Racionalismo y Descartes 2h

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TEMA 7.

EL RACIONALISMO: R. DESCARTES
(1596-1650).

Algunas citas de Descartes:


* “El buen sentido (inteligencia o razón) es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada
uno piensa estar tan bien provisto de él que aún aquellos que son más difíciles de
contentar en todo lo demás, no acostumbran a desear más del que tienen”.

* “Toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física, y
las ramas que salen de ese tronco son todas las ciencias, que se reducen a tres principales,
a saber: la mecánica, la medicina y la moral; yo juzgo como la más alta y perfecta moral la
que, presuponiendo un entero conocimiento de las otras ciencias, es el último grado de la
sabiduría.”

* “Por lo que respecta a las otras ciencias, por cuanto toman sus principios de la filosofía,
juzgaba que no se podía haber edificado nada sólido sobre cimientos tan poco firmes…”

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INDICE
1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL RACIONALISMO.
2. CONTEXTO HISTÓRICO, FILOSÓFICO Y CULTURAL DE DESCARTES.
3. DESCARTES: ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS.
4. RAZÓN Y MÉTODO: EL CRITERIO DE VERDAD.
4.1. El método: definición y reglas.
4.2. El punto de partida del método: la duda.
4.2.1. ¿Cómo es la duda?
4.2.2. ¿De qué duda?
4.3. El resultado de la duda: “cogito, ergo sum”.
4.3.1. Análisis del “cogito, ergo sum”.
4.4. Clasificación de las ideas.
5. LA REALIDAD: DOCTRINA DE LAS TRES SUSTANCIAS.
5.1. Res cogitans (yo pensante).
5.2. Res infinita (Dios).
5.3. Res Extensa (Mundo).

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1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL RACIONALISMO.

El racionalismo es una corriente de pensamiento que considera que la razón se


basta para el conocimiento, es decir, es autosuficiente. Huye, por tanto, de toda
creencia infundada o superstición, reconociendo como única evidencia la aportada por
la luz de la razón y minusvalorando la proveniente de los sentidos. En general
podemos decir que el Racionalismo es una corriente filosófica del siglo XVII (aunque
no hayan faltado pensadores que han otorgado gran importancia a la razón a lo largo
de toda la historia de la filosofía) a la que pertenecen René Descartes (Francia, 1596-
1650), Nicolás Malebranche (Francia, 1638-1715), Baruch Spinoza (Holanda, 1632-
1677) y G. Wilhelm Leibniz (Alemania, 1646-1716). Se suele contraponer el
racionalismo a otro movimiento aparecido casi paralelamente en Inglaterra, el
empirismo, que veremos en el próximo tema.

Los rasgos principales de la filosofía racionalista son los siguientes:

1. Plena confianza en la razón humana. Los racionalistas entienden que la razón es


la única facultad del conocimiento humano susceptible de alcanzar la verdad. La
oposición medieval entre razón y fe es sustituida ahora por la contraposición entre
verdades racionales frente a los engaños e ilusiones que proporcionan los sentidos.

2. Minusvaloración del conocimiento sensible. Consideran que los sentidos nos


engañan y nos inducen a error. Además, el conocimiento sensible siempre sería
limitado: no puede ser universal (sólo vale para los casos experimentados) ni
necesario (no nos dice que algo tenga que ser así, o que no pueda ser de otra manera).

3. Ideas innatas. Los racionalistas afirman que la mente humana no es un receptáculo


vacío, sino que posee ciertas ideas innatas, que están en ella independientes de la
experiencia. A partir de ellas se fundamenta deductivamente todo el conocimiento.

4. Predilección por las matemáticas. Las matemáticas manifiestan de forma clara e


indubitable la verdad que en ellas se presenta de un modo riguroso y paso a paso. La
razón permite pasar de una verdad a otra deductivamente. Sus juicios son universales
(para todos los casos) y necesarios (no pueden no ser así).

5. Concepción mecanicista del mundo: Nada es casual ni fortuito. El mundo es


concebido como una gran máquina. Sólo existe materia y movimiento regido por leyes
universales. El mundo es un mecanismo gigante cuantitativamente analizable.

6. Búsqueda de un método adecuado para el razonamiento. Los racionalistas toman


como modelo el método utilizado por la matemática. Descartes lo desarrolló, entre
otras, en su obra Reglas para la dirección del espíritu; Spinoza en el Tratado de la
reforma del entendimiento y Leibniz en su obra De arte combinatoria. Este método no
sólo pretende escapar del error, sino conseguir, además, la unificación de las ciencias
e incluso la creación de una ciencia cierta de carácter universal que pudiera utilizar un

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lenguaje simbólico matemático con el que analizar y reducir a simple (cierto) toda
proposición compleja de la ciencia y la filosofía.

Los racionalistas consideran que las matemáticas proporcionan un modelo de claridad,


certeza y deducción ordenada que no tenía la filosofía. La filosofía, en cambio, es un
campo de discusiones con gran pluralidad de teorías como posibles explicaciones a un
problema. Se preguntan: ¿por qué no se ha llegado a una filosofía definitiva,
universal y necesaria? La respuesta es clara: porque no se ha utilizado un método
válido y adecuado. Descartes se fija en el modelo matemático; éste sí que presenta un
saber en el que hay progreso y no cabe una pluralidad de respuestas, sino que las
soluciones son universalmente admitidas. Se trata, por tanto, de aplicar el método de
las matemáticas al ámbito de la filosofía para lograr el progreso en su saber. Pero,
¿en qué consiste tal método? Básicamente, en la intuición y la deducción.

* Intuición: Búsqueda de verdades indubitables y evidentes, que de ninguna


manera se puedan negar (tan claro como que dos y dos son cuatro o que los
ángulos de un triángulo suman dos rectos).

* Deducción: consiste en derivar nuevas conclusiones, procediendo paso a


paso, y no por saltos, a partir de certezas ya conocidas. Siguiendo un
razonamiento en cadena se llegarán a concluir nuevas verdades también
evidentes.

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2. CONTEXTO HISTÓRICO, FILOSÓFICO Y CULTURAL DE DESCARTES.

Descartes, como los demás racionalistas, desarrolla su obra y su pensamiento durante


el siglo XVII en el continente europeo. Se suele definir este siglo como un periodo de
la historia afectado por una crisis global que se extendió a lo económico, social,
político e, incluso, espiritual. Ello resulta visible, en primer lugar, en el terreno de la
economía. Los desequilibrios entre población y recursos, propios de la estructura
económica de la sociedad preindustrial, se agravaron como efecto de las malas
cosechas y de las periódicas hambrunas.

En el campo de la política, el siglo XVII también se caracteriza por su inestabilidad.


Abundan las revueltas y las guerras. La monarquía absoluta parece el mejor remedio
para garantizar la paz y la seguridad en esa situación. En Francia, patria de Descartes,
se registran conflictos campesinos debido a los impuestos y al hambre. Existen
muchos antagonismos entre nobles y burgueses, señores y campesinos. La Alemania
de Leibniz también sufre una gran crisis de Estado. Después de la Guerra de los
Treinta Años aparece como un país dividido en múltiples territorios. En Holanda,
tierra de Spinoza, menos aquejada por la crisis, existe un ambiente de más tolerancia y
libertad.

En el ámbito religioso, destaca la Contrarreforma, movimiento religioso surgido


dentro de la Iglesia católica para luchar contra la Reforma realizada por los
protestantes el siglo anterior. Por otra parte, la teología ya no es capaz de unificar los
conocimientos: la Biblia deja de ser una enciclopedia de las ciencias y los teólogos
van perdiendo influencia. Hará época la frase de Alberico Gentile: “que callen los
teólogos en lo que no es de su competencia”. Aún así, no podemos olvidar la
importancia en este momento de la Inquisición.

En lo cultural, florece el barroco, que protagoniza la crisis de la sensibilidad y la


necesidad de vivir apasionadamente. Existe un ambiente en el que junto al exceso y el
desbordamiento priman el pesimismo, la fugacidad y el escepticismo. La búsqueda de
Descartes de una certeza absoluta demuestra la necesidad de tener algo indubitable a
lo que agarrarse. Tampoco es casualidad que la primera obra fundamental de
Descartes se titule Discurso del Método en un momento en que lo que la sociedad
buscaba era precisamente un nuevo método (o camino) para resolver sus grandes
cambios. La filosofía de la época, que Descartes representa perfectamente, aspira a
sentar nuevas bases de pensamiento para una nueva etapa histórica, que luego se
denominará Modernidad.

Las ideas sufren una crisis tan profunda como los demás aspectos de la cultura. La
filosofía “oficial” de la época seguía siendo la escolástica aristotélico-tomista
medieval. Pero estaba claro que una filosofía dogmática, cerrada y que rechazaba la
crítica no podía satisfacer la inquietud de los intelectuales de la época, marcados por
las novedades que había traído el Renacimiento y, sobre todo, el nuevo enfoque de la
ciencia (triunfo del método experimental y de la matematización de la realidad, siendo

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consideradas las matemáticas la base para todo pensar científico y filosófico, son
modelo de todo saber) representado por personajes tan importantes como Copérnico,
Kepler o Galileo, que revolucionan la manera d entender el mundo y el universo (“El
libro de la naturaleza –dirá Galileo- está escrito en un lenguaje matemático”).

La filosofía busca una nueva forma de entender el mundo. Lo hace por dos caminos
distintos: mientras que en el continente europeo se desarrolla la filosofía racionalista
(Descartes, Leibniz, Malebranche y Spinoza), en las islas británicas domina el enfoque
empirista (Locke, Berkeley y Hume). Cada una de ellas pone el acento en una de las
maneras que el hombre tiene de conocer el mundo: la razón y los sentidos. Para los
racionalistas, todo conocimiento verdadero acerca de la realidad procede de la razón,
se logra de un modo deductivo y ponen las matemáticas como modelo de este saber.
Para los empiristas, el conocimiento verdadero procede de la experiencia sensible y se
logra, por tanto, de un modo inductivo.

La importancia de Descartes consiste en que inicia la tradición del racionalismo,


inaugurando un nuevo camino que luego será proseguido por filósofos tan importantes
como Leibniz o Spinoza y, más tarde, superado por Kant. Su grandeza proviene de
haberse atrevido a comenzar de cero, aunque hoy veamos que ese intento es imposible
y que su filosofía, pese a sus intenciones, como cualquier otra, es un fiel reflejo del
mundo en que vivía. Un mundo de conflictos, guerras y crisis permanentes en el que
la filosofía cartesiana se erige en un esfuerzo por encontrar un nuevo equilibrio en el
ámbito del pensamiento.

3. DESCARTES: ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS.

René Descartes nació en La Haye (Francia) el 31 de marzo de 1596, en el seno de una


familia noble francesa. A los nueve años comienza sus estudios con los jesuitas en el
colegio de La Flèche, donde permanece hasta 1614. Aquí cultivó una gran afición por
las matemáticas y un cierto escepticismo con respecto a las demás ciencias.

En 1616 se graduó en Derecho en la Universidad de Poitiers. Sin embargo, no se


encontraba realmente satisfecho con la enseñanza que había recibido. Para conocer
mundo se alistó en el ejército, participando en la Guerra de los Treinta Años. En 1629
se retira a Holanda, donde es acusado de ateísmo y condenada su filosofía. Se marchó
a Estocolmo invitado por la Reina Cristina de Suecia, a la que daría clases
particulares, a las 5 de la mañana. Una neumonía le provocó la muerte el 11 de febrero
de 1650. El día de su entierro, en París, una orden de la jerarquía eclesiástica prohibió
que se pronunciara el previsto elogio fúnebre. Sus libros fueron incluidos en el Índice
de los libros prohibidos y durante un tiempo fue pecado en Francia y otros países
católicos ser seguidor de las doctrinas cartesianas (de Descartes).

Aunque fue una persona que anduvo por la vida con discreción, se supone que por
miedo a despertar la peligrosa atención de la Inquisición, en filosofía su pensamiento
tiene gran repercusión en lo que luego será calificado como Modernidad, por

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considerársele fundador de la filosofía del yo, de la subjetividad, o de la conciencia,
abriendo el camino de la filosofía moderna. En matemáticas creó la geometría
analítica (conocida en su honor como “geometría cartesiana”). También presentó una
teoría general de las ecuaciones. En física su mayor aportación fueron las leyes de
reflexión y refracción de la luz. Llegó a inventar una máquina para tallar lentes que le
dio renombre. También se interesó por la anatomía, llegando a realizar disecciones en
mataderos cercanos.

Entre sus obras cabe destacar: Reglas para la dirección del espíritu, El tratado del
hombre (publicadas después de muerto), Tratado del mundo (donde desarrolla sus
teorías físicas pero su conclusión coincide con la condena a Galileo y, por temor,
decide no publicarlo en vida), Discurso del método para dirigir bien la razón y buscar
la verdad en las ciencias (seguido de La Dióptrica, Los meteoros y La Geometría),
Meditaciones de filosofía primera, Los principios de filosofía, Tratado de las
pasiones, Tratado de la formación del feto y un tratado sobre música con el título
Compendium musicae.

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4. RAZÓN Y MÉTODO: EL CRITERIO DE VERDAD.

La teoría del conocimiento de Descartes, como él mismo declara en la primera parte


del Discurso del método, pretende “… aprender a distinguir lo verdadero de lo falso
para ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en esta vida”. La búsqueda
de la verdad es permanente en la historia de la filosofía, pero en épocas especialmente
difíciles esta búsqueda es más acuciante. La época de Descartes ha visto derrumbarse
toda una concepción del mundo y del saber: el sistema aristotélico-escolástico; nuevas
cosmovisiones están surgiendo (el heliocentrismo de Copérnico, por ejemplo) y hay
que determinar con precisión su valor de verdad. La verdad es única y lo que
encontramos, sobre todo en filosofía, es que no hay tesis o idea, por extraña que
parezca, que no haya sido defendida alguna vez por algún filósofo. Para evitar esto,
propone Descartes proceder de un modo racional para lograr un saber demostrativo y
definitivo. Obsesionado por la certeza y seguridad de las matemáticas, considera que
si la razón humana sigue un método, un procedimiento adecuado, puede conducirnos a
la verdad, al saber definitivo.

4.1. El método: definición y reglas.

Dice Descartes: “Por método entiendo un conjunto de reglas ciertas y fáciles que
hacen imposible tomar por verdadero lo que es falso y (…) sin malgastar inútilmente
las fuerzas de la razón, hacen avanzar progresivamente la ciencia para llegar al
conocimiento verdadero”.

Este método logrará una verdadera certeza a base de razonamientos intuitivos y


concretos, porque en ellos es imposible el error. Ha de haber orden, sencillez y
claridad. Las reglas del método que propone son:

a) Evidencia: Admitir como cierto sólo lo claro, evidente y que no pueda ser
puesto en duda como verdad. Hay que admitir solamente aquello que se
presente a nuestra inteligencia con tal claridad que no quepa la menor duda. La
evidencia se convierte en el criterio de verdad, no admitiendo nada que sea
dudoso.

b) Análisis: Podemos tener evidencia sólo de las ideas simples. Por lo tanto, lo
que hay que hacer es reducir las ideas compuestas a ideas simples. Análisis
significa división. Consiste en “dividir cada una de las dificultades a examinar
en tantas partes como se pueda, y en cuantas se requiera para resolverlas
mejor.”

c) Síntesis: comenzando por las ideas más simples, ascender hasta el


conocimiento de las más complejas. Se trata de formar, pues, una cadena de
intuiciones parciales cuyo resultado será una intuición evidente y libre de
errores. Se trata de proceder de un modo deductivo.

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d) Enumeración: Se trata de revisar todo el proceso para estar seguros de no
omitir nada.

Todo el método se reduce a la evidencia: hay que lograr una evidencia en la verdad
primera de donde se deducen las demás y en el proceso para deducir nuevas verdades.

4.2. El punto de partida del método: la duda.

Descartes quiere llegar a distinguir lo verdadero de lo falso y poder encontrar así el


fundamento sólido de la certeza. Pero considera que para llegar a la certeza absoluta
hay que empezar dudando, hasta encontrar alguna verdad evidente, que se resista a la
duda, de la cual sea imposible dudar.

4.2.1. ¿Cómo es la duda?

* Universal: hay que someter a duda todas las certezas que se han mantenido
hasta ahora, todo lo que tenga una posibilidad mínima de ser falso.

* Metódica: La duda cartesiana no es una duda escéptica, no se propone una


finalidad demoledora, sino constructiva; pretende alcanzar la verdad, una
verdad firme de la que no se pueda dudar. Por tanto, no se puede confundir con
la duda escéptica, -que tenían, por ejemplo, los sofistas- que es permanente,
que nunca supera la duda. Descartes, en cambio, pretende utilizar la duda como
instrumento para alcanzar la verdad. No es un dudar por dudar, sino un método
para que dudando de todo podamos llegar a algo de lo que no sea posible
dudar.

* Teorética: cuestiona todos los conocimientos admitidos y tiene la pretensión


de repensar la teoría filosófica desde sus fundamentos, pero no debe extenderse
al plano de las creencias o comportamientos morales.

4.2.2. ¿De qué duda?

La duda es voluntaria, porque poner la duda en práctica depende de nuestra


voluntad de dudar; y es exagerada, porque nos invita a dudar no sólo de lo que
es claramente falso, sino también de todo aquello que pueda suscitar en
nosotros la más mínima sospecha de duda. Así, duda de:

* Duda de los sentidos: algunas veces nos engañan, nos inducen a error, por
tanto, no nos podemos fiar de ellos. Hasta podríamos sospechar que nos pueden
engañar continuamente. Por tanto, no nos sirven para lograr un conocimiento
cierto.

* Duda del mundo exterior: Si a veces es imposible distinguir la realidad


exterior del sueño, ¿cómo podremos tener certeza de que exista ese mundo

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exterior? Yo lo percibo como real, pero… también eso me ha pasado durante el
sueño y creía que era real.

* Duda de los propios razonamientos: el entendimiento se puede equivocar


cuando razona. El ser humano también comete errores de razonamiento. Una
buena parte del saber tradicional aristotélico-escolástico se fundamenta en la
razón y en su poder discursivo, pero en la época de Descartes este saber se ha
vuelto confuso e incierto; por tanto, cabe dudar de todos los razonamientos que
se han tenido por demostrativos.

* Introduce, además, la hipótesis, poco probable, del geniecillo maligno. Para


que su duda sea universal, hasta el punto de extenderse a las proposiciones
matemáticas (en las cuales también ha habido errores a lo largo de la historia)
supone la existencia de un “geniecillo maligno, astuto y engañador” que le
lleva a errar en sus conclusiones. Aunque es difícil aceptar la existencia de este
geniecillo perverso tampoco podemos descartarlo por completo.

Según Descartes, parece que no podemos estar absolutamente seguros de nada.


¿De nada? Una cosa parece cierta mientras estoy dudando de todo. Veámoslo.

4.3. El resultado de la duda: “cogito, ergo sum”.

Mientras dudo sobre si el mundo es como yo lo percibo o no, por ejemplo, no puedo
estar seguro de cómo es el mundo, pero sí puedo estar absolutamente seguro de que
estoy dudando. Dicho de otra forma: mientras dudo, puedo dudar de todo, excepto de
que estoy dudando. Veamos esto más despacio. Cuando yo dudo acerca de si la Tierra
se mueve o no, de lo que estoy dudando es de si mi idea acerca de un determinado
acontecimiento es correcta o no, es decir, si mi idea se corresponde o no con la
realidad. Puedo dudar de la verdad de mis ideas, pero no puedo dudar de que
mientras dudo estoy dudando; y si dudo es porque existo, puesto que algo que no es
nada no puede hacer nada, no puede dudar. Por tanto, la duda puede alcanzar al
contenido del pensamiento, pero no al pensamiento mismo.

Obtenemos así el primer principio de la filosofía de Descartes: pienso, luego existo


(cogito, ergo sum). Es la primera verdad evidente y prototipo de toda verdad y certeza.
Mientras dudo de todas las cosas puedo afirmar con certeza que soy una cosa que
piensa.

En el “cogito, ergo sum” encuentra Descartes el principio buscado. La idea clara y


distinta. La base firme para construir todo el edificio de la filosofía, la gran base que
va a servir de fundamento para deducir de ella todas las demás verdades.

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4.3.1. Análisis del “cogito, ergo sum”.

* Hay dos elementos claros: pensar y existir.

a) Pensar: para Descartes no es un puro acto mental, sino que es un conjunto de


cosas: “¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa; ¿qué es una cosa que piensa?
Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y
también imagina y siente.”

b) Existir: Descartes parte de su propia interioridad, de los pensamientos que


descubre en sí mismo y a partir de ahí intuye su existencia como ser pensante.

* Es una intuición mental.

No se trata de un razonamiento deductivo, sino de una intuición mental. La


conexión entre mi pensar y mi existir se impone con evidencia inmediata, sin
necesidad de razonamiento alguno. Al pensar intuyo mi existencia como ser
pensante.

* Es una idea clara y distinta.

Es una idea clara (que se intuye con evidencia inmediata, se manifiesta sin
oscuridad, sin dificultad a la inteligencia que la intuye) y distinta (es simple,
elemental, diferente de cualquier otra idea).

* Es una verdad indubitable.

Es una verdad de la que no se puede dudar. En ella Descartes quiere asentar


todo el edificio de la filosofía.

4.4. Clasificación de las ideas.

Ya hemos visto que el yo piensa con ideas. Ahora bien, ¿en qué consisten exactamente
estas ideas? Descartes las estudia y clasifica de la siguiente manera:

a) Adventicias: son aquellas que parecen proceder de la experiencia externa. Son


poco fiables (ejemplo: el sol aparece como un pequeño disco luminoso, pero en la
mente de un astrónomo resulta algo muy diferente).

b) Facticias: provienen de nuestra imaginación y voluntad a partir de otras ideas


(ejemplos: sirenas, dragones, unicornio, caballo alado…).

c) Innatas: son aquellas que el entendimiento posee por si mismo, por naturaleza, con
independencia de la experiencia (ejemplos: yo, causa, sustancia, extensión, Dios,…).
Esta es la afirmación fundamental de los racionalistas, pues consideran que con las
ideas innatas, a través de un procedimiento deductivo, se puede ampliar el
conocimiento.
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5. LA REALIDAD: DOCTRINA DE LAS TRES SUSTANCIAS.

Se debería esperar que a partir de la primera verdad evidente que ya había logrado
Descartes construyera su gran edificio filosófico, pero no parece que logre el grado de
solidez que buscaba. Veámoslo:

A partir del “cogito”, Descartes deduce la existencia de tres realidades o sustancias,


que son: Res cogitans o cosa pensante, cuyo atributo es el pensamiento; Res infinita o
Dios, cuyo atributo es la perfección; Res extensa o mundo, cuyo atributo es la
extensión.

Definimos sustancia como “cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad de
ninguna otra para existir”. Estrictamente hablando, la sustancia infinita es la única
que cumple perfectamente la definición y las otras dos sustancias finitas no necesitan
de nada, salvo de la sustancia infinita.

5.1. Res cogitans (yo pensante).

La duda metódica y universal nos ha llevado a una realidad incuestionable: la


existencia de un yo pensante, es decir, de una sustancia que piensa, una res cogitans,
un alma. No puedo dudar de la existencia de mis pensamientos, de mis ideas, de mi
subjetividad. Sin embargo, de mi cuerpo sí que puedo dudar. Mi cuerpo forma parte
del mundo y lo percibo por los sentidos (y éstos, según vimos, me pueden engañar).
Por tanto, aquello de lo que dudo (mi cuerpo) no puede ser lo mismo que aquello de lo
que no dudo (mi pensamiento). Por lo tanto, cuerpo y pensamiento son dos sustancias
distintas. No necesitan la una de la otra para existir.

Si el yo pensante no fuera una sustancia completamente separada y desligada del


cuerpo, no habría lugar para la libertad, el comportamiento humano sería como el de
una máquina, cosa que de ninguna manera quería aceptar Descartes. La libertad es un
bien que Descartes proclamó: sólo porque era libre ha podido dudar de todo, por
ejemplo. El alma es una sustancia que de ninguna manera se puede someter a las leyes
mecánicas y deterministas que rigen el cuerpo (concepción mecanicista del Universo
vigente en la época). En el ámbito de la “res extensa”, en el universo mecánico no
existe la libertad, puesto que todo está perfectamente determinado por su causa. Como
el hombre es algo más que extensión, que cuerpo, tenemos la capacidad de decidir por
nosotros mismos y no ser meros autómatas que responden a los estímulos del mundo
de un modo mecánico.

Ahora bien, si el yo pensante y la materia son dos realidades o sustancias diferentes,


¿cómo se explica, por ejemplo, que mi yo pensante decida ir a dar una vuelta y mi
cuerpo a continuación realice la decisión? ¿De qué manera una idea (hecho mental)
influye en una acción (hecho físico)? ¿Cómo se comunican entre sí sustancias tan
diferentes? Descartes resolvió estas cuestiones dando la explicación siguiente: hay un
lugar en nuestro cuerpo, la glándula pineal, situada en la parte posterior del cerebro,

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donde se aloja el alma; desde allí conecta con el cuerpo y modifica los movimientos
de éste.

5.2. Res infinita (Dios).

Continuamos construyendo el edificio filosófico. Descartes presenta tres pruebas de la


existencia de Dios. Veamos la más destacada. El punto de partida es el mismo: lo
único de lo que tengo certeza es de que soy un ser pensante, de todo lo demás dudo.
Precisamente porque dudo me percibo como un ser limitado, imperfecto (sería más
perfecto no dudar, tener certeza de las cosas) y finito.

El concepto de finito sólo es posible tenerlo como negación de la idea de infinito; al


contemplarme como finito lo estoy haciendo en relación a lo infinito.

Ahora bien, ¿de dónde me viene a mí la idea de infinitud? Posibles respuestas:

a) De la nada: de la nada no viene nada.

b) De mí mismo: yo soy finito, y de lo finito no puede venir la idea de lo


infinito (más bien es al revés): admitir eso sería equivalente a admitir que de la
nada viene algo.

c) De un ser infinito: la idea de infinito “ha sido puesta en mí por una


naturaleza más perfecta que yo”. La idea de infinito sólo puede proceder del
mismo ser infinito, de Dios, que es sustancia infinita, eterna, inmutable,
independiente, omnisciente, omnipotente, perfecta,… y, lógicamente, no puede
faltarle la existencia.

El modo de proceder de Descartes recuerda al argumento ontológico de San Anselmo


(s. XI) que pretendía demostrar racionalmente la existencia de Dios. Desde otra
perspectiva, se podría argumentar contra Descartes que en su pretendida prueba hay
un salto del plano del conocimiento (tener una idea de algo) al plano de la existencia
(ese algo del que tengo la idea existe) que es ilegítimo, inadecuado.

5.3. Res Extensa (Mundo).

La tercera de las sustancias está representada por las cosas materiales (res extensa).
Esta sustancia tiene como atributo fundamental el de la extensión, y una triple
dimensión: figura, posición y movimiento. Fue tratada ampliamente por Descartes en
un libro que dejó sin publicar, Tratado del mundo, por el temor que le causó la
condena de la Inquisición a Galileo. En él coincide Descartes con el mecanicismo de
los científicos de la época. Todo se reduce a materia y movimiento. La materia, por su
parte, no es otra cosa que extensión.

El universo, por tanto, tiene una explicación mecanicista: es como una gran máquina
muy compleja. Los animales también son concebidos como autómatas.

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Ahora bien, antes de llevar a cabo esta investigación sobre el universo, Descartes se
plantea si existe o no (pues antes había dudado de su existencia). Prueba la existencia
del mundo a partir de la existencia de Dios, a través de la doctrina de la veracidad
divina, puesto que Dios existe y Dios es perfecto (de lo contrario no sería Dios), no
me puede engañar, sin embargo, Dios me engañaría si teniendo nosotros una
inclinación tan grande a creer en la existencia del mundo como causa de la sensación,
el mundo no existiese. Si las sensaciones que nosotros tenemos del mundo no
correspondieran a un mundo objetivamente existente… Dios me estaría engañando, y
entonces ya no sería Dios. Por tanto, el mundo existe: esas sensaciones que tenemos
de extensión (longitud, anchura, profundidad) no son producto de nuestra mente, sino
que son algo real.

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