Europa III

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La batalla de las ideas - George Rude - Resumen

En el periodo tras la caída de napoleón, nos encontramos en europa con ciertas ideas o idées-force
concretas: el nacionalismo, el liberalismo, el socialismo, el romanticismo y las ideas religiosas

El liberalismo
Tuvo su origen en la revolución francesa y en la Guerra de Independencia americana. En ambos
continentes se asociaba con derechos humanos y libertades, tales derechos han sido expresamente
proclamados en las dos grandes declaraciones, la de los derechos del Hombre y de la Independencia.
En Inglaterra el liberalismo ha tenido otros orígenes. Uno de ellos está en la doctrina utilitarista de
Jeremy Bentham (la teoría de la mayor felicidad para el mayor número) y otro, en los principios del
libro de Adam Smith. El término liberal apareció primero en Inglaterra sobre 1816, aunque adquiere
una aplicación más amplia y general con la revuelta liberal española de 1820. Usado al principio
como insulto por sus enemigos, se reviste de respetabilidad.

El liberalismo, en los comienzos del siglo XX, aparece como un credo común, que trasciende los
límites de varios estados europeos. Sin embargo tiene características y variaciones nacionales
claramente reconocibles. En Francia posee connotaciones claramente revolucionarias y no
reformistas. En Inglaterra su mensaje y expresión fueron generales, aunque no exclusivamente,
reformistas. En Italia era inseparable del movimiento por su independencia nacional de Austria. En
Alemania también estaba ligado al nacionalismo, aun así, los historiadores coinciden en las pocas
posibilidades del liberalismo para enraizarse con firmeza en suelo alemán.

El liberalismo no siempre ha parecido con el mismo resplandor y colorido, ni en la misma guisa de


credo universalmente benéfico que sus primeros teóricos y promotores le atribuían. Todavía en 1859
J.S. Mill, lo presentaba en los siguientes e inequívocos términos de adhesión: “No es libre ninguna
sociedad en la cual estas libertades no sean, en general, respetadas por cualquiera sea su gobierno; y
ninguna completamente libre si en ella no existen absolutamente y sin discriminacion. La única
libertad que merece ese nombre es la de perseguir nuestro propio bien de nuestra forma, mientras que
no intentemos privar a otros de la suya o impedir sus esfuerzos para obtenerla”

Los historiadores Whig del siglo XIX y Trevelyan en el XX, han tendido a interpretar esas
“libertades” como herencia común de la nación en su conjunto y no como de un grupo o clase
aislados. Este ha sido también el caso, en general, del historiador y filósofo italiano del siglo XX,
Benedetto Croce

Desde el despertar liberal del medio siglo XX procedió como una continua batalla entre libertad y
“otras religiones rivales y hostiles”. Entre estos rivales Croce enumera la democracia, el liberalismo y,
más concretamente, el absolutismo y el catolicismo de la iglesia de Roma. El absolutismo es contra el
que el liberalismo ha luchado su más característica y constante batalla; una batalla en la que el ideal
liberal resistió al ideal absolutista, luchó con él sin tregua y al final obtuvo una victoria que fue
permanentemente sustancial”

Pero fuera de Italia pocos historiadores han concebido la libertad del liberalismo en términos tan
fervientes, abstractos y poco críticos. Valsecchi adopta una posición intermedia, se lamenta de la
moderna tendencia de identificar excesivamente al liberalismo con los estrechos intereses burgueses,
pero admite que el liberalismo provee a la adinerada burguesía de la fórmula que le permite compartir
el poder político con la aristocracia, mientras que, al mismo tiempo, permite a esta retener su
preeminencia sobre las demás clases sociales, y que “la teoría económica liberal responde a las
necesidades expansionistas del naciente capitalismo”. Los otros historiadores ingleses y franceses han
visto tanto el liberalismo político como la economía del laissez-faire, como la expresión directa de las
necesidades de una naciente clase media agresiva

El nacionalismo
La nación fue otro de los grandes gritos de unión en los comienzos del siglo XIX. El nacionalismo,
como el liberalismo, se desprende de las dos grandes revoluciones anteriores, pero más concretamente
de la francesa. Fueron los franceses quienes en 1792 formularon con claridad el principio de las
“fronteras naturales” de la nación dentro de las que la “soberanía del pueblo” debería ser
aproximadamente ejercida. Con su conquistas militares durante el Directorio y el Imperio, provocaron
un nuevo sentido de nación entre italianos, españoles y alemanes; y esta conciencia o consciente
sentido nacional se magnificó, extendió y cargo de un nuevo y emocional contenido en el siguiente
periodo de las guerras napoleónicas.

Así, escribe Cobban, la nación-estado dejó de ser un simple hecho histórico para convertirse en el
sujeto de una teoría. Se requirió tiempo para que los hombres fueran completamente conscientes de la
nueva fuerza y de que el término nacionalidad o nacionalismo entrará en el vocabulario político
corriente. Esto ocurrió por los años 30 del siglo XIX, cuando el término entró en uso en Inglaterra,
Alemania, Rusia y entre los checos e italianos. En París fue adoptado por la Academia Francesa en
1835

El nacionalismo aún contenía una significación revolucionaria internacional, por la que se esperaba
que toda nación había de contribuir a la hermandad universal de los hombres, a la vez, que reclamaba
su propia y peculiar identidad. Pero esta descripción era solo una parte del cuadro total. Había también
un nacionalismo de una clase más exclusiva, autocentrado y antiliberal, que buscaba inspiración
dentro de los límites históricos de un país y sus tradiciones folklóricas, lingüísticas, políticas y
religiosas. El nacionalismo por su misma naturaleza o por una progresión casi imperceptible, cambia
de estar sometida a un Gran Poder a estar sometida a otro, o a servir de trampolín para la supresión de
la nacionalidad de otros.

Algunas de estas características, divisiones y ambigüedades se hicieron más aparentes y asumieron


nuevas significaciones con las revoluciones de 1848. Por lo que concierne al nacionalismo del
presente, en general ha jugado un papel liberador o revolucionario. Normalmente se convirtió en
aliado del liberalismo

Para Croce el nacionalismo y el liberalismo no son más que las dos caras de la misma moneda y
difícilmente pueden distinguirse. La búsqueda de la nacionalidad es parte de la misma “religión de la
libertad” la cual es la esencia misma de la historia del hombre.

Acton tenía una opinión generalmente desfavorable del nacionalismo, particularmente de lo que él
llamó “la moderna teoría de la nacionalidad” a la que consideró como una grave amenaza para las
libertades y los derechos de las minorías. Para él la “negación de la nacionalidad implica la negación
de las libertades públicas”. Y añadía que “la gran importancia de la nacionalidad en el Estado consiste
en el hecho de que es la base de la capacidad política”. Así la teoría de la nacionalidad, atada y
sometida al servicio del Estado, se convierte en la más seductora de las teorías subversivas de la época
y, al mismo tiempo, en la más rica promesa de futuro poder; y el derecho a la nacionalidad se estaba
sacrificando al propio sistema del poder estatal que ese mismo derecho de nacionalidad había ayudado
a crear tan entusiásticamente

La teoría de la nacionalidad es condenada como un “retroceso en la historia”, porque “la nacionalidad


no aspira ni a la libertad ni a la prosperidad, condenando a ambas a la necesidad imperativa de hacer
de la nación el molde y la medida del Estado”

La segunda Guerra Mundial y sus consecuencias dieron lugar a nuevos “fantasmas” y situaron la
cuestión del nacionalismo en un contexto más amplio e internacional. En las antiguas colonias de Asia
y África nacen nuevas naciones-estados y aparecen nuevos movimientos nacionales, llenos de fuerza
y altamente revolucionarios, esto brinda una nueva perspectiva al tratamiento de los historiadores de
los movimientos nacionales en su conjunto

Algunos de los escritos más significativos de la posguerra sobre el nacionalismo del siglo XIX han
sido aquellos que, como en el caso del liberalismo, intenta situarlo en un contexto social o económico.
Si la principal fuerza del liberalismo del siglo XIX provino de la clase media ¿podría decirse lo
mismo respecto al nacionalismo? Hobsbawn nos dice que “los promotores más importantes del
nacionalismo en ese momento fueron los estratos bajo y medio de profesionales, administrativos e
intelectuales, en otras palabras, las clases educadas” , observando especialmente el papel representado
por profesores universitarios y estudiantes.

Argumenta que el nacionalismo consciente era exclusivo de una élite educada, mientras que la gran
masa de europeos de ese tiempo era analfabeta. Desde luego, el analfabetismo no era obstáculo para la
conciencia política consciente, pero sí lo era la ausencia de una lengua escrita, e incluso hablada,
común.

El nacionalismo sólo pudo adquirir una base genuinamente popular, en ese tiempo, en aquellos países
industrialmente desarrollados como Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. Esto porque el
nacionalismo “al igual que otras muchas características del mundo moderno, es hijo de la doble
revolución”

El romanticismo
El romanticismo ha demostrado ser el más difícil de definir y situar en un contexto histórico preciso.
Sus formas características fueron frecuentemente más literarias y artísticas que políticas o filosóficas,
sin embargo algunos historiadores lo han escogido entre otras idées-force como la expresión más apta
de las corrientes intelectuales del momento

Comenzó como un movimiento literario, de nombre y programa propios, en Alemania de la última


década del siglo XVIII. Pero habiendo ya una vena literaria similar en Inglaterra y estando ambos en
deuda de los precedentes del siglo XVIII

Tuvo tres fases principales: La primera se sitúa 30 años antes de la revolución francesa, los elementos
comunes eran “sentimiento”, “naturaleza” y el culto del Gótico o del pasado medieval. Fue apolítica
aunque frecuentemente de contenido rebelde

La fase siguiente (o la primera fase del romanticismo propiamente dicho) estuvo localizada casi
exclusivamente en Alemania e Inglaterra alrededor de 1789. Momento en el que había considerable
desilusión entre poetas y escritores respecto a la rev francesa, que muchos nuevos romanticos habian
celebrado en el pasado

La tercera fase comenzó con la importación del romanticismo desde Alemania e Inglaterra a Francia.
Durante este periodo (la Restauración) el romanticismo fue políticamente conservador o levemente
liberal. En Inglaterra siguió siendo conservador

La última fase, y la más productiva, ha sido fechada generalmente en las revoluciones de 1820. Con la
ascensión de Carlos X en Francia los poetas comenzaron a moverse hacia la izquierda y más
decididamente con la expulsión de Carlos en 1830. Esta fase fue la más radical y futurista en toda la
historia del romanticismo, tanto política como artísticamente

Cualquiera sea la fase y el país, el único denominador en esto es que el romanticismo era un
movimiento de rebelión, lo cual ha sido generalmente aceptado. ¿Pero una rebelión contra quien o
contra qué?

La diversidad de respuestas, es decir la diversidad del romanticismo en sí, es lo que ha hecho tan
difícil de situar bajo una definición clara y precisa y la que generado amplios debates en torno a su
naturaleza y su papel histórico, como a qué o a quién representaba

Hopkins nos dice que la palabra romántico encierra tanta cantidad de definiciones que ya no significa
nada y que no hay un solo movimiento en el romanticismo, si no muchos. Otros han creído ver un hilo
unificador, por ejemplo René Wellek considera que la diversidad del romanticismo es relativa y
encuentra en su literatura la mismas concepciones de la naturaleza y sus relaciones con el hombre
Croce distingue entre el romanticismo “teórico” y el “moral” . Recomienda el teórico y lo define
como “la rebelión, la crítica, y el ataque contra el academicismo literario y el intelectualismo
filosófico”. El romanticismo “moral”, o el romanticismo como “enfermedad”, para él no representa
sino debilidad, una crisis de fe en aquellos que tratando de alcanzar el nuevo ideal liberal no lo
consiguen

Hobsbawn cree que el notable crecimiento de las artes durante el periodo de 1789 a 1848 “debe ser
investigado sobre todo con el impacto de la doble revolución (...) Si una sola y equívoca frase pudiera
resumir las relaciones del artista y la sociedad, podríamos decir que la revolución francesa les inspira
con su ejemplo, la revolución industrial con su horror y la sociedad burguesa transformó su existencia
misma y sus modos de creación”. Por otra parte niega que el romanticismo fuera burgués o
antiburgués debido a que dependiendo la época fue las dos cosas

El socialismo
El socialismo durante este periodo es, en cierta forma, de un orden diferente que las otras idées-force
que se han discutido. Su entrada en la escena es tardía y, en consecuencia, jugó un papel
comparativamente menor en los acontecimientos. Es muy peculiar y claramente un producto de lo que
ha sido llamado la “revolución dual”. La idea socialista creció desde las primeras revoluciones
políticas, particularmente la francesa. Aun así, el socialismo, como movimiento, no hubiera podido
existir sin la industrialización y las nuevas clases que ella produjo

La idea fue promocionada, aunque inconscientemente, por algunos jacobinos y demócratas


extremistas, y fue sustancialmente conformada por primera vez por Bebeuf en su programa
“comunista” y “conspiración” de 1796. Bugatti público Conspiracy of the Equals en 1828 y las ideas
que habían sido ampliamente rechazadas o ignoradas encontraban ahora una notable recepción entre
los artesanos y pequeños talleres de París y la nueva población industrial obrera

Así, por el año 1840, bajo una variedad de apariencias, el socialismo francés era una fuerza política
con la que se debía contar, a pesar de estar principalmente confinada en París.

El socialismo Inglés tenía la ventaja sobre el francés de una industria y una clase obrera más
desarrollada donde extender sus enseñanzas; pero, por otra parte, el socialismo inglés era más
pragmático, más pausado y no teórico. Carecía de la experiencia política de la revolución francesa y
permaneció más acorde a las ideas políticas y económicas de la clase media.

En el resto de Europa el socialismo causó muy poco impacto hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Fuera de Inglaterra y Francia el socialismo encontró una base limitada en Alemania. El socialismo
alemán, antes de Marx, era principalmente una importación del francés e hizo muy poco seguidores

En Francia el socialismo más temprano estaba fuertemente impregnado de preocupación moral por la
igualdad y la justicia social. Labrousse añade que no había roto todavía con las ideas más avanzadas
de los burgueses demócratas y por algún tiempo el jacobinismo y el socialismo permanecen
íntimamente unidos. Otro aspecto es que este primer socialismo era cataclísmico y milenario, es decir,
que la sociedad ideal que los socialistas deseaban implantar podía ocurrir de la noche a la mañana

El primer tipo de socialismo, previo a 1850, fue un socialismo “utópico” en contraste con el tipo
posterior, marxista, que ha sido llamado “moderno” o “científico”

Podemos suponer que los socialistas jugaron un papel directivo en las insurrecciones de 1832, 1834 y
1839, aunque sería muy difícil probar que influyeron en su resultado. Con la revolución de 1848 se
verá que el impacto socialista había tenido mayor importancia

En Inglaterra, el movimiento equivalente al frances de 1848 fue el cartismo, y sus explosiones mas
importantes de 1839,1842 y 1848. El papel jugado por el socialismo es evidentemente pequeño.
El socialismo tuvo muy poca influencia en el cartismo debido a que, según Cole, los obreros
industriales ingleses estaban dispersos en un gran número de distritos industriales, no como en
Francia, donde se encontraban concentrados. Por ello, el capitalismo en Inglaterra era más fuerte y el
Gobierno menos vulnerable al malestar civil. A su vez, en Inglaterra, el socialismo ya era una fuerza
declinante antes de 1848 esto “no porque compartiera la derrota bourgeois, sino porque le fue robado
su poder y atractivo por un avance bourgeois”

La religión y las iglesias


Del asombroso cúmulo de acontecimientos que afectaron a las iglesias en lso comienzos del siglo
XIX, podríamos quizá seleccionar los siguientes: el caso de la estrecha amistad entre Iglesia y
Estado; la proliferación de sectas; la crisis o secularización de la fe; y, en algunos países, el intento
realizado por las Iglesias de predicar un “evangelio social” de las nuevas masas industriales.

De las relaciones Iglesia-Estado “el siglo XIX vio la decadencia de la venerable suposición de que
Iglesia y Estado estaban propia y necesariamente en alianza”. Esta decadencia no era demasiado
evidente en la reacción religiosa que siguió al derrocamiento de Napoleón, en España renace la
Inquisición, los jesuitas vuelven y la más estrecha unión de Trono y Altar es universalmente
proclamada. Pero, exceptuando a España e Italia, esa unidad no tuvo larga vida

Alemania siguió siendo fundamentalmente cristiana; lo mismo que los países escandinavos
protestantes. También en Italia el Estado permanecio firmemente ligado a la Iglesia. En Francia la
alianza Trono y Altar no se mantuvo sino imperfectamente incluso durante la Restauración, y al
debilitarse la legitimidad Borbón los liberales católicos comenzaron a hacerse oir.

En Inglaterra el papel de la Iglesia también se había erosionado, en primer lugar, a causa del rápido
crecimiento de católicos y protestantes disidentes. La derogación de Actas de Prueba y Corporación
en 1828 y la emancipación catolico de 1829 representaron dos graves golpes al viejo monopolio de la
Iglesia

Acompañando a la ruptura Iglesia-Estado, apareció un fermento intelectual y una actitud crítica,


ambas dentro y fuera de las Iglesias y a menudo a expensas de ellas

Hobsbawn ve, en esencia, un abandono de la religión por las clases medias y el pueblo en general. “La
tendencia general del periodo de 1789 a 1848 fue de acentuada secularización” y añade que “para
1848 la Europa instruida estaba casi madura para la sorpresa de Charles Darwin”. Considera por otra
parte que la gran masa de trabajadores no especializados y los pobres siguieron siendo profundamente
pía (Devoto, inclinado a la piedad, dado al culto de la religión) y supersticiosos, pero la ideología de
la nueva clase obrera y de los movimientos socialistas era laica desde el principio

Abordaremos ahora el problema del papel “social” de las Iglesias y sectas en Francia, Alemania e
Inglaterra y el punto hasta el que ofrecieron un “evangelio social”

Los historiadores franceses han argumentado que detrás de todas las facetas del pensamiento de
Lamennais corre una sola y uniforme característica: la preocupación por los males materiales de la
sociedad y el convencimiento de que solo la fe en la voluntad divina podría brindar un remedio

Los historiadores alemanes han coincidido en que no hubo un movimiento de preocupación social
similar entre las iglesias protestantes católicas de Alemania

En Inglaterra el papel de las sectas disidentes o anticonformista fue muy diferente. El radicalismo
político de los unitarios, cuáqueros, baptistas y congregacionistas de todo tipo, retrocede al siglo XVII

Podríamos quizá asumir que en el continente europeo, los catolico liberales franceses, los protestantes
en el sudoeste de Alemania y la jerarquía católica francesa actuaron de tal forma que estimularon al
pueblo a tomar parte en las revoluciones de 1848 y, por el contrario, el protestantismo francés y
alemán actuó como un freno conservador.

¿Y qué decir de Inglaterra donde no hubo revolución ni en 1848, ni en 1830 o 1789? Para Halevy el
corazón de la cuestión radica en la religión: la inmunidad de Inglaterra fue debida esencialmente al
gran número de ingleses, particularmente de las clases artesanales y trabajadores, que habían estado
en contacto o expuestos a las ideas socialmente conservadoras del metodismo. Esta opinión ha sido
rebatida por algunos historiadores. Taylor, por ejemplo, argumenta que al escribir el metodismo como
un solo bloque Halevy lo ha sobreestimado

Socialmente, la iglesia de Inglaterra y el metodismo se movieron en direcciones opuestas: mientras


que la iglesia se volvía lenta y torpemente hacia clases que había ignorado durante mucho tiempo, los
metodistas estaban cercenando sus humildes asociaciones originarias. El metodismo era una fuerza
declinante, en vez de ascendente, lo que era particularmente cierto en las grandes ciudades y centros
urbanos, donde el metodismo compartió, junto con otras iglesias protestantes, el extraordinario
declive y falta de asistencia a la iglesia que reveló el censo religioso de 1851

Hobsbawn coincide en que Inglaterra era casi única en Europa al no haber tenido una revolución en
ese tiempo. También que la llamada Conexión Wesleyana era políticamente conservadora y opuesta al
cambio violento. “No hubo asi revolución y el metodismo wesleyano era hostil a ella, pero no se
desprende de eso que lo segundo fuera la causa de lo primero”. Para demostrar esto plantea que no
cree que los wesleyanos, a pesar de ser el grupo metodista mas fuerte, tuvieran o pudieran tener tanta
fuerza como para haber influido en gran medida. En segundo lugar, basándose en el censo religioso de
1851, señala que los metodistas no estaban uniformemente esparcidos por el país y que muchas zonas
de Inglaterra estaban prácticamente intocadas por sus enseñanzas.

“El gran boom” - Eric Hobsbawm

La razón principal de este gran auge radica en la extraordinaria transformación y expansión


económica de los años comprendidos entre 1848 y principios de la década de 1870, que es el tema
central de este capítulo. Durante este periodo, el mundo se consolidó como capitalista y una
significativa minoría de países desarrollados se convirtió en economías industriales.

El nuevo orden económico del siglo XIX, con sus ciclos comerciales que solo los socialistas de la
época reconocían como el ritmo y modo básico de funcionamiento de la economía capitalista, tenía su
propio sistema de fluctuaciones y dificultades seculares. La combinación de capital barato con un
rápido aumento de los precios hizo que este esplendor económico resultara extremadamente
beneficioso para los empresarios ansiosos de obtener ganancias. En el siglo XIX, las recesiones
siempre implicaban una caída de los precios, mientras que los auges económicos eran inflacionarios,
generando beneficios irresistibles para productores, comerciantes y promotores. El empleo creció de
manera acelerada tanto en Europa como en otros territorios, hacia donde migraban grandes cantidades
de hombres y mujeres. Aunque conocemos poco sobre el desempleo real, es notable que, a pesar del
aumento de los precios de los cereales, no se registraron disturbios por hambre, salvo en el norte de
Italia y España.

Las consecuencias políticas de este auge económico fueron trascendentales, ya que proporcionaron a
los gobiernos, sacudidos por las revoluciones, un respiro inestable, mientras que, en contrapartida, las
esperanzas de los revolucionarios se vieron frustradas. Aún más importante fue el respiro otorgado a
las monarquías restauradas del continente. Para estos regímenes, este periodo de estabilidad
representó una oportunidad para recuperar el control político y legitimar una prosperidad que, en ese
momento, resultaba más significativa que la legitimidad de sus dinastías. Con el paso del tiempo,
estos gobiernos se fortalecieron internamente, aunque su influencia en asuntos internacionales se
debilitó.

Este periodo de calma llegó a su fin con la depresión de 1857. No obstante, este suceso fue solo una
interrupción en la edad dorada del crecimiento capitalista, que se reanudó en la década de 1860 y
alcanzó su punto culminante en el auge de 1871-1873. Este renacimiento económico transformó el
panorama político. Cuestiones como las unificaciones nacionales de Italia y Alemania, la reforma
constitucional y las libertades civiles volvieron a dominar el escenario político. Sin embargo, la
política había cambiado: ya no era la política de la Revolución.

El mundo capitalista triunfante celebraba su éxito con representaciones majestuosas. Las grandes
ferias internacionales, monumentos a la riqueza y al progreso técnico, como el Palacio de Cristal en
Londres y la Rotonda de Viena, se convirtieron en símbolos de esta victoria global, atrayendo tanto a
turistas locales como extranjeros.

¿Cuáles fueron las causas de este progreso? El contraste entre el rápido aumento del potencial
productivo de la industrialización capitalista y su incapacidad para expandir la demanda de sus
productos fue evidente. La presión del capital acumulado y la expansión de la infraestructura, como
los ferrocarriles, los buques de vapor y el telégrafo, permitieron la extensión geográfica del
capitalismo, aumentando la intensidad de las transacciones comerciales.

A medida que la economía se expandía, se hizo indispensable una mayor demanda de bienes de
consumo y de materiales para construir nuevas plantas industriales, empresas de transporte, servicios
públicos y ciudades. Un factor clave en este proceso fueron los grandes descubrimientos de oro en
California, Australia y otros lugares después de 1848, lo que incrementó la disponibilidad de medios
de pago y redujo las tasas de interés, fomentando la expansión del crédito. Esto también contribuyó a
una era de precios en ascenso o de inflación moderada. Si bien la mayor parte del siglo XIX fue
deflacionaria debido al avance tecnológico que reducía los costos de los productos manufacturados y a
la disponibilidad de nuevas fuentes de alimentos y materias primas, la deflación no afectó gravemente
a los empresarios, quienes compensaban produciendo y vendiendo grandes volúmenes. Sin embargo,
esta situación no benefició significativamente a los trabajadores, cuyas condiciones de vida o ingresos
no mejoraron en la misma proporción.En resumen, nuestro periodo fue básicamente un episodio
inflacionario en un siglo predominantemente deflacionario.

La disponibilidad de grandes cantidades de lingotes de oro contribuyó a establecer un sistema


monetario estable y confiable, basado en la libra esterlina. Además, los aluviones de buscadores de
oro abrieron nuevas regiones, especialmente en las costas del Pacífico, lo que intensificó la actividad
económica. Por último, la liberación de la empresa privada fue el motor que impulsó el progreso
industrial. El liberalismo económico, fórmula del crecimiento económico, jugó un papel clave. Las
barreras institucionales restantes se derrumbaron ante este avance, incluyendo las de los estados,
principados y monarquías absolutas.

La tendencia hacia una completa libertad comercial fue evidente, aunque solo Gran Bretaña, tras
1846, abandonó completamente el proteccionismo, manteniendo algunas barreras arancelarias. En
contraste, Estados Unidos, cuya industria dependía en gran medida de un mercado interno protegido y
exportaba poco, siguió siendo un bastión del proteccionismo.

El entusiasmo por el libre comercio internacional resulta notable, ya que, para muchos, significaba la
posibilidad de vender libremente a bajo costo en todos los mercados del mundo. A su vez, esto
permitía a las naciones subdesarrolladas vender grandes cantidades de productos, especialmente
alimentos y materias primas, a precios económicos. Con estos ingresos, dichas naciones podían
adquirir los productos manufacturados británicos. ¿Por qué, entonces, los rivales de Gran Bretaña,
salvo Estados Unidos, aceptaron este acuerdo aparentemente desfavorable? En parte, porque resultaba
atractivo para los países subdesarrollados, que no buscaban competir industrialmente. Pero, además,
existía una fuerte convicción intelectual sobre los beneficios del libre comercio, más allá del propio
interés económico.

La mayoría de las economías industrializadas vieron dos ventajas en el libre comercio durante este
periodo. Por un lado, la expansión general del comercio mundial, aunque beneficiara
desproporcionadamente a los británicos, resultaba ventajosa para todos. Por otro lado, la ventaja de
contar con el equipo, los recursos y el conocimiento necesario permitía a Gran Bretaña mantener su
liderazgo en esta etapa de la industrialización.

Simultáneamente, la economía capitalista recibió una serie de estímulos poderosos. La expansión


económica del siglo XIX se mide de manera más adecuada a través de estadísticas sobre caballos de
vapor, carbón y hierro. Gran Bretaña fue, sin duda, el mayor productor de carbón, sin comparación
posible. Aunque estos datos solo indican el progreso de la industrialización, lo significativo es que
este avance se extendió geográficamente de manera mucho más amplia, aunque de forma desigual.

La difusión del ferrocarril y, en menor medida, de los barcos de vapor, introdujo la potencia mecánica
en todos los continentes, incluso en países no industrializados. El advenimiento del ferrocarril, en
particular, fue un símbolo y un logro revolucionario, ya que transformó el mundo en una economía
interactiva global. No obstante, aún existían regiones industriales menores y economías europeas,
como la suiza, que apenas comenzaban con la industrialización masiva.

La industrialización de Alemania fue un hecho histórico de gran relevancia, no solo por su impacto
económico, sino también por sus amplias implicaciones políticas. En 1850, la Confederación Alemana
tenía aproximadamente la misma población que Francia, pero con una capacidad industrial
significativamente menor. Sin embargo, para 1871, el Imperio Alemán ya contaba con una industria
poderosa, superando a la de Francia. Las consecuencias políticas estaban estrechamente ligadas a este
desarrollo industrial. Las guerras de la década de 1860 demostraron que ningún estado podía mantener
su lugar entre las grandes potencias sin un desarrollo industrial significativo.

Los productos característicos de esta época fueron el hierro y el carbón, y su símbolo más
espectacular, el ferrocarril, combinaba ambos. En comparación, los artículos textiles, típicos de la
primera fase de la industrialización, tuvieron un desarrollo menor. En el continente, el carbón de
piedra reemplazó al carbón vegetal como principal fuente de combustible en la fundición de metales
durante la década de 1850. Los nuevos procedimientos de manufactura permitieron la producción de
acero a bajo costo, que sustituyó casi por completo al hierro forjado. Aunque nuestro periodo aún no
era plenamente una era del acero, ni siquiera en términos de armamento, fue definitivamente una era
del hierro.

Lo cierto es que este periodo fue revolucionario en términos de escala. Las décadas centrales del siglo
XIX vieron el desarrollo de tipos de industrias basadas en tecnologías mucho más avanzadas, como la
química y la electricidad, especialmente en el ámbito de las comunicaciones. Las principales
invenciones técnicas de la primera fase de la industrialización no requerían un conocimiento científico
avanzado, pero a partir de mediados del siglo, esta situación comenzó a cambiar. Un ejemplo claro de
ello es la telegrafía, que estuvo estrechamente ligada a la ciencia académica. El laboratorio de
investigación se convirtió en una parte integral del desarrollo industrial, y en Europa, estos
laboratorios estaban vinculados a universidades o instituciones similares.

La entrada de la ciencia en la industria tuvo una consecuencia significativa: en adelante, el sistema


educativo sería cada vez más crucial para el desarrollo industrial. A partir de este momento, cualquier
país que careciera de un sistema educativo general adecuado y de instituciones educativas superiores
encontraría prácticamente imposible convertirse en una economía moderna. Lo que el desarrollo
económico requería no era tanto la originalidad o la sofisticación científica, sino la capacidad para
alcanzar y aplicar los conocimientos científicos: el desarrollo más que la investigación.

Gran parte de los avances en la producción en serie y en la ingeniería procedían de Estados Unidos,
donde se inventaron el revólver, el rifle Winchester, el reloj producido en serie, la máquina de coser y
la moderna cadena de montaje, que permitía el transporte de objetos de producción de una operación a
otra.

A los auges económicos astronómicos les seguían depresiones agudas de una amplitud cada vez
mayor y, en ocasiones, dramáticas. Esto ocurría hasta que los precios caían lo suficiente para vaciar
los mercados saturados y aclarar los motivos de las quiebras empresariales. Solo entonces los hombres
de negocios comenzaban a invertir y expandirse nuevamente, reiniciando el ciclo económico. A
diferencia de lo ocurrido anteriormente, las depresiones surgidas durante este gran auge secular
parecían no tener fin. Así, al gran auge le siguió la gran depresión, lo que minó y finalmente destruyó
los fundamentos del liberalismo que había predominado a mediados del siglo XIX.

Eric Hobsbawn - "una era de transformaciones"

El texto se sitúa temporalmente en el último cuarto del Siglo XIX. Hobbasbawn comienza el texto
mencionando que pese a que surgían políticas populares y movimientos obreros, se consolidaba la
sociedad burguesa y el capitalismo.

Pese a la consolidación del capitalismo, vemos que existe un temor algún tipo de tumulto y/o
Revolución, no necesariamente por posibilidades reales de su existencia, sino por los recuerdos y
memorias de una sociedad que, al menos las personas mayores de ella habían sido testigos de los
períodos revolucionarios. Marx y Engels, menciona el autor, tenían esperanza en 1857 con la crisis de
una revolución, pero la realidad es que no sucedió, ya que existían otros mecanismos de dominación.

Las clases dominantes estuvieron durante toda la segunda mitad del S XIX dispuestos a otorgar
concesiones, pero definitivamente de ninguna manera a entregar el dominio o la hegemonía, como
quedó claro en la Comuna de París (1871). (Ej: de concesión, permitir la existencia de partidos de
masas de trabajadores que no sean revolucionarios).

Marx ve 3 posibilidades de derrocamiento indirecto de la sociedad burguesa: La Revolución Colonial


(Irlanda), Rusia y EEUU.

Rusia es central y paradigmático por la cuestión de que tanto “por izquierda” como “por derecha” en
la segunda mitad del siglo XIX (en especial desde la década del 60) , ven la necesidad e inevitabilidad
de que este país tenga una Revolución. Por el lado de la izquierda, Marx y Engels percibieron mas
tardíamente en sus análisis la gran posibilidad del pasaje de una sociedad casi feudal de comunas
campesinas, hacia un el desarrollo de un Estado Comunista, evitando la fase de las revoluciones
capitalistas como tuvo por ejemplo Gran Bretaña; por otro lado “ por derecha” por la cuestión de que
es un país sumamente atrasado con “lógicas feudales” (sociedades comunales campesinas, patronazgo
,servidumbre , fuerte componente de nobleza etc) con lo cual, la existencia de una clase media
engendraría un germen revolucionario que vehiculice el estallido de revoluciones liberales
(políticas,económicas,culturales,etc). Además de estar inmersos en un contextos de revoluciones
liberales. La liberación del campesinado como “pertenecientes al señor” (los campesinos pertenecían
al señor y la tierra a los campesinos) en 1861, género de a poco la conformación de un campesinado
revolucionario, además, la ausencia de una burguesía industrial, y la demografía principalmente
campesina ( a diferencia de Inglaterra por ejemplo), género que el actor social que llevaba la
revolución y el cambio sea el campesinado.

En este punto es clave analizar el papel de la “Intelligentsia rusa” que serian los intelectuales de esta
sociedad. Lo que los distinguió de los intelectuales del resto de estos países fue:

La diferenciación del resto de los intelectuales europeos cooptados por las ideas liberales y burguesas,
que fueron principalmente nacionalistas, en el caso de los rusos podría decirse que tuvieron una
conciencia mas social en vez de nacional, además de que no estaban principalmente coaptados en
clases medias industriales y burguesas, sino que sus integrantes eran fundamentalmente campesinos.

Pese a que posteriormente a 1860, Rusia entro en un periodo revolucionario, la burguesía no llego a
consolidarse como actor central del periodo revolucionario y llevar adelante su papel histórico
revolucionario, con lo cual las posteriores revoluciones de principio de Siglo XX, quien desempeño el
papel revolcuionario fue el campesinado.

La comuna de Paris como mito fundacional : el autor lo plantea no tan importante por lo generado y/o
presagiado, sino por su fuerte componente simbólico para el socialismo posterior y (pese a que no fue
una amenaza real para el orden burgues), también hizo perder a los estribos a mas de uno, y, fue usado
por los burgueses como un acontecimiento que sirve para autodefensa del sistema burgues por el
temor a los levantamientos.

Eric Hobsbawn “La nación como novedad”

La característica básica de la nación moderna y de todo lo relacionado con ella es su modernidad. Esto
se comprende bien ahora, pero el supuesto contrario, que la identificación nacional es tan natural,
primaria y permanente que precede a la historia, está tan generalizado, que tal vez sea útil ilustrar la
modernidad del vocabulario de la materia misma. Antes de 1884, la palabra nación significaba
sencillamente «la colección de los habitantes en alguna provincia, país o reino» y también
«extranjero». Pero en 1884 se daba como definición «estado o cuerpo político que reconoce un centro
común supremo de gobierno» y también «territorio que comprende, y aun sus individuos, tomados
colectivamente, como conjunto», y en lo sucesivo el elemento de un estado común y supremo ocupa
un lugar central en tales definiciones, al menos en el mundo ibérico.

Sea cual sea el significado «propio y original», o como quiera llamarse, de «nación», está claro que el
término sigue siendo muy diferente de su sentido moderno. Así pues, sin adentrarnos más en el
asunto, podemos aceptar que en su sentido moderno y básicamente político el concepto nación es muy
joven desde el punto de vista histórico. Dada la novedad histórica del moderno concepto de «la
nación”, la mejor manera de comprender su naturaleza es seguir a los que empezaron a obrar
sistemáticamente con este concepto en su discurso político y social durante la edad de las
revoluciones, y especialmente, bajo el nombre de «el principio de nacionalidad», a partir de 1830. El
significado primario de «nación», el significado que con mayor frecuencia se aireaba en la literatura,
era político. Equiparaba «el pueblo» y el estado al modo de las revoluciones norteamericana y
francesa, equiparación que nos es conocida en expresiones como, por ejemplo, «el estado-nación». La
«nación» considerada así era el conjunto de ciudadanos cuya soberanía colectiva los constituía en un
estado que era su expresión política, junto al elemento de ciudadanía y de participación o elección de
las masas nunca faltaba en ella. La ecuación nación = estado = pueblo, y especialmente pueblo
soberano, sin duda vinculaba nación a territorio, toda vez que la estructura y la definición de los
estados eran entonces esencialmente territoriales. También daba a entender una multiplicidad de
estados-nación así constituidos, y esta era en verdad una consecuencia necesaria de la
autodeterminación popular.

Pero poco decía acerca de lo que constituía un «pueblo». En particular, no había ninguna relación
lógica entre, por un lado, el conjunto de los ciudadanos de un estado territorial y, por el otro, la
identificación de una «nación» basándose en criterios étnicos, lingüísticos o de otro tipo, o de otras
características, que permitieran el reconocimiento colectivo de la pertenencia a un grupo. Desde la
perspectiva popular-revolucionaria, la “nación” no tenía necesariamente que ver con estos criterios,
sino con una identificación con intereses ligados al bien común y general, frente a intereses de tipo
particular y aristocrático. Las diferencias de grupo étnico eran, desde este punto de vista
revolucionario-democrático, tan secundarias como más adelante les parecerían a los socialistas. Por lo
tanto, no podemos atribuir a la «nación» revolucionaria nada que se parezca al posterior programa
nacionalista consistente en crear estados-nación para conjuntos definidos atendiendo a criterios
posteriores del siglo xix como, por ejemplo, la etnicidad, la lengua común, la religión, el territorio y
los recuerdos históricos comunes. No obstante, los diversos elementos que más adelante se usarían
para descubrir definiciones de la nacionalidad no estatal ya se hallaban indudablemente presentes, ya
fuera asociados con la nación revolucionaria o creándole problemas; y cuando más afirmaba ser una e
indivisible, más problemas causaba la heterogeneidad que había dentro de ella. Esta concepción de
nación, surgida al calor de la Revolución Francesa, chocaría con la consolidación de un nacionalismo
que, entre sus características, incluía la necesidad de una diferenciación con el extranjero.

Para entender al nacionalismo liberal de esta primera etapa abierta por la Revolución, es necesario
verlo desde dos ámbitos: el económico y el político. Desde el punto de vista económico, los teóricos
liberales apostaron por una vaga definición intelectual de lo que era una nación, fruto de, aunque no
únicamente, de una visión de la nación como un elemento extendido del estado para poder ejercer
dominio sobre el desarrollo de las configuraciones económicas que estaban consolidándose en la Gran
Bretaña de ese momento. Pese a esto, el concepto de nación empezó a calar cada vez más
inevitablemente en las producciones teóricas de estos liberales, sobre todo en cuanto a la estadística de
la producción de un determinado territorio. Así, la estadística se empezó a hacer en una escala
“nacional”, entendiendo nación como una extensión de un territorio con características económicas
comunes, y la idea de los estados-nación, se apreció como económicamente útil.

Desde la perspectiva política, el ideal radical-democrático, proveniente de la Revolución Francesa, y


que a partir de 1830 hasta 1848 abrió una primera fase del nacionalismo, fue la base de lo que el
estado-nación: una etapa progresiva de la historia de la humanidad, propia de su devenir histórico, que
iba en profunda consonancia con el ideal de progreso imperante, y que significó la construcción de
estructuras estatales que asimilaba comunidades y pueblos más pequeños en otros mayores, en una
determinada identidad lingüística y cultural que pudiera tomarse como elemento homegeneizante.
Esto no significaba necesariamente el abandono de lealtades y sentimientos antiguos, aunque, por
supuesto, podía significarlo, pues las recompensas de la asimilación podían ser sustanciosas. Bajo esta
visión, el único nacionalismo históricamente justificable era el que encajaba en el progreso, es decir,
ampliaba, en vez de restringirla, la escala en que funcionaban las economías, sociedades y cultura
humanas, ¿cuál podría ser la defensa de los pueblos pequeños, las lenguas pequeñas y las tradiciones
pequeñas, en la inmensa mayoría de los casos, sino una expresión de resistencia conservadora al
avance inevitable de la historia? La gente, la lengua o la cultura pequeña encajaba en el progreso sólo
en la medida en que aceptara la condición de subordinada de alguna unidad mayor o se retirase de la
batalla para convertirse en depositaría de nostalgia y otros sentimientos.

Por lo tanto, para comprender la «nación» de la era liberal clásica es esencial tener presente que la
«edificación de naciones», por central que fuese para la historia del siglo xix, era aplicable a sólo
algunas naciones. Y, a decir verdad, la exigencia de que se aplicara el «principio de nacionalidad»
tampoco era universal, pues como problema internacional y como problema político nacional afectaba
únicamente a un número limitado de pueblos o regiones. Podemos sintetizar entonces, que en el
periodo transcurrido entre 1830 y 1880, la consolidación de los estados-nación estaría limitada a un
específico “umbral de naciones” mientras que los pueblos y culturas más pequeñas quedarían unidas a
unidades estatales más grandes, viéndose asimiladas, aunque sin necesariamente desaparecer en el
proceso, hecho que se apreció incluso en estados multiétnicos cómo el Imperio Habsburgo.
Excluyendo a los Balcanes, y al Imperio Otomano en descomposición, habría pocos cambios en el
mapa de Europa en estos años, dejando paso solo a las unificaciones nacionales de Italia y Alemania
como los más singulares.

“Cap 1: DEL CONGRESO DE VIENA A LA UNIFICACIÓN DE 1870-1871 “ de Joaquín Abellan

1.- La Confederación Germánica y el sistema de Estados europeo


A la Confederación Germánica, la fórmula política que se acordó en el Congreso de Viena para
organizar los distintos Estados alemanes, se le asignó en su Constitución-marco fundacional (1815)
una función que cumplir dentro de la política europea de equilibrio: la de mantener la paz en el centro
de Europa. Toda la organización y funcionamiento de la Confederación estaban dirigidos a garantizar
la paz, la paz entre sus Estados miembros y la paz en Europa. Para que el equilibrio no se viera
alterado, la Confederación Germánica no podía ser nada más que una débil asociación entre los
distintos Estados alemanes, independientes y soberanos. Gran Bretaña, Francia y Rusia veían en el
equilibrio interno alemán —entre los distintos Estados alemanes, y sobre todo entre Prusia y
Austria— el presupuesto para su propia seguridad.
La formación de un Estado nacional alemán tenía inmediatas y graves consecuencias para el resto de
Estados europeos era algo evidente para los contemporáneos. Políticos e intelectuales alemanes eran
plenamente conscientes de que la creación de un Estado nacional alemán llevaría consigo terribles
consecuencias para los otros Estados. Guillermo von Humboldt, previene contra cualquier intento de
ampliar las funciones de la Confederación y de que ésta pretenda llevar una política exterior activa,
pues, «en ese caso, nadie podría evitar que Alemania como tal se convirtiese en un Estado
conquistador, cosa que ningún verdadero alemán puede desear, pues sabemos perfectamente por toda
la historia anterior cuan grandes virtudes es capaz de desarrollar la nación alemana en el terreno de la
cultura espiritual y científica cuando no se orienta políticamente hacia el exterior»
La formación de un Estado nacional alemán en el centro de Europa chocaba frontalmente, en los años
del Congreso de Viena, con el principio del equilibrio entre las grandes potencias, que había sido el
principio rector de la reorganización de Europa tras los intentos hegemónicos de Napoleón. Con el
principio del equilibrio, que habría de seguir orientando las relaciones internacionales durante todo un
siglo, pretendían los negociadores de Viena asegurar el triunfo sobre Napoleón y evitar que ningún
Estado pudiera tener una hegemonía en Europa. Un Estado nacional alemán, por sus dimensiones
territoriales y por su número de habitantes, rompería el equilibrio en Europa, equilibrio precisamente
que todas las grandes potencias querían salvaguardar. Ninguna potencia europea debería hacerse con
más poder que las otras. A diferencia de la Confederación, sus Estados miembros sí tenían derecho
tanto a enviar a sus representantes diplomáticos a otros Estados como a recibirlos. No obstante, la
realización de este derecho dependió del rango y de la significación de cada uno de los Estados. No
todos los Estados alemanes estaban en la misma situación para disponer de un servicio exterior
propio. Si el territorio de la Confederación era atacado, se producía automáticamente un casus belli,
ante el que ningún Estado miembro de la Confederación podía ser neutral, debiendo poner a
disposición de la Confederación, al menos, el contingente militar acordado.
La funcionalización de la Confederación Germánica dentro del sistema de Estados europeos no
permitió que, en el Congreso de Viena, se pudieran echar las bases para un Estado nacional alemán.
Pero fueron, al mismo tiempo, los propios Estados alemanes los que no tenían ningún interés en
construir un Estado nacional. La situación de los Estados era muy diferente y su lógica política —no
sólo de los Estados más fuertes— apuntaba, precisamente, en la dirección contraria a la unificación
nacional.

2.- Organización interna de la Confederación Germánica


La Constitución-marco, firmada aceleradamente por treinta y nueve Estados alemanes a causa del
inesperado regreso de Napoleón desde la isla de Elba, se incorporó a las Actas del Congreso de Viena,
con lo que la nueva Confederación Germánica quedaba asimismo reconocida por las potencias
extranjeras que habían participado en ese Congreso. Los veinte artículos de la Constitución-marco
establecían solamente los principios generales para la organización y funcionamiento de la
Confederación así como de sus distintos Estados miembros. Esos principios generales debían ser
desarrollados posteriormente a través de «leyes fundamentales» y de las correspondientes
instituciones. La Confederación Germánica incluía todos los Estados alemanes existentes, aunque
algunos de éstos tenían zonas en sus territorios que no formaban parte de la Confederación. Por el
contrario, formaban parte de la Confederación algunos monarcas no alemanes, en cuanto soberanos de
territorios suyos que, sin embargo, formaban parte de la Confederación. En el primer caso se
encontraban Prusia y Austria.
Con numerosos miembros y tan distintos entre sí, la susodicha Confederación no sólo no respondía al
principio de la nacionalidad, sino que ella misma suponía un enorme impedimento para la realización
de un Estado nacional alemán. Su multiplicidad de Estados, el distinto grado de desarrollo político de
cada uno de ellos y la pertenencia a la Confederación de habitantes alemanes y de otras
nacionalidades apuntaban precisamente en la dirección contraria al principio de la nacionalidad.
Algunos de los Estados de la Confederación tenían ellos mismos dificultades con la integración
política de todos sus territorios y sus habitantes, y los esfuerzos por avanzar en ese camino, dentro del
Estado particular, iban a repercutir negativamente sobre el deseo de realizar una unificación alemana.
Austria, que ostentaba la presidencia de la Confederación Germánica, era un Estado plurinacional, en
el que convivían alemanes, checos, eslovacos, húngaros, eslovenos, italianos y polacos. La unidad del
Estado se concretaba en la persona del monarca, pero su integración estatal se vio dificultada desde
comienzos del siglo XIX por la creciente conciencia nacional de los distintos pueblos que lo
componían y por los planteamientos políticos conservadores-restauracionistas de sus dirigentes.
Tampoco Prusia era en la segunda década del siglo XIX un Estado políticamente integrado. En 1815,
esta se encontraba ante una gran tarea de integración política y social, y durante los años
inmediatamente siguientes al Congreso de Viena hubo fuertes tensiones entre los partidarios de las
reformas, que querían convertir Prusia en un Estado constitucional moderno, y los partidarios de la
restauración del antiguo régimen. Esta lucha entre reformistas y restauracionistas se reflejaría
asimismo en la política seguida por Prusia en el seno de la Confederación, en relación con la
persecución del liberalismo y del nacionalismo. La repetida promesa del rey de Prusia de dar una
Constitución para todo su Estado permaneció incumplida durante varias décadas, y Prusia se
modernizaría social y económicamente, mientras que seguía sin una organización representativa
moderna para todo el Estado. Estos problemas de integración política y social no se dieron
exclusivamente en los dos Estados de la Confederación más grandes y poblados. También los Estados
medianos, especialmente en el sur de Alemania, tuvieron que enfrentarse a la tarea de cohesionar sus
respectivos Estados. Estos Estados se habían formado realmente durante la época de Napoleón.
Tenían que evitar que los nuevos súbditos, conseguidos con la ampliación territorial, se vieran
discriminados en comparación con los súbditos de los núcleos territoriales originarios. Y para esta
política de igualación en el derecho, en la hacienda, en la educación, en el comercio, etc., no podían
operar ya con los instrumentos antiguos. La nueva situación política exigía la utilización de nuevos
métodos de actuación. Y para estos fines establecieron Constituciones representativas, en aplicación
del artículo 13 de la Constitución-marco de la Confederación, de 1815, que así lo preveía. Los Estados
del sur de Alemania se convirtieron de esta manera en los primeros Estados constitucionales
alemanes.
Los defensores de la unificación nacional, de la construcción de un Estado nacional, se encontraban
ante una doble tarea: luchar contra la multiplicidad de Estados y luchar al mismo tiempo contra los
gobernantes, cuyos intereses coincidían con el mantenimiento del particularismo. Unificar y al mismo
tiempo democratizar era la gran tarea que tenían delante de sí.

3.-El movimiento de unificación nacional entre 1815 y 1848


La Confederación Germánica, como fórmula de unión política de los alemanes, produjo una gran
decepción en los patriotas alemanes que habían esperado una solución más nacional, más unitaria, tras
las guerras de liberación contra Napoleón. La Confederación era, en realidad, una asociación entre
distintos príncipes alemanes soberanos —y algunos no alemanes— y las ciudades libres, basada en los
estrechos lazos familiares y estamentales de la nobleza, la cual había constituido durante siglos la
auténtica «nación» del antiguo Reich. Este había estado dominado por los nobles, quienes al ir
construyendo Estados modernos en sus respectivos territorios, habían impedido que el Reich como tal
se pudiera modernizar como Estado y que pudiera dar participación política a otras capas sociales
distintas. La Confederación Germánica continuaba ahora esta vieja tradición del antiguo Reich y,
como unión entre las distintas dinastías alemanas, no sólo no respondía a las exigencias de un Estado
nacional, sino que era un enemigo del movimiento de emancipación nacional. Era, más aún, su
oponente más importante. Una vía hacia la unidad se abría con la posibilidad de establecer acuerdos
comerciales y aduaneros. El gran impulso que las guerras de liberación de 1813-1814 habían dado a la
formación de la nación, de la conciencia nacional, no sólo no se continuó después con la creación de
un Estado nacional, sino que se frenó radicalmente desde la propia Confederación. La estrecha
cooperación que se había dado entonces entre los gobernantes —nobles— y las otras capas de la
población en su lucha frente a un enemigo común quedó bruscamente interrumpida. Por ello, para los
patriotas radicales, la construcción de un Estado nacional alemán tendría que lograrse, en adelante,
por sus propias fuerzas, desde abajo, y en contra de los gobiernos existentes. El fracaso de la
Revolución de 1848-1849 y la derrota del movimiento de unificación «desde abajo» pondría de
manifiesto, con toda crudeza, que sin los príncipes gobernantes no se podía edificar un Estado
nacional alemán, es decir, se puso de manifiesto que la unificación nacional era una cuestión de poder.

Ocupación napoleónica y conciencia nacional


El descontento provocado por la «solución» dada en Viena, en 1815, a la cuestión alemana fue muy
profundo, porque muy grandes habían sido las esperanzas nacionales que se habían forjado durante
los años de la ocupación francesa y de la guerra contra Napoleón.
Durante la ocupación napoleónica, entre 1806 y 1815, se intensificó la conciencia nacional entre los
alemanes, aunque las referencias a la nación no tenían el mismo contenido para todos los pensadores.
Por ejemplo, Fichte consideraba la nación como una referencia moral unida a la formación del ser
humano. En sus Discursos a la nación alemana (1807-1808), habló del espíritu alemán como el ideal
para guiar a la humanidad: “el pueblo alemán, por sus orígenes, idioma y cultura, había desarrollado
al máximo el concepto de humanidad” Otros, como el político prusiano Barón von Stein, vinculaban
la nación con la emancipación política, abogando por la participación de la sociedad en los asuntos
estatales.
En toda Alemania comenzaron a formarse sociedades patrióticas. El levantamiento de Austria contra
Napoleón en 1809, aunque fracasó, alimentó asimismo un patriotismo nacional alemán, que ya era
distinto del patriotismo local, es decir, referido al Estado particular, de épocas anteriores. La
declaración de guerra a Napoleón efectuada por el rey prusiano Friedrich Wilhelm III, en la primavera
de 1813, estuvo unida a un llamamiento «a mi pueblo», sellando de esa manera una alianza entre los
gobernantes y el pueblo, que, por introducir un nuevo y fuerte vínculo de unión en la relación entre
ambos, despertó nuevas esperanzas respecto a la unificación nacional y a la participación de la nación
en el Estado. Aunque en la guerra participaron, sobre todo, las capas cultas de la sociedad, también lo
hicieron otras capas sociales, que hasta entonces no habían participado ni del poder ni de la formación
de la opinión pública.
La patria era, ante todo, el Estado particular. El sentimiento de pertenecer a una misma nación, por
encima de los límites de los Estados concretos, se experimentó de manera especial y viva. La nación,
la patria, no se definía en términos políticos.

El asociacionismo estudiantil
Dentro del desarrollo del patriotismo alemán en los años de las guerras de liberación y del Congreso
de Viena, destaca de manera especial la politización del movimiento estudiantil. En los años 1814 y
1815 se formaron asociaciones de estudiantes en varias universidades alemanas, que, en el contexto de
las guerras contra Francia, adquirieron una fuerte politización. Muchos de estos estudiantes se
alistarían además en el cuerpo de voluntarios Lützow para luchar contra los franceses. La primera
gran manifestación pública de este movimiento estudiantil fue con motivo de la Fiesta del Wartburg,
el 18 de octubre de 1817. Esta fiesta fue especialmente importante, porque era ya una fiesta en la que
se festejaba al propio pueblo, a la nación, y no ya a las dinastías reinantes, sus bodas o nacimientos,
etc. En esta fiesta estudiantil iban muy unidos, además, lo nacional y lo cristiano, es decir, lo
protestante, que sería una característica del nacionalismo alemán, y lo diferenciaría del francés y del
inglés. Con la resonancia que tuvo la fiesta entre los estudiantes, los organizadores aprovecharon la
situación para hacer una asociación nacional en 1818, en la que se asociaciaban las asociaciones
independientes de cada universidad. Otro centro activo fue la universidad de Giessen, donde los
hermanos Folien desempeñaron un papel especial, sobre todo Karl Folien, que defendía principios
democráticos y republicanos.
La Urburschenschaft, fundada en Jena, fue una de las más influyentes. Este movimiento estudiantil
organizó la Fiesta del Wartburg en 1817, donde más de 400 estudiantes se reunieron para expresar su
nacionalismo y protestar contra la Confederación Germánica, que no cumplía con las expectativas del
pueblo alemán. Durante la celebración, quemaron libros como el Code Napoleón y textos
conservadores, simbolizando su rechazo al dominio extranjero y a las ideas reaccionarias.
El análisis de ese amplio asociacionismo y de las fiestas populares permite identificar la existencia de
una identidad nacional alemana, al lado de la identidad regional; identidades nacional y regional que
se entremezclan y se complementan mutuamente. Entre las asociaciones fueron especialmente
importante las asociaciones de canto, las sociedades gimnásticas y las sociedades de tiro. Ellas van
sustituyendo las asociaciones de lectura que habían surgido con la Ilustración, y encarnan en esa
época el movimiento nacionalista.
Los cantos e himnos de estas sociedades dejan ver, en el suroeste de Alemania, su afirmación del
principio de la soberanía popular. Critican duramente a los gobernantes y el sistema político y hacen
asimismo crítica social, destacando la oposición entre propiedad y no propiedad como el mal que
caracteriza la sociedad alemana. En las sociedades gimnásticas había muchos oficiales artesanos —
que no se hacían socios, por el contrario, de las sociedades de canto—. Si se compara el patriotismo
juvenil de los años de las guerras de liberación con este patriotismo de pocos años después, se puede
observar una radicalización de las posiciones políticas. En las fiestas hay una conciencia de estar
celebrando acontecimientos o personas que pertenecen a toda la nación. A partir, sobre todo, de 1837
hubo una serie de fiestas, que se organizaban con carácter apolítico, pero, bajo capa, se impregnaron
de una significación nacionalista, y en ese sentido fueron también entendidas por la población.

La idea nacional de los liberales


La consecución de los dos objetivos, una constitución política libre y la unidad nacional, no resultaban
un programa político fácil en las circunstancias de la Confederación Germánica. Los liberales estaban
decididos a luchar por la libertad política y a profundizar en el constitucionalismo de sus respectivos
Estados. Pero la formación de la unidad nacional implicaba integrarse, o al menos pactar, con otros
Estados alemanes, sobre todo con Prusia y Austria, que no eran Estados constitucionales. Para llegar a
la unidad nacional había que contar necesariamente con otros que no practicaban la libertad política.
Y es que los liberales no querían intentar la unidad nacional haciendo una revolución —camino que
rechazaban por peligroso e incierto—, sino que buscaban un compromiso con el sistema político
vigente, para poder transformarlo «desde dentro».
Los liberales alemanes unían dos aspiraciones: la libertad política y la unidad nacional. En este
sentido, Karl Welcker, profesor de la Universidad de Friburgo, afirmó que el objetivo de la nación
alemana era “formar un centro vivo para el desarrollo de la libertad y de la Kultur del género
humano”. Sin embargo, la lucha por la unidad nacional implicaba la necesidad de pactar con otros
Estados alemanes, especialmente con Prusia y Austria, lo que generaba tensiones entre los deseos de
libertad y la realidad política.
Tan pronto como Alemania se uniera en un Estado, se haría solidaria con los otros pueblos y lucharía
para que los otros también tuvieran libertad, soberanía popular y pudieran lograr su emancipación
nacional: polacos, italianos, húngaros, españoles y portugueses serían también naciones libres. En su
discurso, Wirth abordó también los problemas que la realización de la idea nacional podía tener para
las naciones vecinas. Aquí la referencia a Francia fue muy clara y expresa. Wirth señaló en este punto
que no se podía contar con el apoyo de los franceses a la causa nacional alemana al precio de
entregarles la orilla izquierda del Rin. La integridad territorial de Alemania le parecía algo tan básico
e irrenunciable, que para defenderla estaba dispuesto incluso a colaborar con las fuerzas
conservadoras. Pero, a pesar de todo, estaba dispuesto a incluir Francia en la solidaridad de los
pueblos, por la que él abogaba, si Francia garantizaba la integridad territorial de Alemania. Sus vivas
finales fueron para los Estados unidos y libres de Alemania y para una Europa confederal y
republicana.
La lucha entre los gobernantes —defensores del particularismo estatal— y las fuerzas nacionalistas
—liberales y demócratas— se hizo más encarnizada.

El Rin, símbolo del nacionalismo alemán


A pesar de estas actuaciones de la Confederación, que ponían de manifiesto la imposibilidad de
avanzar hacia la unificación nacional desde las instituciones políticas existentes, la conciencia de la
unidad nacional fue en aumento, fomentada por acontecimientos políticos de diversa naturaleza en los
años siguientes. Uno de ellos, de enorme trascendencia para la «causa nacional» fue la crisis del Rin
en 1840, provocada por los políticos y la opinión pública franceses. Tanto los gobiernos como la
opinión pública se manifestaron en contra. El Rin se convirtió en todo un símbolo del patriotismo
nacional alemán: el Rin como un río alemán, no como frontera entre Francia y Alemania.
Los teóricos Karl Marx y Friedrich Engels veían la nación desde otra perspectiva. Para ellos, la nación
era un fenómeno ligado a la economía capitalista, un fenómeno, por tanto, necesario, pero transitorio.
La burguesía había construido un mercado y la formación de una nación, de un gobierno, de una ley,
tenía carácter clasista. De esa concepción de la nación derivaban consecuencias políticas importantes
para la lucha de la clase obrera, pues los obreros no tenían patria: el proletariado haría desaparecer las
diferencias entre los pueblos.

Conflicto con Dinamarca


Otro acontecimiento político, que en último término hacía también referencia a las fronteras de
Alemania, incrementó el entusiasmo patriótico alemán, por encima de las fronteras de los Estados
particulares. El conflicto con Dinamarca por los ducados de Schleswig y Holstein surgió como parte
del proceso de unificación alemana. Estos territorios, aunque pertenecían a la Confederación
Germánica, estaban bajo el control del rey de Dinamarca. El conflicto se intensificó a lo largo del
siglo XIX, ya que los movimientos nacionalistas alemanes veían en la incorporación de estos ducados
una oportunidad para avanzar en la unificación. La guerra que estalló en 1848 fue un reflejo de esta
tensión, con Prusia apoyando la causa alemana frente a Dinamarca.

4.- La revolución de 1848: el fracaso de la formación de un Estado nacional alemán


La noticia de que la revolución había estallado en París, el 24 de febrero de 1848, fue la chispa que
desencadenó la revolución en Alemania, si bien aquí respondió a problemas específicamente
alemanes. En los distintos Estados alemanes se formaron gobiernos revolucionarios y nuevos
parlamentos, donde los liberales obtuvieron la mayoría por regla general. Las monarquías no fueron
eliminadas, como tampoco las constituciones donde ya existían, y los liberales en el gobierno, por su
parte, tampoco querían fundar su legitimidad en la revolución. Aunque habían llegado al poder a
través de una acción revolucionaria, querían hacer una política reformista y en colaboración con los
viejos poderes, que no habían sido eliminados. A la vez que se producen cambios revolucionarios en
los distintos Estados particulares, un grupo de cincuenta y un liberales, fundamentalmente del sur y
suroeste de Alemania, quiere introducir esos cambios en la propia organización política de toda
Alemania y sustituir la actual Confederación Germánica por un Estado constitucional.
La formación de un Estado nacional alemán implicaba serias dificultades en relación con las otras
nacionalidades que convivían en la Confederación —polacos, checos, eslovacos, eslovenios,
italianos—, y en la delimitación de las fronteras, especialmente en aquellos territorios donde la
población alemana y no alemana estaba fuertemente mezclada. Los límites de la nación alemana,
entendida en términos lingüísticos y culturales, no coincidían con los límites de la «Confederación
Germánica» ni con los del antiguo «Reich de la nación alemana», pues había muchos alemanes fuera
de estas fronteras, a la vez que había otras nacionalidades no alemanas dentro de esos límites. Lo
alemán había sido hasta entonces un concepto que no había tenido todavía una correspondencia
política o geográfica precisa. En la cuestión de las fronteras, no obstante, la mayoría de la Asamblea
constituyente no iba a estar dispuesta a corregir las fronteras actuales de la Confederación Germánica
en beneficio de otras naciones ni a cederles parte de su territorio ni siquiera la correspondiente
población no alemana, pues la cesión de población culturalmente alemana estaba, por supuesto,
totalmente excluida.

La cuestión de Schleswig
La disputa sobre el estatus de Schleswig y Holstein se remonta a las diferencias culturales, lingüísticas
y políticas entre la población germana y la danesa. El conflicto se intensificó cuando el rey de
Dinamarca, Federico VII, intentó incorporar Schleswig completamente al reino danés, lo que provocó
una fuerte resistencia entre los alemanes de Schleswig y Holstein. Los nacionalistas alemanes
consideraban que ambos ducados debían ser parte del proyecto de unificación alemana, ya que veían
en esta región un componente esencial para la creación de un Estado nacional alemán que incluyera
todas las tierras de habla germana.

En marzo de 1848, los levantamientos revolucionarios en Europa dieron lugar a una sublevación en
los ducados, apoyada por los nacionalistas alemanes. Los habitantes alemanes de Schleswig y
Holstein exigieron su independencia de Dinamarca y su integración en la Confederación Germánica.
La situación culminó en la Guerra de los Ducados (o Primera Guerra de Schleswig), donde el Reino
de Prusia, bajo la influencia de los revolucionarios alemanes, intervino militarmente en apoyo de los
ducados rebeldes.

Inicialmente, las fuerzas prusianas obtuvieron éxitos militares contra Dinamarca. Sin embargo, la
situación internacional complicó el conflicto. Dinamarca contaba con el apoyo diplomático de
potencias como el Reino Unido y Rusia, que no deseaban ver alterado el equilibrio de poder en
Europa por la expansión de Prusia o la posible unificación alemana. Bajo la presión de estas
potencias, Prusia se vio obligada a retirarse, y en 1850, tras la intervención diplomática de las
potencias europeas, se firmó el Tratado de Londres, que restauró el control danés sobre Schleswig y
Holstein, aunque con algunas concesiones a la población alemana.

Este desenlace fue una gran derrota para el movimiento nacionalista alemán, ya que demostró que la
unificación alemana no podía lograrse sin enfrentarse a la resistencia de las potencias europeas, que
veían con recelo la posibilidad de un Estado alemán fuerte y unificado. La cuestión de Schleswig
siguió siendo un tema candente en la política germano-danesa durante décadas, y resurgiría en la
década de 1860 con una nueva guerra entre Prusia y Dinamarca que finalmente llevaría a la anexión
de los ducados por parte de Prusia en 1864.

La cuestión de Posen (Poznan)

Cuando estalló la Revolución de 1848, los polacos en Posen vieron una oportunidad para reclamar
mayor autonomía o incluso la independencia. Inspirados por el clima revolucionario en Europa y por
el surgimiento de otros movimientos nacionalistas, los polacos organizaron levantamientos y
manifestaciones. En marzo de 1848, los líderes polacos exigieron que la provincia de Posen fuera
reconocida como autónoma dentro de una futura Polonia independiente, pero esta petición chocaba
con los intereses de los nacionalistas alemanes y el gobierno prusiano, que veían a Posen como una
parte integral del reino prusiano.

El conflicto se agudizó cuando Federico Guillermo IV de Prusia inicialmente parecía dispuesto a


conceder una cierta autonomía limitada a los polacos, pero luego cambió de postura ante la presión de
los nacionalistas alemanes. Estos últimos rechazaban cualquier concesión a los polacos, temiendo que
la autonomía o la independencia de Posen debilitara la unidad de un futuro Estado alemán. Así, el
ejército prusiano intervino, sofocando el levantamiento polaco con violencia.

El conflicto de Posen refleja una de las tensiones centrales de la Revolución de 1848: la lucha por la
unificación alemana y la creación de un Estado nacional colisionaba con las aspiraciones de las
minorías étnicas dentro de los territorios controlados por los alemanes. Los polacos esperaban que el
clima revolucionario pudiera facilitar su propia emancipación, pero se encontraron con la firme
oposición del nacionalismo alemán, que no estaba dispuesto a tolerar una región autónoma dentro del
Reino de Prusia.

Finalmente, los polacos fueron reprimidos, y las esperanzas de autonomía o independencia fueron
frustradas. Esta represión también reveló las limitaciones de los ideales revolucionarios alemanes de
1848, que priorizaban la unificación alemana por encima del derecho de autodeterminación de las
minorías nacionales, como los polacos.

La cuestión de Bohemia

Dentro del contexto de la Revolución de 1848 se refiere a las tensiones entre las aspiraciones
nacionalistas de los checos y los intentos de unificación alemana. Bohemia, una región con una
población mayoritariamente checa pero con una significativa minoría alemana, era parte del Imperio
Austriaco, y los checos, liderados por intelectuales como František Palacký, buscaban mayor
autonomía dentro del Imperio.

Los nacionalistas alemanes, por su parte, querían incluir Bohemia en el proyecto de unificación
alemana, considerando que la región debía ser parte del futuro Estado alemán. Sin embargo, los
checos rechazaron esta idea, ya que no se veían como alemanes y consideraban que cualquier
integración significaría la pérdida de su identidad cultural y política. Como Palacký expresó en 1848:
“Si no existiera Austria, deberíamos inventarla”, resaltando que prefería una monarquía austríaca
multiétnica a una Alemania unificada bajo hegemonía alemana.

Durante la Revolución de 1848, las tensiones entre checos y alemanes aumentaron. Los checos
exigieron el reconocimiento de sus derechos nacionales y la creación de un gobierno autónomo en
Bohemia. En junio de 1848, se organizó el Congreso Paneslavo en Praga, que fue un intento de unir a
las naciones eslavas del Imperio Austriaco en una federación que les garantizara autonomía. Sin
embargo, el 12 de junio, el ejército austríaco intervino, sofocando las revueltas en Praga y aplastando
los movimientos nacionalistas checos.

Este fracaso demostró la dificultad de conciliar los intereses de las minorías nacionales, como los
checos, con los proyectos de unificación que estaban en curso, como el alemán. Bohemia quedó como
una región donde el conflicto entre el nacionalismo alemán y el checo reflejaba las complejidades
multiétnicas del Imperio Austriaco.

Tom Kemp. 4- El nacimiento de la Alemania industrial.


En el curso de una sola generación, Alemania pasó de ser una colección de estados económicamente
atrasados que formaban un conglomerado político en el centro de Europa, a constituir un imperio
unificado de rápido avance gracias a una industria en acelerada expansión y fundada sobre una
adelantada base tecnológica. Esta transformación, al estar acompañada por un recurso deliberado a la
fuerza militar como instrumento de política nacional y por un nacionalismo exacerbado, representó un
acontecimiento de importancia histórica capital. Desde un punto de vista político, se abría una nueva
era para Europa, que iba a llevar a las dos grandes guerras del siglo xx. Desde una perspectiva
económica, iba a hacer surgir un nuevo monstruo industrial, capaz de tomar las riendas del continente
y desafiar la posición alcanzada por Inglaterra en los mercados mundiales.
Alta concentración de poder económico en las industrias avanzadas, una asociación estrecha entre
industria y bancos, así como la combinación de una estructura institucional tradicional y arcaica con
las formas más desarrolladas del capitalismo. Se trataba de una mezcla dinámica.
El primer problema hace referencia a las fuerzas demorantes de la Alemania pre industrial. Alemania
no era en el siglo XVIII un país subdesarrollado, sin embargo se encontraba económicamente atrasada
en comparación con los centros comerciales del noroeste de Europa.
Dentro de los estados gobernados auto críticamente, con reyes, príncipes y duques, las relaciones
sociales seguían siendo de carácter feudal o semifeudal. Esto era más evidente en las tierras de los
Hohenzollern del este de Alemania, donde las propiedades de la casta militar terrateniente —los
Junkers— eran cultivadas mediante las prestaciones laborales obligatorias de los siervos campesinos.
En el oeste y en un buen porcentaje también en el centro, esta forma tan acentuada de esclavitud había
desaparecido ya en el siglo XVIII.
Podemos afirmar con verdad que la agricultura campesina se desenvolvía en un nivel de producción
bajo. La servidumbre colectiva de la comunidad aldeana sirvió también para coartar la iniciativa
individual e impedir el desarrollo de una agricultura destinada al mercado.
Los terratenientes prusianos tuvieron la suerte de encontrar mercado, al mismo tiempo que disponían
de una mano de obra dócil. Su interés se centraba, no en la ampliación de una economía de mercado,
sino más bien en la conservación de las relaciones sociales existentes. Formaron una casta exclusiva
que dominaba al estado y al ejército, con lo que sentaban la base social para la monarquía de los
Hohenzollem.
El estado fue el iniciador de algunas empresas industriales y sus oficiales actuaron a modo de
empresarios, a falta de iniciativa privada.
Los acontecimientos se encargaron de mostrar que el desarrollo del capitalismo industrial podía tener
lugar en un contexto en el que el estado conservara un papel predominante y que no era incompatible
con la existencia de un sector perteneciente al estado. Por el contrario, la industria controlada por el
estado no debía equipararse al socialismo y tampoco hizo nada por alterar la naturaleza capitalista del
desarrollo económico que iba a tener lugar.
Mientras Prusia salía territorialmente fortalecida de las duras pruebas del período revolucionario y
napoleónico, con su administración intacta y pronta a reafirmarse rápidamente, otros estados
desaparecian o emergían completamente transformados por dicha experiencia. La ocupación francesa
había traído consigo influencias revolucionarias y el código napoleónico a la zona oeste de Alemania.
La experiencia sirvió para romper con la antigua ordenación, para reforzar los elementos económicos
y para hacer sentir un anhelo de libertad económica. La emancipación de los siervos contribuyó a
desbrozar el terreno para la industrialización. Se estableció la base para el desarrollo de una mano de
obra libre y para la integración de la granja campesina y de la propiedad del terrateniente en una
economía de mercado. La capacidad migratoria personal, la división de la producción y el énfasis
puesto en el triunfo individual —exigencias todas ellas del capitalismo— eran imposibles sin una
reforma del antiguo sistema agrario.

Durante el siglo XVIII hubo en Alemania dos formas principales de feudalismo agrario.
- En el oeste, la tierra era cultivada principalmente por los campesinos, limitándose el señor a
la exacción de tributos en dinero o especies. Las prestaciones laborales obligatorias y las
formas legales de servidumbre se habían extinguido hacía tiempo. La antigua distribución de
los campos y los métodos de explotación característicos de la Edad Media seguían vigentes.
La ocupación francesa de estas áreas durante el período revolucionario completó la
destrucción de los restos feudales, pero no hubo ninguna redistribución radical de la tierra y el
señor terrateniente continuó obteniendo su renta monetaria de los colonos.
- En el este, el desarrollo agrario adoptó un patrón diverso. Allí, una buena parte de la tierra era
cultivada bajo el control directo del propietario, que empleaba la mano de obra esclava de sus
colonos y producía un excedente para su venta en el mercado. Los señores eran, al mismo
tiempo, socialmente poderosos y constituían el soporte principal de la monarquía
Hohenzollem.
La agricultura alemana sufrió una aguda crisis de falta de producción, a consecuencia de la cual
muchos campesinos —tanto del este como del oeste— abandonaron la tierra para emigrar a las
ciudades o a América.
En el este la gran propiedad continuó desempeñando una posición dominante en la economía y
durante el siglo xix estuvo protegida por la solicitud constante del gobierno prusiano. La mano de
obra asalariada quedaba asegurada por el número de todos cuantos antes habían trabajado como
siervos; luego, al abandonar masivamente el campo, muchas de las grandes propiedades dependían de
la inmigración de mano de obra polaca. El hecho de que se creara simultáneamente una clase social de
campesinos acomodados, proporcionaba un apoyo adicional a la estructura social de Alemania del
Este, dominada por los Junkers.
La crisis agraria del oeste de Alemania reflejaba las deficiencias de una agricultura campesina
desarrollada al viejo estilo, así como la excesiva lentitud del desplazamiento de la mano de obra y de
los recursos hacia el sector no-agrario.
En todos los estratos sociales hubo perdedores: colonos que se convirtieron en trabajadores
asalariados, que emigraron a las ciudades o atravesaron el océano; propietarios cada vez más
endeudados y que finalmente debían vender sus propiedades para poder pagar sus deudas. Por otro
lado, hubo campesinos que permanecieron en su tierra, como propietarios o en régimen de tenencia, y
que alcanzaron una modesta prosperidad como productores para el mercado. Si bien hubo Junkers
terratenientes que, por desgracia o incompetencia, se hundieron en un número cada vez mayor de
deudas, los Junkers sobrevivieron.
La solución de los Junkers al problema agrario en ningún momento pudo considerarse solución. Se
basaba en el suministro de una mano de obra barata que con el tiempo provino en gran parte de
fuentes no alemanas. Significaba la conservación de una clase que encarnaba las tradiciones
autoritarias y militaristas de Prusia y las aunaba a la nueva dinámica de poder industrial tendente
también hacia un nacionalismo clasista y que aportaba una nueva necesidad de mercados exteriores.
Debe insistirse en la gran desigualdad evolutiva de una Alemania políticamente dividida. Incluso
después de 1815, seguían existiendo más de treinta administraciones políticas separadas, con sus
propios sistemas legales, monetarios, de pesos y medidas, y con sus propias fronteras aduaneras.
Había además las variaciones corrientes de topografía y fertilidad del suelo que cabe esperar dentro de
un área geográfica tan grande. El nuevo industrialismo se basaba principalmente en unas pocas
materias primas: carbón, hierro y algodón.
En la mayor parte de Alemania, sin embargo, el siglo XVIII y los principios del XIX apenas habían
aportado cambios. Muchas ciudades no habían desbordado sus murallas medievales y en ellas poco
había cambiado la vida. Predominaba aún la industria artesana, dominada por los gremios.
De todo lo dicho hasta ahora, se deduce claramente que por el momento no podía hablarse de una
cuestión económica nacional de Alemania. La fragmentación política, las lealtades locales y el
predominio abrumador de una economía campesina y de pequeños artesanos, unidos a la falta de
medios de transporte, limitaban mucho el tamaño del mercado. Alemania era más bien una
colección de pequeñas economías locales, cada una de ellas más o menos aislada del resto.
En estas condiciones, las influencias reaccionarias de la herencia medieval pudieron conservar su
fuerza hasta el mismo siglo xix. Hubo bastante escasez de empresarios y administradores y apenas
existió una clase media independiente entregada al comercio y a la industria. Una sociedad de este
tipo suele producir poco capital inversionista. Las acumulaciones obtenidas a través del comercio con
ultramar, tan importantes en Inglaterra y Francia, no existían aquí. La falta de poder adquisitivo por
parte de la población en general desalentó la inversión destinada a aumentar la escala de la industria
manufacturera. Las necesidades de los sectores más acomodados podían verse satisfechas por unas
industrias organizadas sobre las pautas gremiales o de acuerdo con el putting-out system.
Si Alemania sufrió una carencia crónica de capital inversor, el suministro de mano de obra para la
industria fue también reducido.
La razón principal del desfase alemán puede atribuirse a la falta de capital y de oportunidades e
incentivos de inversión en un contexto social que se encontraba aún entremezclado con residuos
feudales. ¿Cómo se llegó, pues, a la eliminación de las barreras que se oponían al desarrollo? la
aparición simultánea de un cierto número de condiciones previas favorables a la transformación. Lo
más decisivo fue la influencia y presión ejercidas en el interior de Alemania por los cambios que
estaban aconteciendo en otros países. La influencia de la Revolución Francesa contribuyó a preparar
el terreno para el cambio. Al mismo tiempo, debemos incluir los efectos de la industrialización
inglesa, cuya influencia seguía diversos cauces: el de la exportación a Alemania de productos
manufacturados, el de la apertura de mercados para productos alemanes, el de excitar el interés y el
deseo de utilizar las nuevas técnicas, y el de la importación de capital e iniciativa empresarial inglesa.
La presencia en Alemania de fuentes accesibles de suministro de carbón y hierro fue un factor de la
mayor importancia, sobre todo para atraer al capital y a los hombres de negocios extranjeros.
La iniciativa en este caso partió de la burocracia prusiana, cuyas directrices políticas, después de
1815, estaban determinadas por la conveniencia administrativa más bien que por un deseo de
promoción del desarrollo económico.
Cuando, en 1834, se puso en vigor el Zollverein (Unión Aduanera de Alemania), la mayor parte de
Alemania quedó unificada en una única zona de libre comercio. Se trató de un arreglo entre estados
que, por razones históricas o culturales, poseían ya muchas cosas en común y se encontraban
libremente asociados a través de la Confederación Germana fundada en 1815. El Zollverein demostró
ser un factor capital en la promoción del desarrollo económico alemán. Amplió los límites legales del
mercado e hizo posible la libre circulación de mercancías.
Para posibilitar la realización de todas las potencialidades contenidas en el Zollverein, debían mejorar
se los transportes internos. El ferrocarril era el producto de una tecnología industrial avanzada, pero
podía ser introducido en países relativamente subdesarrollados, como Alemania, de forma práctica y
directa, con financiación extranjera y utilizando materiales y técnicos importados. En este sentido,
Alemania se encontraba en situación de quemar etapas. Durante esta década de 1840, la construcción
ferroviaria avanzó rápidamente en muchas partes del país. El ferrocarril fue condición previa para la
apertura del mercado interior de la producción textil, así como a las ramas minera y metalúrgica. A su
vez abrió posibilidades de formas de inversión completamente nuevas e introdujo un factor inédito en
la vida alemana: a medida que se establecieron vínculos ferroviarios, el contacto y la emigración
sustituyeron al antiguo particularismo e inmovilidad.
Desde 1848, Alemania había sufrido cambios sociales profundos. El desarrollo de la economía había
hecho aparecer una clase media más numerosa, cuyo punto de equilibrio se desplazaba ahora hacia el
mundo comercial. Sus objetivos se centraban en el éxito material y en la sumisión a las fuerzas del
poder, más que en las visiones de los intelectuales de la revolución de 1848. Su nacionalismo
desbordaba a su liberalismo y había adquirido una naturaleza más egoísta, gracias sobre todo al modo
como se había constituido el Segundo Reich.
La rápida transformación económica que empezó hacia los años cuarenta, vino aparejada con la
unificación del país por la fuerza bajo el liderato prusiano y confirió al capitalismo industrial alemán
su carácter específico. En vez de un proceso lento de formación de capital por parte de un gran
número de empresas individuales y en un contexto competitivo, los sectores dirigentes de la economía
habían dado un gran paso hacia adelante sobre la base de las más progresistas formas de organización
y tecnología, ya experimentadas en las zonas más adelantadas de Europa. La falta de grandes fortunas
dispuestas a embarcarse en empresas industriales o de una clase inversora, hizo esta solución
inevitable. Sólo los bancos podían poner sus manos sobre las grandes sumas de capital líquido
necesarias para construir ferrocarriles, abrir minas de carbón y montar plantas de industrias pesadas.
Sólo los bancos podían proporcionar facilidades crediticias con las que financiar la creciente escala de
transacciones monetarias que de todo ello derivó.
Los recursos de Alemania, las potencialidades de un mercado con una gran demografía en fase de
crecimiento, la existencia de una abundante provisión de mano de obra, habían atraído ya hacia los
años cuarenta a las empresas extranjeras.
En un corto período, la educación secundaria y la educación técnica fueron llevadas a un nivel sin
parangón en Europa y empezó a afluir un caudal de hombres científica y técnicamente cualificados
que iban a hacer posible que Alemania venciera con gran celeridad su inferioridad inicial en la
industria y tomara la iniciativa en algunas de las industrias basadas directamente en la investigación
científica, que iban teniendo cada vez mayor importancia.
Una vez dado su ímpetu al desarrollo —y parece que éste llegó a una fase decisiva como
consecuencia de la aparición del ferrocarril—, no es de extrañar que Alemania empezará a reducir
distancias entre su propia posición y la de los pioneros industriales e incluso que los alcanzara.
Muchas fuerzas latentes contribuyeron a la transformación: la existencia de una estructura comercial y
bancaria, una tradición industrial, unos recursos naturales exactamente del tipo necesitado por la
tecnología existente, una población receptiva y un nacionalismo dinámico en busca de expresión. El
estímulo proporcionado por la construcción del ferrocarril, así como la ampliación del mercado
que los nuevos medios de transporte hicieron posible, alentaron la inversión en las minas de
carbón y en las industrias metalúrgicas que iban a constituir la base de la industrialización
alemana.
La influencia extranjera en la industria alemana se derrumbó tan pronto como empezó a avanzar la
industrialización y las fuentes nativas pudieron proporcionar el capital, dirección y técnicas
empresariales adecuadas.
En la esfera política, el problema de la unificación alemana estaba ya maduro para el hallazgo de una
solución en la década de los sesenta. El fracaso de los liberales en 1848, la incapacidad de Austria de
sacar partido de sus éxitos posrevolucionarios y la falta de cualquier otra fuerza capaz de tomar el
liderato en Alemania, colocó a la monarquía de los Hohenzollern en una posición que le permitía
aprovechar todas las tendencias y corrientes conducentes a la unidad. A la clase media industrial poco
le importaba cómo se consiguiera la unificación o bajo qué auspicios, con tal de que pudieran
depender de un gobierno estable y pacífico en el interior y que les apoyara en sus empresas en el
exterior. Por esto se apresuraron a aceptar la hegemonía de Prusia y de la monarquía Hohenzollern.
Al ser realizada la unificación por Bismarck, ello supuso la conservación tanto de la monarquía como
de la clase señorial terrateniente de la Alemania oriental a la que su existencia iba ligada. Durante la
década de los sesenta, el liberalismo económico convino a los intereses de Bismarck así como a los de
las clases medias empresariales. En cuanto al exterior, esto significó un proteccionismo moderado y la
firma de tratados comerciales que hicieran posible el libre intercambio de mercancías con otros países.
En cuanto al interior, dentro del Zollverein, supuso el establecimiento legal de todo un programa
liberal circunscrito a la vida económica. La aristocracia Junker siguió predominando socialmente en
tanto que clase. El nuevo Reich, establecido tras la derrota de Francia en 1870-71, contenía por un
lado un poderoso sector industrial —con sus fundamentos básicos en el hierro y el carbón—, y por
otro una influyente aristocracia agraria.
Tras el muro arancelario, los rasgos ya existentes del capitalismo industrial alemán se desarrollaron
con mayor plenitud. El esfuerzo competitivo de la industria pesada, inherentemente débil, dio paso a
un proceso de integración y de asociación vertical y horizontal. Se extendieron las ya estrechas
relaciones existentes entre la industria y los bancos, produciendo grandes concentraciones de poder
económico capaces de obtener concesiones del gobierno. El desarrollo de la capacidad industrial hizo
al país cada vez más dependiente de las exportaciones para su prosperidad, mientras el crecimiento
demográfico rebasaba la capacidad productiva de la agricultura alemana.
El crecimiento del comercio exterior alemán en una situación de competencia internacional, y las
primeras aventuras en la esfera colonial trajeron consigo la creación de una flota naval capaz. El
armamento naval, al igual que el material militar, podía constituir una salida para los excedentes de
capacidad de la industria pesada.
La historia económica de Alemania no puede separarse de una política de poder. Una Alemania
industrialmente poderosa, en la que habían sido preservadas las antiguas fuerzas de la autocracia y el
militarismo, no podía por menos de desarrollar ambiciones políticas que entraran en conflicto con las
posiciones ocupadas ya por Inglaterra, Francia y Rusia.
Desde un punto de vista económico, la industrialización alemana puede parecer un éxito ilimitado.
Llevada a cabo en un período de tiempo comparativamente corto, pronto dotó al país de una industria
pesada muy concentrada y tecnológicamente muy avanzada. El énfasis que este ejemplo típico de
incorporación tardía puso en la educación, en el conocimiento científico y en la organización, dio sus
frutos en el desarrollo de nuevas ramas de la producción, entre las que sobresalieron la industria
química y la electricidad, y que contribuyeron a dar a su estructura industrial un aspecto altamente
moderno. El industrial o comerciante alemán sabía que no podía permitirse relajar su actividad, si
quería conseguir un lugar para sus productos en el mercado. Por tanto, se encontraba más entregado a
sus actividades que sus colegas ingleses o franceses.
Otro rasgo del desarrollo industrial alemán que tendió a limitar la amplitud de la
industrialización, fue la supervivencia del campesinado. La conservación de un sector agrario más
amplio de lo que hubiera sido sin ayudas «artificiales», elevó los costes de los alimentos y materias
primas producidos en el interior y tan sólo fue posible sobre la base de una protección arancelaria
general. El mercado interior para la industria alemana creció más lentamente de lo que lo hubiera
hecho, si el sector agrario hubiera sido más reducido. Al mismo tiempo, su creciente capacidad
productiva la obligó a buscar salidas en el mercado mundial.
La política proteccionista distorsionó las relaciones de la economía alemana con la economía mundial,
limitando su extensión en algunos aspectos. Como resultado, la industria buscó mercados seguros en
el interior y en el exterior y la influencia de la industria pesada en la economía global siguió siendo
excesiva.
Si la antigua clase dirigente y el campesinado sobrevivieron durante la era industrial, lo mismo
sucedió con un número importante de artesanos de viejo cuño y de pequeños empresarios y
comerciantes cuyas actividades no guardaban relación con la industria moderna y podían verse
amenazados por ella.
Con la consolidación de la alianza agrario-industrial mediante el Decreto Arancelario de 1879,
quedaba expedito el camino para una política de intervencionismo estatal de nuevo cuño. Tal como la
concibió inicialmente Bismarck, se trataba de una adaptación de las viejas estructuras a las
circunstancias cambiantes, que concediera al estamento y dinastía gobernantes la seguridad de su
supervivencia en los nuevos tiempos. La industria y la burguesía industrial, que podían haberse
transformado en un serio rival del sector agrario, necesitaban ahora del apoyo gubernamental para
defender su propio mercado interior frente a la intensificación de la competencia inglesa.
La política social e industrial alemana se encontraba aún entregada a la adaptación de las viejas
instituciones a las nuevas exigencias; todavía no había conseguido sintonizar plenamente con las
necesidades de una sociedad industrial. Avanzaba a grandes pasos con el consiguiente aumento de
tensiones internas. La industria empujaba cada vez con mayor fuerza hacia los mercados exteriores.
Solicitó la ayuda del estado para sus planes expansionistas. La política naval y colonial consiguieron
un buen grado de apoyo por parte del gobierno.
Es difícil escaparse a la conclusión de que la industrialización de Alemania, en la forma en que se
llevó a cabo y en las circunstancias internacionales que prevalecían por aquel entonces, tenía que
llevar forzosamente al «imperialismo». El capitalismo se desarrolló, dentro de las formas políticas del
estado nacional, de una manera muy desigual. Las presiones a que contribuyó por su propia
naturaleza, agravaron la rivalidad entre los estados, a través de los cuales la burguesía de cada país
buscaba la expresión de sus intereses. Este proceso estuvo acompañado por un creciente comercio
entre los mismos rivales industriales, que expresaba la racionalidad del mercado y de la división
internacional de la producción.
El camino seguido por la industrialización en su desarrollo, las formas que adoptó dentro del sistema
de estados existentes en Europa, produjeron todos los elementos necesarios para una colisión entre las
grandes potencias capitalistas que ninguna intervención diplomática imaginable hubiera podido
conjurar. El modo en que se desarrolló el capitalismo industrial proporcionó la fuerza motriz, así
como los medios, para unas guerras de escala e intensidad mayores que cualquiera de las conocidas
antes en la historia de la humanidad. El ámbito de atribución de responsabilidades a individuos o
naciones por tales guerras parece estar estrictamente limitado. Quizá más que ninguna otra cosa, fue la
aparición de la Alemania industrial lo que hizo que una guerra de tipo y cronología determinada
contra los otros países industriales, fuera inevitable.

La revolución industrial en Italia 1830-1914. Luciano Cafagna

Dos tipos de impulsos exógenos para la economía del norte de Italia antes de la unificación
política.

Durante la primera mitad del siglo xix la influencia de la revolución industrial sobre la economía
predominante agrícola de las diversas regiones de Italia antes de la unificación, se hizo de dos formas
(ninguna de ellas produjo la introducción hacia la moderna industrialización, pero fueron sus
precursoras): la primera tiene que ver con el desarrollo de los intercambios comerciales con el resto
del mundo. Implicó una considerable expansión de la exportación tradicional de productos primarios
de algunas regiones del norte de Italia. La segunda, un asunto de actitudes mentales y de información,
se refiere a los diversos medios que incluyeron al país o que lo obligaron a imitar a aquellas naciones
que ya habían iniciado el desarrollo industrial.

La producción de la seda, se concentró principalmente en el norte de Italia, en el Piamonte y la


Lombardía. La explosion del consumo textil industrial en la Europa occidental y en América del Norte
en las primeras décadas después de la Restauración produjo un aumento en la demanda de algodón y
de seda. El norte de Italia se benefició particularmente de esta creciente demanda. Aunque la demanda
europea ya tendía a dirigirse hacia Oriente, una buena parte de esta pudo ser satisfecha dentro de la
propia Europa, en aquellas regiones privilegiadas con condiciones favorables climáticas para la
producción de la seda.

La fase final en el ciclo de la producción textil de la seda se había establecido en una escala
considerablemente más grande en Francia y en otros países de Europa occidental que confiaban
básicamente en Italia para el suministro de seda cruda o hilada.
Hasta el siglo xviii las técnicas de producción textil de la seda estuvieron más avanzadas en Italia,
dando lugar a unos de los primeros casos notorios de espionaje industrial. Luego la industria estuvo
estancada y fue superada por los avances realizados en el resto de la Europa occidental.
Entre los años de 1830 y 1850, el incentivo de la creciente demanda provocó una cierta
modernización de las técnicas, especialmente en el “torcido”.
A mediados del siglo xix, en Piamonte y Lombardía existían unas 700-800 fábricas dedicadas al
torcido de la seda, accionadas en su mayoría por energía hidráulica, esta daba empleo a unas 150.000
personas. No resulta exagerado decir que estas fábricas proporcionaron el primer adiestramiento en el
trabajo industrial a trabajadores que más tarde se emplearían en otras formas de producción.
Los terratenientes que disponían de capital y los banqueros comerciantes llegaron a interesarse por
primera vez en una actividad económica en gran escala que no era agrícola.
Los intereses comerciales de los países importadores de seda provocaron la afluencia hacia el norte de
Italia de hombres de negocios suizos y alemanes que jugaron un papel importante en reorientar los
primeros esfuerzos industriales de Italia hacia otras direcciones. La seda puede considerarse el primer
sector pautador del desarrollo económico italiano del siglo xix. Durante unos cien años, desde la
Restauración hasta la primera guerra mundial, la seda fue el principal producto de las exportaciones
italianas.

La etapa final de la producción de la seda,el tejido, fue durante largo tiempo, hasta finales del siglo
xix.
La razón de esto puede entenderse fácilmente. La economía italiana, solo podía ofrecer una respuesta
en gran escala a la demanda de un producto del que el país tenga un oligopolio natural y no necesitaba
enfrentarse con competidores, un producto cuyo comercio se orientaba al sector exterior.
El mercantilismo italiano solo recorrió la mitad del camino, faltando el valor y la fuerza para
extenderlo también a los productos tejidos. Este mercantilismo fue abandonado en 1830.
Las otras ramas de producción textil: geográficamente, la industria del algodón estuvo centrada en el
Piamonte, y la Lombardía, la industria del lino exclusivamente en Lombardía, mientras que la
manufactura de la lana estuvo más extendida. El sur tuvo un pequeño núcleo de producción de
algodón y de lana, ambos fuertemente protegidos por derechos aduaneros.
Las materias primas utilizadas no se producían en el propio país. La mayor parte de los bienes
acabados consumidos en el mercado interior eran importados, a pesar de la protección aduanera de
que gozaban.
A partir de 1830 en adelante el algodón se transformó en la mercancía más interesante,después de la
seda, para los comerciantes y para un círculo reducido entre la nobleza preparados para interesarse en
actividades económicas no agrícolas.

El proceso productivo del sector textil que primero comenzó a asumir características industriales fue
el hilado. En los otros sectores los avances más importantes se llevaron a cabo en el algodón y en el
lino más que en la lana.

Unas pocas hilanderias comenzaban a producir en gran escala.La productividad era muy baja.
La perspectiva global de la industria textil italiana era muy limitada si la comparamos con otros
países: menos de mil pequeñas fábricas para la elaboración de la seda, algodón, lino y lana, de estas
solo quince de un tamaño considerable. Este modesto comienzo, en razón de su concentración en
regiones particulares, comenzaba a dar un nuevo aspecto a ciertas zonas agrícolas situadas a la salida
de los valles alpinos.
Tres condiciones básicas hicieron posible este progreso:la disponibilidad de fuerza motriz adecuada a
las fábricas de pequeño tamaño, proporcionada por los numerosos riachuelos que bajaban de los valles
alpinos; una buena oferta de mano de obra barata reclutada en una zona de agricultura pobre; y la
protección aduanera proveniente de los aranceles adoptados por diversos estados italianos después de
la Restauración. Estas condiciones le permitieron a Italia producir bienes de calidad ordinaria,
destinados a un mercado pobre, y de esta manera compensar la productividad mucho más baja de sus
fábricas comparadas con las de otros países.

En este periodo comenzó a surgir un pequeño grupo de hombres de negocios italianos conscientes de
la necesidad de técnicas modernas, sumados a aquellos de origen no italiano. Surgieron sociedades e
institutos para estimular tales conocimientos y en Milan y Turin se fundaron escuelas para la
instrucción de trabajadores especializados.
Los círculos industriales eran reducidos y preferían explotar las cómodas condiciones consecuencia de
los bajos costes de la fuerza de trabajo y de la protección aduanera. Las innovaciones llegaron tarde y
las condiciones del mercado proporcionaron pocos estímulos para introducirlas. Los grupos de
intelectuales favorables al progreso técnico condenaron el proteccionismo y la explotación de la
fuerza de trabajo femenina e infantil.Cuando los individuos que formaban parte de estos círculos
llegaron a ser concejales, entraron en el gobierno, lucharon por una política más liberalizadora en el
comercio, lo cual impulsará innovación en la esfera industrial obligando a los empresarios a afrontar
la competencia para sobrevivir.
La propaganda y la acción en favor de los ferrocarriles fueron las consignas más importantes del
movimiento para la modernización de Italia.
Entre 1830 y 1830 , en el medio del desarrollo de los ferrocarriles estuvo combinado con un
considerable progreso en las industrias de la construcción de maquinaria y en la de la siderurgia. En
Italia los primeros ferrocarriles se construyeron muy temprano. Eran líneas muy cortas y de poca
significación económica y no estuvieron seguidas durante largo tiempo por ninguna otra razón.
Refiriéndonos a la política, se echó la culpa de la inacción a la división política del territorio y esta fue
unas de las razones importantes que contribuyeron en la difusión de la conciencia nacional unitaria.
Hasta la guerra de los años 1859-60 que condujo al nacimiento de Italia como estado unificado.
En este periodo no surgió ningún impulso en favor del desarrollo de las industrias de la construcción
de maquinaria o de la siderurgia. Los Ferrocarriles, al desarrollarse con tanto retraso, no pudieron
proporcionar este impulso. Ni siquiera la construcción de maquinaria para otras industrias, ya que la
limitada demanda de máquinas se cubrió a través de compras a otros países más avanzados
técnicamente. Tampoco surgió un impulso de parte de la demanda militar porque esta era muy
reducida a causa de la división política del país.
La producción para satisfacer las limitadas necesidades militares de los pequeños estados italianos,
conjuntamente con la producción agrícola,constituyeron las bases de la modesta industria del hierro
existente en aquellas regiones de Italia, principalmente, Toscana, Piamonte y Calabria.
En Italia la falta de yacimientos de carbón obligó a los productores a continuar utilizando el carbón
vegetal, limitando el uso de las posibilidades permitidas por las nuevas técnicas.
En las regiones en que se habían producido algunos progresos con la construcción de los ferrocarriles
antes de la unificación habían aparecido los primeros indicios de una nueva industria mecánica.
GÉNOVA, TURÍN Y MILÁN, las ciudades del futuro “triangulo industrial”, presentaban los primeros
signos de una actividad que en las décadas siguientes caracterizaría su fisonomía global como la de
grandes centros industriales.
Las primeras locomotoras fueron importadas, totalmente acabadas en el extranjero, y la participación
de la producción interna en la gran “aventura ferroviaria” quedaba modestamente limitada a la
fabricación de algunos vagones.

“La primera mano de pintura”. Desarrollo industrial lento bajo los primeros gobiernos
librecambistas (1860-78).
Los dos ideales económicos más importantes que inspiraron a los hombres del Resurgimiento fueron
los ferrocarriles y el libre comercio. Estas fueron las principales directrices de la política económica
de los primeros gobiernos de Italia como estado unificado después de 1860. Ninguna de ellas dio un
gran impulso al desarrollo industrial del país. La construcción de los ferrocarriles se aceleró y entre
1861 y 1876 alcanzó un promedio anual de 376 km de nuevas líneas, pero esto tuvo muy poco
impacto económico sobre las actividades industriales. El ferrocarril estuvo administrado por
compañías extranjeras y sin ningún interés en llevar a cabo o estimular la difícil empresa de crear, una
industria de construcción de maquinaria en Italia. Los únicos sectores que se desarrollaron con la
construcción del ferrocarril fueron los relacionados con los aspectos técnicos menos complicados: la
fabricación de traviesas y los procesos vinculados con la construcción de vías. Este tipo de demanda
generó el primer establecimiento de la industria del cemento en Lombardía.

El otro eje de la política de los primeros gobiernos, el libre intercambio, nació del deseo de
intensificar los contactos comerciales con el resto del mundo y con los países más avanzados de
Europa. Como Italia era un país agrícola, la intensificación del comercio significó el aumento de las
exportaciones de productos agrícolas y de las importaciones de bienes industriales. La política de libre
cambio encontró apoyo entre los terratenientes y los agricultores que producían bienes para la
exportación y que eran más numerosos, fuertes y estaban mejor representados en el Parlamento que
los pocos industriales dedicados al algodón, lana o hierro.
La industria italiana solo hizo lentos progresos hasta alrededor del año 1880. Se benefició de las
mayores posibilidades proporcionadas por un mercado interno ampliado por la unificación y algo
estimulado por el aumento del gasto público consecuencia del establecimiento del estado unificado.
Esto se produjo de forma gradual, favorecido por algunas imprevistas. La primera: la adopción por
parte del gobierno del corso forzoso, obligado por los gastos de la guerra de 1866 contra Austria. La
segunda fue la prosperidad económica que siguió a la guerra franco-prusiana de 1870, cuyo efecto
sobre la industria italiana fue una reducción temporal de la presión competitiva de los productos
extranjeros en el mercado nacional.
Nació el primer y reducido grupo de sociedades anónimas industriales en el sector textil, algunos
nobles terratenientes se sintieron atraídos hacia la inversión de capital en la industria bajo la forma de
acciones, mientras que algunos bancos comenzaron a interesarse por las inversiones extranjeras. La
crisis de 1873 creó dificultades para estos bancos y las sociedad anónimas, pero las industrias que
habían alcanzado una cierta concentración y se habían fortalecido financieramente pudieron
mantenerse en pie. Se había dado un paso en la modernización industrial.
El progreso más notable fue el de la industria textil. El hilado de la seda experimentó una pequeña
revolución, la industria comenzó a importar del exterior parte de la seda cruda y se ocupó de la fase
final del proceso del hilado.
El aumento en el hilado de la seda durante este periodo estuvo principalmente concentrado en
Lombardía, y en Piamonte el hilado de algodón, en Biella, los núcleos principales de producción de
lana.
Se produjeron cambios en la actitud de los mismos industriales. mostraron una mayor prontitud para
asimilar los avances tecnológicos, un mayor cuidado en la calidad de producción y una mayor
agresividad en el plano político.
En los otros sectores industriales hubieron menos cambios ejemplo, la industria del hierro.la
producción de hierro aprox se triplicó entre 1860/80, pero fue un ciclo incompleto de la producción y
el material obtenido, era débil y de calidad inferior. El acero, que era importante en la industria
europea occidental, estaba ausente.
El desarrollo alcanzó a algunos otros sectores como el de los textiles, hierro y el de la maquinaria. En
la industria alimentaria se estaban efectuando las primeras tentativas de industrialización: la primera
unidad de industria de la azúcar comenzó en 1873 y se hicieron los primeros experimentos para la
producción de químicos.
En resumen, durante estos primeros veinte años hubo un lento avance en el campo industrial, no fue
un desarrollo revolucionario. En la economía siguió predominando la agrícola.
Dos factores tendieron a disminuir el aislamiento de estas primeras iniciativas industriales respecto a
su entorno social: este desarrollo limitado continuó estando estrictamente concentrado dentro de las
regiones del norte del país y en consecuencia, su peso porcentual dentro de esta región era más alto
que el promedio nacional en el conjunto del país; por segundo termino, las tres capitales de estas
regiones (Milán, Génova y Turín) estaban adquiriendo el aspecto de modernos centros urbanos
disponiendo de abundantes contactos comerciales con los países industrializados, estas ciudades
ocupaban una posición buena para actuar como puntos de referencia y bases para la industrialización
de sus regiones.
Los años desde 1860 hasta 1880 pueden considerarse como una prolongación del progreso comenzado
en el 30. En la década de los 70,ya pueden verse los primeros signos inconfundibles de la creciente
importancia de esta industria naciente.
Las actividades industriales recibieron beneficios de la unificación política de Italia. Pero la política
económica quedó anclada en el supuesto librecambista de una división internacional del trabajo en la
que Italia ocupa un lugar predominantemente agrícola, estos beneficios fueron reducidos.

Tendencia proteccionista y expansión “ahogada” en la década de 1880 (1878-89)


Crisis en los últimos años del siglo, 1889-95.

Alrededor de 1880 se produjo un cambio importante con la adopción de una línea política económica
diferente.
En 1878 se introdujeron los aranceles proteccionistas y aún más en 1887.
El estado intervino apoyando las industrias del hierro y de la maquinaria, estipulando cupos de
privilegio para la maquinaria italiana en los pedidos destinados al suministro de los ferrocarriles,
dando asistencia a los astilleros nacionales y promoviendo el desarrollo de la construcción en las
grandes ciudades. Se promulgaron las primeras disposiciones para la legislación social.
Uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la industria italiana perdió mucha importancia
de la que tenía: la reducción del precio de los fletes disminuye el precio del carbón importado.
Una cantidad superior de capital privado estaba disponible para inversiones no agrícolas. La crisis
agraria que comenzó en 1876 con el aumento de las importaciones de cereales norteamericanos
disminuye el interés de las inversiones en tierras y en la agricultura. También suprimió la hostilidad de
los círculos agrícolas hacia la protección arancelaria, provocando la formación de un bloque de
intereses industriales y agrícolas en favor de aranceles más altos.
La crisis agraria creó una mayor disponibilidad de fuerza de trabajo y redujo a un nivel más bajo los
costos de los alimentos. La supresión del corso forzoso en 1880 produjo, una nueva entrada de capital
extranjero, venida de Francia.
Estas condiciones al principio sólo tuvieron efectos limitados sobre las actividades manufactureras.
Esto se debió a que el nuevo capital disponible se destina más a las inversiones urbanas que a las
industrias manufactureras y lo mismo ocurrió con la fuerza de trabajo que cuando se iba del campo se
ocupaba de la industria de la construcción de ciudades; las medidas para estimular y apoyar la
industria nacional tropezaron con una situación económica desfavorable en el mismo momento en que
comenzaban a dar frutos: los años entre 1889 y 86 fueron en la esfera internacional, lo más asombroso
de la gran depresión y afectaron con especial gravedad a la economía italiana. Los prometedores
impulsos que parecían haber llegado a las industrias manufactureras recibieron un fuerte freno en casi
todos los sectores de la industria.
La industria más grande y menos afectada por la crisis fue la textil y el algodón, sectores que se
hallaban sólidamente establecidos. Los principales factores de este desarrollo fueron los efectos de la
protección arancelaria, la existencia de canales de financiación independientes del núcleo central del
sistema bancario y la iniciativa demostrada en los mercados extranjeros por sus hombres de negocios.
La protección arancelaria aseguró el mercado interior para la industria del algodón, y como resultado
de la urbanización, este comenzó a expandirse.
En la industria algodonera y en una región particular de italia, se había desarrollado el núcleo más
sustancial de medianos empresarios en todo el pais.Su principal caracteristica fue la iniciativa de
colocar su producción de excedentes en regiones marginales de mercados distantes, estos mercados
eran difícil de mantener y eran reemplazados a medida que habían nuevas oportunidades.
Donde predominó este tipo de empresario se halló una resistencia a la concentración industrial, la
empresa familiar destacó sobre la formación de sociedad anónimas y se prefirió la autofinanciación a
la posibilidad de recurrir al mercado de capitales.

La segunda industria que se benefició en esta etapa de nuevas políticas fue la industria de la ingeniería
más que la del hierro y el acero.
Estos avances en la industria de la maquinaria se produjeron en los tipos de trabajo menos
complicados o en el montaje de piezas importadas.
En este periodo una nueva fase en la producción metalúrgica comenzaba a desarrollarse, basada en el
abandono del método de producción tradicional y en los comienzos de la producción del acero.El
punto más alto en la producción de acero logrado en 1889 no volvió a alcanzarse hasta 1904.

Los años más importantes del desarrollo industrial.

Hasta después de la gran depresión no puede decirse que la industrialización italiana haya tenido un
verdadero brote. Los años entre 1897 y 1913 presentan un aumento en la producción industrial como
nunca había ocurrido anteriormente. La producción manufacturera en las vísperas de la primera guerra
mundial era el doble que antes de la gran depresión. La tasa anual en la producción industrial en los
años 1896 y 1913, aumentó fue del 4,3.
Entre 1901 y 1911, la población masculina empleada en la industria manufacturera aumentó en
aproximadamente 400.000 personas.
La población femenina empleada en la industria y en las artesanías no mostró aumento.
El aumento del empleo en los diversos sectores muestra que los mayores aumentos ocurrieron en los
sectores que pueden considerarse industriales en un sentido moderno, y la distribución entre los
sectores tiende a hacerse menos concentrada y más difusas.
La formación del capital en general en la primera década del siglo xx fue un 60 por ciento más alta
que en 1881-1890. La inversión de capital en maquinaria e instalaciones y la formación de capital
aumentó más rápidamente.
Con respecto a las inversiones industriales, debe buscarse directamente en el tiempo que requirió la
mecanización de la producción manufacturera. Entre 1903 y 1911, se duplicó la fuerza motriz
instalada en las industrias manufactureras.
Los esfuerzos tendientes a una mayor mecanización produjeron durante estos años un aumento
considerable en la importación de maquinaria y de equipo industrial.
El avance en la utilización de energía por parte del sector industrial, lo que proporciona mayor
verosimilitud a los índices de producción industrial.
Durante este periodo existió, una interrupción de la resistencia al desarrollo industrial que no había
sido posible conseguir cuando el movimiento hacia la expansión comenzó por primera vez alrededor
de 1880.
La industrialización en la perspectiva de una balanza de pagos equilibrados.

La industrialización italiana entre los años 1897 y 1913 no implican,ningún cambio drástico del
consumo hacia la inversión, en el uso de recursos. Durante este periodo el consumo per cápita
aumentó considerablemente a una tasa más baja que la inversión.
La disponibilidad media de alimentos por habitantes, en calorías, experimentó un marcado aumento al
comienzo del periodo en consideración: luego permanece constante durante diez años
aproximadamente,para aumentar en los últimos años (1911/1913). Esto fue posible porque si bien
parte de la fuerza de trabajo se desplazó de la agricultura a la industria, la producción agrícola y
ganadera aumentó durante el periodo en cuestión.
El aumento en el consumo fue general, afectando a otras mercancías así como a los productos
alimenticios. La tasa de expansión del consumo en general fue solo algo menor que la de la renta
nacional y mayor que la tasa de expansión de población. El consumo además de ser el alimenticio,
también tuvo que ver con el de la vivienda y vestimenta. Los principales beneficios eran las clases
medias.
los trabajadores tanto en la industria como en la agricultura, demostraron un espíritu combativo y
formaron organizaciones fuertes para asegurar aumentos considerables en los salarios reales, que en la
industria habían ascendido en vísperas de la primera. g. mundial comparado con el comienzo de la
expansión. Los salarios seguían siendo bajos comparados con los países ya industrializados.
La principal industria de exportación era la de los textiles, alcanzando los niveles más altos tanto de
producción como de exportación en este periodo. La industria del algodón fue del 10 por ciento de
estas exportaciones.
El fenómeno marginal que ayuda de manera decidida de una balanza comercial fue la emigración. La
emigración italiana hacia ultramar tomó dimensiones importantes durante estos años. Esta aumentó
hasta 1910.
Los ahorros de los emigrantes contribuyeron una forma peculiar italiana de contribución de los
trabajadores a la industrialización y dieron lugar a lo que llama Marx “acumulacion primitiva”,
Los intentos en favor de la industrialización avanzan sin tener casi participación del capital extranjero.

Una industrialización en dos direcciones: una de las direcciones mirando al pasado.


El impacto decisivo de la industrialización se dio en el marco del segundo impulso de la revolución
industrial europea, cuando el clima tecnológico de la gran depresión se superó a través del desarrollo
de nuevas formas de producción. Las características fueron la introducción de nuevas fuentes de
energía y un desarrollo notable de la industria de maquinaria.
El esfuerzo industrializador de italia durante este periodo presenta una curiosa dualidad, ya que
mientras se beneficia de lo conseguido en la primera fase de la revolución industrial, adopta solo las
nuevas producciones y las ventajas tecnológicas difundidas en el segundo impulso de la revolución
Estas dos direcciones proporcionan las razones de las limitaciones de este brote y de muchas de las
dificultades que impidieron el desarrollo de la economía del país, entre las dos guerras mundiales. Las
perspectivas de mercado de diversas formas tradicionales de producción, donde se habían centrado los
esfuerzos industriales durante 1896-1913, comenzaron a declinar,mientras que el éxito de las nuevas
formas de producción aún no se había establecido completamente.
El desarrollo industrial más importante fue la textil. Su tasa de aumento fue más baja que la de otros
sectores durante los años de expansión por una razón lógica: el punto de partida era más alto, pero la
importancia de la industria textil podemos notarla si la vemos como la única gran industria de
exportación del país. Continuó siendo la fuente principal de empleo.
El progreso textil puede resumirse en los siguientes términos: la conquista absoluta del mercado
interno, el desarrollo industrial del tejido, la aceptación de su carácter como industria exportadora y la
mecanización del hilado y el tejido.
La exportación de seda italiana se redujo entre 1896 y 1915.
Italia se convierte en un país que exporta algodón.
(dif de exportación de seda,algodón y lino, pág 317 y 318).
El hilado de algodón se benefició principalmente de la nueva fuente de energía hidroeléctrica. El uso
de anillos estuvo mucho más generalizado en Italia que el huso automático. La utilización de huso de
anillos,producía más que los automáticos, produjo un aumento de trabajo pero con fuerza reducida y
aceleró la producción en general.
La transformación técnica de la industria de la lana, aportada por la protección arancelaria, consiste en
la producción de lanas de peinado más costosas y finas. Estos cambios afectaron al hilado.
La utilización de materias colorantes estaba relacionada con los avances en la química y estaba más
orientada hacia el segundo impulso de la revolución industrial.(comparación con alemania, pág 320).
La mecanización en términos modernos y la concentración comenzaron a desarrollarse en otras
industrias importantes, ejemplo, la molienda de cereales y el prensado de olivas para la elaboración
del aceite.

Participación en el segundo impulso de la revolución industrial.

El aspecto del desarrollo industrial de Italia entre los años 1896 y 1914 que estuvo orientado hacia el
“segundo impulso” de la revolución industrial, fue el nacimiento de la industria hidroeléctrica. Una
gran parte del capital liberado por la nacionalización de los ferrocarriles en 1905 fue destinado a este
sector de la inversión. Los grandes bancos comerciales, formados por la iniciativa alemana después de
la crisis bancaria en 1890, pusieron su interés en esta dirección. Hubo una estrategia de estos bancos,
que combinaba el desarrollo industrial italiano con los interés exportadores de la industria alemana,
para la maquinaria eléctrica, luego para la maquinaria en general. Se buscaba promover la
industrialización.
Entre 1895 y 1914, una gran cantidad de capital se invirtió en las construcciones eléctricas. En la cual
se creía que Italia estaba condenada por la falta de recursos energéticos.
La mayor parte de la nueva producción hidroeléctrica se destina a la industria, las que más absorbe
eran la textil y la construcción de maquinaria.
La otra gran industria nueva de ese periodo fue la del acero. En vísperas de la primera guerra mundial,
Italia pudo obtener una cierta producción de acero, si bien aun era reducida. La era del acero no fue
solo la era de su producción sino también, la de su utilización.
El nacimiento de la industria siderúrgica estuvo relacionado con los encargos para la armada y con la
protección acordada a la industria de construcción naval.
las fundiciones y acerías de Italia estaban dispersas por diferentes lugares. Los resultados de este
desarrollo disperso, junto con la desventaja de tener que importar el carbón necesario, configuraron
una vida muy difícil para la industria siderúrgica italiana hasta la época de la reorganización que
siguió a la s.g.mundial. La estructura industrial italiana contó con la componente acero pero esta
constituye un punto débil necesitado siempre de cuidados y asistencia.
La industria de la maquinaria, tuvo un progreso aún más dificultoso. Es más fácil promover el
nacimiento de una industria metalúrgica que una industria de construcción de maquinaria.
Ni la construcción de barcos ni la de ferroviarios, constituyeron los pilares fundamentales de la
ingeniería moderna. La industria moderna en la maquinaria fue por excelencia una industria para la
creación de nuevos bienes, tanto bienes de producción como bienes de consumo destinados a
transformar el modo de vida como las bicicletas o automóviles (nuevas industrias de Italia).
El mercado interno estaba controlado por la producción nacional. era un mercado limitado ya que el
automóvil era un lujo en una sociedad como la italiana, muy alejada de este consumo. La producción
reflejaba esta característica del mercado: constituía de coches grandes, construidos por métodos aun
artesanales. A causa de esta característica existieron iniciativas aisladas en este campo, hasta 1907
que comenzó el proceso de concentración.
Años anteriores a la p.á.g.mundial existieron progresos en la industria química.
La ausencia de italia en los sectores más avanzados del progreso quimico se debió en parte a su
escasez de científicos y técnicos experimentados en este campo y en parte a la falta de aquellos
productos carboníferos que fueron la base del segundo de estos avances.
La industria química a comienzos del siglo xx se ocupaba principalmente de los fertilizantes para la
agricultura.

Los agentes del brote: el Estado, los empresarios,la banca comercial.


El desarrollo industrial italiano de los años 1896/1913 se produjo dentro de un clima económico
internacional favorable, en la tendencia ascendente de lo que se denomina “onda larga”.
El importante papel jugado en el crecimiento italiano por el comercio de exportación, tanto de bienes
agrícolas como industriales, fue el resultado de la tendencia ascendente de la demanda internacional.
Las inversiones industriales pudieron beneficiarse de la caída de los precios de la maquinaria
importada.
En los años de mayor expansión, 1902-05, el precio del carbón importado se mantuvo bajo.
Un arancel fuertemente proteccionista estuvo en vigor en Italia a partir de 1887, pero la crisis del 90
dificulto la efectividad de esta medida. Sus efectos se manifestaron después de que la economía
internacional lograra superar la depresión y el optimismo volviera al mundo de los negocios. La
acción del estado en favor de la promoción del desarrollo industrial no estuvo confinada a la
protección arancelaria. La industria nacional recibió otras formas de ayuda, siendo la más importantes
los encargos de materiales para los ferrocarriles, que habían sido nacionalizados en 1905, las primas
de navegación y las subvenciones de construcción para barcos producidos en astilleros italianos.
Estas medidas de apoyo a la ingeniería pesada trataron en alguna medida de compensar las mayores
cargas que gravan a este sector a través de la protección arancelaria a la industria metalúrgica. El resto
de la industria pesada no obtuvo ningún beneficio de tal compensación y provocó disputas.
los sectores más eficientes tecnológicamente de la industria pesada, padecieron menos los altos costes
de los materiales que la escasez de trabajo especializado y el tamaño aun limitado del mercado de
bienes de producción industriales.
La protección proporcionada por el estado a muchas actividades industriales fue un factor importante
en el brote de estos años. Los empresarios privados y agentes financieros desempeñan un papel muy
importante en el desarrollo de la industria, el estado no. La industrialización se llevó a cabo en
fábricas más pequeñas que en las de gran escala.
Las actividades de los empresarios industriales privados en ciertos sectores encontraron apoyo
financiero, en los bancos comerciales. Despues de la crisis bancaria en 1889, había llevado a la
quiebra de los principales bancos italianos en el año 1893, el vacío así creado en el sistema bancario
se salvo rápidamente por la iniciativa de banqueros alemanes que promovieron el establecimiento de
dos nuevos institutos de crédito: banca commerciale italiana y el credito italiano. estaban vinculados
en la financiación del nacimiento y desarrollo de las empresas industriales de Italia. estos bancos,
comprendiendo las grandes posibilidades de la industria hidroeléctrica y beneficiados, no se limitaron
a la financiación directa sino que también ayudaron a las empresas en la formación de sociedades
anónimas, en la concentración y en el logro de acuerdos comerciales entre ellas cuando esto parecía
ventajoso. También intervinieron en la dirección de las empresas y suministraron asistencia técnica.
operaron principalmente en los sectores nuevos de la industria italiana, dejando de lado los sectores
más tradicionales como la india. textil.
En las nuevas industrias se desarrollaron estas sociedades anónimas, los sectores que más se allegaron
fueron los de producción, minera, metalurgia y la química.
El brote realizado por la industria italiana entre los años 1896 y 1913 fue el resultado de una
combinación de diferentes factores, estos fueron tradicionales, otros fueron industrializados de manera
atrasada como los de Alemania.
Incluso la política proteccionista del estado no es una característica particular de los late-joiners. Fue
adoptada por todos los países que se industrializaron en el siglo xix, menos Gran Bretaña, cuya
revolución industrial había comenzado en el siglo xviii, e igual había tenido precedentes
proteccionistas en la era mercantilista.

Conclusión.

En la formación de la Italia industrial es difícil señalar con precisión algún verdadero “gran brote”.
Las tasas de crecimiento de la producción industrial italiana, aun en los años de mayor desarrollo, no
están próximas a las tasas mucho más altas alcanzadas por otros países al pasar por etapa similares. La
participación relativa de Italia en el mundo parece mejorar en el sector textil: los husos y los telares de
algodón instalados en Italia; dos direcciones de la industrialización italiana.
el porcentaje de la población siguió siendo muy baja, comparado con los países industrializados como
gran bretaña o alemania y por debajo de países industrializados con una gran población agrícola,
como francia.
porque no existió un crecimiento violento en un único periodo? tiene dos direcciones; en el carácter
mixto de los agentes del desarrollo: ninguno de ellos operó con gran fuerza y no produjo una gran de
concentración de esfuerzos en ningún periodo en particular, porque esto se dio en un área territorial
muy limitada.
Se produjeron desequilibrios cada vez más notorios. Estos se pudieron ver luego de la p.g. mundial, se
produjeron en forma drástica algunos activos importantes de la balanza de pagos, (ej pág 333)
En italia existieron tres regiones que poseen el 48,89 por ciento de toda la potencia instalada
mecanizada, más de la mitad del potencial industrial real del país y el potencial industrial era
aproximadamente dos veces más alta que el promedio nacional en este aspecto.
La producción del aparato industrial italiano concentrado en las tres regiones noroccidentales era
mucho más alta que en el resto del país.
El proceso de industrialización de las tres regiones del noroeste de Italia fue llevado a cabo como si
fuera un pequeño país autónomo.
La unificación administrativa no estuvo acompañada por un proceso de unificación económica
Las dos italias siguieron actuando de manera separada con sus trayectorias primitivas y manteniendo
cada una de esas sus relaciones económicas más importantes con el resto del mundo por su propia
cuenta. Esto se dio en las regiones del norte, donde el comercio exterior, las relaciones financieras y el
intercambio de experiencia empresarial y técnica con otros países tuvo una fuerte influencia en todas
las actividades económicas, mientras que las relaciones con las regiones meridionales continuaron
extremadamente limitadas.
El hecho de que la pequeña zona industrial del norte formará parte de un país de dimensiones
más amplias influyó en sus propias posibilidades de desarrollo.
En primer lugar, el nivel de gastos públicos que podía dar un impulso a la producción
industrial, especialmente la demanda militar, era en realidad mucho mayor que el que hubiera
sido posible en un país pequeño.
Los centros urbanos del resto de Italia proporcionaron sin duda una parte significativa de ese
mercado.
tercer factor que no se debe subestimar. (pag 336.ej).

4- Eric Hobsbawm - La era del Imperio

La economía desde 1873 estaba marcada por una perturbación y depresión del comercio. Pero la
producción mundial continuó aumentando de forma sustancial, junto al comercio internacional.
Mientras tanto la economía norteamericana y alemana avanzaron a pasos agigantados y la revolución
industrial se extendió. Algunos países de ultramar se desarrollaron a un ritmo sin precedentes.
También la inversión extranjera en América Latina alcanzó su cúspide en el decenio de 1880.

A los economistas y a los hombres de negocios les preocupaba la prolongada depresión de los precios,
intereses y beneficios, lo que estaba en juego no era la producción, sino la rentabilidad. La agricultura
fue la víctima más espectacular de esa disminución de los beneficios. Las consecuencias fueron
dramáticas, las revueltas campesinas fueron un resultado de esto. Las respuestas de la población
consistieron en la migración masiva protagonizada por aquellos que carecían de tierras o con tierras
pobres y la segunda fue la cooperación protagonizada por campesinos con explotaciones viables. En
la década del 80 vemos la mayor tasa de emigración a ultramar. Fue esta válvula de seguridad la que
permitió mantener la presión social por debajo del punto de rebelión o revolución. Mientras la
cooperación permitió la subsistencia de los que quedaron.

Esta es una centuria deflacionaria, los precios descendieron junto a los beneficios. El mercado no
crecía con la suficiente rapidez para poder compensar la cita. Otra dificultad era que los costos de
producción eran más estables que los precios a corto plazo, pues los salarios no podían ser reducidos
al tiempo que los empresarios tenían que soportar las cargas de maquinarias y equipos obsoletos.

Diferentes gobiernos mostraron una mejor disposición para escuchar a los grupos de intereses y a los
núcleos de votantes que los impulsan a proteger a los productos nacionales. La gran depresión puso
fin a la era del liberalismo económico en los artículos de consumo. Las tarifas proteccionistas pasaron
a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional.

Solo el Reino Unido defendió la libertad de comercio sin restricciones. Era el exportador más
importante de producción industrial y había orientado su actividad cada vez más hacia la exportación.
El Reino Unido era el mayor exportador de capital, de servicios financieros y comerciales y de
servicios de transporte de productos primarios del mundo y dominaba el mercado mundial de algunos
de ellos. El libre comercio parecía indispensable ya que permitía que los productores de materias
primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos,
reforzando así la simbiosis entre el Reino Unido y el mundo subdesarrollado.

Durante el S XIX el núcleo fundamental del capitalismo lo constituían cada vez más las economías
nacionales. La nación como unidad no tenía lugar en la teoría pura del capitalismo liberal. El Estado
como factor económico solo existía como algo que infería el funcionamiento autónomo e
independiente del mercado. La economía capitalista era global, el capitalismo era internacional en lo
práctico y en lo teórico, el ideal de los teóricos era la División Internacional del Trabajo lo que
asegurará el crecimiento más intenso de la economia. Rechazaban cualquier tipo de argumento local o
regional. EL único equilibrio para la teoría económica liberal era a escala mundial. Pero en la práctica
ese modelo resultaba inadecuado . La economia capitalista mundial en evolución era un conjunto de
bloques sólidos pero también fluidos. Las economías nacionales existían porque existían los Estados
nacionales. Hay Estados capaces de defender de la competencia a sus economías en procesos de
industrialización. Compiten las empresas y las naciones, el proteccionismo expresaba una situación de
competitividad económica internacional. Como consecuencia hubo un exceso de proteccionismo
generalizado, intenta parapetar la economía de cada Estado nacional frente al extrangero.

La respuesta del capitalismo radicó en la concentración económica y la racionalización empresarial o


los trust y la gestión científica. Ampliar los márgenes de beneficio que estaban reducidos por la
competitividad y por la caída de los precios. La existencia de una tendencia hacia el monopolio o el
oligopolio es indudable en las industrias pesadas, en las industrias dependientes de los pedidos del
gobierno, en industrias energéticas, transporte y productos masivos. La concentración avanzó a
expensas de la competencia de mercado, las corporaciones a expensas de las empresas privadas, los
grandes negocios y grandes empresas a expensas de las más pequeñas y esa concentración implicó
una tendencia hacia el oligopolio.

La concentración económica fue acompañada por la gestión científica, se buscaba una forma mas
racional de controlar y programar las empresas grandes y deseosas de aumentar los beneficios. Por
ejemplo Taylorismo, que consistía en aislar a cada trabajador y entregar el control a los representantes
de la dirección, la descomposición sistemática de cada proceso en elementos componentes
cronometrados y el sistema de paga con incentivos. Luego fordismo. Las transformaciones hicieron
un progreso sustancial, trajo una moderna organización y dirección, la corporación sustituyó al
individuo y la dirección quedaba en manos de ejecutivos asalariados.

La tercera posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo fue el imperialismo. La presión
del capital para conseguir inversiones más productivas contribuye a impulsar una política de
expansión que incluía la conquista colonial. La expansión territorial fue una consecuencia de la
expansión del comercio. Fue una época de intensa agitación social.

Hubo dos aspectos importantes en este periodo: La redistribución del poder y la iniciativa económica
en el declive relativo del Reino Unido y en el progreso relativo de EEUU y Alemania. Estas dos
superan en población al RU y las exportaciones alemanas también las superaron. Otro tema
importante es el renacimiento global contemporáneo. Este fue un periodo de rápida globalización de
la economía mundial. La relación entre el sector industrial del mundo y la producción agrícola
mundial, que se incrementó gracias a la incorporación de nuevas zonas de producción o su
especialización.

Entre 1910 y 13 el mundo occidental disponia para el consumo la doble cantidad de trigo, mientras
que el crecimiento industrial de la europa occidental fue del 15%. Las relaciones de intercambio
variaron a favor de la agricultura contra la industria. Ese cambio supuso una presión a los costos de
producción de la industria y de su tasa de beneficio, y esa presión se descargo sobre los trabajadores.

El dinamismo de la economia mundial venia del nucleo de los paises industriales que funcionaban
como locomotoras del crecimiento global. Fueron los nucleos grandes y pequeños de la
industrialización, las regiones en proceso de industrializarse y la masa dcompradora de productos y
servicios. Los consumidores disponian de mas dinero para gastar y ademas surge la industria de la
publicidad, las ventas a plazos, el arte y la industria del cine. Estos paises constituian el nucleo central
de la economia mundial. Eran el 80% del mercado internacional y determinaban el desarrollo del resto
del mundo. Crecimiento de la marina mercante fue un aspecto de esta época.
La economía mundial durante la era del imperio tenía una serie de características: 1) Base geográfica
mucho más amplia. Los sectores industriales y en proceso de industrialización se ampliaron. El
mercado de materias primas se amplió, hubo un desarrollo de las zonas dedicadas a su producción y
su integración en el mercado mundial.

2) La economía mundial es mucho más plural que antes. Reino Unido deja de ser el único país
industrializado, se suman EEUU, Alemania, Francia. La rivalidad fue común. Se complejiza la
relación entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado. La dependencia de los servicios
comerciales, financieros y navieros del Reino Unido continuaron. Londres fue el centro de las
transacciones internacionales, de los servicios comerciales y financieros, lo que les daba los ingresos
suficientes para compensar el importante déficit de balanza. Las inversiones británicas en el extranjero
y su marina mercante reforzaban su posición central. El pluralismo reforzó la posición central del
Reino Unido, fueron ellos los que restablecieron el equilibrio global importando la mayor cantidad de
productos manufacturados de sus rivales, gracias a sus exportaciones de productos industriales al
mundo dependiente, por sus servicios y por su condición de acreedor. El declive industrial del RU
reforzó su posición financiera.

3) Revolución tecnológica: Teléfono, telégrafo, fonógrafo, cine, automóvil, aeroplano, aspirina,


bicicleta. Perfeccionamiento de la tecnología del vapor y del hierro por medio del acero y las turbinas.
Hubo una revolución industrial basada en la química, la electricidad, el motor a combustión,
ferrocarril y barcos, esta revolución industrial reforzó a la primera.

4) Doble transformación en la estructura y modus operandi de la empresa capitalista. Concentración


del capital, retroceso de la libre competencia, globalismo. Se intenta racionalizar la producción y la
gestión de la empresa, haciendo uso de métodos científicos.

5) Extraordinaria transformación del mercado de los bienes de consumo. Cambio cuantitativo y


cualitativo, hay un dominio de la industria productora de bienes de consumo. Aparecen productos y
servicios nuevos para el mercado de masas, también se crea la comunicación de masas. Hay una
transformación de la producción de los productos masivos, de la distribución, aparece la compra a
crédito.

6)Hay un importante crecimiento del sector de la economía pública y privada: Aumento de puestos de
trabajo en oficinas, tiendas y otros servicios.

7) Se da una convergencia entre la política y la economía. Papel cada vez más importante del gobierno
y del sector público. Hay un avance del colectivismo que es uno de los síntomas del retroceso de la
economía de libre mercado. Ahora se veía claramente la mano visible del Estado.

La democratización de la política impulsó a los gobiernos a aplicar políticas de reforma y bienestar


social, así como a iniciar una acción política para la defensa de los intereses económicos de
determinados grupos. Las rivalidades políticas entre los estados y la competitividad económica entre
grupos nacionales de empresarios tanto al imperialismo como a la génesis de la primera guerra
mundial. También condujeron al desarrollo de industrias como la del armamento. El sector público
cumplió un gran papel estratégico pero el peso real en la economía siguió siendo modesto.
Complemento secundario de la economía privada.

Las economías modernas controladas, organizadas, y dominadas en gran medida por el Estado fueron
producto de la Primera Guerra Mundial. Entre 1875 y 1914 tendieron a disminuir las inversiones
públicas en los productos nacionales en rápido crecimiento. Se transformó la economía del mundo
desarrollado. Pero si la economía ofrecía puestos de trabajo solo aliviaba de forma modesta la
pobreza. Las clases medias viven una época dorada. Esa tendencia económica es la que llegó a la
primera guerra mundial, a la revolución y a la perturbación.

Vladimir I Lenin – El imperialismo, fase superior al capitalismo. Caps I - V

Cap I: la concentración de la producción y los monopolios

El incremento enorme de la industria y el proceso notablemente rápido de concentración de la


producción en empresas cada vez más grandes constituyen una de las particularidades más
características del capitalismo. En Alemania menos de una centésima parte de las empresas tienen
más de 34 de la cantidad total. Las pequeñas empresas constituyen el 91%. Las decenas de miles de
grandes empresas lo son todo. En estados unidos vemos un proceso similar – casi la mitad de la
producción global de todas las empresas del país en las manos de la centésima parte del número total
de empresas, esas 3000 empresas gigantescas abrazan 258 ramas industriales. El capital monetario y
los bancos hacen todavía más aplastante este predominio de un puñado de grandes empresas. Es
decir, que millones de pequeños, medianos e incluso una parte de los grandes "patronos" se hallan de
hecho completamente sometidos a unos pocos centenares de financieros millonarios. La
concentración, al llegar a un grado determinado de su desarrollo, por sí misma conduce, de
lleno al monopolio, ya que a unas cuantas decenas de empresas gigantescas les resulta fácil ponerse
de acuerdo entre sí, y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más dificil, y la tendencia
al monopolio, nacen precisamente de las grandes proporciones de las empresas. Esta transformación
de la competencia en monopolio constituye de por sí uno de los fenómenos más importe – o el mas-
de la economía del capitalismo moderno.

No en cada rama de la industria hay grandes empresas; por otra parte, una particularidad
extremadamente importante del capitalismo, que ha alcanzado su más alto grado de desarrollo, es la
llamada combinación, o sea la reunion, en una sola empresa, de distintas ramas de la industria que
representan en sí o bien fases sucesivas de la elaboración de una materia prima. "La combinación –
dice Hilferding – nivela las diferencias de coyuntura y garantiza, por tanto, a la empresa combinada
una norma de beneficio más estable. En segundo lugar, la combinación determina la eliminación del
comercio. En tercer lugar, hace posible el perfeccionamiento técnico y la obtención de ganancias
suplementarias. En cuarto lugar, consolida la posición de la empresa combinada, la refuerza en la
lucha de competencia durante las fuertes depresiones (estancamiento de los negocios, crisis), cuando
la disminución del precio de la materia prima va a la zaga con respecto a la disminución de los precios
de los articulos manufacturados".

Medio siglo atrás, Marx había demostrado en el capital, por medio del análisis teórico e histórico del
capitalismo, que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dicha
concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. El engendramiento del
monopolio por la concentración de la producción es una ley general y fundamental de la fase actual de
desarrollo del capitalismo.

En Europa, la susticion del viejo capitalismo por el nuevo se dio precisamente en los inicios del siglo
XX. La libre concurrencia alcanzo su punto máximo de desarrollo en los años 1860-80. La
transformación profunda vino con el crac de 1873, que instauro una gran depresión que recién se iria
menguando hacia 1889. La coyuntura empezaría a ser mas favorable en estos años. El movimiento de
los cartels entro en su segunda época, se transformaron en las bases de la vida económica y
conquistaban una esfera industrial tras otra. . Los cartels se ponen de acuerdo entre sí respecto a las
condiciones de venta, a los plazos de pago, se reparten los mercados de venta. fijan la cantidad de
productos a fabricar, establecen los precios, distribuyen las ganancias entre las distintas empresas. Los
grandes sectores de la vida económica son sustraídos a la libre concurrencia

(Definiciones a tener en cuenta: Trust: Es la fusión amplia, generalmente de varias empresas que
pierden su independencia y cuya dirección económica está unificada, No es sólo una organización
comercial, sino también una organización de producción. En la actualidad es utilizado para designar
las grandes corporaciones que han surgido de la unión y fusión de distintas empresas menores y que
se han desarrollado por medio de la apropiación y copamiento de distintas empresas (de una misma
rama industrial o de varias). Y los cartels son los monopolios: Un grupo de empresas u
organizaciones individuales jurídicamente independientes que han pactado introducir reglas que
modifican la competencia a través de la fijación de precios, niveles de producción o técnicas de
marketing. Con ello restringen la competencia y establecen un control monopolístico del mercado).

En las manos de los cartels y trusts se encuentran a menudo las siete o las ocho décimas partes de toda
la producción de una rama industrial determinada. El monopolio constituido en esta forma
proporciona beneficios gigantescos y conduce a la creación de unidades técnicas de produccion de
proporciones inmensas. La comisión gubernamental norteamericana dice sobre los trust: la
superioridad de los trusts sobre sus competidores se basa en las grandes proporciones de sus empresas
y en su excelente instalación técnica, crean fundiciones, fábricas de construcción de maquinaria y
talleres de reparación propios en los cuales experimentan y se perfeccionan los inventos relacionados
con la producción.

La competencia se convierte en monopolio. De aquí resulta un gigantesco progreso de la


socialización de la producción. Se efectúa también, en particular, la socialización del proceso de
inventos y perfeccionamientos técnicos. La concentración ha llegado hasta tal punto, que se puede
hacer un cálculo aproximado de todas las fuentes de materias primas. En varios países del mundo las
empresas monopolísticas se apoderan de las mismas. Se efectúa el cálculo aproximado de mercado,
las asociaciones mencionadas se "reparten" entre sí. Se monopoliza la mano de obra calificada, se
toman los mejores ingenieros, y las vías y los medios de comunicación—las líneas férreas en
América, las compañías navieras en Europa y América – van a parar a manos de los monopolios
citados. El capitalismo, en su fase imperialista conduce de lleno a la socialización de la producción en
sus más variados aspectos; arrastra a los capitalistas a un cierto nuevo régimen social, de transición
entre la plena libertad de concurrencia y la socialización completa.

La producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo privada. Los medios sociales de
producción siguen siendo propiedad privada de un número reducido de individuos. El marco general
de la libre concurrencia formalmente reconocida persiste, y el yugo de un grupo poco numeroso de
monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más sensible, más
insoportable.

Se da en este contexto una lucha o competencia feroz entre los cartels y los outsiders (aquellos que no
forman parte de los cartels). Esta lucha no es entre fuerzas simétricas, sino que se termina dando una
estrangulación o relaciones de dominación, por los monopolistas, de todos aquellos que no se
someten al monopolio, a su yugo, a su arbitrariedad. Las relaciones de dominación son típicas en esta
fase del capitalismo, y estas relaciones nacen de la constitución de monopolios económicos
todopoderos
El desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto tal, que, aunque la producción de mercancías sigue
"reinando" como antes y siendo considerada como la base de toda la economía, en realidad se halla ya
quebrantada, y las ganancias principales van a parar a los "genios" de las maquinaciones financieras.
En la base de estas maquinaciones y de estos chanchullos se halla la socialización de la producción;
pero el inmenso progreso logrado por la humanidad, que ha llegado a dicha socialización, beneficia a
los especuladores. "Basándose en esto", la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del imperialismo
capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia "libre", "pacífica", "honrada".

El monopolio se crea en varias ramas de la industria aumenta y agrava el caos propio de todo el
sistema de la producción capitalista en su conjunto. La desproporción entre el desarrollo de la
agricultura y el de la industria se acentúa aún más. La situación privilegiada en que se halla la
industria más cartelizada, la llamada industria pesada, determina en las demás ramas de la industria
"la falta mayor aún de coordinación sistemática". "

Cuanto más desarrollada está la economía nacional -- escribe Liefmann, defensor acérrimo del
capitalismo -- tanto más se entrega a empresas arriesgadas o, en el extranjero. El aumento del riesgo
es consecuencia del aumento gigantesco de capital, el cual desborda el vaso y se vierte hacia el
extranjero, Y junto con esto progresos extremadamente rápidos de la técnica traen aparejados consigo
cada vez más elementos de desproporción entre las distintas partes de la economía nacional, de caos,
de crisis. Y las crisis de toda clase, sobre todo las crisis económicas, aumentan a su vez en
proporciones enormes la tendencia a la concentración y al monopolio. Es menester analizar el rol
de los bancos en la concentración y en los monopolios.

Cap II: Los bancos y su nuevo papel

La operación fundamental y primordial de los bancos consiste en servir de intermediarios para los
pagos. En relación con ello, los bancos convierten el capital monetario inactivo en activo, esto es, que
rinde beneficio; reúnen toda clase de ingresos metálicos y los ponen a disposición de la clase de los
capitalistas.

Se acentúa la concentración en un número reducido de bancos y estos se convierten en monopolistas


omnipotentes que disponen de casi todo el capital monetario de todos los capitalistas y pequeños
patronos, así como de la mayor parte de los medios de producción y de las fuentes de materias primas
de uno o de varios países. Esta transformación de los numerosos y modestos intermediarios en un
puñado de monopolistas constituye uno de los procesos fundamentales de la transformación del
capitalismo en imperialismo capitalista, y por esto debemos detenernos, en primer término, en la
concentración de los bancos.

Los pequeños bancos van siendo eliminados por los grandes que concentran la mayoría de los
depósitos. También se da un viraje donde los pequeños se convierten en agencias de los grandes. Los
bancos "adheridos", porque esto se refiere a una de las particularidades características más
importantes de la concentración capitalista moderna. Los grandes “ establecimientos, particularmente
los bancos, no sólo absorben directamente a los pequeños, sino que los "incorporan", los subordinan,
los incluyen en "su" grupo, en su consorcio por medio de la "participación" en su capital, de la
compra o del cambio de acciones, del sistema de crédito, etc.

Su rol también va cambiando, es evidente que un banco que se halla al frente de un grupo tal y que se
pone de acuerdo con media docena de otros, casi tan importantes como él, para operaciones
financieras singularmente grandes y lucrativas, tales como, por ejemplo, los empréstitos de Estado, ha
superado ya el papel de "intermediario" y se ha convertido en la alianza de un puñado de
monopolistas. Se da la subordinación a un centro único de un número cada día mayor de unidades
económicas que antes eran relativamente "independientes", o, más exactamente, que tenían un
carácter estrictamente local. Se trata de la centralización, del reforzamiento del papel, de la
importancia y del poder de los gigantes monopolistas.

La concentración del capital y el aumento del giro de los bancos transforman radicalmente la
importancia de estos últimos. Los capitalistas dispersos vienen a formar un capitalista colectivo. Al
llevar una cuenta corriente para varios capitalistas, el banco, al parecer, realiza una operación
puramente técnica, únicamente auxiliar. Pero cuando esta operación crece en proporciones
gigantescas, resulta que un puñado de monopolistas subordina las operaciones comerciales e
industriales de toda la sociedad capitalista, obteniendo la posibilidad -- por medio de sus relaciones
bancarias, de las cuentas corrientes y otras operaciones financieras --, primero, de enterarse con
exactitud del estado de los negocios de los distintos capitalistas, y, después, de controlarlos, de ejercer
influencia sobre ellos mediante la ampliación o la restricción del crédito, facilitándolo o dificultándolo
y, finalmente, de determinar enteramente su destino, de determinar su rentabilidad, de privarles de
capital o de permitirles acrecentarlo rápidamente y en proporciones inmensas.

Muchas veces se enfrentan grupos importantes pero cada vez son cada vez mas frecuentes los
acuerdos y negociaciones entre estos entes financieros.

Los bancos, en todo caso, en todos los países capitalistas, cualquiera que sea la diferencia entre
las legislaciones bancarias, intensifican y aceleran enormemente el proceso de concentración del
capital y de constitución de monopolios. "Los bancos crean en escala social la forma, y nada más
que la forma, de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de producción",
escribía Marx. La "contabilidad general" de toda la clase de los capitalistas y aun no sólo de los
capitalistas, pues los bancos recogen toda clase de ingresos monetarios de los pequeños propietarios,
de los funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc. Disponen de miles y miles de
millones. Pero, por su contenido, esa distribución de los medios de producción no es "general", ni
mucho menos, sino privada, conforme a los intereses del gran capital, y del capital monopolista más
grande, el cual obra en unas condiciones en las que la masa de la población vive semihambrienta.

Se da la sustitución del viejo capitalismo, en el cual reina la libre concurrencia, por el nuevo
capitalismo, en el que domina el monopolio, se expresa, entre otras cosas, por la disminución de
la importancia de la Bolsa. Todo banco es una Bolsa. Este aforismo moderno es tanto más justo
cuanto más grande es el banco, cuanto mayores son los éxitos de la concentración en los negocios
bancarios". Si antes la bolsa abrió el camino hacia la industrialización y era el ente regulador de toda
la actividad económica, en el momento actual los bancos y la industria 'se las pueden arreglar de un
modo independiente". La dominación de grandes bancos sobre la Bolsa es la expresión de la
organización completa del Estado industrial. Si se restringe de este modo el campo de acción de las
leyes económicas que funcionan automáticamente y se ensancha extraordinariamente el de la
regulación consciente a través de los bancos, aumenta así en proporciones gigantescas la
responsabilidad por la economía nacional de unas cuantas cabezas dirigentes". Esa "regulación
consciente" a través de los bancos se basa en el despojo del público por un puñado de monopolistas
"completamente organizados". El viejo capitalismo, el capitalismo de la libre concurrencia, con su
regulador absolutamente indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar, ha aparecido el nuevo
capitalismo transitorio que representa una especie de mescolanza de la libre concurrencia y del
monopolio.
Surge de un modo natural la pregunta: ¿a qué tiende la "transición" de este nuevo capitalismo
imperialista?. Se observa y acentúa cada día más, la tendencia a llegar a un acuerdo
monopolista, al trust de los bancos. Esto provocó las siguientes reflexiones por parte del periódico
de los intereses bursátiles, la "Gaceta de Francfort": "Con el incremento de la concentración de los
bancos, se restringe el círculo de instituciones a las cuales uno se puede dirigir en demanda de crédito,
como consecuencia de lo cual aumenta la dependencia de la gran industria con respecto a un reducido
número de grupos bancarios. Como resultado de la estrecha relación entre la industria y el mundo
financiero, la libertad de movimiento de las sociedades industriales que tienen necesidad del capital
bancario se ve restringida. Por eso, la gran industria asiste con cierta perplejidad a la trustificación de
los bancos (unificación o transformación en trusts), cada día más intensa; en efecto, a menudo se ha
podido observar el germen de acuerdos determinados entre los consorcios de grandes bancos,
acuerdos cuya finalidad es limitar la competencia. Una y otra vez más se ve que la última palabra
en el desarrollo de los bancos es el monopolio.

En cuanto a la estrecha relación existente entre los bancos y la industria, es en esta esfera donde
se manifiesta el nuevo papel de los bancos. Si el banco descuenta las letras de un empresario, le abre
una cuenta corriente, etc., esas operaciones mientras sean aisladamente, no disminuyen la
independencia de dicho empresario y el banco no pasa de ser un modesto intermediario. Pero si estas
operaciones son cada vez más frecuentes e importantes, si el banco "reúne" en sus manos inmensos
capitales, si las cuentas corrientes de una empresa permiten al banco enterarse, de un modo cada vez
más detallado y completo, de la situación económica de su cliente, el resultado es una dependencia
cada día más completa del capitalista industrial con respecto al banco. Paralelamente se desarrolla, por
decirlo así, la unión personal de los bancos con las más grandes empresas industriales y comerciales,
la fusión de los unos y de las otras por la posesión de las acciones, la entrada de los directores de los
bancos en los consejos de vigilancia (o administración) de las empresas industriales y comerciales, y
viceversa. "La unión personal" de los bancos y la industria se completa con la "unión personal"
de ambas con el gobierno. Los puestos en los consejos de administración son confiados a
personalidades de renombres, que anteriormente fueron funcionarios del estado. Es indudable que en
los grandes bancos, a medida que aumentan las proporciones y la variedad de sus operaciones, se
establece una división del trabajo cada vez mayor entre los directores, con el fin (que consiguen) de
elevarlos un poco, por decirlo así, por encima de los negocios puramente bancarios, de hacerlos más
aptos para tener un juicio propio sobre los asuntos, para orientarse mejor sobre las cuestiones
generales de la industria y sobre las cuestiones especiales de sus diversas ramas, de prepararlos para
su actividad en la esfera industrial de la influencia del banco. Este sistema de los bancos se halla
completado por la tendencia de los mismos a elegir para sus consejos de administración a gente que
conozca bien la industria, a empresarios, a antiguos funcionarios.

Resulta, de una parte, una fusión cada día mayor la ensambladura de los capitales bancario e
industrial, y de otra, la transformación de los bancos en instituciones de un "carácter"
verdaderamente "universal". Los grandes bancos tienden a hacer sus relaciones con los
establecimientos industriales lo más variadas posible.

El siglo XX señala el punto de viraje del viejo al nuevo capitalismo, de la dominación del capital
en general a la dominación del capital financiero.

Cap III: el capital financiero y la oligarquía financiera


Hay que consagrar una atención preferente al "sistema de participación". El economista alemán
Heymann, expresa: "El director controla la sociedad fundamental (textualmente, la 'sociedad madre');
ésta, a su vez, ejerce el dominio sobre las sociedades que dependen de ella ('sociedades filiales'); estas
últimas, sobre las 'sociedades nietas', etc. De esta forma, es posible, sin poseer un capital demasiado
grande, dominar sobre ramas gigantescas de la producción. En efecto: si la posesión del 50% del
capital es siempre suficiente para controlar una sociedad anónima, al dirigente le basta poseer sólo un
millón para tener la posibilidad de controlar 8, 16 o hasta 32 millones de capital de las 'sociedades
nietas'. La experiencia demuestra que basta con poseer el 40% de las acciones para disponer de los
negocios de una sociedad anónima", pues cierta parte de los pequeños accionistas dispersos no tienen
en la práctica ninguna posibilidad de tomar parte en las asambleas generales, etc.

La "democratización" de la posesión de las acciones es en realidad uno de los modos de reforzar


el poder de la oligarquía financiera. El "sistema de participación" no sólo sirve para aumentar en
proporciones gigantescas el poderío de los monopolistas, sino que, además, permite llevar a cabo
impunemente toda clase de negocios oscuros y sucios y robar al público, pues los dirigentes de las
"sociedades madres", formalmente, según la ley, no responden por la "sociedad filial", que es
considerada como "independiente" y a través de la cual se puede "hacer pasar" todo. Las grandes
corporaciones bajo este sistema asumen operaciones de grandes riesgos (emisiones de bonos, compra
de acciones) sin la necesidad de reportar dichas acciones o ocultarlas en el balance. Si la operación
fracasa, los grandes pueden descargarse de la responsabilidad por medio de la venta oportuna de las
acciones, mientras que el negociante particular responde con su piel de todo lo que hace.

El capital financiero, concentrado en un puño y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio
enorme, que se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los
empréstitos del Estado, etc., consolidando la dominación de la oligarquía financiera, imponiendo a
toda la sociedad los tributos en provecho de los monopolistas.

La dominación de la "oligarquía financiera" ha adoptado una forma sólo un poco modificada. Los
bancos más importantes gozan no del monopolio relativo, sino "del monopolio absoluto" para la
emisión de valores. De hecho, se trata de un "trust de los grandes bancos". Y el monopolio garantiza
beneficios monopolistas de las emisiones. Al hacerse los empréstitos, el país que los negocia percibe
habitualmente no más del 90% del total; el 10% restante va a parar a los bancos y demás
intermediarios. Los beneficios excepcionalmente elevados que proporciona la emisión de valores,
como una de las operaciones principales del capital financiero, desempeñan un papel muy importante
en el desarrollo y consolidación de la oligarquía financiera. "En el interior del país no hay ningún
'negocio' que dé, ni aproximadamente, un beneficio tan elevado como el servir de intermediario para
la emisión de los empréstitos extranjeros". El capitalismo, que inició su desarrollo con un pequeño
capital usurario, llega al final de este desarrollo con un capital usurario gigantesco. Todas las
condiciones de la vida económica sufren una modificación profunda a consecuencia de esta
transformación del capitalismo. Con el estancamiento de la población, de la industria, del comercio y
del transporte marítimo, "el país" puede enriquecerse por medio de las operaciones usurarias (ej Gran
Bretaña y su enriquecimiento a través de empréstitos a lo largo de los siglos XIX y XX,
posteriormente EE UU en periodos postgueras).

Si durante los períodos de auge industrial los beneficios del capital financiero son inconmensurables,
durante los períodos de decadencia se arruinan las pequeñas empresas y las empresas inconsistentes,
mientras que los grandes bancos "participan" en la adquisición de las mismas a bajo precio o en su
"saneamiento" y "reorganización" lucrativos. Al efectuarse el "saneamiento" de las empresas que
trabajan con pérdida, "el capital anónimo sufre una baja, esto es, los beneficios son distribuidos sobre
un capital menor y se calculan en lo sucesivo a base de ese capital. O, si la rentabilidad ha quedado
reducida a cero, se incorpora nuevo capital, el cual, al unirse con el capital viejo, menos lucrativo
produce ya un beneficio suficiente. Conviene decir -- añade Hilferding – que todos esos saneamientos
y reorganizaciones tienen una doble importancia para los bancos: primero, como operación lucrativa,
y segundo, como ocasión propicia para colocar a esas sociedades necesitadas bajo su dependencia".

Una de las operaciones particularmente lucrativas del capital financiero es también la especulación
con terrenos en las afueras de las grandes ciudades que crecen rápidamente. El monopolio de los
bancos se funde en este caso con el monopolio de la renta del suelo y con el monopolio de las vías de
comunicación, pues el aumento de los precios de los terrenos, la posibilidad de venderlos
ventajosamente por partes, etc., dependen principalmente de los buenos medios de comunicación con
el centro de la ciudad, y dichas vías de comunicación se hallan en marlos de grandes compañías,
ligadas, por el sistema de la participación y por la distribución de los puestos directivos, con esos
mismos bancos.

El monopolio, una vez que está constituido y maneja miles de millones, penetra de un modo
absolutamente inevitable en todos los aspectos de la vida social, independientemente del régimen
político y de otras "particularidades”.

{Lucha entre grandes bloques alemanes y estadounidenses por el petróleo--- ej pags 42-44 }.

En la época del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un
todo y cómo, tanto los unos como los otros, no son, en realidad, más que distintos eslabones de la
lucha imperialista entre los más grandes monopolistas por el reparto del mundo.

El auge comercial, industrial trajo como consecuencia el proceso gigantesco de concentración ha


conducido asimismo al reparto del mundo. Decía Vogelstein en 1910 -- el reparto del mundo está
terminado, y los grandes consumidores, en primer lugar los ferrocarriles del Estado, pueden vivir –
puesto que el mundo está ya repartido, sin tener en cuenta sus intereses -. Las grandes compañías de
forma análoga se han repartido el mundo. Los cartels internacionales muestran hasta qué grado han
crecido ahora los monopolios capitalistas y cuáles son los objetivos de la lucha que se desarrolla entre
los grupos capitalistas. Esta última circunstancia es la más importante, sólo ella nos aclara el sentido
histórico-económico de los acontecimientos pues la forma de lucha puede cambiar y cambia
constantemente como consecuencia de diversas causas, relativamente particulares y temporales, pero
la esencia de la lucha, su contenido de clase no puede cambiar, mientras subsistan las clases. Es una
contienda de la burguesía internacional. Los capitalistas reparten el mundo, porque el grado de
concentración a que se ha llegado les obliga a seguir este camino para obtener beneficios; y se lo
reparten "según el capital"; "según la fuerza". La fuerza varía a su vez en consonancia con el
desarrollo económico y político.

La época del capitalismo moderno nos muestra que entre los grupos capitalistas se están
estableciendo determinadas relaciones sobre la base del reparto económico del mundo, y que, al
mismo tiempo, en conexión con esto, se están estableciendo entre los grupos políticos, entre los
Estados, determinadas relaciones sobre la base del reparto territorial del mundo, de la lucha por
las colonias, de la "lucha por el territorio económico".

Cap IV: El reparto del mundo entre las potencias.


La política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no
ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo
que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de
territorios de un "amo" a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un "dueño".

El período del desarrollo máximo del capitalismo anterior al monopolista, el capitalismo en el que
predomina la libre concurrencia, va de 1860 a 1880. Ahora vemos que es precisamente después de
este período cuando empieza el enorme "auge" de las conquistas coloniales, se exacerba hasta el grado
máximo la lucha por el reparto territorial del mundo. Es indudable, por consiguiente, el hecho de que
el paso del capitalismo a la fase de capitalismo monopolista, al capital financiero, se halla relacionado
con la exacerbación de la lucha por el reparto del mundo.

La importancia del imperialismo: La idea que yo acaricio representa la solución del problema social,
a saber: para salvar a los cuarenta millones de habitantes del Reino Unido de una guerra civil
funesta, nosotros, los político coloniales, debemos posesionarnos de nuevos territorios para colocar
en ellos el exceso de población, para encontrar nuevo mercados en los cuales colocar los productos
de nuestra fábricas y de nuestras minas. El imperio, lo he dicho siempre, es una cuestión de
estómago. Si no queréis la guerra civil, debéis convertiros en imperialistas". 1895 – Cecil Rhodes.

A fines del siglo XIX y principios del XX se hallaba asi repartido todo el mundo. Las dimensiones
de las posesiones coloniales se hallan influenciadas no sólo por las condiciones puramente
económicas, sino también, a base de éstas, por las condiciones geográficas y otras. Por considerable
que haya sido durante las últimas décadas la nivelación del mundo, la igualación de las condiciones
económicas y de vida de los distintos países bajo la presión de la gran industria, del cambio y del
capital financiero, la diferencia sigue siendo, sin embargo, respetable, y entre los seis países
mencionados observamos, por una parte, países capitalistas jóvenes, que han progresado con una
rapidez extraordinaria (Estados Unidos, Alemania, el Japón); por otra parte, países de viejo tipo
capitalista, que durante los últimos años han progresado mucho más lentamente que los anteriores
(Francia e Inglaterra); en tercer lugar, un país, el más atrasado desde el punto de vista económico
(Rusia), en el cual el imperialismo capitalista moderno se halla envuelto, por así decirlo, en una red
particularmente densa de relaciones precapitalistas. La mayor parte de esos pequeños Estados
conservan sus colonias únicamente gracias a que entre las grandes potencias existen intereses
contrapuestos, roces, etc., que dificultan el acuerdo para el reparto del botín.

El capital financiero es una fuerza tan considerable, por decirlo así tan decisiva en todas las relaciones
económicas e internacionales, que es capaz de subordinar, y en efecto subordina, incluso a los Estados
que gozan de una independencia política completa, como lo veremos más adelante. Pero,
naturalmente, para el capital financiero la subordinación más beneficiosa y más "cómoda" es aquella
que trae aparejada consigo la pérdida de la independencia política de los países y de los pueblos
sometidos.

La política colonial y el imperialismo existían ya antes de la fase actual del capitalismo y aun antes
del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, llevó a cabo una política colonial y realizó el
imperialismo. Pero incluso la política colonial capitalista de las fases anteriores del capitalismo se
diferencia esencialmente de la política colonial del capital financiero. La particularidad fundamental
del capitalismo moderno consiste en la dominación de las asociaciones monopolistas de los grandes
empresarios. Dichos monopolios adquieren la máxima solidez cuando reúnen en sus manos todas las
fuentes de materias primas. de petróleo, etc. La posesión de colonias es lo único que garantiza de una
manera completa el éxito del monopolio contra todas las contingencias de la lucha con el adversario,
sin excluir la de que el adversario desee defenderse por medio de una ley sobre el monopolio de
Estado. Cuanto más adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se
siente la insuficiencia de materias primas, cuanto más dura es la competencia y la caza de las fuentes
de materias primas en todo el mundo, tanto más encarnizada es la lucha por la adquisición de
colonias.

La particularidad principal del capitalismo moderno es el monopolio. El mercado libre pasa cada vez
más al dominio de la historia, los sindicatos y trusts monopolistas van reduciéndolo de día en día, y el
"simple" mejoramiento de las condiciones de la agricultura se reduce al mejoramiento de la situación
de las masas, a la elevación de los salarios y a la disminución de los beneficios. La tendencia
inevitable del capital financiero de ampliar el territorio económico y el territorio en general. El capital
financiero manifiesta en general la tendencia a apoderarse de las mayores extensiones posibles de
territorio, sea el que sea, se halle donde se halle, por cualquier medio, teniendo en cuenta las fuentes
posibles de materias primas y ante el temor de quedarse atrás en la lucha rabiosa por las últimas
porciones del mundo todavía no repartidas o por un nuevo reparto de las ya repartidas. Los intereses
de la exportación del capital empujan del mismo modo a la conquista de colonias, pues en el mercado
colonial es más fácil (y a veces sólo en él es posible) suprimir al competidor por medios monopolistas,
garantizarse encargos, consolidar las "relaciones" existentes, etc. La superestructura
extraeconómica, que brota sobre la base del capital financiero, la política, la ideología de éste,
refuerzan la tendencia a las conquistas coloniales. "El capital financiero quiere, no la libertad,
sino la dominación", dice con razón Hilferding.

Es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual
se reduce a la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, crean
toda una serie de formas de transición de dependencia estatal, las formas variadas de países
dependientes políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad,
envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la
semicolonia, la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina, que
estaba presa y sujeta financieramente del imperialismo británico.

Este género de relaciones entre algunos grandes y pequeños Estados ha existido siempre, pero en la
época del imperialismo capitalista se convierte en sistema general, entran a formar parte del conjunto
de relaciones que rigen el "reparto del mundo", pasan a ser eslabones en la cadena de las
operaciones del capital financiero mundial.

Toda Europa y América, durante los últimos tiempos, fueron presas de la fiebre de expansión colonial,
del 'imperialismo', este ha transformado las condiciones políticas de Europa y las ira modificando
aún más.

Cap V: “EL IMPERIALISMO, COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO”.

El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales


del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al
llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales
del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han
manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura
económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista
económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas.
Los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la eliminan, sino que existen por encima y
al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente
agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior.
Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que “el
imperialismo es la fase monopolista del capitalismo”.
A su vez, conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales
siguientes, a saber:
1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que
ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del
capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este "capital financiero", de la
oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia
de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones
internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del
reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.
El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación
de los monopolios y del capital financiero.
sobre la definición del imperialismo nos vemos obligados a discutir ante
todo con C. Kautsky, con el principal teórico marxista de la época de la llamada
Segunda Internacional, es decir, de los veinticinco años comprendidos entre
1889 y 1914.
Kautsky se pronunció decididamente,contra las ideas fundamentales expresadas en nuestra definición
del imperialismo, declarando que por imperialismo hay que entender, no una "fase" o un grado de la
economía, sino una política, precisamente una política determinada, la política "preferida" por el
capital financiero; que no se puede "identificar" el imperialismo con el "capitalismo contemporáneo";
que, si se incluyen en la noción de imperialismo "todos los fenómenos del capitalismo
contemporáneo".

La definición de Kautsky está concebida así:


"El imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente desarrollado. Consiste en la
tendencia de cada nación industrial capitalista a someter y anexionarse regiones agrarias, cada vez
mayores [la cursiva es de Kautsky], sean cuales sean las naciones que las pueblan"
Esta definición no sirve absolutamente para nada, puesto que es unilateral, es decir, destaca
arbitrariamente tan sólo el problema nacion, enlazándolo arbitraria y erróneamente sólo con el capital
industrial en los países que se anexionan otras naciones.

En la obra del inglés Hobson, "El imperialismo", publicada en 1902, leemos lo siguiente:
"El nuevo imperialismo se distingue del viejo, primero, en que, en vez de las aspiraciones de
un solo imperio creciente, sostiene la teoría y la práctica de imperios rivales, guiado cada uno de ellos
por idénticos apetitos de expansión política y de beneficio comercial; segundo, en que los intereses
financieros o relativos a la inversión del capital predominan sobre los comerciales"
Como vemos, Kautsky de hecho carece por completo de razón al remitirse a los ingleses en general.
Hobson, el cual tiene en cuenta, con más acierto que él, las dos particularidades "histórico-concretas"
(¡Kautsky, con su definición, se mofa precisamente de lo histórico-concreto!) del imperialismo
contemporáneo: 1) concurrencia de varios imperialismos; 2) predominio del financiero sobre el
comerciante. Si lo esencial consiste en que un país industrial se anexiona un país agrario, en este caso
se concede el papel principal al comerciante.
La definición de Kautsky no sólo es errónea y no marxista, sino que sirve de base a todo un sistema de
concepciones que rompe totalmente con la teoría marxista y con la práctica marxista, de lo cual
hablaremos más adelante.
Kautsky separa la política del imperialismo de su economía, hablando de las anexiones como de una
política "preferida" por el capital financiero y oponiendo a la misma otra política burguesa posible,
según él, sobre la misma base del capital financiero.
"Desde el punto de vista puramente económico -- escribe Kautsky --, no es imposible que el
capitalismo pase todavía por una nueva fase: la aplicación de la política de los cartels a la política
exterior, la fase del ultraimperialismo", esto es, el superimperialismo, la unión de los imperialismos de
todo el mundo, y no la lucha de los mismos, la fase de la cesación de las guerras bajo el capitalismo,la
fase de la "explotación general del mundo por el capital financiero unido internacionalmente".
Si se entiende por punto de vista puramente económico la "pura" abstracción, todo cuanto se pueda
decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo tanto, hacia un
monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo,
carece de todo contenido.
Las divagaciones inconsistentes de Kautsky sobre el ultraimperialismo estimulan, entre otras cosas, la
idea profundamente errónea y que echa agua al molino de los apologistas del imperialismo, según la
cual la dominación del capital financiero atenúa la desigualdad y las contradicciones de la economía
mundial, cuando, en realidad, lo que hace es acentuarlas.
La economía mundial en los albores del siglo XX. Calwer divide al mundo en cinco "regiones
económicas principales": 1) la centro-europea (toda Europa, con excepción de Rusia e Inglaterra); 2)
la británica; 3) la rusa; 4) la oriental-asiática, y 5) la americana.
Tres regiones con un capitalismo muy desarrollado (alto desarrollo de las vías de comunicación, del
comercio y de la industria): la centro-europea, la británica y la americana.

Por el momento, el rasgo característico de toda Europa es el fraccionamiento político. En las regiones
británica y americana, por el contrario, es muy elevada la concentración política, pero hay una
desproporción enorme entre la inmensidad de las colonias de la primera y la insignificancia de las de
la segunda.
Hay dos regiones, en las que el capitalismo está débilmente desarrollado: la de Rusia y la
oriental-asiática. En la primera, es extremadamente débil la densidad de la población; en la segunda,
muy elevada; en la primera, la concentración política es grande; en la segunda, no existe.
El capital financiero y los trusts no atenúan, sino que acentúan la diferencia entre el ritmo de
crecimiento de las distintas partes de la economía mundial.
Las vías férreas se han desarrollado, por consiguiente, con mayor rapidez que en ninguna otra parte,
en las colonias y en los Estados independientes.
Donde más rápidamente crece el capitalismo es en las colonias y en los países transoceánicos. Entre
ellos aparecen nuevas potencias imperialistas (Japón). La lucha de los imperialismos mundiales se
agudiza. Crece el tributo que el capital.
Cerca del 80% de todas las líneas férreas se halla concentrado en las cinco potencias más importantes.
y por ejemplo, gracias a sus colonias, Inglaterra ha aumentado su red ferroviaria en 100 mil
kilómetros, cuatro veces más que Alemania.
cabe preguntar entonces: en el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio podía haber que no sea la
guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la
acumulación del capital, por una parte, y el reparto de las colonias y de las "esferas de influencia" para
el capital financiero, por otra?.

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