TRABAJO Quijote
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TRABAJO Quijote
FECHA DE ENTREGA: HASTA 30 MAYO Indico las tareas que están programadas para la
quincena:
1.1 Época, Vida de Cervantes y relación con su obra (Esta pregunta la vemos exclusivamente
por aquí, por apuntes)
Cervantes vive en la segunda mitad del siglo XVI y el inicio del XVII, cuando el optimismo y la
confianza en el hombre renacentista se agota para dar paso a una nueva etapa en Europa (llena de
tensiones y conflictos políticos y religiosos) y donde priman el pesimismo y la falta de confianza en
ser humano y en la vida; es el llamado “Barroco”. Sin duda, Cervantes, como Shakespeare, es un
escritor de transición entre estas dos épocas y esto conviene tenerlo en cuenta para entender la
complejidad y riqueza de sus obras.
Sin embargo, la vida de Cervantes es cualquier cosa menos afortunada y esto, aunque parezca
extraño, es una de las claves quizá que explique el tono de su gran obra (Luego lo vemos). A los 22
años tiene que huir de la justicia a Nápoles por haber herido de gravedad a un hombre en un
duelo; una vez allí, se enrola como soldado probablemente para “limpiar” su historial y acaba
luchando en la gran batalla de Lepanto, donde pierde la movilidad de su mano izquierda. Vuelve,
victorioso, a España, creyendo que va a ser, como sus compañeros, tratado como un héroe, pero su
barco es apresado por unos piratas turcos y lo encierran en una prisión de Argel, a la espera de
rescate. Él, como sus compañeros, piensa que España pagará inmediatamente lo que se pide por
sus héroes de guerra, pero nuestro país, fuerte en las guerras externas, se encuentra sumergido en
profundas crisis internas y no atienden las llamadas de socorro de estos prisioneros. Hasta cinco
años pasa Cervantes en Argel, después de protagonizar varios intentos de fuga (Por cierto, siempre
lo”pillan” y nunca lo matan, se ha especulado mucho con las posibles razones de esta piedad…).
Finalmente, vuelve a España creyendo que tendrá un puesto importante por su aportación pasada a
la patria, pero lo más que consigue es un puesto peligroso como recaudador de impuestos.
Por esta época Cervantes ya sueña con triunfar con el género de moda: el teatro (como el
cine o los videojuegos de hoy) y, de paso, quitarle el reinado del éxito a Lope de Vega. En aquella
época, el teatro se escribe en verso y Cervantes acaba admitiendo, después de mucho sufrir, que no
tiene cualidades para la poesía.
Mientras, ingresa por primera vez en la cárcel por un asunto turbio relacionado con su
trabajo de recaudador de impuestos (allí debió de empezar a concebir su “Quijote”). La crítica
considera que Cervantes tenía intención de escribir una novelita ejemplar como otras que escribió
(son cuentos breves con intención didáctica), pero que la fuerza del personaje y de la historia le
arrastró, a partir del capítulo VII, a escribir una cosa nueva y distinta a todo lo que se había escrito
hasta aquella fecha. Sea como fuere, lo cierto es que El Quijote se convierte en un auténtico éxito
en toda Europa (sin que esto signifique ninguna remuneración económica para Cervantes; eran
otros tiempos…), aunque la mayor parte de la gente la entendió como una obra cómica sin más,
como una parodia de las novelas de caballerías que vimos en el anterior tema (más o menos como
Scary movies es una parodia de las películas de terror…)
Cervantes se casa sin amor con una chica más joven que él creyendo que ella tiene una
buena posición económica, cosa que descubre después que no es cierta. Sus hermanas “trabajan”
en oscuros negocios que acabarán salpicando a Cervantes, que vuelve a la cárcel por poco tiempo.
El escritor, ya envejecido, escribiendo la segunda parte del Quijote, espera que una mejora
económica que nunca llega. Lo que sí llega, es una segunda parte “falsa” del Quijote que se
adelanta a la suya,”El Quijote de Avellaneda”, y que le hace mucho daño. Es un libro puramente
cómico que le quita toda la riqueza y complejidad a los personajes. Al parecer, es escribió desde el
círculo de Lope de Vega (ya enemigo declarado de Cervantes). Lope sí que se debió de dar cuenta
de la grandeza del Quijote y quiso hacerle daño, respondiendo a las críticas que había recibido
antes de Cervantes.
Este quijote falso hace que Cervantes acelere la escritura de la segunda parte y la termine antes de
morirse, incluyendo, eso sí, en su obra a algunos personajes del Quijote de Avellaneda a los que su
Quijote, tras apresarlos, les hace reconocer que son personajes falsos (una de la muchas geniales
ideas cervantinas, mezclando realidad y ficción). Cervantes muere poco después.
Os he contado todo esto sobre la vida de Cervantes para que entendáis una cosa
fundamental. Lo más lógico es que alguien que ha tenido una vida tan dura como la de Cervantes se
manifieste resentido o pesimista con el ser humano en general; sorprende, sin embargo, que
Cervantes mantenga su confianza en nuestra especie a pesar de sus múltiples adversidades. Es
como si hubiese comprendido nuestros mayores defectos y eso le hiciese tener una empatía
superior hacia el hombre que se ve reflejada en su obra. Aunque en la segunda parte hay mucho
del desengaño barroco, Cervantes sigue confiando en la comprensión del otro y de la humanidad
como motor fundamental del mundo.
2. EL QUIJOTE.
Hay que aclarar que en la segunda parte de la obra unos nobles les “dan” a nuestros
protagonistas aquello que más quieren: a don Quijote le reconocen como el caballero andante más
famoso del mundo y a Sancho le regalan una ínsula para que la gobierne. Por supuesto, todo esto
no es más que una gran broma de esta gente que se quiere divertir a costa de lo que consideran
que son dos tontos o locos. Por eso esta segunda parte es mucho más triste que la primera. Los
protagonistas consiguen sus sueños, pero a base de mentiras y burlas. No es de extrañar que esto
empiece a no convencerle a don Quijote…
2.2 Temas
Lo primero que hay que decir, es que la cantidad de temas presentes en la obra es casi
inabarcable, pero nos vamos a centrar en algunos que aparecen en vuestro libro (haciendo las
aclaraciones oportunas) y algunos que os escribiré yo.
Me gustaría aclararos la última frase de esta característica: “queda en evidencia que los
sentidos engañan, la realidad no es absoluta y la vida puede ser un sueño”. Es cierto que
durante toda la obra, y es una de las enseñanzas fundamentales del Quijote, Cervantes nos
quiere decir que la realidad es compleja (depende de la perspectiva con que observemos cada
cosa), que no hay verdades absolutas. Cada uno caminamos por la vida con “nuestra verdad”,
por eso tenemos que ser tolerantes con la verdad de los otros. Además, el quijote es un
individuo que se ha atrevido a convertir su sueño (ser caballero andante) en realidad y, aunque
parece una locura (en aquella época el caballero andante era una figura ya trasnochada, como
un superhéroe del pasado) lo cierto es que gracias a su “papel” en muchas ocasiones acaba
ayudando realmente a quienes lo necesitan. ¿Cuánta es la fuerza que puede tener nuestra
imaginación?, parece preguntarnos Cervantes.
Por otra parte, pero relacionado con lo anterior, ¿quién nos dice que lo que estamos
viviendo es real? Podríamos, por ejemplo, no ser más que el sueño de alguien… No tenemos
pruebas para distinguir lo que es real o no (esta “fragilidad” de lo real en el Quijote es muy
barroca, por cierto, frente a la seguridad y confianza renacentista.)
Lo cierto es que se ha comentado muchas veces que, en la segunda parte, pero también al
final de la primera, se empieza a producir una inversión de papeles, como si Sancho se “quijotizara”
y don Quijote se “sanchificara”. Es como si don Quijote ya no tuviera ganas de creerse su propio
juego (y esto es alucinante: poco a poco nos damos cuenta de que el personaje es mucho más
consciente de su propia locura de lo que creíamos. Su pretendida locura no era más que una forma
de evadirse de una realidad que le aburría). Por el contrario, Sancho cada vez está más metido en
los “rollos” de las novelas de caballerías, en su mundo fantástico de gigantes, dragones, magos y
damas que salvar. Se ha implicado demasiado en el juego que su señor ha creado…
Leed con atención el fragmento de la obra que hay en el recuadro de la página 201 para que veáis
la importancia que Cervantes le da a la libertad individual puesto en boca de su protagonista.
4. La búsqueda de la fama
5. Entender la vida como una aventuraAlonso Quijano era un hidalgo con la vida resuelta,
aunque sin grandes recursos económicos, que no trabajaba y se aburría. El motor de la
obra es su empeño de llevar a cabo aquello que soñaba, aquello que lo motivaba: ser
caballero andante a la manera de las novelas de caballerías que devoraba una y otra
vez. Parece -y probablemente sea- una locura, pero don Quijote pasa de tener una
existencia triste a ser conocido por sus obras y, sobre todo, pasa del aburrimiento a la
diversión, después de modificar el mundo a través de lo que imagina. Ha conseguido
que el mundo aparezca ante él como un lugar lleno de posibilidades y aventura… ¿No
es eso lo que le gustaría a la mayoría de personas?
Ya no sólo es que los personajes evolucionen, es que hasta se contradicen (como nosotros,
los seres reales); se enfrentan a sus propios miedos y a nuevas realidades que los hacen ir
modificándose. El resultado, como en caso de los personajes de La Celestina, es asombroso: los
personajes se “salen” del papel, están vivos.
2. La diversidad de interpretaciones
Lo más alucinante es que esta diversidad de interpretaciones que genera la obra y que ha
generado a lo largo del tiempo, la expone el propio Cervantes en la segunda parte de la obra a
través de lo el personaje de Sansón Carrasco les cuenta a don Quijote y Sancho que piensa la gente
sobre ellos: los hay que los consideran unos locos, los hay que los consideran unos héroes, etc…
En el capítulo IX de la primera parte el supuesto narrador nos dice que ya no puede seguir
contándonos la obra porque se la estaba leyendo de un sitio donde se ha cortado y no hay más.
Luego, nos dice que en un mercado consigue el resto de la obra, pero está en árabe y tiene que
pagar a alguien para traducirla… Nos había dejado a don Quijote en medio de una lucha con un
vizcaíno (de Vizcaya) y, por fin, poco después puede continuar la narración… Como imagináis es
todo mentira, no es más que un juego con el que Cervantes pretende confundir al lector y
mezclar, de nuevo, la realidad con la ficción. Realmente, como pone vuestro libro, no sabemos
quién es el verdadero narrador de la obra…
Un ejemplo: los personajes no sólo hablan cada uno de su propia forma, sino que modifican su
forma de hablar dependiendo con quien lo hagan y las circunstancias (como nosotros en la vida)
Aparte, todo recurso lingüístico cabe en el Quijote. Lo popular (como los refranes de Sancho
que no vienen a cuento) se mezcla con lo culto, los juegos de palabras con las reflexiones más
graves y, a veces, ambas cosas a la vez. Por ejemplo, para referirse al inicio de la novela a cómo don
Quijote se pasaba las noches leyendo novelas de caballerías nos dice: “ y así, pasaba las noches de
claro en claro y las mañanas de turbio en turbio”, refiriéndose esto último al cansancio de no haber
dormido, lo que le acaba haciendo enloquecer.
3. El humor
Probablemente ninguna otra obra en la historia de la literatura tenga tal variedad en los
recursos humorísticos utilizados. Veamos algunos ejemplos.
-La ironía siempre está presente, es una ironía suave, que siempre busca la risa y que
nunca atenta contra la dignidad de los personajes.
-El humor de situación: disfraces, equivocaciones, juegos, las situaciones que llevan a la
carcajada, son parte fundamental de la obra.
-Humor lingüístico: a Cervantes le encanta retorcer el lenguaje para hacernos reír. Tiene
comparaciones absolutamente sorprendentes. Por ejemplo, para decirnos que Sancho
no se quería separar de su amo por miedo nos dice que “no se apartó ni un negro de la
uña de su amo”, refiriéndose con “negro” a la roña debajo de las uñas.
-Humor absurdo: a veces el humor lingüístico se lleva al absurdo. Es el humor que surge
de romper la cadena de la lógica, como cuando don Quijote empieza a describir
guerreros y sus nombres y la cosa se va a haciendo cada vez más extraña…
TEXTOS DE EL QUIJOTE.
TEXTO 1
Os hago un resumen breve para que entendáis mejor el texto (Ojo, el texto hay que
leerlo con atención. El resumen no sustituye la lectura. Por supuesto habrá palabras que
no entendáis; no os preocupéis. Se trata de que seáis capaces de percibir el humor y la
ironía…)
6
Este texto se encuadra después de que Sancho y Don Quijote hayan sufrido una paliza y busquen una
venta para refugiarse. Allí topan con la moza Maritornes, que, entre otras cosas, hace oficio de
prostituta y había quedado esa noche con un arriero de muy malas pulgas, el cual dormía en la misma
habitación que don Quijote y Sancho. Observad cómo don Quijote se presenta ante ella como un
caballero famoso que cree estar en un castillo. Cuando Maritornes busca al arriero por la noche, don
Quijote la coge del brazo porque cree que realmente lo busca a él y le explica que a pesar de su
belleza y finura (nada más lejos de la realidad) no puede yacer con ella porque él está enamorado de
su Dulcinea del Toboso (todo caballero tenía una dama a la que debía ser fiel). Fijaos en el lío que se
forma cuando el arriero se da cuenta de que Maritornes está retenida por don Quijote y la paliza que
se llevan nuestros protagonistas, que don Quijote cree fruto del encantamiento de algún mago
moro… Don Quijote decide “arreglarse el cuerpo con el bálsamo de Fierabrás” un brebaje que él
conoce y que le sienta bien, pero que a Sancho le da una diarrea terrible (Ya veréis la explicación de
don Quijote a esta diferencia…)
—¿Tan nueva sois en el mundo, que no lo sabéis vos? —respondió Sancho Panza—. Pues sabed,
hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y
emperador20: hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana
tendríaVdos o tres coronas de reinos que dar a su escudero.
—Pues ¿cómo vos, siéndolo deste tan buen señor —dijo la ventera—, no tenéis, a lo que parece,
siquiera algún condado?
—Aún es temprano —respondió Sancho—, porque no ha sino un mes que andamos buscando las
aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea21; y tal vez hay que se busca una
cosa y se halla otra. Verdad es que si mi señor don Quijote sana desta herida... o caída y yo no quedo
contrecho della22, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España.
Todas estas pláticas estaba escuchando muy atento don Quijote, y sentándose en el lecho como pudo,
tomando de la mano a la ventera, le dijo:
—Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro
castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo es por lo que suele decirse que la alabanza
propria envilece23; pero mi escudero os dirá quién soy. Solo os digo que tendré eternamente escrito
en mi memoria el servicio que me habedes fecho, para agradecéroslo mientras la vida me durare; y
pluguiera a los altos cielos que el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y los ojos
de aquella hermosa ingrata que digo entre mis dientes24: que los desta fermosa doncella fueran
señores de mi libertad.
Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante
caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se
encaminaban a ofrecimiento y requiebros; y, como no usadas a semejante lenguaje25, mirábanle y
admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban; y, agradeciéndole con venteriles
razones sus ofrecimientos, le dejaron, y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo
había menester que su amo.
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su
palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y
satisfacerle el gusto en cuanto le mandase.
(..)El duro, estrecho, apocado y fementido lecho de don Quijote28 estaba primero en mitad de aquel
estrellado establo29, y luego junto a él hizo el suyo Sancho, que solo contenía una estera de enea y
una manta30, que antes mostraba ser de anjeo tundido que de lana31. Sucedía a estos dos lechos el del
arriero, fabricado, como se ha dicho, de las enjalmas y de todo el adorno de los dos mejores mulos
que traía (…) Digo, pues, que después de haber visitado el arriero a su recua y dádole el segundo
pienso, se tendió en sus enjalmas y se dio a esperar a su puntualísima Maritornes39. Ya estaba Sancho
bizmado y acostado, y, aunque procuraba dormir, no lo consentía el dolor de sus costillas; y don
Quijote, con el dolor de las suyas, tenía los ojos abiertos como liebre40. Toda la venta estaba en
silencio, y en toda ella no había otra luz que la que daba una lámpara que colgada en medio del portal
ardía41.
Esta maravillosa quietud y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a
cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de las
estrañas locuras que buenamente imaginarse pueden; y fue que él se imaginó haber llegado a un
famoso castillo (que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba) y
que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había
enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres42, vendría a yacer con él una
buena pieza43; y teniendo toda esta quimera que él se había fabricado por firme y valedera, se
comenzó a acuitar44 y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso
en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso45, aunque la mesma reina
Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante46.
Pensando, pues, en estos disparates, se llegó el tiempo y la hora (que para él fue menguada47) de la
venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una albanega de
fustán48, con tácitos y atentados pasos49, entróIX en el aposento donde los tres alojaban, en busca del
arriero. Pero apenas llegó a la puerta, cuando don Quijote la sintió50 y, sentándose en la cama, a pesar
de sus bizmas y con dolor de sus costillas, tendió los brazos para recebir a su fermosa doncella. La
asturiana, que toda recogida y callando iba con las manos delante buscando a su querido, topó con
los brazos de don Quijote, el cual la asió fuertemente de una muñeca y tirándola hacia sí, sin que ella
osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la cama. Tentóle luego la camisa, y, aunque ella era de
arpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal51. Traía en las muñecas unas cuentas de
vidro52, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna
manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del
mesmo sol escurecía53; y el aliento, que sin duda alguna olía a ensalada fiambre y trasnochada54, a él
le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático; y, finalmente, él la pintó en su
imaginación, de la misma traza y modo, lo queXhabía leído en sus libros de la otra princesa que vino
a ver el malferido caballero vencidaXI de sus amores55, con todos los adornos que aquí van puestos56.
Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto ni el aliento ni otras cosas que traía en sí la
buena doncella no le desengañaban57, las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero;
antes le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura58. Y, teniéndola bien asida, con
voz amorosa y baja le comenzó a decir:
—Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que
con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho; pero ha querido la fortuna, que no se cansa
de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que aunque
de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra fuera imposible59. Y más, que se añade a esta
imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso,
única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo
tan sandio caballero, que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me
ha puesto.
Maritornes estaba congojadísima y trasudando de verse tan asida de don Quijote, y, sin entender ni
estar atenta a las razones que le decía, procuraba sin hablar palabra desasirse. El bueno del arriero, a
quien tenían despierto sus malos deseos, desde el punto que entró su coima por la puerta la sintió60,
estuvo atentamente escuchando todo lo que don Quijote decía, y, celoso de que la asturiana le
hubiese faltado laXII palabra por otro, se fue llegando más al lecho de don Quijote y estúvose
quedoXIII hasta ver en qué paraban aquellas razones que él no podía entender; pero como vio que la
moza forcejaba por desasirse y don Quijote trabajaba por tenella, pareciéndole mal la burla, enarboló
el brazo en alto y descargó tan terrible puñada sobre las estrechas quijadas del enamorado caballero,
que le bañó toda la boca en sangre; y, no contento con esto, se le subió encima de las costillas y con
los pies más que de trote se las paseó todas de cabo a cabo.
El lecho, que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del
arriero, dio consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero y luego imaginó que debían de
ser pendencias de Maritornes, porque, habiéndola llamado a voces, no respondía. Con esta sospecha
se levantó y, encendiendo un candil, se fue hacia donde había sentido la pelaza61. La moza, viendo
que su amo venía y que era de condición terrible, toda medrosica y alborotada se acogió a la cama de
Sancho Panza, que aún dormía, y allí se acorrucó y se hizo un ovillo. El ventero entró diciendo:
—¿Adónde estás, puta? A buen seguro que son tus cosas éstas62.
En esto despertó Sancho y, sintiendo aquel bulto casi encima de sí, pensó que tenía la pesadilla63y
comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y, entre otras, alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la
cual, sentida del dolor, echando a rodar la honestidad64 dio el retorno a Sancho con tantas, que, a su
despecho, le quitó el sueño; el cual, viéndose tratar de aquella manera, y sin saber de quién,
alzándose como pudo, se abrazó con Maritornes, y comenzaron entre los dos la más reñida y graciosa
escaramuza del mundo.
Viendo, pues, el arriero, a la lumbre del candil del ventero, cuál andaba su dama, dejando a don
Quijote, acudió a dalle el socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero, pero con intención diferente,
porque fue a castigar a la moza, creyendo sin duda que ella sola era la ocasión de toda aquella
armonía65. Y así como suele decirse «el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo»66, daba el
arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta
priesa, que no se dabanXIV punto de reposo67; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y,
como quedaron ascuras68, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que a doquiera que ponían la
mano no dejaban cosa sana.
Alojaba acaso aquella noche en la venta69 un cuadrillero de los que llaman de la Santa Hermandad
Vieja de Toledo70, el cual, oyendo ansimesmo el estraño estruendo de la pelea, asió de su media vara
y de la caja de lata de sus títulos71, y entró ascuras en el aposento, diciendo:
Y el primero con quien topóXV fue con el apuñeado de don Quijote, que estaba en su derribado lecho,
tendido boca arriba sin sentido alguno; y, echándole a tiento mano a las barbas, no cesaba de decir:
—¡Favor a la justicia!
Pero viendo que el que tenía asido no se bullía ni meneaba, se dio a entender que estaba muerto y
que los que allí dentro estaban eran sus matadores, y, con esta sospecha, reforzó la voz, diciendo:
—¡Ciérrese la puerta de la venta! ¡Miren no se vaya nadie, que han muerto aquí a un hombre!
Esta voz sobresaltó a todos, y cada cual dejó la pendencia en el grado que le tomó la voz72. Retiróse
el ventero a su aposento, el arriero a sus enjalmas, la moza a su rancho73; solos los desventurados don
Quijote y Sancho no se pudieron mover de donde estaban. Soltó en esto el cuadrillero la barba de don
Quijote y salió a buscar luz para buscar y prender los delincuentes, mas no la halló, porque el
ventero, de industria74, había muerto la lámpara cuando se retiró a su estancia, y fuele forzoso acudir
a la chimenea, donde con mucho trabajo y tiempo encendió el cuadrillero otro candil.
Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote1, y con el mesmo tono de voz con que el
día antes había llamado a su escudero2, cuando estaba tendido en el val de las estacas3, le comenzó a
llamar, diciendo:
—¡Qué tengo de dormir, pesia a mí4 —respondió Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho—5,
que no parece sino que todos los diablos han andado conmigoIesta noche!
—Puédeslo creer ansí, sin duda —respondió don Quijote—, porque o yo sé poco o este castillo es
encantado. Porque has de saber... Mas esto que ahora quiero decirte hasme de jurar que lo tendrás
secreto hasta después de mi muerte.
—Dígolo —replicó don Quijote— porque soy enemigo de que se quite la honra a nadie.
—Digo que sí juro —tornó a decir Sancho— que lo callaré hasta después de los días de vuestra
merced6, y plega a Dios que lo pueda descubrir mañana7.
—¿Tan malas obras te hago, Sancho —respondió don Quijote—, que me querrías ver muerto con
tanta brevedad?
—No es por eso —respondió Sancho—, sino porque soy enemigo de guardar mucho las cosas, y no
querría que se me pudriesen de guardadas.
—Sea por lo que fuere —dijo don Quijote—, que más fío de tu amor y de tu cortesía; y, así, has de saber
que esta noche me ha sucedido una de las más estrañas aventuras que yo sabré encarecer, y, por contártela
en breve, sabrás que poco ha que a mí vino la hija del señor deste castillo, que es la más apuesta y fermosa
doncella que en gran parte de la tierra se puede hallar. ¿Qué te podría decir del adorno de su persona8?
¿Qué de su gallardo entendimiento? ¿Qué de otras cosas ocultas, que, por guardar la fe que debo a mi
señora Dulcinea del Toboso, dejaré pasar intactas y en silencio9? Solo te quiero decir que, envidioso el cielo
de tanto bien como la ventura me había puesto en las manos, o quizá, y esto es lo más cierto, que, como
tengo dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos
coloquios, sin que yo la viese ni supiese por dónde venía vino una mano pegada a algún brazo de algún
descomunal gigante10 y asentóme una puñada en las quijadas, tal, que las tengo todas bañadas en sangre; y
después me molió de tal suerte, que estoy peor que ayer cuando los arrierosII, que por demasías de
Rocinante nos hicieron el agravio que sabes. Por donde conjeturo que el tesoro de la fermosura desta
doncella le debe de guardar algún encantado moro11, y no debe de ser para mí.
—Ni para mí tampoco —respondió Sancho—, porque más de cuatrocientos moros me han aporreado
a míIII, de manera que el molimiento de las estacas fue tortas y pan pintado12. Pero dígame, señor,
cómo llama a esta buena y rara aventura, habiendo quedado della cual quedamos. Aun vuestra
merced, menos mal, pues tuvo en sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho; pero yo
¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recebir en toda mi vida? ¡Desdichado de mí y de la
madre que me parió, que ni soy caballero andante ni lo pienso ser jamás, y de todas las malandanzas
me cabe la mayor parte!
—No tengas pena, amigo —dijo don Quijote—, que yo haré agora el bálsamo precioso, con que
sanaremos en un abrir y cerrar de ojos.
Acabó en esto de encender el candil el cuadrillero y entró a ver el que pensaba que era muerto; y así
como le vio entrar Sancho, viéndole venir en camisa y con su paño de cabeza y candil en la mano, y
con una muy mala cara13, preguntó a su amo:
—Señor, ¿si será este, a dicha14, el moro encantado, que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el
tintero15?
—No puede ser el moro —respondió don Quijote—, porque los encantados no se dejan ver de nadie.
—Si no se dejan ver, déjanse sentir —dijo Sancho—; si no, díganlo mis espaldas.
—También lo podrían decir las mías —respondió don Quijote—, pero no es bastante indicio ese para
creer que este que se vee sea el encantado moro.
-Levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide desta fortaleza y procura que se me dé un poco de
aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo20; que en verdad que creo que lo he bien
menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado.
Levantóse Sancho con harto dolor de sus huesos y fue ascuras donde estaba el ventero; y
encontrándose con el cuadrillero, que estaba escuchando en qué paraba su enemigo, le
dijo:
—Señor, quienquiera que seáis, hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y
vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace
en aquella cama malferido por las manos del encantado moro que está en esta venta.
Cuando el cuadrillero tal oyó, túvole por hombre falto de seso; y, porque ya comenzaba a amanecer,
abrió la puerta de la venta y, llamando al ventero, le dijo lo que aquel buen hombre quería. El ventero
le proveyó de cuanto quiso, y Sancho se lo llevó a don Quijote, que estaba con las manos en la
cabeza, quejándose del dolor del candilazo, que no le había hecho más mal que levantarle dos
chichones algo crecidos, y lo que él pensaba que era sangre no era sino sudor que sudaba con la
congoja de la pasada tormenta.
En resolución, él tomó sus simples21, de los cuales hizo un compuesto, mezclándolos todos y
cociéndolos un buen espacio, hasta que le pareció que estabanVI en su punto. Pidió luego alguna
redoma para echallo, y como no la hubo en la venta, se resolvió de ponello en una alcuza o aceitera
de hoja de lata, de quien el ventero le hizo grata donación22, y luego dijo sobre la alcuza más de
ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una
cruz, a modo de bendición23; a todo lo cual se hallaron presentes Sancho, el ventero y cuadrilleroVII,
24
, que ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio de sus machos25.
Hecho esto, quiso él mesmo hacer luego la esperiencia de la virtud de aquel precioso bálsamo que él
se imaginaba, y, así, se bebió, de lo que no pudo caber en la alcuza y quedaba en la olla donde se
había cocidoVIII, casi media azumbre26; y apenas lo acabó de beber, cuando comenzó a vomitar, de
manera que no le quedó cosa en el estómago; y con las ansias y agitación del vómito le dio un sudor
copiosísimo, por lo cual mandó que le arropasen y le dejasen solo. Hiciéronlo ansí y quedóse
dormido más de tres horas, al cabo de las cuales despertó y se sintió aliviadísimo del cuerpo y en tal
manera mejor de su quebrantamiento, que se tuvo por sano y verdaderamente creyó que había
acertado con el bálsamo de Fierabrás y que con aquel remedio podía acometer desde allí adelante sin
temor alguno cualesquiera ruinas27, batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen.
Sancho Panza, que también tuvo a milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese a él lo que
quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo don Quijote, y él, tomándola a dos
manos, con buena fe y mejor talante se la echó a pechos28 y envasó bien poco menos que su amo. Es,
pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y,
así, primero que vomitase le dieron tantas ansias y bascas29, con tantos trasudores y desmayos30, que
él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y viéndose tan afligido y congojado,
maldecía el bálsamo y al ladrón que se lo había dado. Viéndole así don Quijote, le dijo:
—Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero, porque tengo para mí que
este licor no debe de aprovechar a los que no lo son.
—Si eso sabía vuestra merced —replicó Sancho—, ¡mal haya yo y toda mi parentela!, ¿para qué
consintió que lo gustase?
En esto hizo su operación el brebaje y comenzó el pobre escudero a desaguarse por entrambas
canales31, con tanta priesa, que la estera de enea sobre quien se había vuelto a echar, ni la manta de
anjeo con que se cubría, fueron más de provecho. Sudaba y trasudaba con tales parasismos y
accidentes, que no solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida. Duróle esta borrasca
y mala andanza casi dos horas, al cabo de las cuales no quedó como su amo, sino tan molido y
quebrantado, que no se podía tener.
Pero don Quijote, que, como se ha dicho, se sintió aliviado y sano, quiso partirse luego a buscar
aventuras, pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba era quitársele al mundo y a los en él
menesterosos de su favor y amparo, y más, con la seguridad y confianza que llevaba en su bálsamo.
TEXTO 2
Este texto, más breve y sencillo, relata el momento en que don Quijote describe a unos rebaños de
ovejas como si fuesen dos ejércitos maravillosos. Fíjate en la imaginación desbocada de don Quijote
y en la locura de los nombres y las descripciones…
Pero estáme atento y mira, que te quiero dar cuenta de los caballeros más principales que en estos
dos ejércitos vienen. Y para que mejor los veas y notes, retirémonos a aquel altillo que allí se hace22,
de donde se deben de descubrir los dos ejércitos.
Hiciéronlo ansí y pusiéronse sobre una loma, desde la cual se vieranXI bien las dos manadas que a
don Quijote se le hicieron ejércitoXII, si las nubes del polvo que levantaban no les turbara y cegara la
vista; pero con todo esto, viendo en su imaginación lo que no veía ni había, con voz levantada
comenzó a decir:
—Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes23, que trae en el escudo un león coronado, rendido
a los pies de una doncella24, es el valeroso Laurcalco, señor de la Puente de Plata25; el otro de las
armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas de plata en campo azul26, es el temido
Micocolembo, gran duque de Quirocia27; el otro de los miembros giganteos, que está a su derecha
mano, es el nunca medroso Brandabarbarán de Boliche, señor de las tres Arabias28, que viene armado
de aquel cuero de serpiente29 y tiene por escudo una puerta, que según es fama es una de las del
templo que derribó Sansón cuando con su muerte se vengó de sus enemigos30. Pero vuelve los ojos a
estotra parte y verás delante y en la frente destotro ejército al siempre vencedor y jamás vencido
Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva Vizcaya31, que viene armado con las armas partidas a
cuarteles32, azules, verdes, blancas y amarillas, y trae en el escudo un gato de oro en campo
leonado33, con una letra que dice «Miau»XIII, que es el principio del nombre de su dama, que, según
se dice, es la sin par MiulinaXIV, hija del duque Alfeñiquén del Algarbe34; el otro que carga y oprime
los lomos de aquella poderosa alfana35, que trae las armas como nieve blancas y el escudo blanco y
sin empresa alguna36, es un caballero novel, de nación francés, llamado Pierres PapínXV, 37, señor de
las baronías de Utrique; el otro que bate las ijadas con los herrados carcañosXVI a aquella pintada y
ligera cebra38 y trae las armas de los veros azules39, es el poderoso duque de Nerbia, Espartafilardo
del Bosque40, que trae por empresa en el escudo una esparraguera, con una letra en castellano que
dice así: «Rastrea mi suerte»41.
Y desta manera fue nombrando muchos caballeros del uno y del otro escuadrón que él se imaginaba,
y a todos les dio sus armas, colores, empresas y motes de improviso, llevado de la imaginación de su
nunca vista locura.
TEXTO 3.
Este texto pertenece ya a la segunda parte del Quijote. Aquí va el encuadre del texto y el
resumen para que lo entendáis mejor:
Con el fin de divertirse el duque y su mujer, doña Rodríguez de Grijalba se encuentran
en el jardín de su castillos con don Quijote y Sancho, que se había hecho conocer como el
Caballero de la Triste Figura, donde, al poco tiempo, una corte de gentes entran anunciando la
llegada de la condesa de Trifaldi, haciéndoles creer que un tal don Clavijo ha engañado a la hija
de Maguncia, que finalmente ha muerto y entonces el gigante Malambruno condena a la
condesa y a sus sirvientas a llevar barba en su caras. Les convencen que la única forma de
eliminar el encantamiento es que ambos se monten en un caballo de madera llamado Clavileño,
el alígero, convenciéndoles que puede volar. Sancho no se encuentra muy dispuesto a hacerlo,
pero los duques le amenazan diciendo que no le concederán el gobierno de la Ínsula Barataria,
por lo que Sancho no le queda otra opción. La condición que incluyen es que además tienen que
ir con los ojos vendados.
En definitiva, se montan los dos en el caballo y los servidores del duque comienzan a
hacer ruidos, golpes, señales y fuerzan la formación de viento con distintos aparatos el tipo de
fuelles, para hacer creer que están volando y haciéndoles pensar que tienen que llegar a la zona
del fuego para lo que les aproximan antorchas encendidas para dar mayor verosimilitud a la
acción. Al final los dos terminan en el suelo algo chamuscados, con gran disfrute de todos los
presentes.
Me interesa, sobre todo, que veáis la reacción final de Sancho y don Quijote. Las últimas
palabras de don Quijote a Sancho son fundamentales: don Quijote le dice a su querido escudero
que si quiere que él le crea las locuras que ha dicho que ha visto, Sancho le debe creer lo que él
le contó de la cueva de Montesinos (una cueva donde cayó don Quijote en una aventura
anterior y de la que salió contando mil y un disparates).
—Sancho amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas,
echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones6; y
pues vos sabéis que sé yo que no hay ningunoVgénero de oficio destos de mayor cantía que no se
granjee con alguna suerte de cohecho7, cuál más, cuál menos, el que yo quiero llevar por este
gobierno es que vais8con vuestro señor don Quijote a dar cima y cabo a esta memorable aventura.
Que ahora volváis sobre Clavileño con la brevedad que su ligereza promete, ora la contraria fortuna
os traiga y vuelva a pie, hecho romero, de mesón en mesón y de venta en venta, siempre que
volviéredes hallaréis vuestra ínsula donde la dejáis, y a vuestros insulanos con el mesmo deseo de
recebiros por su gobernador que siempre han tenido, y mi voluntad será la mesma; y no pongáis duda
en esta verdad, señor Sancho, que sería hacer notorio agravio al deseo que de serviros tengo.
—No más, señor —dijo Sancho—: yo soy un pobre escudero, y no puedo llevar a cuestas tantas
cortesías; suba mi amo, tápenme estos ojos y encomiéndenme a Dios, y avísenme si cuando vamos
por esas altanerías podré encomendarme a Nuestro Señor o invocar los ángeles que me favorezcan9.
—Sancho, bien podéis encomendaros a Dios o a quien quisiéredes, que Malambruno, aunque es
encantador, es cristiano y hace sus encantamentos con mucha sagacidad y con mucho tiento, sin
meterse con nadie.
En esto, con unas estopas ligeras de encenderse y apagarse30, desde lejos, pendientes de una caña, les
calentaban los rostros. Sancho, que sintió el calor, dijo:
—Que me maten si no estamos ya en el lugar del fuego o bien cerca, porque una gran parte de mi
barba se me ha chamuscado, y estoy, señor, por descubrirme y ver en qué parte estamos.
—No hagas tal —respondió don Quijote— y acuérdate del verdadero cuento del licenciado
Torralba31, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire caballero en una caña, cerrados los
ojos, y en doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona, que es una calle de la ciudad, y vio
todo el fracaso32 y asalto y muerte de Borbón, y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid, donde
dio cuenta de todo lo que había visto; el cual asimismo dijo que cuando iba por el aire le mandó el
diablo que abriese los ojos, y los abrió y se vio tan cerca, a su parecer, del cuerno de la lunaXIX, que
la pudiera asir con la mano, y que no osó mirar a la tierra, por no desvanecerse. Así que, Sancho, no
hay para qué descubrirnos, que el que nos lleva a cargo, él dará cuenta de nosotros; y quizá vamos
tomando puntas y subiendo en alto, para dejarnos caer de una sobre el reino de Candaya, como hace
el sacre o neblí sobre la garza para cogerla por más que se remonte33; y aunque nos parece que no ha
media hora que nos partimos del jardín, créeme que debemos de haber hecho gran camino.
—No sé lo que es —respondió Sancho PanzaXX—: solo sé decir que si la señora Magallanes, o
Magalona34, se contentó destas ancasXXI, que no debía de ser muy tierna de carnes.
Todas estas pláticas de los dos valientes oían el duque y la duquesa y los del jardín, de que recibían
estraordinario contento; y queriendo dar remate a la estraña y bien fabricada aventura, por la cola de
Clavileño le pegaron fuego con unas estopas, y al punto, por estar el caballo lleno de cohetes
tronadores, voló por los aires con estraño ruido y dio con don Quijote y con Sancho Panza en el suelo
medio chamuscados.
En este tiempo ya se habían desparecido del jardín todo el barbado escuadrón de las dueñas, y la
Trifaldi y todo35, y losXXII del jardín quedaron como desmayados, tendidos por el suelo. Don Quijote
y Sancho se levantaron maltrechos y, mirando a todas partes, quedaron atónitos de verse en el mesmo
jardín de donde habían partido y de ver tendido por tierra tanto número de gente; y creció más su
admiración cuando a un lado del jardín vieron hincada una gran lanza en el suelo, y pendiente della y
de dos cordones de seda verde un pergamino liso y blanco, en el cual con grandes letras de oro estaba
escrito lo siguiente:
El ínclito caballero don Quijote de la Mancha feneció y acabó la aventura de la condesa Trifaldi, por
otro nombre llamada la dueña Dolorida, y compañía, con solo intentarla.
Malambruno se da por contento y satisfecho a toda su voluntad36, y las barbas de las dueñas ya
quedan lisas y mondas, y los reyes don Clavijo y Antonomasia, en su prístino estado. Y cuando se
cumpliere el escuderil vápulo, la blanca paloma se verá libre de los pestíferos girifaltes que la
persiguen y en brazos de su querido arrullador, que así está ordenado por el sabio Merlín,
protoencantador de los encantadores.
Habiendo, pues, don Quijote leído las letras del pergamino, claro entendió que del desencanto de
Dulcinea hablaban; y dando muchas gracias al cieloXXIII de que con tan poco peligro hubiese acabado
tan gran fecho, reduciendo a su pasada tez los rostros de las venerables dueñas, que ya no parecían,
se fue adonde el duque y la duquesa aúnXXIV no habían vuelto en sí, y trabando de la mano al duque
le dijo:
—¡Ea, buen señor, buen ánimo, buen ánimo, queXXV todo es nada! La aventura es ya acabada sin
daño de barras37, como lo muestra claro el escrito que en aquel padrón está puesto.
El duque, poco a poco y como quien de un pesado sueño recuerda38, fue volviendo en sí, y por el
mismo tenor la duquesa y todos los que por el jardín estaban caídos, con tales muestras de maravilla
y espanto, que casi se podían dar a entender haberles acontecido de veras lo que tan bienXXVI sabían
fingir de burlas. Leyó el duque el cartel con los ojos medio cerrados y luego con los brazos abiertos
fue a abrazar a don Quijote, diciéndole ser el más buen caballero que en ningún siglo se hubiese
visto.
Sancho andaba mirando por la Dolorida, por ver qué rostro tenía sin las barbas y si era tan hermosa
sin ellas como su gallarda disposición prometía; pero dijéronle que así como Clavileño bajó ardiendo
por los aires y dio en el suelo, todo el escuadrón de las dueñas, con la Trifaldi, había desaparecido y
que ya iban rapadas y sin cañones39. Preguntó la duquesa a Sancho que cómo le había ido en aquel
largo viaje. A lo cual Sancho respondió:
—Yo, señora, sentí que íbamos, según mi señor me dijo, volando por la región del fuego, y quise
descubrirme un poco los ojos, pero mi amo, a quien pedí licencia para descubrirme, no la
consintióXXVII; mas yo, que tengo no sé qué briznas de curioso y de desear saber lo que se me estorba
y impide, bonitamente40 y sin que nadie lo viese, por junto a las narices aparté tanto cuanto el
pañizuelo que me tapaba los ojos y por allí miré hacia la tierra, y parecióme que toda ella no era
mayor que un grano de mostaza, y los hombres que andaban sobre ella, poco mayores que
avellanas41: porque se vea cuán altos debíamos de ir entoncesXXVIII.
—Sancho amigo, mirad lo que decís, que, a lo que parece, vos no vistes la tierra, sino los hombres
que andaban sobre ella; y está claro que si la tierra os pareció como un grano de mostaza y cada
hombre como una avellana, un hombre solo había de cubrir toda la tierra.
—Así es verdad —respondió Sancho—, pero, con todo eso, la descubrí por un ladito y la vi toda.
—Mirad, Sancho —dijo la duquesa—, que por un ladito no se vee el todo de lo que se mira.
—Yo no sé esas miradas —replicó Sancho—: solo sé que será bien que vuestra señoría entienda que,
pues volábamos por encantamento, por encantamento podía yo ver toda la tierra y todos los hombres
por doquiera que los mirara; y si esto no se me cree, tampoco creerá vuestra merced cómo,
descubriéndome por junto a las cejas, me vi tan junto al cielo, que no había de mí a él palmo y
medio, y por lo que puedo jurar, señora mía, que es muy grande además. Y sucedió que íbamos por
parte donde están las siete cabrillas42, y en Dios y en mi ánima que como yo en mi niñez fui en mi
tierra cabrerizo, que así como las vi, me dio una gana de entretenerme con ellas un rato, que si no la
cumplieraXXIX me parece que reventara. Vengo, pues, y tomo ¿y qué hago43? Sin decir nada a nadie,
ni a mi señor tampoco, bonita y pasitamente me apeé de Clavileño44 y me entretuve con las cabrillas,
que son como unos alhelíes y como unas flores45, casi tres cuartos de hora, y Clavileño no se movió
de un lugar ni pasó adelante.
—Y en tanto que el buenXXX Sancho se entretenía con las cabras —preguntó el duque—, ¿en qué se
entretenía el señor don Quijote?
—Como todas estas cosas y estos tales sucesos van fuera del orden natural, no es mucho que Sancho
diga lo que dice. De mí sé decir que ni me descubrí por alto ni por bajo, ni vi el cielo ni la tierra, ni la
mar ni las arenas. Bien es verdad que sentí que pasaba por la región del aire y aun que tocaba a la del
fuego, pero que pasásemos de allí no lo puedo creer, pues estando la región del fuego entre el cielo
de la luna y la última región del aire, no podíamos llegar al cielo donde están las siete cabrillas que
Sancho dice sin abrasarnos46; y pues no nos asuramos47, o Sancho miente o Sancho sueña.
—Ni miento ni sueño —respondió Sancho—: si no, pregúntenme las señas de las tales cabras48, y
por ellas verán si digo verdad o no.
—Son —respondió Sancho— las dos verdes49, las dos encarnadas, las dos azules y la una de mezcla.
—Nueva manera de cabras es esa —dijo el duque—, y por esta nuestra región del suelo no se usan
tales colores, digo cabras de tales colores.
—Bien claro está eso —dijo Sancho—, sí, que diferencia ha de haber de las cabras del cielo a las del
suelo.
—Decidme, Sancho —preguntó el duque—: ¿vistes allá entreXXXI esas cabras algún cabrón?
—No, señor —respondió Sancho—, pero oí decir que ninguno pasaba de los cuernos de la luna50.
No quisieron preguntarle más de su viaje, porque les pareció que llevaba Sancho hilo de pasearse por
todos los cielos51 y dar nuevas de cuanto allá pasaba sin haberse movido del jardín.
En resolución, este fue el fin de la aventura de la dueña Dolorida, que dio que reír a los duques, no
solo aquel tiempo, sino el de toda su vida, y que contar a Sancho siglos, si los viviera. Y llegándose
don Quijote a Sancho, al oído le dijo:
—Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me
creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más.
1) ¿Por qué el bálsamo le ha entado mal a Sancho según don Quijote en el texto 1?
2) Como os he dicho y habéis podido comprobar en los textos, Cervantes despliega una
variedad increíble de recursos de humor? ¿Qué tipo de humor es el fundamental en el
texto 2? ¿Y en el 3? Justifica tus respuestas.
3) ¿En qué texto y en qué frases en concreto se observa la sanchificación de don Quijote y
la quijotización de Sancho? ¿Por qué?
4. Explica los temas de El Quijote que se pueden observar en los textos leídos, poniendo
ejemplos y relacionando.
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