sobre todo en el círculo de
mantuanos, que aspira á privar en las altas esfe-
ras) que al partir Vuecencia para allende Los An-
des, quedará encargado del gobierno de Yenezuela
el general José Antonio Páez, y como la mencio-
nada camarilla se ha hecho cargo del adalid de las
pampas, lo rodea día y noche, le dá banquetes,,
bailes y toros para adularle, atraerle, marearle y
dominarle, al ausentaros vos, esa nefasta camarilla
capitaluna, que fué la misma que perdió á. Miranda,
la misma que en 1813 quiso, inútilmente, medrar á
vuestro lado, esos hombres acomodaticios de todos
los tiempos, serán los que empuñarán las riendas
del gobierno, pretendiendo manejar á Páez como á
un fantoche ó maniquí. Tal es el motivo del alarma
reinante entre los buenos i)atriotas, quienes no re-
chazamos en manera alguna al bravo Páez, pero sí
nos asustamos de la preponderancia que adquirirá
el desacreditado circulito que gira á su alrededor.
Encargando á Marino, á ürdaneta ó á cualquier
otro ciudadano que ellos apoyaran y sostuvieran
junto con el mismo general Páez, desaparecería todo
peligro y eso no sólo sería más conveniente para la
nación, sino para Vuecencia principalmente, porque
casi todos los hombres que forman la tal camarilla, son
vuestros enemigos solapados
El Libertador quedóse contemplando por algu-
nos instantes á su interlocutor, sin pronunciar una
sola palabra y como sosteniendo una lucha interior
ó un choque de ideas contrapuestas ó similares.
Varias veces se oprimió el labio inferior con el
índice y el pulgar de la mano izquierda, según su
costumbre en casos meditativos, hasta que al fin,
en actitud de haber tomado una definitiva resolución
dijo
— Comprendo la exactitud de sus razonamientos
j la triste verdad que ellos encierran, mi amigo y
•Carabobo Í6S

coronel Peralta; pero tengo que someterme á la


imperiosa fuerza de las circunstancias por las cuales
estañaos atravesando. —
Casualmente añadió dirigién-

dose á mí también tongo una carta escrita para el
doctor Pedro Gual, en donde poco más ó menos le
digo á ese buen amigo, que abriga los mismos te-
mores de ustedes, con respecto á la organización
administrativa, que en este rudo momento de mi
vida pública no soy dueño de mis acciones, porque
tengo qi^e subordinarlas á las conveniencias de los
que me han ayudado á libertar la Patria, más que
á las conveniencias, á las impertinencias, á las am-
biciones y hasta á las imposiciones. "No pueden
ustedes formarse una idea exacta, á pesar de haber
venido á mi lado, del espíritu dominante que ani-
ma á nuestros militares, especialmente á los llaneros.
Estos no son ya los que ustedes conocieron en las
sabanas, de garrací, cotizas y sombrero de anchas
alas con barboquejo ; después del triunfo se creen
más beneméritos y más eminentes que todos nos-
otros y se dan por humillados, por despreciados y
por miserables, porque no han podido coger todavía
el fruto de las adquisiciones de su lanza. Son lla-
neros determinados, resueltos á todo, ignorantes y
presuntuosos, que nunca se creen iguales á los
otros hombres, que saben más ó parecen mejor. Yo
mismo, que siempre he estado á su cabeza, no sé
aún de lo que son capaces, sobre todo, hallándose
á las órdenes de su ídolo, el incomparable Páez,
más valeroso que Murat. Los he tratado siempre
con una consideración suma, y ni aún esa misma
consideración es bastante para inspirarles la confian-
za y la franqueza que deben reinar entre camara-
das y conciudadanos. Persuádanse ustedes, amigos,
estamos sobre un abismo, ó más bien sobre un
volcán, pronto á hacer explosión. Yo temo mas la
paz que la guerra y con esto doy á ustedes la idea
de todo lo que no digo ni puede decirse."
A pesar de todo esto, señores, no puedo por nin-
;gún caso prescindir de Páez ni de sus llaneros, por-'
ico F. Tosta García

qué sería una injusticia y una ingratitud hacerlo,


desde luego que á ellos debo la victoria casi en pri-
mer termino y ellos son los arbitros de la guerra y
los que pueden turbar ó asegurar la paz del interior
que tanto necesito ahora, i)or lo mismo que voy á
ausentarme para emprender la colosal campaña que
medito. Todo cuanto me ha insinuado Peralta es
cierto, es indiscutible mas para no dejar á Páez en
;

primera escala en Venezuela, tendría que hacer una


de dos cosas ó llevarlo conmigo hacia el Sur, en
;

lo cual no conviene, pues se lo he propuesto varias


veces, ó fusilarlo como á Piar, como insubordinado, y
á este último extremo no iré nunca, porque para car-
gos y responsabilidades ante la posteridad y ante la
historia,tengo bastante con el primero y doloroso
ejemplar.
—¿ Y por qué no encarga Yuecencia del mando
al —
general Marino? contestó Peralta resueltamente,
— sus antecedentes y servicios están por sobre los de
todos los demás generales patriotas; su antigüedad,
su carácter, su competencia, sus aptitudes para el
mando y su indiscutible superioridad, lo destacan
X)or sobre la brillante pléyade de vuestros subalter-
nos. Eecordad que tiene altas dotes como gober-
nante y que su administración en las regiones orien-
tales fué ejemplar, como tampoco debéis olvidar que
si en los comienzos de la guerra tuvo asi)iraciones
exageradas ó prematuras, después las desechó por
completo, subordinándose sin reservas á vuestros man-
datos y acompañándoos á todas partes sin vacilacio-
nes. Pensad mucho, señor general, én el hombre
que vais á dejarr en el primer jpuésto militar de Vene-
zuela, porque ese habrá de ser, sin duda, el arbitro
de nuestros destinos futuros, desde luego que os
habéis elevado tanto, que ya no solamente sois el
caudillo de Colombia, sino que mañana lo seréis de
Sur-am erica. Marino es un gobernante probado ya
y bajo su régimen se establecería la forma republi-
cana genuina y verdadera, la igualdad no sería un
mito, la libertad y el orden se impondrían y el gobier-
-

Carabobo JGT

no sería de todos y para todos, porque se rodearía del


elemento puro que alentó y formó la revolución eman-
cipadora, del elemento joven, que está nutrido en las
nuevas y democráticas ideas, por las cuales liemos
combatido y vencido mientras que si Vuecencia se
;

ausenta dejando en el primer puesto al general Páez,.


correremos el inmenso peligro de que esa camarilla
semi-monárquica absolutista, dominante y autócrata,,
se adueñe del poder á su sombra, y ello traiga por
consecuencia la división, en dos bandos, de la fami-
lia venezolana, la reacción en contra de vuestros ac-
tos y en contra de vuestra autoridad lejana, y, el
principio de una nueva y sangrienta lucha. La-
mayoría del país, que ha derramado su sangre por
ser libre, soberana y autónoma, no convendrá segura-
mente, en que se establezca un sistema conservador
de las mismas prácticas, abusos, predominios e im-
posiciones que quiso derrocar, y esos hombres funes-
tos que quieren, como lo han querido siempre, cam-
biar al Rey por el Dictador y al realismo por oí per-
sonalismo, se apoderarán por medio de sus habilida-
des y manejos del ánimo y de la voluntad del egre-
gio Páez, y lo llevarán, á no dudarlo, por torcidos
rumbos, desaparecerá la hermosa creación de Colom-
bia, qae ya trae en la sangre el germen mortífero de
ser central y no fedey^al, se reaccionará descaradamente
en contra de vuestro nombre y de vuestras glorias
y se hará preciso, y hasta se hará una imposición
de dignidad y de honra, seguir combatiendo en contra
de esos herederos de la Colonia, en contra de esos
farsantes de la República, en contra de esos nue-
vos opresores criollos, hasta dejar triunfantes los
principios sacrosantos de la Libertad, Igualdad y
Fraternidad, el credo sublime de los Derechos deV
liomhre, que inscribimos en nuestras banderas al co-
menzar la lucha emancipadora y que hoy, después
del triunfo, vendrán á ser bastardeados y burlados
por manos sacrilegas y usurpadoras. Todos estos^
peligros, respetado señor general, quedarán evitados,
con una sola medida lógica y justiciera, con la de—
:

fes ^
F. Tosta García

terminación salvadora de dejar encargado del pri-


mer puesto á vuestro mejor y más subordinado ami-
go, al Segundo Jefe del ejército vencedor colom-
l)iano, al prestigioso caudillo oriental, el cual, co-
mo sabéis, tiene también á sus órdenes llaneros tan
Talerosos y tan audaces como los de Páez, los cuá-
les han combatido más de una vez á vuestras Ór-
denes, han decidido con sus lanzas muchas victo-
rias y son disciplinados y modestos.
Volvió el general Bolívar asombrado de aquel
extraño lenguaje del rudo y atrevido Bobespierre, á
meditar como primero y á sostener un segundo pu-
gilato interior de contrapuestas ideas, sin duda estu-
vo á punto de ceder ante la impetuosa corriente de
las afirmaciones evidentes de Peralta ;
pero como
tanto los hombres vulgares como* los superiores, tan-
to los seres ordinarios como los extraordinarios, tie-
nen sus pasiones y sus pequeneces, acaso junto con
los grandes méritos y cualidades, que con tanto en
tusiasmo había sacado Rufino á relucir con referen-
<íia á Marino, recordó también Bolívar, las antiguas
ínfulas que se daba el llamado Libertador del Orien-
te, los desagradables acontecimientos de Carúpano y
•Cariaco y divagando mentalmente entre los peligros
<iue se le asomaban y las conveniencias del plan que
maduraba, dijo
—No puedo menos que reconocer la sesuda in-
iiención, elfervoroso anhelo del talentoso y antiguo
orador revolucionario de los clubs caraqueños, aplau-
do su celo por los radicales principios mas como las
;

necesidades políticas se imponen con frecuencia á


los dictados del corazón, convencido de que Peral-
ta está en lo cierto, me veo forzado á no complacer-
lo del todo, limitándome á ofrecer, muy en reserva,
por supuesto, á mis dos buenos amigos, que meditaré
<!on calma el arduo asunto de que hemos tratado,
á fin de buscar una fórmula que contente á todos,
«in oponerse á los extensos planes que medito, cuya
-ejecución es punto de amor propio y me obliga
Caribobo JG'J

en parte á sacrificar inclinaciones gratas y persorfti-


les simpatías. A mi regreso de Valencia quedará
resuelta la forma de organización, pues necesito
conferenciar antes con Marino. Ya verán ustedes
que no echaré en saco roto sus oportunas observa-
ciones.
— —
Ojalá sea cierto, mi general respondió Bufino

con aire desconfiado quiera Dios que mis indica- ^
ciones influyan en vuestro ánimo, y por última vez
os lo repito la República de Colombia es un ideal
:

Jiermoso pero irrealizable, con la organización cen-


;

tral que se le ha dado. Como Confederación Ameri-


cana podría perdurar, teniendo cada país sus Es-
tados libres, autónomos e independientes pero como
;

Entidad central, en medio del militarismo y de la


odiosa camarillí^, que se agita en Venezuela, al lado de
Páez, y en la Nueva Granada, al lado de Santander,
con esas dos ambiciones máximas, realizareis vuestra
gran obra, porque tenéis estatura de gigante; pero á
juzgar por lo que- está pasando aquí, que será pare-
cido á lo que ocurre allá, un círculo absorbente, la
empolladura de un partido conservador del absolu-
tisma, que comienza á formarse, echará por tierra
todo, y, sobrevendrá la reacción inmediata en cuanto
os alejéis de Venezuela.
Estas pesimistas frases de Rufino pusieron fin
á la conferencia y nos despedimos del Libertador
( que empezaba á -ponerse nervioso por sus adema-
nes), deseándole buen viaje y pronto regreso á la
capital.

Al siguiente día se marchó, estuvo muy poco


tiempo en Valencia y regresó á la capital el 22 del re-
ferido mes. Fué entonces cuando dictó el inesperado
decreto por el cual quedó Venezuela organizada pro-
visionalmente en tres cucwucripciones militares^ así:
Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas y Apure,
á cargo de Páez ; Coro, Mérida y Trujillo á cargo
de Marino, y Barcelona, Cumaná, Guaya na y Marga-
rita, á las órdenes de Bermúdez.
i 70 ,
F. TcsU García^

Cuando comuiqué á Knfino esta noticia, sonrien-


do despechadamente y con amargo acento, me dijo :


El Libertador con esa débil componenda lia
pretendido complacernos y contentar á todos, pero
ese remedio será j^eor que la enfermedad. Páez,,
recortado en su aspiraciones de ser Jefe único, que-
dará desagradado aunque no lo diga, Marino, al ver-
;

se colocado tan fuera de su radio y tan postizamen-^


te, comprenderá que se se trata de anularlo y Ber-
;

mudez, con su carácter levantisco, por la menor im~


posición que pretenda hacerle el Jefe del Centro ( que
se la hará, sin duda ), romperá lanzas y se sacudirá
como él sabe hacerlo resumen que quedamos al
; :

borde de un abismo de pasiones y ambiciones, que


se impondrá Páez por sobre todos, que sobreven-
drá la reacción en contra del mismo Bolívar, so-
plado por la camarilla dominante ^} absolutista que
rodea al primero, que detrás de la reacción sobre-
vendrá la anarquía, la división de los venezolanos
en dos bandos ó partidos que se disputarán el
poder en lo porvenir á mano, armada, porque la
mayoría no consentirá en verse burlada y engaña-
da en sus nobles aspiraciones. Desde ahora te di-
go, que hemos perdido nuestros esfuerzos de tantos
años y que si queremos ser libres, tenemos que empe-
zar de nuevo.

Es bien triste y desconsolador ese pronóstico,,
querido Eufino
—Pero
es la verdad, hemos vencido al realismo^
pero tenemos de frente al militarismo y al persona-
lismo, apoyados por una oligarquía compuesta de
la hez de la Colonia y de la flor y nata del man-
tuanismo criollo. Te lo repito, Luis, la brega no
ha terminado ni terminará, hasta que no se im-
planten los principios liberales consignados en el
programa de la Kevolución emancipadora y por ellos-
seguiré luchando con mayor tesón, si cabe, contra,
todos los tiranos y usurpadores, que se atraviesen en.
la senda de su definitivo triunfo.
;

Carabobo Í7Í

—Eres mismo de 1810 — respondí abrazán-


el le
dolo.— Carácter extraordinario, gigante del dogma pu-
ro de la Eepública, atleta de la Libertad, yo te aplau-
do, te admiro y te ofrezco mi cooperación decidida
en contra de esa empolladura de farsantes, que se
proponen convertir la excelsa victoria de la Indepen-
dencia en exclusivo patrimonio de unos pocos pri-
vilegiados, que quieren hacer su herencia de los sa-
crificioSj de la sangre, de las heroicidades y de los
episodios grandiosos, consumados en estos once años
de. formidable contienda. Insigne Bohespierre cuma-
nés, cuenta conmigo. ¡ Me alisto desde ahora en tu
popular bandera !

XXI

Después de lo narrado en los últimos capítulos


y de mi resolución irrevocable, por las causas cono-
cidas, de colgar en un rincón la espada del guerrero,
que por más de una década de correrías y de com-
bates llevara á la cintura, era lógico echar también á
un lado los bártulos del cronista y no escribir una
línea más en estas desaliñadas memorias íntimas, tan
relacionadas desde su comienzo, con los más inte-
resantes episodios de nuestra emancipación nacional
pero como es posible que andando el tiempo pue-
dan ellas pasar á otras manos j hasta merecer los
honores de la publicación, he pensado que sería in-
correcto su brusco abandono y que hasta pudieran
dar margen en lo porvenir para justas censuras y
agrias críticas, de parte de los entendidos en el ramo,
I)or el hecho de haber dejado en el tintero indispen-
sables explicaciones, tanto relacionadas con el autor,
como con muchos de los personajes que han tenido
cabida en sus variadas y voluminosas páginas.
Por tan cabezuda consideración, tengo por fuer-
za que continuar este ímprobo trabajo, el cual en fin
i72 '
F. Tosta García

de fines, habrá de ser lo único estable y la ganancia


positiva que habrá de quedarme, al cabo de tantos
afanes por adquirir renombre j gloria.
Hago constar como una satisfacción muy íntima
para mi conciencia, que en manera alguna me mor-
tifican ó escuecen los ruidosos éxitos y las exagera-
das recompensas obtenidos por unos y alcanzadas por
otros de mis compañeros, ni me intranquiliza la am-
bición, ni me corroe la envidia, porque desde el apa-
cible refugio y desde la lejanía de los asuntos públi-
<íos, me siento tan feliz y orgulloso, como los encum-
brados y favorecidos por la suerte, y creo, sin la me-
nor jactancia, que mi nombre no podrá ser nunca
olvidado, ni mis hechos obscurecidos, por más que el
desden y la volul;)ilidad sean achaques muy antiguos
y conocidos en el genero humanó, especialmente en
esta zona tropical que baña el mar Caribe y que re-
frescan las brisas de los empinados Andes.
En las postrimerías del año de 1821 y en las
primicias del 1822, ocurrieron cuatro acontecimientos
notables de que hablare por su orden.
r La jwra de la nueva constitución absorbente
y unitaria, voluminosa e impracticable, sancionada
en el Rosario de Ciícuta que se promulgó por ban-
;

do y se festejó en Caracas con toros coleados, fuegos


artificiales y canciones en la plaza de la Catedral.
2" La elección de Presidente de la República
de Colombia, recaída en la persona del Libertador
Simón Bolívar, y la del general Francisco de Paula
Santander, para el cargo de Vicepresidente. Tales
elecciones merecieron también los honores rutinarios
de la celebración con corrida de toros, cohetes, bom-
bas y las invariables canciones al aire libre, en un
eran tablado que el maestro decano José Luis Berro-
terán ( apoyado en un nudoso garrote, por estar ya
muy viejo y enclenque, á causa de la reuma de los
años ) había hecho levantar y adornar por cuenta de
la Municipalidad.
3° La designación del general Carlos Soublette
( hecha por el Ejecutivo de Bogotá, presidido por
Carabobo ^73*

Santander ) para el cargo de Intendente y Director


civil y militar del departamento de "Venezuela y de
los departamentos anexos de Orinoco y Zulia.
Este acertado nombramiento, esta especie de im-
provisada dictadura regional, tenía su razón de ser
y se explicaba fácilmente por causa del mal cariz que
tomaron los sucesos bélicos y de la multitud de dis-
parates y bisoñadas que se cometieron bajo el régi-
men incongruente y desacertado de los tres distritos
militares^ que obraban cada cual por su cuenta, sin
consulta ni acuerdo para las operaciones y basta co-
metiendo la insensatez de alegrarse, por mal enten-
didas rivalidades, del fracaso de los respectivos ve-
cinos, cuando era lo discreto y natural, que hubieran
combinado sus planes para ayudarse en lugar de hos-
lizarse.
Estas áuctuaciones y torpezas ocasionaron mu-
chos males, durante el referido semestre, y de ellas
supieron sacar ventajoso partido un hombre indoma-
ble y un pueblo rebelde á las nuevas ideas, por lo
cual con asombro general, la culebra ibérica, cuya ca-
beza había sido tan duramente machacada en Cara-
bobo, empezó de pronto á menear la cola con extra^
ñas pretensiones de resucitar.
Aquel hombre tenaz ó cíclope de las armas, fue
Latorre, y aquel pueblo recalcitrante, fué Coro.
El primero, con idénticas perseverancia y fe á
las de su compatriota y camarada, Juan Martín el
Empecinado, en la guerra contra Napoleón, no había
querido dar su brazo á torcer y cuando todos se in-
clinaron ante la suprema viótoria, él desde el castillo
de Puerto Cabello, alentaba, dirigía y ayudaba con
sus buques, sublevaciones realistas en muchas pro-
vincias.
La segunda, ó sea la refractaria Coro, llamada
muy acertadamente, la Libia de la América del Sur,
.

lejos de anonadarse y aceptar el hecho consumado


de la batalla de Carabobo, se plagó de guerrillas pe-
destres y ecuestres, que hicieron imposible su pacifi-
cación, y con una altivez y un denuedo dignos de
^^^ F. Tosta García

mejor causa, aliándose de consuno, su esterilidad,


sus abrojos, sus espinas y hasta el polvo de sus me-
daños, con el carácter levantisco de sus habitantes,
fué aquella provincia la mejor aliada que tuvo La-
torre en sus atrevidos planes de reacción monár-
quica.
El valeroso teniente de Morillo, lejos de amila-
narse por el tremendo golpe recibido, se había agi-
gantado.
A principios de diciembre de 1821 preparó una
expedición de 1.200 veteranos, con la cual desem-
barcó en el lugar denominado Los Taques, á sota-
vento del puerto de La Vela.
En la ciudad de Coro se hallaba á la sazón el
coronel Juan Gómez, el insubordinado subalterno
que durante la persecución del guerrillero Carrera,
había desconocido la autoridad del coronel Justo
Briceño, jefe de operaciones de la provincia, incul-
pándolo de inepto y de servil imitador de la celebre
táctica del marques del Toro.
Y fue lo más gracioso y original de este lahce,
que, al acercarse Latorre, el fachendoso Gómez se
retiró á La Vela al frente de sus mil soldados, sin
cebar una cazoleta y sin quemar un solo cartucho.
Allí, atacado incontinenti por Latorre, hizo una
débil resistencia á campo raso, después se retiró y
atrincheró en el pueblo, y á los pocos días de sitio
se rindió, firmando una capitulación deshonrosa, mo-
tivo por el cual, el gobierno colombiano improbó
su conducta y lo mandó á juzgar en un consejo de
guerra, pues aquel mal resultado y aquella inespe-
rada vergüenza para las armas republicanas, lejos
de justificar, hacía más culx3able el alevoso proce-
dimiento que había usado con Briceño.
Dueño Latorre de la. muy leal y heroica provin-
cia, como la llamaba el en todos sus documentos
y proclamas, concibió la atrevida idea de encender
de nuevo la guerra por todas partes, para recuperar
su i),erdida Capitanía general, á cuyo fin organizó
y aímó una división de infantería constante de
Careíicbo i7 5

1.500 soldados, que puso bajólas ordenes del gene-


ral Tello, regresó á Puerto Cabello, dejando nu-
merosas fuerzas en El Tocuyo, para conmover el
Occidente, y, ordeno al coronel Lorenzo Morillo que
se dirigiera con 900 hombres al Valle de Baragua
á sorprender al indio Reyes Vargas, que solamente
tenía 500, operación que logro realizar Morillo fá-
cilmente, apoderándose de Carora, en donde reunió
más de 4.000 cabezas de ganado menor para abas-
tecer á Puerto Cabello.
En este álgido estado de cosas llegó, por for-
tuna, el nombramiento de Soublette, encaminado á
<lar fuerza y unidad á la resistencia contra la ame-
nazante reacción realista, que progresaba como el
incendio. Encargado Soublette de la suprema di-
rección de la guerra, ordenó con mucho tino al
general Páez, que se hallaba en Valencia, la inme-
diata marcha con dos batallones á situarse en Bar-
quisimeto, para abrir "oj^errciones serias y uniformes,
-en vistade lo agravante de la situación.
Pero aquí, como dicen vulgarmente, se enredó
la madeja y el Mengue metió la pata
El engveído Cid apureño se sintió humillado,
y aimque á regaña dientes y tascando el freno, se
puso en marcha con resolución de cumplir la or-
den pero como sin duda, lo verde del camino y los
;

soplos anárquicos de Pedernales, le recordaron más


á lo vivo sus frescos laureles de Carabobo, su so-
nado ascenso á General en Jefe, concedido en pleno
campo de batalla con tantos bombos y platillos, por
-estas credenciales y remembranzas, el futuro arbi-
tro de los destinos i)atrios, tuvo á bien voltear
las riendas de su corcel, repasar el Yaritagua con
cesárico continente y regresar á Valencia, mandán-
dole á decir, sin envoltura y sin rodeos á Su Exce-
lencia, el señor Intendente, que no podía subordinar-
se sin infringir las ordenanzas militares, á un em-
pleado de inferior graduación á la suya, desde lue-
^o que, no podía ostentar en sus hombros sino las
dos estrellas de general de división.
JTS F. Tosía García.

Entonces don Carlos, que no tenía un pelo de


tonto, que sabía donde le apretaban las botas y que
manejaba tan bien la espada del guerrero como los
guantes del diplomático, lejos de sulfurarse por la
cascabeluda respuesta, se trasladó personalmente á
Valencia á conferenciar con el enfurruñado león de
las Queseras, a quien probablemente recitó al oído
algún entusiasta j cautivador canto de Tirteo, ó le
liizo vibrar acaso alguna melodía halagadora como la
que David arrancó de su arpa para cantar á Saúl, algo
muy grato le dijo ó le prometió, porque el irritado
león bajó la cola, se sometió en el acto, y sin más
chistar, se declaró 'encampana contra los insurrectos-
realistas, volviéndose Soublette para Caracas acom-
pañado del doctor Pedernales, como gaje de alian-
za y de amistad sincera entre aquellos dos genera-
les abocados á ser los Pílades y Orestes de nuestra
naciente burocracia y los fundadores de la primera
era de los gobiernos oligárquicos y absolutistas en
"Venezuela, fementido ideal con que la conservadora
camarilla caraqueña venía soñando desde el génesis
de nuestra República y desde los iniciales éxitos de
la Independencia nacional.
El cuarto y último de los acontecimientos nota-
bles de que vengo haciendo referencia, fue nada
menos que mi matrimonio con Estefanía Garguera,
el cual merece particular mención y algunas expli-
caciones preliminares,. que no puedo silenciar.
En primer termino, no quiso, aquella excelsa
e incomparable mujer, que este acto se verificara sin
que yo fuera antes á Caróra, con amplio poder suyo,
á tomar posesión de todos los bienes que le corres-
pondían como única heredera de la cuantiosa for-
tuna de sus padres y cuando regrese de la mencio-
;

nada comisión, dejando asegurado más de medio


millón de pesos en hatos, ganados, casas y haciendas,
aquella noble hada, con encantadora sonrisa me
'
dijo:
—Ahora te falta,
^
amigo mío, otro sagrado deber
que llenar antes de que puedas llamarme esposa.
drabobo . Í7T

Ó mejor dicho, nos falta, porque á esa excursión


tengo que acompañarte yo por fuerza.

¿ Cuál es ese otro deber ? —
pregúntele anhelan-
te de curiosidad.

Ir á Tacarigua á sacar los restos de Carmen
Eequena, para depositarlos en la nave mayor de la
iglesia de Candelaria, de modo que ella pueda pre-
senciar también, en espíritu, nuestro enlace. A esa
excursión, como te he dicho, debo acompañarte por
ser la única sabedora del sitio donde se hallan en-
terrados.
Mi respuesta á tan delicada manifestación fue dar-
le un estrecho y prolongado abrazo, y profundamen-
te emociojaado, no encontraba frases dignas para en-
comiar los quilates de aquella alma tan -elevada, que
poseía la mujer á quien tan en breve iba á entregar
mi mano, como merecido premio .á su lealtad, á su.
abnegación y á sus demás virtudes, la dije :


diosa
Vales mucho, amada mía, y eres casi uua
!
i

A los pocos días, acompañados de mi fiel asisten-


te x4.ntonio y de algunos otros criados, nos dirigimos
al lugar indicado, trayendo en una lujosa urnilla de
ébano y plata, que al efecto llevamos, las preciosas
cenizas de la malograda mártir, las cuales hicimos en-
terrar y cubrir con una loza de mármol cerca del ábsi-
de del templo, indicado por la vengadora de su ini-
cua muerte.
Y allí, en aquel pedacito de terreno místico, santo-
santórum de mis. recuerdos del pasado y arca de alian^
za de mis esperanzas del porvenir, sin ruido, modes-
tamente y sin más séquito que el de algunos íntimos
amigos, el domingo siguiente por la noche, apadrina-
dos por Rilfino Peralta y su esposa Teresa, que ex^
presamente había sido traída por Rufino á la capital
para dicha ceremonia, y por don Manuel Antonio Al-
varez y doña Benigna, en cuya casa vivía Estefanía^
después de un toque de órgano y una amistosa pláti-
ca, nos echó la bendición nupcial el padre Aelegría,
quedando regularizadas y legitimadas mis relacio-
CABABOBO lU
178 " F. Tosía García.

nes amorosas con la ponderada hija de don Quijito,


que en los campamentos patriotas se llamó Víctor
Eómber, j, que de mi hogar doméstico debía de ser
la inextinguible estrella
Nos instalamos en la casa solariega de la Trini-
dad, que como es sabido tiene el alto portón y las
ventanas de ojiva, mirando hacia la plaza, y la extensa
huerta y la puerta de campo, hacia la calle trasver-
sal que se dirige al cuartel, y en aquella deliciosa y
apartada mansión, en donde teníamos variedad de pája-
Tos y otras aves y cuadrúj)edos, por una rara y en-
cantadora metamorfosis, olvidados del mundo y de
sus ingratitudes, nos encerramos á pasar la luna de
miel y fuimos, los seres más felices del universo, el
decantado héroe de Güedeque y la famosa guerrillera
occidental, sin tener por mucho tiempo, otras ocu-
paciones sino la de cultivar flores, ordeñar vacas, cui-
dar gallinas, criar pollos, admirar el cielo azul y las
verdes faldas del Avila, durante los días, contemplar
la luna y los luceros por las noches, salir juntos á
pasear á caballo casi todas las tardes, y, amarnos tan
apasionadamente, como debieron hacerlo Noe y su bí-
blica esposa después del diluvio, convencidos como
quedaron, de que á ellos tocaba la misión de repoblar
la tierra como á nosotros el deber de patriotismo, la
obligación procomunal, de prestar nuestro contingen-
te para llenar ías innumer^ibles bajas causadas por el
plomo y el acero, en los once años de la colosal gue-
rra de emancipación.

XXII

Hasta 'fines del año de 1823 permaneció Rufino


Peralta en esta capital con toda su familia primero,
;

porque nuestro suave y delicioso clima fue muy pro-


picio para la salud del conde de Zurbarán, que había
Tenido muy á menos y se-había dejado derrotar por
<¡arabol>o ^7»

la vejez con la prolongada residencia en la cálida é


insalubre isla de Trinidad luego, porque Teresa qui-
;

so dar un refinado toque de buen gusto caraqueño


á la educación provincial e insular de Inesita, buscan-
dolé entendidos maestros y maestras en los distintos
ramos del saber, para cambiarle los amanerados y
monótonos hábitos de la enseñanza semi-conventual,
que había aprendido en uno de los colegios para
internas de Port of Spain y principalmente, porijue
;

el activo y talentoso BobespieiTe no encontraba pru-


dente, en vista del torcido rumbo que llevaban las
€Osas políticas, irse para Cumaná sin ensayar antes
los medios de evitar el ruidoso fracaso, que preveía,
de los caros ideales por cuyo implantamiento ha-
bía venido trabajando con ahinco desde los prime-
ros albores de su adolescencia y en este firme pro-
;

pósito, no descansaba un instante en su propaganda


de sostener por sobre todas las contingencias, los
principios de republicanismo puro y de liberalismo
radical, hasta el extremo de que no solamente ha-
bía hecho poner en actividad algunas de las anti-
guas sociedades patrióticas, que existían en los
barrios, sino que andaba también muy embullado
con la instalación de una logia, de acuerdo con
muchos centros masónicos de Inglaterra, los Estados
Unidos, Francia y de la misma España, donde el pre-
dominio deljpartido liberal en las esferas del poder,
y la exclusión de la influencia clerical en las altas re-
giones, habían dado mucho auge y extraordinario en-
sanche á las sociedades secretas y á los llamados
hijos de la viuda, adeptos del templo de Salomón y dis-
cípulos del maestro Hiran por el cosmopolitismo de la
simpática divisa de los referidos centros, que es la
del amor á todas las libertades y el odio á todas
las tiranías.
Ya Eufino, en Angostura, iniciado y comunicado
por muchos de los oficiales ingleses, que tan generosa-
mente vinieron á ayudarnos, y que trajeron dentro de
sus maletas cartillas masónicas del antiguo rito es-
poses, había querido fundar una logia en las márge-
i80 F.To$ta Garcías

nes del Orinoco; pero este pensamiento no pudo


realizarse por la precipitada marcha del ejército re-
publicano hacia Apure, con rumbo á la Nueva Gra-
nada j por las demás contingencias de aquella cru--
da campaña.
Ahora, que los últimos sucesos ocurridos acababan
de afirmar por modo incuestionable el definitivo
triunfo de las anuas colombianas y que las tenden-
cias de la camarilla dominante, que tenía sus rami-
ficaciones en Valencia y en otras ciudades de Vene-
zuela, eran abiertamente francas, insoportablemente
dañinas, encaminadas á pervertir los fines de la re-
volución emancipadora, á matar los ensueños repu-
blicanos para implantar un régimen oligarca, pro-
curando, en definitiva, cortar de un solo tajo los dé-
biles hilos de las instituciones democráticas, que
apenas quedaban en el nombre, para de acuerdo con
algunas potencias extranjeras, tratar de establecer
una monarquía americana y ofrecer la corona^ al Li-
bertador, para que la cambiase por el bastón del
presidente constitucional, cuando tan abominable trai-
ción y tan sombríos planes, empezaron á salir de
sus antros, para ser del dominio publico, á pesar de
*

estarse fraguando con tanto misterio en los conciliá-


bulos secretos que celebraba el mantuanismo metro-
politano, en presencia de tan inminente peligro, ante
aquella nube liberticida negra y gigantesca que en
lugar del arco iris de la bonanza, aparecía sinies-
tra en malos augurios, como el Ma7ie, Thecel, Fila-
res del festín de Baltasar, anunciando el fracaso
de los dogmas sacrosantos de la revolución, se excita-
ron con una especie de frenesí, rayano en furor las
supremas facultades y energías del luchador de 1810.
Eufino Peralta se sintió más joven, más entusiasta
y fuerte que nunca para combatir con los prevari-
cadores y opresores de la soberanía nacional :
y
apoyado en las logias que se proponía fundar, en los
miembros de los antiguos cliihs separatistas que (lue-
daban vivos, en todos los elementos nuevos que que-
daban firmes é incontaminados, especialmente en
Carabobo
• ^^^,

las humildes clases^ populares, con el concurso de


todas esas fuerzas que representaban la vitalidad
del porvenir, concibió el salvador pensamiento de
poner las bases para la fundación de un partido de-
mocrático y liberal doctrinario, que se enfrentara á
la naciente camarilla conservadora, y, que escribie-
ra en su programa, todos los propósitos y aspira-
ciones del dogma republicano, que estaba burlando
y bastardeando aquella olig.arquía farsante, cubierta
con el augusto manto de los libertadores. El afa-
mado orador patriota se había convertido en ene-
migo formidable de aquellos especuladores adocena-
dos que pretendían, sin haber pasado siquiera una
mala noche por el triunfo de la independencia, apro-
piarse y formar su patrimonio de lo^' servicios, de
la sangre, de los sacrificios y de la gloria del noble
y heroico pueblo venezolano.
De todo esto estaba yo muy en cuenta y hasta me
había dominado y conquistado por completo Ru-
fino, con su avasallador entusiasmo y su elocuen-
cia irresistible, porque hacía muchos meses que lo
tenía de huésped en mi casa con su familia, debido
:á que Estefanía, al saber que se hallaban viviendo
muy incómodos en la casa de pensionistas donde
estaban alojados ( que era la misma donde moraba
el bachiller cuando era estudiante ) de acuerdo con-
migo, sin previo aviso se les presentó allá un día,
acompañada de un par de carretas y después de sa-
ludarlos, les dijo sonriendo
:

— Vengo hoy en actitud hostil en contra de us-


tedes, y acordándome de mis buenos tiempos les
ordeno, que tienen que mudarse para mi casa por
las buenas ó por las malas. Que antes de mi ma-
trimonio hubiéramos estado viviendo separados, me
lo explico, porque yo estaba alojada en la casa de
misia B*enigna, desde que llegamos de la Guaira pero
;

<l\ie ahora, teniendo nosotros una vivienda preparada,


amueblada y lista, exclusivamente para ustedes, no
quieran aceptarla por escrúpulos tontos, tal negativa
es imposible y chocaría muy desagradablemente con
182 F. Tosía Qarciaa

elhecho de haber estado yo tantos años refugiada


en la casa de ustedes en Trinidad. Eso no lo aguan-
tamos Luis ni yo por mas tiempo y en persona he
venido á buscarlos; ó mejor dicho, á llevármelos
presos
Y como sin esperar respuesta hizo entrar los
criados que había traído al efecto, no hubo otro re-
medio sino cargar sobre la marcha baúles y maletas,
que fueron acomodados en los carros, viniéndose todos
á casa, donde yo los estaba esperando muy alegre,,
para instalarlos en sus espaciosas habitaciones.
Como Eufino era tan estimado y conocido en,
Caracas, su labor organizadora, su independiente
campaña, había empezado á conmover hondamente el
espíritu jmblico, destacándose ya en lontananza las.
siluetas de los dos partidos políticos, en que más
tarde y por esfuerzos de muchos otros colaboradores
habían de surgir, el uno con el calificativo de
boliviano, formado con los que, fieles á los propósi-
tos y fines del movimiento emancipador, se mantenían
firmes y leales á la causa y al jefe de ella y con el
;

nombre de paecista, el otro de los anárquicos y am-


biciosos, que venían trabajando á la sordina para for-
mar casa aparte y dividir la familia venezolana, á la
sombra de Páez y bajo un régimen personal y autó-
crata, muy parecido al monárquico que se acababa
de derribar, teniendo la nueva agrupación dominante,
como lema ó consigna subrepticia, la reacción en con-
tra de Bolívar y su obra gigantesca y el rápido en-
cumbramiento del caudillo de los Llanos, á quien
tenían mareado y cohibido con sus constantes intrigas
y adulaciones.
El primer factor de estas inaniobras tenebrosas^
el alma de la conjura antiboliviana, era el doctor Fe-
derico Pedernales, quien se la pasaba en consfantes.
mangoneos, ora al Tado de Soublette, ora al lado de^
Páez, siendo el hombre á la moda que ejercía mayor
privanza en el gobierno y cuyas opiniones prevalecían,
casi en absoluto, desde luego que el segundo, al re-
Caraboho i83r

comendarlo al primero, le había dicho en una carta r,


el doctor Federico Pedernales es otro yo.
En pambio don Agapito Callejones, á pesar de
haber sido siempre antiboliviano furibundo j de en-
contrarse en aquellos días sonreído por la fortuna y
en pleno auge, porque además del sueldo cuantiosa
de que disfrutaba, como vocal del Tribunal de Cuen-
tas, y de haber reabierto su botica, bajo la regencia,
de su antiguo dependiente Elias Arocha, tenía de so-
bornal el monopolio de las estancias medicinales para,
los hospitales y cuarteles, todo lo cual le dejaba muy
pingües rendimientos mensuales, sin duda, los mayo-
res de que había disfrutado en su modesta vida.
A pesar de estas bonanzas, el excelente viejo pa-
triota, el acrisolado apóstol revolucionario, por una.
especie de idiosincracia oposicionista á todos los po-
derosos, por su arraigado amor á los principios repu-
blicanos, por la lejanía en que se hallaba el Libertador
ofuscando al mundo con sus constantes éxitos, y por
los síntomas de reacción oficial que notaba, al conven-
cerse con su olfato de sabueso, de que se fraguaba,
por los mismos agentes del poder una criminal ma-
quinación, tanto en contra suya, como en contra del
credo sublime de los Derechos del hombre, que había,
sido su suprema religión desde muy antiguo, aquella no-
ble alma templada en los combates por el brillo de la
Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad, se sin-
tió dominada y atraída por el eco de sus añejas creen-
cias, y volvió á ellas, sin vacilaciones desdorosas ni
vergonzantes dudas, se hizo admirador de Bolívar y
alistó su nombre en el gonfalón de la genuina cruzada^
que agitaba en sus manos Rufino Peralta, importándo-
le un bledo las gangas y pelecheos de que disfrutaba^
debido á los favores de Páez, que se había declarado-
su abierto protector.
En cuanto á don Manuel Antonio Alvarez, que-
era edil 6 concejero municipal, tenía su escuela, vívíel
en una casa regalada por el fisco y tenía de postres la.
gabela de que á doña Benigna la hubiesen encargado-
de hacer los uniformes de la tropa, conociendo su.
't84 F. Tosía García

antigua e inquebrantable fe partidaria y la admiración


rayana en idolatría que siempre tuvo por el Liber-
tador y por los principios democráticos, no debe
extrañarse que haciendo caso omiso de todas las gan-
gas de que disfrutaba al presentarse el naciente cisma,
«e hubiera puesto incondicionalmente del lado de los'
bolivianos, con tanta más í*az6n cuanto que era pro-
tejido de Soublette, y el hábil é inteligente laureado
en Bogotá, no obstante sus marrullerías con Páez y
el doctor Pedernales, se mantenía en el fondo adicto
y leal á Bolívar.
El padre José Luis Alegría, á fuer de antiguo
<íom pinche del doctor Pedernales, completamente em-
baucado, había hecho causa común con sus propó-
sitos dominantes, por razón de que el astuto hipócrates
le tenía prometido que tan pronto como Páez lle-
gara á ocupar la curul del poder supremo de Ve-
nezuela, lo sacaría del curato de Candelaria, para
ascenderlo á un puesto de alta gerarquía en el
<joro de la Catedral; y como los manguillos y la
mitra, han sido, son y serán los mejores anzuelos
para pescar adhesiones entre nuestro clero, tanto en
antaño como en ogaño, el padre Alegría tragó la
<íarnada y se dejó llevar por la dulce corriente
reaccionaria.
En vísperas de marcharse Rufino para Cumaná
íí continuar en el. Oriente sus trabajos de organiza-
<?ión política del nuevo partido con que soñaba, me
insinuó la idea de que le reuniera, con cualquier
pretexto, á todos los antiguos compañeros, auu á
los descarriados, para procurar atraerlos y como
«casualmente, coincidió esa súplica con el cumpleaños
de Estefanía, que era el primer día de Pascuas,
-quise celebrarlo en grande con un sarao, tanto» por
«el expresado motivo, como por un agasajo de des-
pedida al insigne amigo que se ausentaba para sus
patrios lares.
Después de la comida, donde se pronunciaron
'

algunos brindis, vino la acostumbrada tertulia de


sobremesa entre los consabidos amigos á quienes
Carabobo 185

me había apresurado á invitar ; y el doctor Fede-


rico Pedernales, muy animado por la excelencia de
los manjares, por los buenos vinos y por las gene-
rales deferencias con que se le trataba, debido á su
alta posición, entre blancas bocanadas de humo de
su legítimo habano, con la jaquetonería que durante
la campaña adquiriera y con su tradicional chachara
matizada de refranes y aumentada y corregida, dijo :

— Desengáñense amigos míos, "no hay samán


<3omo el de Güere, morros como los de San Juan,
ni lanza como la de Páez ". Sin el hijo esclarecido de
los Llanos, Bolívar no hubiera hecho Patria.
Sin esa candileja, creo que la bomba de sus
éxitos no hubiera subido tanto.
Y esto que digo no son roncas, pues con mi
rebenque le tiro palos á todo mogote.
El mismo Intendente don Carlos, después que
Moraleg le dio la tremenda é inexplicable zurra de
Dabajuro, si no hubiera sido por Ja octava mara-
villa apureña, personificada en el invencible Páez,
sabe Dios- á dónde hubiera ido á parar, porque el
país casi entero se habría sublevado de nuevo por
la causa del rey pero con el Jiijo mimado de Be-
;

lona y liarte las navajas son curvas, los machetes


pandos y el que intente atravesarse en su camino,
aunque sea el sursum corda hecho verbo, quedai^á
vuelto fluecos ó' pavesas.
Y hubiere quien se atreva á dudarlo, le re-
si
cordare lo que le pasó últimamente al envalentonado
y baladrón Morales cuando, después de su triunfo
en Dabajuro, abandonó á Coro para volver á Puerto
Cabello á hacerse cargo del puesto que tenía el
brigadier Latorre, por haber sido este nombrado
Capitán General de Puerto Eico.
Bañado el^ isleño en agua de roáas, tanto por'
haber derrotado á Soublette, como por hubeí* llegado,
al' fin, á ocupar el cargo, smnqiie in partibus, con el
cual venía soñando desde hacía muchos años, dejó en
Puerto Cabello, como su segundo, al brigadier don
Sebastián de la Calzada y, sin perder instantes,
.

^S6 K fosta García.

salió á la cabeza dé 1.800 veteranos á sorprender


á Páez, que se hallaba en Valencia, después de haber
levantado el* sitio, á causa de que las enfermedades
le Tiabían hecho perder más de 700 soldados.
Pero como es más fácil sorprender al lucero
del alba que al catirito José Antonio, resultó que
á Su Insolencia el postumo Capitán General, le salió
el tiro por la culata, pues cuando venía muy oron-
do, marchando en la creencia de que nadie podía
conocer sus intenciones, se encontró conque el co-.
ronel Woodberry, mandado por Páez, había salido
de la ciudad con 500 hombres j lo estaba aguar-
dando en un punto ventajoso, motivo por el cual
mi señor Morales tuvo á bien encaramarse en el
cerro de Valencia y como el canario no quería bajar,
ni el ingles quería subir, en la noche llegó tam-
bién el llanero de cuña, y se situó con más tropas^
al pie del mencionado cerro.
Y aquello fue de alquilar balcones.
Cuando en la siguiente mañana del 11 de agosto,.
Morales se resolvió á bajar como un torrente im-
petuoso de fuego, imaginándose que con el mayor
niimero se tragaría, de un sorbo al jurungo, el bo-
cado se le atragantó y las papas se le pusieron
duras, porque entre Páez y Woodberry le dieron
una derrota cabezuda que le obligó á subir de nuevo
á su guarimha, dejando en el campo más de 150
hombres, entre muertos, heridos y prisioneros y ;

como al amanecer del día 14 observara desde su


periquiterOy el Capitán General en campaña, que la
división de Soublette, (á la cual conocía á leguas,
por haberla derrotado en Dabajuro), acababa de^
incorporarse á Páez, como el miedo es libre y algu-
nas veces inspira buenas ideas, se retiró por una
angosta pica hacia Puerto Cabello, diciendo á sus
oficiales :Aquellas son las tropas que. estaban en
Occidente, Vamos á Maracaiho donde sólo habrán
quedado algunos reclutas. La ocasión la píyitan calvaT
Y, como efectivamente, así lo ejecutó el activo
j astuto Morales, saliendo cuatro días después de-
C arabo bo ^^7

Puerto Cabello, con una flotilla de 14 velas y 1.200


hombres, con los cuales desembarcó en Cajoro, puerto
de la Goajira, nos metió el dedo en el ojo, pues se
le ocurrió la hábil estrategia de mandar los tras-
portes y buques de guerra que le habían llevado
hasta Cajoro á que cruzaran la boca del Lago en
actitud de desembarco, lo que obligó al general Lino
Clemente, que mandaba á Maracail)o, á enviar tropas
para reforzar al Castillo de San Carlos, por lo cual
dicho "jefe patriota, casi sorprendido con menores
fuerzas y unido con el coronel Carlos Castelli, vióse
forzado á comprometer acción con Morales en el
sitio de Salinarica. En aquel reñido y sangriento
combate, perdimos más de 500 hombres entre muer-
tos, heridos y prisioneros. Clemente y Casttelli se
escaparon, salvando apenas 200 soldados, y Morales
ocupó la ciudad de Maracaibo, dirigiéndose sin per-
dida de tiempo con un batallón, embarcado en pi-
raguas, al Castillo de San Carlos, que le fue entre-
gado sin combatir por el sargento mayor Natividad
Villasmil.
En mayiisculo brete nos tuvo el porfiado isleño
durante algunos meses, hasta que vino á enmendar
plana y á sacarnos del atolladero el bravo marino
patriota, coronel José Padilla, á quien podemos
llamar sin hipérbole el Nelson de Coquivacoa, por
la atrevida operación de forzar la barra con sus
buques y por la gran batalla naval del 24 de julio
que fue un segundo Trafalgar para los españoles,
pues en ella perdieron 11 buques de guerra, toma-
dos al abordaje por Padilla y dos que se incen-
diaron durante el sangriento combate.
Después de este rumboso triunfo, firmóse una
capitulación con Morales, en virtud de la cual volvió
á nuestro poder la importante plaza de Maracaibo
y Su Excelencia el Capitán General canario, se em-
barcó^ para Cuba con 700 hombres, único resto que
quedó de la famosa expedición traída por Morillo
en 1815, que constaba de más de 14.000 soldados,
^^^ f. To&i!i Qarcta .

comprendidos los refuerzos que recibió después de


la mencionada fecha.
Esta trascendental victoria de Punta de Piedra
y la prudente capitulación, causaron- general alegría
en todo el país, viniendo á ser el complemento de
nuestra definitiva emancipación, el mitológico asalto
y toma de Puerto Cabello, llevado á cabo por el
jamás bien enaltecido Aquiles de las Pampas, cuyo
insólito asalto, niegúelo quien lo negare, ha venido
á ser el palo marranero, el golpe de gracia asestado
en la nuca al poder español.
Yo me encontré en esa fabulosa trifulca, vi con
mis propios ojos ese pasmoso hecho, porque me ha-
llaba al lado de mi eximio jefe, con motivo de haber
ido en comisión á Puerto Cabello y de haberme in-
vitado á que lo acompañara al asalto.
Oigan ustedes como aconteció aquella maravilla
^
del arte militar y de la increíble audacia.
Restablecido el sitio desde hacía algunos días»
sin mayores resultados, resolvió el general Páez qui-
tar el agua por completo á los sitiados, á cuyo fin
acometió la romana empresa de dar otro curso á la
boca del río, lo que obligó á la guarnición del Vigía á
rendirse el día 28 de octubre por capitulación.
Apesar de este golpe la ciudad no se rindió y ;

como supimos de buena tinta, que en ella había agua,


y víveres para algunos días más, v que se aguardaba
una expedición ó refuerzo de la Habana, resolvió Su
Excelencia el general Páez, dar un asalto formal antes
que semejante contratiempo pudiera presentarse y
viniera á echar por tierra todas las ventajas conse-
guidas.
Para la ejecución de este atrevido y asombroso
golpe, se fijó la hora de las diez de la noche del 7 de
noviembre, para lo cual contábamos con la coope-
ración de un negro llamado Julián, esclavo de don Ja-
cinto Iztueta, muy práctico de los altos y bajos de
los mangles y á quien el general había logrado atraer-
se con frecuentes dádivas.
:

Carabobo i89

Con 400 infantes, casi todos negros, del batallón


Anzoátegui y 100 lanceros escogidos de la Guardia de
Páez, desnudos, apenas cubiertos por una especie de
gfiayuco ó tapa balazos, marchando al frente de ellos
el mayor Manuel Cala y el teniente coronel José An-
drés Elorza, nos tiramos todos al agua, en medio del
mayor silencio, y caminando muy difícilmente con
el agua y el fango basta la cintura, y en muchas par-
tes hasta los hombros, después de más de cuatro
horas de penosa marcha, á las dos y media de la
madrugada tocamos tierra firme, ya entre la ciudad.
Entonces cada compañía voló á ocupar el puesto que
se le tenía designado de antemano y se rompieron los
fuegos dentro de las baterías. Fué tan grande la
sorpresa y tan indescriptible el pánico, que casi inme-
diatamente se rindieron todos los fuertes y la ciudad
entera quedó en nuestro poder, porque los enemigos
que defendían la línea exterior, llen'os de asombro al
vernos dentro de los muros, como caídos del cielo
ó vomitados por la tierra, ante el estupor de aquella
maravilla que no podían explicarse, se rindieron
también á discreción.
Al romper los rayos de aquella por siempre ven-
turosa alba, vinieron dos sacerdotes á avisar al gene-
ral Páez que Calzada se había refugiado en una igle-
sia y que personalmente quería rendirse á él. Vis-
tiéndonos lo mejor que pudimos con ajenas ropas,
fuimos en el acto allá, y el general español, al acer-
carse Páez, entregándole su espada, le dijo
— Felicito muy de veras á Su Excelencia, por
haber sellado sus glorias con tan arriesgada opera-
ción, que francamente, nunca imaginé pudiera reali-
zarse. Me declaro prisionero y confío en sus caba-
llerosos antecedentes.


—Muchas gracias, señor general contestóle Páez,

ofreciéndole cariñosamente el brazo tendrá usted
las mayores garantías y consideraciones, porque hasta
durante la guerra á muerte, logré ser generoso
con los rendidos. Entretanto, conserve usted su es-
:

i90 F. Tost a Gárcia


-
«^

pada y vamos á tomar café juntos, que así nos en-


tenderemos mejor.
Cuando estábamos concluyendo el desayun^ se
oyó una gran detonación, motivo por el cual salimos
de carrera á averiguar lo que pasaba.
Nos encontramos con la novedad de que la cor-
ista de guerra Bailen, que se hallaba fondeada en el
puerto, había sido mandada á volar por el jefe del
castillo.
Naturalmente, el general manifestó su indigna-
ción á Calzada por aquel brusco hecho, ejecutado tan
imprudentemente, estando en nuestro poder el jefe
de la guarnición realista de la plaza. Calzada, muy
contrariado, reprobó también el salvaje acto y pidió
l^ermiso para escribir en el acto al coronel don Ma-
nuel Correa y Colina, jefe del castillo, ordenándole
que suspendiera las hostilidades, a lo cual mi don Ma-
nuel, cuya correa parece que á pesar de encontrar-
se algo ensebada por la sorpresa, no tenía nada sua-
ve, contestó que por ningún caso obedecería órde-
nes del jefe superior, por el hecho de hallarse pri-
sionero. Entonces resolvimos que Calzada fuese en
persona á entenderse con su desobediente y levantis-
co subalterno y como así lo hizo en el acto, nos
;

escribió á poco que todos habían reconocido su auto-


ridad, al verlo libre y que tenía mucho gusto de invi-
tar al general á almorzar con el en el castillo, tanto en
su nombre como en el de Correa.
Cuando termine de leer la peregrina carta á Páez,
le dije

—Supongo que Su Excelencia no cometerá la


locura de aceptar esa extraña, audaz y peligrosa in-
vitación.

— ¿ Y por que no ? —interrumpió sonriendo el hé-


roe de Carabobo.
—Por la sencilla razón de que Usía correrá el
riesgo de que lo dejen allá en rehenes, ó de que le
peguen cuatro tiros.
<:arahóbo ^^^

—Pues pereceremos juntos, mi querido doctor y


amigo—contestó Páez, en tono zumbón e irónico-;-
porque estoy resuelto, suceda lo que sucediere, á ir
'

al convite, acompañado únicamente del bravo doc-


tor Pedernales ....
Debe confesarlo, señores, muy ingenuamente, á
pesar de que cuando me metí á la guerra tuve el buen
cuidado de dejar en mi casa el miedo, y á pesar de
que durante ella anduve siempre al lado del hombre,
reputado como el más valiente, me sentí cobarde
-ante aquella inútil exposición de última hora, y le
. dije :


Mi general. Usía es el que manda y yo obedez-
co pero me permito repetirle que va á exponer sin
;

necesidad todas sus glorias adquiridas y todo su bri-


llante porvenir, por una aventura insignificante.
—No tema usted nada, ni abrigue tales sospechas,

señor doctor y amigo replicóme con profunda con-

vicción la hidalguía castellana es un cYistal que no
se empaña nunca. Ningún militar español es capaz de
cometer semejante villanía, acuérdese de que esa no-
ble sangre ibera, aunque cruzada, es la misma que
por nuestras venas corre, para que no la ofenda con
tan hiriente suposición.
Me mordí los labios y nada conteste, dirigiendo-
nos juntos en la fakia del puerto, á la celebre forta-
leza de San Felipe, sin apartar mis ojos de lai pavoro-
sa boca de sus cañones, cuando á los pocos ^minutos
llegamos á ella, me convencí de que el general tenía
mucha razón, porque nos recibieron con los más
altos honores militares nos* colmaron de atenciones
;

y de cortesías, obsequiándonos con un esplendido


almuerzo. Después de esta demostración de ga-
lantería, regresó Calzada á tierra con nosotros y en
aquella misma tarde se discutió y ñrmó la genero-
sa capitulación que ustedes conocen, con la cual ha
concluido por fin la guerra de la independencia en
Tenezuela.
: —

i92 F. losta Carda.

XXIII

Cuando terminó el doctor Federico Pedernales,


su larga y semi-oficial perorata, tan llena de ergoteos
j de optimismos, Kufino Peraka, que estaba deseosa
de que concluyera, rodando su silla de cuero para acer-
carse más, con el objeto de que le oyeran mejor,
dijo

¿Y qué hemos ganado con todo eso, para que
vamos á tragar todas esas cucharadas de miel hiblea,
que quiere administrarnos el insigne galeno que hoy
menea los cubiletes de la administración pública?
Yoy á decir la verdad sin rodeos. Salimos déla mo-
narquía española y hemos caído en las garras de
una oligarquía mantuana, cuyas aspiraciones y ten-
dencias son parecidas y hasta peores, porque estos
hombres funestos midatis midandi, son los mismos
que el 19 de Abril de 1810, le dieron á la Junta Revo-
lucionaria el carácter de conservadora de los dere-
chos, de Fernando YII. Hemos salido de este mo-
narca, pero la camarilla absorbente querrá, sin
duda, que tengamos ahora un Simón I, un José
Antonio II y un Carlos III y si Bolívar, Páez y
;

Soublette, se negaren, como lo harán de seguro, á


restablecer el inveterado sistema del derecho divino,
que han' derrocado con sus espadas, la susodicha ca-
marilla, se dará sus malas artes de hacer lo mismo
en otra forma, para realizar sus aviesos propósitos,
para*convertir las investiduras republicanas en ho-
pas de un personalismo burocrático, que á la postre
. convertirá á los magistrados democráticos en reye-
^ zuelos ó mandarines más terribles y omnímodos que
los vastagos de Ataúlfo y Placidia, cuya tutela co-
lonialacabamos de romper para siempre ....
—Exacto, exactísimo!— interrumpiódon Manuel
Antonio Alvarez, tocado por el resorte de su chifla-
dura, al escuchar aquella oportuna cita histórica
nuestro gran tribuno Peralta tiene muchísima razón
Carabobo -
Í9S

y yo puedo dar fe de ello por lo que está pasan-


do en el Concejo Municipal, donde ocupo un sillón.
Nosotros allí, lejos, muy lejos de parecemos á lo»
defensores urhis de los romanos, á los decenviros del
tiempo de Alarico y á los priores 6 séniores loci, del
régimen de los visigodos somos simplemente unos
;

ceros á la izquierda. Nuestro Cuerpo, llamado ilustre,


probablemente por ironía, pues me parece más co-
rrecto llamarlo sin lustre, dista mucho de tener la.
trascendental importancia, que los reyes españoles,
para balancear el poder de la nobleza, acordaron ¿
estas corporaciones del estado llano y de origen
popular, en los fueros de Sobrarbe y de León, de otras-
provincias, principalmente en el reinado de don
Jaime I de Aragón, qué fue cuando las municipa-
lidades tuvieron mayor auge. Nuestro concejito ca-
raqueño no puede compararse siquiera con los ayun-
tamientos del tiempo de la Colonia, que metían en
cintura más de uua vez á los capitanes generales,
ni con los autónomos ni facultativos concejos muni-
cipales, que estableció el general Marino en su go-
bierno modelo de las provincias orientales, porque
llamando las cosas por su nombre, nuestra degene-
rada corporación es un verdadero aprisco, donde nos
congregamos varios cameros á pastar y á apoyar
todo, sin disponer ni administrar nada, sino lo que
manden los generales y el doctor, es decir, Páez,
Soublette y usted, señor don Federico, que es el más
autorizado representante de esos jefes y el que nos
lleva á menudo la esquela de recomendación, el reca-
dito al oído,, ó como dicen los masones, el que nos
trasmite la palabra sagrada, hasta para los remates
de guarapo y de gallera ....
El doctor Pedernales, sin proferir una palabra,
arrugó sus gruesos labios para contener una sonrisa
socarrona, que pugnaba por asomarse á celebrar las
intencionales y verídicas frases del jjreceptor, y, don
Agapito Callejones, aquel enemigo por idiosincracia»
de todos los poderosos, con su inextinguible convic-
ción de eterno rebelde, dijo :

CARABOBO. IS
^94 . F. TcsU Carda


Qué desgracia tan grande es tener que oír tan
i

desconsoladoras manifestaciones !Qué inmenso des-


encanto el de tener que convenir en que ellas son
ciertas y en que todos nuestros afanes, bregas y sa-
crificios, han sido inútiles, porque lo que hemos
hecho es echar una mochila de sal en el océano Debo !

declarar aquí, para que nadie tenga el derecho de equi-


vocarse conmigo, que á pesar del puesto que estoy ocu-
pando en el gobierno y de la profunda veneración que
tengo por el general José Antonio Páez, cuyo re-
trato alumbro todas las noches con dos velas como si
fuera un santo, como soy hombre de principios fijos,
y revolucionario antes que todo, á pesar de la marca-
da repugnancia que siempre he tenido por don Si-
món, si no se da otro rumbo á la nave, si las cosas
siguen como van y si llegare á establecerse el des-
linde entre bolivianos y paecistas, entre oligarcas y li-
berales, me incorporaré de todo corazón á las filas
populares, á las falanges de la Libertad, de la Igual-
dad y de la Fraternidad, entre las ciíales he comba-
tido y combatiré hasta la muerte !


Así es como deben hablar los hombres hon-
i

rados !

exclamó lleno de entusiasmo el i)adre José

Luis Alegría yo también debo ser franco, exponer
mis creencias íntimas y hacer mi acto de contric-
ción política en este momento de las definiciones ca-
tegóricas. Obedeciendo á superiores influencias, en
•estos últimos meses he estado caminando por la
mala senda pero como nunca es tarde para conocer
;

el error, vuelvo sobre mis pasos, pdrque no quiero


separarme de la buena causa ni de mis viejos compa-
ñeros dé la cruzada redentora. No embargante lo
difícil de mi situación, por el hecho dé ser sacerdote,
obligado á obedecer á ciegas los severos mandatos de
Su Santidad Pío VII, en contra de los principios car-
dinales que originaron la revolución francesa y las
pastorales de la curia caraqueña, sobre el mismo
asunto, á pesar de las terribles pláticas del presbí-
tero Ortigoza, pronunciadas en la iglesia metropolita-
na é impresas de orden de Moxó y de Monseñor Coll
C&rabobo {^
y Prat, en años pasados, y donde decía que la voliin-
:

tad de Dios era que Fernando VII reinara sobre estas


provincias, y que la libertad era un sofisma y una im-
piedady que la igualdad era una quimera y un sacrilegio
y que los pueblos de Venezuela debían obedecer y some-
terse á la autoridad de los príncipes, siguiendo las doc-
trinas y el ejemplo que la iglesia Jiobia observado y pre-
dicado en todos los tiempos, á pesar de estas barbari-
dades y de las absurdas órdenes de la restrictiva
disciplina romana, que anatematizan el verdadero dog-
ma cristiano, Ue^^ado el caso exti;erao de la ruptura,
sostendré sin vacilar las doctrinas del liberalismo, por-
que ellas fueron las mismas que proclamo nuestro
Señor Jesucristo, el excelso Kedentor de la humani-
dad yante el disparate fenomenal de que estas su-
;

blimes doctrinas aparezcan en choque con los ilógi-


cos preceptos de las leyes papales ó arzobispales,
ante semejante anomalía, ante tan in,congruente con-
tradicción, habré de alistarme siempre en las filas
del humilde Maestro, cuyos discípulos eran obscu-
ros pescadores y después fueron apóstoles me que-
;

daré en el partido de ese Gran Demócrata de Galilea,


que nos mandó á amarnos los unos á los otros, que
gritó muy en alto, que su reino no era de este mundo,
y que fué el i^rimero que con palabras y con ejemplos,
«e hizo propagandista de la Libertad, de la Igualdad
y de la Fraternidad, me pondré del lado de los po-
bres y de los desheredados, aunque mis superiores co-
legas lo tengan por pecado mortal, liberalizándome yo
y dejándolos á ellos con los mantuanos oligarcas, sos-
teniendo los títulos de nobleza, emanados del derecho
divino, la mordaza, el cepo, el' tormento, la cadena
del esclavo, el afrentoso patíbulo y la Inquisición
sombría
— —
Bravo, bravísimo vociferó don Agapito Ca- •

llejones, abrazando al padre en un arranque de eur



tusiasmo después de esos magníficos conceptos que-
do yo muy pequeño ante usted y bien se conoce que
;

no ha olvidado el desdén con que Su Señoría Ilustrí-


sima miró su inicua y villana prisión, ordenada por
:

igg F. Tosta García»

Boves, desde luego que en la multitud de veces en


que se acercaba al monstruo de Asturias, para ha-
cerle zalemas y genuflexiones, no se acordó de pedir-
le su libertad, ni siquiera por mero cumplimiento ....
Rufino Peralta sintió una inmensa alegría al oír
aquellas calurosas, francas é importantes ideas á su
saludable propaganda, empezó á comprender que na
estaba solo, y como reparara que el doctor Peder-
nales, silencioso y meditabundo, fumaba y refumaba
su tabaco, con una movilidad nerviosa, demostrativa
de las contrapuestas ideas que bullían en su cere-
bro, sospechó que el antiguo patriota, experto médico
y astuto mentor de Páez, estaba á punto también de
voltear la casaca e incorporarse á sus coopartidarios
y amigos, por lo cual y con el fin de acabarlo de cate-
quizar, dijo

Lo repito con dolor, nada hemos ganado en
pro de nuestros ideales políticos, con el triunfo de
nuestra Independencia; y nadie podrá negar que
los que nos encontramos aquí reunidos hemos sido
apóstoles, mártires j; constantes servidores des-
de primeros días de la incruenta campaña hasta
los
hoy. Por tal motivo, ninguno de los que nos ha-
llamos presentes debe separarse del benemérito gru-
po hasta no mirar triunfante en la casa de gobierno*
el lábaro santo de los nuevos principios con que ini--
ciamos la colosal contienda.
Vengamos á cuentas.
Nunca pudieron imaginarse los ilustres legisla-
dores de 1811, que su obra, casi perfecta, había de
ser bastardeada, por los mismos elementos llamados
á cumplirla y por otros legisladores que so pretexto
de perfeccionarla, la han vuelto trizas.
Ellos proclamaron la Federación, única forma
de gobierno apropiada para Venezuela, é imi)era el
más estrecho Centralismo.
Establecieron, sin cortapisas, la ^soberanía na-
cional y hoy dependemos los venezolanos en prin-
cipio, del Ejecutivo de Bogotá, y de hecho, de un
irritante personalismo militar, sostenido y dirigido-
Carabobo i07

por una camarilla de mantuanos oligarcas, que no


han pasado ni una mala noche sirviendo á la Patria,
y sí muy buenos días en las antesalas de los capi-
tanes generales, pidiendo favores y empleos.
Gritamos á los cuatro vientos que éramos secta-
rios de la Libertad y los esclavos siguen arrastrando
sus cadenas, el banquillo continúa como un baldón
en nuestras plazas públicas, el látigo perdura como
pena legal, las cárceles permanecen llenas de vene-
zolanos, que no tienen otro delito sino el de no po-
der pagar sus deudas, y los trabajadores continúan
agoviados por las contribuciones personales, por el
pecho de alcabala, por los diezmos y por las pri-
micias.
Establecimos la Igualdad hasta el punto de im-
plantar, oficialmente, el tratamiento de ciudadano
para todos los hijos del país, y hemos vuelto á los aris-
tocráticos distintivos de Señor, Excelencia, Vaecencia,
Su Señoría Ilustrísima, quedando vigente los títulos
de nobleza y los fueros militares y eclesiásticos, no
teniendo acceso á los grados científicos ni á las dig-
nidades del sacerdocio, sino los favorecidos por la
naturaleza que puedan comprobar la inmaculada pu-
reza de su estirpe y la blancura indiscutible de
su piel.
Ríos de sangre han corrrido por sacudir y de-
rrumbar todas estas vetustas polillas de la monarquía,
hemos vencido ruidosamente á la postre, después de
inmensos sacrificios y heroicidades, y el espectro
colonial se halla todavía en pie, apuntalado por el
funesto núcleo conservador que ha venido rodeando
á todos nuestros caudillos y eminentes jefes.
Por supuesto, y hay que decirlo aunque sea do-
loroso, Bolívar mismo es responsable en parte de
este mal que estamos palpando, porque al ausen-
tarse para su campaña del Sur, ha debido dejar á
la Nueva Granada en manos de Nariño y á Vene-
zuela regida por Marino, en lugar de entregarnos á
Santander y á Páez, que representan el dominante y
engreído militarismo, que ahogará sin duda, al na-
i98 F. Tosii. Carda

cer, todas las esperanzas y conquistas de la revolu-


ción emancipadora, concluyendo al fin por reaccionar
contra las inmarcesibles glorias del propio Liberta-
dor, quien vendrá á ser para ellos un estorbo, porque
tanto Santander como Páez, quieren ser omnímodos y
{¿nicos en sus respectivos países.
Los más audaces han escalado á la cima.
Los patriotas leales, inteligentes y austeros, los
militares antiguos, probos é insospechables, han que-
dado en la vera del camino, rezagados, con sus bri-
llantes antecedentes y con sus laureles ; y por efecto
de mal entendidas contemplaciones y debilidades, se
va á levantar el edificio nacional bajo inseguras bases
y con deleznables cimientos.
Los resultados de este ilógico procedimiento se-
rán desastrosos para toda la nación y mortificantes
l)ara los que hemos soñado, con un gobierno libre,
autónomo, democrático, reparador y progresista, en
donde pudieran tener cabida nobles y plebeyos, blan-
cos y negros, porque debería de ser de todos y para
todos.
Las consecuencias de este máximo falseamiento
del hermoso programa revolucionario, van á ser muy
fatales porque el personalismo llegará á tales extre-
mos, que andando los años, llegaremos hasta á la-
mentar los mandatarios de la monarquía española,
horrorizados i)or los abusos, atentados y atrocida-
des políticas que se cometerán en nombre de la Re-
pública y con escarnio de todas las leyes, prerrogati-
vas y derechos proclamados.
Para evitar este naufragio, para impedir la ca-
tástrofe, tenemos que seguir luchando hasta morir, los
venezolanos bien inspirados.
Los sanos elementos políticos tenemos que unir-
nos para salvar la tierra redimida.
Ante la aparición de ese núcleo verdaderamen-
te godo, que pretende convertir en feudo suyo esta
Patria querida, que tantos sacrificios nos cuesta, ante
la amenaza latente de esa oligarquía criolla, anti-
boliviana, paecista en Venezuela y santanderista en
Garabobo i9P

Nueva Granada, tenemos que organizar otro núcleo


antagónico que recoja el guante y sostenga la ban-
dera liberal de los principios democráticos, bajo cuya
sombra nos juramentamos un día para combatir y
vencer á los tiranos exóticos.
i
No creo yo, que al llegar esta suprema hora,
ninguno de los eforzados luchadores que me oyen,
dejará de ocupar su puesto en el estadio popular
para la salvación de los sacrosantos dogmas, de los
cuales hoy se pretende prescindir !

El doctor Federico Pedernales, que había oído


con profunda atención los elocuentes y sugestivos
conceptos de Eufino Peralta, comprendiendo que la
exhortación final iba exclusivamente dirigida á él,,
poniéndose de pies, como tocado por un resorte, y
mirando hacia todos lados, dijo :

— Como veo que estamos completos los leales


é incorruptibles patriotas de antaño, los que desde
los primitivos clubs, desde las memorables reuniones-
de la cuadra Bolívar, las celebres tertulias en la botica
de Callejones y en la casa de don José Yentura Ee-
quena, venimos trabajando con tesón por la santa
Causa, ó sea por la destrucción del absolutismo mo-
nárquico y la implantación de las doctrinas del li-
beralismo radical, como acabo de oír tan bellas y pa-
trióticas manifestaciones, yo también voy á hablar
con entera franqueza bajo la mayor reserva, bien en-
tendido, por la posición que ocupo, y contando con
la discreción de mis compañeros.
Desde hace muchos años vengo al lado del ge-
neral José Antonio Páez, procurando su preponde-
rancia y encumbramiento, no por hostilidad hacia el
Libertador, sino en espectaviva y previsión de que
este cóndor caraqueño, por la colosal dimensión de
sus alas, pudiera buscar superiores espacios y ausen-
tarse un día para desplegarlas én las vastas regiones
sur americanas.
Lo que pense ha sucedido. El egregio Bolívar^
que se ha elevado y se elevará aún á mayores cúspi-
des y que llegará sin duda á la excelsitud de la fama
;

SM F. Tosta Garda

y del renombre universal, se halla á estas horas li-


í)ertando la mitad del continente que descubrió Colón
y Páez, dirigido por mis consejos, se encuentra con
la posesión indiscutible de los destinos de Vene-
zuela ; pero á este santo de mi devoción, á este ídolo
mío, al prestigioso caudillo llanero á quien forme y
-destaque durante la guerra y á quien me proponía
dominar después del triunfo, para encaminarlo por
la buena senda, de la noche á la mañana me lo han
arrebatado y ya no soy para el lo que antes era. Los
mantuanos de Caracas, en combinación con los de
Valencia, se han apoderado de su albedrío y privan
•de tal manera en su voluntad que materialmente no
liace sino lo que ellos Te indican. Estoy en comple-
ta baja y continúan haciéndome cruda y solapada
guerra para dar al traste con mi exangüe influencia.
¿Se imagina usted, mi amigo Peralta, que pueda
yo ser amigo y aliado de esa camarilla que me está
poniendo el dogal al cuello ? Soy y seré su más for-
midable adversario, y pienso desplegar en breve to-
das mis energías, habilidades y astucias para com-
batirla y lograr apartarla.
Estoy entre la espada y la pared, y en una in-
minente disyuntiva :

Si la venzo, Páez hará la indispensable reforma


de las instituciones, con los buenos patriotas, con los
liberales, con los hombres surgidos de las filas del
pueblo y si soy vencido, como el poder irá de segu-
;

ro á manos de la odiosa camarilla, presentare mi


renuncia, y entrare á formar, sin reservas, de lleno
y abiertamente, en las filas del naciente partido de-
mocrático, á quien pertenece el porvenir y cuyo pro-
grama es el mismo que fiameó en el lábaro que nos
dio independencia, pero que sin duda alguna no nos
lia dado libertad. Ya verá usted, amigo Peralta, que
en el fondo estamos completamente identificados y
que vamos al mismo fin por dos líneas paralelas.
— No podía esperarse otra cosa de tan gran sabio

y de tan valiente adalid exclamó Rufino estrechando

entre sus brazos á Pedernales ese digno procedí-
C^rabobo SOi

miento lo enaltece y comprueba que es usted hom-


bre de causa y (jue por ella lo sacrifica todo llegado
el caso. Ahora, al cabo de tantos años es que ha
venido á confirmarse cuánta razón teníamos para
llamarlo familiarmente, en nuestros primeros tiem-
pos, el doctor Sábelo todo .... Ahora, con un aliado
de tantos quilates me siento fuerte é invencible para
entrar en la nueva e ineludible lucha.
— —
Qué inmensa ventura dije yo con íntimo pla-
¡
!

cer-^cuán satisfecho estoy al ver que en mi casa se


hayan reconciliado y compactado los antiguos ami-
gos y coopartidarios, los decanos y proceres de la
^^mancipación venezolana, para seguir combatiendo
por el triunfo definitivo de nuestras aspiraciones.
Desimes de esta edificante escena y cuando to-
dos se.despedían, deseando muy feliz viaje á Eufino
Peralta, don Agapito Callejones, siempre activo,
tenaz y diligente, siempre el mismo de la primitiva
-época, al estrecharle la mano, dijo :

— Salud, fuerza y unión, eximio y atleta Ro-


i

hespierre: me alisto en tu grupo que mañana será"


legión ! Hemos alcanzado la independencia, pero te-
nemos que combatir ahora por la Libertad, por la
Igualdad y por las demás prerrogativas de los Dere-
olios del hombre. ¿Quien hubiera podido pensar,
que en los altos y bajos de la política, que en los
vaivenes de esta histórica brega iba yo, en la tarde
de mi vida, á tener que formar de corazón entre los
bolivianos convencidos, entre sus leales y exaltados
admiradores?^ No soy partidario de los hombres
sino de los principios ;mas hay que seguir buscando
con la perseverancia de Diógenes, hasta encontrar un
predestinado á quien se le ocurra establecer la repú-
blica práctica federalista, única fórmula que puede
hacer feliz á Venezuela. Si nosotros no tuviéremos
la fortuna de verlo, lo verán nuestros hijos, ó en ultimo
•caso, nuestros choznos ....
E í^ ± IL, ooo

. Solemne cliasco llevaron los murmuradores de


oficio (que siempre los lia habido á calderadas en este
fértil y ameno vallecico, que Fajardo arrebato á los
indios Caracas para que Losada erigiera \in x^obla-
chón, que hoy tiene visos de ciudad ), mayúscula sor-
presa recibieron los chismosos de barrio, cuando,
cansados de haber dicho y repetido en todos los tonos,,
que Luis Eeyes había cometido el más insigne de
los disparates y la más sonada de las locuras,,
al abandonar su brillante carrera militar para casarse,
como un babieca, con una ordinaria provincial, con
una marimacho de antecedentes guerreros y bruscos,
acostumbrada á la vida errante de los campamentos
y á la rudeza de los cuarteles, tuvieron los mencio-
nados difamadores, que convencerse al fin, por fuerza
de los hechos, de que se habían equivocado de me~
dio á medio, porque Estefanía era una perla del ho-
gar, el modelo de la mujer ideal; ordenada y per-
fecta, esclava de sus deberes y obligaciones femeni-
les, puesto que, no embargante la circunstancia em-
barazosa de llevar ya en su fecundo seno la cimien-
te de su segunda prole, en todo se metía, nada des-
cuidaba y desde la huerta hasta el zaguán, su casa^
brillaba como un espejo, y todos los criados anda-
ban ajustados á la ordenanza rutinaria de sus ocu-
paciones domésticas.
Carabobo S03

Medio lustro después de lo narrado en los últimos


capítulos, ó sea en los comienzos del acaecido año de
1826, encontrábanse Lui« Eeyes y Estefanía, muyale-
gres en su Cafarnaun de la plaza de la Triuiílad^
celebrando ( el para ellos máximo acontecimiento ) de
haber cumplido veinticuatro meses y dado su prime-
ra carrera en el extenso i)atio, la linda primogénita
que en honor del padre y en memoria del abuela
materno, habían bautizado con el nombre de Luisa
Modesta.
Nada más gracioso y bello que aquella encan-
tadora criatura, que llevaba la indiscutible marca de
fábrica en sus perfecciones mixtas. Viva, precoz, inte-
ligente, de ojos grandes, negros y expresivos, capri-
chosamente sombreados por admirables cejas y pes-
tañas del mismo color obscuro, que contrastaban
con su lindo, sedoso y rubio pelo. Rostro ovalado,
orejas primorosas por lo pequeñas y bien cortadas,
boca diminuta y rosada que parecía un ojal de nácar
incrustado en coral, manos largas, delgadas, artísti-
cas, y i^iecesillos blancos, monísimos, también delga-
dos, y que eran el complemento de perfección de
aquel ángel terrestre, retrato en miniatura, hábilmen-
te ejecutado por el Supremo Artífice, para destacar
en conjunto, las gracias de su guapa y gentil madre
con los típicos y hermosos perfiles de su garrido pro-
genitor.
Daba gusto contemplar aquella, si no ilustre por
lo menos gorda y saludable descendiente de los Mu-
ñoz, los Gafgueras y los Reyes,^ aquel pimpollo que
estaba en el apogeo de las gracias y á quien la inte-
ligente heroína, convertida en ejemplar madre, no-
había querido, por ningún caso, poner nodriza, sino-
amamantarla, cuidarla y desvelarse con ella hasta
que cumplió un año, con el mismo amor y entusias-
mo con que en otros tiempos empuñara las riendas,,
la lanza y la carabina.
El cuadro íntimo no podía ser ni más sugestiva
ni más resaltante.

-£££ F. Tosía Garc/a

Los aguerridos cónyuges, que en tantas ocasio-


nes memorables fueron terror de los iberos, acababan
de jugar á la escondida y al gárgaro malojoj con la
Luisilla y colocados ahora en un extremo del pa-
tio, gritándole cógela^ cógela, arrojaban alternativa-
mente una pelota de goma pintada de azul y rojo,
que ella, muy contenta y reída, se apresuraba á re-
coger, y corriendo hacia ellos, que zapateando le de-
cían d mi, á mí, se las entregaba ora al uno o
bien á la otra, procurando, con agudeza prematura,
complacer á ambos por turno, volviendo á alejarse
Á la carrera con la camisilla alzada, para continuar
la inocente diversión, que duró largo rato y que
fue interrumpida por la llegada del repartidor de
cartas del correo con una que traía el sello oficial.
—Apuesto íí que es de don Mauricio Mora Meló
•dijo Estefanía, recibiendo la carta y entregándola á
Luis.
—De su misma persona—contestó este al ver la
letra del sobre—hacía tiempo que no escribía. Va-
mos á leerla en el acto, que debe traer noticias inte-
santes.
Estefanía mandó á su nena con el aya para la
liuerta á coger flores y mariposas, y sentándose al
lado de Luis en *el escritorio, que ya tenía entre sus
manos voluminosa carta del hombre de las Siete
la
ílmes, con marcada atención, escuchó lo siguiente :

" Desde la capital del Perú, mi nunca bien re-


•cordado amigo don Luis, le escribo esta para compla-
cerlo con gusto en lo que usted y su guapa compañe-
ra me excitan en su muy apreciable última misiva,
que recibí en Cochabamba, y que antes no había po-
dido contestar por motivos ajenos de mi voluntad,
relacionados con la nube de ocupaciones de diversas
«lases, que abruma á este pobre carapacho mío, que
suspira ya por el cómodo butacón de cuero, por el
•descanso de tantas fatigas y de tan rudas bregas.
" ¿ Pero que hacer ?
" El Libertador no quiere dejarme, cada día está
más apegado á mí y como frecuentemente dice en
;
Carabobo .
££f

son de guasa, que yo soy su caja de ahorros ó su alcan-


cía, verá usted que sería muy mala partida aban-
donarlo.
aunque estoy ya más delgado que un
'*No, no,
hilo y haciéndole competencia hasta á una sutil he-
bra de seda, lo estoy acompañando j lo acompañaré
Meca si
hasta^ la á ella se le ocurriera llevar sus ar-
mas vencedoras.
" Me no le áatisfacen los par«
escribe usted que
tes publicados en gacetas y boletines, des-
oficiales
cribiendo las batallas de Junín y de Ayacucho y que-
desearía oírlas referir por un testigo imparcial y
presencial de ellas, y muy especialmente por este
viejo amigo, para solazarse, en unión de la brava Este-
fanía, con todos los detalles de esas estupendas ac-
ciones campales, que han decidido y afirmado la in-
dependencia en la América del Sur..
"Pues bien, voy á complacerlos hoy, refiriéndo-
les cálamo cúrrente^ ó sea á la pata la llana, las dos
mencionadas batallas y algunos otros. hechos impor-
tantes ocurridos en estos últimos años de 1824 y
1825, durante los cuales ha subido nuestra fama tan
en alto y se ha cubierto de tantas glorias nuestra
tricolor bandera y el Gran Capitán caraqueño, que de
triunfo en triunfo la tremola en su diestra.
" Principiaré por Junín.
" De las innúmeras batallas que de más ó menoa
lejos he presenciado, es, mi querido amigo, en la
que menos ha sufrido mi sisterpa nervioso, en la que-
me he sentido más á mon aise, como decía frecuente-
mente aquel picaro francés Labatut, que usted cono-
ció en Cartagena y que en cien pailas infernales arda..
"¿Y sabe usted por lo que esta acción me fué tan
agradable y simpática ?
" Porque en ella no se cebó una cazoleta, ni sonó<
un se oyó silbar una bala.
tiro, ni
" Y
no puedo negarlo, porque tanto usted como
su valerosa consorte lo saben. Sin ser absolutamente
por cobardía, ni cosa que se le parezca, sino por
un refractarismo innato é inexplicable, cuando se-.
.

— F. Tosta Garda

rompen los fuegos y escucho en el aire el pavoroso


miau, miau, de las gatitas redondas de plomo en igni-
ción, quisiera sepultarme. cien varas bajo de tierra ó
elevarme á mil toesas más alto que las nubes, para
que no rozaran conmigo.
" Pero en Junín no experimenté ni siquiera un
pestañeo nervioso. Sereno é impasible estuve al lado
del Libertador, desde el alto cerro en donde -se situó
Á presenciar aquel raro y caballeresco combate al
arma blanca, en donde sólo entraron á funcionar las
lanzas y los sables, como si estuviéramos en los anti-
guos tiempos y no se hubiera inventado^ la maldita
pólvora . . .

" Que espectáculo tan imponente, tan hermoso,


i

tan civilizado y sobre todo, tan inofensivo para los


;

•que lo contemplamos desde lejos !

" Pero no nos adelantemos y vamos por orden. El


^general Canterac* mandaba el ejercito del virrey. Se
componía de 9.000 hombres de infantería, caballería
y artillería ligera, y se había movido de Tunja con el
objeto de encontrarse con el ejercito republicano délas
naciones unidas, que constaba de 7.500 soldados de las
distintas armas. Ambos ejércitos eran muy fuertes en
-caballerías, y como el general Bolívar con razón creía
que la nuestra era superior á la realista, venía procu-
rando por medio de maniobras, conseguir que el com-
bate fuese de esta arma, en el primer sitio á prop&ito
.que se presentara.
"El general Lámar mandaba las fuerzas del Perú,
ei general Sucre las de Colombia, teniendo como se-
gundos á los generales Lara y Córdoba, la caballería
estaba á cargo del general Necochea, mandando res-
pectivamente Miller la del Perú y Carvajal la de
Colombia.
"El 4 de agosto de 1824, llegó Canterac al pueblo
de Reyes, ínuy fatigado de tanto marchar por esca-
brosos caminos, de allí marchó á Carhuamayo en
donde con gran sorpresa supo, que nosotros nos diri-
gíamos por la margen opuesta del lago de Junín hacia
-Jauja.
Carabobo "
'

20r

"Por esta rara óircunstancia los dos ejércitos, como


jugando á la gallina ciega, marcliaban efectuando un
movimiento paralelo, en sentido contrario.
"Temeroso Canterac de perder su infantería y de
ser atacado por la retaguardia, con trama rchó acelera-
damente hacia el pueblo de Eeyes, y como el Liber-
tador había previsto ese natural movimiento, dio sus
ordene^ para atacar al enemigo el día 6 y redoblamos
la marcha para ocupar á Reyes antes que nuestros
contrarios. Dejando los cuerpos de infantería muy
atrás llegamos con la caballería á las 3 de la tarde á la
llanura, en donde avistamos á Canterac al frente de
sus 1.200 hombres de afamada caballería. Este llano
de Junín es extenso, accidentado por colinas y mesetas
bajas, atravesado por riachuelos y en muchos puntos
es anegadizo por los pantanos que forman los desa-
gües del lago.
"El Libertador ordeno en el acto á Necochea y á
Miller, que atacaran á los jinetes realistas con sus 900
lanceros, y el formidable choque se verificó ya al caer
de la tarde.
"Aquello fué teri'ible, asombroso y hasta inexpli-
cable.
"Apenas duraría tres cuartos eje hora aquella des-
comunal contienda, en donde no se oía sino el bote de
las lanzas, el rechinar de los sables y las imprecaciones
de los combatientes.
"En lo más recio de la carga, el denodado é imi)e-
t.uoso Necochea fué cortado por un escuadrón realista,
recibió siete lanzasos y quedó i)risionero, mientras
Miller huía perseguido por Canterac.
"En aquel momento crítico, dimos por perdida la
batalla y nos retiramos de la altura donde la presen-
ciábamos, para ir en busca de la infantería á cargo de
Suci*e, Lámar y Lar a, para enmendar la plana y salvar
la situación.
^Pero este recurso extremo se hizo innecesario,
porque la buena estrella del Libertador disjmso de
otra manera el supremo y definitivo desenlace de aquel
sangriento drama.
£££ F. Tostn Careia.

"El bravo comandante de Húsares del Perú, llamado


Isidoro Suárez, fué el héroe de esta célebre jornada,
pues tuvo la serenidad y admirable táctica, de apar-
tarse con su escuadrón hacia uno de los recodos del
llano. Dejó pasar allí como á un torrente á persegui-
dos y á perseguidores; y luego, con imponderable
arrojo cargó por retaguardia al engreído Canterac, lo
que dio por resultado que Miller pudiera volver cara
y que se declarara el pánico y la confusión entre las
huestes realistas, las cuales fueron acuchilladas por dos
flancos, consiguiéndose rescatar el noble cuerpo de
Necochea y que el más espléndido triunfo coronara las
armas de Colombia.
"Las pérdidas de los españoles alcanzaron á 19
oficiales y 845 soldados muertos, 80 prisioneros, 400
caballos ensillados, y gran número de armas. De nues-
tra parte tuvimos 45 muertos y 99 heridos, entre ellos
el nunca bien elogiado general Necochea.
" No faltan por aquí seres injustos, apasionados
y
malquerientes gratuitos, que por espíritu de envidia
y hasta de vulgar regionalismo, han dicho que las
glorias de Junín no corresponden á Bolívar sino á
Miller y á otros subalternos, por el hecho de que
nosotros en el instante del mayor conflicto, nos reti-
ramos del cerro que ocupábamos, para ir á buscar el
apoyo de los cuerpos de infantería y como tal pa-
;

parrucha puede ser repetida en lo porvenir hasta


por algún escritor ó cronista de talento, bueno es
desmentirla desde ahora y que usted asegure á los
amigos de Caracas, que no hubo ni un instante de
duda, vacilación ó miedo en el ánimo del Libertador.
Con admirable habilidad y con estratégicas marchas
y contramarchas, preparó el encuentro al arma blan-
ca, lo presenció y dirigió desde el punto conveniente,
en razón de que ni su alta gerarquía, ni su deber le
obligaban á ir á romper lanzas en persona, pudiendo
asegurarse con indiscutible evidencia, que en el caso
desgraciado que nuestras valerosas caballerías no
hubieran podido reaccionar y vencer por sí solas
en la forma heroica que arriba le he explicado, esíf
Carabobo 20 ík-

misma tarde del 6 de agosto ó al día siguiente, Bo-


lívar hubiera entrado en acción, con el resto de
nuestro poderoso ejercito j hubiera vencido á Can-
terac.
" Sobre todo, mi amigo don Luis, como lo sabeE
hasta los niños de pecho, el general en jefe es el
único responsable de los fracasos y de los triunfos
de su ejército, j decir otra cosa es una majadería
insigne, que no merecería la pena de ocuparse en re--
futarla, si no fuera porque de la mala yerba no de-
be dejarse caer en la tierra ni el más insignificante
tubérculo.
"Alcanzado el célebre triunfo de Junín,nos pusi-
mos día y noche en persecución del ejército realista, cu-
ya penosa marcha. por los fragosos valles y empinados
cerros de los Andes peruanos, equivalía á una constante-
derrota, y desde el pueblo de Eeyes hasta las márge-
nes del río Apurimac, dejaron en nuestro poder cerca
de 1.500 dispersos, 700 fusiles, municiones, ganados y
gran número de otros muchos objetos, recibiéndonos-
los pueblos y caseríos de aquel extenso territorio^
entre víctores y palmas como á sus libertadores.
"Estando muy cruda la estación por las frecuentes
lluvias, resolvió elLibertador acantonar el ejército en
las cercanías del Apurimac, encargar del mando en
jefe al general Sucre y regresar á Lima en la primera
quincena del mes de octubre, á esperar los auxilios
anunciados por el gobierno de Colombia y á dictar
muchas otras disposiciones urgentes, encaminadas á
dar pronto y feliz término á la campaña.

"De tránsito para la capital peruana, sufrió el


Libertador una gran contrariedad ocasionada por un
posta á caballo que vino á encontrarnos, y que era
portador de pliegos del congreso y del gobierno de
CABABOBO. 14
.

:SiO F. Tosta García

Colombia. Uno, contenía el decreto del congreso qui-


tándole en absoluto las facultades extraordinarias de
que se hallaba investido, j el otro, se refería á comuni-
carle que el general Santander, encargado del poder
ejecutivo, había nombrado á Sucre general en jefe del
ejército colombiano, no debiendo tener el general
Bolívar en lo porvenir, sino la intervención absoluta-
mente necesaria en las operaciones militares que le
correspondían, como presidente de la república del
Perú.
"Aquellos dos actos agresivos hirieron en lo más
profundo su noble alma e impresionaron grandemente
su espíritu de bronce, hasta el punto de que, al aca-
bar de leer los oficios, su rostro se contrajo, su frente
se arrugó y con acentuada amargura, me dijo
— ;
:

"i Muy pronto comienzo á recibir el premio por


mis constantes esfuerzos para libertar el continente
suramericano ! Según veo, el general Santander,
vice-presidente de Colombia, ha dominado ó influido
en el ánimo del Congreso para poner á prueba mis
sentimientos patrióticos y republicanos y para sem-
brarme obstáculos en la carrera de triunfos que he
emprendido en estas apartadas regiones. La supre-
sión de las facultades extraordinarias sin haber con-
cluido la guerra, me pone en el caso de que mis órde*
nes puedan ser dasatendidas por las autoridades de
los departamentos del Sur y el nombramiento directo
;

dé Sucre para jefe del ejercito colombiano, me dejaría


como un simple particular, si no estuviera investido
con el cargo de presidente de la nación peruana y si
la indiscutible lealtad de Sucre, su corazón de oro y
su adhesión incomparable á mi persona, no fueran un
antemural contra estos aleves tiros de la envidia y de
la insana ambición. Todo eso que han hecho' es
inútil y encaminado solamente á herirme, puesto
que el egregio Sucre es hoy por mi voluntad, no sola-
mente jefe de las tropas colombianas, sino del ejercito
aliado de las entidades del Sur. Le aseguro, mi amigo
don Mauricio, que estoy desencantado, creyendo fir-
memente que he arado en el mar, porque si á esto se
! ;

Oarabobo SU

añade las noticias recibidas de Venezuela, referentes á


la actitud subversiva de Páez y los planes de su corrillo
de intrigantes, para destrozar á Colombia y desconocer
mi autoridad, tenemos que todavía sin acabar de salir
de los españoles ya quieren salir de mí y entregarse á
los furores de la más espantosa anarquía ! Induda-
¡

blemente, que lo mejor que podría hacer yo era rea-


lizar las propiedades que tengo é irme para Europa,
á pasar tranquilo los últimos días de mi existencia
"Estas frases, que revelaban un inmenso desen-
canto me impresionaron de tal manera, que á pesar de
mi natural indiferencia por todos los asuntos conmo-
vedores de este picaro mundo y de ser yo un hombre
apergaminado y curtido por los frecuentes reveses de la
voluble vida, se me salieron dos gruesas lágrimas, y
con acentuada emoción, le respondí :

— Su Excelencia no debe mortificarse ni desalen-


tarse en lo más mínimo por la ruindad, pequenez é
ingratitud de esos hechos aislados que no pueden re-
presentar en manera alguna el querer de los pueblos
suramericanos, que entusiastas y electrizados le hacen
plena justicia y le aman y veneran- como á su padre y
salvador. Santander con sus cuatro reaccionarios del
Congreso, ni Páez con su grupito de ambiciosos e in-
trigantes, pueden ahogar la voz de la mayoría de los
granadinos y venezolanos, que bendicen su nom-
bre y enaltecen sus hazañas y merecimientos im-
perecederos y en el caso negado de que los colom-
;

bianos en un momento de extravío, pudieran olvidar


las eximias virtudes y galardones que forman un
nimbo de gloria para vuestra frente, aquí tenéis á los
nobles y agradecidos peruanos, que os adoran con
delirio y llevan grabado vuestro nombre en sus cora-
zones, hasta el extremo de que el bolivianismo, ha
venido á constituir una especie de religión patriótica
y finalmente, si las pasiones pudieran cegar á todos
en el presente, más tarde vendrá la Historia y las ge-
neraciones futuras á colocaros en el templo de la Fama
y de la Inmortalidad, como al hombre más grande del
mundo después de Jesucristo !
Sí2 F. Tosta García

"Me complazco en asegurarle, mi querido don


^

Luis, que di de lleno en el blanco con mi ditirámbica


improvisación, porque el perínclito héroe caraqueño
me abrazó muy conmovido y me contestó
— :

"Gracias, don Mauricio, veo que es usted un


hombre de calma, sesudo, filósofo y sobre todo opor-
;

tunamente lisonjero .... Sigamos marcha para Lima.


"Cuando llegamos á la antigua ciudad de los reyes
que Rimac, encontramos á sus habitantes
fertiliza el
metidos en un zapato y con el credo en la boca, porque
el general español Eodil, había hecho una salida del
Callao y derrotado por completo en Bella Yista al
coronel Luis Urdaneta. Por tal motivo y acaso para
corroborar mis palabraSj dichas al Libertador, cuando
se supo su aproximación, la capital entera como tocada
por un resorte se botó á las calles delirante de entu-
siasmo y alegría, y casi ahogado por la multitud fue
llevado en peso hasta su casa, disputándoselo hombres
y mujeres de esquina á esquina, como si se tratara de
un santo que llevaran en procesión.
"j Que día, mi amigo, tan lleno de gratas emocio-
nes y de altos sentimientos |, Parecía que el instinto
de la leal e inteligente ciudadanía limeña, hubiese
adivinado las malas impresiones que dominaban en
el espíritu del Libertador y el hondo desencanto que
traía, para hacer gala en aquel inolvidable 7 de di-
ciembre, de aquellas oportunas y ruidosas manifesta-
ciones de ilimitada adhesión, que sin duda alguna
^

consiguieron reaccionar su ánimo, pues fue en la tarde


de este día y cuando su casa se hallaba rodeada de
numerosa muchedumbre que aclamaba su nombre,
fue en medio de aquella atmósfera de^ desbordante
regocijo, cuando dictó á su ministro don José Sánchez
Carrión la celebre circular, para el establecimiento de
la Gran Confederación Suramericana, cuy as bases debía
discutir el Congreso que se convocaba para Panq^má,
augusta Corporación que según elocuente párrafo de
la mencionada circular, debía de servir á los gobiernos
de las naciones suramericanas c?e consejo en los grandes
conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes.
Carabobo 2i3

de fiel intéiyrete en los tratados públicos y de conciliar


ción en todas nuestras diferencias.
"Este sabio pensamiento del Libertador vino á
convertirse para mí en un bocado muy amargo, en uu
mal rato con que no contaba, pues esa misma noche,
todavía sin sacudirme el polvo del camino, á solas
en, su gabinete, me dijo
— "Tiene que contramarcbar en
:

el acto, mi amigo
don Mauricio, en busca del general Sucre, para que le
entregue en propias manos la nota circular sobre el
Congreso de Panamá y además, para que le diga
;

ciertas cosas, que no quiero ni debo escribir y que no


puedo confiar á ninguna otra persona, sino á usted,
relacionadas con las instrucciones del plan de campaña
que le aconseje y con la& evoluciones políticas de lo
porvenir.
"Ante tan conspicua manifestación de confianza,
por más que la tal comisioncilla tuviera siete bemoles,
nada chisté, cogí el pliego, junto con una carta, recibí
las instrucciones verbales y esa misma noche salí de
Lima, en busca del general Antonio José de Sucre.
" Casi sin comer y sin dormir, caminando sin
cesar á la luz del sol y de las estrellas, por páramos,
barrancos, angostos valles y por escabrosos cerros,
llenos de interminables subidas y bajadas, en donde
puse á prueba las excelentes condiciones de mi muía,
en la noche del 8 de diciembre encontré al egregio
general en jefe del ejército colombiano, acampado en'
•el llano de Ayacucho, que se halla al pie del cerro
Cundurcunqui, en cuyas faldas, y profunda quebrada
de por medio, se encontraba también acampado el
ejército realista á las órdenes del virrey Laserna, de
lo cual tuve conocimiento al aproximarme porque de
uno y otro campo tiraban cañonazos de tiempo en
tiempo, como para alertarse mutuamente en especta-
tiva del próximo encuentro, que por fuerza tenía que
ser decisivo.
le anunciaron mi llegada al general Su-
"Apenas
cre, me
hizo conducir á su tienda de campaña, donde
se ocupaba, junto con sus ayudantes, en trazar un
S14 F. Tosta Garci

croquis, j luego que le hube entregado los papeles


que para el llevaba y comunicádole las instrucciones
verbales, muy cariñoso, me dijo :

— "Cuánto celebro su mi querido don


llegada,
Mauricio, no puede ser más oportuna. El Libertador
me aconseja, una vez más por órgano de usted, que
libre la batalla de cualquier modo, porque no vendrán
ningunos auxilios de Colombia. Ya ve usted que ca-
sualmente, obligado por la necesidad, pues ya no ten-
go ni raciones, me encuentra en esos preparativos,
y tratando de que mañana salgamos para siempre

del poder español y luego, dándome un pasagonza-
lo en el hombro, añadió sonriendo y con cierto toni-
llo burlón —
acomódese esta noche como pueda, que
muy pronto se dará el gusto y tendrá la fortuna
de haberse encontrado presenciándola de cerca y á
mi lado en la más grande y más trascendental batalla
de la Independencia, para que se la refiera con todos
sus detalles al Libertador, único superior á quien
reconozco, y para que se quite usted de encima
las pullitas de marras por lo de Niquitao y la nota de
ser algo arisco para el plomo ....
"Supóngase usted, mi querido general Eeyes,
cómo se quedaría mi pobre ánima al oír aquella re-
ceta y ante la espectativa de tan enorme atrocidad,^
sabiendo como sabía, que los realistas estaban en
frente á tiro de fusil, allende la quebrada, con 9.320
hombres disponibles y 11 piezas de artillería, encon-
trándose aquende, el ejercito colombiano, con 5.800
plazas, lo que formaba un pavoroso total de cerca
de 15.200 bocas de fuego que iban á arrojar, muy
en breve un verdadero diluvio de metralla y de balas,
que estaba yo sentenciado á soportar á cuerpo limpio,
sin escapatoria posible, por haber querido la casua-
lidad ó mi mala suerte, que viniera á meterme en
aquel callejón sin salida, á la hora del burro y al
tiempo de freír los huevos ....
" En situación tan crítica, me aparte á un lada
de la tienda, y sin desensillar la muía, le hice picar
. ;

Carabobo SiS^

un haz de yerba seca, acostándome en mi cobija so-


bre la madre tierra, tan lleno de preocupaciones, que
no pude pegar los ojos ni un instante á pesar de sen-
tirme tan cansado. Con el corazón hecho un ovillo,,
como un reo en capilla, creyendo llegado mis último»
instantes, empecé á rezar el credo y á despedirme in-
teriormente de todos mis afectos terrenales, en cuya
vanguardia aparecía mi idolatrada é inolvidable En-
carnación, con todos sus lúbricos atractivos, y con
sus. ardientes gracias. . .

"Amaneció el glorioso 9 de diciembre, y^los dos


ejércitos comenzaron á tomar posiciones.
" El virrey Laserna, acomodó sus huestes de la
manera siguiente en el ala derecha, al general Yal-
:

dez, alias JEl Loco, que era el jefe de vanguardia, con


4 batallones, 2 escuadrones y 6 piezas de artillería
en el ala izquierda, al general Villalobos, con 5 bata-
tallones y 5 piezas de artillería en el centro, á Mo-
;

net; con otros 5 batallones formando la reserva


;

Canterac, con 2 batallones escogidos, y el brigadier


Ferraz con el resto de la caballería.
" El general Sucre, organizó su campo en esta
forma ala derecha, á cargo del intrépido Górdova,
:

con 4 batallones ala izquierda, al mando de Lámar,,


;

con igual número de batallones ; centro, con la caba-


llería á cargo de Miller y la reserva á las órdenes
;

del general Jacinto Lara, con su división que se com-


ponía de 5 batallones.
" Ay, mi buen amigo, aquello fué el juicio final,
I

y en ninguno de los días de mi vida he corrido tan-


tos peligros, como en aquel, por tantas razones me-
morable !

" Bien fuese á causa del valor y de la confianza


que por modo magnético trasmitía el denodado Sucre
á todos sus subalternos, al recorrer Jas filas é ir
arengando con inimitable elocuencia militar á los
distintos cuerpos, bien porque en realidad mi con-
suetudinario temor á las balas no había sido de anti-
guo sino un tonto capricho ó una manía nerviosa, d
:

:^i^ . F. Tosta- Garda

porque encontrándome cogido y sin retirada posi-


xys.
ble, me entro filosófica resignación, es lo cierto, que
«con asombro de todos y hasta de mí mismo, me eche
^l miedo á las espaldas y me coloque al lado del
egregio cumanes, con ánimo de afrontar todo lo que
pudiera sobrevenir.
ÍC
A las
diez de la mañana, Valdez empezó á ba-
.jar del cerrocon su división para situar 5 piezas de
artillería, por lo cual el general Sucre ordenó á nues-
tros tiradores, que impidiesen aquella atrevida ope-
ración.
" Esta fue la señal de combate.
" Las formidables masas españolas atacaron vi-
gorosamente por los distintos flancos, como una re-
cia tempestad estallaron los fuegos por todas partes,
'dirigidos al centro del valle de Ayacucho, empeza-
ron á cubrirse las colinas con blanco humo y en el
aire se escuchaba el horroroso concierto de las ba-
las de los cañones y de los fusiles.
"El general Lámar, por encontrarse muy com-
prometido, mandó un ayundante á la carrera á pe-
^dir auxilios, y como en ese momento observara el
rgeneral en jefe que las columnas de Monet, que venían
bajando por el centro, no estaban en orden, compren-
dió en el acto que aquel era el punto vulnerable de
los realistas, por lo cual, después de disponer que el
batallón Vencedor fuera en auxilio de Lámar, se diri-
gió personalmente al sitio donde se hallaba Córdova,
j le dijo


Ocupe usted á todo trance esa altura tras de
la cual se encuentra Laserna con su Estado Mayor,
j le respondo que está ganada la batalla. Cargue rápi-
damente, que lo apoyare con el general Miller y la
-caballería.
" Córdova no se hizo repetir la orden, con la
arrogancia de un adalid de los tiempos fabulosos, se
-desmontó de su caballo, lo mató de un pistoletazo,
!

Carabobo ^^7

para demostrar que no había retirada posible, des-


envaino su espada y gritó á sus atónitos batallones :

—/ Arriba, soldados ! Armas d discreción, paso de


vencedores
"Lo que pasó entonces fue tan estupendo y
asombroso, que yo no lo creería si no lo hubiera pre-
senciado con mis propios ojos.
" Córdova ascendió á la altura sin disparar un
tiro, recibiendo de frente constantes y nutridas des-
-cargas, y cuando estuvo á pocos pasos de los realis-
tas, rompió los fuegos, los cargó á la bayoneta y
arrollando á Monet y á todo el que intentó oponér-
sele, apoyado por Miller, llegó hasta donde estaba
el virrey, y lo hizo prisionero con todo su séquito.
"

" La batalla estaba ganada.


" El ala izquierda, por la cual tan duramente nos
había atacado Villalobos, se rehizo con la oportuna
llegada del batallón Vencedor, y sucesivamente con
el Vargas. Lámar, de perseguido se convirtió en
perseguidor, y cuando en el campo realista se supo
la captura del virrey, nadie más pensó en combatir
sino en escaparse, por^ lo cual la derrota fue com-
pleta y absoluta.
" Fatigado Miller y sus valerosos ginetes de tanto
acuchillar españoles, entró el general Lara con la
reserva á complementar el insólito triunfo y los fue
recogiendo como con cuchara, segiín su propia y grá-
fica expresión, hasta las alturas del Tumbo.
" Como por obra de magia, como por efecto in-
comprensible de un soplo misterioso, del formida-
ble ejercito realista apenas quedaron sobre una lo-
ma, Canterac, algunos otros jefes y un grupo como
de 300 hombres, entre caballería e infantería, al cual
mandó el magnánimo vencedor un ayudante ofre-
ciéndole honrosa capitulación.
"Los derrotados celebraron una junta y después
de corta deliberación, los generales Canterac y Carra-
talá vinieron á entenderse con Sucre, quedando acor-
dada y firmada al siguiente día, la más generosa y
:

F. Tosta García
¿££

honrosa capitulación que se registra en los anales


guerreros del mundo.
"La batalla de Ajacucho, por rara analogía, duró
casi el mismo tiempo que la de Carabobo, apenas una
hora, y en ella perdieron los españoles 1.800 muertos,,
700 heridos, más de 1.000 prisioneros, entre ellos 60
jefes y oficiales, 11 piezas de artillería, 2.500 fusiles y
cuantos pertrechos, armas y demás elementos de toda
clase poseía su extinguido ejercito.
"Por virtud de esta insigne victoria y de la famosa
capitulación, fueron embarcados para España, por
cuenta del gobierno del Perú, el virrey Laserna, Can-
terac, Yaldez y 13 generales más, 16 coroneles, 68
tenientes coroneles, 488 oficiales y más de 2.000 indi-
viduos de tropa.
"Acompañado del comandante Medina y del ca-
pitán Alarcón, poseído de un placer sin ijgual y de
una satisfacción sin límites, regrese á Lima sobre la
marcha, llevando el parte ó primer boletín de la batalla
dada por Sucre al Libertador, donde después de des-
cribirle á grandes rasgos la celebre jornada, le decía
en una posdata, que no se ha publicado pero que es
autentica finalmente, mi respetado general y amigo^
:

entre las proezas que he 'logrado realizar en Ay acuello,


ninguna seguramente es más insigne y meritoria que la
de haber logrado enseñar d ser gioapo y á perder el
miedo á las halas, á su típico comisionado, el señor don
Mauricio Mora Meló, quien sin duda alguna, se ha por-
tado en esta ocasión como un valiente, pues estuvo siem-
pre á mi lado durante la batalla.
" El libertador nos recibió lleno de entusiasmo
por las faustas nuevas que le llevamos y después de
haber leído la anterior posdata, con sonrisa picares-
ca, me dijo
—Es mucha fortuna, mi querido don Mauricio,
que á última hora, sea que haya podido usted conse-
guir tan autorizada patente de hombre guapo, pues al
haberla obtenido algunos años atrás, su figura polí-
tica no hubiera cabido en los extensos ámbitos de la
America, y hasta nos habría eclipsado á todos
! )

Carabobo 819

III

"Después de Ayacucho, quedo asegurada para


siempre la independencia de la América española, que
ha sido la obra excelsa de Bolívar y su gloria llegó al
apogeo de la mayor grandeza humana.
"El congreso peruano expidió un decreto conce-
diendo honores al Libertador, á quien dio el título de
Padre y Salvador del Perd, mandó erigirle una estatua
ecuestre en Lima, asignó un millón de pesos para el
mismo Libertador y otro para que á su discreción lo
distribuyera entre el ejercito vencedor y también
decretó el título de Gran 3Iaríscal de Ay acudió para
el general Sucre, una recompensa extraordinaria de
doscientos mil pesos en oro y el, regalo de la famosa
hacienda Huaca, en el valle de Chancy:
"i Que nación tan grande, tan noble y tan digna
es esta delPerú
"Aquí no se estilan las mezquindades y restriccio-
nes colombianas.
"Con mano pródiga ha premiado á sus libertadores
y se tiene por Bolívar una admiración rayana en ido-
latría.
"Hasta el clero, mi amigo don Luis, hasta estos
caballeros del hisopo y el incensario, que en todas
partes ( con muy pocas y honrosas excepciones
nos han hostilizado abiertamente durante la guerra
de emancipación, aquí en el Perú son adorado-
res fanáticos del Libertador, han echado, como
dicen, la casa por la ventana, y mientras el Santo Pa-
dre hace salir de sus estados al señor Ignacio Tejada,
ministro de Colombia en Eoma, y da una encíclica,
ordenando á los habitantes de America la obediencia
y sumisión al gobierno de España, los beneméritos
sacerdotes peruanos, han llevado su partidarispao á
tal punto que en acción de gracias por haberse obte-
nido la libertad é independencia, en todas las iglesia»
! ; .

F. Tosia CarciA
£££

j durante las misas, en el tiempo que media entre la


epístola j el evangelio, cantan los siguientes villan-
cicos :

De ti viene todo Lo futuro anuncia


Lo bueno, Señor- Con tal precisión
Nos diste d Bolívar, Que parece el tiempo
¡ ti, gran Dios !
Gloria á Ceñido á su voz.
¿Qué hombre este, cielos, De ti viene todo
Que con tal primor Lo bueno. Señor ;
De tan altos dones *
Nos diste d Bolivar,
Tu mam adornó? ¡ Gloria d ti, gran Dios !

" Estos inteligentes levitas, sí que son gallos,


pues saben cómo se bate el cobre y se menea el pan-
dero, para no oponerse á los hechos consumados ni
andar buscando aleluyas con nuestra buena y santa
Causa triunfante
" Yo le aseguro á usted, mi amigo Reyes, que si
estuviera en el pellejo del Libertador, me quedaría
para siempre en este hermoso país de los Incas, ó
me iría para Europa á dormir sobre mis laureles. . .

" Y
digo esto, porque de la Nueva Granada y de
Venezuela se sienten rumores desapacibles y va á
comenzar la lucha interna con los ambiciosos é intri-
gantes que se ciernen al lado de Santander y de
Páez, como negras nubes de ponzoñosos mosquitos.
" La deslealtad y la ingratitud en íntimo consor-
cio, comienzan ya á sacar las uñas de tal manera,
que, como medida de moralidad administrativa y
hasta de simple disciplina, se hace necesario que va-
yamos pronto por esos trigos á meter en cintura á
esos dos ángeles rebeldes ....
*'
Lo único que me contraría mucho, no puedo
negarlo, es el estado físico y moral en que se ha-
lla el Libertador. La supresión de las facultades
extraordinarias á las cuales estaba tan apegado, fue
un rudo golpe que le dio el Congreso colombiano,
pues todavía no se había concluido la guerra y aun- •;

que él devolvió la bofetada á la agresiva corporación,


presentándole, el 8 de febrero de 1825, su tercera
Carabobo ' 22i

renuncia, que no fué admitida por la unanimidad de


21 senadores y de 52 diputados, los posteriores
y siniestros planes, que se urden para destruir á Co-
lombia y para desconocer su autoridad, le tienen tan
cohibido y apocado, que siendo joven todavía, pues
no pasa de 47 años de edad, se han debilitado todas
sus poderosas energías.
" Ya no es el mismo hombre de otros tiempos.
" No es el mismo marchador incansable que se
levantaba antes del alba, que se afeitaba y vestía
alegremente donde quiera que estuviera hospedado,
para tomar su chocolate á las siete, montar á caballo,
y seguir camino, pidiendo noticias á todos los tran-
seúntes que encontraba, siendo amable y cariñoso
con ellos si se las daban á su gusto, y sulfurándose
cuando se las daban contrarias.
" Ya no es el mismo del charlar constante y del
bromear sempiterno, que á guisa de pato, ora en cli-
mas fríos ó bien en climas cálidos se tiraba en el
agua en cualquier río, quebrada ó pozo cristalino
que encontrara en el tránsito, sin reparar en horas
ni en cansancios.
" Ya no es el mismo, ágil, activo, nervioso é in-
quieto, que en el año de 1822, ascendió á pie y rega-
tón en mano, la empinada cumbre del Chimborazo
para bajar después á escribir su celebre delirio ( que
para los dos y muy en. confianza, aunque lo he aplau-
dido mucho ) á mí me ha parecido siempre una reta-
hila de disparates ....
" Cuando regresamos del Alto Perú, dejando or-
ganizada la Eepública de Bolivia, á pesar de traer
gran número de hermosas y excelentes muías, que le
habían regalado los generosos criadores de todas
aquellas comarcas, apenas caminábamos tres ó cuatro
leguas diarias, pues nos parábamos á descansar con
frecuencia en los corredores de las casas del tránsito
y debajo de los árboles frondosos. Tenía el aspecto
de un viejo y su demacrado semblante revelaba que
está herida de muerte aquella naturaleza incompara-
ble, que siempre había sido de hierro.
. ;

222 F. Tosta Carda

" Hasta aquí nos lian llegado los chispazos de esa


vagabundería mayúscula y ese peregrino trampantojo
que llaman en Venezuela la cosiata.
"Por comisionado llegado áLima con las li-
el
berticidas proposiciones de los cosiateros, círculo fu-
nesto de conservadores que se ha apoderado por com-
pleto del general Páez, hemos venido á descubrir que
con el pretexto de reformas, se pretende matar ale-
*

vosamente la República y volver á la monarquía


siendo de advertirle que el dañino pensamiento no está
aislado, puesto que aquí mismo en el Perú existe un
partido, también conservador, compuesto de personas
ricas é influyentes, muchas de las cuales se han
atrevido hasta á avanzar al Libertador la idea de
nombrarlo Emperador de Los Andes. . .

" Pero como él no tiene un pelo de tonto,


y
además, por sus arraigadas convicciones de repu-
blicanismo, ha contestado á todos, paso y las voto,
agachándose con 34 de mano, 6 sea proponiendo para
Colombia, el proyecto de constitución que escribió
para Bolivia y que corregido y aumentado, es casi el
mismo que no quisieron aceptarle los legisladores
del Congreso de Angostura.
" Y la verdad es, mi querido amigo don Luis, y á
usted se lo escribo, porque es como arrojarlo en un
pozo hondo, que la decantada constitución llamada
hoUviajia es tan ventajosa, como una baraja marcada
ó un dado emplomado, desde luego que el que talle con
ella no podrá perder nunca ,

" Supóngase usted que las principales disposi-


ciones del tal proyecto, que él llama su delirio, se-
guramente por las dificultades con que tropieza para
que se lo acepten, consisten en que la facultad ó el
derecho de elegir debe restringirse á la décima parte
de los ciudadanos, que el Cuerpo legislativo debe
constar de tres cámaras, tribunos, senadores y censo-
res y que el poder ejecutivo debe ejercerse por un
presidente vitalicio é irresponsable, con la facultad de
nombrar al vice-presidente, á quien le corresponde
. .

Caribobo 223

ser el jefe del ministerio y el inmediato sucesor del


presidente, sin necesidad de nueva elección.
" Muchos se atreverán á decir que aunque en
la apariencia es cierto que no se erige un trono que
espantaría ppr su alteza y por su brillo, sí equivale esta
fórmula á una monarquía disfrazada pero á esos ;

espíritus vidriosos se les podría argumentar que esta


America, acostumbrada á los caciques y a los reyes,
no se puede gobernar de otra manera, so pena de
caer en los horrores de la anarquía y de la disolu-
ción más espantosa, de magistrados y de institucio-
nes que llegarán, en el vaivén de las pasiones, á cam-
biarse todos los años, según la dosis de ambición que
tuvieren los militares engreídos de los distintos países,
á quienes sin duda alguna, tenemos que sujetar como
á cerriles potros con esa fuerte barbada de cajoncito,
para que puedan coger el paso y no se desboquen. . .

" Y digo que tenemos, porque, le repito, ahora


más que nunca estoy encogollado, lucen en mi pe-
cho todas las medallas y condecoraciones como ven-
cedor desde Mquitao hasta Ayacucho; y con la
credencial de valiente que me dio el propio Maris-
cal Sucre, con mis agallas y con mis economías, que
ya forman un cirio pascual, á pesar de los años, sabe
Dios hasta dónde i)odre llegar. . .

" Antes de concluir esta carta, que ya se ha he-


cho más larga que una pastoral, voy á darle un buen
consejo, porque lo quiero mucho y estoy dispuesto á
ponerá su servicio todas mis influencias y valimientos.
"Cuando se publique allá el proyecto de constitu-
ción boliviana, hágase acérrimo partidario de el, pro-
mueva reuniones públicas para que la Municii^alidad
y todos los ciudadanos lo pidan. Quítese las tela-
rañas que le han puesto en la cabeza don Agapito
Callejones y Kufino Peralta con sus absurdas teorías,
y no se deje tomar la delantera con nadie en este
camino, que es el que verdaderamente agrada d Su Ex-
celencia. Aunque por ningún caso pretende coronarse
y con razón exclama que su título de Libertador es
más grande que todos los que han podido darse para
S24 F. Tosta Garaa.

halagar el orgullo humano y que el no es Cesar, ni


Napoleón ni Iturbide, le aseguro bajo mucha reserva,
que su pensamiento es formar una Gran Confederación
compuesta de Colombia y de las repúblicas del Perú
y Bolivia para gobernarla como Presidente de confor-
midad con la constitución mencionada pero esto no
;

quiere el General que aparezca como que el lo impone


sino como que los pueblos lo piden y en esa x>ropa-
ganda ocúpase por aquí de ciudad en ciudad, el comi-
sionado que mandaron de Caracas, quien según se ve,,
es un joven talentoso, audaz y de grandes esperanzas
para lo porvenir, pues además de escribir muy bien,
es excelente orador.
"Muévase pues, en ese sentido, mi querido don
Luis, no se deje quitar la delantera con ninguno, que
aunque el Libertador parece que se ha olvidado por
completo de sus incomparables méritos y servicios, yo
me empeñare para que el lo recomiende como dipu-
tado por el cantón Caracas á la gran Convención que
deberá reunirse para organizar las naciones emanci-
padas de España, bajo el régimen de esta sabia forma
administrativa, sin la cual dichos desgraciados países,
continuando en esa farándula de novelera alternabi-
lidad y en la eterna juerga de elecciones y más elec-
ciones, que serán farsas y más farsas, se arruinarán y
consumirán á la larga en constantes disturbios domés-
ticos, en eternas guerras intestinas y en calamidades
sin fin,"
— ¿ Y —
que piensas tú de todo eso ? preguntó Este-
fanía, clavando en Luis con visible desagrado sus
expresivos y bellos ojos azules, después de haber oído
sin proferir una palabra, la monumental epístola del
hombre de las Siete Emes —¿que dices de
: tantas cosas
raras y de ese fárrago de acontecimientos peregrinos ;
j sobre todo, del gracioso consejo de don Mauricio y
de su jactanciosa oferta ?
— —
En primer lugar exclamó Eeyes con filosófica

calma que la mayor parte de lo que escribe es cierto,
desgraciadamente cierto. Lo que va á pasar en esta
pobre tierra que tú y yo hemos ayudado á redimir con
!

225

tantos esfuerzos, será desconsolador e irritante. Para


muestra, basta la especie, la risible especie, de que
sean necesarias, para que pueda yo volver á figurar en
la política, la actitud á que se refiere su consejo y la
deprimente é inconcebible circunstancia, de que sea él
quien me recomiende al Libertador
— —
No te mortifiques, mi amado Luis contestó la
heroína rodeando con su blanco y torneado brazo el

cuello del desencantado patriota tu estás joven y
tienes brillante porvenir, espera, espera confiado en
tu digno apartamiento de los asuntos públicos, que
pronto habrán de venir mejores días para nuestra
querida Venezuela. Entre tanto, aquí en nuestro
dulce hogar, me tendrás á mí y tendrás á tus hijos,
en donde procuraremos todos, que seas el modelo del
hombre feliz y del buen ciudadano. Lo demás, debe
importarte un comino, porque según afirma frecuen-
temente don Manuel Antonio Alvarez, refiriéndose al
dicho de cierta celebridad moderna unos hacen las re-
:

voluciones y otros son los que las aprovechan.

Diciembre de 1907.

FIN DE CAEABOBO
Microfilmed
SOLINET/ASERL PROJECT
1990-92
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