Antología Siglo de Oro

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Colegio de la Santísima Trinidad

Lengua y Literatura
Segundo Medio
Prof: Mariana Besser e Isidora Alvarado

Antología poética del Siglo de Oro español


1. Correspondencias entre amar o aborrecer, Sor Juana Inés 2. Mientras por competir con tu cabello, Luis de Góngora
de la Cruz
Soneto CLXVI
Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro; Mientras por competir con tu cabello
por quien no me apetece ingrato, lloro, oro bruñido al sol relumbra en vano,
y al que me llora tierno no apetezco. mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente al lilio bello;
A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro; mientras a cada labio, por cogello,
desprecio al que enriquece mi decoro, siguen más ojos que al clavel temprano,
y al que le hace desprecios, enriquezco. y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,
Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido; goza cuello, cabello, labio y frente,
y a padecer de todos modos vengo, antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
pues ambos atormentan mi sentido:
aqueste con pedir lo que no tengo, no sólo en plata o vïola troncada
y aquél con no tener lo que le pido. se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
3. Soneto XXIII, Garcilaso de la Vega 4. Amor constante más allá de la muerte, Francisco de Quevedo

En tanto que de rosa y azucena Cerrar podrá mis ojos la postrera


se muestra la color en vuestro gesto, sombra que me llevare el blanco día,
y que vuestro mirar ardiente, honesto, y podrá desatar esta alma mía
con clara luz la tempestad serena; hora a su afán ansioso lisonjera;
·
y en tanto que el cabello, que en la vena mas no, de esotra parte en la ribera,
del oro se escogió, con vuelo presto, dejará la memoria en donde ardía:
por el hermoso cuello blanco, enhiesto, nadar sabe mi llama la agua fría
el viento mueve, esparce y desordena; y perder el respeto a ley severa.
·
coged de vuestra alegre primavera Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
el dulce fruto, antes que el tiempo airado venas que humor tanto fuego han dado,
cubra de nieve la hermosa cumbre. medulas que han gloriosamente ardido,
·
Marchitará la rosa el viento helado, su cuerpo dejarán, no su cuidado,
todo lo mudará la edad ligera, serán ceniza, más tendrá sentido,
por no hacer mudanza en su costumbre. polvo serán, más polvo enamorado.
5. Hombres necios que acusáis, Sor Juana Inés de la Cruz

Hombres necios que acusáis ¿Qué humor puede ser más raro
a la mujer sin razón, que el que, falto de consejo,
sin ver que sois la ocasión él mismo empaña el espejo
de lo mismo que culpáis. y siente que no esté claro?

Si con ansia sin igual Con el favor y el desdén


solicitáis su desdén, tenéis condición igual,
¿por qué queréis que obren bien quejándoos, si os tratan mal,
si las incitáis al mal? burlándoos, si os quieren bien.

Combatís su resistencia Opinión ninguna gana,


y luego con gravedad pues la que más se recata,
decís que fue liviandad si no os admite, es ingrata,
lo que hizo la diligencia. y si os admite, es liviana.

Parecer quiere el denuedo Siempre tan necios andáis


de vuestro parecer loco que con desigual nivel
al niño que pone el coco a una culpáis por cruel
y luego le tiene miedo. y a otra por fácil culpáis.

Queréis con presunción necia ¿Pues cómo ha de estar templada


hallar a la que buscáis, la que vuestro amor pretende,
para pretendida, Tais, si la que es ingrata ofende
y en la posesión, Lucrecia. y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena la que peca por la paga
que vuestro gusto refiere, o el que paga por pecar?
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena. ¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Dan vuestras amantes penas Queredlas cual las hacéis
a sus libertades alas o hacedlas cual las buscáis.
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas. Dejad de solicitar
y después con más razón
¿Cuál mayor culpa ha tenido acusaréis la afición
en una pasión errada: de la que os fuere a rogar.
la que cae de rogada
o el que ruega de caído? Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
¿O cuál es más de culpar, pues en promesa e instancia
aunque cualquiera mal haga: juntáis diablo, carne y mundo.
6. La más bella niña, Luis de Gongora

La más bella niña Mis ojos, de hoy más,


De nuestro lugar, El sabroso oficio
Hoy viuda y sola Del dulce mirar,
Y ayer por casar, Pues que no se pueden
Viendo que sus ojos Mejor ocupar,
A la guerra van, Yéndose a la guerra
A su madre dice, Quien era mi paz,
Que escucha su mal:
Dejadme llorar
Dejadme llorar Orillas del mar.
Orillas del mar.
No me pongáis freno
Pues me disteis, madre, Ni queráis culpar,
En tan tierna edad Que lo uno es justo,
Tan corto el placer, Lo otro por demás.
Tan largo el pesar, Si me queréis bien,
Y me cautivasteis No me hagáis mal;
De quien hoy se va Harto peor fuera
Y lleva las llaves Morir y callar,
De mi libertad,
Dejadme llorar
Dejadme llorar Orillas del mar.
Orillas del mar.
Dulce madre mía,
En llorar conviertan ¿Quién no llorará,
Aunque tenga el pecho Pues ido se han
Como un pedernal, Los ojos que hacían
Y no dará voces Los míos velar;
Viendo marchitar Váyanse, y no vean
Los más verdes años Tanta soledad,
De mi mocedad? Después que en mi lecho
Sobra la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar. Dejadme llorar
Orillas del mar.
Váyanse las noches,
7. Noche oscura del alma, San Juan de la Cruz

En una noche oscura, ¡Oh noche, que guiaste!


con ansias en amores inflamada ¡Oh noche amable más que la alborada!
¡oh dichosa ventura! ¡Oh noche que juntaste
salí sin ser notada, Amado con amada
estando ya mi casa sosegada. amada en el Amado transformada!

A oscuras y segura, En mi pecho florido,


por la secreta escala, disfrazada, que entero para él solo se guardaba,
¡oh dichosa ventura! allí quedó dormido,
a oscuras y en celada, y yo le regalaba,
estando ya mi casa sosegada. y el ventalle de cedros aire daba.

En la noche dichosa, El aire de la almena,


en secreto, que nadie me veía, cuando yo sus cabellos esparcía,
ni yo miraba cosa, con su mano serena
sin otra luz y guía en mi cuello hería,
sino la que en el corazón ardía. y todos mis sentidos suspendía.

Aquesta me guiaba Quedé y olvidéme,


más cierto que la luz del mediodía el rostro recliné sobre el Amado;
a donde me esperaba cesó todo, y dejéme,
quien yo bien me sabía, dejando mi cuidado
en parte donde nadie parecía. entre las azucenas olvidado.
8. Definiendo el amor, Francisco de Quevedo 9. Dichoso tú que alegre en tu cabaña, Francisco de Quevedo

Es hielo abrasador, es fuego helado, Dichoso tú que alegre en tu cabaña,


es herida que duele y no se siente, mozo y viejo aspiraste la aura pura,
es un soñado bien, un mal presente, y te sirven de cuna y sepoltura,
es un breve descanso muy cansado. de paja el techo, el suelo de espadaña.

Es un descuido que nos da cuidado, En esa soledad, que libre baña


un cobarde con nombre de valiente, callado sol con lumbre más segura,
un andar solitario entre la gente, la vida al día más espacio dura,
un amar solamente ser amado. y la hora sin voz te desengaña.

Es una libertad encarcelada, No cuentas por los cónsules los años,


que dura hasta el postrero parasismo, hacen tu calendario tus cosechas,
enfermedad que crece si es curada. pisas todo tu mundo sin engaños.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo: De todo lo que ignoras te aprovechas;


mirad cuál amistad tendrá con nada ni anhelas premios, ni padeces daños,
el que en todo es contrario de sí mismo. y te dilatas cuanto más te estrechas.
10. Oda I La vida retirada, Fray Luis de León

¡Qué descansada vida ¡Oh secreto seguro, deleitoso!


la del que huye del mundanal ruïdo, Roto casi el navío,
y sigue la escondida a vuestro almo reposo
senda, por donde han ido huyo de aqueste mar tempestuoso.
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Un no rompido sueño,
Que no le enturbia el pecho un día puro, alegre, libre quiero;
de los soberbios grandes el estado, no quiero ver el ceño
ni del dorado techo vanamente severo
se admira, fabricado de a quien la sangre ensalza o el dinero.
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
Despiértenme las aves
No cura si la fama con su cantar sabroso no aprendido;
canta con voz su nombre pregonera, no los cuidados graves
ni cura si encarama de que es siempre seguido
la lengua lisonjera el que al ajeno arbitrio está atenido.
lo que condena la verdad sincera.
Vivir quiero conmigo,
¿Qué presta a mi contento gozar quiero del bien que debo al cielo,
si soy del vano dedo señalado; a solas, sin testigo,
si, en busca deste viento, libre de amor, de celo,
ando desalentado de odio, de esperanzas, de recelo.
con ansias vivas, con mortal cuidado?
Del monte en la ladera,
¡Oh monte, oh fuente, oh río,! por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera La combatida antena
de bella flor cubierto cruje, y en ciega noche el claro día
ya muestra en esperanza el fruto cierto. se torna, al cielo suena
confusa vocería,
Y como codiciosa y la mar enriquecen a porfía.
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa A mí una pobrecilla
una fontana pura mesa de amable paz bien abastada
hasta llegar corriendo se apresura. me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
Y luego, sosegada, sea de quien la mar no teme airada.
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada Y mientras miserable-
de verdura vistiendo mente se están los otros abrazando
y con diversas flores va esparciendo. con sed insacïable
del peligroso mando,
El aire del huerto orea tendido yo a la sombra esté cantando.
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea A la sombra tendido,
con un manso ruïdo de hiedra y lauro eterno coronado,
que del oro y del cetro pone olvido. puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
Téngase su tesoro del plectro sabiamente meneado.
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

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