(2023) ENJ - Titulo 2 Capitulo 2
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CAPÍTULO II
DE LAS GARANTÍAS A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Comentario
1 Entre estos artículos está el 73, texto que prescribe la nulidad de los actos que subviertan el orden
constitucional y que, por tanto, no parece estar referido, al menos de manera directa, a las garantías
de los derechos fundamentales que reconoce la carta sustantiva. Nos parece que su ubicación lógica
debió ser el título I de nuestra carta sustantiva, pues, además de consignar lo concerniente a la na-
ción, el Estado y el Gobierno, establece los principios fundamentales en que descansa la Constitución
política de la República, tema más directamente conectado al orden constitucional que a las garantías
de los derechos fundamentales.
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La primera cuestión tiene que ver con la garantía de los derechos fun-
damentales: la propia Constitución se constituye en garante de la efecti-
vidad de esos derechos. Pese a la redacción deficiente del texto3, ha de
entenderse que esa garantía la ofrece la carta sustantiva mediante los me-
canismos de tutela que ella establece, de donde se concluye que, más que
una posibilidad, el constituyente pretende dar seguridad de esa protección.
La segunda cuestión tiene que ver con esos mecanismos de tutela. Aun-
que la Asamblea Revisora de 2010 no lo haya expresado así, es preciso
hacer una distinción entre los distintos mecanismos de tutela: unos son de
tipo sustantivo, la tutela sustantiva, y otros jurisdiccionales, tutela jurisdic-
cional4. La tutela sustantiva está referida a la política puesta en marcha por
el Estado para hacer efectivos los derechos fundamentales, como las me-
didas sobre salud, educación, seguridad social, salarios, medioambiente,
libertades públicas, derechos fundamentales, entre muchas otras, con ex-
clusión de los instrumentos dirigidos a la solución de los conflictos de dere-
chos e intereses que se resuelven por la vía jurisdiccional, que corresponde
a la tutela jurisdiccional. La obligación del Estado de tutelar los derechos
de las personas por la vía jurisdiccional se expresa de la siguiente manera:
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10) Las normas del debido proceso se aplicarán a toda clase de actua-
ciones judiciales y administrativas.
Comentario
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5 LÓPEZ GUERRA, Luis, et al. Derecho constitucional, 7.ª ed.: Valencia, Tirant lo Blanch, 2007, vol. I, p.
359.
6 QUIROGA LEÓN, Aníbal. Protección constitucional del debido proceso: Lima, Editora y Librería Jurídica
Grijley, 2009, p. 27.
7 Vid. Luiz Guilherme Marinoni, “La eficacia del derecho fundamental a la tutela efectiva sobre el
legislador, el juez y las partes”, en PRIORI POSADA, Giovanni F. (editor). Proceso y Constitución: Ara
Editores, Lima, 2011, pp. 115-140.
8 Vid. el estudio hecho al respecto por Víctor Roberto Obando Blanco, “El derecho fundamental a la
tutela jurisdiccional efectiva desde la perspectiva del proceso civil: nuevas tendencias”, en Giovanni
F. Priori Posada, ibid., pp. 141-188.
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son, pues, más que evidentes. Jesús González Pérez lo conceptualiza (en
su concepción amplia de tutela jurisdiccional efectiva) como “… el derecho
de toda personal a que se le ‘haga justicia’…”9. Así dicho, se entendería que
este es, en definitiva y de manera sencilla, el derecho de toda persona a la
protección, por la vía jurisdiccional, de sus derechos e intereses cuando no
es posible o está en peligro su ejercicio a causa de las actuaciones de otra u
otras personas físicas o morales; que, además, tiene un carácter instrumen-
tal, por tratarse de la natural herramienta procesal adscrita a los derechos
subjetivos de carácter sustantivo que la ley habilita cuando el ejercicio de
estos derechos es entorpecido por la actuación de otro u otros.
El tratamiento del tema por algunos autores es, incluso, peor cuando
–además de partir de criterios doctrinales que no aceptan, asimilan o, sim-
plemente, no comprenden la diferencia entre tutela judicial efectiva y debi-
do proceso– pretenden analizar (a veces por encargo profesional pagado)
el artículo 69 constitucional a la luz de consideraciones que no toman en
cuenta la conexidad entre ambos institutos, pese a sus orígenes distintos y
a las notables diferencias en torno al tema entre el ordenamiento constitu-
cional dominicano y el de los países de esos autores. Es el caso de Eduardo
Espín Templado, quien incurre en el repetido error de reducir la tutela
judicial efectiva al debido proceso, pues, al amparo de la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional de España (órgano que juzga a la luz del artículo
24 de la Constitución de ese país), afirma que la tutela judicial efectiva (y
solo ella) tiene por contenido “el derecho a obtener una resolución fundada
en derecho, motivada, razonable y no arbitraria, que, en principio ha de
resolver el fondo de la controversia suscitada ante el órgano judicial y sin
que se pueda producir indefensión…”10.
Lo señalado no solo tiene que ver con el contenido de la tutela judicial
efectiva como derecho fundamental, sino, además, con la existencia misma
del debido proceso y la conexidad entre uno y otro. A continuación, trataré
de demostrar (aunque de manera muy escueta, a causa de la extensión
impuesta para el comentario del texto constitucional citado) la deficiencia
de los criterios antes expuestos.
9 GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús. El derecho a la tutela jurisdiccional, 3.ª ed.: Madrid, Civitas Ediciones,
2001, p. 33.
10 Eduardo Espín Templado, “Las garantías de los derechos y libertades” (cometario a los Capítulos II
y III del Título II), en GONZÁLEZ-TREVIJANO, Pedro y ALCUBILLA, Enrique Arnaldo (directores).
Comentarios a la Constitución de la República Dominicana: Madrid, La Ley, 2012, t. II, pp. 434-435.
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11 DE BERNARDIS, Luis Marcelo. La garantía procesal del debido proceso: Lima, Cultura del Cuzco Edi-
tores, 1995, p. 137.
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aparente claridad de lo dicho, este aspecto del asunto tratado parece sus-
citar algún dilema para los autores que, en lugar de esa diferencia entre
una concepción más abarcadora en un caso que en el otro, se empeñan
en pretender establecer una distinción conceptual, refiriendo la primera al
proceso judicial y la otra a los demás procesos, con exclusión, por tanto, del
primero, como si lo jurisdiccional no abarcase también lo judicial. Aquí la
tozudez es mayor que la persistente confusión.
A ello se suma que la doctrina no parece tener una idea total o com-
pleta de las garantías procesales que comprende el debido proceso, no solo
respecto del número o la cantidad de estas, sino, sobre todo, de la organi-
zación y de la secuencia que estas siguen en el proceso. Esto explica que,
con asombrosa frecuencia, muchos autores se limiten a hacer una especie
de catálogo (incompleto, por lo general) de estas garantías, sin clasificarlas
o agruparlas según los criterios que se entienda pertinentes para su mejor
comprensión. Incluso, más allá de lo anterior, la mayor carencia de los es-
tudios realizados en torno a ese contenido tiene que ver con el orden lógico
en que deben presentarse y desarrollarse esas garantías, desconociendo lo
que podría llamarse el procedimiento del debido proceso.
Aunque parezca innecesario indicarlo, pues en esto la claridad del ar-
tículo 69 de la Constitución no parece arrojar duda alguna, este estudio
está referido exclusivamente al debido proceso adjetivo, no al debido proceso
sustantivo, que entre nosotros es equivalente al principio de razonabilidad.
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que son los incluidos en los apartados 3, 5, 6, 7 y 9. Sin embargo, es necesario advertir que este cri-
terio es poco garantista, pues excluye la aplicación del segundo tipo de garantías a los procesos que
no son de naturaleza penal o sancionadora, reduciendo así su alcance. Por suerte la actual práctica
judicial y constitucional dominicana es contraria a este criterio, lo que se pone de manifiesto en casos
de garantías tan relevantes como los principios non bis in idem y non reformatio in peius (previstos por
los acápites 5 y 9, respectivamente, de ese texto), los cuales son de aplicación frecuente en materia
laboral, para solo citar un ejemplo de una disciplina jurídica distinta a la penal.
13 Vide Domingo Gil, “Teoría de los derechos implícitos”, Anuario 2015 del Tribunal Constitucional de la
República Dominicana, Santo Domingo, 2016, págs. 149-170. En una visión reductora del catálogo de
derechos fundamentales (es el caso de una buena parte de la doctrina jurídica española) esta teoría
es de difícil asimilación o comprensión, sobre todo cuando se pretende analizar el artículo 74.1 de la
Constitución dominicana con la misma lupa con que se analiza un ordenamiento constitucional que
carece de una disposición como esa. Este es el caso, para solo citar un ejemplo, de Eduardo Espín
Templado (véase la obra citada, p. 426). Y es evidente que con una visión decimonónica del derecho
constitucional tampoco se entenderá o concebirá como válida la labor de integración que asumieron
los publicistas clásicos del siglo pasado, como Esmein, Hauriou y Jellinek, ni autores más recientes,
Bidart Campos, ni se aceptará como jurídicamente válido el llamado bloque de constitucionalidad (que
los dominicanos hemos derivado del mencionado artículo 74.1 constitucional), como lo demuestran
las opiniones de algunos autores españoles dadas con ocasión del Simposio Franco-Español de Dere-
cho Constitucional organizado por la Universidad de Sevilla, en septiembre de 1990, cuyos trabajos
fueron publicados (vide FAVOREU, Louis y RUBIO LLORENTE, Francisco. El bloque de constitucionali-
dad: Madrid, Universidad de Sevilla, Editorial Civitas, 1991).
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Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y
dentro de un plazo razonable, por un tribunal competente, inde-
pendiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella,
o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden
civil, laboral, fiscal o de cualquier carácter.
16 Cfr. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, caso Golder vs. Reino Unido, de 21 de febrero de 1975.
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28 TEDH, sentencia de 28 de junio de 1984, caso Campbell y Fell vs. Reino Unido, serie A, No. 80.
29 TEDH, caso Incal vs. Turquía, de 9 de junio de 1998, Recueil des arrêts et décisions 1998-IV, y caso
Öcalan vs. Turquía, no. 46221/99, 2005-IV.
30 TEDH, caso Piersack vs. Bélgica, de 1o de octubre de 1982, serie A, no. 53.
31 En el caso Palamara Iribarne la Corte Interamericana juzgó que el juez imparcial es aquel que no tiene
interés directo, una posición tomada, una preferencia por alguna de las partes y que no se encuentra
involucrado en la controversia (sentencia de 22 de noviembre de 2005, Serie C, párrafo 135).
32 Es pertinente aclarar que el derecho a tener consejero profesional (o asistencia letrada) es también
–ello parece obvio– un derecho a ser invocado con ocasión del desarrollo del proceso, razón por la
cual algunas consideraciones que aquí se hacen son válidas para el proceso en su desarrollo.
33 En nuestro país este derecho ha sido constitucionalmente reconocido en materia penal mediante los
artículos 176 y 177 de la Carta Sustantiva.
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A. El derecho de defensa
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cie de velo que cubre todo el proceso a manera de garantía general funda-
mental establecida por el artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos. En este convenio se declara: “Todas las personas son
iguales ante los tribunales y cortes de justicia…”. En razón de ello, pues, el
derecho de defensa y, con él, el principio de igualdad procesal, estarán pre-
sentes en todas las etapas del debido proceso para que este sea considerado
como tal. En consecuencia, la igualdad procesal ha de ser reclamada como
una prorrogativa fundamental tanto respecto de los derechos de acceso a la
justicia, como de los derechos relativos al enjuiciamiento. Un tratamiento
desigual en estos dos momentos constituiría colocar en estado de indefen-
sión a la persona tratada de manera desigual, con lo cual se produce una
violación a su derecho al debido proceso44.
Otros principios y reglas van aparejados al derecho de defensa, tales
como el principio de legalidad, el principio non bis in idem45 (o, en su lugar
o además, la regla res judicata), el principio de razonabilidad de la ley, el
principio de la personalidad de la persecución y de la personalidad de la
pena y el principio de la presunción de inocencia.
Con relación al derecho de defensa nacen otros que no son más que
la materialización de su ejercicio. En este sentido, el derecho de defensa
funciona como un vehículo o instrumento para invocar, alegar y defender
los derechos y las situaciones jurídicas que justifican la presencia del justi-
ciable en el proceso.
que distinta de la dignidad, es fruto de esta última, es decir, es un atributo de la dignidad humana.
En consecuencia, ella es intrínseca e inalienable de todo ser humano, quien la lleva aparejada por su
sola condición, y, como tal, basta con ser declarada, no atribuida. Por ello la Constitución dominicana
declara así: “La dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable…” (art. 38).
44 Cfr. STC 13/1981, de 22 de abril de 1981, FJ 1.
45 Respecto de este principio es preciso señalar la diferencia existente entre el artículo 14.7 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que prohíbe juzgar y sancionar una segunda vez a una
persona por “el mismo delito”, y el artículo 8.4 de la Convención Americana sobre Derechos Huma-
nos, que prohíbe juzgar una segunda vez a una persona por “los mismos hechos”, mucho más amplio
(en términos de garantía) que el anterior, en beneficio del justiciable. Esta diferencia la puso de mani-
fiesto la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Loayza Tamayo vs. Perú. Refiriéndose
al principio non bis in idem, consideró la Corte: “Este principio busca proteger los derechos de los
individuos que han sido procesados por determinados hechos para que no vuelvan a ser enjuiciados
por los mismos hechos. A diferencia de la fórmula utilizada por otros instrumentos internacionales
de protección de los derechos humanos (por ejemplo, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de las Naciones Unidas, art. 14.7, que se refiere al mismo ‘delito’), la Convención americana
utiliza la expresión ‘los mimos hechos`, que es un término más amplio en beneficio de la víctima”
(COIDH, caso María Elena Loayza Tamayo vs. Perú, sentencia de 17 de septiembre de 1997, párrafo
66, serie A, No. 34).
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55 Caso König vs. Alemania, 26 de junio de 1978, serie A, No. 27. La Corte Constitucional de Colombia
(sentencia T-230, de 18 de marzo de 2013) y el Tribunal Constitucional de la República Dominicana
(sentencia TC/0303/20, de 21 de diciembre de 2020) también han adoptado este criterio.
56 Caso Cantos, 28 de noviembre de 2002. En doctrina se ha criticado que la Corte haya empleado el
término “otros factores” en esta sentencia, sin aclarar cuáles son esos “otros factores”, “para enturbiar
más la cuestión” que se produce por la indefinición de la duración del “plazo razonable” (cfr. P. A.
Ciocchini, ob. cit., p. 190).
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D. La presunción de inocencia
57 En el caso Abdoella, 25 de noviembre de 1992, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos juzgó que
“El período a considerar ha comenzado el 18 de enero de 1983, con el arresto del recurrente, para
concluir el 19 de mayo de 1987, con el rechazo del segundo recurso de casación…”, es decir, el pe-
ríodo a considerar es el comprendido entre el apresamiento (inicio del proceso) y el pronunciamiento
de una decisión firme, es decir, definitiva, que ponga término al proceso.
58 Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, prec., párrafo 185.
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59 RODRÍGUEZ GÓMEZ, Cristóbal. “El derecho fundamental a un juicio en libertad”, Diario Libre, Santo
Domingo, edición de 4 de agosto de 2021, p. 14.
60 PICÓ i JUNOY, Joan. Las garantías constitucionales del proceso: Barcelona, José María Bosch Editor,
1997, p. 155.
61 El artículo 40.9 de la Constitución prescribe: “Las medidas de coerción, restrictivas de la libertad
personal, tienen carácter excepcional y su aplicación debe ser proporcional al peligro que tratan de
resguardar”.
62 TC/0296/14, de 19 de diciembre de 2014.
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63 También está contenido como una garantía procesal en los artículos 8.4 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
64 TC/0381/14, de 30 de diciembre de 2014.
65 TC/183/14, de 14 de agosto de 2014.
66 Como ejemplos de esta complejidad, vide la sentencia de la COIDH en el caso María Elena Loayza
Tamayo vs. Perú, de 17 de septiembre de 1997, y la sentencia del Tribunal Constitucional de España
STC 177/1999, de 11 de octubre de 1999, y el voto disidente de ambas decisiones.
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F. El principio de legalidad
Las constituciones francesas de 1793 (art. 93) y 1795 (art. 208) consa-
graron el derecho a la motivación de la sentencia como una garantía proce-
sal con rango constitucional, como una probable secuela de la desconfianza
de los revolucionarios de 1789 hacia los jueces del ancien régime. Quizás
el mejor ejemplo moderno lo constituye la Constitución española de 1978,
cuyo artículo 120.3 prescribe: “Las sentencias serán siempre motivadas y
se pronunciarán en audiencia pública”. En ese país, pues, la no motivación
de las sentencias constituye una violación del derecho a la tutela judicial
efectiva, como lo ha expresado el Tribunal Constitucional español69. Ade-
más, una sentencia suficientemente motivada pone de manifiesto “… el
67 Previsto por el artículo 110 de la Constitución.
68 Resulta obvio que la respuesta a esta pregunta desborda los límites de este trabajo.
69 STC 41/1984, de 21 de marzo de 1984, FJ 4. En esa ocasión apuntó el Tribunal Constitucional de
España: “La motivación puede ser expresa, mediante la exposición y valoración de los elementos de
hecho que conducen a la conformación de la decisión judicial, en el correspondiente considerando de
la Sentencia, o desprenderse racionalmente de la lectura de la Sentencia de forma que las partes o,
en el supuesto en que cupiera recurso, el órgano superior puedan conocer las razones que han con-
ducido a su imposición [...]. Tal falta de motivación, en las muy específicas y concretas circunstancias
en que las sanciones se produjeron, conduce a estimarlas como vulneradoras del derecho a la tutela
obligando al otorgamiento del amparo”.
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H. El derecho al recurso
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83 COIDH, sentencia del caso Acevedo Jaramillo y otros vs. Perú, de 7 de febrero de 2006, párrafo 219.
84 Cfr. la sentencia del Tribunal Constitucional de España STC 67/1984, de 7 de junio de 1984. En ese
mismo sentido se ha pronunciado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para el cual la ejecu-
ción de la sentencia debe ser considerada parte integrante de las garantías del proceso equitativo
(equivalente nuestro del debido proceso) a que se refiere el artículo 6 del Convenio Europeo de Dere-
chos Humanos. Vide al respecto las sentencias sobre los casos Cocchiarella vs. Italia, de 29 de marzo
de 2006, párrafo 89, y Gagliones vs. Italia, de 21 de diciembre de 2010, párrafo 34.
85 TC/0583/19, de 17 de diciembre de 2019.
86 Vide, solo como ejemplo, las sentencia TC/0216/13, TC/0255/13, TC/0032/14, de 24 de febrero de
2014; TC/0040, de 3 de marzo de 2014; y TC/0503, de 29 de diciembre de 2020.
87 Vide TC/0449/20, de 29 de diciembre de 2020.
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88 Vide la sentencia STC 167/1987, de 28 de octubre de 1987, del Tribunal Constitucional de España.
89 Véase al respecto el párrafo I del artículo 149 de la Constitución.
90 Vide la sentencia TC/0339/14, de 22 de diciembre de 2014, ya citada.
91 Al respecto véase la sentencia TC/0148/14, de 14 de junio de 2014.
92 Sentencia de 19 de marzo de 1997.
93 TC/0105/14, de 10-6-14
94 TC/0148/14, precitada.
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COMENTARIO A LOS ARTÍCULOS 70 Y 71
Artículo 70.- Hábeas data. Toda persona tiene derecho a una acción judi-
cial para conocer de la existencia y acceder a los datos que de ella consten
en registros o bancos de datos públicos o privados y, en caso de falsedad o
discriminación, exigir la suspensión, rectificación, actualización y confiden-
cialidad de aquéllos, conforme a la ley. No podrá afectarse el secreto de las
fuentes de información periodística.
Comentario
1 Artículo 44. 2 de la Constitución: “Toda persona tiene el derecho a acceder a la información y a los
datos que sobre ella o sus bienes reposen en los registros oficiales o privados, así como conocer el
destino y el uso que se haga de los mismos, con las limitaciones fijadas por la ley. El tratamiento de
los datos e informaciones personales o sus bienes deberá hacerse respetando los principios de calidad,
licitud, lealtad, seguridad y finalidad. Podrá solicitar ante la autoridad judicial competente la actua-
lización, oposición al tratamiento, rectificación o destrucción de aquellas informaciones que afecten
ilegítimamente sus derechos”.
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2 TC/0240/17.
3 Tribunal Constitucional de Perú, en la STC 04739-2007-PHD/TC, del 15 de octubre del 20.
4 BASTERRA, Marcela I. (coord. Pablo Luis Manili). “El habeas data”. En Derecho Procesal Constitucio-
nal: Buenos Aires, Editorial Universidad, 2005. ISBN 950-679-361-1, pp. 145.
5 Ibidem, pp 147.
6 Lo establecen el citado artículo 44.2 de la Constitución y también, el artículo 1 y 4 de la Ley 172-13
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que tiene por objeto la protección integral de los datos personales asentados en archivos, registros
públicos, bancos de datos u otros medios técnicos de tratamiento de datos destinados a dar informes,
sean estos públicos o privados.
7 Sentencia C-748/11, 6 de octubre, 2011.
8 TC/0404/16.
9 Artículos 1 y 2 de la Ley núm. 200-04, General de Libre Acceso a la Información Pública.
10 TC/0042/12.
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Comentario
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ción clásica de este instituto y como el instrumento nom plus ultra de tutela
de la libertad individual, pues, como ya se ha señalado, servía para tutelar
el atributo que los romanos llamaron ius movendi et ambulandi o lo que los
anglosajones denominaron power of locomotion”37. Es tanta su importancia
y transcendencia en la vida de las personas, que ha sido un tema capital en
el ámbito del derecho convencional38, parte del bloque de constitucionali-
dad con aplicación directa e inmediata por los tribunales y demás órganos
del Estado39.
No es extraño que el habeas corpus haya sido una de las primeras y más
significativas garantías al respeto de la libertad, de la dignidad humana y al
libre desarrollo de la persona, puesto que la libertad ha sido el derecho del
que más se ha abusado en todos los tiempos y sistemas políticos. Consiste
en el derecho a presentar el cuerpo ante el juez para que determine si la
privación de libertad es contraria al ordenamiento jurídico. La historiogra-
fía reseña que viene desde el Digesto romano40. El respeto a la dignidad hu-
mana conlleva garantizar la libertad como un derecho fundamental perso-
nalísimo de especial transcendencia individual y social. Si tuviéramos que
dar supremacía a un derecho fundamental sobre otro, es muy natural que
se seleccione el derecho de libertad como un bien jurídico prioritario, pues
de este depende la realización de otros derechos. El Tribunal Constitucio-
nal ha señalado que, en la época moderna, la libertad individual involucra
tres niveles: la libertad de pensamiento y de opinión, la libertad política y
de asociación, y la libertad de trabajo e iniciativa económica41; pero esas
libertades quedan limitadas o impedidas sin la libertad física.
El habeas corpus es una vía jurisdiccional para tutelar el sagrado de-
recho de libertad y procede contra toda autoridad. El detenido debe ser
presentado ante el juez para que verifique la condición en que se encuentra
en relación con su integridad física y sobre la legalidad de la detención
o amenaza. Es una acción por la que se procura la protección y defensa
de la libertad contra actos u omisiones ilícitas; no es una defensa contra
37 STC N° 3509-2009-PHC/TC, f. j. 2.
38 Artículo 9 numeral 1 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. Artículo 7, numerales
1, 3 y 4 de la Convención Americana de Derechos Humanos.
39 Artículo 74 de la Constitución dominicana.
40 ETO CRUZ, Gerardo. “Procedencia del hábeas corpus contra irregularidades cometidas por el Minise-
rio Público en la Investigación preliminar”. Revista Actualidad Procesal Constitucional, pp.198.
41 TC/0391/18.
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42 ETO CRUZ, Gerardo. Constitución y procesos constitucionales, t. I: Perú, Adrus D&L Editores, 2013,
p. 643.
43 ETO CRUZ, Gerardo. “El hábeas corpus como mecanismo excepcional para cuestionar procesos ordi-
narios y constitucionales”. Revista Análisis Constitucional y Procesal Constitucional. Gaceta Constitucio-
nal núm. 52, pp. 17.
44 STC Exp. Nº 05211-2006-HC/TC, fundamento 2.
45 Gozaíni, Osvaldo Alfredo. Introducción al derecho procesal constitucional: Buenos Aires,
Editorial Rubinzal-Culzoni, 2006, ISBN 978-950-727-716-0, p.159.
46 Sentencia 228/2006 de fecha 17 de julio de 2006. Consulta en línea http://hj.tribunalconstitucional.es.
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47 TC/0310/15.
48 TC/0015/14.
49 Artículo 8 de la Constitución dominicana.
50 TC/0203/13.
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Miguelina Ureña Núñez
sin una orden motivada y escrita que justifique el traslado51; pero aclaró
que el traslado de un interno sin que lo ordenara una autoridad competen-
te viola el derecho a la seguridad personal, pero no vulnera el derecho de
libertad, puesto que se trata de un ciudadano que está sometido al control
del Estado, por haber dispuesto su encarcelamiento un tribunal competen-
te52. Con ese precedente cierra la acción de habeas corpus ante dificultades
cancelarias porque existen otras vías efectivas. En cambio, en legislaciones
foráneas se ha extendido la tipología como correctivo por actuaciones ile-
gales y arbitrarias respecto de las condiciones en que una persona cumple
una pena privativa de libertad; se le reconoce como la vía para ubicar a una
persona desaparecida y un habeas corpus innovativo por el cual se toman
medidas tendentes a evitar que se produzca la amenaza de la privación de
libertad futura y por derechos conexos53, como la vida, la integridad física,
protección contra la tortura o penas crueles54. Igualmente, es la vía para
asegurar condiciones carcelarias justas y apropiadas, o para resolver cual-
quier situación relacionada con las personas privadas de libertad55; es decir
que amplía la protección aun se trate de una privación legal.
En palabras de Gozaíni:
51 TC/0086/16.
52 TC/0233/13.
53 STC Exp. Nº 02663-2003-HC/TC. Marzo No. 256. Tribunal Constitucional de Perú.
54 RTC 3200-2009-PHC/TC, f. j. 2.
55 GOZAÍNI, Osvaldo Alfredo. ob. cit.. p.160.
56 Ibidem, p.162
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57 TC/0427/18.
58 TC/0707/16.
59 TC/0075/16.
60 ETO CRUZ, Gerardo. Derecho constitucional, ob. cit., pp. 264.
61 Párrafo del artículo 72 de la Constitución.
62 Artículo 266 numeral 6 letra f.
831
Miguelina Ureña Núñez
63 Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-8/87 del 30 de enero de 1987.
El Hábeas Corpus bajo suspensión de garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos. pp.7-9 y 9-13. Consultada en línea. Microsoft Word - seriea_08_esp.doc
(corteidh.or.cr).
64 Artículo 7 numeral 8 de la Ley 137-11, Orgánica del Tribunal Constitucional y de los Procesos Cons-
titucionales.
65 Definidos en el artículo 7 de la Ley 137-11.
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833
COMENTARIO AL ARTÍCULO 72
Artículo 72.- Acción de amparo. Toda persona tiene derecho a una acción
de amparo para reclamar ante los tribunales, por sí o por quien actúe en
su nombre, la protección inmediata de sus derechos fundamentales, no
protegidos por el hábeas corpus, cuando resulten vulnerados o amenaza-
dos por la acción o la omisión de toda autoridad pública o de particulares,
para hacer efectivo el cumplimiento de una ley o acto administrativo, para
garantizar los derechos e intereses colectivos y difusos. De conformidad
con la ley, el procedimiento es preferente, sumario, oral, público, gratuito
y no sujeto a formalidades.
Párrafo.- Los actos adoptados durante los Estados de Excepción que vulne-
ren derechos protegidos que afecten irrazonablemente derechos suspendi-
dos están sujetos a la acción de amparo.
Comentario
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Manuel A. Ramírez Suzaña
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Manuel A. Ramírez Suzaña
condiciones para que sean efectivos los instrumentos dirigidos a tutelar los
derechos de aquellos que los reclaman.
La Ley núm. 137-11, orgánica del Tribunal Constitucional y de los
Procedimientos Constitucionales —la cual tiene como objetivo asegurar
el efectivo respeto y salvaguarda de los derechos fundamentales estable-
ciendo mecanismos jurisdiccionales que garanticen la coherencia de las
acciones de protección de derecho— regula la acción de amparo para ha-
cerla compatible con el ordenamiento constitucional y, por consiguiente,
más efectiva. En su capítulo 6.º, sección uno, prescribe la admisibilidad y
legitimación para la interposición de la acción de amparo y señala en el ar-
tículo 65 los actos impugnable para que dicha acción sea admisible contra
todo acto u omisión de autoridad pública o de cualquier particular que en
forma actual o inminente y con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, le-
sione restrinja, altere o amenace los derechos fundamentales consagrados
en la Constitución, con excepción de los derechos protegidos con el habeas
corpus y el habeas data, esto último para dar mayor garantía a la persona
accionante en cumplimiento del principio de especialidad.
Un aspecto importante que debemos destacar es la gratuidad de la
acción consagrada en el artículo 66 de la mencionada ley, además de que
el proceso es libre de costas, así como de toda carga de impuestos, con-
tribución o taza, y no habrá lugar a prestación de fianza del extranjero
transeúnte. Con esto se garantiza un real y efectivo acceso a dicha acción
por parte de las personas accionantes. También es un elemento a destacar
la apertura que contempla la ley en su artículo 67 para la interposición
de la acción de amparo, que confiere de calidades a toda persona física o
moral, sin distinción de ninguna especie para reclamar la protección de sus
derechos fundamentales.
Cuando se trata de la salvaguarda de los derechos de las personas y
los intereses colectivos y difusos, el artículo 68 le da calidad al defensor
del pueblo para accionar en acción de amparo, al igual que a todas las
personas físicas o morales, de acuerdo al artículo 69, siempre y cuando se
afecten estos derechos. Cabe destacar la tutela de los derechos e intereses
colectivos y difusos que se visibiliza en dicho artículo, lo cual es relevante
para protección de derechos medioambientales y otros derechos que re-
quieren una protección efectiva por parte del Estado.
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3 JORGE PRATS, Eduardo. Derecho constitucional: Santo Domingo, Editora Judicial, 2005, vol. II,
pp. 281-282.
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Manuel A. Ramírez Suzaña
4 ABRAMOVICH, Víctor; COURTIS, Cristian. Los derechos sociales como derechos exigibles: Madrid, Edi-
torial Trotta, 2002, p. 42.
5 HÄBERLE, Peter. “El recurso de Amparo en el sistema germano-federal de jurisdicción constitucio-
nal”, en Domingo García Belaunde y Francisco Fernández Segado (coords.): La jurisdicción constitu-
cional en Iberoamérica: Madrid, Dykinson, 1997, p. 256.
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COMENTARIO A LOS ARTÍCULOS 73 Y 74
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Alba Luisa Beard Marcos
Comentario
Introducción
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I. ASPECTOS PRELIMINARES
1 HESSE, Konrad. Escritos de derecho constitucional: Madrid, Fundación Coloquio Jurídico Europeo,
2012, capítulo 2, vol. 1, p. 58.
2 VALADÉS, Diego. El orden constitucional: Reformas y rupturas. Obra parte del acervo de la Biblioteca
Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. p. 522. Disponible en https://
archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2734/33.pdf.
3 Ibid., p. 523.
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Alba Luisa Beard Marcos
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La Constitución de la República Dominicana comentada por jueces y juezas del Poder Judicial
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0251-34202018000100010.
8 LASALLE, Ferdinand. ¿Qué es una Constitución?: México, Ediciones Coyoacán, 2009, p. 45.
9 HUERTA, Carla. La fuerza normativa de la Constitución. Tensión entre aplicación y reforma consti-
tucional. Obra parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM. 2001, p. 44. Disponible en https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/
libros/8/3845/5.pdf.
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18 ARIAS RUELAS, Salvador Felipe. “La reforma constitucional de derechos humanos y la transversaliza-
ción de los derechos”, Revista IUS, año V, núm. 28, julio-diciembre de 2011, pp. 68-84, especialmente,
p. 70.
19 AGUILAR CAVALLO, Gonzalo. “Principios de interpretación de los derechos fundamentales a la luz
de la jurisprudencia chilena e internacional”. Bol. Mex. Der. Comp. vol.49 no.146 Ciudad de Méxi-
co may./ago. 2016. Versión en línea, ISSN 2448-4873; versión impresa, ISSN 0041-8633. Disponible en
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0041-86332016000200013#fn10.
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La Constitución de la República Dominicana comentada por jueces y juezas del Poder Judicial
20 CARPIOS MARCOS, Edgar. “La interpretación de los derechos fundamentales”. Pontificia Universidad
Católica del Perú. Derecho PUCP, núm. 56 (2003), p. 466. Disponible en http://revistas.pucp.edu.pe/
index.php/derechopucp/article/view/10587.
21 RUBIO LLORENTE, Francisco. La forma del poder: Madrid, CEPC, 1997, p. 466.
22 Ibid., p. 455.
23 LIFANTE VIDAL, Isabel. “La interpretación jurídica y el paradigma constitucionalista”, Anuario de
Filosofía del Derecho, núm. 25, 2008-2009, p. 277.
24 MOUCHET, Carlos y ZORRAQUIN BECU, RICARDO, Introducción al derecho: 12.ª ed.: Buenos Aires,
Abeledo Perrot, 1987, p. 250.
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26 SAENZ DÁVALOS, Luis. “La cláusula de los derechos no enumerados y su aplicación en la jurispru-
dencia del Tribunal Constitucional”, Revista Peruana de Jurisprudencia, núm. 13, 2002, p. XXV.
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2) Sólo por ley, en los casos permitidos por esta Constitución, podrá
regularse el ejercicio de los derechos y garantías fundamentales,
respetando su contenido esencial y el principio de razonabilidad;
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28 PADILLA, Miguel. Lecciones sobre derechos humanos y garantías: Buenos Aires, Abeledo Perrot, vol. II,
1996.
29 LINARES, Juan Francisco. Razonabilidad de las leyes, 2.ª ed.: Buenos Aires, Astrea, 2002.
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Por consiguiente, el fin no justifica los medios, sino que los medios de-
ben ser proporcionales al fin —o más bien ajustados al objetivo—, de forma
que el derecho fundamental limitado no se vea afectado desde el punto de
vista de su contenido esencial.
A su vez, la proporcionalidad es un principio consustancial de la razo-
nabilidad, ya que exige un juicio de valoración o ponderación de la necesi-
dad e idoneidad de la medida tomada, según la consideración de que esta
—la medida— sea lo menos restrictiva posible.
El Tribunal Constitucional Federal alemán (TCF) inicia el abordaje de
los criterios de la proporcionalidad de la norma en la conocida sentencia
del caso Apothekenurteil31 (del 11 de junio de 1958), criterios estos que
han sido asumidos por la jurisprudencia constitucional a nivel internacio-
nal, que son los siguientes32:
31 Sentencia Apothekenurteil (11 de junio de 1958) del Tribunal Constitucional Federal Alemán. En este
caso un farmacéutico interpuso un recurso de queja contra una decisión del gobierno de Alta Baviera,
Alemania, la cual negaba la apertura de nuevas farmacias, en atención al art. 3.1 de una ley de 1952
sobre regulación de farmacias, que establecía para la apertura de nuevas farmacias, exigencias de
calificación del solicitante en cuanto a condiciones económicas, y competencia comercial con otros
establecimientos. El accionante alegaba violación a la libertad de empresa y libertad profesional. El
gobierno estimaba que el interés público no requería de otra farmacia. El Tribunal Constitucional, al
respecto, declaró la norma inconstitucional por no ser proporcional, y estableció que cuanto mayor
sea la afectación individual mayor debería ser el interés público que lo justifique.
32 Sentencia Apothekenurteil (11 de junio de 1958) del Tribunal Constitucional Federal Alemán, co-
mentada por Rainer Arnold, José Ignacio Martínez Estay y Francisco Zúñiga Urbina. “El principio de
proporcionalidad en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”. Estudios Constitucionales, año 10,
núm. 1, 2012, pp. 65-116. ISSN 0718-0195, Centro de Estudios Constitucionales de Chile, Univer-
sidad de Talca. Versión en línea, ISSN 0718-5200. Disponible en https://www.scielo.cl/scielo.php?s-
cript=sci_arttext&pid=S0718-52002012000100003#n2.
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Sin embargo, y a pesar de que los tratados forman parte del derecho in-
terno y el Estado no podrá invocar la legislación interna como causa de su in-
cumplimiento (sentencia TC/0099/12), un tratado o convenio internacional
que sea contrario a la Constitución debe ser declarado nulo (TC/0230/13):
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Artículo 5:
1. Ninguna disposición del presente Pacto podrá ser interpretada
en el sentido de conceder derecho alguno a un Estado, grupo o
individuo para emprender actividades o realizar actos encamina-
dos a la destrucción de cualquiera de los derechos y libertades
reconocidos en el Pacto o a su limitación en mayor medida que la
prevista en él.
2. No podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de los
derechos humanos fundamentales reconocidos o vigentes en un
Estado Parte en virtud de leyes, convenciones, reglamentos o cos-
36 Término que hace referencia a un tipo de derecho que se puede aplicar en todos los casos, contrario
al derecho particular o especial —derecho común—.
37 PINTO, Mónica. “International Institutions and the Rule of Law”, Panel 5 Supranational institutions
and the rule of law, vol. 137 (consulta de 25/1/2014 obtenible en www.law.yale.edu/documents/
pdf/Pinto_International_ Institutions_and_the_rule_of_law.pdf).
38 HENDERSON, Humberto. “Los tratados internacionales de derechos humanos en el orden interno:
la importancia del principio pro homine”, Revista del Instituto Interamericano de Derechos Humanos,
núm. 39, San José Costa Rica, 2005, p. 87.
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39 Corte IDH, opinión consultiva OC-5/85, “La colegiación obligatoria de periodistas” (artículos 13 y 29
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), del 13 de noviembre de 1985, serie A, núm.
5, pfo. 46.
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40 ZLATA DRNAS de Clément. “La complejidad del principio pro homine”. Marzo 25 de 2015 - JA 2015-
I, fascículo núm. 12. Buenos Aires, pp. 98-111. Disponible en https://www.corteidh.or.cr/tablas/
r33496.pdf.
41 CASTILLO, Karlos. “El principio pro persona en la administración de justicia”. Cuest. Const. núm.
20 Ciudad de México ene./jun. 2009. Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=s-
ci_arttext&pid=S1405-91932009000100002.
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