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En 1821, tras declarar la independencia del Perú, José de San Martín llamó a elecciones para

formar un Congreso Constituyente. Este órgano, encabezado por Francisco Xavier de Luna
Pizarro, tuvo la tarea de redactar una nueva Constitución. En 1823, el congreso completó este
documento fundamental, que entre sus disposiciones, instauró un poder legislativo de una
sola cámara para la recién nacida nación peruana.

En 1824, Simón Bolívar arribó al Perú y asumió un gran poder otorgado por el Congreso.
Bajo su dirección, se elaboró una nueva carta magna que fortalecía el rol presidencial y
establecía un legislativo tricameral: senadores (cámara alta), diputados (cámara baja) y
tribunos (cámara suprema). Esta constitución, apodada "vitalicia", nunca llegó a aplicarse
realmente en la vida política y social del país, pues Bolívar se vio obligado a partir hacia
Nueva Granada para atender asuntos urgentes.

La historia política peruana experimentó un hito en 1956 con la elección de nueve mujeres al
Congreso, marcando el inicio de la representación femenina en el legislativo. Sin embargo,
este avance democrático se vio truncado en 1968 cuando el general Juan Velasco Alvarado
ejecutó un golpe de Estado. El pretexto para esta acción fue la supuesta pérdida de una página
en un contrato con la International Petroleum Company (IPC).

Las consecuencias de este golpe fueron severas: el presidente Fernando Belaúnde Terry fue
removido de su cargo y el Congreso fue disuelto. Durante una década, el poder legislativo
permaneció inactivo.

No fue hasta 1978 que se vislumbró un cambio. El presidente Francisco Morales Bermúdez,
sucesor de Velasco, se encontró ante una creciente presión social y política. Estas
circunstancias lo llevaron a iniciar un proceso de transición, con el objetivo de restaurar un
gobierno elegido democráticamente y reinstaurar las instituciones formales de la democracia
en el Perú.

En 1978, bajo el liderazgo de Víctor Raúl Haya de la Torre, se convocó una Asamblea
Constituyente para elaborar una nueva constitución. Este proceso culminó con la
promulgación de la Constitución de 1979. La composición de la asamblea reflejaba la
predominancia del Partido Aprista y el Partido Popular Cristiano, que obtuvieron la mayoría
de los escaños.
Un cambio significativo introducido por esta nueva constitución fue la implementación de un
sistema legislativo bicameral. Este nuevo Congreso constaba de dos cámaras: el Senado,
cuyos miembros eran elegidos por distrito único nacional, y la Cámara de Diputados, con
representantes elegidos por distritos múltiples.

Esta estructura legislativa se mantuvo operativa durante casi 14 años, abarcando los periodos
presidenciales de Belaúnde Terry y Alan García. Sin embargo, su funcionamiento llegó a un
abrupto final en abril de 1992, marcando el cierre de una era en la historia parlamentaria
peruana.

El 5 de abril de 1992 marcó un punto de inflexión en la política peruana cuando el presidente


Alberto Fujimori tomó la drástica medida de disolver el Congreso de la República. Esta
acción tenía como propósito principal neutralizar la oposición proveniente del Partido Frente
Democrático y el APRA.

La disolución del Congreso se produjo en medio de una profunda crisis constitucional. Como
consecuencia inmediata, dos figuras clave del poder legislativo fueron removidas de sus
cargos: Roberto Ramírez, quien presidía la Cámara de Diputados, y Felipe Osterling Parodi,
que encabezaba el Senado. Este suceso conocido comúnmente como el "autogolpe",
representó una ruptura significativa en el orden democrático del país y tuvo repercusiones
duraderas en la estructura política peruana.

En 1993, Perú vivió un momento histórico con la convocatoria de lo que sería la última
asamblea constituyente hasta la fecha. Este órgano, denominado Congreso Constituyente
Democrático, tuvo la tarea de redactar una nueva constitución. El cual como resultado se tuvo
a la Constitución de 1993, que sigue vigente en la actualidad.

Esta nueva constitución trajo consigo un cambio significativo en la estructura del poder
legislativo. Se estableció un Congreso unicameral, abandonando el modelo bicameral
anterior. Inicialmente, se fijó el número de congresistas en 120, aunque posteriormente se
amplió a 130 representantes.

Un hito importante en la historia parlamentaria peruana ocurrió en 1995, cuando Martha


Chávez fue la primera mujer en ocupar la presidencia del Congreso. Este acontecimiento
marcó un avance en la participación femenina en los altos cargos del poder legislativo del
país.
A mediados de 2018, en un contexto de crisis política, el presidente Martín Vizcarra impulsó
una serie de reformas constitucionales. Entre estas, destacaba la propuesta de retornar a un
sistema legislativo bicameral.

El 4 de octubre de ese año, el Congreso dio luz verde a esta iniciativa. El plan contemplaba
un Parlamento Nacional dividido en dos cámaras: una de Diputados con 130 miembros y otra
de Senadores con 50 integrantes. Para entrar en vigor, esta reforma requería la aprobación
ciudadana mediante un referéndum.

No obstante, la situación dio un giro inesperado cuando Vizcarra advirtió que el proyecto
incluía una disposición que permitía la reelección parlamentaria. Esto entraba en conflicto
directo con otra reforma que buscaba prohibir la reelección de congresistas.

Ante esta contradicción, el presidente cambió su postura y exhortó a la ciudadanía a votar en


contra de la propuesta bicameral en el referéndum. Siguiendo esta recomendación, los
votantes rechazaron la reforma durante el proceso electoral, manteniendo así el sistema
unicameral vigente.

El 30 de septiembre de 2019, el presidente Martín Vizcarra tomó una decisión trascendental


al disolver el Congreso de la República. Esta acción se fundamentó en la supuesta negativa
del Congreso a otorgar la confianza al Consejo de Ministros por segunda vez.

Vizcarra justificó su decisión amparándose en el artículo 134 de la Constitución peruana. Este


artículo faculta al presidente a disolver el Parlamento y convocar a nuevas elecciones cuando
el Congreso ha rechazado la confianza a dos Gabinetes ministeriales.

La constitucionalidad de esta medida fue cuestionada ante el Tribunal Constitucional


mediante una demanda competencial. Sin embargo, el 14 de enero de 2020, el tribunal
respaldó la decisión de Vizcarra al declarar infundada la demanda, confirmando así la
legalidad de la disolución del Congreso.

Como consecuencia de esta disolución, se convocaron elecciones extraordinarias para el 26


de enero de 2020. El propósito de estos comicios era elegir un nuevo Congreso que
completaría el periodo legislativo del Congreso disuelto, marcando así un nuevo capítulo en
la historia política del Perú.

En el contexto de la inestabilidad política iniciada en 2021, el Tribunal Constitucional (cuyos


integrantes son nombrados por el Poder Legislativo) emitió un dictamen en febrero de 2023
que eliminó la vigilancia judicial sobre las acciones del Congreso. Según reporta La
República, esta decisión concedió al Poder Legislativo un dominio absoluto sobre la
administración peruana. Durante el período 2021-2026, el Congreso promulgó diversas
iniciativas legislativas que generaron controversia debido a su efecto perjudicial en el
funcionamiento de las entidades democráticas del país.

La Constitución de 1993 transformó significativamente la organización del Congreso peruano


al suprimir el sistema de dos cámaras que existía previamente, eliminando la distinción entre
senadores y diputados. Esta modificación suprimió un elemento fundamental del sistema
bicameral: la capacidad de análisis reflexivo que tradicionalmente ejercían los senadores. En
el presente, las propuestas legislativas son evaluadas en comisiones específicas previo a su
debate general, un procedimiento que si bien puede agilizar la aprobación de leyes, también
podría comprometer la minuciosidad en la evaluación de los efectos que estas normas podrían
tener una vez implementadas.

La Constitución vigente hasta 1979 establecía un Congreso dividido en dos cámaras:


Diputados y Senadores. Esta configuración fue alterada drásticamente cuando el entonces
presidente Alberto Fujimori ejecutó un golpe de estado en 1992, mediante el cual desmanteló
el Poder Legislativo. Posteriormente, convocó a un nuevo Congreso Constituyente que dio
origen a la actual Carta Magna de 1993, la cual instauró un sistema parlamentario unicameral.
Este órgano legislativo, tras completar la elaboración de la nueva Constitución, no se
disolvió, sino que continuó ejerciendo funciones regulares como Congreso hasta 1995.

Entre las atribuciones del Poder Legislativo se encuentran la creación, interpretación,


modificación y derogación de leyes y resoluciones legislativas. El Congreso también está
facultado para ratificar acuerdos internacionales, aprobar el presupuesto de la nación y dar el
visto bueno a los empréstitos estatales. Adicionalmente, posee la autoridad para remover a
diversos funcionarios gubernamentales, incluso al jefe de Estado, así como regular el ingreso
de ciudadanos extranjeros al país y conceder permisos para los viajes internacionales del
presidente.

Después de las elecciones generales de 2021, los partidos de derecha han conservado la
mayoría en el Congreso. El principal partido de izquierda, Perú Libre, ha formado alianzas
con facciones conservadoras y fujimoristas, aprovechando su influencia institucional.
En una sesión histórica realizada a inicios de marzo de 2024, el Congreso peruano dio luz
verde a una importante modificación constitucional, respaldada por más de 90 legisladores.
Esta reforma reintroduce el sistema de dos cámaras y elimina la restricción de reelección
inmediata para los parlamentarios, cambios que entrarán en vigencia en los comicios
nacionales de 2026. La nueva estructura legislativa contempla un cuerpo senatorial de 60
integrantes, mientras que la cámara baja mantendrá sus 130 representantes.

El órgano denominado Comisión Permanente opera bajo la dirección del titular del Congreso
y cuenta con una membresía de alrededor de veinte legisladores, elegidos por la asamblea
general del Parlamento. Su composición refleja proporcionalmente la representación de las
distintas bancadas políticas. Este organismo mantiene activas las funciones constitucionales
esenciales no solo durante los períodos regulares de sesiones, sino también en las etapas de
receso y en el intervalo que se produce cuando el Congreso es disuelto.

El órgano de gestión parlamentaria, conocido como Consejo Directivo, integra tanto a los
integrantes de la Mesa Directiva como a los voceros oficiales de cada bancada política. Su
estructura refleja la misma proporción de representación que existe en el hemiciclo del
Congreso. Entre sus atribuciones principales se encuentran la coordinación de las labores
congresales, la revisión y aprobación del presupuesto institucional antes de su presentación al
pleno, la definición de los temas a debatir en las sesiones generales y la asignación de los
tiempos para las deliberaciones, además de otras responsabilidades administrativas.

La principal autoridad del Poder Legislativo ejerce la representación oficial del Congreso y
dirige las reuniones plenarias, las sesiones de la Comisión Permanente y los encuentros de la
Mesa Directiva. En este rol, conduce las discusiones y los procesos de votación conforme a la
normativa vigente. Entre sus facultades destacadas se encuentra la de suscribir, en conjunto
con alguno de los vicepresidentes, los documentos oficiales de las leyes aprobadas. También
posee la potestad de oficializar leyes que han sido ratificadas por insistencia, además de
desempeñar otras responsabilidades inherentes al cargo.
El que se encarga de la gestión administrativa del Congreso y de los debates que se llevan a
cabo es el Pleno La Mesa Directiva también la Comisión Permanente y el Consejo Directivo.
Donde representa oficialmente al Congreso en actos protocolares.

El parlamentarios están formados por grupos de congresistas que comparten ideas o intereses
similares, y se organizan en función de los partidos o coaliciones que obtienen representación
en el Congreso, siempre que cuenten con más de seis miembros. Después de las elecciones, al
asumir sus funciones, los congresistas tienen la opción de cambiar de grupo, crear nuevos o
convertirse en independientes si así lo deciden.

PROBLEMAS ACTUALES EN EL CONGRESO

Como se mencionó previamente, el Congreso funcionaba como un Parlamento bicameral


hasta 1992, un período caracterizado por el consentimiento de aprobación popular. Esta
situación fue uno de los factores que impulsaron el autogolpe y la posterior disolución, es
decir la separación del Congreso, un acto que contó con un amplio respaldo de la ciudadanía
para implementar una nueva organización del Poder Legislativo. Sin embargo, más de trece
años después de la adopción de la unicameralidad, crece la percepción de que el Parlamento
ha aumentado en corrupción y, sobre todo, en mediocridad. Esta percepción ha llevado a
analistas, constitucionalistas y diversas reuniones políticas a proponer diversas propuestas
para el Parlamento, unas de las cuales estaban previstas para ser debatidas por el Pleno del
Congreso en junio de 2008, por último el debate se canceló y se pospuso. Las reformas
propuestas generalmente se enfocan en la estructura del Poder Legislativo y en el método de
elección de sus integrantes.

Actualmente contamos con un congreso unicameral de 120 miembros, lo cual no se ajusta a


las necesidades que actualmente tiene nuestro país. La bicameralidad ofrece una mejora en la
representación de la población, un control más efectivo sobre las leyes a través de su revisión
y una selección más adecuada de altos funcionarios del Estado, entre otros beneficios.
Comparativamente, las democracias avanzadas y más estables suelen ser bicamerales.
Además de la consideración histórica, el tamaño del país juega un papel relevante en esta
cuestión. Por ello, los países más poblados del mundo tienen un sistema bicameral, mientras
que la mayoría de los países más pequeños son unicamerales.

De manera imprudente, las agrupaciones de izquierda han planteado la idea de que cerrar el
Congreso podría ser popular, justo en un momento en que la aprobación del presidente está
disminuyendo rápidamente, los conflictos sociales están en aumento, la economía muestra
señales de debilidad y los medios continúan centrando su atención en la intriga y el
escándalo. Este tipo de mensajes no contribuyen a la situación.

Sin embargo, el Congreso ha aprobado leyes que ponen en peligro el plan democrático, así
como la economía, educación y la Amazonía. Además, se ha respaldado proyectos de parte
del legislativo que proponen cambios a la Ley Universitaria y afectan a la Sunedu, así como a
la economía y la salud, además de debilitar el conflicto que se da contra la minería informal,
redecir la perspectiva que se tiene acerca del género y fomentar la deforestación.

Además, hay un aproximado de seis propuestas similares que, aunque han sido aprobadas por
el Pleno, aún no han sido promulgadas. Debido que, en ciertos sucesos, el plazo para su
publicación no ha vencido, mientras que en otros han sido observadas por el Ejecutivo y están
en proceso parlamentario. En la última sesión de la Comisión Permanente, se aprobaron tres
proyectos de ley que impactan la institucionalidad.

Por lo cual, la exministra de Justicia, Ana Neyra Zegarra, señaló que hay “demasiado
ineficiencia” e “inacción” por parte del Ejecutivo. “Pienso que, si el ejecutivo decide
promulgar una norma, debe hacerlo de manera clara, para que concluya el plazo y ver qué
sucede. Es fundamental asumir decisiones, incluso si no son populares”, afirmó en una
entrevista. Por otro lado, desde el Congreso se opina que se está trabajando en “una agenda
no reformista que, además, busca la impunidad”, destacando que el 50% de las normas que
impactan la institucionalidad han sido apoyadas por el Gobierno.

Simultáneamente, en el ámbito de las facultades delegadas por el Parlamento, el Ejecutivo


emitió al menos dos decretos que impactan el estado de derecho. Uno de ellos concede a la
PNP la facultad para investigar sin la participación de un fiscal, mientras que el otro permite
cambiar en penas suspendidas las sanciones de hasta cinco años de prisión, lo que evita que
los condenados cumplan su pena en la cárcel.

Después de, el comienzo del actual período parlamentario, el Congreso ha aprobado 26 leyes
que impactan la institucionalidad, además de otras seis que están en proceso de
promulgación. Todas estas leyes surgieron de un total de 94 iniciativas legislativas. El 50% de
ellas corresponde a leyes publicadas por el Legislativo, ya sea porque se promulgaron por
insistencia del Congreso o debido a la falta de respuesta del Ejecutivo una vez que se agotó el
plazo para su pronunciamiento.
Entre las 11 leyes publicadas por insistencia del Parlamento, se destaca la Ley Nº 31355, que
resultó de la fusión de cuatro proyectos y restringió el uso de la cuestión de confianza.
También se incluye la Ley Nº 31399, que se promovió a partir de una única iniciativa y
modificó aspectos del referéndum; la Ley Nº 31504, que abarcó tres proyectos y redujo las
multas para candidatos que no presenten sus informes de gastos de campaña. Además, está la
Ley Nº 31990, que surgió de un solo proyecto y afecta el proceso de colaboración eficaz.

Además, se logró la contrarreforma de la Sunedu mediante la Ley Nº 31996, que reunió siete
iniciativas legislativas y permitió el regreso de profesores que habían sido cesados por no
aprobar la evaluación docente o por no presentarse a ella. De manera similar, la Ley Nº
32046, que surgió de cuatro iniciativas, propuso la inclusión en la carrera pública magisterial
de docentes de centros de educación técnico-productiva sin necesidad de realizar una
evaluación. También está la Ley Nº 31745, una norma declarativa que consolidó cuatro
proyectos y propuso la intervención en los textos escolares relacionados con la época del
conflicto armado interno.

Durante el mismo período, el Congreso aprobó la Ley Nº 31935, que incluía un proyecto de
ley para otorgar derechos al concebido. También se aprobó la Ley Nº 31973, que, según
especialistas, fomenta la deforestación en la Amazonía y se impulsó a partir de tres
propuestas. Finalmente, la Ley Nº 32003, que se originó de una única iniciativa, eliminó el
uso del lenguaje inclusivo en documentos del Estado y en textos escolares.

Las otras dos normas promulgadas, debido al silencio del Ejecutivo, son: la Ley Nº 31498,
que surgió de una iniciativa para permitir a las organizaciones de padres de familia revisar e
impugnar el contenido de los textos escolares, y la Ley Nº 32058, que se originó a partir de
dos proyectos de ley y elimina la paridad en las elecciones presidenciales y regionales. El
50% restante de las leyes analizadas fue promulgado por el Ejecutivo, lo que significa que
llevan la firma de la presidenta de la República, Dina Boluarte Zegarra, y en dos casos, del
expresidente Pedro Castillo Terrones, después de haber sido aprobadas sin observaciones.

Entre estas leyes se halla la Ley Nº 31981, que suprime las elecciones primarias, abiertas,
simultáneas y obligatorias (PASO) y se originó a partir de dos proyectos. También está la Ley
Nº 32054, que fue elaborada a partir de dos iniciativas y exonera a los partidos políticos de
responsabilidad penal. Por último, la Ley Nº 31778, que reunió dos proyectos, otorga al
Congreso y al Poder Judicial la facultad de designar a su propio procurador público, retirando
esta función de la Procuraduría General del Estado.
Además, el Ejecutivo promulgó la Ley Nº 32028, que abarcó tres proyectos de ley,
incluyendo uno presentado por la Defensoría del Pueblo, que otorga al defensor la capacidad
de nombrar a los defensores adjuntos. Asimismo, se aprobó la Ley Nº 32073, impulsada a
partir de tres proyectos, que permite que el contralor general de la República permanezca en
su cargo hasta que se designe a su sucesor, incluso si su mandato ha expirado.

De igual manera, se promulgó la Ley Nº 31751, que surgió de un único proyecto y estableció
un plazo máximo de un año para la continuación de la suspensión de la prescripción de un
delito, lo que benefició al presidente del Congreso, Alejandro Soto Reyes. En el ámbito
económico, también se publicaron varias normas con el apoyo del Gobierno. Entre ellas se
encuentra la Ley Nº 31556, que redujo el IGV para los restaurantes y que se originó de dos
proyectos, así como la Ley Nº 31969, que fue impulsada por cinco iniciativas, incluyendo dos
del Ejecutivo, y que otorgó beneficios tributarios a empresas agroexportadoras y del sector
textil.

En cuanto a las reformas en el sistema educativo respaldadas por el Ejecutivo, se registraron


retrocesos con la Ley Nº 31964, que reunió cinco proyectos y permite a los docentes enseñar
sin tener una maestría. También está la Ley Nº 31971, derivada de una iniciativa, que
extiende el bachillerato automático hasta finales de este año. Asimismo, la Ley Nº 31542
eliminó el límite de edad para los maestros que desean enseñar en universidades públicas y se
originó a partir de dos proyectos de ley.

El Gobierno también expresó su aprobación al promulgar la controvertida Ley Nº 31988. Esta


ley, que reunió 18 proyectos, restableció el sistema bicameral y contempló la reelección de
los parlamentarios. Además, propuso modificar el artículo 100 de la Constitución, eliminando
del fiscal de la nación la facultad de gestionar una acusación constitucional.

Finalmente, tras su aprobación en el Congreso, el Ejecutivo promulgó la Ley Nº 31989, que


reúne siete iniciativas legislativas y favorece a los mineros informales. Aunque estas leyes ya
han sido promulgadas, hay seis más que aún están a la espera de publicación. De estas, tres
fueron aprobadas el pasado 4 de julio en la Comisión Permanente, que recibió del Pleno la
facultad para legislar hasta el 19 de julio durante la quincena de junio.

Este grupo incluye el dictamen del proyecto Nº 01587/2021-CR, que establece el


nombramiento automático de docentes y cuya autógrafa ya ha sido enviada al Gobierno para
su promulgación; el Nº 0842/2021-CR, que favorece a los colectiveros al eximirlos de
fiscalización por parte de la Autoridad Nacional de Transporte a través de aplicaciones de
taxi, aunque este ha sido observado por el Ejecutivo. Además, se suma el dictamen de la
iniciativa Nº 05712/2023-CR, que reduce la rendición de cuentas del Gobierno en la lucha
contra la trata de personas. Esta última ha sido observada por el Ejecutivo, pero el dictamen
por insistencia ya ha sido aprobado en las comisiones de Justicia y Mujer del Congreso.

Desde julio de 2021, el Congreso ha conferido facultades legislativas al Ejecutivo en cuatro


ocasiones: tres de ellas durante la administración de Dina Boluarte Zegarra y una en el
mandato de Pedro Castillo Terrones. En el marco de estas atribuciones, el Ejecutivo emitió al
menos dos decretos que impactan el estado de derecho bajo la presidencia de Boluarte
Zegarra.

Uno de estos decretos es el Decreto Legislativo Nº 1605, que autoriza a la Policía Nacional
del Perú a llevar a cabo investigaciones sin la intervención de la Fiscalía. En respuesta, el
Ministerio Público ha interpuesto una demanda de inconstitucionalidad ante el Tribunal
Constitucional, argumentando que esto compromete su institucionalidad.

El Legislativo demuestra una actitud "poco abierta al diálogo" al no tener en cuenta ni aceptar
las observaciones a sus propuestas. Además, el hecho de que varios proyectos aprobados "han
representado un retroceso en la institucionalidad del país" pone de manifiesto que las normas
emitidas por el Congreso "falten de legitimidad" y provoquen serias repercusiones para el
país; el 42% de ellas fueron aprobadas por insistencia y un 8% ante la falta de respuesta del
presidente.

Lo que está haciendo este Congreso es consolidar aún más el desbalance de poder a su favor.
La perspectiva parece ser que “no importa quién ocupe la presidencia”. Ser presidente ya no
es tan lucrativo; lo que realmente importa es llegar al Congreso. Si logras acceder y
establecer alianzas, puedes controlar lo que desees. Una posible solución a esta situación es
presentar demandas de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional. Sin embargo, en
agosto del año pasado, el Consejo Fiscal ya había señalado que el Gobierno no estaba
utilizando este recurso para frenar, al menos, aquellas leyes que implicaban un elevado gasto
público.

Al mismo tiempo, el actual Tribunal Constitucional, cuyos integrantes han sido designados
por este Congreso, ha emitido fallos y resoluciones controvertidos. Uno de estos fallos fue el
que declaró fundada la demanda competencial que el Parlamento interpuso contra el Poder
Judicial debido a las medidas cautelares que este último adoptó para detener trámites y
acciones parlamentarias que afectaban la institucionalidad. En esa misma decisión, el
Tribunal también instó al Legislativo a modificar el artículo 99 de la Constitución,
permitiendo así el control político de las autoridades electorales.

Asimismo, en abril de 2024, el tribunal expulso una resolución que ordenó la restitución de la
inhabilitación de los magistrados Inés Tello y Aldo Vásquez de la Junta Nacional de Justicia.
En relación con estas acciones, la exministra de Justicia Ana Neyra Zegarra sostiene que el
Tribunal Constitucional se está enfocando en proteger al Legislativo en lugar de en la
correcta interpretación del derecho.

Desafortunadamente, con este Congreso se elige a personas que buscan proteger al


Parlamento, casi como si se tratara de una autarquía sin supervisión, y que, además, poseen
visiones muy conservadoras, e incluso en ocasiones contrarias a los derechos. Hay una
diplomacia que debe ser respetada. Antes, el debate giraba en torno al miedo a un
autoritarismo del presidente; ahora, nos enfrentamos a un posible autoritarismo del
Parlamento. La ciudadanía debe estar consciente de que, cuanto más tiempo pase, será más
complicado recuperar lo que se ha perdido. Esto también explica por qué muchos,
especialmente los jóvenes, desean abandonar el país. Reconstruirlo será un proceso
extremadamente difícil, enfatiza.

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