Unidad 12 Definitivo1

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UNIDAD 12: FUNCION PUBLICA. ASPECTOS ECONOMICOS Y DE CONTROL.

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO

Tal como se ha estudiado en la unidad 2 cuando hablamos del Estado nos referimos
a la población establecida en un territorio determinado, con el Poder para regir la convivencia
de ese grupo de individuos, sujetos a la autoridad de un Gobierno.

Así es que, el Estado por intermedio del Gobierno y en ejercicio del Poder
Constituido, establece el ordenamiento jurídico-positivo que garantiza el orden en la vida
social, con el fin de procurar el bien común y obtener el bienestar general.

El Poder Constituyente, por su parte, es la capacidad para constituir o dar


constitución al Estado, es decir la competencia para poder organizarlo como tal. En tal
sentido, existen dos tipos de poder constituyente: el poder constituyente originario y el poder
constituyente derivado.

Como fuera estudiado oportunamente en la unidad 2, a la cual nos remitimos en lo


que refiere al Preámbulo, dicho Poder Constituyente originario fue ejercido por el pueblo
de la Nación Argentina, quien, a través de sus representantes, reunidos en Congreso General
Constituyente reunido en Santa Fe, tuvo la facultad de organizar, estructura, definir y dar
nacimiento al Estado, al establecer la Constitución Nacional en 1853.

Ahora bien, el Poder Constituyente derivado, es aquel que se ejerce para reformar
la constitución, en nuestro país fue ejercido en las sucesivas reformas que se llevaron a cabo
desde 1860 a 1994.

Al respecto, es menester destacar que la Constitución de 1853 establecía la


prohibición de su reforma por 10 años, sin perjuicio de ello y con la finalidad de que la
Provincia de Buenos Aires se incorporase a la Confederación Argentina, como consecuencia
del Pacto de San José de Flores celebrado en 1859, se permitió que una Convención
Provincial revisara la Constitución de 1853, y luego una Convención Nacional Ad-hoc
reunida en Santa Fe aprobara la reforma del año 1860, lo que para algunos autores fue en
ejercicio del poder Constituyente Derivado, mientras que para otros fue en ejercicio del Poder
Constituyente Originario al entender que el mismo quedo abierto desde 1853 y termino de
ejercerse en 1860, siendo la Constitución Nacional de 1853/1860.
El Poder Constituyente derivado, que se ejerce para reformar la constitución, se
encuentra estipulado en el art. 30 de la Carta Magna, el cual reza: “La Constitución puede
reformarse en todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de la reforma debe ser
declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos de sus miembros; pero
no se efectuará sino por una convención convocada al efecto.”

Por consiguiente, y a fin de no permanecer inmutable a la realidad social donde se


aplica, la misma norma fundamental prevé la posibilidad de su reforma mediante un
procedimiento que asegura y expresa la voluntad popular. Tal como fuera estudiado
oportunamente en la unidad pertinente, nuestra constitución es del tipo rígida y solo puede
reformarse mediante un procedimiento especial, que requiere de dos etapas y de ciertas
limitaciones.

Una primera etapa de iniciativa que es la declaración de la necesidad de la reforma


por parte del Congreso Nacional, siendo su facultad limitada a tal efecto (limitación formal).
Pudiendo fijar además el alcance de la revisión, en caso de ser parcial establecer los puntos,
temas u artículos sujetos a reforma, convocar a la convención reformadora, establecer como
se compone la misma y como se eligen sus integrantes, pudiendo también fijar el plazo para
que se expida la convención.

Una segunda etapa de revisión de la constitución es aquella llevada a cabo por la


convención reformadora convocada al efecto, la que ejerce el Poder Constituyente derivado.
Dicha asamblea es soberana y procede con plenas facultades dentro de su competencia,
pudiendo modificar o no, los artículos sometidos a su consideración por el Congreso
Nacional, sin embargo tiene limitaciones en cuanto a no poder extender su poder de revisión
y enmiendas más allá de los artículos o normas que el Congreso le hubiera señalado
modificar, ni tampoco puede hacerlo más allá del plazo que le fuera fijado para expedirse,
en el supuesto que el Congreso Nacional se hubiera expedido respecto a ello. Y otras
limitaciones sustanciales tales como las cláusulas o contenidos pétreos, los cuales son
irreformables (por ejemplo, la forma de Estado y de Gobierno) y el contenido de los tratados
internacionales ratificados por el Estado. Sin embargo, goza de poderes implícitos para
asegurar su funcionamiento y el cumplimento de su labor pudiendo sancionar su propio
reglamento, fijar de un plan de labor, la determinación de días de reunión, así como fijar un
plazo para expedirse si no se hubiera sido establecido por el Congreso Nacional.

La Supremacía Constitucional surge de lo estipulado en el art 31 de la Constitución


Nacional cuyo texto establece que “Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su
consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras son la ley
suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a
ella, no obstante cualquier disposición en contrario que contengan las leyes o constituciones
provinciales, salvo para la provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del
pacto de 11 de noviembre de 1859.”

En un Estado federal, los habitantes se hallan regidos por un ordenamiento jurídico-


político de distinto origen, conformado por distintas normas como ser la Constitución
Nacional, leyes nacionales, leyes provinciales, decretos y ordenanzas municipales, en virtud
de lo cual dichas normas deben mantenerse en armonía, pero puede ocurrir que existan
normas contradictorias y en consecuencia resulta necesario imponer una gradación jerarquía
de aquellas a efectos de escalonarlas en planos distintos, ocupando el primer lugar la norma
fundamental, la Constitución Nacional, lo que obliga a que el resto de las normas y los actos
estatales se amolden a ella y que cualquier disposición en contrario se torne inconstitucional.

En definitiva, el orden jerárquico de las normas en cuestión queda establecido con lo


dispuesto por art. 31 antes mencionado, en concordancia con lo que establece el art 27 CN
“El Gobierno Federal esta obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio don las
potencias extranjeras por medios de tratados en estén en conformidad con los principios de
derecho establecidos en esta Constitución.” y el inc. 22 del art 75 de la CN “…Los Tratados
y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes…” y asimismo los tratados de derechos
humanos mencionados en dicho inciso y los que luego fueron aprobados con dicha categoría,
“…en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan articulo
alguno de la Primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los
derechos y garantías por ellos reconocidos…”

De ello se desprende un primer nivel jerárquico conformado por la Constitución


Nacional y los Tratados de Derechos Humanos con jerarquía constitucional. Por debajo de
este un segundo nivel jerárquico conformado por los Tratados Internacionales sin jerarquía
constitucional y los concordatos. Y por debajo de estos un tercer nivel jerárquico conformado
por las leyes nacionales. Esto en definitiva conforma un bloque de constitución federal con
supremacía por sobre el derecho local o provincial.

Este principio de Supremacía Constitucional tiene un sentido fáctico lo que significa


que la Constitución es el fundamento y base de todo el ordenamiento jurídico-político del
Estado, asimismo un sentido de debe ser en tanto este tiene que ser congruente con la
Constitución y supone una gradación jerárquica siendo que todo el conjunto debe
subordinarse a la misma.

Por consiguiente, los actos o normas contrarios a la Constitución se tornan


inconstitucionales, debiendo establecerse un remedio para restaurar la supremacía
constitucional.

Es decir, se requiere un procedimiento mediante el cual se disponga que la norma u


el acto inconstitucional no tengan aplicación a un caso concreto, el Sistema de Control de
Constitucionalidad en nuestro derecho constitucional se encuentra a cargo del Poder Judicial,
y es jurisdiccional difuso, siendo que tanto los jueces tanto nacionales como provinciales lo
ejercen declarando a la norma u acto violatorio de la Constitución. La decisión judicial de
inconstitucionalidad prevé un sistema limitado o restringido, en tanto dicha declaración de
inconstitucionalidad solo produce efectos en el pleito en que fue resuelto, sin que pueda ser
alegada por terceros ajenos a dicha causa. En cuanto al sujeto legitimado para probar el
control es solo el titular del derecho que se pretende ofendido.

En lo que respecta al derecho administrativo, al decir de Agustín Gordillo podemos


definirlo como “la rama de la ciencia del derecho público que estudia el ejercicio de la
función administrativa y la protección judicial existente contra ésta. a) Rama de la ciencia
del derecho público, o sea, que no es un mero complejo de normas sino una disciplina
científica que estudia ese complejo normativo; dentro de la distinción entre derecho público
y privado, forma parte del primero. b) Que estudia el ejercicio de la función administrativa:
Debe recordarse aquí que función administrativa es toda la actividad que realizan órganos
administrativos, y la actividad que realizan los órganos legislativos y jurisdiccionales,
excluidos respectivamente los actos y hechos materialmente legislativos y jurisdiccionales.
Por lo tanto, el derecho administrativo estudia toda la actividad que realizan órganos
estructurados jerárquicamente o dependientes de un poder superior, y también la actividad
del Congreso que no sea materialmente legislativa, y de órganos independientes (jueces) que
no sea materialmente jurisdiccional. Al analizar el ejercicio de la función administrativa, se
estudia no sólo la actividad administrativa en sí misma, sino también quién la ejerce
(organización administrativa, agentes públicos, entidades estatales, etc.), qué formas reviste
(actos administrativos, servicios públicos, contratos administrativos, procedimiento
administrativo, etc.), de qué medios se sirve (dominio público y privado del Estado), en qué
atribuciones se fundamenta (“poder de policía,” facultades regladas y discrecionales de la
administración, etc.) y qué límites tiene. (Recursos administrativos y judiciales,
responsabilidad del Estado y de sus agentes.) …”.

Por su parte, el conjunto de órganos que realizan la función administrativa del Estado
Nacional, es decir, aquellos que administran y gestionan las dependencias, organismo y entes
que integran el Poder Ejecutivo Nacional, conforman la Administración Pública Nacional.

La función administrativa comprende toda la actividad de los órganos administrativos


(centralizados o descentralizados) y también la actividad de los órganos legislativo y
judiciales, en la medida en que no se refiere a sus funciones específicas.

La Administración Pública Nacional está integrada entonces por el Poder Ejecutivo


Nacional con su conducción unipersonal, a cargo del presidente de la Nación Argentina, y
piramidal y la mayor parte de los organismos bajo su mando, las Secretarías Presidenciales,
Jefatura de Gabinete, los Ministerios, distintas secretarias, direcciones, entes y organismos.

https://mapadelestado.jefatura.gob.ar/organigramas/autoridadesapn.pdf

Siendo, en tal caso, el Gobierno el conjunto de órganos que ejercen el poder del
Estado a través de distintas funciones, ya sean legislativa, administrativa y judicial.

Al decir de Agustín Gordillo “Un órgano es básicamente un conjunto de atribuciones


o de competencias, que será luego desempeñado por una persona física determinada: Al
expresar ésta su voluntad dentro del marco de las atribuciones o funciones que le han sido
conferidas, dicha voluntad se imputa a la entidad de que el órgano forma parte. 2. El órgano
es pues un medio para imputar una actuación o una voluntad al ente del cual forma parte y
no constituye una persona diferenciada del mismo, sino que se confunde como parte
integrante de él; no tiene derechos o deberes frente al ente a que pertenece. 3. El funcionario
que está a cargo del órgano, tiene derechos y deberes propios en cuanto agente del Estado, y
en este caso no se confunde con el órgano del cual es titular.” Sinopsis capitulo V “Los
órganos del estado”, Libro 1, Tomo 9. Tratado de derecho administrativo. Agustín
Gordillo.

Así, las distintas funciones requieren para ser llevadas a cabo de la voluntad de
personas físicas que actúan por el Estado y cuyas voluntades son imputables a él, pero, en
definitiva, atribuidas al Estado como persona jurídica.

Dichas tareas realizadas por una persona humana, en nombre del Estado o al servicio
del Estado o de sus entidades, ya sea, temporal o permanente, remunerada u honoraria, en
cualquiera de sus niveles jerárquicos, comprende una Función Pública.

Las erogaciones de la Administración Pública Nacional se rigen por los criterios


establecidos en el Presupuesto de la Administración Nacional, que es aprobado por ley
nacional y que rige para cada ejercicio financiero. A su vez, las disposiciones generales para
la formulación del presupuesto surgen de la ley 24.156 que establece y regula la
administración financiera que comprende el conjunto de sistemas, normas y procedimientos
administrativos que hacen posible la obtención de los recursos públicos y su aplicación para
el cumplimento de los objetivos del estado, también establece y regula los sistemas de control
del sector público nacional.
La realización de funciones esenciales y propias de la Administración Pública
Nacional están reguladas por la Ley de Empleo Público Nacional 25.164, y es justamente la
naturaleza de la actividad que se ejerce lo que caracteriza al empleo público. Se trata de la
relación de empleo que presta una persona física cumpliendo funciones en dependencias del
Poder Ejecutivo, inclusive en entes jurídicamente descentralizados. Quedando exceptuados:
El Jefe de Gabinete de Ministros, los Ministros, el Secretario General de la Presidencia de la
Nación, los Secretarios, Subsecretarios, el Jefe de la Casa Militar, las máximas autoridades
de organismos descentralizados e instituciones de la Seguridad Social y los miembros
integrantes de los cuerpos colegiados, el personal militar en actividad y el retirado que
prestare servicios militares, el personal perteneciente a las Fuerzas de Seguridad y Policiales,
en actividad y retirado que prestare servicios por convocatoria, el personal diplomático en
actividad comprendido en la Ley del Servicio Exterior de la Nación, el personal comprendido
en otras convenciones colectivas de trabajo o que esté regido por los preceptos de la Ley de
Contrato de Trabajo Nº 20.744, el clero.

Son caracteres propios de la relación de empleo público: el ejercicio personal de la


relación laborar debiendo ser realizada la actividad por el propio individuo, el desempeño de
la actividad por una persona física, producir efectos para el futuro una vez que fuera
regularmente designada.

La naturaleza jurídica de la relación de empleo público es de carácter contractual de


derecho púbico con un régimen jurídico especifico en razón del fin del servicio contratado y
ser el Estado la parte contratante y se perfecciona por el acuerdo de voluntades que dan la
Administración y el empleado público.

De acuerdo lo estipula el art 16 de la Constitución Nacional es único requisito para la


admisión en los empleos la condición de idoneidad, sin embargo, el art 7 de la Ley de Empleo
Publico exige otros como ser argentino, tener cierta aptitud psico-física y condiciones
morales y de conducta, así como establece algunas causas que impiden el acceso.

Ahora bien, conforman los derechos del empleado público: la retribución o sueldo
por los servicios que el agente realiza, el derecho a la carrera que comprende el nivel
escalafonario alcanzado, el ascenso y la jubilación, el descanso que contempla las vacaciones
generales y obligatorias, así como las licencias, la renuncia, la participación en las ganancias
y la estabilidad en el cargo o empleo.

Una de las cuestiones más importantes en dicha relación laboral es justamente la


estabilidad, la que puede ser propia o impropia. La estabilidad propia es absoluta por la cual
no corresponde indemnización como sustitución por el cargo. En la estabilidad relativa, en
cambio, si corresponde la indemnización sustitutiva. En nuestro ordenamiento la estabilidad
es un derecho reconocido constitucionalmente por el art 14 bis. de la Constitución Nacional,
el cual fuera estudiado en la unidad 5, y al cual remitimos. En definitiva, si bien los empleados
públicos gozan de estabilidad propia, hay excepciones, como ser, los agentes que no
cumplieron el ejercicio mínimo de ejercicio efectivo del cargo, el personal suplente, el
personal de gabinete que comprende a ministros, secretarios, etc., y el personal transitorio y
contratado.

Las causas de cese de estabilidad deben respetar el principio de razonabilidad. La


estabilidad puede cesar por causas imputables al agente como la conducta indebida, previo
procedimiento sumarial que asegure el debido proceso y resguarde la garantía de defensa

Por su parte, el desempeño de la función pública ya fuera que el empleo lo desempeñe,


por elección popular, designación directa, por concurso o por cualquier otro medio legal,
como funcionario o empleado del Estado, acarrea una serie de deberes y pautas de
comportamiento ético, así como prohibiciones e incompatibilidades, establecidos en la ley
de Ética en el ejercicio de la función pública.

Tal como fuera también dispuesto en el art 36 de la Constitución Nacional, estudiado


en la unidad 5, a la cual remitimos, que fuera incorporado con la reforma de 1994 en el
capítulo segundo, Nuevos derechos y garantías, al referirse en sus últimos párrafos al
enriquecimiento ilícito y la ética política en el ámbito de la función pública.

Derecho Administrativo: Concepto. AGUSTIN GORDILLO. TRATADO DE


DERECHO ADMINISTRATIVO

https://www.gordillo.com/pdf_tomo9/libroi/capitulo3.pdf

Aspectos económicos y de control: Presupuesto general de la administración nacional.


ley 24156

http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/554/texact.htm

Empleo Público, Ley 25164

http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=60458

Noticias y fallos vinculados al contenido: Estabilidad en el empleo público.


https://www.lanacion.com.ar/economia/la-corte-ratifico-la-estabilidad-total-del-empleo-en-
el-estado-nid905622

https://www.cij.gov.ar/nota-3764-La-Corte-Suprema-consagra-la-estabilidad-laboral-para-
empleados-p-blicos-contratados.html

Ética publica: Ley 25188

http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=60847

LAS FUNCIONES DEL ESTADO. Capítulo II. Tomo 8. AGUSTIN GORDILLO.


TRATADO DE DERECHO ADMINISTRATIVO

2. Soluciones y dificultades existentes.

Todo sería sencillo si las funciones legislativa, administrativa y jurisdiccional estuvieran


respectiva y exclusivamente a cargo de los órganos legislativo (Congreso), administrativos
(órganos dependientes del Poder Ejecutivo) y judiciales. (Órganos independientes.) Pero las
dificultades surgen de que ello no es así; de que cada órgano no se limita únicamente a la
función que le corresponde, y que, por lo tanto, la separación de funciones en cuanto
atribución de éstas a órganos diferenciados se realiza tan sólo imperfectamente. De allí
también la dificultad en hallar la noción que identifique plenamente a cada una de las
funciones estatales. En efecto, la práctica y la doctrina han ido elaborando soluciones para
casos concretos, antes que lineamientos generales convincentes, y es por ello que SI, los
órganos administrativos están regidos por relaciones de dependencia que se traducen en el
derecho a dar instrucciones del órgano superior y en el deber de obedecerlas del órgano
inferior.” las funciones del estado en algunos casos puede afirmarse pragmáticamente con
certeza de qué tipo de función se trata, en los más la duda es inevitable y permanente. De las
soluciones existentes veamos, por ejemplo, los actos y hechos que realiza el Congreso. Se
conviene en que su actividad de control sobre el Poder Ejecutivo (investigaciones, pedidos
de informes, venias, autorizaciones, etc.) es actividad administrativa; lo mismo se admite
para otras labores propiamente ejecutivas del mismo cuerpo: Así, todo lo referente a la
Biblioteca (organización, funcionamiento, compra de libros y de material, ficheros, etc.) y a
la Imprenta (adquisición de material, edición de los diarios de sesiones, venta de éstos, etc.),
al servicio de confitería (el otorgamiento de la concesión respectiva, su control, etc.), y en
general al nombramiento, dirección y remoción de los empleados del Congreso. Estos actos,
que orgánicamente (es decir, en razón del órgano que los dicta) son legislativos,
materialmente (sustancialmente, debido a su esencia propia) son entonces administrativos.
Lo mismo ocurre con el Poder Judicial: Cuando éste nombra y dirige o remueve a sus
empleados, cuando alquila sus locales o los adquiere, cuando compra libros, edita fallos,
adquiere papel, tinta, etc., evidentemente realiza actividad materialmente administrativa, a
pesar de no ser un órgano administrativo, sino judicial, el que la ejecuta. No se soluciona el
problema con afirmar que estas actividades son “seudoadministrativas” y que tan sólo
presentan una cierta “semejanza” con la actividad administrativa stricto sensu, pues es obvio
que ninguna diferencia intrínseca podrá encontrarse entre el acto de nombrar un ordenanza
para el Palacio de Justicia o el acto de nombrar un ordenanza para el Ministerio del Interior;
entre el acto de pedirle un café al primer ordenanza o de pedírselo al segundo; entre el acto
de adquirir papel y lápices para una oficina de tribunales o el acto de adquirirlos para un
Ministerio del Poder Ejecutivo. Pero el problema no termina allí; a más de esa innegable
identidad sustancial entre la actividad administrativa del Poder Judicial y del Congreso con
respecto a la que realiza el Poder Ejecutivo, existe una identidad de régimen jurídico que es
decisiva. No puede afirmarse que los actos de tipo administrativo de los poderes Legislativo
y Judicial “estén al margen del régimen jurídico administrativo,” a menos que se entienda
por tal sólo y exclusivamente las normas positivas que son de aplicación a la administración
central. Por lo menos en el derecho administrativo argentino, son los principios de éste los
que se aplican a las actividades administrativas de los tres poderes, e incluso en algunos casos
las mismas normas positivas son comunes: Es lo que ocurre, por ejemplo, con la ley de
contabilidad, aplicable en el ámbito de los tres poderes; tanto es ello así, que su art. 87, luego
de expresar: “El Poder Ejecutivo, bajo su exclusiva responsabilidad, podrá insistir en el
cumplimiento de los actos observados por el Tribunal de Cuentas,” agrega: “En jurisdicción
de los poderes Legislativo y Judicial, la insistencia será dictada por el presidente de la
respectiva 88 teoría general del derecho administrativo cámara o por el de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, respectivamente.” ¿Podrá acaso negarse, ante tan clara prescripción,
la identidad sustancial y de régimen jurídico entre los distintos actos en cuestión? No debe
llamar a engaño el que a veces haya distintos textos normativos de aplicación a una u otra
actividad, si el régimen sigue siendo el del derecho administrativo: No porque haya un
Estatuto del Personal de la Administración Pública nacional (central) y otro Estatuto
semejante para el personal de la justicia nacional, por ejemplo, podrá pensarse que este último
no integra ya el derecho administrativo. Sobre esto y con pocas excepciones hay acuerdo en
doctrina: Las dificultades más serias comienzan cuando se trata de analizar la actividad de
los propios órganos administrativos. Estos órganos dictan actos materialmente similares a los
actos legislativos y jurisdiccionales (como ejemplo de lo primero, cuando crean reglamentos;
de lo segundo, cuando se deciden recursos jerárquicos presentados por los administrados
contra actos de órganos inferiores), pero pareciera predominar actualmente la opinión de que
tanto los reglamentos como las decisiones en casos concretos son actividad administrativa a
pesar de su similitud con la legislativa y jurisdiccional; la razón de ello está, a juicio nuestro,
en que su régimen jurídico es precisamente también el del derecho administrativo.

10. Recapitulación. Las funciones administrativas de los tres poderes.

La actividad de tipo administrativo que realizan los poderes judicial y legislativo se rige en
un todo por el régimen jurídico propio de la misma actividad administrativa, no
correspondiendo en principio aplicarle el régimen jurídico de la función jurisdiccional ni de
la función legislativa, aunque de esos poderes se trata.

10.1. Tratándose del Poder Legislativo, observamos que cuando las cámaras nombran y
remueven a su personal; cuando otorgan una concesión para los servicios de confitería,
etcétera, del Congreso; cuando organizan y administran la Imprenta del Congreso, la
Biblioteca del Congreso, etc.; cuando contratan con empresas la construcción o refacción de
las obras del palacio legislativo; cuando compran materiales, libros, etc., en todos estos casos
y muchos más el Poder Legislativo se encuentra realizando una función típicamente
administrativa, que además se rige por el régimen jurídico propio de la función
administrativa. Simbólicamente representado: PL = FA.

10.2. El Poder Judicial, al igual que el Legislativo, realiza una enorme cantidad de funciones
de tipo administrativo: Nombramientos, dirección y remoción de su personal; suministros de
papel, libros, máquinas, muebles, etc.; construcción de obras; edición de fallos; alquiler o
compra de edificios para los juzgados, etc., todo ello constituye ejercicio de la función
administrativa regido también por el régimen jurídico propio de la misma. En consecuencia:
PJ = FA

10.3. El poder administrador es obviamente el que realiza la mayor parte de la función


administrativa. Pero cabe observar que, a diferencia de los otros poderes, que realizan su
propia función y además la administrativa, él realiza sólo la función administrativa, no
correspondiéndole —con criterio jurídico formal— ni siquiera parte del ejercicio de las otras
funciones. Expresamos así: PE = FA.

10.4. El concepto de función administrativa es así el más indefinido de todos, pues no tiene,
a diferencia de las demás funciones, un contenido único. En efecto, la función administrativa,
desde el punto de vista de su contenido, puede consistir tanto en el dictado de normas
jurídicas generales, como en la decisión de controversias entre partes, como, y he aquí lo más
frecuente, en la actuación material en los casos concretos que se le presentan. A diferencia
de las otras funciones, que no sólo tienen un contenido preciso y único (supra, nº 6 y 7), sino
que también son realizadas sólo por los órganos específicamente creados por la Constitución
al efecto, la función administrativa no está sólo a cargo de la administración: También la
realizan en cierta medida los otros poderes; y este desempeño de la función administrativa
por parte de los otros poderes del Estado, se efectúa bajo el mismo régimen jurídico de la
función administrativa: Es decir, no ocurre aquí lo mismo que en los casos anteriores, en los
cuales los otros poderes realizaban alguna actividad semejante a las de uno, pero esa actividad
no tenía su régimen jurídico y no podía, por ende, ser considerada como parte de la misma
función. La actividad de tipo administrativo que realizan los poderes judicial y legislativo se
rige, repetimos, por el régimen jurídico de la actividad administrativa y no procede aplicarle
el régimen jurídico de la función jurisdiccional ni de la función legislativa, salvo en las
posibles excepciones que comentamos en el punto 22.1.

11. Resumen de las funciones del Estado. Diremos así que la función administrativa es: a)
En primer lugar, toda la actividad que realizan los órganos administrativos; b) en segundo
lugar, toda la actividad que realiza el órgano legislativo, excluida la función legislativa (en
sentido material y orgánico) que le es propia; c) en tercer lugar, toda la actividad que realizan
los órganos judiciales, excluida la función jurisdiccional (en sentido material y orgánico) que
específicamente realizan. O sea, que es “toda la actividad que realizan los órganos
administrativos, y la actividad que realizan los órganos legislativos y jurisdiccionales,
excluidos, respectivamente, los hechos y actos materialmente legislativos y jurisdiccionales.”
Por razones de simplificación no incluimos en el concepto el caso de las funciones
administrativas excepcionalmente realizadas por instituciones no estatales.

LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO Y DE LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS

NORMATIVA VIGENTE

LEY 26.944 – Ley de Responsabilidad Estatal-

La responsabilidad del Estado y sus funcionarios constituye uno de los pilares del Estado de
Derecho. -

El régimen de la responsabilidad por daños entre particulares no se aplica a los que causa el
Estado y sus funcionarios. La regulación de estos daños debe efectuarse por el derecho
administrativo, nacional o provincial, según corresponda (arts. 1764 a 1766). -

Por eso, junto con la aprobación del CCyC, se dictó la Ley 26.944; primera legislación de
derecho administrativo que establece el régimen general de la responsabilidad del Estado y
de sus funcionarios. Antes de ella, se aplicaban criterios jurisprudenciales desarrollados por
la Corte Suprema con fundamento en la Constitución Nacional y el Código Civil. -

1. Ámbito de aplicación de la LRE y clases de responsabilidad reguladas

Están sujetos al régimen de la LRE los daños que causados por cualquier órgano estatal del
Estado Nacional derivados de sus comportamientos activos y omisivos. Como se desprende
del texto de la LRE. - Solo quedan alcanzados por sus disposiciones los casos de
responsabilidad patrimonial generados por autoridades nacionales. –

La norma rige preponderantemente la órbita de responsabilidad extracontractual, sin


perjuicio de su aplicación subsidiaria siempre que la normativa específica contractual -art.
10-. -
Se excluye expresamente de su aplicación a las relaciones de empleo público. La norma
afirma, sin embargo, que el Código Civil y Comercial no se aplicará ni directa ni
subsidiariamente, circunstancia que no obsta a su aplicación analógica. –

2. La regulación de la responsabilidad del Estado

A. Fundamento de imputación

El art. 1 de la Ley 26.994 establece que la responsabilidad del Estado es «directa y objetiva»,
fundada en la idea de «falta de servicio».

B. Los presupuestos de responsabilidad estatal por actividad ilegítima.

Este apartado trata básicamente del art. 3 de la nueva ley. Se requiere, un «daño cierto
debidamente acreditado por quien lo invoca y mensurable en dinero» (art. 3, inc. a). La
exigencia de «debida acreditación», tiene por objeto evitar el uso de presunciones en la
cuantificación. Cuando el daño se produce por actividad estatal legítima, no se resarce el
daño «futuro». La norma exige que la actividad u omisión sea «imputable» materialmente
a la Administración (art. 3, inc. b) como la relación de causalidad adecuada entre el daño
y dicha actividad u omisión (art. 3, inc. c). Cuando el daño «se produce por omisión», se
exige que exista un deber expreso y determinado que haya sido inobservado por parte de la
Administración. Esto último significa que la responsabilidad estatal por omisión ilegítima se
atiene a criterios de antijuridicidad formal. Con esto, seguramente, se pretende evitar hacer
responder al Estado por la «invención» de deberes jurídicos no expresos a su cargo luego de
operado un daño. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha ido precisando los «límites»
de la responsabilidad del Estado por omisiones ilegítimas. -

C. Los presupuestos de responsabilidad estatal por actividad legítima

Nos referimos al art.4, que se dedica a regular los presupuestos de la responsabilidad del
Estado por actividad legítima, entendiéndose por tal toda aquella que «supone que el
respectivo acto (acto administrativo, reglamento o ley) no adolece de algún vicio o defecto
por cuanto ha sido emitido de conformidad con todos los requisitos formales y sustanciales
impuestos por el ordenamiento jurídico» Dicha responsabilidad requiere de un «daño
cierto y actual, debidamente mensurable en dinero» (inc. a). Como observamos, en este
caso se exige expresamente que el «daño sea actual». La relación de causalidad entre la
actividad legítima y el daño ha de ser «directa, inmediata, y exclusiva» (inc. b).-
Asimismo, se requiere la ausencia de un deber jurídico de soportar el daño (inc. c).
Finalmente, llegamos a uno de los requisitos claves para poder considerar la configuración
dela responsabilidad del Estado por actividad legítima, esto es, «sacrificio especial en la
persona dañada, diferenciado del que sufre el resto de la comunidad, configurado por
la afectación de un derecho adquirido» (inc. e). Decimos que este aspecto resulta nuclear,
por cuanto la “desigualdad frente a las cargas públicas» es el más importante fundamento de
responsabilidad por actividad legítima, tal como sostuviera la Corte en «Galanti» (CSJN,
22/12/1987, «Galanti, Carlos A. c/ Municipalidad de Buenos Aires», Fallos:310:2824) y
«Azzetti» (CSJN, 10/12/1998, «Azzetti, Eduardo N. c/ Estado Mayor Gral. del Ejército»,
EDJ10640). En efecto, la igualdad es la base de las cargas públicas (art.16 de la CN) y sobre
tal premisa puede mejor construirse la doctrina de la responsabilidad del Estado por actividad
legítima. - No se indemnizan «intereses legítimos» afectados por la actividad legítima del
Estado; la norma exige expresamente en este supuesto la afectación de un derecho subjetivo
«adquirido».

3. Requisitos para la configuración de la responsabilidad contractual del Estado.


Los factores de atribución. -

Si bien la LRE regula básicamente la responsabilidad extracontractual del Estado, sus


disposiciones son también de aplicación a los daños provocados en el ámbito contractual. -

Así se desprende del art. 10, el cual dispone: “La responsabilidad contractual del Estado
se rige por lo dispuesto en las normas específicas. En caso de ausencia de regulación, se
aplica esta ley en forma supletoria. Las disposiciones de la presente ley no serán aplicadas
al Estado en su carácter de empleador. -

Para que proceda la responsabilidad contractual del Estado deben concurrir los requisitos
establecidos en los arts. 3° y 4° LRE atinentes al daño resarcible, la imputabilidad material,
la causalidad y el factor de atribución.

4. El alcance de la indemnización

En los supuestos de incumplimientos contractuales (falta contractual) que no estén sujetos


a una regulación específica la regla es la indemnización integral. Puesto que la LRE no
contiene ninguna previsión al respecto cabe aplicar las disposiciones de la legislación civil
por vía de la analogía. En cambio, en los casos de responsabilidad del Estado originada por
su actuación legítima y que no cuentan con una regulación específica, será de aplicación
supletoria el art. 5° LRE, que excluye la indemnización del lucro cesante y acota el
resarcimiento al “valor objetivo del bien y los daños que sean consecuencia directa e
inmediata de la actividad desplegada por la autoridad pública, sin que se tomen en cuenta
circunstancias de carácter personal, valores afectivos ni ganancias hipotéticas”.

5. Las causales exonerativas

Establece el art. 2 de la norma analizada que el Estado no responde por caso fortuito o
fuerza mayor; tampoco cuando el daño se vincula causalmente al hecho de la víctima o
de un tercero por quien no se debe responder. Se trata de causales «exonerativas»
comunes en el ámbito de la responsabilidad objetiva o con factor de atribución objetivo. -

6. El término de prescripción

El régimen comentado establece como término de prescripción liberatoria por la


responsabilidad extracontractual del Estado el de tres años -art. 7-, que coincide. -

En otro orden de ideas, se ha establecido que las acciones de regreso contra los
funcionarios y agentes responsables por los daños y perjuicios ocasionados a particulares
también prescriben a los tres años -art. 9-. -

7. El daño punitivo

Se prohíbe la aplicación de sanciones pecuniarias disuasivas al Estado y sus


funcionarios -art.1 -. –

RESPONSABILIDAD DEL FUNCIONARIO PÚBLICO

Lo que caracteriza al empleado público es la naturaleza de la actividad que ejerce. Es decir,


la realización de funciones esenciales y propias de la administración Pública. En el orden
nacional el régimen básico del empleo público está regulado por la Ley 25.164, Marco de
Regulación del Empleo Público Nacional (MREPN).

La ley de Ética Pública impone a los funcionarios y empleados públicos comprendidos en su


régimen de incompatibilidades, el deber de optar entre el desempeño del cargo y la actividad
incompatible (Artículo 43 y 35, Ley 25.188).

Es sabido que la distinción entre funcionarios y empleados, desde una perspectiva jurídica,
no tiene entidad suficiente, siendo todos agentes públicos. Sin embargo, se mantiene la
distinción en razón de situaciones escalafonarias, estatutarias, decisionales y ejecutivas, entre
funcionarios y empleados públicos. Estas situaciones implican una mayor responsabilidad
para el agente, en tanto sea mayor su competencia para tomar decisiones.

La responsabilidad personal de la gente o funcionario público tiene distintas fuentes


obligacionales, de allí sus diversas modalidades y regulaciones jurídicas. La responsabilidad
personal de los agentes podrá ser de naturaleza:

- Administrativa disciplinaria (Capítulo VII del MREPN, arts. 27 a 38),


- Administrativa patrimonial (Ley 24.156, art. 130 y 131 y cc.),
- Penal (Arts. 23, 29, 30 y 67 – según la Ley 25.188 -, 77, 214 a 236, 248 a 273, CP.)
- Política (Arts. 53, 60, 99 inc. 1, 100, 101 y 102, CN.),
- Civil (Art. 1766 CCYCN);

En virtud del precepto constitucional que instituye un régimen de protección del orden
constitucional, del sistema democrático y del patrimonio público (Art. 36 C.N.).

DOMINIO PÚBLICO Y PRIVADO DEL ESTADO

El dominio público representa uno de los institutos más antiguos, no sólo de nuestro
Derecho administrativo sino también del Derecho en general.

La existencia del dominio público se la debemos a su inserción en el Código Civil, para


diferenciarlo de los bienes del dominio privado del Estado; de allí que surja la duda acerca
de su verdadera naturaleza jurídica.
Coincidimos con los autores que consideran al dominio público como un puro instituto
del Derecho administrativo, aun cuando esté insertado en la norma civil, debido a que la
determinación de qué bienes son públicos o cuáles privados implica una cuestión que será
normativizada por una norma sustantiva, lo que no obsta para considerar que el dominio es
una institución propia del Derecho público y que su regulación se efectuará, por normas de
este tipo, con las debidas competencias de las autoridades locales.

Dominio Público

Concepto

La regulación de los bienes la encontramos tanto en el ya viejo Código Civil Argentino como
en el nuevo Código Civil y Comercial. En ambos cuerpos, se distingue qué bienes se
consideran del dominio público del Estado, cuáles de su dominio privado y también los
pertenecientes a particulares.

Se trata de: "un conjunto de cosas afectadas al uso directo de la colectividad, referidas
a una entidad administrativa de base territorial y que no son susceptibles de apropiación
privada".

La nota distintiva recae sobre el destino al uso público en forma directa. Marienhoff lo
caracteriza como aquella "masa o conjunto de bienes que, debido a los fines que tiende a
satisfacer, está sometido a un régimen jurídico especial de derecho público".

También puede definirse de la siguiente manera: "... el dominio público es un conjunto


de bienes que de acuerdo al ordenamiento jurídico, pertenecen a una entidad estatal,
hallándose destinados al uso público directo o indirecto de los habitantes."

Entonces, puede establecerse que: "el dominio público es el ejercicio del derecho de
todos y para todos, representa algo más que el ejercicio de un derecho particular, por eso el
régimen y el sistema normativo deben ser distintos al de propiedad particular. Citando a
Fiorini, los bienes estatales se miden por sus fines, no por su valor económico. Lo primero
distingue siempre a la función administrativa, y el segundo es privativo e inherente a todos
los bienes de los privados. El régimen de los bienes del dominio público es exclusivamente
administrativo; tienen destino para el uso y utilidad pública, por eso son bienes públicos."
Elementos

En primer lugar ubicamos al elemento subjetivo: este elemento responde a la pregunta


de quién es el titular del dominio público, siendo su respuesta que el titular es el Estado, ya
sea la Nación, las Provincias, los Municipios y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
abarcando incluso las empresas del Estado.

En segundo lugar se explica el elemento objetivo, que responde a cuáles son los bienes
del dominio público. Por principio pueden integrar el dominio púbico cualquier tipo de cosas
o de bienes.

En dicha senda el nuevo Código Civil y Comercial, artículo 235, regula a los inmuebles
por accesión, tratados en el Código original en el art. 2315. La regulación no varía y se respeta
en líneas generales el texto anterior pero se incluye una aclaración inexistente en el viejo
texto: que en este caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto
de un derecho separado sin la voluntad del propietario.

Como surge de la norma citada, se incorporan como bienes del dominio público objetos
inmateriales, como en el inciso e, referente al espacio aéreo. Esta enumeración no es óbice
para que el Estado (en sus distintos modos de organización federal) pueda ser titular vg. de
derechos intelectuales o servidumbres.

En tercer lugar hallamos como elemento constitutivo del dominio público, el elemento
normativo, que nos indica a través de qué normas están incorporados los bienes al dominio
público, cuando esto resulte necesario.
Y por último, se presenta el elemento teleológico, que determina a qué fin están
destinados los bienes del dominio público.
Elemento que encontramos receptado de manera expresa en el artículo 235, inciso f (antiguo
2340, inciso 7).

Caracteres Fundamentales

El nuevo Código Civil y Comercial, los contempla en su art. 237, 1° párrafo al


establecer que: "Los bienes públicos del Estado son inenajenables, inembargables e
imprescriptibles. Las personas tienen su uso y goce, sujetas a las disposiciones generales y
locales."

En su consecuencia, debido a que su destino determina la naturaleza de estar fuera del


comercio, es lógico que no se pueda constituir sobre ellos derechos reales de garantía, ya que
crean situaciones incompatibles con su propia razón de ser. Pasaremos ahora a explicar
brevemente cada uno de estos caracteres.

En cuanto a la inenajenabiliad, podemos decir que implica la imposibilidad de que los


bienes públicos sean embargados, hipotecados o vendidos. Sólo se puede conceder su uso o
explotación.

También se los declara inembargables, ya que no pueden ser atacados por los
acreedores, dado que estos cuentan con los bienes del dominio privado del Estado como
garantía universal de sus créditos.

Asimismo revisten el carácter de imprescriptibles, en razón de que no pueden ser


poseídos y, en consecuencia, los bienes del dominio público no pueden ser objeto de un
proceso de usucapión.

A su vez, en su sección Primera, clasifica y define los distintos tipos de bienes. En su


sección Segunda, refiere a los "bienes con relación a las personas", contemplando el art. 235
los bienes pertenecientes al dominio público, agregando las excepciones contempladas en
leyes especiales.

Regulación de los bienes del dominio privado del Estado

Los bienes del dominio privado del Estado, a diferencia de los que corresponden al
dominio público, conforman un verdadero y auténtico derecho real de dominio, con todas las
potestades y las consecuencias que de él dimanan, salvo en cuanto a que si están afectados a
un servicio público no son embargables (conf. art. 243 del Código).

Lo referente al dominio privado del Estado encuentra sustento normativo en el nuevo


art. 236 establece: "Bienes del dominio privado del Estado. Pertenecen al Estado nacional,
provincial o municipal, sin perjuicio de lo dispuesto en leyes especiales: a) los inmuebles que
carecen de dueño; b) las minas de oro, plata, cobre, piedras preciosas, sustancias fósiles y
toda otra de interés similar, según lo normado por el Código de Minería; c) los lagos no
navegables que carecen de dueño; d) las cosas muebles de dueño desconocido que no sean
abandonadas, excepto los tesoros; e) los bienes adquiridos por el Estado nacional, provincial
o municipal por cualquier título."

Aunque en este Código no se distinguen los bienes de inenajenabiliad absoluta y


relativa, por lo que los pertenecientes al dominio privado del Estado son simplemente
enajenables, debe advertirse que toda enajenación de los bienes del dominio privado del
Estado está sujeta, a la intervención de la autoridad pública.

SERVIDUMBRES ADMINISTRATIVAS

Las servidumbres administrativas representan una de las modalidades típicas de las


limitaciones al dominio por razones de interés público.
Su finalidad, las distingue de las tradicionales servidumbres privadas, sin perjuicio de
la aplicación analógica del derecho civil.

Si bien su constitución o creación implica un desmembramiento del derecho de


propiedad, al afectar el carácter exclusivo del dominio, las servidumbres administrativas se
caracterizan por no ocasionar la extinción de la propiedad de los particulares.

La dinámica propia del interés público, determinó la proliferación de una gran variedad
de servidumbres administrativas en nuestro ordenamiento jurídico. Debido a ello, esta
tipología de servidumbres fueron (y son) concebidas como una herramienta indispensable
para el desarrollo de servicios públicos (acueductos, electroductos, gasoductos, transporte
ferroviario) y de actividades económicas estratégicas (oleoductos, actividades mineras), o
para el cumplimiento de funciones esenciales del Estado (seguridad de fronteras, y demás).

El fundamento de éste tipo de limitaciones al dominio por razones de interés público


radica en la necesidad de lograr el normal desenvolvimiento de los servicios públicos
nacionales, provinciales o municipales (ejemplo: electroducto, gasoducto, ferroviaria),
posibilitar la concreción y fomentar el desarrollo de actividades declaradas de interés público
(v. gr.: oleoducto), preservar la historia de los pueblos y su labor cultural (ejemplo:
servidumbre de ruinas y yacimientos arqueológicos/ paleontológicos; monumentos
históricos), o para dar cumplimiento a funciones esenciales e indisponibles del Estado (como
sucede en materia de servidumbres de protección de fronteras). En suma, cumplir —de
manera mediata o inmediata— con las exigencias que impone el bien común, que han de ser
esencialmente dinámicas y variables.

La servidumbre administrativa comporta afectar el carácter exclusivo del dominio,


limitando con intensidad el ejercicio de las prerrogativas de las que goza el propietario.

Al constituirse una servidumbre administrativa, no se extingue el derecho de propiedad,


debido a que se verifica la coexistencia del uso del bien por parte del propietario y del titular
de la servidumbre.
La alteración que se produce en la exclusividad se manifiesta a partir del contenido y
los alcances de las obligaciones impuestas por la constitución de la servidumbre pública que
se trate. En tal entendimiento, las servidumbres administrativas pueden consistir —respecto
del titular de dominio— en obligaciones de no hacer, de dejar hacer, e inclusive, en
obligaciones de hacer.
Régimen jurídico

Las servidumbres administrativas pueden ser creadas o impuestas tanto por la Nación
como por las provincias. Ello depende de la ubicación del respectivo bien y de la finalidad a
que responda la servidumbre, de acuerdo a la distribución de competencias establecidas en
la Constitución Nacional, confrontadas a su vez, con el carácter preponderantemente local de
las regulaciones del derecho administrativo.

Por la entidad e intensidad que revisten esta tipología de limitaciones al dominio, y de


acuerdo a los alcances de la tutela del derecho de propiedad que dimana del sistema
constitucional (convencional) nacional y provincial, son las leyes en sentido formal el
instrumento por antonomasia para determinar la creación de servidumbres administrativas.

La exigencia de “ley previa” estipulada por nuestro ordenamiento constitucional hace


indispensable la necesidad de una ley formal emanada del Poder Legislativo nacional o
provincial según el caso, específica o general.

Clases de servidumbres administrativas

Servidumbre de electroducto
La energía eléctrica, cuyo transporte y distribución han sido calificados como servicios
públicos (conf. artículo 3, ley 15.336; artículo 1, ley 24.065; artículo 2, ley 11.769 pcia. de
Bs. As.), constituye un elemento indispensable para posibilitar el desarrollo y sostenimiento
de la sociedad, de la familia, y de los individuos que integran una comunidad determinada.
Servidumbre de gasoducto
La servidumbre administrativa de gasoducto puede ser definida como el derecho real
administrativo, por el cual el propietario de un inmueble particular o del dominio privado del
Estado nacional, provincial o municipal se ve obligado a soportar en su propiedad el paso de
un gasoducto o sus instalaciones complementarias, en virtud de la prestación del Servicio
Público de Gas, y a respetar las restricciones al dominio que dichas instalaciones implican y
que surgen de la reglamentación.

Servidumbre de oleoducto
Este tipo de servidumbre tiene como objetivo contribuir con la expansión y el desarrollo
referido a la a exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización de
hidrocarburos.

Servidumbre minera
Se encuentra regulada en los artículos 146 y ss. del Código de Minería y constituye una
de las principales prerrogativas con las que cuentan los actores de la industria minera para el
desarrollo de sus actividades.

Servidumbres ferroviaria y aeronáutica


Las llamadas “servidumbres” ferroviarias y aeronáuticas en realidad no son sino
“restricciones” a la propiedad, pues ellas no contemplan la posibilidad de que “terceros” —
el “público”— utilicen la propiedad del administrado: sólo limitan el derecho de éste respecto
a la realización de ciertas construcciones dentro de su propio fundo.

Servidumbre de ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos


La protección del patrimonio arqueológico y paleontológico justifican el interés estatal
en su tutela, y por añadidura, la imposición de limitaciones al dominio para cumplir con
aquella finalidad.

Servidumbre de protección de monumentos históricos


La ley 12.665 —por la cual se crea la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos
y Lugares Históricos— centra su razón de ser en la preservación, protección y tutela de los
monumentos históricos —calificados como tales— existentes en el territorio de la República
Argentina. El patrimonio cultural de una nación preserva la memoria histórica de su pueblo
y, en consecuencia, resulta un factor fundamental para conformar y consolidar su identidad.

Servidumbre de protección de fronteras


La protección de la seguridad en zonas representa sin duda una de las funciones
esenciales e ineludibles del Estado, la cual se encuentra íntimamente vinculada con la noción
de soberanía. Con sustento en el actual artículo 75 inc. 15 de la CN, la ley 14.027 se encarga
de regular las cargas a las que se encuentra sometidas los inmuebles sitos en las abundantes
y extensas fronteras con las que cuenta nuestro país.
Servidumbre de Sirga
El “Camino de Sirga” es un instituto tendiente a promover, desarrollar y satisfacer las
necesidades inherentes a la navegación.

Servidumbre de acueducto
El agua, en su carácter de bien colectivo, se erige como un elemento indispensable e
insustituible para la propia existencia de la vida humana. Constituye un “bien colectivo”, y
por la significancia que posee, se ha comenzado a reconocer el llamado “derecho humano al
agua potable”.

Servidumbre de seguridad de la navegación


Con la finalidad de salvaguardar la seguridad del tráfico naval generado por las
instalaciones portuarias a las cuales se hallan asociadas, se fijan determinadas servidumbres
que vinculan tanto a las Administraciones Públicas en el ejercicio de sus competencias como
a los particulares, que ven limitado el contenido subjetivo de sus respectivos derechos de
propiedad como consecuencia de esas servidumbres.

RESTRICCIONES ADMINISTRATIVAS
Las restricciones administrativas, en cuanto a su naturaleza, no son otra cosa que
condiciones legales del ejercicio del derecho de propiedad.

Se dice que es meramente una tolerancia que el propietario debe soportar, que no existe
un sacrificio particular o especial del propietario sino que esa restricción es general, es decir,
que todos los propietarios la sufren en igual medida.

No hay en ella tampoco un desmembramiento de la propiedad. En cierto modo están


ínsitas en la existencia misma del derecho; las restricciones nacen con el nacimiento del
derecho de propiedad, son pues de su naturaleza, de su esencia, por lo mismo que no existen
derechos absolutos.

Por ejemplo: la colocación en mi casa de una caja de central de teléfono que va a servir
para toda la manzana.

Las restricciones son generales, constantes y actuales, a diferencia por ejemplo de la


expropiación y de la servidumbre, que son especiales y potenciales, quiere decir que la
restricción es general para todos los propietarios en igualdad de condiciones; la servidumbre
o expropiación es especial porque aplica sólo a determinadas bienes.

Ademas, la restricción es actual, está en este momento para todos; la expropiación y la


servidumbre son potenciales: muchos no la sufren ahora.

Por otro lado, las restricciones si bien son ilimitadas, no restringen el uso y goce de la
propiedad, por lo que NO afectan la plenitud del derecho, no siendo entonces indemnizables.

Ejemplo de restricción: no edificar a mayor altura que la permitida por el municipio.

Con ese ejemplo, podemos entonces dejar asentada otra característica de las
restricciones, por cuanto suelen contener obligaciones de hacer o de no hacer.
Además, son ejecutorias, es decir, que la administración puede hacerlas cumplir, si es
necesario, por el auxilio de la fuerza pública. Ejemplo: si me excedo en la altura de
construcción, se puede ordenar su demolición.

También existen restricciones de poca importancia o afectación, como la colocación de


carteles de tránsito, nombre de calles, etc. No debe dejar de mencionarse que todas las
restricciones deben tener una justificación, un fin y responder a una verdadera necesidad
administrativa.

Lo fundamental de las restricciones es que se exige que no alteren, desintegren o


desmiembren la propiedad. En cualquiera de estos casos corresponderá establecer una
servidumbre o hacer la expropiación, pero no será válida la mera restricción no indemnizada.

Otros ejemplos comunes de restricción, pueden ser la colocación de postes de luz o


antenas, alambres de electricidad y teléfono, cañerías de agua, entre otros.

RESIDENCIA DE LAS AUTORIDADES FEDERALES

Sin duda que la consagración de la ciudad de Buenos Aires en 1880 como capital de la
República Argentina significó para la historia de la propia ciudad –y también del país-, un
cambio sustancial. En estrecha relación con “el nuevo clima de ideas” y con la asunción de
Julio A. Roca, la convicción que la elite dirigente compartía respecto de la necesidad de
acompañar el proceso de modernización con la conformación de un mundo material que
corporizara el proyecto del nuevo estado-nación, pasó a una instancia inédita de realización.
A partir de allí, la principal tensión estaría centrada en la representación de la condición
republicana como carácter particular de la “nueva” Buenos Aires.

Una Buenos Aires que dedicará todavía varios años más a delimitarse (hasta 1887), a
autodefinirse en función de su nuevo rol: ser la sede de las “autoridades que ejercen el
Gobierno federal”, ser la capital de la República. La “cuestión capital”, constituyó también
un polo de debate en torno al cual se intersectaron múltiples cuestiones vinculadas a los
procesos de modernización, de organización nacional y de conformación material. Proyectos,
ensayos y sueños se entremezclaron con los imperativos concretos que dictaban las tomas de
decisiones inmediatas y coyunturales.

Dentro de ese largo período –que cerraría en una primera etapa a fines de la década de
1880 con la federalización de Buenos Aires- en el contexto de las capitales provisorias, tenían
lugar los debates y propuestas respecto de las características, ubicación y necesidad de una
capital.

“Las autoridades que ejercen el Gobierno federal residen en la ciudad que se declare
Capital de la República por una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más
legislaturas provinciales, del territorio que haya de federalizarse”. Constitución de la Nación
Argentina. Artículo 3º. 1853

“La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades
propias de legislación y jurisdicción y su jefe de gobierno será elegido directamente por el
pueblo de la ciudad. Una ley garantizará los intereses del Estado nacional, mientras la ciudad
de Buenos Aires sea Capital de la Nación”. Constitución de la Nación Argentina. Artículo
129. 1994
Ley 1029

Art. 1° Declárase Capital de la República, el municipio de la Ciudad de Buenos Aires,


bajo sus límites actuales.

Art. 2° Todos los establecimientos y edificios públicos situados en el Municipio,


quedarán bajo la jurisdicción de la Nación, sin que los municipales pierdan por esto su
carácter.
Art. 3° El Banco de la Provincia, el Hipotecario y el Monte de Piedad, permanecerán
bajo la dirección y propiedad de la Provincia, sin alteración á los derechos que á esta
correspondan.

Art. 4° La Provincia mantendrá igualmente la administración y propiedad de sus


ferrocarriles y telégrafos, aunque empiece su arranque en el Municipio de la Ciudad,
conservando asimismo la propiedad de los demás bienes que tuviese en él.

Art. 5° La Nación tomará sobre sí la deuda esterior de la Provincia de Buenos Aires,


previos los arreglos necesarios.

Art. 6° El Gobierno de la Provincia podrá seguir funcionando sin jurisdicción, en la


Ciudad de Buenos Aires, con ocupación de los edificios necesarios para su servicio, hasta
que se traslade al lugar que sus leyes designen.

Art. 7° Mientras el Congreso no organice en la Capital la Administración de Justicia,


continuarán desempeñándola los Juzgados y Tribunales provinciales con su régimen
presente.

Art. 8° Esta ley solo regirá una vez que la Legislatura de Buenos Aires haya hecho la
cesión competente, prestando conformidad á sus cláusulas, con arreglo á lo dispuesto en el
artículo 3° de la Constitución Nacional.

Art. 9° Comuníquese al Poder Ejecutivo.

INTERVENCIÓN FEDERAL

Concepto
La intervención federal se encuentra expresamente prevista en nuestra Constitución
Nacional en el artículo 6° donde establece que:

Art. 6.- "El Gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir
la forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus
autoridades constituidas para sostenerlas o reestablecerlas, si hubiesen sido depuestas por la
sedición, o por invasión de otra provincia”.

Ekmekdjian define a la intervención federal como un acto complejo, de naturaleza


política, emanado del gobierno federal, por el cual se limita o suspende temporariamente y
en forma coactiva la autonomía provincial, a fin de cumplir alguno de los objetivos previstos
en el arto 6° de la Constitución Nacional.

Ahora bien, las provincias son las unidades políticas que, con calidad de estados,
integran nuestra federación. No son soberanas, pero sí son autónomas.

Las provincias son autónomas, es cierto, pero excepcional y temporalmente el Gobierno


Federal puede suspender dicha autonomía a través de la intervención federal (reemplazando
a la autoridad de esa provincia por la federal, a través de un interventor), para restablecer el
orden quebrado por conflictos internos o ataque exterior. El conflicto debe ser grave e
imposible de resolver por la propia provincia.

Bidart Campos refiere que nuestra constitución prevé la garantía federal. Ella significa
que el estado federal asegura, protege y vigila la integridad, la autonomía y la subsistencia
de las provincias dentro de la unidad coherente de la federación a la que pertenecen. La propia
intervención federal es el recurso extremo y el remedio tal vez más duro que se depara como
garantía federal. Sagués la define como garantía de funcionalidad del sistema político.

Sin perjuicio de las críticas que refiere del uso del instituto, Ekmekdjian sostiene que
el art. 5 de la Constitución nacional, en su párrafo final, establece que bajo de estas
condiciones, el gobierno federal garante a cada provincia el goce y ejercicio de sus
instituciones. Esta "garantía federal", tiende a preservar las autonomías provinciales ante el
ataque de particulares, de otras provincias o de potencias extranjeras. En tales casos, el
gobierno federal debe acudir en auxilio de las autoridades provinciales afectadas.

Historia

Para poder entender más acabadamente el origen del instituto, debemos necesariamente
remitirnos a la historia.

El instituto de la Intervención federal tiene su antecedente se basa en la Constitución


de Estados Unidos de Norteamérica que en su artículo IV, sección IV dice: "Los Estados
Unidos garantizarán a cada estado de esta Unión una forma republicana de gobierno y
protegerán a cada uno de ellos contra toda invasión; y cuando lo solicitare la Asamblea
Legislativa o el Ejecutivo (si no se pudiere convocar la primera), le protegerá contra
desórdenes internos”.

Este es el antecedente más antiguo y directo de la institución, pero en cambio no fue


incorporado como tal en la Constitución argentina, sino con sustanciales cambios. La
constitución norteamericana utiliza el término "proteger", a diferencia que la argentina usa el
de "intervenir"; verbos sustancialmente diferentes y con significados e interpretaciones
distintas. Allí apreciamos la primera y elemental diferencia en la analogía constitucional.

En la historia constitucional argentina se manifiestan dos antecedentes: el primero en


el Pacto Federal de 1831 en su artículo decimotercero expresa una protección común entre
las partes firmantes: "Si llegare el caso de ser atacada la libertad e independencia de alguna
de las tres provincias litorales por alguna otra de las que no entran al presente en la federación,
o por otro cualquier poder extraño, la auxiliarán las otras dos provincias litorales, con cuantos
recursos y elementos estén en la esfera de su poder".
Ekmekdjian dice a esto que el auxilio de las fuerzas militares confederadas fue un
instrumento de garantía reciproca de las provincias cuando "la libertad e independencia" de
alguna de ellas estuviera amenazada.
Más adelante, en 1852, el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos establecía en su
artículo decimocuarto lo siguiente: "Si, lo que Dios no permita, la paz interior de la República
fuese perturbada por hostilidades abiertas entre una u otra provincia, o por sublevaciones
armadas dentro de la misma provincia, queda autorizado el encargado de las Relaciones
Exteriores para emplear todas las medidas que su prudencia y acendrado patriotismo le
sugieran para restablecer la paz sosteniendo las autoridades legalmente constituidas; para lo
cual los demás gobernadores prestarán su cooperación y ayuda en conformidad con el tratado
del 4 de enero de 1831”.

Estos dos artículos incorporados en aquellos dos pactos preexistentes, si bien no


refieren precisamente la institución de la intervención federal propiamente dicha como se la
conoce en el constitucionalismo posterior, manifiestan claramente la voluntad de las
provincias soberanas de otorgar y preservar la defensa de las instituciones en cada una de
ellas, y consolidar la protección común entre aquellos estados que pretendían conformar un
estado federal.

La redacción del artículo 6° incorporado a la Constitución de 1853 desato polémicas


desde antes de su nacimiento, protagonizadas nada menos que entre Alberdi y Sarmiento.

Inicialmente el proyecto de constitución propuesto por Alberdi en su artículo quinto


decía: "Interviene sin requisición en su territorio al solo efecto de restablecer el orden
perpetuado por la sedición". Pero el análisis de los constituyentes en 1853 le dieron otra
redacción, por lo que quedó de la siguiente manera: "El Gobierno Federal interviene con
requisición de las Legislaturas, o sin ella, en el territorio de cualquiera de las Provincias, al
solo efecto de restablecer el orden publico perturbado por la sedición, o de atender a la
seguridad nacional amenazada por un ataque o peligro exterior". Redactado de esta forma el
artículo dio lugar a distintas interpretaciones, por lo que la convención constituyente de 1860
lo modificó con los términos que mantiene actualmente.
¿Cuál era el centro de la discusión? Nada menos que la naturaleza misma del instituto
y su interacción con el federalismo y las autonomías provinciales. Es precario el equilibrio
que se sostiene en el tema de la aplicabilidad de las intervenciones federales sin que ésta no
afecte la esencia del federalismo originario de las provincias. Pareciera ser que la institución
se había transformado para los que administraban el estado argentino, en una verdadera
"espada de Damocles”.

Estas discusiones prosiguieron durante largo tiempo. Lo cierto es que bajo el pretexto
de subsanar confusiones y proteger las autonomías provinciales se introdujo una nueva
especie de intervención, que es la llamada "represiva", utilizada muy frecuentemente como
arma política de los gobiernos centrales para avasallar las autonomías provinciales.

La historia de la intervención federal en nuestro país es la historia de desencuentros


entre la Nación y las provincias, pues durante los 123 años transcurridos entre 1853 y 1976,
se ordenaron 174 intervenciones provinciales. Estos números son el mejor registro del uso y
abuso que hizo el gobierno federal del instituto de la intervención, en especial si se tiene en
cuenta que los datos que se presentan no incluyen las numerosas situaciones de allanamiento
a la autonomía provincial decididas por los gobiernos militares que se sucedieron -sólo
interrumpidos por breves interregnos democráticos y semi-democráticos- desde 1930.

Considerado un remedio extremo por la Constitución Nacional, los sucesivos


gobernantes apelaron al instrumento de la intervención federal en forma reiterada, y la
mayoría de las veces para subordinar el poder provincial al dictado de Buenos Aires. Prueba
de ello es el procedimiento elegido para ordenar la intervención: de las 17 intervenciones,
tan sólo 32% (56) fueron decididas por el Congreso de la Nación; el resto, es decir 68% (118),
fueron dispuestas por decreto del Poder Ejecutivo sin intervención del Poder Legislativo (10).

Clases o Causales de intervención

El desarrollo histórico anterior nos sirve de pie para comenzar a analizar uno de los
puntos neurálgicos en el tema de la intervención federal, que son sus causales.
Tal como ha quedado redactada, de la lectura del artículo 6° de la Constitución se
desprenden cuatro causas por las cuales puede ser intervenida una provincia. Dos de ellas a
solicitud de los entes locales a efectos de sostener o restablecer las autoridades constituidas
y dos de ellas destinadas a reconstituir o restaurar la forma republicana de gobierno.

a) Alteración de la forma republicana de gobierno: Se basa en la hipótesis que existen


graves alteraciones a los principios básicos del sistema republicano. Los términos para
definirlos son excesivamente laxos, pudiendo caber en ellos aspectos tales como
soberanía del pueblo, división de poderes, periodicidad de las funciones públicas,
responsabilidad de los gobernantes, etc. Esta falta de definición precisamente ha servido
para ser la causal mas alegada de intervención unilateral del gobierno federal a través de
la historia argentina.

Para Gelli, la ley que dispone la intervención federal debe indicar precisa y
concretamente la causa de ella, no pudiendo suplirla con declaraciones genéricas como
"garantizar la forma republicana de gobierno" u otras similares, que pueden encubrir
situaciones violatorias de la télesis constitucional.

Pueden hallarse dentro de esta causal, también los llamados:

Conflictos locales de poderes: A diferencia de otras intervenciones, tiende por objeto


sustituir -total o parcialmente- las autoridades locales. Sin embargo, debe distinguirse que no
todo conflicto de poderes local tiene la entidad de poner en riesgo el sistema republicano.

Vacío de poder: Cuando uno de los poderes del estado provincial no puede funcionar.
Así fue el caso en 1925 en La Rioja donde la legislatura no funcionaba desde 1923 por falta
de quórum y no se convocaba elección para elegir sus componentes.

b) Invasión exterior: Se trata de la intervención para repeler tal invasión, protagonizada


por un estad extranjero. También considera la hipótesis de invasión exterior por fuerzas
irregulares, aún formadas por argentinos.
c) Sedición: Es la hipótesis que se haya depuesto la autoridad constituida de una
provincia, entendiéndose la sedición como cualquier alzamiento, pero apto para afectar la
estabilidad de las autoridades constituidas de una provincia.

d) Invasión de otra provincia: Comprende el caso de invasión de una provincia por otra
(que sería un caso de guerra civil) o invasión de una provincia desde otra por grupos
irregulares.

e) Alzamiento de una provincia contra la Nación: No es un supuesto mencionado por


el art. 6° de la Constitución Nacional, se estima que si corresponde declararla cuando una
provincia lo hace contra otra, las mismas razones justificarían la intervención si lo hacen
contra la Nación.

Bajo diferentes nombres, los autores definen las clases de intervención. Sin embargo,
están de acuerdo que esta intervención federal en las provincias debe cumplir con alguno de
estos dos roles:
* La intervención-auxilio, para los supuestos de que una provincia sufra alguno de los
actos dañosos mencionados por el art. 6° de la Const. Nacional.
* La intervención-castigo, o sancionadora: cuando una provincia incumple las
obligaciones constitucionales derivadas del art. 5°, Orihuela -siguiendo a Ekmekdjian-,
llamará "Protectora" a la primera y agrega que en ella no se interfiere con las autoridades
de la provincia, sino que sólo se auxilia militarmente o se rechaza la invasión exterior.
Asimismo, denominara "Represiva" a la segunda y aclara que en este caso sí se sustituyen
las autoridades, total o parcialmente.

Ekmekdjian agrega a esta caracterización la llamada "Intervención anticipada", que si


bien no se halla expresamente regulada, se ha dado un caso en el año 1962, en el caso de
intervención de varias provincias al haber ganado en ellas varios candidatos peronistas, bajo
el pretexto de que existían vínculos entre ellos y el proceso subversivo que se intentaba
remediar.
Bidart Campos efectúa una descripción compuesta, teniendo en cuenta si la
intervención ha sido o no solicitada por la provincia:
a) Por si solo: para "garantizar" la forma republicana de gobierno o repeler invasiones
exteriores.
b) Con pedido de las autoridades provinciales: "para" sostenerlas o restablecerlas si han
sido depuestas por sedición o por invasión de otra provincia.

Al clasificarla de este modo, según cada situación, el autor permite vislumbrar que la
intervención que dispone el gobierno federal por su propia iniciativa puede ser, a la vez, una
facultad y una obligación. Así como también puede operar como sancionatoria o como
restauradora.

Remarca, además, que en cualesquiera de los supuestos posibles, el art. 6° fija las
condiciones y causales para la intervención, el gobierno federal no puede ni debe actuar
discrecionalmente. Si se evade el marco del citado arto 6° es fácil sostener que se incurre en
inconstitucionalidad.

Órgano competente

El artículo 6° no define cuál es el poder del gobierno federal al cual corresponde el


dictado de la intervención federal.

Así, en el caso "Orfila" la Corte Suprema se pronunció en el sentido que dicho poder
estaba conferido implícitamente en el Congreso. Sin embargo, existen muchos casos donde
la intervención se produjo mediante decretos del poder ejecutivo.

Estas intervenciones (casi en su totalidad de carácter represivo), fueron utilizadas


muchas veces con fines partidistas subalternos.
Durante los años previos a la reforma se suscitaron varias causas judiciales en las que
se discutía la facultad del Poder Ejecutivo de disponer la intervención federal de una
provincia estando reunido el Congreso, como así también la ampliación de una intervención
ya ordenada.

En los casos "Rossi Cibils" y "Romero Feris", de 1992; se cuestionó la validez del
decreto que dispuso ampliar al Poder Judicial de la Provincia de Corrientes la intervención
federal que ya regía para el Ejecutivo local. Se argumentó que, estando reunido el Congreso,
no correspondía al Ejecutivo Nacional dictar semejante medida. Lamentablemente, la falta
de independencia de la Corte Suprema en esos tiempos, llevó a que se convalidara lo actuado
mediante la doctrina de las cuestiones políticas no justiciables y con interpretaciones
alambicadas de las normas constitucionales.

La doctrina y la jurisprudencia tomaron nota de ello, y esta situación fue subsanada


luego de la reforma de 1994, al disponer expresamente en el artículo 75 inciso 30 CN que la
intervención es una atribución del Congreso Federal.

Sin embargo, se autoriza al poder ejecutivo a decretarla durante el receso del Congreso,
pudiendo éste aprobarla o revocarla. Sin embargo, no se previó la tercera alternativa (al igual
que en el estado de sitio) que es la que se produce con más frecuencia: el silencio del
Congreso.

No puede soslayarse la trascendencia de esta reforma efectuada en 1994, de indicar


expresamente, en el inc. 31 del arto 75, que la facultad de intervenir las provincias o la ciudad
de Buenos Aires compete al Congreso de la Nación, que además puede aprobar o revocar la
intervención decretada por el poder Ejecutivo, durante su receso.

A su vez el art. 99, inc. 20, prescribió que si el Poder Ejecutivo decreta una intervención
durante el receso del órgano legislativo lo debe convocar simultáneamente para dicho
tratamiento.
Efectos de la intervención:

Cabe hacer una distinción, que puede parecer semántica, pero no lo es tanto. El art. 6°
de la Constitución habla que el Gobierno federal interviene "en el territorio de las provincias"
y no "a las provincias".
Lo que delata el artículo es que, si se interviene "en" el territorio de la provincia, esa
intervención puede ser parcial desde lo geográfico, es decir que no necesariamente debe
cubrir todo el territorio provincial.

También debe distinguirse si la intervención es represiva o protectora. Si la represión


fuese protectora, no deberían alterarse las instituciones locales. En la represiva, en cambio,
el objetivo es sustituir total o parcialmente a las autoridades provinciales.

La sustitución de autoridades locales puede extenderse a los tres poderes provinciales


y a las autoridades municipales, o bien limitarse solo a alguno de ellos.

Así, sostiene una parte de la doctrina que no debería intervenirse el poder judicial local,
sin embargo del texto constitucional no surge tal prohibición. Si la ley de intervención
contempla la caducidad del poder judicial, el interventor puede designar reemplazantes para
evitar la paralización del servicio de justicia, pero deben ponerse en funcionamiento lo antes
posible los mecanismos previstos por la constitución local para el nombramiento de los
magistrados.

Dentro de la intervención, la personalidad de la provincia permanecerá incólume y


vigente su constitución dado que las eventuales inconstitucionalidades que esa norma pudiere
contener se remedian mediante el control judicial. Los contratos celebrados y las obligaciones
asumidas por los entes locales antes de la intervención, en principio, no se suspenden ni
cancelan dada la continuidad jurídica de los estados provinciales.
Interventor federal
La ejecución del acto declarativo de la intervención es llevada a cabo por un conjunto
de funcionarios "ad hoc" cuyo jefe recibe el nombre de "interventor federal". Ese funcionario
es designado por el Poder Ejecutivo nacional.

Si bien el interventor federal reemplaza a las autoridades locales, es un delegado o


comisionado del presidente de la República y, por ello, es funcionario nacional. No
representa a la provincia intervenida, según la mayoría de la doctrina y jurisprudencia.
El interventor federal, en efecto, tiene un doble carácter, y, en consecuencia, también
lo tienen los actos que realiza. Representa al gobierno federal, pero es también un
representante promiscuo y necesario de la provincia hasta tanto sean reorganizados los
poderes locales. Es decir que actúa con una doble personalidad y realiza actos que gozan de
una u otra naturaleza y que pueden ser calificados de diversa manera.

Así se ha dicho que "los actos de los interventores federales en una provincia no pierden
su carácter local en razón del origen de la investidura de dichos funcionarios (208:497;
263:539; 270:346 y 410; 300:615, entre otros), aún cuando éstos sean representantes directos
del Gobierno Nacional, respecto del cual asumen la condición de agentes (Fallos: 323:711 y
sus citas), es decir que no son funcionarios de las provincias, pues sustituyen a las autoridades
locales y ejercen las facultades que la Constitución Nacional, la provincial y las leyes
respectivas les reconocen”.

El alcance de esta intervención, depende de la ley que la decreta. En general, las leyes
no especifican -como debieran- los límites de esas facultades y recurren a formulas genéricas
como "restablecer el orden público", "restablecer la forma republicana de gobierno",
"reorganizar el Poder Legislativo", etc.

La extensión de las atribuciones del interventor depende del acto que declara la
intervención. Si se interviene el Poder Ejecutivo provincial, el interventor hace las veces de
Gobernador; si se interviene el poder legislativo provincial, el interventor reemplaza a la
legislatura, pudiendo dictar decretos-leyes. Si se intervienen el poder judicial, el interventor
puede remover los jueces actuales (pierden su inamovilidad) y designar otros, pero no puede
ejercer funciones judiciales por sí mismo.

Teniendo en cuenta que se trata de funcionarios de excepción y temporarios, su gestión


debe limitarse al mínimo imprescindible para cumplir si objetivo fijado.

No pueden asumir facultades delegadas por las provincias en el gobierno federal. Los
actos del interventor dentro del marco legal de la intervención y en uso de las atribuciones
provinciales obligan a las provincias. Sin embargo, la responsabilidad por excesos del
interventor o incumplimiento de la constitución y las leyes locales no pueden adjudicarse a
las provincias ni se resuelve afectando el patrimonio de los entes locales.

La intervención federal no hace desaparecer a la provincia como persona


jurídica distinta del Poder Ejecutivo Nacional, y que los actos del interventor federal son
susceptibles de ser revisados judicialmente, pues negar la intervención de la Corte Suprema
implicaría dejar inerme al Estado provincial frente al actuar del delegado del Estado
Nacional.

CONSTITUCIÓN DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y SUS


MUNICIPIOS

En primer lugar, corresponde citar el texto constitucional de la Provincia de Buenos


Aires promulgado en 1994 y que en su artículo primero reza: Art. 1 – La provincia de Buenos
Aires, como parte integrante de la República Argentina, constituida bajo la forma
representativa republicana federal, tiene el libre ejercicio de todos los poderes y derechos que
por la Constitución Nacional no hayan sido delegados al Gobierno de la Nación.

En ese sentido, se recuerda que las provincias crean sus propios derechos y eligen a sus
autoridades.
Asimismo, una de las consecuencias de la autonomía es que el Estado Federal no anula
ni deroga las leyes locales, dicha autonomía es irrenunciable por cuanto una provincia no
puede ser federalizada ni contando con su consentimiento, debiendo seguir los principios de
republicanismo y democracia promulgados por la Carta Magna.

Ahora bien, y en lo que a la organización de la norma respecta, corresponde mencionar


que la misma cuenta en su comienzo con un preámbuloo, para luego estar dividida en diez
(10) secciones.
Así, en la primera de ellas, se desarrollan las declaraciones, derechos y garantías que
gozan los habitantes de la provincia de Buenos Aires. Luego, en la sección segunda y tercera,
se establece el régimen electoral de las autoridades de la misma y afines, continuando en las
secciones cuarta, quinta y sexta con la organización del poder legislativo, ejecutivo y judicial,
respectivamente.

Por otro lado, a partir de la sección séptima, se organiza en el texto de la norma el


régimen municipal de los municipios de la provincia de Buenos Aires, para continuar con los
títulos referentes a la cultura y educación (sección octava) y reforma de la Constitución
(sección novena).

Finalmente, concluye en su sección décima con las disposiciones transitorias


concernientes a la aplicación de la misma.

LEY ORGÁNICA DE LAS MUNICIPALIDADES DE LA PROVINCIA DE


BUENOS AIRES

En el presente, corresponde analizarse el contenido del Decreto Ley 6768/58, con las
modificaciones introducidas por los Decretos-Leyes: 7.443/68, 8.613/76, 8.752/77, 8.851/77,
9.094/78, 9.117/78, 9.289/79, 9.443/79, 9.448/79, 9.926/83, 9.950/83 y 10.100/83 y las
Leyes: 5.887, 5.988, 6.266, 6.896, 10.140, 10.164, 10.251, 10.260, 10.377, 10.706, 10.716,
10.766, 10.857, 10.936, 11.024, 11.092, 11.134, 11.239, 11.240, 11.300, 11.582, 11.664,
11.690, 11.741, 11.757, 11.838, 11.866, 12.076, 12.120,12.288 y 12.396.
Así, me permito citar el artículo 1 de dicha norma, que reza: Art. 1. La Administración
local de los Partidos que forman la Provincia estará a cargo de una Municipalidad compuesta
de un Departamento Ejecutivo, desempeñado por un ciudadano con el título de Intendente y
un Departamento Deliberativo, desempeñado por ciudadanos con el título de Concejal.

Además de los órganos mencionados en el primer artículo, cada partido tiene además
un órgano encargado de la administración de los servicios educativos (con exclusión de los
aspectos técnicos pedagógicos) denominado Consejo Escolar, compuesto por un número
variable de consejeros escolares (entre 4 y 10, dependiendo de la cantidad de servicios
educativos existentes en el distrito).

Por su parte, los intendentes, el concejo deliberante y el consejo escolar son elegidos
por voto popular, por períodos de cuatro años con una sola reelección inmediata, mientras
que los órganos colegiados se renuevan por mitades cada dos años.

También se encuentra regulado en la norma lo referido a servicios públicos, creación


de establecimientos, delegaciones y divisiones del municipio, obra pública, finanzas de los
municipios, contabilidad, tesorería, adquisiciones y contrataciones, la utilización de los
bienes públicos, oficina de compras, recaudaciones, organizamos descentralizados,
patrimonio municipal, recursos municipales, concesiones, actos jurídicos municipales,
responsabilidad de sus miembros y empleados, sanciones y procedimientos.
RÉGIMEN JURÍDICO ORGANIZATIVO DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE
BUENOS AIRES

Constitución de la Ciudad de Buenos Aires

En el año 1994 la Convención Constituyente reformó la Constitución de la Nación


Argentina. En el texto de la Carta Magna fue incluido el artículo 129 que estableció
un régimen de gobierno autónomo para la Ciudad de Buenos Aires. Esta reforma estableció
también, que el Congreso de la Nación convocaría a los habitantes de la Ciudad para que
eligieran a sus representantes a fin de dictar el estatuto organizativo de sus instituciones.
Producidas tales elecciones, y constituida la Convención Constituyente, el 1° de Octubre
de 1996, se culminaron las sesiones, sancionando la Constitución de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.

La Constitución de la Ciudad, resultó ser un hito y punto de partida para la concreción


de la autonomía de la Ciudad, que se construye a partir de la elección por el voto directo de
sus ciudadanos del primer Jefe de Gobierno y de su Legislatura.

ARTICULO 1°.-La Ciudad de Buenos Aires, conforme al principio federal establecido


en la Constitución Nacional, organiza sus instituciones autónomas como democracia
participativa y adopta para su gobierno la forma republicana y representativa. Todos los actos
de gobierno son públicos. Se suprimen en los actos y documentos oficiales los títulos
honoríficos de los funcionarios y cuerpos colegiados.

La Ciudad ejerce todo el poder no conferido por la Constitución Nacional al Gobierno


Federal.

ARTICULO 2°.- La Ciudad de Buenos Aires se denomina de este modo o como Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
ARTICULO 3°.- Mientras la Ciudad de Buenos Aires sea Capital de la República, su
Gobierno coopera con las autoridades federales que residen en su territorio para el pleno
ejercicio de sus poderes y funciones.

Los legisladores y funcionarios de las Provincias argentinas gozan en el territorio de la


Ciudad de las mismas inmunidades e indemnidades que la presente Constitución otorga a los
de su Gobierno.

Organización política y división de poderes

Este régimen de autonomía fue precisado en sus características por la Ley Nacional Nº
24.588 y la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires de 1996 que, de acuerdo a lo ordenado
por la Constitución Nacional, estableció un régimen republicano, con los tres poderes
clásicos: uno Ejecutivo; uno Legislativo; y uno Judicial -integrado por el Consejo de la
Magistratura, el Ministerio Público y demás Tribunales de la Ciudad- y, finalmente,
las Comunas que son unidades de descentralización administrativa que reemplazan, desde
2005, a los Centros de Gestión y Participación Comunal.

El Poder Ejecutivo de la Ciudad de Buenos Aires está representado por el Gobierno de


la Ciudad de Buenos Aires y su titular lleva el título de Jefe de Gobierno.

El Poder Legislativo de la Ciudad de Buenos Aires está representado por la Legislatura


de la Ciudad de Buenos Aires.

El Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires está representado por los Juzgados,
Cámaras y Ministerio Público. Tienen a su cargo la administración de justicia en la Ciudad.

Poder Ejecutivo, Ministerios, Secretarías y Subsecretarías

El poder ejecutivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, denominado Gobierno de


la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) o Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
es ejercido por un Jefe de Gobierno electo por el voto popular, cuya duración en el cargo es
de cuatro años. Su reemplazante natural es el Vicejefe de Gobierno, quien es además el
presidente de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Del Jefe de Gobierno dependen
el Jefe de Gabinete y los diez Ministros a cargo de las áreas de:

• Hacienda
• Justicia y Seguridad
• Salud
• Educación
• Desarrollo Urbano y Transporte
• Cultura
• Desarrollo Humano y Hábitat
• Ambiente y Espacio Público
• Modernización, Innovación y Tecnología
• Gobierno
• Del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dependen además tres
Secretarías:
• Secretaría General y Relaciones Internacionales
• Secretaría Legal y Técnica
• Secretaría de Medios
• Y dos Subsecretarías:
• Subsecretaría de Comunicación Social
• Subsecretaría de Contenidos

Todas ellas no tienen el mismo rango jerárquico, ya que la Secretaría General tiene
rango ministerial. Esta estructura jerárquica se encuentra vigente desde el 10 de diciembre
de 2011 y fue aprobada por la Ley Nº 4013 1 derogando a la que Ley Nº 25062 , que
estableció la estructura jerárquica del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante el
primer mandato de Mauricio Macri el frente del Poder Ejecutivo. Dicho cuerpo normativo
determinó la existencia de 9 Ministerios y 3 Secretarías. Existe en la ciudad un intento de
descentralización de tareas, materializado en 15 Centros de Gestión y Participación
Comunales (CGPC). Este esquema fue reemplazado en 2007, en virtud de la aprobación de
la Ley 1.777, por el sistema de Comunas.

Régimen Comunal

La Ley Orgánica de las Comunas reglamentada en septiembre de 2005 por Ley Nº 1777
formula en el título sexto que en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la
democracia tenga carácter participativo. Dentro de ese lineamiento se propone
la descentralización del poder a través de la creación de las comunas y de la sanción de un
presupuesto participativo, con el objetivo de crear unidades administrativas más pequeñas
con gobiernos autónomos que puedan atender eficazmente la problemática vecinal.

Para lectura del alumno: https://www.lanacion.com.ar/opinion/intervenciones-en-la-


historia-nid590951 (noticia periodística del diario La Nación sobre intervención federal).

REGÍMENES PROVINCIALES Y MUNICIPALES: EL SISTEMA FEDERAL


ARGENTINO Y SUS RELACIONES CON LOS ESTADOS PROVINCIALES. -

La constitución argentina de 1853-1860 acoge la forma federal de estado, conforme puede


leerse en su Art. 1:

“La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana y


federal, según lo establece la presente Constitución”. -

En cuanto a la forma de gobierno en general, nos remitimos a lo estudiado en la unidad II y


nos centraremos concretamente a lo que significa específicamente la forma federal. -

Ella importa una relación entre el poder y el territorio, en cuanto el poder se descentraliza
políticamente con base territorial.

El federalismo es la forma opuesta a la unitaria, que centraliza territorialmente al poder del


estado.
Siguiendo a Quiroga Lavié, diremos que somos una república federal por las siguientes
razones:

 Porque las provincias son autónomas (se dan sus propias leyes) y autocéfalas (eligen
sus propios gobernantes sin intervención del gobierno federal).-
 Porque conservan todo el poder no delegado al gobierno nacional a través de la
Constitución Nacional (conf. Art. 121).-
 Por la existencia de facultades concurrentes (como los impuestos indirectos internos
y las que surgen del Art. 125 en concordancia con el 75 inc. 18).-

¿Y qué son las provincias?

Las provincias son las unidades políticas que componen nuestra federación.

Con el nombre de provincias nuestra historia constitucional y nuestro derecho constitucional


designan a los estados miembros del estado federal. Las provincias no son soberanas, pero
son autónomas. Que no son soberanas se desprende de los arts. 5º y 31; que son autónomas
se desprende de los arts. 5º, 122 y 123.

Dentro de esta estructura de estado federal, es que encontramos tres relaciones típicas:

Coordinación, Participación y Subordinación. -

1. Coordinación. -

La relación de coordinación delimita las competencias propias del estado federal y de las
provincias. Se trata de distribuir o repartir las competencias que caen en el área del gobierno
federal y de los gobiernos locales.

Ese reparto o distribución puede realizarse de diversos modos:

a) todo lo que la constitución federal no atribuye al estado federal, se considera reservado a


los estados miembros; la capacidad es la regla para éstos, y la incapacidad es la excepción,
en tanto para el estado federal ocurre lo contrario: la incapacidad es la regla, y la capacidad
es la excepción;
b) inversamente, todo lo que la constitución federal no atribuye a los estados miembros, se
considera reservado al estado federal, para quien, entonces, la capacidad es la regla y la
incapacidad es la excepción;

c) enumeración de las competencias que incumben al estado federal y a los estados


miembros.

Como ya hemos dicho previamente, nuestra Constitución Nacional adopta el primer sistema,
conforme el texto de su Art. 121:

"Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al gobierno
federal, y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales al tiempo de su
incorporación".

La Corte ha dicho que las provincias tienen todos los poderes que poseían antes de dictarse
la Constitución, a menos que una disposición de ésta, restrinja o prohíba su ejercicio (Caso
“Yateman”, F. 15: 17)

En el reparto de competencias, suele hacerse distinción entre: a) competencias exclusivas del


estado federal; b) competencias exclusivas de las provincias; c) competencias concurrentes;
d) competencias excepcionales del estado federal y de las provincias; e) competencias
compartidas por el estado federal y las provincias. a) Entre las competencias exclusivas del
gobierno federal podemos citar enunciativamente: intervención federal; declaración del
estado de sitio; relaciones internacionales; dictar los códigos de fondo o de derecho común y
las leyes federales o especiales, etc. En general, y como principio, la casi totalidad de
competencias asignadas a los órganos de gobierno federal por la constitución pueden
considerarse exclusivas del estado federal. Paralelamente a estas competencias exclusivas,
hallamos en los arts. 126 y 127 las que están prohibidas a las provincias.

a) Debemos dejar aclarado que las competencias exclusivas del estado federal no requieren
estar taxativa ni expresamente establecidas a su favor en la constitución, porque las hay
implícitas. Dentro de estas competencias implícitas, hay un tipo especialmente contemplado
por la constitución que es el de los llamados “poderes implícitos del congreso”, reconocidos
en el art. 75 inc. 32.
b) Entre las competencias exclusivas de las provincias, cabe incluir: dictar la constitución
provincial, establecer impuestos directos, dictar sus leyes procesales, asegurar su régimen
municipal y su educación primaria, etc. Esta masa de competencias se encuentra latente en
la reserva del art. 121, y en la autonomía consagrada por los arts. 122 y 123, con el
añadido del nuevo art. 124.

Como principio, las competencias exclusivas de las provincias se reputan prohibidas al


estado federal. Las competencias exclusivas de las provincias se desdoblan en:

b‟) las no delegadas al gobierno federal;

b‟‟) las expresamente reservadas por pactos especiales.

c) Entre las competencias concurrentes, o sea, las que pertenecen en común al estado
federal y a las provincias, se hallan: los impuestos indirectos internos, y las que surgen del
art. 125 concordado con el 75 inc. 18, más las del art. 41 y el art. 75 inc. 17.

d) Hay competencias excepcionales del estado federal, es decir, las que en principio y
habitualmente son provinciales, pero alguna vez y con determinados recaudos entran en la
órbita federal. Así, el establecimiento de impuestos directos por el congreso, cuando la
defensa, seguridad común y bien general lo exigen, y por tiempo determinado (art. 75 inc.
2º). Hay competencias excepcionales de las provincias en iguales condiciones. Así, dictar
los códigos de fondo o de derecho común hasta tanto los dicte el congreso (art. 126), y armar
buques de guerra o levantar ejércitos en caso de invasión exterior o de un peligro tan
inminente que no admita dilación, dando luego cuenta al gobierno federal (art. 126).

e) Hay también facultades compartidas por el estado federal y las provincias, que no deben
confundirse con las “concurrentes”, porque las “compartidas” reclaman para su ejercicio una
doble decisión integratoria: del estado federal y de cada provincia participante (una o varias).
Por ej.: la fijación de la capital federal, la creación de nuevas provincias (arts. 3º y 13),
etcétera.
En el derecho constitucional material se ha observado una marcada inflación de las
competencias federales, a veces en desmedro del reparto que efectúa la constitución formal.
Hay pues, en este punto, una mutación que, cuando implica violarla, es inconstitucional.

2. Participación. -

La relación de participación implica reconocer en alguna medida la colaboración de las


provincias en la formación de decisiones del gobierno federal. Nuestra constitución la
institucionaliza componiendo dentro del gobierno federal al órgano congreso con una cámara
de senadores, cuyos miembros representan a las provincias. Nuestro bicamarismo responde,
pues, a la forma federal del estado.

Cabe también incluir, con un sentido amplio de la relación de participación, todo lo que el
llamado federalismo concertado presupone en materia de negociación, cooperación,
coordinación, y lealtad federal (ver nos. 64 y 65).

3. Subordinación. –

La relación de subordinación se expresa en la llamada supremacía federal. El equilibrio del


principio de unidad con el de pluralidad tiende a proporcionar cohesión y armonía mediante
la subordinación de los ordenamientos jurídico-políticos locales al ordenamiento federal,
para que las “partes” sean congruentes con el “todo”. Ello quiere decir que la constitución
federal impone ciertas pautas en las estructuras de lineamiento que deben ser acatadas y
reproducidas por las constituciones de los estados miembros. A partir de la reforma de 1994
podemos comprender que el principio de subordinación viene formulado por la interrelación
de los arts. 5º, 31, 123, y 75 incisos 22 y 24. A su modo, hay que computar asimismo el art.
128, que reproduce el texto del viejo art. 110, según el cual “Los gobernadores de provincia
son agentes naturales del Gobierno Federal para hacer cumplir la Constitución y las
leyes de la Nación”. -

La relación de subordinación no permite decir que los “gobiernos” provinciales se


subordinan al “gobierno” federal, ni siquiera que las “provincias” se subordinan al “estado”
federal, porque lo que se subordina es el “orden jurídico” provincial al “orden jurídico”
federal. Aquellas formulaciones no son, en rigor, correctas.
LA AUTONOMIA PROVINCIAL Y DE LOS MUNICIPIOS

Ya se ha dicho al comenzar el tema de Regímenes Provinciales, que las provincias son las
unidades políticas que componen nuestra federación. Con el nombre de provincias nuestra
historia constitucional y nuestro derecho constitucional designan a los estados miembros del
estado federal. Las provincias no son soberanas, pero son autónomas. Que no son soberanas
se desprende de los arts. 5º y 31; que son autónomas se desprende de los arts. 5º, 122 y
123.

En función de la descentralización política, a la que también se hiciera referencia con


anterioridad, podemos decir que en nuestra Constitución Nacional, los gobiernos locales son
“Autoridades de la Nación”. -

La parte orgánica de la constitución (Unidad III) viene incorporada en el texto como


“Segunda Parte”, y lleva el título de “Autoridades de la Nación”, siendo más propio referirse
a “Autoridades del Estado” (cuestión netamente terminológica, pero recordando que el
concepto de Nación es más sociológico que político y que puede haber algunas “naciones”
que no constituyan políticamente un “estado”, Unidad II). -

El título primero de esta segunda parte se encabeza con el nombre de “Gobierno Federal” y
abarca del art. 44 al art. 120. El título segundo se encabeza con el nombre de “Gobiernos de
Provincia”, y abarca del art. 121 al art. 129. Es en este sector donde el constituyente de 1994
ha incluido el nuevo régimen autonómico de la ciudad de Buenos Aires, la que, si bien no
tiene categoría igual a la de las provincias, tampoco es un municipio común ni un territorio
íntegramente federalizado. Del precedente diagrama divisorio y de las denominaciones
empleadas surge claramente que para nuestra constitución son “Autoridades de la Nación”
tanto las que componen el gobierno federal como las que integran los gobiernos de provincia,
y el gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires. No obstante, dada la autonomía de las
provincias, la propia constitución se encarga de no inmiscuirse en la organización de los
gobiernos locales.

No obstante, la autonomía de las provincias, y la que surge del art. 129 para la ciudad de
Buenos Aires, ni las unas ni la otra disponen a su arbitrio de la organización gubernamental
de los respectivos poderes locales. La constitución les traza algunos parámetros; por ejemplo,
la tripartición del poder obliga a acoger el eje fundamental del principio divisorio; si para las
provincias así se entendió siempre con base en el art. 5º, también el nuevo art. 129 lo señala
para la Ciudad de Buenos Aires al hacer mención de su jefe de gobierno de origen electivo
y de las facultades de legislación y de jurisdicción; el sistema de derechos obliga, como piso
mínimo; asimismo, queda trasladada la forma republicana de gobierno y, en su esencia, el
sistema democrático.-

Para dar un ejemplo en que la disponibilidad de las provincias es amplia, citamos la opción
que tienen para organizar sus legislaturas con una sola cámara o con dos; o la que les permite
organizar sus tribunales judiciales con una sola instancia o con instancia múltiple (salvo en
el proceso penal, para el cual el Pacto de San José de Costa Rica las obliga a la doble
instancia), etc.-

EL REPARTO DE COMPETENCIAS DESPUES DE LA REFORMA DE 1994:

Estado federal, provincias, municipios y ciudad de Buenos Aires

Al reparto de competencias entre el estado federal y las provincias ya hicimos referencia al


explicar el federalismo. -

Desde la reforma de 1994 aparecen las menciones expresas a los municipios provinciales y
a la ciudad de Buenos Aires. -

Desde la constitución federal se reconoce en el art. 123 la autonomía de los municipios de


provincia, con lo cual el diseño del poder en jurisdicción de las provincias cuenta con una
pauta obligatoria impuesta por aquella. - Se consigna expresamente el aseguramiento de la
autonomía municipal, conforme al alcance y contenido que en el orden institucional, político,
administrativo, económico y financiero debe prever la constitución de cada provincia. Una
dosis mínima —que no viene determinada— es indispensable en las cinco esferas que señala
el art. 123: institucional, política, administrativa, económica y financiera.

Puede decirse, entonces, que la autonomía municipal surge de la constitucional federal. -

Más complicado se vuelve el esquema con la Ciudad de Buenos Aires, por un lado, porque
su autonomía no es interpretada pacíficamente; por otro lado, porque también se discute si la
rige el mismo principio de reserva de poder que el art. 121 consigna a favor de las provincias;
en tercer lugar, porque el Estatuto Organizativo de la ciudad definió una pauta equivalente a
la del art. 121, y se debate acerca de si ello está o no de acuerdo con la constitución federal,
cuyo eje es el art. 129. Respecto de las provincias, habíamos dicho que el art. 121 significa
que la “delegación” de competencias al gobierno federal fue efectuada por las provincias “a
través” de la constitución federal. Para la ciudad de Buenos Aires mientras sea capital
federal, la duda se propone así: ¿la ciudad inviste solamente las competencias que
expresamente le son reconocidas de acuerdo con la constitución federal y con la ley de
garantías que el congreso dicta para los intereses federales o, al contrario, la ciudad retiene
todas las que razonablemente no le han sido deferidas al estado federal? El interrogante se
puede formular también de otro modo: ¿el congreso posee todas las competencias que
expresamente no le son reconocidas a la ciudad o, a la inversa, el congreso tiene únicamente
las que taxativamente se retengan para él, quedando todo lo residual a la ciudad?

Para contestar hemos de computar dos datos:

a) el art. 129 adjudica a la ciudad un régimen de gobierno autónomo, con facultades de


legislación y jurisdicción; pero,

b) para resguardar los intereses del estado federal mientras la ciudad sea capital, el congreso
debe dictar una ley.

Ensambladas ambas pautas, Bidart Campos, decide la respuesta a favor del margen más
amplio de autonomía posible para la ciudad de Buenos Aires, y por ende se puede decir que:
a) la ley que razonablemente sitúa en la órbita federal determinadas competencias para
garantía de los intereses federales implica que esas competencias federales quedan
taxativamente establecidas, y que el remanente favorece a la ciudad;

b) hay cierta analogía con el principio de reserva provincial del art. 121, pero concurre una
diferencia: es la constitución federal por sí misma —y no la ciudad “a través” de la
constitución— la que ha efectuado la distribución de competencias, por lo que la disimilitud
con el art. 121 consiste en que las provincias han delegado por medio de la constitución
federal algunos poderes al gobierno federal, en tanto es dicha constitución la que por sí misma
deja a la ciudad todo el residuo que expresamente no adjudica al gobierno federal a través de
su art. 129 y de la ley de garantía federal.

La ciudad de Buenos Aires, en cuanto capital federal, ofrece dos caras: a) la propia de la
autonomía de la ciudad, y b) la propia de su capitalidad.

Conforme al art. 129, “La Ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo,
con facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido
directamente por el pueblo de la ciudad. …”

Según Quiroga Lavié, no puede tratarse de un municipio con autonomía especial, ya que los
municipios no pueden tener representación en el Senado de la Nación. - Siguiendo al mismo
autor, el art 44 de la C. N., hace pensar que se trata de una Ciudad Estado. -

Según el mismo autor, es lógico que las potestades legislativas y las jurisdiccionales sean
equivalentes a las de las provincias, para no romper el equilibrio federativo del sistema.
Bibliografía:

BIELSA, Rafael (1947). Derecho Administrativo. Tomo 3. Buenos Aires: Editorial El


Ateneo.
BOTASSI, Carlos A. (2006). “Dominio y Jurisdicción”, en: Ensayos de Derecho
Administrativo. La Plata: Editora Platense, pp. 113 y ss.
DIEZ, Manuel M. (1969). Derecho Administrativo. Tomo 3. Buenos Aires: Editorial
Omeba.
FLORES, Álvaro B. (2012). “La regulación de las limitaciones al dominio en razón del
interés público en el Proyecto de Código Civil y Comercial”, en: Jurisprudencia Argentina.
Buenos Aires, -III-1336/1348.
GORDILLO, Agustín (1996). “Excepción —sin reconvención— de usucapión de
servidumbre de electroducto en un juicio de desalojo”, en: La Ley. Buenos Aires: La Ley,
1996-B, 447.
MARIENHOFF, Miguel (1987). Tratado de Derecho Administrativo. Tomo IV.
Buenos Aires: Abeledo Perrot. — (1992). “Servidumbre de Electroducto. Su régimen
jurídico”, en: Revista de Derecho Administrativo. Buenos Aires: Abeledo Perrot, pp. 1 y ss.
BIDART CAMPOS, Germán J. – Manual de la Constitución Reformada; Tomo I,
Cap. VIII y Tomo III Cap. XXX. –
QUIROGA LAVIÉ, Humberto – Constitución de la Nación Argentina (comentada)-
quinta edición actualizada, año 2012.-

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