Tema 1. El Modernismo

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TEMA 1. El Modernismo.

Características generales

El Modernismo es un movimiento estético-literario situado cronológicamente entre los


últimos años del siglo XIX y primeros del XX que se manifestó especialmente en las artes plásticas
(pintura, escultura, arquitectura, decoración...) y la literatura. Pretende reaccionar contra el realismo
decimonónico e implantar definitivamente la modernidad, así que va a estar caracterizado por el
inconformismo, el hastío y la búsqueda de la belleza que se aleje de los patrones clásicos de la
burguesía. Como corriente literaria se desarrolla gracias a un impulso inicial que proviene de
Hispanoamérica y de un joven poeta nicaragüense, Rubén Darío, que, hacia 1890, representaba a un
grupo de poetas y prosistas que buscan renovar y enriquecer la literatura en un triple ámbito:
temático, formal y expresivo.
Entre las influencias literarias que reciben hay que destacar dos corrientes de la poesía
francesa: Parnasianismo y Simbolismo. El Parnasianismo defiende la idea del arte por el arte, por
lo que busca la perfección formal y la belleza. El Simbolismo pretende superar la realidad percibida
por los sentidos para llegar a significados más profundos y ocultos, para lo cual emplea los
símbolos. Propugna ir más allá de lo perceptible para revelar emociones, pensamientos y
sentimientos sugeridos por lo que las cosas evocan. Los tres grandes poetas simbolistas que
influyen en los escritores modernistas son Verlaine, Rimbaud y Mallarmé. La tradición española
deja su influencia sobre todo a través de los conocidos como románticos tardíos o presimbolistas
(Bécquer, Rosalía).
El escritor modernista acusa, como el romántico, una íntima inquietud, una sensación de
hastío y melancolía, una soledad y un desarraigo que lo excluyen del entorno social y lo enfrentan a
a él. Esto desemboca en que el artista se considera un ser privilegiado y superior cuya conducta
choca con las normas sociales e incluso las desafía con el escándalo.
La renovación temática se da en torno a los siguientes temas:
- el desasosiego interior: se exalta lo irracional, lo mortecino y decadente, las sensaciones de tedio y
malestar y una profunda melancolía que lleva a la angustia existencial.
- la introspección, la evasión y el exotismo: el hastío vital lleva a la necesidad de escapar, bien a
través de la instrospección o bien hacia mundos de belleza deslumbrante (en el espacio hacia el
exotismo del lejano Oriente o en el tiempo hacia la Antigüedad clásica, la Edad Media o el
refinamiento versallesco del siglo XVIII).
- el cosmopolistimo y el casticismo: junto a la devoción por París y la bohemia, convive el interés
por lo castizo y pintoresco, lo que es propio y diferencia de otros.
- el indigenismo: los pueblos indígenas de la época precolombina en los escritores
hispanoamericanos justifica también la necesidad de evasión.
- el panhispanismo: exaltación de lo hispánico frente a la hegemonía anglosajona (notable en Cantos
de vida y esperanza de Rubén Darío, por ejemplo).
La renovación formal se da a través del gusto por el esteticismo recreado a través de
múltiples imágenes sensoriales, tomado del parnasianismo, el arte de la sugerencia y la musicalidad,
tomados del simbolismo y la indefinición, tan cercana al impresionismo pictórico (sugerir, recrear,
más que mostrar). Esto lleva al uso de adjetivos cromáticos, el gusto por las esdrújulas, las
aliteraciones o el uso de recursos como la sinestesia o el símbolo, así como las imágenes
sorprendentes que establezcan relaciones insospechadas ("álamos cantores" de Machado).
Es muy importante también la renovación métrica que se produce, con la adopción de
versos como el alejandrino, el eneasílabo o el dodecasílabo. Se utiliza mucho el soneto, pero con
llamativas alteraciones: serventesios en vez de cuartetos, rimas diferentes en las dos primeras
estrofas, alejandrinos en vez de endecasílabos... Se usan también formas de la lírica popular
(romances, cuartetas, coplas, seguidillas...) o la silva con versos de diferente medida. La búsqueda
de la musicalidad tiene su reflejo en el gusto por la rima aguda o los paralelismos y simetrías
sintácticas, así como la repetición de acentos de intensidad en las mismas sílabas.
Conoce pinchando en el QR algo sobre su vida,
especialmente el apartado “Una vida galante”

Rubén Darío (1867- 1916), poeta nicaragüense, se considera el gran impulsor


del Modernismo en España. Realizó tres viajes a España, el último en 1907. Sus principales obras
eran ya conocidas y admiradas:
• Azul (1888), colección de cuentos y poemas con la que se inició en la poesía modernista bajo la
influencia de la poesía francesa.
• Prosas profanas (1896), obra ya plenamente modernista, caracterizada por motivos exóticos, una
expresión elegante y sensual, un lenguaje colorista y unos versos rítmicos.
• Cantos de vida y esperanza (1905), un libro más introspectivo y de temática intimista.

El poeta nicaragüense representa, con su poesía, las características más destacadas del
movimiento en cuatro aspectos:
➢ En el léxico, con la renovación del vocabulario mediante términos exóticos,
cultismos y neologismos. También mediante el empleo de un lenguaje sensorial que remite a las
sensaciones que se perciben a través de los sentidos, con especial abundancia de adjetivos.
➢ En lo que respecta a los recursos literarios, con el uso de antítesis, aliteraciones,
sinestesias, imágenes y símbolos.
➢ En cuanto a la métrica, con nuevas formas que incrementaran la musicalidad, a la vez
que se recuperaban versos como el dodecasílabo y el alejandrino. También se experimentaba con la
variación en la estructura de las estrofas y en la combinación de los versos.
➢ En la temática, con la mezcla de aspectos muy diversos: gusto por la pura fantasía,
tendencia al cosmopolitismo (pero también exaltación de lo nacional autóctono), exotismo con
predilección por lo oriental, regreso al mundo legendario y religioso del medievo, idealización
amorosa y erotismo, vuelta al mundo pagano y a la mitología grecolatina. Además, la expresión de
angustia y la protesta social y política demuestran que los modernistas podían ir más allá de los
tópicos de puro decorativismo, musicalidad y sensualismo.

En este QR puedes leer sobre su


trágica muerte (cuyos detalles no debes incluir en un examen)
Delmira Agustini (1886- 1914) fue una poeta uruguaya elogiada, en su precoz
inicio literario, por el propio Rubén Darío. Su carrera puede denominarse vertiginosa, por su
brevedad y carácter ascendente. Antes de morir asesinada por su exmarido a los veintiocho años,
Delmira publicó tres obras: El libro blanco (1907), Cantos de la mañana (1910) y Los cálices
vacíos (1913), en los que es evidente la evolución temática e ideológica de la autora. Sin embargo,
su inesperada y trágica muerte tuvo el efecto de difuminar y relegar a un segundo plano su
contribución artística a la literatura hispanoamericana, ya que durante muchos años la crítica incidió
más en su morbosa biografía que en un estudio riguroso de su obra.
Las tres obras publicadas en vida revelan una evolución personal que refleja la
inevitable tensión entre el discurso literario patriarcal y la posición marginal de la mujer, para la
cual su condición femenina supone un obstáculo en el oficio de escribir. En El libro blanco
destacan ciertas figuras femeninas de índole fantástica (hada, diosa, maga) o cortesana (princesa,
dama, reina) acordes a la estética modernista que, por aquel entonces, lo inundaba todo. Pero la voz
poética no se identifica con la figura femenina porque la tradición literaria no lo acepta. A modo de
excepción podríamos mencionar quizás el personaje de la musa, protagonista de muchos de estos
poemas. En ella se destacan cualidades como la precocidad, inteligencia, genialidad, agresividad,
rareza... Sin embargo, en los últimos siete poemas de este libro, recogidos bajo el subtítulo Orla
Rosa, se da una importante transformación en el discurso de la poeta: la voz poética adquiere
identidad femenina, para hablar del amor y del regocijo que su llegada le produce. Se usan
adjetivos, actitudes e imágenes que se identifican con lo femenino. La voz en primera persona se
describe como amante devota de un dios maravilloso que la saca de la oscuridad hacia la luz del
amor, la pasión y el placer.
En Cantos de la mañana el amor como fuente de vida y placer se va contaminando con
la idea de destrucción, caída y muerte. El dolor y la amargura sustituyen al goce previo. Las
imágenes femeninas previas son desplazadas por mujeres violentas, sádicas y destructoras: Elena,
Salomé, Judith, la mujer-bestia y especialmente la vampiresa, personajes que proyectan el sentir
misógino del patriarcado en el momento en el que surgen los movimientos feministas.
En Los cálices vacíos los patrones femeninos polarizados (ángel o demonio) siguen
provocando sentimientos de angustia, desasosiego y frustración en el discurso poético. Como
novedad, observamos que Delmira presenta una voz poética acosada por la duda acerca de su propia
identidad sobre la cual se interroga a sí misma o a otros personajes. La amargura y la sexualidad
explícita marcan la tónica de estos últimos poemas.

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