Anijovich - Epilogo. Programar La Evaluación
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PROGRAMAR LA EVALUACIÓN
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en práctica, proponer actividades que impliquen tareas académicas relevantes para los
estudiantes y para las disciplinas que se pretende enseñar, favorecer diálogos e
intercambios entre estudiantes y entre ellos y los docentes, observar sus acciones, realizar
seguimientos y ofrecer retroalimentaciones en conversaciones en un clima de confianza
que estimule la producción de conocimientos, la reflexión crítica y la autoevaluación.
Nuevamente en este libro invitamos a sumarse al desafío de ayudar a aprender
proponiendo espacios de revisión y reflexión, y oportunidades para que los estudiantes
muestren lo que saben, sus aproximaciones al conocimiento y las construcciones de
saberes.
Desde una perspectiva filosófica, la tarea docente implica
movilizar todo lo necesario para que el sujeto entre en el mundo y se sostenga en él,
se apropie de los interrogantes que han constituido la cultura humana, incorpore los
saberes elaborados por los hombres en respuesta a esos interrogantes y los subvierta
con respuestas propias (Meirieu, 2007: 70).
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Este análisis nos permite revisar la planificación de la evaluación con miras a la
secuencia de enseñanza que queremos abordar. Como señalamos en la introducción de
este texto, evaluar es también reflexionar sobre la enseñanza, y ello implica una
concepción más amplia de la planificación, distinta de una visión tecnológica en la que los
criterios de evaluación se limiten a verificar el nivel de correspondencia entre los
resultados alcanzados y los objetivos previamente establecidos.
Reflexionar sobre la enseñanza implica revisar nuestro propio desempeño docente, así
como las posibles relaciones entre lo que enseñamos y lo que los alumnos aprenden.
Al comienzo de este recorrido nos hemos preguntado si es posible pensar en otros
modos de evaluar, si es posible hacerlo desde otros paradigmas, y a partir de lo
presentado podemos sostener que lo es, en tanto y en cuanto los profesores estén
formados y conozcan estas perspectivas, que además deben estar acompañadas y
legitimadas institucionalmente y en el marco del sistema educativo.
Desde una perspectiva filosófica, como sostiene Brighouse (2000), la escuela debería
formar para facilitar la construcción de autonomía en los alumnos. Esto implica, por
supuesto, formar en contenidos valiosos, pero centralmente en habilidades de
pensamiento que permitan diferenciar argumentos falaces de verdaderos, perspectivas
alternativas de un mismo saber y evaluación crítica. Es en este sentido en que
entendemos que la evaluación es una oportunidad para contribuir a estos procesos
formativos.
Para cerrar, tomamos los aportes de Pruzzo de Di Pego y Nosei (2008: 44), quienes
vuelven a vincular a la enseñanza con la evaluación y con el aprendizaje.
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