Tarea de Puericultura S-2

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11

FACULTAD DE EDUCACIÓN

OBJETIVO:
PROPORCIONAR INFORMACIÓN RELEVANTE SOBRE EL
IMPACTO EMOCIONAL, SOCIAL Y ACADÉMICO EN LOS HIJOS
DE PADRES SEPAR ADOS O DIVORCIADOS

ALUMNA:

MARIELA DAYANARA BUSTAMANTE MORÁN

ASIGNATURA:

PUERICULTURA

DOCENTE:
MSC.FLOR MARIA SILVA MUÑOZ

FECHA DE ENTREGA:
08/11/2024

CURSO:

S2- 2 SEMESTRE

MILAGRO-ECUADOR
LOS HIJOS DE PADRES SEPARADOS O DIVORCIADOS

Los hijos de padres que atraviesan una separación o divorcio pueden experimentar
una amplia gama de emociones complejas y a menudo dolorosas. La ruptura de la relación
entre sus padres representa un cambio profundo en su realidad cotidiana, lo que les genera
sentimientos de tristeza, enojo, pérdida, ansiedad y, en muchos casos, una conmoción
emocional. Estos sentimientos surgen porque el entorno seguro y familiar que conocen se
transforma de manera drástica, lo que despierta en ellos el temor de perder el amor o la
presencia constante de uno de sus padres. Este miedo al abandono es particularmente
intenso en los niños más pequeños, quienes aún dependen en gran medida de sus figuras
parentales para sentirse seguros y protegidos.

En términos de comportamiento, es común observar que los hijos de padres


separados o divorciados manifiestan ciertos cambios significativos. La tensión emocional
que acompaña al proceso de separación puede conducir a problemas de conducta, como
mayor ansiedad, impulsividad, actitudes desafiantes o incluso agresividad. Sin embargo,
las reacciones de los niños y adolescentes ante la ruptura de sus padres son diversas y no
siempre predecibles. Las estadísticas muestran que la respuesta de cada niño varía
considerablemente, influenciada por factores como su edad, personalidad, la calidad de
la relación que mantenga con cada progenitor y el nivel de conflicto al que esté expuesto.
Algunos niños logran adaptarse mejor a los cambios, mientras que otros enfrentan
dificultades prolongadas que pueden requerir intervención y apoyo emocional
especializado.

En lo que respecta a la custodia, generalmente, la patria potestad de los hijos sigue


siendo compartida entre ambos padres, aunque solo uno de ellos posea la custodia
principal. La custodia puede ser otorgada a la madre, al padre o a ambos en un acuerdo
de custodia compartida, dependiendo de lo que se considere en el mejor interés del niño.
Esta estructura busca mantener la responsabilidad parental conjunta y la implicación
activa de ambos progenitores en la vida de sus hijos, aunque el niño pase la mayor parte
de su tiempo con uno de ellos. Mantener una relación cercana con ambos padres es
esencial para el bienestar emocional del niño, ya que le proporciona una red de apoyo y
le ayuda a sentirse amado y valorado, aun en medio de los cambios familiares. (Duncan,
2016).
El proceso de separación de los padres representa un período de gran estrés para
los niños. Sin embargo, aunque el divorcio implica desafíos emocionales profundos, es
posible crear nuevos entornos familiares que favorezcan el desarrollo sano y la felicidad
de los hijos. Para lograrlo, se requiere un compromiso genuino por parte de los adultos,
quienes deben ser conscientes de la necesidad de proporcionar un ambiente seguro,
afectivo y de apoyo. Los padres necesitan tiempo, madurez emocional y un compromiso
firme para ayudar a sus hijos a adaptarse y a superar el impacto de la separación. Es
crucial que los padres trabajen en su propia estabilidad emocional, ya que los niños
tienden a reflejar y absorber las actitudes y emociones de los adultos que los rodean.

La ruptura matrimonial, aunque es una experiencia emocionalmente desafiante


para ambos cónyuges, suele tener un impacto aún más profundo en los hijos. Según el
autor García, los cambios en la vida cotidiana y las actitudes problemáticas que pueden
desarrollar algunos padres después del divorcio —como el autoritarismo excesivo, la
permisividad, el rechazo o la sobreprotección— provocan una serie de problemas en los
niños, que afectan su salud física, emocional, escolar y social a corto, mediano y largo
plazo. Estas actitudes, si no se manejan adecuadamente, pueden desencadenar
dificultades que afectan el desarrollo integral de los hijos, alterando su autoestima, su
seguridad emocional y su capacidad para relacionarse de manera saludable con otros.

En Ecuador, el porcentaje de divorcios ha aumentado considerablemente en los


últimos cinco años, alcanzando aproximadamente un 32,3% en la actualidad, según datos
publicados en 2018 por Diario El Comercio. En una institución educativa de Guayaquil,
se ha observado que una gran cantidad de hogares son disfuncionales, debido a factores
como el abandono de hogar por parte de uno de los cónyuges, el divorcio, el maltrato
familiar, la infidelidad y los problemas económicos. Esta situación afecta de manera
significativa a los hijos, quienes a menudo quedan en una especie de “limbo emocional”,
con una profunda necesidad de afecto y cuidado que muchas veces no es cubierta de
manera adecuada. En estos hogares, los niños tienden a sentir que carecen de una base
sólida de apoyo, lo que puede desencadenar problemas emocionales y de comportamiento
que repercuten en su vida diaria y en su desempeño académico (Duncan, 2016).

Durante el proceso de divorcio, los padres suelen preocuparse mucho por cómo
esta situación afectará a sus hijos. Aunque cada progenitor pueda estar lidiando con sus
propios desafíos emocionales, es crucial recordar que los hijos continúan viendo en sus
padres a las personas más importantes de su vida. Aunque los padres puedan experimentar
emociones variadas, desde tristeza profunda hasta alivio, para los niños el divorcio
representa una amenaza a su seguridad y estabilidad. La incertidumbre sobre el futuro y
el temor a perder el amor o la presencia de uno de sus padres pueden hacer que los hijos
se sientan asustados y confundidos.

Algunos padres, debido a su propio dolor o estrés, buscan apoyo emocional en sus
hijos, lo que puede generar una carga innecesaria para ellos. Si los niños no comprenden
adecuadamente lo que está ocurriendo o si no reciben una explicación apropiada, pueden
malinterpretar el divorcio y llegar a creer que son de alguna manera responsables. Es
fundamental que los padres hablen abiertamente con sus hijos sobre el proceso de
divorcio, explicándoles de forma clara y en un lenguaje que puedan comprender, lo que
está sucediendo y asegurándoles que ambos seguirán presentes y que su bienestar seguirá
siendo una prioridad.

La separación de los padres es una experiencia emocionalmente difícil que afecta


el desarrollo de los hijos en varios niveles. Las emociones intensas y la inestabilidad que
trae consigo el divorcio pueden contribuir a problemas de conducta y síntomas depresivos
en los niños. Esta situación impacta especialmente en aquellos que se encuentran en una
etapa de desarrollo sensible, cuando están formando su identidad y personalidad. Los
niños pequeños, que necesitan de un ambiente estable y afectivo, pueden experimentar
un impacto negativo en su autoestima y estabilidad emocional si no cuentan con el apoyo
necesario.

En general, los hijos suelen ser los más afectados por la separación de sus padres.
El divorcio introduce una pérdida significativa en sus vidas, no solo de la estructura
familiar, sino también de la unidad y armonía que alguna vez conocieron. Esto puede
llevar a cambios en su comportamiento, como la adopción de actitudes desafiantes, el
retraimiento, la agresividad o dificultades para adaptarse a la nueva dinámica familiar. La
sensación de pérdida también puede provocar problemas emocionales como el miedo, la
ansiedad y la depresión, que pueden requerir atención profesional.

El impacto que tiene el divorcio en los hijos depende de varios factores, entre ellos
la edad, personalidad, y capacidad de resiliencia de cada niño, así como el nivel de
conflicto que perciben entre sus padres. Mientras que algunos niños logran adaptarse y
encontrar un equilibrio en su nueva situación familiar, otros pueden tener dificultades que
persisten con el tiempo. Es común que los niños aparenten ser fuertes o indiferentes ante
el divorcio como un mecanismo de defensa, lo que puede llevar a los padres a creer que
no están siendo afectados. Sin embargo, esta apariencia de indiferencia a menudo oculta
emociones de tristeza, enojo o confusión, que, si no se abordan adecuadamente, pueden
derivar en problemas emocionales y de conducta a largo plazo.

Para minimizar el impacto negativo del divorcio en los hijos, es esencial que los
padres mantengan una comunicación abierta y honesta con ellos, brindándoles un
ambiente lleno de amor, comprensión y apoyo emocional. Este apoyo es fundamental
para que los niños puedan procesar sus emociones, adaptarse a los cambios y continuar
con su desarrollo personal. Además, es importante que los padres eviten involucrar a los
hijos en sus conflictos y no utilicen la separación como medio de manipulación, ya que
esto puede aumentar la inseguridad y el estrés en los niños.

Para minimizar los efectos negativos del divorcio en los hijos, es esencial que los
padres trabajen en conjunto para crear un entorno de amor y apoyo, independientemente
de sus diferencias. Es importante que ambos padres mantengan una comunicación abierta
con los hijos, ayudándoles a expresar sus sentimientos y comprendiendo que pueden estar
experimentando un dolor emocional profundo. Este apoyo emocional es clave para que
los niños puedan adaptarse y encontrar un nuevo equilibrio. Además, es recomendable
que los padres eviten involucrar a los hijos en sus conflictos personales y no utilicen la
separación como un medio de manipulación, ya que esto puede aumentar la inseguridad
y el estrés en los niños.

El divorcio es una experiencia emocionalmente desafiante para todos los


miembros de la familia, especialmente para los hijos, quienes suelen ser los más
vulnerables ante esta situación. Aunque los efectos de la separación pueden ser complejos
y difíciles de manejar, es posible ayudar a los niños a superar esta etapa con el apoyo
adecuado. La clave para lograrlo es que los padres mantengan el compromiso de brindar
un entorno estable y seguro, donde los hijos se sientan amados y apoyados. La
comunicación sincera, la empatía y el respeto entre los padres, así como el
acompañamiento emocional de los hijos, son elementos fundamentales para que ellos
puedan sobrellevar el impacto del divorcio y seguir desarrollándose de manera saludable.
Habrá niños que por su temperamento y la situación del entorno decidirán llevar
a cabo una evitación, ignorar lo que les ocurre ocultando y reprimiendo sus sentimientos,
ser indiferentes (como estrategia de afrontamiento). Esto puede hacer que los padres
falsamente perciban que las cosas van bien, pero no es así. Esta estrategia se asocia con
niveles más altos de depresión, ansiedad y problemas de conducta. (Exija sus derechos :
hijos en el divorcio y la separación, 2022)

De acuerdo con Goleman (2013), tanto en niños como en adultos las emociones
básicas son similares, aunque en los niños suelen manifestarse con mayor intensidad.

La ira: En los niños, la ira es una reacción inicial que prepara al cuerpo para
defenderse o enfrentar una amenaza. Esta emoción tiende a intensificar sus pensamientos
negativos y provoca respuestas muy agresivas.

La tristeza: Esta emoción aparece en los niños cuando experimentan una pérdida,
ya sea de una persona o de algo importante para ellos, lo cual se expresa a través del
llanto. La tristeza consume su energía y se refleja en un estado de ánimo apático y pasivo.

El miedo: Surge como un mecanismo de protección ante situaciones que perciben


como peligrosas, ya sea que estas sean reales o imaginarias. En los niños, el miedo se
evidencia en comportamientos ansiosos, aprensivos, y en una visible inquietud o
nerviosismo, pudiendo en casos extremos convertirse en fobias.

El asco: Al igual que el miedo, esta emoción protege a los niños de posibles
riesgos. La reacción física que acompaña al asco suele incluir sensaciones de náuseas o
mareos y el deseo de alejarse del objeto que lo provoca.

La alegría: Es la emoción que debería predominar en la vida de los niños, pues


refleja felicidad y una disposición positiva hacia las actividades. La alegría nace de lo
más profundo del ser, aportando paz y bienestar, y se asocia con sentimientos de amor,
gozo y tranquilidad.

Los padres, en su rol de hombres y mujeres, desempeñan dos funciones esenciales:


la conyugal y la parental. La relación conyugal se enfoca en la gratificación y el apoyo
mutuo como pareja, mientras que la parental se centra en la unión para guiar y acompañar
a los hijos en su desarrollo. Aunque ambas funciones deben coexistir, el éxito en una no
necesariamente garantiza la efectividad de la otra. Es fundamental lograr un equilibrio
que permita diferenciarlas y, a la vez, mantenerlas en armonía.
Durante el proceso de separación o divorcio, los padres tienden a enfocarse en su
relación de pareja, a menudo descuidando sus responsabilidades hacia los hijos. En
ocasiones, los hijos son involucrados en los conflictos como parte de la disputa. Este
evento crítico afecta profundamente a los niños, no solo a nivel emocional, sino que
también puede generar miedo al abandono, y algunos incluso llegan a creer que son
responsables de los problemas de sus padres. Pueden pensar que no fueron lo
suficientemente buenos y que esto ha contribuido a la ruptura.

La separación es un proceso particularmente difícil, pues además de los conflictos


de la pareja, crea un ambiente de tensión y desarmonía que impacta a toda la familia. Es
relevante analizar cómo afecta esta situación tanto a los padres como a los hijos, según la
etapa de desarrollo en la que se encuentren, y al grupo familiar en su conjunto.

Relación de los padres como guías

A pesar de los desacuerdos como pareja, los padres siguen siendo los principales
referentes y guías de sus hijos. Entre sus responsabilidades están el mantener una relación
afectiva que dé seguridad a los hijos, permitirles asumir su independencia con confianza,
y garantizar que perciban esta conexión para fortalecer su desarrollo. Otra de sus
funciones es cumplir con las responsabilidades inherentes al rol parental, como cuidar y
educar a los hijos. Además, el poder parental debe ser entendido como el ejercicio de
autoridad y dirección por parte de los padres, siempre en equilibrio con una actitud de
respeto y confianza por parte de los hijos.

Estas funciones deben mantenerse de manera clara e independiente de los


conflictos que la pareja pueda estar atravesando, y es esencial que, tras la separación,
estos roles se conserven con claridad para el bienestar de los hijos.

Los hijos durante el proceso de separación y divorcio

Los hijos asumirán el proceso de separación o divorcio de sus padres de acuerdo


con la etapa del proceso vital individual, el género y las características personales de cada
uno. Además, son importantes los eventos que han sucedido antes y durante el proceso.
En general, los hijos varones en ciertas edades pueden comportarse más agresivos e
independientes, no sienten que les deben obediencia a las madres, sobre todo si son ellas
las que se quedan a cargo de los hijos. Los niños preescolares Suelen reaccionar al proceso
de separación o divorcio de sus padres con ira, tristeza, tendencia al aislamiento; pueden
sufrir regresiones en su desarrollo, es decir, volver a conductas de edades anteriores, como
orinarse en la cama, por ejemplo. Es posible que las niñas adquieran una actitud adulta y
se encarguen del cuidado de sus hermanos menores; el asumir estas conductas depende
del niño o la niña y de las relaciones y factores que estén acompañando este proceso.

Los niños escolares

Generalmente se sienten tristes y extrañan mucho al padre que deja el hogar;


puede ser que los niños sean difíciles de disciplinar y no acaten las normas y condiciones
que pone el padre que se queda. Es muy posible que busquen apoyo fuera de la familia;
de ahí la importancia de conservar buenas relaciones con las familias de ambos padres.
El apoyo de los abuelos es significativo para ellos durante la crisis y posteriormente a
ella.

Los adolescentes

Algunos aparentemente no se sienten tan comprometidos en el evento, pero son


los que realmente pueden salir más afectados durante el proceso. A corto plazo pueden
tener sentimientos de tristeza, soledad y depresión y, además, sentir que deben lealtad a
los padres y pensar que deben tomar partido en la situación. Los sentimientos que se
generan en ellos pueden hacerlos optar por conductas delictivas, de drogadicción, de
vagancia o de bajo rendimiento escolar. Otros pueden estar más preocupados por su
propia vida y creen que ya no necesitan la guía y orientación de sus padres. Los anteriores
son rasgos generales que pueden manifestar los niños y los adolescentes durante el
proceso de separación o divorcio de sus padres, los cuales se pueden acrecentar por las
características particulares y de los sucesos que anteceden al hecho. Además, es
fundamental la forma como los padres manejen el momento: si hay estrés y conflictos el
impacto será más fuerte y si la situación se resuelve entre los adultos con madurez, el
efecto sobre los hijos será menor. Las conductas duran más o menos tiempo de acuerdo
con la trascendencia de la situación y con la calidad de las relaciones y de las
manifestaciones afectivas que los padres establezcan con sus hijos, que de ser buenas
servirán como amortiguadores en el proceso de adaptación a la nueva vida. Recuérdese
que es importante diferenciar la relación conyugal del ejercicio de ser padres, quienes ya
separados deberían continuar como unidad ante los hijos propendiendo a que los
ambientes, las normas y las conductas sean similares en los dos hogares. (Juvenil, 2021)
Para los niños un divorcio es una situación estresante, y es frecuente que
somaticen estos hechos porque no tienen aún los recursos suficientes para expresar sus
emociones. Es decir, que lo manifiesten con síntomas físicos como dolores de barriga,
fiebre, irritabilidad, cambios de comportamiento, etc. Incluso también afecta a los más
'peques' de la casa: "Los niños pequeños también sufren el divorcio. Aunque no lo
entiendan, son como esponjas que absorben las tensiones. Los más pequeños lo suelen
manifestar con retrocesos en sus logros, como volver a utilizar el pañal o comer y dormir
peor. (Mederos, 2017)

El divorcio es una situación nada deseable por una pareja que ve cómo sus planes
y proyección de vida se quiebran por una u otra causa. Cada miembro lo asume de mejor
o peor manera y superar la ruptura no siempre es fácil y dependerá del tiempo que llevaran
juntos, la razón de la ruptura, la personalidad y madurez de cada uno y, sobre todo, de si
tienen hijos. Los hijos suelen ser las grandes víctimas de la separación de sus padres. Para
ellos suele ser un hecho más o menos inesperado y que les rompe la estabilidad a la que
estaban acostumbrados.

En caso de producirse un divorcio, los padres pueden ayudar a sus hijos en esta
edad, fomentando confianza y confirmando la estabilidad de esta nueva y distinta
organización familiar. Necesitan recordatorios que el divorcio es definitivo y que ellos no
tienen la culpa. A toda edad, pero muy especialmente en esta, se deben mantener límites
claros y exponer las consecuencias en caso de violación de las reglas, lo que ideal mente
debería ser expresado de forma concordante por ambos padres. También es importante
proporcionar un espacio para que los niños expresen sus sentimientos abiertamente.

Los adolescentes pueden comprender mejor las situaciones complejas y abstractas


involucradas en la discordia parental y el divorcio, pero igualmente pueden tener
dificultad en aceptarlo. Pueden asumir responsabilidades excesivas y estar preocupados
por asuntos que competen a los adultos, a veces en situaciones en que los propios padres
parecen estar viviendo una "segunda adolescencia", con la consiguiente confusión en las
reglas que rigen la disciplina familiar. Estos adolescentes pueden sentirse sin límites, lo
que les puede provocar inseguridad o llevar a conductas poco saludables. Algunos
estudios han de mostrado que los adolescentes que viven en familias de matrimonios
divorciados tienen mayor riesgo de presentar problemas externalizantes (uso de alcohol,
violación de reglas) e internalizantes (depresión, ansiedad, retraimiento de su grupo
familiar y amigos) en comparación con adolescentes de familias no divorciada. (Mederos,
2017)

En esta etapa, los padres debieran ayudar a sus hijos delimitando hasta dónde
pueden compartir sus problemas, y deben mantener en intimidad aquellas situaciones para
cuya cabal comprensión un adolescente aún no está preparado, como asuntos legales,
sexuales, de pareja o económicos

Desde que nace, el bebé empieza a confiar en los adultos según los cuidados que
recibe, primero de la madre o cuidadora y, poco a poco, del resto de figuras de referencia.
Siendo muy pequeños, los niños no entienden qué es un divorcio ni lo que implica. Sin
embargo, como en esta etapa de la vida son muy sensibles, cualquier cambio
experimentado en el ambiente lo percibirán. Son capaces de sentir la ausencia de uno de
sus progenitores. El no saber si volverá o no les crea angustia y lo más frecuente es que
lo manifiesten con llantos intensos e irritabilidad, alteraciones de sueño y alimentación.

Pautas: la ausencia de uno de sus cuidadores es vivido por el hijo como un


abandono. Es fundamental que el niño tenga contacto habitual con sus padres. Se le debe
mostrar confianza y mantener rutinas y hábitos lo más consistente posible.
Bibliografía

Exija sus derechos : hijos en el divorcio y la separación. (2020). Obtenido de


https://www.lahora.com.ec/esmeraldas/exija-sus-derechos-hijos-en-el-divorcio-
y-la-separacion/

Javier P. (2019). Consecuencias del divorcio en los hijos. Obtenido de


https://psicologiainfantilmallorca.com/consecuencias-psicologicas-del-divorcio-
en-hijos/

Madero, K. S. (2018). Consecuencias del divorcio-separación en niños de edad escolar


y actitudes asumidas por los padres. Obtenido de
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-
21252017000300003

También podría gustarte