Digno de Adoración
Digno de Adoración
Digno de Adoración
Este individuo, a punto de ahogarse, en una forma natural clama por ayuda, cuando
repentinamente aparece un caballero bien vestido que, sin dudarlo ni por un segundo, se tira al
agua para rescatar a este pobre hombre, poniendo en riesgo su propia vida. “La respuesta de la
persona salvada es inmediata. Llena a su salvador de alabanza y exclama: ‘¿Cómo podré jamás
expresar mi gratitud hacia Usted por su acto de arrojo al salvar mi vida? ¡Gracias, diez mil veces
gracias!’” Eso es alabanza y eso es precisamente lo que hace el pecador cuando entiende lo que el
Hijo de Dios estuvo dispuesto a hacer para salvarlo. No fue simplemente que puso su vida en riesgo,
sino que la entregó para darnos vida. “El justo murió por los injustos para llevarnos a Dios” (1P.
3:18). Y eso debe llenar nuestras bocas de alabanza y gratitud.
Ahora, supongamos que el caballero que ha salvado a este hombre, no conforme con lo que ha
hecho, ahora lo invita a su casa para el día siguiente con el propósito de entablar una amistad con
él. Al otro día este hombre se dirige a la dirección indicada y para su asombro se da cuenta que el
caballero que le salvó vive en la parte más rica de la ciudad. Y su casa es la mansión más
extraordinaria del sector. Pero su sorpresa es aún mayor cuando comienza a conversar y conocer a
este hombre. Queda profundamente impresionado por su nobleza de carácter, “su bondad, su
inteligencia, su hospitalidad, su sabiduría, su afabilidad, su tacto, su humildad de espíritu”. “En
otras palabras, ahora aprecia la excelencia moral y el valor intrínseco del carácter de su anfitrión,
independientemente de lo que ha hecho por él como su salvador. Y aunque no olvida por un solo
momento que su anfitrión es su salvador, no obstante su gratitud por lo que él hizo por él es ahora
superada por su admiración y aprecio por lo que él es en sí mismo” Y como siguen desarrollando
esa amistad, mientras más le conoce, más le admira. Eso es adoración.
No se trata de un programa religioso o un conjunto de rituales. Uno de los problemas principales con los
que tuvieron que lidiar los profetas de Dios en el AT, era la tendencia del pueblo al formalismo y a
equiparar los actos externos de adoración con la adoración misma. Por ejemplo, en Amos 5:21-23, dice
Dios al pueblo de Israel: “Abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Y
si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de
paz de vuestros animales engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las
salmodias de tus instrumentos”.
Ellos estaban haciendo lo que estaban supuestos a hacer: Se reunían en el día establecido, presentaban
sus sacrificios y sus cánticos de alabanza, pero Dios no estaba recibiendo ninguna de esas cosas con
agrado. ¿Por qué? Porque era un ritual sin corazón y sin un verdadero deseo de agradar a Dios.
Amados hermanos, la verdadera adoración es algo que ocurre esencialmente en el corazón. No se
trata de llevar a cabo un ritual, sino de algo que envuelve todo nuestro ser interior: Nuestro
intelecto, nuestros afectos, nuestra voluntad- No es solo sentimental (error de asumir esto- los
incrédulos no pueden adorar a Dios, pueden unirse a la música pero no adoran)
La verdadera adoración implica un reconocimiento de la grandeza y majestad de Dios, así como
un corazón maravillado y postrado ante esa grandeza. Y tiene como punto de partida, no lo que
nosotros hacemos por Dios, sino lo que Él ha hecho por nosotros.
Es por eso que la adoración del pueblo de Dios es descrita en la Escritura como una fiesta solemne.
Como hemos dicho en otras ocasiones, para algunas personas estos términos con incompatibles: si
la adoración es una fiesta, entonces no puede ser solemne, y si es solemne, entonces no puede ser
una fiesta.
Pero la adoración que la Escritura promueve conjuga ambos elementos perfectamente
entrelazados entre sí y dependiendo uno del otro. Adoramos a un gran Dios, digno de reverencia y
temor, pero al mismo tiempo adoramos a un Padre que se ha compadecido de nosotros y ha
diseñado un plan de redención para que podamos acercarnos a El con confianza.
“La verdadera adoración está llena de gozo precisamente porque está apercibida de cuán temible es Aquel
a quien adoramos, y cuán grande es nuestro privilegio al permitírsenos acercarnos a Él. La verdadera
adoración gozosa permanece siempre apercibida del Dios terrible, temible, admirable y santo que es fuego
consumidor — y es por esta causa que... debe ser llevada a cabo en temor y reverencia. El verdadero gozo
en la adoración no es un ‘happy hour’ [y estoy citando literalmente a este autor]. El verdadero gozo en la
adoración sólo es posible cuando nos damos cuenta de cuán enorme e inconcebible provisión Dios nos ha
dado de ser capacitados para estar delante de Él — y, por lo tanto, qué privilegio indescriptible ahora
tenemos de estar en la presencia de este fuego consumidor”
¿Qué es, entonces, la adoración? ¿Cómo podríamos definirla? A la luz de lo que hemos visto hasta ahora
podemos decir que la adoración es el homenaje que la criatura admirada rinde a Dios de corazón al
contemplar por la fe Su santidad, grandeza, majestad y valor superlativo en contraste con la bajeza,
pequeñez y pecaminosidad de la criatura.