8 Tres Enemigos Del Alma
8 Tres Enemigos Del Alma
8 Tres Enemigos Del Alma
-EL MUNDO-
El hombre carnal depende muchísimo del mundo en que vive. Puede decirse que
vive casi completamente sujeto a él, sin saberlo, en sus modos de pensar, sentir, hablar y
hacer. Así San Pablo decía: «Mientras fuimos niños, vivíamos esclavizados bajo los
elementos del mundo» (Gál 4,3; +Col 2,8. 20):
Las personas no suelen sentirse cautivas del mundo, aunque de hecho lo estén.
Normalmente creen que sus convicciones y conductas parten de opciones personales,
conscientes y libres. Pero esto queda muy lejos de la realidad. El mundo, con múltiples
y eficacísimos medios, moldea los sentimientos, pensamientos, conductas y actitudes de
los hombres carnales, los cuales con toda razón son llamados en el evangelio «hijos de
este siglo» (Lc 16,8). Los lazos invisibles del mundo son suaves, y tan sutiles y
constantes, que no suelen ser sentidos como ataduras. Es como un preso que estuviera
contento atado en su rincón, y experimentara sus argollas como si fueran pulseras
preciosas. Sólamente quienes intentan liberarse del mundo, saliendo del rincón donde
están sujetos, experimentan hasta qué punto esas pulseras son realmente argollas.
LA MODA CAMBIA
Así las cosas, se entiende que si Dios quiere hacer hombres realmente nuevos,
habrá de liberarlos primero de «los elementos del mundo» que les esclavizan (Gál 4,3).
De ahí las exhortaciones del Apóstol: «No os hagáis siervos de los hombres» (1
Cor 7,23). Y también: «No os conforméis a este siglo, sino transformáos por la
renovación de la mente» según Dios (Rm 12,2).
Así como la santificación aparece en la Biblia como desmundanización, el
pecado del Pueblo de Dios será la mundanización de su mente y su conducta.
-LA CARNE-
El Evangelio es claro: «El espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt
26,41). En consecuencia, la doctrina cristiana no puede olvidarse de términos como: la
abnegación de la carne, el renunciamiento, el despojamiento y desposeimiento, la
mortificación del hombre carnal.
El que no sabe negarse la apetencia… no es libre… Una de las mayores
esclavitudes de la vida de un joven puede ser el simple: “no me apetece”
2ª.─La abnegación se hace por la fuerza afirmativa del amor. Toda abnegación
cristiana es un acto de amor a Dios y al prójimo. Con la fuerza del amor fácilmente se
niega lo que sea…
-EL DEMONIO-
REVELACIÓN BIBLICA
El Demonio es el gran ángel caído que, no pudiendo nada contra Dios, embiste
contra la creación visible, contra su jefe, el hombre, buscando que toda criatura se
rebele contra el Señor del cielo y de la tierra. La historia humana es el eco de aquella
inmensa «batalla en el cielo», cuando Miguel con sus ángeles venció al Demonio y a los
suyos (Ap 12,7-9)
Del otro lado está Jesús, dándonos en el austero marco del desierto la muestra
primera de su poder formidable. Se ve que «el Hijo de Dios se manifestó para destruir
las obras del Diablo» (1 Jn 3,8), y se hace patente que el Príncipe de este mundo no
tiene ningún poder sobre él (Jn 14,30): Cuando Jesús le impera «Apártate, Satanás». Lo
echa fuera como a un perro.
Lucha entre los cristianos y Satanás. ─«El Diablo, desde esta primera aparición
en el ministerio de Jesús, es considerado como el tentador por excelencia, exactamente
como lo había sido en figura de serpiente, engañando a Eva con su astucia. Se esforzará
por sustraer a los fieles del Señorío de Cristo para arrastrarlos consigo. Su arma siempre
es la misma: la astucia (2 Cor 2,11) y la mentira (Jn 8,44; +Ap 2,9;3,9).
Por eso Satanás combate especialmente a los apóstoles de Jesús (Lc 22,31-32).
Logra a veces «entrar» en un apóstol, lo que para él es gran victoria (22,3; Jn 13,2. 27;
+6,70-71). Pero el Colegio apostólico, como tal, es una roca, sobre la cual se
fundamenta la Iglesia, que resistirá hasta el fin los ataques del infierno (Mt 16,18).
TRADICIÓN Y LITURGIA
El Demonio es peor enemigo que mundo y carne. Esto es algo que el cristiano
debe saber. «Sus tentaciones y astucias ─dice San Juan de la Cruz─ son más fuertes y
duras de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne» (Cántico
3,9).
No debemos temer al Demonio, pues el Señor nos mandó: «No se turbe vuestro
corazón ni tengáis miedo» (Jn 14,27). Cristo venció al Demonio y lo sujetó. Ahora es
como una fiera encadenada, que no puede dañar al cristiano si éste no se le entrega. El
poder tentador de los demonios está completamente sujeto a la providencia del Señor,
que los emplea para nuestro bien como castigos medicinales (1 Cor 5,5; 1 Tim 1,20) o
como pruebas purificadoras (2 Cor 12,7-10).