Angel 051311
Angel 051311
Angel 051311
Mi nombre –explicó al mirar con sus ojos verdes– viene del náhuatl y mi
apodo es Lobo blanco. Con su cabello lacio y blanco, acude todos los fines
semana al zócalo de Ciudad de México para mantener viva la tradición de
los ancestros mexicanos.
Dijo que “en cada dimensión existe un señor del día y otro de la noche, en
total son 18 que multiplicados por 20 resultan 360 días del año; más cinco
puntos cósmicos que son: tierra, agua, viento, fuego y Sol, nos da un total
de 365 días del año”. Ese lugar representa el eterno descanso, donde vive
Mictlantecuhtli, señor de los muertos. “El Día de Muertos retoma toda una
tradición profunda, donde se guarda el culto a los difuntos con alegría,
porque la materia se desintegra, pero comienza el principio eterno”.
Para llegar al Mictlán, añadió, las almas llegaban a un río donde sólo podían
cruzar con un perro pardo –ni blanco ni negro–, y así ingresaban a otra
dimensión.
Esta es la casa del Xoloitzcuintle y el Dios del Ocaso. Aquí los perros
guían a los muertos para cruzar el río Apanohuacalhuia, aunque no todos
eran dignos de hacerlo ya que aquellos que en vida maltrataron a los
perros no pasan y se quedan deambulando por las orillas.
Este lugar era un sendero por el que los muertos debían cruzar con
cuidado ya que, ocultas en la oscuridad, había miles de manos invisibles
que lanzaban flechas de saetas. El reto era evitar ser flechado para no
salir derramando sangre y perder antes de llegar al final.
A través de espesa neblina que no les permitía ver nada, aquí los
muertos deben reflexionar sobre las decisiones buenas o malas que
hayan tomado en vida y redimirse.
«… los cuatro lugares donde van a morar los difuntos: Mictlan o “lugar de los
muertos” donde impera Mictlantecuhtli, “el señor de la muerte”, Tlalocan “lugar del
Tlaloc”, Tonatiuh ichan “la casa del sol” morada de Huitzilopochtli, y Cincalco “la
casa del maíz”, regido por Huemac».
Representación de Tláloc en el Códice Borgia.]
Allí iban aquellos que tuvieran una muerte relacionada con el agua, generalmente
por ahogamiento, así como los leprosos y también quienes llegaban a morir por el
impacto de un rayo, pues Tláloc también era considerado dios de éstos.
–
El lugar del verano perpetuo y la alegría
Según cuenta la leyenda, en el Tlalocan comenzaron a jugar el juego de pelota
separando a los muertos para que formaran equipos por sugerencia de
Xochiquetzal, asimismo se jugaba a la serpiente de agua —que consistía en pasar
una mano debajo de las piernas para que la persona de atrás la tome y así
sucesivamente— al tiempo que todos cantaban. Los cantos y los juegos, así como
la disponibilidad de frutos y alimentos como el maíz, frijol, amaranto, flores,
etcétera, hacían del Tlalocan de un lugar de infinita alegría.
De la misma forma se creía que las muertes por el impacto de un rayo se debían a
que los dioses, en particular Tláloc, amaban a una persona en específico, por lo
que el rayo los llevaba hasta ellos. La creencia también alcanzó el terreno que
ahora sólo podría describirse como una superstición, puesto que estaban
convencidos que los parientes difuntos del Tlalocan, dado el bienestar en el que
vivían, solicitaban a Tláloc que “llevara” a sus parientes (vivos) hasta ellos; por lo
que hay registros de personas que evitaban bañarse seguido como medida
preventiva.
La descripción del Tlalocan como un lugar idóneo para que las ánimas de los aztecas
habitaran después de la muerte también fue representada en murales de la zona
arqueológica de Teotihuacán, en el Palacio de Tepantitla, mismos que tras su
descubrimiento se convirtieron en prueba gráfica de lo que personas como San
Bernardino de Sahagún, misionero franciscano y principal historiador de la vida
prehispánica y de la colonia, escribieron.
La bruja prehispánica que aterrorizó a los aztecas y aparece como bolas de fuego
en la noche
La cueva de Cincalco, la
entrada al inframundo en
Chapultepec
La cueva de Cincalco, un lugar misterioso en el Bosque de Chapultepec
Foto: chapultepec.org.mx
Foto: chapultepec.org.mx
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Cincalco, (del náhuatl: cincalco ‘el lugar del templo del maíz divinizado’‘cintli,
maíz; teotl, dios; calpulli, templo; co, lugar’), Cinteotlán (del náhuatl: cincalco ‘el
lugar de Cintéotl’‘cintli, maíz; teotl, dios; titlan,
lugar’), Cinteopan (del náhuatl: cinteopan ‘desde el lugar del maíz
divinizado’‘cintli, maíz; teotl, dios; pam, desde’) en la mitología mexica es un
paraíso donde iban los niños pequeños al morir, también llamados xocoyoles o
xocoytl, aquellos difuntos que voluntariamente entregaban su vida para dar nueva
fuerza al maíz, porque cuando moría un infante o una infanta, se le enterraba junto
a las trojes donde se guarda principalmente el grano y otros mantenimientos, este
paraíso es regido por los dioses del trigo, Cintéotl, dios del maíz y Chicomecóatl,
diosa de la agricultura y del mantenimiento.
Cincalco y Cincuahco
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Tonatiuhichan
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Tonatiuhichan (del náhuatl: Tonatiw ichan ‘la casa del sol’‘tonatiw sol; i- su-de
él, chantli hogar’) es un paraíso, uno de las cuatro postrimerías del hombre en
la mitología mexica, ya que para los antiguos mexicanos, lo que determinaba el
lugar al que había de ir el alma de un difunto, no era la conducta que éste hubiera
observado en vida, sino la forma de morir; para tal efecto, disponían de cuatro
paraísos, acomodados en los cuatro puntos cardinales alrededor del Sol.2
A ese lugar iban las almas de los guerreros muertos en combate o en sacrificio.
Era el Tonatiuhichan un gran valle con arboledas y jardines floridos en los que
permanecían las almas de los guerreros en continuo placer y deleite; sin sentir ya
jamás tristezas, dolor o disgusto. Vivían gustando y chupando el aroma y zumo de
las flores y jugando como niños felices a simulacros de guerra
Cuando el Sol aparecía por el oriente, lo saludaban con grandes gritos, silbos y
golpeando sus escudos. Su máxima gloria consistía en acompañar al astro rey en
su vuelo por el cielo hasta el cenit para volver luego a la gran llanura a seguir su
existencia de gozo constante. En el Tonatiuhichan pasaban las almas cuatro años,
después podían pasear también por su tierra convertidos en colibrí o alguna otra
ave de hermoso plumaje y se alimentaban con el néctar de las flores en los
jardines de la Casa del Sol, pudiendo también descender a la tierra, eran llamados
los cuauhteca o « gente del águila». A las mujeres muertas en el primer parto se
les otorgaba el mismo rango que a los guerreros perecidos en la batalla, pero ellas
iban al Cihuatlampa y si los guerreros acompañaban a Tonatiuh (el Sol) hasta la
mitad del cielo, ellas « partiendo de medio día iban haciendo fiesta al sol,
descendiendo hasta el occidente, llevándole en unas andas hechas de quetzales o
plumas ricas, que se llaman quetzalli apanecáyoil' e iban delante de él dando
voces de alegría y peleando, haciéndole fiesta; dejábanle donde se pone el sol.3
Referencias
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