Lesson in Sin
Lesson in Sin
Lesson in Sin
¿Dramático? Quizás. Pero sentí una sensación muy real de pavor acerca de
mis circunstancias. Una cosa era ser apartado de mis amigos y familia.
¿Pero ser enviado a un internado católico solo para chicos? No conocía a
nadie aquí. El aire apestaba a madera húmeda y a miseria. Crucifijos
colgaban de las paredes como espeluznantes presagios.
Bueno, que se jodan. Podría ser tan despiadado como mi madre, a pesar de
sus esfuerzos dominantes para retratarme como dulce e inocente ante la
prensa.
–Tengo dieciocho. – Apreté las manos a los lados. –Puedo poner mi boca
donde quiera...
–Eres un Na. Tu boca representa a esta familia y yo decido qué haces con
ella.
Simplemente... No.
Quería enamorarme de los chicos, usar mi propia ropa y vivir una vida
normal. ¿Por qué era demasiado pedir?
La mamada con Cha Eunwoo no había sido la primera. Él era solo otro
chico nuevo en la ciudad, un estudiante de primer año que asiste a una
universidad cercana. No sabía que no tenía permitido tocarme. Le hubiera
dado mi virginidad, pero al igual que con los demás, mi guardaespaldas
había puesto fin a eso. Tal vez fue porque Eunwoo no tenía un fondo
fiduciario y tenía que trabajar en Burger King para pagar su matrícula, pero
fue el colmo con mi madre.
–No...
Su rostro palideció, y por una fracción de segundo, juré que vi una emoción
que nunca había visto en sus impecables rasgos.
Remordimiento.
–Ella confió en ti. Lo que sea que te dijo sobre el Reverendo Moon del
colegio, sé que fue terrible. – Mi pecho se apretó. –¿Y qué hiciste? ¿Le
dijiste que estaba en su cabeza?
Nunca había visto a un sacerdote católico en persona, pero tenía una imagen
mental de cómo debería verse uno. Flaco, viejo, poco atractivo, amargado,
mojigato... Buen Dios, este hombre diezmó todos los estereotipos en mi
mente.
La madurez marcaba sus rasgos. Sin arrugas. Pero había un distinguido aire
de autoridad en su mirada. Un resplandor endurecido que solo podía
alcanzarse con experiencia de vida. Estaba más cerca de la edad de mi
hermano Lucas. A mediados de los treinta, tal vez. Demasiado viejo para
llamar mi atención. Demasiado intimidante.
Con los pies separados a la altura de los hombros y sus manos descansando
en sus caderas, su porte llamaba la atención. No sabía dónde fijar mi
mirada. Cada parte de él evocaba pensamientos indecentes. Y peligro. Su
hermosa apariencia no disminuía la advertencia que helaba el aire a su
alrededor. Había algo extraño en él, algo en su expresión que activó alarmas
en mi cabeza. Sus ojos, de un profundo y rico tono azul, se estrecharon en
rendijas mientras miraba mi extensión poco masculina en el suelo.
Pero no solo me miró. Gritó con esos ojos, criticando y reprendiendo todo
lo que veía con inquietante silencio. Su fría mirada atravesó mi pecho y
paralizó mi corazón, enviando mi pulso en picada. No fui el único afectado.
Mi madre no se había movido desde que él abrió la puerta. No estaba
seguro de que estuviera respirando.
Asintió bruscamente sin apartar su mirada de mí. Sin empatía, sin calidez,
ni una pizca de tranquilidad en su lenguaje corporal. Si este era el director
que controlaría mi vida por el año que viene, estaba en una mierda más
profunda de lo que pensaba.
Tal vez su gélido saludo no era más que una táctica de miedo para mantener
a raya a los nuevos estudiantes.
–Na Joohyun. – Mi madre extendió una mano cuidada, su voz suave como
la seda. –Habló con mi asistente y accedió a mis requisitos para la
instrucción de Jaemin.
–Jeno.
–Padre Jeno. – Ella ladeó la cabeza con una expresión agradable. –Elegí su
colegio para mi hijo menor porque tiene un historial de éxito en reformar a
los chicos con problemas y transformarlos en hombres respetables.
–El Padre Jeno ofrece un programa de formación para chicos como tú.
–¿Chicos como yo? ¿Te refieres a chicos que existen solo como peones de
sus padres en negociaciones comerciales?
–Oh, cierto, entonces te refieres a las chicos cuyas madres están demasiado
ocupadas y son demasiado importantes para lidiar con tareas insignificantes
como la crianza de los hijos. – Sentía el rencor quemando mi garganta. –
Eres un monstruo.
–El plan de estudios de élite en la Academia Clé, está muy por delante de
otros colegios. Trabajaré contigo uno a uno para ponerte al día en tus
lecciones y entrenamiento religioso, además de corregir tu comportamiento.
–Ay, Dios mío. – No me di cuenta de que mis pies se movían hacia atrás
hasta que tropecé con mi madre. –¿Golpeas a tus estudiantes? ¿Cómo... Con
una paleta? ¿Una vara de medir?
–Correa y bastón.
–¿Qué? – Me congelé, seguro de que no lo había escuchado correctamente.
–¿Qué quieres decir? Te veo en una semana. Los padres hacen visitas los
fines de semana y...
–¿Por qué estás haciendo esto? – Mi voz sangraba con fría furia. –¿Porque
rompí tus reglas? Bien. Envíame a otro colegio. Arruinar mi vida es castigo
suficiente. Pero entregarme a un extraño que, sin duda, ¿golpea a sus
estudiantes? Realmente debes despreciarme.
–¿Terminaste?
–No. – Escupí la última pizca de respeto que tenía por esta mujer.
Y en ese mismo instante me hice una promesa. ¿Pensaba que yo era malo?
¿Pensaba que ser libre sobre mi sexualidad era lo peor que podía hacer? No
tenía idea.
A las chicos malos los echaban del colegio.
–Está bien, Boomer. Eres la que confía en un sacerdote para que me vigile
en lugar de un equipo de guardaespaldas. Qué manera de perder el contacto
con la realidad.
Me preparé para el dolor que sabía que su respuesta infligiría. Pero fue el
Padre Jeno el que reaccionó. Dio un paso adelante lenta y
amenazadoramente. Intenté mantenerme firme, pero sus poderosas zancadas
aplastaron la distancia, forzando a que me retirara. Abarrotó mi espacio, su
imponente estructura me puso al nivel de su pecho.
Pero no era solo su físico inesperado que me hizo buscar la distancia. Era la
mezquindad en sus ojos. La promesa impía en ellos. Este no era un profesor
al que le importaba un carajo mis circunstancias. Él era un matón enfermo y
retorcido al que le encantaba intimidar a sus alumnos.
–Voy a decir esto solo una vez. – Empujó su palma hacia arriba, entre
nosotros. –Dame tu teléfono.
Mis entrañas se encogieron ante el sonido de su voz. Una orden tersa que no
toleraba ninguna discusión. Un timbre áspero que vibraba en mi pecho. Una
boca esculpida que me arrastró hacia la oscuridad.
Reacciona.
Sí, claro.
–Te prometo esto. – Cuadré mis hombros y me paré, frente a él. –Voy a
hacer de tu vida un infierno.
–El infierno se acerca rápidamente, niño. Pero te aseguro que no viene por
mí.
Con una mueca cruel en sus labios, entró en el aula y cerró la puerta en mi
cara.
▸ 𖥻 hola zorritxs ^^ ˑ 𖦹
⊹ ᨘ໑ ¡ recuerden que esto es una adaptación, todos los créditos son para la
autora original que se encuentra en la descripción ! ▸
▸ 𖥻 pov jaemin ˑ 𖦹
▸ 𖥻 pov jeno ˑ 𖦹
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O2 𓂃
Pero había ventajas en ser hijo de mi madre. Ella me había criado con
tenacidad en mis venas y acero en mis huesos. Había pasado toda mi vida
mirándola, aprendiendo de ella. Si bien no era una persona cariñosa, no
aceptaba mierda de nadie. Para ganar esto, tendría que sacar una página de
su libro, no importaba lo malo que fuera mi oponente.
El infierno viene por mí.
Una ráfaga de ruido estalló en lo alto. Me giré, me agaché y puse una mano
contra mi pecho palpitante. Maldita sea. Estirando el cuello, examiné las
vigas del pasillo. Había algo allí, tranquilo ahora, pero fuera lo que fuera,
casi me había dado un ataque al corazón.
El techo formaba una cresta con sombras muy por encima del resplandor de
apliques de la pared. Forcé mis ojos, buscando movimiento. Nada. Si era
una criatura, debió haberse escabullido. Me arrastré de regreso a la puerta y
presioné mi oído contra la superficie, atrapando la voz de mi madre.
–...Terminó abruptamente. Nadie parece saber por qué cambió sus corbatas
caras por el cuello de un sacerdote hace nueve años. Pero puedo
averiguarlo. Puedo aprender todos los secretos de un hombre cuando estoy
motivada. No me motives.
–Me pregunto. – Dijo, su voz retumbando como una tormenta lejana. –Qué
tipo de mujer amenaza a un hombre religioso.
Jesús, mis pensamientos habían dado un giro espantoso. Solo estaba aquí
por el murciélago.
Moviéndome con pies silenciosos, zigzagueé alrededor de las filas de
escritorios. ¿Dónde se había ido el pequeño apestoso? No había sonidos,
ningún movimiento, ni una sola señal de él. Entonces mi mirada se
enganchó en una estatua de tamaño natural de una mujer con túnica. ¿La
Virgen María? No pude ver su rostro porque estaba cubierto por una bola de
cabello alada.
–Ahí estás.
–Awww. Eres solo un cachorro. Mírate, con tus diminutas orejas de ratón y
hocico de bebé. Estás perdido, ¿no? ¿Dónde está tu mamá? – No tenía ni
idea qué hacer, solo que necesitaba hacer algo. Excepto... –¿Por casualidad,
tendrás rabia?
Si tuviera mi teléfono, buscaría los síntomas. Sin eso, todo lo que sabía era
que la rabia era cien por ciento fatal.
–Intentando escapar.
–Oh, buena idea. Usaré mis brazos biónicos para doblar las barras fuera del
camino. Después de romperme todas las uñas tratando de abrir la maldita
ventana.
Me miró como si fuera una idiota. Si fuera posible, ese ceño se veía incluso
más cruel que antes. Escalofriante. Malicioso. Debajo de la nube de
desaprobación, sus ojos se estrecharon y su expresión se arrugó con
disgusto. Puro aborrecimiento se manifestó en su rostro. Como si la mera
vista de mí le hiciera querer infligir daño corporal. Si tenía algún secreto, la
atracción por las chicos jóvenes no era uno de ellos. Pero no descartaba el
abuso o discriminación. Por la forma en que continuó mirándome, estaba
emitiendo algunas vibraciones homicidas serias.
Tal vez sólo odiaba su vida y no sabía cómo ser otra cosa que un idiota
amargado y miserable. Con labios perfectamente formados.
–Sí.
Voy a morir.
–Oh. – Tosí en mi mano. –Me siento mucho mejor sabiendo que el libro
más leído en el mundo ofrece consejos tan profundos. Aunque no puedo
decir que conozco a cualquiera que realmente se coma un murciélago.
Excepto Ozzy Osbourne. – Fingí un trago. –¿Irá al infierno por eso?
¿Incluso si fue un accidente?
Bostezo.
–Crece.
Hazme hacerlo.
El suelo estaba bajo un manto de sombras tres pisos más abajo. Nada más
que un abismo infinito y negro como la boca del lobo.
¿Cómo pudo ser tan cruel? El murciélago estaba afuera, sin lastimar a
nadie. Y es sacerdote. Un hombre de Dios. Un puto diablo disfrazado.
Y su voz.
–Ven conmigo.
▸ 𖥻 hola zorritxs ^^ ˑ 𖦹
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O3 𓂃
Hacer que los niños ricos y mimados sean más inteligentes y fuertes no era
lo mejor para la sociedad en su conjunto. Volverlos hombres y, en casos
como este, regresarlos al camino que la Biblia estipulaba, eran puras
falacias. Lo que estos estudiantes necesitaban eran lecciones de bondad de
un modelo positivo.
Debería decirle la verdad sobre su madre, que la mujer pretendía irse sin
despedirse. Pero las palabras no llegaron. En su lugar, me detuve en mi aula
y señalé el interior.
–Ella está esperando.
Esperando, porque le había dado esa orden cuando salí a buscar a su hijo.
Necesitaba dejar algo muy claro a ambos antes de que se separaran.
Con el interés de avanzar en esto, lo dejé pasar. Habría mucho tiempo en los
próximos meses para castigar su boca.
–¿Por qué han tardado tanto? – Joohyun se acercó a mí, con el bolso en la
mano, con aspecto de estar desquiciada y con ganas de marcharse.
–Me sorprende que sigas aquí. – Jaemin se dejó caer en una silla y se cruzó
de brazos. –Me imaginé que te habrías escapado cuando tuviste la
oportunidad.
–Yo no me escapo...
En cuanto a su hijo...
Sus ojos se alzaron. Unos ojos de infarto que expresaban la emoción con
una claridad visceral. Me atravesaron cuando dijo:
–Dos palabras.
Joohyun jadeó.
Le di una patada a la punta del zapato del chico con la fuerza suficiente para
que saliera disparado en la silla.
No había sido llamado a ser sacerdote. Hace nueve años, elegí esta vida
como penitencia. El celibato confinó la oscuridad dentro de mí, y el
internado mantuvo mis ansias bajo control.
No era un cura amable. Pero era un líder consumado. Dirigir este colegio
me permitió retener la única cosa que necesitaba por encima de todo.
Control. Este pequeño y apartado rincón del mundo era mi reino, y sabía
cómo tratar con sus ricas y poderosas familias.
–No se atreva...
–¿Las rejas en las ventanas son lo mejor para sus alumnos? ¿Proporcionan
camisas de fuerza también, para que no podamos apuñalar nuestros
corazones en la miseria?
Tres.
Su respiración se aceleró.
Dos.
Uno.
–No.
–Está bien. Tus castigos serán tan épicos como tus estupideces.
–No, pero esto no puede ser... No es normal. – Se encogió un poco, con las
palmas de las manos deslizándose sobre los muslos. Luego se enderezó, con
la mirada fija en la habitación. –Tú, el murciélago, los barrotes de las
ventanas... Nada de esto parece correcto.
Era el momento de educarlo en algunas cosas.
Yo también.
Sabía que la maldita cosa había salido volando, pero revisaría la zona
debajo de la ventana para estar seguro.
Un cambio refrescante. Pero eso no duraría. Lo guíe por las escaleras y por
el edificio principal. En la planta baja, el estruendo de las voces anunciaba
un comedor lleno antes de que la multitud apareciera. Mañana comenzaba
un nuevo curso escolar y los chicos lo celebraban, reuniéndose con sus
amigos tras las vacaciones de verano y conociendo a los nuevos alumnos de
primer año.
Si las cosas hubieran ido de otra manera durante su reunión de admisión,
habría permitido que Jaemin se uniera a la fiesta. En cambio, seguí
caminando, esperando que él me siguiera.
Jaemin resopló.
⊹ ᨘ໑ ¡ ¿cuáles creen que sean los pecados que ha cometido el Padre Jeno? !
▸
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O4 𓂃
Durante los diez minutos que duró el camino hacia los dormitorios, Jaemin
siguió el ritmo de mis largas zancadas, mientras empujaba su labio inferior
hacia delante en una expresión de descontento. O tal vez su labio
descansaba naturalmente de esa manera.
Puchero.
Adorablemente sexy.
Obediencia sumisa.
–¿Podré ver a los halcones fuera? ¿Los polluelos vuelan cerca del colegio?
–A veces.
La Academia Clé era uno de los dos internados de nuestro pequeño pueblo.
Nuestro colegio hermano, St. John de Brebeuf, era un colegio solo para
chicas dirigido por el Padre Jung Jaehyun. Los muros no escalables
rodeaban cada campus. A la vez que eran estéticamente agradables,
proporcionaban seguridad contra las amenazas externas e impedían las
interacciones no autorizadas entre los dos colegios. La iglesia, el campo de
atletismo, el teatro y el gimnasio se situaban en el centro de la aldea entre
los dos campus, lo que nos permitía compartir los costes de esas
instalaciones.
–¿Qué? – Se detuvo, con los ojos desorbitados. –¿Van a la iglesia todos los
días?
–Um, sí... – Hizo una mueca y siguió caminando. –No me apuntes a eso.
–Cada estudiante, joven Na. Mientras sea miembro de este colegio, seguirá
el Catecismo de la Iglesia Católica.
–El noventa por ciento de esto es cómo reaccionas a ello. Cambia tu actitud.
–No, yo delego ese trabajo. Hay un estudiante mayor asignado a cada piso,
encargado de supervisar a los residentes y mantener la seguridad de la
residencia. Los llamamos hermanos mayores.
Sunmi inclinó la cabeza, sin dar ninguna otra reacción. Llevaba mucho
tiempo en esto y había experimentado todo tipo de rebeliones y violaciones
de las normas. Jaemin no podría asustar a la mujer ni, aunque lo intentara.
–Lo que necesito es ir a casa. – Jaemin la miró fijamente a los ojos. –No
quiero estar aquí.
–Uhm, nooo. – Dijo con voz cantarina. –Estoy como cien por ciento seguro
de que eso no va a suceder.
Sunmi parecía y sonaba como una dulce anciana, pero gobernaba los
dormitorios con puño de hierro. Na Jaemin lo aprendería muy pronto.
–Que tengas una buena noche, Sunmi. – Le indiqué al chico que se dirigiera
a la escalera. –Vamos.
El silencio nos recibió en el segundo piso. Los chicos estarían en el
comedor durante una hora más antes de registrarse en sus habitaciones e
instalarse para el primer día de clases. No me aventuraba a este edificio a
menudo. Lo evitaba, para ser sincero. Demasiadas hormonas adolescentes y
cosas raras y con volantes. Por no hablar de que temía pasar por delante de
una puerta abierta y ver algo que me pusiera en una situación
comprometida.
–No. – Hice un gesto con un dedo, haciéndole señas para que entrara en la
habitación. –¿Ves esa puerta? Te quiero al otro lado de ella hasta la mañana.
–Eso significa ahora. – Utilicé un tono cáustico, uno que se sabe despeja
una sala de juntas en menos de tres segundos.
Tuvo el mismo efecto con Jaemin, todo su cuerpo se puso en acción antes
de que yo rugiera la última sílaba. Jadeando, retrocedió hacia la habitación
con pasos bruscos y chocó con el escritorio. Unos temblores visibles
recorrieron sus extremidades. Le temblaba la barbilla y se sujetaba con
fuerza, con un brazo agarrado a la cintura.
Se me antojó.
No volvería a ocurrir.
Tocar la valla no mataría a un humano, pero trepar por encima haría caer a
un adolescente rebelde. Cada año, al menos un imbécil lo probaba. Hace
nueve años, la Academia Clé estaba abocada a la quiebra. La razón
principal era su incapacidad para mantener a las alumnas de St. John fuera
de los dormitorios de los chicos. Los embarazos de adolescentes y la mala
gestión habían provocado un descenso perjudicial en la matriculación de
estudiantes.
Modesto.
Humilde.
La idea me puso enfermo. Nadie debería ser utilizado de esa manera, pero
sucedía.
–Mentira. Estás aquí para conseguir jugosos detalles sobre los Na.
Cuando tenía diez años, se trasladó a Seúl desde Filipinas con su madre.
Recuerdo el día en que se presentó en mi colegio primario católico. No
hablaba ni una pizca de inglés pues acababa de llegar de Corea. Pero
aprendió rápidamente, se reía con facilidad y compartía mi amor por el
monopatín. Habíamos sido mejores amigos desde entonces. Inseparables
hasta que nos graduamos en el instituto. Entonces él se fue al seminario
para ser sacerdote, y yo tomé un camino muy diferente.
–La última vez que tuviste un año fácil, estabas insoportable. – Jaehyun se
acomodó a mi lado. – Estabas aburridísimo. Malhumorado. Quejoso.
Peleando con el jardinero...
–Yo no me quejo.
–No te gusta que nada sea fácil, Jeno. Ese nunca ha sido tu estilo.
–¿Joohyun?
Así lo llamó él. Yo lo llamaba enfermedad. Él era la única persona viva que
conocía mi lucha. Sabía cada feo secreto que llevaba.
–¿Qué?
–Eres un idiota.
Gruñí.
–Sabes que eso no es cierto. Nunca he sido un buen hombre. Menos uno de
Dios.
–No estoy hablando de entonces. Claro, sigues siendo tan despiadado como
siempre. Y francamente aterrador cuando te presionan. Quizá no esté de
acuerdo con todos tus métodos de enseñanza, pero cuando se trata de
motivar a los desmotivados, el miedo y la culpa son herramientas eficaces.
▸ 𖥻 hola zorritxs ^^ ˑ 𖦹
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O5 𓂃
No podía dormir.
Habían pasado horas desde que el clamor de risas y pasos inundó el pasillo
fuera de mi puerta. Todo se había calmado a las diez de la noche, pero
cuando los chicos llegaron por primera vez, escuché mencionar mi apellido
en más de una ocasión.
Demasiado corto.
Demasiado transparente.
Demasiado femenino.
Demasiada piel.
No apropiado.
El idiota hizo una bolsa. Una. Y la llenó de ropa que yo ni siquiera sabía
que tenía. Basura conservadora y decepcionante. No importaba. No estaría
aquí por mucho tiempo. Había pasado toda la noche planeando mi salida.
Ser atrapado con alcohol, drogas o armas en mi poder, garantizaba mi
expulsión. Pero no tenía forma de obtener esas cosas. Prender fuego a mi
habitación era una opción. Pero yo no quería a nadie dañado en la
destrucción de mi destino.
Tendría que hacer las cosas que nunca me hubiera atrevido a hacer en
Bishop's Landing. Ser malo no estaba en mi naturaleza. No pude imaginar
romper cosas o robarle a alguien. Demonios, nunca había fumado un
cigarrillo. Pero estaba mejorando en decir lo que pensaba y escabullirme
con chicos.
Dado que esas fueron las mismas razones por las que terminé aquí, tal vez
sería exactamente cómo me echarían.
La Academia Clé puede que sea estricta y remilgada, pero en todos los
colegios había una mala multitud. Eso no sería difícil de encontrar.
Justo antes del amanecer, una ráfaga de pasos repiqueteó por el pasillo. Eso
sonaba como más de una persona. Como una estampida. Solo que andaban
en puntillas y estaban en silencio, tratando de mantenerse callados mientras
se apresuraban más allá de mi habitación.
Aguanta, ¿qué?
Hijo de puta. Sin tanga, mi culo.
Las chicas de St. John de Brebeuf deben haber estado haciendo ejercicios
en el campo de atletismo. Era temporada de voleibol femenino y
evidentemente, estos chicos tenían una jugadora favorita. Pero ¿cuánto
podría ver desde esta distancia?
Deslumbrantemente bellas.
Peligrosamente delicioso.
Pecaminosamente pornográfico.
Detrás de él, había un grupo de equipos fitness para entrenar al aire libre,
esparcidos por la pista para correr. El camino atravesaba los terrenos del
campus y conducía a la puerta cerrada. Los chicos obviamente conocían su
horario y activaron sus alarmas para verlo recorrer ese camino y detenerse
de la ventana. A las seis de la mañana, probablemente pensó que tenía
privacidad.
Tonto.
–Choi dijo que levanta pesas con el equipo de voleibol femenino después de
su mañana de carreras. Nunca en mi vida había deseado tanto ser una
entrenadora personal con vagina. ¿Puedes imaginar hacer ejercicios con ese
hombre?
Una sonrisa se extendió por mi rostro. Yo estaba allí con ellos, accediendo y
asistiendo con todo lo que dijeron. Desde lejos, cuando su mirada
condenatoria no estaba dirigida a mí, era el hombre más sexy del mundo.
Pero de cerca, con su calor e ira y su aroma embriagador sofocante a mis
sentidos, era aterrador.
–No sé cómo se llaman esa V. – Dijo alguien. –Pero yo quiero untarla con
mantequilla y frotar mi cuerpo desnudo a lo largo de las ranuras.
Aquí vamos.
–Soy Jungwoo. Fui a Pembroke con Lucas. – Él se volvió hacia sus amigos.
–Él era el capitán de rugby. Rey del colegio. Hablando de caliente. Joder,
chicos, el tipo es fuego. Él y yo éramos así. – Entonces sostuvo su mano
con los dedos cruzados.
–Digamos que no son muy inclusivos allí, así que... Quizás. – Un brillo
maligno iluminó sus ojos.
–Esas son noticias viejas. – Él lo rechazó con un gesto. –No me meto con
los chicos nunca más. Tengo la mira puesta en un hombre. Un hombre de
negro.
–¿Padre Jeno?
–Por supuesto. Tengo planes para esa criatura santa la próxima vez que lo
atrape solo.
La frustración apretó mis hombros. No iba a llegar a ninguna parte con este
tipo.
–Solo lo conocí anoche, y pensé... – ¿Cómo decía esto sin sonar como un
copo de nieve? –Es más malo de lo que esperaba.
–Oh, es malo. Pero cada vez que miro esos sexys ojos azules, me vuelvo
loco y hago lo que él pida.
Expulsado.
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O6 𓂃
Miré mi reloj y justo a tiempo, los grupos comenzaron a pasar por la puerta.
Los uniformes a cuadros rebotaban, giraban, se retorcían y saltaban, en
constante movimiento.
La estela de cuadros verdes atravesó la puerta y bajó por la calle hasta que
quedó un grupo. Consulté mi reloj. 7:50. El último grupo no se movió.
–Sí. – Jadeó detrás de mí. –Estaba con nosotros cuando salimos de nuestras
habitaciones. Debe haber regresado a la suya.
Se sonrojó.
–Sí, Padre.
No salió en absoluto.
–¿Está decente?
–Defina decente.
–¿Lleva su uniforme?
–¿Sí?
Unos pantalones que no era suficientemente largos para cubrir sus muslos.
Jesús. La mayor parte de los pantalones había sido cortada. Era tan corto
que solo una tira de tela escocesa asomaba por debajo de la camisa. En
lugar de ocultar el destrozo, sostuvo la caja de galletas a un lado y adoptó
una pose altiva.
–Califique el ajuste.
–¿El ajuste?
El mencionado apartó los labios y dio un paso atrás, abrazando la caja con
más fuerza.
–No sé qué significa eso, pero... Uf. Menos mal que no soy católico. –
Comió otra galleta y se quedó mirando mi mano que lo esperaba.
–No dejaré que me cortes los dedos. ¿Qué clase de colegio es éste?
Jaemin se miró la muñeca desnuda, con los ojos desorbitados por la rabia.
–Tengo una paciencia infinita, joven Na. Pero ahora mismo... – Miré mi
reloj. –Veintiún personas van a llegar tarde a misa por tu egoísmo.
Y a galletas robadas.
–Gracias. Puedes irte. Dile al Padre Kun que se dirija a la iglesia. Jaemin y
yo estaremos allí en un momento.
Un. Niño.
Excepto cortarlo.
–Está bien, bueno, ¿eso que acabas de hacer con mi pantalón? Es como
tan... – Hizo un sonido de irritación. –Radical.
–Continúa.
–Tienes razón.
–¿La tengo?
–¿Así de fácil?
–Gracias.
–Oh. – Sus cejas se fruncieron. –Tal vez pueda hacer valer un argumento
para eso.
Dudoso.
Cuando Jaehyun pasó a la homilía, una de las chicas mayores sentadas unos
bancos adelante que nosotros miró por encima de su hombro. Empezó a
volverse y se dio una vuelta, sus ojos se fijaron en Jaemin. La mierdecilla lo
miró abiertamente, lo miró más fijamente y continuó haciéndolo mientras
su codo se estrellaba contra la chica que estaba a su lado. En cuestión de
segundos, toda la fila de chicas de último año estaba mirándolo
boquiabiertas.
Les dirigí la mirada más severa que tenía, pero ninguna la captó. Estaban
embobadas con el príncipe de los Na.
Quizá lo reconocieran por la prensa. Pero yo sabía que era más que eso. El
chico era un bombón. Impresionante más allá de cualquier cosa que estas
básicas habían encontrado.
Pero Jaemin era, bueno, no le gustaban las chicas. Así que no tenía nada por
lo que preocuparme.
Sin embargo, y para mi sorpresa, por el rabillo del ojo, él extendió la palma
de la mano y les sopló un beso. Algunas se apresuraron a atraparlo. Nadie
estaba escuchando el sermón.
Y así fue. Durante lo poco que estuvo consciente en la misa, gimió entre el
arrodillamiento y el levantamiento, bostezó durante las oraciones, sonrió y
guiñó el ojo a los chicos y chicas a su paso y puso a prueba mi paciencia.
Lo hacía todo mal.
Pero aprendería.
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O7 𓂃
Será desagradable.
–Arrasé.
Miró su reloj.
Bajé las escaleras, tomé unas cuantas curvas, y encontré el comedor con
facilidad. Hambriento, me dirigí a la línea de servicio. Si la comida se
parecía en algo al bollo de canela casero y pegajoso que había tomado aquí
después de la misa, iba a ser un placer.
Cada par de ojos en el comedor me observaba dudando sobre dónde iré. Sin
embargo, nadie me ofreció un asiento en su mesa. Ni siquiera Jungwoo y su
compañero pelirrojo. Miraron hacia otro lado cuando me acerqué. Da igual.
Tampoco quería ser amigo de ellos. Solo quería comer mi almuerzo sin
tener que presentarme a otro grupo.
–Todo el mundo tiene un apodo. Así es como funciona esto. – Miró algo
detrás de mí y levantó la voz. –¿No es cierto, Droopy Renjun?
Me retorcí en la silla cuando el chico en cuestión entró en el comedor. Sus
hombros estaban caídos. Su cabello colgaba en mechones castaños. Pero era
su rostro desfigurado lo que probablemente le había valido el malvado
apodo. La piel se descolgaba de las cuencas de sus ojos, tirando de las
esquinas exteriores de los párpados hacia abajo, como si no hubiera huesos
que mantuvieran la carne de las mejillas en su sitio. A primera vista, me
pregunté si su cara se había fundido en un incendio. Pero su boca
deformada parecía no tener mandíbula inferior o, al menos, una muy poco
desarrollada. Sin embargo, la deformación no oscurecía su expresión. En
todo caso, sus rasgos retorcidos subrayaban la exasperación y el dolor que
ardía en sus ojos.
Si fuera una buena persona, le echaría en cara a Jungwoo que era un ser
desagradable y buscaría otra mesa para terminar mi almuerzo. Pero no lo
era. No podía permitirme hacer enemigos con estos chicos. No hasta que
asegurara mí salida de aquí.
–Soy Sungchan. – El pelirrojo se inclinó hacia atrás y golpeó con las uñas
en la mesa. –Me debes una caja de galletas.
Mierda.
–Tiene novia.
No iba a compartir nada de eso con él. Así que me puse de pie y tomé el pan
sin comer de mi plato.
Dentro de un mes, Maine será tan frío como el Polo Norte. Pero hoy, el aire
otoñal se sentía glorioso, el dosel de hojas ardiendo en tonos dorados y
rojos. Me hacía desear sidra, mantas y un hogar.
Eran tan preciosos, con sus pequeñas narices rosadas y sus bigotes
nerviosos. No parecían tener miedo de mí. De hecho, levantaron la cabeza
de la rama y sus hocicos se acercaron a mi mano.
El pan.
Hice un lecho blando con hojas y añadí el pan. Luego, con otro palo,
introduje cada zarigüeya en la cavidad. Al instante cayeron sobre el pan,
arrancando pequeños bocados.
La fruta o las verduras habrían sido mejores, pero estaba bastante seguro de
que comerían cualquier cosa. En Bishop's Landing, nuestro jardinero se
quejaba de que las zarigüeyas hurgaban en la basura.
Después de la cena, les traería agua y una variedad de comida. Pero por el
momento, me acosté de lado, contento de verlas comer.
Fue un accidente horrible. Ni siquiera había querido cerrar los ojos. Pero
cuando me desperté, supe que había pasado una o dos horas. Estaba en la
jodida mierda.
La puerta estaba cerrada, pero según el reloj que había pasado en el pasillo,
me había perdido sus dos clases. Mi corazón retumbó mientras alcanzaba el
picaporte, con la mano rondando, temblorosa, sobre el pestillo.
No podía hacerlo. Así no. No podía entrar allí todo asustado, agotado y
culpable. Por no mencionar que necesitaba orinar con urgencia. Sentía que
mi vejiga iba a estallar. Haciendo un gesto con los dedos, retiré la mano del
picaporte y retrocedí lentamente.
Pero él lo hizo.
Ocupando el hueco de la puerta, mantenía los brazos a los lados, con una
expresión vacía. Imposible de leer. Su mirada afilada me recorrió, y aunque
estaba preparado para sus afilados bordes, un temblor por todo mi cuerpo se
desató. Bloqueé las piernas para evitar que se tambalearan. No me encogí,
no mostré debilidad. Me mordí una parte sensible de mis labios. Mis dientes
lo rasparon, abriéndolo y haciendo que la sangre cayera sobre mi lengua.
Su silenciosa quietud hizo una despiadada comida de mis nervios hasta que
se me puso la piel de gallina, y los vellos de mi nuca saltaron de mi piel.
Sus dedos dejaron de moverse y sus profundos ojos azules se clavaron en
los míos.
–Cierra la puerta detrás de ti. – Dio la orden con una calma aterradora y
volvió a entrar en la habitación.
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O8 𓂃
Así que mantuve mis ojos nivelados en los suyos y me paseé a través de la
corta distancia.
–¡Eh! ¿Qué? – Mi mirada voló hacia el crucifijo. –¡No voy a hacer eso!
–Noventa minutos.
–Dios mío, ¿qué es esto? ¿Tienes algún tipo de fetiche con los pies?
–¡No puedes hablar en serio! ¿Cuántas bocas han tocado esta cosa? – Mi
respiración se volvió salvaje. –No es higiénico.
Que me jodan.
Yo no quería eso. No con él. Pero mi cuerpo pensó que era una espléndida
idea.
Y brillante.
Si rechazaba mis avances, me expulsaría. Si era tan corrupto como todos los
demás en el mundo y diera la bienvenida a mis avances, lo denunciaría, y
cerrarían todo el maldito colegio.
¿Doyoung los había delatado? ¿Porque era el hermano mayor del tercer
piso? ¿También se había delatado a sí mismo? Había estado presionado
contra la ventana con el resto de ellos, babeando sobre el sacerdote
semidesnudo y poniendo en duda su integridad heteroaburrida y religiosa.
–¿Por qué crees que alguien te vería correr? – Arqueé una ceja, tratando de
ignorar los planos cincelados de su rostro increíblemente hermoso.
–Uhm, sí. Este chico. – Me apunté con un pulgar. –No es por ser un soplón.
Pero te doy un consejo. Ponte una camiseta. Aumenta tus carbohidratos.
Que te crezca la barriga. ¿Por qué lo de la tabla de lavar y el paquete de
ocho? Eso seguirá atrayéndolos, y tu plan es reformarlos y volverlos al buen
camino repleto de coños femeninos. Tal vez no lo hayas notado, pero una
gran parte de este colegio tienen erecciones por ti.
–Suficiente.
–No se puede culpar a un chico que sabe lo que le gusta por aprovechar su
potencial. Golpeando y frotando...
¿Qué?
Dejé de respirar.
Solo unas pocas personas me habían dicho que me las quitara, y eran tipos a
los que había intentado follar activamente, tipos que conocían acerca de mi
exacerbado gusto por la ropa interior femenina. No sabía mucho acerca de
los sacerdotes y sus reglas, pero esto era censurable. Era demasiado íntimo,
demasiado pervertido. Esto no podía ser otra cosa que sexual.
Rápidamente el feo pantalón volvió a mí, y recogí la ropa interior del suelo.
Cuando me enderecé, su rostro estaba esperando, a un suspiro de distancia.
Dudo que San Juan tuviera en mente la ropa interior de la gente cuando
hablaba sobre la humildad. Pero me lo guardé para mí e hice lo que me
ordenó.
¡Corre! ¡Corre!
Aproveché la ira y miré hacia arriba a la efigie de un dios medio muerto que
no llevaba más que una toalla alrededor de la cintura.
–Puede que tengas mi boca espeluznante Jesús desnudo, pero eso es todo lo
que te daré. Mientras me veo obligado a besar tus pies, te maldeciré durante
cada vil minuto.
Soltando mi propio suspiro, puse la boca en los dedos de los pies antiguos e
intenté no pensar en los gérmenes. El aroma de la madera mohosa invadió
mi nariz, y traté de no pensar en eso tampoco. Se alejó hacia su escritorio y
regresó a mi campo de visión con una Biblia en la mano. Acercó una silla,
se acomodó, abrió el libro y comenzó a leer. En voz alta.
Leyó una historia tras otra sobre gente antigua haciendo cosas aburridas.
Lecciones de humildad en cada pasaje, pero yo no necesitaba esa mierda.
Mis malditos labios estaban pegados a una escultura. Me había quitado la
ropa interior delante de un sacerdote. El agotamiento me golpeaba por todos
lados, y no podía dejar de rebotar porque mi vejiga...
Lo había planeado.
Mis ojos se cerraron al darme cuenta. Los zapatos, los calcetines, la ropa
interior, todo se habría estropeado si no me lo hubiera quitado. Él había
contado con que me iba orinar encima. Qué jodido imbécil.
Mantuve los ojos cerrados y los labios plantados en Jesús, hirviendo a fuego
lento en un charco de vergüenza y vitriolo. El cansancio tensaba mis
músculos y me jodía el equilibrio. Me dolían los hombros y el cuello de
tanto moverme para mantener la boca en su sitio. Pero supe que había
durado los noventa y nueve minutos cuando oí que la Biblia se cerró y la
silla crujió.
No quería moverme ni abrir los ojos. Estaba parado en mi propia orina, por
el amor de Dios. Pero mis labios se regocijaron en la libertad cuando me
aparté y trabajé mi mandíbula.
Mis ojos se abrieron, fijándose en el desorden del suelo. Una nueva ola de
humillación me atravesó. Y de rabia.
–No.
Bueno, joder. Eso me hizo sentir mil veces peor. Mi mirada cayó a mis
pantalones manchados y mis pies empapados, con los ojos doloridos por las
lágrimas. Sus zapatos aparecieron en el borde de mi visión borrosa, el
brillante cuero negro que se detenía justo al lado del desorden. Entonces un
nudillo tocó mi barbilla, levantándola hasta que mis ojos se fijaron en los
suyos.
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⊹ ᨘ໑ ¡ lo que son las cosas jsjs les dije que habría golden shower ! ▸
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo O9 𓂃
Durante muchos años, había fantaseado con recibir afecto así: una caricia,
una mirada anhelante, un beso de adoración. Deseaba tanto experimentarlo
que podía saborearlo. Pero todo lo que había encontrado eran caricias
frenéticas, besos descuidados y algunas mamadas interrumpidas. No era
saludable meditar sobre la forma en que se sentía el toque de un sacerdote
que pretendía volverme heterosexual. No significaba nada para él, y si no
dejaba de obsesionarme con ello, me convertiría en otro miembro lujurioso
de su club de fans del internado. No es que me creyera mejor que esos
chicos, pero tenía un sentido de autoestima.
–Hola. – Abrí mi bolso y saqué el pequeño cuenco que había robado del
comedor. También tenía varias botellas de agua, un surtido de frutas,
verduras y frutos secos, y los restos de mi uniforme destruido. El pesado
material debería mantenerlos calientes en las próximas semanas.
Guardé las botellas sin abrir, cerca de la parte trasera de su hueco, puse la
comida, el cuenco de agua y les murmuré mientras comían. Eran unos
bebés muy dulces. Eran como monitos curiosos con narices movedizas y las
patitas más bonitas. Podía jugar con ellos toda la noche y tenía la intención
de hacerlo hasta que el sonido de los pasos invadió mi santuario.
Jodidamente bueno.
¿Qué haría el Padre Jeno con las zarigüeyas huérfanas? Era seguro suponer
que no las amaría, les hablaría y las arroparía por la noche.
Torciendo su cuello, él se inclinó a mi alrededor y dirigió su mirada a los
bebés que se retorcían. Luego arrugó la nariz. Se había deshecho del
uniforme del colegio para ponerse unas botas rockeras, unos leggings
negros y una camiseta holgada. Un cárdigan de gran tamaño y con
desperfectos cubría su tonificado cuerpo bajo una chaqueta de cuero
recortada, decorada con tachuelas y parches metálicos. Un sombrero de
estilo rockero remataba el look vanguardista y a capas.
Sentí una pizca de envidia por su estilo tan atrevido. Pero eso no significaba
que confiara en él. ¿Por qué me había seguido?
Pero no quería pelear con el chico. Solo quería que se fuera y dejara en paz
a mis zarigüeyas.
–Soy Jaemin.
¿Cómo podía decirle a alguien que me dejara en paz sin sonar en modo
perra?
–Solo escúpelo. – Dijo. –Lo que sea que vayas a preguntar sobre mi rostro,
solo pregúntalo.
Él resopló, incrédulo.
–Deberías ser amable conmigo, Na. Yo podría ser el único amigo que tienes
aquí.
–No son tus amigos. Nunca serán amigos de alguien que se parece a ti. –
Me señaló la cara.
–No tengo las ganas ni los lápices de colores para explicarte esto.
–No, sí. Esos Lee. Cuando te invite al baile formal de invierno como todas
las chicas de su clase, que lo hará, los hombres fuertes y responsables de
Clé te odiarán.
–¿Excepto tú?
Su mandíbula se desencajó.
–No, yo...
–¿Cómo es eso?
–Tú tampoco.
–Déjame adivinar. – Apoyó las manos en las caderas. –Pensaste que sería
torpe e inseguro.
No pude saber si hablaba en serio o si su sentido del humor era más seco
que el mío.
Será mejor que no le diga a nadie lo de Seol y Bongshik. Juro por Dios que,
si les pasaba algo, le cortaría la cabeza.
Una figura solitaria cortaba una silueta formidable contra el fondo de las
luces de la calle. Se apoyaba en la puerta, con las piernas largas cruzadas
por los tobillos, los brazos musculosos a los lados, y sus ojos... Me
esperaba, siguiendo mis movimientos, cazándome en la oscuridad. El
instinto de correr se apoderó de mis huesos. Pero ¿y si me perseguía?
¿Y si lo deseaba?
Así que me alejé, dirigiéndome en dirección contraria. Sin mirar atrás, supe
que su mirada me acompañaba hasta el edificio. Lo sentí arder a lo largo de
mi espalda. Su atención exclusiva debería haberme asustado, pero, en
cambio, me reconfortó.
Se puso de pie con las manos a los lados, los hombros hacia atrás, y la
expresión rebosante de autoestima. Ni rastro del chico avergonzado y con
los ojos llorosos que había dejado en esta habitación ayer. De la noche a la
mañana, había recuperado su fuerza de voluntad. Con algunas diferencias.
Su uniforme cumplía con el código de vestimenta. Había llegado a tiempo a
la misa esta mañana y me senté durante el servicio con poca interrupción.
Pero no me hacía ninguna ilusión su repentina sumisión. Sospechaba que,
después de una noche de ira y humillación, simplemente estaba eligiendo
sus batallas.
Él no habría sobrevivido.
No lo haría.
Y así, esta mañana, mientras lo miraba con nuevos ojos, tenía menos que
ver conmigo y más que ver con el papel en mi escritorio. Presionando un
dedo contra eso, lo deslicé hacia él. Luego, entrelacé mis manos en la
superficie de madera y lo observé. Se inclinó hacia delante, miró la página y
unas pequeñas líneas de decepción se le cruzaron por la frente, y
desaparecieron cuando se enderezó.
–Si mi madre se sale con la suya, nunca veré el interior de una universidad.
–Querría ir a casa.
–En todos los años que llevo dirigiendo este colegio y los cientos de
pruebas que han pasado por mi mesa... – Golpeé el papel. –Solo he visto un
puntaje así de alto una vez.
–Lo que sea. Entonces, ¿vas a ponerme en clases avanzadas o algo así?
–¿Me quitarás la ropa para estos castigos? – Agitó sus pestañas, con el
rostro serio.
–No tengo incontinencia. – Hizo un sonido de burla. –No había ido al baño
desde antes de la iglesia.
–Encuentre una solución para eso, joven Na. Eres demasiado mayor para
que te recuerden usar el baño.
–¿Nueve años sin sexo? – Sus cejas se arrastraron hasta la línea del cabello.
–¿En todo este tiempo, no has tenido ni un solo desliz? No has cedido a las
más bajas necesidades de la naturaleza humana.
–Buen punto. – Frunció los labios. –Pero has tenido sexo, ¿verdad? ¿Tú no
eres virgen?
–No soy virgen. Cuando llegué a la treintena, tomé una decisión consciente
de hacer más con mi vida, de ser más.
Las respuestas que di fueron honestas, con una omisión crucial. El secreto
que me llevaría a la tumba.
–Es muy noble de tu parte, Padre Jeno. Supongo que eres un mejor humano
que yo. – Apoyó las manos en el escritorio y se inclinó hacia él. –Pero eso
no significa que seas mejor para tomar decisiones sobre mi vida. En lo que
me convierta aquí, este año, impactará en todo mi futuro. Mírame. – Señaló
su rostro. –Fíjate bien en mis ojos, en mi expresión. Mira fijamente a un
hombre que anhela una gran pasión, y siempre está más allá del próximo
imbécil.
–¿Cero tolerancias, por qué? – Se agarró al borde del escritorio. –¿Fue por
el comentario de imbécil?
–Yo...
–Piensa bien lo que vas a decir. Hay seis aulas en esta planta. También hay
una iglesia y un gimnasio con pisos de madera.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 1O 𓂃
Fregar los suelos sentó las bases de las lecciones diarias de Jaemin en la
Academia Clé.
Durante las siguientes cuatro semanas, pasó más tiempo aprendiendo sobre
sus manos y rodillas que sentado en un escritorio. Mientras se arrastraba
con una esponja jabonosa, caminaba a su lado, dando conferencias sobre
física comparativa, gobierno y política, literatura latina y el catolicismo.
Sufrimiento físico.
Dolor corporal.
En los años que había enseñado aquí, sólo había usado una correa y un
bastón en tres ocasiones. Esos habían sido casos extremos, donde los
estudiantes eran tan salvajes e ingobernables que una paliza física ni
siquiera los había hecho tambalearse. No me había afectado tampoco. No
tenía ningún interés físico en los chicos, y al final, los tres fueron
expulsados.
La expulsión era lo que Jaemin quería. Por lo tanto, era lo único que no le
daría.
Abofetear.
Azotar.
Flagelar.
Asfixiar.
Lo deseaba.
Sólo lo había tocado una vez. Hace cuatro semanas, dejé que mi pulgar
rozara su labio. Aquel único y ligero toque había desplegado una oleada de
retorcidos y desesperados antojos desde el rincón más oscuro de mi mente.
Desde entonces, había mantenido mis manos para mí y forcé mis negros
pensamientos a la inexistencia. Pero si lo toco de nuevo, si lo introduzco en
mi pasatiempo favorito, se acabó.
Tal y como estaba, ver cómo se arrastraba por el suelo de rodillas se burlaba
de mi naturaleza sádica. El flagrante simbolismo sexual en el acto tampoco
se le escapaba. Me llamaba la atención cada vez, afirmando que ningún
alumno aspirante a ser un hombre de valor debería arrodillarse ante su
profesor, porque era pervertido y se prestaba a las fantasías de los
depredadores.
–Oh, vamos. – Miró el reloj de la pared. –Sólo dos minutos de retraso. ¿En
serio vas a ser una polla al respecto?
–¿Una polla?
–Por eso me confunde oírte usar esa parte del cuerpo de los hombres como
un término despectivo. Teniendo en cuenta tus infernales ataques
lingüísticos hacia los individuos de tu mismo sexo, esperaría que usaras la
palabra polla como un cumplido en lugar de asociarlo con la debilidad.
–Tienes mucha razón. – Se golpeó una mano contra la frente y gimió. –Soy
un idiota. No estaba pensando y... ¡Gah! No hay excusa para lo que dije fue
ofensivo e ignorante, y lo siento. – Enderezó su columna y se encontró con
mis ojos, mirando tan irresistiblemente, magníficamente avergonzado. –
Besaré al Jesús o fregaré los suelos, lo que tú decidas. Sin resistencia. Soy
un completo imbécil.
Una de las cosas que había llegado a adorar de Na Jaemin era la facilidad
con la que podía ser tan genuinamente humilde y desinflarse irónicamente a
sí mismo. Rara vez se preocupaba por la percepción que los demás tenían
de él, pero por la razón que fuera, no quería que creyera que era superficial
o débil de mente. No tenía ni idea de lo alejado que estaba de esos rasgos, y
eso sólo lo hacía más hermoso, más deseable, más difícil de pasar
desapercibido. Era diferente a cualquier joven fácilmente reformable de
dieciocho años que hubiera conocido.
Me reí.
–Es bueno saber que has aprendido una lección en cuatro semanas. – Hice
una pausa ante él. –Pero no es por eso que llegas tarde.
Sus ojos azules se alzaron hacia los míos, brillando con fuego y
preocupación.
–¿De verdad? – Entrecerró los ojos, pero la esperanza brilló a través de las
rendijas.
–Desde el primer día. Comes todas las comidas aquí, incluso cuando llueve.
Debería haberle dicho que lo arreglara, que tomara otra postura. Las
palabras estaban allí, raspando mi lengua, pero no emergían. Mis
verdugones brillarían como el fuego en su impecable piel de porcelana. Mis
manos dejarían un círculo azul alrededor de su delicada garganta. Mi polla
se estiraría, desgarraría y dividiría su pequeño agujero por la mitad.
–Eso no es necesario.
–No deberías sostenerlos. – Apoyé mis dedos en los bolsillos, luchando una
batalla interna con mi cuerpo sobrecalentado.
–Suponen un menor riesgo para la salud que casi todos los demás animales
en la naturaleza. Y están limpios. – Le sonrió al que tenía en el hombro. –
¿No es así Seol? Siempre acicalándote. – Su sonrisa de aprehensión se
dirigió a mí. –Él cree que es un gato.
Se sentía miserable.
Tal vez esa miseria comenzó mucho antes de que se mudara a Maine. ¿Qué
había dejado atrás en Bishop's Landing? ¿Amistades superficiales? ¿Una
fría mansión? ¿Un mundo en el que pasaba desapercibido, sin aprecio y sin
amor? Había dejado de pedir su teléfono hace dos semanas.
–¿Cómo es eso?
–De acuerdo. – Dejó el bolígrafo con cuidado y rodó los hombros. –Esa una
forma de verlo.
–Sí, hay otra forma... – Hice un gesto con la mano, señalando. –Adelante.
El piso es tuyo.
–Muy bien. – Dio un paso alrededor del escritorio, un pie antes que el otro,
hasta que se puso a mi lado al alcance de la mano. –Tu posición sugiere que
la atención es intrínsecamente mala para ti, que es algo pecaminoso o
glotón para anhelar, como el adulterio o las drogas. ¿Pero no es la necesidad
de atención esencial para el ser humano? ¿Qué es el matrimonio sin la
atención de un cónyuge? ¿Qué es el sacerdocio sin la atención de su
rebaño? ¿Qué es un niño sin la atención de sus padres? – Apartó la mirada,
parpadeó y volvió a mirarme. –¿No es el regalo de la atención una de las
cosas más desinteresadas e impactantes que pueden darse los unos a los
otros?
Ojos inteligentes.
Cada día con él era un paseo salvaje de curvas cerradas, cuestas empinadas
y ajustes imprevisibles. Nunca había estado tan mental y físicamente
despierto en mi vida.
–Sí. – Mi voz salió ronca, me aclaré la garganta. –Pero ¿entiendes que la
atención no es lo mismo que el afecto?
–Sí.
Mientras lo veía salir de la habitación con la cabeza alta, una cosa era
cierta. Na Jaemin iba a tomar las riendas de su vida, aunque eso significara
irse sin un centavo de su familia.
🏳️🌈💚
⊹ ᨘ໑ ¡ ¿les está agradando la historia? por cierto, feliz 1ro de junio jsjs
hermanes, hermanas y hermanos nominerxs !▸
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo 11 𓂃
Habían pasado cinco días desde que Jeno me devolvió el celular. Le envié
un mensaje de texto a Lucas inmediatamente, sólo para ver cómo estaba y
explicarle por qué no había respondido a sus mensajes y llamadas perdidas.
Ahora que se había graduado de la secundaria, estaba súper ocupado
viajando entre Inglaterra y Corea, pateando culos en su nueva vida con su
nuevo novio porque sí, él poseía derecho a gustar de los chicos. Cosa que lo
mantenía demasiado ocupado para encargarse de mis problemas triviales.
No lo había visto desde que lo suspendieron, pero el rumor era que volvería
al colegio este fin de semana.
–Sí. – Sus ojos brillaban con culpa. –No debería haberla escuchado.
Seguí su mirada a través del patio y encontré los ojos azules de acero de mi
némesis devolviéndome la mirada.
Era una idea terrible. Mi hermano era engreído, sobreprotector y más bocón
que yo.
Apretó su agarre.
Dios, lo amaba.
–Puede que engañes a todos los demás con ese collar alrededor de la
garganta. Pero vi la forma en que lo miraste, sacerdote, y no me gusta. Si le
haces daño, iré por ti.
Mierda.
–Si alguien intenta lastimarlo. – Dijo, con sus ojos pétreos fijos en mi
hermano. –No serás tú quien contraataque en su defensa.
Cuando se dio cuenta de que Jeno se refería a mí, de que era yo quien
devolvería el golpe, todo su porte se suavizó.
–Siempre.
Había una gran diferencia entre estar solo y sentirse solo. Pero por primera
vez en mi vida, no iba a cargar a mi hermano con mis problemas. No iba a
contarle lo mucho que odiaba estar aquí o cómo pretendía que me
expulsaran. Sólo se preocuparía y se entrometería, y como dijo Jeno, yo
tenía que pelear mis propias batallas.
–Ya la odio.
–¿Lee Jieun?
–No quiero que pierdas tu virginidad con alguien que no te gusta. Mierda,
prefiero no pensar en ello.
Desde el borde del patio, observé a Jeno mientras saludaba a las familias.
Una de las madres, una bonita mujer mayor, le ofreció la mano y una
sonrisa coqueta. Él le agarró la mano y le dirigió una mirada que
probablemente empapó sus bragas. Como si pudiera sentirme, su mirada
encontró la mía a lo lejos. Sus ojos, tan profundos, fríos y cargados de
secretos fueron un asalto a mis sentidos.
–Bien.
–¿Bien? ¿Es esto lo que quieres para mí? ¿Voy a vivir toda mi existencia
siendo alguien que no soy porque el título de LGBT partner sólo puede
llevarlo uno en nuestra familia para causas publicitarias y, además, tampoco
me permitirás disfrutar del aburrido e insatisfactorio coito heterosexual que
me corresponde?
–No. – Cerró los ojos y bajó la cabeza. Después de una exhalación lenta, me
miró con tanto amor que hizo que mi pecho se hinchara. –Me siento tan
culpable, Nana, yo no querría que las cosas fueran de esta manera. Joohyun,
Chaewon, yo... Solo no quiero que te hagas daño.
–Lo hago.
–Pruébalo. Acepta el hecho de que voy a tener que afrontar una realidad de
mierda, y tal vez viva sin una gota de plenitud. Pero sobreviviré a ello.
¿Sabes por qué? Porque soy un maldito Na.
–Sí, lo eres. – Una sonrisa lobuna apareció en su cara. –Lo siento por las
bastardas que utilizarás y los bastardos que dejarás en el suelo. – Inclinó la
cabeza mientras me estudiaba durante un momento. –Te traje algo.
–Quizás. – Sus ojos brillaron. –En realidad, mi auto está lleno de mierda.
Me imaginé que no habías traído mucho para tu dormitorio, así que
Yangyang y yo hicimos un poco de compras. Él eligió toda la ropa,
incluyendo un traje para tu baile. Y sí, te compré una funda de almohada de
seda.
–Que estés aquí... Es más de lo que esperaba. ¿Dónde está Yangyang para
que pueda darle las gracias?
Sólo había dos maneras de que eso ocurriera: si Jeno le daba a mi madre un
informe satisfactorio o si me expulsaban.
Estaba fallando fantásticamente en ambas opciones.
–¿Las zarigüeyas?
Lucas pasó diez horas enteras conmigo antes de ser expulsado del campus
por la policía del toque de queda. Fue el mejor día que había tenido en
mucho tiempo. Tenía que volar de vuelta a Inglaterra mañana, y no lo
volvería a ver hasta Navidad. Con suerte.
Pero toda armadura tenía una grieta. Estaba decidido y aterrorizado a partes
iguales por encontrarla.
–Escuché que tu hermano estuvo aquí hoy. – Entró sin invitación. –Todo el
mundo habla de él.
–Él corrió por ese camino durante años. Luego apareciste tú. La mañana en
que nos sorprendiste observándolo fue la última vez que corrió por ahí.
¡Porque tú se lo dijiste, carajo!
Podría decirle la verdad, que fue Doyoung quien los delató, pero...
–No soy un soplón. – Agarré otra camisa. –Jieun dijo que el Padre Jeno
corre con las niñas del equipo de voleibol femenino ahora. Tal vez solo
quería cambiar su rutina.
–¿Qué?
–No te hagas el tonto. Sé que las viste cuando estabas hurgando en nuestras
habitaciones y robando las galletas de Sungchan. – Me señaló la cara con
un dedo. –¡Hiciste que me suspendieran por dos semanas!
–Estás tan equivocado que es como si trataras de señalar con el dedo por el
agujero del culo. Sólo detente.
–Sí. Es mi profesor.
▸ 𖥻 hola zorritxs ^^ ˑ 𖦹
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo 12 𓂃
Anticuado y flojo.
Incluso ahora, vestido con su ropa sacerdotal, era una efigie del deseo y la
tentación. La línea de la mandíbula ensombrecida, la boca malvada, el
cabello rubio cayendo sobre su frente mientras se agachaba en el suelo.
Luego se enderezó, girando. Sus pestañas se levantaron a la mitad y sus
penetrantes ojos azules se posaron directamente en mí.
Ojos seductores.
Sonreí.
Él frunció el ceño.
Aburrido.
Por no hablar de que los Na, una de las familias más poderosas del país, lo
habían amenazado más de una vez. Tenía que separarlo de todo eso, física,
emocional y mentalmente, para que pudiera ensimismarse conmigo. Tenía
que ser demasiado seductor para resistirse.
El mes pasado, nunca habría creído que podía hacerlo. Pero durante la visita
de Lucas, oh hombre, mi hermano se moriría si supiera esto, su reacción a
la forma en que Jeno me miraba me dio perspectiva. Muy pocas cosas se le
escapaban a Lucas. Sabía cómo leer a la gente, y si sospechaba que Lee
tenía pensamientos inapropiados sobre mí, estaba en lo cierto.
–Aquí.
Furioso. Aterrador.
–Eres tan ardiente como un iceberg. Creo que lo que quieres decir es... –
Dirigí mis ojos a su ingle. –¿Estoy jugando con el Polo Sur?
–Mandarme a casa es no pecar. – Dije en voz baja. –Agrega eso a tus votos.
Sólo que no podía volver a hacerlo. Ni una noche más. Ni un segundo más.
–Solo leo estas cosas porque no tengo otra opción. Pero no puedes
imponerme tu fe. Son tus creencias, no las mías.
–Allí codició a sus amantes, cuyos genitales eran como los de los asnos y
cuya emisión era como la de los caballos.
–Pasaje equivocado.
–Este es tu libro. Además, no creo que esta parte esté tan mal. ¿Genitales
como los de los asnos? ¿Emisiones como caballos? Me parece poético.
Evocador. – Me encontré con sus ojos poco amistosos. –¿Por qué no puedes
ser más como Ezequiel? Era un pequeño y sucio profeta.
Sus labios formaron una sonrisa, pero no era una sonrisa en absoluto. Era
profunda y aterradora. Lo que había debajo era un hombre rompiendo sus
ataduras. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta como si fuera eso o
rodear mi cuello con sus manos.
–Niño tonto, lo único que tenías que hacer era leer el pasaje correcto.
–Aquí hay un pasaje para ti, directamente del Evangelio de Jaemin. Te irás
a la mierda
Cerró la puerta.
Click.
La mía.
La suya.
Esto podría haber sido mucho más fácil. Podría haberse deshecho de mí el
primer día, pero su arrogancia se interpuso. Ahora, ambos pagaríamos el
precio.
Iba a follarme.
Por una vez, haría cada maldita cosa que me dijera que hiciera. No haría
ningún ruido. Cuando asentí, me soltó la garganta. Entonces su peso se fue,
llevándose todo el calor con él.
–¿Has estado así todo el día? – Su voz rugió, sonando como un trueno,
atronadora, ensordecedora en su ira.
–Dijiste que no querías volver a ver mi ropa interior. – Así que dejé de
llevarlos, aguantando con la malvada esperanza de que él se quedara
mirando la próxima vez que fregara el suelo. Bueno, él estaba recibiendo un
vistazo ahora, y produjo un tembloroso y satisfactorio flujo de calor a mi
polla erecta.
Gruñía con cada golpe, con los dientes apretados y desnudos, los sonidos de
su respiración tan pesada y rápida que ahogaba la música. Nunca había oído
ni visto a un hombre tan excitado. Y yo era la fuente de eso. El combustible
para su fuego.
Lo estaba liberando.
Me hizo algo. Me llamó. Me sacudió como un despertar. A medida que el
shock del dolor disminuía, mi mente comenzó a calmarse. Mis miembros se
aflojaron y me relajé en el cinturón que llovía sobre mi carne. Hilos de calor
se acumularon en mi glande adolorido, abriendo los músculos y ondulando
a través de mí en fuertes pulsaciones de necesidad.
Ajusté mis caderas, colocando mi polla contra el borde del escritorio. Con
cada golpe del cinturón, dejaba que mi cuerpo se balanceara, haciéndolo
rozar contra la dura superficie.
A medida que la música subía, sus golpes eran más fuertes y rápidos, toda
mi hambre, mi temblor, mi placer. Me elevé hasta el precipicio, alcanzando
la cima.
–No te vas a correr. – Juntó los pies sin piedad, como si quisiera que mis
muslos cortaran la circulación hacia mi polla.
La suya, por otra parte, yacía a lo largo de la hendidura de mis nalgas, dura
como una roca y de kilómetros de largo, apretado detrás de su cremallera.
Se sentía enorme, monstruoso, palpitando por entrar dentro de mí.
Me agarró del cabello y me tiró de la cabeza hacia su hombro con tanta saña
que pensé que se me rompería el cuello. Sus dientes me apretaron la mejilla,
sus labios se retiraron y su respiración fue como un fuego abrasador en las
puertas del infierno.
Atrapado bajo él, no tenía muchas opciones. Irme no era una de ellas.
Incliné mi cuello, luchando contra su agarre para poder ver su cara. Cuando
por fin me giré lo suficiente, cuando me encontré con su descarnada mirada,
mi corazón se detuvo. Un vaso sanguíneo palpitaba en su frente. La culpa
marcaba sus hermosas facciones.
Con sus piernas aprisionando las mías, aflojó su agarre en mi cabello, pero
no se apartó. En lugar de eso, me apretó, con su pecho agitado, nuestras
frentes tocándose. Olía a hombre, a Dios y a guerra.
Con una mano temblorosa, me acerqué y apoyé mis dedos contra su férrea
mandíbula.
Su aliento lo abandonó.
–Digo palabrotas todos los días y me masturbo todas las noches pensando
en coger con otros hombres.
–Jaemin... – Él gimió.
–No debería haber dicho esa última parte, aunque sea verdad. – Suspiré
contra su boca, saboreando su calor, su delicioso y oscuro aroma. –Tengo
muchos pecados, Padre. Lamento algunos de ellos.
–¿Sólo algunos?
Él cerró los ojos, escuchando con una expresión serena, pero la tensión no
abandonó su cuerpo rígido. No me soltó, no se apartó. Me abrazó como si
no fuera a soltarme nunca.
Terminé la oración.
–Amén.
–Ve en paz. – Dejó caer sus puños sobre el escritorio a cada lado de mis
caderas.
–Gracias, Padre.
–Ve. – Susurró.
–¡Vete!
Se quedó donde lo había dejado, inclinado hacia delante con los puños
sobre el escritorio, con los brazos estirados, la cabeza baja y la barbilla
pegada al pecho. Pero sus ojos estaban en mí, brillando como llamas azules
bajo el velo de sus pestañas.
Dudé.
–Ve, Jaemin. – Sólo se movieron sus labios, su voz baja y gutural. –Corre.
Corrí.
Mi mente iba a mil por hora mientras estaba allí recuperando el aliento.
Rodeado por la intimidad de los árboles, dejé que mi mano se dirigiera a mi
culo. El tacto picó, haciéndome sisear. Me retorcí por la cintura, palpé la
zona e inspeccioné superficialmente los daños. Por azotarme tan
brutalmente esperaba laceraciones y sangre. Pero no sentí ningún corte
abierto. Ninguna piel rota. No hay sangrado.
Necesitaba otro plan porque, maldita sea, no iba a casarme con el apellido
que había elegido mi madre. Tal vez no me casaría en absoluto. Mi madre
había preparado a Lucas de la misma manera, empujándolo a una relación
con Moon Taeil. Un matrimonio de Na y Moon habría hecho a mi poderosa
madre aún más poderosa, y hubiera demostrado que era partidaria del apoyo
a la comunidad. Pero Lucas -el miembro más jodidamente gay de nuestra
familia-, había puesto fin a eso.
Y sonreír.
Oh, bueno.
–Bien por ti. – Pasé por delante de él, apartándolo con el hombro.
–No me importa.
Una suspensión me enviaría a casa por unos días. Tendría que lidiar con la
ira de mi madre, pero valdría la pena solo para ver a mis hermanos, dormir
en mi propia cama, y pasar la mañana en algún lugar que no fuera la iglesia.
Pero no me suspenderían. Jeno estaba sobre mí y nunca me daría lo que
quería.
Me arde el pecho.
Zarigüeyas.
Mi corazón se aceleró.
Seol y Bongshik.
Muertos.
Mi garganta se incendió.
No podían ser ellos. No puede ser. ¿Por qué alguien haría eso? ¿Por qué
estaban en una caja? ¿Por qué estaban aquí?
Tomé la caja y salí furioso al pasillo. Las cabezas se asomaron a las puertas,
sus rostros manchados y distorsionados por mis lágrimas.
–Vete a la mierda. – Grité y agité un dedo hacia todos los chicos del pasillo.
–Quienquiera que haya hecho esto... Juro por Dios que te encontraré. Estás
tan jodidamente muerto.
Necesitaba a Jeno.
Pantalones oscuros, camisa azul claro, barba oscura sobre una mandíbula
cuadrada. Sin cuello. Casi no le reconocí. Hasta que llegué al destino final y
caí en los ojos mercuriales del hombre más hermoso que jamás había visto.
Él abrió la puerta.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 13 𓂃
Nunca más.
–¿Por qué alguien los mataría? – Lloró en silencio. –No logro comprender.
Podría cerrar las puertas, extenderlo sobre esa losa de mármol y follarlo
hasta que se olvide de las zarigüeyas. El calor hirviendo en mi sangre lo
exigió. Pero también sentí culpa, espesa y fría, coagulándose en mi
estómago.
Esta era una iglesia, y él era un hombre. Nunca permití que mis
pensamientos depravados profanaran estas paredes. Él estaba a salvo de mí
aquí.
Necesitábamos toallas, ropa seca, pero eso requeriría volver a salir bajo la
lluvia. Así que le di mi calor corporal y saqué el teléfono de mi bolsillo.
Después de enviar algunos mensajes de texto rápidos, dejé el dispositivo a
un lado. Entonces, bajo el pretexto de mantenerlo caliente, cedí al impulso
de tocarlo.
–El peor. – Se pasó una mano por la mejilla húmeda, sus ojos nadando con
dolor.
–Confía en mí.
–Yo...
–Confía en mí.
–Lo que realmente necesito es... – Él soltó un suspiro trémulo, apoyó una
palma en mi pecho, y se encontró con mi mirada. –A ti. Como eres en este
momento. Siento que está bien estar triste contigo, como si pudiera bajar la
guardia en tus brazos.
–Gime para mí. – Mi orden se cernió sobre ese casi beso, bailando de mi
lengua a la suya.
–Sí. – No podía imaginarme a mí mismo haciendo tal cosa, pero para él, yo
haría cualquier cosa. –Sí.
–Gracias. – Jaemin tomó mi rostro, su expresión rebosante de
agradecimiento.
–¿Qué?
–Padre Jeno. – Dijo a modo de saludo y le dio a Jaemin una suave sonrisa. –
Joven Na. – Dejó la bolsa al lado de la primera fila y levantó la tapa de la
caja, asomándose por dentro. –Oh querido. Esto debe haber sido una cosa
horrible encontrar. Lo siento por eso.
–Aquí está la cosa, Joven Na. – Jaemin abrió la cremallera del petate y
quitó una caja de madera. –Los encontré bajo la lluvia cerca del muro norte.
–Sí. Están tratando de salir, pero no saben cómo romper la cerca eléctrica.
Las zarigüeyas son viajeras, nunca se quedan en el mismo lugar demasiado
tiempo. Sé que se ha encariñado, Joven Na, pero no podemos mantenerlos
aquí.
–Lo sé. – Acarició suavemente a las criaturas, sonriendo.
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⊹ ᨘ໑ ¡ para quienes no sabían, Seol y Bongshik, junto a Nal, son los
nombres de los gatos de Jeno jsjs ! ▸
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 14 𓂃
Tranquilo.
Nunca había estado tan obsesionado con un hombre, y eso me ponía muy
nervioso. Él era lo suficientemente inteligente, fuerte y obstinado como
para perforar mi exterior.
Quería decir lo que le había dicho. No podría detener esto. Pero para
protegerlo de mí, iba a jodidamente intentarlo.
–Hora de la confesión.
–Jaemin...
Estaba recayendo.
–¿Qué? – Echó la cabeza hacia atrás, resoplando. –No nos volvamos locos
aquí. Todavía voy a hacer de tu vida un infierno.
Tenía ese mismo pensamiento sobre Jaemin cada segundo de cada día.
No podemos.
Eres mi alumno.
Eres un Na.
Soy un sacerdote.
Te lastimaré. Te mataré.
Nueve años.
Mío.
Lo besé con toda el hambre reprimida de las últimas seis semanas. Él imitó
mi intensidad, acariciando mis labios y lengua con ansia, traviesas caricias
como si mi boca tuviera lo que Jaemin más necesitaba para existir. Quería
dárselo, y lo hice. Con una palma en una de sus nalgas, apreté firmemente
la curva de estas, castigando sus sensibles verdugones. Su gemido se sintió
a través de la noche. Su beso me estremeció y mi cerebro dejó de funcionar.
Podríamos haber sido los últimos humanos en el mundo, porque todo lo que
sentía era a él.
Apreté mi polla contra él, diciéndole con mi cuerpo lo que nunca más
debería exigir con palabras. Quería su inocencia, su placer, su dolor. Lo
deseaba por completo, sin importar lo mal que estuviera.
–Jeno. – Mi nombre era una súplica, su voz sonaba con lujuria y anhelo.
Solo aumentó el dolor.
No pude evitar que mis manos se deslizaran por la parte posterior de sus
muslos. No pude evitar que mis dedos pellizcaran y retorcieran los
verdugones en su caliente y pequeño culo. Un grito lo abandonó,
incitándome a caer sobre él y montarlo, amoldándome, follándolo en seco
mientras mis dedos buscaban a tientas mi cremallera.
Rudo, salvaje, quería estar dentro de Na Jaemin con cada gota de mi sangre.
Y de la suya.
–No, no lo estás.
–Lo haré.
–No voy a follar contigo. No ahora. Jamás. – Golpeado por la furia, caminé,
rodeé un árbol, volví a su lado y exploté. –Que Dios me ayude, si tan solo le
das a Jieun tu polla, te haré sangrar el maldito culo tan profundamente que
no serás capaz de sentarte durante un mes. ¿Me explico?
¿Señorita? ¿Pensaba que estaba bromeando? ¿Que esto era una broma?
–¡Nadie te toca! – Mi voz resonó con mi rabia, asustando lo que sea que
había en los árboles.
Cerró los ojos con fuerza. Luego se dio la vuelta sin decir una palabra más.
Solo una vez que estuvo en el auto, solté el aliento en mis pulmones. Mi
cabeza cayó hacia atrás sobre mis hombros y dejé que mis brazos se
hundieran a los lados. No me moví hasta que mi corazón se desaceleró,
hasta que mi sangre se enfrió, hasta que no pude sentir mi cara o manos por
el frío. Luego recogí las mantas y la llevé de regreso al colegio.
Cuando abrí la puerta, el pequeño dio un paso hacia el otro lado y la cerró.
Sus dedos se curvaron alrededor de los barrotes, y sus insondables ojos
azules se asomaron por el espacio entre sus manos.
Lo miré hasta que desapareció dentro del edificio, sufriendo por él. No se
parecía a nadie que hubiera conocido. Como si su impresionante encanto de
otro mundo no fuera suficiente, era maduro para su edad y más inteligente
que todas las mujeres con las que había estado, incluso más inteligente
que...
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 15 𓂃
No había nada entre ella y yo, por obvias razones. Me enviaba mensajes de
texto a veces, pero no eran demasiado coquetos. No podía imaginar que
sintiera algún tipo de conexión entre nosotros. Seguro que no. Pero eso no
ayudaba a Johnny. Había perdido la cabeza, y tal como el jardinero había
adivinado, le había pedido a su hermano mayor que recogiera el animal
atropellado y se lo llevara durante el fin de semana.
Él lo había expulsado.
Sentí celos de que pudiera irse. No me parecía justo. Pero también me sentí
aliviado. No quería dormir al final del pasillo de alguien que usaba animales
muertos como amenaza. Era demasiado "cabeza de caballo" de El Padrino
para mi comodidad.
Me habían llamado para que viniera, para que esperara. Para qué, no lo
sabía. Sólo quería dejar atrás toda esta pesadilla. Siguiéndolo en el aula,
inmediatamente vi al tipo en la primera fila. Las lágrimas empapaban el
rostro de Johnny, su postura generalmente recta estaba desfigurada. Tenía la
barbilla recogida en el pecho y los dedos apretados en el regazo. Cero
masculino, cero reformado. Se lo merecía.
–Johnny Suh. – Jeno cruzó las manos detrás de él, con las piernas en la
postura que mostraba tan elocuentemente su poder.
–Joven Na. – Se pasó una mano por la cabeza calva en señal de agitación,
con la mirada fija en el suelo. –Hay que entender una cosa. Nunca iría en
contra de tu madre. Na Joohyun es una mujer de gran respeto. La respeto y
entiendo que debe anteponer a su hijo por sobre el mío. Así que si ella
decide buscar retribución...
–¿Seguro que no? – El hombre levantó la vista, con los ojos muy abiertos y
esperanzados. Luego torció el gesto, observando la expresión ilegible e
insensible de Jeno.
La verdad es que no. Quizás éramos parecidos a una familia del crimen
organizado. Pero éramos súper respetables y admirados.
–Oh. – Miré a la puerta. –Sin castigos y sin nada de zarigüeyas. ¿Qué debo
hacer?
–Sí. No.
–Explícate.
–He pensado mucho en lo que quiero hacer, y no requiere una educación
universitaria.
–Te escucho.
–Ya lo veo.
–¿De verdad?
–Sí, pero te sugiero que obtengas un título en negocios para que puedas
operarlo eficientemente.
–Por supuesto.
–Lo sé. También soy muy bueno recordando cosas. Quizá lea todos los
libros sobre cómo llevar un negocio con éxito. O tal vez me enseñes, ya que
solías ser el rey del mundo corporativo.
–Así que piensa un poco en eso, y voy a... – Le pasé un pulgar por encima
del hombro y me desvié hacia la puerta. –Me voy a ir.
Mi boca había sido chupada, mordida y lamida por docenas de tipos. ¿Pero
lo que experimenté anoche con Jeno? Ese fue mi primer beso. Un beso de
verdad, de los que hacen temblar los dedos de los pies, de los que destrozan
el corazón, de los que arruinan a los demás.
El sabor de lo prohibido.
Abrí la puerta, tambaleándome hacia atrás para ensancharla. Una huida que
no se produjo porque él ya estaba allí, con un brazo alrededor de mi cintura,
tirando de mí hacia atrás, y una palma contra la puerta, cerrándola.
–Piensa en esto. – Cerré los ojos de golpe ante el sólido calor de su pecho
contra mi espalda.
–Lo hago. – Pasó una mano por mi brazo. –Cada vez que te veo y cada
segundo que no estás a mi vista. – Sus dedos se amoldaron a mis caderas,
tirando de mí hacia su ingle. –Nunca dejo de pensar en el pecado que
representa esto.
Por Dios, era una visión erótica. Un mechón de cabello rubio colgaba sobre
su frente, sus ojos sensuales medio cerrados, el hambre brillando en el azul
de su mirada, todos los signos de santidad por la puerta.
Su toque era apenas una caricia. Pero cuando esos dedos rodearon mis
muslos desde atrás y se deslizaron superficialmente por ellos, cada punto de
contacto fue una llama parpadeante que ardía tanto que quemaba.
Oh, Dios.
Hasta que metió la mano entre mis muslos y manoseó el frágil tejido de mi
ropa interior. Mi mano voló hacia atrás y agarró su musculoso antebrazo.
–¿Kiki de qué?
–No lo haré.
–¡Joder!
Con mi ropa interior recogida a lo largo de mi raja, tenía pleno acceso a mis
verdugones. Pegué la parte delantera de mi cuerpo a la puerta y soporté la
intensidad de su boca mientras mordía, chupaba y lamía mis heridas. Los
lametones eran más de lo que podía soportar, ya que su lengua caliente,
húmeda y sacrílega aprendía cada centímetro de mi carne, desde la cadera
hasta el muslo. Cuando se paseó bajo el tramo que había entre mis nalgas,
me apreté, gimiendo, con mi erección punzante contra la tela. No presionó.
Inhaló. Profundamente.
Me olió.
Con sus manos agarrando mis muslos y su nariz enterrada entre mis piernas,
me estaba oliendo a través de mis bragas.
Se levantó lentamente, dejando que las yemas de sus dedos subieran por
mis piernas desde las pantorrillas hasta las rodillas y hasta los muslos.
Cuando llegó a mi culo, volvió a apretar los verdugones como si no pudiera
evitarlo.
Tragué.
–Eres un sádico.
–Jeno...
Me agarró por la garganta, lo suficientemente fuerte como para hacer girar
mi pulso, y rozó sus labios contra mi oreja.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 16 𓂃
Dejé que sucediera porque no tenía nada mejor que hacer. Además, sería
agradable salir de los muros del campus. El Padre Qian sonrió y saludó con
la mano cuando nos vio. Le levanté la barbilla y me volví hacia Renjun.
–¿Eh? – Caminé junto a él. –Así que ahora soy digno de tu ¿amistad?
–No. Este soy yo sintiendo pena por ti porque no tienes amigos. – Su tono
fue muy frío, que me dieron ganas de golpearlo.
Luego soltó una carcajada, sus ojos juguetones, y no pude resistir y me reí
con él.
Sabía que él estaba en el comité del anuario, y ahora tenía sentido que
quisiera venir a una práctica. Dado que la Academia Clé no tenía equipo de
fútbol americano, St. John de Brebeuf representaba a ambos colegios en
voleibol femenino.
Cabello castaño, ojos marrones, con una atractiva estructura ósea, era
convencionalmente bonita. A los cinco años, quizás me habría arrojado
sobre ella.
Me la quité.
–He terminado.
Cuando me paré esta vez, ella estaba sobre mí. Su mano agarró mi brazo,
sosteniéndome suavemente al marco.
–Está bien, tienes razón. Soy una idiota. No debería haber dicho eso sobre
él. Si yo me tomara el tiempo para conocerlo, estoy seguro de que
descubriré lo genial que es.
–Pruébalo.
–¿Qué?
–No soy...
Y con razón.
–Estoy seguro de que pensarás en algo. – Bajé la voz. –Sé una mejor Jieun.
Y sé honesta.
Renjun subió los escalones y se agachó para empacar su bolso,
ignorándonos.
---------------
Llevaba unos botines tan altos que pensé que se rompería el cuello. En
cambio, lo consiguió, moviendo su pequeño y ardiente culo.
–Como sea. – Se pasó una mano por encima del hombro y se dirigió al
gimnasio para hacer su gran entrada.
Las luces parpadeantes salían de las puertas dobles mientras los estudiantes
entraban con vestidos brillantes y trajes coloridos, era una bandera gay de
gente bien y mal vestida. En algún lugar, entre la multitud de estudiantes
elegantemente trajeados, Jeno estaría esperando. Habían pasado cuatro
semanas desde que me besó en el bosque en aquella noche fría y
tormentosa. No me había besado desde entonces. Pero quería hacerlo. Le
veía luchar con ello cada día con cada respiración. Ambos luchamos contra
ese incesante tirón.
–Te ves muy bien, Jaemin. – El padre Jaehyun sonrió como un hombre con
el corazón lleno de luz.
Me sentí maravilloso con este conjunto. El delicado tejido dorado del saco y
la fina camiseta blanca debajo me colocaba férreo entre los mejores
vestidos. Con una silueta bien formada y un cinturón de satén, el traje era el
de un príncipe joven y sexy.
Pasar más tiempo con la pendeja de Jieun significó que vi más al Padre
Jaehyun.
Siempre estaba con Renjun, Jieun o Jeno. Nunca solo. No quería perder la
oportunidad de charlar con el mejor amigo de Jeno. Jung Jaehyun sabía
cosas. Yo sabía cosas. Esta conversación era necesaria desde hace mucho
tiempo.
Chenle era mi hermano mediano. También soltero. Tal vez por eso los dos
hicieron el viaje para verme. No tenían otras personas importantes que los
arrastraran, y las vacaciones en casa no eran lo mismo sin nuestro padre.
Desde que él murió, mi madre puso toda su energía en fortalecer el
patrimonio familiar. Lo que debería haber hecho era centrarse en su familia
real y mantenernos a todos juntos.
–Sí.
–¿Y quieres saber si está confesando todo? ¿O si están pasando cosas que
no te está contando? ¿Eso es lo que es?
–No, Jaemin. Confío en él, quizás más de lo que él mismo confía. Escucho
sus confesiones, y sé que está luchando contra una fuerza dentro de sí
mismo. Está constantemente en guerra con ella. Pero es más fuerte que sus
demonios.
–Eso no es...
–A principios de año, estaba en un camino recto hacia el infierno y estaba
dispuesto a llevarlo abajo conmigo. Ya no sé lo que estoy haciendo, pero
puedo prometer esto. Me preocupo por él. Mis preferencias no hacen daño a
nadie, así que no voy a hacerle daño. No voy a dejar que mi familia le haga
daño.
Después del día en que me atrapó contra la puerta y enterró su nariz entre
mis piernas, había hecho lo mismo tres veces más. Sus dedos nunca
traspasaron la entrepierna de mi ropa interior. Nunca se expuso y nunca me
tocó directamente, ni por debajo ni por encima de la ropa.
Para mi desesperación.
Estaba luchando contra esta cosa entre nosotros y ganando. Yo hice mi parte
al no alentarlo. Odiaba la resistencia. Me ponía inquieto y loco. La tensión
sexual sin respuesta entre nosotros era tan pesada y difícil de manejar que
me sacaba de quicio.
–¿Te sientes mejor con nuestra relación? ¿Aún piensas que es algo horrible?
Todavía.
Tal vez tenía razón. Pero no era para que se preocupara. Había pasado los
últimos tres meses dudando entre odiar al sacerdote y desear al hombre, a
pesar de todo, mi atracción sexual no había flaqueado. Cada día que pasaba
con él era más difícil, más tenso, más puesto a prueba. Al mismo tiempo,
apreciaba cada momento que pasábamos juntos.
–No te robaré más tiempo. – Jaehyun me hizo un gesto para que volviera
hacia el gimnasio. –Si alguna vez necesitas hablar, estoy aquí. Que Dios te
bendiga.
–Gracias.
Amén.
Ser obligado a asistir a esos bailes era muy parecido a ser obligado a asistir
a la Academia Clé. Todo eso le sirvió para controlarme y utilizarme como
peón. Pero este baile sería diferente. Mi madre no estaba involucrada, y
había alguien a quien deseaba desesperadamente con dolor. Con la emoción
retumbando en mi sangre, atravesé las puertas y todo mi ser se fijó en él.
Mierda.
▸ 𖥻 hola zorritxs ^^ ˑ 𖦹
⊹ ᨘ໑ ¡ atrapadeeeeeeeeeeeeeeeee ! ▸
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 17 𓂃
Suspiré.
–Nunca.
–Está entrando.
Era la chica más atractiva y codiciada de St. John. También era la más rica.
Su familia tenía más dinero que Dios.
De pie ante mí, llevaba un vestido entallado rosa y unos tacones llenos de
tiras. Algunos de los chicos de la pista de baile se quedaron boquiabiertos
con ella y me miraron a mí. Renjun había tenido razón en todo esto.
Haberla invitado al baile hacía que todos me odiaban.
Como si me importara.
–Maldita sea. – Soltó un silbido bajo, dándome otro vistazo. –Estoy muy
nerviosa, Nana. Estás... Impresionante.
–Gracias. – Incliné la cabeza.
–Jieun. – Ella miró fijamente su mano que esperaba. –Sé lo del ultimátum
de Jaemin. Me lo dijo cuando salimos del entrenamiento de fútbol ese día.
Ya no tienes que ser amable conmigo.
–Bien, bueno... – Ella me dio una mirada furiosa y volvió a él. –Si te parece
bien ¿puedo tener todavía ese baile?
Pero esto era algo más que un baile. Ella había hecho una especie de
reclamo en mí. Lo sentía cada vez que estaba cerca de los otras chicas de St.
John. Ninguna de ellas se me insinuó o volvió a mostrarme las tetas.
Ninguna me invitó a salir. Y mientras estaba aquí, viendo a los chicos con
esmoquin llevar a las chicas con vestidos brillantes dentro y fuera de la
pista de baile, ninguna de ellas se aproximó a esperas de una invitación para
bailar. Ni un solo par de ojos se volvió en mi dirección.
Eso era obra de Jieun y sus garras de arpía. Estaba seguro de ello. Sin
decírmelo, me había sacado del mercado y me había declarado suyo.
Nunca había sido para Jieun desde un inicio. Nunca había sido para nadie
con sus mismas características.
El hombre que había fingido ser durante los últimos nueve años era una
mentira.
–Supongo que no debo preocuparme de que pongas tus manos por encima
de su cintura, Jaemin. Señorita Lee, cuidado con lo que hace.
–¿Por qué? – Mis manos yacían inertes sobre sus pequeñas caderas, el
aroma de su colonia me resultaba incorrecto en mi nariz. –¿Por qué le
dijiste a todas tus amigas de St. John que se mantuvieran alejadas de mí?
–¿Sabes por qué tu madre te inscribió en la Academia Clé? ¿Por qué eligió
ese internado para ti?
Porque soy gay, quise decir. Pero la realidad me hizo vomitar el interior de
mi boca.
–La noche que llegué aquí. Entonces Johnny dejó zarigüeyas muertas en mi
cama. ¿Sabías de eso?
–No. – Aparté mis brazos, haciendo que ella solo me abrazara más fuerte. –
No me voy a casar contigo.
En ese momento ni siquiera sentí el frío agarre del shock. Había sabido toda
mi vida que esto iba a pasar. Había sido bocón e irrespetuoso y libre con
mis idioteces porque había estado tratando de escapar de este maldito
destino. Si cortara los lazos y me alejara de mi familia, de mi herencia,
¿dónde dejaría eso a Jieun? ¿Perdería su fondo fiduciario? ¿Me importaba?
–¡Ew!
Voces y jadeos horrorizados surgieron por todos lados. Jieun me soltó como
si se hubiera quemado. Retrocedió a trompicones, con los ojos muy abiertos
y fijos en mis pantalones.
Orina abundante.
⊹ ᨘ໑ ¡ nana:( ! ▸
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 18 𓂃
Y con vergüenza.
Que se joda.
Ahora comprendía que mi incontinencia urinaria no era solo una broma, era
real, y se desencadenaba bajo presión, probablemente debido al estrés. Pero
siempre era abundante. El charco amarillento entre mis pies parecía
enorme, pero era normal. Lo que no era normal era orinar por toda la pista
durante un baile.
¿Qué haría mi madre en esta situación? Ella no haría nada. Tenía gente. Un
asistente personal para traerle toallas. Una criada para fregar el suelo. Un
equipo de relaciones públicas para borrar la vergüenza. Y un esbirro devoto
para matar a cualquiera que hablara de ello.
Yo tenía a Renjun, que se lo estaba pasando muy bien bailando con una
chica hasta que le arruiné la noche.
Y tenía a Jeno.
–¡Fuera de aquí! – Jeno lo lanzó lejos. Cayó de culo, derrapando hacia atrás
por el suelo en su esmoquin. Luego se levantó de un salto y salió corriendo
por la puerta.
Yo también necesitaba irme, pero una mirada hacia abajo me confirmó que
arrastraría mi vergüenza conmigo. Sentí que un charco de humedad se
acumulaba en la entrepierna de mi ropa interior. Un ligero movimiento y
todo se derramaría, otra vez.
–Necesito más servilletas. – Le susurré a Renjun. Él salió corriendo.
Jeno volvió hacia mí, con los ojos encendidos, acelerando mi pulso. Uno de
los chicos hizo una mueca después de que él profesor pasara por delante. Se
detuvo de golpe. La habitación se paralizó mientras él giraba y se ponía
frente a frente con el chico.
–No envíes a nadie más a casa. – Le dije cuando volvió a mi lado. –Ya he
arruinado el baile.
–No. Estoy...
Mojado.
Está bien, vaya, ahora estaba oscuro. Demasiado oscuro para ver mis
pantalones empapados o mi pene traidor punzando a mi paso. Incluso
cuando el mal estaba hecho, lo sentí resbalar por mis piernas y deslizarse
entre mis zapatos. Miré hacia atrás y vi que Jeno me seguía a distancia.
Cada dos pasos, se inclinaba hacia abajo y pasaba discretamente una
servilleta por el suelo. Estaba jodidamente horrorizado, pero podría haber
sido peor. Podría haber salido de aquí solo, con las luces encendidas,
iluminando un rastro para que todos lo miraran mucho después de que me
hubiera ido.
Al final del pasillo, a la derecha, la cola para el único baño era de diez
chicos. Más adelante, una multitud de estudiantes se reunía cerca de las
puertas que daban al exterior. A la izquierda estaba la puerta lateral donde
había hablado antes con el padre Jaehyun. Allí no había gente. Me dirigí en
esa dirección.
–No me importa lo que piensen de mí. – Apreté las piernas. –Pero esto es
horrible. No puedo evitarlo. Es una experiencia dolorosamente humillante,
y odio que tanta gente lo presencie.
–Necesito que entres ahí y me defiendas. – Metí los brazos en las mangas
del abrigo, sosteniendo su mirada obstinada. –Defiéndeme cuando me
llamen Bebé Jaemin, Pañal Jaemin o cualquier nombre tonto que se les
ocurra. El padre Jeno me acompañará de vuelta al campus.
Dios lo bendiga.
–Así que dejas que Renjun vaya a la escuela aquí de forma gratuita. – Me
castañetearon los dientes. –¿Cómo sucedió eso?
–No es el primero, ¿verdad? Apuesto a que hay otros que vienen aquí gratis.
Otros estudiantes a los que ayudas.
–¿Importa?
–Sí. Importa. – Levanté el rostro hacia el frío cielo nocturno. –Te presentas
como un tirano temeroso y gruñón. Pero hay un poco de calidez en tu
interior. No mucho. Pero lo suficiente para... Conmoverme. Ten cuidado
con eso, Jeno. Podrías robarme el corazón.
Una vez que estuvimos fuera de la vista del gimnasio, me agarró la mano.
Sus dedos frígidos atrajeron mi atención hacia su camisa negra y sus
hombros encorvados. Se estaba congelando.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 19 𓂃
No te asustes.
Era solo una ducha. Inofensiva. Inocente. Mi piel fría y húmeda se alegró
de la idea. No tuvo que decírmelo dos veces.
Primero la ducha.
Esto iba más allá de una atracción física. Él me había abrazado la noche que
creí que Seol y Bongshik estaban muertos. Estuvo a mi lado en cada paso
de esta noche, durante y después de mi horrible exhibición en el baile.
Incluso había estado allí cuando ocurrió por primera vez este suceso.
No me había tratado con asco. No me había golpeado cuando estaba
deprimido. Me había prestado su fuerza silenciosa sin juzgarme. Nunca me
había sentido tan atraído por otro hombre como lo estaba por él. Incluso
cuando era cruel y aterrador. Incluso cuando lo despreciaba. Incluso cuando
sentía repulsión por aquello que estaba entre mis piernas. Incluso cuando
me obligaba a sentarme en su clase después de la escuela y leer las
escrituras en voz alta durante horas. Incluso entonces, lo deseaba de una
manera que nunca había deseado a nadie más.
La noche que lo conocí, me dijo que el noventa por ciento de esto era cómo
yo reaccionaba. El otro diez por ciento ocurría tanto si me gustaba como si
no. Supuse que mis sentimientos por él, esta inexplicable atracción, era el
diez por ciento que no podía detener. Eso significaba que el resto dependía
de cómo reaccionara a esos sentimientos.
Pero había algo más, algo retorcido y curioso en su fascinación por mi ropa
interior sucia. Me llenó de oscuro placer.
–Ven aquí. – Pasó el pulgar por el centro con una mirada de profundo y
solemne respeto en sus ojos.
–A veces olvido que solo tienes dieciocho años. – Abrió el grifo y se quedó
callado, aparentemente hipnotizado mientras el agua se arremolinaba en el
desagüe.
–¿Por qué dices eso?
–Tus reacciones a las cosas, a mí, son tan contenidas y sensatas. Cuando te
enfadas, es por algo importante. Algo que importa. Tienes un manejo
maduro de todo lo que te rodea. A pesar de las obscenidades que salen de tu
boca. – Sus labios se curvaron. –Eres un alma vieja.
–Sí, tal vez, no. Nunca te cortaría ni desearía verte sangrar de dolor. Odié tu
dolor esta noche. – Su mano se hizo un puño en el chorro de agua. –Lo
detestaba. No quiero volver a verte sufriendo así. ¿Pero esto? – Desenroscó
los dedos y arrastró el pulgar por la mancha amarilla de las bragas. Ya no
era tan importante el hecho de que usaba prendas femeninas. –No hay nada
vergonzoso ni sucio en esto. Salió de ti, de una parte, tan hermosa e íntima
de ti. Representa vida. Tu vida.
Mi respiración se calmó.
Tal vez estaba loco, pero me encantaba eso. Me encantaba que no le diera
asco, a pesar de lo que representaba. Esa era la diferencia entre un niño y un
hombre de verdad.
–Pregúntalas.
–¿Necesitas infligir dolor para correrte?
–No lo sé.
–¿Cómo no lo sabes?
Tomó una botella de jabón líquido para la ropa y aplicó una pequeña gota
en el encaje. Luego tapó el lavado y lo llenó de agua para dejar las bragas
en remojo.
–No quieres cruzar esa línea. – Mi pulso se aceleró. –Dijiste que ibas a
curar mi homosexualidad. Dijiste que nunca pecarías por mí.
–¿O? – Pregunté.
¿Por qué ahora? ¿Por qué la noche en que estaba humillado? Tal vez mi
vergüenza era un impedimento para el sexo. Pero yo sabía que eso no era
cierto. Después de verlo jugar con mi ropa interior, a Jeno nunca le
disgustaría nada que tuviese relación con los fluidos de un hombre o una
mujer.
–No. No tenía ni una pizca de respeto por nadie. Nunca me sentí posesivo.
Nunca me importó lo que necesitaban o a quién se follaban. Nunca fui
monógamo. Nunca estuve disponible emocionalmente. Fui un monstruo.
Malvado. Muerto por dentro.
Era un bastardo, haciéndolo esperar por ese cumplido. No era de los que
ofrecían elogios con facilidad, pero con él, derramaría las verdades de mi
alma.
–Mi cuerpo es... – Se miró y se rio de sí mismo, con los ojos bailando de
alegría. –Hay una palabra para lo que es.
Dios, perdóname.
Me arrodillé y acaricié con mis labios la forma divina de su figura. Era una
fantasía de miembros flexibles y curvas elegantes.
–He querido sentir tu cabello durante mucho tiempo. – Él enredó sus dedos
en las hebras.
Sexy.
–¿Para mí también?
–Ahora eres católico, Joven Na, así que no te toques más. La lujuria de la
carne es un pecado mundano.
–Sí. – Me incliné hacia atrás y busqué algo en el tocador para ocupar mis
manos. Algo que había adquirido para él, un... Juguetito. –En cuestiones de
lujuria, no soy un modelo tedioso de sacerdocio.
–Pecador. – Él sonrió.
Mío.
–Amplía tu postura.
–¿Has usado alguna vez uno de esos? – Preguntó con ironía, pero el miedo
se filtraba claramente de su voz.
Miró hacia abajo, tratando de imaginar cómo sería aquello entre sus piernas.
Mi polla se movió. El único que goteaba era yo. Menos mal que mis
pantalones eran negros. Si no, tendría una mancha húmeda muy visible.
–¿Los dedos de quién? – Hundí los míos, solo las puntas, gimiendo ante su
estrechez.
–Los míos. Y algunos otros. Tipos que no recuerdo.
–No. Solo juguetes, dedos y... Eso. – Tragó saliva cuando presioné el anillo
en su pene, bajando despacio. Su mano salió disparada, encontrando un
estante cercano. –Joder, Jeno. Me estás arruinando para todos los demás
juguetes. Esa porquería es un arma de tortura.
La risa salió de mi pecho y él se rio sin gracia. Luego, los dos nos pusimos
serios mientras empujaba el juguete hasta la base. Tiré el envoltorio y,
cuando me volví hacia él, se inclinó y colocó su dedo bajo mi barbilla.
–Estoy loco por querer algo contigo, Lee Jeno. Pero si pudiera tener una
sola cosa, es a ti de rodillas, cuidando sádicamente de mi incontinencia
urinaria cada jodido día, de cada jodido mes. – Sus ojos azules brillaron con
humor contenido. –Tienes un talento natural para introducir... Cosas.
Alcanzando mi máxima altura, le sostuve el rostro y rocé mis labios por los
suyos.
Lo besé, con la boca abierta y en carne viva, con el corazón palpitando y las
venas ardiendo de deseo líquido. Deslizando las palmas de las manos por su
espalda, lo tomé por la cintura, lo levanté y lo aplasté contra mi pecho. Sus
piernas se engancharon alrededor de mis caderas mientras lo atrapaba entre
mi cuerpo y la pared.
Una y otra vez, tomé su boca, devorando unos labios exuberantes que se
separaban tan pecaminosamente para mí, igualando mi hambre. Me hizo
arder la sangre, con sus brazos alrededor de mi cuello y sus dedos
hundiéndose en mi cabello, tirando apasionadamente. Dejé caer una mano
sobre su culo desnudo y presioné mis caderas contra su raja. Jaemin gimió
en mi boca, nuestras lenguas se enredaban, el calor se desbordó, nuestros
cuerpos dolían de deseo, lujuria y más felicidad con la que ninguno de los
dos sabía qué hacer.
–Tenemos un par de horas. – Dije contra sus labios. –Antes de que el baile
termine y los estudiantes sean acompañados a sus habitaciones.
–Es tuya. – Dejé que mi cabeza cayera sobre mis hombros, ofreciéndole mi
garganta.
–Estás tan malditamente caliente. – Me besó a lo largo de la mandíbula,
tomándose su tiempo. Cuando llegó a la parte inferior de mi barbilla,
enganchó un dedo debajo de la lengüeta blanca y deslizó el collar de
plástico para liberarlo. Me giré y lo puse en el borde del tocador,
situándome entre sus piernas.
–Es una buena locura, ¿verdad? – Me quitó la camisa de los hombros y los
brazos, jadeando, besando mis bíceps y sonriendo contagiosamente. –¿Te
sientes vivo? ¿Libre? Nada supera esta sensación. Sé que estamos corriendo
un gran riesgo. ¿Pero la recompensa? – Se bajó del tocador y se acercó a
mí, pasando su boca por mi columna. –La recompensa es muy buena.
Ya había roto mis votos y la mitad de las reglas de la escuela. Pero él tenía
razón. Había cosas que aún podía evitar, como quitarle la virginidad, dejarlo
en silla de ruedas y... Ser atrapado.
–¿Sabes por qué mi madre eligió la Academia Clé? – Su voz cortó la fría
oscuridad.
–No.
–Ella negoció una fusión con otra familia. Los Lee aumentarán sus
posesiones, y el heredero de los Na obtendrá la tapadera perfecta para que
nadie sospeche jamás que le gusta comerlas dobladas. Gracias a la hija de
ellos.
La mataré.
–Ella no te matará.
–No, pero usará cualquier fuerza necesaria para asegurar que me quede con
la chica Lee como parte de esta fusión. Ni siquiera importa si me mantengo
aquí o regreso a Bishop's Landing. Nada de lo que haga cambiará mi futuro.
– Su voz se quebró. –Esta es la parte del diez por ciento, ¿no? La parte que
va a suceder me guste o no. Así es la vida.
–Voy a resolver esto. – Besé su frente tensa y las lágrimas silenciosas que se
acumulaban en los pliegues de su boca.
–No vas a hacer nada, Jeno. Cualquier interferencia solo hará que te maten.
Nunca había dado un beso que no condujera al sexo. Nunca había besado a
una alguien solo por besar. Pero besé a Na Jaemin durante dos horas. Lo
besé hasta que nuestros labios se entumecieron e hincharon y el sabor de su
boca se incrustó en mi alma.
Necesitaba ser eso para él. Seguridad. Protección. Alguien en quien pudiera
confiar. Sin más cruce de líneas. Sin más besos. Sin más Jaemin desnudo en
mi residencia privada.
No volvería a tocarlo.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 2O 𓂃
Seguía ganándose los castigos todos los días, lo que equivalía a un castigo
después de clase conmigo y una Biblia. Sus retrasos y su boca irrespetuosa
se habían convertido en parte de nuestra rutina. Me daba motivos para
disciplinarlo, y yo utilizaba esos castigos para imposibilitar su participación
en actividades fuera del campus. Desde el Baile de Invierno, no había visto
a Lee Jieun, y lo mantendría así monopolizando su tiempo.
–No.
–Sí.
–Pregúntame.
Clic.
–Ya hemos estado aquí antes. – Murmuró. –No podemos hacerlo de nuevo.
–Eres un pervertido.
–Solo por ti. – Aparté mis labios, negándome. Rocé mi nariz contra la suya
una, dos veces, burlándome de él. Luego di un paso atrás y extendí mi
mano, dominándolo. –Te he dado una orden.
Aceptación. Rendición.
Deseo.
–A muerte.
–Di que no, y nada cambia. – Mantuve mi mano extendida entre nosotros. –
Tú significas más para mí que todo el dinero y el sexo del mundo.
–Jeno...
–Lo sé. – Apoyó su pequeña mano sobre la mía, más grande. –En realidad,
no he vuelto con mi problema. ¿Eso te decepciona?
Mi corazón latía con fuerza mientras cerraba mis dedos alrededor de los
suyos y lo atraía contra mi pecho.
Sus manos se dirigieron a las caderas, con una expresión febril de hambre y
frustración. Pensó que era yo quien lo castigaba todos estos meses, pero era
él quien tenía las garras, los dientes y los grilletes puestos. Si se pavoneaba
aquí y se sentaba en mi polla, se la daría, cada centímetro, en cualquier
momento y posición que quisiera.
Los sacerdotes rompían sus votos todos los días. Solo perdían su trabajo si
los atrapaban.
–Por favor. – Se agitó sobre mi escritorio, sus manos arañando mis papeles,
su cuerpo convulsionando, temblando, deseando correrse.
Nunca había estado tan dura. Ni siquiera se sentía como mi polla. Era un
maldito bate de acero envuelto en fuego.
Con mis muslos apretados contra los suyos, una mano trabajando en su
agujero y la otra acariciando la longitud de mi polla, apreté mi frente contra
su columna y marqué el crescendo de sus sonidos.
Mi pulso se aceleró.
Seguí su mirada hacia Jaemin, que estaba limpiando mi semen del suelo.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 21 𓂃
Él no podía verme. Solo podía distinguir una vaga silueta suya. Lo había
ignorado por completo y me había olvidado de que estaba allí.
–He dicho que eso es todo, Padre. Esos son mis pecados.
–Ya sé con quién me voy a casar. – Dijo. –Cuando me gradúe, mis padres
me van a entregar a él, y al principio no me entusiasmaba. Al ser la única
heredera de mi familia y todo eso, siempre supe que tendría un cierto tipo
de marido, uno que se adaptara específicamente a mí y a nuestra clase. Pero
no me entusiasmaba la idea. Hasta que lo conocí. – Tomó aire. –Es
malditamente sexy. Como un perfecto diez de arriba y abajo.
No podía ver sus putos gestos, pero en unos dos segundos, iba a ver mi
puño de mierda.
–Sé que es usted, Padre Jeno. Pregunté quién iba a confesar hoy. Así que la
razón por la que estoy aquí es para decirle que le des algo de tiempo libre.
No lo he visto mucho desde el Baile de Invierno, y no responde a mis
mensajes o llamadas. Me asusté un poco con lo de su escena en el suelo. Lo
que sea. Necesito que Jaemin y yo aclaremos cómo van a ser las cosas. Él
solo va a la escuela aquí para que podamos conocernos. Así que necesito
que libere su horario y le dé algo de tiempo para mí, si sabe lo que quiero
decir.
–Voy a ser su esposa. Puedo hacer lo que quiera con él. – Tosió. –Después
de casarnos, por supuesto.
–¿Esta es tu confesión?
Con los codos apoyados en las rodillas, dejé caer la cabeza entre las manos
y traté de medir mis respiraciones. Pasaron los minutos. Consulté mi reloj.
Era la hora de cerrar. La puerta se abrió y se cerró. Alguien se arrodilló al
otro lado de la pantalla, haciendo crujir el escalón acolchado. Apreté la
mandíbula, debatiendo la prudencia de mandar a la mierda a quien fuera.
–Estoy escuchando.
–En todas las capacidades. En todo. Pero podemos empezar con tu polla.
Quiero verla...
–Detente.
–...Tocarla, ponerla en mi boca, y...
–Suficiente.
–Si se trata de lo que soy, o de tus votos. – Susurró. –Lo entiendo. Te dejaré
en paz. Me... Iré. Pero la forma en que me tocas, la forma en que me besas...
– Su voz tembló. –No creo que esté solo aquí. ¿Lo estoy? ¿Solo?
Me clavé los nudillos en los muslos, luchando contra cada palabra egoísta
que quería gritar. Quería su cuerpo. Quería su mente. Quería su jodida alma.
–De acuerdo. – Endureció su tono. –Bien. Solo pensé que, ya que Lee Jieun
viene por mí, podría disfrutar de algo que realmente me gusta solo por un
tiempo. Suena tan egoísta, pero no... No quiero que sea una mujer quien me
tenga primero, no quiero que sea ella a quien le entregue todo primero.
Joder, estaba enfadado. Nunca lo había visto tan desquiciado como para no
ser consciente de sus actos. Estábamos en la iglesia, en el maldito
confesionario, por el amor de Dios, y se había colado como un cavernícola
que se golpea el pecho y agarra por los pelos.
–Padre Qian. Corrió al teatro para hacer algo en la sala de música. Dottori,
necesitamos...
–Arrodíllate.
Una luz tenue se filtraba por debajo de la puerta y en algún lugar del techo,
permitiéndome ver las sombras de sus severas facciones y las manos en su
cintura. De pie ante mí, se abrió el cinturón. Se bajó la cremallera.
Entonces, antes de que pudiera parpadear, tenía su polla en la mano.
Mis manos volaron hacia los lados, buscando algo a lo que agarrarme
mientras él empujaba más profundamente en mis vías respiratorias,
expulsando el oxígeno de mi cuerpo. No podía respirar. Intenté retirarme,
pero la mano que tenía en la cabeza se cerró en un puño en mi cabello. Su
otra mano me agarró por el cuello, manteniéndome inmóvil, haciéndome
soportar cada centímetro de su rabia.
Jadeé, tragando saliva entre empujones, mi agarre a sus brazos era brutal,
desesperado e ineficaz. Con un cruel tirón de mi cabello, me apartó la boca
de él. Agarrándose a sí mismo por la empuñadura, deslizó la corona húmeda
sobre mis mejillas y labios, luego me golpeó en el rostro con ella.
–Jeno...
Que Dios me ayude, mis dedos encontraron el cielo, trazando los bordes
tallados y escarbando en su robusta musculatura. Cuando presioné en el
valle caliente entre sus nalgas, sus glúteos se apretaron, casi rompiendo mis
dedos.
Solté un grito indigno, que él cortó con una profunda embestida. A medida
que su ritmo aumentaba, me concentré en chupar, en hacer girar mi lengua y
en abrir mi garganta. Eso lo hizo enloquecer, y supe que estaba cerca.
Presionó, clavando sus caderas con un propósito, persiguiendo su
liberación. Los sonidos gruñones y animales que emitió fueron los más
eróticos que jamás había escuchado.
–Ya lo hice.
Me puso de pie. Una pierna musculosa se interpuso entre mis muslos. Unas
manos fuertes me agarraron las muñecas, clavándolas en la pared a mi
espalda. Entonces me besó, sus firmes labios se apoderaron de los míos con
pasión y propósito, su lengua hambrienta invadió y reclamó cada hueco de
mi boca.
Nunca me habían besado como lo hizo este hombre. Sus labios hicieron el
amor con los míos con tal maestría y calor que parecía una experiencia
extra-corporal. Como si nos encontráramos en otro plano, flotando y
entrelazados en un reino que solo nos pertenecía a nosotros.
Mis labios obedecieron a su boca. Mi mirada siguió sus ojos. Mis manos se
aferraron a sus musculosos antebrazos y todo mi cuerpo quedó colgando de
su fuerte agarre mientras me besaba. Con cada presión de su cálida lengua,
mi polla se apretaba más contra la tela, mi agujero tornándose más
hambriento. Su boca caliente y húmeda avivó las llamas de mi interior y, en
cuestión de segundos, me levantó contra la pared, metió la mano dentro de
mis anchos pantalones del uniforme y me abrió las piernas.
–¿Jaemin? – La voz del padre Qian sonó desde el otro lado de la puerta. –
¿Sigues ahí?
¿Estaba en shock?
–¿Estás con el Padre Jeno? – Sus pasos se alejaron, caminando hacia la otra
cabina. –Ya veo. Parece que no está aquí.
–Tuvo que salir. – Empujé más fuerte contra el pecho del aludido,
obligando a sus brazos a soltarme. –Creo que necesitaba usar el baño.
En un confesionario.
⊹ ᨘ໑ ¡ extremooooooooooooooooooooo ! ▸
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo 22 𓂃
–Puedo caminar.
Me volví hacia el edificio principal y sondeé las ventanas del tercer piso
hasta llegar a la suya. Reconocería su severa silueta en cualquier lugar, y
allí estaba, de pie tras el cristal, envuelto en inquietantes sombras.
Observando. Evitando.
Mi único interés en los chicos era sexual. Y aunque sentía una intensa
química sexual con Jeno, mi deseo por él era mucho más. Me gustaba que
frunciera el ceño cuando escondía una sonrisa. Me gustaba que pudiera
asustar mi corazón al galope, pero que no pudiera asustarme a mí. Me
gustaba que me doblara en tamaño y en edad. Tenía mucho que enseñarme
y mostrarme mientras yo corría en círculos a su alrededor y lo mantenía
joven. Yo era muy pequeño, pero comparado con él, era diminuto.
Yo no me parecía en nada a las parejas maduras con las que solía salir. Pero
era un tipo que le atraía, y lo dejaba visceralmente claro con sus manos, sus
labios y sus ojos.
Esta noche, todo estaba tranquilo. Los únicos signos de vida eran los
hombres armados en las garitas y en varios balcones. Las familias
adversarias nunca habían intentado tomar nuestra fortaleza, pero mi madre
nunca se arriesgaría. Mantenía la mansión vigilada como Fort Knox. No me
importaba la casa. Solo la gente que había en ella. Por el aspecto del camino
de entrada y los garajes vacíos, no había nadie.
Faltaban cuatro días para la Navidad. Por desgracia, Lucas no podía volar
hasta la semana siguiente. Pero ¿dónde estaban todos los demás?
El mayordomo me recibió en la puerta y desapareció con mi maleta. Hace
cuatro meses que no estaba en casa. Nada había cambiado. Sin embargo,
todo se sentía diferente. Recorrí los pasillos, la cocina, el estudio con
paneles de madera y las ventanas que daban a la piscina. Me encontré con
algunas personas que recibían un sueldo por vivir aquí -guardaespaldas,
personal de seguridad, amas de llaves y cocineros--, pero no vi a nadie que
se hubiera criado aquí, es decir, mis hermanos y hermanas.
–¿Salieron a dónde?
–Buen comportamiento.
–A la mierda. No voy a ir. – Me giré hacia las escaleras y miré hacia atrás,
encontrándome con sus ojos de cachorro por encima de mi hombro. –¿Esa
única maleta que has preparado para mí? Jódete. Además, dijiste que nada
de tangas. Equivocado como siempre, Kai. Hay hilo dental debajo de todos
esos pantalones a cuadros. Estás despedido.
–Tengo prisa. – No me dedicó una mirada. –Si necesitas algo, habla con
Kai...
–Te necesito.
Hizo una pausa, consultó su reloj, alisó las líneas rectas de su traje pantalón
y se volvió hacia mí.
Se la conocía como la reina del hielo, y esa era la expresión que ponía
ahora. Pero dentro de esas pequeñas líneas que salían de las esquinas de sus
ojos, vi la tristeza que se esforzaba por ocultar bajo el maquillaje y las
sonrisas falsas. Mi padre llevaba cinco años muerto y ella aún lo echaba de
menos.
–Los Bang serán nuestros dueños. Lo entiendo. – Me miré los pies y respiré
entrecortadamente.
Podría huir. Llamar a un taxi. Salir de la ciudad. Y solo huir, huir y huir. Tal
vez podría dejar atrás a todos sus secuaces.
–Mañana es Nochebuena.
–¿Por qué estoy aquí, madre? ¿Por qué he venido a casa? – Mi pulso se
aceleró con una cautelosa mezcla de emoción y tristeza. –Sigo siendo gay,
así que dile a Kai que consiga un conductor para devolverme a la rutina.
Estaré listo para salir en una hora.
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⊹ ᨘ໑ ¡ ¿será que jeno abrirá su regalo de navidadddd? ! ▸
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 23 𓂃
–No puedo hacer que pases por el portón sin el director. – Mis dientes
mordieron el interior de mi mejilla mientras me inclinaba hacia el conductor
en el asiento delantero, se había presentado como Minhyung, y escudriñaba
el pueblo sin vida cubierto de nieve a través del parabrisas. –Déjeme en la
rectoría. Allí mismo.
Llamé a la puerta.
¡Aleluya!
–¿Jeno?
Silencio.
Vacía.
–Se supone que estás en Bishop's Landing. – Desplegó su alto cuerpo del
banco y se puso en pie, con un movimiento deliberadamente pausado que
me hizo temblar la sangre.
–Yo estaba solo allí, y tú estás solo aquí. No tengo ninguna expectativa. Yo
solo...
Tenía una fantasía muy sucia de que me controlara. Solo quería estar aquí,
entregarme a él y dejar que me usara como quisiera.
Los últimos cuatro meses se habían enrollado tanto a nuestro alrededor que
no había forma de parar esto. No quise, ni por un segundo, pisar el freno.
Estaba tan jodidamente excitado. Nervioso. Aterrorizado de estar
cometiendo un error.
Esa era la respuesta que necesitaba. Me quería para él. Sin importar el
castigo o las consecuencias. Estaría rompiendo sus votos para su propio
propósito.
–Deja de hacer eso con la mano. – Mi corazón latía con fuerza. –Me estás
asustando.
Empujó mis jeans y la ropa interior hasta los muslos y me tocó con los
dedos hasta que me quejé y gemí para liberarme. Luego me quitó toda la
ropa y volvió a hundir su mano entre mis piernas, torturándome.
Tembloroso y desnudo, me agarré al borde del altar, mirando el crucifijo de
Jesús de tamaño real que había en la pared.
–Me iré al infierno. – Moví mis caderas, montando el empuje de sus dedos.
Me rodeó. Sus brazos, sus manos, sus labios y su necesidad, estaba en todas
partes a la vez. Mi cuerpo reaccionó como si estuviera hecho para su
contacto. Todo lo que hacía, cada beso, cada caricia, era una larga y
lánguida expedición de seducción. Mientras tanto, yo sólo necesitaba que
me arrojara al altar y me follara de seis maneras hasta el domingo.
Traté de apresurarlo, pero no lo permitió. Me inmovilizó las manos cuando
le toqué la polla. Me pegó en el culo cuando me apoyé en él. Quería
besarlo, pero tampoco me lo permitió. Desplegó su seducción de la manera
más insoportable y deliciosa posible. Me hizo desesperar por rendirme a su
voluntad. Así que me quedé quieto, con un agarre de muerte en el altar, los
pies separados y la columna arqueada mientras él acariciaba, lamía, besaba
y atormentaba cada centímetro de mi cuerpo desnudo.
Jugó conmigo así, deslizando esas diez almohadillas ligeras como plumas
por mis mejillas, hasta la línea del cabello, alrededor de mi garganta y de
nuevo. Con cada pasada por mi cuello, apretaba, estrangulando mis vías
respiratorias y acelerando mi pulso. Luego, esos dedos se convertían en
nudillos tranquilizadores, deslizándose de nuevo por mi boca y mis
mejillas, tomándose el tiempo de rodear mis orejas y trazar la carne interior
de mis labios.
Ambos lo estábamos.
–El reino del no retorno. – Agarré la pretina y me encontré con sus ojos.
No me importaba.
–Oh, joder. Sí. – Las palabras salieron del fondo de su garganta, bajas y
rasposas. –Abre esas mejillas, amor. Voy a entrar tan profundo en eso.
–Más fuerte.
Me encantaba esto.
–Más despacio, más despacio. – Susurró. –Te vas a correr. – Apretó sus
labios contra mi dichosa sonrisa. –Pero no hasta que te lo diga.
Este era el hombre bajo el cuello. Él creía que era un monstruo. Tal vez eso
era cierto cuando estaba con otros. Pero no era así conmigo.
Jeno no solo me hizo el amor. Me hizo el amor con más fuerza que
cualquier otro hombre.
–Sí, eso es. Tómala. Fóllate como un niño sucio. – Su voz ronca
seductoramente oscura. –Maldita sea, mírate.
Una criatura lasciva con las piernas abiertas, la polla rebotando y los ojos
brillando de enamoramiento, adoración y quizás, si era lo suficientemente
estúpido, de amor.
–Eres mío, Nana. Nadie va a volver a tocarte. Nadie más que yo. – Sus
empujones se hicieron más profundos, más duros, puntuando cada palabra
con ferocidad. –Me perteneces. A nadie más. Mío, Jaemin. Jodidamente
mío. ¿Entiendes?
–Sí. Siempre.
Su voluntad era mi orden. Dios sabía que podía correrme solo con el sonido
de su voz. Mientras él penetraba y empujaba con la presión y el ritmo
perfecto, me zambullí en su mirada, en el acantilado, elevándome con él,
gimiendo con él y cayendo con él.
Por él.
Esa fuerte mandíbula trabajó mientras se corría, con sus músculos tensos y
su cuerpo temblando. Estaba tan fascinado por su gloriosa visión que me
olvidé de llenar mis pulmones.
Una vez que ambos flotamos hacia el suelo, dejó que su polla flácida se
deslizara fuera de mí, para sustituirla por dos dedos.
–Nos vamos del campus. – Me pasó un pulgar por los labios. –Te voy a
llevar a las montañas.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 24 𓂃
Muy pocos residentes andaban por el pueblo durante las fiestas, pero no
podía arriesgarme a que alguien me viera partir con el hijo menor de los Na.
Así que lo metí en un taxi y lo envié a las Montañas sin mí. Luego esperé
unas agonizantes tres horas. Durante ese tiempo, podría haber cambiado de
opinión. Podría haber tomado una docena de decisiones diferentes que no
fundieran su destino con el mío.
No me habían llamado para ser sacerdote. Había sido llamado para ser
suyo.
–Boomer.
Se marchó, pero no antes de que le diera un golpe en el culo lo
suficientemente fuerte como para hacerlo gritar.
La planta abierta de la cabaña, los techos de dos pisos y las ventanas bien
colocadas ofrecían vistas de las montañas circundantes desde todas las
habitaciones. Tenía la misma estructura básica que mi rectorado privado -
cocina, sala de estar, baño, dormitorio-, pero a mayor escala.
–Hay un río que baja por la montaña allá atrás. – Señaló con un dedo hacia
la puerta trasera, su voz subió de tono. –Con múltiples presas de castores.
Hay familias enteras de castores reales que viven a pocos metros de tu
porche trasero, y no me tienen miedo. Me senté a su lado, hablando con
ellos mientras recogían ramitas y raíces.
–Estamos en las montañas, Jaemin. En una zona protegida cerca del parque
estatal.
–Mucho.
–¿Cuánto es mucho?
–No, quiero decir, sabía que eras un multimillonario hecho por ti mismo.
Pero nunca mencionaste una cabaña en las montañas, y me pregunto
cuántas otras cosas no sé de ti.
Había muchas cosas que Na Jaemin no sabía. Muchas cosas feas. Tenía la
intención de contarle todo mientras estábamos aquí. Él necesitaba hacer un
examen de conciencia, y yo quería que tuviera toda la información.
–Eres mi primero.
–Sí.
–Sí.
–Sí. – Sentí que mis labios se torcían en una sonrisa, una sensación tan
extraña.
–Primero y segundo.
–Oh, sí. La mamada del confesionario. – Él suspiró. –Eso fue tan caliente. –
Sus ojos se cerraron. –¿Qué más?
–¿De verdad?
–Sí.
–Eres el primero, Nana. – Pasé mis dedos por su cabello, contento hasta la
médula. –Y el último.
Volví a tirar de su boca hacia abajo mientras conducía mis caderas. Dios
todopoderoso, mis bolas se levantaron. Mis dedos de los pies se curvaron, y
mi espalda se inclinó mientras el placer abrumador surgía en mí. Se llevó
mi polla al fondo de su garganta como si fuera su penitencia. Luego me
tomó entre sus piernas como si fuera su salvavidas.
Definitivamente celoso.
Sin importar mis defectos, iba a sacar a Lee Jieun de la ecuación. Los
treinta segundos que había bailado con él era todo lo que tendría. Jaemin
estaba a mi cargo durante cinco meses más, y yo usaría esos meses para
resolver su futuro.
–De acuerdo.
–Sí.
–Qué vida tan triste has llevado, señor soltero multimillonario extranjero de
Seúl.
Se apretó, gimió.
–Voy a follar este agujero sin cansancio antes de dejar las montañas. –
Arrastré su pierna más lejos alrededor de mi cadera, abriéndolo para mi
toque.
–¿Qué quieres?
–A ti.
–Vamos de excursión.
El aire frío rozaba sus mejillas y helaba su aliento. Su gorro blanco de punto
no lograba contener la maraña de cabello que le llegaba hasta la mandíbula.
Iba envuelto con ropa de abrigo y pesadas botas de nieve, con una sonrisa
tan amplia que hacía brillar el sol.
–Lo sé.
–Sí. Tal vez. Necesito hacer una introspección seria. – Le toqué la sien con
un dedo enguantado y le aparté un mechón de cabello del rostro. –
Entiéndeme, Nana. Tú no eres la causa de esto. He tenido una relación
intermitente con Dios toda mi vida. Creo. Luego me pierdo. Luego vuelvo a
creer. Luego cuestiono todo. Una y otra vez, es un círculo vicioso. Mi fe
nunca ha sido fácil y nunca lo será. Las relaciones conmigo no son fáciles.
–Es el único. Cuando me mudé a la Academia Clé, elegí vivir solo en lugar
de en la rectoría principal con Jaehyun. No quería destruir nuestra amistad.
–Destruí esa relación cuando tenía veinte años. Nos peleamos por la
religión. Ellos querían que fuera a la iglesia. Yo tenía otras prioridades. Era
una batalla constante que tensaba cada interacción.
–¿Absolución de qué?
–Hacer daño a la gente. Daño a... Aquellos con quienes jodía. – El aire frío
se sintió repentinamente más frío, calando en mis huesos. –Hice algo, y
necesito que...
No corras.
Si corriera, lo perseguiría.
–Sé que estás a punto de contarme tus experiencias con otros u otras. – Su
mirada buscó la mía. –Puedo ver el miedo en tus ojos.
–No quiero oírlo. – Se rio sin humor. –No quiero ni pensarlo. Pero primero
necesito saber, antes de que me cuentes algo... ¿Has estado enamorado
alguna vez?
–No. Nunca.
–No.
–Y ya has dicho que nunca has sido monógamo. – Sus delicadas cejas se
juntaron.
–Sí. – Me incliné y apoyé mi frente contra la suya. –Lo hago. Eso es todo
tú, Jaemin. Lo ansiaba cuando te conocí. Y todavía lo deseo contigo: azotar,
estrangular, follar la parte posterior de tu garganta. Me encanta jugar
contigo, pero nunca podría hacerte el daño que solía hacer antes. Sólo
quiero protegerte. – Acaricié con mis pulgares sus muslos, abriendo mi ser
más profundo con cada palabra. –Me haces un hombre mejor.
–Deberías darte algo de crédito. Pasaste los últimos nueve años expiando.
Y, además, si todo lo que hiciste fue tener sexo duro y voluntario, eso no te
hace una mala persona. Sólo significa que eres pervertido.
–Lo sé.
–Jesús.
–Siempre.
Quería saber qué era diferente ahora. ¿Qué había cambiado? ¿Era yo?
¿Nueve años de celibato? ¿O era Jaemin el catalizador?
–Yo siento lo mismo por ti. – Depositó un beso en mis labios. –Entonces,
¿qué pasó? Dijiste que habías hecho algo. ¿Qué te trajo aquí?
–Oh, Jeno, no. – Acarició mi cara, sus rasgos se retorcían de dolor. –Dios
mío, no puedo imaginar lo que debe haber sido para ti.
–No me importaba nada ese hombre. Apenas podía tolerarlo más allá de un
polvo rápido. – Agarré su muñeca, apretando los delicados huesos. –No te
atrevas a sentir pena por mí.
–No hubo cargos penales. Su familia amenazó con demandarme por la vía
civil y les pagué. También les entregué su empresa, que ellos mismos se
encargaron de hundir. Enterré todo el asunto. Hice que todo desapareciera.
Ni siquiera su familia puede desenterrarlo.
–¿Fue este Ten tu último...? ¿Fue la última vez que tuviste sexo?
–Sí.
Respiró profundamente y sus ojos se desenfocaron. Era mucho para
procesar. Sólo Dios sabía lo que pensaba de mí.
–No me extraña que hayas sido célibe todo este tiempo. – Murmuró. –Es
algo horrible de reconciliar, y ya estás emocionalmente golpeado. Aunque
te importara, no tendrías ni dos lágrimas que frotar por él.
Nunca me había aislado con otra persona como lo había hecho con él. Al
principio ni siquiera me di cuenta de que lo estaba haciendo. Las clases
particulares durante el día. Los castigos cada tarde y noche. Lo había
mantenido para mí, monopolizándolo. Pero en lugar de arruinar nuestra
relación, el tiempo que pasamos juntos no hizo más que profundizar nuestro
vínculo.
Tuve una relación romántica con Jaemin mucho antes de que fuera sexual.
Y ahora él conocía todos mis secretos. Me conocía mejor que nadie.
Entre los árboles de hoja perenne, entre la tierra endurecida por la nieve y
los amplios cielos azules, mi corazón latía más fuerte que nunca. Se había
quitado un peso de encima, y mi ángel no huía.
Todavía no.
–Voy a pasar un rato con los castores. – La mirada que me dio no era una
invitación a unirme.
–¿Dios perdona lo que está pasando con nosotros ahora? ¿Dios perdona a la
persona que fuiste? – Preguntó.
–Sí.
–Sí.
–Dime.
Como el bastardo desvergonzado que era, se me puso dura. Muy dura bajo
su pequeño y dulce culo.
–Pero escucha esto, Lee Jeno. – Me agarró la mandíbula, con los ojos
brillantes. –Si alguna vez me cortas o quemas, te joderé el mundo.
Oh, Dios misericordioso. Podría hacer esto toda la noche, arrancarle gritos
mientras se alimenta del sueño más dulce y perfecto.
El sonido impaciente era tan Jaemin. Siempre intentando tomar las riendas,
literalmente con sus manos en mi culo, tirando de mí con más fuerza entre
las mejillas del suyo. Él no tenía ni idea de lo fondo y salvaje que iba a
follarlo esta noche.
Con las bocas separadas, compartimos el contacto visual, los latidos del
corazón y el aire. Nuestro vínculo nos atravesó como un tirón eléctrico, y
nuestros labios fueron incapaces de mantener la distancia. Nos besamos,
caliente y profundamente, cada toque de nuestras lenguas produciendo una
explosión sónica de sensaciones, siempre demasiado y nunca suficiente.
Jadeamos juntos. Nos balanceamos juntos.
Y yo morí. Y me consumí. Y volví a morir. El consumo perfecto y la muerte
de la conciencia.
Antes de Jaemin, rara vez besaba. Nunca lo disfruté. Pero esto era una
expresión de nuestra intimidad. Con su lengua entrando y saliendo de mi
boca, haciéndome señas, le di golpes agudos con la mía, abriendo más la
mandíbula, agarrando su cabeza, girándolo a voluntad, y controlando la
profundidad con la que lo follaba con mi lengua.
–Oh, joder. –Mi cara encontró su cuello, mis labios lamieron y besaron.
Gemí contra sus labios abiertos y miré fijamente sus ojos oceánicos.
Estábamos pegados en cada punto de contacto viable, inseparables, follando
como si fuera nuestra última noche en la Tierra.
Todavía no.
Llevaba cuatro clímax y parecía estar ebrio de placer mientras sus ojos
pesados miraban mi reflejo en el espejo. Lo ayudé a inclinarse hacia delante
con las manos apoyadas en el lavabo.
Trabajando con él hacia otra liberación, sustituí mi pulgar por dos dedos.
Luego tres. Mi atención se fijó en sus reacciones, buscando signos de dolor
u objeción.
–No me moveré hasta que estés mejor. – Puede que muera antes de eso,
pero no se me ocurre una forma mejor de irme. –Ya has hecho esto antes. –
Sus cejas se doblaron mientras apoyaba las manos en la encimera,
estudiando mi reflejo.
–Quiero seguir con esto. – Presionó su sonrisa contra mis labios y retorció
su culo. –Estoy listo, de nuevo.
Mi corazón sonaba como agua corriendo en mis oídos. Oh, mierda. Podría
morir.
–¿Indescriptiblemente bueno?
–Más rápido. – Jaemin separó más sus pies y empujó contra mí. –Más
fuerte.
Explote en llamas, mi libido se disparó con su entusiasmo. Ver la lujuria
grabada en su rostro y saber que estaba disfrutando de esto otra vez fue la
máxima excitación. Porque yo estaba tan metido en él, mi necesidad de
estar dentro suyo cada instante, era una demanda constante y urgente. Así
que me entregué a esto, dejando que mis caderas se desbocaran, clavando,
golpeando, tomándolo todo. Lo tomé todo.
Quería que goteara de él, que se encharcara en el suelo y que cubriera sus
preciosas piernas. Entonces lo tomaría de nuevo.
–Me vas a dejar dormir ahora, ¿verdad? – Me rodeó el cuello con sus
brazos.
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𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo 25 𓂃
Las horas que pasábamos en los senderos no tenían que ver con el destino.
El tiempo que pasábamos juntos tenía que ver con la unión, el aprendizaje y
el aprecio mutuo. Se trataba de discutir, reír y besar. Lo había conocido a
fondo en la escuela, en el aula, en la iglesia. Pero al verlo entre los árboles
de hoja perenne y perseguirlo por la nieve, adquirí nuevas perspectivas.
Pasé dos semanas con él en las montañas y por primera vez en mi vida, no
sentí ninguna batalla interior. Sin remordimientos. Jaemin era la mayor
bendición que el cielo podía haberme dado, y no iba a malgastar ni
desperdiciar este regalo. Lo apreciaría y lo protegería a toda costa.
Ninguno de los dos llevaba nada de ropa, pero las únicas partes de nosotros
que se tocaban eran nuestras miradas.
–La escuela se reanuda en tres días. Tengo que volver mañana. Enviaré un
auto para ti al día siguiente. Tenemos que escalonar nuestras llegadas para
evitar sospechas.
–No. – La tristeza se filtró en su voz. Luego más fuerte, más firme. –No.
–Significa que una vez que salgamos de esta cabaña, debemos volver a una
relación profesional.
–Eso es ridículo. Nunca hemos tenido una jodida relación profesional. ¿De
qué estás hablando?
–No me importa. – El aire salió de su nariz con poco calor. Él sabía que
tenía razón. –Maldita sea, Jeno. Podemos ser cuidadosos, como antes.
Cerrar las puertas y...
–No.
Después de estar sin sexo durante nueve años, unos meses no deberían ser
nada. Pero ya había probado su sabor y privarme de ello, iba a ser un
infierno interminable y atroz.
Todavía no.
Primero, necesitaba que pasáramos el resto del año escolar sin un desastre.
Quizá su enfado nos ayudara a mantener esa distancia necesaria. Una vez
que se hubiera graduado y yo tuviera una solución para la fusión Lee-Na -
precisamente por otra fusión denominada de la misma manera-, le haría
entender lo comprometido, posesivo y jodidamente serio que era cuando se
trataba de él.
Había infligido mucha crueldad y soportado toda una vida de soledad para
llegar hasta aquí. Lo quería demasiado como para arriesgarme a perderlo.
–No, príncipe. Voy a mostrarte lo mucho que voy a arder por ti hasta que te
tenga de nuevo. – Lo empujé hacia atrás y capturé su boca.
Ambos lo haríamos.
Así que lo besé y puse mi mano entre sus piernas y convencí a su cuerpo
para que me aceptara. Si realmente se hubiera opuesto, lo habría dejado
muy claro, probablemente con los puños. Pero a pesar de su rabia y su
temor, no quería perder este precioso tiempo.
Nunca había hecho el amor con alguien, pero no había otra forma de
hacerlo con Jaemin. Lo consumía, lo idolatraba, rendía homenaje a todas
sus perfecciones y memorizaba cada sensación celestial.
–Te escucho.
–Si descubren...
–Siempre.
–Dios te ha perdonado por las cosas que has hecho anteriormente, y Dios no
debe perdonarte por amar como lo haces ahora, no importa a quién. No
necesitas continuar este ciclo de autocastigo. – Hizo una pausa, inhalando y
exhalando. –No estás destinado a ser sacerdote, Jeno. Nunca fue tu
vocación.
No creía que yo fuera capaz de tener un amor romántico. ¿Y por qué iba a
hacerlo? Era el rey del dolor y el desamor.
Hasta Jaemin.
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ capítulo 26 𓂃
Todavía me quedaban cinco meses con él. Pero nunca estaría con Lee Jeno
como habíamos estado en esta cabaña en las montañas. Él iba a volver a ser
un sacerdote, un maestro. Y yo volvería como su estudiante, un heredero
Na, y el futuro esposo de Lee Jieun.
Me había dicho que confiara en él, y lo hice. Confié en que haría todo lo
posible para cambiar mi destino. Pero él no cambiaría la opinión de mi
madre. Ella lo mataría si mencionaba que estaba interesado en mí. Ya
estaría muerto si supiera que me había follado.
El único consuelo era saber que pasaría todos los días con él hasta que me
graduara. Aunque solo fuera a nivel profesional. Todavía teníamos tiempo.
Tenía tiempo para encontrar la manera de escapar de los planes de mi
madre. Tal vez uno de mis hermanos podría ayudarme. No me iba a rendir.
Pasé los dedos por la pulsera de tenis de mi muñeca. En algún momento del
mes pasado, Jeno había sacado la joya rota de mi habitación y la había
hecho reparar. Me la regaló la mañana de Navidad junto con un lector
electrónico cargado de libros. Docenas de libros, manuales y revistas sobre
todos los aspectos de la creación y gestión de un negocio, así como guías
paso a paso para iniciar un proyecto de rescate de animales.
Él había hecho todo esto antes de que tuviéramos sexo. Lo había hecho
porque se preocupaba por mí.
¿Me amaba?
No habíamos hablado de eso. Nunca dijimos las palabras, aunque las había
sentido cada maldita vez que lo miraba.
Era lo mejor.
Pero estar aquí sentado obsesionado con él no era lo mejor, así que decidí
salir de excursión.
No es Jeno.
En Maine.
Ella lo sabía.
El esbirro.
Ten sólo aparecía cuando había que matar a alguien. Gracias Dios a que
Jeno no estaba aquí. Pero Ten solo tardaría unos segundos en enterarse y
dirigirse a la escuela para terminar el trabajo allí.
Un segundo par de zapatos salió del auto. No respiré hasta que vi la cara de
mi hermano. Lucas habría sido mi primera opción, pero ya había volado a
Europa. Era Jisung. Mi segunda opción. Podía ser un niño mimado de
mamá, pero era mil veces más indulgente que mi otro hermano mayor,
Taeyong. Con Jisung, tenía la oportunidad de defender mi caso.
No me moví, no respiré.
Maldita mierda.
–¡Hola! – Escondí mis nervios bajo una sonrisa. –¿Qué estás haciendo
aquí?
–Sabes por qué estoy aquí. – Pasó junto a mí, sus ojos azules brillando con
un raro destello de rabia mientras escaneaba la habitación. –¿Dónde está ese
hijo de puta?
–¿Quién?
–Excepto que nos dijiste que estabas en la escuela, saliendo con tus amigos.
Se me cerró la garganta.
Fue captada desde lo suficientemente lejos como para que nuestras partes
desnudas se vieran borrosas, pero no había duda de dónde estaba enterrada
la polla de Jeno.
–¿Quién tomó esa foto? – La pregunta pasó por mis labios secos.
–No te voy a decir una mierda hasta que sepa quién me estaba espiando y
por qué.
–Sí y sí.
Sin escándalos.
–No.
–Lo amo.
–¿El sacerdote?
–¿Por qué? ¿Por qué un hombre, después de lo que mamá hizo? ¿Por qué
él?
–Se pondría delante de una bala por mí. – Mis entrañas se estremecieron de
miedo. –Y haría lo mismo por él.
–Maldita sea. – Se pasó las manos por el cabello. –No tenemos muchas
opciones aquí. No podemos perder este acuerdo de la familia de Jieun. Los
adversarios se están acercando, apoderándose de todo lo que nos rodea.
Necesitamos activos, recursos. Necesitamos las propiedades de Lee
Hyunbin y de su hija.
–Si habla, si ellos descubren que estás enredado con un hombre, que
además es tu profesor...
–¿Te ama?
Mi corazón tartamudeó.
–No lo sé.
–Si te ama, arruinará este trato. Lo siento, Nana. Tenemos que sacarlo.
Tenía una sola oportunidad, una sola ocasión, una sola vez para aparecer,
hacer lo correcto, asumirlo y proteger al hombre que amaba.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 27 𓂃
Sin duda, esto sería demasiado para mí. Pero la alternativa era peor.
Soportaría casi cualquier cosa para que Jeno siguiera respirando y sin sufrir
daños. Pero todo esto dependía de que me dejara ir. Tenía que ser una
ruptura limpia. Ningún contacto entre nosotros nunca más. Y él no podía
decirle a nadie sobre nosotros.
Él ya había decidido que no tendríamos sexo ni ningún tipo de relación
romántica de aquí en adelante. De todos modos, nuestra despedida se
produciría en sólo cinco meses. Ambos sabíamos lo que sería de mí después
de la graduación. Terminar nuestro enredo inmediatamente sería más fácil.
Menos complicado.
Pero yo lo sabía mejor. Sabía que lucharía por mí con cada hueso feroz de
su cuerpo.
Mientras hablaba por teléfono, Jisung expuso las condiciones que había
aceptado seguir, lo que pareció apaciguarla.
–Lo sé, mamá. – Suspiró. –Lo juro. Si nos da algún problema, volveremos
al plan A. – Una pausa. –Sí. Espera.
Mi hermano se puso de frente a mí y rodeó una de mis manos con las suyas.
–Lo siento, Nana. Sé cuánto te está doliendo esto, sé quién eres y te amo
tanto. Juro que si hubiera otra manera...
–No la hay. – Respiré hondo y me armé de valor. –No es tu culpa.
–Cuando entremos ahí, pase lo que pase, no interfieras, ¿está bien? Jeno se
va a enfadar al principio. Como un loco. Vamos a discutir. Pero lo
convenceré de que se retire y deje pasar esto. Solo necesito que te asegures
de que Ten no se ponga nervioso con esa arma.
–De acuerdo. – Tragándome una bola de terror, abrí la puerta y forcé mis
pies a entrar en la iglesia.
Como era de esperar, Jeno estaba aquí, arrodillado en el primer banco, con
la cabeza inclinada y el rosario en la mano. Exactamente como lo había
encontrado hace casi tres semanas. Excepto que esta visita tendría un
resultado completamente diferente.
No podía mirar el altar sin pensar en nuestra deliciosa profanación, así que
mantuve la mirada desviada, fija en su nuca. Se tomó su tiempo para
terminar sus oraciones. Luego, su cuello se giró lentamente, haciendo que
sus ojos azules se fijaran en los míos.
–Es hora de que me vaya. Para siempre. – Mis ojos ardían. No llores. –Hay
algunas cosas perturbadoras que te suceden y que necesitas resolver, he sido
muy claro desde el principio sobre lo que quería. Quiero ir a casa.
–Volví porque sabía que estabas aquí solo. Era la oportunidad perfecta para
tener sexo con un hombre y darle a mi madre una razón para sacarme de
esta escuela. El problema es que disfruté de nuestro tiempo juntos en las
montañas. – Las verdades se mezclan con las mentiras, impulsándome hacia
él, un pie antes que el otro. –Durante un tiempo, casi olvidé que quería
volver a casa. Hasta que terminaste las cosas conmigo anoche.
Si descubriera la verdad, si supiera las condiciones que tuve que seguir, los
sacrificios que me obligaron a hacer, nunca me dejaría ir.
–¿Por qué iba a mentir? Llamé a mi familia para que viniera a buscarme. –
Extendí un brazo, señalando a Jisung mientras caminaba por la iglesia. –No
quiero estar aquí. Sobre todo, sabiendo que pretendes ignorarme durante el
resto del año. Tengo mejores cosas que hacer.
Se mantuvo en mis talones, respirando en mi cuello mientras luchaba por
aire.
–No. – La furia de esa palabra ardía con un fuego impío. Me agarró del
brazo, me hizo girar y me puso frente a él. –Elígeme a mí.
Él sabía que no era tan simple. Maldita sea, él sabía que no tenía elección
cuando se trataba de Jieun.
–He aceptado la disciplina que me he ganado, pero solo hay una cantidad de
corrección que un corazón puede soportar. Tú eres mi mayor y más
doloroso castigo, Na Jaemin. – Se giró para mirarme, con los hombros
agitados y las manos flexionadas a los lados mientras rugía: –¡Fuera de mi
iglesia!
–Mi madre aceptó dejarte vivir, pero solo si mantienes la boca cerrada. Si le
hablas a alguien de nosotros, Ten volverá por ti.
Su rabia me impulsó hacia la puerta, pero fue el dolor en sus ojos lo que me
aplastó el corazón. La masa informe de carne en mi pecho siguió latiendo,
tronando insoportablemente. Latía con una pena feroz. Latía al ritmo de su
dolor, tamborileando con el caos y el daño irreparable. Las despedidas eran
algo multifacético. Algunas eran triviales y temporales. Otras eran
angustiosas y permanentes.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 28 𓂃
Entregarlo no había sido una elección. Era un deber. Una obligación moral.
Una expresión de amor.
Durante las semanas y los meses en que eché de menos a Jeno, no pude
aceptar cómo terminaron las cosas. Nunca haría las paces con ello. Perderlo
me había cambiado a un nivel fundamental. Herirlo de la manera en que lo
había hecho me convirtió en esta cáscara de mí mismo. Nunca me
recuperaría. Mi existencia era un tormento que no cesaba.
No podía ni siquiera empezar a considerar la idea de estar con Lee Jieun.
No de una manera amistosa. Obviamente no de una manera sexual.
Esto era sólo el principio. El comienzo del resto de mi vida sin él.
No lo volvería a ver.
¿Por qué no podía simplemente morir? No quería quitarme la vida. Pero a
veces, cuando estaba en la cama, solo y dolido hasta lo más profundo de mi
alma, deseaba una enfermedad terminal, la caída de un rayo mortal o la
picadura de una araña venenosa. Quería que me quitaran la posibilidad de
elegir.
No era aburrimiento.
Pero ella tenía razón. Podía hacer los exámenes ahora, obtener mi diploma
y acabar con el instituto.
No cambiaría nada.
Podía leer los libros que Jeno había puesto en mi lector electrónico y
aprender a dirigir un refugio de animales que nunca tendría. No había lugar
para eso en Bishop's Landing. Se esperaría de mí que asistiera a las fiestas,
que fuera apuesto y que sonriera como un rey para nuestros súbditos reales.
Me sentí mal.
–Te he visto perder peso durante tres meses. Peso que no tienes que perder.
Si bajas un kilo más, desaparecerás.
Quiero morir.
–Comerás, aunque tenga que obligarte a tragar. – Golpeó con un puño la
mesa, haciendo sonar los platos.
Era la décima vez en otros tantos días que se ponía encima de mí,
amenazándome con la comida.
Él no conocía el origen de mi dolor. Para él, yo sólo era una niño rico
ensimismado, revolcándose en su mansión. Probablemente mi madre le
había encargado que vigilara mi dieta. Se suponía que debía tener un
aspecto determinado, mantener un peso perfecto y asumir la imagen ideal
de un esposo heterosexual promedio.
–Eres un desastre. – Sus labios rebotaron con una sonrisa mientras volvía al
sofá.
Ni la semana siguiente.
Ni el mes siguiente.
Continué mis clases con Tiffany. Por las noches, leía los libros que Jeno me
había regalado. Los fines de semana, me ponía trajes elegantes, me peinaba
y bajaba a mostrar mi rostro en las fiestas de mi madre. A veces, Jieun hacía
el viaje a casa para asistir a ellas.
Nada más.
El traje se ceñía a mi cuerpo desde los hombros hasta los tobillos. Mi madre
encargó toda mi ropa en tonos claros, como si intentara convencer al mundo
de que yo era inocente y puro. Tal vez tratando de convencerse a sí misma.
Como si no tuviera fotos en las que mi profesor me follaba contra la pared.
El recuerdo surgió con fuerza, tomándome desprevenido. El tacto de las
manos expertas de Jeno, el rasguño de su barbilla, el aroma oscuro y
seductor de su piel... Se incrustó en mis sentidos. Mis pulmones ardían en
busca de oxígeno.
Necesitaba aire fresco. Mis pies ya se movían antes de que fuera consciente.
Minhyung estaba en silencio detrás de mí, pero sabía que estaba allí.
No quería sentarme con Jieun en ningún sitio, pero mis piernas temblorosas
me quitaron la posibilidad de elegir. Le seguí hasta el asiento.
–Así que supongo que Kim intentó follarse a tu antiguo profesor, que
bizarro. – Se sentó a mi lado y estiró las piernas. –Le hizo un pequeño show
de striptease y le metió las manos en los pantalones. Una locura, ¿verdad?
Quiero decir, es un sacerdote, y ambos son jodidamente hombres. Eso está
tan mal en muchos niveles.
–Envió textos sobre ello a sus amigos, describiendo todo el asunto con
detalle. Él lo expulsó, por supuesto. Supongo que Jungwoo perdió la cabeza
cuando volvió a casa, intentó una sobredosis de opiáceos y ahora está en un
hospital psiquiátrico.
Tal vez debería haberme sentido mal por él, ofrecer algunas oraciones y
esperar una rápida recuperación. Pero no lo hice. No pude. No sentí nada.
Kim Jungwoo fue la razón por la que mi madre se enteró de mi relación con
Jeno.
Con un suspiro roto, me volví hacia la barandilla y cerré los ojos. Había
hecho mi cama y me acostaría en ella. Sólo que no me acostaría en ella con
Jieun o con algún hombre. Las tablas del suelo crujieron detrás de mí,
sonando la aproximación de Minhyung.
Especialmente eso.
Pero lo que más echaba de menos eran sus besos. Cerré los ojos, intentando
evocar la sensación. La sensación del primer roce de sus labios con los
míos. La forma en que su lengua asertiva se deslizaba entre mis dientes. El
sabor de su boca hambrienta, abriéndose, profundizándose, tratando de
consumirme.
–Hay más en esto que lo que ves. – Parpadeé, con los ojos cada vez más
calientes y doloridos.
–Lo sé.
–Badassery. – Sonrió con los dientes más blancos, y los ojos más amables.
Confié en él porque, a nivel visceral, sabía que era uno de los buenos. Me
cubría las espaldas.
–Sí.
Extrañar a Lee Jeno era una forma dolorosa de crecer. Él no fue un error.
Nunca lamentaría el tiempo que había tenido con él. Me había enseñado a
vivir y dejar vivir, a hacer que cada momento contara, a ser más de lo que
era, a experimentar lo que aprendía, a ser más alto y más fuerte por la lucha.
Me enseñó a amar.
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Ꮺ ָ࣪ capítulo 29 𓂃
Jieun se graduó en St. John de Brebeuf el mes pasado y se fue de viaje por
Europa. No se me había permitido asistir a su ceremonia. Mi madre no me
quería cerca de la escuela por razones obvias.
Habían pasado seis meses desde que vi a Jeno, y el dolor seguía tan crudo
como el día en que me fui. Estaba sobreviviendo, pero no estaba viviendo.
Apenas respiraba.
La sala se quedó en silencio, miré a mi alrededor para ver todas las caras
que se parecían tanto a la mía. Ojos azules pálidos, cabello rubio, piel
clara... Los genes eran fuertes en mi familia.
–Solo dilo. – Apoyé las manos en mi regazo. –Di lo que sea que estés
pensando si eso hace que dejes de mirarme como...
–Me doy cuenta de todo, Jaemin. – Tamborileó con sus uñas cuidadas sobre
la mesa, manteniendo la habitación en suspenso. Luego se calmó. –Los Lee
necesitan esta fusión tanto como nosotros. Tal vez más. Nuestros
adversarios llevan años intentando comprarlos, rebajándolos en todo
momento y ofreciéndoles tratos que dejarían a su familia en la ruina.
No conocía ese detalle. Nunca se me ocurrió preguntar. Solo sabía que, si
no nos fusionábamos, la dinastía Na perdería las posesiones estratégicas de
Lee en favor de los enemigos, lo que les daría una posición más fuerte en
Bishop's Landing.
–Quiero que sepas. – Dijo mi madre con rigidez. –Que todas las personas de
esta sala aprecian el sacrificio que estás haciendo para salvar a esta familia.
¿Paciencia?
–Gracias por venir aquí con tan poca antelación. – El Sr. Lee se pasó una
mano por su cabeza, dirigiéndose a la mesa. –El último día ha sido todo un
torbellino, como pueden imaginar. Estamos esperando...
¿Dónde estaba su cuello de clérigo? ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué nadie
en la sala parecía sorprendido de verlo?
Se inclinó y susurró:
Oh, Minhyung.
Lentamente, con ternura, apoyó sus pulgares en mis mejillas y me quitó las
lágrimas. Su contacto me sacudió el cuerpo y ambos respiramos.
–Te lo dije. – Murmuró con el bolígrafo entre los dientes. –Prometí que me
quedaría contigo. Te mantendría.
–¿Qué están firmando? – Pregunté. –¿Ahora eres dueño de los Hoteles Lee?
¿Nosotros?
–Significa que todos en esta sala saben que lucharé hasta la muerte por ti, y
que me importa un bledo el qué dirán. – Se puso de pie y giró mi silla hacia
la mesa.
–Acabo de enterarme del interés de Jeno anoche. – Firmó el papel que tenía
delante y se lo pasó a Lee Hyunbin con un gesto de indiferencia. –
Evidentemente, Jeno y Hyunbin han estado negociando a mis espaldas
durante semanas.
–Él hizo una oferta que no pude rechazar. – Hyunbin firmó el papel y se lo
entregó a Jeno. –Aceptó todas mis condiciones, y yo acepté su única
condición. – Hyunbin me dirigió una mirada mordaz, asqueada. –Fue muy
específico sobre su interés en ti.
No fue una fusión entre Jieun y Jaemin. Pero definitivamente, habría una
fusión Lee-Na. Jeno era dueño de los padres de Jieun ahora, eliminando
efectivamente a la chica de la ecuación. Se trata de un contrato de fusión y
mestizaje entre Lee Jeno y mi familia.
Y le pregunté:
–Está hecho.
Dio un paso adelante, sin expresión, y extendió la mano para poner un dedo
bajo mi barbilla.
Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Sabía que lo amaba todo este tiempo?
–Gracias por cuidarlo por mí. – Jeno lo atrajo y le palmeó la espalda antes
de soltarlo. –Espero que no me entregues tu renuncia.
–Sí. – Dijo Jeno. –Pero trabaja para mí. Lo envié para que consiguiera ese
trabajo como guardaespaldas de Jaemin.
–Bien hecho, Lee. Has conseguido una sobre mí. No volverá a ocurrir.
–Sí.
–Si estaba trabajando para ti entonces, ¿significa que sabías que iba a
volver?
–Sí.
–Cada día. Cada detalle. Sé lo poco que has dormido, lo poco que has
comido, lo mucho que has llorado. – Su voz se espesó, se oscureció. –Tu
hermoso dolor.
El asqueroso monstruo.
–Si esto no es correcto, no sé qué lo es. – Toqué con mis dedos su palma,
saboreando las chispas de calor. –Si me equivoco por querer tu devoción
posesiva, dominante y arrolladora, entonces me equivoco en todo.
Durante largos minutos, solo se movieron nuestras manos, las palmas y las
yemas de los dedos rozándose suavemente, acariciando con los más ligeros
roces de piel. Le miré fijamente a los ojos, maravillado, atónito, deseando
sentir sus hermosos labios en los míos.
Bésame.
–Aquí no.
O, oh mierda, el ascensor.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, varias personas subieron con
nosotros. Me sentí aliviado y molesto a la vez. Me tomó de la mano
mientras descendíamos, manteniendo la mirada al frente. Su pulgar recorrió
mi palma, reconfortándome, hablándome, diciéndome lo mucho que me
echaba de menos.
–Lo siento...
–No te disculpes.
Las puertas del ascensor se abrieron y me condujo fuera y a través del gran
vestíbulo.
–Fueron mentiras. Me enfadé mucho contigo, pero eso duró sólo dos
segundos. Cuando te grité y te dije que te fueras de mi iglesia, vi la verdad.
Estaba grabada en todo tu hermoso rostro. Cada palabra que salía de tu boca
era un intento de protegerme. No lo comprendí todo hasta mucho después,
pero en ese momento supe que toda tu actuación era una mentira.
–No. – Deslizó su pulgar por mi labio inferior. –Tu rostro sí. Ese día en la
iglesia, vi tu corazón romperse en un millón de pedazos.
Había estado magnífico con su cuello blanco de sacerdote. ¿Pero con traje y
corbata? El hombre era peligroso, delicioso y seductoramente cautivador.
Cada vez que lo miraba, me sentía incapacitada. No había pensamientos, ni
concentración, sólo deseo y la agonía de la espera.
–Ya hemos tenido esta conversación antes. – Suspiré. –Sólo quiero saber
cómo lo hiciste.
–Sí.
–Sólo tuve dos clases. Me pasé el resto del tiempo haciendo crecer el flujo
de caja. – Me miró. –Y vendí la Academia Clé-
–No porque vea que necesitas ser rescatado. Sino porque veo tu
inteligencia, tu extraordinario potencial, y al nutrir eso alimenta algo dentro
de mí.
La nuestra era una conexión cerebro-cuerpo-alma, los tres a la vez, con una
intensidad que me consumió de la manera más conmovedora.
En la siguiente manzana, me acompañó a un elegante edificio con puertas
doradas y porteros uniformados. Miré la marquesina.
Hotel Lee.
Es uno de los cientos de hoteles de lujo de los Lee que hay en todo el
mundo.
–Tengo muchas cosas. – Me hizo entrar con una mano posesiva en la parte
baja de mi espalda.
–La última vez que te vi, en la iglesia, me dijiste que te eligiera. – Respiré
entrecortadamente. –Lo hice. Te elegí de la mejor manera que sabía.
–Te amo con locura. – Me apartó el cabello del rostro, colocándolo detrás
de la oreja y manteniendo su contacto allí.
–Me dijiste que diera un salto de fe. Debería haberlo hecho. Debería haber
confiado en ti para que te encargaras de todo desde el principio.
Me quejé.
–He tenido mis dedos en mi culo durante seis meses mientras fantaseaba
con mi sacerdote favorito.
–Estás matándome.
–¿Cuál es mi penitencia?
Inclinó su cabeza, devorando mis labios mientras hundía sus dedos entre
mis piernas. El placer se encendió. La pasión ardió. Su dura longitud se
tensó detrás de los pantalones, presionando contra la mía, desesperado por
salir.
–Jeno. – Me agarré a sus nalgas duras como una roca, tratando de meterlo
en mi cuerpo. –Hijo de puta odioso. Fóllame. Por favor, dame tu polla.
Nuestro vínculo era eterno, y ese era el gran premio, el mejor regalo que
este universo podía ofrecer.
Él era mi libertad.
Mi viaje.
Mi destino.
Mi elección.
Mi amor.
▸ 𖥻 fin ˑ 𖦹
▸ 𖥻 hola zorritxs ^^ ˑ 𖦹
⊹ ᨘ໑ ¡ esto ha sido topo para lesson in sin, una gran obra maestra que me
encantó haber compartido con ustedes, espero hayan disfrutado y nos
veremos en el epílogo ! ▸
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍
Ꮺ ָ࣪ epílogo 𓂃
Llegaba tarde.
Otra vez.
Miré el reloj y apreté los dientes. La comida estaba lista, pero tendría que
esperar mientras me ocupaba de esto.
Detrás de él, las montañas estaban centradas en los ojos más grandes y
azules. Y esa sonrisa. Ese pequeño y sexy cuerpo. Impresionante de pies a
cabeza. Me dejaba sin aliento.
–Hola, guapo. He visto una ardilla. – Su mirada volvió a los arbustos por
los que se había arrastrado, reacio a dejarlo ir.
–¿Qué es eso? – Se inclinó hacia mí, llevándose una mano a la oreja. –¿Oh?
¿Estoy absolutamente deslumbrante hoy? – Sus puños se llevaron a las
caderas mientras sonreía inocentemente. –Vaya, gracias, querido esposo.
Siempre dices las cosas más dulces.
Sin embargo, esa sonrisa. Era contagiosa, traviesa, arrugando los lados de
su nariz de forma encantadora. El aleteo en mi pecho se convirtió en una
palpitación completa.
Pero una promesa era una promesa. Le había dicho que, si llegaba tarde al
desayuno, sería castigado.
–Quítate la ropa y todo lo que hay debajo. – Bajé las manos a mi cinturón y
solté la hebilla.
–Quiero que usted me folle en todas partes, Padre Jeno. – Se metió la punta
del dedo en la boca, con aspecto inocente, mientras deslizaba la otra mano
por su abdomen descubierto.
Ya no era el monstruo que había sido a los veinte años. Pero tampoco era un
santo.
⊹ ᨘ໑ ¡ pasará mucho tiempo para que pueda superar esta historia, gracias por
haber estado aquí conmigo ! ▸
𖧷 ᜊ 𝐉𝐉_𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐗_𝟓𝟏𝟒 𖥻 .͘ 𝐈.𝐍