Unidad 12 Definitivo1
Unidad 12 Definitivo1
Unidad 12 Definitivo1
Tal como se ha estudiado en la unidad 2 cuando hablamos del Estado nos referimos
a la población establecida en un territorio determinado, con el Poder para regir la convivencia
de ese grupo de individuos, sujetos a la autoridad de un Gobierno.
Así es que, el Estado por intermedio del Gobierno y en ejercicio del Poder
Constituido, establece el ordenamiento jurídico-positivo que garantiza el orden en la vida
social, con el fin de procurar el bien común y obtener el bienestar general.
Ahora bien, el Poder Constituyente derivado, es aquel que se ejerce para reformar
la constitución, en nuestro país fue ejercido en las sucesivas reformas que se llevaron a cabo
desde 1860 a 1994.
Por su parte, el conjunto de órganos que realizan la función administrativa del Estado
Nacional, es decir, aquellos que administran y gestionan las dependencias, organismo y entes
que integran el Poder Ejecutivo Nacional, conforman la Administración Pública Nacional.
https://mapadelestado.jefatura.gob.ar/organigramas/autoridadesapn.pdf
Siendo, en tal caso, el Gobierno el conjunto de órganos que ejercen el poder del
Estado a través de distintas funciones, ya sean legislativa, administrativa y judicial.
Así, las distintas funciones requieren para ser llevadas a cabo de la voluntad de
personas físicas que actúan por el Estado y cuyas voluntades son imputables a él, pero, en
definitiva, atribuidas al Estado como persona jurídica.
Dichas tareas realizadas por una persona humana, en nombre del Estado o al servicio
del Estado o de sus entidades, ya sea, temporal o permanente, remunerada u honoraria, en
cualquiera de sus niveles jerárquicos, comprende una Función Pública.
Ahora bien, conforman los derechos del empleado público: la retribución o sueldo
por los servicios que el agente realiza, el derecho a la carrera que comprende el nivel
escalafonario alcanzado, el ascenso y la jubilación, el descanso que contempla las vacaciones
generales y obligatorias, así como las licencias, la renuncia, la participación en las ganancias
y la estabilidad en el cargo o empleo.
https://www.gordillo.com/pdf_tomo9/libroi/capitulo3.pdf
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/554/texact.htm
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=60458
https://www.cij.gov.ar/nota-3764-La-Corte-Suprema-consagra-la-estabilidad-laboral-para-
empleados-p-blicos-contratados.html
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=60847
La actividad de tipo administrativo que realizan los poderes judicial y legislativo se rige en
un todo por el régimen jurídico propio de la misma actividad administrativa, no
correspondiendo en principio aplicarle el régimen jurídico de la función jurisdiccional ni de
la función legislativa, aunque de esos poderes se trata.
10.1. Tratándose del Poder Legislativo, observamos que cuando las cámaras nombran y
remueven a su personal; cuando otorgan una concesión para los servicios de confitería,
etcétera, del Congreso; cuando organizan y administran la Imprenta del Congreso, la
Biblioteca del Congreso, etc.; cuando contratan con empresas la construcción o refacción de
las obras del palacio legislativo; cuando compran materiales, libros, etc., en todos estos casos
y muchos más el Poder Legislativo se encuentra realizando una función típicamente
administrativa, que además se rige por el régimen jurídico propio de la función
administrativa. Simbólicamente representado: PL = FA.
10.2. El Poder Judicial, al igual que el Legislativo, realiza una enorme cantidad de funciones
de tipo administrativo: Nombramientos, dirección y remoción de su personal; suministros de
papel, libros, máquinas, muebles, etc.; construcción de obras; edición de fallos; alquiler o
compra de edificios para los juzgados, etc., todo ello constituye ejercicio de la función
administrativa regido también por el régimen jurídico propio de la misma. En consecuencia:
PJ = FA
10.4. El concepto de función administrativa es así el más indefinido de todos, pues no tiene,
a diferencia de las demás funciones, un contenido único. En efecto, la función administrativa,
desde el punto de vista de su contenido, puede consistir tanto en el dictado de normas
jurídicas generales, como en la decisión de controversias entre partes, como, y he aquí lo más
frecuente, en la actuación material en los casos concretos que se le presentan. A diferencia
de las otras funciones, que no sólo tienen un contenido preciso y único (supra, nº 6 y 7), sino
que también son realizadas sólo por los órganos específicamente creados por la Constitución
al efecto, la función administrativa no está sólo a cargo de la administración: También la
realizan en cierta medida los otros poderes; y este desempeño de la función administrativa
por parte de los otros poderes del Estado, se efectúa bajo el mismo régimen jurídico de la
función administrativa: Es decir, no ocurre aquí lo mismo que en los casos anteriores, en los
cuales los otros poderes realizaban alguna actividad semejante a las de uno, pero esa actividad
no tenía su régimen jurídico y no podía, por ende, ser considerada como parte de la misma
función. La actividad de tipo administrativo que realizan los poderes judicial y legislativo se
rige, repetimos, por el régimen jurídico de la actividad administrativa y no procede aplicarle
el régimen jurídico de la función jurisdiccional ni de la función legislativa, salvo en las
posibles excepciones que comentamos en el punto 22.1.
11. Resumen de las funciones del Estado. Diremos así que la función administrativa es: a)
En primer lugar, toda la actividad que realizan los órganos administrativos; b) en segundo
lugar, toda la actividad que realiza el órgano legislativo, excluida la función legislativa (en
sentido material y orgánico) que le es propia; c) en tercer lugar, toda la actividad que realizan
los órganos judiciales, excluida la función jurisdiccional (en sentido material y orgánico) que
específicamente realizan. O sea, que es “toda la actividad que realizan los órganos
administrativos, y la actividad que realizan los órganos legislativos y jurisdiccionales,
excluidos, respectivamente, los hechos y actos materialmente legislativos y jurisdiccionales.”
Por razones de simplificación no incluimos en el concepto el caso de las funciones
administrativas excepcionalmente realizadas por instituciones no estatales.
NORMATIVA VIGENTE
La responsabilidad del Estado y sus funcionarios constituye uno de los pilares del Estado de
Derecho. -
El régimen de la responsabilidad por daños entre particulares no se aplica a los que causa el
Estado y sus funcionarios. La regulación de estos daños debe efectuarse por el derecho
administrativo, nacional o provincial, según corresponda (arts. 1764 a 1766). -
Por eso, junto con la aprobación del CCyC, se dictó la Ley 26.944; primera legislación de
derecho administrativo que establece el régimen general de la responsabilidad del Estado y
de sus funcionarios. Antes de ella, se aplicaban criterios jurisprudenciales desarrollados por
la Corte Suprema con fundamento en la Constitución Nacional y el Código Civil. -
Están sujetos al régimen de la LRE los daños que causados por cualquier órgano estatal del
Estado Nacional derivados de sus comportamientos activos y omisivos. Como se desprende
del texto de la LRE. - Solo quedan alcanzados por sus disposiciones los casos de
responsabilidad patrimonial generados por autoridades nacionales. –
A. Fundamento de imputación
El art. 1 de la Ley 26.994 establece que la responsabilidad del Estado es «directa y objetiva»,
fundada en la idea de «falta de servicio».
Este apartado trata básicamente del art. 3 de la nueva ley. Se requiere, un «daño cierto
debidamente acreditado por quien lo invoca y mensurable en dinero» (art. 3, inc. a). La
exigencia de «debida acreditación», tiene por objeto evitar el uso de presunciones en la
cuantificación. Cuando el daño se produce por actividad estatal legítima, no se resarce el
daño «futuro». La norma exige que la actividad u omisión sea «imputable» materialmente
a la Administración (art. 3, inc. b) como la relación de causalidad adecuada entre el daño
y dicha actividad u omisión (art. 3, inc. c). Cuando el daño «se produce por omisión», se
exige que exista un deber expreso y determinado que haya sido inobservado por parte de la
Administración. Esto último significa que la responsabilidad estatal por omisión ilegítima se
atiene a criterios de antijuridicidad formal. Con esto, seguramente, se pretende evitar hacer
responder al Estado por la «invención» de deberes jurídicos no expresos a su cargo luego de
operado un daño. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha ido precisando los «límites»
de la responsabilidad del Estado por omisiones ilegítimas. -
Nos referimos al art.4, que se dedica a regular los presupuestos de la responsabilidad del
Estado por actividad legítima, entendiéndose por tal toda aquella que «supone que el
respectivo acto (acto administrativo, reglamento o ley) no adolece de algún vicio o defecto
por cuanto ha sido emitido de conformidad con todos los requisitos formales y sustanciales
impuestos por el ordenamiento jurídico» Dicha responsabilidad requiere de un «daño
cierto y actual, debidamente mensurable en dinero» (inc. a). Como observamos, en este
caso se exige expresamente que el «daño sea actual». La relación de causalidad entre la
actividad legítima y el daño ha de ser «directa, inmediata, y exclusiva» (inc. b).-
Asimismo, se requiere la ausencia de un deber jurídico de soportar el daño (inc. c).
Finalmente, llegamos a uno de los requisitos claves para poder considerar la configuración
dela responsabilidad del Estado por actividad legítima, esto es, «sacrificio especial en la
persona dañada, diferenciado del que sufre el resto de la comunidad, configurado por
la afectación de un derecho adquirido» (inc. e). Decimos que este aspecto resulta nuclear,
por cuanto la “desigualdad frente a las cargas públicas» es el más importante fundamento de
responsabilidad por actividad legítima, tal como sostuviera la Corte en «Galanti» (CSJN,
22/12/1987, «Galanti, Carlos A. c/ Municipalidad de Buenos Aires», Fallos:310:2824) y
«Azzetti» (CSJN, 10/12/1998, «Azzetti, Eduardo N. c/ Estado Mayor Gral. del Ejército»,
EDJ10640). En efecto, la igualdad es la base de las cargas públicas (art.16 de la CN) y sobre
tal premisa puede mejor construirse la doctrina de la responsabilidad del Estado por actividad
legítima. - No se indemnizan «intereses legítimos» afectados por la actividad legítima del
Estado; la norma exige expresamente en este supuesto la afectación de un derecho subjetivo
«adquirido».
Así se desprende del art. 10, el cual dispone: “La responsabilidad contractual del Estado
se rige por lo dispuesto en las normas específicas. En caso de ausencia de regulación, se
aplica esta ley en forma supletoria. Las disposiciones de la presente ley no serán aplicadas
al Estado en su carácter de empleador. -
Para que proceda la responsabilidad contractual del Estado deben concurrir los requisitos
establecidos en los arts. 3° y 4° LRE atinentes al daño resarcible, la imputabilidad material,
la causalidad y el factor de atribución.
4. El alcance de la indemnización
Establece el art. 2 de la norma analizada que el Estado no responde por caso fortuito o
fuerza mayor; tampoco cuando el daño se vincula causalmente al hecho de la víctima o
de un tercero por quien no se debe responder. Se trata de causales «exonerativas»
comunes en el ámbito de la responsabilidad objetiva o con factor de atribución objetivo. -
6. El término de prescripción
En otro orden de ideas, se ha establecido que las acciones de regreso contra los
funcionarios y agentes responsables por los daños y perjuicios ocasionados a particulares
también prescriben a los tres años -art. 9-. -
7. El daño punitivo
Es sabido que la distinción entre funcionarios y empleados, desde una perspectiva jurídica,
no tiene entidad suficiente, siendo todos agentes públicos. Sin embargo, se mantiene la
distinción en razón de situaciones escalafonarias, estatutarias, decisionales y ejecutivas, entre
funcionarios y empleados públicos. Estas situaciones implican una mayor responsabilidad
para el agente, en tanto sea mayor su competencia para tomar decisiones.
En virtud del precepto constitucional que instituye un régimen de protección del orden
constitucional, del sistema democrático y del patrimonio público (Art. 36 C.N.).
El dominio público representa uno de los institutos más antiguos, no sólo de nuestro
Derecho administrativo sino también del Derecho en general.
Dominio Público
Concepto
La regulación de los bienes la encontramos tanto en el ya viejo Código Civil Argentino como
en el nuevo Código Civil y Comercial. En ambos cuerpos, se distingue qué bienes se
consideran del dominio público del Estado, cuáles de su dominio privado y también los
pertenecientes a particulares.
Se trata de: "un conjunto de cosas afectadas al uso directo de la colectividad, referidas
a una entidad administrativa de base territorial y que no son susceptibles de apropiación
privada".
La nota distintiva recae sobre el destino al uso público en forma directa. Marienhoff lo
caracteriza como aquella "masa o conjunto de bienes que, debido a los fines que tiende a
satisfacer, está sometido a un régimen jurídico especial de derecho público".
Entonces, puede establecerse que: "el dominio público es el ejercicio del derecho de
todos y para todos, representa algo más que el ejercicio de un derecho particular, por eso el
régimen y el sistema normativo deben ser distintos al de propiedad particular. Citando a
Fiorini, los bienes estatales se miden por sus fines, no por su valor económico. Lo primero
distingue siempre a la función administrativa, y el segundo es privativo e inherente a todos
los bienes de los privados. El régimen de los bienes del dominio público es exclusivamente
administrativo; tienen destino para el uso y utilidad pública, por eso son bienes públicos."
Elementos
En segundo lugar se explica el elemento objetivo, que responde a cuáles son los bienes
del dominio público. Por principio pueden integrar el dominio púbico cualquier tipo de cosas
o de bienes.
En dicha senda el nuevo Código Civil y Comercial, artículo 235, regula a los inmuebles
por accesión, tratados en el Código original en el art. 2315. La regulación no varía y se respeta
en líneas generales el texto anterior pero se incluye una aclaración inexistente en el viejo
texto: que en este caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto
de un derecho separado sin la voluntad del propietario.
Como surge de la norma citada, se incorporan como bienes del dominio público objetos
inmateriales, como en el inciso e, referente al espacio aéreo. Esta enumeración no es óbice
para que el Estado (en sus distintos modos de organización federal) pueda ser titular vg. de
derechos intelectuales o servidumbres.
En tercer lugar hallamos como elemento constitutivo del dominio público, el elemento
normativo, que nos indica a través de qué normas están incorporados los bienes al dominio
público, cuando esto resulte necesario.
Y por último, se presenta el elemento teleológico, que determina a qué fin están
destinados los bienes del dominio público.
Elemento que encontramos receptado de manera expresa en el artículo 235, inciso f (antiguo
2340, inciso 7).
Caracteres Fundamentales
También se los declara inembargables, ya que no pueden ser atacados por los
acreedores, dado que estos cuentan con los bienes del dominio privado del Estado como
garantía universal de sus créditos.
Los bienes del dominio privado del Estado, a diferencia de los que corresponden al
dominio público, conforman un verdadero y auténtico derecho real de dominio, con todas las
potestades y las consecuencias que de él dimanan, salvo en cuanto a que si están afectados a
un servicio público no son embargables (conf. art. 243 del Código).
SERVIDUMBRES ADMINISTRATIVAS
La dinámica propia del interés público, determinó la proliferación de una gran variedad
de servidumbres administrativas en nuestro ordenamiento jurídico. Debido a ello, esta
tipología de servidumbres fueron (y son) concebidas como una herramienta indispensable
para el desarrollo de servicios públicos (acueductos, electroductos, gasoductos, transporte
ferroviario) y de actividades económicas estratégicas (oleoductos, actividades mineras), o
para el cumplimiento de funciones esenciales del Estado (seguridad de fronteras, y demás).
Las servidumbres administrativas pueden ser creadas o impuestas tanto por la Nación
como por las provincias. Ello depende de la ubicación del respectivo bien y de la finalidad a
que responda la servidumbre, de acuerdo a la distribución de competencias establecidas en
la Constitución Nacional, confrontadas a su vez, con el carácter preponderantemente local de
las regulaciones del derecho administrativo.
Servidumbre de electroducto
La energía eléctrica, cuyo transporte y distribución han sido calificados como servicios
públicos (conf. artículo 3, ley 15.336; artículo 1, ley 24.065; artículo 2, ley 11.769 pcia. de
Bs. As.), constituye un elemento indispensable para posibilitar el desarrollo y sostenimiento
de la sociedad, de la familia, y de los individuos que integran una comunidad determinada.
Servidumbre de gasoducto
La servidumbre administrativa de gasoducto puede ser definida como el derecho real
administrativo, por el cual el propietario de un inmueble particular o del dominio privado del
Estado nacional, provincial o municipal se ve obligado a soportar en su propiedad el paso de
un gasoducto o sus instalaciones complementarias, en virtud de la prestación del Servicio
Público de Gas, y a respetar las restricciones al dominio que dichas instalaciones implican y
que surgen de la reglamentación.
Servidumbre de oleoducto
Este tipo de servidumbre tiene como objetivo contribuir con la expansión y el desarrollo
referido a la a exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización de
hidrocarburos.
Servidumbre minera
Se encuentra regulada en los artículos 146 y ss. del Código de Minería y constituye una
de las principales prerrogativas con las que cuentan los actores de la industria minera para el
desarrollo de sus actividades.
Servidumbre de acueducto
El agua, en su carácter de bien colectivo, se erige como un elemento indispensable e
insustituible para la propia existencia de la vida humana. Constituye un “bien colectivo”, y
por la significancia que posee, se ha comenzado a reconocer el llamado “derecho humano al
agua potable”.
RESTRICCIONES ADMINISTRATIVAS
Las restricciones administrativas, en cuanto a su naturaleza, no son otra cosa que
condiciones legales del ejercicio del derecho de propiedad.
Se dice que es meramente una tolerancia que el propietario debe soportar, que no existe
un sacrificio particular o especial del propietario sino que esa restricción es general, es decir,
que todos los propietarios la sufren en igual medida.
Por ejemplo: la colocación en mi casa de una caja de central de teléfono que va a servir
para toda la manzana.
Por otro lado, las restricciones si bien son ilimitadas, no restringen el uso y goce de la
propiedad, por lo que NO afectan la plenitud del derecho, no siendo entonces indemnizables.
Con ese ejemplo, podemos entonces dejar asentada otra característica de las
restricciones, por cuanto suelen contener obligaciones de hacer o de no hacer.
Además, son ejecutorias, es decir, que la administración puede hacerlas cumplir, si es
necesario, por el auxilio de la fuerza pública. Ejemplo: si me excedo en la altura de
construcción, se puede ordenar su demolición.
Sin duda que la consagración de la ciudad de Buenos Aires en 1880 como capital de la
República Argentina significó para la historia de la propia ciudad –y también del país-, un
cambio sustancial. En estrecha relación con “el nuevo clima de ideas” y con la asunción de
Julio A. Roca, la convicción que la elite dirigente compartía respecto de la necesidad de
acompañar el proceso de modernización con la conformación de un mundo material que
corporizara el proyecto del nuevo estado-nación, pasó a una instancia inédita de realización.
A partir de allí, la principal tensión estaría centrada en la representación de la condición
republicana como carácter particular de la “nueva” Buenos Aires.
Una Buenos Aires que dedicará todavía varios años más a delimitarse (hasta 1887), a
autodefinirse en función de su nuevo rol: ser la sede de las “autoridades que ejercen el
Gobierno federal”, ser la capital de la República. La “cuestión capital”, constituyó también
un polo de debate en torno al cual se intersectaron múltiples cuestiones vinculadas a los
procesos de modernización, de organización nacional y de conformación material. Proyectos,
ensayos y sueños se entremezclaron con los imperativos concretos que dictaban las tomas de
decisiones inmediatas y coyunturales.
Dentro de ese largo período –que cerraría en una primera etapa a fines de la década de
1880 con la federalización de Buenos Aires- en el contexto de las capitales provisorias, tenían
lugar los debates y propuestas respecto de las características, ubicación y necesidad de una
capital.
“Las autoridades que ejercen el Gobierno federal residen en la ciudad que se declare
Capital de la República por una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más
legislaturas provinciales, del territorio que haya de federalizarse”. Constitución de la Nación
Argentina. Artículo 3º. 1853
“La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades
propias de legislación y jurisdicción y su jefe de gobierno será elegido directamente por el
pueblo de la ciudad. Una ley garantizará los intereses del Estado nacional, mientras la ciudad
de Buenos Aires sea Capital de la Nación”. Constitución de la Nación Argentina. Artículo
129. 1994
Ley 1029
Art. 8° Esta ley solo regirá una vez que la Legislatura de Buenos Aires haya hecho la
cesión competente, prestando conformidad á sus cláusulas, con arreglo á lo dispuesto en el
artículo 3° de la Constitución Nacional.
INTERVENCIÓN FEDERAL
Concepto
La intervención federal se encuentra expresamente prevista en nuestra Constitución
Nacional en el artículo 6° donde establece que:
Art. 6.- "El Gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir
la forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus
autoridades constituidas para sostenerlas o reestablecerlas, si hubiesen sido depuestas por la
sedición, o por invasión de otra provincia”.
Ahora bien, las provincias son las unidades políticas que, con calidad de estados,
integran nuestra federación. No son soberanas, pero sí son autónomas.
Bidart Campos refiere que nuestra constitución prevé la garantía federal. Ella significa
que el estado federal asegura, protege y vigila la integridad, la autonomía y la subsistencia
de las provincias dentro de la unidad coherente de la federación a la que pertenecen. La propia
intervención federal es el recurso extremo y el remedio tal vez más duro que se depara como
garantía federal. Sagués la define como garantía de funcionalidad del sistema político.
Sin perjuicio de las críticas que refiere del uso del instituto, Ekmekdjian sostiene que
el art. 5 de la Constitución nacional, en su párrafo final, establece que bajo de estas
condiciones, el gobierno federal garante a cada provincia el goce y ejercicio de sus
instituciones. Esta "garantía federal", tiende a preservar las autonomías provinciales ante el
ataque de particulares, de otras provincias o de potencias extranjeras. En tales casos, el
gobierno federal debe acudir en auxilio de las autoridades provinciales afectadas.
Historia
Para poder entender más acabadamente el origen del instituto, debemos necesariamente
remitirnos a la historia.
Estas discusiones prosiguieron durante largo tiempo. Lo cierto es que bajo el pretexto
de subsanar confusiones y proteger las autonomías provinciales se introdujo una nueva
especie de intervención, que es la llamada "represiva", utilizada muy frecuentemente como
arma política de los gobiernos centrales para avasallar las autonomías provinciales.
El desarrollo histórico anterior nos sirve de pie para comenzar a analizar uno de los
puntos neurálgicos en el tema de la intervención federal, que son sus causales.
Tal como ha quedado redactada, de la lectura del artículo 6° de la Constitución se
desprenden cuatro causas por las cuales puede ser intervenida una provincia. Dos de ellas a
solicitud de los entes locales a efectos de sostener o restablecer las autoridades constituidas
y dos de ellas destinadas a reconstituir o restaurar la forma republicana de gobierno.
Para Gelli, la ley que dispone la intervención federal debe indicar precisa y
concretamente la causa de ella, no pudiendo suplirla con declaraciones genéricas como
"garantizar la forma republicana de gobierno" u otras similares, que pueden encubrir
situaciones violatorias de la télesis constitucional.
Vacío de poder: Cuando uno de los poderes del estado provincial no puede funcionar.
Así fue el caso en 1925 en La Rioja donde la legislatura no funcionaba desde 1923 por falta
de quórum y no se convocaba elección para elegir sus componentes.
d) Invasión de otra provincia: Comprende el caso de invasión de una provincia por otra
(que sería un caso de guerra civil) o invasión de una provincia desde otra por grupos
irregulares.
Bajo diferentes nombres, los autores definen las clases de intervención. Sin embargo,
están de acuerdo que esta intervención federal en las provincias debe cumplir con alguno de
estos dos roles:
* La intervención-auxilio, para los supuestos de que una provincia sufra alguno de los
actos dañosos mencionados por el art. 6° de la Const. Nacional.
* La intervención-castigo, o sancionadora: cuando una provincia incumple las
obligaciones constitucionales derivadas del art. 5°, Orihuela -siguiendo a Ekmekdjian-,
llamará "Protectora" a la primera y agrega que en ella no se interfiere con las autoridades
de la provincia, sino que sólo se auxilia militarmente o se rechaza la invasión exterior.
Asimismo, denominara "Represiva" a la segunda y aclara que en este caso sí se sustituyen
las autoridades, total o parcialmente.
Al clasificarla de este modo, según cada situación, el autor permite vislumbrar que la
intervención que dispone el gobierno federal por su propia iniciativa puede ser, a la vez, una
facultad y una obligación. Así como también puede operar como sancionatoria o como
restauradora.
Remarca, además, que en cualesquiera de los supuestos posibles, el art. 6° fija las
condiciones y causales para la intervención, el gobierno federal no puede ni debe actuar
discrecionalmente. Si se evade el marco del citado arto 6° es fácil sostener que se incurre en
inconstitucionalidad.
Órgano competente
Así, en el caso "Orfila" la Corte Suprema se pronunció en el sentido que dicho poder
estaba conferido implícitamente en el Congreso. Sin embargo, existen muchos casos donde
la intervención se produjo mediante decretos del poder ejecutivo.
En los casos "Rossi Cibils" y "Romero Feris", de 1992; se cuestionó la validez del
decreto que dispuso ampliar al Poder Judicial de la Provincia de Corrientes la intervención
federal que ya regía para el Ejecutivo local. Se argumentó que, estando reunido el Congreso,
no correspondía al Ejecutivo Nacional dictar semejante medida. Lamentablemente, la falta
de independencia de la Corte Suprema en esos tiempos, llevó a que se convalidara lo actuado
mediante la doctrina de las cuestiones políticas no justiciables y con interpretaciones
alambicadas de las normas constitucionales.
Sin embargo, se autoriza al poder ejecutivo a decretarla durante el receso del Congreso,
pudiendo éste aprobarla o revocarla. Sin embargo, no se previó la tercera alternativa (al igual
que en el estado de sitio) que es la que se produce con más frecuencia: el silencio del
Congreso.
A su vez el art. 99, inc. 20, prescribió que si el Poder Ejecutivo decreta una intervención
durante el receso del órgano legislativo lo debe convocar simultáneamente para dicho
tratamiento.
Efectos de la intervención:
Cabe hacer una distinción, que puede parecer semántica, pero no lo es tanto. El art. 6°
de la Constitución habla que el Gobierno federal interviene "en el territorio de las provincias"
y no "a las provincias".
Lo que delata el artículo es que, si se interviene "en" el territorio de la provincia, esa
intervención puede ser parcial desde lo geográfico, es decir que no necesariamente debe
cubrir todo el territorio provincial.
Así, sostiene una parte de la doctrina que no debería intervenirse el poder judicial local,
sin embargo del texto constitucional no surge tal prohibición. Si la ley de intervención
contempla la caducidad del poder judicial, el interventor puede designar reemplazantes para
evitar la paralización del servicio de justicia, pero deben ponerse en funcionamiento lo antes
posible los mecanismos previstos por la constitución local para el nombramiento de los
magistrados.
Así se ha dicho que "los actos de los interventores federales en una provincia no pierden
su carácter local en razón del origen de la investidura de dichos funcionarios (208:497;
263:539; 270:346 y 410; 300:615, entre otros), aún cuando éstos sean representantes directos
del Gobierno Nacional, respecto del cual asumen la condición de agentes (Fallos: 323:711 y
sus citas), es decir que no son funcionarios de las provincias, pues sustituyen a las autoridades
locales y ejercen las facultades que la Constitución Nacional, la provincial y las leyes
respectivas les reconocen”.
El alcance de esta intervención, depende de la ley que la decreta. En general, las leyes
no especifican -como debieran- los límites de esas facultades y recurren a formulas genéricas
como "restablecer el orden público", "restablecer la forma republicana de gobierno",
"reorganizar el Poder Legislativo", etc.
La extensión de las atribuciones del interventor depende del acto que declara la
intervención. Si se interviene el Poder Ejecutivo provincial, el interventor hace las veces de
Gobernador; si se interviene el poder legislativo provincial, el interventor reemplaza a la
legislatura, pudiendo dictar decretos-leyes. Si se intervienen el poder judicial, el interventor
puede remover los jueces actuales (pierden su inamovilidad) y designar otros, pero no puede
ejercer funciones judiciales por sí mismo.
No pueden asumir facultades delegadas por las provincias en el gobierno federal. Los
actos del interventor dentro del marco legal de la intervención y en uso de las atribuciones
provinciales obligan a las provincias. Sin embargo, la responsabilidad por excesos del
interventor o incumplimiento de la constitución y las leyes locales no pueden adjudicarse a
las provincias ni se resuelve afectando el patrimonio de los entes locales.
En ese sentido, se recuerda que las provincias crean sus propios derechos y eligen a sus
autoridades.
Asimismo, una de las consecuencias de la autonomía es que el Estado Federal no anula
ni deroga las leyes locales, dicha autonomía es irrenunciable por cuanto una provincia no
puede ser federalizada ni contando con su consentimiento, debiendo seguir los principios de
republicanismo y democracia promulgados por la Carta Magna.
En el presente, corresponde analizarse el contenido del Decreto Ley 6768/58, con las
modificaciones introducidas por los Decretos-Leyes: 7.443/68, 8.613/76, 8.752/77, 8.851/77,
9.094/78, 9.117/78, 9.289/79, 9.443/79, 9.448/79, 9.926/83, 9.950/83 y 10.100/83 y las
Leyes: 5.887, 5.988, 6.266, 6.896, 10.140, 10.164, 10.251, 10.260, 10.377, 10.706, 10.716,
10.766, 10.857, 10.936, 11.024, 11.092, 11.134, 11.239, 11.240, 11.300, 11.582, 11.664,
11.690, 11.741, 11.757, 11.838, 11.866, 12.076, 12.120,12.288 y 12.396.
Así, me permito citar el artículo 1 de dicha norma, que reza: Art. 1. La Administración
local de los Partidos que forman la Provincia estará a cargo de una Municipalidad compuesta
de un Departamento Ejecutivo, desempeñado por un ciudadano con el título de Intendente y
un Departamento Deliberativo, desempeñado por ciudadanos con el título de Concejal.
Además de los órganos mencionados en el primer artículo, cada partido tiene además
un órgano encargado de la administración de los servicios educativos (con exclusión de los
aspectos técnicos pedagógicos) denominado Consejo Escolar, compuesto por un número
variable de consejeros escolares (entre 4 y 10, dependiendo de la cantidad de servicios
educativos existentes en el distrito).
Por su parte, los intendentes, el concejo deliberante y el consejo escolar son elegidos
por voto popular, por períodos de cuatro años con una sola reelección inmediata, mientras
que los órganos colegiados se renuevan por mitades cada dos años.
ARTICULO 2°.- La Ciudad de Buenos Aires se denomina de este modo o como Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
ARTICULO 3°.- Mientras la Ciudad de Buenos Aires sea Capital de la República, su
Gobierno coopera con las autoridades federales que residen en su territorio para el pleno
ejercicio de sus poderes y funciones.
Este régimen de autonomía fue precisado en sus características por la Ley Nacional Nº
24.588 y la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires de 1996 que, de acuerdo a lo ordenado
por la Constitución Nacional, estableció un régimen republicano, con los tres poderes
clásicos: uno Ejecutivo; uno Legislativo; y uno Judicial -integrado por el Consejo de la
Magistratura, el Ministerio Público y demás Tribunales de la Ciudad- y, finalmente,
las Comunas que son unidades de descentralización administrativa que reemplazan, desde
2005, a los Centros de Gestión y Participación Comunal.
El Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires está representado por los Juzgados,
Cámaras y Ministerio Público. Tienen a su cargo la administración de justicia en la Ciudad.
• Hacienda
• Justicia y Seguridad
• Salud
• Educación
• Desarrollo Urbano y Transporte
• Cultura
• Desarrollo Humano y Hábitat
• Ambiente y Espacio Público
• Modernización, Innovación y Tecnología
• Gobierno
• Del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dependen además tres
Secretarías:
• Secretaría General y Relaciones Internacionales
• Secretaría Legal y Técnica
• Secretaría de Medios
• Y dos Subsecretarías:
• Subsecretaría de Comunicación Social
• Subsecretaría de Contenidos
Todas ellas no tienen el mismo rango jerárquico, ya que la Secretaría General tiene
rango ministerial. Esta estructura jerárquica se encuentra vigente desde el 10 de diciembre
de 2011 y fue aprobada por la Ley Nº 4013 1 derogando a la que Ley Nº 25062 , que
estableció la estructura jerárquica del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante el
primer mandato de Mauricio Macri el frente del Poder Ejecutivo. Dicho cuerpo normativo
determinó la existencia de 9 Ministerios y 3 Secretarías. Existe en la ciudad un intento de
descentralización de tareas, materializado en 15 Centros de Gestión y Participación
Comunales (CGPC). Este esquema fue reemplazado en 2007, en virtud de la aprobación de
la Ley 1.777, por el sistema de Comunas.
Régimen Comunal
La Ley Orgánica de las Comunas reglamentada en septiembre de 2005 por Ley Nº 1777
formula en el título sexto que en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la
democracia tenga carácter participativo. Dentro de ese lineamiento se propone
la descentralización del poder a través de la creación de las comunas y de la sanción de un
presupuesto participativo, con el objetivo de crear unidades administrativas más pequeñas
con gobiernos autónomos que puedan atender eficazmente la problemática vecinal.
Ella importa una relación entre el poder y el territorio, en cuanto el poder se descentraliza
políticamente con base territorial.
Porque las provincias son autónomas (se dan sus propias leyes) y autocéfalas (eligen
sus propios gobernantes sin intervención del gobierno federal).-
Porque conservan todo el poder no delegado al gobierno nacional a través de la
Constitución Nacional (conf. Art. 121).-
Por la existencia de facultades concurrentes (como los impuestos indirectos internos
y las que surgen del Art. 125 en concordancia con el 75 inc. 18).-
Las provincias son las unidades políticas que componen nuestra federación.
Dentro de esta estructura de estado federal, es que encontramos tres relaciones típicas:
1. Coordinación. -
La relación de coordinación delimita las competencias propias del estado federal y de las
provincias. Se trata de distribuir o repartir las competencias que caen en el área del gobierno
federal y de los gobiernos locales.
Como ya hemos dicho previamente, nuestra Constitución Nacional adopta el primer sistema,
conforme el texto de su Art. 121:
"Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al gobierno
federal, y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales al tiempo de su
incorporación".
La Corte ha dicho que las provincias tienen todos los poderes que poseían antes de dictarse
la Constitución, a menos que una disposición de ésta, restrinja o prohíba su ejercicio (Caso
“Yateman”, F. 15: 17)
a) Debemos dejar aclarado que las competencias exclusivas del estado federal no requieren
estar taxativa ni expresamente establecidas a su favor en la constitución, porque las hay
implícitas. Dentro de estas competencias implícitas, hay un tipo especialmente contemplado
por la constitución que es el de los llamados “poderes implícitos del congreso”, reconocidos
en el art. 75 inc. 32.
b) Entre las competencias exclusivas de las provincias, cabe incluir: dictar la constitución
provincial, establecer impuestos directos, dictar sus leyes procesales, asegurar su régimen
municipal y su educación primaria, etc. Esta masa de competencias se encuentra latente en
la reserva del art. 121, y en la autonomía consagrada por los arts. 122 y 123, con el
añadido del nuevo art. 124.
c) Entre las competencias concurrentes, o sea, las que pertenecen en común al estado
federal y a las provincias, se hallan: los impuestos indirectos internos, y las que surgen del
art. 125 concordado con el 75 inc. 18, más las del art. 41 y el art. 75 inc. 17.
d) Hay competencias excepcionales del estado federal, es decir, las que en principio y
habitualmente son provinciales, pero alguna vez y con determinados recaudos entran en la
órbita federal. Así, el establecimiento de impuestos directos por el congreso, cuando la
defensa, seguridad común y bien general lo exigen, y por tiempo determinado (art. 75 inc.
2º). Hay competencias excepcionales de las provincias en iguales condiciones. Así, dictar
los códigos de fondo o de derecho común hasta tanto los dicte el congreso (art. 126), y armar
buques de guerra o levantar ejércitos en caso de invasión exterior o de un peligro tan
inminente que no admita dilación, dando luego cuenta al gobierno federal (art. 126).
e) Hay también facultades compartidas por el estado federal y las provincias, que no deben
confundirse con las “concurrentes”, porque las “compartidas” reclaman para su ejercicio una
doble decisión integratoria: del estado federal y de cada provincia participante (una o varias).
Por ej.: la fijación de la capital federal, la creación de nuevas provincias (arts. 3º y 13),
etcétera.
En el derecho constitucional material se ha observado una marcada inflación de las
competencias federales, a veces en desmedro del reparto que efectúa la constitución formal.
Hay pues, en este punto, una mutación que, cuando implica violarla, es inconstitucional.
2. Participación. -
Cabe también incluir, con un sentido amplio de la relación de participación, todo lo que el
llamado federalismo concertado presupone en materia de negociación, cooperación,
coordinación, y lealtad federal (ver nos. 64 y 65).
3. Subordinación. –
Ya se ha dicho al comenzar el tema de Regímenes Provinciales, que las provincias son las
unidades políticas que componen nuestra federación. Con el nombre de provincias nuestra
historia constitucional y nuestro derecho constitucional designan a los estados miembros del
estado federal. Las provincias no son soberanas, pero son autónomas. Que no son soberanas
se desprende de los arts. 5º y 31; que son autónomas se desprende de los arts. 5º, 122 y
123.
El título primero de esta segunda parte se encabeza con el nombre de “Gobierno Federal” y
abarca del art. 44 al art. 120. El título segundo se encabeza con el nombre de “Gobiernos de
Provincia”, y abarca del art. 121 al art. 129. Es en este sector donde el constituyente de 1994
ha incluido el nuevo régimen autonómico de la ciudad de Buenos Aires, la que, si bien no
tiene categoría igual a la de las provincias, tampoco es un municipio común ni un territorio
íntegramente federalizado. Del precedente diagrama divisorio y de las denominaciones
empleadas surge claramente que para nuestra constitución son “Autoridades de la Nación”
tanto las que componen el gobierno federal como las que integran los gobiernos de provincia,
y el gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires. No obstante, dada la autonomía de las
provincias, la propia constitución se encarga de no inmiscuirse en la organización de los
gobiernos locales.
No obstante, la autonomía de las provincias, y la que surge del art. 129 para la ciudad de
Buenos Aires, ni las unas ni la otra disponen a su arbitrio de la organización gubernamental
de los respectivos poderes locales. La constitución les traza algunos parámetros; por ejemplo,
la tripartición del poder obliga a acoger el eje fundamental del principio divisorio; si para las
provincias así se entendió siempre con base en el art. 5º, también el nuevo art. 129 lo señala
para la Ciudad de Buenos Aires al hacer mención de su jefe de gobierno de origen electivo
y de las facultades de legislación y de jurisdicción; el sistema de derechos obliga, como piso
mínimo; asimismo, queda trasladada la forma republicana de gobierno y, en su esencia, el
sistema democrático.-
Para dar un ejemplo en que la disponibilidad de las provincias es amplia, citamos la opción
que tienen para organizar sus legislaturas con una sola cámara o con dos; o la que les permite
organizar sus tribunales judiciales con una sola instancia o con instancia múltiple (salvo en
el proceso penal, para el cual el Pacto de San José de Costa Rica las obliga a la doble
instancia), etc.-
Desde la reforma de 1994 aparecen las menciones expresas a los municipios provinciales y
a la ciudad de Buenos Aires. -
Más complicado se vuelve el esquema con la Ciudad de Buenos Aires, por un lado, porque
su autonomía no es interpretada pacíficamente; por otro lado, porque también se discute si la
rige el mismo principio de reserva de poder que el art. 121 consigna a favor de las provincias;
en tercer lugar, porque el Estatuto Organizativo de la ciudad definió una pauta equivalente a
la del art. 121, y se debate acerca de si ello está o no de acuerdo con la constitución federal,
cuyo eje es el art. 129. Respecto de las provincias, habíamos dicho que el art. 121 significa
que la “delegación” de competencias al gobierno federal fue efectuada por las provincias “a
través” de la constitución federal. Para la ciudad de Buenos Aires mientras sea capital
federal, la duda se propone así: ¿la ciudad inviste solamente las competencias que
expresamente le son reconocidas de acuerdo con la constitución federal y con la ley de
garantías que el congreso dicta para los intereses federales o, al contrario, la ciudad retiene
todas las que razonablemente no le han sido deferidas al estado federal? El interrogante se
puede formular también de otro modo: ¿el congreso posee todas las competencias que
expresamente no le son reconocidas a la ciudad o, a la inversa, el congreso tiene únicamente
las que taxativamente se retengan para él, quedando todo lo residual a la ciudad?
b) para resguardar los intereses del estado federal mientras la ciudad sea capital, el congreso
debe dictar una ley.
Ensambladas ambas pautas, Bidart Campos, decide la respuesta a favor del margen más
amplio de autonomía posible para la ciudad de Buenos Aires, y por ende se puede decir que:
a) la ley que razonablemente sitúa en la órbita federal determinadas competencias para
garantía de los intereses federales implica que esas competencias federales quedan
taxativamente establecidas, y que el remanente favorece a la ciudad;
b) hay cierta analogía con el principio de reserva provincial del art. 121, pero concurre una
diferencia: es la constitución federal por sí misma —y no la ciudad “a través” de la
constitución— la que ha efectuado la distribución de competencias, por lo que la disimilitud
con el art. 121 consiste en que las provincias han delegado por medio de la constitución
federal algunos poderes al gobierno federal, en tanto es dicha constitución la que por sí misma
deja a la ciudad todo el residuo que expresamente no adjudica al gobierno federal a través de
su art. 129 y de la ley de garantía federal.
La ciudad de Buenos Aires, en cuanto capital federal, ofrece dos caras: a) la propia de la
autonomía de la ciudad, y b) la propia de su capitalidad.
Conforme al art. 129, “La Ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo,
con facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido
directamente por el pueblo de la ciudad. …”
Según Quiroga Lavié, no puede tratarse de un municipio con autonomía especial, ya que los
municipios no pueden tener representación en el Senado de la Nación. - Siguiendo al mismo
autor, el art 44 de la C. N., hace pensar que se trata de una Ciudad Estado. -
Según el mismo autor, es lógico que las potestades legislativas y las jurisdiccionales sean
equivalentes a las de las provincias, para no romper el equilibrio federativo del sistema.
Bibliografía: