Ministrando Al Señor-2a. Revision
Ministrando Al Señor-2a. Revision
Ministrando Al Señor-2a. Revision
EL PODER DE SU
PRESENCIA
DE: ROXANNE BRANT
http://mirasoloadios.blogspot.com/
2ª Revisión
Enero de 2011.
Introducción……………………………………………………………………. 6
Ministrando al Señor………………………………………………………… 43
A
mada familia de Dios:
Es un verdadero tesoro, privilegio, honor, regocijo y deleite el que nos ha otorgado nuestro
maravilloso Abba Padre en esta Era de Gracia. El consolador que prometió Jesucristo que vendría
después de él, nos está guiando a TODA la verdad.
¡Qué tiempos tan maravillosos estamos viviendo con nuestro Abba revelándose poderosamente
delante de nuestros ojos! El poder contemplar Su Gracia, Su poder y Su gloria en medio de
milagros, señales y maravillas es algo que nos embelesa y apasiona a aquellos que amamos a
nuestro Dios con todas nuestras fuerzas.
Ha sido un verdadero gozo y privilegio trabajar en este maravilloso libro “Ministrando al Señor, El
Poder de Su Presencia” poniendo la mirada fija en nuestro Abba. Podemos dar testimonio ante Su
Presencia, de que las verdades espirituales contenidas en este libro han cambiado nuestras vidas y
nos han hecho crecer considerablemente en nuestra relación intima y personal con Él.
Agradecemos a nuestro amado Dios que inspirara a Roxanne Brant, esta hermosa hija Suya
miembro del Cuerpo de Cristo, a escribir este libro que es una herramienta muy útil para obtener
más luz sobre el tema de la adoración, la alabanza y la comunión con nuestro Padre.
Nosotros, muy escasamente sabíamos lo que es la alabanza poco tiempo atrás. Pensábamos que
sería cosa de “religiosos” alabar a Dios cantando y levantando las manos al cielo, por ejemplo. Pero
la Biblia expone muy claramente cómo el pueblo de Israel alababa así a su Dios.
David, "un varón conforme al corazón de Dios”, fue menospreciado por su esposa Mical, cuando lo
vio saltando y danzando por el gran gozo de haber recuperado el arca del pacto de los filisteos y
traerla a su ciudad. (2ª Samuel 6: 14-16). Pero a David no le importó en lo más mínimo este
menosprecio, antes respondió a Mical “…danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que
esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado”
(vers. 21b, 22). El rey David alababa a su Dios con gran alegría, con todas sus fuerzas, lo hacía
públicamente y no se avergonzaba porque sus alabanzas eran delante de su Dios. ¡Y a Dios le
agradó en gran manera el corazón de David! Como hijos amados de Dios, debemos considerar estas
alabanzas del siervo David. Su actitud nació como una respuesta natural y lógica al contemplar la
hermosura del corazón de nuestro amoroso Dios y, es así como nace también de nosotros alabar a
nuestro Padre. El libro de los Salmos está repleto de alabanzas no sólo de David, sino de otros
hombres y mujeres que amaban a Dios.
Reyes como David, Salomón, Josafat y Ezequías, alababan a Dios delante de todo el pueblo, lo
bendecían y lo glorificaban. ¡Aun el rey Nabucodonosor de Babilonia –un gentil y pagano- se
humilló ante el Dios Todopoderoso cuando reconoció Su grandeza y poder, y lo alabó! (Daniel 4:
34- 37). Era una práctica común entre los hijos de Israel y en la cual nuestro Dios se agrada
profundamente. Tristemente la alabanza, y aun más la adoración, es escasa entre muchos cristianos
hoy día.
Por supuesto que nuestro Señor Jesucristo también adoró y alabó a su Padre:
…Porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás. Mateo 4:10b
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación. 2ª Corintios 1:3.
También puedes leer Romanos 1:25, 1ª Timoteo 1:17, Efesios 1:3; 3:20,21. Estos son unos pocos
ejemplos que constan en la Biblia de cómo creyentes alababan y glorificaban a Dios. También se
ven estas expresiones en los libros de Pedro, Santiago, Apocalipsis y en realidad, ¡Por toda la Biblia
se alaba a Dios!
Cuando comprendemos lo infinitamente amados que hemos sido por Dios, cuando el espíritu santo
nos muestra cómo hemos sido reconciliados, comprados, dignificados, hechos justos y santificados
por la obra perfecta y finalizada de Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, cuando nuestro Padre
nos permite ver –según lo buscamos- Su muy profundo anhelo de establecer una relación íntima,
personal, dulce y muy amorosa con cada uno de nosotros, nuestra vida es absolutamente
transformada.
El amor de Dios es la fuerza más poderosa en el universo, y cuando somos tocados por ese amor
somos conmovidos profundamente y el natural anhelo de nuestros corazones llega a amar como
hemos sido amados, primero al Altísimo Señor, a nuestro Todopoderoso Padre que nos ha amado
como jamás imaginamos ser amados ni en nuestros mejores sueños. Y después, por consecuencia
lógica, a nuestro prójimo.
Podemos dar testimonio con gran júbilo en nuestros corazones, de que hay un poder absoluto
envuelto en este amor.
Establecer una íntima relación de comunión con nuestro Padre Celestial que, si nosotros queremos,
puede llegar a ser la más hermosa e incondicional amistad con Él, es un pleno, maravilloso e
incomparable deleite. El sabernos tan amados sana por entero nuestra vida y nos inunda de
agradecimiento. Entonces, adorar al Dios Vivo y Verdadero con el corazón desbordado de amor
llega a ser un altísimo y natural gozo, honor y privilegio que crece cada día más. Mientras lo
buscamos a Él, nuestro Padre nos atrae a Si Mismo y nos da a conocer Su gloria, entonces amarlo,
adorarlo, alabarlo y tener comunión con Él se convierte en la vida misma. Nuestro Dios llega a ser
la fuerza y el regocijo de nuestro corazón en medio de este mundo de tinieblas.
La ofrenda y sacrificio vivo que nuestro Padre anhela de nosotros en esta Era de Gracia, es nuestro
amor a Él derramado en alabanzas (reconocimiento por Sus obras y Su grandeza) y en nuestra
adoración (acercarnos a Él no sólo para pedir, sino para expresarle nuestro amor y gratitud desde lo
más profundo de nuestro corazón).
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adoraran en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca (“zeteo”-“buscar con ahínco y celo anhelante”)
que le adoren. Juan 4:33
Muchas veces, corremos de un lado a otro haciendo cosas en el mundo y aun actividades para
nuestras iglesias: Enseñamos, estudiamos, ministramos la Palabra y sanidad, pero este tiempo no
equivale, o no es lo mismo que tener un tiempo personal con nuestro Padre para ministrarle.
Ministrar a Dios, es deleitarnos íntima y personalmente con Él, dándole, ofrendándole a nuestro
Abba el amor y agradecimiento más profundo del corazón. Es un tiempo entre Él y tú, aunque
también está disponible hacer reuniones de adoración y alabanza, las cuales son muy poderosas
como describe este libro.
Para quienes hemos descubierto la preciosa joya que es este tiempo individual con nuestro Abba,
podemos testificar que es el deleite más maravilloso sobre esta Tierra. Estas reuniones de adoración
son realmente muy poderosas y sanadoras.
Te invitamos a leer este libro con los ojos de Cristo, es decir, con el espíritu que llevas dentro. No te
distraigas si encuentras algo en lo que no estás de acuerdo o no entiendes; si tú buscas crecer en tu
relación con Dios de una manera íntima y profunda “Ministrando al Señor- El Poder de Su
Presencia” puede serte de gran utilidad.
Hemos incluido al final del libro testimonios personales de la forma tan maravillosa en que nuestro
Abba Padre ha transformado nuestras vidas y entendimientos con este libro.
Es nuestra oración al Altísimo Señor que creó los cielos y la tierra, que el espíritu que llevas dentro
te siga guiando a toda la verdad y que ilumine tu entendimiento sobre la importancia y el deleite que
se encuentra en “Ministrar al Señor” y que este libro sea para ti una puerta abierta para venir a tu
Padre, amarlo, adorarlo y alabarlo libremente y que disfrutes con Él la más maravillosa aventura de
tu vida en Sus brazos, ¡una aventura que durará toda la eternidad!
L as verdades que contiene este pequeño libro han revolucionado mi vida y mi ministerio. Son
verdades Divinas. Después de varios años de enseñar y predicar este mensaje, siento más
intensamente que nunca que, si sólo miramos a Dios y antes que nada le ministramos,
veremos a la iglesia de Jesucristo erguirse con una nueva gloria y brillo, encendida con Su fuego e
inundada de una santa pasión por hacer Su voluntad.
Hemos estado demasiado tiempo adorando los ídolos de nuestros días. Se han exaltado las
tradiciones por encima de Su Evangelio y la institución se ha sobrepuesto a Su Señor. Precisamos
mudar el rumbo. Hemos permitido que todas las demás cosas prevalezcan en la iglesia, y ahora es el
tiempo de que se "levante Dios, y sean esparcidos Sus enemigos." (Salmos 68:1) a medida que nos
volvemos a Él completamente para ministrarle y para hacer Su voluntad.
Este pequeño libro no cubre de ninguna manera todos los detalles acerca de este tema de ministrar
al Señor. Se escribe simplemente para dar a conocer lo que Cristo ha hecho tan palpablemente en mi
vida. También se ha escrito porque esa ha sido la voluntad de Dios, Él me dijo que lo escribiera.
Espero que cambie tu vida de la misma manera que mudó la mía.
Dios te bendiga
Roxanne Brant
Roxanne Brant
(1943-1986)
U na de las más importantes razones, por las que hay "falta de poder" hoy en día en la iglesia
Cristiana, se debe a que los cristianos han dejado de ministrar al Señor. Bíblicamente
hablando, es evidente que nuestra ministración al Señor debe ser primordial y anterior con
respecto a la ministración a los hombres si queremos ser eficaces. Aun después de ser llenos con
espíritu santo, si nuestras prioridades con respecto a estas dos ministraciones están al contrario,
vamos a ser de poca ayuda e impotentes delante del mundo pagano en el cual vivimos.
Necesitamos de una vez por todas volver a sumergirnos en el manantial de la vida Divina y
embebernos en Él, La Fuente Única de aguas vivas. Precisamos envolvernos del maravilloso Cristo
resucitado, conocerle íntima y profundamente. Sólo entonces veremos que nuestra ministración a
Dios es la que nos capacita con renovada frescura y poder para ejercer nuestra ministración
posterior a los hombres. Será entonces que, no sólo hablaremos del poder de Dios, sino que también
lo veremos demostrado y en manifestación en nuestras vidas.
Nunca antes me había Dios iluminado tanto y grabado mi alma con otra verdad: la verdad de que
nuestra primera ministración es para Él y no para los hombres.
La revolución en mi vida se dio un día en el que el espíritu santo comenzó gentilmente a insistirme
diciendo: "Ministra al Señor. Ministra al Señor." Durante varios días seguidos, esta frase continuó
repitiéndose en mi mente. Por eso comencé a investigar en las Escrituras. En ellas encontré que,
servir al Señor, o ministrar al Señor, podían haber sido traducidas de las mismas palabras hebreas y
griegas (“sharath” en hebreo; “diakoneo” en griego).
Hay muchas maneras en las que los creyentes ministran, o sirven, al Señor. Podemos ministrarle a
través de ministrar a los que Él ama (Mateo 25:40). Podemos hacerlo también presentándole
nuestros diezmos y ofrendas. Y podemos ministrarle ofreciéndole nuestras alabanzas y adoraciones.
A pesar de las numerosas maneras en las que podemos ministrar a Dios, yo sabía que el espíritu
santo se refería a esta última vía en su insistencia – la vía que dice respecto a ministrar a Dios con
nuestras alabanzas y adoraciones.
Es impresionante ver cuán a menudo se menciona en la Biblia este asunto de "ministrar al Señor."
Durante los tiempos de esterilidad espiritual anteriores al gobierno de los reyes de Israel, cuando la
Palabra de Jehová era escasa y había pocas visiones, el pequeño Samuel "ministraba a Jehová en
presencia de Eli". (1ª Samuel 3:1).
Cuando el templo fue acabado de edificar, durante el reinado de Salomón, el arca fue traída desde
Sión y puesta en el Lugar Santísimo:
María, la madre de Jesús, ministraba al Señor mientras desbordaba las adoraciones y alabanzas al
Poderoso. (Lee Lucas 1:46-55 y compara con 1ª Samuel 2:1-10).
Ana, la profetiza, que "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén"
(Lucas 2:38) nunca se apartaba del templo "sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones"
(vers.37).
Los que eran considerados como columnas de la primera iglesia no sólo ministraban al Señor en
privado sino que también se presentaban públicamente para ministrar al Señor. (Hechos 13:1-3).
No somos sólo nosotros los que ministramos al Señor aquí en esta tierra, sino que hay millones de
seres ministrándole en los lugares celestiales.
¡Cuán numerosas son las referencias en la Biblia que nos exhortan a ministrar al Señor! ¡Cuán
importante es que entendamos el amoroso designio que Dios tiene para nosotros a medida que
aprendemos a ministrarle ahora y que nos preparemos para ministrarle por toda la eternidad!
Es importante observar que, Dios ha declarado soberanamente que Él hizo todas las cosas,
incluyendo al hombre, para Sí Mismo, es decir, para Su deleite y para Su gloria:
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos
y las que hay en la tierra...todo fue creado por medio de Él y para Él: Y Él es antes de todas las
cosas, y todas las cosas en Él subsisten. (Colosenses 1:16-17).
En Apocalipsis 4:8-11 el apóstol Juan describe las cuatro criaturas vivientes que adoraban a Dios
día y noche diciendo, "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el
que ha de venir " (vers.8b). Juan se refirió a los veinticuatro ancianos que se postraban ante Dios en
sus adoraciones diciendo, "Tú eres digno, oh Señor, de recibir la gloria y el honor y el poder
porque tú creaste todas las cosas, y para tu gloria fueron todas creadas."
Dios dice, pudiendo aplicarse sobre nosotros, en Isaías 43:7, "Todos los llamados de mi nombre;
para gloria mía los he creado, los formé y los hice." Él declara soberanamente, "Este pueblo he
creado para mí; mis alabanzas publicará." (vers.21).
Tú has sido hecho por Dios para ser Su delicia y para que le alabes y adores para siempre. Dios te
salvó ante todo para que fueses Suyo. Pero Su deseo es que le ofrezcas tu vida libremente, no
porque puedas hacer algo para Él. Sino que Él te salvó porque te amó y te anhela muchísimo.
El hombre es creado por Dios. Dios ama tanto a Cristo que Él quiere llenar el universo con un
Cuerpo de miembros creados a su misma imagen (Romanos 8:29). Él quiere personas que le
ministren por toda la eternidad y a quienes pueda ofrecerse también a Sí Mismo.
Igual que ocurre con Israel, así sucede con nosotros. Dios nos escogió porque nos amó y no porque
nosotros tuviésemos algún tipo de virtud o habilidad. Moisés le dijo al pueblo de Israel:
No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová
y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto
Jehová os amó… (Deuteronomio 7:7-8a).
Cuando comenzamos a ver quién es Dios y apreciamos Su Persona, ¿no es maravilloso amarle por
Quién es en Sí Mismo?
Amamos a Dios por aquello que es en Sí, y "porque Él nos amó primero" (1ª Juan 4:19). Dios
anhela nuestro amor y que le ministremos; sin embargo, muy a menudo, sólo nos dirigimos a Él
para recibir cosas Suyas y para obtener Sus favores.
Esto me recuerda una historia que escuché una vez acerca del Presidente Lincoln con una mujer
anciana que hizo un pedido para encontrarse con él una tarde. Cuando se presentó en la oficina del
Presidente, éste se levantó, le pidió que se sentase y le preguntó, "¿En qué puedo servirla, señora
mía?" La pequeña anciana respondió, "Sr. Presidente, yo sé que usted es un hombre muy ocupado.
Yo no he venido para pedirle nada. He venido simplemente para traerle esta cajita de galletas,
porque he oído que a usted le gustan mucho."
Hubo un silencio en el cual las lágrimas afloraron de los ojos del Presidente. Finalmente, levantó su
cabeza y le dijo a la mujercita: "Señora, le agradezco mucho por su gentil regalo. Estoy
profundamente emocionado por eso. Desde que soy Presidente de este país, miles de personas han
pasado por esta oficina pidiéndome favores y demandándome pedidos. Usted es la primera persona
que ha pedido presentarse aquí sin pedir favores y además, trayéndome este regalo. Se lo agradezco
desde lo más profundo de mi corazón."
De la misma manera, Dios anhela y espera que nos acerquemos a Él porque le amamos, en vez de
simplemente por lo que pueda ofrecernos. Él fue Quien nos hizo para Él, y somos nosotros los que
podemos presentarnos a nosotros mismos a Él y ofrecerle nuestra adoración.
La Biblia dice que nosotros, así como Israel, somos heredad Suya. "Porque la porción de Jehová es
su pueblo, Jacob la heredad que le tocó." (Deuteronomio 32:9). ¡Dios tiene una herencia en los
santos!!
Pablo oró sin cesar por la iglesia que estableció. A la iglesia en Éfeso escribió:
¡Date cuenta! La Biblia dice que Dios quiere que sepamos cuán ricos somos en Cristo. Y quiere que
nos acerquemos a Él por nuestro libre albedrío. Dios está interesado en relacionarse con nosotros en
amor.
Cuán erradamente ha enseñado la iglesia a los nuevos cristianos que fuimos salvos para servir a
Dios. ¡No! Nosotros fuimos salvos, antes que nada, porque Él quiso tener una familia. Eso es por lo
que a Él le "…agradó librar mi vida del hoyo de la corrupción; y por lo que echó tras sus espaldas
todos mis pecados." (Isaías 38:17).
Dios no negocia, ni se interesa en salvar a las personas porque precise de un gran número de siervos
que ganen el mundo para Cristo, o porque sin nosotros Él pueda perder la batalla que sostiene
contra el Diablo. Sin embargo, muchos son los cristianos que están convencidos de que están
La Biblia no habla ni una sola vez, ni nos dice nunca que hagamos algo por Dios. Nos dice que, en
Su amor y gracia, Dios desea envolvernos en la obra que Él está llevando a cabo. Podemos, eso sí,
trabajar con Él para llevar a buen puerto esa finalidad.
Desafortunadamente, debido a que la iglesia ha enseñado tan a menudo que estamos aquí para servir
a Dios, hoy en día tenemos un abundante número de Martas repletas de culpa, que están cargadas
con un sentimiento de ansiedad y de servicio. Y hay una gran escasez de sentidas adoradoras
Marías, que se hayan involucrado en una relación amorosa con Dios, la cual suple naturalmente
todas las necesidades humanas.
Cuan sencillamente las palabras de nuestro Señor nos muestran la prioridad de Dios:
Jesús no reprendió el servicio de Marta, sino su excesiva y ansiosa preocupación con "muchas
cosas" antes que poner primero a Dios. El servicio que nace de una relación de amor no es ansioso,
sino lleno de sentido y pleno de gozo.
Nuestra prioridad en nuestra relación con Dios es el amor. Sin embargo, hemos fijado nuestra
atención en ministerios, dones, órdenes y diferentes tipos de programas y servicios. Hemos puesto
nuestra atención en todo, menos en nuestro Padre. Podemos observar el resultado que ha producido
esa falta de atención en la vida de nuestra iglesia hoy en día.
Dios me asombró hace unos años atrás cuando me enseñó que muchas de las personas en el
movimiento carismático se habían vuelto "cisternas rotas" en vez de mirarle a Él. Debido al flujo
de buenas enseñanzas, las personas estaban adquiriendo cintas grabadas, libros y atendiendo
seminarios para aprender más acerca del poder de Dios y de Sus caminos y de lo que Él estaba
realizando en ese tiempo. Las cintas, libros y conferencias son buenas, pero Dios me mostró que Su
gente fue sustituyéndolas y ya no le daban importancia al tiempo que invertían mirándole solamente
a Él.
Muchas veces, es tan fácil oír por boca de otros hombres las cosas de Dios y lo que está haciendo,
que no nos damos al trabajo de ir a Su Presencia para procurar saber lo que quiere decirnos
personalmente. No nos molestamos en comunicar y en recibir directamente de parte de Dios Su
Palabra de Vida. Cuando así ocurre, entonces, esas cintas, libros y conferencias llegan a ser
cisternas rotas. Y las aguas provenientes de las cisternas nunca serán tan frescas y puras como las
aguas que corren y fluyen vivas de la fuente de Dios.
Los Fariseos sabían lo que Dios había declarado. Pero se dedicaron a edificar cisternas rotas. Se
hicieron ciegos y sordos a lo que Dios estaba declarando en aquel tiempo en el cual vivían,
simplemente porque prefirieron olvidarle y construir cisternas alrededor de Su Palabra. Necesitamos
saber lo que Dios ha dicho y lo que nos dice en nuestro tiempo. Cuando nosotros, igual que los
Fariseos de entonces, no estamos inmersos en el flujo vivificante de Dios, entonces nuestros
sentidos espirituales tienden a quedarse vacios y dormidos. Entonces tenemos muy poca o ninguna
percepción o discernimiento espiritual.
Dios nos dice a voces, "Venid a mí." (Lee, por ejemplo Isaías 55:3; Mateo 11:28; Juan 7:37). Él
nos ha sacado del Egipto de tinieblas y esclavitud y nos ha dado herencia en Su Reino. Pero
nosotros, igual que Israel, nos hemos salido de Su Presencia y nos hemos vuelto a los ídolos,
aunque sean ídolos religiosos. Verdaderamente, la adoración a las tradiciones, programas, órdenes,
y otras cosas que sobreponemos a Dios en importancia, es idolatría. Si nosotros, igual que Israel,
ponemos el énfasis en lo externo y olvidamos la vida, entonces pasamos a ser meros legalistas,
sectarios y eventualmente nos quedaremos dormidos espiritualmente. Estaremos aferrándonos a la
basura de las cosas externas, mientras que la vida de Dios se moverá en el corazón de los que lo
ponen a Él por encima de todas las cosas. Igual que Israel, nos estaremos volviendo a la esclavitud
de Egipto si no ponemos a Dios primero ni le amamos sobre todas las cosas.
En nuestras relaciones humanas, al igual que en nuestra relación con Dios, nuestra prioridad es
amar. El éxito fuera del hogar no justifica la falta de amor dentro del hogar. El orden de Dios en un
hogar, no significa nada si no hay el amor y la vida de Cristo.
Sin embargo, muchas personas prefieren invertir su tiempo en el servicio antes que al amor.
Desafortunadamente, somos por naturaleza hacedores igual que Marta, en vez de amantes y
adoradores como María. Pero Dios está buscando a quienes le amen y se acerquen a Él para
adorarle. No está buscando hacedores, sino que busca con gran anhelo adoradores. Él procura
aquellos que le "adoren en espíritu y en verdad". (Juan 4:24).
Solamente después de que esa relación amorosa se arraigue y permanezca estable y de que
centremos todas las atenciones en Él, podrá Dios enviarnos a trabajar y a cooperar con Él.
Fue Dios quién descendió y se acercó primeramente para andar con Adán y Eva en el paraíso.
(Génesis 3:8). Él nos creó con la capacidad de recibirle. Cuán a menudo sucede, cuando adoramos a
Dios en el espíritu y en verdad, que Su Espíritu desciende sobre nosotros. Eso es lo que vemos
reflejado en las Escrituras y también en nuestra experiencia: la adoración nos lleva a la Presencia de
Dios y nos trae la Presencia de Dios en nosotros. A medida que adoramos a Dios, Él se nos ofrece a
Si Mismo.
En 2ª Crónicas 5, es interesante notar que cuando el templo de Salomón fue concluido y los
ancianos de Israel fueron reunidos, el arca fue traída al templo por los Levitas, pero la gloria de
Dios no descendió en ese momento. Hubo innumerables sacrificios, sin embargo, la gloria de Dios
no descendió mientras se ofrecían.
Fue solamente cuando sonaron “las trompetas y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a
Jehová" (vers.13) que la gloria de Dios descendió. "…Entonces la casa se llenó de una nube, la
casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque
la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2ª Crónicas 5:13-14).
No fue cuando construyeron el templo. No fue cuando ofrecieron los sacrificios. Fue solamente
cuando alabaron y adoraron a Dios que la gloria de Jehová llenó toda la casa.
Yo creo que cuando Dios oye a Su gente adorándole y encomendándose en Sus manos, Él se derrite
y se dice a Sí Mismo: "Tengo un deseo enorme de descender y escuchar a mi gente, para ver cómo
Me adoran. Se están poniendo en Mis manos, por eso, ahora seré Yo quien Me ofrezca a ellos." Es,
por tanto, cuando Le adoramos que Él desciende sobre nosotros. Porque la adoración nos lleva a
estar en Su Presencia y nos trae Su Presencia en nosotros.
Siempre que asisto a servicios en los que se realizan dones de sanidad, le enseño a la gente cómo
ministrar al Señor. Yo estoy persuadida de que es cuando le ministramos a Él, que Él desciende y
nos ministra y un flujo de vida aparece donde estamos reunidos. A medida que adoramos a Dios, las
personas sanan y Dios desciende sobre ellas. Pero lo más maravilloso es la nítida sensación de Su
Presencia.
Algunas veces, hay un momento en las reuniones que la sensación de Su Presencia llega a ser tan
intensa, que se suspenden todas las actividades y esperamos en un conmovedor silencio para ver
qué es lo que Él va a hacer. Algunas veces esperamos cinco minutos, otras veces más, simplemente
respirando profundamente y siendo conscientes de los latidos de nuestro corazón y de la proximidad
de nuestra comunión con el Padre Todopoderoso, a medida que Él se impregna y nos imprime de Sí
Mismo.
Hubo una vez, cuando estábamos adorándole y cantando "Él Me Tocó," en que la mitad de las
personas presentes en la reunión escucharon ángeles cantando junto con nosotros. Yo misma no los
escuché, por eso pregunté cómo era el sonido que producían. Las personas dijeron que el coro de las
voces angelicales tenía un tono por lo menos con una octava por encima de un alto soprano y
sonaban como una centena de resonantes y magníficas campanas.
Entonces me di cuenta de por qué estaba allí aquel ángel tan poderoso. Comencé a oler la suave
fragancia a incienso y sentí la Presencia de Dios de una manera muy especial. Los minutos pasaron
a medida que todo se envolvía en el reposo de Su Presencia. El incienso permaneció en el santuario,
y era inhalado por cada uno de los presentes. Algunos se arrodillaron, a otros les corrían lágrimas
por su cara y otros, sencillamente permanecieron quietos y en silencio adorándole, teniendo
comunión con Él en el dulce sosiego de Su Presencia.
Es cuando le adoramos que Él desciende sobre nosotros y se nos ofrece a Sí Mismo para que
podamos recibirle de una manera fresca y plena. Él nos creó para que le ministremos. Fuimos
creados para Su gloria, para ofrecerle nuestras alabanzas y adoraciones y para comulgar con Él,
para que así, cuando lo hacemos, Él pueda ofrecerse a Sí mismo a nosotros.
Cuando Dios sacó los cuatro millones de hebreos fuera de Egipto, es interesante notar que Él plan
original de Dios en Su corazón era el hacer de todos ellos sacerdotes. Él no quería una única tribu
sacerdotal, la tribu de Leví. Sino que, en un principio, quiso hacer de la totalidad de la nación “un
reino de sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19:6) para Él. Ese era Su propósito.
Dios atrajo hacia Sí Mismo a los hijos de Israel. Él les prometió que, si ellos cumpliesen dos
condiciones - obedecer a Su voz y guardar Su pacto, entonces serían Su especial tesoro sobre la
tierra, "un reino de sacerdotes, y gente santa." Dios les estaba diciendo "Yo quiero hacer de cada
uno de ustedes un sacerdote para Mí. Todo lo que tienen que hacer es obedecer Mi voz y guardar
Mi pacto.”
El pueblo respondió: "Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho" (Éxodo 24:3b). Pero no
pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a adorar un becerro de oro (uno de los viejos dioses
que adoraban en Egipto) y de que se sentasen a comer y a beber y se levantasen para jugar. (Lee
Éxodo 32).
Antes de que Moisés descendiese del Monte Sinaí con las tablas de la Ley en sus manos, ya el
pueblo había quebrado el pacto y desobedecido Su voz. Cuando "ardió la ira de Moisés" (vers.19) y
arrojó las tablas de la Ley y las quebró, solamente estaba exteriorizando, al quebrar las tablas, lo
que todo el pueblo estaba haciendo interiormente, quebrando la Ley de Dios en sus corazones y a
través de sus acciones.
La única alternativa, pues, que le quedó a Dios, fue establecer como sacerdotes para Él una sola de
las tribus: la tribu de Leví.
En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová,
“…para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su Nombre hasta hoy,
por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos: Jehová es su heredad, como Jehová tu
Dios le dijo.” (Deuteronomio 10:8b-9).
Dios quiso hacer con todo Israel aquello que acabó finalmente haciendo con una sola tribu. Dios
quiso haber hecho de todo Israel sacerdotes para Él: con el propósito de que llevasen el arca del
pacto de Jehová, es decir, para que llevasen la Presencia de Dios con ellos y para que estuviesen
delante de Dios ministrándole y bendiciendo Su nombre. De esa forma, el mismo Jehová sería la
herencia de todos, y todos y cada uno se gloriarían en Él.
¿Te das cuenta de lo que Él quería en aquel tiempo y de lo que quiere hoy? Su propósito para los
Levitas fue el propósito original que tenía para todo Israel. Y es el mismo propósito que tiene hoy
en día para nosotros. Dios desea un Cuerpo de miembros que le ministren y un Cuerpo de miembros
Suyos a los que Él pueda ofrecerse.
A través de Cristo (la Cabeza del Cuerpo), Dios ha cumplido Su propósito. ¡Ahora, reuniéndonos en
el Cuerpo cuya Cabeza es Cristo, cada uno de nosotros es un hijo Suyo muy amado!
El propósito de Dios ha sido llevado a cabo en Cristo. A través de Cristo, cada creyente ha pasado a
ser un hijo Suyo delante de Él, para llevar consigo Su Presencia y para que permanezca delante de
Él ministrándole y bendiciendo Su nombre. A su vez, el Mismo Dios y Padre se nos ofrece a
nosotros. ¡Él ha llegado a ser nuestra herencia! ¡Qué cosa tan maravillosa!
Como hijos de Dios que somos, ya no tenemos que ofrecer los sacrificios de sangre del Antiguo
Testamento. Nosotros ofrecemos los sacrificios vivos espirituales del Nuevo Testamento.
Hebreos 13:15 nos dice que "…ofrezcamos siempre a Dios por medio de él, (Cristo) sacrificio de
alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen Su nombre."
Alabanza, adoración y comunión están envueltas en la ministración al Señor. Estas tres cosas son
diferentes entre sí.
Yo creo que la razón por la cual hacemos tanto énfasis sobre la alabanza y se habla tan escasamente
sobre adoración hoy en día, se debe a que la gente no ha entendido bien la diferencia que existe
entre estos dos tipos de ministración. Existen muchos libros que hablan sobre alabanza, pero muy
pocos escritos sobre adoración.
Ministrando al Señor- El Poder De Su Presencia Página 15
Me gustaría centrarme en nuestra ministración al Señor en la adoración, pero será necesario que
disertemos primero brevemente sobre la alabanza. Generalmente, la diferencia básica entre alabanza
y adoración es que la alabanza es una respuesta a Dios por lo que Él ha hecho (Sus grandes obras,
etc.), mientras que la adoración se centra en Quién es Dios, en Su Persona (por ejemplo, decirle
"Cuán Grande y Maravilloso Eres").
La palabra "alabanza" proviene de una variedad muy grande de raíces hebreas y griegas. Algunas de
ellas son traducidas de la siguiente manera: "alabanza", "dar gracias" (hillulim en hebreo), "salmo"
(tehillah en hebreo), "confesión" (todah en hebreo), "coraje", "excelencia" (arete en griego),
"gloria" (doxa en griego), "encomienda" (epainos en griego), "bendecir," "declarar bendiciones"
(barak en hebreo), "extender la mano hacia", confesión" (yadah, en hebreo), "hablar bien de"
(eulogeo, en griego), "alardear", alabar" (halal en hebreo), "cantar himnos" (humneo en griego).
Por tanto, cuando alabas a Dios, lo que estás haciendo es bendecir, encomendar y engrandecerle a
Él. Algunas veces dándole gracias, con salmos e himnos y extendiendo las manos santas hacia Él,
glorificándole al hablar acerca de Su excelencia y grandeza.
En todas partes, la Biblia nos manda que alabemos al Señor. De hecho, está escrito que, "Todo lo
que respira alabe a Jehová" (Salmos 150:6).
A medida que ministramos a nuestro Padre, nosotros "entramos por sus puertas con acción de
gracias, y por sus atrios con alabanzas" (Salmos 100:4) porque estamos llenos de gratitud hacia Él
y bendecimos Su Nombre.
Así, pues, yo creo que podemos "entrar por sus puertas con acción de gracias, y dentro de sus
atrios con alabanzas," pero si deseamos postrarnos a Sus pies, tenemos que saber cómo adorarle.
Suelo repetir que, la diferencia básica entre alabar y adorar reside en que la alabanza se centra en lo
que Dios ha hecho y adoración se centra en Quién es Él. Todos sabemos que podemos agradecer y
alabar y enaltecer seres humanos, del mismo modo que al Dios Todopoderoso. Pero no podemos
adorar a ningún ser humano. Sólo podemos adorar a Dios. ¿Por qué? Pues porque sólo Dios es
digno de recibir adoración.
Adorar significa "atribuir dignidad y honor". Es por eso que, en Apocalipsis 4:11 leemos que el
Señor "es digno de recibir la gloria y la honra y el poder." Él creó todas las cosas. Y Las creó para
deleitarse con ellas.
Muy a menudo, estamos solamente interesados en lo que nosotros podemos recibir de parte Suya.
David no pidió solamente por las bendiciones de Dios, (lee, por ejemplo, Salmos 67:1). Él también
dijo, "Bendice alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre". (Salmos 103:1).
En la adoración nosotros nos dirigimos a Dios por Quién Él es, en vez de simplemente por lo que ha
hecho.
La Biblia nos dice, "Dad a Jehová la honra debida a su nombre; traed ofrenda, y venid delante de
él; Postraos (adorad) delante de Jehová en la hermosura de Su santidad”. (1ª Crónicas 16:29).
Cuando aquellos hombres sabios provenientes de Oriente vinieron a Jerusalén a adorar a Dios por
Su salvación, ellos entraron en la casa donde se encontraba Su Hijo amado y:
La adoración lleva siempre consigo el ofrecimiento de algo a Dios, porque recuerda, Él es digno de
recibir.
Algunos años atrás me sucedió algo tan sobrenatural e inolvidable, que me dejó profundamente
impresionada. La visión que tuve en aquel día me hizo ver que mi primer ministerio o servicio tenía
que ser dirigido al Señor y, además, me hizo comprender que alabarle sin adorarle no era suficiente.
El Señor Mismo se me acercó y me mostró esta verdad. Me enseñó la diferencia que existe entre
alabanza y adoración en una impresionante visión.
Esto sucedió en un día al final de la tarde, mientras me encontraba ministrando en una iglesia
Presbiteriana carismática. La persona que dirigía el auditorio con las canciones, estuvo haciéndolo
durante veinte minutos. Estuvieron cantando las músicas habituales de alabanza y de acción de
gracias a Dios por sanidad, prosperidad y la salvación de las personas, canciones tales como,
"Sublime Gracia," "Él Me Tocó" "Bendita Confianza," y otras.
Esta visión desapareció, así, tan repentinamente como había surgido. En un instante, Dios me
mostró el porqué de aquella visión de Cristo con sus lágrimas. Se mostraba tan solitario porque, a
pesar de todas nuestras atenciones cantándole al Padre por su vida, sus hermanos ignoraban esa
maravillosa vida que de él fluía como manantial de aguas vivas. No debe extrañarnos sus lágrimas
en la visión. ¡Claro que estaba llorando!
Mi alma estaba tan atónita con lo que se me dio a ver que, cuando me di cuenta de que acababa de
ser presentada a la congregación, sentí que era incapaz de hablar o de decir cualquier cosa. Por fin
reaccioné y miré a todos y absorta todavía con el impacto de la visión que inundaba mi ser, intenté
Durante los quince a veinte minutos siguientes, cada una de las personas que había en la
congregación comenzó a cantar de una manera tan exquisita y preciosa, que ninguna mente humana
pueda imaginarse jamás.
El espíritu santo llenó nuestros cuerpos y fuimos instrumentos de honra para Dios. Todos
aprendimos lo que es la verdadera adoración. Antes, sólo se veía nuestros ignorantes intentos para
alabar a Dios. Ahora, nuestro Padre había llenado, a través del Cristo que poseíamos, todo nuestro
ser para ofrecerle una perfecta adoración.
¡Cuán indispensable es la interconexión del Cristo que tenemos cada uno, el espíritu santo que
reside y nos une a todos y cada uno de nosotros! Me acuerdo, especialmente, de cómo un hombre
que se encontraba en uno de los lados del auditorio y una mujer en el otro, cantaban en unísono y
manifestaban ríos de agua viva de palabras proféticas de adoración en un tono de escala musical con
perfecta armonía entre los dos. Ambos estaban ligados por coyunturas y tuétanos espirituales
adorando al Señor. El sonido que producían, era como si los pasajes del Libro de Apocalipsis
hubiesen sido traídos en concretización en aquel momento.
A medida que cada uno (entrelazados) íbamos adorando al Padre, me fui dando cuenta de que algo
estaba sucediendo dentro de mí. La extrema soledad que había experimentado previamente, fue
progresivamente abandonándome. Fue siendo reemplazada por un sentimiento de satisfacción y
gozo maravilloso. Aunque la figura de Cristo nunca más me apareció, el espíritu santo me permitió
ver que él estaba viviendo y sintiendo con nosotros lo mismo que vivíamos y disfrutábamos. Supe
que su soledad había sido modificada, a medida que sus hermanos continuaban ministrando a Dios.
Supe, pues, que el gozo y regocijo de este Cristo que tenemos dentro, reside en la verdadera
adoración que le ofrecemos al Padre tan maravilloso que tenemos.
Había en el ambiente una tan maravillosa gloria y una nítida y festiva Presencia del Espíritu Santo,
que nos sentimos como si estuviésemos celebrando un banquete celestial en el cual, de un momento
para otro, podríamos todos extender nuestros brazos sobre el hombro del Rey de reyes y marcharnos
ya juntos con él hacia la gloria del Padre.
Después de un espacio de tiempo, el Espíritu Santo fue gradualmente separando Su brazo del
templo y yo sabía que era el momento de entregar Su mensaje. Una vez más, el espíritu santo me
habló claramente y dijo: "Tú has ministrado al Padre y el Padre va a ministrarte a ti." Entonces me
levanté y proferí el mensaje que me dio: "Ministrad al Señor."
Comparto este testimonio contigo porque estoy convencida de que, Cristo, el espíritu que puso Dios
en cada uno de nosotros, nada tiene que ver con lo que frecuentemente pensamos que estamos
haciendo para servir a Dios en su nombre. Hay demasiados servicios centrados únicamente en la
alabanza y en los cuales, simplemente, se ignoran totalmente Su Presencia - la Presencia del Padre
con nosotros. ¡La alabanza no basta! - ¡No es suficiente! - También precisamos recogernos en Él y
adorarle. Es decir, estar sumergidos en una adoración tal, en la que cada uno de Sus hijos sea
impregnado de Su dulce Presencia, siendo consciente de Quién es Él de una forma viva y presente.
Cuando una persona renace es vivificada. Pasa a tener vida espiritual. Comienza a tener comunión
con Dios en este santísimo espíritu que nos puso dentro de nuestro ser. En ese espíritu es donde
reside la verdadera "Comunión con el Padre, y con su Hijo Jesucristo". (1ª Juan 1:3).Es en el
espíritu - y no la mente - el lugar donde Dios se comunica con nosotros, a medida que simplemente
esperamos reposados mirándole solamente a Él. Es exactamente ahí, donde nuestro Padre nos
descubre Sus revelaciones, a medida que permitimos recibirlas a través de Su espíritu (Cristo en
nosotros) y de Su Palabra.
Déjame recordarte ahora que esto no es ninguna nueva revelación, como algunos predican; sino que
estas son, sencillamente, las buenas y sólidas verdades bíblicas hechas nuevas y frescas por el
Espíritu Santo. No olvides jamás que todo debe estar en armonía y alineado con los propósitos y la
verdad establecida por Dios, Su Palabra escrita.
A medida que tenemos esa dulce comunión con Dios, se establece en nosotros Su flujo de vida en
abundancia.
Isaías escribió:
Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas
como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31).
Cuando esperamos y miramos sólo al Señor, se produce un cambio o mudanza en nuestra fuerza. Si
esperamos reposados en el Señor, intercambiamos nuestra debilidad por el esfuerzo de Él.
("Mudanza" sería una mejor traducción de la palabra hebrea "chalaph," que significa "cambiar”,
“mudar por" en vez de "tendrán" como aparece en el pasaje).
A medida que esperamos sólo en el Señor y tenemos comunión con Él, vamos absorbiendo parte de
Su fuerza. Él graba o imprime Su imagen y Sus pensamientos y pasan a ser los nuestros. Esto es por
lo que el salmista dijo, "Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma
espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana." (Salmos
130: 5-6).
Es entonces cuando el corazón de nuestro Padre se conmueve. Comienza a moverse dentro nuestro
derramando Sus bendiciones, es decir, derramándonos Su Presencia, Sus revelaciones y Sus delicias
espirituales en nuestro espíritu, en cuanto nosotros simplemente reposamos y esperamos sólo en Él,
permitiéndole que nos ministre.
¡Cuán sencillamente cada una de las facetas que conlleva la ministración al Señor fluye y se
compagina con las demás! ¡Cuán excitante es permitirle al Espíritu Santo que se mueva a través de
nuestro espíritu para ministrarle, para ministrar al Señor de todo el universo!
L a Biblia dice muy claramente que la prioridad del cristiano es ministrar al Señor. Dios es
Quien establece esta prioridad.
Aun en sentido corporativo, cuán claro vemos leyendo las Escrituras que, la razón por la cual existe
la iglesia, es primeramente para ministrar al Señor; en segundo lugar, ministrar a los santos, y
después, ministrar a todos los hombres naturales.
La primerísima razón por la que fuimos bautizados en el espíritu no fue para que testificásemos a
los hombres sino para que adorásemos al Señor, para tener comunión con Él. Cuando ponemos esto
en primer plano, todas las demás cosas esenciales de la vida del cristiano caen en su debido lugar.
Es por este motivo que el espíritu capacita al creyente para que hable en lenguas desconocidas y
sobrenaturales, con las cuales se adora a Dios convenientemente. Nosotros no podemos cumplir
correctamente nuestro primer ministerio para Él sin la manifestación del espíritu de hablar en
lenguas.
Siempre que Dios hace algo por primera vez, es bueno que veamos de cerca todos los detalles que
están envueltos en su realización. Por ejemplo, en el primer capítulo del Libro de Génesis, vemos
que, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él primeramente Se movió a través de Su Espíritu
(Génesis 1:1), después habló la Palabra y todas las cosas se concretaron. (Lee Génesis 1).
Primero, el Espíritu se movió; segundo, la Palabra de Dios apareció. Dios se mueve de acuerdo a
este mismo modelo hoy en día.
Es bueno que leamos cuidadosamente el primer capítulo de Génesis. Necesitamos aprender esta
valiosa lección: El Espíritu Santo y la Palabra trabajan siempre juntos.
En Hechos 2, vemos otra vez el mismo modelo de Dios. Pentecostés es el registro de la primera vez
que fue derramado el espíritu santo "sobre toda carne" (vers.17), no simplemente sobre los
profetas, sacerdotes y reyes. "Toda carne" incluye hombres, mujeres y niños, sin tener en cuenta la
posición social que disfrute en su vida.
A medida que estudiamos de cerca cómo Dios operó en el momento en que derramó espíritu santo
por primera vez sobre toda carne, vemos que Él inspiró primeramente a los hombres y mujeres para
que hablasen las maravillas de Dios. Después inspiró a Pedro a predicar el Evangelio a varios miles
de personas y como resultado muchos de ellos fueron convertidos. La adoración a Dios viene
primero. Testificar a los obreros que Él nos envíe viene después.
En Pentecostés, los nuevos cristianos hablaron en otras lenguas, "según el espíritu les daba que
hablasen" (Hechos 2:4). Todos los judíos dispersos que estaban reunidos pudieron oírlos y muchos,
entendieron las hermosas lenguas que estaban hablando. Ellos oyeron a los nuevos cristianos hablar
"las maravillas de Dios" (vers.11) en las lenguas que provenían de manifestar el don de espíritu
santo:
La primera cosa que los nuevos cristianos hicieron cuando recibieron espíritu santo fue hablar “las
maravillas de Dios”. Sólo después habló Pedro inspirado con ese espíritu y predicó aquel sermón
que resultó en la conversión de cerca de tres mil personas. (Vers. 14-41).
Las Escrituras nos dicen, por tanto, que la primera razón por la que fuimos bautizados en espíritu
santo, fue capacitarnos para ministrar a Dios -alabarlo, adorarlo y tener comunión con Él, y la
evangelización de los obreros que Dios nos envía llega después y es una consecuencia directa de esa
ministración a Él.
Para poder ser eficaces a la hora de adorar a Dios en espíritu y en verdad, precisamos de la conexión
sobrenatural denominada bautismo en espíritu santo, es decir, nacer desde lo alto.
La primera evidencia que manifestamos en el mundo de los sentidos cuando somos llenos del don
de espíritu santo es hablar en un idioma desconocido para nosotros, una lengua sobrenatural que
proviene del espíritu. Nuestros corazones se vuelven completamente a Dios, con Quien hemos sido
reconciliados por Jesucristo en el justo momento en que renacimos. (Lee Romanos 5:10; 2ª
Corintios 5:18-19; Colosenses 1:21-22) Ahora hemos sido hechos cercanos a Él. Vemos una
expansión de Dios. Tenemos una nítida revelación Suya. Hemos sido trasladados a una nueva
dimensión.
Viendo a Dios con este prisma, deseamos adorarle en las lenguas que ha puesto en nuestro espíritu.
No hay otra respuesta posible de un creyente para su Dios, después de haber sido bautizado en
espíritu santo, que no sea la de adorarle. Las palabras humanas son demasiado limitadas. Ellas no
pueden contener el flujo de adoración que desborda el espíritu. Por tanto, Dios ha puesto dentro de
nuestro espíritu una lengua sin limitaciones, un lenguaje que es sobrenatural, una de sus
manifestaciones.
Hay muchas personas que me preguntan, "¿Para qué necesito hablar en lenguas?"
Yo sencillamente les digo que si ellos no llevan a cabo esta manifestación del espíritu, entonces no
podrán cumplir su primer ministerio, que es el de ministrar a Dios.
Hay una cantidad enorme de gente diciéndole a Dios, que les gustaría evidenciar todas las
manifestaciones del espíritu menos la de hablar en lenguas.
Son como un hombre que entra en una zapatería y compra un par de zapatos pero le dice al
dependiente: "Yo no me llevo este par de zapatos hasta que no le corte la lengüeta." ¡Cuán
estúpido!!
Confía en Dios y toma partido de todas las manifestaciones del espíritu que te ha ofrecido, para Su
gloria y en beneficio de muchos.
Cuán maravilloso es estar capacitado para adorar a Dios sin limitaciones, estar embebidos en la
gloria y la maravilla de la persona de Cristo y llegar a conocer a Dios más íntima y profundamente
de lo que sería posible por cualquier otra vía.
Y cuando vienen las tribulaciones que se sobreponen hasta al más fuerte de los santos, uno continúa
adorando, porque es infundido de poder por el don de espíritu santo.
La Biblia nos muestra muy claramente que nuestro primer ministerio es para el Señor y nuestro
segundo, como consecuencia, ministrar a los hombres.
En el segundo capítulo de su primera epístola, Pedro comparó a los cristianos a “piedras vivas”.
Esas no son piedras ordinarias. Ellas están vivas. A primera vista, eso parece una manera muy
extraña para describir a un creyente en Cristo. Pero cuando nos acordamos de que Cristo es
comparado a una roca y nosotros que creemos recibimos su naturaleza de roca, entonces podemos
comenzar a entender por qué Pedro utilizó la metáfora de las “piedras vivas”:
Pedro declaró que cada creyente es edificado como casa espiritual. Nosotros crecemos juntos como
vivas y sonantes piedras. De esta manera, todo el edificio espiritual crece para ofrecer sacrificios
espirituales, los sacrificios de alabanza y adoración. Nosotros estamos continuamente ministrando
al Señor como hijos amados, para ofrecerle los sacrificios de alabanza y adoración a Dios sin cesar.
Cuán a menudo nos aproximamos a Dios solamente para obtener lo que de Él esperamos: "Dios
dame un mensaje para Tu gente. Sana a mis amigos. Provee mis necesidades. Ayuda a este
programa," y cosas por el estilo.
Pero Dios está intentando hacernos entender algo. Nos está diciendo: "Si tú solamente me adoras a
Mí, si tú sencillamente vienes y Me ministras, entonces cada oración será respondida. Todo lo
demás vendrá por añadidura si solamente te acercas y antes que nada Me adoras; si te acercas y Me
procuras a Mi, el Único que se encuentra por encima de todas las cosas.”
Dios nos ha creado, formado y hecho y nos ha llenado para que seamos vasos que transbordan, que
derraman alabanzas a Dios, derramando un ministerio de adoración para Él que irá en aumento
hasta la eternidad.
Cuando estamos llenos del espíritu santo, horas de alabanza y de adoración se derraman a Dios
sobre el altar de nuestros corazones. Y no olvides que, el fuego en el altar del tabernáculo en el
Antiguo Testamento nunca desaparecía, ni de noche ni de día - tampoco desaparece nunca el fuego
del espíritu santo de tu corazón. Arde continuamente, inspirándote a alabar y adorar a Dios sin cesar
para ministrarle.
Esto significa que, como hijos de Dios, nosotros le ministramos siempre. Por ejemplo, a las siete de
la mañana, cuando ustedes los hombres se están afeitando, ofrezcan algún sacrificio espiritual a
Dios, alguna alabanza y adoración para Él.
En ese momento, cuando ustedes mujeres están dándole vueltas a los huevos en la freidera, ofrezcan
algún sacrificio espiritual a Dios.
El espíritu permanece vivo y ardiendo dentro de ti veinticuatro horas al día, tanto da que estés
despierto como dormido. El espíritu nunca duerme. El te lleva a que ministres al Señor veinticuatro
horas por día, si tú se lo permites.
¿Te acuerdas de lo que le dijo el maestresala al esposo en la boda de Caná, donde Jesús transformó
el agua en vino? - Le dijo así, "Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido
mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora" (Juan 2:10).
Nosotros sabemos que el vino del final del banquete era el mejor, porque Jesús lo hizo así
milagrosamente. Y el mejor vino, hablando en buenos términos de enseñanza Bíblica, todavía está
por llegar en nuestros días. Una de las verdades que Dios está mostrando en el presente tiempo es
que la primera responsabilidad del creyente es ministrar a Dios.
Yo creo que es fatuo pensar que podemos ministrar efectivamente a los hombres sin haber
aprendido primero cómo ministrar a Dios. Es nuestro ministrar a Dios lo que nos lleva al cuidado de
los hombres con una efectividad y poder que necesitamos desesperadamente hoy en día. El
bautismo en espíritu santo es el potencial único que provee ese poder. Cuando ministramos al Señor
y nos embebemos en Él, a través de Su espíritu, llegamos a un punto en el cual Él es nuestra
Recompensa. ¡No un ministerio, no cosas, no sanidad, no prosperidad financiera, sino que el Señor
Mismo es nuestra Recompensa! Él es nuestra respiración, nuestro "TODASLASCOSAS."
Hay tantas personas que usan su religión como moneda de cambio para poder ganarse los beneficios
de Dios. ¡Qué cosa tan atroz! ¡Dios no lo quiera! Esos miembros religiosos ministran para
glorificarse a sí mismos y gastan todas sus energías para la obra del Señor. ¡Qué cosa tan horrible!
Si lo único que hacemos es lo que Dios nos guía, todo lo demás caerá en su debido lugar. Y será
siempre Él Quien reciba toda la gloria.
Él dijo, "Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas" (Mateo 6:33).
Déjame darte un ejemplo varón amado de Dios, imagínate que tienes una hija pequeña de seis años,
y que ella sale corriendo para abrazarte cuando llegas del trabajo, salta encima de ti y con sus
pequeños brazos alrededor del cuello, te da un abrazo y entonces dice: "Papi, he visto una linda
muñeca en la tienda. A mí me encanta porque es de color limón y tiene una deliciosa sonrisa y sólo
vale tres dólares. Anda papi, ¿puedes darme tres dólares para comprarla?"
Ahora bien, si solamente te pidiera la muñeca, es posible que le des los tres dólares y es posible
también que no se los des. Sin embargo, suponte que la hija pequeña se te acercara de otra manera.
Qué si ella entrara en la sala, saltase sobre tu pecho, pusiese sus lindos bracitos sobre tu cuello, te
diese un gran abrazo y te dijese, "Papi, estoy tan feliz de que Dios me haya dado un padre como tú.
Tú eres el mejor padre del mundo entero. ¡Te amo tanto!”
Ella no precisó pedirte nada. Pero te garantizo que sé muy bien cómo te complacería cuando te
dijera eso: Te sentirías tan bien que echarías mano de tu cartera y la vaciarías en sus manitas. ¿Por
qué? Simplemente porque te conmovió el corazón con la expresión de su amor.
Así es con nosotros. Cuando vamos a Dios simplemente por lo que Él es en Sí Mismo y le
expresamos nuestro amor, Su corazón se conmueve. Derrama Sus bendiciones sobre nosotros y nos
corona nuestros pedidos de una manera tierna y generosa.
Hemos puesto nuestra ministración primera en segundo lugar (en Portugal se dice "poner la carroza
delante de los bueyes" Nota del traductor). Realmente tenemos que mudar de sentido, porque
haciendo así cometemos idolatría. Habremos sobrepuesto la institución por encima del Señor.
Estaremos exaltando la tradición de los hombres por encima del Evangelio. Habremos exaltado la
obra del Señor por encima del Señor Mismo. Estaremos demasiado ocupados haciendo esto o
aquello o lo de más allá.
Lo que Dios está intentando decirnos es: "Haya paz. Ve a cualquier sitio y minístrame a Mí.
Entonces no habrá esfuerzos inútiles, ni palabras inútiles, y todo será hecho en el poder de Mi
Espíritu".
Algunas personas encuentran muy difícil creer esto, pero, cada vez que me aparto así para buscar a
Dios, es Él quien me encuentra. Y quiero decir que en todas partes. No me importa nada dónde sea.
Me lleva sólo unos minutos hasta que me elevo en adoración a Él.
Esto también puede darse en tu vida, si cultivas tu relación con Él. Requiere decisión, pero
ciertamente nada es tan digno de tu atención como el Dios vivo y verdadero.
Ana, la profetisa, pasaba mucho tiempo ministrando al Señor y en comunión con Él:
Voy a ser sincera. Cuando llegué a ser cristiana, leía aquel pasaje y pensaba que Ana tenía que
ministrar al Señor "de día y de noche con ayunos y oraciones" porque tenía aquella edad tan
avanzada. Yo suponía que no tendría más cosas que hacer. O que no podía hacer nada
prácticamente, como por ejemplo ganar almas para Dios, una vez que era demasiado anciana y
débil.
Después de saber que la primera ministración del cristiano debe ser dirigida para el Señor, me di
cuenta entonces de que Ana estaba ejerciendo la cosa más importante, realizando el más importante
de los ministerios.
Si intentamos ir a cualquier lugar sin haber orado por ese sitio, o lo que es igual, si intentamos hacer
la obra antes de haber ministrado a Dios, entonces estaremos cayendo en nuestros propios
esfuerzos. Y todo ese trabajo será con limitado provecho:
Cuando María y José siendo Jesús niño lo trajeron al templo, Ana sabía exactamente lo que estaba
sucediendo. Ella estaba en el sitio cierto de Dios, en el momento cierto de Dios, repleta de la
revelación que había recibido acerca de quién era Jesús. Ella le dio gracias a Dios y "hablaba del
niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
Muchas personas dirían que Ana era consciente de los propósitos de Dios en Cristo y de quién era
Jesús porque ella era una profetisa. Por tanto, Dios le revelaría Sus secretos, ya que Amos 3:7 dice
que "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas."
Pero yo estoy convencida de que Dios le mostró Su secreto, no precisamente porque fuese profetisa,
sino porque estaba siempre delante de Él ministrándole. Fue cuando se encontraba ministrando al
Señor que Dios le reveló Sus planes con el niño.
Si ministramos a Dios, Él también nos declarará Sus secretos, Sus revelaciones y Sus misterios a
nosotros.
Ana no estaba haciendo las cosas con su propio esfuerzo. Ella se encontraba esperando en Dios y
reposada en Él, ministrando a Dios a través de su espíritu. Ana era una mujer espiritual.
Hay demasiada obra cristiana sin sentido. Sin las bendiciones de Dios, porque no estamos en
conexión con Dios.
Muy a menudo, estamos fuera de comunión con Dios y hacemos sólo suposiciones acerca de Dios.
Nos adelantamos a Sus propósitos.
Debemos aprender a ministrar al Señor y a saber esperar en Su Presencia hasta que nos dé luz verde
para movernos. Tenemos que aprender que, hacer lo que Dios no nos haya mandado, es pecado,
aunque sean "buenas obras" las que hagamos.
Hay demasiadas personas que están muy ocupadas haciendo cosas buenas y que se encuentran lejos
de lo mejor que Dios tiene para ellos. Sus vidas están muy lejos de Su propósito supremo.
Adelantarse al Señor y presuponer que podemos cumplir cualquier cosa para Su Reino es totalmente
absurdo. Que Dios nos perdone por este pecado de altivez.
Hasta que no ministremos primeramente al Señor no vamos a poder ser eficaces a la hora de
ministrar a nuestros hermanos. No podemos obstinarnos y poner delante de Dios nuestras
convicciones -hacer algo que no nos pide que hagamos. Ni tampoco deberíamos ser rebeldes contra
el Señor y andar en nuestros propios caminos y por separado. Tenemos que seguirle a Él y andar
con Él. Obstinarnos ante Dios y adelantarnos a Él es un mal pecado comparable en la Biblia al de
rebeldía, el cual nos hace seguir nuestros propios caminos por separado y fuera de la Presencia de
Dios.
Alguien dijo alguna vez que, si el Espíritu Santo (Dios) saliese de la tierra, el ochenta por ciento de
la obra cristiana seguiría realizándose como de costumbre. Si eso es verdad, significaría que ochenta
por ciento de las cosas que la iglesia de Dios está realizando estarían impregnadas en el pecado de
rebeldía ante Dios.
Cuán convictamente citamos la Escritura, "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha
dicho Jehová de los ejércitos." (Zacarías 4:6b), y, sin embargo, muchas veces ponemos la obra
antes de haber ministrado al Señor.
Nuestro ministerio a los hombres debe ser una consecuencia de nuestro ministrar al Señor si
queremos que sea eficaz. De otra manera será llevado a cabo con el poder del alma humana y con
una motivación equivocada. De alguna manera, podemos decir que la adoración debe venir antes
que la obra y que, la adoración intensiva, es la que nos lleva a la ministración eficaz extensiva, o
ministración a los hombres.
Cuando ponemos la obra delante de la adoración, todo lo que hagamos se quedará muy corto.
La carne tiende siempre a las obras. La naturaleza carnal nos repite incesantemente: "¡Haz esto...haz
lo otro...haz lo de más allá!”
Dios nunca nos dice nada de eso. Todo lo contrario, Él nos dice, "Reposa en Mí, Permanece en Mí.
Cuando sea el momento, seré Yo quien te envíe a mis obreros para que los ministres."
Hay una bella imagen en el Cantar de los Cantares en la cual Dios se refiere a la esposa de Israel
diciendo, "Tus ojos (son) como los estanques de Hesbon" (Cantar de los Cantares 7:4).
Dios tiene una multitud de ríos. Tiene muchos lagos y océanos y cataratas, pero no tiene muchos
estanques. Él tiene una multitud de personas que van deambulando de un lado para otro, que se
¿Qué es lo que hace un estanque? Reflejar. El creyente refleja a Cristo exactamente de la misma
manera que este almacén de agua refleja al sol en el estado natural. ¿Quieres obtener una fotografía
verdadera del sol, de las montañas o de los árboles? Entonces echa una ojeada a un estanque de
aguas quietas y profundas.
Eso es lo que Dios quiere hacer de ti y de mí: Un reposado y profundo estanque que refleje a Su
propio Hijo.
Después de retirarle el barro, Dios delimita estos depósitos o estanques con las piedras de Su
verdad. Y, después, los llena de aguas puras y cristalinas, el espíritu santo, que es la vida de Cristo
en ellos. Entonces es cuando surge una profundidad, una frescura y una claridad que no teníamos
anteriormente en nuestras vidas.
Este es uno de los resultados de nuestra adoración a Dios, de nuestra comunión con Él. Aprendemos
a esperar en el Señor y pasamos a ser sosegados y profundos estanques reflejando a Cristo. De la
misma manera que el estanque mantiene el reflejo quieto en él, así tenemos que aprender a estar
quietos y a esperar ante el Señor para que vaya progresivamente grabando Su impresión en
nosotros.
Llevamos a cabo todo tipo de programas y técnicas de difusión para que el movimiento cristiano se
mantenga activo, trabajando y haciendo obras voluntarias, pero realmente no pasará casi nada hasta
que el estanque refleje a Cristo. Este tipo de poder no proviene nunca de hacer obras, sino por estar
quietos y reposados ante Dios.
Yo ando en seminarios y conozco todos los programas. Me paso cuatro horas allí. Se cuantos
programas tenemos para conseguir que las personas se envuelvan trabajando y sirviendo, para
mantener a las personas dando. Pero ninguno de esos programas tendrá éxito a menos que el vino de
Dios corra en cada estanque.
Cuando quieras entrar en contacto con el Dios Todopoderoso, métete en una habitación durante
varios días, cierra la puerta, y pasa tiempo a solas con la Biblia y con Dios. Cuando le digas a Dios
que no saldrás de esa sala hasta que obtengas todo lo que Él tiene para ti en Cristo, Dios tendrá que
moverse. Él verá tu persistencia y Su vino fluirá por tu vida. Las personas se te acercarán para oírte,
porque tú estuviste ministrando al Señor.
Comenzarás a ver a personas realmente tocadas por la mano del Salvador, no sólo por el mensaje
sino por el Espíritu Mismo de Dios.
Permanece quieto. Comienza a leer la Palabra. Comienza a ministrar a Dios. Él nos dará el método
a seguir. Él nos dará la forma en que llevemos a cabo nuestra aproximación. No importa nada si el
creyente vive en una gran mansión o en una casa de ladrillos, la aproximación a Dios es la misma
en todas partes: ¡En adoración y proveniente de la ministración!
Cuando estamos repletos de alabanza y adoración al Señor, se llega a andar en la plenitud del don
de espíritu santo. Pablo, en el quinto capítulo de la epístola a los Efesios, nos dice que si nosotros
nos mantenemos andando en la plenitud del espíritu santo, entonces aparecerán tres resultados:
En primer lugar, alabaremos y adoraremos a Dios (vers.19); segundo, le daremos gracias a Dios por
todas las cosas (vers.20); y tercero, nos someteremos los unos a los otros en el temor de Dios
(vers.21). Estos son los tres resultados básicos que debemos procurar en nuestras vidas a medida
que andamos en la plenitud del espíritu santo.
Cuán interesante es observar que Pablo diga que, la primera evidencia de nuestro andar en la
plenitud del espíritu santo, es desbordar adoraciones y alabanzas que emergen espontáneamente
del espíritu de Cristo que habita en nuestros corazones. Estamos empapados de Cristo y de toda su
plenitud.
Lo más maravilloso de mi vida no son los milagros o los dones de sanidades, sino el gozoso
privilegio que tengo de ministrar a mi Padre en los lugares celestiales. Es la maravillosa conciencia
que tengo, en cada minuto del día, de que soy un hija de Dios, guiada y llevada por el espíritu santo
y andando con el Rey de reyes.
La iglesia del primer siglo sabía que su primer ministerio era para el Señor.
En Hechos 13, encontramos que los líderes de la iglesia de Antioquía conocían un poderoso secreto.
Sabían que, a medida que ministraban a Dios, también Él les ministraría a ellos en sus vidas. Se
reunían para celebrar y orar y ministrar ante el Señor. Ellos tenían una iglesia para cuidar, y todo un
mundo a ganar para Dios. Pero estaban conscientes de que sólo podrían llevar a cabo ese cometido
con el poder de Dios:
Cuando estaban ministrando al Señor, Dios habló y les entregó Sus métodos, Su sabiduría y Su
poder para que conquistasen el mundo.
Muy a menudo decimos, "Señor haz esto por nosotros. Señor, bendice nuestros esfuerzos." Estas
oraciones nunca serán las mejores; en vez de eso, deberíamos primeramente ministrar al Señor, ser
llenos de Su poder y llegar a ser aquellos estanques donde el espíritu santo pueda imprimir la
soberana voluntad de Dios.
Cuando los líderes cristianos del primer siglo se reunían, ellos ministraban al Señor, Y el Espíritu de
Dios dirigía sus operaciones y les llenaba de poder para conquistar al mundo.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento ministraban al Señor y a la gente. Pero antes que nada,
ministraban al Señor.
En Ezequiel 44 hay un hermoso pasaje concerniente a los dos tipos de ministerios que debemos
llevar a cabo: La ministración al Señor y la ministración a las personas (porque los demás podemos
Ciertos levitas permitieron que Israel cayese en la adoración de los ídolos porque antepusieron otros
asuntos delante de Dios. Llegaron a estar tan preocupados con la ministración a la gente que pura y
simplemente se alejaron de Dios. Y Dios manifestó Su indignación de la siguiente manera:
No importa que el ídolo sea de madera o de piedra o motivaciones personales en servicios a Dios,
todos son idolatría.
Dios dijo: "De acuerdo, ellos son todavía mis levitas, pero tienen que cargar con su pecado. Y la
consecuencia de su pecado es que mientras sean ministros en mi santuario y estén a cargo de las
puertas de la casa, ellos ministrarán solamente a la casa."
Servirán las ofrendas y todos los sacrificios para el pueblo. De cierta manera, podríamos decir que,
estos levitas, ilustran también a todos los que acercan a la gente a Cristo a través de su sangre sin
ministrar primero a Dios. A los que anteponen la obra, al Señor de la obra. Estos creyentes, aunque
establezcan la paz entre Dios y el pueblo y evangelicen a la multitud, se estarán perdiendo de lo
mejor.
Por eso Dios añade acerca de aquellos levitas, "No se acercarán a mí" (vers.13). Medita un
momento lo que esto quiere decir: Estos levitas todavía podrán ministrar la casa, pero no disfrutarán
de un verdadero sentimiento de proximidad con Su Dios aún siendo Sus ministros. Podrán hacer la
obra del Señor, pero no podrán ministrar al Señor de la obra.
Para alguien que entienda lo que significa ministrar al Señor, esta debe ser la más terrible
consecuencia con la que haya que cargar. Esto no tiene por qué sucederle a nadie hoy.
Los otros sacerdotes mencionados en esta escritura son los denominados hijos de Sadoc (vers.15). Y
ya que Sadoc significa "justo" y que Jesucristo es el único justo, cuán significativamente estos hijos
de Sadoc representan aquellos cristianos que vendrían y que pondrían la ministración a Dios en
primer lugar en sus vidas.
Estos hijos de Sadoc, dice esta parte de la Escritura, se mantuvieron fieles en el cuidado del
santuario del Señor mientras que los otros sacerdotes de los israelitas guiaban a perdición a Israel
anteponiendo otros asuntos primero.
Dios dice que se acercarán a Él así por haberle ministrado antes que a nada ni a nadie. Solamente
los que le ministran así poseen el más precioso de los ministerios: La ministración para el Señor.
Deja que lleguen catástrofes, permite que venga la depresión, que se instale la recesión, deja que
venga lo que quiera, ¡nosotros jamás debemos parar de ministrarle ante todo y sin cesar! Antes de
comer, antes de cenar, antes de desayunar, antes de cualquier cosa, nosotros debemos ministrarle
ante todo. Nada puede obstaculizarnos ni se debe entremeter en ese sagrado y permanente tiempo
con Él. Si permites que algo interfiera ahí, serás robado de tu privilegiado tiempo de adoración. Si
dejas que algún compromiso se entrometa, saldrás perdiendo, pues serás robado de la plenitud de
gozo que hay en Su Presencia.
Había un hombre que había escrito muy buenos libros acerca de la Biblia. Empleaba seis horas
diarias de su vida es su estudio de la Biblia. Un día fui a verle y le pregunté, “¿Cómo puede usted
hacer eso?” Y él respondió, "tomándome el tiempo, sencillamente."
Esta es una declaración bastante simple y real. Él empleó 100.000 horas de su vida estudiando la
Biblia y pronunció muchísimos comentarios sobre ella. Todo porque no permitió que nada, ni nadie
interfiriese o le distrajera de su estudio de la Biblia.
Ezequiel declaró la Palabra del Señor posteriormente con un aviso muy interesante:
Y cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán vestiduras
de lino; no llevarán sobre ellos cosa de lana, cuando ministren en las puertas del atrio interior y
dentro de la casa. Turbantes de lino tendrán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino sobre sus
lomos; no se ceñirán cosas que los hagan sudar. (Ezequiel 44:17-18).
Aquí, por tanto, se declara que cuando los sacerdotes se introdujesen en el patio interior, ellos
debían vestirse sólo con piezas de lino y no debían traer nada en su cuerpo que fuese de lana cuando
ministraban delante de la Presencia de Dios.
Nuestro Dios es un Dios celoso y nosotros somos Sus adoradores. Por tanto, Él no permite que
contaminemos Su gloria con nuestro sudor.
Pues mirad hermanos vuestra vocación, que no sois muchos sabios según
la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para
avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del
Los sacerdotes debían llevar turbantes de lino, calzoncillos de lino, así que nada podrían vestir que
les hiciese sudar. Está claro que la carne es la que suda y no el espíritu.
Dios nos está diciendo que Él no quiere ver ningún tipo de obra de la carne. Ninguna carne podrá
jamás jactarse en Su Presencia.
Dios no puede utilizar, como instrumento Suyo, a hombres y mujeres que se estriben en sus
habilidades carnales y que confíen en sí mismos. El procura a aquellos que se apoyan sólo en Él, en
todas las cosas que emprendan. De esta manera, Dios es Quien recibe toda la gloria y no el hombre.
Toda nuestra educación y entrenamiento tienen que llevarse y ser depositadas en la cruz, juntamente
con todos nuestros pecados, para que ninguna carne se vea tentada a jactarse en sí misma, sino que
el Espíritu Santo y sólo Él, pase a ser la única sabiduría para nuestras vidas.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida
por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:7-8).
Nada que produzca sudor puede penetrar en la Presencia de Dios. Dios está harto de servicios y
adoraciones carnales y se encuentra procurando incesantemente personas que le ministren a Él en el
poder del espíritu.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán
al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23-
24).
Dios está procurando gente que le ministre, que le adoren en espíritu y en verdad.
Nuestra función más importante es ministrar a Dios. Y esa ministración debe anteponerse a todo lo
demás. Jesús nos enseña esto utilizando una parábola.
Aquí vemos mencionados dos tipos de trabajos para nuestro Señor: Arar el campo o apacentar al
ganado y el trabajo de servir al Maestro.
Lo que nos pide que hagamos es: "Prepárate para servirme a Mí, hasta que haya acabado de cenar
Yo, después cuidarás de ti."
Este no es un retrato fiel de la vida de muchos cristianos. Después de un fastidiante día de trabajo,
llegamos a casa, leemos el periódico o vemos las noticias y nos sentamos a comer con la familia.
Después de cenar, jugamos con los hijos y les leemos una historia de la Biblia antes de que se vayan
a la cama. Entonces los metemos en la cama y les decimos buenas noches. Esto nos deja unas dos o
tres horas de tiempo libre para trabajar, descansar, y conversar antes de que felizmente cerremos
nuestros ojos para pasar la noche.
Nos sentimos satisfechos, calientitos y repletos. Sin embargo, mientras descansamos tan
confortablemente, El Señor se encuentra todavía sin cenar en la mesa y lleno de hambre.
No ha sido ni calentado ni alimentado. Ni tampoco ha sido ministrado. Sus anhelos no le han sido
satisfechos. ¡Dios no lo quiera!! Necesitamos arrepentirnos.
Él busca gente que le ministre. Está hambriento de nuestra adoración y alabanza. Precisamos
arrepentirnos y ponerle a Él primero y prepararnos para ministrarle a Él.
Debemos aprender a acercarnos a Él y decirle: "Señor, no vengo con otro propósito sino el de
adorarte a Ti, Yo estoy muy cansado esta tarde, pero antes de irme a la cama esta noche, Señor, he
venido a ministrarte a Tí.” Y después que lo hayamos puesto primero a Él y de que lo hayamos
ministrado hasta que se dé por satisfecho, todavía tenemos que darnos cuenta de que "somos siervos
inútiles, porque simplemente hemos hecho lo que debíamos hacer."
Necesitamos ir a Dios y decirle: "Padre, perdóname por haberte dejado a un lado y pensado sólo en
mí mismo. Verdaderamente lo siento. Quiero volver a mi primer y más importante ministerio, mi
ministración a Tí. Pero preciso de Tu ayuda. Ayúdame a levantarme y a esperar en Tí. Ayúdame,
cuando vengan tantas cosas que parezcan reclamar mi tiempo y atención, para ponerte a Ti primero,
no importa lo que eso cueste, todo dejaré a un lado."
La adoración está antes que el trabajo. El Señor de la Obra está antes de la obra del Señor. Para
tener un campo externo ministerial que florece lleno de frutos, tenemos que poner nuestro campo
interno a ministrarle primeramente. Porque es a medida que le ministremos a Él, que Él nos ministra
a nosotros y a través de nosotros. Si buscamos primero el Reino de Dios y Su justicia, todas las
cosas que necesitemos vendrán por añadidura (Mateo 6:33).
Cultiva la Presencia del Señor, Acércate a Su Presencia, y deja que Su Presencia te inunde y repose
en ti.
Hay varios aspectos respecto a ministrar al Señor que están expuestos en Génesis 22 donde la
palabra "adoración" se menciona por primera vez en la Biblia.
En primer lugar, vemos que Abraham creyó a Dios. Igual que Abraham, necesitamos la fe para
adorar a Dios.
La Biblia dice:
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que
se acerca Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6).
Solamente después de ser renacido y de haber entrado en Su Reino, te puedes presentar delante de
Dios, por fe y llegar a ser consciente verdaderamente de lo cercano que de ti se encuentra.
Solamente entonces puedes unirte en adoración a través de la guía del espíritu santo.
En segundo lugar, Abraham obedeció al mandato de Dios y salió para ofrecerle el sacrificio o
adoración. Obediencia y adoración son interdependientes entre sí.
A medida que le obedecemos a Él, más y más cada área de nuestras vidas llega a estar
completamente en Sus manos porque comenzamos a ver más y más Quién es Él y vamos
aprendiendo que Él es absolutamente confiable en Su fidelidad. Cuando vemos y conocemos a
Dios, no tenemos ningún otro impulso que no sea adorarle.
La Biblia dice que nuestros pecados nos separan de Dios. Hacen que se esconda Su rostro para
poder escucharnos (Isaías 59:2). El pecado nos aleja de Dios, de sentir Su Presencia y de poder
adorarle. Pero si nos acordamos del valor de la sangre y recordamos cómo nos limpia
continuamente de nuestros pecados podemos presentarnos a cara descubierta para que nos vaya
transformando y podamos obedecerle en todos los detalles y minutos de nuestra vida y así disfrutar
de una dulcísima comunión con Él, que, a Su vez, nos va enriqueciendo en nuestra ministración
para Él.
Abraham se apartó para ofrecer a Isaac a Dios y lo denominó adoración. Adoración significa
ofrecerle algo a Dios, porque Él es digno de recibir "el poder, las riquezas, la sabiduría, la
fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).
Dios bendijo previamente a la estéril Ana dándole el hijo por el que ella le había orado. Le puso por
nombre Samuel y lo trajo para ofrecérselo al Señor en Silo como se lo había prometido.
Ella dijo:
Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico
también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. (1ª Samuel 1:27).
Ana dijo "El Señor me lo dio; yo se lo doy al Señor." Y adoraron al Señor en aquel lugar.
Después de que Pablo y Silas fuesen azotados y puestos en la cárcel por predicar el Evangelio, ellos
oraron y cantaron alabanzas a Dios. (Hechos 16:25). Sus adoraciones fueron un sacrificio muy
agradable para Él.
Cuando Job fue informado que todos sus hijos habían sido asesinados, él "se levantó, y rasgó su
manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró" (Job 1:20). ¡Este tipo de adoración
requiere sacrificio!
Aunque la palabra adoración no se utiliza para describir el hecho de María en Juan 12, la historia de
su ofrenda nos da un ejemplo maravilloso de adoración. Jesús vino a cenar con Marta, Lázaro, y
María:
Del mismo modo que María, cuando nos sentamos a Sus pies y ponemos en marcha nuestra
ministración para Él (observa que el perfume era "de mucho precio") entonces Él se nos presenta y
la fragancia de Su Presencia inunda el santuario de nuestras vidas.
La Biblia nos dice más cosas acerca de cómo podemos adorar a Dios en Juan 4. En este pasaje,
Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo de Jacob.
Ella le dijo:
En este pasaje se nos ofrecen varios aspectos al respecto de dónde, a Quién y cómo adorar.
Jesús resaltó que la verdadera adoración es interior, del corazón, y no está en conexión con ningún
lugar particular, como Jerusalén o el Monte Gerizim o cualquier ritual externo en especial.
También señaló que hay mucha gente que adora ídolos y conceptos de hombres sobre Dios, pero no
saben lo que adoran. Sin embargo, Jesús dijo que la nueva generación de adoradores sería diferente,
porque conocerían de cerca al verdadero Dios y le adorarían en "espíritu y en verdad".
Jesús era la voluntad de Dios puesta en marcha. Él dijo, "El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre". (Juan 14:9). Sólo podemos saber a Quién adoramos si conocemos al Jesús que revelan las
Escrituras de una manera íntima y personal.
Expresamos nuestra adoración al Padre en espíritu, porque el espíritu santo nos ha sido dado. Y
porque ese espíritu es el mismísimo Cristo en nosotros y es quien nos muestra todas las cosas de
nuestro amoroso Padre Celestial, nosotros, como Cristo, también estamos capacitados para adorar a
Dios en espíritu y en verdad.
Ya hemos dicho que la adoración es primeramente interior y que es la buena disposición del
corazón y no el lugar o la postura del cuerpo lo que es importante.
Pero, no obstante, Dios quiere que el cuerpo también se encuentre envuelto en la adoración.
A medida que le adoramos a Él, nos damos cuenta automáticamente que nuestra adoración se
expresa también con actitudes apropiadas del cuerpo.
La palabra hebrea más común usada para "adoración" es shachah, que significa "postrarse" o
"recogerse en sumisión, inclinarse."
Moisés "bajó la cabeza hacia el suelo y adoró" (Éxodo 34:8) cuando Dios descendió y estuvo con
él en el Monte Sinaí.
Aunque muchas veces nos levantamos y adoramos al Señor, como el pueblo de Israel que "se
levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba" (Éxodo 33:10), también muchas veces nos
postramos y nos inclinamos, recogiéndonos sumisos delante de Él.
La palabra griega más empleada para adoración es proskuneo, que significa, "dar un abrazo”, o
“besar la mano a”. Generalmente, se refiere a una inclinación delante de Dios como la que hicieron
las mujeres gozosas que, cuando vieron a Jesús resucitado: "abrazaron sus pies, y le adoraron."
(Mateo 28:9).
Pablo, estando en adoración y orando, dobló sus "rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo" (Efesios 3:14). Él también nos exhorta a levantar "manos santas, sin ira ni contienda"
(1ª Timoteo 2:8) a medida que adoramos a Dios.
Cuando adoramos y estamos en comunión con Dios, hay momentos en los que entramos en un
profundo recogimiento donde no caben palabras o sonidos. Hay momentos cuando Él nos dice,
"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". (Salmos 46:10). Momentos cuando nos manda,
"Temblad, y no pequéis, meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama y callad." (Salmos
4:4).
A medida que Él "cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas" (Salmos 107:29), así
Él se acerca a nosotros y nosotros reposamos en Su Presencia a medida que le adoramos y tenemos
comunión con Él.
No tenemos que adorar a Dios con una manera estudiada o específica. Pero hay una variedad muy
rica de maneras de alabarle y adorarle, tanto individual como colectivamente, según somos guiados
por el espíritu santo.
Salmos 150 nos manda que alabemos al Señor "por Sus proezas: Alabadle conforme a la
muchedumbre de Su grandeza" (vers.2). El salmo hace una lista completa de todos los instrumentos
musicales conocidos en el tiempo de David y nos exhorta a alabar a Dios con ellos.
El versículo 3 declara: "Alabadle al son de bocina (shophar en hebreo: Especie de trompa curva),
Alabadle con salterio (nebel en hebreo: Un instrumento portátil de diez cuerdas) y arpa (Kinnor en
hebreo: Un arpa o lira de tres a cinco cuerdas).
El versículo 4 dice: “Alabadle con pandero, (toph en hebreo: Tambor, tamboril) y danza; Alabadle
con cuerdas (minnim en hebreo: Como una cítara) y flautas.
El versículo 5 continúa: “Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de júbilo”
(tseltelin en hebreo: Platillos o platos de bronce).
Cuando David y los 30.000 hombres de Israel se dispusieron a traer el arca de Dios de Baala a
Jerusalén, colocaron el arca de Dios en un carro nuevo. (Lee 2ª Samuel 6:1-5; 1ª Crónicas 13:1-8).
El rey David utilizó todo tipo de instrumento conocido en su tiempo para ministrar al Señor. Está
muy claro, por tanto, que debemos ser muy libres de emplear cualquier instrumento disponible hoy
en día también, en nuestra adoración a Dios. Además, por supuesto, de utilizar nuestros órganos
vocales para alabar y adorar a Dios y hablarle, aclamarle y cantarle Sus alabanzas.
El Salmista dijo:
Cuando se echaron los cimientos de la fundación del templo durante el liderazgo de Esdras, los
sacerdotes se vistieron y pusieron en sus cintos sus trompetas.
…Y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según
la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo:
Porque Él es bueno, porque para siempre es Su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo
aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová, porque se echaban los cimientos de la casa de
Jehová. (Esdras 3:10b-11).
El Salmista escribió, "Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo." (Salmos
47:1).
En una oración a Dios, David le pidió que, "Tus sacerdotes se vistan de justicia, Y se regocijen tus
santos”. (Salmo 132:9). Y Dios respondió que Él había escogido a Sión (vers.13) y que, por Su
voluntad, "Vestiré de salvación a Sus sacerdotes, y Sus santos darán voces de júbilo." (vers.16).
Siendo como somos, hijos de Dios, no solamente tenemos el gozo de hablar y proclamar Sus
alabanzas, sino también de cantar Sus loores.
Si dejamos fluir el espíritu santo, nos saludaremos "con salmos, con himnos y cánticos espirituales,
cantando y alabando al Señor en vuestros corazones." (Efesios 5:19).
Después de que Pablo y Silas fuesen castigados con azotes (flagelados) y metidos en prisión por
echar fuera un espíritu de adivinación de una muchacha, ellos oraron y cantaron himnos (humneo en
griego) delante de Dios. (Hechos 16:25).
Los Salmos están repletos de exhortaciones para cantarle canciones al Señor, por ejemplo:
Moisés y los hijos de Israel cantaron delante del Señor después de haber sido librados por Él de
Egipto e introducidos por el Mar Rojo. (Lee Éxodo 15:1-21.)
Débora y Barac cantaron alabanzas a Dios cuando les dio la victoria sobre los cananitas. (Lee
Jueces 5:1).
Nosotros, también, podemos ministrar a Dios, alabarle por la grandeza de Sus obras y la
misericordia que derrama sobre nosotros.
Yo creo que debemos enfatizar mucho más el ministrar con coros, que el perfeccionar los coros, en
nuestras iglesias hoy en día. Precisamos unir en coro esas canciones y ministerio al Señor durante el
tiempo necesario hasta que, por su influencia, se levante toda la congregación y ministren al Señor
también.
Cuando David trajo el arca del pacto desde la casa de Obed-Edom y se la llevó de vuelta a
Jerusalén, escogió cantores y músicos para que alabasen a Dios delante del arca:
Y David iba vestido de lino fino, y también todos los levitas que llevaban
el arca, y asimismo los cantores; y Quenanías era maestro de canto entre los cantores. Llevaba
también David sobre sí un efod de lino. De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de
Jehová, con júbilo y sonidos de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas.
(1ª Crónicas 15:27-28).
Qué fácil es darse cuenta de que, en nuestros días, así como en los días de David, es sólo a medida
que primeramente ministramos a Dios en alabanzas y adoraciones, que Su Presencia -como el arca
representaba- se hace manifiesta y viva.
Cuando el arca fue recogida y puesta en reposo en Jerusalén, David encargó a los jefes de los padres
de Israel el servicio de las canciones en la casa del Señor:
David estableció a estos sacerdotes para que cantasen delante del Señor -no para que sirviesen de
diversión para los israelitas. Ellos cantaban 24 horas por día delante de Él. Eso es lo que algunos
Cuando Salomón dedicó el templo, añadió 120 sacerdotes tocando trompetas a los 288 Levitas que
ya eran los cantores o músicos instituidos por David. (2ª Crónicas 5:12).
Como ya hemos referido, fue “cuando sonaban, pues, las trompetas y cantaban todos a una, para
alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros
instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque Él es bueno, porque su
misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no
podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová
había llenado la casa de Dios”. (Vers. 13-14).
La gloria descendió, no cuando construían el templo o cuando ofrecían sacrificio, sino cuando
ministraron al Señor.
Tanto David como Salomón, sabían muy bien que la prioridad máxima era la de ministrar al Señor.
Salomón continuó preservando los designios de su padre. Durante su reinado, los sacerdotes
continuaron ministrando delante del Señor día y noche con alabanzas y acciones de gracia y
adoración.
¿No deberíamos nosotros ahora como hijos de Dios que somos, ministrarle también, como le
ministraban los sacerdotes debajo del antiguo pacto?
Algunas veces, cuando estamos ministrando al Señor, somos exhortados a levantar con júbilo los
brazos.
El Salmista escribe, "Pueblos todos, batid las manos; Aclamad a Dios con voz de júbilo”. (Salmos
47:1).
Hasta los ríos son convidados a tener gozo, sabiendo que viene Dios a emitir Sus juicios en la tierra,
y a "batir sus manos." (Salmos 98:8).
Isaías escribió que cuando Israel fuese traído de vuelta e introducido en la tierra para estar al frente
de las naciones, “los montes y los collados levantarán canción… y los todos árboles del campo
darán palmadas de aplauso.” (Isaías 55:12).
Además, se nos exhorta a mover y levantar las manos a medida que Le ministramos.
La Biblia dice:
Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que
en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová.
(Salmos 134:1,2).
Las manos no se han diseñado para que nos sentemos encima de ellas. Debemos también ponerlas
para la gloria de Dios. Lázaro salió vendado de pies y manos, pero nosotros somos libres, libres
para usar las manos para la gloria de Dios.
Las expresiones “manos santas”, “manos limpias”, se refieren a un limpio corazón y vida. Así,
pues, debemos lavarnos en la sangre de Jesús y con la Palabra de Dios antes de acercarnos a Su
Presencia.
El Salmista oró y dijo, "Suba mi corazón delante de ti como el incienso, el don de mis manos como
la ofrenda de la tarde." (Salmos 141:2).
Después de haber dedicado Salomón el templo al Señor, él "se puso luego delante del altar de
Jehová, en presencia de toda la congragación de Israel, y extendió sus manos" (2ª Crónicas 6:12)
en oraciones y loores.
Esdras, en una oración de intercesión, se arrodilló y extendió sus manos al Señor su Dios. (Esdras
9:5).
Utiliza tus manos para bendecir al Señor; elévalas en Su Nombre (Salmos 63:4). Elévaselas a Él.
Ponlas a Su servicio. Déjalas mecerse con gozo. Elévaselas a Dios, y Sus ríos de poder y vida se
desbordarán.
Podemos alabar a Dios de muchas formas. Podemos alabarle acostados. La Biblia dice "Regocíjense
sus santos por su gloria y canten aún sobre sus camas." (Salmos 149:5).
Se nos exhorta para que lo alabemos "danzando" (Salmos 149:3); y "con pandero y danza."
(Salmos 150:4).
Dios dijo, refiriéndose "A los sacerdotes hijos de Sadoc...se acercarán para ministrar ante mí, y
delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre." (Ezequiel 44.15).
Cuando Salomón pronunció su oración dedicatoria del templo, "se arrodilló delante de toda la
congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo." (2ª Crónicas 6:13).
Daniel se arrodillaba mirando a Jerusalén tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su
Dios. (Daniel 6:10).
Hasta Jesús se arrodilló algunas veces mientras oraba al Padre (Lucas 22:41).
Teniendo en cuenta todo lo visto, tanto en las alabanzas como en las adoraciones, movemos la
cabeza o nos recogemos sumisos delante de Dios. Ciertamente, hay momentos en los que no
importa cuál es la actitud de nuestros cuerpos, las rodillas espirituales están postradas. Pero Dios
quiere que usemos el cuerpo para expresarle nuestra adoración cuando eso sea posible.
S
uceden muchas cosas a favor nuestro cuando ministramos al Señor, pero solamente vamos a
tratar con algunos de esos beneficios.
Algunas veces la adoración culmina en revelación, aunque, normalmente es la revelación la que nos
guía a la adoración.
Cuando Moisés subió al Monte Sinaí, "El Señor descendió en la nube y estuvo allí con él,
proclamando el nombre de Jehová" (Éxodo 34:5). Y entonces "Moisés, apresurándose, bajó la
cabeza hacia el suelo y adoró." (Vers.8). Cuando Jehová se manifestó a Moisés, su reacción fue
adorar.
Cuando Jesús sanó al hombre que había sido ciego de nacimiento, el hombre fue inquirido por los
fariseos, expulsado de la sinagoga y posteriormente hallado por Jesús. Cuando Jesús le dijo a este
hombre que él era el Hijo de Dios, el que había sido ciego respondió con su adoración diciendo:
"Creo, Señor, y le adoró”. (Juan 9:38).
Hay innumerables ejemplos de personas a quienes Dios se les manifestó y cuya respuesta fue
adorarle. Abraham, Jeremías, Isaías, Daniel, todos ellos tuvieron revelaciones del Señor de una
manera u otra y le adoraron.
La revelación que nos hace Dios no sólo provoca en nosotros una respuesta de adoración, sino que,
además, generalmente es con la adoración y comunión a Dios, que Él decide revelarse a Sí Mismo y
darnos a conocer Sus verdades. Es decir, la adoración normalmente nos guía a la revelación.
Tomemos, por ejemplo, el caso de Ana, en Lucas 2. A medida que Ana adoraba al Señor y estaba
en Su Presencia, Dios le mostró muchos de Sus secretos, le enseñó muchas cosas acerca de Jesús y
en cuanto vio aquel bebé en el templo, se dio cuenta que era Jesús, y: "Hablaba del niño a todos los
que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
Cuando los líderes de Antioquía se encontraban reunidos y ministrando al Señor, el Espíritu Santo
habló y les reveló Su voluntad en cuanto a Bernabé y Pablo. Les dijo, "Apartadme a Bernabé y a
Isaías probablemente se encontraba orando en el templo cuando tuvo aquella tremenda experiencia
contemplando a Dios:
Isaías tuvo una revelación de la santidad de Dios. Dios Se mostró Santo y Altísimo. Isaías lo vio
formidable en Su grandeza, esplendor y majestad. Hasta los serafines se cubrieron sus rostros y pies
y se daban voces el uno al otro diciendo: "Santo, Santo, Santo." (Vers. 3).
Es interesante resaltar que los serafines tuviesen cuatro alas para cubrirse y dos alas para volar. En
otras palabras, podríamos decir que pusieron dos veces más énfasis en la adoración que en la obra.
Ya hemos visto que nuestras obras proceden y fluyen de nuestra adoración.
También cuatro seres vivientes dijeron lo mismo en una visión que le fue revelada a Juan:
Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por
dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor
Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. (Apocalipsis 4:8).
Cuando la palabra del Señor vino a Jeremías y Dios le encomendó ser profeta para las naciones,
Jeremías se consideraba a sí mismo profundamente inadecuado para el cargo. Dijo: “¡Ah! ¡Ah,
Señor Jehová! He aquí, no se hablar, porque soy niño." (Jeremías 1:6).
Moisés también sintió la misma dura realidad de su propia incapacidad cuando Dios se le apareció
en la zarza encendida y lo llamó para librar a los hebreos de la esclavitud de Egipto. Él dijo:
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón,
y saque de Egipto a los hijos de Israel? (Éxodo 3:11).
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil
palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de
lengua. (Éxodo 4:10).
Igual que sucedió con Isaías, Jeremías, Moisés, Job y muchos otros, nosotros también precisamos
de una revelación del Dios Viviente. Necesitamos llegar a Su maravillosa Presencia a medida que le
adoramos. Tenemos que ser iluminados con Su poder y vislumbrar Su santidad y esplendor si
vamos a ser instrumentos Suyos. Y eso casi siempre comienza con adoración.
La adoración, no sólo nos introduce en la revelación de Dios, Sus propósitos y planes, y nos dice de
Quién somos, sino que, además, la adoración también nos hace tener un mismo sentir, es decir, nos
entrelaza milagrosa y extraordinariamente de una forma natural en la unidad del Espíritu.
Cuando adoramos al Señor con otros hermanos, llegamos a disfrutar con ellos de una unidad de
propósito juntos, un cuerpo único. En vez de concentrarnos en nuestras diferencias, nos miramos en
Cristo y enfocamos al Padre. A medida que somos introducidos en Su maravillosa Presencia, todas
nuestras diferencias desaparecen y no tienen cabida a Su lado. Es cuando nos vestimos de Cristo
para adorar al Padre que llegamos a estar cerca de Dios porque Él nos atrae a Sí Mismo y también
nos acerca con otros hermanos que están en un mismo sentir adorando a Dios.
Alguien hizo una vez una ilustración hablando de esto, dijo que era como si los cristianos fuesen
predispuestos en un círculo alrededor de Dios, como en una rueda. A medida que cada uno de
nosotros se aproxima de Dios, cerrando el aro de la rueda, también vamos siendo más cercanos los
unos de los otros.
Adorar a Dios hace que seamos de un mismo sentir, y que tengamos un mismo propósito.
Pablo exhortó a los Colosenses a que se asiesen "de la Cabeza" (Colosenses 2:19), a mirar a Cristo
para recibir el crecimiento que da Dios y no hacer caso de las ordenanzas mundanas, tales como, no
hagas esto o no hagas lo otro. Pablo dijo que si nos vestimos de Cristo y nos mantenemos
enfocándonos a Dios, seremos juntamente nutridos y unidos con todo "el crecimiento que da Dios."
(vers.19).
A través de todo el Libro de Hechos, vemos que los cristianos del primer siglo estaban unidos en un
mismo corazón, y mientras estaban juntos adoraban a Dios y tenían un mismo propósito.
Adorar a Dios no solamente nos lleva a que tengamos un mismo propósito los cristianos, sino que
también hace florecer la vida y el poder de Dios.
Hay un poder en la alabanza y la adoración que expulsa las influencias satánicas y liberta las
divinas y eso nos hace llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Dios habita en
medio de las alabanzas de Su gente (Salmos 22:3). A medida que alabamos a Dios, el poder del
espíritu se eleva dentro de nosotros y nos saca de las influencias del enemigo.
Yo precisaba antiguamente invertir una gran cantidad de tiempo para reprender al Diablo. Pero
ahora, sólo le reprendo una sola vez y comienzo a adorar y alabar a Dios. De esa manera, el Diablo
es echado fuera automáticamente a medida que el espíritu santo me va libertando y yo le manifiesto.
"… Oíd Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat.
Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es
vuestra la guerra, sino de Dios..... No habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad
quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén..." (2ª Crónicas 20:15, 17).
Yo creo que, cuando el pueblo de Dios avanzó contra sus enemigos, sus espíritus se elevaron en
alabanzas y adoraciones. Pasaron del medio natural al sobrenatural, cantando las canciones del
Señor y siendo inspirados por sus espíritus. A medida que iban ministrando al Señor, el Señor
actuaba por medio de ellos derribando a sus enemigos.
Cuando Pablo y Silas fueron azotados y puestos en prisión por predicar el Evangelio y por haber
libertado a una muchacha de la posesión de espíritus diabólicos, ellos cantaron alabanzas a Dios. El
resultado fue la manifestación inmediata del poder de Dios:
Cuando alabamos a Dios hoy en día, el poder es tan grande que produce sanidad, liberación y
derriba las puertas de prisiones que el enemigo nos intenta levantar.
Somos recipientes (vasos de barro) a través de los cuales la vida y el poder de Dios pueden
manifestarse en este obscuro mundo. Cristo es la vida y a medida que vivimos por él y bebemos de
su fuente, su vida fluye por nosotros y se conecta con Dios. Cuando obedecemos a Dios y andamos
por fe, esa propia vida mana de nosotros y se propaga por el desierto del mundo.
"…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la
escritura, de su interior correrán ríos de agua viva." (Juan 7:37-38).
Jesús se estaba refiriendo a la plenitud del espíritu santo que sería ofrecido a los cristianos después
que él hubiese sido glorificado. (vers.39).
Cuando vivimos en Cristo y bebemos su vida, se establece una fluido de aguas espirituales. Dios
desea que ese manantial se manifieste para vida. Dios no se contenta con que recibamos
simplemente vida, sino con que lleguemos al punto de manifestarla en abundancia y corra
inundando también la vida de otras personas.
Adán recibió la vida y fue hecho alma viviente. Cristo, "el postrer Adán fue hecho espíritu
vivificante". (1ª Corintios 15:45).
Dios no se contenta con que recibas vida o con producir en ti vida, Él te ha dado el mismo espíritu
que habita en el Cristo resucitado, para que puedan fluir a través de ti, a través de ese espíritu santo,
verdaderos ríos de agua viva. Dios está interesado en ambas cosas: en inundarte interiormente de
Cristo y en que tú lo manifiestes exteriormente.
Jesús se tomó el tiempo, en la Fiesta de los Tabernáculos, para decir que si alguien viniese a él y
bebiese, de la parte más íntima de su ser correrían verdaderos “ríos de agua viva”. (Juan 7:37-38).
Fue durante el tiempo en el cual los sacerdotes purificaban las aguas del estanque de Siloé, para
mezclarlas con el vino en el sacrificio de la mañana que depositaban en el altar, cuando Jesús
pronunció esas palabras.
Si los sacerdotes derramaban suficiente agua purificada sobre el altar, esas aguas se desbordaban a
través del altar y salían al patio exterior, atravesando las puertas del templo, las calles de la ciudad,
hasta llegar al Valle de Kidron y desembocaban en el Mar Muerto.
Fue mientras los sacerdotes estaban purificando el agua mezclada con vino en el altar y la gente se
encontraba cantando con gran gozo que Jesús se puso en pie y clamó en alta voz: "Si alguno tiene
sed, venga a mí y beba. El que crea, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva." (Juan 7:37-38).
Cristo derrama sus ríos de agua viva por nosotros cuando vivimos por él y bebemos de él. Cuando
adoramos a Dios y le obedecemos, estos ríos corren del seno de Dios y el de los hombres
respectivamente.
Ezequiel vio en una visión desbordarse y descender el Río de Dios procedente del templo de
Jerusalén. Y "aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente." (Ezequiel 47:1) y
salían del lado derecho del altar, a través del lado sur de la puerta oriental y, eventualmente,
también por la parte del campo al este hasta el desierto. En un determinado punto al sur de
Jerusalén, se dividía en dos ríos, un río desembocaba en el Mar Mediterráneo y el otro en el Mar
Muerto.
No hay salida para las aguas del Mar Muerto. Está muerto porque no tiene desagüe. Esto también
sucede en la vida de muchas personas, y ese es el motivo por el cual se encuentran espiritualmente
dormidos.
Una vez que, en la Biblia, el significado de un océano o mar se da sobre una masa de gente humana,
el Mar Muerto significa una masa humana de gente espiritualmente muerta. Pero Dios está haciendo
que fluya y se desborde Su Río de Vida hacia la enorme masa de gente humana no regenerada.
Ellos beberán de ese Río de Vida y serán sanados.
Dios está produciendo "ríos en el desierto" (Isaías 43:19). Está dando "aguas en la soledad"
(ver.20). A medida que los hambrientos y sedientos vengan a Él y beban, Su vida también correrá y
se desbordará por ellos y también adorarán a Dios con un río de alabanzas. Entonces, serán movidos
a obedecerle y entenderán por qué han sido creados en el espíritu santo para adorarle.
Ezequiel vio desbordarse el Río de Dios comenzando como si fuese una pequeña naciente y fue
creciendo hasta llegar a ser un gran río con cerca de cinco kilómetros de anchura. Esto es lo que de
alguna manera también sucede en nuestro tiempo.
Adorar al Señor no es solamente dejar fluir Su vida y poder a través de nosotros, sino que también
nos mantiene equilibrados espiritualmente. También nos ayuda a mantener todas las cosas en su
perspectiva apropiada en nuestras vidas.
Necesitamos mantenernos enfocados siempre a Dios, más en Sí Mismo que en Sus bendiciones y
más en Su vida que en la manera a través de la cual Su vida fluye.
Es tiempo de que "Se levante Dios" (Salmos 68:1). Es tiempo de ponerle a Él en primer lugar y no a
nosotros o a nuestras ideas y proyectos.
Cuantas veces ridiculizamos al mundo pagano que adora y sirve a las criaturas más que al Creador.
(Romanos 1:25).
Muy a menudo, también acusamos a los fariseos que adoraban los rituales externos que les entregó
Dios -los cuales señalaban las Cosas venideras- y cuando Cristo de hecho vino, lo desecharon
debido a esos mimos rituales.
Así pues, muchas personas hoy en día tienen una gran variedad de ídolos, ídolos que exaltan por
encima de Dios Mismo. Esos ídolos pueden ser métodos espirituales, dones, órdenes, revelaciones,
etc. Pero sea lo que sea, si lo ensalzamos por delante de Dios, será siempre un ídolo.
Muchas veces en la historia, Dios ha utilizado a personas, programas y cosas como vehículos para
manifestar Su poder. Pero, muy a menudo, los hombres han terminado adorando y poniendo la
preeminencia en los rituales y las cosas externas y han dejado de lado a Dios. Los hombres
generalmente dejan la vida y se vuelven para la parte externa que contiene la vida. Sucedió en el
Antiguo Testamento y continúa sucediendo también hoy en día.
Todos hemos alguna vez oído que, en Números 21, cuando el pueblo de Israel era mordido por las
serpientes ardientes en el desierto, Moisés fue instruido para hacer una serpiente de bronce. Él "la
La vida de Dios se movía a través de la serpiente de bronce. Cuando las personas la miraban, eran
sanadas. Sin embargo Israel se olvidó de la vida y fijó sus ojos en lo ritual y externo.
Durante 900 años, Israel adoró aquella serpiente de bronce y le quemaron incienso hasta que
Ezequías la partió en pedazos. Porque Ezequías:
…Quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de
Asera, e hizo en pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le
quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán. (Cosa de bronce). (2ª Reyes 18:4).
Los hijos de Israel estuvieron 900 años adorando el vehículo o instrumento que Dios utilizó en vez
de la verdadera Fuente, Dios Mismo.
Cuando ponemos programas, revelaciones o métodos por encima de Dios Mismo nos
desequilibramos, nos inclinamos a los rituales y símbolos estériles y la vida de Dios la dejamos a un
lado.
Pero si ministramos a Dios primeramente y le damos la preeminencia que merece, entonces nuestras
vidas serán continuamente enriquecidas por Él y seremos instrumentos Suyos para bendecir a otros
hombres y mujeres.
Nunca podrás amarle en demasía. Nunca podrás invertir demasiado tiempo con Él ministrándole
primeramente. Porque Tú “Señor, eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder; porque Tú
creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4:11).
M
uy amada familia de Dios:
Entre las visiones que el espíritu me mostró, deseo compartir una en particular. Esta visión la recibí
meses antes de siquiera saber que existía este libro: Me encontraba yo dormida, y en alguna hora de
la madrugada Dios me despertó y pude ver a muchas personas gimiendo y reclamándole a Él,
“escupiéndole, arrojándole en la cara” su profundo dolor y tristeza pensando que Él es el autor de
todo el mal que les sucede a ellos y al mundo. Pude ver y sentir el tremendo clamor que llega hasta
Sus oídos desde la tierra. Después Dios me dijo: “! Te necesito! ¡Minístrame el corazón!” Y sentí
la profunda necesidad de recibir amor en el corazón de nuestro Padre. Yo me quedé simplemente
atónita. Le pregunté: “¿Cómo es que el Creador de los cielos y la tierra me necesita ‘a mí’ que soy
menos que un granito de arena en el universo!!!?” ¡Simplemente me parecía increíble lo que Él me
decía!!! Pero mi Señor insistió: “! Te necesito! ¡Minístrame el corazón!”.
Yo había leído la expresión de “ministrar” en el libro de 1ª Samuel, en donde dice que “Samuel
ministraba a Jehová”, pero en realidad este concepto era nuevo para mí, sin embargo, el espíritu me
mostró lo que me estaba pidiendo nuestro Dios. Lo que Él deseaba y me pidió con gran anhelo y
necesidad, fue que lo amara en adoración. Comencé a hablar en lenguas para ministrarlo,
adorándolo y alabándolo con amor diciéndole lo que nacía de mi corazón de Cristo: lo hermoso y
maravilloso que Él Es y le agradecí por Su bondad, Su amor, Su gracia y Su misericordia. No puedo
recordar las palabras exactas que usé aquella noche, pero habrán sido algo muy similar a lo
siguiente:
¡Oh Padre mío te adoro y te alabo mi Señor! ¡Eres tan bueno, hermoso, tan sublime y
misericordioso! ¡El Rey majestuoso de Tu creación, el Todopoderoso, el Altísimo! ¡No hay ningún
otro como Tu! ¡No hay bien fuera de Ti! ¡Eres el Primer Amor de mi vida! ¡Tuyo es el Reino, el
poder y la gloria! ¡Eres muy digno de ser alabado, bendecido, glorificado, exaltado y adorado! ¡Te
amo con todo mí ser Señor, Dios y Rey mío! ¡Eres maravilloso! ¡Glorioso! ¡El Dios eterno,
misericordioso, rico en gracia y asombroso! ¡Eres mi precioso Tesoro!,! Eres la alegría y la fuerza
de mi corazón, por Quien vivo y existo! ¡Abba Padre…te amo entrañablemente mi Señor! ¡Así
clama mi espíritu! ¡Te adoro y te alabo con todo mí ser!!...
1ª Corintios 13:1-3:
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena,
o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal
manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
No tengo idea del tiempo que transcurrió mientras lo ministraba, pero aquella “necesidad urgente”
que sentía mi espíritu por ofrendarle mi amor y mi adoración, cesó y después de un rato
simplemente volví a dormirme.
Recientemente, se ha levantado una controversia entre algunos hermanos, respecto a este libro y a la
palabra “ministrar”, argumentando que es impropio, inadecuado o inexacto usarla como sinónimo
de adoración, ya que, dicen ellos, “ministrar” era el servicio que los sacerdotes hacían en el Antiguo
Testamento.
Bueno, pues “ministrar” es simplemente “dar, suministrar algo a alguien que lo necesita”, así lo
define el diccionario.
Ministrar o servir a Dios, no es sinónimo de adorar. Adorar es parte de ministrar, pero “ministrar a
Dios” es simplemente DAR A QUIEN ES DIGNO DE RECIBIR TODA LA GLORIA, LA
HONRA, LA ALABANZA, EL HONOR Y EL PODER, como hemos leído de las Sagradas
Escrituras en este pequeño libro. Pero, ¿¡Qué podemos darle al Altísimo Señor que creó los cielos y
la tierra!!?: NUESTRO PROFUNDO AMOR, RECONOCIMIENTO, VENERACION Y
AGRADECIMIENTO.
En la iglesia en la que he crecido y convivido por años, se usan expresiones tales como: “ministrar
sanidad” o “ministrar el Pan de Vida” o “ministrar en ciertas situaciones de asuntos espirituales”.
La Biblia habla de “ministrar a los santos” en el Nuevo Testamento” (Romanos 15:25), En 2ª
Corintios 9:1, habla de “la ministración para los santos” hablando de las ofrendas que se usan para
suplir las necesidades de las iglesias con carencias materiales. Sí, el Antiguo Testamento habla
también de ministrar como el servicio que hacían los levitas en el templo, pero también se ve en la
Biblia este uso de “dar algo a alguien que lo necesita”.
A Dios DAMOS o MINISTRAMOS alabanza y adoración en comunión con Él. A los que requieren
sanidad DAMOS o MINITRAMOS sanidad con el poder y la autoridad que se nos ha otorgado en
Cristo. A los que no conocen la Palabra o que necesitan escucharla, les DAMOS o
MINISTRAMOS el Pan de Vida. Esta explicación es muy simple.
También deseo dar testimonio de cómo las reuniones en las que he participado “ministrando al
Señor” son asombrosas. La nitidez de Su Presencia en estas reuniones es sublime y maravillosa
cuando le adoramos y alabamos con todo el amor de Dios en nuestro corazón. En particular quiero
hablar de una reunión en la que participé en Valencia, España en el verano de 2010 durante una
visita que hice a los santos en la Península Ibérica.
La iglesia de Valencia es una reunión en casa floreciente y muy amorosa a la que fuimos invitados
varios amadísimos hermanos en Cristo de Portugal y yo, que venía de México, entre ellos Juan Luis
Molina, mi amado hermano con quien he traducido este libro. Las reuniones fueron llenas del calor
y gran ternura del amor de Dios. Nuestra tan hermosa familia en Cristo ahí nos recibió con gran
expectación, agradecimiento y muchísimo amor de Dios. Una de las reuniones la dedicamos muy
específicamente a ministrar a nuestro Padre, aunque libremente puedo decir que los días de nuestra
estancia en Valencia, ministramos a nuestro Dios juntos todo el tiempo. Tuvimos una deliciosa y
muy rica comunión cantando y alabando a nuestro Dios, compartiendo el pan juntos y compartiendo
sobre la bendita gracia de Dios en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, esta reunión de la cual doy
este breve testimonio, fue especial. Quisimos derramarle juntos el corazón a nuestro Padre
alabándolo, cantándole, orando, dando acciones de gracias y manifestando el espíritu santo por
medio de palabra de profecía y hablar en lenguas con interpretación. ! Fue maravilloso! Cada hijo
Suyo ahí, caímos de rodillas en nuestros corazones conmovidos por la Presencia de Dios entre
nosotros, El descendió y nos ministró el corazón a cada uno. Muchos derramaron lágrimas de amor
y agradecimiento hacia nuestro Padre por Su liberación que en ese momento recibimos. Todos
reconocimos que la Presencia de nuestro Abba nos estaba acariciando el corazón y manifestándonos
Su amor eterno e inconmensurable. Muchas sanidades se dieron lugar ese día, del cuerpo, del alma
y liberaciones de espíritus inmundos sin necesidad de ministrar a nadie. Yo personalmente fui
sanada de un malestar físico que me había sobrevenido unos días atrás. Nuestro majestuoso y tierno
Abba se desbordó sobre nosotros, mientras nosotros nos desbordamos a Él. Su Presencia nos sanó
tierna y maravillosamente.
Vivo muy agradecida a nuestro Abba Padre por el gozo y la luz de este entendimiento que se ha
abierto frente a nuestros ojos sobre “ministrar al Señor” y el tremendo poder que hay en Su
Presencia. Buscar el Rostro de nuestro Dios “a puerta cerrada” en profunda intimidad con Él, es
un verdadero y maravilloso deleite, honor y privilegio que nos ha sido dado sólo por Su bendita
gracia y el sacrificio perfecto de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo. Con su muerte y
resurrección tenemos el derecho de presentarnos en el Lugar Santísimo, en la mismísima Presencia
del Dios Todopoderoso lavados por su sangre, justificados por su sacrificio. Esto sólo es posible por
la infinita gracia y misericordia de Dios y jamás por obra u esfuerzo humano alguno. Sólo
Jesucristo, nuestro amado Salvador, es El Camino, La Verdad y La Vida.
Los que hemos descubierto el tesoro que hay en ministrarlo, constantemente derramamos lágrimas
de gozo y agradecimiento ante Su sanadora y majestuosa Presencia. Llegamos a conocer cada día
un poquito más del amoroso corazón del Todopoderoso, a Aquel que los cielos de los cielos no
pueden contener, a Aquel que nos ha amado, esperado y anhelado desde antes de la fundación del
mundo y que entregó a Su más preciado Tesoro por nosotros: Su hermoso Unigénito.
Cuando Dios comenzó a revelarse a mí muy vivamente después de muchos años de conocer las
Sagradas Escrituras, yo le pregunté porque podía verlo con tanta nitidez y claridad justo ahora. Él
me llevó a Mateo 7:7-11:
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe;
y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?¿O si le pide un
pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le
pidan?
¡El que busca, encuentra! ¡Busca a tu Dios! ¡Busca Su Rostro cada nuevo amanecer! Búscalo de
todo corazón y pídele que se manifieste a ti! ¡El está deseoso de mostrarte Su amor, ternura y
dulzura! Ciertamente Dios te responderá porque es muy amoroso y fiel, ¡Eres Su hijo muy amado!
¡Él es tu Padre que te ha esperado desde antes de la fundación del mundo! ¡Ninguna cosa creada
puede separarte de Su amor!
Dios te bendiga.
Claudia Juárez.
¡Te alabo Dios, Señor y Rey mío por tu grandeza, gloria y poder!
Dios mío…Abba mío, ¡enséñame a hacer tu voluntad!, porque tú eres mi Dios, tu buen espíritu me
guie a tierra de rectitud. ! Enséñame a glorificar y alabar tu Santo Nombre! ¡Bendito seas por tu
misericordia que más alta que los cielos y mejor que la vida ¡Exaltado seas sobre los cielos, sobre
toda la tierra sea Tu gloria! Santo, Santo, Santo.
¡Te amo Abba mío! ¡Te exaltare mi Dios, mi Rey y bendeciré tu Nombre, eternamente y para
siempre, cada día te bendeciré!
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no
hay aguas,
Salmos 108:3-5
Porque más grande que los cielos es tu misericordia, Y hasta los cielos tu
verdad.
Alabanza:
La adoración es un tema muy presente en nuestra relación con Dios. Cuando repaso las
Escrituras, veo en ellas el inmenso poder que se desborda de Dios cuando las personas lo
adoran de todo corazón y se encomiendan en Sus Manos. Roxanne Brant dice que "a
medida que adoramos a Dios, las personas sanan y Dios desciende sobre ellas. Pero lo más
maravilloso es la nítida sensación de Su Presencia." Pensaba en Ana, la madre de Samuel y
en cómo devolvió a Dios lo más precioso en su vida. Sólo lo mejor fue suficiente en el
corazón de esta mujer para ofrecerle a Dios y expresarle su profundo agradecimiento. Su
“ungüento de mucho precio” fue lo que ofreció en alabanza y para glorificar la Santa
Majestad de Dios, que era el hijo que no tenía y por el cual era menospreciada por la otra
mujer de Elcana, su marido.
Qué impacto tiene sobre el corazón de Dios cuando le damos no sólo nuestra vida, sino la
disposición del corazón para decirle que no hay nada en este mundo que se compare con Su
Presencia.
Qué hermoso y significativo es el pasaje en Marcos 14:3-8, donde dice que María vino a
Jesús con un vaso de alabastro con perfume de nardo puro de mucho precio, y quebró ese
vaso de alabastro y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús y algunos dijeron: “¿Para
qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de
trescientos denarios, y haberse dado a los pobres.” Ella dio al Señor Jesucristo lo más
precioso que tenia, aunque para los demás haya sido un desperdicio, incluyendo a los
mismos apóstoles. Podemos aprender de este pasaje la forma en cómo podemos darle a
nuestro Dios también lo más precioso que tenemos.
“En aquel tiempo, respondió Jesús y dijo, es decir, tomó Jesús la palabra y dijo. De
esta forma solemne, se centra nuestra atención en lo que dijo: “Te alabo Padre,
etc.”Asimismo, se nos hace observar que Jesús “respondía” a las circunstancias de
“aquel tiempo”. ¿Qué circunstancias eran éstas? Juan el Bautista había enviado a sus
discípulos para esclarecer sus dudas sobre si Cristo era el Mesías prometido o no
(Mateo 11:2-6); la gente se había burlado de Juan y de Jesús mismo (v.16-19); las
obras maravillosas de Jesús parecían no producir fruto alguno (v.20-24). Pero,
precisamente, “en aquel tiempo”, cuando todo parecía terminar en fracaso, el Señor
Jesús descansa en sumisión completa a la voluntad del Padre, y ofrece descanso a
todos los que se hallen fatigados y cargados, etc.”(v. 28,29).
No siempre son felices las circunstancias para nosotros, como no lo fueron para Jesús, pero
siempre hay una oportunidad para adorar a Dios porque Él es digno de recibir toda la
gloria, la honra y el poder.
Nunca pude imaginar la cercanía que nuestro Padre desea tener con cada uno de nosotros.
Lo que estoy viendo y disfrutando más claramente en estos últimos tiempos es la intimidad
que Dios desea ardientemente tener con cada uno de Sus hijos y cómo, con en Él, tenemos
absolutamente todo. Es indescriptible cómo El Padre tiene siempre la última palabra, Él
reina y gobierna en nuestras vidas si así se lo permitimos.
¡Hermoso! ¿Verdad? Deseo aprovechar esta oportunidad para dar un testimonio de algo que
Dios me mostró hace ya muchos años y que jamás podré olvidar. Vi como la naturaleza
rindió alabanza a Dios en un momento especial. Era el final de una clase de la Palabra de
Dios en que muchos estábamos reunidos con el propósito de renacer del espíritu de Dios, y
en consecuencia todos hablaríamos en lenguas. Mientras desbordábamos esos ríos de aguas
vivas, yo muy llena de gozo, abrí mis ojos y esto es lo que vi: ¡Las hojitas de una planta
empezaron a dar palmadas!, ¡como las manos de un hombre que con regocijo rinde
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes
y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán
palmadas de aplauso. Isaías 55:12
Que tremenda señal fue para mí, y hoy pienso que es un ejemplo a seguir, deseamos en el
corazón rendirle nuestra plena adoración alabando a Su Santa Majestad dando palmadas de
aclamación y alabanza a Dios con palabras de nuestro entendimiento o en lenguas por sus
increíbles hechos ¡Esto fue para mí realmente inolvidable!
No me canso de leer el relato de Josafat y de ver la gracia de Dios para su pueblo. En ese
entonces, todavía no había venido Cristo quien venció por nosotros, todas las batallas. Es
asombroso darnos cuenta de lo que Dios dice: Que en esa ocasión no iban a pelear ellos,
“porque no es vuestra la guerra, sino de Dios”. Su pueblo solamente le alabó y vio delante
de sus ojos la salvación de Jehová. En la traducción en portugués que es mi idioma natural,
dice que ¡ordenó cantores que alabasen a la Santa Majestad de Dios y que ellos salieron
delante de la gente armada! ¡Qué confianza de ir a “pecho abierto” al encuentro de una
gran multitud enemiga, sabiendo que Dios los iba a librar! “Y cuando comenzaron a
entonar cantos de alabanza”, el enemigo se encargó de aniquilarse a sí mismo. Este no
sería nunca el orden de prioridades de un estratega militar, sin embargo, Josafat escogió
hacer la voluntad del Padre que era empezar a entonar cantos de alabanza.
Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de
Amón, de Moab, y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra
Judá, y se mataron los unos a los otros
Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a
Jerusalén gozosos, porque Jehová les había dado gozo librándolos de sus enemigos. Y
vinieron a Jerusalén con salterios, arpas, y trompetas, a la casa de Jehová. 2 Crónicas
20:18, 19, 22, 27,28.
Adorando al Señor,
Gracinha Bento
D eseo expresarte oh Padre mío, el profundo sentir que TU AMOR produjo en la más
íntima partícula de mi ser. Pero dime Padre mío: ¿Cómo lo haré? ¿En lenguas?
¿Lenguas angélicas, que según aprendimos es la oración perfecta? Oh Padre
amado, mi espíritu clama con ardientes deseos de decirte: “cuánto te amo, consecuencia de
Tu sublime amor por mí” también con palabras humanas que entiendo, porque Tú Padre
mío despertaste en mí este sentir.
¡Oh mi bendito Creador! Si Padre, Te entiendo como mío, exclusivo, íntimo y personal,
este eres Tú, esta es Tu ilimitada e incondicional naturaleza: ¡Tu AMOR el cual sobrepasa
todo entendimiento!
SOFONÍAS 3:17 Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti
con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.
Padre, Tú eres el único que mereces toda la Gloria, todo loor, toda alabanza, toda
reverencia… Si Padre, ante Tu majestuosidad y magnificencia toda rodilla que te conoce
Cara a cara se dobla para “adorarte en espíritu y en verdad”.
¡Ohhh Padre cuánto callaste amándome, cuanto me esperaste Padre mío! Y, es tanto el
efervescente júbilo que produce Tu Espíritu en mi ser Dios, que mi espíritu se presenta ante
Ti Dios mío para servirte, para adorarte y reverenciarte. Te canto himnos de alabanza, Te
bailo danzas con mis mejores atuendos Padre mío. ¡Cuánto honor y privilegio Padre amado,
cuánto descanso y paz concedes por Tu bendita gracia a mi ser Padre, pudiendo
presentarme ante Ti, sin nada más que ofrecerte, que la consagración de todo mi ser, tuya
soy Padre para adorarte y exaltar Tu Santo Nombre eternamente!
A
mado Teófilo:
Amada familia, todos los “trinos y clarinetes” que trae nuestro Cristo alaban al Padre. Lo mismo
para lo que hizo al mirlo, hizo a todas Sus criaturas el Creador: A todas las ha hecho Dios y a todas
ellas las destina Él para Su gloria y alabanza. Cristo no es ninguna excepción a ésta regla. Él fue
creado para adorar y alabar al Padre. Y el bendito milagro es que nosotros podemos hacer lo mismo
que él, presentarnos al Padre con la misma justicia que tiene Cristo Jesús y poder ver con él
sentaditos a los pies del Padre Sus magníficos escenarios. Porque, sin ver estos majestuosos
escenarios, de ninguna manera podrá salir por nuestros labios la verdadera exclamación: esa voz,
ese clamor, ese grito de victoria de emoción y júbilo. Adoración tiene que ver más con este grito de
júbilo que con cualquier otra cosa. Es decir, la verdadera adoración sería como la exclamación de
un niño de pecho habiendo quedado satisfecho de la leche que ha bebido y por todo el amor con que
lo ha inundado su madre. Tiene que ver con la risa de plena satisfacción que se le dibuja al niño en
su rostro, a esto lo denomina mi espíritu la verdadera alabanza y adoración.
La verdadera adoración, la que sale de nuestro Cristo hacia el Padre, es algo en lo que los ángeles
ponen su atención y añoran mirar. Ellos desean estar presentes cuando eso sucede. Y además,
también es algo que no pueden soportar los oídos de los espíritus inmundos. Hay un poder
impresionante en medio de la verdadera adoración. Se consiguen victorias asombrosas y
contundentes sobre el adversario y todas sus moscas cuando se destapa la adoración y alabanza al
Altísimo. A nosotros se nos encendieron las antorchas -como a Gedeón en la batalla contra los
Madianitas- mientras entonábamos alabanzas y adoraciones en íntima comunión con nuestro Abba.
Por eso y muchas otras cosas más, ha sido un gran privilegio para nuestras vidas que Dios nos
acercase el trino de Su mirlo Roxanne Brant en éste libro "Ministrando al Señor": porque con él nos
abrió nuestro Abba el entendimiento en Su verdadero propósito: ¿Cuál es la verdadera finalidad
para TODO lo que ha sido creado por nuestro Abba Padre? O antes o después, toda la creación
acabará a Sus pies recostadita, entonándole las más suaves y dulces melodías al Altísimo, en medio
de una orquesta perfecta y divina de Cuerpos celestiales.
En Su amor primero,