1 - Ruben Darío - Caracol

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RUBÉN DARÍO - CARACOL

1. Identificación del texto, del autor y contextualización.

Se trata de un poema de Rubén Darío, dedicado a Antonio Machado y publicado en la


Revista Caras y Caretas en 1903, y posteriormente será uno de los que integre Cantos de vida y
esperanza en 1905. Un libro representante de una etapa más reflexiva, donde expresa su
angustia y sus preocupaciones sociales y existenciales, llena de nostalgias, y que también se
caracteriza por una humanización de la poesía, presente en los temas americanos (con poemas
que reivindican la América hispana opuesta a los ya todopoderosos Estados Unidos), sin que por
ello dejen de aparecer algunos símbolos modernistas (cisnes).

Por tanto, el Darío de esta obra se distancia de Azul (1888), que supone el arranque del
modernismo hispánico, definido como un movimiento de renovación estética que aparece como
reacción a la literatura realista de finales del siglo que opta por nuevos temas, con predominio
de lo misterioso, lo exótico y lo oriental. Recoge influencia de dos movimientos franceses; el
parnasianismo (poesía preocupada por los aspectos formales, “el arte por el arte”) y el
simbolismo (significado oculto de las palabras, musicalidad, ritmo…).

2. Argumento, temas y estructuras.

El poeta descubre un caracol en la playa que describe exteriormente como “de oro,
macizo y recamado de las perlas más finas” que parece tocado por la diosa Europa. Se evoca así
el mito del rapto de Europa por Zeus (“el celeste toro”).

En el segundo cuartero, el yo lírico relata cómo puso en sus labios el caracol,


suscitándole las “dianas marinas”; esas dianas aluden al son del cuerno de Tritón, quien hacía
volver con él las ondas del mar cuando estas se habían adelantado demasiado. El sonido de la
caracola parece un susurro que cuenta cuentos, como cuando oímos el mar al acercar la caracola
a nuestros oídos. El contacto con el objeto le permite llegar a su interior y aviva el recuerdo del
poeta.

Por otro lado, en los tercetos, el salitre nos hace pensar en la mitología, en viajes
fantásticos como el de Jasón y los argonautas en su búsqueda del vellocino de oro. Todos esos
sonidos y todos esos sueños son porque esa caracola es nuestro propio corazón. De esta manera,
el último verso es el que dota al soneto de sentido pleno.

El caracol, al entrar en contacto con los sentidos (manos, boca, oídos) adquiere poco a
poco una voz, que es música, que contiene tiempo y memoria. El poeta, por su parte, va
perdiendo materialidad: del contacto directo mediante las manos, se pasa a los labios y al oído.
Aparecen, entonces, las reminiscencias míticas que trasladan al poeta y que dan lugar a una
sensación introspectiva plena. Podría, incluso, hablarse de cierto desvanecimiento, marcado
sintácticamente por los puntos suspensivos que enlazan con el último verso y que llevan a la

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identificación del misterio del poeta con el misterio del mar: asociación del canto de las olas con
el pasado, la nostalgia y la propia esencia del poeta. Lo humano y lo divino se superponen y se
crea un equilibrio entre lo real y lo mitológico. Esta visión, que unifica en un objeto natural el
pasado y el presente, el espíritu y la materia es una constante en Darío y además una de las
características propias de la estética modernista.

3. Características formales (estilo del autor o de la época, figuras, métrica, rasgos


genéricos).

Se trata de un soneto de versos alejandrinos formado por dos cuartetos (ABBA ABBA) y dos
tercetos (CCDEED), muy del gusto de la corriente modernista, que se caracteriza por la riqueza y
variedad léxica, intensa adjetivación, abundancia de figuras retóricas, como el símbolo y la
sinestesia, y la variedad de tonos, que va de lo frívolo y sensual a lo meditativo y la exaltación
patriótica.

En el poema, la sinestesia está presente especialmente en los tercetos, donde aparece


representado un recuerdo mediante el gusto y el oído: el gusto “salado”, el sabor de lo pasado,
de lo antiguo, y el regreso al mito; y el oído a través del poder persuasivo del canto y de la
música, que se dan desde el inicio del poema y van aumentando a medida que avanzamos en la
lectura. Desde que el poeta toma el caracol y provoca el canto de las sirenas (“dianas marinas”)
hasta que el poeta oye “un rumor de olas”, “un incógnito acento”, “un profundo oleaje”, “un
misterioso viento” asistimos a un efecto continuo de sonidos.

Por otro lado, la construcción metonímica del poema permite que el caracol encontrado
motive en el poeta una experiencia directa y otra indirecta, con la que se unifican lo material y
lo espiritual. Por una parte, la cercanía del objeto introduce la realidad marina, pero, por otra,
ese caracol permite una reelaboración de motivos míticos de forma explícita (rapto de Europa,
nave Argos) o implícita (el canto de Orfeo o el de los tritones).

Pero, además, a lo largo del poema se aprecian varias metáforas en las que el caracol se
presenta como espejo del alma del poeta, de su visión de mundo y de su concepción del arte. El
molusco se toma para mostrar que en él el poeta puede percibir el alma única del universo. Es el
medio que revela la única verdad. El caracol es el mar, contiene el pulso del mar, y refleja el
corazón de Darío. De esta forma se crean dos universos que llegan a unirse en un mismo latido.
La forma espiral del caracol permite que el poeta juegue con ella, porque el exterior señala el
camino hacia el interior (hacia su misterio). De ahí que el objeto se desmaterialice para llegar a
ser puro símbolo: el del corazón del poeta.

Existe una discordancia entre la sencillez formal y léxica del poema (muy distante de ese
retoricismo típico del “primer modernismo”) y el contenido del mismo.

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