Culpa y Chantaje Emocional
Culpa y Chantaje Emocional
Culpa y Chantaje Emocional
En esta definición, hay varias cuestiones que son esenciales para comprender
cómo funciona el mecanismo de la culpa.
Cuanto más rígidas sean esas normas, más fácil será considerar que hemos
sobrepasado los límites y aparecerá con más frecuencia el sentimiento de
culpa. En este “proceso”, tenemos a un juez implacable con tendencia a
declararnos culpables y que suele imponer castigos demasiado rigurosos. Este
juez, somos nosotras y nosotros mismos.
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¿Cómo está relacionada la culpa con la conciencia moral, la ética y las
normas morales?
Este conjunto de normas es uno de los mecanismos que tienen las sociedades
para guiar nuestro comportamiento y evitar que se rebasen unos límites
predefinidos.
Cada cultura establece esos límites de un modo distinto y con diferente nivel
de exigencia. Aun hoy, nos sorprenden las normas de algunas culturas y
sociedades.
El malestar que nos provoca la culpa surge en gran medida del modo en el
que nos juzgamos.
La ventaja de las normas es que nos dice lo que tenemos que hacer en cada
situación y nos indica el comportamiento más adecuado. Eso nos permite no
tener que invertir energía en tomar decisiones, vamos a hacer lo que se espera
de nosotras o nosotros, y en general, si cumplimos estas normas, vamos a ser
aceptados y no tendremos motivos para sentirnos culpables.
Podríamos decir que la culpa actúa como una medida de control a través de
mecanismos emocionales consiguiendo que la persona actúe según unas
normas desde la propia autocensura.
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Los juicios que hacemos sobre nuestros actos y que provoca un sentimiento
de culpa, son ideas, y no tienen por qué ser reales.
Tengo una pareja, comparto todo mi tiempo de ocio con ella, siempre estamos
juntos y hacemos los planes de igual modo. Un día me planteo hacer planes
individuales, salir con amigos sin mi pareja. Podrían aparecer sentimientos de
culpa, y lo harán, si la interpretación que hago del hecho de salir sin mi pareja
es: “Ya ha empezado el declive, antes no me apetecía nunca salir sola (o solo)”
“No soy una buena compañera (o compañero), no debería dejarle abandonado
(o abandonada)”, etc.
Soy una madre atenta y cuidadosa, le presto mucha atención a mi hijo. Pero
un día tengo un accidente o estoy enferma, y lógicamente no puedo
atenderlo. Si la interpretación que hago de esta circunstancia es: “Estoy
dejando de cumplir mi obligación” o “Tengo que curarme de inmediato,
podría suceder algo irreparable si no estoy yo pendiente”, etc. Me sentiré
angustiada, frustrada y… culpable.
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Del mismo modo, otro concepto muy próximo a la culpa, es la preocupación.
Podríamos decir que la culpa es un mecanismo que suele situarse en el
pasado y la preocupación se proyecta en el futuro. Nos sentimos culpables de
algo que hicimos, y nos preocupa algo que vamos a hacer o podríamos hacer.
Culpa vs Preocupación
A corto plazo, la persona se arrepiente de cosas que hizo. Pero a largo plazo,
cuando se les pide que miren hacia atrás, lo cierto es que se arrepienten más
de las cosas que no hicieron” (Thomas Gilovich, profesor de Psicología de la
Universidad de Cornell, Estados Unidos).
• Perfeccionismo
• Autoestima
• Autoconfianza
• Regulación emocional
• Rumiación o pensamientos desadaptativos
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Aprende a gestionar la culpa
Otro elemento que hace difícil tramitar la culpa es el hecho de que algunas
personas no solamente se juzgan severamente por lo que hacen en la práctica,
sino que también cuestionan con dureza sus propias fantasías, aunque nunca
se conviertan en actos.
El problema es que no siempre las cosas son tan claras. Hay quienes
permanecen constantemente bajo el asedio del sentimiento de culpa, sin una
razón específica: son personas que constantemente están haciéndose
autoacusaciones. Es como si fueran enemigos de sí mismos y cada cosa que
hacen o dicen les parece tonta, ridícula, mala o insignificante.
Esgrimen una especie de libreto interior, que se activa sin que puedan evitarlo.
Entonces mantienen un dedo acusador sobre sí mismos, que se levanta para
señalarlos hasta por los hechos más triviales. Las autoacusaciones llevan al
desprecio por sí mismos y luego al auto castigo. Siempre terminan haciendo
cosas que les hacen daño y esto reaviva su auto rechazo.
Ese sentimiento de culpa inconsciente puede ser tan obsesivo que en muchos
casos conduce a actuar mal deliberadamente, con el propósito de encontrar
un objeto en el cual descargar la culpa que ya se lleva dentro y ser castigado.
El castigo libera momentáneamente del peso abrumador de la culpa.
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Gestionar el sentimiento de culpa consciente
Por más que se quiera evadir, la culpa no tramitada no desaparece sino que
se queda gravitando de manera invisible sobre la vida. Las personas se pueden
volver, por ejemplo, sumamente desconfiadas con los demás, ya que
inconscientemente proyectan sus propios errores sobre quienes les rodean. O
pueden convertirse en seres excesivamente tolerantes frente a los daños que
los demás les infringen.
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Efectos de la culpa, para que sirve y por qué nos sentimos culpables.
Este puede aparecer cuando, por ejemplo, pensamos acerca de un evento del
pasado que creemos podíamos haber hecho mejor o que, de haber actuado
diferente, hoy todo sería diferente. Si pensamos de esta manera surge el
sentimiento de culpa, que nos lleva a sentirnos responsables directos de un
daño que creemos irreparable y que, además, hubiéramos podido evitar.
Una vez que se detona en nuestras emociones, la culpa nos hace sentir cada
vez peor.
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Una de los orígenes de la culpa es la educación que recibimos. A medida que
crecemos, cuando se nos enseña la diferencia entre el bien y el mal y se espera,
e incluso se nos exige, que actuemos de forma correcta. Si esto se hace mal
por parte de nuestros educadores, estas exigencias pueden llegar a
convertirse en una obligación internalizada.
Por ejemplo, cuando hacemos algo mal, cae sobre nosotros una lluvia de
recriminaciones como: “por tu culpa…” y “tendrías que haber…”. Estas
recriminaciones las hacemos nuestras, las automatizamos y como
consecuencia, sentimos de forma constante el sentimiento de culpa.
La culpa se genera también cuando los demás nos hacen responsables de sus
errores, miedos y fracasos y nosotros aceptamos ser responsables de las
elecciones y equivocaciones de los demás.
Otro camino hacia la culpa es cuando realmente hacemos las cosas mal, y nos
exigimos haberlo hecho de otra manera.
Pongamos el ejemplo de una pareja que se separa y uno de los dos entra en
una depresión, por la que termina ausentándose del trabajo hasta que
finalmente pierde su empleo. Una reacción normal en un caso tal, es que esta
persona culpe a su ex pareja por haber sido despedida. Sin embargo, no tuvo
nada que ver con el despido, ya que solo estuvo en su vida hasta el momento
en que decidió separarse. Si la persona hubiera sido más resiliente o si, al tener
problemas depresivos hubiera recurrido a ayuda profesional psicológica,
probablemente las consecuencias de su depresión no hubieran sido tan
graves. La otra persona no se tiene que sentir responsables por las acciones,
por las decisiones o por las negligencias de su anterior pareja.
Enmienda el error: seguramente hay algo que puedes hacer para compensar
el daño por el que has sido responsable. Habla con la persona damnificada y
ofrécele tu ayuda para enmendar o mitigar los perjuicios que has ocasionado.
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Una vez que veas cómo tus disculpas son aceptadas, la consecuencia directa
es sentirte mejor.
¿Debes ser más discreto la próxima vez? ¿Necesitas sopesar el poder de las
palabras antes de decirlas? Tal vez te beneficies de ser más directo a la hora
de hablar para así evitar malentendidos.
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El grado de flexibilidad y tolerancia hacia los errores que cometemos o
podríamos cometer, nuestra capacidad de aceptación, nuestro grado de
empatía, son factores que ajustan nuestras interpretaciones y valoraciones, y
nos liberan de la culpa.
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El sentimiento de culpa nos limita y condiciona; genera emociones que nos
mantienen en la inactividad y el bloqueo; dificulta avanzar hacia nuestras
metas y aspiraciones; y perjudica nuestras relaciones sociales, laborales,
afectivas y familiares.
Aquí tienes algunas claves para dejar de sentirte culpable por cualquier cosa:
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todo pero en realidad el grado de incertidumbre que existe a nuestro
alrededor es altísimo y hay muchos factores se escapan de nuestras
manos.
• Acepta el error y aprende de él. No tenemos la posibilidad de cambiar
el pasado pero podemos transformar el presente. Todos nos
equivocamos, hay quienes cometen errores mayores y otros menos
graves, pero lo verdaderamente importante es aprender de ellos para
no volver a tropezar dos veces con la misma piedra. En vez de sentirte
culpable por lo que has hecho, intenta encontrar alguna manera para
reparar el daño. Si no hay forma de subsanar el error, simplemente
continúa adelante con la certeza de que no lo volverás a cometer.
• Habla de tus sentimientos. En vez de negar el sentimiento de culpa y
todos los sentimientos negativos que suelen estar asociados a él, deja
que te embarguen. No intentes esconderlos porque solo lograrás
pasarlos a un segundo plano pero continuarán ejerciendo una
poderosa influencia sobre ti. Lo ideal sería que hablases con otras
personas sobre cómo te sientes, probablemente estas te darán nuevas
perspectivas sobre la situación que no habías considerado antes y que
darán pie a reflexiones más profundas.
• Perdónate. Se trata del paso más complicado pero es fundamental para
poder seguir adelante. Un ejercicio muy útil para perdonarse y dejar de
sentirse culpable es imaginar que tenemos dentro de nosotros a un
niño pequeño. ¿Qué le dirías? De seguro no le recriminarías
constantemente haciendo crecer la culpa, lo más probable es que le
dieras cariño y le dijeras palabras de aliento. Por tanto, cada vez que te
descubras rumiando la culpabilidad, trátate como si fueses un niño
pequeño que necesita comprensión y apoyo.
1. La culpa y el castigo
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La gran mayoría de nuestros comportamientos inconscientes, persiguen en
todos los casos cubrir necesidades biológicas básicas, como pueden ser los
sentimientos de seguridad, de aceptación, de valoración, etc.
Toda opinión o crítica, habla más de nosotros mismos que del otro. Cuando
decimos que alguien es “desagradable”, “malicioso”, “cruel”, “interesado”,
etcétera, estamos identificando en él/ella cualidades que no queremos ver en
nosotros mismos, o que no relacionamos con nuestro “yo” ideal, es decir, el
“ego”.
Todo lo que nos molesta, e incluso lo que sucede a nuestro alrededor, forma
parte de nuestra propia personalidad.
La culpa y la sombra
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Cuando culpamos a alguien de algo, estamos juzgando aquello que no
consideramos correcto para nosotros, y así perpetuamos estas circunstancias.
Anthony De Mello
3. La culpa y el perdón
No nos damos cuenta que aquello que queremos castigar en el otro es lo que
castigamos en nosotros y que, por lo tanto, la única manera de resolver el
conflicto es perdonar al otro.
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