Antologia Textos Barroco
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Definiendo el amor
Francisco de Quevedo
Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
A una nariz
Francisco de Quevedo
Lope de Vega
DIANA
Oye, Anarda.
ANARDA
¿Qué me mandas?
DIANA
¿Qué hombre es este que salió?
ANARDA
¿Hombre?
DIANA
Desta sala, y yo
sé los pasos en que andas.
190
¿Quién le trajo a que me viese?
¿Con quién habla de vosotras?
ANARDA
No creas tú que en nosotras
tal atrevimiento hubiese.
¿Hombre, para verte a ti,
195
había de osar traer
crïada tuya, ni hacer
esa traición contra ti?
No, señora, no lo entiendes.
DIANA
Espera, apártate más,
200
porque a sospechar me das,
si engañarme no pretendes,
que por alguna crïada
este hombre ha entrado aquí.
ANARDA
El verte, señora, ansí,
205
y justamente enojada,
dejada toda cautela
me obliga a decir verdad,
aunque contra el amistad
que profeso con Marcela.
210
Ella tiene a un hombre amor
y él se le tiene también,
mas nunca he sabido quién.
DIANA
Negarlo, Anarda, es error.
Ya que confiesas lo más,
215
¿para qué [m]e niegas lo menos?
ANARDA
Para secretos ajenos
mucho tormento me das
sabiendo que soy mujer,
mas basta que hayas sabido
220
que por Marcela ha venido.
Bien te puedes recoger,
que es solo conversación
y ha poco que se comienza.
DIANA
¿Hay tan crüel desvergüenza?
225
¡Buena andará la opinión
de una mujer por casar!
¡Por el siglo, infame gente,
del Conde mi señor...!
ANARDA
Tente,
y déjame disculpar,
230
que no es de fuera de casa
el hombre que habla con ella,
ni para venir a vella
por esos peligros pasa.
DIANA
En efeto ¿es mi crïado?
ANARDA
235
Sí, señora.
DIANA
¿Quién?
ANARDA
Teodoro.
DIANA
¿El secretario?
ANARDA
Yo ignoro
lo demás; sé que han hablado.
DIANA
Retírate, Anarda, allí.
ANARDA
Muestra aquí tu entendimiento.
DIANA
240
Con más templanza me siento
sabiendo que no es por mí.
¿Marcela?
MARCELA
¿Señora?
DIANA
Escucha.
MARCELA
¿Qué mandas?
([Aparte.]
Temblando llego.
DIANA
¿Eres tú de quién fïaba
245
mi honor y mis pensamientos?
MARCELA
Pues ¿qué te han dicho de mí,
sabiendo tú que profeso
la lealtad que tú mereces?
DIANA
¿Tú lealtad?
MARCELA
¿En qué te ofendo?
DIANA
250
¿No es ofensa que en mi casa
y dentro de mi aposento
entre un hombre a hablar contigo?
MARCELA
Está Teodoro tan necio
que dondequiera me dice
255
dos docenas de requiebros.
DIANA
¿Dos docenas? ¡Bueno, a fe!
Bendiga el buen año el cielo,
pues se venden por docenas.
MARCELA
Quiero decir que, en saliendo
260
o entrando, luego a la boca
traslada sus pensamientos.
DIANA
¿Traslada? ¡Término estraño!
¿Y qué te dice?
MARCELA
No creo
que se me acuerde.
DIANA
Sí hará.
MARCELA
265
Una vez dice: «Yo pierdo
el alma por esos ojos»;
otra: «Yo vivo por ellos;
esta noche no he dormido
desvelando mis deseos
270
en tu hermosura»; otra vez
me pide solo un cabello
para atarlos, porque estén
en su pensamiento quedos,
mas ¿para qué me preguntas
275
niñerías?
DIANA
Tú, a lo menos,
bien te huelgas.
MARCELA
No me pesa,
porque de Teodoro entiendo
que estos amores dirige
a fin tan justo y honesto
280
como el casarse conmigo.
DIANA
Es el fin del casamiento
honesto blanco de amor.
¿Quieres que yo trate desto?
MARCELA
¡Qué mayor bien para mí!
285
Pues ya, señora, que veo
tanta blandura en tu enojo
y tal nobleza en tu pecho,
te aseguro que le adoro,
porque es el mozo más cuerdo,
290
más prudente y entendido,
más amoroso y discreto,
que tiene aquesta ciudad.
DIANA
Ya sé yo su entendimiento
del oficio en que me sirve.
MARCELA
295
Es diferente el sujeto
de una carta, en que le pruebas
a dos títulos tus deudos,
o el verle hablar más de cerca,
en estilo dulce y tierno,
300
razones enamoradas.
DIANA
Marcela, aunque me resuelvo
a que os caséis cuando sea
para ejecutarlo tiempo,
no puedo dejar de ser
305
quien soy, como ves que debo
a mi generoso nombre,
porque no fuera bien hecho
daros lugar en mi casa.
Sustentar mi enojo quiero;
310
pues que ya todos le saben,
tú podrás con más secreto
proseguir ese tu amor,
que en la ocasión yo me ofrezco
a ayudaros a los dos,
315
que Teodoro es hombre cuerdo
y se ha crïado en mi casa
y a ti, Marcela, te tengo
la obligación que tú sabes,
y no poco parentesco.
MARCELA
320
A tus pies tienes tu hechura.
DIANA
Vete.
MARCELA
Mil veces los beso.
DIANA
Dejadme sola.
ANARDA
¿Qué ha sido?
MARCELA
Enojos en mi provecho.
DOROTEA
¿Sabe tus secretos ya?
MARCELA
325
Sí sabe, y que son honestos.
(Háganle tres reverencias y váyanse.)
DIANA
(Sola.)
Mil veces he advertido en la belleza,
gracia y entendimiento de Teodoro,
que, a no ser desigual a mi decoro,
estimara su ingenio y gentileza.
330
Es el amor común naturaleza,
mas yo tengo mi honor por más tesoro,
que los respetos de quien soy adoro
y aun el pensarlo tengo por bajeza.
La envidia bien sé yo que ha de quedarme,
335
que, si la suelen dar bienes ajenos,
bien tengo de qué pueda lamentarme,
porque quisiera yo que, por lo menos,
Teodoro fuera más para igualarme
o yo, para igualarle, fuera menos.
MARCELA Y TEODORO
(Sale MARCELA .)
MARCELA
1795
¡Qué mal que finge amor quien no le tiene!
¡Qué mal puede olvidarse amor de un año!
Pues mientras más el pensamiento engaño,
más atrevido a la memoria viene.
Pero si es fuerza y al honor conviene,
1800
remedio suele ser del desengaño
curar el propio amor amor estraño,
que no es poco remedio el que entretiene.
Mas, ¡ay!, que imaginar que puede amarse
en medio de otro amor es atreverse
1805
a dar mayor venganza por vengarse.
Mejor es esperar que no perderse,
que suele alguna vez, pensando helarse,
amor con los remedios encenderse.
TEODORO
¿Marcela?
MARCELA
¿Quién es?
TEODORO
Yo soy.
1810
¿Así te olvidas de mí?
MARCELA
Y tan olvidada estoy
que a no imaginar en ti
fuera de mí misma voy,
porque si en mí misma fuera,
1815
te imaginara y te viera,
que, para no imaginarte,
tengo el alma en otra parte,
aunque olvidarte no quiera.
¿Cómo me osaste nombrar?
1820
¿Cómo cupo en esa boca
mi nombre?
TEODORO
Quise probar
tu firmeza, y es tan poca
que no me ha dado lugar.
Ya dicen que se empleó
1825
tu cuidado en un sujeto
que mi amor sostituyó.
MARCELA
Nunca, Teodoro, el discreto
mujer ni vidrio probó.
Mas no me des a entender
1830
que prueba quisiste hacer;
yo te conozco, Teodoro,
unos pensamientos de oro
te hicieron enloquecer.
¿Cómo te va? ¿No te salen
1835
como tú los imaginas?
¿No te cuestan lo que valen?
¿No hay dichas que las divinas
partes de tu dueño igualen?
¿Qué ha sucedido? ¿Qué tienes?
1840
Turbado, Teodoro, vienes.
¿Mudose aquel vendaval?
¿Vuelves a buscartu igual,
o te burlas y entretienes?
Confieso que me holgaría
1845
que dieses a mi esperanza,
Teodoro, un alegre día.
TEODORO
Si le quieres con venganza,
¿qué mayor, Marcela mía?
Pero mira que el amor
1850
es hijo de la nobleza;
no muestres tanto rigor,
que es la venganza bajeza
indigna del vencedor.
Venciste; yo vuelvo a ti,
1855
Marcela, que no salí
con aquel mi pensamiento.
Perdona el atrevimiento
si ha quedado amor en ti,
no porque no puede ser
1860
proseguir las esperanzas
con que te pude ofender,
mas porque en estas mudanzas
memorias me hacen volver.
Sean, pues, estas memorias
1865
parte a despertar la tuya,
pues confieso tus vitorias.
No quiera Dios que destruya
MARCELA
los principios de tus glorias.
Sirve, bien haces; porfía,
1870
no te rindas, que dirá
tu dueño que es cobardía.
Sigue tu dicha, que ya
voy prosiguiendo la mía.
No es agravio amar a Fabio
1875
pues me dejaste, Teodoro,
sino el remedio más sabio,
que aunque el dueño no mejoro
basta vengar el agravio.
Y quédate a Dios, que ya
1880
me cansa el hablar contigo,
no venga Fabio, que está
medio casado conmigo.
TEODORO
Tenla, Tristán, que se va.
TRISTÁN
Señora, señora, advierte
1885
que no es volver a quererte
dejar de haberte querido:
disculpa el buscarte ha sido,
si ha sido culpa ofenderte.
Óyeme, Marcela, a mí.
DIANA Y TEODORO
TEODORO
Un hora he estado leyendo
tu papel y, bien mirado,
2150
señora, tu pensamiento,
hallo que mi cobardía
procede de tu respeto,
pero que ya soy culpado
en tenerle, como necio,
2155
a tus muchas diligencias,
y así, a decir me resuelvo
que te quiero, y que es disculpa
que con respeto te quiero.
Temblando estoy, no te espantes.
DIANA
2160
Teodoro, yo te lo creo.
¿Por qué no me has de querer
si soy tu señora y tengo
tu voluntad obligada,
pues te estimo y favorezco
2165
más que a los otros crïados?
TEODORO
Ese lenguaje no entiendo.
DIANA
No hay más que entender, Teodoro,
ni pasar el pensamiento
un átomo desta raya.
2170
Enfrena cualquier deseo,
que de una mujer, Teodoro,
tan principal, y más siendo
tus méritos tan humildes,
basta un favor muy pequeño
2175
para que toda la vida
vivas honrado y contento.
TEODORO
Cierto que vuseñoría,
perdóneme si me atrevo,
tiene en el jüicio a veces,
2180
que no en el entendimiento,
mil lúcidos intervalos.
¿Para qué puede ser bueno
haberme dado esperanzas
que en tal estado me han puesto?
2185
Pues del peso de mis dichas
caí, como sabe, enfermo
casi un mes en una cama
luego que tratamos desto.
Si cuando vee que me enfrío
2190
se abrasa de vivo fuego,
y cuando vee que me abraso
se yela de puro yelo,
dejárame con Marcela.
Mas viénele bien el cuento
2195
del perro del hortelano:
no quiere, abrasada en celos,
que me case con Marcela
y, en viendo que no la quiero,
vuelve a quitarme el jüicio
2200
y a despertarme si duermo.
Pues coma o deje comer,
porque yo no me sustento
de esperanzas tan cansadas,
que si no, desde aquí vuelvo
2205
a querer donde me quieren.
DIANA
Eso no, Teodoro, advierto
que Marcela no ha de ser.
En otro cualquier sujeto
pon los ojos, que en Marcela
2210
no hay remedio.
TEODORO
¿No hay remedio?
Pues ¿quiere vuseñoría
que si me quiere y la quiero
han de aprobar voluntades?
¿Tengo yo de tener puesto
2215
a donde no tengo gusto
mi gusto por el ajeno?
Yo adoro a Marcela, y ella
me adora, y es muy honesto
este amor.
DIANA
¡Pícaro infame!
2220
¡Haré yo que os maten luego!
TEODORO
¿Qué hace vuseñoría?
DIANA
Daros por sucio y grosero
estos bofetones.
La vida es sueño
Pedro Calderón de la Barca
ACTO PRIMERO
ROSAURA: ¿No es breve luz aquella
caduca exhalación, pálida estrella,
que en trémulos desmayos
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la obscura habitación con luz dudosa?
Sí, pues a sus reflejos
puedo determinar, aunque de lejos,
una prisión obscura;
que es de un vivo cadáver sepultura;
y porque más me asombre,
en el traje de fiera yace un hombre
de prisiones cargado
y sólo de la luz acompañado.
Pues huír no podemos,
desde aquí sus desdichas escuchemos.
Sepamos lo que dice.
La andaluza ladrona
Paso de Lope de Rueda
GARGULLO.- ¡Ah! ¿Te burlas de mí? No tienes vergüenza. Anda acá delante
del corregidor y allá darás la cuenta.
ANDALUZA.- Estate quedo, no me impidas mi camino ni me estorbes mi
trabajo, hombre honrado, hombre honrado.
GARGULLO.- ¡Ah! ¿Hombre honrado, hombre honrado? Anda acá, hermana,
no des voces, que yo soy mozo del mercader de quién es la bolsa y vengo en
tu seguimiento.
ANDALUZA.- ¡Ay, hermano! Por amor de dios, ya que sabes el negocio, no lo
descubras, si no deja estar la bolsa donde tú viste que la puse y después
partiremos la mitad para ti y la mitad para mí.
GARGULLO.- Que me place, hermana. Yo callaré. Partámosla y soy contento.
ANDALUZA.- Pues, hermano, hazme un placer, que en tanto que pasa el
peligro de la justicia, que me prestes algunos dineros.
GARGULLO.- Toma, ahí tienes un escudo que ahora lo acabé de coger a mi
amo.
ANDALUZA.- Poquito hay aquí y tengo mucha gente.
GARGULLO.- Hazme hecho tanta lástima, que te daré las entrañas ¿Ves aquí
esta cadena? Véndela y avíate con la bendición de dios.
ANDALUZA.- ¡Ah! Dios te de salud, hermano. Mira, amigo yo querría que por
amor de Dios no toques la bolsa hasta que yo vuelva.
GARGULLO.- Guárdeme dios. No, no, no la tocaré yo te lo prometo por esta
anima pecadora. Con lo que es mío me ayude dios, que lo ajeno no lo quiero.
ANDALUZA.- Ven acá. Hermano; ¿Dónde es tu posada?
GARGULLO.- ¿Sabes la plaza Pelliceros?
ANDALUZA.- Si, muy bien.
GARGULLO.- Aguarda, que no es ahí mi posada.
ANDALUZA.- Pues ¿dónde?
GARGULLO.- ¿Sabes la placeta de las Moscas?
ANDALUZA.- Esa no.
GARGULLO.- No, no lo sabrás ¿Sabes la calle de los Asnos?
ANDALUZA.- Si se.
GARGULLO.- Pues tampoco vivo ahí, sino vete al portal del cojo y pregunta
por un zapatero nuevo que se dice maese Córdoba; y en un poyo que esta
junto a su casa, siéntate allí hasta que yo vaya.
ANDALUZA.- Pues, hermano, por amor de dios, por que vaya sin peligro de la
justicia, que me prestes la capa hasta que yo vuelva, porque no sea conocida.
GARGULLO.- Toma, hermana, y avíate.
ANDALUZA.- Mira que te torno a avisar que no toques la bolsa hasta que
vuelva.
GARGULLO.- Guárdenos dios del diablo. Se que cumplir había mi palabra,
siendo hijo del mas honrado boticario que hay en Castilleja de la cuesta.
ANDALUZA.- ¡Sus! Queda a dios.
GARGULLO.- Y él te guié.
Allá va; de tal suerte va, que, si se esconde, no basta para descubrirla toda el
arte mágica. Ora, ¡sus!, yo me quiero detener un poco antes de sacar el
venturoso tesoro, porque si la mujer volviere, me halle verdadero y observador
de mi palabra.
Ea, vecinos, vecinos, los que andáis haciendo cercos y conjuros por hallar los
escondidos tesoros, acudid al venturosísimo Gargullo, el cual, hoy, sin cerco ni
conjuro y sin hábito de nigromante, descubrirá un tal tesoro con que
permanezca rico para todos los días de su vida. Ahora, entretanto, quiero
pensar que tengo de hacer de tanto dinero. Lo primero que haré será hacer
unas casas en lo mejor de esta ciudad. Haré que me pongan a punto un lindo
coche en que me pasee, y los caballos que le tiraran, blancos. Haré vestir mis
criados de mi librea, que será rojo y blanco, significando rubíes y diamantes.
Haré matar todos mis parientes, porque, viéndome tan rico, no me codicien la
muerte y también porque no sepan de mi linaje. Cuando fuere por la calle,
llevaré un paso grave y muy gallardo. Porque, como dicen, en este mundo ten
dineros, que ese es el valer.
Ora no puedo mas detenerme aquí en palabras, sino sacar el venturoso tesoro.
¡helo, helo! Ea, dioses celestes, encended grandes luminarias. ¡Ea, Gargullo,
hela, hela donde asoma!
¡Ay, bendito sea dios todo poderoso! ¡Ay, escorias son y carbones son, por los
santos de dios! ¡Carbones y escorias me cuestan un escudo y una cadena y
capa y gorra! ¡Gentil mercader soy por el cielo! ¡Oh, saquillo de carbones! !Oh,
pobre de ti Gargullo, como te has dejado engañar de una gitana! ¿No sabía yo
que era aquella una ladrona? Verdaderamente yo he merecido hoy la principal
cadenas de los locos.