Culpa y Chantaje Emocional

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Comprendiendo qué es la culpa y el sentimiento de culpa

El sentimiento de culpa está, en general, acompañado de emociones


displacenteras como tristeza, angustia, frustración, impotencia o
remordimiento, entre otras, y de pensamientos reiterativos e improductivos; y
funciona de un modo diferente según su origen temporal. Así, podemos sentir
culpa por:

• Algo que hicimos o no hicimos (pasado)


• Algo que no estamos o estamos haciendo (presente)
• Algo que vamos o no vamos a hacer (futuro)

La culpa es un mecanismo en el que, a partir de un acto u omisión, realizamos


un “juicio moral” de nuestra conducta (incluso de nuestros pensamientos) y
“dictaminamos” que hemos cometido un error y deberíamos tener un castigo.

En esta definición, hay varias cuestiones que son esenciales para comprender
cómo funciona el mecanismo de la culpa.

La culpa y la conciencia moral

Cuando sentimos culpa ante una acción u omisión:

• Somos nuestros propios “jueces”.


• Realizamos el “dictamen” de culpabilidad.
• Y finalmente nos aplicamos el “castigo”: emociones displacenteras.

En el proceso de la culpa influye lo que podríamos denominar conciencia


moral, un conjunto de normas y valores que hemos construido desde la
infancia, para diferenciar el “bien del mal”, y que nos permite establecer los
límites, a nuestra conducta y a nuestros pensamientos.

Cuanto más rígidas sean esas normas, más fácil será considerar que hemos
sobrepasado los límites y aparecerá con más frecuencia el sentimiento de
culpa. En este “proceso”, tenemos a un juez implacable con tendencia a
declararnos culpables y que suele imponer castigos demasiado rigurosos. Este
juez, somos nosotras y nosotros mismos.

La moral, como repertorio de normas, usos y costumbres que establecen las


propias sociedades, afecta de un modo muy importante a la conciencia moral
de cada individuo, y lo hace a través de la educación, en la familia, en la escuela,
desde la religión, desde los mensajes que nos llegan a través de los medios de
comunicación, de la televisión, el cine… Es un complejo sistema que establece
modelos y roles y que afecta a las personas de un modo diferente, según sus
propios aspectos psicológicos, su contexto y su propia biografía.

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¿Cómo está relacionada la culpa con la conciencia moral, la ética y las
normas morales?

La perspectiva de género, por ejemplo, es un factor fundamental en este tema.


Las mujeres tienen tendencia a sentir culpa por cuestiones que están
determinadas por el género, de modo que los tratamientos psicológicos al
tener en cuenta estos factores logran mayor eficacia.

Este conjunto de normas es uno de los mecanismos que tienen las sociedades
para guiar nuestro comportamiento y evitar que se rebasen unos límites
predefinidos.

Cada cultura establece esos límites de un modo distinto y con diferente nivel
de exigencia. Aun hoy, nos sorprenden las normas de algunas culturas y
sociedades.

El malestar que nos provoca la culpa surge en gran medida del modo en el
que nos juzgamos.

Este mecanismo tiene ventajas y desventajas:

La ventaja de las normas es que nos dice lo que tenemos que hacer en cada
situación y nos indica el comportamiento más adecuado. Eso nos permite no
tener que invertir energía en tomar decisiones, vamos a hacer lo que se espera
de nosotras o nosotros, y en general, si cumplimos estas normas, vamos a ser
aceptados y no tendremos motivos para sentirnos culpables.

La desventaja de las normas, es que pueden colisionar con nuestros deseos.


En ese caso, cuando las incumplamos, será nuestra propia percepción de esas
normas y el significado que le demos, lo que determinará nuestro sentimiento
de culpa.

Podríamos decir que la culpa actúa como una medida de control a través de
mecanismos emocionales consiguiendo que la persona actúe según unas
normas desde la propia autocensura.

En el sentimiento de culpa intervienen (Echeburúa et. al):

• Acto causal (real o imaginario)


• La percepción y autovaloración negativa de un acto por parte de la
persona (la mala conciencia).
• La emoción negativa derivada de la culpa propiamente dicha (los
remordimientos).

Es importante destacar en este mecanismo, que la interpretación que


hacemos de la acción u omisión, y el grado de importancia, es decir la
valoración, que hacemos de ello, son decisivos en el sentimiento de culpa.

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Los juicios que hacemos sobre nuestros actos y que provoca un sentimiento
de culpa, son ideas, y no tienen por qué ser reales.

El sentimiento de culpa surge de un proceso subjetivo, es decir, está


determinado por nuestra interpretación y valoración de los hechos. Por
ejemplo:

Tengo una pareja, comparto todo mi tiempo de ocio con ella, siempre estamos
juntos y hacemos los planes de igual modo. Un día me planteo hacer planes
individuales, salir con amigos sin mi pareja. Podrían aparecer sentimientos de
culpa, y lo harán, si la interpretación que hago del hecho de salir sin mi pareja
es: “Ya ha empezado el declive, antes no me apetecía nunca salir sola (o solo)”
“No soy una buena compañera (o compañero), no debería dejarle abandonado
(o abandonada)”, etc.

En este ejemplo, nuestra forma de interpretar la acción de salir sin nuestra


pareja activará nuestro sentimiento de culpa: Interpretamos que salir sin
nuestra pareja es un indicio de declive, o concluimos que, si dejamos a nuestra
pareja un día, la estamos “abandonando”.

Soy una madre atenta y cuidadosa, le presto mucha atención a mi hijo. Pero
un día tengo un accidente o estoy enferma, y lógicamente no puedo
atenderlo. Si la interpretación que hago de esta circunstancia es: “Estoy
dejando de cumplir mi obligación” o “Tengo que curarme de inmediato,
podría suceder algo irreparable si no estoy yo pendiente”, etc. Me sentiré
angustiada, frustrada y… culpable.

También en este ejemplo la interpretación y valoración que hacemos de este


contratiempo y sus circunstancias determina el sentimiento de culpabilidad.

El sentimiento de culpa desadaptativo aparece cuando, con nosotros mismos,


actuamos como jueces severos, valorando nuestros actos de un modo
inflexible e impartiendo un castigo excesivo, en forma de intenso malestar
emocional.

Culpa, vergüenza y preocupación: matices en el concepto de culpa

Según Echeburúa la culpa y la vergüenza son conceptos asociados pero


diferentes. La culpa se siente ante una conducta concreta (“he hecho algo
malo, he cometido un error”), mientras que la vergüenza implica una
autodescalificación global (“soy mala persona, mala pareja, mal trabajador,
mal padre o mala madre”). La vergüenza es más devastadora que la culpa,
centra su atención en la propia persona, mientras que la culpa se dirige hacia
los demás.

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Del mismo modo, otro concepto muy próximo a la culpa, es la preocupación.
Podríamos decir que la culpa es un mecanismo que suele situarse en el
pasado y la preocupación se proyecta en el futuro. Nos sentimos culpables de
algo que hicimos, y nos preocupa algo que vamos a hacer o podríamos hacer.

Culpa vs Preocupación

A corto plazo, la persona se arrepiente de cosas que hizo. Pero a largo plazo,
cuando se les pide que miren hacia atrás, lo cierto es que se arrepienten más
de las cosas que no hicieron” (Thomas Gilovich, profesor de Psicología de la
Universidad de Cornell, Estados Unidos).

Aspectos psicológicos que potencian o generan el sentimiento de culpa

Hasta ahora hemos descrito cómo la conciencia moral y el mecanismo de


interpretación y valoración de nuestros actos u omisiones, determinan la
aparición de sentimientos de culpa. Pero también son decisivos en este
proceso, aspectos psicológicos, como nuestras tendencias de pensamiento,
personalidad, dificultades emocionales, etc.

Así una persona con tendencia perfeccionista, se sentirá culpable cuando no


alcance un 10 en una prueba, aunque su puntuación haya sido un 9, que es
verdaderamente satisfactoria y que a muchas personas, al contrario de
hacerles sentir culpables, les llenaría de satisfacción.

Estos son algunos de los aspectos psicológicos que intervienen e influyen en


el sentimiento de culpa (os dejo enlaces a los artículos y guías que explican
con claridad estos temas):

• Perfeccionismo
• Autoestima
• Autoconfianza
• Regulación emocional
• Rumiación o pensamientos desadaptativos

También es importante destacar que el sentimiento de culpa está muy


relacionado con otros procesos emocionales. Este sentimiento aparece en
determinadas etapas del duelo, del mismo modo el sentimiento de culpa está
muy presente en uno de los conflictos más importantes en la pareja, en el que
las normas “morales” adquieren una gran relevancia: «La infidelidad».

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Aprende a gestionar la culpa

El sentimiento de culpa es una realidad incisiva y no siempre fácil de gestionar.


La culpa se define como un estado afectivo en el que prima el autorreproche,
o sea, la reprobación de los actos, pensamientos o sentimientos propios. A
veces se acompaña de un sentimiento de indignidad personal y está en la
base de todos los estados depresivos.

Lo que hace complejo el sentimiento de culpa es la ambigüedad que hay en


su esencia. Implica una contradicción entre lo que se dice, hace o piensa y la
conciencia moral o los valores en los que se cree. En algún punto hay una
ruptura entre esos dos ámbitos y es entonces cuando aparece el sentimiento
de culpa, que a veces puede adquirir grandes dimensiones.

Otro elemento que hace difícil tramitar la culpa es el hecho de que algunas
personas no solamente se juzgan severamente por lo que hacen en la práctica,
sino que también cuestionan con dureza sus propias fantasías, aunque nunca
se conviertan en actos.

Las expresiones de la culpa

Lo usual es que el sentimiento de culpa se exprese como remordimiento


consciente. Una persona hace algo que va en contra de sus propios valores y
principios. Se arrepiente entonces de sus actos y busca reparar el daño
mediante algún mecanismo expiatorio como ofrecer excusas o compensar de
algún modo su mala acción.

El problema es que no siempre las cosas son tan claras. Hay quienes
permanecen constantemente bajo el asedio del sentimiento de culpa, sin una
razón específica: son personas que constantemente están haciéndose
autoacusaciones. Es como si fueran enemigos de sí mismos y cada cosa que
hacen o dicen les parece tonta, ridícula, mala o insignificante.

Esgrimen una especie de libreto interior, que se activa sin que puedan evitarlo.
Entonces mantienen un dedo acusador sobre sí mismos, que se levanta para
señalarlos hasta por los hechos más triviales. Las autoacusaciones llevan al
desprecio por sí mismos y luego al auto castigo. Siempre terminan haciendo
cosas que les hacen daño y esto reaviva su auto rechazo.

Lo que sucede es que el sentimiento de culpa puede ser tanto consciente


como inconsciente. En el primer caso la persona puede identificar claramente
el acto reprobable, el daño causado y el valor o principio que se transgredió.
En el segundo caso, el sentimiento es difuso, impreciso, persecutorio. La
persona se siente que gran parte de lo que hace es malo y que todo el tiempo
actúa incorrectamente.

Ese sentimiento de culpa inconsciente puede ser tan obsesivo que en muchos
casos conduce a actuar mal deliberadamente, con el propósito de encontrar
un objeto en el cual descargar la culpa que ya se lleva dentro y ser castigado.
El castigo libera momentáneamente del peso abrumador de la culpa.

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Gestionar el sentimiento de culpa consciente

Los sentimientos de culpa conscientes son más fáciles de gestionar, pero a


pesar de esto muchas personas no encuentran la manera adecuada de
hacerlo. A veces se actúa como si no hubiera ocurrido nada, utilizando la vieja
táctica del avestruz: se esconde el asunto bajo tierra y el implicado se da por
desentendido.

Otras veces se buscan pretextos para explicar lo inexplicable. Se omite la


responsabilidad en el acto reprobable y se elabora todo un discurso para
justificar la forma de actuar. Se le echa la culpa a los demás, o a las
circunstancias externas, pero hay una negativa para admitir que se actuó mal.

La única manera sana de superar un sentimiento de culpa consciente es


asumir las consecuencias de los hechos. Admitir que se actuó mal ante quien
haya salido afectado y buscar los mecanismos materiales y simbólicos para
reparar, hasta donde sea posible, los daños causados. No basta con una excusa
de paso, ni con una invitación a pasar la página.

Por más que se quiera evadir, la culpa no tramitada no desaparece sino que
se queda gravitando de manera invisible sobre la vida. Las personas se pueden
volver, por ejemplo, sumamente desconfiadas con los demás, ya que
inconscientemente proyectan sus propios errores sobre quienes les rodean. O
pueden convertirse en seres excesivamente tolerantes frente a los daños que
los demás les infringen.

Gestionar la culpa inconsciente

En el caso de la culpa inconsciente, lo importante, y lo difícil, es detectarla. Si


eres una de esas personas a las que las cosas no les salen bien por más que se
esfuerzan, o sientes que reiterativamente eres objeto de comportamientos
injustos por parte de los demás, o mantienes un diálogo interior en el que no
hay más que reproches y descalificaciones para contigo mismo, lo más
probable es que lleves dentro un sentimiento de culpa que no has logrado
identificar.

Lo importante en esos casos es lograr traer a la consciencia, hasta donde sea


posible, el origen de esos sentimientos hostiles para contigo mismo. Los
rituales de reparación siempre son liberadores. Como también es liberador
hacerte consciente de que todos estamos llenos de errores y que no eres ni el
primero, ni el último, que ha hecho cosas de las cuales no se siente para nada
orgulloso.

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Efectos de la culpa, para que sirve y por qué nos sentimos culpables.

Nuestros pensamientos nunca paran, están siempre en movimiento,


analizando situaciones, resolviendo problemas o reestructurándose a sí
mismos.

De esta actividad constante, si no la gestionamos correctamente, pueden


surgir algunos sentimientos disfuncionales que nos pueden hacer sufrir,
como el sentimiento de culpa.

Este puede aparecer cuando, por ejemplo, pensamos acerca de un evento del
pasado que creemos podíamos haber hecho mejor o que, de haber actuado
diferente, hoy todo sería diferente. Si pensamos de esta manera surge el
sentimiento de culpa, que nos lleva a sentirnos responsables directos de un
daño que creemos irreparable y que, además, hubiéramos podido evitar.

Cuando el sentimiento de culpa gana terreno en nuestra realidad emocional,


nuestro presente resulta dañado por un error pasado que nos ancla
impidiéndonos avanzar y nuestra calidad de vida se resiente, ya que este
sentimiento nos hace sufrir o sentirnos incomodos.

¿Para qué sirve el sentimiento de la culpa?

¿Cuál es la funcionalidad de la culpa? Los sentimientos se generan en nosotros


para cumplir alguna función. A veces es para hacernos conscientes de algo,
otras para reflexionar, algunos nos alegran y otros simplemente nos hacen
sufrir, como el sentimiento de culpa.

Una vez que se detona en nuestras emociones, la culpa nos hace sentir cada
vez peor.

La culpa proviene de un error de procesamiento, ya que un pensamiento sano,


ante cualquier situación la analizaría con el objetivo de aprender y, en todo
caso, corregir aquello que no se ha realizado correctamente. Sin embargo, si
procesamos de forma errónea, exigiéndonos y juzgándonos a nosotros
mismos, no estamos analizando correctamente, sino que disparamos el
sentimiento de culpa.

Al juzgarnos y sentirnos responsables de un daño que pensamos que no


podremos reparar jamás, bloqueamos nuestra capacidad de reflexionar de
forma sana acerca de nuestro proceder. Así que no se produce un proceso
sano de aprendizaje que nos desarrolle como personas, sino el sentimiento de
culpa que es un sentimiento que nos hace sufrir, por lo que debemos trabajar
en ella para neutralizarla.

¿Por qué sentimos culpa?

Gran parte de la responsabilidad de que sintamos culpa radica en la cultura


familiar, nuestros rasgos de personalidad y nuestra educación.

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Una de los orígenes de la culpa es la educación que recibimos. A medida que
crecemos, cuando se nos enseña la diferencia entre el bien y el mal y se espera,
e incluso se nos exige, que actuemos de forma correcta. Si esto se hace mal
por parte de nuestros educadores, estas exigencias pueden llegar a
convertirse en una obligación internalizada.

Por ejemplo, cuando hacemos algo mal, cae sobre nosotros una lluvia de
recriminaciones como: “por tu culpa…” y “tendrías que haber…”. Estas
recriminaciones las hacemos nuestras, las automatizamos y como
consecuencia, sentimos de forma constante el sentimiento de culpa.

La culpa se genera también cuando los demás nos hacen responsables de sus
errores, miedos y fracasos y nosotros aceptamos ser responsables de las
elecciones y equivocaciones de los demás.

Otro camino hacia la culpa es cuando realmente hacemos las cosas mal, y nos
exigimos haberlo hecho de otra manera.

La culpa también nace cuando nos equivocamos como consecuencia del


desconocimiento, de la prisa, de actuar antes de pensar y de subestimar las
consecuencias de nuestros actos.

Afortunadamente, existen diversas herramientas para gestionar el


sentimiento de culpa.

¿Cómo acabar con el sentimiento de culpa?

Analiza tu grado de culpabilidad: para ser responsable de algo (nunca


culpable), debemos haber actuado de forma directa sobre ese hecho. Si
nuestra intervención es indirecta, no hay responsabilidad de nuestra parte.

Pongamos el ejemplo de una pareja que se separa y uno de los dos entra en
una depresión, por la que termina ausentándose del trabajo hasta que
finalmente pierde su empleo. Una reacción normal en un caso tal, es que esta
persona culpe a su ex pareja por haber sido despedida. Sin embargo, no tuvo
nada que ver con el despido, ya que solo estuvo en su vida hasta el momento
en que decidió separarse. Si la persona hubiera sido más resiliente o si, al tener
problemas depresivos hubiera recurrido a ayuda profesional psicológica,
probablemente las consecuencias de su depresión no hubieran sido tan
graves. La otra persona no se tiene que sentir responsables por las acciones,
por las decisiones o por las negligencias de su anterior pareja.

Enmienda el error: seguramente hay algo que puedes hacer para compensar
el daño por el que has sido responsable. Habla con la persona damnificada y
ofrécele tu ayuda para enmendar o mitigar los perjuicios que has ocasionado.

Discúlpate: es verdad que cuando lo único que queda por hacer es


disculparse, quiere decir, que todo lo demás está perdido. No obstante, para la
persona dañada no es lo mismo una actitud indiferente de parte de quien la
perjudicó, que alguien que, con humildad, ofrece sus más sinceras disculpas.

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Una vez que veas cómo tus disculpas son aceptadas, la consecuencia directa
es sentirte mejor.

Identifica la función de la culpa: lo que a ti te va a beneficiar de este


sentimiento es la lección que vayas a aprender. En vez de martirizarte con un
sentimiento que no lleva a ningún lado, identifica qué es lo que la culpa tiene
que enseñarte.

¿Debes ser más discreto la próxima vez? ¿Necesitas sopesar el poder de las
palabras antes de decirlas? Tal vez te beneficies de ser más directo a la hora
de hablar para así evitar malentendidos.

¿Por qué debo gestionar el sentimiento de culpa?

Una vez que la culpa desaparece de tu vida, dejas de sentirte condicionado


por muchas situaciones que pueden hacerte sufrir o anclarte en el pasado y
puedes vivir plenamente el presente, de modo que puedes seguir avanzando
hacia el porvenir y disfrutar de cada momento del ahora.

Si logras hacer desparecer el sentimiento de culpa tendrás una mayor


madurez y un criterio mucho más realista a la hora de actuar e interpretar las
consecuencias de tus actos y, por supuesto, dejaras de sufrir por cosas
irrelevantes y se incrementara tu calidad de vida y la calidad de tus relaciones.

La culpa es un sentimiento tan poderoso como complejo, por su origen y


también por la multiplicidad de factores psicológicos con los que se relaciona
e interactúa.

Las emociones desempeñan un papel adaptativo. Cuando la culpa actúa de


esta forma –es decir cuando la culpa es adaptativa–, su función es reconocer
los errores y poner en marcha conductas de ajuste y reparación. En este caso,
la culpa nos ayuda a no transgredir ciertas normas y códigos éticos, digamos
que enciende un «aviso» que nos previene de cometer errores que podrían
tener graves consecuencias.

Cuando hablamos del sentimiento de culpa desde la Psicología, tenemos que


hablar de otros términos y conceptos muy próximos: autoestima,
perfeccionismo, rumiación, falta de autoconfianza, autocensura, miedo,
asertividad, regulación emocional…; en efecto, la culpa está incorporada a
muchas de nuestras dificultades emocionales, y en muchas ocasiones, no es
fácil identificar si es el origen o la consecuencia (en muchas ocasiones ambas).

Cómo afrontar el sentimiento de culpa: 7 consejos esenciales

En el sentimiento de culpa, es muy importante ser conscientes de que el


protagonismo lo tenemos nosotros. Insisto en algo que mencionamos mucho
las psicólogas y psicólogos: los pensamientos y los juicios son ideas, no son
realidades.

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El grado de flexibilidad y tolerancia hacia los errores que cometemos o
podríamos cometer, nuestra capacidad de aceptación, nuestro grado de
empatía, son factores que ajustan nuestras interpretaciones y valoraciones, y
nos liberan de la culpa.

La clave es la responsabilidad frente al sentimiento de culpa. Eso significa


responsabilizarnos de nuestras acciones, aceptando nuestros límites y las
circunstancias que no podamos controlar, aprendiendo de las experiencias y
cambiando aquello que es conveniente, para nosotros y para quienes nos
rodean. En definitiva ser más adaptativos.

Estos son 7 consejos esenciales para liberarse de la culpa:

• Identifica la conducta que te produce la culpa. Piensa qué es lo que te


hace sentir culpable para poder detectarlo.
• Acepta que los errores forman parte de la persona, son la clave del
aprendizaje y del cambio, y no un signo de torpeza o fracaso.
• Piensa que no se puede ser perfecto en el cumplimiento de normas,
sobre todo cuando tenemos la tendencia a exigirnos más de lo que
podemos dar.
• Expresa verbalmente cómo te sientes, tu arrepentimiento ante el error
cometido.
• Solicita el perdón por haber causado daño. No solo muestra tu
arrepentimiento sino también haz saber que solicitas el perdón por el
daño cometido.
• Repara el daño. Pon en marcha conductas para hacer consciente a la
persona implicada que no solo te arrepientes y pides perdón sino que
también no vas a repetir el daño.
• Responsabilízate. Sustituye la culpa por la responsabilidad.

Aunque la culpa, como el resto de las emociones cumple una función


adaptativa, en este documento me he centrado en la culpa que se manifiesta
con intensidad, con frecuencia y que afecta a nuestra vida; esta es la culpa
desadaptativa. En la siguiente tabla se propone sustituir la culpa
desadaptativa que nos genera angustia, nos bloquea y no facilita el cambio y
la búsqueda de soluciones, por una conducta responsable, que facilita la
acción, genera aprendizaje y está enfocada a la resolución.

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El sentimiento de culpa nos limita y condiciona; genera emociones que nos
mantienen en la inactividad y el bloqueo; dificulta avanzar hacia nuestras
metas y aspiraciones; y perjudica nuestras relaciones sociales, laborales,
afectivas y familiares.

Pero hay muy buenas noticias, la culpa es un mecanismo que depende de


aspectos psicológicos sobre los que podemos actuar. Podemos aprender y
mejorar recursos y capacidades que definitivamente nos liberen de la culpa
desadaptativa y en cambio nos hagan personas responsables.

¿Cómo dejar de sentirse culpable por todo?

Aquí tienes algunas claves para dejar de sentirte culpable por cualquier cosa:

• Busca las causas de la culpa y actúa en consecuencia. En realidad


sentirse culpable no es del todo negativo, puede ser una señal que nos
permita aprender de nuestros errores y crecer. Si nos sentimos
culpables porque le hemos dicho algo ofensivo a alguien o porque le
dedicamos demasiado tiempo al trabajo y muy poco a la familia, la
culpabilidad es un signo de alarma que nos indica que debemos
detenernos en el camino y reflexionar sobre lo que estamos sintiendo.
Esta sería una “culpa sana” pues conduce a un cambio positivo,
obviamente, siempre y cuando ajustemos nuestro comportamiento.
• Asume tu cuota de responsabilidad. En este punto, más que hablar de
culpa, una palabra que tiene un significado cultural altamente
negativo, sería mejor hacer referencia a la responsabilidad. Analiza la
situación: ¿hasta qué punto tu comportamiento o palabras han
influido? ¿Qué podías hacer para evitar el daño? ¿Te comportaste de
forma consciente o has cometido un error sin querer? A menudo en la
base de la culpa se encuentra la creencia de que podemos controlarlo

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todo pero en realidad el grado de incertidumbre que existe a nuestro
alrededor es altísimo y hay muchos factores se escapan de nuestras
manos.
• Acepta el error y aprende de él. No tenemos la posibilidad de cambiar
el pasado pero podemos transformar el presente. Todos nos
equivocamos, hay quienes cometen errores mayores y otros menos
graves, pero lo verdaderamente importante es aprender de ellos para
no volver a tropezar dos veces con la misma piedra. En vez de sentirte
culpable por lo que has hecho, intenta encontrar alguna manera para
reparar el daño. Si no hay forma de subsanar el error, simplemente
continúa adelante con la certeza de que no lo volverás a cometer.
• Habla de tus sentimientos. En vez de negar el sentimiento de culpa y
todos los sentimientos negativos que suelen estar asociados a él, deja
que te embarguen. No intentes esconderlos porque solo lograrás
pasarlos a un segundo plano pero continuarán ejerciendo una
poderosa influencia sobre ti. Lo ideal sería que hablases con otras
personas sobre cómo te sientes, probablemente estas te darán nuevas
perspectivas sobre la situación que no habías considerado antes y que
darán pie a reflexiones más profundas.
• Perdónate. Se trata del paso más complicado pero es fundamental para
poder seguir adelante. Un ejercicio muy útil para perdonarse y dejar de
sentirse culpable es imaginar que tenemos dentro de nosotros a un
niño pequeño. ¿Qué le dirías? De seguro no le recriminarías
constantemente haciendo crecer la culpa, lo más probable es que le
dieras cariño y le dijeras palabras de aliento. Por tanto, cada vez que te
descubras rumiando la culpabilidad, trátate como si fueses un niño
pequeño que necesita comprensión y apoyo.

Cómo dejar de sentirse culpable constantemente

Sentirse culpable constantemente impide a la persona vivir el presente y


avanzar en la vida. ¿Por qué nos sentimos culpables? ¿Por qué detrás de un
problema siempre tiene que haber alguien que tiene la culpa?

Cuando culpamos a los demás estamos juzgando algo que no consideramos


correcto y repudiamos en nosotros mismos. ¿El castigo tiene alguna utilidad
para gestionar la culpa?

1. La culpa y el castigo

Desde la concepción judeocristiana de culpa, podemos entender que quien


tiene la culpa merece un castigo. En relación con esto podemos hablar de la
psicología conductista y de los mecanismos de control de la conducta
mediante refuerzos positivos y negativos. No obstante, sabemos también que
el comportamiento de cualquier ser vivo contiene en sí mismo una intención
positiva, un por qué y un para qué, que lleva a la persona a actuar de cierta
manera.

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La gran mayoría de nuestros comportamientos inconscientes, persiguen en
todos los casos cubrir necesidades biológicas básicas, como pueden ser los
sentimientos de seguridad, de aceptación, de valoración, etc.

No somos culpables, sino responsables

La represión o el castigo de cualquier comportamiento, si no conlleva la


comprensión y la cobertura de estas necesidades biológicas básicas, derivará
en otro comportamiento, otra forma de ser que consiga suplirlas.

De todo lo anterior deducimos que la culpa, y su consecuente castigo, no sirve


para solucionar ningún conflicto. Hemos de tener en cuenta que no somos
culpables, sino responsables de lo que hacemos, y de las consecuencias de
nuestros actos.

Solamente comprendiendo nuestra forma de actuar y la intención positiva de


la que proviene podremos cambiar nuestro comportamiento.

2. La culpa como mecanismo de proyección

Algunos describen el mundo en que vivimos como un mundo de ilusión, es


un mundo en el que percibimos en los demás aquello sobre lo que no somos
conscientes o repudiamos en nosotros mismos. A esto lo llamamos
proyección, un término empleado por Carl Gustav Jung, discípulo de Freud.
De esta forma, todo lo que nos molesta e incluso lo que sucede a nuestro
alrededor, forma parte de nuestra propia forma de ser, que se proyecta en
nuestra vida diaria hasta que tomamos consciencia de ello.

Toda opinión o crítica, habla más de nosotros mismos que del otro. Cuando
decimos que alguien es “desagradable”, “malicioso”, “cruel”, “interesado”,
etcétera, estamos identificando en él/ella cualidades que no queremos ver en
nosotros mismos, o que no relacionamos con nuestro “yo” ideal, es decir, el
“ego”.

Todo lo que nos molesta, e incluso lo que sucede a nuestro alrededor, forma
parte de nuestra propia personalidad.

La culpa y la sombra

Cuando no reconocemos que lo que vemos en los demás forma parte de


nuestra personalidad, lo rechazamos y reprimimos. Así, relegamos estos
aspectos propios a la sombra, al inconsciente. De tal modo que esta
información se manifestará en las situaciones y personas que forman parte de
nuestra vida diaria hasta que la hagamos consciente.

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Cuando culpamos a alguien de algo, estamos juzgando aquello que no
consideramos correcto para nosotros, y así perpetuamos estas circunstancias.

“Solo estás atado al pasado con la cuerda de la culpa”.

Anthony De Mello

Para deshacer estas proyecciones hemos de integrar la sombra, lo


inconsciente, que es aquello que vemos en los demás y a nuestro alrededor,
para entonces poder ser libres de todos estos condicionamientos, de la culpa
y del castigo.

3. La culpa y el perdón

Cuando nos estancamos en el sentimiento de culpabilidad o


responsabilizamos a los demás de lo que nos sucede, entramos en el
victimismo. Nos convertimos en víctimas inocentes y creemos merecer la
simpatía y la compasión de los otros, además de demandar un castigo para el
culpable por el error cometido.

Esto nos lleva a no movernos, a no cambiar nuestra forma de ser, ya que


consideramos que el castigo sobre el otro resolverá nuestro problema,
aliviando nuestro sentimiento de culpa y nuestro sufrimiento.

La culpabilidad y la integración de la sombra

No nos damos cuenta que aquello que queremos castigar en el otro es lo que
castigamos en nosotros y que, por lo tanto, la única manera de resolver el
conflicto es perdonar al otro.

Al perdonar al otro, nos perdonamos a nosotros mismos, más bien,


perdonamos nuestros juicios, que proyectamos sobre los demás.

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