La Culpabilidad y El Resentimiento

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Escrito por Dra.

Vanesa Fernández López, Psicóloga, especialista en emociones

Qué es la culpabilidad

El sentimiento de culpa es considerado como una emoción negativa que, si bien


a nadie le gusta experimentar, lo cierto es que es necesaria para la correcta
adaptación a nuestro entorno. Muchos autores coinciden en definir la culpa como
un afecto doloroso que surge de la creencia o sensación de haber traspasado las
normas éticas personales o sociales especialmente si se ha perjudicado a
alguien.
La culpabilidad, por tanto, surge ante una falta que hemos cometido (o así lo
creemos). Su función es hacer consciente al sujeto que ha hecho algo mal para
facilitar los intentos de reparación. Su origen tiene que ver con el desarrollo de
la conciencia moral, que se inicia en nuestra infancia y que se ve influida por
nuestras diferencias individuales y las pautas educativas.

Existen personas que confunden esta emoción con la vergüenza, incrementando


su malestar emocional, ya que al mezclar ambos sentimientos se retroalimentan
entre sí. Mientras que la culpa aparece ante el dolor por el daño causado, la
vergüenza se experimenta cuando nos percibimos con la falta de una habilidad o
capacidad que se presumía deberíamos tener.

Radiografía de la culpa

Para entender la culpa hay que conocer cuáles son sus elementos:

 Acto causal, real o imaginario.

 Percepción y autovaloración negativa del acto por parte del sujeto, mala
conciencia.

 Emoción negativa derivada de la culpa, remordimientos.

La combinación de estos elementos puede dar lugar a dos tipos de culpa:

 Culpabilidad sana o manifiesta: aparece como consecuencia un perjuicio


real que le hemos causado a alguien. Su utilidad reside en ayudarnos a
respetar las normas y a no perjudicar a los demás. La culpa funciona aquí
como un castigo cuando no las cumplimos.
 Culpabilidad mórbida: no ha existido ninguna falta objetiva que justifique
dicho sentimiento. A diferencia de la anterior, este tipo de culpabilidad es
destructiva y no nos ayuda a adaptarnos al medio. Cuando la culpa no
funciona bien (no cumple su función adaptativa) puede ocurrir por exceso
(relacionada con alteraciones psicopatológicas como la depresión) o por
defecto (asociada con elevados niveles de perfeccionismo).

La culpabilidad y el resentimiento.
noviembre 18, 2015UncategorizedDefábula
Hace unos días cuando les escribí acerca de la pareja, les hablé acerca de la
confluencia, un término que es utilizado por los terapeutas Gestalt al referirse a
un patrón de relación que mantiene una persona en su relación con los demás.

Quiero hablarles un poco más de ello. Es posible que ustedes se pregunten qué
tiene que ver el título: la culpabilidad y el resentimiento con la confluencia.
Si entendemos como confluencia cuando una persona se deja llevar, se amolda a
los deseos de los demás, no establece una distinción entre lo que realmente
piensa para no provocar alguna alteridad, suele conformarse, suele existir poca
energía para efectuar elecciones personales. Quizá haga cosas que realmente no
desea hacer pero cree que los demás aprecian su decisión porque va de la mano
con lo que los demás opinan.

Con el tiempo esa persona suele sentirse culpable por expresar algo distinto de
lo que los otros dicen o, resentida porque se descubre estar haciendo algo que no
quería, su manifestación de resentimiento suele venir de la mano de críticas,
quejas que van dirigidas hacia la persona en la que confió o cedió su criterio.

Estos sentimientos de culpa son una señal clara de que se ha roto la confluencia
(Los Polster). Este sentimiento le informa a la persona (que confluye) que piensa
y siente distinto de los demás, lo cual podría ayudarla a establecer nuevas
relaciones de contacto, que sean más sanas y en donde pueda diferenciarse.

Cuando la persona busca hacerse amar, busca ser recompensado por haber
sacrificado sus ideas a favor de la de los demás, si no obtiene satisfacción por
ello entonces se vuelve rencoroso y desconfiado.

La confluencia no es perturbadora en si, por el contrario, la confluencia es una


forma de relación donde puede ayudarnos a sentirnos cómodos, identificados,
con sentido de pertenencia y sensaciones agradables cuando estamos con un
otro.

Se vuelve no sana cuando se convierte en una única manera de relacionarme con


los demás, es decir, ocultando hasta el grado de olvidarme de lo que siento y
pienso con la creencia que así seré querida.

Esto suele pasar y ser más fácil de ver en las relaciones de pareja en donde
dejamos de opinar y proponer por miedo a que si nos diferenciamos entonces
creemos que la relación corre riesgo, olvidándonos de que lo que está corriendo
peligro es tu propia identidad.

Recomiendo un libro que en términos terapéuticos me ha sido de mucha ayuda.

LAPEYRONNIE, Brigitte

“La confluencia”

Tu resentimiento nunca más me hará sentir culpable


Fátima Servián Franco 11 agosto, 2016 en Psicología1 compartidos

¿Quién no ha tenido alguna vez un sentimiento persistente de disgusto o enfado


hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufrido? En otras
palabras, ¿quién no ha sentido resentimiento? Ese sentimiento que
enquistado y agravado puede acabar produciendo rencor.

Estas sensaciones pueden causar desde una ligera molestia temporal a un


profundo malestar que puede dificultar o imposibilitar las relaciones con el ofensor.
Es una venganza atenuada, que si quiere herir, no es precisamente para mortificar
o perjudicar, sino para lograr el gusto de la satisfacción o el control sobre la
situación o la persona que no se supo controlar.

El resentimiento es un veneno que me tomo yo, esperando que le haga daño al


otro

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Cuando los filtros del resentimiento cambian la mirada

Este sentimiento posee uno de los filtros más poderosos de la mente


humana. Cuando el resentimiento prima en nuestras emociones, solo nos
fijaremos en los aspectos negativos de la persona a la que consideramos
causante de nuestro dolor, sesgando lo positivo y haciendo hincapié en sus
características perjudiciales.

El resentimiento actúa como un protector para nuestro dolor, devolviéndonos el


control emocional que habíamos perdido, por lo tanto así debemos entender el
resentimiento hacia nosotros cuando no hicimos las cosas que otras personas
creían que deberíamos haber hecho. También nosotros hemos creído que los
demás tenían que hacer las cosas a nuestro parecer, llegando a sentir ofensa o
daño cuando no ha sido así.

La mirada reflexiva está en que el resentimiento es una consideración


personal de lo que los demás nos hacen, y las consideraciones cambian
dependiendo del prisma con el que las miremos. Solo al rechazar este estado
emocional y a lo que le rodea podemos quedarnos con lo real de las personas y
con lo positivo que nos han aportado, porque tan real es el daño causado como el
bien hecho.
Para vivir alejados del conflicto hay que cambiar los filtros del
resentimiento, debido a que no hay filtros más nocivos que los que cortejan a
este estado emocional. Si tenemos que elegir algún filtro para mirar, que sea el del
afecto, puede que desvirtúe igual, pero os aseguro que será más productivo y os
hará sentir mejor tanto a vosotros como al que miréis.
“El resentimiento aparece cuando culpamos a los demás y no asumimos la
responsabilidad de nuestras propias experiencias.”

-Louise Hay-

¿Te hacen sentir culpable? Corta la manipulación

Provocar la culpa en otra persona para que se comporte como nosotros queremos
es una forma de manipulación tan antigua como el origen de los
tiempos. Culturalmente se nos ha enseñado que cuando “cometemos un
error”, hay un castigo que cumplir y qué mejor manera de provocar la culpa
en los demás que utilizando el resentimiento.
Al creer que la culpabilidad demanda un castigo u obligación de compensar a toda
costa para reparar el mal que hayamos podido causarle a alguien, el ciclo
emocional de la culpabilidad acaba convirtiéndose en un laberinto emocional. Este
laberinto emocional hará fuerte a la persona que con su resentimiento nos
provoca un sentimiento de culpa tan grande que, sin darnos cuenta y en
poco tiempo, pasamos a estar expuestos a su manipulación.
Si nos sentimos culpables por actos que hayamos hecho o dejado de hacer,
estaremos dejando de vivir nuestra vida con autenticidad. Estaremos viviendo en
la distorsión de tener que, deber que, y posiblemente nuestra vida se
convertirá en lo que otras personas quieran de nosotros, renunciando
por el camino a nuestros propios intereses.

Obviamente todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente


orgullosos, pero mirar al pasado constantemente recriminándonos por los mismos
fallos supone un gasto de energía innecesario, que no nos reporta nada positivo.

Para dejar de sentirnos culpables bastará con tomar el control de


nuestras vidas y de nuestros pensamientos, sin auto-juzgarnos desde los
filtros del resentimiento y de la distorsión de lo que otras personas ven en
nosotros, porque ya sabemos que esos filtros están desvirtuados.
El alma desordenada lleva en la culpa la pena

Cómo liberarse de la culpa y el resentimiento

Tal vez te sientas atrapado en el ciclo de la culpa o el resentimiento, sigue estas


técnicas para volver a la realidad.:

1- Cambie la imagen. Si, lo hemos dicho un par de veces pero vale la pena
repetirlo. Pregunte ¿qué me tiene tan molesto? Y acepte la respuesta, no importa
cual sea. Acéptela. Permita que su imagen se ajuste a la realidad. No es
necesario que le guste, pero tampoco es necesario que la odie.
2- Perdone. Perdone a los demás, y perdónese así mismo Perdónese por lo que
sea que haya hecho. Perdone a los demás, por lo que sea que hayan hecho.
Luego perdónese a sí mismo y a los demás.
3- ¿Cuál es la recompensa? ¿Esta disfrutando de la intensidad de todo este
asunto? ¿Se siente bien? ¿Qué recibe a cambio de esto?
4- Muévase. Haga algo físico. Corra alrededor de la manzana. Limpie el armario.
Haga ejercicio aeróbicos. Si esta en la cama, mueva los brazos. Mueva la energía.
5- Re-enfoque. Si una vez mas, enfóquese en lo positivo.
6- ¿Vale la pena morir por esto? Si pudiera elegir entre defender una imagen
incorrecta o su vida, ¿cuál elegiría?
7- Esté agradecido. Encuentre algo por lo cual estar agradecido -no importa
qué.
8- Observe. Observe la ira o el resentimiento. Observe el sentimiento. No hace
falta que haga nada. No preste atención a los sentimientos que alimentan el
sentimiento. Preste atención al sentimiento en sí mismo.-
9- Respire. El resentimiento y la ira se sienten generalmente en el estómago, el
vientre o el pecho. Respire lentamente, profundamente. Deje que la respiración
expanda esas zonas. Imagine una luz blanca con cada respiración, llenando esa
zona.
10- Ríndase. Abandone la lucha. No trate de rendirse al sentimiento.
Sencillamente hágalo. Fluya con él.
11- Sacrifique. Déjelo ir. ¿Creía que sacrificar significa abandonar todo lo
bueno? Puede significar abandonar todo lo-que-no-es-tan bueno. Sacrifique la
culpa y el resentimiento. Sencillamente sacrifíquelos
Use cualquiera o todas las técnicas en cualquier orden, cuando siente que “no se
puede sacar de encima la culpa o el resentimiento”

Extractado de:
“No se puede dar el lujo de tener un pensamiento negativo.
John-Roger y Peter Mc.Williams

La ira, el enfado, es una de las emociones más básicas y necesarias que


existen. Nos ayuda a marcar límites con los demás, a hacernos respetar. A
darnos cuenta de que se ha producido un desequilibrio, una injusticia. Algo que
evaluamos como negativo y que deseamos cambiar. Nos hace tomar acción y
movernos para solucionarlo.

Pero si ese enfado no lo gestionamos adecuadamente en su momento, puede


llegar a enquistarse. Nos apegamos a él, en lugar de darle la utilidad que tiene y
dejarlo marchar… Entonces llega el rencor, el dolor y el resentimiento.

“Nada en la tierra consume a un hombre más rápidamente que la pasión del


resentimiento.” (Friedrich Nietzsche)

Cuando creemos que alguien debería comportarse de una determinada manera,


tenemos ciertas expectativas puestas en él/ella.

Si no cumple con ese ideal que tenemos en mente, seguramente nos


sentiremos dolidos y decepcionados. En algunos casos, incluso enfadados y con
frustración.

Es una sensación muy incómoda, que si no trabajamos bien, se va acumulando


en nuestro interior, pudiendo incluso hacernos perder el control de nuestra forma
de actuar. Una rabia intensa y profunda que nos nubla. Un odio que
nos envenena por dentro y distorsiona la visión que tenemos del otro, de la
situación, e incluso puede que de la Vida.
“Maldito rencor, pasé los mejores años de mi vida concentrado en el dolor del
pasado, en lugar de centrarme en la dicha del presente…” (Walter Riso)

El resentimiento suele aparecer, sobre todo, cuando nos hemos


sentido engañados, humillados u ofendidos. Y cuando no hemos
expresado convenientemente nuestra rabia, equilibrando de algún modo la
balanza. Con el fin de que nuestro “agresor” vea que nos ha causado un daño y
(al menos) empatice con nosotros. Y que, en el mejor de los casos, nos pida
perdón y nos resarza de lo sufrido.

Así pues, al no expresarla bien en su momento, esa incomodidad se nos queda


por dentro. Se estanca y cada vez se va pudriendo más.
Se retroalimenta con nuestros pensamientos rumiativos y al final, a quien más
daño hace, es a uno mismo.

“Aferrarse al odio es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera.”
(Buda)

Por eso mismo, debemos gestionarlo cuanto antes y liberarnos de este


sufrimiento innecesario e injusto. ¿Pero cómo?

1. Aceptación
Admitir que sentimos resentimiento hacia alguien no suele ser lo habitual.
Tratamos de negarlo, porque nos hace daño, ensucia nuestra auto-imagen y la
percepción que tienen los demás de nosotros. Porque el ser rencoroso no es algo
muy admirado socialmente…

Además, aceptar que tenemos rabia acumulada, nos genera un sentimiento de


culpa (incluso de vergüenza) que nos hace sentir peor aún. Nos revuelve
internamente no haber podido solucionar el conflicto mejor, habernos dejado
“engañar”, sentirnos “tontos” o ingenuos, haber confiado en la otra persona y
que no haya actuado como esperábamos, etc.

Si te das cuenta, el gran dolor, la gran decepción, es más contigo mismo que
con la otra persona. Y cuando más vueltas le des al asunto, más daño te haces.

“Al salir por la puesta hacia mi libertad supe que, si no dejaba atrás toda la ira, el
odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero” (Nelson Mandela)

La buena noticia es que, al ser un trabajo interno, sólo depende de ti lograrlo.


Pero para superar este sentimiento tan doloroso, lo primero es darte cuenta de
que lo estás sufriendo.

2. Auto-respeto
Como hemos visto, quien más sufre con esta tortura interna, eres tú mismo.
Además, está científicamente comprobado que las emociones nos afectan
al organismo.

Si no gestionas tus emociones, tu cuerpo las sufre en forma de enfermedades,


malestar y problemas varios de salud. Un sentimiento enquistado de odio, rencor
o ira, puede afectar directamente a tu hígado, a tu nervio ciático, a tu estómago,
a tu vesícula biliar,…

“El perdón es un acto del corazón. Hazlo por tu propio bien. Es el único antídoto
para el veneno que has dejado que circule dentro de ti” (Wayne Dyer)
Se respetuoso contigo mismo. ¡Nada ni nadie es más importante que tu paz
interior!

3. Aprendizaje
Vale, ok, te han hecho daño. Eso ya no lo puedes cambiar. Te has sentido
utilizado, menospreciado y eso te ha hecho sufrir. Has estado tiempo dándole
vueltas, maldiciendo y cocinando a fuego lento todo ese odio. ¿Para qué te ha
servido hasta ahora?

Te animo a que dejes atrás ese brebaje amargo que te quema por dentro, y que
te quedes con la parte útil del asunto.

Toda esta situación tan dolorosa tiene una lección que debes extraer. Quizás sea
que debes andar con más cuidado y no confiar en cualquiera a la primera de
cambio. Quizás, que deberías estar más en contacto con tu intuición y hacerte
caso, porque algo dentro de ti lo veía venir. ¿O puede que debas bajar tus
expectativas para con los demás, dejar de ser tan exigente y no frustrarte
cuando las cosas no salen como tú querías?

4. Re-interpreta
Date cuenta de que todos cometemos errores en esta vida (tú también). De
hecho, muchas veces ni nos damos cuenta de que hemos molestado a los
demás.

Es fácil caer en el egocentrismo y creer que esa persona ha actuado así adrede
para hacerte daño. Pero la verdad suele ser muy distinta.

Es mucho más probable que esa persona haya actuado de


forma egoísta (pensando en su propio beneficio), más que en querer destruirte y
hacerte daño a ti particularmente. Deja de personalizar, te traerá mucha paz.

5. Empatiza
Para llegar a perdonar a alguien, es bueno ponerse en su piel. Juzgar
menos y comprender más.

¿Qué circunstancias crees que le han llevado a comportarse así? ¿Qué carencias
internas o necesidades no satisfechas crees que puede tener? ¿Qué dolor interno
buscaba eliminar con su acción?

Es más fácil perdonar y resolver tus sentimientos hacia alguien a quien percibes
como vulnerable, torpe o herido… que ante un monstruo despiadado y sin
corazón, ¿no crees?

6. Marca límites
Sé asertivo, si puedes, habla con la persona que te hizo daño. Desde el respeto
y la madurez, hazle entender cómo te sentiste, y que comprenda que su
comportamiento no te agradó. Explícale tranquilamente tus motivos, para que
empatice y te comprenda mejor.

Lo recomendable es hacer esto a tiempo, sin dejar pasar demasiado. Para que
no le des más vueltas de la cuenta al asunto, ni te hagas “mala sangre”. Si no, te
costará cada vez más mantener la cabeza neutra y decir las cosas de la mejor
manera.

Soluciona tus asuntos aquí y ahora, así podrás vivir siempre tranquilo.

7. Despídete de tu emoción
Desapégate del dolor. Hasta ahora te ha servido para sentirte víctima,
para reparar tu daño y conectar con tus necesidades. Pero ya está, ya ha
cumplido su función. Ya lo has trabajado y puedes decirle adiós.

“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”
(Buda)

Ahora que sabes que de nada sirve urdir una venganza (porque no deshace el
daño causado; genera más violencia; te trae culpa y remordimientos, y te aleja
de esa persona sabia y equilibrada que deseas llegara ser)…

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