Sermonario Mas Amor Navidad 2024

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FICHA TÉCNICA

Material producido por la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Coordinación: Departamento de Acción Solidaria Adventista
Autor: Pr. Herbert Boger
Tapa y diagramación: Tiago Wordell
Revisión y traducción: Departamento de Traducción de la División Sudamericana
Año: 2024

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TODAVÍA HAY LUGAR EN LA
MESA CON CRISTO
La extensión de la mesa: un llamado al amor y a la generosidad.

Texto base: Lucas 14:12-14; Mateo 25:35-40.


Introducción
En la vida cristiana, la mesa siempre ha sido un lugar de profundo significado espiritual y
social. A través de las Escrituras, vemos cómo la mesa se convierte en un lugar de encuen-
tro, de intercambio y de transformación. Era alrededor de la mesa donde se reunían los
primeros cristianos, como se registra en Hechos 2:42, para compartir comidas y fortale-
cer sus lazos de fe y compañerismo. Por lo tanto, la mesa se presenta como un lugar donde
se forma una comunidad y se fortalece la fe. Allí, los cristianos experimentan
la unidad, el compartir y el crecimiento espiritual. Como dice Sinclair B. Fer-
guson, autor del libro Table With Jesus [En la mesa con Jesús]: “La mesa es
donde se forma la comunidad y se fortalece la fe. Es un lugar de unidad, de
intercambio y de crecimiento espiritual”.

Avanzando en la narración bíblica, encontramos la mesa de Jesús


como un lugar de gracia. En el relato de Juan 21:12, 13, después de
su resurrección, Jesús invitó a Pedro a una comida, transformando
un simple acto de compartir en un símbolo de perdón y restaura-
ción. En la mesa, Pedro experimentó la gracia de Dios de una ma-
nera personal y transformadora, siendo restaurado a su misión.
Como bien lo expresó: “En la mesa con Jesús, encontramos no
solo alimento para el cuerpo, sino también la gracia que sana
nuestras almas y nos restaura a la misión” (Sinclair B. Ferguson).

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La mesa también se revela como un lugar de misión. En Marcos
6:41, 42, Jesús multiplicó los panes y los peces, alimentan-
do a una gran multitud. Aquí, vemos que la mesa es más
que un lugar de nutrición física; es un campo misionero
donde Jesús enseñó a sus discípulos a satisfacer las
necesidades espirituales y físicas de quienes los rodea-
ban. “Cada comida compartida puede ser una oportunidad
para dar testimonio de la provisión de Dios y para proclamar
el evangelio de manera práctica” (Sinclair B. Ferguson).

En este sermón, reflexionaremos sobre cómo las mesas de nuestra vida pueden convertir-
se en lugares de verdadera comunión, donde se experimenta la gracia de Dios y se vive la
misión de Cristo en su plenitud. Que nosotros, como los primeros cristianos, nos reunamos
alrededor de la mesa para compartir, crecer y ser enviados a cumplir el llamado de Dios
para nosotros.

En la época de Navidad celebramos la venida de Jesús, quien trajo esperanza, amor y reden-
ción al mundo. En muchas culturas, la mesa simboliza la comunión, el compartir y la hospita-
lidad. Hoy, se nos llama a extender esa mesa, no solo dentro de nuestras iglesias y hogares,
sino también a aquellos que están necesitados, marginados y olvidados por la sociedad.

I. La mesa de Jesús: un lugar para todos


Lucas 14:12-14: Jesús nos enseña a invitar a nuestra mesa a quienes no pueden retri-
buirnos. Este pasaje desafiaba las normas sociales de su tiempo y nos invita a actuar de
manera similar hoy.
En este texto, Jesús utiliza la parábola de la gran cena para enseñar sobre la inclusión
y el alcance de la invitación divina. Durante un banquete en la casa de un fariseo, Jesús
refuta el punto de vista exclusivo de los judíos de que las bendiciones de
Dios eran solo para ellos, mientras que los gentiles estaban excluidos.
Al contar la parábola, Jesús expone cómo los primeros invitados, sim-
bolizando a los judíos, rechazaron la invitación, prefiriendo sus pre-
ocupaciones materiales e intereses personales. Sus excusas
revelan un desprecio por la invitación de Dios, lo que resulta
en su exclusión del banquete. Entonces, el anfitrión se dirige
a los marginados de la sociedad, mostrando que la invitación
de Dios está abierta a todos, especialmente a quienes son
despreciados por la sociedad.

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Jesús enfatiza que “todavía hay lugar” en la mesa de Dios (Lucas 14:22-24), de-
mostrando el alcance y la insistencia de la invitación divina. Incluso después
de que los invitados iniciales rechazaran la invitación, el anfitrión envía
a sus sirvientes a buscar a otros, incluidos los pobres, los lisiados, los
ciegos y los cojos. Esta actitud refleja la misión de Jesús de llegar a
los pecadores, a los marginados y a aquellos que la sociedad conside-
ra indignos. La expresión “todavía hay espacio” simboliza la gracia y la
misericordia infinitas de Dios, que sigue buscando e invitando a todos
a la comunión con él, independientemente de su condición u origen.

Por último, el texto advierte acerca del peligro de rechazar la invitación divina. Los que
se negaron a participar de la cena representan no solo a los judíos de la época de Jesús,
sino también a cualquiera que, por razones egoístas o por apego a las cosas terrenales,
desperdician la oferta de la salvación. Jesús advierte que rechazar el amor y la gracia de
Dios puede resultar en una separación eterna de sus bendiciones. Por lo tanto, la invitación
a “entrar” continúa extendiéndose a todos, y es imperativo que cada uno responda a este
llamado antes de que sea demasiado tarde, porque la mesa del Señor todavía tiene espacio
para todos los que aceptan su invitación con un corazón abierto.

Ilustración: Jesús constantemente se sentaba a la mesa con pecadores, recaudadores de


impuestos y personas que eran consideradas impuras. Su mesa era inclusiva, acogiendo a
aquellos a quienes la sociedad rechazaba.

Aplicación: “El hospedero se apartó de aquellos que habían despreciado su generosidad, e


invitó a una clase que no era perfecta, que no poseía casas o terrenos. Invitó a los que eran
pobres” (Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 178). Al igual que Jesús, debe-
mos abrir nuestras mesas a los que más lo necesitan. Nuestra hospitalidad no debe limitarse
a nuestros amigos y familiares, sino que debe extenderse a aquellos que son vulnerables.

II. La mesa como prolongación del amor de Dios


“La gracia de Dios derramada sobre una porción pequeña es lo que hace bastar para todos.
La mano de Dios puede multiplicarla cien veces. Con sus recursos, puede extender una
mesa en el desierto. Por el toque de su mano, puede aumentar las provisiones escasas y
hacerlas bastar para todos” (Elena G. de White, Conflicto y valor, p. 226).

Mateo 25:35-40: En este pasaje, Jesús nos recuerda que, al alimentar al hambriento, dar
de beber al sediento y darle la bienvenida a los extraños, lo estamos haciendo para él. La
mesa de Dios es un reflejo de su amor incondicional por todos.

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En la mesa del amor de Dios, reflexionamos sobre la
“Que la mesa con Jesús
comunión, la gracia y la mi- sión. También miramos a la
hoy sea una vislumbre
mesa del futuro, descrita en de la gran fiesta que en Apocalipsis 19:9, donde
todos los redimidos se reuni- está por venir, donde la rán en la gran fiesta celestial.
Esta mesa es el clímax de la comunión será perfecta historia de la redención, un
y eterna, y donde todas
símbolo de nuestra esperan- za eterna en Cristo. Como
las lágrimas serán
dijo Elena G. de White: “Que la enjugadas”. mesa con Jesús hoy sea una
vislumbre de la gran fiesta que está por venir, donde la
comunión será perfecta y eterna, y donde todas las lágrimas serán enjugadas”. Este es el
destino final de quienes aceptan la invitación de Jesús y perseveran en su camino de fe.

Pero mientras esperamos ese glorioso día, estamos llamados a acercarnos a la mesa del Señor
con discernimiento. En 1 Corintios 11:28, , se nos instruye a examinar nuestro corazón antes
de participar de la Cena del Señor. Este es un tiempo para la reflexión, el arrepentimiento y la
renovación espiritual, recordándonos la seriedad y santidad del sacrificio de Cristo. “Pero para
aceptar la invitación a la fiesta del Evangelio, debían subordinar sus intereses mundanos al úni-
co propósito de recibir a Cristo y su justicia” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 176).

Somos fortalecidos por la mesa de la esperanza. En Mateo 26:29, Jesús promete beber de
nuevo del fruto de la vid con sus discípulos en el Reino de Dios, señalando la esperanza de
la resurrección y la vida eterna. Cada vez que nos reunimos a la mesa, recordamos esta
promesa y nos aferramos a la esperanza de que un día todos nos reuniremos con Cristo,
celebrando la victoria sobre la muerte. “Alrededor de la mesa familiar, mientras partían el
pan de todos los días, muchos repetían, en los días de Cristo: “¡Bienaventurado el que co-
merá pan en el reino de los cielos” (Lucas 14:15)” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 176).

Por lo tanto, que la mesa del Señor sea un recordatorio constante para nosotros de nuestro
camino de fe: un camino que comienza con la comunión, es sostenido por la gracia, es
impulsado por la misión y culmina en la esperanza eterna de la fiesta celestial. Que cada
vez que nos acerquemos a la mesa, renovemos nuestro compromiso con Cristo y nos for-
talezcamos con la esperanza de un futuro glorioso a su lado.

Ilustración: Imaginen la mesa de Dios, donde hay lugar para todos, donde el pan de vida se
distribuye abundantemente y donde la copa de la salvación está disponible para todos los
que se acerquen. Esa mesa es una invitación al amor y a la gracia de Dios.

Aplicación: Como iglesia y como familias cristianas estamos llamados a replicar esa mesa.
Debemos crear espacios en nuestros hogares e iglesias donde el amor de Dios pueda ser
experimentado a través de actos tangibles de generosidad y hospitalidad.

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III. Más Amor en Navidad 2024: ampliando la mesa
Contexto: Más Amor en Navidad es una oportunidad para que pongamos en práctica lo que
hemos aprendido. Este año, tenemos el desafío de ampliar la mesa de nuestras iglesias y
hogares para incluir a los necesitados.

Pasos prácticos:

1. Identifiquen las necesidades: ¿Quiénes en su comunidad necesitan ayuda? Puede


ser alguien que conozcan personalmente o grupos organizados que ayuden a los
necesitados.

2. Planeen una acción concreta: Esto podría incluir la organización de una cena co-
munitaria, la distribución de paquetes de alimentos o la creación de un espacio en
la iglesia donde los necesitados puedan reunirse para comer.

3. Involucrar a la comunidad: Alienten a los miembros de la iglesia y a sus familias a


participar, contribuyendo con alimentos, tiempo o recursos.

4. Celebrar la Comunión: Enfaticen que la Navidad se trata de compartir y que, al exten-


der nuestra mesa, estamos celebrando el verdadero significado de la venida de Jesús.

Ilustración: Busquen ejemplos de iniciativas como estas y muéstrenlos a su iglesia.

Conclusión: A medida que nos acercamos a la Navidad, que nuestras mesas no solo sean
lugares de consumo, sino altares de servicio y amor. Que extendamos nuestras mesas a
todos ellos, especialmente a los que más lo necesitan. Que Más Amor en Navidad 2024 sea
un reflejo de la mesa de Jesús, donde todos son bienvenidos y alimentados, tanto física
como espiritualmente.

Oración final: Pídale a Dios que abra nuestros corazones para ser más generosos y aco-
gedores, y que nos guíe a extender nuestras mesas para reflejar su amor incondicional.

Acción Solidaria Adventista


División Sudamericana

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