I Can't Change Larry Stylinson
I Can't Change Larry Stylinson
I Can't Change Larry Stylinson
Las cosas siempre eran difíciles en casa de mis padres, desde los once. Solo oía
los gritos de Charlie y el llanto de Karen, mis padres adoptivos. No sabía que
sucedía realmente pero me importaba una mierda, tenía once, solo me preocupaba por
salir y jugar con mis amigos en la plaza, comer golosinas y cosas de niños. Bah,
que mierda. A los doce Karen le pidió el divorcio a Charlie. Y yo era el único que
estaba ahí para presenciarlo todo, mi hermanita Effy era muy pequeña para entender
algo y mi hermana Cassie era demasiado mayor para quedarse en casa a sufrir.
Así que ahí estaba yo en aquellas tardes en las que mi padre rogaba quedarse. Las
tardes en las que mamá lloraba y decía no con firmeza ante las suplicas. Creo que
ahí fue donde mi vida se jodió completamente y terminé como estaba ahora: teniendo
diecinueve, aún en la puta secundaria, sin haber trabajado nunca, sin saber hacer
una mierda, consumido por la miseria y la soledad.
Sobre todo la soledad, abrumadora, asfixiante.
A veces me levantaba en las madrugadas y me observaba en el espejo. Nada de lo que
veía me gustaba, ni mis ojos azules tan inexpresivos y vacíos, ni mi cabello
castaño oscuro maltratado, ni mi estómago algo flácido y abultado, ni mi asquerosa
soledad. Y no, no me sentía bien solo, pero la gente tampoco me hacía feliz. Ni
siquiera yo sabía lo que quería.
Al final quizás Jay acertó en darme en adopción a los primeros idiotas que querían
un niño.
Ni siquiera mi propia maldita madre me quería.
Pero él era distinto. Él y su sonrisa amable y sus palabras raras y sus ojos verdes
tan llenos de vida. Quizás él me quería un poco.
Quizás...quizás yo podía esforzarme por quererlo un poco.
-PoV Louis-
El despertador comenzaba a sonar desde las seis de la mañana de lunes a viernes,
sin falta. Y allí me quedaba yo, tumbado en la cama hasta que miraba de nuevo el
maldito reloj y ya eran las siete.
Aunque no deseaba abandonar mi mullido colchón, debía hacerlo obligadamente, y no
por mis jodidas ganas de ir a la escuela, no. Debía llevar a Effy a la suya y pasar
por el trabajo de Cassie a pedirle algo de dinero para el almuerzo y el bus de
regreso a casa. Era agotador hacerlo todos los días pero no tenia de otra. Karen
estaba todo el tiempo sentada en el sofá fumando y viendo películas románticas que
la hacían llorar y deprimirse más de lo que estaba dispuesta a soportar, pero me
interesaba una mierda. Ella quería que Charlie se fuera y así lo hizo, a mi me daba
igual. Que se jodieran ambos.
Me desperecé ruidosamente y acto seguido me levanté de la cama para comenzar a
vestirme. Siempre inmerso en mis pensamientos, mirando hacia ningún lado en
especial y toda mi habitación en general, como si no tuviese un punto fijo y al
mismo tiempo sí.
Las paredes azul marino despintadas y escritas, en algunas partes tapadas por
posters de mis bandas preferidas o por los raídos muebles que le había sacado a
Charlie del garaje. Todo en orden, mi orden jodido y personal.
Bajé las escaleras con rapidez luego de darme una breve mirada en el espejo solo
para amargarme de nuevo la existencia un poco más observando mi cabello con el
fleco en punta con gel, oscuro, mis ojos azules delineados con negro por debajo que
los hacían más llamativos, mis pantalones negros ajustados y caídos dejando ver un
poco mi bóxer, mi camiseta de Nirvana y mis muchas pulseras con tachas en mis manos
de uñas negras y mal pintadas. Luego miré mi labio, el piercing del costado del
labio se veía bien pero me jodía así que probablemente me lo quitaría, aunque
dejaría en su lugar al que adornaba mi nariz con una argolla. Me senté en la silla
de la cocina esperando ver algo hecho para el desayuno, como siempre tenía el mismo
resultado: nada allí. Desde que Karen estaba deprimida no cocinaba así que solo
comía cuando podía en casa de mi mejor amigo Zayn, pero últimamente él siempre
estaba con esos otros dos idiotas que había comenzado a hablar en clases de piano.
Liam y Niall. Los odiaba.
- ¿Louis? -la vocecilla apagada de mi hermana menor me despertó de mis pesadillas
matutinas y entonces me levanté de la silla para agarrar mi mochila y la suya.
-Hola, Eff -la saludé con tranquilidad mientras ponía unos dólares en su bolsillo
para el almuerzo.
- ¿Mamá no hizo desayuno? -preguntó mientras me observaba con sus grandes ojos
azules y apretaba sus puños con nerviosismo. Suspiré pesadamente y negué con la
cabeza mientras salía por la puerta, empujando a Effy adelante mío y me iba dando
un portazo.
Caminar era aburrido si estaba con mis hermanas, con Effy un poco menos porque ella
no hablaba. Literalmente no hablaba, solo conmigo y si era de necesidad. Era una
niña extraña. Pero ir con Cassie a la escuela, eso sí era una mierda. Se pasaba
todo el camino preguntándome mierda aburrida de mi vida que no le interesaba, lo
hacía por cordialidad o algo así. Como para que no me sintiese solo supongo, así
que cuando ella comenzaba a parlotear yo desaparecía con mi skate a toda velocidad
perdiéndome los gritos de mi hermana mayor para que regresara.
Pero a Effy no podía dejarla sola. Es decir...solo era una niña, bien, solo cuatro
años menor que yo pero eso que más daba.
-Louis quiero ir con papá -soltó de golpe con la voz firme mientras miraba hacia al
frente sin bajar la vista. Altiva, como siempre. Yo observé la escuela de Effy
desde lejos y luego la miré a ella.
Rodé mis ojos y monté mi skate dirigiéndome hacia el baño de hombres con ganas de
encerrarme allí todo el receso sin hacer nada, pero cuando entré me topé con un
muchachito de contextura física pequeña, delgada y algo más bajito que yo,
hiperventilando frente al espejo con ambas manos apoyadas en el lavamanos. Quise
ignorarlo pero estaba como aterrado y una extraña sensación se hizo presente.
-Oye -dije en voz alta y mi voz lo sobresaltó más de lo esperado. Sus ojos se
deslizaron hacia mi cuerpo con brusquedad y entonces su cara de terror aumentó,
sumado a tener el rostro sonrojado. Levanté una ceja y en cuanto mis pasos
resonaron en el espacio vacío al acercarme a él, retrocedió hasta dar con la
pared-. ¿Estás bien? -le pregunté como si realmente me interesara un poco, aunque
solo me aburría la charla que estábamos manteniendo, si se podía llamar charla ya
que el mocoso solo balbuceaba o se quedaba con la boca semi-abierta-. Me estas
jodiendo la paciencia, imbécil -le dije de manera amenazante mientras el niño de
rulos temblaba por la ferocidad de mi voz.
-L-lo siento -susurró cohibido, acto seguido se dio a la fuga corriendo a toda
velocidad hasta afuera del baño. Alcé la ceja izquierda y me quedé mirando la
puerta como un tarado. ¿Qué coño acababa de pasar ahí?
-Marica -murmuré mientras caminaba al cubículo, pero entonces mis zapatos pisaron
algo en el suelo de color rosa y amarillo. Me agaché para verlo mejor y era una
tonta corona de flores, rota y ajada, pero con colores brillantes.
Odiaba los miércoles porque ninguna de mis clases coincidía con alguno de mis
compañeros de grupo, y aunque era bastante conocido en Merston, no era exactamente
un chico...sociable. Me gustaba estar solo o hablar únicamente con mis colegas. El
resto era mierda, aburrida y estúpida.
El celular me sonaba a cada rato y era condenadamente molesto, era Karen la que me
llamaba, seguro quería que le comprara cigarrillos cuando volviese a casa o algo
así, así que decidí ignorarlo durante todo el rato.
-Tomlinson -una voz gruesa me sacó de mi concentración y supe que tenía problemas.
Miré hacia arriba y el señor Banner, estaba allí parado mirándome con fijeza.
-Banner, ¿Qué se le ofrece? -fingí cordialidad mientras me paraba delante de él y
lo observaba desafiante.
-Me imagino que sabes que está mal contestarle de formas groseras a los profesores
y más si es dentro del instituto.
- ¿Qué con eso? -contesté prepotente.
-La profesora de Química se quejó de usted... -y bajo un susurro agregó-. De nuevo
-Pues me sopla la polla, Señor Banner -fingí una sonrisa sarcástica mientras
buscaba en mi bolsillo un cigarro.
-Tomlinson no me provoque porque puedo ser muy duro si me lo propongo -y su frente
comenzó a sudar al tiempo en el que el encendedor prendía el tabaco del cigarro y
yo clavaba mis ojos azules en los suyos, asustados.
-No me jodas, Banner, sabes de lo que soy jodidamente capaz y si sigues tocándome
los huevos con tu mierda y la de la señora Kingly, vas a tener problemas, problemas
jodidos conmigo y con mi gente, así que te recomiendo que hagas caso, como un buen
cachorrito haría, y te vayas a la mierda lentamente -noté al instante como mi voz
se convertía apenas en un murmullo aterrador y perturbante, casi como si la amenaza
hubiese sido de muerte y percibí entonces en los ojos de mi profesor el miedo.
Aquel miedo que todos me tenía, los mismos ojos con los que todos me miraban, así
que ya sabía que era lo que seguía ahora.
Y como si hubiese adivinado el futuro, el profesor regordete más infla huevos de
toda la escuela...se marchó a paso presuroso, alejándose de mí.
Resoplé frustrado y luego de largar el humo de mi cigarro por la nariz me dispuse a
salir de la escuela con mi skate en la mano. Hacía algo de calor y me sentía más
tranquilo de lo normal, y supe en ese momento que me esperaba un día de mierda.
Como la calma que antecede al huracán.
Sentí una brisa agradable acariciarme el rostro apenas las puertas de la secundaria
Merston se abrieron y aspiré profundamente tratando de embeberme en todo el aire
puro con un ligero aroma a flores que soplaba el viento. Mis ojos se cerraron
instintivamente y apenas los abrí vi a lo lejos como jugaban un grupo de amigos.
Eran tan diferentes a los míos, tan llenos de jodida vida y tranquilidad. Eran como
malditos mocosos.
Mis orbes no se despegaban de aquellas cuatro personas que reían a las carcajadas y
se empujaban jugueteando. Todos ellos, menos uno. Me mantuve absorto por un momento
intentando descifrar que le sucedía a ese individuo y cuando pasaron cerca mío
sentí de nuevo aquel aroma a flores que traía la brisa pasada. Y mi nariz se inundó
en este al instante, dándome cuenta de que provenía de aquellas flores que traía en
el cabello el muchachito más bajito del grupo. Se sentaron en las escaleras de
salida y pude verlos con más claridad entonces desde mi rincón oscuro y plagado de
humo.
Eran tres muchachas, se les notaba por la risa aunque dos tenían el cabello lo
suficientemente corto como para confundirlas con un chico y las tetas
suficientemente inexistentes como para comprobarlo, mientras que la restante era la
idiota de Mora Lewis, la más inteligente del curso y probablemente la más follable,
pero ella no se acercaba a los chicos, tenía como puta fobia o algo así. Era una
maldita rara, pero estaba buena. Tenía tetas grandes, culo fácilmente follable,
cabello largo y negro, ojos oscuros y labios perfectos para chupar una polla. Sí,
quizás me la follaría un día.
Mis ojos se pasearon entonces al otro individuo hasta ahora totalmente desconocido
para mí.
Su piel era clara, común, normal, antojable al tacto. Tenía una nariz respingada y
pequeña como la de un muñeco, parecida a los que tenía mi tía en su estante de
baratijas. Sus ojos grandes y verdes, tan verdes como las piedras de esmeralda,
brillaban con potencia rodeados por una capa tupida y gruesa de pestañas castañas y
rizadas. Tenía los labios regordetes, aún más que los de Mora, y rosados oscuro por
naturaleza. En su cabeza reposaba una mata de rizos rubios, castaños o el color que
fuese, brillantes con la luz del día, casi como el sol y rodeándolos allí estaba
esa perfumada corona de flores que le adornaba el pelo, coloreando todo a su
alrededor y soltando el aroma tan peculiar del mocoso que se mantenía sonriente y
dulce frente a las tres chicas.
Me pregunté quién sería ya que jamás había visto a alguien así en la escuela, pero
entre cavilaciones dudosas sentí la mano pesada de Anthony Stonem en mi hombro.
-Tommo, se supone que debes ir a buscar a Zayn ¿recuerdas? El ensayo es en una hora
-y entre intentos de concentración con Tony, despegué mis ojos de aquellas tres
estúpidas con el marica hablando.
-Mierda, lo había olvidado -expresé mientras me paraba al lado de Tony y tiraba el
cigarrillo para donde estaba Mora, pegándole en el pantalón de jean para
provocarla. Ella se volteó mirándome y los ojos de todo su grupito se pasaron hacia
mí.
- ¡¿Pero qué coño sucede contigo, Tomlinson?! -gritó dramáticamente y solo pude
pasear mis ojos sobre las orbes verdes del mocoso con pinta de gay que estaba
mirando con susto la escena.
- ¿Qué sucede, Lewis? ¿Tienes arena en la vagina? -le pregunté consiguiendo que
todos en la entrada se rieran, menos el mocoso con rizos perfectos.
- ¡Que te den, cabrón! -expresó enojada mientras se volteaba y agarraba su bolso
trágicamente, yéndose. Al instante las otras dos muchachas la siguieron, pero el
niño se quedó allí sentado mirándome fijamente como intentando descifrar algo.
Sus ojos se clavaban en mí con tanta intensidad que tuve la intensión de patearle
la carita de muñeco que poseía con tal de que dejara de verme, pero en cambio solo
fui capaz de dar un salto que lo hizo soltar un pequeño gemido de miedo e hizo
cambiar sus cejas a un modo preocupado. Me puse en cuclillas para mirarlo fijamente
a los ojos, escudriñándolo.
- ¿Qué coño es lo que estás mirando, imbécil? -el chico abrió sus labios rosados
varias veces como intentando contestarme, pero de sus fauces no salía ningún
sonido, era como si se hubiera quedado catatónico frente mío, pero sus ojos no
destilaban miedo alguno, y eso me sorprendió demasiado.
-Vamos, Tommo, Zayn va a molestarse cuando llegues -me apuró Tony sin meterse en
mis asuntos pero pegándome una ligera patada en la pierna para que le prestara
atención.
La mirada perpleja del niño seguía agarrada a la mía como si esperase que yo lo
liberara de aquella trampa de mis ojos azules, como si estuviera ahogándose en las
profundidades y esperase que yo lo salvara dándole fin al intercambio de miradas,
pero no lo hice. Seguí observándolo filosamente, viendo qué era lo que escondía
detrás de esas esmeraldas húmedas y presuntuosas, pero no hallé más que curiosidad
y un profundo brillo interno.
-La próxima puta vez que se te ocurra clavarme así la mirada prometo que te
arrancaré los malditos ojos con mis jodidas uñas ¿me escuchaste, imbécil? -y sin
saber exactamente por qué estaba tan enojado con el rizado, tomé su corona de
flores con mi mano, arrancándosela junto con algunos cabello y luego de que él
emitiera un jadeo de dolor y los ojos se le humedecieran, tiré al suelo la corona,
parándome y pegándole un pisotón sin cuidado-. ¡¿Oíste?! -le grité pateando su
bolso que estaba en el suelo, para que callera por las escaleritas. Él se paró de
golpe y agarró sus cosas, mirándome fijamente con los orbes húmedos por el llanto
contenido.
- ¡No me grites! -vociferó entonces y su voz era clara como el cielo del verano y
potente como el sonido de una guitarra eléctrica. La ira me invadió antes que la
desesperación al no saber qué hacer momentáneamente, pero cuando quise atizarle un
buen puñetazo, el niño ya estaba a un poco más de una cuadra de la escuela,
corriendo con todas sus fuerzas y me pregunté entonces si realmente me tenía miedo.
Al volver en mí mismo luego de parpadear un par de veces, noté como toda la escuela
se me quedaba mirando con asombro, murmurando entre ellos.
- ¡¿Y ustedes qué coño miran, quieren que me los joda o qué?! -y entonces todos
volvieron a sus asuntos mientras yo respiraba agitado y prendía un cigarrillo.
-Oye, Louis... -comenzó Tony con sus gilipolleces.
-Te he pedido más de una vez que no me llames Louis, Stonem -me le adelanté
mirándolo a los ojos-. Así que no me toques las pelotas y llévame a la escuela de
Zayn, ahora.
Comencé a caminar hacia su auto con paso agigantado y fuerte sintiendo como él me
seguía en silencio. Tony, aunque no lo admitiera, también me temía. Sabía lo que
era capaz de hacer y no quería ponerme a prueba, y por eso acataba mis órdenes y
hacía todo lo que pedía, exactamente como el resto. Todos se amoldaban a mis
necesidades y obligaciones. Todos abajo mío. Todos con miedo...
El viaje en auto había sido aburrido y poco productivo, casi no hablamos y el aire
se sentía pesado, tenso. Ayudó mucho que Tony no me hablara y que la música
estuviera lo suficientemente alta para no tener que escuchar mis propios
pensamientos.
Llegamos a la escuela de artes media hora más tarde de lo que debíamos llegar y
allí estaba Zayn sentando en el pasto mirando el suelo, abochornado con un tipo a
su lado que parecía bastante mayor que él.
-Nos vemos -le dije a Tony sin agradecerle ni nada. No es que me jodiera pero no lo
consideraba de importancia.
-En media hora, Tommo -me avisó de nuevo y chasqueé la lengua con desprecio
mientras cerraba la puerta del auto detrás de mí.
Caminé a paso presuroso con mi mochila colgada al hombro, mi skate en la mano y un
cigarro en la contraria, acercándome a ellos con el ceño fruncido. Este tipo no me
daba buena espina. Lo veía de lejos y parecía un matón estúpido de secundaria con
afición al rap y el basquetbol. Tenía una gorra de lado en la cabeza que le cubría
el cabello rapado casi a cero en los costados, una musculosa que dejaba al
descubierto unos potentes y fuertes brazos típicos de un tipo que se mataba en el
gimnasio, la ropa toda deportiva, pero algunas veces iba con pantalones de jean
caídos con cadenas al estilo rapero. Tenía la sonrisa más chula que había en esa
escuela de mierda y un porte que te hacía pensar dos veces con quien te estabas
metiendo. A mí el tipo solo me daba asco, pero a Zayn le gustaba estar con él. Se
divertían, la pasaban bien y mientras el marica gigante lo cuidara, yo estaba en
paz.
Cuando estaba llegando vi como la mano de aquel idiota al que apodaban Liam El
Tanque Payne, se deslizaba lentamente por la grama recién cortada hasta llegar a
tocar los dedos de Zayn y entonces pateé la tierra hacia allí, haciendo una ruidosa
entrada. Ambos subieron la mirada y como siempre Zayn me sonrió ampliamente con
felicidad, mientras que Liam solo me saludó con un movimiento de cabeza al cual le
correspondí.
-Tommo -me dijo a modo de bienvenida.
-Tanque-le respondí frunciendo el ceño más aún y luego miré a Zayn quien ya estaba
parado delante mío con esa sonrisa infantil en su rostro.
- ¡Hola, Louis! -saludó con la voz chillona que muy pocas veces le salía y entonces
Liam sonrió mirando a Zayn mientras se ponía de pie a su lado.
-Hola, Zayn -le respondí con seriedad, con el rostro imperturbable que mantenía
siempre, y agarré su mochila para cargarla, pero al instante sentí como Liam me la
quitaba de las manos y se la colgaba al hombro.
-Vas muy lleno de cosas, déjame ayudarte -dijo con cortesía, cortesía que yo me
pasaba por los huevos.
-Vete a la mierda, ¿me ves cara de marica débil como tú? -le pregunté con
arrogancia y en cuanto el tipo dio un paso hacia mí y yo hacia él, enfrentándonos,
Zayn se colocó entre ambos, apretujado.
-No, por favor, se los he pedido millones de veces, ¿por qué siempre hacen lo
mismo? -mi mejor amigo era algo delicado con el tema de las peleas, le desagradaban
totalmente así que trataba de evitarlas a toda cosa, pero era demasiado tentador
tener al Tanque Payne parado allí mismo con ganas de volarme la cabeza, y aunque
esta vez yo no me detuve, Liam dio un paso para atrás mirando a Zayn y torciendo la
boca, resoplando resignado-. Gracias... -susurró entonces el pelinegro mirando a
Liam y vi en ese momento como sus ojos se perdían en los del otro, escapándoseles
una sonrisa idiota de la cara.
- ¿Puedes dejar de follarte a Zayn con la mirada, idiota? -resoplé molesto y otra
vez lo mismo.
- ¿Tu estas tonto o qué coño te sucede? Zayn es mi amigo, ¿tanto te jode compartir
que ves cosas donde no las hay? -respondió entonces prepotente y con voz tosca,
Liam. Estuve a punto de responderle alguna sandez, pero entonces noté los ojos
tristes de Zayn y la mueca de decepción en su boca.
Quizás había ido demasiado lejos.
Zayn había sido mi primer amigo en la secundaria, apenas empezamos, era el único
que no solamente no me temía, sino que se juntaba conmigo aun recibiendo miles de
insultos y golpes de mi parte al principio. Él dice que me ablandó un poco el
corazón pero para mí es solo que me cansé de echarlo de mi lado y que no se fuera.
Zayn tenía el cabello oscuro y corto, a veces desordenado como si no se peinara
nunca y otras, tan prolijo que da la sensación de ser un niñito pijo. Sus ojos eran
los más sinceros y dulces que había visto en mi vida, de un color marrón oscuro con
el frío y marrón miel con la luz del sol. Aunque era delgado y no tenía demasiados
músculos, lo compensaba con su porte de caballero inglés y sus largas pestañas que
eran capaces de crear un tsunami y aquella innata simpatía que poseía, esa
capacidad de meterse a todos en la bolsa solo con una sonrisa. Tal como había hecho
con el idiota de Liam.
Se conocieron en las clases piano de Madame Bouviere hacía un poco más de cuatro
meses y aunque al principio Liam era duro como una roca, cuando Zayn aparecía se
derretía como chocolate con mantequilla. Niall, el rubio que me caía un poco mejor
que Liam, pero no dejaba de ser una puta mierda entrometida, decía que Zayn era la
debilidad de Liam. Y a mí me importaba una mierda, aunque luego me di cuenta de que
si alguien quería cargarse a Liam, irían por Zayn primero para debilitarlo. Desde
ese entonces me pasaba veinte horas al día cuidando que nada le pasara el mocoso de
mi mejor amigo. De todas formas Liam era un imbécil, no solo por el hecho de tener
cuatro años más que Zayn, sino porque lo ponía en peligro y le importaba una puta
mierda.
-PoV Louis-
Podía olfatear el aire puro que ingresaba por la ventana y sentir el calor tibio
que me acariciaba el rostro. Supuse por mis músculos agarrotados y mi cansancio que
eran más de las once de la mañana. Era sabido que mientras más dormías, más era el
sueño que te atacaba, así que decidí abrir mis ojos y mirar hacia afuera.
Aun me encontraba en el sofá de Zayn, supuse que él había abierto la gran ventana
del frente y era por esta abertura que entraba el aire puro y el calor abrazador
que hacía. Me gustaba, me sentía en paz.
De pronto la consciencia me invadió y entre cavilaciones sombrías sobre el día de
ayer, me di cuenta de que ya eran las tres y media de la tarde, había perdido un
día entero de escuela, pero lo que más me jodía era que había perdido mi banda y a
mis pseudo-amigos, aunque más peligroso era saber que había perdido lo que me
quedaba de cordura. Era como si esa presión que sentía en mi cabeza se hubiera
esfumado, como si la verdadera maldad por fin estuviera por salir a flote. Como
liberar mi cabeza de un disparo de escopeta. Entonces, sin razón alguna, entendí
por qué Kurt Cobain se había disparado reventándose los sesos. Era para liberar a
las voces que oía dentro, a los demonios encerrados.
Me levanté un poco mareado del sofá y caminé hasta la cocina mirando a mí
alrededor. Nadie estaba en casa, ni los padres de Zayn, ni el mugroso de Liam. No
había ruidos, ni señales de que alguien hubiera cocinado, todo estaba limpio y
brillante como siempre. Como si nadie viviera allí. Y es que los padres de mi mejor
amigo casi nunca estaban, vivían viajado por su trabajo y Zayn era hijo único, no
le gustaba almorzar solo, siempre me llamaba o salíamos a comer a algún lado, pero
desde que estaba con Liam y Niall todo el tiempo, casi nunca almorzábamos juntos. Y
yo me moría de hambre durante cuatro días, a veces cinco, hasta que conseguía algo
de dinero y podía comprarme un sándwich.
Luego de prepararme té y comer un par de galletas de avena, me tiré de nuevo en el
sofá dispuesto a ver la tele, pero pronto me di cuenta de que no había luz. La
habían cortado. Zayn y su puta madre, olvidó pagar la maldita luz.
Para pasar el tiempo decidí buscar en mi bolsillo el porro que me quedaba de la
otra noche y lo prendí sentándome en el suelo, cerca de la ventana, mirando hacia
afuera mientras el humo de la marihuana me inundaba los pulmones, quemándomelos,
jodiéndomelos. Pero no era importante.
Una vez más los pensamientos azotaban mi mente, destruyendo el mundo
real/imaginario en el que yo solía encerrarme. Odiaba el silencio tan ruidoso como
para despertar aquellas cavilaciones tan indeseadas. Odiaba escuchar aquella voz
que me hablaba desde adentro.
Repasé paso a paso como había sucedido lo de Tony y no le encontré explicación.
Luego de que la furia me cegaba no podía parar, ella me manejaba, me convertía en
su títere de trapo, dispuesto a ser movido por su único titiritero: el odio. ¿Qué
odiaba? ¿Qué era lo que buscaba en realidad? No entendía la creciente infelicidad
en mi pecho y tampoco entendía mis reacciones tan inmaduras y violentas, como si yo
fuese un tornado, un huracán, un volcán a punto de estallar. Como una bomba que si
cortabas el cable incorrecto... ¡BUM! Estallaba.
De pronto, entre aquella eterna lucha entre lo moral y lo inmoral, lo correcto y lo
incorrecto, el bien y el mal, una interrupción me sacó de aquel letargo profundo en
el que me hallaba y no supe si agradecerle al ruido de la puerta sonando con
delicadeza o joderme al idiota que estaba del otro lado de la puerta. Me levanté
tirando lo que quedaba del porro y me dirigí a la puerta sintiendo el suelo
deslizarse debajo de mis calcetines negros.
Pateé sus apuntes hacia donde él estaba y me metí adentro dando un portazo con
fuerza, pensando en Zayn, Liam y en el tipo de relación que llevaban.
Si lo pensaba detenidamente Liam no miraba a Zayn de una manera normal y la noche
anterior le acariciaba la cintura sosteniéndolo con fuerza. Estaban muy cerca. Ese
hijo de puta de Liam estaba obligándolo. No podía ser que Zayn fuera...no, no, él
me lo hubiese dicho.
Me acosté en el sofá con la cabeza hecha un lio y cerré mis ojos pensando de nuevo
en los homosexuales, en Zayn, en Liam y las imágenes de ellos tocándose o besándose
me hicieron dar algo de asco. Zayn nunca me mentiría, si le gustaba el Tanque me lo
diría, estaba seguro.
Pronto la cabeza dejó de darme vueltas y sentí algo parecido a la paz. Estaba a
punto de dormirme, en ese estado que la consciencia e inconsciencia jugaban con tus
pensamientos y te hacían sentir, ver y percibir cosas que a veces no estaban allí o
cosas que no querías que estén allí.
De un momento a otro pude ver en mis parpados cerrados aquellos preciosos ojos
verde esmeralda, brillantes y soñadores, rodeados por una capa gruesa y larga de
finas pestañas castañas oscuras. Una boca rosada y carnosa, antojable al tacto, y
deseé poder besar esa boca de mis sueños. Hoyuelos, dulces hoyuelos en las mejillas
como un niño pequeño riéndose, tan lleno de vida, de felicidad. Y envidié esa
felicidad, la quise para mí. Esa pureza que lo bañaba, demasiado presente.
Era Harry, estaba seguro. No había visto un rostro tan hermoso y una sonrisa tan
pulcra y suave jamás, no era digna de Doncaster. No era de aquí definitivamente.
Era precioso. Aunque jamás lo admitiera consiente.
Comencé a parpadear insistentemente hasta que por fin mis ojos se abrieron. Ya no
había sol abrazador ni brisa suave. Ahora todo lo que quedaba era un manto oscuro
que bañaba el lugar. La noche. No podía creerme todo lo que había dormido, pero a
diferencia de despertarme a las tres de la tarde y ahora a las seis y media era que
no estaba solo. Con disimulo digno de un experto, fingí seguir durmiendo en el sofá
grande, tapado de nuevo con las mantas azules, las luces apagadas y en la
televisión una película de miedo bastante bizarra. En el sillón pequeño del lado
derecho estaba sentado Niall, con su ropa deportiva ya que vestía bastante parecido
a Liam. Su cabello rubio brillaba con el fulgor de mil soles y sus ojos celestes
refulgían ostentosamente contra la penumbra. Se mantenía absorto mirando el
televisor sin emitir sonidos, como si estuviera zombi.
Del otro lado, en el sillón del lado izquierdo que era para una sola persona,
estaba Liam sentado, todo despatarrado, estirado y cómodo. Zayn estaba encima de
él, sentado exactamente sobre su polla, o eso es lo que yo estaba viendo. Siempre
tomaba todo a doble sentido. Era un puerco.
Zayn estaba recostado contra Liam, como si se complementaran, y estaba concentrado
más en la mano de Liam acariciándole el vientre bajo por debajo de la camiseta que
en la película de mierda que estaba dado en la tele. Vi su rostro, pasivo y dulce,
contraído en una mueca de disfrute total, como si realmente anhelara el contacto
del Tanque contra su piel desnuda. Estaban inmersos en su propio mundo y no quise
interrumpirlos, quizás le preguntaría a Zayn en otro momento si él era gay o si
solo se sentía atraído por Liam. Era obvio que el Tanque no era homosexual y no
quería que mi mejor amigo sufriera por un idiota.
Yo era el único idiota que podía hacerlo sufrir.
Al final terminé haciendo un ruido algo exagerado para que notaran que estaba
despierto y en cuanto mi presencia lucida se hizo presente, el Tanque dejó de tocar
a Zayn y posó su mano disimuladamente sobre el apoya brazos del sofá.
—Buenas noches dormilón —saludó con dulzura Zayn, dejando al descubierto sus
dientes increíblemente blancos en una sonrisa pulcra.
—Hola... —respondí con cordialidad haciendo que el saludo fuese general. Niall
levantó su mano libre saludándome con un gesto y entonces noté que traía una
cerveza a medio tomar en la otra mano, mientras que Liam sonrió fingidamente y
asintió una vez con la cabeza a modo de saludo.
—Lou, dormiste todo el día —notó Zayn levantándose del regazo de Liam y
dirigiéndose hacia mí lugar sentándose cerca y apoyando su mano tibia en mi frente
—. ¿Estás por enfermarte?
—Claro que no, solo no tenía nada más que hacer ya que tú me dejaste solo y ni
siquiera te dignaste en pagar la luz —como siempre mi respuesta hizo que un gesto
molesto se dibujara en los labios de mi mejor amigo.
—Eso fui a hacer al salir de la escuela, tenía que pagar la luz.
—El marica de las florecitas dijo que te habías ido con... —pensé en ironizar y
mencionar que Harry había dicho que eran novios, pero al recordar la triste mueca
de Zayn cuando Liam lo rechazó delante mío aclarando que solo eran amigos, desistí
de mi maldad—...tu amigo.
—Oh, sí, Harry, ¿acaso no es la cosita más linda que has visto? Presiento que
seremos buenos amigos —una sonrisa nueva se formó en su rostro y rodé los ojos
poniéndolos en blanco.
—La próxima vez que lo mandes cerca de mí, le corto las pelotas a él y a ti —
respondí sin ninguna mueca.
El silencio se presentó ante nosotros y noté rápidamente que ni Liam ni Niall se
metían en la charla aunque con Zayn si hablaban sobre cosas, pero era como si yo no
estuviese allí. Me ignoraban y nadie mencionaba lo que había pasado ayer con Tony.
No era que me interesara tanto su salud, pero deseaba saber si seguiríamos con la
banda, aunque lo más probable era que ya estuviese bien jodido y fuera del grupo.
El resto de la tarde pasaba con lentitud, y aunque ninguno hablaba conmigo excepto
Zayn, yo me mantenía cerca de ellos, analizando cada movimiento que daban,
intentando descifrar las palabras del rizado al creer que mi mejor amigo y el
Tanque eran novios. A simple vista era obvio que Liam trataba distinto a Zayn.
Estaba más encima de él que de cualquiera de su grupo de amigos, pero era normal,
Zayn era pequeño, tenía cuatro años menos que él y aun era menor de edad, tenía que
cuidarlo más.
En la cocina había un olorcito rico a sándwich de jamón y queso y también un aroma
a café fuerte que embriagaba. Todos estábamos sentados alrededor de la mesada de la
cocina esperando que estuviera todo listo, pero luego de un rato Liam, Zayn y Niall
se levantaron para preparar todo. Y entonces pude analizar mejor las cosas.
Zayn cortaba el pan y lo ponía dentro de la tostadora mientras Liam no le sacaba
los ojos de encima y buscaba el contacto con el pequeño mil veces por minuto. Le
acariciaba disimuladamente la mano, los dedos, ponía su gigante mano sobre la
pequeña y ceñida cintura de Zayn para moverlo de un lado a otro como si fuera de
trapo. Era muy fácil mover a Zayn, era pequeño y manejable. Pero en cuanto Niall se
acercaba e intentaba tocar en lo más mínimo al pelinegro, Liam aparecía de la nada
y ponía esa jodida cara de asesino serial que tenía siempre. La cara con la que
todos los conocían, esa cara de odio y repulsión. La cara Liam El Tanque Payne. Y
entonces agarraba la mano de Niall y la corría hacia un costado sin delicadeza
alguna, como acaparando a Zayn para él solo.
Las reacciones de Liam con Niall también eran distintas. No lo tocaba demasiada y
eran lugares permitidos entre amigos, a diferencia de los toques con Zayn que
siempre eran más íntimos.
Zayn tampoco tenía mucho roce con Niall, al parecer prefería mil veces sentir cerca
el cuerpo monstruoso de Liam que la anatomía de tipo normal de Niall. Como si se me
iluminara la mente, me di cuenta de que la relación de Zayn con Niall y la de Liam
con Niall eran muy distintas a la de Liam y Zayn. Era mucho menos íntima, tenía una
menor tensión sexual.
—Toma, aliméntate —me ofreció Niall hablando por fin en toda la noche y
ofreciéndome una sonrisa regalada junto con el plato de sándwich y el café. Yo lo
miré fijo y sin decir nada acepté las cosas. Realmente me moría de hambre, había
pasado todo el día sin comer nada más que unas galletas y té.
Todos se sentaron cuando la mesa estuvo lista y me dio algo de culpa no haber
ayudado, pero se me pasó con rapidez, realmente no me interesaba mucho. Comí en
silencio tan solo escuchando la charla de Niall y Liam, hablaban de las prácticas
de basketball, de cuando llevarían a Zayn, de las porristas tan sensuales, aunque
de estas últimas Liam no mencionaba nada.
Luego de terminar todo miré el reloj de la cocina y noté que las agujas marcaban
las nueve de la noche. Era tarde y yo debía irme o mi hermana mayor me jodería.
—Me tengo que ir, nos vemos —saludé sin cuidado levantando la mano y recibiendo el
mismo saludo de todos. Zayn con una sonrisa y palabras dulces, Liam con un
asentimiento y Niall con su mano alzada ligeramente.
Me marché a paso apresurado, recogiendo en el camino del living mi skate y mi
mochila del colegio, saliendo por la puerta sin pausa.
La noche estaba preciosa. El cielo totalmente oscuro sin siquiera una luna que lo
impacte o unas estrellas que lo iluminen. Estaba en la penumbra extrema, llena de
pensamientos ajenos al mundo real, tranquilo en soledad.
— ¡No! ¡Por favor, suéltenme! —un grito se escuchó en un callejón que se encontraba
justo a mitad de camino y caminé más rápido por pura curiosidad, encontrándome
detrás de un árbol en el parque, mirando hacia la acera de enfrente.
Había tres tipos, tenían pinta de delincuentes, y efectivamente estaban acosando a
un pobre idiota con mala suerte. Estuve a punto de avanzar, pero entonces unas
palabras me hicieron retroceder instintivamente.
— ¡Ay, ay! La nena con florcitas tiene miedo —vociferó uno y acto seguido el
ambiente se inundó de risas.
Me volví ligeramente y achiné mis ojos mirando más interesado. En el suelo con
lagrimas en los ojos, esta vez llorando enserio, estaba el tarado con rizos que
intentaba ser amable conmigo y no podía. Los tipos amenazaban con patearlo pero no
lo hacían, como si no quisieran realmente herirlo.
Sentí la misma furia que me recorría las venas la noche en la que casi mato a Tony.
Y entonces, sin previo aviso comencé a caminar hacia donde estaban los tipos. No
entendía lo que hacía y tenía un puto miedo de mis propios actos porque si volvía a
cargarme a alguien me llevarían a prisión, ya no era el mocoso de diecisiete que
siempre se zafaba de la ley. Tenía diecinueve y estaba jodido, pero no podía
permitirlo, no podía resistir las ganas de joderme a los que estaban acosando a
Harry.
— ¿Lou? —y aunque su voz sonaba gangosa por el llanto y bajita por el miedo,
distinguí que no me jodía, por el momento, el sobrenombre por el que me había
llamado.
No conteste, claro que no. Solo atiné a agarrar mi patineta en cuanto los tres se
dieron la vuelta y comenzó la contienda. Al primero le pegué con el skate en el
rostro y pude ver cómo le saltaba un diente de la boca y la sangre le corría la
mandíbula. Cerró los ojos con fuerza y dolor y entonces sentí el puño de uno de
ellos impactarme en el labio donde tenía el piercing. Eso había dolido.
—Hijo de puta... —murmuré con voz tenebrosa mientras soltaba el skate y los
puñetazos volaban.
Uno a uno fue cayendo al suelo, destruido y ensangrentado, hasta quedar por fin
inconscientes.
Al terminar la respiración se me había agitado demasiado, pero me paré altivo,
derecho, con la boca bañada en sangre y dolor en cada musculo de mi cuerpo. Bajé el
rostro mirando fijamente a Harry y este se paró del suelo quedando en frente mío,
clavándome sus orbes esmeralda en los míos, azules y filosos. No dijo una sola
palabras por un rato largo y sin saber el por qué quise preguntarle si estaba bien,
si lo habían dañado, aunque no lo hice.
3. Misery
-PoV Louis-
Ultimo día de la semana en la que tenía que verles la cara a los hipócritas en mi
escuela. Ultimo día de la semana, por fin el jodido viernes. No solamente se
acababa mi martirio por dos largos días sino que también podía salir a fiestas,
beber lo que quisiera y emporrarme hasta perder la polla. Era genial, podía tener
un descanso y no ver ni a mi madre ni a mis hermanas. Podía, por fin, follarme a
alguna puta sin compromisos.
Apenas me levanté me miré al espejo. Estaba hecho mierda de nuevo y ahora con el
labio reventado que se veía demasiado jodido como si estuviera infectado.
Busqué mi camiseta de The Beatles y me la puse junto con una muñequera de tachas y
mis típicos jeans desgastados negros y caídos llenos de cadenas. Increíblemente hoy
no tenía ganas de usar mi skate así que salí de casa sin hacer ruido con Effy a mi
costado sin decir nada. Luego de dejarla en la escuela y llegar a la mía, entré con
algo de prepotencia dirigiéndome a la esquina donde siempre estaban mis ''amigos'',
los tipos con los que compartía una banda, pero increíblemente ellos no estaban
allí. Al menos no todos, pero si estaba él, con sus ojos azules hinchados y su
cabello negro grasoso. La piel pálida como enferma, llena de moratones casi verdes,
como cuando ya se te están sanando. Me acerqué a Tony que estaba apoyado en mi
casillero y nos quedamos mirándonos por un rato casi interminable.
— ¿No piensas decirme una mierda? —preguntó ofendido y yo subí los hombros
restándole importancia.
—No tengo nada que decir.
— ¡Me reventaste la puta cara! —se quejó alzando la voz mientras de sus ojos
estaban a punto de salir lagrimas. Me pareció muy frágil y sin quererlo solté una
carcajada sarcástica.
—Por favor, no empieces con idioteces, me provocaste y solo reaccioné, fue más tu
culpa que mía, así que por favor vete a tomar por culo y sal de mi jodido
casillero, maldito hijo de...
— ¡Hola! —antes de terminar la frase fui interrumpido, a mitad de uno de mis
ataques de ira, cuando ya tenía mis nudillos blancos de tanto que mis puños se
apretaban. Y no podía hacer nada, no era una voz cualquiera la que oía, no. Era ese
jodido mocoso impertinente que se me cruzaba por todos lados.
Me volteé para mirarlo a la cara, para que supiera que no era buen momento, pero su
sonrisa deslumbrante me cegó por completo y luego de respirar aireadamente un par
de veces, lo saludé.
—Hola —fue todo lo que dije y entonces me volví para seguir hablando con Tony o
acomodarle de nuevo las ideas de una paliza si era necesario, pero allí estaba
aquel tipo que tocaba la batería en la banda, mirándome como si tuviera monos en la
cara.
— ¿Quién es? —preguntó entonces con curiosidad y olvidó de golpe casi todo el
rencor que debería tenerme. Suspiré rodando mis ojos y me apoyé en los casilleros
dejando que Harry y Tony se mirasen.
—Un mocoso que al parecer no puedo quitarme de encima —respondí odiosamente
mientras me cruzaba de brazos. Harry estiró su mano para darle un apretón a Tony y
este le correspondió gustoso con cordialidad.
—Un gusto, Anthony Stonem.
—Harry, Harry Styles —y entonces el rizado sonrió ampliamente iluminando casi toda
la mañana. No entendía por qué siempre estaba tan feliz y risueño como si se
hubiera tragado un jodido payaso.
Tony se quedó absorto mirando a Harry como si lo encontrara el ser más bello del
mundo y yo quise vomitar. Odiaba que se pusieran así de maricas delante de mí, era
como Zayn y Liam aunque a estos los aguantaba más ya que sabía que solo eran
amigos.
—Lou —me llamó el rizado y su voz sonó como unas campanitas.
— ¿Qué pasa, que quieres ahora? —le respondí de manera hosca mientras miraba hacia
cualquier lado.
—Es que...veras, no sé si lo sepas pero estoy en tu clase de historia y el profesor
ha dicho que debíamos formar parejas para hacer una maqueta de la segunda guerra
mundial y una exposición...y eres al único que conozco —el niño comenzó hablando a
una voz normal, tranquila, pero había terminado la frase con la voz pequeña y
bajita, como con miedo. Supe el por qué, pero no quise cambiar mi actitud de todas
formas.
—Aja, ¿qué con eso? —pregunté entonces por fin levantando mi rostro y dándome
cuenta de que, aunque Tony no le quitaba los ojos de encima a Harry con ganas de
follárselo, el mocoso no me sacaba los ojos de encima a mí, invadiendo de nuevo mi
espacio con su pureza.
—Bueno...me preguntaba si... —tomó un gran respiro y soltó el aire despacio
abrazando sus libros con fuerza, con nervios.
—Si quieres puedo hacer la tarea contigo, precioso —se ofreció Tony
caritativamente, pero él sabía que lo único que deseaba era poder tener al rizado
en su cama, denudo y sudado. El asco me invadió de pronto y preferí contestar
rápido antes de que Harry tuviese que aceptar la propuesta por pura amabilidad.
— ¿Por qué no te vas a la mierda Tony? Pírate y mejor ayúdate con la manito que es
tu novia fiel —como siempre mis respuestas borde ahuyentaba a mis supuestos amigos,
y aunque no tuvo intenciones de hacerlo, se fue caminando rápidamente, abochornado.
Volví mis ojos hacia Harry luego de perder con la vista a Tony por cerca de los
baños, y noté entonces que sus mejillas estaban coloreadas de rosado delicadamente,
como si fuesen pétalos de rosa lo que se apoyaba sobre su rostro suave. No quise
sacar conclusiones, pero con el solo hecho de su sonrojo ante la mención de algo
tan jodidamente normal como una paja, supe que el mocoso ese no tenía ni puta idea
de lo que era una vagina. Hasta dudaba de que se masturbara.
— ¿Entonces? —lo apuré para que terminara su frase, y aunque aún estaba sonrojado,
me contestó con rapidez.
—Sí, sí, lo siento —murmuró nervioso—. Bueno...yo...quería saber si... ¿podríamos
trabajar juntos...quizás? —preguntó entrecortadamente mientras mordía su labio
inferior con fiereza y yo me mantenía atento a como se le hinchaba.
— ¿Estas consciente de que tu harás todo? —respondí sin realmente responder
mientras intentaba controlarme con él y ser un poco más permisivo.
—Bueno, haremos trabajo en equipo —aseguró ilusamente mientras me regalaba otra de
esas sonrisas que tanta bronca me causaban.
—Claro, da igual —respondí con simplicidad mientras me erguía y quedaba parado
delante de Harry, muy cerca de él. El aroma a sus florecitas me impregnó de nuevo
la nariz y subí por inercia mi mano a sus cabellos para quitarle solo una flor.
— ¿Iras a mi casa? —preguntó con dulzura y sus mejillas levemente sonrojadas
mientras subía su cabeza para poder mirarme a los ojos. Yo me guardé la flor en el
bolsillo del pantalón y me quedé pensando un momento. No quería congeniar con los
papitos perfectos del mocoso.
—Ni de broma, ve a la casa de Zayn —le advertí con la voz dura que siempre traía, y
aunque intentaba suavizarla jamás lo lograba.
— ¿Cuándo, a qué hora voy, quieres que lleve algo para comer? —Harry hablaba muy
rápido y sonreía constantemente con delicadeza, casi imperceptiblemente pero te
contagiaba la alegría sin notarlo. No es que a mí me la contagiara. Yo era un
miserable amargado y lo sería por el resto de mi vida, pero ya qué.
—Ve a las cuatro o cinco —fue lo único que respondí y luego recordé que los viernes
hacia una fiesta grande en los barrios bajos y a mí me gustaba ir y beber, pero
nadie iba conmigo. Decidí meterlo en problemas—. ¿Qué tal si luego me acompañas a
un lugar? —insinué intentando esconderme detrás de las palabras. Si le mencionaba
que era un reventón seguro no iría.
—Uhmm... —dudó un momento mientras miraba el suelo y luego sus manos—. Bueno, ¿a
dónde?
—Ya veras, no seas jodidamente impaciente, lleva ropa linda.
—Tengo ropa linda —se quejó mirando sus ajustados jeans y su camiseta blanca. Yo
rodé mis ojos exasperado mientras me daba la vuelta para alejarme del ruido que
provocaba el niño ese en mi cabeza e irme a mi clase de Matemática, pero al parecer
el mocoso era realmente difícil de sacar de encima.
Sus pasos pequeños y saltarines se escuchaban con un sonido hueco y retintineante
detrás mío y no quise girarme para no comenzar de nuevo una charla con el niño.
Después de todo a la noche iban a irrumpir su pura inocencia con alcohol, drogas y
posiblemente si tenía suerte follaría con alguna pobre tonta que no tuviera oídos
para escuchar las sandeces que habla Harry.
—Louis —me llamó de nuevo y yo me giré apenas un poco en el momento exacto en el
que un rayo de sol ingresaba por la ventana derecha y alumbraba el rostro de Harry.
Me quedé atónito al verlo.
Sus ojos relucían como dos diamantes del color más verde y claro que pude haber
visto en mi vida. Sus pestañas se notaban entre doradas y marrones, largas como la
de una muñeca y en su boca se apreciaba el color del carmín, la escarlata y rosas,
apenas brillantes de manera natural. Agarraba sus libros con nerviosismo y pude ver
cómo mientras hablaba sus mejillas se coloreaban de un tono rosa pálido, apenas
visible para el ojo humano. Él hablaba, sí, pero no lo oía. Estaba estupefacto y
casi pude sentir como si mi boca se abriera en asombro instintivamente.
Era precioso. Más que cualquiera en la escuela. Más que cualquiera en la ciudad.
Más que cualquiera que yo haya visto.
— ¿Entonces? —preguntó de golpe cuando por fin el sol, al que maldije por hacerme
verlo así, se apartó de su silueta.
— ¿Qué? —pregunté por fin con mis oídos desocupados para poder escucharlo. Harry
bajó la cabeza sonrojándose nuevamente y noté como su forma de pararse era algo
desalineada y chueca, como un niño chiquito. Mordió su labio con algo de rudeza y
me miró a los ojos nuevamente como si le cotara sostenerme la vista fija.
—Perdóname si soy muy aburrido y tardo tanto en decir las cosas, solo soy algo
tímido pero no creo merecer que no me prestes atención cuando me costó tanto
preguntártelo... —su voz sonaba como un murmullo y me quedé parado delante suyo
esperando que dijera algo más, aunque esa había sido la frase más larga que Harry
había dicho desde que me hablaba.
Aunque supe que la razón de su cuestionamiento era válida, decidí ser el mismo
idiota de siempre y ser borde con él, aunque no lo mereciese y aun sabiendo que no
lo había oído por quedarme mirándolo y no porque fuera aburrido como él pensaba.
—Vete a la mierda, no tengo por qué escuchar tus estupideces, freak —respondí
fijamente mientras volvía a caminar hacia adelante con la frente en alto, pero
percatándome de que todos miraban a Harry, lo había dejando en ridículo de nuevo y
me pregunté cuantas veces lo había hecho sin que realmente se lo hubiera merecido.
No quise voltear a ver su cara de decepción y bochorno.
No quise sentirme culpable. No quise sentirme miserable.
El viernes solía ser el día más fácil de terminar, aun cuando no hablaba con mis ex
compañeros de banda, seguía teniendo de distracción a las muchachas de la escuela;
fáciles de seducir y sin complicaciones amorosas. Todas sabían que yo era material
de descarte en el departamento del amor así que se limitaban a tirar conmigo en
algún salón vacío o chupármela detrás del gimnasio. A ellas no les molestaba, a mí
tampoco, era ganar-ganar.
Nadie jamás había logrado hacerme sentir como una mierda, pero Mora con esas
simples frases me estaba destruyendo de a poco, me desmoronaba pero por fuera mi
rostro era imperturbable, siempre altivo, siempre a la defensiva, pero entonces
ella se acercó más a mí, susurrándome al oído lentamente.
—Eres más corrosivo que el acido y te quedaras solo —murmuró para luego alejarse
con las cejas formando una triste mueca de cansancio, frustración y melancolía.
Mis pies no se movieron ni un centímetro, quien sabe por cuánto tiempo. El timbre
de salida sonó por segunda vez y me sumí en la multitud de estudiantes que
abandonaban sus clases. Me sentía acorralado y a la vez terriblemente solo. Era
como si todo el mundo se moviera a una velocidad tan distante que yo no pudiese
ponerme al día, como en cámara lenta.
Mora era definitivamente una de las mujeres más respetables que conocía en la
escuela, actuaba como la abeja reina, como si solo ella pudiera llevar la batuta.
El resto la obedecía, ella escupía verdades crudamente, sin anestesia. No era que
yo no pudiese soportarlo, simplemente lo admiraba. La verdad me gustaba mucho más
que la mentira, era más dolorosa. El problema era cuando aquel dolor se alojaba en
el hueco de mi pecho y lo sentía en el tuétano de los huesos, comiendo mi carne,
desgarrándome las entrañas.
Había herido al mocoso y no entendía por qué me hacía sentir aquella quemazón en el
estómago, como si fuese a vomitar. Mi primer impulso fue buscarlo e intentar
arreglar la cagada hecha, pero desistí al notar que el conserje me pedía que
saliera del medio porque ya todos se habían ido y él debía cerrar la puerta.
Parpadeé rápido como si no lo hubiese hecho en muchísimos minutos, los ojos me
lagrimearon. Comencé a caminar lento por la acera con la mochila colgada en un
hombro y el skate debajo del brazo contrario. El cielo tronó sobre mi cabeza y me
pregunté en qué momento el sol se había perdido para dar paso a una tormenta.
Los autos pasaban por mi lado apurados y casi no se oían los pasos alrededor.
Estaba acostumbrado a aquello, esa soledad de un día de escuela a la salida que me
hacía sentir, paradójicamente, menos solo. Al menos así no podía hacer mierda a
nadie.
—Hey —oí detrás, y aunque supe que no era el rizado por la voz gruesa, me volteé
esperando verlo y la decepción se presentó en mi rostro. Él no estaba allí.
—Hey —contesté como saludo al Tanque mientras ponía mis manos en mis bolsillos y
retomaba mi paso lento. Liam se posicionó a mi lado y caminamos juntos sin decir
una palabra. Ambos íbamos al mismo lugar y por primera vez me importaba una mierda
si Liam se estaba follando a Zayn, o que caminara tan cerca mío sin decir una
palabra, o el asqueroso olor a sudor que traía porque probablemente había salido
hacia un momento de la práctica de rugby de la universidad. Por primera vez en
bastante tiempo me importaba una mierda todo lo de mi entorno y solo estaba
preocupado por una sola cosa y ya se estaba saliendo de control.
— ¿Estás bien? —preguntó interesado con la voz más calmada, como cuando le hablaba
a Zayn pero sin tanto amor de por medio. Subí mi cabeza mirándolo levemente y me
quedé tildado, estático por un rato, hasta que reaccioné y casi por reflejo
respondí.
—Sí.
—Sé que me odias, pero si necesitas hablar puedes contar conmigo, Tommo —me contuve
para soltar una grosería, tanto sentimentalismo me revolvía aún más las tripas.
Apreté los dientes con fuerza y fui consciente de que ni siquiera podía ser odioso.
Estaba como el shock o una mierda así, y esperé que hubiese una explicación
racional para ello que no involucrara cosquillas en el estómago al pensar en
alguien más.
—Claro —respondí claramente con voz robótica, casi automática. No sabía qué más
podía ofrecerle porque no tenía nada mejor para dar.
Al llegar a la casa de Zayn dejé que Liam tocara la puerta y mi mejor amigo abrió
con una sonrisa de oreja a oreja al vernos juntos y sin discutir. Primero me saludó
a mi normalmente, como siempre hacia, y luego vi como abrazaba a Liam como si no se
hubiesen visto en mucho tiempo y me recordó al abrazo que Harry me había dado
cuando les partí el culo a los tipos que estaban acosándolo. Me pregunté por qué
Zayn no me saludaba de esa manera a mí y recordé la cantidad de veces que yo lo
había alejado bruscamente cuando intentaba acercarse y entonces me sentí más
mierda.
—Zayn —lo llamé y entonces me di cuenta que estaba interrumpiendo una mirada entre
El Tanque y mi mejor amigo.
— ¿Si, Louis? —preguntó con dulzura mientras batía sus largas pestañas negras y nos
hacía pasar a la sala. Quité mis manos de mis bolsillos y me rasqué la nuca con
incomodidad.
— ¿Recuerdas al mocoso con rizos y flores en el cabello? —pregunté mirando hacia
otro lado como quien no quiere la cosa.
—Sí, ¿Qué pasa con él? —respondió mientras yo veía por el espejo de la pared que
Liam no le quitaba los ojos de encima a Zayn y buscaba mantener sus manos en el
cuerpo del menor como fuese posible. Y ya no me pareció asqueroso en lo absoluto.
—Puede que venga más tarde a hacer tarea —no quise decretar nada, no sabía qué tan
molesto estaba el mocoso. Me volteé para mirar el rostro de Zayn sin saber con qué
encontrarme, pero me recibió con la sonrisa más pulcra y dulce que tenía en el
repertorio.
—Me alegra un montón que lo invitaras —dijo mientras se tiraba al sofá al lado de
Liam, y apoyaba todo su peso en su cuerpo. Quise hablarle a Zayn de cómo me sentía,
quise hablarle de Harry, pero el Tanque estaba allí metiendo la nariz y mi enojo se
hizo presente devolviéndome al mismo hijo de puta borde que siempre era.
—¡Qué va! No ha sido por hacer amistades, no tengo a quien arrastrar a la fiesta de
los barrios bajos y me da curiosidad ver cuánto tarda en romperse el mocoso —mentí
aun sabiendo que no tenía por qué hacerlo. El rostro de Zayn pasó de la suavidad a
la acritud, con la decepción parecida a la de Mora, y aquello me hizo doler el
estómago. La mano de Liam se cernió sobre la de Zayn como dándole apoyo moral, y
éste le sonrió con esfuerzo para luego desviar sus orbes de la conversación.
—Oh... —dijo entonces mientras buscaba en su mente alguna mueca adecuada para no
cabrearme—. Bueno, espero que la pases bien entonces y devuelvas al chico en una
pieza...es una dulzura —y bajó la cabeza levantándose de golpe y yéndose para la
cocina sin decir una palabra. Supe que necesitaba estar solo para poder digerirme.
Y entonces las palabras de Mora retumbaron en mi cabeza una y otra vez. Realmente
era insufrible, pero ahí estaba mi mejor amigo desde hacía años soportándome.
Tragándose mi basura.
Miré a Liam y este me dirigió aquellos ojos miel en reproche, entonces chasqueé la
lengua exasperado y puse mis manos en los bolsillos.
—Dile a Zayn que vuelvo más tarde —dije hablando claro y fuerte para que Liam me
escuchara mientras me ponía mi mochila y caminaba hasta la puerta de entrada
amenazando con salir.
—Si no fuera porque tu siempre ordenas, pensaría que me estas pidiendo un favor —
contestó con prepotencia mientras se reía. Yo no contesté nada ni reaccioné, cerré
la puerta detrás de mí ignorándolo y comenzando a caminar.
Aunque me había escapado de la mirada enjuiciadora de Zayn y de las malas
observaciones de Liam, todavía me sentía desolado. Caminé rápido a sabiendas de
donde iba porque tenía un punto fijo de llagada, una meta que estaba asechando
constantemente, amenazando con acercarme pero rápidamente arrepintiéndome. ¿A qué
coño iría? ¿Qué le diría? Y si alguien de su familia me atendía ¿Qué haría? Aun sin
respuestas y con la incertidumbre descansando en mi garganta, me escondí detrás de
un árbol frondoso frente a su casa. No parecía haber movimiento dentro pero nunca
se podía estar cien por ciento seguro.
—Disculpa ¿buscas algo? —la voz femenina detrás de mí me erizo todos los vellos de
la piel. Aun cuando fuera dulce, me había agarrado desprevenido. Me volteé dejando
caer al suelo el cigarro que colgaba de mi boca y trague con dureza sintiéndome
descubierto.
Observé a aquella mujer de arriba abajo. Tenía el cabello negro, lacio y muy largo.
Sus ojos eran claros, quizás eran verdes o quizás azules, no solía prestarle
atención a esas cosas y tenía una sonrisa conocida, familiar. Fruncí el ceño
dudando y apreté mis puños con algo de nerviosismo y rigidez.
—No —respondí con rapidez, pero entonces sin entender como había pasado, me
arrepentí y reformulé mis palabras—. Es decir, sí, pero no sé —me sentí un idiota y
un resoplido se escapó de mis labios.
—¿Qué buscas, cariño? —volvió a preguntar ella con una sonrisa hogareña, como el
tipo de sonrisas que mi madre no mostraba. Dudé nuevamente, pero luego de mirar la
casa de Harry fijamente con culpa, respondí. Después de todo parecía un acosador.
Lo cual obviamente era.
—Harry Styles ¿sabe dónde vive? —ella respondió sonriendo de nuevo y las
cavilaciones más extrañas se me cruzaron por el fuero interno, haciéndome sentir
inseguro. Entonces noté el parecido facial en sus labios estirados y hoyuelos en la
mejilla. Maldije en voz baja y sentí un calor potente subirme por el rostro,
trepándome hasta la cabeza, quemándome la piel. Mierda. Ella era...
—Soy su madre —respondió con tranquilidad mientras guardaba las llaves de su auto
en su bolso y señalaba su casa—. Ahí vivimos, tú debes ser Louis —agregó y me quedé
mirándola boquiabierto. ¿Cómo sabia de mi existencia y porque lo supuso? —. Harry
me ha hablado mucho de ti.
El sonrojo se hizo presente en mis mejillas y lo supe porque de nuevo tenía el
rostro caliente y el cuerpo cabelludo hirviendo. La señora se quedó mirándome como
esperando que dijera algo, pero no pude articular palabra. Me sentía estúpido y
extraño, y de nuevo sentí como si me estomago burbujeara.
—Ven, sígueme, seguro está en su cuarto —ofreció con la voz dulce y me sorprendió
lo mucho que Harry se parecía a su mamá.
Ella comenzó a caminar hasta la puerta de su casa y la abrió conmigo pisándole los
talones. El corazón me latía con tal fuerza que por un momento dudé si aquello era
perceptible al ojo humano. La señora Styles me invitó a pasar y luego cerró la
puerta detrás de mí mientras gritaba el nombre de su hijo para que bajara del
cuarto. Yo, por mi parte, me quedé mirando alrededor, lo acogedor que era el lugar
aquel. Las paredes blancas y pulcras, plantas por todos lados, floreros con
coloridas flores de todo tipo, velas aromáticas que impregnaban el ambiente,
jabones graciosos puestos en lugares llamativos, el sofá haciendo juego con todo,
un televisor plasma muy grande, alfombras en el suelo y ventanales amplios como en
la casa de Zayn. Me di cuenta de qué mundo venia Harry y de qué mundo venía yo. Tan
distintos y separados. También me di cuenta de que su inocencia era aún más
auténtica de la que imaginaba.
—¡Hazz, que bajes ahora! —gritó de nuevo la señora Styles pero, aunque parecía
exasperada porque el rizado no bajaba, su grito no sonaba para nada como los de
Karen. No era dura ni estaba ebria, sonaba simplemente como una madre . Una de
verdad.
—¡No quiero bajar, no tengo hambre! —respondió desde arriba con la voz gangosa,
nasal. Debí suponer que Harry hacia ese tipo de caprichos siempre. La señora Styles
suspiró y me dirigió una mirada enérgica.
—Mejor sube, cielo, no creo que baje, está algo deprimido —confesó y me sentí una
mierda al saber que era muy probable que estuviera así por mi culpa. Como si se lo
mereciera.
—Está bien —contesté con seriedad y me precipité a las escaleras, corriendo y
buscando la puerta correcta ya que la casa era muy amplia, pero el segundo piso
solo tenía cuatro puertas y supe enseguida que la de Harry era la que tenía
estrellas moradas pegadas por doquier y una H gigante en el centro de color
plateado. Todo era hecho con papel y entonces, tragando duro, toqué la puerta.
— ¡Mamá, vete, por favor, no quiero hablar! —dijo de nuevo con la voz gangosa y
suspiré largamente apretando mis puños y luchando contra el impulso de tirar abajo
la puta puerta y estamparle una paliza inolvidable.
—Harry —dije en voz apoyado contra la madera fría del marco de la puerta y entonces
de golpe sentí que se callaba y dejaba de sollozar. Un par de ruidos se escucharon
adentro del cuarto, cosas cayéndose, pasos apresurados, y finalmente, abrió.
Noté que para mirarlo a los ojos debía agachar un poco mi cabeza y eso hice. Tenía
los rulos desordenados y solo tres florecitas estaban escondidas entre ellos, eran
rosadas y olían a rosa. Sus ojos grandes y verdes se notaban apagados, rojizos y
sus pestañas estaban mojadas. Era obvio que había estado llorando. Debajo de su
fina nariz, sus labios rosados esbozaron una sonrisa obviamente fingida y entonces
sus orbes se cristalizaron de nuevo. Harry no quería que supiera que estaba
llorando y pensé en ignorarlo entonces, como él deseaba, pero algo me pinchaba en
la consciencia. ¿Consciencia? ¿Cuál coño? Si no tenía.
Seguí mirándolo incontables minutos, dándome cuenta de que estaba solo con una
camiseta blanca, como siempre y un pantalón de pijama a rayas de color celeste y
blanco, mientras que en sus pies descansaban pantuflas con forma de conejito.
—Louis... —susurró y no supe por su tono si solo estaba sorprendido o estaba
saludándome.
—Hey —respondí empujándolo adentro de su cuarto mientras yo entraba sinpermiso,
mirando todo alrededor. Sus paredes eran de color lila y tenía muchosdibujos hechos
a mano con diferentes técnicas, pegados. Un espejo de marco marrónyacía semi-
recostado en una esquina y una cama de dos plazas desordenadaadornaba el centro del
cuarto. Estaba rodeado de discos, libros, flores,juguetes de colección, acuarelas y
demás cachivaches coloridos. Recorrí todocon parsimonia hasta quedar justo en
frente de aquel vidrio reflector querevelaba una imagen poco favorecedora que me
hervía la sangre. Allí estaba yo,con el semblante inexpresivo y los puños
apretados, vestido con ropa negra ypulseras con tachas y púas, lleno de tatuajes y
piercings. Y atrás mío estabaHarry...mirándome la espalda con algo de preocupación
y ansias, vestido comoun niño pequeño en un sábado cuando no hay clases. Parecía
emanar luz propia,como un maldito ángel. Las diferencias entre él y yo eran cada
vez másvisibles.
Jodidamente dolorosas.
— ¿Louis? —me llamó entonces dando un paso para acercarse a mí, pero antes de que
apoyara su mano sobre mi hombro, me volteé con rapidez y le agarré la muñeca con
fuerza, apretándola fuertemente para que no me tocase.
—Ni siquiera lo pienses —lo amenacé con la voz sombría mientras lo miraba fijamente
a los ojos y notaba que el miedo se acrecentaba en ellos. Entonces me di cuenta de
lo que le estaba haciendo, lo dañaba de nuevo y ¡joder! No era eso lo que quería.
Entonces lo fui soltando de a poco y me quedé quieto, sin saber qué coño hacer en
esa situación. Sin saber que decirle. Sin saber nada.
— ¿Estás bien? —preguntó con la voz temblorosa pero dulce, como siempre. Con
timidez. ¿En serio me preguntaba si estaba bien cuando estaba lastimándolo a él?
¿Por qué coño no se preocupaba mejor por sí mismo en vez de preguntar estupideces?
Maldito imbécil.
—Quería saber si haríamos el estúpido proyecto esta tarde en casa de Zayn —pregunté
entonces y Harry se quedó mirándome como si tuviera arañas bebé saliéndome de la
cuenca de los ojos.
—Si...claro —respondió sin quitarme sus malditos ojos verdes de encima. Me sentí
acorralado, no entendía aquella sensación tan jodidamente molesta que se alojaba en
mi estómago y me daban ganas de vomitar. Quería irme. Quería dejar de verle la cara
de porcelana a Harry.
—Te espero a las seis —solté mientras me volteaba para dejarlo, pero entonces se
precipitó hacia mi cuerpo con sus pantuflas de conejo arrastrándose en el suelo.
—Pero en la mañana dijiste a las cuatro.
—Y ahora digo a las malditas seis —respondí volteándome bruscamente y encarando al
mocoso. Regularicé mi respiración intentando tranquilizarme, conteniendo mi genio
de porquería mientras estuviera cerca de él—. Me has invitado a cenar y he sido un
cabrón, ahora te invito yo —articulé con algo de vergüenza que fue desplazada por
esa quemazón en el vientre en cuanto Harry me miró y una sonrisa refulgente surco
su boca carnosa. El brillo normal que el mocoso tenía en los ojos volvió a estar
allí, y mirarlo tan feliz solo porque lo había invitado a cenar a lo de Zayn me
hizo sentir... bien.
—Gracias —susurró con las mejillas sonrojadas y bajó la cabeza sin dejar de mostrar
los dientes con aquella preciosa sonrisa.
—Me voy —advertí mientras me daba la vuelta y escapaba de allí antes de que
sintiera más malestar estando cerca del pequeño rizado con ojos brillantes. Corrí
escaleras abajo y salí de la casa dando un portazo audible mientras me iba de nuevo
a casa de Zayn con el corazón acelerado, palpitándome como nunca había palpitado.
Me sentía acelerado, perdido y me sudaban las manos. Era una sensación de malestar,
como si estuviera a punto de enfermarme, pero de pronto, luego de alejarme lo
suficiente de aquella casa, luego de que en mi mente solo quedó la imagen de un
mocoso con tres florecillas en la cabeza, pijama a rayas y pantuflas de conejo,
sonriendo de manera refulgente y con los ojos verdes como una esmeralda,
brillantes, luego de superar la sensación de burbujas en la panza que quemaban,
metí mi mano en el bolsillo y sentí aquella marchita y mojada florecita que había
robado de su cabello a la mañana, y luego de mirarla por un momento, la tiré al
suelo y, sin saber por qué, me sentí un poco menos enterrado en la miseria.
4. Best of me
Luego de una incómoda charla breve con Zayn sobre prestarme su baño para ducharme e
irse a tomar por culo para que me dejara su casa, finalmente aceptó cuando le dije
que era para poder estudiar con el mocoso molesto. Me dirigió una sonrisita cínica
y le mostré el dedo medio mientras lo mandaba a la mierda y me encerraba en el
cuarto dando un portazo.
Me miré al espejo totalmente desnudo y mojado. Modestia aparta, me veía bastante en
forma, probablemente no era mi cuerpo el que había cambiado sino la percepción que
tenía de él. Bajé los ojos hasta mi entrepierna.
—Hoy follaremos con Melody, mini Louis —hablé jugando mientras buscaba mi ropa y me
vestía despacio. Los mensajes de la rubia con pinta de rapera inundaban mi celular.
Solo decía cosas obscenas y no veía la hora de poder cogérmela y sacarme las ganas
de sexo que llevaba hace días.
Luego de colocarme los tenis escuché sonar el timbre. El corazón se me disparó sin
que entendiera la razón. Me miré al espejo una vez más, aún tenía el cabello mojado
y pegado a la frente, me sentía algo estúpido. El timbre sonó de nuevo y esta vez
bajé las escaleras a trompicones para luego abrir de golpe provocándole un
sobresalto al mocoso. Allí estaba él de nuevo, sonriendo ampliamente con los
hoyuelos infantiles marcándosele en las mejillas. Sus ojos dulces centellearon y
sentí la boca seca. Me hice a un lado para que el mocoso entrara.
— ¡Hola, Louis! —saludó con efusividad mientras daba un paso adentro de la casa de
Zayn, agarrando con fuerza su mochila negra con estrellas blancas. Yo solo me corrí
a un lado y luego de un rato asentí una vez con la cabeza a modo de saludo.
—Bien, ¿Qué se supone que debemos hacer? —pregunté tirándome en el sillón muy
cómodamente mientras Harry miraba todo alrededor. Parecía extasiado con la visión
de una casa tan acogedora como la de mi mejor amigo. No quería imaginarme el rostro
que haría si veía lo que era mi casa y mi familia de mierda.
—Uhmm bueno, primero tenemos que buscar información de la segunda guerra mundial y
hacer un resumen para el informe escrito, después de eso solo es hacer la maqueta y
ya —sonrió como si lo dicho fuera el trabajo más sencillo del mundo y quizás lo era
pero yo jamás lo había hecho, en realidad ni siquiera recordaba la última vez que
había presentado un trabajo—. He traído un par de soldaditos y cosas para hacer las
banderitas nazi —continuó al ver que yo no contestaba. Solté un largo suspiro
pesado y luego de un rato bajé los pies del sofá a mi lado.
— ¿Vas a sentarte o esperaras a que te crezcan raíces en los pies? —pregunté de
odiosamente mientras lo miraba. Harry se acercó a mi lado dando saltitos y se sentó
de manera delicada entrecruzando los dedos de sus manos sobre sus rodillas.
—Bueno... ¿tienes computadora? —preguntó mientras me miraba fijamente y yo
intentaba no distraerme por la manera tan enfermiza en la que sus ojos brillaban.
—No, pero Zayn si, ahora la traigo.
—Gracias, Lou —respondió con tranquilidad. Yo rodé mis ojos mientras me levantaba.
—Te he dicho que dejes de llamarme así.
La tarde pasaba con rapidez mientras nosotros trabajábamos. Bueno...era más Harry
que otra cosa, yo solo leía lo que él buscaba y seleccionaba lo que me parecía
importante y descartaba lo que no. Harry escribía todo en un cuaderno de apuntes
con una letra de carta muy prolija y estilizada. Tenía letra de maestra jardinera.
Luego de que me explicara un par de cosas del trabajo, decidí que era hora de
descansar un poco y entonces prendí la tele poniendo una serie cómica algo antigua.
El mocoso la conocía y se sentó en la alfombra de la sala conmigo a ver la tele
mientras comía un tazón de palomitas de maíz que Zayn había dejado preparadas. Yo
intentaba no reírme, me contenía en todo momento, pero Harry hacia caras o me
pellizca el costado y entonces, en vez de enfurecerme con el niño por sus
estupideces, sonreía mirándolo de una manera poco amenazadora, devolviéndome lo que
me hacía.
Harry casi tintineaba cuando yo soltaba una sonrisa, por mi parte sentía extraño el
rostro cuando esto pasaba. No es que yo no estuviera acostumbrado a sonreír, solo
no lo hacía mucho y de pronto parecía que ese día era todo lo que podría o sabía
hacer.
Las ocho y media de la noche era la hora que marcaba el reloj de mi mejor amigo y
el celular me vibraba en el bolsillo a cada rato. Era Melody diciéndome todo lo que
planeaba que hiciéramos, como había hecho toda la puta tarde. Comenzaba a
exasperarme, y quería reventarla, pero no precisamente de la manera que ella
deseaba.
—Lou —me llamó Harry estando a centímetros mío y yo ni siquiera me había dado
cuenta de la cercanía hasta que lo vi allí, frente a mi rostro, escrutándome con
sus grande y expresivos ojos esmeralda.
—¿Qué pasa? —respondí volviendo a mi estado de seriedad mientras le contestaba
rápidamente alguna guarrada a Mel.
—Bueno...tengo hambre, dijiste que me invitabas la cena —se quejó como haciendo un
berrinche de niño chiquito mientras se agarraba el estomago que le rugía
insaciablemente. Rodé mis ojos fingiendo estar exasperado, pero increíblemente,
cuando Melody me molestaba con sus mensajes y tenía ganas de mandarla a la mierda,
venia Harry con sus sandeces y se me pasaba el mal humor.
—Bueno...la verdad es que no sé cocinar —admití mientras giraba el rostro y lo
miraba fijamente con las risas de la serie de fondo. Harry tenía el rostro tan
suave, antojable al tacto, que parecía de porcelana—. Podemos pedir una pizza si
quieres —sugerí cordialmente, y me encontré a mí mismo sorprendido por haber pedido
la opinión de él cuando desde tiempos inmemorables se hacía lo que a mí se me daba
la gana y al que no le gustaba, que se jodiese.
El mocoso sonrió ampliamente y cuando se movió muy rápido, la corona de flores que
llevaba en el cabello se le cayó al suelo.
— ¡Me encanta la pizza! —exclamó embocinado mientras mi mano viajaba con disimulo
hasta sus flores regadas en el piso y las tomaba lentamente.
— ¿De qué quieres? —pregunté de nuevo sorprendido de mi mismo por volver a pedir su
opinión como si se me fuese la vida en ello. Al tener la corona en mis manos miré a
Harry un momento y le pedí con un gesto que bajara la cabeza hasta donde yo estaba
sentado.
—Me gusta la de queso y tomate.
—Queso y tomate será —permití mientras colocaba con cuidado las flores en sus
rizos, suaves como el pelito de un oso de peluche. Harry sonrió con las mejillas
sonrojadas y un brillo en sus ojos me hizo no quitarle la mirada de encima. Metí mi
mano al pantalón y saqué un par de billetes, dándoselos para que pagara—. Atiende
tu al idiota de la pizza porque yo le dejé un ojo morado el sábado pasado... —Harry
abrió los ojos ampliamente, sorprendido y su boca se abrió ligeramente en asombro.
—B-bueno —murmuró el mocoso entonces volviendo a sentarse en su sitio mientras yo
llamaba a la pizzería y encargaba el pedido.
La noche seguía su curso. Habíamos encontrado una película de terror que estaba
genial, me encantaba ver a Freddy Kruguer y Jason, pero al parecer a Harry le
asustaba un poco, porque giraba el rostro a cada rato y se pegaba cada vez más y
más a mi cuerpo, agarrándome el brazo en ocasiones y ocultando sus ojos en la
curvatura donde se unían mi cuello y mi clavícula. Yo me reía cada vez que él se
asustaba, entonces hacía berrinches de nuevo y me pegaba flojamente en el brazo.
— ¿Por qué lloras? —peguntó de repente y entonces un sonrojo leve se apoderó de mis
mejillas, dejándome expuesto. Subí mis manos hasta mis parpados interiores y
estaban húmedos, plagados de lagrimillas traidoras delatándome.
—Yo-yo...me ha emocionado la película —mentí y supe que esa excusa era la más
estúpida que podría haber dado sabiendo que la película se trataba de zombis y
vampiros.
—Si no quieres decirme, lo entiendo —respondió en un murmullo solo audible a mis
oídos mientras subía su gran mano a mi rostro y secaba las lágrimas que se me
escapaban. Su roce cálido y suave me hizo suspirar, deseando con todas mis fuerzas
que me besara pero sabiendo que no lo haría. Bajé el rostro depresivamente y
entonces de nuevo se me borró el mundo.
Liam subió mi cara hasta quedar a la altura de la suya y me miró fijamente con sus
ojos distintos. Estaba tan diferente. Me miraba tan...fuertemente. Como explorando
cada parte de mi interior.
—Li... —lo llamé amenazando con soltarle lo enamorado que estaba de él desde hacía
meses, pero fui interrumpido por un choque lento de sus labios contra los míos y un
millón de sensaciones me recorrieron las venas, quemándome internamente.
Liam me aplastaba contra su cuerpo musculoso y atlético, haciéndome el amor con la
boca, provocando que su lengua acariciara la mía en una batalla interminable sobre
quien llevaba el control del beso, aunque claramente él lo hacía.
Me mordía, me apretaba, succionaba mi piel y respiraba contra mi rostro, sin querer
separarse ni un segundo, haciéndome sentir demasiado bien, con la piel ardiente y
el corazón desbocado.
De pronto sentí que el contacto culminaba despacio, dejándome respirar con
normalidad y sus ojos se clavaban en los míos con profundidad.
—Dios...lo siento tanto —susurró mientras se tapaba la cara con ambas manos y
cerraba los ojos. Mordí mi labio con fuerza. Claro, solo había querido sacarse las
ganas, quizás me vio tan mal que deseó hacerme sentir mejor y solo por eso lo
hizo...culpa. Bajé el rostro apenado y las lágrimas se agolparon de nuevo en mis
ojos, amenazando con salirse.
—D-descuida... —murmuré sintiendo como mi corazón se partía al medio y dejaba de
latir. Me sentía como la mierda.
El resto de la película Liam no me quitó los ojos de encima y yo deseé
fervientemente que lo hiciera para poder llorar en silencio. Ni siquiera supe de
qué trataba la trama porque aunque mis ojos estaban en la pantalla, mi mente estaba
muy ocupada sintiendo como cada pequeño pedacito de mi corazón, se caía.
Por suerte las luces se prendieron rápido y supe que ya había terminado, así que me
levanté, seguido por Liam y salimos del cine sin decir una palabra.
Las calles de la ciudad estaban vacías, ni siquiera pasaban autos aunque si un par
de buses cada quince minutos. Liam me hablaba, me contaba sobre la universidad y
como iba el tema del rugby y yo, muy a mi pesar, me mantenía inmerso en mis propios
pensamientos, sintiendo que colapsaría en cualquier momento si no hacia lo que mi
corazón me dictaba.
Llegamos a un callejón, por el cual quedaba más cerca mi casa. Teníamos que
arreglarnos y buscar un par de cosas para ir a la fiesta de los barrios bajos. No
me apetecía, pero Liam si quería ir y bueno...tenía que acompañarlo si Niall iría
con nosotros y nos encontraríamos con Louis y el pobre chico, Harry, allí.
—Si quieres podemos ir a tomar un helado, o podemos cenar algo antes de la
fiesta...escuché de un buen restaurant cerca de...
—Liam —lo llamé cortándole la frase y quedándome parado. Él se quedó quieto en
frente mío y me miró, con sus manos en los bolsillos. Antes de que preguntara nada,
antes siquiera de que pudiera pensar nada...lo besé.
—Oh —respondió con simplicidad pero parecía estar todavía intranquilo—. Iré a
dormir —exclamó mientras se daba la vuelta y caminaba hacia las escaleras, pero lo
detuve con las palabras.
—Hey, Louis —se viró levemente para prestarme un mínimo de atención—. ¿Qué pasó con
la fiesta? Pensé que querías llevar a Harry y...jugar —dije la última palabra entre
dientes a falta de una expresión mejor. Louis cambió de dirección su mirada y se
rascó la nuca con nerviosismo, como si estuviera intentando inventarse una buena
respuesta. O una buena excusa.
—Me dolía la cabeza y el trabajo de mierda me dejó agotado —soltó de sopetón, para
luego agregar—. Además el mocoso se durmió y ya no pude hacer nada —zanjó el tema
allí aunque continué mirándolo con los ojos achinados, no muy convencido de la
cháchara que soltaba.
—Oh... —dije con inseguridad mientras veía como Louis, literalmente, escapaba casi
corriendo y se encerraba en el cuarto de huéspedes que casi era suyo, dando un
portazo fuertísimo.
Liam bajó las escaleras corriendo y al llegar hasta donde estaba yo me sacó de mi
letargo agarrándome de las caderas con brutalidad y acercándome a su boca,
recorriendo mis labios con desesperación. Sonreí levemente pero me era casi
imposible sacarme a Louis de la cabeza y a aquella imagen tan cerca de Harry y su
sobresalto al no sentirlo allí con él...
—Li, esto es muy extraño —admití mientras lo miraba a los ojos.
— ¿Qué te bese? —preguntó confundido sin soltarme la cintura.
—No, tonto, me encantan que me beses —dije mientras sentía mis mejillas sonrojadas
y una sonrisa surcaba sus labios finos—. Me refiero a Louis...
—Anda, no pienses en él ahora...vamos a la fiesta —sugirió mientras me colocaba el
abrigo y tomaba mi mano. Asentí ligeramente y me apoyé en él, saliendo de mi casa
confundido y queriendo encontrar más pistas y respuestas.
¿Qué coño estaba pasando?
-PoV Louis-
Tic, toc, tic, toc, tic, toc, tic, toc.
Ese puto y jodido sonido que me taladraba la cabeza una y otra vez. El humo me
impregnaba los pulmones, me llenaba la boca, la garganta y sentía que me quemaba el
cuerpo y alma. El reloj daba las doce y veinte minutos, pero hacía más de quince
que estaba caminando en el cuarto de huéspedes, moviéndome de un lado a otro y
fumando como chimenea. Miraba a todos lados, pero mis ojos siempre volvían al mismo
punto. Ese. Maldito. Reloj.
La ansiedad me carcomía la cabeza y necesitaba salir del cuarto, así que luego de
debatírmelo por un tiempo abrí la puerta y caminé con sigilo, fumando
despreocupado, hasta el cuarto de Zayn que permanecía con la puerta entreabierta.
El chillido que hizo cuando la abrí por completo podría haberlo despertado, pero
seguía allí, pacíficamente acostado con sus rulos despeinados y su cabeza
suavemente apoyada en la mullida almohada. Estaba hecho una bolita, como en
posición fetal, mientras hacía soniditos extraños con la boca y movía sus dedos.
Me arrodillé delante de él, solo la luz de la luna entraba por el ventanal de Zayn
y entonces le iluminaba el rostro. Sus mejillas sonrojadas, sus largas y rizadas
pestañas de un color claro, su naricita perfecta y sus labios, carnosos y
apetecibles. Subí mi mano para poder pasar mis dedos por sus pómulos, pero
entonces, Harry comenzó a respirar agitado y se revolvió en la cama con fiereza,
terminando por despertarse y quedar sentado mientras lagrimas salada descendían de
sus ojos verde esmeralda. Me erguí ligeramente y él me miró dejando escapar un
sollozo lastimero, como si estuviera asustado, muy asustado y entonces sentí mi
sangre fluir mas rápido, mi corazón bombear con fuerza... ¿estaba preocupado?
—Hey —susurré mientras me levantaba del suelo para sentarme en un costado de la
cama. Él no se callaba y comenzaba a desesperarme—. ¿Qué pasa? —me pregunté si se
había asustado al verme allí, si estaría allí preguntándose si era un acosador.
—T-tuve una p-pesadilla —susurró con la voz trémula y dulce mientras yo tragaba
duro, sintiendo mis palmas sudar. Estaba angustiado. Quería que Harry dejara de
llorar. Necesitaba que dejara de llorar.
—Calla, no seas una niñita —respondí duramente provocando solo que al mocoso se le
inundaran de nuevo los ojos.
— ¡No soy una niñita! —gritó desafiándome, pero no pude responderle hoscamente,
contrariadamente, bajé un poco más mi voz para tranquilizarlo.
—Entonces ya no llores —y aunque intenté que sonara como una orden, sonó como una
patética petición. Subí mis manos a su rostro mientras me ponía de pie, y probé la
suavidad de este pasando la yema de mis dedos por debajo de sus parpados limpiando
los residuos líquidos de lagrimas que abandonaban sus orbes—. Ve a dormir —le
ordené esta vez firmemente mientras lo volvía a acostar y lo tapaba completamente,
envolviéndolo en las mantas como si fuera un rollito californiano para que no
sintiera nada de frio.
Harry dejó escapar una leve sonrisa y yo le palmeé los rulos un par de veces para
tranquilizarlo.
—Lou... —me llamó con dulzura mientras sus parpados se movían muy lentamente, con
modorra.
— ¿Qué quieres, mocoso? —le pregunté hablando en voz baja por si se dormía, no
despertarlo.
— ¿Puedes cantarme algo? —preguntó con ternura mientras parpadeaba con rapidez,
intentando influenciarme.
—Ni de puta broma, duérmete.
—Por favor... —suplicó haciendo un pucherito imposible de rechazar. Blanqueé mis
ojos, exasperado, pero luego de una sonrisa ladeada que no supe de donde había
salido, accedí.
Canté en voz baja una canción que me encantaba, Yellow de Coldplay, mientras miraba
a Harry fijamente, cabecear para no dormirse y fallando en el intento. Al terminar
el segundo verso del coro de la canción, el mocoso molesto ya se había dormido de
nuevo, en la misma posición inicial, en posición fetal con sus rulitos desordenados
y su cabeza plácidamente descansando en el mullido colchón.
Iba a irme a mi cuarto, iba a cerrar las cortinas, la puerta y marcharme, pero como
si fuese un puto imán, el mocoso me atrajo hacia la cama de Zayn, y terminé
recostándome vestido a su lado mientras me prendía otro cigarro y fumaba despacio.
Me quede durante un par de minutos mirando el techo y pensando. Cavilando y
explotándome la cabeza sin poder descifrar porque coño me estaba convirtiendo en un
imbécil con el mocoso molesto ese. Por qué mierda no podía gritarle o mandarlo a su
puta madre como a todo el mundo. Y aunque pensé, pensé y me derretí el maldito
cerebro pensando...no entendí nada, no encontré algo razonable para ser diferente
con él, pero sin embargo lo era...y mientras Harry sonriera, mientras me mantuviera
tranquilo...solo quería mostrarle lo mejor de mí.
5. Use somebody
-PoV Harry-
El frío intenso de aquella mañana me calaba hasta el tuétano de loshuesos. Tirité
sintiendo como si los dedos de mis pies fuesen palitoscongelados, pero antes de que
mis parpados se abrieran, justo en el momento quemis pestañas comenzaban a batirse
con poca gracia por desperezarme, sentí uncalorcito agradable rodearme el cuerpo.
Lo distinguí como un par de mantastibias y acogedoras posándose despacio sobre mi
anatomía. Escuché un arrulloparecido a la canción que Lou me había cantado en la
noche para dormirme.
Y sin que pudiera predecir nada, me dormí de nuevo.
La siguiente vez que mis ojos amenazaron con abrirse a no había nadie a mi lado.
Tenía todas las mantas puestas encima, sentía su peso, pero algo faltaba, a no
estaba tan tibia la cama. Mis ojos se abrieron despacio, observando la luz
oscilante que entraba por la ventana iluminando toda la habitación. Me acurruqué
más entre las mantas sintiendo un frio infernal. Es que siempre había sido muy
débil para ese clima, me ponía histérico, triste y hasta caprichoso, aunque mamá
decía que esto último lo era siempre y no debía culpar al frio.
Me envolví como pude entre las gruesas mantas de polar, haciendo que solo mi rostro
pudiese verse cuando me senté en la cama. Alrededor todo estaba oscuro y frio, como
si a aquel cuarto de paredes blancas y muebles negros, les faltara un poquitín de
luz. Sin embargo me abstuve de hacer algo, más que nada por cómo tiritaba y mis
dientes castañeteaban.
La puerta se abrió despacio y me asusté al pensar que Louis me vería tan
patéticamente enredado en las sabanas tersas, con el rostro rojo por el frio y
tiritando como un mocoso. Ya me odiaba demasiado como agregar otra cosa a la lista
de todo lo que no le agradaba de mí, pero antes de que pudiera seguir sacando
conclusiones, incluso antes de que pudiera desenredarme de aquella trampa que había
armado con las mantas, la persona que cruzó la puerta trajo un poco de brillo y
calidez al cuarto. No era Louis, no. Era el muchacho con las largas pestañas negras
del cual no recordaba el nombre.
Apenas hizo que su cabeza entrara, como espiándome, al verme despierto me dirigió
una sonrisa de amabilidad bastante inocente, se parecía a la mía cuando me daban
dulces compasivamente.
—Buen día —me saludó mientras cruzaba la gran puerta con una bandeja de madera en
las manos, terminando por cerrarla de una pequeña patada. Yo sonreí sonrojado en
demasía mientras mis orbes esmeralda se posaban sobre la humeante taza de café con
leche que traía en la bandeja y en el exquisito aroma de las tostadas recién
hechas, untadas con mermelada roja que supuse sería de cereza o frutilla y el vaso
de jugo de naranja en la esquina de todo.
—Buen día —correspondí al saludo sin acordarme el nombre del morocho todavía,
aunque moría de ganas por saberlo para poder agradecerle.
Se acercó con el paso presuroso hasta la cama donde yo estaba sentado y envuelto
como un rollito californiano, sus manos posaron la bandeja en la mesita de noche y
se sentó a mi lado mirándome fijamente con una sonrisa en el rostro que no supe
clasificar.
— ¿Harry, verdad? —preguntó mientras se quitaba los zapatos y se escondía debajo de
las mantas conmigo, sentando frente a frente. Yo asentí con las mejillas sonrojadas
no sabiendo si se acordaba de mi nombre por la escuela o quizás Louis se lo había
dicho había hablado de mi.
—Lo siento tanto, no recuerdo tu nombre —admití bajando la vista mientras me tapaba
hasta la mitad de la cara con las mantas.
—Oh, lo siento, me llamo Zayn no sé si me recuerdas, te pedí hace algunos días que
le trajeras apuntes a Tommo —y me sorprendí de nuevo al oír que aquel chico llamaba
a Louis como o hacían todos en la escuela. Mordí mi labio inquietamente y entonces
él me alcanzó la bandeja con el desayuno—. Te traje algo para que entres en calor,
Louis dijo que estuviste temblequeando toda la noche —y el sonrojo de mis mejillas
se trepó más por mis pómulos llegándome a todo el rostro, dejándome una sensación
de calor, pero algo incómodo.
—¡Estoy tan avergonzado! Louis debe haber dormido mal por mi culpa—resoplé
frustrado mientras miraba las tostadas y mordía sin ganas tan solouna.
—No creas, Louis no suele dormir por las noches de todas formas —respondió el chico
de pestañas largas mientras me robaba una de mis tostadas se la llevaba a la boca,
comiéndola despacio.
— ¿Por qué no duerme de noche? ¿A qué hora duerme entonces? —pregunté con el
entrecejo fruncido levemente en modo de incógnito. Zayn masticó despacio y solo me
dirigió una mirada leve al oírme.
—Duerme en la tarde cuando viene a mi casa, siempre está aquí —dijo con aquel deje
de melancolía en su voz que no supe descifrar.
Bebí despacio mi café con leche y sentí el agradable aroma impregnarme la nariz
como si de un perfume se tratase. Estaba muy caliente y casi me quemó la garganta a
descender, pero con el frio que tenía me importaba bastante poco.
El silencio reinó entre nosotros durante el tiempo que tardé en terminarme el
desayuno hecho por el chico, Zayn, incluyendo haberme bebido de a sorbos el jugo de
naranja. El chico no me quitaba los ojos de encima yo no sabía ni que decir ni qué
hacer ni nada, así que solo atiné a preguntar de nuevo sobre Louis.
—Y... ¿a dónde se fue? —susurré con las mejillas rosadas de vergüenza. Zayn sonrió
ampliamente como no lo había hecho hasta ahora y entonces se acurrucó más en las
sabanas, conmigo.
—Le pedí que fuera con Liam a comprar algo para cocinar, ellos no se llevan muy
bien y pues...quise que compartieran algo de tiempo, juntos —confesó mientras sus
pestañas se batían con delicadeza haciendo que en mi rostro se surcara una sonrisa.
Me abracé las piernas con cuidado y mordí mi labio inferior sintiendo como el frio
iba desapareciendo de a poco a medida que los rayos del sol ingresaban por los
recovecos descubiertos de la ventana.
— ¿Por qué no se llevan bien? —pregunté con inocencia mientras mis ojos se paseaban
por todas las fotos que había en aquella habitación donde yo me encontraba. Había
algunas de dos personas que supuse que serian los padres de Zayn, pero en otras
fotos solo estaban él Louis, y aunque el pelinegro siempre sonreía de lado a lado,
el ojiazul permanecía serio, sin atisbos de alegría.
—Bueno, es Louis —respondió como si fuera una obviedad y luego de una risilla,
agregó—. No se lleva bien con nadie.
—Sí, lo sé —admití y aquella sonrisa que había yo pintado en mi rostro, pasó de ser
normal a ser fingida, entendiendo que aunque quisiera, Louis nunca se llevaría bien
conmigo. Yo no le agradaba y no entendía muy bien por qué.
Zayn se quedó mirándome un rato largo, con los ojos brillantes de expectación y
entonces se levantó de golpe y sonrió ampliamente.
—Bueno, los chicos vendrán con la comida pronto así que es mejor que te vistas y
bajes —ofreció con sinceridad mientras se alejaba de mí y me dejaba allí solito,
con la puerta cerrada. Y entonces la habitación se enfrió de nuevo.
-PoV Louis-
El puto frio me calaba los huesos y al hijo de puta de Liam se le había ocurrido ir
a comprar a las partes donde estaban las carnes congeladas así que había tenido que
abrigarme lo suficiente como para no morir de puta hipotermia.
Zayn nos había pedido por favor que fuéramos juntos al mercado y cuando le pregunté
por qué quería tal estupidez me salió con que quería estar a solas con el mocoso
rizado para poder ser amigos o alguna mierda así. Ni que fuese difícil agradarle al
mocoso, un par de palabras tontas y ya lo tienes sonriéndote de esa forma tan
bonita...a tus pies. Una sonrisa apenas perceptible se me escapó de los labios,
justo en el mísero instante en que El Tanque me miraba con una ceja alzada, como
burlándose.
—Alguien ha tenido una buena noche ¿he? —preguntó retóricamente y yo apreté mis
puños con fuerza para no atizarle. Sabía que si le pegaba, Zayn se enojaría
conmigo.
— ¿Por qué no me comes el pene, puto? Metete en tus asuntos —le advertí mientras me
corría para el lado de los lácteos solo leyendo marcas y demás cosas, sin prestar
atención y sin interés, tan solo por distraerme mientras Liam compraba la carne.
Mis ojos revolotearon por todos lados y en cuanto me metí a un pasillo donde había
postres, choqué sin intención con una señora. Mi cara de fastidio fue evidente,
pero de todas formas la miré un momento.
—Lo siento tanto —susurró y entonces mi semblante cambió al reconocer su voz aunque
solo la hubiese oído una simple vez. La señora Styles levantó la mirada y en cuanto
vislumbró mis ojos una sonrisa refulgente se le dibujó en la cara—. ¡Oh, Louis! Es
un gusto encontrarte, ¿Dónde está mi niño? —preguntó con rapidez y yo solo atiné a
agacharme para recoger las cosas que había tirado al suelo al haber chocado con la
mamá de Harry. Carraspeé un poco incómodo y entonces le di sus bolsas sin cuidado.
—Se quedó durmiendo —respondí secamente mientras observaba que las facciones de
Harry eran iguales a las de su mamá, delicado como un muñeco y dulce como un
maldito caramelo. Jodida ironía de la vida.
—Oh, bueno, por favor llévalo a casa temprano ¿sí? Harry es algo despistado y suele
perderse con facilidad, y él no sabe manejarse en esta ciudad, temo que algo malo
vaya a sucederle, es muy inocente y no se da cuenta del daño que pueden hacerle las
personas —expresó con preocupación la señora Styles y entonces yo me reí con
sarcasmo y rodé mis ojos, susurrando en voz baja.
—No tiene idea... —pero ella no logró escucharme, ya que solo sonrió amplio y me
revolvió el cabello. Contuve mis ganas de asesinarla.
—Bueno, nos vemos, cariño, saludos a mi bebé —y entonces me reí un poco enserio al
oír como lo llamaba su mami. Pequeño marica afeminado.
Al momento en el que puse mis manos en los bolsillos de la camper negra que
llevaba, Liam se apareció por detrás mío o quizás ya estaba ahí desde hace un rato,
mirándome como si tuviera monos en la puta cara.
— ¿Y a ti qué coño te sucede? —le pregunté sin que realmente me importase.
—Nada, te has reído, nunca te había visto reír —notó mientras se acercaba a mí de
manera amenazante. Yo solo rodé los ojos y enfilé para ver los postres de chocolate
que estaban unos pasos más lejos de mí. Pretendía llevarle uno a Harry, pero
entonces El Tanque habló de nuevo: —No me jodas ¿ahora le vas a llevar algo dulce?
¿Enserio? —preguntó, acto seguido soltó una carcajada brutal que se oyó en todo el
mercado. Yo me volteé con rapidez sin soportarlo un minuto más, y aunque tenía mi
altura y probablemente mi mismo físico, no me fue para nada difícil agarrarlo del
cuello con una sola mano y empujarlo contra los yogures haciendo que un par de
cajas se cayeran al suelo, reventándose y manchando de colores el suelo.
—No me toques lo huevos, Liam Payne, porque estoy comenzando a cansarme de todas
tus mierdas —le amenacé mientras observaba como sus ojos se tornaban rojizos y
aguados. Le estaba quitando la respiración—. ¿Sabes lo difícil que es para mí
controlarme? ¿Lo sabes? No, y sin embargo lo hago porque Zayn es mi jodido amigo y
estoy seguro de que le gustas a él, no quiero joderlo ni quiero seguir cargándome a
persona, ni quiero seguir siendo una mierda, pero tú y tu puta cara de imbécil me
tienen los huevos por el maldito suelo, Tanque, no me provoques porque puedo acabar
con tu patética vida antes de que termines de dar el último maldito respiro cerca
de Zayn.
Y en el momento en el que pensé que la mano se me estaba yendo y decidí parar de de
ahorcarlo ya que mis dedos casi se vislumbraban marcados en su cuello, apareció un
guardia de seguridad del mercado y nos observó desde una distancia prudente.
—Les voy a tener que pedir que se retiren —dijo en voz demasiado alta, pero sin
llegar a ser un grito. En ese momento pareció como si todo en el mercado se hubiese
detenido. El tiempo se hubiese parado y solo nos encontráramos el guardia, Liam y
yo, acorralados en un sinfín de violencia interna que todos observaban. Nadie hizo
un ruido durante un largo rato hasta que yo solté a Liam y este calló de rodillas
al suelo, tosiendo con ferocidad, rogando por que el aire ingresara con rapidez en
sus pulmones mientras yo solo miraba todo a mí alrededor detenidamente.
Apenas tuve la oportunidad, salí del local rápidamente dando pasos agigantados
mientras apretaba mis puños. Mis ojos se pusieron rojos de la furia contenida y
casi pude percibir que rebalsaban, no supe si eran lágrimas o solo tristeza.
No tenía idea de a dónde estaba yendo, a donde estaba caminando, y mi celular
sonaba una y otra vez, pero no me digné en atender, no quise saber ni quién era,
aunque me imaginaba que Liam ya había llegado a la casa de Zayn y al verlo sin mí
se preocuparon. ¿Preocupar? ¡Ja! Como si eso fuera posible, nadie en la puta vida
se preocupaba realmente por mí.
A nadie le interesaba realmente cuando estaba mal, cuando necesitaba apoyo, cuando
la rabia me consumía, cuando el dolor me dominaba y solo tenía en mente aquel
pensamiento tan ingenuo de facilidad...aquel pensamiento de morir, aquellas ganas
autenticas de morir.
Desde que era pequeño recordaba que tenía a alguien: Celine, mi abuela, mi abuela
verdadera, la madre de la puta de Jay. Aunque ella me había dado en adopción,
Celine seguía teniendo contacto conmigo, ella jamás me dejaba de lado. Recuerdo las
tardes en las que pasaba a buscarme a la casa de Karen, saludaba a Cassie y luego
me llevaba con ella. Pasábamos la tarde en el parque, comiendo helado, mirando
vidrieras, y ella me lo daba todo. Ella quería que yo fuese bueno y educado y
elegante. Que fuese todo lo contrario que soy ahora.
Celine murió cuando yo cumplí dieciséis. Cuatro años después del maldito divorcio
de mis padres adoptivos. Y entonces ahí todo se me jodió.
Ya no había caminatas al lago en las tardes para darle de comer a los patos, no
había más charlas sobre la vida, sobre mi vida. No había más abrazos, ni besos, ni
risas, ni amor. Ya no había absolutamente nada. Era como si me hubiesen vaciado por
completo. Como si la mejor parte de mí, lo único que me hacía ser
bueno , se había muerto con Celine.
Después de eso todo fue rápido y confuso, hasta llegar al día de hoy y al no poder
controlar mi odio por mí mismo y por todos a mí alrededor.
No supe en que momento comenzó a llover, ni supe por qué coño estaba en aquella
tienda comprando un postre de chocolate, ni supe por qué no me había cubierto con
algo. Ahora estaba empapado. Solo fui consciente del mundo cuando el celular vibró
de nuevo en mi bolsillo y me digné a atenderlo finalmente esperando que fuera algún
revolcón para poder quitarme la ira de encima.
—Hola —saludé sin ganas mientras emprendía el camino de regreso a casa, empapándome
mucho más de lo que ya estaba, con el jopo achatado y pegado a la frente.
— ¿Lou? —susurraron del otro lado y entonces sentí una opresión tan fuerte en el
pecho que casi sentí como si me hubiesen metido la mano por dentro y me estuviesen
apretando aquel inútil órgano que allí reposaba: mi corazón. Me quedé en silencio
durante un largo rato a sabiendas de que me quedaba poco camino a casa de mi mejor
amigo—. ¿Louis? Por favor dime que estás bien... —susurró de nuevo aquella voz que
cada momento se me hacía más familiar y estaba a diario presente en mi cabeza. Yo
no respondí, no pude hacerlo porque me sentía como la mierda y temía,
lamentablemente, que se me notaran las lágrimas que derramaba de impotencia a
través de la voz—. Lou, por favor vuelve...Zayn me dijo que te gustaban los
hotcakes y, bueno, cociné un par para ti...les puse mucha miel y hasta arándanos a
uno ¿si te gustan los arándanos, verdad? —Preguntó de nuevo, hablando con rapidez y
entonces un sollozo silencioso se me escapó de los labios, reprimidos por el ruido
de la lluvia, cada vez más densa—. Está lloviendo muy fuerte...si quieres podemos
ir al parque y jugar con los charcos, me encantan los charcos —comentó y entonces
la voz quebradiza y patética se escapó de mis labios.
— ¿A-acaso parezco un p-puto mocoso que juega en-en charcos? —pregunté pretendiendo
ser borde, pero dándome cuenta de que no salía aquella potencia de siempre. Y
entonces vislumbré la casa a poca distancia, faltaba solo media cuadra.
—No, pero yo sí y mi mamá me regañará si voy solito y te va a regañar a ti por
dejarme ir solito —susurró como sonriendo y de pronto sentí calidez dentro mío, sin
embargo volví a atacarlo.
—Me importa una mierda —respondí entre dientes—. Tu maldita madre me importa una
mierda, y sobre todo tú me importas una mierda —no entendía por qué sentía tanta
rabia repentina, por qué le decía esa basura a él. Escuché voces de fondo,
ininteligibles, y luego Harry hizo el intento de volver a hablar, pero se escuchaba
entrecortado y tembloroso, como si...—. ¿Estás llorando? —pregunté apenas un poco
más sosegado mientras pisoteaba las plantas del patio delantero de Zayn para poder
subir las escaleritas del porche—. Detente, mocoso —ordené al mismo tiempo que
aplastaba la frente contra la puerta de entrada de mi mejor amigo—. Por favor ya no
llores...—susurré sin voz, sorprendido de aquella súplica que se había resbalado de
mis labios. No sabía qué más decir, no sabía qué más hacer. Harry me ponía
nervioso.
Le di un golpe suave a la puerta con mi cabeza, y entonces hice el esfuerzo por
escuchar los pasos apresurados de Harry. Abrió demasiado rápido y me fui hacia
adelante perdiendo el equilibrio momentáneamente, pero también quedando tan cerca
de él como me fue posible. Quise alejarme, pero no fui capaz de hacerlo. No al ver
aquellos ojos jade tan profundos y dulces, observándome con una palpable
preocupación.
—Te traje esto —dije en voz baja con debilidad mientras sacaba de mi bolsillo aquel
postre que había comprado inconscientemente para él. Harry lo agarró con cuidado y
entonces vi como se ponía de puntitas de pie para depositar un beso suave y limpio
en mi barbilla, seguido de una sonrisa, de esas sonrisas sinceras que solo le veía
soltar de vez en cuando a Zayn. Mi mano se aventuró hasta la muñeca de Harry, y
aunque mi rostro seguía inexpresivo y mis ojos lo escrutaban casi con obscenidad y
descaro, lo apreté con fuerza metiéndolo adentro de la casa de Zayn conmigo.
Y entonces fui consciente de que no estábamos solos. Mi respiración agitada se paró
en seco y mis ojos recorrieron la sala encontrándome con Liam sentado en el sofá.
Su cuello tenía mis dedos marcados con hematomas que comenzaban a ser cardenales, y
a su lado estaba Zayn con el rostro de la decepción clavado en la cara mientras su
mano acariciaba el cabello corto de Liam una y otra vez. Ambos me miraron un
momento y entonces sentí aquel pinchazo que había sentido cuando Harry me trajo los
apuntes y yo lo empujé y pateé sus cosas:
Culpa .
Apreté con una fuerza descomunal la muñeca de Harry, pero él no se quejó. Entonces
sentí como si su mano, más pequeña que la mía, intentara zafarse del agarre por un
momento así que lo solté, pero en ese instante casi doloroso, una calidez me
envolvió a mí la mano, como dándome apoyo. No quise mirar hacia abajo porque sabía
que era ese mocoso estúpido que estaba agarrándome así. Y me gustaba. Sentir el
calor que emanaba.
—No puedo creer que le hayas hecho esto a Liam —murmuró Zayn mientras se paraba
para enfrentarme, pero entonces el niño tomó una posición adelante a mi figura y
fue casi gracioso ver cómo encaraba a Zayn, de su misma estatura y tamaño solo para
protegerme a mí que medía diez centímetros más y tenía el doble de masa muscular.
Me hubiese reído a no ser porque al parecer había perdido aquella facultad hacia
tiempo.
—Y-yo creo que Louis no lo hizo apropósito —le respondió Harry mirando a mi mejor
amigo con fijeza mientras apretaba mi mano con más fuerza. Él estaba asustado, sin
embargo no se retiraba.
—Yo creo que Louis sabe exactamente lo que hace, Harry, no es un idiota —y por
primera vez presencié como mi mejor amigo estaba en mi contra. Levanté los ojos,
sin decir una palabra, sin poder realmente decir una sola palabra.
—No lo hizo a propósito, Zayn, él no es así —respondió como si me conociera, como
si estuviera seguro de lo que decía. Entonces se volteó y me miró fijo a los ojos—.
¿Verdad que no lo hiciste a propósito, Lou? —Preguntó, y apreté los labios
reprimiendo todo lo que sentía, tan solo me quedé mirándolo y entonces me apretó la
mano despacio, como apoyándome—. ¿Verdad? —preguntó de nuevo pero en un tono más
intimo, como si quisiera que solo yo escuchara. Y entonces, aunque al principio
sopesé decir que lo había hecho adrede, me di cuenta de que en el momento en el que
la ira me dominaba, no podía controlarme. No lo hacía apropósito...Harry estaba en
lo correcto y no yo.
—Lo lamento, Liam —dije y Zayn me miró fijo tratando de descifrar si estaba
mintiendo o decía la verdad. Estaban sorprendido, Liam y Zayn, pero Harry solo
sonrió como si estuviese orgulloso.
— ¿De verdad lo lamentas, Louis? Porque te juro que si mientes... —comenzó a
joderme Zayn y estuve a punto de estallar de nuevo, pero entonces Harry se le plató
de nuevo frente a la cara y lo hizo callar. Zayn solo suspiró y bajó la cabeza—.
Siento haberte tratado así, Lou.
—No me llames Lou —respondí—. Me voy a mi casa —agregué sin ganas para luego
zafarme de la mano de Harry con cuidado de no herirlo y le dirigía una mirada
prudente, intentando que sintiera cuanto...se lo agradecía. Él, por primera vez,
supo entenderme y solo me dirigió una sonrisa dulce de esas que, aunque no lo
admitiera, me encantaban.
Salí de la casa de Zayn casi a la hora del almuerzo y me fui a la mía. A la casa
donde vivían Karen, Cassie y Effy la mayoría del tiempo, y yo con poca frecuencia.
Apenas crucé la puerta pude sentir ese aire frio, oscuro y sombrío emanar desde las
entrañas más profundas de la casa. Era como si de pronto la humedad de la lluvia se
hubiera esfumado y sido reemplazado por aquel aire tétrico y fúnebre. Así era mi
casa, como un velorio. Como un entierro. Y yo era el principal cadáver.
Mi ropa estaba empapada así que a medida que me arrastraba hacia mi cuarto, iba
dejando un pequeño rastro mojado en el suelo de madera vieja y rechinante.
— ¿Louis, eres tu? —preguntó alguien desde la sala, por el aroma a alcohol y
cigarrillos, supe que era Karen, además de que la voz de ebria se notaba desde
donde yo estaba.
—Si —respondí sosegadamente mientras esperaba que ella hablara de nuevo, pero jamás
lo hizo, así que arrastré mis pasos por el pasillo hasta dar con la puerta de mi
cuarto.
Aquella puerta negra y llena de marcas, arañazos hechos con cuchillos y hasta mis
nudillos marcados con algo de sangre vieja pegada. El picaporte fue abierto desde
adentro y se me detuvo la respiración un instante, hasta que logré vislumbrar a mi
hermana mayor, Cassandra, dentro de mi cuarto. Sus ojos estaban rojos, como si
hubiera llorado y sin preguntarle nada, empujándola levemente, pasé.
Comencé a quitarme la ropa despacio y a secarme con una toalla grande el cuerpo los
restos de los lengüetazos que la tormenta me había dejando. Y su presencia seguía
allí, su fragancia a flores estaba impregnada en mi piel.
—No sabía lo infeliz que eras hasta que entré a tu cuarto —susurró ella con la voz
muerta mientras yo me ponía unos nuevos pantalones de algodón y ninguna camiseta.
Me tiré de espaldas en la cama grande que tenía y me quedé mirando el techo
mientras escuchaba como Cassie se sorbía los mocos y sollozaba en voz baja—. Nunca
supe cómo era que podías estar siempre de mal humor y ser tan agresivo y jamás fui
capaz de comprender por qué nunca estabas en casa con nosotras...nunca vi lo...roto
que estabas —murmuró con tranquilidad y yo seguí prestándole poca atención mientras
sacaba mi celular del bolsillo y miraba las fotos que Harry había sacado en la
noche mientras comíamos pizza y mirábamos películas. Todas eran mías, o al menos la
gran mayoría. Yo enojado, yo gritando, yo con cara de malas, yo sonriendo, yo
comiendo...y entre todas esas, una foto de él.
Estaba con la coronita de flores tan marica esa que siempre llevaba, de colores
lilas, mientras me miraba desde el suelo con una sonrisa gigante en la boca, que no
le cabía en el rostro. Sus hoyuelos se marcaban, sus ojos jade brillaban, y
estaba...feliz. Estaba hermoso, como siempre. Sonreí de lado cuando Cassie se secó
las lágrimas sin atreverse a mirarme y entonces me erguí acercándome a ella con mi
celular en la mano. Se lo puse en frente y ella miró la foto de Harry durante un
rato para luego observarme a mí, interrogante.
—Es bonito ¿verdad? —pregunté mientras una sonrisa autentica se me dibujaba en el
rostro. Cassie se sorbió de nuevo y entonces me miró con la ceja alzada—. Su nombre
es Harry y es un estúpido rematado, se mudó hace poco aquí, va a mi escuela —le
comenté sin esperar que ella dijera nada. Solo quería retribuirle la confianza que
tenía en mí y demostrarle que yo también podía hablar con ella. Que las
cosas...podían ser como antes, al menos entre ella y yo. Después de todo era mi
hermana mayor y debíamos tener una buena relación. Cassie miró de nuevo el celular
y luego mi sonrisa que, aunque lo deseara, no se me borraba del rostro.
—Es muy, muy bonito, Louis —comentó mientras sonreía de lado un poco y suspiraba.
—Sí, lo sé...deberías conocerlo —le sugerí en voz inaudible mientras guardaba de
nuevo mi celular en mi bolsillo y me tiraba de espaldas a mi cama, lejos de mi
hermana. Ella sonrió ampliamente y se inclinó hacia donde yo estaba.
— ¿Hablas enserio? —preguntó con felicidad y yo rodé mis ojos sintiéndome
exasperado.
—Si ¿por qué no? él es demasiado sociable, solo te aviso que también es
insoportable y un poco marica e inocente —me quejé sin realmente quejarme, jugando
con mis dedos y mirando el techo.
—Bueno, podrías llevarlo al restaurant mañana a almorzar —sugirió mientras su
sonrisa blanca y brillante seguía intacta. Se acomodó el cabello rubio detrás de la
oreja y sopesé la posibilidad de ir a almorzar con Harry al restaurant donde mi
hermana trabajaba. Era algo jodido, ni siquiera yo iba, pero...yo había dado la
idea de que lo conozca después de todo.
—Claro —respondí mientras cerraba mis ojos y me disponía a dormir.
Cassie se acercó a mí con cuidado y me besó la mejilla, acto seguido me tapó con
mis mantas y salió de mi habitación apagándome las luces.
Casi podía sentir sus huesos crujir con desgano. Casi podía oler la sangre que se
desparramaba por el suelo del salón de gimnasia. Era prácticamente sublime el
sentir mis nudillos blancos cada vez que mi puño impactaba contra su rostro.
Su nombre era Jack y era de los más conocidos en la escuela justamente por ser un
idiota del equipo de rugby que molestaba a los niños estúpidos mucho más pequeños,
físicamente, que él. Le encantaba meterse en dramas porque así todo el mundo lo
reconocía por ser el matón de la escuela. Le temían. Todos menos yo.
—¡Joder, basta, Tomlinson! —gritó suplicante mientras sentía cómo su mano cerrada
en forma de puño me atizaba en el labio. Casualmente en el mismo lado donde tenía
antes el piercing, aquel que tuve que quitarme gracias a otra paliza recibida por
culpa del mocoso de florecitas. La adrenalina me anestesiaba el dolor haciendo que
lo único que sintiera fuera aquel liquido rojizo, espeso y caliente, correr por mi
boca hasta mi cuello, manchando mi camiseta preferida. Me quedé quieto
furiosamente, delante del imbécil. Él me miraba suplicante mientras le estrujaba
con fuerza el cuello de su camiseta naranja haciendo que me prestara mucha
atención.
—Escúchame, maldito gusano asqueroso, y escúchame muy bien —vociferé con la voz
gruesa, sintiendo como si mis fauces se abrieran como las de un tigre rugiendo,
intimidándolo—. La próxima puta vez que hagas llorar a Harry Styles te juro que te
sacaré la mierda, una sola puta lagrima de sus ojos y te meteré un puto palo por el
culo hasta que te salga por la jodida boca ¿ENTENDISTE, PEDAZO DE MIERDA? —le
pregunté sin ánimo de sonar posesivo, entonces Jack, entre lágrimas de terror,
asintió efusivamente mientras estas le caían por los ojos. Yo me reí en su cara
durante un minuto al verlo—. Eres un maldito marica, no sé por qué te temen tanto.
Solté su ropa con algo más de fuerza solo para hacerlo impactar contra el suelo y,
luego de oír ese sonido seco, me largué.
Mi caminata era la de siempre, los pasos acentuados con mucha fuerza, resonantes y
vacíos, mis puños apretados moviéndose al compás de mi avance y mis ojos sin atisbo
de sentimientos aunque esta vez me había propasado. No solía golpear a los chicos
de la escuela dentro de ella, por el momento lo único que me faltaba para terminar
de ser fracasado era que me expulsasen. Ya era demasiado haber perdido dos años, no
quería otro más.
Al mirarme en el reflejo de las ventanas cerca del salón de artes culinarias, me di
cuenta de que mi cara tenía un par de manchitas de sangre por el pómulo y la
barbilla, mientras que mi camiseta de The Kiss estaba un poco rota en un costado y
también tenía sangre, pero en una mancha un poco más grande. Me pregunté si era mía
o del tipo.
—Mierda —murmuré mientras comenzaba a caminar con rapidez para llegar al baño de
hombres y poder limpiarme con cuidado, aunque no tenía ni puta ida de cómo me
sacaría la mancha de la camisera o aquella rotura leve. Mientras apuraba el paso
también me di cuenta de que mis nudillos estaban lastimados y con sangre. No tenía
ni puta idea de qué le diría al mocoso si me lo llegaba a cruzar. De repente, como
si lo hubiese invocado, apareció por la esquina cerca del baño sonriendo
dulcemente. Casi pude percibir que la luz del pasillo aumentaba.
—¡Louis! —gritó con efusividad al verme. Comenzó a correr hacia mí con sus malditos
hoyuelos perfectamente marcados y sus rizos moviéndose salvajemente. Mi sonrisa se
asomaba de a poco mientras él venía y tuve la mala suerte de olvidar la sangre, la
golpiza y todo lo demás. De pronto la mueca alegre del mocoso molesto se desvaneció
y sus ojos brillaron con incertidumbre, casi pude percibir el miedo. No entendía,
no le había hecho nada a él, por primera vez no lo había lastimado ¿¡Por qué coño
me miraba así!? Apreté los puños con fuerza dispuesto a romperle los perfectos
dientes, pero entonces escuché su respiración irregular, y cuando estuvo frente a
frente conmigo, ya dispuesto a pegarle, él apoyó sus dedos fríos en mi labio
inferior con cuidado, recordándome el dolor. Maldito imbécil. Estaba preocupado .
Por mí.
—Lou ¿qué te sucedió? —preguntó mientras daba un largo vistazo a mi ropa arruinada
y a la sangre que estaba en mi rostro y manos. Se asustó, estuve seguro por aquel
temblequeo constante de su cuerpo y por lo pálido que se había puesto.
No supe que responderle y la boca se me había secado. ¿Qué se suponía que iba a
decirle? Ni siquiera sabía cómo iba a reaccionar si le comentaba que me había
cargado al estúpido que lo molestaba. ¿Qué coño pasaba si se enojaba? Bien, eso no,
lo veía incapaz de enojarse, pero seguro se asustaría de mí. ¿Y si se alejaba? No,
eso no. No lo dejaría, joder, lo ataría para que no se fuera y le cubriría la boca
para que no gritara. Él no podía irse.
Sentí como el tacto de Harry se endurecía y un suspiro entrecortado escapaba de sus
carnosos labios justo en el momento que una brisa me pasaba por al lado. Al subir
mis ojos vi a Jack. Los ojos verdes de Harry se cristalizaron al instante,
congelados por el miedo.
El tipo me observó de soslayo y solo en ese momento fui consciente de lo que le
había hecho. Mierda. Tenía sangre brotándole de la nariz, la boca y una herida
abierta en el pómulo. Su rostro estaba demacrado, decrépito, mientras su paso era
tortuoso y lento.
Tragué duro y entonces, instintivamente, bajé mi mano hasta donde estaba la muñeca
de Harry y la apreté con fuerza, temiendo que se alejara. Él gimió de sorpresa o
quizás porque lo había lastimado, pero no se fue corriendo ni hizo el amague de
alejarse. Me acerqué a él lo más que pude y agarré su cara para que dejara de mirar
a Jack, y concentrara sus ojos aguados y oscuros, en mí.
—Puedo explicarlo —murmuré mientras observaba como Jack se alejaba a paso lento y
sus pies se arrastraban haciendo eco por todo el pasillo.
—Lou... —susurró Harry mientras recuperaba de a poco el aliento y me miraba
suplicante.
—Es un hijo de puta y te hizo llorar —dije con voz trémula mientras apretaba más
fuerte la muñeca de Harry y casi clavaba mis uñas en su rostro de porcelana.
El silencio fue su única respuesta y mi respiración se agitó de sobremanera. Sentí
como si estuviera por entrar en una crisis, pero entonces Harry se acercó a mi
pecho y apoyó su cabeza ruluda en él, rodeándome la cintura con los brazos y
escondiéndose del mundo, contra mi cuerpo. Sentí como si mi corazón latiera de
nuevo regularmente, latidos cortos, normales, como los de siempre. Cerré mis ojos
despacio y apoyé la barbilla en su cabeza, aspirando el aroma exquisito a flores
que despedían sus rulitos. Harry estaba tibio y me hacía sentir seguro, aunque
también intranquilo. No entendía su afán por acercarse a mí...pero sin embargo, lo
sostuve con fuerza, rodeándolo con mis brazos fuertes, apretándolo para que se
sintiera contenido. Para que sintiera cómo mi corazón golpeaba mi pecho de manera
en que casi se salía.
—Lou, vamos al baño —sugirió entonces con la voz amortiguada y yo tardé un poco en
reaccionar, pero finalmente lo solté del todo dejándolo a mi lado. Harry comenzó a
caminar conmigo y entonces abrí la puerta de una patada, pero sin ser demasiado
brusco. No quería asustarlo.
Harry me agarró la mano e intentó hacer que me sentara en el mueble de los lavabos,
pero antes de que siquiera lograra moverme un poco, yo lo agarré con fuerza de las
caderas, apretándolo fuerte, e hice que se sentara en ellos.
—¿Me vas a curar? —pregunté con el rostro demasiado cerca del suyo, tanto que
pareció deslumbrado durante un segundo. Asintió con delicadeza provocando que una
flor se desprendiera de sus rizos caramelo y cayera sobre su regazo. Sonreí de lado
mirando sus ojos jade y hablé de nuevo—. Si me vas a curar entonces tienes que
estar a mi altura y si yo me siento estaré aún más alto que tú...no vas a llegar a
mi rostro —le advertí mientras me acercaba apenas un poco más, tan solo para
comprobar su reacción. El aliento tibio de Hazz me chocaba con los labios y me
nublaba el juicio, pero estaba demasiado concentrado en el rubor de sus mejillas
como para hacer algo.
—¿Me alcanzas la toalla de manos que está adentro de mi mochila? —preguntó con la
inocencia pintada en la voz, haciéndome asentir como un estúpido a sus pies.
El agua fría era un poco más soportable cuando estaba en la toalla que Harry
sostenía contra mis heridas. Pronto sentí la sangre escurrirse y me sentí limpio.
Como si me hubiese pasado un poco de su pureza entre caricias.
Harry me miraba y sonreía con dulzura, entonces fui consciente de lo rosados y
carnosos que eran sus labios, de lo bonito que se veía cuando los movía de aquella
forma tentadora, casi provocativa. Noté sus ojos grandes y dulces, como transmitía
tranquilidad a través de ellos. Él me hablaba de banalidades mientras limpiaba mi
rostro, mis manos e intentaba quitarle la mancha a mi camiseta. Yo buscaba
escucharlo y hacer comentarios sarcásticos que Harry no entendía, pero lo cierto es
que me sentía hipnotizado por sus movimientos que le quitaban todo el protagonismo
a la charla. Era malditamente delicado, honestamente frágil, y al mismo tiempo
parecía irrompible. De pronto sentí que aquel baño sucio en la escuela de mierda
que tanto odiaba era el lugar más acogedor del mundo. Nunca había sonreído con
tantas ganas, nunca me había sentido tan libre y lleno de vida.
Yo estaba situado entre las piernas de Harry, perfectamente acomodado para que mis
ojos tan opacos y muertos, quedasen a la altura de los suyos, refulgentes. Su
sonrisa era la cosa más brillante que había visto en muchísimo tiempo y
probablemente la más real. Y lo mejor de todo, es que estaba siendo dedicada a mí,
solo a mí.
—Lou —susurró en voz inaudible y sosegada. Los vellos de los brazos se me erizaron.
—¿Qué quieres, mocoso? —pregunté intentando modular correctamente mi voz para que
no saliera como aquellos gruñidos que siempre soltaba.
—No me gusta que telastimen... —dejó de limpiar mis manos un minuto para mirarme
fijamente a losojos. Mi respiración se cortó un momento y tragué duro.
Bajé la cabeza, bastante avergonzado mientras una sensación de calor metrepaba por
el rostro y se revolvía hasta llegar a mi cabeza, era nueva yextraña para mí. ¿Así
se sentía cuando alguien se sonrojaba? Mis ojoscontinuaron clavados en el rostro de
porcelana de Harry. Se mordía el labioinferior insistentemente pero no se veía como
otras personas cuando lo hacían.No era provocativo, más bien era... adorable.Me
entraron ganas de reírme por lo patético que se veía pero solo sonreí delado
dejando que un suspiro se escapara de mis fauces entreabiertas. Harry se quedó allí
sentado de manera estática, y aproveché para deshacerme de suagarre y apoyar las
palmas de mis manos en el lavabo, una a cada lado de él,dejándolo atrapado entre
mis brazos. Ahora sí lo sentí removerse un pocoincómodo con las mejillas
sonrosadas. Joder que era lindo.
Sin darme cuenta, sin poder realmente detenerlo, mi mano subió como si tuviese vida
propia, y se alojó en su mejilla sin vacilar. El mocoso tenía la piel muy pálida,
como un copito de nieve, y aunque en ese instante recordé que el invierno y la puta
nieve entraban en mi lista de cosas que odio, su piel fue la cosa más digna de
recordar en el momento.
Harry se estremeció por completo al sentir mi mano tan dura y áspera apoyarse en su
rostro, pero solo inclinó su cabeza como un cachorrito mimoso, pidiendo más
contacto. Mis dedos se movieron despacio por la línea que iba hasta su mandíbula y
entonces el que se estremeció fui yo al rozar tan suavemente aquella piel que
parecía papel de seda por su suavidad tan extrema. Sus ojitos se cerraron dejando
que las pestañas largas y castañas se batieran apenas con modorra, como si
estuviese rememorando el momento aquel. Levanté su rostro con cuidado haciendo que
abriera sus orbes jade y me mirase fijamente mientras lo escrutaba de manera
enfermiza, clavando mis azules en sus verdes.
La respiración tibia de Harry contra mi boca era dulce, muy dulce y el sonrojo que
se apoderaba de sus pómulos, lo era aún más. Sin embargo ninguno fue capaz de
quitar aquel rostro de tensión, aunque yo estaba tranquilo y, por los latidos
calmos del mocoso, deduje que él también.
—Lou —me llamó de nuevo con su vocecita irritante y yo solo le respondí con un
asentimiento de cabeza exigiendo que me dijera lo que deseaba—. ¿Te duele aquí? —
preguntó mientras apoyaba su mano pequeña y delicada en mi torso.
Un dolor agudo me rompió la concentración y eso me obligó a alejarme con brusquedad
de él, poniendo aquella cara de odio que siempre tenía, como reprochándolo. Él no
se disculpó y mi mano derecha formó un puño dispuesto a golpearlo por tocarme la
herida del torso, pero entonces se bajó del lavabo, y aunque retrocedí, él se
acercó más sin miedo como siempre, para poder agarrarme de la camiseta.
—No me toques —le ordené mientras le daba un golpe seco y blando en la mano,
haciendo que desistiera. Suspiré con profundidad intentando calmarme y entonces me
quité la camiseta con facilidad, dejando mi torso desnudo frente a sus ojos.
Harry se quedó estático delante de mí y yo tiré mi remera al suelo sucio, sabiendo
que sería la última vez que la vería. Ni loco alzaría eso del sucio suelo del baño
mugriento de esta mierda de escuela.
— ¿Qué coño miras, mocoso? —le pregunté con retórica acercándome a él muy
amenazantemente, obligándolo a bajar su rostro, avergonzado.
—Y-yo...y-yo —tartamudeó con miedo mientras sentía su voz quebrarse.
—Deja de ser un marica y deja de llorar por todo, joder, me estás cansado con tus
estupideces de mocoso de kínder —repliqué hoscamente mientras le agarraba la muñeca
con fuerza y se la torcía, esto último sin desearlo. Él soltó un pequeño grito de
dolor y me miró a los ojos conteniéndose para lloriquear como un caprichoso que era
—. Anda, no llores —dije, y si no fuera porque no pido, hubiese pensado que
intentaba ser amable, de nuevo.
—Estás haciéndome daño —murmuró con la voz entrecortada. Reconocí aquel brillo que
se escondía detrás del miedo de sus ojos; preocupación. ¿Es que este niño no tenía
sentido de la supervivencia? Lo solté de a poco dejando caer su brazo pero
manteniendo la cercanía. Él tampoco hizo nada por alejarse.
—Mierda... —murmuré en voz baja respirando con irregularidad, y cuando pensé que el
mocoso saldría corriendo, se acercó a mí de nuevo con decisión. Levanté la cabeza
mirándolo fijo y rodé mis ojos—. ¿Eres masoca, mocoso? —pregunté, de nuevo con
retórica, pero entonces pude darme cuenta de cómo me miraba.
Se quedó un momento callado, tan solo clavando sus grandes ojos expresivos en mi
torso desnudo. Fijándose en cada músculo apenas marcado por el poco ejercicio que
hacia últimamente. Observaba cada arañazo, cada golpe y cada sutura que poseía,
pero por sobre todo miraba mis tatuajes. Tenía la mayor parte de los brazos
tatuados, las clavículas, un pectoral, el costado, el estómago y la parte baja de
la cadera. El mocoso parecía intrigado.
—Lou ¿Qué significa este? —y señaló aquel que me cruzaba por arriba del pecho, casi
yendo de un hombro al otro.
—It is what it is —le repetí aquella frase marcada con algo de obviedad—. ''Es lo
que es''.
— ¿Y a qué te refieres con eso? ¿Por qué te lo tatuaste? —preguntó con intriga y
eso me hizo parpadear varias veces. Nadie me había preguntado sobre mis tatuajes,
más que Zayn, y yo no había estado dispuesto a contárselo, sin embargo ahora quería
que Harry lo supiera.
—Que hay que aceptar las cosas como son, las que no pueden cambiar y no debo
amargarme la puta vida porque son así —respondí con seguridad mientras le dirigía
una mirada fugaz a aquel tatuaje. Realmente le tenía mucho aprecio.
—¿Y este otro de aquí? —esta vez señaló el número sesenta y tres que tenía sobre el
pectoral izquierdo. Había elegido aquel lugar por la cercanía con el corazón. Ahora
toda aquella significación me resultaba estúpida. Mordí el interior de mi boca y
dejé salir un suspiro pesado. Tragué duro sin saber cómo explicárselo a Harry,
apreté mis puños y hablé.
—Es la edad que tenía Celine cuando murió —mi voz era apenas audible. El niño miró
mi rostro esta vez, pero yo mantuve mis ojos pegados a la pared despintada y mohosa
del baño. Me sentía expuesto e incómodo, pero no deseaba que Harry lo notara.
—¿Celine? —la pregunta real estaba implícita;
¿Quién era? Una diminuta sonrisa melancólica se posó en mis labios. Esta vez lo
miré fijo para responder.
—Es lo más parecido a una madre que he tenido —di la charla por terminada allí
mismo. Harry entendió como nunca que realmente no deseaba seguir con el tema, pero
supe que iba a volver a preguntarme cosas más tarde así que le dediqué una sonrisa
momentánea para que estuviese tranquilo.
Salimos del baño con el paso lento. Él con su mochila llena de cosas y una pequeña
sonrisilla traviesa con hoyuelos, como las que solía tener. Mientras yo caminaba
despacio a su lado con las manos en los bolsillos, sin camiseta exponiendo mis
tatuajes y golpes, y el rostro serio como un muerto.
No avanzamos ni siquiera hasta la mitad del amplio camino de Merston cuando escuché
esa asquerosa y molesta voz chillona y severa. Era Marvas, la secretaria de la
rectora de la institución. Una mujer pequeña y regordeta, pero que gritaba como un
militar hablándole a un soldado raso.
— ¡Tomlinson, Styles! —Vociferó de repente a nuestras espaldas y casi pude oler el
miedo latente del mocoso mientras yo me volteaba blanqueando los ojos—. A la
oficina de la señora Rectora.
La orden en sí me dejó algo desorbitado y a Harry sin habla, pero de todas formas
caminamos con Marvas hacia donde nos decía. El mocoso temblaba a mi lado y tuve esa
imperiosa necesidad de apretarle el brazo y decirle que todo iba a estar bien, que
él no había hecho nada malo, pero me mantuve callado y con el semblante
inescrutable hasta que por fin llegamos.
La sala de espera de la oficina de la rectora era bastante parecido a cuando uno va
al dentista. Te sientas y ves a tu alrededor demás niños asustados, algunos a punto
de llorar mientras escuchas gritos del lado de la oficina. Yo estaba acostumbrado a
ver aquella blancas paredes y las plantas del color verde de las limas. Había olor
a papeles viejos y entonces escuché estornudar a Harry. Me volteé con rapidez
mirándolo indiferente y luego metí la mano en mi bolsillo de nuevo sacando un
pañuelo descartable y tendiéndoselo.
—Huele mucho —dijo apenado mordiendo su labio. Le sonreí de lado sin mucha
expresividad. Aún era complicado hacerlo tanto, pero con el mocoso me salía más
natural. Más fácil.
—Styles, Tomlinson, adentro —dijo Marvas abriéndonos aquella puerta del color del
café amargo mientras se sentía desde los bancos de espera aquel asqueroso olor a
coco que emanaba la oficina de la Rectora.
Harry entró por detrás de mí agarrándome el brazo imperceptiblemente, como si yo
pudiese hacer algo para protegerlo en ese momento. En teoría podía, pero no era
estúpido y no me convenía hacerme el loco con esa desagradable mujer.
Eliette Girard. Ese era su nombre. Una señora de unos cincuenta y tantos años con
el cabello muy corto y gris como la ceniza, siempre con un peinado moderno y que se
veía muy costoso, hecho en peluquería. Jamás la había visto sonreír, imperturbable,
excepto cuando era yo el que visitaba su oficina. Llevaba siempre trajes formales y
a la moda. Se vestía como abogaba y apenas le llegaba a rectora de una escuela.
Tenía un par de arrugas en el rostro que no solo le marcaban la edad, sino también
la amargura. La señora Girard era la autoridad máxima del Instituto. No había chico
que no le temiera a una visita en su despacho. Me reí al cruzar la puerta y me
dirigió aquel fugaz vistazo de siempre, recorriendo desde mis pies hasta mi cabeza,
suspirando con cansancio y desprecio. Siempre me miraba despectivamente.
—Una vez más, señor Tomlinson, se encuentra usted en mi presencia aun cuando el
alumno promedio me ha visto el rostro, con suerte, dos veces en toda su vida —
expresó con aquel irritante acento francés, tan marcado como horrendo—. Sin embargo
usted está aquí por cuarta vez consecutiva en lo que va del año.
Me senté en la silla delante de su escritorio y resolví jugar con el adorno de
bolitas que chocaban contra sí con un ruido irritante. Harry temblaba mientras
corría la silla con cuidado para posicionarse a mi lado. La regente se volteó
levemente observando al mocoso a mi lado y su rostro de espanto. Por primera vez vi
a Eliette esbozar una especie de extraña y maquiavélica sonrisa. Iba a asustar a
Harry.
—Señor Styles—saludó de aquella forma acusatoria mientras volvía caminando lento
hasta su gran sillón de jefa y aplastaba el culo en él pretendiendo ser mejor que
los demás.
—Buenos días, señora regente —el mocoso se escuchaba pequeño y apocado, abrazando
su mochila con fuerza como si lo fuesen a regañar por algo.
—Soy Eliette Margot Girard, y creo que no hemos tenido tiempo de presentarnos, pero
he estado leyendo tu historial de escuela —y entonces sacó uno de esos folios como
los que sacaba cuando comenzaba a joderme la vida a mí, con todo lo que había hecho
desde kínder hasta ahora. Rodé mis ojos y me crucé de brazos, tirándome cómodamente
contra el respaldo de la silla—. Sacaste sobresalientes en clases de arte durante
toda la primaria, también en la secundaria y ganaste un par de medallas en tu
escuela anterior por tus dibujos, al parecer eres un poco flojo en matemáticas,
pero jamás has reprobado ni una sola materia, nunca te han llamado la atención de
manera escrita ni han hecho citaciones a tus padre más que para felicitarlos por tu
rendimiento académico y conducta ejemplar —dijo con la voz amortiguada y con
devoción, como si fuera lo mejor del mundo, pero yo estaba pensando solo en que al
mocoso le gustaba pintar y al parecer bastante, quizás podría regalarle mi set de
pinceles y acuarelas. Yo odiaba el dibujo y toda esa mierda, era malo con las
manos.
—S-sí... —murmuró Harry avergonzado mientras mordía levemente su labio inferior.
Girard sonrió complacida con aquella extraña mueca de superioridad aún en el
semblante.
—Espero que sigas de la misma forma este año ya que es el último e imagino que
deseas buenas recomendaciones para asistir a la universidad ¿sí? —preguntó
levantándole una ceja al mocoso de manera amenazante. Me hirvió la sangre. ¿Acaso
estaba amenazándolo?
—S-sí, señora —respondió entrecortado el niño, entonces ella alzó su mano y le hizo
un gesto como si fuese un perro, para que se fuera.
—Eso es todo, Harry—culminó de manera poco cordial mientras me dirigía a mi aquella
mirada odiosa con sus ojos negros como el carbón. Resoplé todavía molesto y le
dirigí una mirada a Harry antes de que se levantara.
—¿Lou? —murmuró con aprehensión como si esperase que le dirá mi aprobación para
marchar.
—Quédate en la sala de espera —le ordené de manera poco amable mientras lo veía
cumplir. Se fue con paso agigantado y tembloroso, vacilante, escuchando por ultimo
un portazo despacio que anunciaba su retirada. En ese momento de soledad, a Eliette
le cambió el rostro amable y fingido por aquel lleno de acritud y desprecio. El que
siempre tenía.
—Ni siquiera voy a preguntar por qué estás sin camiseta, aunque voy a recalcarte
que los tatuajes te los debes cubrir para venir a clases y los piercings te los
tienen que sacar antes de entrar a la institución.
—Lo sé —subí los hombros sin darle importancia. Siempre me decía lo mismo, como si
fuese realmente a escucharla.
—Tomlinson —ladró—. Harry Styles tiene uno de los mejores promedios en la escuela,
un futuro brillante, no pudras a otra manzana como hiciste con Anthony y el resto
de tus amiguitos.
—No les puse una pistola en la cabeza para que se juntaran conmigo —me esforcé para
sonar aburrido. Sabía que eso la irritaba todavía más. Eliette dio un golpe seco en
el escritorio con el puño cerrado.
—Los obligó a unirse a su banda de rock.
—Punk —le corregí altaneramente mientras rodaba mis ojos.
— ¡Escúchame atentamente! —Vociferó de repente y yo le clavé los ojos—. Jack
Mordrake ha salido de la enfermería con tres dedos rotos, un esguince en el tobillo
y una fisura en el hombro sin contar los innumerables moratones y raspones que
tenía por el rostro y el cuerpo, dijo que habías sido tú el que lo golpeó —Jack
hijo de su puta madre, pensé. Me lo iba a tener que joder de nuevo.
—Okay ¿y qué con eso? —pregunté con indiferencia aceptando que era cierto todo
aquello, yo había magullado y pisoteado a Jack como una fruta en descomposición. Y
estaba orgulloso.
—Una más, Louis, una más y no volveré a pasar por alto tu comportamiento, no me va
a importar tu problemática familia ¿entiendes? Nunca vas a terminar la escuela y
será tu culpa.
—¿En serio cree que me interesa si me echan de ésta pocilga? —la furia se me
escapaba entre los dientes. Quería molerla a golpes. Puta francesa de mierda.
Se levantó de sopetón dándola vuelta por su escritorio hasta enfrentarme. Decidí
también ponerme de pie y a su altura mientras la desafiaba con la mirada. Nos vimos
allí, con la ira patente en los ojos oscuros, y entonces la puerta chilló
ligeramente abriéndose.
—¿Lou? —su voz. Su maldita y asquerosa voz mugrienta me hizo perder los estribos,
bajar la guardia y entonces, un poco cabreado, me di la vuelta dirigiéndome hacia
él. Me miró con sus ojitos llenos de incertidumbre y le hablé en voz baja, calmada,
porque sabía que él solo estaba...preocupándose por mí.
—Espérame en las escaleras fuera de la escuela —ordené, sin embargo se acercó a mí
hasta que el espacio personal de cada uno había sido totalmente invadido, creando
una atmósfera más íntima, olvidándose de que estábamos en la oficina de Eliette.
—¿Estás bien? —preguntó con inocencia luego de suspirar pesadamente. Logré fingir
una sonrisa no muy convincente mientras asentía con efusividad.
—Haz lo que dije, mocoso —le repetí con calma y lo empujé con cuidado lejos de la
puerta de la oficina de la regente, cerrándola luego.
Al volver a mi sitio, la hija de puta estaba sonriendo con los brazos cruzados en
el pecho, y supe que me tenía agarrado de las pelotas y estaba jodido.
—Una más, Tomlinson...un solo error más...y adiós a la recomendación de beca para
la universidad de Harry —me amenazó vulgarmente y solo pude apretar mis puños y
morderme la lengua.
¿Qué debía hacer ahora? Todo dependía de mí y me sentía como la mierda. Siempre
había sido el que no encajaba, no me interesaba si me daban ataques de odio en
plena escuela porque no me interesaba si me expulsaban o no, pero ahora había algo
en juego. No era mi cabeza la que rodaría sino la de Harry . No podía permitir eso.
Sí, detestaba al mocoso molesto con sus estúpidos hoyuelos y esa forma irritante de
hablar que tenía, no soportaba esos bonitos rizos y sus ojos claros. Lo detestaba,
pero no quería que mi mierda le afectara tampoco. Él era feliz pintando, me gustaba
verlo feliz, y la beca quizás era como una especie de felicidad infinita o alguna
mierda parecida que yo no entendía. No podía quitarle eso. No porque yo fuese
infeliz debía hacerlo infeliz a él.
Resoplé colérico, sintiendo cómo el veneno caliente me corría por las venas, y
antes de que la rectora pudiese decirme nada, asentí una sola vez, resignado.
7. Alone Together
-PoV Zayn-
Había muchas cosas que no lograba comprender de Louis, como el por qué era tan
impulsivo y dañino, no podía controlarse y terminaba las discusiones con los puños,
por qué jamás hablaba con nadie y se cerraba de esa manera insana y
autodestructiva. Aquel jueves que decidió saltarse la escuela y que Harry mintió a
su mamá para hacer lo mismo y quedarse con Louis en mi casa lo comprendí.
Liam había decidido no ir a la universidad el día de hoy mientras que yo también
quise quedarme al ver que ya eran tres contra uno. Le avisé a Niall que viniera,
pero él estaba ocupado intentando ligar con la nueva profesora de Historia de la
carrera que estaba estudiando y no quise meterme de lleno en ese terreno, ya
conocía a Niall y era la clase de chico que jamás tiene un solo amor. La mañana
estaba algo fría y húmeda ya que la noche anterior había lloviznado bastante y
aquel intenso aire fresco me caló los huesos en cuanto salí de la cama. Apenas bajé
a la cocina pude apreciar aquel retrato digno de ser visto, como en una escena de
película romántica, medio cómica y medio de terror ya que no había forma de que
Louis encajara en alguna de las dos primeras.
Harry estaba caminando de un lado a otro, escapándose del agarre de Louis que lo
perseguía insistentemente para robarle los caramelos que traía en los bolsillos,
aunque yo bien sabía que a Louis no le gustaba lo dulce. No era de comer chocolates
o masticables, él se limitaba a los cigarrillos y, si podía, a algo solido para
mantener el estómago lleno.
— ¡No, Lou, son míos! —se quejaba mi reciente amigo mientras escondía sus caramelos
entre aquellas manos pequeñas y hacía un adorable pucherito, muy parecidos a los
que yo le hacía a Liam cuando quería que me besara. Louis sonreía de oreja a oreja,
como nunca antes lo había visto, antes de la llegada de Harry a Doncaster. Se
posicionaba detrás del rizado y jugueteaba con sus manos, colándolas por un costado
o por otro, haciéndolo ponerse berrinchudo y riendo por ello. De pronto Louis
levantó la cabeza de golpe encontrándose conmigo parado en la puerta observando la
escena, y allí cambió todo. Soltó a Harry alejándose de él y cambiando su reciente
sonrisa por una máscara de odio, la que tenía siempre, a la que estaba
acostumbrado.
—Buen día —murmuré con dulzura mientras Harry se acercaba a mi sin inmutarse por
aquel drástico cambio en Louis. Era como si no se hubiese dado cuenta.
—Buen día, Zayn —saludó mientras me daba un beso en la mejilla con ternura, tan
típica de él. Era la primera vez que conocía a alguien como Harry, sin un solo
gramo de maldad en el cuerpo.
—Hola —saludó Louis mientras se servía una taza de café y prendía un cigarrillo a
sabiendas de que en casa no se podía fumar. Solía ignorar aquella regla con
bastante frecuencia.
Probablemente la escena se hubiera vuelto mucho más incomoda si no fuese porque el
timbre sonó en el momento exacto y entonces mi sonrisa se ensanchó. Era Li, por
fin.
Corrí hasta la entrada con todas mis fuerzas intentando no tropezar con mis propios
pies, cosa que era bastante difícil considerando que llevaba unas pantuflas de
perrito ostentosas, y en cuanto llegué, abrí de un solo tirón, encontrándome con
él.
Era, una cabeza, más alto que yo, el cabello corto como el de un soldado y los ojos
más sinceros y dulces que había visto, del color de la canela o el chocolate
caliente en invierno. Su musculatura bien formada estaba cubierta por una sudadera
gris que le quedaba perfecta y recordaba la noche en la que me la había puesto
mientras me besaba, para que no me enfriase. Sonreí de lado y casi pude sentir mis
ojos brillando cuando él me deslumbró con su propia sonrisa.
—Buen día, pestañitas —me susurró mientras echaba un fugaz vistazo hacia adentro y
se cercioraba de que nadie viera el momento exacto en el que me jaló del brazo y
sus labios entreabiertos colisionaron con los míos. Casi gemí de gusto al sentir su
lengua entrar en mi boca de aquella manera guarra y dulce en la que él me besaba.
Mientras mis manos se enredaban en su nuca, las suyas se posaban en mis caderas,
devolviéndome al cuerpo el calor que me robaba el frio. Nos separamos con lentitud
y mordí mi labio un poco volviendo a pararme bien ya que me había puesto de
puntitas de pie para poder alcanzarlo
—Me alegra que hayas venido —le confesé mientras lo hacía pasar a la sala y cerraba
la puerta detrás de mí para poder emprender el viaje corto hacia la cocina.
—Me alegra también, aunque me preocupan ciertas... cosas —murmuró y supe a lo que
se refería al momento. Louis.
—Tranquilo, está con Harry —y un suspiro de alivio se escapó de los labios de mi...
¿amigo con beneficios? No entendía muy bien que éramos.
Cruzamos la puerta del cuartito de cocina y Harry, como siempre, saludó
efusivamente a Liam mientras este le devolvía el abrazo con fuerza. Mis ojos apenas
se desviaron hasta donde Louis estaba y pude notar el fuego que destilaban sus
orbes, como si por su mente se pasaran mil y un maneras de destripar a Liam de una
sola estocada. Sonreí. Estaba celoso del pequeño rizado y era increíble ver que al
fin sentía algo.
—Hey, estaba pensando en que podríamos llevar a los chicos al lago Luna y
divertirnos un rato —ofreció mi Liam mientras sus manos grandes y ásperas se
perdían en los bolsillos de su sudadera. Louis frunció los labios en una mueca
molesta y entonces habló echando el humo entre sus labios.
—Hace un frio como para joderse, vete tú al puto lago y que se te haga hielo el
culo, yo estoy bien así —respondió con la voz potente y odiosa de siempre, entonces
Liam se adelantó unos pasos hasta él.
Siempre la misma basura con ellos dos. Liam y Louis, enfrentados, con los puños
apretados y sin probabilidades de que saliera ganando alguno.
—Lou, yo quiero ir al lago —murmuró Harry mientras se colocaba a lado de mi mejor
amigo y lo miraba con insistencia, hasta por fin lograr que él despegara sus orbes
de los de Liam. La sorpresa me embargó de momento dándome cuenta de que Louis, MI
Louis demente, enfermo y psicópata, había renunciado a un altercado con Liam solo
por Hazz. Una sonrisa amplia se me dibujó en el rostro y entonces me situé en
frente de Louis.
—Sí, vamos al lago, también quiero ir.
—Me importa una mierda —respondió hoscamente mirándome y apretó sus puños, una vez
más. Pude ver como Harry subía sus dedos hasta la camiseta de del ojiazul y lo
miraba suplicante. Harry torció gesto y lo miró a manera de reproche.
—Por favor —dijo alargando con énfasis la última vocal, transformando su voz en
aquella tonada melosa e íntima que usaba solo con mi amigo. Como si solo le hablara
a él, como si todo el mundo se le fuera en ello, como si Louis fuese el eje de su
propio universo reducido y privado.
Por su lado, mi amigo lo observaba con sus ojos azules muy abiertos, escrutándolo,
pero no lo miraba de aquella manera hostil que solía mirar a todos, sino que se
suavizaba y hasta casi parecía que llevaba cariño en ellos. Pero solo para Harry.
Louis solo cambiaba con Harry cerca.
De un instante a otro, Lou se volteó lentamente hasta que quedó cara a cara con el
niño de mi edad que tanto le molaba. Lo agarró, con un disimulo digno de estrellas
de cine, de la camiseta acercándolo más a él casi imperceptiblemente. Las mejillas
de Harry se prendieron fuego y parpadeó varias veces, nervioso. Liam me agarró de
la mano y apenas lo miré me sonrió con complicidad.
Doncaster era un lugar algo lúgubre, aburrido, sombrío, lleno de gente de mierda
que solo dañaba y lleno de miradas tristes, repetitivas, monótonas. Pero desde que
Harry había llegado, todo parecía iluminado por aura blanca. Su sonrisa amplia y
sincera, sus hoyuelos tiernos como los de un niño pequeño, sus movimientos torpes y
esa capacidad de reírse de sí mismo y hacer amigos con facilidad. Harry era la
inocencia y la pureza que a este pueblo le faltaba. Eso que nadie tenía.
—Bueno, ¿Qué tal si vemos una película? —sugirió entonces Liam, sacándome de mis
cavilaciones ensoñadas.
—Bien —aceptó Louis. Acto seguido se desapareció con Harry colgado a su alrededor,
yéndose para la sala.
—Oye —susurró entonces mientras se acercaba a mí y me acorralaba contra la encimera
de la cocina, mirándome a los ojos de aquella manera que me ponía a cien. Y es que
¡joder! Era un adolecente y tenía mis hormonas a flor de piel. Mordí mi labio y
observé sus ojos del color del café caliente, sintiendo el mismo calor en otras
partes de mi anatomía—. ¿Por qué tan callado? Pensé que de repente te habías
quedado catatónico —admitió mientras sus manos, tan grandes que asustaban, se
posaban sobre mis caderas, casi tocándome atrás con los dedos largos.
—Solo estaba analizando las cosas —murmuré en respuesta mientras acercaba más a
Liam dándole un tirón de su ropa grande—. Me gusta tu sudadera —admití mientras lo
miraba provocativamente.
—Te la regalaré, pero debes ponértela...—y se acercó a mi oído con parsimonia—...
sin nada abajo.
Mis mejillas se volvieron rojas como el fosforito y solté un suspiro entrecortado
sintiendo las manos de Liam bajar hasta mi trasero, apretándomelo para restregarme
contra su cuerpo, y sentí perfectamente su dureza contra mi cuerpo. Mis ojos se
cerraron y atrapé sin previo aviso la boca de mí... ¿amigo con beneficio, amigo, o
novio? Malditas dudas.
La lengua de Liam me penetraba la boca de una manera tan húmeda y sucia que sentí
mi corazón salírseme del pecho mientras me apretujaba entero contra la mesada y su
cuerpo. Me gustaba sentirme así de atrapado con él. Me ponía muy caliente. De
pronto se separó con un ruido húmedo de su parte y lamió mis labios, dejándome sin
aliento.
—Li...no hagas eso —le supliqué mientras lo alejaba e mi casi sin fuerza, riéndome
en voz baja. Él también rió y sentí mi corazón latir con rapidez. Liam era tan
hermoso. Y se había fijado en mí.
—Lo siento...extrañaba tus labios, nene —murmuró, todo en silencio para que no nos
oyeran desde la sala.
— ¡Joder, vienen o no! —el grito de Louis desde el sofá, nos hizo separarnos de
golpe, asustados, pero luego de comprobar que no había visto nada, nos arreglamos
un poco la ropa y fuimos hacia la sala.
Harry estaba hecho una bolita encima de Louis. Acurrucado como un pequeño bebé y
siendo acunado por mi mejor amigo que lo sujetaba con fuerza contra su cuerpo
mientras le susurraba cosas al oído, y entonces me carcomió intentar saber qué
cosas le decía para sacarle esa sonrisa a Louis y ese sonrojo natural a Harry.
Liam me empujó despacio para el sofá y nos sentamos un poco apretujados, aunque
había más espacio debido a que Hazz y Lou estaban juntos. Pronto, antes de la mitad
de la película, ellos se durmieron....así que aprovechamos con Liam para poder
besarnos a nuestro antojo, y él meterme mano por donde le placía.
Realmente adoraba a mi Li...tanto como Hazz adoraba a Lou.
-PoV Cassie-
El consultorio del Licenciado en psicología, Nicolas Bennett, se veía de un modo
diferente hoy. Me costaba concentrarme del todo en la charla mientras miraba las
fotografías de sus hijos, de su esposa, de sus mascotas y amigos, todas enmarcadas
en unos preciosos portarretratos y colocadas cuidadosamente en orden jerárquico
sobre su repisa de libros.
' 'Calipso : hoy hay sido peor. Ellas intentan agradarme, las detesto, solo quiero
que ambas se vayan con el hijo de puta de Charlie, quiero que vayan en un jodido
auto y se estrellen y quiero que mueran.
Sigo esperando que Karen se ahogue en alcohol o en su puto vomito mientras se
enferma de cirrosis. Ojala el tabaco la consuma por fin y deje de molestarme. No
entiendo por qué coño estoy aquí, aunque bueno...en realidad si lo entiendo, la
perra de Jay no me quería y tuvo que mandarme con esta familia o lo que intenten
ser, porque sinceramente no dan con el maldito perfil. Mi única familia era Celine.
La extraño.
¿Qué tal está todo con Balthazar? Espero que no te hayas follado a ese negrote sin
un poco de lubricante. Mi vida sexual va de puta madre, las mejores de la escuela
se mueren por mí, ellas realmente daría un puto riñón por chuparme la polla. Me
encanta. Me siento el puto dios del mundo.
Intenté suicidarme hace una semana. Tomé las pastillas de Karen, eran cuarenta y
cinco y finalmente bebí un poco de Vodka. Me desmayé y estuve dos días tirado en el
suelo.
Nadie lo notó, así que sigo jodidamente vivo.
No entiendo por qué aun.
En fin, espero que podamos vernos pronto. Quizás te cuente más cosas cuando vengas
a Doncaster.
Te odio, pero ojala vengas.
Saludos.
Tommo . ''
El doctor se quedó leyendo la carta una y otra vez mientras yo me mordía la uñas
esperando que dijera algo, pero al verlo absorto en sus pensamientos, continué con
los relatos.
—También tenía fotos en la caja...había una de Karen, otra de Charlie, otra de Effy
y mía, esas estaban casi irreconocibles, detrás de ellas escribió maneras de
asesinarnos indoloramente, y nos tachó los ojos y la boca...aunque también había
otras dos fotos, una de él con Celine, estaban abrazados y detrás de ella decía
''te extraño''... —murmuré con dolor palpable.
— ¿Y la otra?
—Era la de un muchachito con rizos y ojos verdes, muy guapo, aunque apenas llegó a
casa ese día y le hablé, me mostró otra foto del mismo chico...le pregunté quién es
pero no quiso decir demasiado, prometió que yo lo conocería aunque jamás me lo ha
presentado aun...tengo miedo de que esté alucinando o algo...
—Si tenía fotos de él no está alucinando... ¿has vuelto a hablar con tu hermano del
chico en cuestión?
—Claro que no, no soy suicida...Louis podría violentarse si no le gusta el tema y
no voy a arriesgarme a que vuelva a romper todo en la casa...
— ¿Le temes a tu hermano?
—Algunas veces...—susurré con pesadez bajando mi cabeza. El señor Bennett me miró
con insistencia y entonces, cruzando los dedos, suspiró.
—Quizás Louis debería venir.
—Preferiría sacarse las uñas con un alicate antes que venir —le confesé y clavé mis
ojos de nuevo en él.
—Explora su felicidad entonces, intenta hacerlo sonreír...
—Louis no sonríe, nada lo hace feliz... —le contesté exasperada mientras me
levantaba y tomaba la carta de Louis de sus manos, bruscamente. Acto seguido la
guardé con rapidez y me acomodé el saco—. Gracias por oírme, Nicolas, espero volver
a verte pronto.
—Hasta luego, Cassandra, tienes mi número si me necesitas ¿cierto? —asentí
efusivamente y salí del edificio solo para encaminarme hacia mi casa una vez más,
esperando que Effy estuviera dormida y mamá también, a sabiendas de que Louis no
dormiría en casa probablemente, casi nunca lo hacía de todas formas desde hacía ya
tiempo. Aun se me venían recuerdos del viejo hermano que solía tener.
Louis era un muchacho muy bueno, era amable y siempre tenía una sonrisa en el
rostro. Le gustaba la escuela y solía juntarse con algunos chicos que ahora ya ni
siquiera ve. Era cordial siempre con Charlie y Karen, aunque estaba acostumbrándose
a no ser nuestro hermano de sangre. Cubría a Effy si había hecho cosas malas, y a
veces, cuando era más pequeño, me hacía dibujos bonitos. No dibujaba bien, pero le
gustaba hacerlo y si eso le hacía feliz, estaba bien.
Celine buscaba a Louis casi todos los días, y los fines de semana se quedaba a
dormir con ella en su casa de campo en las afueras de la ciudad, Louis volvía feliz
después de esos días, y casi ni siquiera notaba la ausencia de Jay.
Y luego vino aquella noticia trágica, no recuerdo bien la fecha, pero Louis no
entendía demasiado lo que significaba ''un tumor en el cerebro que hizo metástasis
en el pulmón, provocando un cáncer''. Él era grande, pero no comprendía que Celine
estaba enferma enserio y moriría. No lo entendió hasta que un dos de febrero
sucedió.
Mamá se acercó a él luego de visitar a la abuelita de Louis en el hospital. Ella
lloraba y Louis no comprendía, pero entonces solo susurró: ''Tu abuela murió''. Él
se quedó en silencio. Un silencio tan abrumador y cargado de sentimientos que por
un momento pensamos que no había escuchado. Pero entonces se abrazó las piernas y
lloró en silencio, con vergüenza, como lloran los hombres.
Se acurrucó en el sillón llorando...y allí estuvo durante días, sin comer, sin
asistir al funeral de ella, sin visitarla en el cementerio...solo se encerró.
Y luego de un duelo de dos semanas...secó sus ojos para siempre. Y también su
corazón.
Estaba irreconocible. Era inhumano. Frio. Daba tanto miedo...pero no podíamos hacer
nada, cada vez que intentábamos hablarle él se violentaba y rompía jarrones,
platos, vasos y todo lo que estaba a su alcance. Con el tiempo nos acostumbramos al
nuevo Louis. Aunque jamás pudimos entender lo duro que fue para él perder a una
mujer que había sido su madre, su verdadera madre aunque no hubiese salido de su
vientre.
Las lágrimas se derramaron por mi rostro con amargura queriendo tener la fórmula
para cambiar algo, pero entendí pronto que jamás cambiarían. Que Louis no podía
cambiar.
Llegué a mi casa luego de las diez de la noche. Estaba agotada y me hacía muchísimo
frio, tanto que casi pensé que me congelaría en medio de las calles, pero por
suerte al entrar la calefacción estaba encendida a todo dar. Mi madre descansaba en
el sofá, como siempre hacía, y el olor a alcohol emanaba de sus poros. Casi quise
llorar pero no pude. Estaba segura de que Effy dormía, y quise cocinar algo antes
de hacerlo yo, pero entonces, mientras me quitaba el saco y lo colgaba en la
entrada, escuché susurros de la parte de afuera de la casa. Él había llegado.
—Lou, me voy a morir de frio, por favor... —aquella voz jamás la había oído y no
sonaba como las mujeres con las que mi hermanastro se acostaba. Sonaba
tan...brillante. Escuché un bufido de parte de Louis y luego los oí detenerse
frente a la puerta.
—Joder, cállate la boca, mocoso, eres jodidamente exasperante —y casi quise
reprocharlo por tratar siempre así a la gente. Me quedé esperando los pasos
apresurados que indicarían que la persona que lo acompañaba había abandonado en
lugar, pero solo escuché a mi hermano suspirar con pesadez y cambiar el tono de voz
—. No pongas esa cara, odio que lo hagas... —murmuró y casi pude percibir la
cercanía de los dos cuerpos.
—Lo siento... —susurró la voz pequeña y me aventuré a observar por la mirilla de la
puerta. Louis estaba delante de esta con un chico al que le sacaba una cabeza, era
pequeño y tenía una mata de rizos entre rubios y castaños, y aun en la oscuridad y
una puerta en el medio, sus hoyuelos inocentes se apreciaban en su totalidad.
—Deja de disculparte con todo —le respondió mi hermano y se quedó mirándolo a los
ojos de una manera tan increíble, que el corazón se me estremeció.
—Lo s... —volvió a decir pero entonces se detuvo y se rió y sentí como si miles de
campanillas se rompieran en el silencio, haciendo que todo se iluminara, pero
entonces, cuando pensé que no podía asombrarme más, pude apreciar en un primer
plano como mi hermano, mi hermano Louis, el que odiaba a todos y planeaba formas de
asesinarnos...se reía con la voz ronca. Se reía.
—Anda, mocoso, entremos pero debes prometerme que no vas a mirar a nada que no sea
yo ¿bien? —el muchachito con flores en el cabello asintió efusivamente y Louis se
dispuso a abrir la puerta.
Corrí espantada hacia otro sitio en el momento exacto que ellos cruzaban la sala a
toda velocidad y pude entonces darme cuenta de que aquel niño era el mismo de sus
fotos.
— ¡Louis! —grité inconscientemente y él se paró en seco haciendo que el muchachito
se chocara con su espalda y casi callera al suelo, pero entonces lo agarró con
brutalidad del brazo y lo mantuvo de pie. Los ojos de mi hermano se abrieron a más
no poder al verme allí parada y entonces tragó con dureza.
—Hola... —susurró el niño que lo acompañaba y mis ojos viajaron hasta él, con una
sonrisa tímida en los labios rosáceos y sus ojos del verde más claro y profundo,
abiertos con ternura.
—Hola, cariño —le respondí casi con un tono maternal mientras me acercaba a él para
saludarlo, pero entonces Louis lo empujó con disimulo detrás de su espalda ancha
impidiéndome el paso y dirigiéndome una mirada de advertencia, así que me quedé
quieta mirándolos un momento más y sonreí con timidez al niño—. Soy Cassie, mucho
gusto —y el niño intentó adelantarse a Louis, pero este lo retuvo con más fuerza y
brutalidad, de manera posesiva.
—Yo soy Harry, mucho gusto Cassie, que nombre tan bonito tienes —respondió con la
sonrisa patente en el rostro, imborrable.
—Vamos —apuró Louis de manera hosca mientras le agarraba la muñeca al chico y se lo
llevaba a las corridas a su cuarto.
Finalmente un portazo muy fuerte me advirtió que ni siquiera osara acercarme a
ellos una vez mas así que me quedé sola en la cocina, cenando sobras mientras
pensaba en cómo había actuado mi hermano, al que no le interesaba nada, como si
cuidar de que no tocaran al tal Harry fuese lo más importante del mundo, y entonces
una pequeña sonrisa se me dibujó en el rostro con la esperanza pintada en letras
grandes.
Harry...que bonito nombre. Qué bonito cambio.
-PoV Louis-
—Creí haberte dicho que no miraras nada —le dije con furia mientras daba un portazo
que casi rompía las ventanas. Harry se quedó en una esquina, esperando que la
penumbra desapareciera, pero no tenía ganas de prender las luces en ese momento.
—P-pero...yo no fui, tú te quedaste quieto y mi mami dice que no saludar a las
personas es de mala educación y yo no quiero ser mal educado... —murmuró con esa
vocecilla que hacía que se me rompiera el alma, la que pensé que no tenia, y me
quitaba el aliento haciéndome sentir culpable. Respiré un par de veces para
calmarme y entonces guiado por la escasa luz de luna que entraba por mi ventanal,
me acerqué a Harry que reposaba su espalda contra la pared de una esquina de mi
habitación. Sus ojos, grandes y hermosos, brillaban con luz propia, como si algo en
ese mocoso pudiera no ser perfecto...
—Bien....tienes razón, lo siento —murmuré con la voz ronca mientras subía mi mano y
acariciaba lentamente su mejilla derecha, recibiendo como contestación sin
palabras, su cabeza inclinada buscando más contacto. Hacía tiempo que tocarlo se me
volvía más fácil, y más placentero al mismo tiempo, y más aún porque él se dejaba
hacer todo. Él lo disfrutaba y me sonreía...y me llenaba.
—Lou, ya tengo sueño...mi mami dice que mañana tengo permiso de faltar a la escuela
—me dijo con una vacilación latente, insinuándome que nos quedáramos durmiendo.
—Eso porque no sabe que te escapaste hoy, mocoso...si se entera te colgará de los
huevos.
— ¡Louis! —se quejó por mi lenguaje, pero yo rodé mis ojos y me reí levemente.
—Bien, bien, lo lamento, solo hacía una observación o lo que sea —él torció el
gesto y me quedé como un imbécil mirando su boca rosada y gruesa, brillante como si
llevara eso que las mujeres se ponían para que le quedaran pegajosos los labios.
—Quiero dormir —volvió a decir y entonces asentí levemente mientras bajaba mi mano
de su rostro y lo obligaba a quedarse allí aplastado contra la pared.
Rebusqué en mi placar uno de mis buzos, el más grande que tenía, solo porque me
causaba morbo imaginármelo desnudo debajo de mi ropa. El rostro se me puso caliente
de golpe y sacudí mi cabeza disipando esos pensamientos de mi mente.
Volví con Harry al instante y le di aquella sudadera negra con la inscripción de
The Beatles en el medio, esperando que se la pusiera. Él se sonrojó de sobremanera
y mordió su labio poniendo sus piernas chuecas.
—Lou, no me mires, me da pena... —murmuró sonrojado y entonces me tiré en la cama
en silencio, fingiendo que no lo espiaba, pero en el momento que Harry se dio la
vuelta y se quitó la camiseta, me erguí de golpe observando su espalda pequeña y
sus brazos lánguidos. La palidez de su cuerpo no era enfermiza, más bien parecía un
precioso muñeco de porcelana, digno de ser apreciado solo por los ojos más buenos.
Y aunque mis ojos no eran los mejores, lo miré de todos modos.
Se tensó demasiado al sentir mi presencia contra su espalda, pero en vez de
voltearse pude percibir como cerraba sus ojos mientras yo exploraba con algo de
miedo su columna, trazándola solo con un dedo. La respiración del mocoso se
irregularizó y entonces me animé a pasar la mano entera, abierta, por su espalda
entera, deteniéndome de a poco cuando llegaba a la parte baja y moviendo mi mano
hacia adelante para tocar su estómago tan suavecito como el de un bebé.
—¿Lou? —susurró con vergüenza mientras me pegaba mucho más a su cuerpo y mi aliento
le rozaba la nuca. Mis ojos se cerraron instintivamente y me agaché un poco, solo
para poder estar a la altura de su cuello. No sabía qué coño estaba haciendo, pero
él no me detenía ni yo deseaba hacerlo.
—Shhh... —susurré y entonces mis labios probaron su piel de cristal.
Harry hizo su cabeza hacia un costado mordiéndose los labios mientras reprimía un
suspiro que supuse era placentero. Mis ojos se apretaban con fuerza mientras mis
manos le agarraban la cadera casi posesivamente, moviéndolo contra mi cuerpo. La
piel de Harry era suave, demasiado suave para ser tocada por alguien más, demasiado
suave para que alguien más la besara.
Lo apreté un poco más mientras mis labios descendían de su cuello a su clavícula y
seguidamente su hombro. Los sonidos que el mocoso dejaba escapar de sus labios, me
ponían a cien y no supe si lo que hacía estaba mal o no. Simplemente no estaba
pensando. Simplemente...quería acariciarlo.
—Lou... —casi gimió mi nombre y supe que tenía que detenerme si no quería más
problemas. Y con la cabeza hecha un lio y confundido a más no poder, le di un
último beso en la nuca, provocándole un estremecimiento fugaz.
—Hora de dormir —murmuré casi con excitación y agarré la sudadera, poniéndosela
delicadamente para taparlo—. Quítate el pantalón, en un momento te arroparé —sugerí
mientras me escondía de su mirada en la oscuridad. Él solo asintió con mutismo y
casi corrí a mi baño personal, sintiendo que todo me daba vueltas.
La luz del baño era demasiado potente para todo lo que quería ocultar, pero allí
estaba, latente en mis ojos, en mis pupilas dilatadas, en mi boca húmeda con sabor
a su piel, en mis manos que quemaban bajo su estomago. Allí estaba eso que tanto
quería ocultar, aquello que me asustaba: el deseo.
Me mojé el rostro sintiéndome estúpido y quise volver con él en ese momento y
terminar de hacer todo lo que pensaba en mi mente, pero supe que era incorrecto,
por más de que Harry soltara suspiros, su respiración se agitara y su corazón
golpeara su pecho con tanta fuerza cuando lo tocaba. Eso estaba mal ¿verdad? Estaba
mal...no podía ser que mi soledad estuviese siendo profanada, por ese mocoso hijo
de perra con aroma a jazmines silvestres. No podía ser que disfrutara mas estar con
él que estar en soledad. No podía ser que quisiera que estuviéramos solos...pero
juntos.
-PoV Louis-
Aunque las cosas cambiaran siempre iba a ser lo mismo. Aunque ya no estuviera tan
triste, siempre sería infeliz. Aunque él hubiese aparecido, sabía que en algún
momento debía irse. Después de todo, las cosas tienen un ciclo. Un comienzo y un
final. ¿Por qué no tenían un final mis desdichas? Simplemente por el momento no
llegaba a comprenderlo.
Día a día me despertaba a la misma hora y sentía aquel vacío en el pecho. Como si
fuese un invierno eterno el que me asechaba de manera tan hosca. Estiraba mi cuerpo
sintiéndome flácido, como muerto. Como un simple animal. A veces desayunaba una
tostada y si tenía suerte Cassie o Effy me dejaban un café medio frio en la mesa. A
veces nadie se ocupaba y debía desayunar un cigarrillo y desearme a mí mismo buena
suerte.
Los almuerzos en mi casa siempre eran en soledad. Cassie trabajaba todo el día y
Effy tenía doble jornada en la escuela, mientras que Karen estaba demasiado ebria o
demasiado cansada para hacerme compañía. De todas formas casi nunca había cosas que
comer más que pizza congelada o algo enlatado. Así nos manejábamos allí, es por eso
que me gustaba tanto quedarme en casa de Zayn. Él siempre tenía comida en el
refrigerador, comida deliciosa y jugo fresco. Y casi siempre estaba allí para darme
charla sobre algo sin interés mientras almorzábamos.
Y luego ya no quise seguir pensando en mis días. Entonces me senté en el suelo de
mi habitación abrazándome las piernas. Tenía puestos solo mi bóxer y me temblaban
las extremidades. No supe si era por el frio del ambiente o porque mi cuarto se
sentía mucho más pequeño y poco acogedor sin Harry allí. Estiré mi mano hacia
debajo de mi cama y saqué aquella caja. Mi caja. Mi caja oscura llena de odio. Y no
podía creer lo que estaba a punto de hacer, iba a hablarle a ella de nuevo. Tenía
que escribirle, tenía que decirle que la necesitaba para endurecerme. Porque la
extrañaba, la extrañaba demasiado a mi lado.
Tomé la vieja lapicera negra que reposaba en una esquina de la cajita y también los
papeles amarillentos y ajados que allí guardaba. Me temblaba el pulso, pero seguí.
' 'Calipso : las cosas han estado fatales en el último tiempo. Jamás pensé en que
querría volver a verte, pero necesito que vuelvas a Doncaster por un tiempo,
necesito que estemos juntos y necesito que me ayudes a volver a ser quien era. Me
siento perdido. Jodidamente perdido. Estoy asustado sobre muchas cosas que es
difícil escribir, pero no hablamos hace tanto tiempo que se me adormecería la mano
de tanto relato vano. Tú nunca lo entenderías de todos modos.
Ha aparecido alguien. Me ha dado vuelta todo lo que yo creía, y he estado
bloqueando la mierda que siento dentro mío por esa persona, pero llegó el punto
exacto en el que no puedo solo. Necesito tu ayuda. Jamás pensé verme tan
jodidamente vulnerable de nuevo, pero aquí me tienes...rindiéndome de nuevo a tus
pies...
Necesito que saques a Harry de mi camino.
Louis''
Tan pronto como escribí aquel último punto de la frase, subí mi cabeza hasta la
ventana mirando el día. Estaba soleado, sin embargo yo tenía frio. Subí mis manos
hasta mis ojos para desperezarme por completo y fue entonces que note aquel líquido
salado escurriéndome por los parpados.
— ¿Pero que coj...? —ni siquiera termine la frase en cuanto descubrí que allí,
encerrado entre cuatro paredes, estaba llorando.
Yo no lloraba. Había aprendido que la sal de mis lágrimas no acallaba los dolores
de mi alma. Había aprendido que si lloras entonces te ves débil y la gente te trata
con lástima, y lástima era lo que menos necesitaba en mi vida. Había aprendido a
que si no te salvas solo, a nadie le importa tres cojones tu miserable existencia,
aprendí que el ser humano es egoísta y autosuficiente. Aprendí que la sociedad
juzga te juzga por lo que llevas puesto, por tu manea de hablar, de caminar, se
burlan de tus risas si eres escandaloso y te tachan de amargado si no te ríes
demasiado. Aprendí que el dinero importa si quieres estar en un buen círculo
social. Aprendí que si la vida te da la espalda, te la follas por el culo. Pero
todas aquellas cosas que había aprendido se me iban desdibujando de a poco, desde
que él había osado meterse en mi vida de mierda.
Harry me había enseñado que estaba bien reírse en voz alta y que los demás te
oyeran, porque así suponían tu bienestar, tu felicidad y entonces era mucho más
fácil llorar en silencio y con alguien de confianza. Porque Harry no me parecía
débil cuando derramaba lágrimas, me parecía frágil, REAL. Parecía una persona común
y corriente pero con todos los extras que se pueda tener.
Me enseñó que nadie puede burlarse de ti o hablar a tus espaldas sin tu
consentimiento, aunque lleves una estúpida corona de flores y seas jodidamente
marica, seguías siendo una persona, y merecías ser tratada como una.
Me enseñó que la calidez no solo se encuentra en los días de verano o en una tarde
soleada en primavera. Que no se halla solo en una estufa en el invierno y en una
frazada en otoño, sino también en un abrazo simple, en unas palabras, y hasta en un
pequeño gesto de amabilidad.
Me demostró que no hacía falta ser una piedra dura e impenetrable para ser
completamente fuerte. Porque él debía enfrentarse día tras día con los idiotas de
la escuela y hacerles ver que aunque llevara flores en el cabello y hoyuelos en su
sonrisa, seguía siendo capaz de pararse delante de ellos y pedirles respeto. Porque
el mocoso imponía presencia, como irradiaba luz.
Entre cavilaciones demasiado grandes para una cabeza tan pequeña como la mía, sentí
sonar mi celular en el bolsillo del pantalón que estaba usando la noche anterior, y
con un poco de pereza, me dispuse a agarrarlo, encontrándome con la pantalla
iluminada con su nombre y una foto de él en la primera vez que nos juntamos en casa
de Zayn.
Una sonrisa autentica se escapó de mis labios casi imperceptiblemente mucho antes
de que pudiese pensar en borrarla y entonces atendí.
—Hola, mocoso —saludé con los ánimos bajos y las esperanzas altas. Porque Harry me
daba aquello que nadie me había dado: ganas de seguir. Y eso...me asustaba.
—¡Louis! —respondió con su típica efusividad al hablar y casi pude verlo saltando
de un lado a otro en su habitación, regando florecitas por todas partes.
—¿Qué sucede? —pregunté con confianza mientras me acostaba en el suelo y miraba al
techo lleno de manchas negras de humedad. Debía pintar.
—Lou, prometiste que me llevarías al lago cuando hiciera buen tiempo y hoy hay
mucho sol y-y-y le pedí a mi madre que dejara quedarme contigo hoy, y ella dijo que
sí, pero que debías venir a almorzar con nosotros primero porque ella está súper
emocionada y todo eso, dice que quiere conocer a mi primer amigo a fondo y cosas de
madres —y el mocoso habló tan rápido que me fue un poco complicado seguirle el
ritmo.
— ¿Tu padre está en casa? —pregunté a sabiendas de que no quería cruzármelo, era
muy obvio que a él no le agradaba, aunque a Anne si y ni siquiera había hablado
conmigo.
—No, salió en un viaje de negocios y vuelve después del fin de semana —contestó
emocionado y contagiándome aquello a mí sin darse cuenta. Me reí en voz alta y con
un ágil movimiento me levanté del suelo sopesando la posibilidad de estar de buen
humor un día. Por él.
—Bien, iré, pero debes prometerme que no te vas a tardar nada para que podamos
escaparnos rápido, me incomoda un poco estar cerca de tu madre...es extraño —
murmuré lo último con desconfianza mientras buscaba ropa para ponerme luego de
ducharme.
— ¡Gracias, Lou! —Gritó riéndose mientras me metía al baño y abría la ducha—. Eres
el mejor —susurró y casi pude sentir sus mejillas sonrojándose. Rodé los ojos y me
reí levemente.
—Anda, ve y a bañarte y prepara en bolso con ropa para meternos al lago, toalla y
demás mierdas que necesites.
—Si sigues diciendo mala palabras mi mamá no me dejará juntarme contigo.
—De todas formas lo harás —concluí mientras me quitaba la última prenda que tenía y
escuchaba su voz dulce del otro lado de la línea.
—Si... —susurró pícaramente—. Nos vemos en un rato, Lou.
—Adiós, mocoso —murmuré, acto seguido oí el sonido de la línea al cortarse y me
metí en la ducha.
Mientras el agua se deslizaba con pereza por mi cuerpo, recorriendo cada recoveco
tatuado que tenía en el cuerpo, continué mis pensamientos con más claridad luego de
escuchar su voz. Porque Harry tenía la voz más pura y tierna que había oído, casi
parecida a la de mi hermana menor, solo que ella no hablaba demasiado y era más
bien tétrica.
Tenía una vida de mierda, una familia de mierda, y un pensamiento de mierda, pero
sería hipócrita no admitir que Harry había cambiado muchas de esas cosas.
Él era un niñito bien, de clase media y con unos padres ocupados la mayor parte del
tiempo, pero que amaban a Harry de una manera la cual yo solo podía soñar y él
trataba de incluirme en esa vida. Él era conmigo como nadie jamás lo había sido.
Porque no me temía, aunque si me hubiese conocido en el antes de la muerte de
Celine y el ahora, probablemente sí lo haría.
De pronto comencé a pensar en su sonrisa, en sus ojos verdes...y como si la cosa no
pudiese ser peor, comencé a pensar en su cuerpo. En su abdomen plano y suave,
cálido, en sus piernas perfectamente moldeadas, en sus muslos tersos que había
tenido el tupé de acariciar mientras dormía en la noche. Sentí un retortijón en el
estómago y, aunque hubiese querido, no habría podido parar lo siguiente. Comencé a
sentirme duro, me dolía y pensé en masturbarme solo para calmar las ansias que
tenia de sexo, hacia bastante que no follaba y eso me ponía nervioso. Quizás por
eso me había puesto duro. No podía haber sido Harry.
Bajé mi mano hasta mi miembro duro y erecto y comencé a acariciarme, cerrando los
ojos y pensando en unas grandes tetas. Sí, eso ayudaría. Pero entre pensamientos
lujuriosos sobre mujeres con las que probablemente ya me había acostado, se me
cruzó el mocoso. Sus ojos verdes. Y moví más rápido mi mano intentando disipar esas
imágenes, pero eran más recurrentes si intentaba pararlas. Luego vino lo peor,
imaginármelo debajo mío, sudado, indefenso, desnudo, y casi podía sentir el clímax
llegándome. Gimiendo con esa vocecita dulce y amable, el calor entre sus
piernas...ugh, el calor dentro suyo. Y sin previo aviso, con aquella imagen sexual
que probablemente nunca podría borrar, me vine.
Abrí mis ojos con la respiración agitada y mi pene reposando flácido en mi mano.
—Mierda —susurré mientras le daba un golpe seco a los azulejos de la ducha con mi
frente.
Me había masturbado pensando en Harry.
Mierda.
Mierda, mierda, mierda. ¿Qué coño había hecho? Los pensamientos me torturaban de
manera continua mientras me vestía frente al espejo esperando que se me borrara lo
que acababa de hacer. Es que no era jodidamente posible. No era posible que me
hubiese corrido tan fuertemente solo por haber pensado en el mocoso. Era como si mi
mente hubiera elegido qué pensar. A quien pensar.
—Coño, Louis ¿Qué acabas de hacer? —murmuré para mí mismo mientras me ataba los
cordones de las zapatillas casi al mismo tiempo en el que me miraba en el espejo de
mi cuarto. Llevaba ropa poco ostentosa. Apenas unos jeans negros, sin cinturones de
tachas ni ningún otro elemento pesado. Una musculosa que simulaba que sus mangas y
cuello habían sido arrancados, de color negra también. Sonreí de lado. Mierda, me
veía bien. Los músculos se me marcaban más con lo que llevaba. Decidí quitarme el
piersing de los labios, el de la nariz y el de la ceja, para prevenir pérdidas o
arrancarme un pedazo de piel mientras nadara o hiciera algún movimiento brusco.
Tomé mi celular una vez más y marqué un número en específico. No me emocionaba
hablarle, pero tampoco tenía muchas opciones. El tono de espera sonó un par de
veces antes de que él atendiera con la voz confundida, y es que no tenía mi número
y probablemente le causaba cierta extrañeza atender un número desconocido.
— ¿Hola? —susurró saludando con inseguridad. Yo rodé mis ojos mientras preparaba un
bolso con toallas, traje de baño, un poco de buena música, cigarrillos y demás
cosas que pensé que serían necesarias.
—Marica, soy Tommo —avisé tirándome en la cama de espaldas y mirando el techo. Me
sentía con algo de modorra.
—Oh, hola —saludó con un poco de menos efusividad de la esperada. Resoplé con
molestia y luego me erguí, terminando sentado—. ¿Qué necesitas? —preguntó,
entonces, con seguridad y tomando aquel tono hosco que siempre teníamos el uno con
el otro.
—Un favor —avisé mientras me prendía un cigarrillo y fumaba lento, expulsando el
humo placenteramente fuera de mi cuerpo.
—¿Qué clase de favor? No voy a ayudarte a hacer ninguna de tus mierdas turbias en
las que siempre estás involucrado, sabes que detesto meterme en problemas.
—Cállate la puta boca y escúchame —me exasperé, pero luego recordé que si quería
algo del puto del Tanque, tenía que ser ''amable'', como el mocoso me había
recomendado—. Necesito que me prestes tu Cadillac —pedí con el tono más sosegado
que pude, tanteando el terreno de él. Sabía que su preciada camioneta era lo que el
Tanque más amaba y no tenía muchas esperanzas en que me la prestara, pero no perdía
una mierda por intentar.
—Ni de puta broma, no colaboraré para que te termines follando a alguna puta en la
parte trasera de mi bebé —y mi mueca se endureció un poco pero sin perder los
estribos.
—Vete a la mierda, ¿tu bebé? ¿Estás enfermo o qué coño contigo? —comencé a
alterarme—. No quiero tu puta camioneta para follar, quiero llevar a Harry al lago.
—¿Harry? —preguntó en un susurro y rodé mis ojos. Genial. Lo que me faltaba. Que se
burle.
—¿Tienes algo qué decir, idiota?
—No, no... —y al contrario de lo que pensé, en vez de reírse en mi puta cara, sentí
como si sonriera con algo parecido a la gratificación—. Claro, dime dónde estás, te
paso a buscar y me llevas a la casa de Zayn, yo me quedo con él y luego te dejo mi
Cadillac.
—¿En serio? —alcé una ceja, desconfiando. Había sido demasiado fácil—. Anda, ¿Qué
quieres a cambio?
—Que cuides mi puto Cadillac, Tommo, porque si algo le pasa te juro que te cortaré
los huevos, los herviré y se los daré de comer a tu perro.
—No tengo un perro —provoqué a punto de reírme de pura burla.
— ¡Pues te compras uno! —se desesperó y me levanté de la cama.
—Te espero en la esquina de mi casa, Tanque —le murmuré y colgué el gran bolso en
mi hombro.
—En diez estoy allí, Tommo.
Y sin despedirnos, cortamos el celular. Comencé a bajar las escaleras hasta donde
estaba Karen y aunque no quise molestarla en su interesante tarea de embriagarse
hasta desconocer el mundo, tuve que hacerlo para pedirle dinero porque estaba seco.
Y no quería decirle que no a nada al mocoso hoy.
Me paré en frente del televisor ya que ella hacia como si no estuviese presente y
entonces me dirigió una mirada fugaz, sonriéndome con un cariño que jamás había
visto, que no recordaba.
—Hola, pastelito —me saludó y yo bufé por ese irritante apodo.
—No me llames así. Necesito dinero —dije sin saludarla mientras buscaba su
billetera por algún lado. Ella me agarró del brazo y sentí una corriente eléctrica
que me estremeció entero. Hacía tiempo que no sentía la piel de Karen. Era suave y
tersa, aunque fría como los mil demonios.
—¿Puedes decirme para qué, cariño? —preguntó con suavidad mezclada con ese
asqueroso aroma a alcohol que emanaba de sus labios. Hice cara de asco y la miré a
los ojos. Karen tenía los mismos ojos que Cassandra, del color de la caoba, eso
sumado a una mirada sincera y perdida.
— ¿Para qué quieres saber? —pregunté hablando con la voz trémula.
—No quiero saber que te estoy dando dinero para alcohol o drogas... —y su
preocupación podría haber sido evidente si no fuera porque estaba tirada en el sofá
con una copa de vino a lado y un cigarrillo en la mano.
—No me drogo —murmuré. Al menos ya no. Pensé—. Y el alcohol te lo dejo a ti que lo
tienes bien manejado —y supe que si Harry me habría escuchado me estaría regañando
por haber sido insensible y cruel con ella. Pero no me importaba. Él no estaba
allí.
—Está bien... —susurró con la voz apagada, con decepción, como si realmente la
hubiera herido. Tragué con dureza y apreté los puños sentándome bien a su lado un
momento.
—Es para comprarle a Harry lo que me pida —contesté con los ojos pegados al
televisor sintiendo mi rostro arder.
—¿Harry? —preguntó con emoción en la voz mientras abría su billetera y sentía sus
ojos café pegados a mi cara.
—Es...un amigo —aclaré mientras tronaba mis dedos con nerviosismo—. Le prometí que
lo llevaría al lago hoy y eso haré, pero no tengo puto dinero. Apenas consiga te
devolveré cada maldito centavo.
—No hace falta —susurró con voz... ¿dulce? —. Toma, cielo...espero que te alcance,
es lo único que tengo —y cuando me dio los veinte dólares se los recibí sin
mirarla. Me levanté del sofá con brusquedad y guardé los billetes en el bolsillo
trasero de mi pantalón mientras recogía mi bolso. Tragué duro y volví a mirar a
Karen. Ella sonreía ampliamente, como hacía mucho que no la veía sonreír, así que
me di la vuelta sin decir nada y comencé a caminar rápido hasta la puerta.
—Diviértete mucho, Boo —y me paralicé ante la mención de aquel sobrenombre cariñoso
que ella me decía. Cerré fuerte mis ojos sintiéndome mal y salí con rapidez
comenzando a correr con el bolso a cuestas para despejar mi mente un rato. ¿Por qué
coño tenía que llamarme así de nuevo? hija de puta. Maldita borracha hija de puta.
Un bocinazo me sacó de mis pensamientos y me vi en medio de la calle con una gran
camioneta a punto de chocarme. El brillante color negro del Cadillac Escalade del
Tanque, me nubló la vista. Joder. Era precioso. Que pedazo de carro.
— ¡Sube, maldito marica! —gritó con la ventanilla baja mientras se colocaba las
gafas de sol sobre la cabeza a modo de vincha. Caminé con el bolso a cuestas y abrí
la puerta sintiendo el agradable aroma a auto nuevo que siempre tenía su camioneta.
Era muy cuidadoso con ella.
—¿Y Harry? —ella se volteó inmediatamente mientras ponía la mesa y me observó fijo.
—Está arreglando sus cosas, lo mandé a arriba para poder hablar contigo de ciertas
cosas —murmuró en voz baja mientras se me acercaba. El aliento se me cortó por un
momento y tragué duro. Mierda. Esperaba que Harry no le hubiera contado de la otra
noche.
—S-si —tartamudeé y me sentí idiota. Yo no hacía esas cosas.
—Bueno...ven, siéntate —me ofreció corriendo una silla de la mesa y sentándose ella
en otra, delante mío. Yo tomé asiento con inseguridad y se me cruzaron mil formas
distintas de escapar de la casa en ese momento, pero entonces sonrió con dulzura,
como las madres lo hacían.
—¿Algo está mal?
—Oh, no cariño, todo lo contrario —dijo negando levemente con un movimiento de
cabeza y entonces el alma me volvió al cuerpo—. Es solo que es tan extraño ver a
Harry así por una persona...por un chico —y dijo aquello en voz baja—. Sé que Harry
aparenta ser muy seguro de sí mismo y alegre, pero es porque eso le han enseñado
toda la vida en casa, su padre siempre le dijo que nadie debe verlo sufrir, y a
veces parece que no lo hace, pero oculta todo detrás de sus caprichitos de niño
malcriado...Harry fue criado en una burbuja...no conoce nada de la vida, las cosas
malas, no las conoce...pero desde que llegó a Doncaster dice cosas como
revelándose, como si se diera cuenta de la vida que hay detrás de la caja de
cristal en la que lo hemos escondido...y cada vez que dice esas cosas, cada vez que
se revela, te nombra a ti —concluyó mientras me agarraba la mano. Yo observé aquel
tacto y me deshice del agarre con lentitud intentando no ser brusco.
— ¿A qué se refiere? Yo no le he metido ninguna idea rara en la cabeza al mocoso —
me defendí como si ella realmente me estuviese culpando de algo pero entonces dejó
escapar una pequeña risita y me volvió a observar. .
—Oh, lo sé...es solo que quiero agradecerte...por mostrarle las cosas que no nos
animamos nunca a mostrarle, por despertarlo —los ojos se le cristalizaron—. Harry
te quiere mucho, Louis —y sentí de nuevo aquella adrenalina en el pecho que me
volvía idiota. Sonreí de lado mirando hacia cualquier lado para evitar los ojos
escrutadores de Anne, y cuando estuve a punto de responderle algo, sentí los
pasitos apresurados del mocoso bajar las escaleras casi corriendo. Me volteé al
oírlo y cuando me vio su sonrisa se ensanchó hasta que casi fue de oreja a oreja.
Me paré de la silla con rapidez sin que me interesara Anne y puse mis manos en los
bolsillos de nuevo, observando al mocoso. Traía un pantalón de esos pegados al
cuerpo que siempre usaba, le hacían un culo de puta madre y el color negro
realmente le sentaba muy bien. La camiseta mangas cortas que llevaba era más
suelta, al estilo hipster del cual yo siempre me burlaba y por supuesto en sus
rizos moldeados perfectamente, posaban un par de florecitas que no estaban en una
corona como las que usaba, pero allí reposaban, de colores lilas y rosados. Puto
marica. Estaba precioso.
—Hola, Lou —susurró cohibido mientras sus mejillas se sonrojaban. Yo alcé una ceja
y me acerqué a él despacio hasta lograr llegar a intimidarlo. Sus grandes ojos se
clavaron en los míos. El verde conociendo el azul.
—Hola, mocoso —murmuré en el mismo tono intimo mientras me inclinaba ligeramente y
depositaba un suave beso en su frente a modo de saludo. El corazón de Harry latió
desbocado y un leve sonrojo angelical se apoderó de sus mejillas.
—Ya me quiero ir —me respondió apenas me separé de él. Rodé mis ojos divertido y
sonreí de lado.
—Tú fuiste el de la idea de que viniera a almorzar, así que ahora almorzamos —lo
apremié mientras empujaba su anatomía hasta la cocina, mirando a Anne que sonreía
como si estuviera emocionada u orgullosa. Mierda, que familia de locos. Con razón
Harry era tan expresivo.
La madre de Harry había cocinado lasaña y para acompañar bebimos vino blanco
(excepto Harry que al parecer era muy blando con el alcohol así que bebió solo jugo
de manzana) la charla rondaba entre la escuela, el trabajo de Anne, las estupideces
que a veces hacia el mocoso, y en cuanto casi se aproxima a mi familia, Harry le
cortó el rollo hablando de otro tema, salvándome de la desgracia lo cual le
agradecí apretándole el muslo.
Mala idea. Los pensamientos de la ducha me vinieron de nuevo y se me colorearon las
mejillas sin darme cuenta.
El almuerzo fue tanto agradable como fugaz y en cuanto la aguja marcó las tres y
media de la tarde, agarramos las cosas y nos fuimos. Anne le dio un gran beso al
niño en la mejilla y luego se volteó hacia mí explicándome que debía ponerle
bloqueador solar porque su piel era un poco delicada y que era alérgico a las
picaduras de abeja y a las moras, así que por favor no debíamos comerlas. Harry
estaba rojo como un tomate muerto de vergüenza mientras yo me burlaba en mi mente,
riéndome de lo precavidos que eran con su hijito.
Apenas subimos a la camioneta, busqué los antejos RayBan del Tanque que tenía allí
guardados y me los puse para que el sol no me diera en la cara.
—Por favor no escuches a mi mamá, es muy exagerada —me pidió al tiempo que yo
prendía la radio y buscaba una buena estación para oír. Una risa me salió natural y
sentí a Harry pegarse más a mí mientras me mordía el hombro con saña.
—Hijo de... —me quejé pero entonces le revolví los rulos amistosamente mientras por
fin sonaba una canción. Me sorprendí de mí mismo al verme cantar por el espejo
retrovisor, a todo pulmón: Don't go away de Oasis. Harry me seguía como podía
aunque no se sabía demasiado bien la letra. Era dulce de su parte.
La camioneta comenzó a introducirse por una arboleda llena de follaje verde y vivo,
y mis ojos no podían dejar de recorrer las flores, el pasto, el olor a libertad que
había allí rodeando de animalitos casuales y un par de bichos. Miré de soslayo
hacia donde Harry, viéndolo sonreír tan limpiamente, hizo que el corazón se me
estrujase con fuerza casi dolorosamente.
Cuando encontré un buen lugar, estacioné la camioneta y recordé repentinamente que
había olvidado ir a comprar algo para comer. Le di con mí frente al costado de la
puerta.
—Mierda... —murmuré.
—¿Qué pasa? —preguntó el mocoso mientras corría hasta mi lado. Sentía sus ojos
clavados en mi anatomía.
—Olvidé la comida... —me quejé con molestia mientras giraba apenas mi cara y lo
veía. Él sonrió con ternura, como siempre hacía y rodó sus ojos.
—Mamá hizo sándwiches para que comiéramos y también me dio refrescos —me avisó
mientras su mano agarraba el costado de mi musculosa negra y la jalaba para que lo
siguiera.
—Oye —dije a modo de advertencia, pero su rostro dulce no era digno de ser
regañado, así que sonreí de lado y lo agarré de la cinturilla del pantalón
atrayéndolo a mí hasta que quedamos frente a frente. Me subí las gafas de sol para
poder verle los ojos y sonreí de lado—. Ponte traje de baño ahora mismo —lo apuré
mientras sacaba mi bolso con mi traje propio y dos toallas, para él y para mí.
Harry se sonrojo mucho mientras cerrábamos las puertas de la camioneta y
caminábamos entre la hierba crecida del pequeño claro donde se hallaba el lago.
Prometí no mirarlo. Prometí no espiar. Pero es que no podía cambiarme tranquilo
cuando Harry estaba detrás de mí quitándose la ropa para ponerse el bañador. No
entendía por qué mis hormonas estaban tan alteradas y no quería profundizar en
ello, solo quería dejar de pensar. Solo mirarlo.
Y lo hice.
Sus piernas delgadas se veían tersas, sus muslos un poco más anchos y se me cruzó
el maldito pensamiento por la cabeza de como seria agarrarlo de los muslos con
fuerza en cada embestida.
Antes de poder seguir subiendo, Harry terminó de cambiarse y corrió hasta detrás
del árbol donde yo me encontraba, ya preparado. Sus ojos grandes y verdes se
enfocaron en los míos y una sonrisa me cruzó los labios.
—¿Listo? —preguntó con entusiasmo típico de un mocoso de cinco años que nunca ha
estado en una piscina sin su mamita. Rodé mis ojos exasperado y lo agarré de la
cinturilla del bañador esta vez para empujarlo despacito hasta el agua.
—¿Sabes nadar? —pregunté mientras el agua esperaba, cristalina y pura.
—No —respondió mientras e agarraba el brazo, pero antes de que pudiese hacer nada,
lo alcé por el aire sin esfuerzo alguno y lo tiré al agua.
— ¡Pues aprende! —grité mientras él dejaba escapar un lamento lleno de espanto que
me había hecho sentir culpable casi al instante. Me tiré de cabeza al mismo lugar
que Harry, sin dejar un solo espacio libre como para que se ahogara y lo saqué al
instante. Harry aspiró el aire con mucha insistencia mientras se abrazaba a mis
hombros con su cuerpo mojado. Tosió un par de veces y lastimeramente me clavó las
uñas en los hombros.
— ¡Louis! —casi pude sentir que lloraba, así que lo abracé por la cintura mientras
apoyaba mis labios en la curvatura de su cuello y abría la boca para dejar que mi
lengua probara las gotitas de agua que descansaban en la piel del mocoso. Me sentí
en la puta gloria y a juzgar por como él se tensó bajo mi toque supuse que le
pasaba lo mismo.
—¿Vamos a nadar? —murmuré contra su rostro mientras mis manos rodeaban su cintura
para que no se hundiera en el agua. Él me miró a los ojos fijamente y mordió su
labio con insistencia.
— ¿Me enseñaras? —preguntó con la voz calma. Entonces pude apreciar como sus
rulitos se le pegaban a la frente y las gotitas de agua descendían por sus pómulos
hasta la comisura de sus labios, perdiéndose en ellos si tenían u poco de suerte.
Me relamí los labios con ganas.
—No. No soy tu jodido maestro —respondí pretendiendo sonar hosco para crear una
prudente distancia, pero ni siquiera pudo salir mi voz con la potencia necesaria.
Harry me sonrió. Me sonrió a mí de esa manera tan jodidamente angelical que hacía y
sentí que comenzaba a golpearme el pecho.
No, no era él. Era mi corazón. Me golpeteaba con demasiada fuerza y sentí que
dejaba de respirar, así que me hundí en el agua de golpe intentando disipar mis
pensamientos, pero casi al instante recordé, una vez más, que el mocoso no sabía
nadar. Joder.
Salí con rapidez a la superficie y agarré a Harry de los rulos cuando comenzaba a
hundirse.
—Lo siento —susurré mirando sus ojos verdes como el jade.
El resto de la tarde en el agua había sido placentera, Harry fingía nadar o flotar,
pero en cuanto yo me alejaba un poco él se me pegoteaba como chicle para no
ahogarse. Me gustaba ese contacto constante que tenía conmigo, era placentero,
increíble. Hacia chistes estúpidos sobre hipopótamos o jirafas o vacas y yo me reía
porque eran malos. Eran malísimos, pero él rompía en carcajadas, se hundía, se
ahogaba, lo rescataba, él me agradecía y terminaba besándole el cuello de nuevo. Y
él se dejaba. Harry se dejaba hacer todo por mí. Y eso me asustaba.
Pensé un momento en Calipso, en que si ella contestaba a mi carta, si ella
venia...me quitaría a Harry de las manos. Lo alejaría. Y yo sería infeliz de nuevo.
El mocoso me tiraba agua y yo lo agarraba para hundirlo, pero él me pellizcaba las
piernas o me jalaba los vellitos de estas y me hacía replanteármelo.
Pronto se hicieron las seis de la tarde y supuse que él ya tendría hambre y estaba
comenzando a refrescar. Lo último que deseaba es que Anne me cortara las pelotas
por hacer que Harry se resfriara.
—Ven —le susurré mientras lo agarraba de los brazos y hacia que se pusiera a mi
espalda como si fuese su caballito, Harry se abrazó con fuerza y pude sentir su
cuerpo helado. Mierda. Anne me mataría.
Lo conduje hasta la orilla del lago y salí yo primero para poder estirarlo hacia
afuera sin esfuerzo alguno. Busqué con rapidez su toalla y comencé a secarlo
mientras le castañeteaban los dientes.
Sentí el tiempo correr lento mientras mis manos cubiertas por la fina tela de la
toalla le recorrían el abdomen, amenazando con ir más allá pero sin hacerlo
suceder. Pensé en lo de la mañana otra vez. Joder. Me había hecho una paja pensando
su cuerpo y ahora estaba jodidamente toqueteándolo fingiendo que los secaba. ¿Qué
coño pasaba conmigo?
—Lou... —murmuró Harry cuando me di cuenta de que su cuerpo se pegaba al mío de una
manera demasiado poco fraternal.
Mis ojos, que permanecían perdidos en algún rincón del espacio en el momento exacto
en el que mi mente vagaba por la anatomía del mocoso, se enfocaron en los suyos
propios, uniéndose a aquel precioso verde, que debía admitir que era lo más
adorable que había visto en muchísimo tiempo.
Una sonrisa me surcó los labios, una sonrisa sincera y amplia, con los dientes. Y
de pronto recordé que no sabía cuándo había sido la última vez que yo había
sonreído con los dientes, aunque probablemente había sido con Harry.
Él subió sus manos por mi pecho, tocando aquellas gotitas que se escapaban de mi
piel con delicadeza y sentí sus caricias, más profundas de lo que jamás nadie había
llegado. Y entonces sentí mi corazón explotar de ciertas formas en las que nunca
pensé que lograría sobrevivir. Sentí que me rompía, allí, en ese claro envuelto en
la burbuja en la que el mocoso me había encerrado con él. Me tocaba, me acariciaba,
y sus ojos seguían prendidos de los míos de una manera que me hacía atragantar. Era
un nudo el que se alojaba en mi garganta imposibilitándome el habla.
—Te quiero mucho, Lou —susurró entonces mientras su labio inferior temblaba con
espanto. Su voz había sido trémula, dolorosamente acongojada. No supe responderle,
no supe que hacer en ese momento, porque el impacto aquel de sus palabras habían
golpeado duro como una roca en el centro de mi ser.
Parpadeé varias veces, quise decirle que me sentía extraño, que no entendía, que me
dejara solo, que se fuera, que se alejara y no volviera nunca. Quise decirle que
tenía miedo, que sentía que se iría lejos y me dejaría. Que no deseaba sentir esa
presión cuando miraba sus ojos. Que no deseaba que me hiciera sentir tan bien, tan
completo, tan lleno, como si me hubiese arreglado. Quise tirar todo al carajo,
golpearlo, alejarlo, empujarlo, lo que fuese. Quise librarme de aquella luz en la
que estaba introduciéndome. ¿Qué coño se creía, que coño estaba haciendo? ¿Me
estaba salvando? ¿Estaba dejando que el mundo se ahogara mientras él me rescataba?
Cerré mis ojos sintiéndolos aguados, sintiéndome morir, sintiendo mi piel quemarse
por debajo, sintiendo mi sangre bombear con una fuerza descomunal. Y entonces,
cuando mi respiración comenzó a regularizarse, su aliento chocó con el mío de
manera inesperada y los latidos de mi interior se detuvieron, acallándose el
viento, las hojas, el aroma a flores, todo subyugado por aquel roce. Aquel roce que
había yo provocado buscando los labios rosados de Harry mientras mi mano reposaba
en su mejilla con un cuidado tan único que quien me viera pensaría que no quería
destrozarlo. Y no supe en qué momento, como, o cuando había comenzado, pero aquel
deseo estaba allí debajo de mi ser desde hacía un tiempo. Y se habían roto las
barreras.
Y de pronto lo estaba dejando pasar dentro de mí. Moví mi cabeza ladeándola a un
costado mientras probaba la suavidad tan extravagante de su piel. Harry sabía como
a dulces, como a flores, como a primavera, como a cariño, a galletas en navidad o
chocolate caliente un día de lluvia. Él sabía a aquello que no había saboreado
desde hacía tiempo, y estaba probado de nuevo en su lengua que acariciaba la mía
con cuidado y me pregunté estúpidamente si por su forma de moverse tan vacilante,
de tensarse bajo mis caricias, si ese era su primer beso.
Aunque mis manos estaban duras y ásperas, probablemente heladas, Harry parecía tan
a gusto cuando las apoyé en sus caderas para sostenerlo, sus rodillas temblequeaban
y casi podía sentir su corazón latir con fuerza, insistentemente en su pecho.
Podríamos haber estado así tan solo segundos, o quizás minutos, podrían haber
pasado horas, semanas y hasta meses, pero jamás lo habríamos notado.
Porque allí era el lugar donde deseaba estar. En sus labios. En su cuerpo. En sus
manos. Sus manos que se enredaban en mi cabello húmedo para que profundizara, como
si no fuese suficiente. Y es que jamás lo seria. Porque él era demasiado para mí y
yo demasiado jodido para él y sin embargo había una voz en mi interior que gritaba,
gritaba con todas sus fuerzas : ¡Harry, sácame de esta oscuridad!
9. Fix You
-PoV Harry-
El sol se colaba por las rendijas de la ventana de mi cuarto y abrí apenas un ojo
para comprobar que ya era de mañana. Estaba acostado, en mi cama, semi vestido y
tapado hasta la cabeza.
Me había ido de casa de Louis muy temprano a sabiendas de que si mi madre notaba
que no estaba en casa por la mañana, me mataría. Sí, le había mentido a Louis que
tenía permiso de faltar a la escuela porque si le decía la verdad probablemente me
haría volver a mi casa y yo deseaba quedarme con él.
Me abracé el cuerpo debajo del edredón pesado y gordo y apreté fuerte mis orbes del
color de las hierbas silvestres, rememorando aquellos besos que Louis había
propagado por mi cuello, mi nuca, mi hombro. Sus manos acariciándome el vientre
bajo y aquel calor que me recorría las entrañas cada vez que lo hacía. Se sentía
tan bien cuando él me tocaba. Se sentía como en casa. Esa noche, mientras yo fingía
estar dormido, notaba como él me acariciaba los muslos por debajo de su enorme
sudadera que me había prestado por mi falta de pijama. Sus manos eran muy poco
delicadas, pero me tocaba como si fuese a romperme. Quizás porque no quería que
notara sus caricias. Sus dedos eran ásperos, como la piel de un trabajador diario,
sin embargo me deleitaba cada vez que brindaba el tacto suave de sus roses. Él
intentaba ser suave conmigo. Escuché maldecir de sus labios y casi al instante dejó
de tocarme, pero yo me moví, manteniendo mi actuación de dormido patente, y me tiré
a sus brazos para acomodar mi cabeza en su pecho, cansado. Él se quedó inmóvil unos
minutos, pero luego volvió a respirar con normalidad mientras enredaba sus dedos en
mis rulos y casi sentí que me quería, aunque él jamás me había dicho tal cosa y
estaba seguro de que ni siquiera lo había pensado. La noche pasó demasiado rápido y
cuando la alarma de mi celular sonó a las seis am él se despertó conmigo. Le avisé
que me iba, él no intentó detenerme. Nunca lo hacía. Así que luego de besar su
frente cuando ya estaba medio dormido, me escapé por la puerta principal casi a las
corridas al mismo tiempo que su hermana mayor, la rubia, salía a trabajar. Nos
saludamos con cordialidad, y luego me ofreció llevarme a casa en un taxi, que por
supuesto no acepté. No veía a la familia de Louis con la posibilidad de gastar
dinero en banalidades.
Apenas llegué, me trepé inútilmente por la enredadera que daba al piso de mi
cuarto, y luego de no lastimarme (increíblemente) me tiré en mi cama y dormí. Mamá
no subió a despertarme aquella mañana para que fuera a la escuela, lo cual me
parecía raro, pero ya qué. Quizás pensó que estaba enfermo o algo, aunque si así
hubiera sido probablemente la tendría aquí ahora, dándome cosas, remedios,
revisándome la temperatura. Pero nada. Allí, en mi habitación iluminada y cálida,
solo estábamos yo y aquel calor de los besos de Louis. Esa caricia de la que
probablemente jamás hablaríamos. De lo cual nunca comentaríamos. Nunca
preguntaríamos nada al respecto.
Oí la puerta abrirse de repente con lentitud y continué allí tendido sin mover un
solo músculo. Era obvio que era ella, ya me había parecido raro que no se
apareciera en toda la mañana.
—Cielito —susurró con dulzura mientras se sentaba al costado de mi cama y sus manos
tan suaves y dulces me acariciaban el cabello. No eran las manos de mi Lou, pero al
menos podía medio soñar que él estaba conmigo—. Cariño, despierta, has dormido toda
la mañana —habló con su voz tan única y suave, como la mejor mami del mundo. Apenas
abrí un ojo para verla y me deleité con sus ojos verdes exactamente iguales a los
míos. Eran muy bonitos, sí, todos me lo decían, pero eso era porque nunca habían
visto los ojos de Louis.
Eran de un azul profundo, un azul que solo podía ser comparado con la grandeza de
los océanos o con el infinito del cielo. No existía persona en el mundo capaz de
resistirse a los ojos de Louis Tomlinson. Eso me constaba.
—¿Qué hora es...? —murmuré espabilándome de a poco mientras me acurrucaba más entre
las mantas. Ella sonrió con delicadeza, como siempre, y suspiró.
—Son las once y media, pequeño —me avisó mientras se ponía de pie y corría las
cortinas, dejando que toda la luz solar posible penetrara en mi refugio personal.
Achiné los ojos y le sonreí.
—Mami, Louis quizás me lleve al lago hoy ¿vas a dejarme ir? —pregunté con
cordialidad recordando de pronto que él lo había prometido cuando hiciera
suficiente calor. Se lo propondría y probablemente Lou aceptaría ir conmigo, porque
él hacía de todo para verme sonreír. Y eso me hacía extremadamente feliz.
Mi madre torció un poco el gesto y luego dejó escapar un suspiro.
—Depende —sentenció y yo me senté en la cama haciendo puchero. Mamá siempre se
derretía con eso. Sonrió de lado y me observó—. Te importa mucho ese muchachito
¿verdad, cariño?
—Es-es mi amigo, por supuesto que me importa —admití con un hilo de voz y el
sonrojo molesto apoderándose de mis mejillas. Louis se burlaba siempre y decía que
parecían dos manzanas.
—Claro —murmuró poco convencida, pero finalmente me revolvió los rulos como a un
cachorrito—. Tráelo a almorzar hoy y entonces te dejo ir —el cuerpo se me heló.
—Pero...pero —respondí. Sabía que Louis jamás querría ir a mi casa. Decía que eran
demasiados lujos y mi madre lo ponía algo nervioso, sin embargo asentí resoplando
enfurruñado. Mi mamá era muy astuta.
Hablé con Louis apenas tuve tiempo y sonaba casi extasiado al oírme. Yo sabía que
él no era la clase de chico que demostraba sus sentimientos, así que me puse muy
feliz por ellos.
Por supuesto aceptó llevarme rápidamente y también dijo que vendría a mi casa, lo
cual fue extraño, pero complaciente.
Mamá me había pedido que fuese a mi cuarto a acomodar mi ropa para ir y llevara
protector solar, cremas y no sé qué otras cosas que no puse en realidad en mi
bolso. Mi mami era muy exagerada y yo no quería que Louis se burlara de mí, eso me
aterraba un poco. Tenía suficiente con los chicos de la escuela que de vez en
cuando se aprovechaban para decirme estupideces. Por suerte Mora, Bambi y Zhian
siempre estaban allí para apoyarme. Eran buenas chicas y me había unido mucho a
ellas en los recesos de clases. Ellas casi nunca comentaban nada de Louis y mi
afinidad con él, pero a veces a Mora se le saltaba uno que otro comentario
hiriente, pero se disculpaba rápidamente al notarme un poco bajonado. Era la que
mejor me caía del grupo. Aparte me encantaba lo sencilla que era, con sus ojos
pequeños y marrones, su cabello negro opaco ondulado y su escuálida figura. Bambi
era un poco más cuidadosa en su aspecto, siempre andaba maquillada y con el cabello
rubio y lacio recogido como de modelo. Hablaba mucho, pero era algo...tonta. Zhian
era la más callada, la más silenciosa y también tenía el rostro más dulce de los
tres. Tenía grandes ojos celestes, cabello castaño ondulado y una naricita pequeña
y bonita. Zhian reía bastante, pero casi no comentaba nada.
Luego de cavilaciones en mi cuarto hasta que terminé de ordenar, escuché a mi madre
hablando con Louis abajo y me espanté un poco, así que salí a las corridas para
encontrarme con él e interrumpir la charla. Me besó la frente en cuanto llegué
hasta él y mi madre sonrió ampliamente con emoción. Me sentí estúpido y el sonrojo
se apoderó de mis mejillas, pero luego de eso el resto del almuerzo sucedió con más
naturalidad.
Apenas salimos de casa, luego de previa avergonzada de mi madre previniendo a Louis
de todas mis alergias y cosas penosas, pudimos ir directamente al lago que él
prometía. Hablábamos poco en la camioneta espectacular que tenía, aunque no
pregunté su origen suponía que no era de él. Cantamos un par de canciones y él
tenía una voz realmente preciosa, era suave, profunda, lenta, rápida, armoniosa,
melódica. Era la voz perfecta, pero nada se asemejaba a esa sonrisa que intentaba
ocultar. Amplia, blanca, real y sublime.
Cuando bajamos del vehículo pude apreciar desde la puerta el paisaje, con el amplio
pastizal verde como la primavera y un lago cristalino al fondo, donde casi podías
ver los peces nadando sin agudizar la vista. Louis había olvidado la comida, pero
mamá había preparado algo intuyendo aquello, así que le pedí que no se preocupara y
luego de juguetear un poco, me pidió que me pusiera el traje de baño. Me cohibía
pensar que podría estar viéndome, pero nunca sentí sus ojos encima de mi cuerpo.
Jamás con la intensidad de la noche pasada que hacia meollo en mi mente rememorando
sus manos sobre mi piel, su boca sobre mi cuello. Mordí mi labio y corrí hacia
donde él estaba vistiéndose.
Louis tenía un cuerpo impresionante que ni siquiera había fantaseado con ver. Tenía
el abdomen trabajado pero sin llegar a ser abominable. Sus brazos marcados y las
piernas delgadas pero fibrosas. Parecía que fuese al gimnasio seguido. Los tatuajes
le recorrían el brazo, el hombro, el pecho, la pierna, en cada lugar tenia uno
diferente y quise preguntarle el significado de todos ellos pero supuse que lo
sabría con el tiempo si él lo permitía.
Al momento en el que me tiró al agua la desesperación me ahogó, perdonando las
analogías, pero casi al instante como un héroe salvavidas, él me había agarrado. Y
yo me le había adherido al cuerpo como un parasito por el miedo.
Pasamos toda la tarde allí, y luego de hundirnos, de nadar (o al menos intentarlo)
hablar, reír y sentir los roces que me dejaba con los labios en mi cuerpo mojado,
quise gritar. Sentía esa sensación incomoda en la panza que me mataba y mordí mis
labios con rudeza hasta casi sacarme sangre, temía cometer estupideces y perder a
mi amigo.
El estómago me rugía y como si lo hubiese oído, él me sacó fuera del lago y con
cuidado, vacilante, comenzó a secar mi cuerpo. Las veces que había fantaseado con
sus manos recorriéndome y ahora estaba allí, acariciándome, secándome con la toalla
fina sin quitarme los ojos de encima ni por un minuto. La sangre me fluía con más
rapidez y se volvía hirviente debajo de mis venas.
Él me miró a los ojos un momento, explorándome y mis manos insistentes se alojaron
en su pecho, posándolas solamente para poder sentir el alocado ritmo de su corazón
latiendo bajo sus músculos.
—Te quiero mucho, Lou —susurré con miedo de que me rechazara, de que me echara
lejos y jamás dejara que me acercara de nuevo. Era la primera vez que se lo decía,
y me había salido de lo más hondo, con la congoja patente en mi ser.
No respondió nada. No dijo absolutamente nada. Pero sus ojos reflejaban pánico,
dolor, como si lo hubiese golpeado bajo con todas mis fuerzas...sin embargo en un
momento determinado en el que el tiempo no pasó, acortó la distancia de nuestros
cuerpos, agachando un poco la cabeza mientras su mano derecha descendía hasta mi
espalda baja, alzándome un poco del suelo haciendo que me pusiera en puntitas. Yo
hice puños mis manos sobre su pecho por el temor, sabiendo y sin saber lo que
vendría que a continuación, pero fue casi inimaginable que podría su mano izquierda
dura y grande, posada sobre i mejilla agarrándome con poca seguridad mientras unía
nuestros labios.
El corazón se me desbocó de golpe al sentir como invadía mi mente con aquel beso,
probando el sabor que tenía en la boca, como a cacao y cigarrillos. No era
desagradable aunque si extraño, pero más extraña era la forma en la que yo buscaba
aferrarme más a él queriendo que tomara todo de mí. Temblé bajo su tacto mientras
invadía mi boca con su lengua, buscando la mía propia para acariciarla. Su saliva
sabía a tabaco mientras que la mía seguramente era a menta por el caramelo que me
había comido minutos antes. Se sentía cálido, húmedo. Se sentía como si me quemara
debajo de la piel, pero tan pronto como pasó el tiempo, casi en un suspiro,
demasiado rápido, demasiado precoz, él se separó de mí con brusquedad.
Sus ojos amables y dulces de pronto se volvieron en una azul marca de hostilidad.
Me empujó tan fuerte de él que caí al suelo golpeándome el trasero y mi respiración
se irregularizó. No entendía por qué había hecho aquello, si él me había besado.
— ¿Por qué carajo me besaste? ¿Acaso te gusto? ¿Eres un puto marica, imbécil? —
vociferó tan duramente que sentí las palabras hacerme daño como si fueran cuchillos
en el pecho.
—P-pero...pero si tú me...
— ¡Cállate la puta boca, eres un maldito mocoso maricón! —gritó tan fuerte que las
aves que estaban posadas con delicadeza en los árboles se volaron al mismo tiempo
creando un bullicio fuera de serie. Mis ojos se aguaron. Había aguantado todo de
él, todo...y ahora estaba allí, insultándome como los chicos de la escuela, como
los de Holmes Chapel. Estaba llamándome por esos horribles nombres que también me
habían llamado Jack y su grupo en Merston, la nueva secundaria a la que asistía. Me
había empujado con fuerza, me había herido, y lo peor de todo...es que eso no era
lo que más me dolía.
Se agarró la cabeza con fuerza, jalándose el cabello mientras se arrodillaba en el
pasto verde frente mío. Cerro con fuerza sus ojos y aproveché ese momento para
correr. Correr como jamás lo había hecho, con todas mis fuerzas.
Solo quería ocultarme de aquel tipo que no era Louis, ese no podía ser mi Louis.
Me caí varias veces por tener mojados los pies y la tierra húmeda por el rocío
vespertino. Lloré con todas mis fuerzas mientras limpiaba la sangre de mis rodillas
y acariciaba los arañazos que las ramas sueltas le habían proporcionado a mis
brazos. Me sentía como si un martillo hubiese impactado en mí. Herido. Solo.
Los minutos pasaron y escuché sus pasos quebrando palitos del suelo, gritaba mi
nombre a todo pulmón y casi pude experimentar el sollozo que se escapó de sus
labios.
— ¡Por favor! —gritó—. ¡Aparece!
Me abracé las piernas hundiéndome más entre la maleza de un árbol que había
encontrado, pero esto solo le brindó mi ubicación por tanto ruido que había hecho.
Corrió con todas sus fuerzas, yo no hice ni el intento de escaparme.
Louis se cayó arrodillado frente mío. Sus ojos azules, los más hermosos y limpios,
estaban húmedos y rojos. Él también estaba lastimado, tenía raspones en sus brazos,
en sus hombros y uno en el rostro que le cruzaba la mejilla con un poco sangre. Me
observó, como jamás lo había hecho, dejando escapar un lastimero sollozo.
—Perdóname —susurró de golpe como si el miedo ahora se apoderase de él. La
preocupación que tenía me hizo salir de mi escondite y acercarme a él, estirando
una mano para poder tocar su mejilla herida. Esperaba que no le doliera demasiado.
— ¿Estás bien? —pregunté con delicadeza y él rompió en llanto de repente, sin dejar
salir sonidos, solo lagrimas saladas, y el alma me pesó como mil infiernos.
—Harry —me llamó por mi nombre, como jamás lo había hecho. Hice un puchero
inconscientemente y lo miré a los ojos, fundiéndome con él.
—No te disculpes... —le pedí con amabilidad mientras secaba sus lágrimas con
cuidado, pero él subió sus manos con barro hacia y mejilla y la acarició con tanta
fragilidad que casi tuve ganas de llorar.
—Por favor no me dejes —murmuró suplicante, y sin decir nada más me abalancé hacia
su cuerpo con brusquedad, abrazándolo descomunalmente.
Louis estaba roto, estaba destrozado y yo lo supe desde la primera vez que lo había
visto en los baños del colegio, cuando yo estaba asustado y él tan prepotente. Él
no estaba realmente furioso todo el tiempo, él no odiaba realmente a todo el
mundo...él estaba solo...él solo estaba triste.
Se sentó en el suelo con las piernas extendidas y yo me puse a horcajadas suya, sin
soltar el agarre, fundiéndonos el uno en el otro mientras nos calmábamos.
Louis estaba roto y yo...yo iba a arreglarlo.
10. Wounded
-PoV Louis-
Sentí mi cuerpo temblar incontrolablemente, empapado de pies a cabeza por la
asquerosa lluvia que se había largado hacía unos minutos, pero al menos así mis
lágrimas patéticas se confundían con gotas. Bajé con rapidez de la camioneta del
Tanque y me dirigí hacia la casa de Zayn pisando con brusquedad la grama del suelo,
haciendo que el barro húmedo y el pasto mojado se me pegotearan en el calzado,
ensuciándome el pantalón con salpicaduras. Llegué a las escaleras del pórtico y
entonces observé por la ventana aquella escena que hubiese deseado no presenciar,
aquella escena que aunque lo negase yo sabía que estaba sucediendo. Liam estaba
sentado en el sofá con las piernas abiertas, tenía una musculosa negra pegada al
cuerpo que resaltaba sus músculos potentes, y delante de él, entre sus piernas,
estaba sentado Zayn...vestido con un pijama de perritos, en sus pies las pantuflas
de garras de oso y cubierto con la gran sudadera de Liam. Ellos estaban acurrucados
mirando la televisión o fingiendo verla. Liam acariciaba los brazos de Zayn y
besaba su cuello y la ira se apoderó de mí, como siempre solía hacer, recordando
que yo también había acariciado de esa manera al mocoso hijo de perra. Zayn reía.
Zayn estaba feliz. Y Liam...Liam también lo estaba.
Cuando sentí los ojos de mi mejor amigo posarse en la ventana y noté su cara de
horror, supe que me había visto. Y se había asustado. No era demasiado prometedor
el resultado luego de ver a un tipo de un metro ochenta, parado delante del
ventanal, vestido todo de negro y con el agua chorreando. Zayn se levantó de golpe
del sofá advirtiendo a Liam, pero para ese entonces yo ya había pateando la puerta
con tanta fuerza que había logrado romperla al abrirse.
—Louis no es lo que crees —la voz firme del Tanque resonó entre aquellos truenos
que colmaban la casa. Zayn estaba asustado pero se le adelantó al hijo de puta de
Liam para poder hablarme. Recordé entonces a Harry, cuando se había puesto delante
mío para que Zayn no me lastimara con sus palabras, como si realmente pudiera
hacerlo. Recordé a Harry riéndose, a Harry mirándome con sus ojos grandes y
pesados, Harry con su estúpida coronita de flores, oliendo a jazmines. Todo lo que
podía pensar era en el mocoso, en la última mirada que me había dirigido. Me temía.
Finalmente, aunque lo había intentado, el mocoso había terminado por temerme como
el resto.
— ¡Fuera! —le grité al Tanque con todas mis fuerzas, dejando expuestos los
colmillos, como un maldito animal, como si hubiese perdido la razón.
—Louis creo que deberíamos hablar de esto, no es lo que...
— ¡QUE TE LARGUES, JODER, VETE A LA MIERDA, VETE! —vociferé y sentí la adrenalina
dominarme a tal punto, que no supe en qué momento agarré la mesita ratonera de Zayn
y la tiré para cualquier lado rompiendo los vasos de vidrio con refresco y los
potes de comida que allí reposaban. Liam dio un paso atrás y Zayn se volteó para
verlo.
—Vete, por favor —le suplicó, pero el Tanque se negó con seguridad agarrando el
brazo de mi mejor amigo.
—No te dejaré solo —le murmuró despacio pero fui capaz de escuchar. Y él había
dicho esas palabras, esas cuatro malditas palabras. Y la vista se me nubló de
nuevo, convirtiéndome en un animal.
— ¡¿Crees que puedes mantener una maldita promesa, hijo de puta?! ¡Eres una mierda,
Tanque, una puta mierda y vas a joder a Zayn, lo vas a romper y entonces te iras,
déjalo solo! ¡Joder! —grité mientras sentía mis ojos rebalsarse en llanto, y aquí
adentro...ya no había lluvia para ocultarlo.
—Por favor —insistió Zayn mirando a Liam como si el mundo se desapareciera en él.
El Tanque me dirigió una mirada larga y cargada de sentimientos y entonces desvió
sus ojos centrándose en Zayn.
—Si necesitas algo solo llámame —le pidió con voz firme y entonces le dejó un beso
corto en la frente. Maldito hipócrita de mierda, seguro hasta se había comido su
polla, pero ahora se hacía el bueno que le besaba la frente.
No supe en qué momento el Tanque abandonó el lugar, ni cuando fue que comencé a
apretar los puños con tanta fuerza que los nudillos me habían quedado blancos. Solo
había silencio en mi cabeza, preocupación en los ojos de Zayn. Se oía de fondo el
televisor prendido pero sin señal, solo aquel ruido molesto de interferencia. La
lluvia caía afuera ferozmente haciendo que las gotas de agua estallaran en el suelo
como pequeñas bombas.
—Lou... ¿Qué sucede? —preguntó con cautela el muchacho de ojos café mientras se
acercaba a mí con cuidado, con sigilo. Yo no podía calmarme.
— ¡No me llames como él ! —vociferé. Zayn se acercó a mí con cuidado y yo di dos
pasos en retroceso. No quería que me tocara.
—Louis...dime, por favor ¿Qué sucedió? —insistió y entonces algo dentro mío se
rompió. Algo dentro de mí partió mi eje.
—Yo...yo no entiendo —respondí y mis ojos se llenaron de lágrimas de impotencia.
—¿Qué no entiendes? —probó de nuevo él acercándose, pero entonces apreté con fuerza
mis puños y desvié la mirada, alejándome del pelinegro.
—Esto de aquí —me toqué el estómago señalándole el lugar donde usualmente sentía
molestias cuando el mocoso estaba cerca mío. Zayn mordió su labio con saña y sus
cejas se volvieron preocupadas. Sus ojos marrones, estaban oscuros, como negros,
analizándome.
—¿Esto es por Harry, Lou? —aventuró a preguntar, pero como siempre, me exalté.
—¡No me llames de esa forma!
— ¡Deja de gritarme, Louis Tomlinson, enfrenta tus malditos problemas y contéstame
de una vez!
Zayn, usualmente, era un tipo muy tranquilo y pacífico, de esas personas difíciles
de crispar, pero cuando él estallaba, cuando alguien osaba apoderarse de su mal
genio, entonces parecía que el mar quedaba quieto, el ruido de las olas no rompía
contra las rocas. Las montañas se arrodillaban. Como si fuese un dios.
Me quedé quieto delante de él, con los ojos abiertos mirándolo con fijeza mientras
una lágrima se escapaba por mi lagrimal derecho. Relajé los puños con cuidado y
miré a mi mejor amigo a los ojos. De pronto aquellos orbes del color del chocolate
derretido, se convirtieron en una mirada filosa.
—Tengo miedo —murmuré en voz inaudible a tal punto que no entendía cómo es que Zayn
podía escucharme. Se relajó de pronto e intentó tomarme la mano, darme un...abrazo.
Pero me alejé de él negando con la cabeza repetidas veces.
—Dime que fue lo que te sucedió, Louis... —pidió con la voz calma mientras se
abrazaba el cuerpo.
—Él...yo... —y no sabía cómo carajo comenzar a decirle. No sabía cómo contarle
todo. No sabía expresare cómo me sentía—. Lo besé —admití y pude vislumbrar como
una sonrisa pequeña y discreta se posaba en sus labios de seda con cuidado.
En las próximas dos horas me pasé sentado en el suelo, mojando todo a mi alrededor,
contándole desde principio a fin lo que habíamos hecho con el mocoso en el campo. Y
llegó aquel momento, aquel que no quería siquiera recordar. Cerré mis ojos con
cuidado y de pronto las imágenes se venían a mi mente, llevándome al momento exacto
mientras le narraba a Zayn todo sin querer ser consciente de ello.
Sonreí de lado mientras volvía a poner mis manos sobre su cuerpo, pero esta vez
agarrando la toalla para poder envolverlo por completo. Lo abracé por la cintura y
posé mis labios lastimados y toscos en su cuello, repartiendo besitos cortos como
en un caminito hasta llegar a su hombro.
Harry se tensó en un momento, pero pronto relajó los músculos y apoyó su cabecita
ruluda en mi pecho, escondiéndose. Y nos quedamos allí, él desnudo solo siendo
cubierto con una toalla y yo aun con mi traje de baño, observando las gotas de
lluvia salpicar todo a su alrededor, mojar las plantas y regar el pasto, llenar el
lago, y convertir la tierra en barro.
Harry se mantenía sujeto a mi cuerpo y yo al suyo, protegiéndolo. Yo...yo solo
quería protegerlo. No quería lastimarlo nunca más. Me negaba, aunque era probable
que lo terminara haciendo de todos modos. No había nada que yo tocara y no se
rompiera.
—Harry —lo llamé entre susurros intentando que mi voz sonara amable, pero solo
sonaba estúpida e insegura. Él volteó un poco su cabeza y me observó con seriedad.
Jamás lo había visto tan serio.
— ¿Si? —preguntó con la voz calmada y amorosa. Tragué duro y una vez más sus ojos
verdes como piedras preciosas, se fundieron en los míos, azules como la parte más
profunda del océano.
—Quiero contártelo todo —murmuré mientras dejaba que aquello se me escapara, no de
mis labios, sino de mi ser. Él sonrió despacio con seguridad y su mano acarició mi
mejilla herida.
—Louis...
—Espera... —murmuré y tomé aire. Lo que estaba a punto de decirle probablemente lo
destrozaría, pero solo necesitaba deshacerme de todo aquello. Él prestó atención—.
Lo primero que debes saber de mi es que yo jodo todo, Harry...debes saber que
probablemente te destroce la puta vida, probablemente te joda hasta hacerte
trizas...y también debes saber que Calipso vendrá por ti.
— ¿Quién es Calipso? —preguntó con las cejas dobladas en preocupación. Yo suspiré
profundamente y finalmente lo solté. Le solté mi secreto a alguien que conocía
desde hacía un escaso mes y pocas semanas.
—Ella es una persona de mi pasado —le contesté encubriendo la información. Harry me
vio reacio a responder más acerca del tema, así que hizo silencio y volvió a
apoyarse en mi cuerpo.
—Lou...tengo frio...quiero irme de aquí —me pidió con su vocecilla dulce y entonces
me volteé para permitirle cambiarse con tranquilidad. Él terminó antes de lo
esperado y me tendió la toalla para que lo imitara.
Luego de un par de minutos estuvimos listos, pero Harry aun tiritaba de frio y el
cielo se oscurecía cada vez más. Supuse por sus estremecimientos que no le
agradaban mucho los truenos ni tampoco la lluvia. Me reí secamente y con facilidad
lo atrapé con mi sudadera gris, poniéndosela para que no pasara más frio.
—Gracias —susurró y me besó la mejilla sonoramente. Fingí asco y mientras sonreía
me limpié aquel beso.
—Bueno, es hora de correr a la camioneta ¿Listo? —dije. Harry asintió mientras me
tomaba la mano con seguridad—. Uno...dos...
— ¡Tres! —gritó antes de tiempo mientras se echaba a correr conmigo a cuestas.
Nos subimos a la camioneta del Tanque y con mucha facilidad salimos a la carretera.
El resto del viaje pasó en silencio y era incómodo. Nunca me había sentido incómodo
con los silencios de Harry, pero este era algo distinto. Como si fuese un adiós.
Zayn me observó fijamente. Sin juzgarme, sin decir una palabra. Solo exploraba mis
facciones y atendía al relato, como si estuviese ordenando las ideas en su mente, y
luego de un silencio abrumador en el que yo no dejaba de temblequear por el frio,
habló.
—Ya, no seas malo, es que tú no lo conoces como yo lo hago —y los dedos de Zayn se
enredaron en el cabello escaso de Liam. Se miraron de aquella forma tan extraña
para mí y culminaron en un beso corto y cargado de amor.
—Creo que al fin y al cabo el que más conoce a tu mejor amigo terminó siendo Harry
¿cierto? —Zayn suspiró con pesadez y asintió calmadamente.
—A veces temo que termine haciéndole daño a Harry, pero luego ocurren cosas como
las de anoche y bueno...no lo sé, Li...Hazz le está enseñando cosas que Louis había
olvidado —y yo tragué duro mientras apretaba mis puños. Decidí interrumpir ya que
no quería oír mas nada sobre el mocoso.
Zayn y Liam se dieron vuelta al instante exacto en el que crucé la puerta. Me puse
aquella mascara de indiferencia que me marcaba y ellos se separaron un poco, al
instante, como si tuvieran miedo.
—B-buenos días, Lou-Louis —saludó el moreno mientras sus mejillas se coloreaban, yo
lo miré por un momento.
—Hola —contesté con frialdad para luego dirigirle una mirada significativa al
Tanque. Él tenía el entrecejo fruncido.
—Hey —me saludó sin expresión. Yo le respondí con un leve asentimiento y luego me
dispuse a hacerme café. El silencio reinó en la cocina y yo fingí estar solo, pero
entonces el celular sonó en mi bolsillo con la melodía ''Superman'' de Eminem y lo
saqué al instante para mirar la pantalla.
La tasa que tenía en mi mano casi se deslizó hasta caer al suelo, pero la agarré
con fuerza apretándola hasta que mis nudillos se pusieron blancos. En la
pantallita, iluminado, aparecía su nombre y aquella fotografía mostrando todos sus
dientes en una sonrisa con flores rosadas en la cabeza. La melodía seguía sonando y
pude notar los ojos de Zayn y el Tanque puestos en mí. Apreté ''rechazar llamada''
y guardé el móvil en mi bolsillo sintiendo una angustia profunda hacerme eco en el
estómago. Genial. Ahora me sentía como mierda.
Al instante un mensaje de texto me llegó, de él: ''Por favor :(''
Y el teléfono sonó de nuevo, pero esta vez dejé la taza en el fregadero y atendí
mientras caminaba fuera de la cocina para que los maricas aquellos no nos oyeran.
—¿Qué quieres? —Pregunté hoscamente, pero entonces escuché solo una respiración
agitada y un sollozo que rompió el silencio—. Mocoso... ¿Qué sucede? —y la
preocupación tiñó mi voz con autenticidad.
—L-Lou —susurró lastimeramente. Apoyé mi frente contra la pared del comedor y cerré
mis ojos hablando en voz muy baja.
—Joder, Harry, ¿Qué coño pasó? ¿Alguien te lastimó? ¿Quién te hizo daño? Me lo voy
a joder, lo sabes —le aseguré pero él continuaba llorando contra el teléfono y eso
me desesperaba. Algo comenzaba a crearse en mi estómago, y supe que de nuevo eran
esos cochinos sentimientos de mierda. La preocupación—. Niño...dime qué te
sucede...
—Papá está muy molesto conmigo, dijo que no podría verte por una semana porque he
sido mal educado y odioso durante la cena anoche con mi tía, Mary —sonreí contra la
pared dándome un golpe leve. Mocoso hijo de puta, me había asustado por una
estupidez.
— ¿Eso era todo? ¿No te ha sucedido nada? ¿No te golpearon ni chillaste ni nada de
eso? —esnifó.
—No... —me reí tranquilamente—. ¡¿De qué te ríes?! —preguntó haciendo un mohín.
—Oye —murmuré—. Me meteré por la ventana de tu cuarto en las noches, ¿Qué dices?
Como un maldito ladrón, sin que tu jodido padre se entere —Harry dudó, pero sabía
que de todas formas accedería. Era difícil que él me dijera que no a algo.
— ¿Lo prometes? —y aquí se complicaban las cosas. En prometer. Pero aun así, aunque
sabía que yo no podía prometer nada, que nadie esperaba nunca nada de mí, asentí
como si él pudiera verme.
—Lo prometo —sentencié. Nos quedamos en silencio un momento y entonces escuché el
pestillo de algún cuarto y la voz de Anne al otro lado de la línea.
— ¡Diablos! Debo irme —murmuró y cortó de golpe sin siquiera despedirse.
Me quedé atrapado en aquella atmosfera pesada, cargada de aquellos sentimientos que
me abrumaban. Ahora tenía que pensar que hacer y cómo hacer las cosas. ¿Hacia caso
a mi mente o hacia caso a mi mejor amigo del mundo? Yo no entendía eso que estaba
sucediéndome, no comprendía por qué solo él me había hecho sentir de aquella forma,
como tampoco sabía si debería tratarlo diferente. Usualmente luego de un beso
fogoso o follar, desconocía por completo a la persona, era solo un rato y ya, pero
Harry era distinto. A él le importaban todas esas cosas...es decir, si aún no había
follado era porque su estúpida virginidad le interesaba ¿cierto? Entonces un beso
también le importaba. Y si no había dejado que nadie se lo folle entonces ¿por qué
permitió que lo tocara de aquella forma en la cueva? ¿Por qué me dejaba besarle el
cuerpo? ¿Por qué me daba pase libre para que le metiera la lengua hasta la
campanilla? ¿Por qué yo? ¿Por qué él?
Me tiré en el suelo del comedor, en la alfombra frente a la chimenea, mientras me
fumaba un cigarrillo mentolado y cavilaba, cerrando los ojos, perdiéndome. Resolví
que necesitaba la sonrisa de Harry, su estupidez, sus mariconadas de nena y todas
sus florecitas de la cabeza.
Necesitaba que Harry estuviera feliz.
Necesitaba ya no estar tan herido.
-PoV Louis-
Sentía mis manos arder a cada paso que trepaba por la enredadera de afuera de la
casa del mocoso. La noche estaba bastante fría para ser primavera y eso no me
agradaba en lo absoluto. El frio era una putada, lo odiaba, la estúpida cara se me
endurecía, las manos se me paspaban y me castañeteaban los dientes si no tenía
suficiente abrigo. Pero no me interesaba, después de todo dormiría en la cama del
niño y estaría calentito hasta la mañana siguiente que tendría que helarme el culo
en la escuela.
Apenas llegué a su balcón me limpié las manos con ramitas, tierra y sangre en mis
pantalones de mezclilla, acto seguido saqué mi navaja del bolsillo trasero e
introduje la hoja por la ranura que unía sus ventanas, para poder mover el seguro
desde afuera y abrir finalmente el vidrio.
Harry ni siquiera se inmutó y supuse que estaba molesto o algo, pero resultó que
unos grandes auriculares le tapaban las orejas mientras él se mantenía absorto
mirando la pantalla de su computadora. Todo estaba oscuro y entonces lo escuché
hablar mientras me acercaba sin hacer ruido, quería asustarlo.
Estuve tan cerca de su cuerpo, pero entonces me detuve al verlo utilizar de pijama
mi sudadera y un bóxer de color negro. Sus rulos revueltos y tenia medias blancas
puestas. Se veía jodidamente adorable y me dieron ganas de empotrarlo contra la
pared, allí mismo. Moví mi cabeza varias veces para disipar aquella idea y entonces
puse atención a que estaba mostrando una foto mía delante de la camarita del Skype.
—¿Has visto sus ojos? Son muy azules y muy hermosos y tiene la sonrisa más real que
he visto en toda mi corta vida, Louis es muy, muy guapo —susurró riéndose como un
estúpido. Mis mejillas se sonrojaron y sonreí de lado con nerviosismo al tiempo que
la muchacha de cabello rubio, la que siempre estaba con Mora, señaló el lugar donde
estaba yo parado. Harry se volteó despacio y al verme, empalideció. Susurró un "m-
me tengo que ir, Zhi" y cerró la computadora sin quitarme sus ojos, asustados, de
encima. Se quitó los auriculares y el sonrojo se veía tan solo un poco con aquella
luz de luna que bañaba su cuarto escasamente.
—Lou...yo... —balbuceó con torpeza, pero antes de que siguiera me incliné apoyando
mis manos en el colchón, acorralándolo mientras posaba mi boca sobre la suya,
besándolo despacio al principio e incrementando con ferocidad el roce a cada paso,
hasta abrir mis labios e introducir mi lengua en su boca, jugueteando con la suya.
Harry gimió contra el beso y yo me acercaba más, casi recostándome encima del niño.
Me separé apenas un poco mirándolo con deseo y susurré entre húmedos toques de
boca.
— ¿Yo te gusto? —pregunté mientras mordía su labio inferior robándole suspiros
mientras él se recostaba dejándome que lo envolviera con mi cuerpo.
Parecía volado mientras mis manos lo tocaban los muslos con cuidado, probando la
suavidad extrema de su piel de cristal. Él asintió efusivamente al tiempo que mis
labios se abrían en su cuello, acariciándolo con la lengua, un beso húmedo. Harry
se retorcía debajo de mí como si me lo estuviera follando, y aunque realmente lo
deseaba, tenerlo así era mucho mejor. Le dejé marcas en el cuello, sin querer
sacando mi lado posesivo a relucir mientras le subía mi sudadera acariciándole de
paso el cuerpo, el torso desnudo y al llegar a sus pezones los apreté despacio
mientras él gemía en silencio y con vergüenza. Como un mocoso virgen. Sonreí con
malicia mientras tiraba la sudadera que Harry llevaba al suelo y me restregaba
contra su cuerpo haciéndole sentir mi dureza. Me moría por follármelo, me lo
imaginaba. Que prieta estaría mi polla dentro de él, joder, podía casi saborearlo,
pero entre tantos toqueteos y cuando estuve a punto de sacarle el bóxer, Harry
jadeó, pero no de placer sino de miedo.
—No... —susurró agarrando mi mano y mirándome a los ojos. Sus orbes verdes como las
esmeraldas se posaron en los míos, azules y oscuros y mordió su labio húmedo por mi
saliva. Mierda, maldito mocoso virgen de mierda. Chasqueé la lengua pero entonces
miré de nuevo su rostro. Pude ver lo estúpido que se sentía y entonces ya no estuve
enojado. Solo estaba...jodidamente caliente. Apoyé mi cabeza en su hombro y le di
besitos pausados y castos.
—Bien...bien —murmuré y cambié mi posición, acomodando a Harry debajo de las
sabanas y desvistiéndome para poder dormir con él.
Me dolía como la tela de mi pantalón rozaba mi erección, pero me acosté con cuidado
detrás de él abrazándolo por la cintura, sintiéndolo tan tibio. Nunca había hecho
aquello, quedarme a dormir con alguien toda una noche sin follar. Era duro, pero me
gustaba. Su aroma a jazmines impregnándome la nariz, sus rizos haciéndome
cosquillas en la barba. Si piel casi desnuda rozando la mía tan deliciosamente.
Pero entonces, cuando mis ojos estuvieron a punto de ceder, cuando el cansancio fue
mucho más potente, Harry comenzó a restregar su jodido trasero por mi polla,
simulando que lo embestía. Solté un jadeo entrecortado y duro, sintiendo que la
punta de mi miembro se humedecía.
—Estás tentando a tu suerte, mocoso —susurré contra su oído con la voz rasposa por
la excitación mientras mi mano se posaba en su cadera para detener sus movimientos.
Si seguía haciendo eso me lo terminaría cogiendo aun con sus suplicas de que me
detuviese. Harry se rió con inocencia y entonces mordí su hombro desnudo para
tranquilizarlo. Harry no obedeció y casi podía palpar el calor que su cuerpo
emanaba. No estaba acostumbrado a que alguien me calentara tanto. A que alguien me
pudiera tanto. No estaba acostumbrado a aquello nuevo que estábamos haciendo y no
quería siquiera pensar en aquello.
Harry se dio la vuelta despacio para quedar frente mío. Nos observamos un largo
rato, sus ojos grandes rodeados de aquellas rizadas pestañas que se batían como
alas de mariposa y sus labios carnosos estaban rojos y húmedos. Sonreí de lado
recorriendo su naricita perfilada y sus pómulos levemente coloreados.
—¿Lou? —tentó una pregunta. Mi mano se posó en sus rizos, acariciándolos
suavemente, aspirando todo lo que podía de su aroma.
— ¿Qué?
—Yo... ¿yo...te gusto? —dice finalmente sin quitarme la mirada de encima. Los
segundos corrían, fácilmente convirtiéndose en minutos mientras cavilaba. Había
llegado a la conclusión obvia de todo, Zayn ya me lo había dicho, era con el único
que había hablado. Todo se reducía a la respuesta de una sola pregunta: ¿Por qué?
¿Por qué miraba los ojos de Harry de esa manera? ¿Por qué me calentaba tanto solo
acariciarlo tentativamente? ¿Por qué lo había llevado a mi casa? ¿Por qué arreglaba
su corona de flores? ¿Por qué había arriesgado mi oportunidad de terminar el último
año porque alguien lo había hecho llorar? ¿Por qué lo había llevado al lago? ¿Por
qué necesitaba de su estúpida sonrisa idiota? ¿Por qué me enfrentaba a todos los
que le hacían daño? ¿Por qué intentaba ser bueno con él? ¿Por qué le confiaba
cosas? ¿Por qué aceptaba que se sentara cerca de mí o estuviera siempre encima sin
que me molestara? ¿Por qué sentía que mi pecho se quemaba cuando me decía que me
quería? Tenía que abrir los jodidos ojos y aceptarlo. Aceptar la verdad que se
anidaba frente a mí.
Harry bajó su cabeza decepcionado, apoyándola en mi pecho y cerrando los parpados,
pero entonces mis dedos se deslizaron hasta su barbilla provocando que me mirase.
Me hundí en su interior de manera lenta, como la mantequilla que se derrite bajo un
astro rey, caluroso y lento.
—Me gustas mucho, peque —murmuré con la voz temblorosa sin creerme lo que acababa
de pronunciar. Los ojos de Harry se agrietaron de felicidad y se lanzó a mis
labios, enrollándose conmigo con esa efusividad tan propia de él.
Mis manos se posaron en su cadera mientras él luchaba por besarme bien. Yo me reía
dentro del beso mientras colocaba al mocoso encima mío con facilidad. Apretó su
cuerpo contra mí y gimió dentro del beso cuando mis manos se colaron en su trasero,
apretándolo con ganas para que se restregara sobre mi polla.
Maldito mocoso hijo de perra. Me hacía perder el hilo del mundo.
—Joder, Harry, no seas idiota, no hagas eso —susurré con voz ronca mientras su
boca, calentita y húmeda, me daba besos pequeños en el cuello. A mil jodidos
kilómetros se notaba que nunca había hecho esas cosas, solo por el hecho de que
temblaba con inseguridad. Sentí perfectamente cómo se posicionaba justo encima de
mi polla, aplastándomela, moviéndose, simulando que se lo hacía.
Podía casi ver mi pene, completamente duro, debajo suyo implorando que lo engañara
para poder hacerle lo que quisiera, pero sin embargo no lo hice. Solo agarré sus
caderas mirándolo fijamente mientras tentaba mis dedos con la tela del elástico de
su bóxer, jalando levemente y soltando para que lo golpeara sin herirlo.
Harry respiraba con agitación mientras cambiábamos de posición, dejándolo a él
abajo mío, a mi merced. Me quedé quieto un momento, observándolo. Su cuerpo pequeño
y tibio estaba atrapado debajo de mí. Sus brazos sin mucha musculatura, su estomago
plano y pálido, sus muslos...joder, tenía unas piernas y un culo de puta madre,
pero en ese momento solo veía a un mocoso, chiquito y berrinchudo debajo de mis
grandes brazos tatuados, de mis abdominales marcados y mis piernas fibrosas. Me
pregunté si se sentía cómodo estar tan acechado como yo lo tenía a él, pero dejé de
darle vueltas al asunto cuando una sonrisa grande se formó en su rostro. De esas
sonrisas que me encantaban. Dulce y pura, como la de nadie.
—Lou... —me llamó un momento mientras sus manos traviesas me acariciaban el pecho.
Yo me encontraba erguido sobre mis brazos, como si estuviera haciendo lagartijas
pero sin separar mi cuerpo del mocoso.
—Deja de toquetearme, experimenta con una peli porno, son buenas —me burlé
provocando el enrojecimiento de sus pómulos. Harry trazaba líneas en mi pecho
intentando bajar por mis abdominales pero estaba apretado contra él.
—Lou... acuéstate a mi lado.
— ¿Me dejaras así? —pregunté con retorica señalando mi miembro siendo apretado por
mi bóxer. Por supuesto que no pensaba presionarlo con aquello. Harry rió, y
entonces me puse a su lado ofreciéndole mi pecho para que se recostase. Él lo hizo
y casi al instante su mano comenzó a bajar por la línea e vello que tenía apenas
suave hacia el estomago. Cerré mis ojos tragando duro cuando los largos dedos
delicados del rizado se posaron tentativamente sobre el elástico de mi bóxer al
tiempo que mi respiración se irregularizaba.
— ¿Alguna vez has tocado una polla? Digo...demás de la tuya cuando te manoseas
pensando en mi —bromeé de nuevo provocándole una risita entrecortada al mocoso que
no me miraba el rostro, supuse, avergonzado. De pronto sentí como a mi miembro lo
envolvía su mano pequeña y delicada y un jadeo entrecortado se escapó de mis
labios.
—No me manoseo —susurró mientras sentía como la punta de mi pene se humedecía
mientras él hacia movimientos lentos bombeando. Joder. Me iba a correr.
—No...mientas... —solté entre suspiros mientras le apretaba la cadera con demasiada
a fuerza a Harry sin darme cuenta.
—Jamás me he...tu sabes —respondió con voz pequeña aumentando el ritmo de su mano.
Mi respiración se volvía agitada cada vez más y no aguantaba.
—No me jodas... —solté entre suspiros de placer—. Para no haberte masturbado
nunca... —alagué sus movimientos imaginándome como seria su boca alrededor de mi
sexo. Mierda. Quería que me la chupara.
—Gracias —susurró con la vocecilla apocada y entonces los únicos sonidos que se
oían eran del bombeo de su mano contra mi pene y mis jadeos cortos y roncos
acallados por las mordidas que le propinaba en el hombro y la forma en la que le
apretaba la cadera.
De pronto sentí que casi alcanzaba el clímax, una fina capa de sudor me impregnaba
el cuerpo y Harry gemía cada vez que tentaba con tocarlo de más. Se me pegoteaba al
cuerpo haciendo que aquel calor fuese insoportable. Cerré mis ojos dejando caer la
cabeza hacia atrás mientras sentía aquel tirón familiar que hacía bastante no
sentía, en el vientre bajo. Sin decirle nada me corrí con fuerza, con un gemido
final que casi ni se oyó. Harry me tocó despacio, limpiándome con las sabanas de su
cama y luego acomodándome el bóxer con cuidado. Mi glande aun estaba delicado por
el placer así que agradecí la dulzura del mocoso para hacer las cosas. Jamás en mi
toda mi puta vida me había corrido tan fuerte solo por un handjob. Pero allí
estaba, tendido en la cama de un estúpido niño que dormía con osos de peluche y
usaba coronas de flores, recuperando la respiración que me había quitado aquel
orgasmo.
No dijimos nada. No hablamos nada.
Él solo se acostó sobre mi pecho y cerró sus ojitos. Sus pestañas me hacían
cosquillas y su cabello me provocaba sueño meciéndose contra mí. Cerré mis ojos un
momento a sabiendas de que tendría que irme dentro de un rato, eran casi las tres
de la mañana y yo debía ir a mi casa y descansar un poco para soportar la puta
escuela al otro día. No tenía idea de cómo mierda me levantaría, ducharía e iría,
pero tenía que hacerlo si no quería que el mocoso se escapara de la escuela para
buscarme como un loco como solía hacer por instinto.
Pronto, apenas el reloj dio las tres menos cinco de la madrugada, Harry estaba
tendido como un muerto encima mío, dormido. Con mucho cuidado lo corrí a un costado
en su propia cama y lo arropé para que pudiese dormir bien. Harry sonrió entre
sueños y le besé la frente con cuidado de no despertarlo.
Escapé por su ventana con facilidad. Cada vez era más divertido hacerlo. Harry me
hablaba de todo cuando llegaba solo para no dormirse. Era un malcriado y gustero,
pero me encantaba que fuese así. Maldito mocoso caprichoso de mierda.
Estúpidos rizos castaños, estúpidos ojos grandes y esmeralda con estúpidas pestañas
largas y marcadas, estúpida sonrisa amplia y dulce, estúpidos labios carnosos y
jodidamente besables, estúpido mocoso totalmente follable. Totalmente...adorable.
Los pasillos de la escuela estaban atestados de pubertos llenos de hormonas,
besándose, toqueteándose, algunos riendo y la mayoría charlando. Yo caminaba a paso
lento mascando goma de uva que había encontrado e mi bolsillo y buscaba con
disimulo, solo con los ojos, el paradero del mocoso. Me recorrí los pasillos con mi
skate en la mano, vi algunas aulas y él no estaba. El día estaba genial, hacía
calor pero corría viento casi huracanado y las nubes grises colmadas de lluvia nos
vigilaban desde el cielo más amplio y espumoso que había visto en mucho tiempo.
Decidí salir al patio de la escuela, el trasero, era muy amplio y estaba lleno de
manzanos, naranjos y limoneros. Caminé apenas dos pasos cuando vi a Harry sentado
debajo del gigantesco tronco del manzano. Estaba rodeado por tres mujercitas a las
que conocía solo de vista, excepto por la perra asquerosa de Mora, a ella la
conocía bien aunque ya no se me hacia tan atractiva como antes. Harry inclinaba su
cabeza como un cachorrito perdido dejando que una preciosa rubia de tez bronceada y
ojos celestes, le adornara los rulos con unas flores de jazmín. Sonreí de lado
mientras me acercaba lento sin prestar atención a que la tercera chica que estaba
con ellos era una morena que conocía de sobra. Ariadna. Con sus rizos negros y ojos
verdes, felina y letal. No entendía que hacia ella con el mocoso y sus amiguitas.
No encajaba en el patético cuadro de dulzura que dibujaba mi pequeño.
Sacudí mi cabeza exasperado y tiré mi skate y mi mochila a un costado a penas
llegué al lugar, exigiendo mi territorio. Mora, como siempre, me dedicó una odiosa
mirada, mientras que la rubia a la que por fin había identificado como Zhian, la
amiguita con la que Harry hablaba por Skype, sonreía con ternura. Era jodidamente
idéntica a Harry, si no fuese porque él me contaba todo, habría jurado que ellos
eran hermanos. Ariadna sonrió intentando ser seductora, pero primera vez en vez de
pensar en sus grandes tetas o en follármela en el baño, solo pude centrarme en los
grandes ojos poblados de pestañas rizadas que me miraban con cierta adoración.
—Hola mocoso —saludé con la voz relajada ignorando a las tres mujeres.
—Hola, Lou —correspondió sonrojándose tiernamente. Maldito mocoso me crispaba los
nervios.
—Hola —saludé secamente a las demás por fin recobrando mi estabilidad que había
ganado aquella fama tan notoria que tenia de ''el tipo más jodido de Merston
High''.
—Mucho gusto, Louis, por fin te conozco en persona y sin caras de susto cerca —se
burló Zhian mientras miraba a Harry que estaba avergonzado tocando las florecitas
que aun no había terminado de poner en su cabello. Sonreí de lado sin mostrar los
dientes, como poco entusiasmo, aunque era agradable la muchachita.
—Claro —respondí sin emoción. Mora se levantó de su lugar mientras recogía sus
cosas.
—Nos vemos en clases, aquí huele a mierda —dijo, evidentemente, por mi. Me reí con
sarcasmo mirándola fijamente.
—Ha de ser tu asquerosa presencia —escupí recibiendo una pequeña patada de Harry en
el pie.
—Lou —se quejo. Rodé mis ojos y luego de oír a Mora resoplar, se fue sin decir más.
Me reí con sigilo, a escondidas para que el mocoso no se molestara ni nada por el
estilo. No era muy fan de sus caprichos pero los soportaba. Después de todo él
soportaba toda mi mierda incorregible y malhumorada. Corrí despacio mi cuerpo hasta
situarme cerca del rizado, él sonrió ampliamente con aquella sonrisa que me
encantaba, mostrando todos los dientes, y es que no entendía como alguien podía
mirarme con tanto entusiasmo y alegría como si fuese indigno de mi presencia. Nada
más absurdo en absoluto, pero Harry lo hacía. Él hacía lo que nadie jamás conmigo.
En el mas jodido extenso sentido de la palabra.
Mis dedos volaron como por si solos hasta donde estaban un par de florcitas del
suelo y las coloqué cuidadosamente en sus rizos castaños. El sol dio justo donde él
y se le iluminaron un par de hebras de cabello rubias como hilos dorados. Brillaba
por sí mismo, con luz propia.
Por un momento mi boca se quedó abierta, absorto mirándolo sin notar mí alrededor.
Recorriendo su perfilada nariz y su piel pálida por partes aunque un leve sonrojo
adornada otras. Sus pestañas largas que aleteaban como las alas de una mariposa,
cubriendo brevemente aquellos dos faros del verde más vivo que había podido ver en
mi vida.
Una sonrisa surcó sus labios rosados y perfectamente carnosos. Joder, como deseaba
esa boca en este momento. Tuve que reaccionar antes de tirarlo al suelo y meterle
la lengua hasta la campanilla.
—Bien, me tengo que ir —me levanté con agilidad del suelo notando el silencio
sepulcral de Zhian, con una sonrisa en los labios y la cara de asombro de Ariadna.
Harry perdió un poco del brillo particular de sus ojitos, pero entonces lo estiré
de la mano hasta que quedó parado delante mío. Miré alrededor con algo de paranoia
y luego de ver el ceño fruncido del mocoso con confusión, me incliné un poco para
dejar un beso corto en la comisura de sus labios. El color rojo subió con rapidez a
los pómulos de él y bajó la mirada, sonriendo levemente.
—Nos vemos adentro, Lou —susurró con ternura mientras volvía a mirarme. Sonreí de
lado, como solo sonreía con él, y le revolví los rulos. Acto seguido caminé con
chulería hasta los pasillos de la escuela, de nuevo.
No tenia absolutamente nada que hacer allí adentro más que molestar a los idiotas
que allí estaban. A veces deseaba que Zayn fuese a la escuela conmigo, que
cursáramos juntos solo para no estar tan solo. Odiaba estar allí encerrado. Antes
de que Harry llegara, mi vida era una mierda. Nadie me hablaba demasiado porque yo
no les agradaba en lo absoluto, mis contestaciones siempre eran odiosas,
sarcásticas. Así que básicamente ni siquiera me preguntaban la puta hora, excepto
por los malditos imbéciles con los que solía tocar en la banda. Extrañaba hacerlo,
era genial y me liberaba, pero bueno...luego de romperle la nariz a Tony no hubo
mucha discusión respecto a mi nueva inclusión o no. Los profesores me detestaban o
me tenían lastima, y ambas cosas eran una puta mierda. Ni necesitaba odio ni
merecía lastima.
Claro que todo eso había cambiado drásticamente cuando empecé a juntarme con Harry.
Algunas personas me saludaban cordialmente, y se juntaban con nosotros solo porque
el mocoso estaba allí y él iluminaba todo. Era muy popular el pequeño bastardo,
pero por alguna razón él siempre prefería estar únicamente conmigo.
Abrí mi casillero con un golpe seco y guardé mis libros allí mientras sacaba solo
un cuaderno para tomar notas y un bolígrafo mientras le daba un leve vistazo a
aquella foto que tenia pegada en la puerta del locker. Aquella que el mocoso se
había tomado la molestia de imprimir en papel fotográfico. En ella estábamos él y
yo. Mis brazos le rodeaban la cintura y mi boca estaba pegada a su oreja como si
estuviera susurrándole algo, mientras su rostro era un arte, con hoyuelos y
dulzura, aunque también sonrojo.
Sonreí mientras pasaba mi dedo por mis labios dejando escapar un suspiro.
—¿Qué habré estado diciéndote? —me pregunté a mi mismo y luego cerré el casillero
encontrándome con unos grandes ojos del color de las esmeralda. Me sobresalté
ligeramente pero no perdí la compostura.
—Me dijiste que si no sonreía no me dejarías tocarte donde me gusta —respondió a
aquella pregunta no formulada con dirección a ningún lado. Me reí ligeramente y el
timbre de entrada sonó.
Hoy teníamos todas las clases separadas, él arte, yo química, él biología y yo
literatura. No coincidíamos en nada y eso me ponía jodidamente ansioso.
—Vaya, por eso la sonrisa tan amplia —me burlé y antes de que pudiera escaparse, lo
empujé al estrecho pasillo del conserje y lo estampé contra la pared sin hacerle
daño. Mis manos se situaron en su cadera delgada y formada mientras mi boca buscaba
con desesperación la suya, alimentándome de la vida que esos labios me regalaban.
Harry gimió contra mi boca y mordí levemente la suya sonriendo de lado mientras lo
apretaba contra mi cuerpo y contra la pared, dejándolo a mi merced. Lo besé hasta
quedarme sin aire, acariciando su lengua con la mía sintiendo ese saborcito a
caramelo de limón que probablemente había estado comiendo. Me separé de él
despacio, dejando una mordida en su carnoso labio inferior. Su respiración estaba
agitada, irregular y sus ojos seguían cerrados.
—Deberías ir a clases, peque —susurré mientras le dejaba una hilera de besos
húmedos en la mandíbula bajando hasta su cuello con sigilo.
—N-no puedo si estas tocándome de esa forma, Lou —susurró sin aire mientras mis
dedos acariciaban su cadera por debajo de la ropa al mismo tiempo que dejaba una
bonita marca malva en su cuello, marcándolo. A Harry no le gustaban los chupetones,
pero yo adoraba hacérselos aunque fingiera que solo era una bromita. En realidad lo
marcaba, como si fuese mío.
—Bien, bien... —me separé de él despacio y me encontré con la imagen tan infantil y
sensual del mocoso mordiendo su labio con las pupilas dilatadas, como si estuviera
excitado.
—Van a mandarnos a detención por entrar tarde —dijo con un susurro.
—Que se jodan —respondí con poca seriedad—. Oye, esta noche estaba pensando en que
quizás podríamos juntarnos en la casa de Zayn, ya sabes, es que ira el puto del
Tanque y bueno...veremos unas películas y comeremos pizza o algo —hablé con rapidez
mientras me rascaba la nuca con vergüenza. Era difícil hasta hacerle aquella
insinuación.
— ¿Cómo una cita? —preguntó él ilusionado y yo rodé los ojos como si fue una
reverenda estupidez aunque había estado pensando en eso toda la mañana.
—Claro que no, idiota, no eres mi novia para estar teniendo citas y esa mierda —
respondí con rudeza provocando aquella expresión que odiaba en él.
—Lo...Lo siento —murmuró y casi sentí su voz quebrarse. Odiaba herirlo pero yo era
un maldito imbécil sin sentimientos.
—No quise decir eso —susurré mientras levantaba su rostro desde la barbilla
haciendo que me mirara.
— ¿Me acompañas al teatro? —preguntó sosteniendo mis manos. Al instante enredé mis
dedos con los de él y besé sus nudillos con delicadeza.
—Vamos —coincidí.
Caminamos por los pasillos de Merston demasiado juntos o algo parecido,
evidentemente, ya que todos nos miraban sin nada de disimulo. Malditas mierdas
curiosas. Harry me hablaba y me hablaba de sus clases de arte y de teatro, que
quería dejar de hacer comedia musical y quería quedarse solo con la pintura, pero
que su madre no le dejaba abandonar ninguna actividad extra curricular.
Le di un beso corto en la frente y acaricié sus rulitos de la nuca dedicándole una
sonrisa de despedida.
—¿Me esperaras? —preguntó dudando.
—Estaré afuera —le aseguré mientras me alejaba.
El pasar solo hasta la salida había sido una jodida odisea. Todos los que no tenían
una pizca de vergüenza se me acercaban y preguntaban si estaba follándome al
mocoso, yo solo reía y me decían que nos habían visto besarnos. Yo solo respondía
que se metieran en sus putas vidas, malditos idiotas.
Caminé con rapidez hasta la puerta pero al salir me choqué con un cuerpo delgado y
suave haciendo que sus libros se cayeran.
—Lo siento tanto, no te vi —se disculpó ella con la vocecilla como de campanitas.
Yo la mire sin decir nada y con las manos en los bolsillos, ella me observó con sus
grandes ojos celestes y el cabello del mismo color que el de Harry amarrado en una
trenza cosida—. Hey, tu eres el novio de Hazz —exclamó sonriendo ampliamente. Tenía
los dientes perfectamente blancos y rectos y se le formaba un hoyuelo en la parte
izquierda de la mejilla.
—No soy su novio —discrepé y la confusión se dibujo en el rostro de la muchachita—.
Tu eres la del Skype, estabas en el árbol también ¿cierto? Zhian —dije solo por
decir algo. Ella alzó sus libros y asintió con torpeza y el parecido con el mocoso
era aterrador.
—Sí, sí, Zhian y tu Louis ¿verdad?
—Tommo —le corregí—. Solo el mocoso me dice Louis.
—Solo a él se lo permites —me corrigió y note que era todas sonrisas. Una dulzura,
además de guapa, así que no le refuté nada—. Así que...¿dónde se metió Hazz?
—Lo dejé en teatro —respondí sin expresión.
—Vaya, eres tan bueno con él, además de que lo besas y todo...como si fuesen novios
—se burló con ternura la rubia y yo rodé mis ojos.
—No somos novios.
—Aún —volvió a corregir—. Hazz realmente te adora, deberías notar cómo te mira.
—Lo hago, es un pegajoso y molesto llorón —dije sonriendo hacia el suelo. Me
gustaba que fuese así.
—Es una dulzura, ojala le pidas salir pronto —levanté mis ojos y ella sonreía
amplio.
—Siempre salgo con él —respondí confundido pero ella rio tontamente.
—Hablo de ser novios —aclaró.
—Ni siquiera nos conoces bien para hacer aportes, muñeca, mejor te desapareces —le
advertí hoscamente.
—Solo quiero ver a Hazza feliz, y contigo lo es, solo me preocupo por él —respondió
sonriendo con delicadeza.
—No lo hagas, yo lo cuido siempre —y mi voz salió casi como una amenaza aunque no
lo pretendiera.
Zhian sonrió como si supiera algo y entonces se alejo sin decir nada, dejándome
allí parado en medio del pasillo totalmente confundido y pensando aquello de ser
novios.
Quizás podría pedírselo, es decir, no era nada de otro mundo. Él sabía que me
gustaba y yo sabía que gustaba de mí, así que no veía el jodido problema. Aceptando
serlo o no, de todas formas era mío así que me pasaba al resto por los huevos.
Joder...quería pedírselo.
Saqué un cigarrillo del bolsillo y lo encendí mientras bajaba las escaleras sin
poder creer quien estaba allí. Sentada con traje de oficina sobre los sucios
escalones, fumando, Anne. Fruncí el ceño con confusión pero me acerqué de todos
modos causando un ligero sobresalto al escuchar cómo me sentaba a su lado. Ella me
observó y me quedé repasando sus facciones tan iguales a las de mi niño. Los ojos
grandes y verdes aunque con unas arruguitas de la edad a los costados y las
pestañas más cortas. Le señalé el cigarrillo y la vergüenza se hizo presente en su
semblante. No se le coloreaban las mejillas como a su hijo, pero se veía
visiblemente abochornada.
—Oh, cariño, por favor no le digas a Harry...se supone que lo he dejado —habló con
la voz trémula y agradable.
—Descuide, señora Styles, soy una tumba —le aseguré sonriendo mientras me llevaba
el cigarrillo a la boca y encendía el mechero dejando que el tabaco se prendiera.
—Llámame Anne, ''señora Styles'' suena como si estuviera en un geriátrico —ambos
reímos, yo más que nada por cordialidad ya que solo lograba sonreír adecuadamente
cuando Harry estaba cerca.
—De acuerdo, Anne —acepté—. ¿Todo bien? —pregunté con un deje de preocupación ya
que había visto que las personas usualmente fumaban cuando todo se estaba
desmoronando y necesitaban un punto de apoyo del vicio. Un suspiro seco se escapó
de sus labios.
—El padre de Harry perdió su empleo y ha estado actuando con mal humor, no sé por
qué últimamente suele tirar eso al pobre de mi niño como si tuviese la culpa, le
hace daño y es como si no se diera cuenta —se quedó en silencio brevemente y solo
quise ir hasta donde su padre y darle unas buenas bofetadas para que despertase de
su estupidez. Anne me miró un momento y sonrió como disculpándose—. Lamento que no
puedas ir a casa —expresó con genuino congojo.
—Descuide —dije sonriendo de lado recordando que entraba por la ventana en las
noches y hacia con Harry lo que desease, respetando los limites que me imponía—. Al
menos puedo verlo en la escuela —mentí para que no sospechara.
—Me alegra, Harry se ve más animado que antes aunque pensamos que la mudanza y todo
eso lo iba a partir al medio, es algo caprichoso, tu sabes, y pensamos que haría
berrinches para volver a Holmes Chapel ya que le prometimos que si no le gustaba
aquí podíamos volvernos pero nunca se quejó de nada, todo es Louis, Louis, Louis,
que Louis hizo esto, que Louis hizo lo otro, Louis me llevo al parque, Louis me
compro helado —ella e rió con felicidad y me observó largamente y yo sin darme
cuenta ya tenía una sonrisita plantada en la boca, una sonrisa de orgullo. Sin
embargo el sonrojo se presentó en mí y decidí cambiar rápidamente de tema para no
tener que decir nada más al respecto.
—Le he dicho que esta noche nos juntaremos en casa de un amigo a ver películas y
comer pizza, sé que mañana tiene clases de futbol, pero puedo encargarme de él si
lo deseas...a los chicos y a mí nos gustaría que vaya, es el alma de la fiesta —
intenté bromear apenas riendo mientras ella me imitaba.
—Yo no soy el problema, cariño, me encanta que Harry esté cerca de ti, lo cuidas,
el problema es mi marido, pero intentaré convencerlo si prometes devolvérmelo en
una sola pieza —reímos en conjunto y luego apagué el cigarro al mismo tiempo que
ella tiraba el suyo.
—Siempre —prometí con sinceridad mientras escuchaba aquellos pasitos tan especiales
bajar por las escaleras.
Anne y yo nos volteamos al mismo tiempo y aquella sonrisa gigante de dientes
blancos y perfectos iluminó de pronto el lugar.
—¿Mamá? —preguntó—. ¿Pasó algo?
—Oh, no, cielito, solo que tu padre quiere que almorcemos juntos en algún lado y me
ha pedido que pasara a buscarte —aclaró mientras nos poníamos de pie. Mis manos se
escondieron en mis bolsillos y me quedé observando las florecitas del mocoso caer
al suelo como una lluvia imperial.
—Uhm...está bien, es que quería irme con Louis —admitió él haciendo un puchero de
lo más antojable. Mierda. Quería besarlo guarramente de nuevo.
—Cielo, pueden verse en la tarde —regañó Anne mientras caminábamos hasta el auto.
Sin decir nada Harry suspiró haciendo berrinche y enfurruñado esperó que su mamá se
subiera al auto y me miró luego de que Anne se despidió con la mano de mi.
—Nos vemos, mocoso —susurré y me di la vuelta para alejarse, pero entonces Harry me
gritó.
—¡Louis! —me volteé ligeramente y el estaba allí apoyado contra la parte de atrás
del auto, mirándome con su labio rosado insistente y aquella mirada de cachorrito
perdido que tanto me podía. Sonreí.
—¿Qué sucede?
— ¿Adiós? —susurró mientras me miraba con insistencia buscándome. Yo me acerqué
despacio a él esperando que Anne no me viera y lo tomé de la cadera haciendo que se
pusiera en puntitas de pie hasta llegar a la altura de mi boca y le robé un beso
prolongado, mordiéndolo para marcarlo y succionando levemente el labio inferior
para que se le hinchara. Me ponía mucho cuando tenia así la boca, mojada y roja por
mi culpa. Sonreí al separarme y lo puse de nuevo en el suelo, todo sonrojado y
revolucionado mientras le dejaba otro beso casto en los labios, mirándolo a los
ojos, guardándome por siempre su imagen.
—Adiós, peque —susurré y con media vuelta con chulería, me alejé caminando mientras
me prendía otro cigarrillo, guardando en mi memoria el gusto a cereza que tenía el
mocoso en la boca. Jodidamente delicioso, me preguntaba si se ponía mierdas de
niñas y reí con aquello.
Puse mi mano derecha en el bolsillo y emprendí el viaje de regreso a mi casa, no
quería volver pero lamentablemente Zayn estaba en la universidad visitando al
Tanque y no había dejado la llave de repuesto.
Solo esperaba a que fuese de noche para poder estar con él, para poder tocarlo y
abrazarlo como quería, para poder estar en mi propio mundo, aquel que compartía con
él y me hacía sentir diferente. Mi ciudad de ángeles.
12. Wake me up
La tarde se asemejaba a la noche, eran apenas las siete pm pero el cielo estaba
oscuro y se podía ver aquella luna gigantesca con el color de las perlas preciosas,
lo cual era bastante extraño ya que el viento que corría era como una brisa tibia
que acariciaba mi rostro mientras caminaba por la acera para llegar a la casa de
Harry. Me había vestido de una manera un poco diferente a como siempre lo hacía,
con mi estilo, pero estaba más...elegante, quizás. No sabía por qué lo había hecho,
pero solo quería estar a su altura, a la del mocoso aquel que me robaba todos y
cada uno de los pensamientos, siempre colándose sin que me diera cuenta.
Iba con las manos en los bolsillos y una sonrisa tonta asaltando mi semblante
endurecido por la experiencia. Pateaba las pequeñas piedrecillas que se me cruzaban
y solo deseaba llegar rápido. Traía puesto mis jeans favoritos, negros y rotos en
las rodillas, también había osado ponerme una camisa con minúsculas rayitas que
formaban cuadrados negros y blancos, daba un efecto óptico alucinante pero jamás la
usaba porque me parecía muy pretenciosa. Mis toms me miraban desde mis pies, con
aquel color entre blanco y gris tan opaco y poco común y yo solo esperaba llegar
pronto y no sentirme como un imbécil si el niño me hacía alguna broma con respecto
a mi atuendo, pero lo dudaba, él solo tenía cosas buenas para decir y no captaba
los chistes con mucha facilidad ni era bueno haciéndolos en absoluto.
Apenas llegué en escasos minutos y me paré en el caminito que iba a su casa, lo
tenía demasiado bien recorrido, más que nada por todas esas veces en las que había
trepado por la enredadera que daba al segundo piso donde estaba el cuarto de Harry,
pero claro que sus padres no sabían eso, era nuestro pequeño secretito. Mis pies se
movieron solos hasta que mis nudillos tocaron la puerta blanca de entrada, mi
cuerpo temblaba y sentía un calor enredarse entre mi pelo, por mi cuero cabelludo,
hervía. La puerta se abrió y allí estaba él, una cabeza más bajo que yo, vestido
con una camisa blanca de mangas cortas y un pantalón color caqui, llevaba unas
bonitas y desgastadas botas marrones y sus rizos, entre castaños y rubios,
desordenados y medio húmedos. No traía sus flores en la cabeza, pero aun así se
veía como el ser más puro y limpio que mis ojos habían deslumbrados jamás. Sus
orbes jade, envueltos en sus pobladas pestañas oscuras, brillaron con adoración en
cuanto nos miramos a los ojos de aquella manera tan íntima que lo hacíamos. En sus
labios, carnosos y rosados, se dibujó una preciosa sonrisa que develaba aquellas
perlas blancas confundidas con dientes. Me centré en no perder de vista aquel
hoyuelo que se posaba en su mejilla cuando él sonreía.
El silencio reinó, ensimismados en nuestra pequeña fantasía, en nuestro mundo,
aquella burbuja que solo compartíamos él y yo. La unión de pensamientos
complementados, aquella conexión extraña de decirnos todo solo con una mirada.
Aquel verde fogoso, brillante, aquellas piedras preciosas del color de las
esmeraldas, conociéndose con el azul helado como el hielo y duro como una roca,
opaco como la mismísima noche, fundiéndose juntos en un interminable intercambio de
palabras mudas. El azul conociendo el verde, el verde amando el azul. Verde
azulado, azul verdoso. Esos dos colores que no formaban nada más que afecto. Quien
sabe cuánto tiempo pudimos haber estado allí callados, quien sabe cuánto había
durado aquel momento. Pudieron haber sido horas, minutos, podrían haber sido
segundos o tan solo un instante compartido, pero entonces tuvimos que reaccionar.
Ambos reímos de lo idiota que nos veíamos y entonces su voz pequeña y dulce
silencio el mismo silencio.
—Hola, Lou —murmuró con incomodidad mientras sus pómulos se teñían delicadamente de
rosado como el pétalo de una flor.
—Hola, peque —respondí mientras acariciaba los rulitos de su nuca. Él inclinó la
cabeza apoyándola en la palma de mi mano y sonrió con dulzura.
—¿Vamos?
—Claro, niño bonito , vamos —dije riéndome mientras bajaba mi mano guardándola de
nuevo en mi bolsillo. Él cerró la puerta detrás de sí y bajamos los cuatro
escalones del porche despacio, emprendiendo el camino lento hasta la casa de mi
mejor amigo.
De nuevo el silencio se hizo oír entre nosotros, solo podían escucharse nuestros
pasos lentos y algunos autos que pasaban por el tranquilo barrio. Harry me chocaba
el brazo en broma y reía, contagiándome aquello, y entre juegos y murmullos
recorrimos un trecho largo.
Miramos las estrellas que comenzaban a salir y me pregunte cuanto tiempo había
pasado desde su casta hasta el momento, pero entonces una urgencia más potente me
asaltaba.
Su mano rozándome en cada paso, sintiendo la tibieza de su piel contra la aspereza
de la mía. Mis dedos se cernieron a la perfecta forma de los suyos y aunque él me
observo cuando lo agarré, yo me quedé con los ojos clavados en el frente con la
vergüenza recorriéndome las facciones. Una sonrisa que solo vi de soslayo se trepo
hasta los labios de Harry, y una electricidad me recorrió el brazo cuando por fin
termine el toque, entrelazando sus dedos con los míos, tomándole por completo la
mano.
Jamás había ido por la calle con alguien tomado de la mano, pero este era Harry, mi
niño, el mocoso berrinchudo y molesto que siempre estaba cuando sentía que el mundo
se me caía en pedazos. El que recogía cada vidrio roto de mi alma y las coloreaba
para luego volver a ponerla en su lugar.
Llegamos a la casa de Zayn notando que las luces estaban apagadas de adentro y
entonces me pregunté si el hijo de perra estaba allí o seguía con El Tanque, pero
mis dudas se disiparon cuando los vi sentados en la hamaca del porche, acurrucados
como una pareja de ancianos. Odiaba ver al puto del Tanque con mi mejor amigo, pero
a él se lo veía feliz y aunque yo pensaba que no era trigo limpio, no podía decir
nada...ya que Harry a pesar todo también estaba conmigo.
Carraspeé cuando llegamos y Harry me dirigió una mirada de confusión, claro, él no
tenía ni puta idea de que Liam y Zayn eran pareja, sin embargo no le dije nada. Era
algo que mi mejor amigo me había confiado a mí y aunque Harry fuera mi pequeño faro
en medio de la oscuridad, no podía revelarle un secreto que no me pertenecía.
Zayn se sobresaltó y se alejó de su novio de un momento a otro, Liam nos miró
abochornado y se levantaron juntos.
—Hey, hola, no los esperaba tan temprano —dijo nervioso el moreno, sonriendo con
incomodidad. Harry sonrió amplio y subió las escaleritas del porche de la casa de
Zayn.
—Louis pasó temprano por mí, pensé que les había avisado —respondió mirándome con
falso reproche. Me acerqué a él extrañando su calor y lo agarré de la cadera para
poder abrazarlo por atrás y poner mis manos en su pancita, mi barbilla en su
hombro, susurrándole directamente al oído como a él le ponía.
—Lo olvidé —dije con simpleza mientras dejaba un beso en el lóbulo de su oreja y
sentía el estremecimiento de parte de mi mocoso. Liam nos miró con media sonrisa y
le devolví el gesto con la cabeza. Tampoco es que era mal tipo. Solo no lo quería.
Entramos a la casa entre charlas vacías y risas, sobre todo de Zayn y Harry, ya que
el Tanque y yo éramos un poco más secos.
Zayn había preparado unas pizzas caseras y Liam había comprado cerveza para
nosotros, aunque yo más temprano había llevado sodas para los niños. El moreno
tenía una película bastante sangrienta, aunque estaba calificada como una de
terror, no lo era realmente. Puro sadismo barato con una trama interesante. Me
gustaba mucho Saw, ya habíamos visto casi todas así que solo trajo la última para
entretenernos.
Liam y Zayn se sentaron en la alfombra delante del tele, un poco alejados para ser
pareja y tuve ganas de golpearle el cráneo al estúpido del Tanque por no notar lo
infeliz que hacía a Zayn ''avergonzándose'' de lo que tenían. Rodé mis ojos pero se
me paso rápido en cuanto Harry se tiró encima de mí en el sofá, acostado sobre mi
cuerpo.
Sonreí mirando sus ojos y mi mano le acaricio la espalda baja con delicadeza
probando la suavidad de su piel de seda. Me besó la barbilla, pinchándose de nuevo
con mi barba y nos reímos en silencio mientras la película comenzaba.
Aunque el Tanque y Zayn parecían muy concentrados, Harry y yo nos dedicábamos a
hacernos caricias y mirarnos, de vez en cuando le robaba uno que otro beso
provocándole un rubor en las mejillas y una risita silenciosa. Pronto perdí el
interés en la trama y solo me concentré en el mocoso irguiéndose para recibir más
besos en aquellos labios que me volvían jodidamente loco. Mis manos se aferraron a
su delgada cadera y mordí su mejilla jugando mientras lo abrazaba contra mi cuerpo,
alimentándome del calor aquel. Pronto lo hice dar vueltas en el sofá, dejándolo
debajo mío para poder repartir pequeños besos cortos en su cuello y su rostro. Me
gustaba hacerlo solo porque él sonreía cuando me ponía idiota con él y no me
incomodaba hacer aquello delante de Liam y Zayn, ellos eran una pareja y eran mis
amigos. Bueno no el Tanque, él era un maldito puto y le tenía consideración solo
porque se tiraba a mi mejor amigo.
Harry me miraba a los ojos con amor y pronto fui sumiéndome en esa tranquilidad que
solo él me infligía.
-PoV Zayn-
Mis ojos estaban llorosos, podía sentirlo porque me escocían y solo por eso no
quise voltearme de nuevo. Eso y la visión aquella de Louis jugando con Harry,
siendo cariñoso. No quise ver, pero fue inevitable con el ruido de besos que se
oían. Entonces los vi, recostados en el sofá, Harry debajo, Louis encima pero
posicionado por debajo del estómago de Hazz. El ruludo tenía la camisa subida hasta
arriba del ombligo y mi mejor amigo le dejaba besitos cortos allí, haciéndolo reír
en voz baja y sonrojándolo. Era una escena normal, ellos eran como novios aunque
Louis era un poco duro para preguntárselo directamente. Ellos no eran nada
oficialmente, pero allí estaban, riendo en voz baja para no interrumpir la película
y brindándose caricias íntimas.
Mire a Liam a mi lado y una lágrima rodo por mi mejilla aunque la corrí con rapidez
antes de que se me notara. Él parecía incómodo y tenso a mi lado, como si las cosas
hubieran cambiado desde que éramos novios. Había veces en las que deseaba que aquel
beso en el cine jamás hubiera ocurrido, pero entonces no lo tendría en absoluto. Al
menos así tenía una pequeña parte de él, ocultándonos, pero lo tenía. Era mi novio
después de todo... ¿o no?
Me abracé las piernas fingiendo mirar la película, pero no lograba concentrarme en
nada. ¿Cómo era posible que Louis Tomlinson, el ser más heterosexual, odioso,
jodido, violento y prejuicioso del planeta, estuviera allí, detrás nuestro,
besándole el estómago a su posible futuro novio, mientras que Liam ''el tanque''
Payne, conocido no solo por su habilidad en los deportes sino por su amabilidad y
honestidad, estuviera sentado a un metro de su novio oficial? ¿Cómo es que Louis,
mi Louis, lo hubiera asumido y Liam no? ¿Tanto se avergonzaba de mí?
De pronto no pude soportar más aquella presión que amenazaba con desbordar mis ojos
y me levanté del suelo con rapidez, casi corriendo hasta el baño para poder llorar
tranquilo.
Me abracé las piernas mientras mi espalda chocaba con los fríos azulejos de la
pared. Me deslicé hasta el suelo tapándome la boca para que los sollozos no se
oyeran. No podía soportar aquello. Ver lo que yo deseaba delante de mis ojos y no
poder tenerlo por aquel puto sentimiento del miedo.
Tenía a la persona que amaba y me amaba de regreso, pero ¿era realmente así? Porque
si Liam realmente me amaba como decía que lo hacía entonces estaría dispuesto a
enfrentarse a todos por mí y no lo hacía. Él jamás haría lo que yo por él.
-Pov Louis-
Medianoche. Harry se recostaba con insistencia en mis piernas y sus ojos se
cerraban de a ratos como si estuviera cansado, aunque era probable que realmente lo
estuviera. Yo me mantenía inexpresivo mientras hablaba con el Taque y Zayn y al
mismo tiempo acariciaba el cabello sedoso de mi niño. Luego de un rato más sugerí
irnos y, por supuesto, El Tanque se ofreció a llevarnos. Aunque al principio sopesé
la posibilidad de negarme, recordé que Harry era un imán para los problemas y
también recordé que él se asustaba cuando me veía violentarme con alguien, así que
acepté.
El Tanque se despidió de Zayn con un beso en los labios y se sonrieron mirándose
fijamente, y aunque la escena me parecía rematadamente cursi, tuve que tragarme mis
burlas ya que Harry se me aferró el brazo pidiéndome un beso con la mirada, que por
supuesto le brindé gustoso. Esperaba que Liam y Zayn follaran delante de nosotros.
A ver si así también lograba corromper a mi pequeño mocoso berrinchudo. Aunque
claro...él me daba cosas mucho mejores que el sexo.
Luego de aquella breve demostración de afecto, Liam abrió la puerta de su increíble
camioneta e hice que Harry se sentara atrás mientras yo iba de copiloto.
—Bien, vamos —susurró Liam con incomodidad mientras conducía lento. La casa del
mocoso estaba cerca, pero de todas formas me jodía que él supiera exactamente dónde
era sin siquiera preguntar. Hijo de puta.
Llegamos cuando el reloj apuntó las doce y media de la noche y presentía que a
Harry se le venía encima una buena regañada, en cuanto a mi dudaba que Anne me
dejara robarme de nuevo a su hijo. Bajamos con incomodidad y caminamos lento hasta
la puerta de su casa. Sus ojos se veían más pequeños y supuse que era por el sueño.
Me reí sin hacer ruido y me incliné hasta quedar a su altura para poder dejarle un
beso.
Harry se aferro a mi camisa entreabriendo los labios, invitándome a entrar. Mis
manos se posaron con rudeza en sus caderas bien moldeadas y lo apreté contra la
pared de su propia casa, haciendo que mi lengua se escurriera despacio a su boca,
haciendo que aquel contacto fuese húmedo y sonoro. Sentía como la respiración del
mocoso se irregularizaba mientras acaparaba todo lo que podía de sus labios contra
los míos y acariciaba por debajo de su camisa blanca, con la yema de mis dedos, su
espalda baja. A Harry le ponía jodidamente mucho que lo tocara allí.
Luego de un rato, me alejé de él creando un sonido húmedo con la boca y sonreí de
lado al ver a Harry con las pupilas dilatas y los labios mojados y rojos.
—Joder, verte así me calienta demasiado —susurré contra su oído, jugando con él,
mientras le apretaba despacio el trasero provocando un estremecimiento de parte del
niño. Me reí un poco y le dejé un beso en la mejilla, pero entonces, cuando estuve
a punto de bajar las escaleras él me tomó de la mano pidiéndome sin palabras que
volviera.
—Lou... —susurró—. Quédate...
Y estuve jodidamente tentado de decirle que lo haría, que me quedaría, solo por el
hecho de que podía sentir su piel hirviendo debajo de la mía y supe que
probablemente me dejaría hacerle lo que yo quisiera. Pero él era Harry, no
cualquier puta con la había follado con anterioridad. Era el mocoso. Mi mocoso.
—No esta noche, peque —susurré mientras miraba sus ojos jade brillar con deseo.
Casi era fantasioso observar a un Harry en aquellas condiciones, y solo yo tenía el
privilegio de poder hacerlo. Harry hizo un puchero de lo mas adorable y puso
aquellos ojitos dulces que convencían a cualquiera, a los cuales yo había bautizado
''los ojos del gato de Shrek''. Harry reía cada vez que se lo hacía notar y
entonces nos besuqueábamos un poco más y lograba convencerme de lo que quisiera,
como si ya no tuviera control sobre mí mismo.
—Vamos, no hagas eso —le rogué a sabiendas que terminaría por acceder a sus
caprichos—. Mañana tienes clases de futbol y yo tengo que dormir un poco, desgastas
mis energías —bromeé.
—Está bien... —murmuró decepcionado—. Pero mañana si te quedaras ¿cierto? —
insistió, y accedí obviamente, solo porque no había nada más tibio que dormir junto
al cuerpo de Harry.
—Bien, mañana sí, pero no me patees mientras duermes, mocoso —lo molesté. Él
contestó haciendo un mohín y yo me reí.
Luego de mirarnos brevemente Harry se acercó y dejó un beso casto en mis labios,
mirándome con amor.
—Te quiero mucho, Louis —susurró y de nuevo aquel asqueroso sentimiento se me
atascaba en la garganta.
Estuve a punto de decírselo, de responderle algo, pero de nuevo era esa mierda que
me obstruía el pecho y no me dejaba hablar. No podía explicarle a Harry lo que
sentía, ni siquiera podía responderle cuando él me decía que me quería, porque era
difícil. Era la primera maldita vez en mi vida que alguien me decía aquello con
sinceridad de manera no fraternal como lo hacía Celine. Él realmente me quería y yo
le creía, porque se le aceleraba el corazón cuando lo tocaba, porque buscaba mis
ojos si se sentía inseguro y mi mano cuando temía a algo. Buscaba mis brazos para
el calor y mis piernas para descansar. Solo era yo. Para Harry solo era yo, y
aunque no le respondiera a aquellas palabras que él siempre me decía, solo me
miraba con tranquilidad y sonreía ampliamente como si decírmelo fuese suficiente
para él, y entonces el dolor me escoció más aún. Quería poder corresponderle, pero
era tan jodidamente difícil cuando nunca había sentido todo aquello por nadie.
Agarré a Harry de la cintura e hice que se pusiera de puntitas de pie para poder
besarlo de nuevo con intensidad. Ya que no podía hablar, tenía que demostrarle de
alguna forma como me sentía cuando él estaba conmigo. Tenía que hacerle ver que me
sudaban las manos cuando me tocaba por mucho tiempo porque me ponía jodidamente
nervioso como un crio de quince años. Tenía que mostrarle que me temblaban las
piernas cuando caminaba cerca mío porque él era demasiado bello para ser solo mío y
se me iban las putas ganas por salir corriendo y apalear a todos los hijos de puta
que lo miraban cuando íbamos juntos. Tenía que enseñarle que cuando él me besaba y
al separarse me miraba de aquella manera tan especial, mi corazón se detenía por un
instante y luego latía con fuerza, retumbando en mi pecho. Tenía que poder decirle
que yo...yo sentía algo en el pecho que me oprimía cuando lo miraba, cuando lo
tocaba, cuando lo besaba y cuando lo abrazaba. Sentía que se me detenía el mundo y
él era el único que seguía moviéndose en mi orbita. Porque era solo él, para
mí...era solo él.
Se separó con cuidado y sonrió ampliamente mientras me dejaba otro beso corto.
—Gracias —susurró con cuidado mientras acariciaba mis labios con ternura y yo le
dejaba besos cortos en la yema de los dedos.
— ¿Por qué? —pregunté en un susurro mientras agarraba su mano y le besaba la palma
de esta.
—Porque me haces feliz —respondió con simplicidad. Sonreí de lado y lo abracé,
hundiendo mi nariz en su cuello y dejando un beso casto allí.
Me alejé de allí antes de que mis ganas de quedarme me ganaran y me dispuse a
caminar a mi casa, pero me di cuenta de que el Tanque seguía allí esperándome.
Levanté una ceja y abrí la puerta del copiloto encontrándome a Liam con un
cigarrillo en la mano.
—Tú no fumas —dije mientras me subía y prendía yo uno.
—Algo tenía que hacer mientras tú te manoseabas con tu novio —respondió cortante
mientras tiraba por la ventanilla el cigarro consumido hasta la mitad. Yo le di una
seca al mío, sintiendo como aquel humo lleno de mierda me impregnaba la saliva y
viajaba por mi garganta. Casi podía sentir como los pulmones se me llenaban.
—No es mi novio —murmuré y eché el humo por la nariz mientras Liam arrancaba el
auto.
—Oh, vamos, no se lo has pedido pero te apuesto a que no tienes ganas de estar con
nadie más que él y si alguien se le acercase más de la cuenta, le cortarías la
polla y se la darías a sus perros —respondió mientras doblaba en la esquina cercana
a mi casa.
—Eso no quiere decir que seamos novios.
—¿Por qué no se lo pides? —preguntó con curiosidad mientras le bajaba el volumen a
la radio.
—Porque no puedo solo ir y pedírselo, Tanque —respondí con sinceridad mientras le
daba otra calada al cigarrillo y echaba el humo por la boca haciendo que el
Cadillac se llenara de humo y aunque repentinamente me acordé que el Tanque me
había dicho que allí no se fumaba, decidí no recordárselo por las dudas.
— ¿Por qué no? Tu sabes que Harry te dirá que si y hasta te la chupara en
agradecimiento —bromeó, pero yo solo rodé los ojos mientras él estacionaba.
—Eres un imbécil, no es tan jodidamente fácil.
—¿Por qué no? —curioseó, y entonces mi paciencia se había agotado.
— ¡Porque no, joder! ¡No puedo simplemente ir y decírselo sin más! ¡¿Tú lo has
visto?! ¡Ese jodido mocoso es un sueño, necesito que sea especial! ¡Necesito que
sepa que lo...! —y me callé la boca antes de seguir. Respiré acompasadamente,
tranquilizándome y fumé con más regocijo de lo normal.
—Que lo quieres —murmuró el Tanque mirándome—. Tommo, aun no se lo has podido decir
¿cierto? ¿Es por eso que estás tan preocupado?
—No te metas, Payne —respondí y abrí la puerta del Cadillac con fuerza.
—Dudo que a Harry le joda que aun no se lo hayas dicho, es decir, se lo ve feliz...
—susurró alentándome, pero mi respuesta fue tajante e hiriente.
—A Zayn también se lo ve feliz siendo tu puta escondida —y al momento de que
aquellas palabras se me escapaban como si fuese vomito...me arrepentí. Liam dirigió
su mirada al frente de manera inexpresiva, como si estuviese fuera de su cuerpo.
Puso sus manos en el volante apurándome y entonces cerré la puerta de su camioneta,
observando cómo salía de allí a todo dar.
La había cagado de nuevo.
Entré a mi casa arrastrando los pies y encontré a mis hermanas en la sala viendo la
televisión. Levanté una ceja confundido y estuve a punto de irme, pero entonces
observé que Karen no estaba con ellas. Me acerqué con sigilo del lado de Effy y la
observé.
—¿Y Karen?
—Mamá está internada —respondió Cassandra con la voz apagada mientras fijaba sus
ojos café en la pantalla sin prestar realmente atención. Sentí una bola de acido
subirme a la garganta.
—¿Qué le sucedió? —pregunté de nuevo mientras me sentaba en la alfombra para hablar
con ellas.
—Rehabilitación —respondió tajante la rubia mientras cambiaba de canal—. ¿Y Harry?
—Acabo de dejarlo en su casa.
—Oh.
Me erguí nuevamente y caminé lejos de ellas, subiendo las escaleras y yendo a mi
cuarto. Solo quería acostarme, y dormir. Quería que fuese de día e irme con Harry.
No entendía como era que Karen había terminado en rehabilitación. Es decir...sabía
que era una asquerosa y repugnante alcohólica, pero jamás había pensado en que iba
a terminar así. Quizás ¿quería cambiar? O quizás ya había llegado demasiado lejos y
Cassie la había obligado a internarse...quizás esto estaba jodido.
Rió en mi oído, contagiándome y lo bajé con cuidado mirando sus preciosos ojos
verdes. Pronto, cuando pensé que todo estaba genial, pude notar que la mirada de
Harry estaba cansada. Tenía ojeras oscuras debajo de los parpados y los hoyuelos de
su mejilla que no se marcaban.
Bajé mis dedos por su brazo con una larga caricia hasta llegar a su muñeca. Él se
avergonzó cuando le levanté el brazo para verlo. Allí, en sus delicadas muñecas,
estaban mis dedos marcados en color morado y verdoso. Yo le había hecho aquellos
moretones. Mi semblante se endureció de golpe y me sentí miserable.
—Lo siento tanto... —susurré arrepentido mientras llevaba su antebrazo hasta mis
labios y dejaba besos cortos en el lugar herido. A Harry se le contorsionaba la
cara de dolor, pero al mismo tiempo mordía su labio con nerviosismo. Mis besos
bajaron hasta su mano y le besé la palma, haciendo que una sonrisa se le escapara
de los labios.
—Louis... —me llamó el mocoso haciendo que mis ojos azules se clavaran en sus
orbes, pareció dudar, pero preguntó de todos modos—. ¿Aún somos...novios? —la duda
latía en su interior y bajó la mirada al suelo, queriendo que la tierra lo tragase.
Así que era eso lo que tanto le jodía. Era eso lo que hacía brillar sus ojos con
incertidumbre. Mi mano se deslizó hasta su barbilla y levanté su rostro haciendo
que me mirase.
— ¿Acaso no te lo pedí anoche? —susurré cerca de sus labios, agachando mi cabeza.
Harry asintió levemente y me miró de nuevo—. ¿Qué te hace pensar que he cambiado de
opinión?
—No lo sé, anoche perdiste la cabeza...quizás no quisiste pedírmelo... —murmuró
despacio mientras tentaba mis labios con los suyos. Empujé a Harry a un rinconcito
de la tribuna más oscuro y sonreí contra su boca mientras ponía mis manos en su
cadera.
—Bien, hoy no estoy jodido —le anuncié mientras lo apretujaba contra mi cuerpo—.
¿Quieres ser mi novio? —Harry se rió despacio y asintió mientras unía sus labios
con los míos en un beso largo y húmedo, de esos que cuando Harry manejaba me hacían
perder el control.
Me separé con un sonido guarro y le agarré la mano para caminar hasta afuera, al
auto de su madre.
Los compañeros del mocoso nos miraron durante todo el aparcamiento y por suerte
ninguno gritó un carajo de nada ni se burló, porque sino Anne también habría tenido
que presenciar la persona violenta con la que su hijo andaba. Harry escondió
nuestras manos entrelazadas de una manera algo estúpida, poniendo su mochila
encima. Rodé mis ojos y le solté la mano, pero rápidamente la posicione en su
espalda baja, como guiándolo, aunque realmente lo que intentaba hacer era
abrazarlo. Había pasado una mañana de mierda sin su calor y no quería perderlo de
nuevo, solo aprovecharlo todo lo que pudiese.
En el auto, Anne nos esperaba con una sonrisa en el rostro y besó la mejilla de
Harry sonoramente, como las madres usuales solían hacer. Le dijo que estaba
orgullosa de él por hacer esto aunque no fuese muy bueno y le aseguró que con el
tiempo mejoraría. Harry hizo berrinches, los típicos de siempre, y le dijo que
nunca podría jugar bien porque tenía dos pies izquierdos. Yo me encargué de picarle
las costillas con el dedo y susurrarle al oído ''el que abandona, no gana''. Harry
se dio la vuelta y casi sentí esa necesidad de un beso, pero su madre estaba allí,
así que solo compartimos aquel instante íntimo de un vistazo.
Cuando llegamos a su casa, Anne insistió para que me quedara a almorzar, Harry
también lo hizo, pero no me apetecía cruzarme al puto homofóbico de su padre. Era
lo último que deseaba, además de que no le caía muy bien por mis tatuajes, uñas
negras, delineador oscuro a veces y piersings. Yo era una ''mala influencia'' para
el mocoso. Si supiera que fue su pequeño niñito el que me había hecho una paja sin
que yo se lo pidiera, y solo porque deseaba tocarme la polla. Maldito idiota de
mierda.
La madre del mocoso nos dio un poco de privacidad cuando llegamos a la puerta y el
mocoso se me colgó del cuello, abrazándome. A mí me gustaba la manera en la que los
vellitos casi imperceptibles, como pelitos de durazno, se erizaba cada vez que mis
dedos le recorrían la columna, vertebra por vertebra. Su piel era suave, como tocar
terciopelo y sus ojos me miraban ansiosos siempre, como si deseara que me lo
follara allí en ese mismo momento. Era un mocoso tonto e ingenuo, con ganas de
experimentar. Y yo me moría por hacérselo.
Llegué a mi casa luego de las cuatro de la tarde ya que había decidido pasar
primero por casa de Zayn y mi idea original era quedarme con él, pero cuando entré
y fui a su cuarto, el muy hijo de puta del Tanque estaba encima de él mientras le
quitaba la ropa. Pegué el grito en el cielo y casi me cargo al puto de Payne, pero
su noviecito intervino de nuevo alegando que no le estaba haciendo daño ni nada por
el estilo, que Liam lo hacía sentir bien. Me quedé callado y, luego de recoger mi
skate que estaba tirada en la sala, me fui a la pista. Estuve haciendo un par de
trucos durante unas dos horas, hacia mucho que no andaba, siempre prendido al
mocoso había descuidado algo que me gustaba mucho, reemplazándolo por algo que me
gustaba mucho más. Quizás podría llevar a Harry conmigo a la pista un día.
Apenas crucé el umbral de mi puerta, sentí aquel aire frio que recorría el ambiente
de manera tétrica. Los vellos del brazo se me erizaron y caminé hacia mi cuarto
despacio, notando que no había nadie en casa. Ni Effy, ni Cassie y por supuesto
Karen seguía en rehabilitación.
Ni un solo sonido se escuchaba para irrumpir en aquel espeso silencio. Solo ese
pitido incesante que me perforaba el oído mientras subía las escaleras despacio. Me
dirigí vacilante hacia la puerta de mi cuarto y puse mi mano en el frio picaporte
de metal plateado. La expectativa me mataba, no entendía por qué me sentía tan
jodidamente ansioso.
Abrí despacio, provocando que un chillido agudo resonara por toda la casa, y
entonces, al prender la luz. La vi.
Allí sentada en mi cama, con sus grandes ojos azules y filosos, penetrándome la
mente. Su cabello, ni muy lacio, ni muy ondulado, del color del chocolate con
avellanas. La tez clara pero bronceada naturalmente y unos labios finos y rosa
pálido, agrietados, como si estuviese deshidratada. Ella sonrió de lado de manera
perturbadora y cruzó sus piernas esbeltas, cubiertas por un pantalón de chándal
negro con cadenas.
—Hola, Tommo —murmuró con voz felina mientras sus ojos refulgían. Tragué duro,
sintiendo las palmas de mis manos sudar mientras apretaba el puño contra mis
costados.
—Calipso... —respondí, apenas susurrando, sintiendo que hasta la respiración de la
gente se cortaba cuando mencionaba aquel odioso nombre. Ella se puso de pie delante
de mí y me escrutó. Tenía mi misma altura, así que no era difícil hacerme frente.
No para ella.
—A pasado tiempo —confirmó. Me quedé estático, sin habla, y solo atiné a asentir
con la cabeza, entreabriendo mi boca sin darme cuenta, en busca de oxigeno limpio
que no estuviera viciado con la fragancia asquerosa a marihuana que tenia encima
aquella muchacha—. He tardado en venir, pero aquí estoy, dispuesta a ayudarte —
susurró con la voz perturbante que tenia. Apreté mis puños, dispuesta a enfrentara.
—Escucha, no quiero que... —pero antes de que pudiese seguir, mi teléfono sonó en
mi bolsillo con la nueva canción de Papa Roach. Me quedé callado y saqué el móvil,
observando como en la pantalla se iluminaba aquella preciosa foto del mocoso de
rizos. Me volteé, dejando de mirar a Calipso y atendí intentando buscar privacidad
de alguna manera.
—Mocoso —saludé sin ningún indicio de miedo, pero podía sentir el sudor frio en mi
nuca y los temblequeos de mis rodillas.
—Lou, esta noche hay una especie de festival...a solo unas cuadras de mi casa, es
de chicos de la universidad y eso, pero tú eres cool así que puedes ir —se burló,
pero aunque quise reírme de su pequeña ocurrencia, algo me agarraba las cuerdas
vocales y petrificaba mis facciones—. En fin...quería...yo... ¿podemos ir? —
preguntó con inocencia y yo me volteé levemente encontrándome con la mujercita
aquella, muy cerca mío, pasando sus uñas largas por la pared, dejando marcas. Tenía
que alejar a mi mocoso de esa puta. Tenía que cuidarlo porque sino...le haría daño.
Y no podía soportar aquello.
—Claro, pequeño —susurré como pude para que el tembleque de mi voz no se notara
demasiado. Lo último que deseaba era alarmar al niño—. Avísales al Tanque y Zayn,
vamos los cuatro —sugerí solo por decir algo. Aun no quería darme la vuelta y
enfrentarme a ella. Harry se quedó callado un momento y entonces pude escuchar cómo
se tiraba en su cama.
—Dijiste que no te gustaban las citas dobles y aun me debes una cita —susurró y
sentí en mi rostro el sonrojo de sus propias mejillas, como si estuviésemos
conectados.
—Lo sé, lo sé...prometo que pronto tendremos una, peque —Harry suspiró decepcionado
al otro lado de la línea.
— ¿Lo prometes? —preguntó. Apoyé mi frente contra la pared sintiendo la risita de
Calipso taladrarme los oídos. Esa chica era jodidamente aterradora, por qué coño me
juntaba con ella yo, por dios.
—Lo prometo —acepté mientras me daba la vuelta y la enfrentaba, clavándole la vista
encima, intentando que aquella inseguridad que me recorría se disipara.
—Bien —y su sonrisa se me figuró en la cara—. Te quiero mucho, Lou, nos vemos a las
ocho.
—Allí nos vemos, mocoso —aseguré—. Adiós.
Y ambos cortamos.
Calipso caminaba felinamente por todo el cuarto, mirando aquellas cosas que Harry
había ido poniendo durante sus estadías allí. Las florecillas que estaban tiradas
por mi escritorio, cuando aquella vez que había ido, yo decidí hacer la tarea y
para distraerme se sentó delante mío en el escritorio con las piernas abiertas.
Había comenzado haciéndole cosquillas, pero entonces terminé dándole besos húmedos
en el estomago, hasta que sus flores se esparcieron por el lugar.
Calipso apretó las flores hasta deshacerlas, convirtiéndolas en un manchón marrón
oscuro y mojado. Apreté mis puños y vi como sus ojos se dirigían a mi espejo, donde
descansaban un conjunto de fotos que Harry se había encargado de sacar durante una
semana entera ya que había pedido prestada la cámara de la escuela. Había imágenes
de Zayn conmigo, él sonriendo y yo con mi expresión de mierda, fotos mías sonriendo
que me sacaba cuando estaba distraído, eran extrañas pero de alguna manera me
recordaba que yo también podía hacer algo tan normal como eso. Y había fotos de él
conmigo, abrazados, tirados en mi cama o en la suya, besándonos o haciendo caras
estúpidas para divertirnos. La hija de puta de Calipso escogió una foto en
especial, mi favorita.
Recordaba que aquel día hacia calor y estábamos con el ventilador prendido en mi
cuarto. Harry me había sacado la camiseta y se había sentado en mi vientre bajo a
horcajadas y se reía por la manera en la que yo lo miraba. Habíamos terminado
besándonos incontables veces y yo lo había desvestido de arriba, dejándolo a mi
par. Había sonreído tan bonito aquella vez que solo quise captar el momento exacto
en el que era feliz solo por un beso y sus labios mojados brillaban casi tanto como
sus ojos verdes. Esa foto era mi favorita.
—Así que... —susurró la castaña mientras se tiraba en la cama y observaba la foto—.
Este hijo de perra es el marica de Harry ¿he? Y supongo que era él que te hablaba
al celular hace un rato —murmuró—. Y al que le prometiste algo, lo cual no hace
falta que me expliques porque me importa una puta mierda, pero deberías saber que
Harry es una puta y en cuanto te lo cojas se irá a la mierda a probar más pollas,
como hacen todas a las que te coges ¿recuerdas? Deberías aprovechar y romperle el
culo de una buena vez, al menos cuando te dejé, te quedaras con el lindo recuerdo
de Harry siendo follado por ti y pidiéndote más —una sonrisa odiosa se dibujó en su
rostro, la alegría no llegaba a sus ojos de todas formas.
Sentí una presión en el pecho muy fuerte, y pensé un momento sobre aquello. Harry
siempre buscaba que lo toqueteara o él hacerlo, estaba ansioso. Él de verdad quería
que yo me lo follase.
Pero entonces recordé todo lo demás. Sus manos agarrando las mías cuando hacia
frío, su manera de buscar protegerme aunque yo podía solo, la forma en la que
miraba como si fuese un maldito regalo.
Sacudí la cabeza reiterativamente y la miré a los ojos, riéndome.
—Harry no quiere que lo folle, quiere hacer el amor conmigo —respondí con odio
mientras me acercaba a ella con mis puños cerrados.
—Sigue engañándote, pero solo yo estaré cuando él también te deje como todos lo han
hecho —metió el dedo en la llaga y sentí escocer mi estomago.
—Harry me quiere —murmuré con seguridad.
—Ya, seguro —respondió con sarcasmo—. ¿Y tú lo quieres? Nunca se lo has dicho.
—No entiendes una puta mierda —fue lo único que respondí mientras abría la puerta
de mi cuarto con furia—. Vete a la mierda, Calipso, vete al carajo.
—Tú me pediste que venga —dijo ella mientras se levantaba de la cama y se
posicionaba a mi lado, caminando mientras contornaba las caderas de manera sensual
y se detenía a la altura de mi oído—. Me pediste que destruyera lo único que te
podía hacer feliz...y juro por Dios que lo haré, Tommo, te lo prometo, cariño —y
con una sonrisa asquerosa me besó la mejilla, marchándose por la puerta.
Sentí un dolor fuerte en mis extremidades, como si me estuviesen jalando en
distintas direcciones de manera brusca, con intención de arrancarme la piel y los
huesos. Dolía, dolía dentro porque tenía miedo, aquel sudor frio me recorría el
cuerpo y solo necesitaba ver a Harry, poder tocarlo y abrazarlo y saber que estaba
seguro en mis brazos. Saber que ella no le haría daño, que no lo lastimaría, que no
se iría de mí. Que mi felicidad no se estaba escapando de mis manos como agua entre
los dedos. Necesitaba a Harry cerca, probar su boca, necesitaba tenerlo por fin y
comprobar que ella se equivocaba. Necesitaba que Harry no se alejara. Que no se
fuera.
Las horas pasaban y yo no podía levantarme de mi cama. Me sentía como muerto, con
miedo, sentía que todo iba a desaparecer en cuestión de minutos y yo no podía hacer
absolutamente nada. Ella había aparecido, luego de mis constantes suplicas, ella
había venido finalmente. ¿Qué coño haría ahora? ¿Cómo cuidaría al mocoso? Yo no
sabía qué hacer, Calipso siempre había estado conmigo en los momentos en los que me
derrumbaba. Ella estaba allí, siempre, ella no me dejaba nunca. Pero ahora...ahora
cuando quería que se alejara, cortar lazos por completo, reaparecía para quitarme
lo único que me traía un poco de paz en mi revoltosa cabeza. Yo sabía cómo era
aquella mujer de ojos azules y profundos. Yo sabía lo que podía llegar a hacer.
Calipso había aparecido en mi vida cuando todo estaba jodido. Cuando más necesitaba
a alguien y yo estaba solo, solo conmigo mismo. Ella era una persona fría y odiosa,
calculadora y destructiva. Calipso sabía exactamente como asustar a todos los que
se me acercaban para que nunca más volviesen a mi vida, pero entonces, un día
apareció Zayn y ella se puso famélica. No pudo alejarlo, eran tantas las ganas del
morocho de ser mi amigo, que él no se alejó ni siquiera cuando ella realmente lo
presionó de mil formas. Entonces Calipso se fue, finalmente. A veces me escribía
cartas, recordándome la mierda que era y haciéndome volver a mis orígenes en cada
pequeño cambio positivo que había en mí ser.
Desde que Harry había aparecido en mi vida, ella ya no estaba presente tanto, ni
siquiera respondía mis cartas ni nada por el estilo. El mocoso me hacía ser una
mejor persona y me hacía estar algo demasiado parecido a feliz. Era obvio que ella
tenía que volver, tenía que jodérmelo todo. Tenía que quitarme a mi Harry y
destruirlo para que no le quedaran ganas de seguir a mi lado.
Calipso me quería solo y desprotegido porque ella sabía que yo era más fuerte
cuando nadie me apoyaba.
El teléfono sonó a mi lado y tardé varios segundos en reaccionar hasta atenderlo,
pero cuando aquella pequeña voz que tanto adoraba retumbó en mis oídos, una sonrisa
se me dibujó en el rostro haciéndome olvidar momentáneamente todo aquello que me
oprimía el pecho de manera tan dolorosa.
—Mi amor —susurró y aquel cariñoso apodo me quedó bailando en el subconsciente.
—Hola niño lindo —respondí intentando retribuirle aunque fuese una pequeña parte de
todo lo que él me ofrecía siempre.
—Estoy afuera de tu casa —anunció.
—Bien, ahora bajo.
Tiré el teléfono luego de que una risilla dulce se le escapara de las fauces al
mocoso y corrí escaleras abajo, descalzo y solo con un mi pantalón de gimnasia gris
claro ya que acababa de salir de bañarme. Apenas abrí, Harry se me tiró en los
brazos riéndose como un niñito al que le acababan de regalar su juguete favorito.
Él siempre estaba así de feliz cuando me veía. Mis brazos se amoldaron
perfectamente a su cintura delgada y lo hice poner en puntitas de pie para besar
sus labios rosáceos y suaves. Harry gimió dentro del beso y se separó lentamente
para clavar sus ojos grandes y refulgentes en los míos. Cuando me miraba en ellos,
me sentía puro, como si él pudiese rescatarme de todo aquello que atormentaba mis
pensamientos.
—Los chicos pasaran por nosotros dentro de unas dos horas... ¿vemos una peli? —
sugirió mientras sus dedos traviesos repasaban mis pectorales una y otra vez,
tocando el apenas suave vello que reposaba allí. Mis manos bajaron hasta su espalda
baja, rozando la cinturilla de sus pantalones ajustados perfectamente y lo acaricié
de manera incitante.
—O...podríamos hacer otra cosa —refuté mientras mi boca se adhería a su cuello con
cuidado y lo besaba dejando la humedad de mis saliva en su piel. Harry cerró los
ojos y se dejó hacer de nuevo, como siempre hacía, pero me detuvo...como siempre
hacía.
—Lou —murmuró con la respiración agitada, así que me separé de él despacio y lo
agarré de la mano conduciéndolo al sofá para sentarnos. Maldito mocoso, siempre me
dejaba con ganas.
Nos tiramos despatarrados en el sofá y encendimos la televisión y agradecí
internamente que Harry no preguntase por la ausencia de mis hermanas o de mi madre,
aunque claramente la había notado.
Los programas aburrían, así que finalmente pusimos una película estúpida que estaba
por allí tirada, aunque no tenía muchas ganas de verla.
Harry se sentó a horcajadas encima de mí y sonrió mientras buscaba mis labios para
un beso. Me quedé absorto mirando lo precioso que se podía llegar a ver tan solo
con una luz tenue alumbrándolo, como lo era la del televisor y la única lamparita
del living que seguía prendida.
Mi lengua jugaba con la suya despacio, recorriendo cada espacio que podía de su
boca, húmeda y caliente. Harry se movía encima mío haciendo que mi miembro se
rozara insistentemente contra su cuerpo, y con el pantalón de gimnasia que tenía
los roces se sentían mucho más a flor de piel. No tardó demasiado hasta que me puse
duro en solo una sesión de besos húmedos y gemidos entrecortados del mocoso cada
vez que mis manos viajaban hasta sus muslos y lo apretaba, o tocaba su trasero
haciendo que el contacto fuese más excitante. Harry dejaba que le hiciera lo que
quisiese. Le gustaba que besara su cuello y dejara marcas y yo adoraba cuando le
preguntaban quien le había hecho aquello y él se sonrojaba de sobremanera.
Sin darme cuenta, Harry detuvo los besos y me miró a los ojos un momento apoyando
su frente contra la mía. Su mano bajó hasta mis pantalones y apenas la leve caricia
de sus dedos finos contra mi polla me hizo irregularizar la respiración.
—Lou... —murmuró en tono gatuno y tierno al mismo tiempo y no supe como mierda
podía hacer aquello—. Estás muy duro —susurró contra mis labios y le di una pequeña
mordida en el suyo, inferior.
—Culpa tuya es, mocoso —respondí mientras sonreía de lado y dejaba que mis
sensaciones se dispararan como flechas cuando la pequeña mano de Harry se coló en
mis pantalones, para encontrarse con que no llevaba puesto nada abajo—. Harry te
estás buscando que te tire al suelo y te lo haga —le advertí, pero entonces se
separó de mi despacio y se deslizó con gracias entre mis piernas, quedando
arrodillado en la alfombra, mirándome expectante.
Sus ojitos verdes estaban nerviosos, pero sus pupilas dilatadas llenas de
excitación, eran evidentes.
—Lou... —me llamó de nuevo mientras acariciaba mi polla despacio y mordía su labio
inferior con saña. Me quedé de piedra, mirándolo, sintiendo que me palpitaba el
sexo bajo sus toques inexpertos y a la vez tan acertados—. ¿Puedo...? —preguntó
inclinándose para quedar más cerca de su objetivo. Yo, morbosamente, sonreí de lado
y acaricié sus rulitos de atrás de la oreja.
— ¿Puedes qué? —pregunté mirándolo, ansioso. Harry mordió su labio y me bajó un
poco el pantalón, dejando al descubierto mi miembro, duro y erguido, por su maldita
culpa.
— ¿Puedo...chupártela? —dijo en un susurro que me había parecido lo suficientemente
sucio como para sonreír ampliamente.
—Joder, por favor —le rogué, y entonces acortó lo que quedaba de distancia entre
nosotros y abrió sus labios rosáceos y húmedos para que chocaran con la cabeza de
mi pene.
Le dio una pequeña chupada a la punta, sin saber exactamente como hacer aquello y
luego sacó la lengua despacio y comenzó a lamer la base de mi sexo mientras
descubría de a poco como era aquello. Mis ojos no se despegaban de él, de la forma
en la que me la estaba comiendo como si se tratase de un dulce. Su lengua hábil
paseó por aquella vena hinchada al costado de mi polla, sacando de mis fauces un
gemido gutural muy parecido a los gruñidos de un animal.
—Mírame, anda...quiero verte los ojos mientras me la comes, mocoso —dije con la
respiración entrecortada y entonces los refulgentes ojos de Harry se posaron en los
míos un rato largo, dándome aquella significativa mirada.
Comenzó metiendo a su boca la punta y bajó despacio hasta casi lograr meterse todo
mi miembro a la boca, con el miedo aquel de ahogarse. Me la chupó despacio y en ese
momento no pude concebir algo más excitante que Harry mirándome tan dulcemente
mientras sus mejillas se inflaban cada vez que mi pene entraba a su húmeda y
caliente cavidad bucal. Me sentía en el puto cielo con cada nueva lamida y con cada
nueva mirada que me daba de a ratos, como si intentara hacer lo mejor de sí mismo.
Como si quisiera compensarme con algo ya que no me dejaba que lo tocara más allá de
lo debido. Los gemidos leves se escuchaban por la habitación y yo no recordaba
cuando había sido la última vez que había sentido la necesidad de correrme tan
rápido, pero entonces el maldito mocoso comenzó a chupármela con un ritmo acelerado
y todo aquello sumado al sonido húmedo que hacía cada vez que su lengua esponjosa y
mojada jugaba con mi punta, me hicieron perder la puta razón de un momento a otro.
Mi mano izquierda se posicionó en la cabeza del mocoso y enredé los dedos en sus
rulos perfectos, jalándolos para que irguiera la cabeza y me observara.
—Harry me voy a correr si sigues con ese ritmo —le advertí mientras lo soltaba
despacio, pero entonces el mocoso pasó sus labios por el líquido pre seminal que
estaba en sus labios y sonrió dulcemente. Joder, ¿Cómo mierda alguien podía verse
como el ángel más puro y la putita más sucia al mismo tiempo?
—Quiero que te vengas en mi boca, Lou —susurró despacio mientras volvía a su labor
y sus orbes jade me observaban cada pequeño gesto en el rostro. Jadeé despacio
cuando pasó la puntita de su lengua por la ranura de mi miembro y luego volvió a
metérselo toda en la boca hasta la base. Hice mi cabeza hacia atrás, con aquella
visión en la mente del mocoso con sus mejillas hinchadas con mi pene y la sensación
de calidez y humedad sobre la piel que sentía, y sin poder contenerme, le jalé
despacio el cabello para separarlo un poco de mi polla para que no se ahogase,
mientras me corría, mojándole los labios y la lengua con mi semen.
Bajé un poco mi cabeza, aun con la respiración agitada, solo para poder ver al
mocoso con florcitas fucsia en el cabello, lamiendo aquel líquido blanquecino que
derramaba de mi ser. Harry se lamía los dedos y también limpiaba sus labios,
sonriéndome mientras se ponía a mi lado despacio y posicionaba su garganta cerca de
mi oído para que pudiera escuchar claramente cuando tragaba. Me reí ligeramente y
me subí el pantalón despacio, dirigiéndole una pequeña mirada al mocoso.
— ¿Lo hice bien? —preguntó con inseguridad mientras buscaba un lugarcito entre mis
brazos para acurrucarse. Acerqué mis labios a su frente y dejé allí un beso casto y
ruidoso, encerrándolo entre mi cuerpo para mantener su calor junto al mío.
—Bueno...a juzgar el hecho de que nunca en mi vida me había corrido tan rápido,
además de que me estuviste mirando a los ojos todo el tiempo y me dejaste que te
acabara en la boca y te tragaste todo... —dije gráficamente, como evaluándolo sin
cortarme con las palabras—. Creo que te doy un seis o un siete —. Bromeé riéndome,
pero Harry puso un pucherito observando mis ojos.
— ¿Solo eso? —acerqué mis labios a su oreja y dejé besos leves por detrás, como a
él le gustaba. Harry buscó mi mirada y una vez más no pude evitar perderme en el
verde esmeralda de su iris.
—Fuiste el mejor, Harry... —susurré con algo de vergüenza mientras sentía mis
mejillas colorearse de rosado—. Todo contigo es lo mejor...
El mocoso sonrió ampliamente y enterró su rostro en mi cuello mientras me abrazaba
con fuerza para no despegarse nunca de mí.
—Te quiero tanto, Louis, eres lo más bonito que tengo —susurró mientras cerraba sus
ojos y se acurrucaba conmigo en una esquina del sofá, pero antes de que le
respondiera nada, se quedó dormido.
Acto seguido fui detrás de ellos y deposité un beso suave detrás de la oreja del
mocoso avisándole que iría a ponerme otro pantalón para que vayamos al festival.
Subí las escaleras despacio y me encerré en mi cuarto dirigiéndole una mirada
significativa a mi espejo. Allí estaba aquella foto que Calipso había sacado. Alcé
la ceja, confundido. ¿Acaso la había vuelto a dejar en su lugar? Las flores
permanecían en mi escritorio, marrones y marchitas, pero las fotos estaban todas en
su lugar, justo como Harry las había dejado. Sacudí mi cabeza levemente y continué
con mis cosas, poniéndome un pantalón de jean en color oscuro y una camiseta roja
que nunca usaba porque odiaba los colores estridentes, pero estaba de humor para
poder hacerlo hoy.
Bajé corriendo las escaleras guardándome el celular en el bolsillo y acomodándome
el cabello que hacia un tiempo usaba para abajo y no en punta como al principio,
antes de conocer a Harry. A él le gustaba tocarme el cabello y no podía hacerlo si
estaba todo el tiempo lleno de spray fijador. También me dejaba la barba crecida,
porque era cómodo y nadie me jodia con que me la afeitara. Harry se reía cuando lo
pinchaba al besarlo y también cuando lo asaltaban las cosquillas si pasaba mi cara
por su estómago, buscando hacerle mimos.
Al llegar abajo, la escena me pareció tan familiar que hasta daba grima.
Harry estaba sentado frente a la encimera, hablando graciosamente con mis dos
hermanas mientras compartían un té. Y sentí el cuarto iluminado por primera vez en
años, y sentí como si tuviese una familia unida. Todo era surreal, lo que nunca
había tenido y él me lo estaba dando. Todo, absolutamente todo, acompañado de una
sonrisa sincera y amplia y ojos verdes, grandes y llenos de amor.
—Peque —lo llamé mientras me acercaba a él, posicionándome detrás suyo y pasando
mis brazos por su cintura, apoyando mi barbilla en su hombro. Harry volteó apenas
la cara sin llegar a mirarme y puso sus manos sobre las mías.
—Cassie dice que te gusta la fotografía —susurró mientras miraba a mi hermana y
esta se sonrojaba. Pude ver la expresión en su cara como si fuera a matarla por
haber revelado aquello que hasta había olvidado. Yo solté algo parecido a una
risita y besé el cuello de Harry con suavidad.
—Eres una bocona, Cass —susurré mirándola y luego me erguí al escuchar la bocina de
la fantástica camioneta del Tanque, sonar afuera—. Vamos, niño bonito, los chicos
ya llegaron —lo apuré, provocando que él casi saltara de la silla.
Al salir de casa, cubrí los hombros del mocoso con mi brazo mientras caminábamos a
paso lento hasta la camioneta del Tanque, le abrí la puerta y entramos en silencio,
para luego saludar a los chicos con firmeza y una sonrisa en los labios. El
trayecto pasaba con normalidad, lleno de risas, chistes y una que otra caricia casi
a escondidas para ser sutiles. Me sentía extrañamente cómodo, como si fuese el
comienzo del final, como si se avecinara la tormenta y tuviera como último deseo
cumplido a una familia mas o menso unida, amigos leales y un precioso novio con
pintas de muñeco de porcelana que me quería infinitamente.
Me sentía protegido, supongo. Como si todo estuviera acomodándose en su lugar. Me
había distraído bastante de los problemas, casi hasta llegar a olvidar por completo
a Calipso. Aquella muchacha de cabello largo y oscuro, como el mío y ojos
penetrantes del color del mar. Era una preciosa mujer, mala y dañina. Una basura. Y
quería romper a mi mocoso, pero estaba dispuesto a no dejarla hacerlo. Tenía que
cuidar aquellos ojitos grandes y dulces que me miraban como si fuese un regalo de
navidad. El más esperado. Proteger aquellas manos que me tocaban con quietud,
explorándome. Tenía que protegerlo porque ya mi vida no me pertenecía, le
pertenecía solo a él y la suya a mí. Y si lo destruían, si me lo robaban...no
sobreviviría.
Llegamos a eso de las nueve y media de la noche a una especie de campo gigantesco,
adornado con globos dorados, rojos, amarillos, plateados, verdes, azules, violetas,
mil colores más. Todo estaba iluminado por las potentes lamparitas de los juegos
que allí había, como en una especie de parque antiguo. Había carritos de comida
salada y de dulces, y muchísima gente de nuestra edad y más grandes, riendo como
mocosos, como pequeños niños. Me volteé apenas un poco para encontrarme con el
rostro de perfil de Harry, observando con una sonrisa muy amplia todo a su
alrededor, completamente extasiado como si quisiera correr y subirse a la rueda de
la fortuna o comer miles de chuches hasta reventar. Las luces lo iluminaban por
completo y casi se podía confundir a Harry con una de las atracciones principales
del festival. Sus rulos brillaban y se movían con suavidad por la brisa inoportuna,
y sus labios rojos refulgían como luces de año nuevo. Era precioso. Y era mío. Y
yo... lo quería .
—Harry... —lo llamé dispuesto a decírselo, pero entonces una muchacha me sonrió a
lo lejos con aquella felina boca fina. El mocoso me tiró de la camiseta y despegué
mis ojos de Calipso, quien estaba parada en una esquina alejada de las luces que la
cegaban.
—¿Lou? —preguntó el mocoso mientras se ponía de puntitas de pie y dejaba un besito
suave en mis labios. Yo sonreí con preocupación y le besé la frente.
—Anda, vamos a explorar, peque —lo apuré mientras Zayn y Liam se ponían a nuestro
lado.
Los cuatro caminábamos tranquilamente, pero yo no podía despegar de mi mente aquel
vistazo a la mujer de mis pesadillas. A aquella que deseaba a alejar lo mas que
pudiese de mi novio.
Pronto los minutos pasaron hasta convertirse en horas y aquella noche estrellada
casi era imperceptible debido a las tantas luces y globos que colmaban el
descampado aquel.
Harry y Zayn recogían flores que había en los arbolitos y pronto ambos terminaron
con una coronita preciosa en la cabeza. Era extraño ver a mi mejor amigo usando
eso, pero no le sentaba mal en absoluto. Harry, sin embargo, se veía adorable, como
cada vez que usaba aquel detalle adornando sus rulos castaños con rayitos rubios.
El Tanque permanecía cerca mío, hablando de lo genial que sería llevar a los chicos
a un campamento solo nosotros cuatro, tranquilos y sin gente. Y supe entonces que
el Tanque estaba jodidamente nervioso por estar allí, rodeado de tanta gente que
juzgaba cada roce que Zayn le propinaba sin notar donde se encontraba. Me imaginaba
que Liam debía estar con los nervios de punta, cerciorándose de que ninguno de sus
compañeros de la universidad lo notara.
Era triste.
Pronto las doce de la noche se hicieron presentes y anunciaron por un altavoz que
comenzaría el espectáculo de fuegos artificiales. Harry estaba entusiasmado y todos
nos aglomeramos en la colina grande del prado descampado, para poder observar
mejor. Instintivamente me puse detrás del mocoso abrazándolo por la cintura
mientras mis labios acariciaban su cuello suave con cariño. Él se volteaba y me
daba pequeños besos en los labios, ambos riéndonos, siendo libres. Sin miedo.
-PoV Liam-
Luces de diversos colores iluminaban el cielo de manera explosiva, literalmente,
como miles de partículas de fuego rojo, verde, azul, plateado y naranja. Miré hacia
adelante, notando que todas las parejas estaban demasiado cerca, demostrándose
afecto mutuamente. Hasta Louis tenía a su novio agarrando de la cintura mientras le
susurraba sutilmente cosas al oído provocando que el niño lo besara de manera
cortita en los labios y volviera dirigir su mirada al gigantesco manto negro de la
noche iluminado por los destellos.
Giré levemente mi cabeza, notando como Zayn estaba absorto en sus propios
pensamientos mientras sus grandes ojos del color de la miel pura de abejas se
fijaban en una sola cosa. No eran los fuegos, ni la gente, no. Él miraba a Harry y
Louis, haciendo aquello que nosotros no podíamos hacer en público. Una punzada de
culpabilidad de mi atravesó el estómago haciéndome sentir un malestar fuerte y me
volteé un momento para ver quién estaba detrás nuestro. Había cientos de personas,
entre ellos compañeros de facultad, de natación, de basquetbol, de rugby y demás
deportes. Gente que me conocía, que sabía de mí. Gente que no podía verme de esa
manera con un hombre. Si mis enemigos se enteraban, podrían saber que mi punto
débil era aquel risueño moreno que permanecía absorto de la realidad, con el rostro
sin dibujar ni una sola sonrisa. La tristeza se reflejaba en sus ojos poblados de
largas pestañas negras. Un suspiro se escapó de mis labios y en ese momento decidí
que podía intentar agarrar disimuladamente su mano, pero en cuanto bajé la mía para
encontrarme con la suya, él se cruzó de brazos alejándola de mi alcance. Suspiré un
poco y metí mis manos a los bolsillos, prestándole atención a los fuegos
artificiales, pero entonces Zayn me agarró el bíceps con algo de fuerza haciendo
que lo mirara. Me acerqué a su boca para que me hablara al oído ya que con tanto
griterío y el ''boom'' de cada fuego nuevo, no le oía nada.
— ¿Podemos hablar? —preguntó con la voz tan fría que casi sentí una helada
recorrerme la espina dorsal. Asentí varias veces con la cabeza y lo seguí cuando
comenzó a caminar con rapidez hasta adentrarse al oscuro bosque. Ahora solo se oían
de lejos las risas y las bombas. Por fin estábamos en la privacidad que tanto
deseaba y se me derretían los labios por besar a mi bonito novio de tez trigueña.
Zayn subió su mirada para encontrase con la mía y el chocolate derretido se fundió
con la miel. Una sonrisa se escapó de mis labios, pero rápidamente se disipó cuando
observé atentamente la forma en la que mi novio estaba mirándome. Sus ojos
hinchados por el llanto contenido y la decepción dibujada perfectamente en sus
facciones duras.
— ¿Qué sucede, amor? —pregunté mientras intentaba posar mi mano dura contra su
mejilla delicada, pero entonces él se alejó y se cruzó de nuevo de brazos, mirando
el suelo.
—Li... —susurró con congoja.
—Zayn estás asustándome ¿Qué coño sucede? —pregunté intentando acercarme, pero
entonces su mano de cristal se posó en mi pectoral derecho, deteniéndome. Negó con
la cabeza varias veces y entonces recién me miró. Tenía las cejas alzadas con
tristeza y se le derramaron de los ojos mil unas lagrimas amargas.
—No puedo seguir con esto, Li... —murmuró despacio, con una voz casi imperceptible
y entonces...entonces sentí que mi mundo se caía a pedazo.
—¿A qué te refieres? ¿Qué sucede? ¿Estás dejándome? ¿Ya no me amas? —pregunté
exasperado mientras le agarraba la muñeca a Zayn haciendo que se acercara. Sentí
mis ojos escocer y el picor de mi piel me quemaba. Zayn soltó un sollozo
entrecortado.
—Te amo como no te das una idea y por eso estoy terminando esto, Liam —su voz
sonaba con firmeza. Él realmente estaba seguro de lo que hacía—. No puedo seguir
con esto, Liam, no puedo aguantarlo más, salir con mis amigos y ver como ellos se
toman de la mano, se abrazan, se besan, y nosotros ni siquiera nos miramos...ni
siquiera me miras —culminó, secándose las lagrimas y soltando un resoplido de
molestia—. Estoy cansado de ocultar esto y ya no puedo soportarlo porque está
matándome... —me quedé sin habla, sintiendo como cada pedazo de mi cuerpo se rompía
a pedazos—. No quiero vivir una mentira...si me amas, debiste haberte
arriesgado...porque ahora esto es todo, Liam...esto se acabó...has perdido.
Y antes de que pudiera quejarme, refutar, antes de que pudiese reaccionar ante
nada, Zayn salió caminando con rapidez de aquel lugar. Sentí un fuerte vacío dentro
mío, como si al irse me arrancara el corazón y se lo llevara con él sin intención
de devolvérmelo. Las lágrimas me quemaban las mejillas y ni siquiera pude hacer que
mis pies reaccionaran para buscarlo. Simplemente me quedé allí como un idiota, roto
y en llanto. Lo dejé marchar.
-PoV Louis-
Los fuegos por fin habían terminado y Harry se aferró a mi cintura con avidez,
riendo contra mi pecho. El cielo, anteriormente iluminado con fulgor, estaba negro,
oscuro. Mis ojos se centraron en los de Harry, que apenas se veían iluminados por
la luna llena. Me encantaba aquel reflejo tan humano de mí que veía en él.
Sintiéndome normal, tranquilo. Sintiéndome menos mierda, como si el mocoso pudiera
contagiarme algo de su pureza tan solo con un pequeño roce.
—Harry —susurré contra su cabello mientras acariciaba su cintura con delicadeza,
acunándolo contra mi cuerpo. Estaba tibio y suave, como siempre.
—¿Si, Lou? —preguntó mientras su barbilla se erguía para conectar su mirada a la
mía.
—Te... —pero antes de terminar aquella frase que deseaba decir con tantas ganas
aquella noche, un llanto fuerte llamo mi atención. Me volteé con rapidez
encontrándome a Zayn, detrás mío, con los ojos rojos. La preocupación me invadió el
ser y Harry se tensó en mis brazos.
— ¿Zayn, qué sucede? —se adelantó el mocoso, separándose de mí, pero entonces el
moreno se tiro a mis brazos, buscando protección o contención, quien sabe. Lo
abracé con fuerza dirigiéndole una mirada a Harry de interrogación. Este solo le
talló la espalda con cuidado intentando calmarlo.
—Hey, ¿Qué sucede, Zayn? —intenté de nuevo y entonces sus sollozos entrecortados
susurraron cuatro tristes palabras.
—He...terminado...con...Liam.
La sangre me hirvió. Si por un momento en la noche me había caído bien el hijo de
puta ese, entonces todo acababa de cambiar.
Solté de golpe a mi mejor amigo y me dirigí hacia la entrada de arboles que había a
la parte más oscura del descampado, donde justo salía aquel tipo que me doblaba la
masa muscular y me llegaba a la misma altura, estaba parado. Parecía deshecho, pero
el odio me cegó de nuevo, aunque escuchaba los gritos de Harry de que me detuviese
y de Zayn de que dejara las cosas así. El Tanque había llegado a mi vida quitándome
a mi mejor amigo, lo usaba, lo escondía, lo hacía sufrir y ahora se daba el lujo de
hacerlo llorar. Esto no podía seguir y yo no podría soportarlo.
Ni siquiera me di cuenta de cuando fue que comencé a golpearlo, o en qué momento me
respondió casi rompiéndome la nariz con el puño. Me había golpeado sin fuerza, pero
el tipo era una bestia, y me hizo perder el equilibrio.
Se escuchaban gritos de todos lados, de mi novio, de mi mejor amigo, de gente que
estaba presente y finalmente la voz felina de Calipso, que reía y me decía que
golpeara fuerte, que no me dejara vencer, me alentaba y solo desee que Harry y Zayn
no notaran su presencia.
Finalmente, Liam intentó sacarme de encima, pero para mí mala suerte logró que
tropezara con la raíz de un árbol y caí. Un golpe seco en la cabeza me hizo perder
la conciencia y lo único que podía oír era un pitido incesante en mis oídos y un
llanto histérico que gritaba por mí. El llanto de mi pequeño mocoso bonito, que
tanto quería, preocupado, como nunca nadie se había preocupado.
Y todo se volvió negro finalmente.
Desperté en mi casa, en mi cama que estaba extrañamente mullida y calentita. Sentía
que me ardía el cuerpo por dentro y por fuera y la cabeza me palpitaba y casi podía
oler la sangre seca de mi cabeza. Abrí mis ojos despacio, el cuarto estaba a media
luz y no me molestaba en absoluto. Tenía ganas de levantarme y la garganta reseca,
pero no podía moverme, estaba demasiado débil.
Un movimiento borroso se acercó a mí y hundió la parte del costado de la cama.
—Lou... —susurró con la voz temblorosa mientras pasaba su pequeña mano por mi
mejilla. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y la piel pálida, como si se hubiera
pegado un susto de muerte.
— ¿Qué coño pasó? —pregunté mientras intentaba apoyarme en mis codos, pero estaba
lleno de moratones por doquier y dolían como mil demonios. Harry suspiró mientras
me acomodaba la almohada para que quedase un poco más levantado, acto seguido
acercó a mis labios una pajilla para que bebiera agua del vaso que me había traído.
—Liam y tu casi se matan —murmuró temblequeando a mi lado. Suspiré varias veces
después de que el agua fría me quemó la garganta.
—No entiendo por qué mierda estoy tirado en cama, imbécil, es eso lo que quiero que
me aclares, joder —le grité sin potencia y sin entender cómo es que podía estar
siendo odioso con mi novio, con mi precioso niño.
—Liam te golpeó y tropeaste...caíste contra una piedra y te golpeaste la cabeza —
Harry susurró mientras sus ojos destilaban lagrimas, aunque intentaba suprimirlas.
—¿Hace cuánto estoy dormido?
—Tres días —contestó despacio. Mierda, tres putos días había estado inconsciente y
el único que estaba a mi lado era mi mocoso. Al que estaba tratando obviamente mal.
—Que putada —respondí mientras reposaba de nuevo y cerraba mis ojos. Sentí como el
calor que el mocoso me proporcionaba se iba de la cama y entonces me senté de
golpe, sintiendo miles de punzadas en todo el cuerpo que podrían haberme hecho
retorcer de dolor, pero me sumí en el silencio agonizante, sin demostrar debilidad
—. No te vayas —supliqué en un tono de voz normal. Harry se volteó mirándome
ligeramente y se sentó a los pies de mi cama, lejos.
—Louis, tenemos que hablar... —susurró inseguro y miro hacia el suelo. La
desesperación me invadió de inmediato y sentí un cosquilleo por mis extremidades
como si estuvieran adormeciéndose. Muriendo. Mi respiración se aceleró de golpe y
la cabeza me ardía como mil demonios.
—Sé que la he cagado, pero por favor no termines conmigo —supliqué de nuevo,
patéticamente mientras intentaba agarrar a Harry, pero este se levanto de nuevo de
la cama y me desesperé más. Mis ojos se inundaron, pero no me dejé llorar bajo
ninguna circunstancia. El mocoso se apresuró a mi lado y sus labios se acercaron a
los míos dejando besos cortos.
—Louis eres mi novio y te quiero demasiado, si un día me alejo de ti será porque no
me quieres a tu lado más... —me tranquilizó mientras intentaba acurrucarse conmigo
sin herirme. Respiré con normalidad mientras lo dejaba apoyarse en mi pecho
dolorido y acariciaba su espalda, queriendo que jamás se alejara de mí. No podía
permitir que lo hiciera.
Agarré su mano con cuidado y besé sus nudillos despacio. Acto seguido coloqué su
palma sobre mi pecho, a la altura de mi corazón.
— ¿Lo sientes? —susurré peguntando por aquellos frenéticos latidos que palpitaban
bajo mi carne pútrida y contaminada.
—Claro, mi amor —respondió con simpleza mi pequeño dándome pequeños besos en la
barba.
—Cada vez que estas cerca, que percibo tu perfume, tus flores, que veo tus ojos,
que tocas mi mano, cada vez que te beso y siento tu lengua...se dispara a mil por
hora como si estuviese vivo...
—Tú estás vivo, Louis —respondió con obviedad.
—No lo estaba antes de que tu llegaras a mi vida, Hazz —murmuré mientras pegaba su
frente a la mía y daba pequeños besitos en su boca rosa pálido. Él sonrió contra mi
boca y acarició mi pómulo herido.
—Tu cambiaste la mía, Louis...ojala supieras cuanto —respondió mientras suspiraba—.
Cuando te conocí y me trataste mal...supe que no todas las personas eran amables
como mamá me había enseñado, y cuando finalmente comenzamos a hablar bien, fue
cuando sentí algo por ti dentro de mí...y entendí que papá tampoco tenía razón al
juzgarte por cómo te veías exteriormente. Nunca pensé que me enseñarías a madurar y
a ver la vida de tantas formas distintas y me mostrarías tantas cosas...me has
hecho feliz —murmuró mientras me miraba los ojos color del hielo y sonreía
ampliamente. Le correspondí con felicidad y suspiré para luego abrazarlo mientras
pegaba mi boca a su oído.
—Harry... —susurré con apremio mientras lo acurrucaba contra mi cuerpo.
—¿Si, Louis? —preguntó susurrando.
—Te amo —respondí sintiendo un sonrojo poderoso en mi rostro. Harry se rió fuerte y
me dio un beso largo en los labios con mucho cuidado. Estaba tan jodidamente feliz.
Y yo lo había hecho feliz. Solo diciéndole esas dos malditas palabras que nunca
salían de mis labios. Ni siquiera sabía cuándo las había comenzado a sentir.
—Te amo —me correspondió y sentí como el pecho se me inundaba de a poco.
Pronto, apenas aquellas palabras por fin se resbalaron de mis labios bajo una lucha
eterna en contra de mí mismo, supe que debía dejarme llevar con él. Entendí que le
importaba, que se preocupaba,, que me amaba. Independientemente de lo que sucediera
después de lo que pensara calipso o Zayn, de lo que pensara mi madre, mis
hermanas...lo más importante era lo que yo pensaba y pensaba que debía darle una
chance, no solo a mí, sino a lo que llevaba adentro muero tanto tiempo que había
olvidado que latía por una sola persona. Debía dejar de hacer llorar a mi corazón.
Los días pasaban demasiado rápido y pronto se convertían en semanas. Semanas en las
que las cosas habían cambiado radicalmente, aunque pareciesen ínfimos detalles. Los
viernes en casa de Zayn el ambiente era sombrío y oscuro, cargado de tristeza
proveniente de mi mejor amigo el cual se sentía destrozado y perdido sin su ex
novio. Las risas ya no eran un factor constante entre nosotros y aunque hubiese
preferido estar solo con Harry para no deprimirlo, no podía dejar de pensar en todo
lo que Zayn había abandonado por mí y mis estupideces. Yo le debía al moreno
demasiadas cosas como para darme el lujo de joderlo e irme.
La sonrisa iluminada y brillante de mi mejor amigo ya no existía, estaba consumida.
Deshecha. Harry intentaba de todo para hacer sentir mejor a Zayn, pero yo conocía a
mi amigo y él lo único que quería era tirarse en la cama y dormir.
No sabía nada del Tanque o qué había sucedido con él, pero me habían comentado por
parte de amigos de Niall, que se lo veía seguido en el campus de la universidad
bebiendo cerveza o fumando. Eso definitivamente no estaba bien. El Tanque Payne era
un deportista. Él no hacía esas cosas.
Harry había estado jodidamente centrado en la escuela, así que lo veía lo justo y
necesario cada noche después de la cena. Harry me la chupaba para compensarme por
dejarme todo el día solo y yo nada más podía pensar en todo lo que quería hacerle y
él no me dejaba corresponder. Detestaba que estuviese tanto tiempo con la perra
envidiosa de Mora, y me jodía que Ariadne, la chica que se la pasaba lanzándome
indirectas, todo el tiempo sobre follar, le hablara de cosas inadecuadas. La única
amiga de Harry que me caía bien era Zhian, era la única decente en ese grupo de
idiotas descerebradas que odiaba.
Mi madre estaba mejor, ya no bebía y fumaba menos que yo. Le faltaba solo una
semana para terminar su tratamiento en rehabilitación después de tantos meses de
pelear. Quería volver a verla. El mocoso me había hecho recapacitar con un montón
de cosas y solo quería darle otra oportunidad.
Cassandra y Effy siempre estaban alrededor nuestro cuando Harry estaba en casa. No
nos dejaban hacer nada porque ya estaban sacando fotos o haciendo comentarios, o
toqueteando los rulos de MI mocoso. Siempre molestando. Aun recordaba aquella vez
hacia unos días atrás...Harry y yo estábamos en el sofá del living besándonos. Las
cosas se había puesto bastante calientes, mis manos traviesas se colaban por debajo
de su ropa, amenazando con sacársela mientras que él ya se había ocupado de
quitarme la camiseta de Nirvana y la dejaba reposando en el suelo. Harry gemía en
voz muy baja, siendo iluminado apenas por la luz de la tele. Mis labios succionaban
la piel de su cuello dejándole marcas rojas por doquier, como puntitos pequeños
casi imperceptibles. En medio momento en el que estábamos restregándonos con
lujuria, bastante calientes...Cassie irrumpió en el living trayendo comida china
para nosotros. Ella gritó. Harry gritó. Yo grité. Effy bajo las escaleras corriendo
para encontrarse con Cassandra tapándose los ojos y disculpándose mientras yo le
abrochaba la camisa al mocoso con rapidez aguantándome sus quejidos y sonrojo. Casi
llora de la vergüenza que traía. Luego de un rato nos reímos con nerviosismo y mi
hermana nos hizo prometer que no haríamos ''eso'' en el sofá de la casa. Harry
aseguro que no iba hacer más cochinadas y se disculpó mil veces. Luego vino una MUY
incómoda charla con Cass sobre las relaciones sexuales y que debíamos cuidarnos.
Pero yo rematé con mis típicas frases que hicieron que todo se pusiera peor de
incomodo:
—No entiendo para qué coño nos exiges que usemos condón, no es como si fuese a
embarazar a Harry o alguna mierda por el estilo —expliqué exasperado mientras me
cruzaba de brazos enojado sin saber por qué. Harry se ocultó tas sus manos y se
abrazó las rodillas.
—Porque tú y él han estado con otras personas —se adelantó a responder Cassandra—.
Tú quieres a Harry ¿cierto? Entonces cuídalo, Louis.
—Harry es virgen, o sea que está limpio y yo siempre uso condón, joder que puto
asco hablar de esta mierda contigo, solo estábamos besándonos, no pretendíamos
hacer nada más.
—Lo siento tanto, Cass —se volvió a disculpar el mocoso, pero entonces lo pellizqué
con fuerza en la pierna logrando que le saltaran unas lagrimillas traviesas de
caprichoso.
—No te disculpes, no estábamos haciendo nada malo —vociferé y luego volví la vista
a mi hermana—. Cuido a Harry, si no lo cuidara no lo esperaría como lo espero hace
meses con respecto a lo que estamos hablando —dejé en claro. Al mocoso se le
subieron todos los colores al rostro y volvió abrazarse las piernas, intentando
hacerse bolita.
—Bien, entiendo...lamento haberte puesto en esta incómoda situación, Hazz, no fue
mi intención pero mi hermano es un burro y no quiero que pasen cosas malas —expresó
mientras intentaba tocarle los rulos a mi niño, pero yo le corrí la mano
bruscamente y lo abracé contra mi cuerpo haciendo que se relajara un poco.
—Hazme el favor —refunfuñé entre dientes observando con recelo a Cassandra. No me
gustaba que al mocoso le pusieran las manos encima.
—Prometo no volver a hacerlo, Cass, lo lamento tanto —y en se momento tuve putas
ganas de reventarle a mi hermana la cabeza contra la pared. De por si a Harry le
costaba una eternidad ser lo suficientemente valiente como para iniciar cosas
conmigo y ahora la muy hija de puta lo hacía sentir como si hubiese cometido un
error.
Luego de aquella estúpida e innecesaria charla, Cassandra y yo discutimos
acaloradamente (por supuesto luego de que Harry se fue) y ella me pidió disculpas
por joderme todo.
Al peque se le olvido el problema entero en solo una semana y por supuesto que
volvimos a hacer lo de siempre aunque con precaución de que nadie nos viera.
Mis notas habían subido considerablemente y la hija de perra de Elliett Girard
estaba más contenta que nunca. Por supuesto que ameritaba todo a Harry. El mocoso
decía que solo me daba un pequeñito empujo y yo había hecho todo el resto. Putas
mentiras, estaba mejor gracias a él y hasta había recobrado las esperanzas en
terminar la asquerosa secundaria. Faltaba muy poco y por fin seria libre. Me estaba
planteando una carrera en la universidad, quizás iría con Harry, o quizás lo
visitaría seguido. O quizás viviría con él.
Quería también llevarlo al estúpido baile de fin de curso. Me gustaba mostrarme con
el mocoso. Todos nos miraban, no solo por ser una pareja de hombres de la mano o
besándose, sino porque era yo. Louis William Tomlinson, el tipo más odioso del
mundo, lleno de piersings, tatuajes, ropas negras, tachas y demás mierdas...con un
mocoso. Con un niño que solía llevar flores pequeñas y perfumadas enredadas en los
perfecto rizos del color del caramelo derretido, con ojos grandes y amables del
color del jade y la delicadeza de una niña. Harry era demasiado marica.
Era demasiado bonito. Demasiado dulce. Era demasiado todo, para cualquiera...pero
para mí era exactamente lo necesario y justo.
Zayn faltaba seguido a la escuela y Harry comenzó a hacerlo también para estar con
él. Discutíamos muy seguido sobre eso hasta que por fin prometió que no volvería a
faltar.
A veces el mocoso era un desesperado. Nos encerrábamos en los baños de la escuela y
comenzábamos a besarnos frenéticamente sin que nos importara un carajo de nada.
Casi siempre las cosas terminaban ahí cuando el timbre de entrada sonaba, pero
otras veces me ponía demasiado caliente y Harry al notarlo me hacia una paja. O me
la chupaba. Me gustaba cuando hacia eso, era sucio y prohibido. Iba perfecto con mi
personalidad y nuestra relación, pero necesitaba más.
No es que estuviese desesperado por el tema de hacerlo con él, pero realmente
quería...quería estar dentro suyo. Me pasaba la puta tarde masturbándome mientras
lo imaginaba. Era una puta mierda todo aquello. ¡Hasta en las pajas le era fiel!
Luego de haber sopesado todo aquello, y de toda la mierda que estaba sucediendo en
su casa ahora (su padre era un maldito imbécil y le había pegado porque rompió un
plato por error, se le crisparon los nervios y puf, a la mierda, le dio una
cachetada que le dejo la mejilla morada por días a mi novio. Casi lo asesino, pero
él me detuvo) quería hacer algo lindo por él, algo especial.
Me dispuse a ir a la casa de Zayn aquella tarde. El clima estaba genial, no hacia
ni calor ni frio. Y había unas nubes grandes y gordas pintando de blanco el cielo
entre anaranjado y rosa.
Mi mejor amigo me recibió con cariño, como pudo, sin romperse. Últimamente lloraba
por cada pequeña cosa...daba mucha pena ver lo destruido que estaba por culpa del
hijo de puta del Tanque. Ni siquiera podía imaginar una pequeña parte del dolor que
sentía.
Zayn se sentó en el gran sofá de siempre, permaneciendo como cada día desde hacía
un mes, con unos pantalones deportivos que a veces eran negros, otras blancos o
azules, y a veces grises. Su camiseta desgastada y un par de tallas más grandes y
descalzo, sin ánimos de fingir una sonrisa o de peinarse para aparentar bienestar.
—¿Cómo estás hoy? —pregunté un poco cohibido tratando de caminar con cuidado por
aquella resbalosa calle en la que se había convertido la estabilidad de mi mejor
amigo.
—Muy bien —contestó con una sonrisa opaca y forzada, que no llegaba a sus ojos,
pero al menos estaba intentándolo. Suspiré pesadamente y apoyé mi mano sobre su
hombro, acariciándolo despacio como dándole a apoyo. Los ojos cetrinos de Zayn se
aguaron una vez más, como siempre cada intento que tenia de reconfortarlo y accedí,
aunque no me lo pidiese, a soltarlo.
—¿Qué tal si vamos por un helado? —pregunté intentando ser amable al menos con él,
pero negó repetidamente con un movimiento de cabeza y se secó las lágrimas que
amenazaban con abandonar sus orbes.
—No tengo muchas ganas, pero gracias, Louis —respondió entonces. Yo suspiré de
nuevo y me acerqué más a él para poder rodearlo con mis brazos, pero me rechazó en
ese momento de manera sutil y amable. Zayn estaba jodidamente distinto de la
persona que yo conocía. Había cambiad todo, desde sus gestos hasta su alimentación.
Todo.
—Zayn debemos hablar del tema, no pretenderemos que el Tanq...
—No lo menciones, Louis —pidió como ordenando, pero aquello había sonado tan
gangosos y patético que fue más bien una súplica.
—Tienes dos opciones, amigo —respondí con tranquilidad mientras subía una pierna al
sofá, cómodamente—. O lo perdonas o lo dejas ir...no puedes jodidamente vivir de
esta manera, fingiendo que nada sucede y que estas bien porque... ¡joder! Estoy
viéndote, Zayn...no lo estás superando.
—Lo haré —prometió y entonces cambió de tema a uno menos escabroso—. ¿Cómo estás
tú? ¿Cómo está todo con Hazz?
—En realidad venía a hablarte sobre ello —comencé a comentarle mientras me olvidaba
del tema del Tanque por un momento—. Sé que es una mierda que te pida esto ahora,
pero eres el único que puede ayudarme.
—Adoro hacer cosas por ustedes, solo dímelo —contestó. Yo suspiré comenzando a
crisparme los nervios y entrelacé los dedos de mis manos, unos con otros, mientras
intentaba hablar. Estaba nervioso.
—Bueno... mañana es veintiocho de octubre y sucede que hace siete meses el mismo
día me encontré con un estúpido chico en el baño de la escuela a punto de tener un
ataque de ansiedad... más tarde pude familiarizarme con esos ojos que me miraban de
manera distinta a los otros, sin miedo o lastima, solo con curiosidad —el rostro de
Zayn se iluminó ligeramente y de nuevo las lágrimas amenazaron con salírsele—. No,
no, no, no llores, lo siento, no debería haber dado ese estúpido discursito cursi
de película de Hollywood, me surgió de repente y...
Era como si todo el mundo fuese consciente de que Louis estaba muy destruido, lo
calificaban como una pieza defectuosa de rompecabezas. Y es que, para mi buena
suerte, nadie había descubierto a mi Louis como yo lo había hecho. Ni siquiera
estaba completamente seguro de merecerlo. Louis era como la caja de pandora: cuando
la abrías no sabías que desastres podías desatar, pero a mí eso no me importaba en
lo absoluto cuando me acurrucaba entre sus brazos y me miraba de aquella forma en
la que nadie jamás me había mirado. Supe que me quería mucho antes de que se
animara a decírmelo, es por eso que jamás lo había presionado con el tema. Me
miraba como si fuese lo más hermoso que él tenía...y es que el muy tonto no se daba
cuenta que él era lo más perfecto que tenía yo.
Nadie entendía aquello. Nadie podía siquiera digerir que aquel tipo que se había
pasado toda su adolescencia sacándole dientes y sangre a quienes decían apenas una
palabrita de más, usaba los mismos puños para convertirlos en caricias para mí.
La única que me apoyaba era Zhian, ella decía que ambos nos merecíamos, que éramos
perfectos el uno para el otro. Y por supuesto Mora se ponía frenética y discutían
acaloradamente, aunque Zhi ni siquiera levantaba la voz o ponía cara de enojada,
ella siempre sonreía y hablaba con gracia y dulzura. Zhian era la chica perfecta.
La consideraba mi mejor amiga.
Mamá estaba de acuerdo con lo que tenía con Louis, aunque no le había dicho
directamente que éramos novios, una noche nos había encontrado en el sofá abrazos
demasiado cerca. Ella solo nos sonrió y saludó, pero Louis se puso tan nervioso que
casi cae del sofá cuando me soltó. Claro que eso duro unos pocos segundos porque en
cuanto se acomodó de nuevo ya me tenía encima de él como un chicle.
Papá era otra cuestión, totalmente distinta. Él realmente detestaba a Louis y
detestaba que yo pasara tiempo con él. Trataba de alejarme de cualquier forma, y
varias veces había recibido bofetadas o empujones por discutir al respecto. No me
gustaba discutir y menos con mis padres, no me gustaba ser irrespetuoso, pero es
que él era importante para mí y no quería que me alejaran...yo realmente estaba muy
enamorado de mi Lou.
Terminé de vestirme de un momento a otro poniéndome la bonita camiseta que Louis me
había regalado. Era de color blanca con el cuello en V como a mí me gustaba.
Simple.
El celular comenzó a sonarme en la mesita de noche y prácticamente corrí a los
trompiscones hasta lograr contestar con una sonrisa grande en el rostro, sabiendo
quien era el remitente de la llamada.
—Buenos días, mi amor —susurré dulcemente mientras me tiraba de espaldas a la cama,
mirando el techo con una sonrisa bobalicona en el rostro.
—Hola, peque —murmuró mi Lou al otro lado de la línea—. Llamaba para decirte que no
estaré hoy contigo...deberías ir a casa de Zhian o la perra envidiosa de Mora.
—¿N-no estarás? —pregunté, y de pronto aquel semblante feliz que traía se
transformó en una máscara de congoja.
—No te pongas marica —me advirtió y entendí que no estaba de humor para mí.
—Está bien, Lou —susurré suspirando despacio y poniéndome de costado en posición
fetal.
—Anda, no te pongas así... ¿recuerdas que aun te debo una cita?
—Si... —volví a susurrar, ya sin nada de ánimos.
—Podemos tenerla esta noche —ofreció, pero yo ya estaba triste y no lo tomé con
mucho entusiasmo.
—Claro —Louis resopló al otro lado de la línea, enojado.
—Podrías tomarlo con jodida emoción, mocoso, no te cuesta una puta mierda fingir
que quieres salir conmigo esta noche.
—Bueno supongo que para él era un poco extraño que yo estuviera secretamente
enamorado desde que lo conocí —murmuré entre risas estruendosas. Zhian se irguió
ligeramente y me revolvió los rulos.
—Pues yo creo que él estaba secretamente enamorado de ti desde que te conoció.
Nos quedamos charlando hasta muy tarde, hasta que fueron casi las ocho de la noche
y apremiaba el tiempo. Cuando Zhian me pregunto a qué hora pasaría Louis por mí y
yo respondí que a las nueve, saltó de la hamaca como un resorte y fue conmigo hasta
mi casa para que pudiéramos arreglarme adecuadamente luego de darme una larga ducha
con tratamiento capilar incluido especialmente para mis rizos. Jugaba haciendo
burbujitas con el shampoo y al terminar salí envuelto entero en mi bata de baño
encontrándome con la muchachita de mi misma estatura teniendo ropa en mi cama,
viendo que cosas podían combinar y cuáles no, hasta que por fin encontró el atuendo
perfecto según ella.
Me perfumé con aquella colonia que Mora me había regalado y decidí usar la corona
de flores de jazmines blancos que Ariadne había hecho para mí.
Zhian me besó las mejillas y se fue justo diez minutos antes que el timbre de mi
casa sonara. Mamá atendió y pude oírla alagando a Louis, diciéndole lo guapo que se
veía y rogándole que le avisara si nos quedaríamos a dormir en casa de Zayn. Yo no
podía verlo y eso me desesperaba, así que bajé corriendo las escaleras a
trompiscones y mi madre me dio un beso en la frente para luego irse a la cocina. Me
quedé parado en el porche luego de cerrar la puerta detrás mío. Louis estaba allí
delante, usando su mejor sonrisa en el rostro, blanca y amable contagiando la
alegría hasta sus ojos. Tenía puesto un pantalón de jean negro, como los que
siempre usaba, pero sin tachas, ni roturas, ni nada, impecable. Haciendo juego con
unos zapatos negros muy elegantes, y aunque tenía una camiseta mangas cortas de
cuello en V blanca, bastante informal, contrastaba perfectamente con el saco del
mismo color que su jean, haciéndolo ver elegante al mismo tiempo.
Un suspiro abandonó mis labios enamorados mientras observaba aquella preciosa rosa
del color de la sangre en su mano izquierda, mientras que la derecha se escondía en
su bolsillo. Parecía un modelo de pasarela, con la barba ligeramente crecida y los
ojos azules como zafiros, destellantes.
Tuve que parpadear varias veces para poder estabilizarme.
—Anda, pareciera que has visto a un monstruo —bromeó mi novio sonriendo de lado
mientras me tendía la rosa de manera calma para que la agarrara.
—Todo lo contrario —murmuré sonrojado por no poder despegar mis orbes de él. Agarré
la rosa y la olí apreciando aquel exquisito aroma que viajaba desde mis fosas
nasales hasta mi cerebro, perdurando aquel momento en mi memoria—. Creo que estoy
viendo a mi príncipe azul.
—Eso es tan cursi y típico de ti —bromeó él rodando sus ojos. Yo me reí, aligerando
el ambiente y terminé de acercarme a él para poder recibir un beso de sus labios.
La manera en la que Louis me agarraba la cintura y hacia que me pusiera en puntitas
de pie para luego recorrerme húmedamente la boca con su lengua, era simplemente
rozar la perfección. Me tocaba como si fuese de vidrio, pero me besaba de las
maneras más sucias que encontraba. Aunque aquel beso era más tranquilo, siempre me
gustaba esa efusividad que tenía solo para mí.
Se separó mordiéndome el labio ligeramente y sentí un ardor poco pronunciado.
Sonreí mirándolo a los ojos y me ofreció su mano para caminar hasta el auto
estacionado en la puerta de mi casa.
-PoV Louis-
El mocoso estaba deslumbrado y eso que ni siquiera había visto la mejor parte.
Aquella forma inusual de presentarme ante él vestido era solo un condimento para
que saborease lo que venía pero al parecer ni siquiera lo imaginaba. Sus ojos no
dejaban de observarme de unas formas raras a las que no estaba acostumbrado, aunque
Harry siempre me miraba de manera especial.
Deslicé mi mano despacio por su estrecha cintura para poder rodearlo mientras
caminábamos y casi pude acostumbrarme al cosquilleo de mis dedos al rozar la camisa
blanca de seda que tenía, el mocoso, puesta. Estaba radiante, con aquel ajustado
pantalón de jean gris y una camisa manga larga en color blanco, igual que mi
playera.
— ¿Y ese auto? —preguntó entonces cuando le abrí la puerta del acompañante
dejándolo sentado allí. Me apoyé apenas sobre el marco y le sonreí de lado
guiñándole un ojo.
—No hagas preguntas ahora, peque, disfruta —besé su frente y cerré la puerta para
dirigirme al lado del conductor.
Estaba jodidamente nervioso en aquel viaje que duraría por lo menos media hora
hasta que llegáramos a aquel lugar que, secretamente, había tomado prestado para
nosotros. Sabía que a Harry le haría ilusión porque era un romántico empedernido y
se sorprendería porque yo era un jodido idiota que nunca hacia nada lindo por él.
Me agradaba la idea de saber que todo estaba perfecto solo por el hecho de que Zayn
me había ayudado. Aunque su cara larga no cambiaba mucho y fingía cuatro de cada
cinco sonrisas, él ponía su mayor esfuerzo por tener la mente en blanco. Nunca supe
si en realidad lo lograba por breves lapsos.
El viaje en auto había estado lleno de risas y charlas bastante superfluas, sin
mencionar que Harry no dejaba de decirme lo guapo que estaba. Nos besábamos de
manera cortita y tranquila ya que no quería despegar los ojos del camino y hacernos
galletita contra otro coche.
Llegamos ya entrada la noche y Harry miró por los vidrios, pero apenas tuve
oportunidad de estacionar el auto, le pedí que me mirase a los ojos. Él obedeció
dejando una sonrisa dulce deslizarse por sus labios y casi me dejo sin aliento con
aquel bonito hoyuelo marcándosele en la mejilla. Le di un pequeño beso en la nariz
y luego subí mis manos que sostenían un pañuelo rojo, tapándole los ojos. Harry se
rió tontamente, pero parecía muy emocionado.
Bajamos del auto despacio y lo conduje hasta el muelle, bajando por unas escaleras.
Quería que Harry enterrara sus pies desnudos en la arena, pero adivinaría donde nos
encontrábamos y no era lo planeado. Aunque luego de sopesar un rato las
probabilidades, si pisaba la arena con sus converse también sentiría la arena.
— ¿Louis, dónde estamos? Huele como a sal y agua... —rodé mis ojos riéndome y lo
cargué en mis brazos al estilo nupcial.
—Nada de preguntas hasta que lleguemos, mocoso —volví a insistir, y esta vez se
quedó en silencio, apoyando su cabeza en mi pecho. Acaricio mi nuca con sus manos
pequeñas y un estremecimiento me recorrió el cuerpo. Pude percibir su sonrisa
ladeada cuando su mano chocó contra mi pecho y los latidos de mi corazón fueron
revelados ante él de la manera más patética, dejándole ver cuánto sentía en ese
momento.
Llegamos al faro de la playa donde nos encontrábamos en aquella preciosa noche
estrellada. El clima era favorable, con un leve viento cálido que hacia circular el
aroma a marea y espuma. Puse a Harry en el suelo lentamente y abrí de igual forma
la puerta del faro aquel donde había espacio suficiente para poder hacer todo
aquello que Zayn había ideado conmigo para aquella ocasión.
En las paredes internas que no tenían esquinas, claro está, había unas largas
hileras de cemento que simulaban un espiral gigantesco que iba hasta la punta del
faro. En aquel espiral apenas sobresalido, habíamos colocado velas regordetas y
encendidas, alumbrando el lugar solo con eso luego de que Zayn notara que no había
luz dentro del faro. Mi mejor amigo se había encargado de adornar todo con flores,
frascos de perfume de jazmines y finalmente él me había ayudado a cocinar carne
rellena para Harry en su horno y la había traído antes de que nosotros llegáramos
al lugar. Había una pequeña mesa redonda a un costado en el amplio interior del
faro, con un mantel blanco y dos largas velas rojas encendidas. Las sillas
descansaban una frente a la otra, como típica cena romántica.
Más atrás había una cama, con sábanas muy bien arregladas y pétalos de rosa
tendidos por toda ella.
Era una puta mierda asquerosamente cursi...pero estaba seguro de que Harry se
moriría cuando lo viera.
—Aquí huele a flores y...comida —murmuró el mocoso mientras yo me situaba detrás
suyo, apoyando mi barbilla en su hombro, queriendo ver la cara que hacia cuando la
venda que le cubría los ojos se deslizaba, dejando aquella ''primera cita'' al
descubierto.
El animado Harry que se mostraba hace unos instantes se había perdido de repente.
Su sonrisa ya no se marcaba con aquellos preciosos hoyuelos en las mejillas y sus
ojos verde jade de pronto se inundaron en lágrimas que salieron una a una con
retraso. Mi semblante pasó de buen humor a preocupación y me puse delante de mi
novio de un momento a otro mirándolo a los ojos mientras le agarraba la cara con
ambas manos haciendo que me mirara.
—Pensé que te gustaría ¿Qué sucede? ¿Qué he hecho mal? —pregunté con voz
amortiguada y un nudo en la garganta que me imposibilitaba el habla. Y es que no
podía creer que de nuevo la había cagado, pero entonces Harry posó sus pequeñas
manos sobre las mías y las quito dulcemente de su rostro, agarrándolas fuerte y
llevándolas a sus labios. Me besó los nudillos, destrozados de tantas peleas, y
luego me miró con una chispa especial en los orbes.
—Nadie nunca había hecho algo tan hermoso por mí, Lou —se atragantó con sus propias
palabras sonriendo con melancolía de repente, como si no creyera que aquello era
real. Como si pensara que de un momento a otro todo iba a desaparecer. Solté el
aire contenido sintiéndome aliviado y reí ligeramente.
—Por dios, me diste un maldito susto de muerte, mocoso.
—Lo siento, es que... —Harry comenzó a soltar lagrimitas de nuevo y puso la palma
de mi mano sobre su pecho. Los latidos golpeaban desbocados transmitiéndome
aquellos sentimientos a mí mismo. Le di un beso pequeño en la frente y él susurró—.
Te amo tanto...
—También te amo, Harry —correspondí con la voz grave mientras lo envolvía con mis
brazos, abrazándolo fuertemente, sintiendo todo su calor recorrerme el cuerpo—.
Eres lo único que me hace feliz cuando todo es una mierda en mi cabeza —agregué y
entonces un suave beso de sus labios fue presionado contra mi cuello.
— ¿Qué tal si comemos? Eso realmente huele delicioso —susurró sonriendo con una
felicidad que le llegó hasta los ojos.
—Por supuesto, aunque te aviso que Zayn me ayudó porque cuando intenté hacerlo solo
casi incinero su casa.
—Lo supuse, siempre me miras extraño cuando estoy cocinando para nosotros en la mía
—se burló, así que contraataqué haciéndolo poner rojo.
—Eso es porque te volteas para cocinar y tienes un trasero de puta madre, peque —y
al instante un sonrojo furioso se apoderó de sus preciosas mejillas y rió
tontamente escondiendo su pequeña nariz en mi cuello.
Me comporté como nunca lo había hecho, corriéndole la silla para que se sentara y
siendo considerado en todo, atendiéndolo de la mejor manera. Quería que esto fuese
jodidamente inolvidable para él, solo porque lo merecía más que nadie en mi vida.
Harry halagó la comida, y tuvimos una charla amena sobre aquello que siempre
hablábamos. A veces eran solo banalidades y a veces tocábamos temas serios en
realidad. Era simplemente sublime la manera que teníamos de comunicarnos, de
hablar. Con Harry me sentía seguro y tranquilo, como si nada pudiese separarnos o
romper la conexión que teníamos. Aquella conexión que servía para darme cuenta de
cuando el mocoso necesitaba un abrazo, cuando quería que lo tocara, cuando quería
ser besado, cuando deseaba más que nada llorar, en cada ocasión.
El tiempo pasaba volando y antes de que pudiese darme cuenta eran las once y media
de la noche. Luego de una sesión de risas provocadas por las anécdotas de Harry de
cuando va a futbol, y luego de anécdotas de su vieja escuela, entonces el silencio
reinó. Los platos ya sin comida yacían a un costado nuestro mientras que mi mano
acariciaba levemente sus nudillos. Los orbes, del color de las hojas de los
árboles, de Harry se calvaron directamente en mis pupilas haciéndome estremecer
completo. De pronto las mejillas pálidas del mocoso tomaron un color rosa furioso y
sentí su incomodidad hasta tal punto que tuvo que dejar de mirarme. Fruncí el ceño,
bastante confundido.
— ¿Qué sucede? —pregunté entonces, repasando uno y otra vez los últimos minutos
buscando alguna falla, pero mi memoria no registraba ninguna.
— ¿Po-podemos usar la cama? —preguntó en un murmullo tembloroso, vacilante y
sonreí.
— ¿Tienes sueño tan temprano? —Dije soltando una risita mientras me levantaba de la
mesa y me dirigía a aquel mullido colchón de sábanas blancas, plagado de pétalos—.
Déjame que acomodo un poco esto, peque... —agregué mientras sacaba uno a uno los
perfumados pétalos. Sentí a Harry caminar hacia mí con cuidado y me tomó del brazo
apenas fuerte, deteniéndome.
—N-no...hablo de... —tomó una gran bocanada de aire mientras yo lo miraba—.
¿Podemos...no dormir en ella? —y entonces en mi cabeza casi pude oír un ''click''
entendiéndolo todo.
Sinceramente ni siquiera había pensado en ello ya que no lo planeaba. No quería
presionarlo ni nada por el estilo en aquella situación. Una sonrisa gigante se me
dibujó en el semblante y entrelacé mis dedos con los suyos, llevándome su pequeña
mano a los labios, besándola.
—¿Estás seguro? —pregunté solo para cerciorarme mientras acortaba la distancia
entre él y yo, hasta que casi no pasó el aire entre nuestros cuerpos. El corazón de
Harry latía con furia, pero respondió sin una sola duda:
—Quiero hacer el amor...contigo... —susurró mientras sus mejillas se coloreaban una
vez más.
Mi mano, la que no lo sostenía a él, viajó hasta su mejilla acariciándola
suavemente, provocando que sus ojos se encontraran con los míos y se fundieran—.
Pero antes...debes prometerme algo... —agregó, temblando bajo mis suaves roces en
su mandíbula.
—¿Qué? —murmuré con la voz ronca provocada por aquellos pensamientos que viajaban
en mi cabeza, después de todo lo que estuve esperando para que él me dije aquello.
—¿Prometes cuidarme, respetarme, escabullirte por mi ventana cada noche cuando no
se me permita verte, amarme y serme fiel...hasta después de que ya no existamos
físicamente? —murmuró con vergüenza mientras sus manos se soltaban de las mías y se
posaban en mi pecho, como sosteniéndome.
—Acepto —susurré sonriendo hasta que me dolió el rostro—. ¿Y tú? ¿Aceptas no
enojarte conmigo cada vez que sea un idiota porque tuve un mal día, estar a mi
lado, no dejarme caer, amarme y serme fiel hasta después de que ya no existamos
físicamente? —le seguí el juego. Harry amplió aquella mueca que parecía una sonrisa
pequeña, convirtiéndola en una de verdad que dejaban sus hoyuelos al descubierto.
—Sí, acepto —susurró mientras sus manos viajaban a mi nuca, acariciando el lugar
donde mi cabello terminaba. Mis manos se posaron en cadera, envolviéndolo mientras
chocaba mi frente con la de mi mocoso, sintiendo su exquisito aroma a flores mucho
más fuerte que el de la decoración interna del faro.
—Entonces nos declaro...eternos —finalicé cerrando mis ojos casi al mismo tiempo
que él y uniendo nuestros labios en un cálido beso que prometía ser el mejor.
Mi lengua se aventuraba a su boca sintiendo a flor de piel cada sensación nueva que
se desprendía de su cuerpo, del mío y de aquello que ahora éramos juntos: nosotros.
—Bien, ya estamos en iguales condiciones —dije mientras una sonrisa se extendía por
mi semblante. Me jodía que Harry estuviese tan serio, pero entendía que era el
nerviosismo. Me acerqué a él procurando ser tranquilo y tomé entre mis manos su
rostro de porcelana fría. Él tembló.
—Hey, mocoso —lo llamé cariñosamente suavizando mi voz—. Puedo esperar por ti si no
estás listo —Harry reaccionó un poco aterrorizado y me agarró las muñecas.
—¿N-no quieres hacerlo...conmigo? —preguntó con la decepción escondida en su voz
suave. Yo me reí un poco. ¿Cómo podía cruzársele aquello siquiera por la cabeza?
—Estás aterrado —le hice notar mientras sin que él se diera cuenta, lo empujaba a
la cama, despacito, sin prisa, tanteando el terreno.
—Nunca...nunca he estado con nadie de esta forma, por supuesto que estoy aterrado —
discutió mientras su ceño se fruncía levemente. Yo solté una risa sutil y besé su
entrecejo haciendo que se relajara.
—Harry... —susurré cerca de su oído mientras sentía como le fallaban las piernas al
chocarle con la cama. Decidí aligerarle el ambiente, decirle guarradas, decirle
cualquier cosa con tal de que estuviese un poco más tranquilo y más encendido. Su
cuerpo se tensó en cuanto descendí con mi mano abierta por toda su espalda,
llegando hasta cerca de su trasero—. Joder, eres el maldito mocoso más caliente que
he visto en mi vida, nunca había querido tanto estar dentro de alguien como lo
deseo en este momento —murmuré contra su oído. Acto seguido un jadeo tembloroso se
escapó de sus labios ya que mis dientes treparon con descaro el lóbulo de su oreja,
arrastrando despacio mis labios terminando de nuevo en besos húmedos por todo su
cuello y hombro.
Harry estaba más relajado y pude sentir perfectamente aquello dureza que comenzaba
a apretarle el bóxer, mientras lo recostaba con cuidado y me ponía encima suyo.
Sentía como si tuviera fiebre, como si todo mi cuerpo estuviera en llamas,
lamiéndome de a poco con el fuego incandescente, consumiéndome como el carbón.
Comencé a dejar pequeños besitos cortos y sensuales por toda la extensión de su
torso hasta llegar a la cinturilla de su bóxer blanco. Harry estaba rojo como un
tomate, lleno de vergüenza al principio y lleno de excitación al final. Pasé
dejando besos y lengüetazos por su hombría, deleitándome con los gemidos que se le
escapaban de manera sutil de esos labios color sandia que me volvían jodidamente
loco. Sonreí cuando mi cabeza estuvo entre sus piernas y pasé mis manos por debajo
de sus muslos, separándolos. No faltaron los lengüetazos húmedos y los besos lentos
que le proporcioné en aquellas partes sensibles de las piernas que Hazz adoraba,
pero entonces mis traviesos dedos aventuraron más allá, comenzando a tironear el
bóxer del mocoso hasta poder ver el comienzo de unos vellitos que vacilaban entre
ser rubios y castaños, apenas unas cuantos. Sonreí cuando Harry se cubrió el rostro
con las manos y me erguí ligeramente para poder deslizar sin problemas aquella
ultima prenda íntima que cubría su cuerpo. Esta quedó esparcida junto con el resto
de sus vestimentas y las mías, y entonces me tomé un minuto para contemplarlo sin
molestia. Harry era definitivamente caliente, aunque dudaba que él mismo supiera lo
que podía causarle a los hombres que no estaban interesados en tetas y vaginas.
Era la jodida imagen más excitante que había visto en mi vida. Sus mejillas rojas,
sus pupilas dilatadas, sus rizos desordenados con las flores esparcidas por
doquier. Su pecho subía y bajaba, agitado, y sus piernas permanecían abiertas
conmigo entre ellas. Su piel era blanca y suave, como un jodido copito de nieve.
Joder, las ganas que tenia de derretirlo de mil maneras distintas. Él se sonrojó al
instante cuando notó que mi vista se clavaba en su polla e intentó cubrirse con las
manos, pero entonces con un rápido movimiento de inclinación, lo tomé de las
muñecas para que me dejara seguir viéndolo.
—No te cubras —le pedí con tranquilidad.
—Me estabas mirando extraño —susurró haciendo puchero. Mis dientes lo mordieron
levemente y lloriqueó de manera infantil.
—No te miro extraño, es la primera vez que te veo desnudo y estoy tratando de
controlar mis ganas de arremeter contra ti y arruinarte —bromeé aligerando la
tensión. Harry lo apreció y rió levemente mientras enroscaba sus brazos en mi
cuello acercándome a su boca de cereza. Nos besamos de nuevo y apoyé mi cuerpo
encima del suyo, sintiendo como ardía. El, apenas perlado, sudor que nos cubría de
manera sugerente mientras nuestros cuerpos emanaban un calor indescriptible. Dudaba
ser capaz de alejarme alguna vez de ese nuevo calor. Harry gimió cuando me mecí
levemente sobre él, haciendo que nuestras erecciones se friccionaran entre ellas
poniéndonos más duros, si es que eso era posible.
Succioné la piel de su cuello dejando marcas que le recordaran que me pertenecía en
todo el extenso sentido de la palabra, y dibujé con mis manos caricias
imperceptibles que quemaban bajo su tacto.
Él no dejaba de revolverse debajo mío, con cada beso, cada toque, cada caricia, él
solo quería más. Yo solo quería más.
Me perdí una vez más entre sus piernas dispuesto a hacerlo sentir el placer más
grande que hubiese experimentado, aquel que me hacía sentir seguido. Harry cerró
sus ojos y se agarró de las sabanas con fuerza cuando mi lengua pasó por la punta
de su miembro, despertándolo más. Los gemidos y las lamidas eran el único sonido
que se escuchaba en la habitación aquella sin esquinas, y no recordaba algo más
excitante que tener a un chiquillo retorciéndose de placer debajo mío.
Aventuré mi lengua más abajo, encontrando su entrada, y lo mojé mientras me
deleitaba con cada jadeo que Harry luchaba por esconder. Estaba tan jodidamente
caliente que casi fue incapaz reconocerlo. Sus dedos largos se enredaron en mi
cabello y tiraron con fuerza en determinado momento haciendo que regresara hacia
sus labios. Lo recibí con una sonrisa amplia mientras lo acariciaba de arriba
abajo, sin poder detenerme, sin querer detenerme en absoluto. Había deseado esto
jodidamente desde hacía meses y ahora simplemente no entendía como carajo iba a
cuidar a Harry de mis bruscos toques. Me planteaba en la mente una y otra vez de
qué manera podría hacerlo disfrutar pero buscando su ritmo, sin romperlo. Sin
quebrarlo. Sin herirlo.
Antes de que mis cabeza se volviese a llenar de moral y ética, sentí aquellos
delicados dedos envolverse en el elástico de mi ropa interior, jalándola hacia
abajo, intentando desprenderme de ella. Ahora era yo el que temblaba de nerviosismo
sin saber cómo actuar ya que, aunque hubiese desvirgado a varias, era la primera
vez que lo haría con alguien como él, como mi pequeño.
Sin darme cuenta, con algunos movimientos agiles, quedamos expuestos, desnudos uno
encima del otro, con las pieles sudadas rozándonos, fundiéndonos entre el calor que
emanaban nuestros poros.
Mis ojos, tan duros como la piedra y tan fríos como el hielo, pronto se vieron
cortejados por aquellos orbes gentiles e inocentes que supieron embeber mi alma con
un poco de paz.
La mano de Harry buscó la mía y entrelazamos los dedos, sujetándonos con fuerza
sabiendo que a partir de ese momento éramos él y yo contra viento y marea.
—Eres lo mejor que tengo, Louis —murmuró sin romper aquel ambiente tan agradable
que se había formado. Una sonrisa se escapó de mis labios sin creer lo que oía y
entonces lo besé una vez más, queriendo demostrarle todo aquello que desde hacía
tiempo me costaba demostrarle, aquello que ni yo mismo sabía que realmente existía,
aquello que consideraba tabú decir en voz alta o siquiera pensarlo: Estaba
enamorado de él. Estaba enamorado del chico con el que estaba a punto de hacer el
amor.
Mis manos le acariciaban la cintura de arriba hacia abajo, y cada vez que se
acercaba más a la cadera de Harry, él gemía en respuesta como si estuviese deseoso
de que lo invadiera por completo. Mordí ligeramente su labio inferior que
sobresalía un poco, rojo y húmedo por los besos y comencé aquel recorrido suave y
dolorosamente lento que llevaba mis dedos largos por la piel pulcra del trasero de
Harry. Se separó de mí un momento, quedando con sus ojos prendidos a los míos
mientras ponía mi mano derecha sobre su muslo haciendo que levantara un poco la
pierna para tener mejor acceso, pero entonces recordé de golpe dos importantes
cosas. La primera era que, obviamente, no había traído lubricante ya que ni
siquiera imaginaba que terminaríamos en aquello esa noche, y la segunda...no traía
condones. Ni en el bolsillo, ni en la billetera, ni en ningún maldito lado porque
desde que había comenzado a frecuentar con Harry el tema ''follador empedernido de
perras'' había quedado bastante en el olvido. Un resoplido molesto se escapó de mis
labios y apoyé mi frente en el hombro de Harry, resignado.
— ¿L-Lou? —preguntó con la voz temblorosa mientras hacía fuerza para cerrar sus
piernas. Yo me quedé en silencio—. ¿He hecho algo mal? ¿No...no es lo que te
gustaría? Yo...lo siento tanto —murmuró y casi pude oler la sal de sus lágrimas en
cuanto intentó levantarse de la cama, pero entonces lo agarré con fuerza haciendo
que se acostase.
—No tengo lubricante —solté ásperamente mirando hacia la nada. El mocoso tembló.
—Oh... —susurró decepcionado y entonces decidí mirarlo. Estaba triste, lo supe por
sus ojos tranquilos y el ceño levemente fruncido mientras un puchero se le escapaba
de los labios.
—Te dolerá mucho si...
—Quiero hacerlo de todas formas —me cortó de golpe mirando hacia abajo sin querer
enfrentarme. Me quedé boquiabierto delante de él y me acomodé perfectamente encima
de su pequeña y frágil anatomía, apoyando mi frente en la suya y dejando un pequeño
besito en sus labios. Me moví en un vaivén lento haciendo que Harry,
instintivamente, abriera sus piernas para sentir como nos rozábamos entre sí. Él
soltó un gemido pequeño mientras se aferraba a mi espalda clavando sus uñas—.
Ah...Lou... —susurró en un jadeo entrecortado. Yo mordí mis labios, pero tuve que
luchar para no hacer ruido en cuanto sentí su miembro endurecerse junto al mío. Él
se estaba moviendo, estaba pidiéndome más sin realmente decirlo.
—Joder, no quiero herirte... —susurré mientras volvía a aventurar mi mano hasta su
trasero sin poder evitarlo y acariciaba solo con un dedo su entrada. Harry estaba
cegado, mordiendo sus labios y moviéndose debajo mío mientras yo subía los dedos
hasta su boca y los apoyaba en sus labios mirándolo a los ojos—. Chupa —pedí con
tranquilidad y obtuve con rapidez la respuesta del mocoso que succionó todo,
mojándolos bien, sin quitarme la mirada de encima—. Mierda, eres la maldita cosa
más bonita y caliente del mundo, mocoso —susurré al mismo tiempo que cambiaba de
posición poniéndome a un costado del niño y mi mano se perdía entre sus nalgas.
Harry mordió su labio cuando comencé a abrirlo solo con un dedo, para que se
acostumbrara.
Bajé la mirada hasta mi polla viéndola allí, rojiza y goteando liquido pre seminal
tan solo por sentir lo apretado y caliente que él estaba dentro. Aquel delicioso
empuje de sus paredes rectales aprisionando mi dedo.
—Mierda, mierda, peque —lo llamé y al abrir sus ojos dos lagrimas pesadas se
escurrieron por sus delicadas mejillas—. Diablos... —solté con brusquedad mientras
me deslizaba despacio fuera de su cuerpo, pero entonces me aprisionó con sus
piernas, obligándome a quedarme en su interior. Un pequeño grito de dolor se escapó
de sus labios y no pudo cambiar su expresión hostigada del semblante.
—D-deja q-que me acostumbre... —pidió con un hilo de voz haciendo que aquello me
diera más miedo. Le dolía demasiado y no estaba diciéndomelo.
—Te estoy lastimado —susurré mientras le hacía caricias en los rulos, sacándole
despacio las pocas flores que le quedaban en el cabello. Harry sonrió con dulzura y
me tomó la mano para poder besarme los nudillos.
— ¿Se siente bien? —preguntó—. ¿Estoy siendo bueno para ti, Lou? —y sus ojitos
verdes parpadearon con ilusión tan rápidamente que casi pude sentir la brisa suave
de sus pestañas. Yo suspiré despacio mientras pegaba mis labios a los suyos,
hablando.
—Se siente como la mejor jodida cosa del mundo —admití. Acto seguido lo besé
lentamente haciendo que olvidara por un momento aquella punzada de dolor. Ni
siquiera me di cuenta cuanto tiempo habíamos estado allí, besándonos, pero entonces
sin previo aviso sentí como se dilataba un poco, relajándose y entonces Harry
empujo mis caderas para que me moviese. Sonreí cuando por fin pude moverme y
comencé con un vaivén lento, siendo deleitado por aquellos pequeños gemidos agudos
que el mocoso dejaba escapar cada vez que me enterraba más en él.
Harry me miraba los ojos mientras dejaba sus labios entreabiertos por los cuales
salían los mejores jadeos que jamás haya escuchado. Mi polla estaba prieta,
atrapada entre aquellas paredes de carne que sabían a pura gloria.
Mis manos acariciaban todo lo que alcanzaban, cada pequeña parte de la anatomía del
mocoso, descubriendo así unas pequeñas cicatrices en su cintura, apenas del tamaño
de una uña. Lunares minúsculos, como pecas, en lugar que nunca había recorrido.
Exploré sus sonrisas más sinceras y sus gestos más profundos mientras me adentraba
en su ser tocando aquel pequeño punto que hacia temblequear las piernas del mocoso.
Harry arañó mi espalda dejando largos caminos de marcas rojas, marcas que me
declaraban suyo como las que yo le hacía. Aquello no era nada comparado con el sexo
vacío e insípido que había tenido a lo largo de toda mi maldita vida. Esto no se
comparaba nada. Si, era placentero, pero estar en Harry...eso se sentía como casa.
Pronto las embestidas fueron más rápidas, más duras, como si quisiera estar en él
por siempre y era eso lo que en realidad quería. Poder quedarme en su interior, tan
cálido, tan mojado. Joder.
—Ah...ah...ah —soltaba pequeños sonidos por su boca, directo desde su garganta,
moviéndose contra mi cuerpo haciendo que nuestros pechos se juntaran y casi pude
sentir el latir acelerado de su corazón desbocado al compás del mío. Unos gruñidos
abandonaban mi ser desde el interior, sintiéndome en el éxtasis más alto que había
experimentado en mi vida.
Éramos dos salvajes, haciendo rechinar aquella cama sin demasiada seguridad,
tocándonos, sudando, jadeando, besándonos, uniéndonos.
—M-me vengo... —murmuró contra mis labios al mismo tiempo que yo sentía el orgasmo
acercarse. Ni siquiera recordaba la última vez que había sentido aquello, aquella
lujuria, aquella cercanía con alguien. Mordí su cuello con desesperación aumentando
el ritmo de las embestidas sin poder contenerme con la fuerza. Apreté demasiado su
cadera pequeña sin darme cuenta mientras empujaba con violencia mi miembro en su
interior.
Un cosquilleo familiar comenzó a crecer en mi vientre bajo y decidí bajar mi mano
hasta la masculinidad de Harry, masturbándolo al mismo ritmo que entraba y salía de
él con total facilidad. El cuarto se llenó de jadeos desesperados y luego de un par
de embestidas más un gruñido gutural salió de mis labios haciendo contraste con el
gemido agudo del mocoso mientras sentía como me derramaba en su interior,
acabándole dentro, llenándolo de mí. Comencé a moverme un poco lento al sentir que
Harry culminaba en su abdomen plano, y sonreí al sentir lo mojados y pegajosos que
estábamos cuando me desplomé sobre su delgado cuerpo. Solo entonces fui
completamente consciente de la diferencia que había entre nuestras anatomías.
-PoV Zayn-
Todo el día se pasaban haciéndome las mismas preguntas. Cómo estaba, si tenía
alguna enfermedad o refriado, si alguien en mi familia tenía problemas. Era una
mierda porque no podía decir nada, porque era mi secreto. Él era mi pequeño
secreto, el que no podía contar. Yo aún respetaba su privacidad la suficiente como
para aceptar que en la vida de él yo era una página en blanco de un libro,
escondida detrás de la última hoja escrita. Aquella página de la cual nadie sabía
su procedencia, su por qué, su razón de ser en la culminación de un escrito. Allí
estaba, sumido en la soledad, con el pecho comprimido, inseguro, sintiendo como si
cada pequeño pedazo de mi interior se deshiciera cada vez que alguien intentaba
juntarme todo de nuevo.
Louis siempre estaba cerca para intentar mantenerme despierto, pero es que me
sentía aletargado y no era sueño lo que me acosaba constantemente. Era como estar
ahogándose en un vaso de agua de cristal. Tú estabas allí, luchando por no tragar
el líquido, muriendo de a poco...pero veías como todos respiraban felices a tu
alrededor. Y lo más probable era que tú te hayas metido en el vaso solo. Porque eso
había sucedido conmigo, yo me había lanzado de cabeza a una pileta llena de ácido.
Si alguien me hubiese dicho que él y yo no estaríamos juntos hasta el final, hasta
el verdadero final, no les hubiera creído. Pero allí estaba yo, ahora. Había
escupido para arriba y me había caído en la cara. Las ironías de la vida.
Lo más difícil de aquel último mes y medio no era en si estar lejos de él, sino
compartir tanto tiempo con Louis y su novio. Era terriblemente doloroso, aunque
dolía más cuando yo todavía seguía de novio. Era tener y no tener al mismo tiempo
en el mismo lugar y viendo a alguien que tenía lo que deseabas. Eso podría haberse
considerado envidia pero no lo era, yo amaba demasiado a Louis como para envidiarle
algo que lo hacía tan feliz, pero sentía esa bilis en mi garganta, ese pinchazo de
mal humor al notar que con mi ex novio nunca podríamos estar así de juntos.
Quizás no teníamos esa conexión que pensaba. Quizás ni siquiera nos amábamos.
O quizás yo solo intentaba mentirme lo más posible para dejar de sufrir.
Tener algo que amas para luego perderlo es una de las peores cosas de la vida.
Algunas personas decían que era mejor haber amado y perdido a nunca haber amado.
Déjenme decirles respetuosamente que se vayan a la mierda. ¿Acaso hay algo más
morboso que aquella frase? ¿De qué van? Eso era como tener un trozo gigante de tu
pastel favorito delate de tus ojos y que alguien te dijera: Anda, puedes pasarle la
puntita de la lengua para recordar su sabor por siempre, pero nunca volverás a
probarlo y nunca podrás comerlo. Simplemente enfermizo y morboso.
Me sentía en un infierno jodido y solo. Necesitaba verlo, espiarlo, necesitaba
correr detrás de él y decirle que todavía lo amaba, siempre lo amaba. Quería
rogarle que volviera conmigo. Que esperaría por siempre.
Pero ahora ya ni siquiera tenía fuerzas para decir su nombre o escucharlo.
Por la ventana chorreaban gruesas gotas de lluvia que ya no me gustaban, porque
sabía que en la sala de abajo probablemente Harry y Louis estaban acurrucados en el
marco de la puerta observando la misma lluvia que yo miraba con tristeza, ellos
miraban maravillados.
Mi sonrojo era furioso y mis dedos se aferraban a las sabanas azules, empujando mis
caderas una y otra vez. Lou me hacía perder la razón cuando me tomaba de aquella
forma, aunque casi nunca me dejaba, él me insistía porque le gustaba ver mi carita
a la que había tildado ''orgásmica''.
Intenté no jadear fuerte porque su mamá estaba en el piso de abajo, pero él me
tocaba, me apretaba y me lamia con ferocidad arrancándome los más salvajes
instintos.
—Lou, Lou, por favor...me...me voy a... —le anuncié sin terminar la frase, pero él
continuó haciéndome aquello mientras acariciaba mi entrada con su dedo,
superficialmente.
Fue demasiado placer para mí y me vine sin poder avisarle antes. Él tosió un par de
veces y tragó mi esencia. Mi cara se puso de todos colores y solo atiné a cruzarme
de piernas y taparme la boca, amedrentado.
—Lo siento tanto, Louis, lo siento —hice un puchero pidiéndole perdón, pero él se
abalanzó a mi boca y me dio un beso de lengua dejándome probar el sabor. Se separó
mordiéndome el labio y sonrió de lado mientras me daba un vistazo sucio.
—Iré a darme una ducha, mocoso, espérame ¿bien? —yo asentí con suavidad y me besó
la frente despacio para dejarme allí, abochornado y con el orgasmo recorriéndome el
cuerpo de arriba abajo.
Louis comenzó a desvestirse allí mismo hasta quedar en bóxer y yo me quedé absorto
recorriendo cada partecita de su cuerpo. Él tenía marcados los músculos de los
brazos y también los abdominales aunque cuando lo había conocido era bastante
desgarbado y flacucho. Era impresionante el cambio en siete meses y aunque era
precioso con músculos, sin ellos también lo era, porque sus ojos eran lo primero
que mirabas al cruzarte con él en algún lado.
Me dio una mirada por encima del hombro y guiño el ojo.
— ¿Disfrutando la vista, peque? —bromeó haciéndome reír estúpidamente mientras
entraba al baño.
Me desperecé sobre su cama sintiéndola tibia por mi cuerpo previamente allí y luego
me puse de pie para ponerme unos bóxer limpios del cajón de Louis. Había unos de él
de colores y decidí usarlos aunque me andaban un poco sueltos. Después me puse una
de sus camisetas de manga corta que me andaban enormes, pero me encantaban y
finalmente busqué un pantalón en todos lados pero no había ninguno limpio. Me
agaché poniendo mis rodillas y manos contra el suelo y metí una de ellas debajo de
la cama tanteando en medio de la oscuridad y cuando estuve por rendirme, toqué un
objeto. Era entre duro y blando, del tamaño de una caja de zapatos y aunque supe
que no debía tocarlo, lo saqué.
Observé aquella cajita de tamaño chico, pintada a pincelazos fuertes de color negro
muy oscuro. Toqué lo rugoso y viejo de aquel pequeño objeto y miré hacia la puerta
del baño. Louis tardaría y la curiosidad me mataba de a poco. Abrí despacio la
tapa, procurando no hacer ningún ruido aunque sabía que era estúpido porque él
tenía la música prendida y también la ducha, que me escuchara era imposible.
Me quedé quieto mirando con confusión aquella pila de cartas, fotos y objetos
antiguos, queriendo saber la historia de cada cosa, pero entonces aquel nombre
brilló en uno de los sobres con potencia. Ese nombre que acosaba mis pensamientos y
los de mi novio día a día aunque todo terminara, aunque todo cambiara, aunque todo
avanzara, siempre estaba allí.
Calipso.
Tomé la primera carta con cuidado. Estaba abierta así que saqué el papel arrugado
que se escondía adentro. Y comencé a leer aquellas palabras que se entrelazaban
entre sí con una letra inclinada y algo desprolija, pero legible. Ella le escribía
que estaría pronto, que me haría daño y sentí un sudor frio derramárseme de la
sien. Seguí leyendo una tras otra, sintiendo mis ojos desbordarse de lágrimas,
hasta que finalmente acabaron. Eran pocas cartas pero aquella letra se me hacía
conocida, aunque estuviese deformada, aunque estuviese tachada y borroneada. Esa
letra no era de una mujer, no podía serlo.
Yo sabía a quién pertenecía la caligrafía y sentí mi corazón encogerse al comprobar
que, debajo de todo aquel embrollo de cartas con el nombre de Calipso en el
remitente, había otra pila del mismo tamaño con el nombre de Louis.
Leí tan solo una, una sola carta con la letra de mi novio y aunque todas sus cartas
tenían respuesta, él jamás había enviado nada. De pronto todo concordó pero quise
engañarme. Es que no podía ser. Louis no solía hablar de ella, no le gustaba que
nadie hablara de ella. Jamás me había contado cosas concretas de su relación. Y
ahora entendía el por qué.
Allí estaban las cartas recibidas y también las enviadas. Las que nunca había
realmente enviado. Si no enviaba las cartas, entonces... ¿Quién las respondía? Y
aunque quise cerrar mis ojos, ya nublados del miedo, no podía ocultarme a mí mismo
la verdad.
Calipso no existía. Estaba en la mente de Louis.
Escuché como la música del baño era apagada y en agua ya no corría, así que metí
todo de nuevo en la caja cerrándola y empujándola con fuerza debajo de la cama. Me
sequé los ojos intentando parecer normal y me tiré a la cama de mi novio con dudosa
doble personalidad y me hice una bolita, abrazándome las piernas.
La puerta se abrió y el vaho del baño casi inundó la habitación. Louis sonreía
abiertamente con los ojos brillantes y unos pelitos del flequillo pegados a la
frente, mojados. Las gotas lamian su piel besada por el sol y yo no pude dejar de
pensar en las cartas ni por un momento. Me arrodillé en la cama y le abrí los
brazos necesitando que me abrazara con fuerza, sintiendo que se me desvanecía el
cuerpo y el alma y me llevaban lejos de Louis.
Me apretó fuerte contra su cuerpo y le di varios besos en el cuello, probando su
piel tibia con el agua caliente que descendía. Mis ojos se mojaron de nuevo pero me
negué a que me viera así. Necesitaba comprobar todo antes de preguntar nada. Tenía
que hablar con Zayn, con Cassie, con su madre, con Effy, con quien fuera. Alguien
tenía que saber algo, y rogaba que alguno de ellos la conociera, que me dijera que
la había visto y que yo era un idiota que alucinaba. Porque todo aquello era digno
de una alucinación.
—¿Dormimos una siesta antes de que te lleve? —preguntó contra mi oído para luego
dar besos suaves en mi mandíbula hasta llegar a mis labios. Me miró a los ojos
estremeciéndome y sonrió tan bonito que casi pude sentir la tierra temblando a
nuestro alrededor.
Yo asentí sin poder tragarme el nudo que me oprimía la garganta y entonces se tiró
encima mío aplastándome y finalmente acomodándome para que hiciera de la cuchara
pequeña. Su mano caliente me rodeó la cadera y se sacó la toalla quedando desnudo
detrás mío probablemente con la intención de calentarme, pero no me sentía con
ánimos para nada y él jamás me presiono al respecto.
Nos quedamos en su cama tapados hasta el pecho y abrazados como dos amantes
ancianos, él con su respiración suave, a punto de dormirse y yo con los ojos
hinchados y un nudo en el pecho, aunque no me permití llorar.
No podía creer todo aquello. Me sentía destrozado y mil preguntas se me cruzaban en
la cabeza sin ningún tipo de respuesta. ¿Él era consciente? Eso no lo sabía. Y si
no lo era... ¿Qué haríamos? ¿Qué pasaría a partir de ahora? ¿Cómo íbamos a manejar
todo aquello y desde cuándo sucedía?
No podía más, y por fin cuando sentí a Louis flácido y dormido detrás de mí permití
desbordarme y sollozar sin moverme. Aquello había sido como una bola de demolición.
17. The Monster (Parte 1)
-PoV Louis-
El aire estaba denso, como si de pronto todo aquello que me mantenía tranquilo se
hubiese comprimido de golpe y me aplastara. Como un mal presentimiento en la
garganta. Toda la tranquilidad se había esfumado de golpe y no entendía el por qué.
Harry permanecía absorto sentado a mi lado, mirando hacia arriba, las manzanas que
colgaban alegremente del árbol que estaba casi oculto atrás de las canchas de rugby
de la escuela. Sus ojos verdes destellaban con incertidumbre que no expresaba
verbalmente y eso me irritaba, me hacía dudar.
Una sensación de pánico recorría mis venas como un mal presagio pero no fui capaz
de enfrentarme a sus respuestas, así que nunca formulé mis dudas. Su cabello rizado
me acariciaba la mandíbula y el cuello mientras sus manos traviesas se divertían
sin alegría con el pasto verde que se veía con un brillo menos potente y más fugaz.
—Harry —hablé finalmente sin poder contener aquellas nuevas emociones que me
desbordaban. Él, por su parte, subió apenas un poco la cabeza, apoyándola en mi
hombro sin quitarme los ojos de encima, escrutándome.
—¿Qué sucede, Lou? —preguntó con aquella voz pequeña y dulce que ya pocas veces
escuchaba, como si de pronto Harry estuviera convirtiéndose en un hombre, libre e
independiente...sin necesidad de conservarme cerca.
—Eso debería preguntarlo yo —respondí tajante mientras mis ojos, azules como el
zafiro y fríos como el hielo, se plantaban a lo lejos, evitando perder la calma.
—¿A qué te refieres? —y de manera inteligente, eludió mi pregunta con otra
respuesta, tan solo aumentando mi inseguridad.
—Estos días has estado distinto.
—No entiendo qué quieres decir, Louis —dijo con ligera prepotencia. Apreté mis
puños que permanecían, uno en mi muslo derecho y otro en el pasto detrás de Harry,
sosteniéndolo sin tocarlo.
—Quiero decir que si estás jodidamente cansado puedes irte a la mierda, porque no
voy a necesitarte si no quieres estar aquí —manifesté en un intento desesperado de
ser corregido por mi novio, sintiendo el cuerpo temblarme como un flan, a punto de
ser destruido. Harry se movió con rapidez y se situó en mis piernas, sentándose a
horcajadas en mis muslos fibrosos mientras agarraba mi rostro con ambas manos para
que lo mirase. Sus labios, rosados por naturaleza, refulgían con brillantez con la
resolana matutina.
—Louis —me llamó con dulzura—. Yo te amo, no puedo cansarme de ti y no te
dejaré...nunca —aseguró sin vacilar y apoyó suavemente su boca de sandía sobre la
mía, dejando un casto beso—. Eternos ¿recuerdas? —susurró con tranquilidad
rememorando aquel momento en el faro donde habíamos hecho por primera vez el amor.
Una débil sonrisa se dibujó en mis labios, no tan seguro de aquella adoración que
me profesaba, pero intentando auto-convencerme. Mis labios buscaron los suyos por
instinto y, allí, debajo de aquel viejo manzano, nos dimos el beso más vacilante y
ansiado.
El resto de la tarde pasó despacio, entre tareas del colegio, exámenes finales y
sin visitas a la casa de Zayn. Extrañamente Harry se había negado a ir desde la
última vez y saque conclusiones de que se debía a aquella extraña mirada de envidia
que tenían los ojos café de mi mejor amigo, pero le resté importancia. Zayn estaba
cada vez mejor, de a poco iba recuperándose por fin o al menos eso es lo que
intentaba demostrar cada día. No hablábamos del tema ni de lo del Tanque ni de nada
que tuviera que ver con aquella fatídica noche en la que todo culminó. Liam era un
miedoso de mierda, y no se merecía a mi mejor amigo bajo ninguna circunstancia.
La noche acechaba mi ventana mientras el ruido de las hojas siendo mecidas con
violencia afuera impregnaba mis oídos de ruido y mis fosas nasales del olor a
tierra mojada. Me mantuve con mi guitarra en mi cama un rato largo, tocando
melodías al azar mientras me fundía en mis pensamientos sintiéndome impotente y
abandonado. Quería a Harry conmigo en ese momento, pero él estaba seguramente
siendo acogido con calidez en los brazos de Morfeo en su cama, en su casa.
Dejé mi guitarra a un lado mientras miraba las agujas del reloj; eran las doce de
la noche pasadas y resolví dormirme temprano para no llegar tarde por Harry al otro
día. Todo lo que hacía últimamente giraba alrededor de sus necesidades, o de mis
deseos sobre él y su compañía. Me despojé de mi musculosa gris con facilidad,
dejando a la vista mis abdominales apenas marcados y la tinta de mis tatuajes.
Sonreí frente al espejo cuando de pronto escuché un pequeño golpe en mi ventana, me
giré con algo de sospecha y sonreí ampliamente cuando vi detrás del cristal llovido
su carita de muñeco de porcelana. Harry estaba empapado de pies a cabeza y con un
pucherito en los labios que lo hacia antojable. Corrí para abrir la ventana y lo
agarré por debajo de las axilas para subirlo hasta mi cuarto, lo cual no fue
difícil ya que estaba él haciendo punta pie en el techo.
— ¿Cómo carajo subiste, imbécil? —le pregunté entre preocupado y feliz de su visita
mientras él tiritaba de frio con sus ropas mojadas chocando contra la piel caliente
de mi abdomen. Me separé con rapidez buscando una toalla y volví a su lado
comenzando a secarle la carita sonrojada e inocente.
—Por las enredaderas de atrás —respondió en un susurro inseguro como si fuese un
niño que acababa de hacer una travesura. Acerqué mis labios a los suyos con
urgencia y lo besé despacio sintiendo aquellas gotas que lamian el sabor de su
piel.
—Ten cuidado, joder, si te caías te matabas, Harry —le advertí mientras lo miraba.
Él parecía inseguro y otra vez tuve una sensación extraña en el cuerpo, como si
quisiera dejarme. Harry me separó de él un poco y comenzó a caminar por mi cuarto
hasta quedar frente a mi cama a unos pasos de mí. Fruncí el entrecejo con
confusión, pero antes de que pudiera formular cualquier tipo de pregunta, Harry se
colaba las manos por el borde de su camiseta empapada y se la subía lentamente
dejando su torso desnudo. Tiró al suelo la ropa y me observó con desafío y timidez,
mientras procedía a encajar sus pequeñas manos a los costados de su pantalón
deportivo y lo bajaba con lentitud y algo de dificultad, sin quitarme los orbes
jade de encima.
Sentí una punzada en el estómago y la boca reseca cuando comenzó a bajarse el bóxer
con cuidado, quedando totalmente despojado delante de mí. Incliné apenas un poco la
cabeza, boquiabierto y excitado mientras mi novio se ruborizaba en aquel ambiente
donde casi se podía palpar su timidez.
Me gustaban sus brazos lánguidos, su estómago plano y sin marcas más que un chupón
mío de color malva. Sus piernas torneadas y finas, sus muslos anchos en sintonía
con su precioso trasero redondito y solo mío. Me gustaban las mordidas que tenía en
los huesitos de la cadera, productos de mis celos enfermizos y mis ganas de
marcarlo como propio para que nadie me lo robara.
Harry miró el suelo contrayendo los deditos de los pies y apretando sus manos en
puños. Se veía como si fuese a llorar, así que me acerqué a él sin vacilación.
—¿Has venido hasta aquí solo para desnudarte...? —pregunté con la voz trémula
mientras me posicionaba frente suyo y pasaba con lentitud la yema de mis dedos por
su antebrazo blanquecino.
—N-no —contentó titubeante mientras dirigía sus ojos verdes como la grama hacia los
míos.
—Me encantas —murmuré mientras mi boca besaba su frente y luego conseguía bajar
dejando un camino de caricias con los labios a lo largo de sus mejillas sonrosadas
y su cuello pálido. Harry era demasiado precioso, y era todo de mi autoría.
Escuchaba gritos en la planta baja de su casa, estaba seguro que era Cassie la que
gritaba, reconocería su acento marcado en cualquier lado. Me froté los ojos
mientras el sonido de un plato cayendo al suelo me sobresaltaba. Comencé a respirar
agitado. Miré la ventana. El cielo estaba azul y el sol probablemente en lo más
alto.
Diablos. Me había quedado dormido demasiado tiempo. Mi mamá me iba a matar.
Me levanté de golpe de la cama, buscando mi ropa a trompiscones y cuando finalmente
estuve vestido me encaminé hacia la cocina. La puerta estaba entreabierta y pude
oír con más claridad aquella extraña discusión. Yo nunca había oído a Cassie
gritarle a Louis. Y jamás había visto a Louis tan sumisamente callado.
—¡No puedes hacer ese tipo de cosas, Louis, joder! ¡¿Quién coño te has creído?!
¡Ese chico tiene casa y deberías decirle que se vaya! ¡Tendremos problemas por
esto! —vociferó la rubia con su cabello recogido desprolijamente y el delantal
rayado de la señora Tomlinson puesto. Mordí mi labio sintiéndome culpable y bajé el
rostro mientras me alejaba de allí e iba hacia la puerta de salida intentando no
hacer ruido. No quería que Louis me retuviera.
— ¡Es mi jodido novio, Cassandra! Y yo no pienso echarlo de mi propia casa, él es
lo que más me importa y me hace feliz tenerlo cerca, me hace feliz que me necesite
—y su voz poderosa de a poco se fue convirtiendo un murmullo. Me detuve antes de
salir y escuché a hurtadillas de nuevo.
— ¿Él es lo que más te interesa? ¡Somos tu familia!
—¡Mi puta familia me dejó caer y él me sostuvo! —cerré los ojos sintiendo un
calorcito agradable recorrerme el pecho, pero el sentimiento fue subyugado por la
pena. Nadie se había preocupado por Louis. Ni sus hermanas, ni su madre. Él no las
quería como una familia, solo soportaba—. En toda mi jodida adolescencia las
necesité, a ti, a mamá, a Effy y ustedes no estuvieron, ustedes prefirieron mirar a
otro lado cuando yo me hundía solo... Zayn y Harry son mi única familia —culminó
dando por finalizada la discusión. Cassandra se quedó en silencio y un sollozo se
escapó de sus labios al tiempo que Louis daba un portazo fuerte abandonando la
cocina.
Me quedé parado mirándolo y la angustia se reflejaba en sus ojos de cielo. Me
acerqué a él despacio y besé sus labios con amor.
—Debo irme —anuncié en voz tranquila, aunque por dentro me estaba quebrando. Él
asintió y me rodeó el cuerpo delgado en un abrazo fuerte.
—Te amo, no lo olvides —susurró.
—No lo haré.
Y supe en ese momento que era una despedida amarga por alguna razón.
Al llegar a mi casa recibí una reprimenda bastante poco agradable, y por supuesto
un castigo que mi madre accedió a levantarme si dejaba de llorar. Y es que todo se
me había acumulado y no pude contenerme. No pude ser fuerte. Simplemente no pude
seguir soportando todo aquello.
Me tiré en mi cama acostado en posición fetal mientras de mis ojos verdes y opacos,
brotaban pesadas lágrimas de sal. Tenía una angustia clavada en el pecho y no sabía
qué podía hacer al respecto. Mi novio estaba perdiendo las pinzas y no podía
ayudarlo al menos que le avisara a alguien más sobre aquello. ¿Cómo reaccionaría él
si se enteraba, si se daba cuenta, de que calipso no existía realmente? ¿Me
dejaría? ¿Se enfadaría? ¿Se asustaría? No lo sabía. Y tener aquella duda en la
cabeza era lo que más me mataba.
Agarré mi móvil que permanecía reposando en el cargador junto a la mesita de luz y
apreté el botón principal activando las luces. El protector de pantalla me observó
y sonreí apenas un poco con amargura al ver allí puesta la foto de mi novio
agarrándome por atrás y riendo conmigo. No quería perderlo, pero tenía que avisarle
a alguien y sabía perfectamente quien podría ayudar.
Marqué su número con rapidez y esperé al tercer timbrazo cuando por fin me contestó
con la voz apagada y un saludo reacio.
—Zayn... ¿puedo ir a tu casa? Necesito hablarte de algo.
—Pasó otro hecho...en la escuela, Zayn —continué sintiendo mis ojos aguarse. Las
palmas de mis manos estaban siendo recorridas con cosquillas típicas de un
calambre, molestas y hasta dolorosas, pero no había peor cosa que mi mente
maquinando hipótesis. Zayn me observó, expectante, incitándome a continuar—. Yo
salía de la clase del señor Banner hace como medio mes, Louis prometió que me
esperaría en los pasillos, así que fui en su busca...cuando estuve cerca de él giró
el rostro hacia donde yo estaba, parecía preocupado, luego volvió la vista hacia
adelante suyo y dijo algo como hablando con alguien...pero no había nadie allí —
murmuré, suspirando—. Cuando le pregunté con quien hablaba me dijo que no era nadie
y yo le resté importancia, no volvimos a tocar el tema luego de eso, pero cuando lo
increpé anoche intentó desviar mi atención...y luego admitió que hablaba
con...Calipso —culminé sintiendo lo real que se volvía al decirlo en voz alta. De
pronto todas las hipótesis quedaban subyugadas, no había muchas vueltas que darle
al asunto y hablarlo con alguien lo volvía totalmente concreto. Como si pudiera
palparlo con las manos. Zayn enterró su rostro en la palma de sus manos y dejó ir
un suspiro largo.
—Joder, Harry...yo debería haberte dicho esto, pero tampoco le presté atención en
su momento, siempre imaginé que era una broma de Louis —fruncí el ceño confundido
al no tener idea de qué quería decir o a qué se refería, pero antes de que
formulase cualquier pregunta, contestó a la tácita duda—. Hubo un par de veces que
Louis estaba conmigo y de pronto se levantaba y se alejaba, hablando por su
celular, pero el teléfono jamás sonaba...nunca tenía realmente una llamada
entrante...yo...yo pensé que bromeaba, que se estaba quedando conmigo y ya... —la
preocupación tomó forma en el rostro de Zayn y vi sus orbes del color del café
oscuro, quemarse lentamente.
—¿Qué...que piensas que...? —y no me atreví siquiera a hacer la pregunta correcta.
Tenía miedo de su confirmación, pero Zayn no tenía filtros. No tenía tacto.
—Louis está alucinando, Harry y lo que debemos hacer es hablar con su madre, está
enfermo —mi corazón se quebró cuando dijo aquellas últimas palabras. Me apreté el
pecho con las manos para mantenerme de una sola pieza y luego miré a Zayn con los
ojos irritados.
—No, no, aun no, debo hablar con él, debo confirmarlo, no podemos solo ir y
entregarlo en bandeja de plata sin darle la posibilidad de que se defienda —me
acomodé el abrigo que traía y sequé mis ojos con las mangas de este. Zayn me
observó detenidamente con la lastima destilando sus pupilas profundas.
—Harry.... —murmuró, pero le corté de golpe.
— ¡No, Zayn! ¡No voy a diagnosticar a mi novio de una enfermedad mental! ¡No voy a
entregar su secreto sin que él me lo diga primero!
—¡Debemos ayudarlo!
—¡No de esta forma! —vociferé de manera autoritaria. El silencio reinó en la sala y
decidí irme de allí sin siquiera despedirme. El silencio absoluto que le siguió a
aquello era atroz, monstruoso.
Caminé sin rumbo por la plaza, fui hasta mi escuela, luego hasta mi casa de nuevo
para que mamá no se preocupara. Me sentía aturdido, vacío, como si de pronto todo
aquello que me convertía en una persona se desvaneciera lentamente. Y es que...
¡por dios! Tenía tan solo diecisiete años y no tenía idea de cómo debía enfrentarme
a esta situación, como debería enfrentarme a Louis o que debería hacer. Los nervios
me comían por dentro y no podía calmarme, así que luego de mentirle a mi madre que
iría a ver a Zhian un rato, desvié mi camino y fui hasta la pista de skate. Sabía
que Louis estaría allí practicando porque me había dicho en la mañana que deseaba
volver a andar en skate ya que sus encantos se perdían de a poco. Me parecía bien,
él estaba todo el tiempo pendiente de mí y había dejado de hacer demasiadas cosas,
que él, le gustaban. Prefería pasarse el día encerrado en su habitación conmigo o
en casa de su mejor amigo comiendo y viendo películas. Su esencia se había perdido,
y aunque mentalmente me eché la culpa por ello, recordé también que había dejado de
ser tan violento y grosero. Había convertido a Louis en un lobo domesticado, que
podría volver a recordar su instinto asesino en cualquier momento. Era una bomba de
tiempo. Nunca sabías si iba o no a explotar.
18. Burn
-PoV Louis-
El sol de una nueva mañana se coló por mi ventana reflejándose en mis ojos haciendo
que un color anaranjado se viese en los parpados. Me desperecé sin tener ganas de
despertarme, a sabiendas que hoy me tocaban clases de arte y odiaba esa estúpida
profesora que nos pedía ''expresarnos''. Luego de mirarme al espejo y comprobar que
mis ojeras eran malva y mi rostro estaba demacrado, alcé una ceja preguntándome el
por qué, ya que había tenido una placida noche, de la cual no recordaba demasiado.
Me pregunté entonces si Harry se habría marchado luego del baño que nos habíamos
dado o se había marchado en la madrugada. Opté por la primera opción aunque todo lo
que tenía en mi mente era un borrón de color gris que era bastante confuso.
Durante mi trayecto a la escuela le mandé un par de mensajes al mocoso para saber
si quería que lo pasara a buscar para acompañarnos, o si deseaba que nos viésemos
en la escuela, pero nunca contestó por lo que supuse que se había quedado dormido o
su teléfono no tenia carga. Fue bastante la sorpresa cuando lo llamé y descubrí que
el móvil estaba encendido. No me contestaba porque no se le cantaba la regalada
gana. Aquello me hizo poner de mal humor y mi rictus cambió, aunque seguía
demacrado, esta vez ya no había expresión de conformidad. Estaba molesto,
jodidamente molesto, pero luego recordé que era Harry. Mi mocoso berrinchudo,
molesto, caprichoso, con aires de diva y aroma a jazmines. Él no haría eso sin una
razón, no a mí.
Llegué a la escuela después de la hora normal, como todos los días. Estaba agotado
y sentía los músculos agarrotados por la mala postura de la noche o quizás el frio
leve que entraba por la ventana entreabierta. Esperé durante más de diez minutos
hasta que alguien se dignó en volver abrirme y entonces recorrí los pasillos vacíos
de Merston buscando la clase de la señora Garner. Si, odiaba arte, pero estaba más
que decidido a terminar la maldita secundaria y me quedaba apenas un mes de trabajo
duro y esfuerzo. Harry estaba a mi lado, me ayudaba a estudiar y a hacer los
trabajos aburridos que nunca hacía, eso me impulsaba. Él me impulsaba.
Comencé a caminar un poco más rápido para llegar cuando tropecé con un pequeño
cuerpo, blandito y delgado.
—¡Auch! —susurró con un pucherito en los labios al tiempo que mi sonrisa más amable
se hacía presente solo por él.
—Hola, peque —murmuré mientras le tendía la mano para que la tomara y ayudarlo a
levantarse, pero Harry enfocó sus ojos esmeraldas en mí, escrutándome. Tenía una
ceja levemente alzada y entrecerraba los parpados, examinándome hasta el punto de
ponerme nervioso.
—¿Qué coño sucede contigo? —disparé sin medir mis palabras, demasiado exasperado
por aquella forma tan inusual que tenia de observarme.
—¿Louis? —preguntó entonces, dudando, mientras se levantaba sin ayuda y sacudía
aquel pantalón estrecho que le estilizaba las piernas. Esta vez fue mi turno de
alzar la ceja y mirarlo como si tuviera monos en la cara.
—Oye... ¿estás tonto o qué? Me estás viendo —respondí con toda la amabilidad que
pude pero entonces mientras aquella pelea interna que estaba desarrollándose en la
cabeza de mi peque, pude vislumbrar bien su cuerpo bajo la luz blanca del pasillo
de la escuela.
Tenía minúsculo corte arriba de la ceja, el cual intentaba ocultar con sus bonitos
rulos que se veían opacos, como secos. Unas ojeras bastante notables, que me
sorprendía no haber visto antes, se posaban con modorra debajo de sus parpados
inferiores. Estaba pálido como un papel, como si estuviese asustado y no supe de
qué.
Intenté acercarme un paso cuando él retrocedió dos sin quitarme la vista de encima.
Bajé mis ojos, interrogante, hasta sus manos para tomárselas, pero entonces pude
fijarme con atención en los cardenales, entre violetas, negros y verdes,
recorriéndole brazos hasta sus muñecas. Tenía los dedos de alguien marcados allí.
Entonces pude entender todo. Su mirada de terror, la vacilación al acercarme, sus
dudas expuestas ante mí. Aunque todo eso me confundía más aún.
— ¿Quién coño te lastimo? Y más te vale que me lo digas ahora porque le voy a
romper todos los putos huesos de su putrefacto cuerpo —vociferé escupiendo las
palabras como un perro rabioso. Harry tembló bajo mi roce efímero en sus heridas.
Sus ojos aún entrecerrados, con el asombro tatuado en las líneas de expresión. Me
quedé de piedra observándolo exigiendo una maldita respuesta, pero Harry parecía
estar petrificado. Incrédulo.
—Louis quién es Calipso —y aunque aquella había sido una pregunta, retumbaba en mis
oídos como la peor acusación. Fruncí el ceño levemente entrecerrando mis ojos,
dudando de por qué me preguntaba, qué había sucedido, por qué de pronto me hacia un
desplante.
No supe que me pasaba de golpe, por qué me sentía tan frustrado, tan dolido, por
qué tenía un nudo en la garganta y por qué aquella asquerosa mirada de reproche e
incredulidad seguía tan bien tatuada en los ojos esmeraldas de Harry. La sangre
hervía bajo mis músculos, agarrotándolos, poniéndome a prueba, haciéndome sentir
como si golpear fuese lo único en el mundo que podía quitarme el dolor.
De repente me encontré contra la pared del pasillo estrecho delante de mi novio.
Estaba como atrapado. Cerré mis ojos con fuerza hasta que dolieron, hasta que pude
ver pequeñas luces parpadeantes detrás de ellos acentuados bajo un fondo negro y
profundo. Todo aquello que no recordaba de la noche anterior se fue haciendo
presente en mi mente como si fuesen pequeños flashbacks.
Mi caja al descubierto. Harry frente mío moviendo la boca, parecía que hablaba pero
yo no podía escuchar lo que decía, no lo descifraba. De repente la visión terminó y
otra se hizo en su lugar. Harry en el suelo con lágrimas saldas en sus ojos,
mojándole el rostro. Yo estaba delante de él, mis cosas regadas por el suelo, me
temblaban las manos.
Yo lo había herido, era yo quien le había hecho daño. Y era él la persona que había
descubierto mi pequeño secreto. A mí jodida Calipso.
— ¿¡Louis!? ¡Louis, despierta! —al principio como en el agua profunda, lo oía, pero
estaba ahogándome y no podía terminar de salir. Me sacudió tan fuerte que dudé de
aquel cuerpecito pudiese moverme de esa forma pero entonces desperté. Fue de una
forma extraña en la que de un momento a otro había cerrado mis ojos apoyado contra
la pared y al siguiente estaba en el suelo con mi cabeza en el regazo del peque,
acunándome desesperado mientras susurraba en mi oído que despertara.
Un pitido incesante hizo que mis oídos estallasen y lo empujé con toda mi fuerza
mientras me ponía de rodillas. El pasillo seguía vacio y nosotros éramos los únicos
testigos de aquella infortunita escena.
— ¿¡Qué vas a decirme!? ¿¡Te jode que tenga una jodida amiga!? ¡Fue la única que
estuvo cuando nadie estaba para mi, Harry! —vociferé intentando que mis pies
dejasen de temblar para ponerme arriba, pero fracasé en cada intento, resbalando
patéticamente y cayendo de nuevo al suelo frio y sucio de Merston. Harry lloraba en
silencio, mirándome anonadado mientras se acercaba a mi sin quitar sus letales ojos
esmeralda de los míos.
—¡Louis, debes abrir los ojos de una vez! —gritó con menor potencia, con aquel
temblor en su voz.
Reaccioné dándole un empujón hasta que calló de culo al suelo y no supe que mas
decir ni que mas hacer porque aquello había sido tan jodidamente surreal que ni yo
mismo me lo podía creer. Yo jamás dañaría a Harry... ¿cierto?
—Mis ojos están más abiertos que nunca, pero no comprendo porque puta razón me
estas reventando los huevos con tus estupideces de mocoso inmaduro, jamás te
molestó que tuviese amigos, te alegrabas pero qué coño sucede contigo ahora, ¿estás
celoso? —Harry se rió con amargura cuando logró ponerse de pie. De repente su
cuerpo frágil y escuálido se había tornado en algo impetuoso, digno de respeto y
hasta algo de miedo.
— ¡CALIPSO NO EXISTE, LOUIS! ¡ERES TÚ! ...siempre has sido tú...
El tiempo se detuvo por un instante en el que el aire estaba tan denso que se podía
cortar con un cuchillo. Sentía el cuerpo entumido, como si la sangre hubiese parado
de fluir con tranquilidad y se hubiese vuelto espesa, tan espesa que ya no corría.
Me senté en el suelo para recuperar la movilidad de mis piernas adormecidas y apoyé
mi espalda contra la pared despintada que había detrás. Mis ojos, abiertos a tope
pero cansados de maneras inimaginables, estaban enfocados en un punto distante e
inexistente dentro de mi cabeza. Recordando todo de a poco, intentando encajar
aquello que el mocoso me había gritado mientras lloraba sin consuelo. En ese
momento no podía hacer nada por él, como tampoco podía hacer nada por mí mismo.
Recordé cada pequeño encuentro, cuando ella se me apareció sin aviso la primera vez
en aquel parque cerca de la casa de mi amada Celine. Yo estaba solo y deprimido y
ella había sabido sacarme a flote.
—Yo seré tu nueva mejor amiga, no vas a volver a estar solo.
Su voz retumbaba en cada pequeño espacio vacío de mi cabeza mientras recordaba
aquella fisionomía tan familiar para mí. Sus grandes ojos azules tan letales y
vacios de sentimientos.
Aquella largas caminatas en silencio absoluto que solíamos dar por las calles.
Jamás nos tocábamos, jamás nos habíamos abrazado o siquiera había rozado su piel
del color del cobre, tan curtida y de aspecto áspero y duro.
Recordé todas las veces que ella me iba a buscar a la escuela esperándome en algún
callejón solitario solo para poder tener tiempo conmigo. Siempre había considerado
(y ella misma me había confesado) que no le agradaba la gente cerca o hablar
demasiado. Rebusqué en mi cerebro uno por uno aquellos momentos fugaces entre
nosotros en los que no sabía ni como llegaba ni en qué momento ella e iba. Nadie
jamás me había visto con ella, nadie había conocido a mi amiga de años y compañera
de dolor.
Me moví furtivamente sacando con desesperación el celular de mi bolsillo. Había
hablado con ella esa misma mañana para preguntarle que debía hacer con aquella
sensación que me llenaba el pecho y me purificaba el alma, aquella que solo
aparecía cuando mi mocoso estaba cerca. Ella había sido hosca al responderme
siempre incitándome a dejarlo, siempre diciéndome que no iba a salir bien.
Recorrí el registro de llamadas completo buscando de arriba abajo donde estaba su
número, dándome cuenta con horror de que no había nada. Decidí volver a mis
mensajes de texto, recordando que a veces solíamos hablarnos por allí y yo no
borraba los mensajes para poder leerlos siempre que me sintiese débil, pero no
había nada. No había rastros de ella. Fue menor el impacto cuando su número o su
nombre tampoco aparecían en mi agenda telefónica. Nada de ella, ni de sus palabras
ni de su existencia.
Entonces una epifanía llegó a mi marcada con fuego como un rayo de luz. Volví a
visualizarla en mi cabeza una vez más prestando atención a aquellos labios finos y
sin brillos, pálidos, agrietados, como los míos. Sus pómulos hundidos y con una
precisa definición que la hacían parecer demasiado delgada, exactamente como yo.
Sus ojos del color azul más profundo llenos de vacío y dolor, llenos de
sufrimiento, de rencor, de hambre de venganza y furia. Azules y sin amor.
Exactamente como yo veía mis ojos. El cabello largo hasta la cintura simulando un
manto de color entre caoba y marrón, como chocolate con pasas. Delgada, de mi
estatura, su ropa casi siempre haciendo juego con la mía, tatuajes, piercings y las
uñas negras pero cortas.
Calipso era físicamente como yo en todos los sentidos y su cabeza, hecha del mismo
material que la mía, contenía todo aquello que estaba mal conmigo antes de que
Harry me salvara.
Celine estaba muerta el día en el que Calipso apareció. La mujer que había sido
como mi madre renació rellenando aquel espacio vacío que me había dejado. Me
incline de pronto a la soledad absoluta tan solo con una persona que no existía a
mi lado.
Harry estaba en lo cierto. Calipso no existía. Celine estaba muerta.
Y yo estaba loco.
Todo se volvió negro de un momento a otro dejándome fuera de juego. De nuevo estaba
ahogándome en el agua sin poder escuchar la voz desesperada de mi novio que me
llamaba con fuerza. Mi cuerpo estaba tan quieto, tan tieso, que pensé por un
momento que había llegado mi hora y ya estaba muerto, pero entonces caí al suelo de
un golpe seco pero sin sentir ningún dolor. Estaba confundido mientras observaba a
mi alrededor, de rodillas con las manos ene l suelo, pude vislumbrar la oscuridad
que me rodeaba. Aquello era similar una obra de teatro en el que las luces se iban
del público dejando un único foco encendido sobre el protagonista. Yo era el papel
principal pero entonces no me encontré solo en aquel suelo negro. Ella caminaba
felinamente con un cigarrillo encendido en la mano derecha. Me miraba con media
sonrisa socarrona en el rostro dorado.
—Así que por fin lo has descubierto, querido imbécil —comenzó a hablar con una voz
bastante masculina y rasposa para tratarse de una mujer—. ¿Habías notado que
Calipso empieza con la letra C? Al igual que Celine, pero ella no se parecía en
nada a mi ¿verdad? Ella era buena y dulce y amable, era noble...como tu antes de
volveré la mierda de persona que eres —chasqueó la lengua rodando los ojos como si
hubiera notado algo—. Bueno, en realidad la persona que eras antes de que ese
maldito infradotado con flores adentro del cerebro se volviera tu razón de querer
vivir y ser una "mejor persona" —dibujó con sus dedos las comillas y luego se rió
con condescendencia—. Y pensar que si ese pequeño bastardo no se hubiera aparecido
probablemente nosotros seguiríamos siendo amigos, Louis —fingió tristeza con
descaro y se acuclilló en frente mío, despertando mi furia—. Ahora no seré tu
amiga, Louis...pero seré tu pesadilla constante.
>>No vivirás en paz a partir de este momento porque inundaré cada recoveco vacio de
tu mente con mi presencia, alejaré a todos porque nadie quiere tener cerca a un
maldito enfermo como tú, como yo. No podrás dormir, comer, ni vivir en paz. Yo seré
la persona que despierte en ti los miedos más escondidos y el dolor más profundo
que puedes haber sentido en tu miserable y patética vida.
—No eres real... —susurré casi sin voz notando las similitudes de tonos entre ella
y yo. Una sonrisa perturbadora se posó en sus labios agrietados.
—Tú me has hecho real.
Todo se desvaneció de pronto dejándome sumido en la ignorancia del mundo fuera de
mí. Abrí los ojos con lentitud escuchando aquel aparato a mi lado garabateando mis
pulsaciones. La luz cegadora de aquel cuarto me dejaba en shock pero luego de unos
minutos pude acostumbrarme. A mi alrededor las paredes blancas, algo desteñidas, me
observaban en silencio. Tenía puesta una bata del color del cielo y delante de mí
un cristal gigante me separaba de mi familia. El médico allí presente movía los
labios con lentitud poniendo cara de poker, no escuchaba lo que decía pero a juzgar
por las lagrimas que corrían por el rostro suave de mi pequeña hermanita menor
suponía que no era nada bueno. Cassandra había perdido los estribos y gritaba, todo
en silencio a mis oídos, sollozando con refulgencia. Karen tan solo se acariciaba
las sienes conteniendo el llanto, pero su cara de preocupación la delataba.
Aquellas cuatro caras, seguidas de una enfermera que señaló miradero, se giraron
para verme postrado en la cama.
El médico fue el primero en pasar al cuarto. Sus pasos rebotaban con pesadumbre en
el suelo lleno de machitas negras. Me quedé en silencio sintiendo la boca pastosa y
seca.
—Louis ¿estás despierto? —preguntó el tipo con la cabeza pelona y el ceño fruncido.
Asentí sintiéndome incapaz de hablar mientras mis ojos buscaban a Effy, quien
simulaba estar dura como una roca pero las lágrimas caían libres por sus mejillas
pálidas—. Has tenido un shock, provocado por tu cerebro para bloquear lo estabas
viendo en tu cabeza —explicó con palabras claras para que todos pudiésemos
entenderlo. Me quedé esperando a que continuara hablando para poder preguntar dónde
estaba Harry, por qué él no estaba allí, pero el hilo de mis pensamientos se perdió
en cuanto un suspiro infortunito abandonó los labios de aquel hombre.
—Te hicimos estudios y físicamente parecías estar bien, así que decidí que debíamos
realizarte una resonancia magnética para estar más seguros.
>>Lo que encontramos fue una distorsión en el manejo de tu cerebro. Decidí hablarlo
con el Neurocirujano clínico y me recomendó que tuviese una charla sobre tu caso
con el Psicoterapeuta del Hospital Madeleine. Estuviste inconsciente durante cinco
días, Louis, eso le dio el tiempo suficiente para realizar ciertas pruebas que
fueron consentidas por tu madre. Su diagnostico basado en testimonios de algunos de
tus amigos y tu historial clínicos, fue contundente.
Mi respiración se cortó brevemente preguntándome con quienes había hablado y que me
había hecho. Quise quejarme, pero cuando abrí la boca fue demasiado tarde.
—Tienes esquizofrenia, Louis —murmuró sin remordimientos haciendo que Cassandra
rompiera en llanto otra vez y Effy contorsionara su rostro en dolor. Los ojos se me
inundaron de golpe y necesité más que nunca que Harry estuviese a mi lado para
poder manejarme, y entonces el maldito bastardo hijo de puta, continuó—. Debemos
internarte para poder tomar precauciones y seguir un tratamiento riguroso en el
Madeleine.
—Vaya, cariño, estás muy jodido —giré mi cabeza al escuchar su asquerosa voz
rozándome los oídos. Ella estaba sentada a mi lado aun con el cigarrillo encendido
y las piernas cruzadas, riéndose en silencio.
Mi respiración se volvió irregular y apreté los puños con fuerza, provocando que el
puto aparatito de las pulsaciones sonara desbocado. Todo lo que continuó fue
borroso y confuso. Gente moviéndose vestidos de blanco, el médico apuntándome a los
ojos con su linterna que me cegaba por completo. Cassandra llamándome por mi
nombre, Effy llorando sin consuelo y en silencio, alejándose a pasos cortos, Karen
preguntándole al médico que sucedía, y entonces, mientras la risa de Calipso que
estaba a mi lado me dejaba de nuevo atontado, escuche una sola cosa:
— ¡Está entrando en shock!
Maldita Calipso hija de puta. Era yo quien ahora... iba a arder.
-PoV Harry-
El silencio era devastador. Mis extremidades estaban como paralizadas en mi cama,
mientras mis ojos, hinchados y rojos, no paraban de destilar lagrimas finas y
silenciosas sobre las huellas ya hechas con anterioridad. Los oídos los sentía como
tapados, como aquellas veces en las que salía de la piscina en casa de mi prima
Julianne cuando solía vivir en Holmes Chapel. Aquellos recuerdos felices eran
inútiles intentando llenar el vacío interior que sentía en el centro del pecho,
donde se suponía que debía estar mi corazón. Ahora lo único que quedaba era un
hueco vacío, era como si un hoyo negro se tragara toda la luz que podía atrapar
antes de que me inundara.
Cerré los parpados suavemente figurándome el rostro de mi Louis. Sus ojos pequeños
y azules, tan azules como el cielo, como el mar, como la paz, como la esperanza.
Aquellos ojos que me habían arrebatado el alma desde el primer día, cuando
curiosamente me había asustado ante la forma imponente que tenía de mirarme en el
baño de la escuela. Aquella había sido la primera vez que nos habíamos visto.
Aun recordaba todas y cada una de sus reacciones al tenerme cerca, era como un
tigre asustado siendo acechado por un cazador. A veces también se veía confundido,
como si realmente no supiera cómo tratarme. Fue por eso que mi paciencia había sido
infinita. A todo aquello le siguió la primera vez que me dedicó una sonrisa. Supe
desde ese momento que me iba a enamorar de él . Porque Louis era un idiota y yo era
ingenuo y amable, y de alguna extraña manera...encajábamos. De una manera extraña y
retorcida, pero encajábamos.
Él me había despertado y yo lo había tranquilizado. Era por esa razón que ambos
funcionábamos, o al menos eso creía hasta que encontré a Cassie, su bonita hermana
mayor en el hospital.
Sus verdades me habían golpeado en el rostro demasiado duramente, demasiado fuerte.
Había sido un baldazo de agua fría...y lo peor es que no podía evitar pensar que
ella tenía razón.
—Quizás yo fui el culpable... —susurré para mi mismo mientras me ponía en posición
fetal sin poder evitar el nuevo llanto descendiendo por mi cuerpo.
Cinco días antes del diagnostico...
No podía parar de moverme de un lado a otro caminando por el pasillo del hospital.
Aquel lugar no me agradaba en lo absoluto por el olor a fármacos y la gente enferma
caminando de un lado a otro (algunos en sillas de ruedas o conectados con algunos
tubos y cables y maquinas) pero mi Louis estaba allí desde hacía seis horas sin
despertar. El médico había dicho algo de shock y yo simplemente comencé a
desesperarme cuando los minutos pasaban y no había reacción en él. Effy me miraba
desde una esquina con el ceño fruncido de preocupación, pero jamás se acercó a
hablar. Ella exactamente como Louis cuando recién nos habíamos conocido. Silenciosa
y perturbada, con desconfianza encima de ella como si llevara una bolsa de plomo en
la espalda. Ella solo me escrutaba con sus ojos azules y profundos que me
recordaban tanto a Louis a pesar de no ser hermanos de sangre. Se parecían
demasiado. Tenían el mismo vacío interior.
La señora Tomlinson se acomodaba el cabello rubio en una coleta de vez en cuando,
cuando ya no podía hacer otra cosa más que esperar. Y aquella espera se volvía
eterna y apesadumbrada. Era como pasar el tiempo esperando buenas noticias sin
llegar a tener nada. Y apenas habían sido seis horas y treintaicinco minutos.
Cuando la puerta del pasillo del hospital se abrió pude sentir que mi corazón
dejaba de latir apenas por un segundo. Esperaba que fuese el médico con noticias
sobre Louis, pero la que caminaba hacia mi hecha una furia era Cassandra, aquella
rubia con el rostro aniñado, el entrecejo fruncido y el uniforme del trabajo. Se
plantó delante de mi rostro con una expresión que habría alejado a cualquier
cristiano.
—Zayn me contó todo —escupió entre dientes, pero antes de que yo pudiera contestar
nada, ella continuó hablando—. Me contó de Calipso y ¿sabes algo, Harry? ¡Si a
Louis le sucede algo, va a ser tu culpa! El no imaginaba cosas antes...él
era...sano, era extraño, pero sano —comenzó a sollozar y yo me quedé de piedra sin
creerme todo aquello—. Tú eres el culpable, y no quiero volver a ver tu rostro
cerca de mi hermano nunca más, porque voy a ponerte una orden de restricción, no me
provoques y no vuelvas —sentenció.
Me quedé de piedra parado allí delante de ella. No sabía qué hacer ni a quién
recurrir porque allí no había nadie que me defendiera. Allí no estaba Louis, ni
Zayn, ni estaba Liam o mi madre. Estaba solo, enfrentándome a una decisión que no
quería acatar, pero antes de que pudiese decir nada mis pies me llevaron fuera del
hospital.
Si yo era el culpable de todo aquello no tenía nada que hacer en ese lugar. Solo
deseaba que mi Louis estuviese bien.
Solo rogaba que él no me necesitara.
Me abracé las piernas en posición fetal sumiéndome en un sueño lento entre el sabor
amargo de mis lágrimas y el vacio de mi pecho.
Tres horas antes del diagnostico...
-PoV Zayn-
El asiento de la sala de espera estaba duro y frio, tanto que un escalofrío me
subió por la espina dorsal haciendo que mis terminaciones nerviosas reaccionaran
moviéndose. Comencé a mover mi pierna de arriba abajo sin poder mantenerme
tranquilo. Mi mejor amigo estaba allí adentro siendo examinado por médicos y ellos
seguramente iban a descubrir las alucinaciones de Louis. Los exámenes físicos
habían salido perfectos así que los médicos habían descartado cualquier tipo de
trauma cerebral. Pero entonces tuve que abrir la boca. Tuve que contarle a
Cassandra lo de Calipso y todo se fue al carajo. Ella se lo dijo a los médicos y
ahora había terminado en aquello. Yo sentado en la sala de esperas intentando no
comerme los dedos de la desesperación.
De pronto, entre temblores repentinos y descontrolados, sentí su presencia a mi
lado. Effy se sentó con las piernas cruzadas dejando sus muslos a la vista
ligeramente a través de aquellas medias de nilón rotas de color azul francia. Me
tomó la mano con cuidado y levanté mis ojos para poder observarla con detenimiento.
Tenía las facciones preocupadas, el ceño levemente fruncido y una mueca de tristeza
que apenas se asomaba en sus labios pálidos y finos. Sus ojos azules destilaban
lamento y por primera vez fui capaz de sentir la piel gélida de sus manos sobre las
mías. Effy se parecía demasiado a Louis, más de lo que podía yo imaginar.
Estaba despeinada, con dos trenzas mal hechas en su cabello negro y opaco y el
maquillaje azabache de sus ojos estaba ligeramente corrido, pero seguía siendo la
niña más bonita que había tenido la gracia de ver. Effy vivía sumida en un silencio
constante, sin dar opiniones, si refutar. Casi no hablaba con nadie más que con
Louis y aquella camaradería de hermanos se había cortado bastante desde la llegada
de Harry. A veces me gustaba pensar que Effy era lo suficientemente madura como
para suponer que ahora que Harry había llegado a su hermano mayor, ella ya no
tendría que cuidarlo. Pero era tan solo una niña, que también necesitaba afecto
casi tanto como el mismo Louis. Solo que ella no lo demostraba. Se veía fuerte,
regia, era como una diosa altiva y hasta con una pizca de perversión. Pero
cualquiera que pudiese pasar más de un día con ella se daba cuenta de que era
solamente una pantalla para protegerse del mundo. Effy temía a todo, pero sobre
todo al abandono. Al reemplazo.
De pronto sus ojos azules y felinos se fijaron en la puerta de salida del hospital,
tan solo un fino vidrio que dejaba ver detrás a un muchachito empapado en llanto y
con el rostro sombrío y demacrado. Era Harry, expectante, con una mirada
desconocida en él llena de rencor. Mi boca se abrió ligeramente, sorprendido, pero
me obligué a volver la vista hacia la hermanita de mi mejor amigo cuando ella habló
con la voz suave y calmada.
—Deberías hablarle... —murmuró pausadamente mientras soltaba mi mano con sigilo
para que yo no sintiera que estaba rechazándome. Entrelazó sus dedos con su otra
mano y se mojó los labios mientras fijaba su mirada en el suelo.
—Es la primera vez que me hablas directamente... —respondí con asombro ignorando su
perorata corta—. Y te conozco hace años.
Su respuesta fue una sonrisa ladeada a media asta como diciéndome ' 'idiota'' , así
que me levanté con pesadez del asiento sintiendo mis piernas acalambradas y
punzadas en los brazos. Me dirigí hacia donde Harry estaba, traspasando el silencio
oscuro del hospital hacia la fría calle, llena de ruidos de personas, autos y la
naturaleza.
—¿Hazz? —pregunté mientras caminaba con cuidado hacia él. Se sobresaltó mientras
volteaba hasta enfrentarme y pude, recién, notar lo realmente demacrado que se
veía.
Tenía ojeras malva debajo de sus ojos verdes que si alguna vez habían sido
impactantes, ahora eran nada más que una cascara de vidrio opaca y sin vida. Su
cabello estaba desordenado con apenas unas flores marchitas enredadas en los rulos.
Cuando enfocó sus ojos en mi se le inundaron en lagrimas y quise acercarme y
abrazarlo, pero él retrocedió unos pasos como si lo hubiese golpeado en el
estomago.
—Le dijiste... —susurró con la voz rota mientras se estrujaba la camiseta a la
altura del corazón.
—¿Qué...? —pregunté con confusión intentando acercarme de nuevo pero obteniendo la
misma respuesta de su parte.
—Le dijiste a Cassandra de las voces de Louis —logró articular tras una larga pausa
en la que parecía sopesar el funcionamiento de sus cuerdas vocales. Bajé la mirada
con la vergüenza arañándome la garganta y contesté con seguridad.
—Debía hacerlo, Hazz... —respondí clavándole los ojos en la mirada.
—Me dijo que no podía volver a acercarme a mi Louis —me cortó de golpe mientras sus
palabras se atropellaban una contra otras, simulando un camino lleno de piedras
pesadas y puntiagudas. Como si le doliera en cada articulación gesticular.
Me quedé en el silencio más absoluto sintiéndome consumido por la culpa, pero antes
de que pudiese siquiera decir una palabra él volvió a hablar, esta vez con una voz
distinta, potenciada con odio, algo que jamás había podido imaginar en Harry.
—Jamás te perdonaré, Zayn —susurró de manera sombría—. Nunca.
Pero antes de poder reaccionar, él ya estaba alejándose a paso agigantado y tosco
hacia el aparcamiento donde estaba la salida de atrás.
Un trueno resonó en todo el lugar estremeciéndome hasta los huesos mientras el agua
de lluvia descendía con furia sobre mis hombros. La culpa me impregnaba cada
musculo haciéndome sentir paralizado. De pronto me quedé allí quieto cavilando en
si había sido o no un error comentarle a Cassandra lo de su hermano. Podrían ayudar
a Louis, pero ¿a qué precio? Separándolo del posible amor de su vida. Aquello era
un caos que hacía estragos en mi cabeza y no me dejaba sacar conclusiones claras,
así que resolví entrar de nuevo al hospital sintiendo el plomo en mis pies
arrastrarme lentamente hasta el infierno.
Subí mi mirada al escuchar la puerta del cuarto de Louis abrirse y mi corazón
comenzó a latir con rapidez cuando noté las lágrimas saladas debajo de los ojos de
Karen y la mirada preocupada y lamentable de Effy. Cassie se veía derrotada, como
si todo hubiera acabado y me imaginé lo peor.
Caminé a grandes zancadas hasta donde ellas estaban cuando un balbuceo de la
hermana mayor de mi amigo me detuvo.
—Él quiere verte —sentenció con voz apagada y dolorida.
Me abrí paso entre las tres mujeres con toda la delicadeza que mi impaciencia fue
capaz de otorgarme y me encontré con Louis mirando el techo con las manos
entrelazadas sobre su estomago. Estaba machacado por el sueño demasiado profundo y
parecía más preocupado que nunca, pero con un ligero toque de esperanza y me
pregunté en mi fuero interno si aquella provenía de Harry a la distancia o en sus
pensamientos.
Me acerqué despacio hasta que logré situarme en una silla a su lado y entonces
habló sin mirarme.
—Tengo esquizofrenia —soltó de golpe y parecía que había sido lo más difícil que
había articulado en su vida entera. Me quedé boquiabierto y desparramado en la
silla como si fuese una ameba sin un solo hueso.
—No puede ser... —susurré para mí mismo, pero Louis se encargó de responderme de
todas formas luego de soltar una risilla sarcástica llena de lastima.
—Díselo a la perra que está riendo a mi lado.
Giré mi cabeza levente observando la silla que Louis había mirado como si realmente
hubiese algo allí aunque el vacio era más que obvio.
—Van a internarme en un loquero —agregó sentándose de a poco pero sin mirarme, como
si el alma se le hubiera escapado del cuerpo.
Tapé mi boca con fuerza para que los sollozos que amenazaban con salir no se oyeran
pero las lágrimas derramadas en mis mejillas eran más que obvias. Estaba sin
palabras sintiendo como se desintegraba mi cuerpo poco a poco. La culpa me invadió
de nuevo y necesité más que nunca que me abrazaran, necesité un abrazo en especial
que jamás llegaría porque yo había empujado a esa persona fuera de mi vida. Había
sentido tantos celos al ver a Harry y a Louis juntos que no pude evitar decirle a
Cassandra todo, aun sabiendo muy dentro mío que aquello de una forma u otra
terminaría separándolos. Quise a Liam a mi lado, y como no lo tuve no concebí que
ellos dos fueran felices, y ahora no solo mi mejor amigo estaba demente, sino que
estaba solo.
No tenía a su otra mitad.
Y cuando pensé que por fin había dado su golpe final, Louis soltó una frase. Una
sola frase que hizo que el estomago se me revolviera en odio contra mí mismo.
—Dile a Harry que lo amo.
Y aun sabiendo que no podría cumplir aquella promesa silenciosa, asentí lentamente
llorando a escondidas de los ojos vacios de mi mejor amigo.
Esto era todo. Era el final.
20. Ignorance
-Narrador Omnisciente-
Las primeras luces del alba bañaban cada recoveco de la habitación de Louis. De
pronto la pequeña pieza parecía ser enorme y abandonada, como si no hubiese sido
usada en años. Las motas casi imperceptibles de polvo bailaban un ritmo acompasado
dejándose entrever con los rayos del sol que iluminaban el lugar gracias a las
amplias ventanas abiertas de par en par, cortesía de Effy y su claustrofobia.
Effy y Louis empacaban en silencio las maletas destinadas a la estadía del castaño
en el Hospital Psiquiátrico Madeleine.
El cuerpo delgado y sin gracia y de la pequeña morena se movía casi con modorra,
con pesadez, como si aquello fuera en verdad una sentencia de muerte y no una
internación. Effy recogía con cuidado las fotos pegadas en el espejo de latón casi
negro y desgastado que Louis tenía en la esquina de su cuarto. Observaba, mientras
tanto, aquellas sonrisas reales, las únicas de su hermano, que podían apreciarse
solo cuando estaba a su lado Harry. Effy no tenía muy en claro si él y Louis había
terminado o no, pero sospechaba que la cuerda había sido tironeada con demasiada
fuerza y estaba a punto de romperse. Los ojos grandes e inexpresivos de la muchacha
revolvían en los orbes castaños de las fotos de Zayn, aquel que juraba ser el mejor
y único amigo de su hermano mayor y que al final resultaba el malo del cuento. Ella
no comprendía los fantasmas que acechaban al chico, pero tampoco le importaba
demasiado. Él había, prácticamente, jodido la vida de su hermano y esas eran las
cosas que no tenían perdón en su larga lista de prioridades.
Louis siempre había estado allí para Effy, incluso más que su propia madre, o su
padre (que aunque jamás lo dijera y casi nunca los visitara, de los tres hermanos,
Effy siempre había sido su favorita)
El ruido de la ropa mullida cerniéndose entre sí en la maleta roja de Louis se
escuchaba retumbar en toda la habitación. Él se encargaba de las cosas útiles, las
cosas que usaría a diario como su cepillo de dientes, bóxers, toallas y demás
ropajes, mientras que Effy se ocupaba de empacar con mucho cuidado las cosas
valiosas para Louis. Había puesto su skate, aunque ella sabía que probablemente no
lo dejarían usarlo, las fotos de Harry, de Zayn y de su hermana mayor con su madre,
aunque también había incluido una foto de ellos dos juntos con la misma expresión
de mortificados, tan cliché que hasta era graciosa. Puso también en una pequeña
bolsa de papel marrón una de las coronas que Harry había dejado olvidada sobre la
cama del castaño. Estaba rota y marchita, pero aún desprendía la esencia a jazmines
que Louis tanto relacionaba con su pequeño.
Al fin y al cabo, la persona que más conocía a Louis era Effy desde hacía años.
Aunque Harry le había llegado a lo más hondo, aunque Zayn se hubiese inmiscuido en
su vida, aunque cualquier persona rebasara los límites de la privacidad de su
hermano mayor, la única que lo sabía todo y solo por pura observación...era ella.
Siempre había sido solamente ella.
De pronto, como una revelación espontanea, algo la golpeó en el pecho haciéndola
confesarle a Louis lo que era obvio desde el principio si se miraba objetivamente.
—Yo lo sabía —y el silencio fue quebrado en millones de pedazos con esas simples
tres palabras con la voz firme y dura. Sus manos seguían trabajando laboriosamente
recogiendo cosas y sus ojos jamás buscaron a los de su hermano, mientras que él
paró todas sus actividades en seco intentando asimilar lo que acababa de oír. La
mandíbula se le había desencajado y su ceño fruncido no demostraba molestia sino
frustración, confusión y el revoltijo en el estomago de la eterna duda. Effy
suspiró suavemente y por fin dejó sus labores para enfrentarse a su hermano. Él era
mucho más alto que ella, pero eso no implicaba que debía ser desafiante. Effy tenía
las agallas corriéndole por las venas y el desafío tatuado en sus ojos azules como
dos zafiros sin pulir—. Lo supe desde el principio, el verdadero principio de todo
—. Continuó con la misma potencia en la voz que jamás se le quebraba—. Te vi hablar
solo una cantidad extraña de veces, te vi escribir cartas pero jamás ponerlas en el
buzón, siempre lo supe.
Los ojos de Louis destellaban fuego, no de enojo contra la pequeña que tantas veces
le salvaba el pellejo sin hablar una sola palabra, sino por no haberlo sabido desde
el principio. Apretó los puños y frunció los labios en un gesto lamentable.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? —preguntó en un hilo de voz sintiéndose pequeño y
estúpido, desvalido y sin fuerzas. El pecho del castaño se contraía peligrosamente
y sus rodillas temblaban con desesperación. Desde que había decidido no pensar en
lo de su enfermedad, hacía de cuenta que no existía en absoluto, pero entonces
aquella muchacha con la fuerza de mil leones le destrozaba el teatro para ahogarlo
profundamente en la realidad.
—Cuando Harry apareció dejaste de hacerlo durante mucho tiempo, pensé que se te
había pasado... —fue la simple respuesta de la pequeña que, por primera vez, había
bajado la mirada al suelo.
Effy se sintió como una tonta. Porque ella tenía el arma en sus manos y de pronto
por un simple descuido había dejado de prestarle atención. Si, es probable que las
cosas cambiaran luego de Harry en la vida de su hermano, pero eso no necesariamente
significaba que podía hasta curarlo de las enfermedades mentales. Harry era el
ancla de Louis, y ahora que no lo tenía estaba más a la deriva que nunca. Los ojos
se le inundaron de lágrimas que prometió jamás volver a derramar desde la
separación de sus padres, y antes de que la primera traviesa llantina descendiera
por sus mejillas pálidas, ella dio un largo suspiro, pesado y lleno de vitalidad
mientras levantaba la cabeza mirando fijamente a Louis, destrozado, en frente suyo.
Se secó los parpados negros manchándose en el proceso, con los puños cerrados y lo
tomó de las manos.
—Te sacaré de ahí —continuó con la voz temblorosa pero segura—. Lo prometo.
Louis sentía la necesitad de agarrar a su hermana y apretarla con fuerza contra su
cuerpo. ¡Joder, que él era el hermano mayor! ¡Debía actuar como uno! Pero entonces,
apenas unos segundos luego del largo silencio que había seguido a aquel juramento,
la puerta del cuarto se abrió con pesadumbre casi lúgubre. Una mujer con los ojos
marrones empapados y tristes, sonrió apenas con ganas, casi forzándose, a sus dos
hijos. Su cabello rubio sujetado a una coleta y la ropa andrajosa por todo el
ajetreo de los últimos días la dejaban parecer una indigente penada a muerte.
—¿Estás listo, cariño? —pregunta como si aquello fuese un paseo al zoológico, pero
con tanta pena cargada en la voz que se le dificultaba el entendimiento. El
muchacho no podía culpar a Karen por los errores que él mismo había cometido. Él no
podía permitirse no tener una familia justamente ahora, así que solo dio un
asentimiento simple mientras se le quedaba mirando. Karen...su madre, la mujer que
lo había criado...estaba devastada. Perdida. Desolada...y completamente sola.
Las escaleras suenan chirriando mientras todos bajan al mismo paso. Cassandra ayuda
a su madre a subir las maletas al auto intentando ser cuidadosa, cosa que Louis
agradece pero jamás abre la boca para comunicárselo. Effy entiende su silencio
sombrío, porque había una sola cosa que podía pasar la mente del muchacho en este
momento y era el destino de su peque. Que sucedería con todo aquello. ¿Iría a
visitarlo? ¿Se olvidaría de él? Las preguntas internas lo ahogaban en su propia
mente, y Effy se obligaba a interrumpir de tanto en tanto con algún comentario para
no dejarlo hundirse. Ella haría todo lo que estuviera a su alcance para que su
hermano mejorara. Haría todo para que el muchacho estuviese feliz, sin importar la
dificultad del asunto, sin importarle su madre en llanto, su hermana mayor tan
equivocada como siempre lo había estado, sin importarle el maldito hospital o los
internos. Ella iba a estar, contra el fuego y el viento. Contra el odio y el mal.
Siempre era ella la que iba a estar.
Karen subió y encendió el auto, esperando que sus hijos tomaran sus respectivos
lugares como siempre lo hacían. Cassandra adelante mirando por la ventanilla con
indiferencia, Effy atrás de Karen, juntando tímidamente su mano con la de su
hermano y agarrándola con fuerza, sintiendo el calor humano por primera vez desde
hacia años y Louis... Louis como alma en pena mirando hacia al frente mientras
cernía sus dedos a los de Effy intentando no desbordarse. Él siempre debía ser
fuerte. Por primera vez iba a pensar en no hacer sufrir a los demás y tragarse la
hiel él mismo.
Cuando el auto entra en marcha su corazón va quedando atrás, sintiendo un metal
pesado haciéndolo imposible moverse, pero entonces escucha aquella voz que lo
anclaba a la realidad, aquella que jamás lo abandonaba sin importar la soledad en
su cabeza.
—¡¡¡Louis!!! —los gritos se perdían atrás y Karen fingía no escucharlos, Cassandra
apretaba los dientes con furia al fijar sus ojos en la delgada figura que perseguía
corriendo el auto, mientras que Effy y Louis se volteaban los dos al mismo tiempo
para mirar el espectáculo.
Los rulos desordenados y demasiado largos, antiestéticos, se le movían con fervor.
Las mejillas coloradas por el esfuerzo y su pecho subía y bajaba por el hecho de
correr tanto y tan rápido. Siguió gritando su nombre mientras Louis lo miraba con
lágrimas en los ojos, como si Harry fuese lo más lejano a su vida en ese momento.
La piel se le erizaba pero las palabras no salían como para decirle a su madre que
por favor frenara el auto, aun sabiendo que Karen no lo haría.
—¡¡¡Louis!!! —Gritó de nuevo con fuerza, pero entonces el auto aceleró demasiado y
solo pudo escuchar su último grito desgarrado—. ¡¡¡Iré por ti!!!
La esperanza se alojó como una intrusa en su pecho haciéndolo sentir de nuevo
lleno. Effy sonrió con algo de felicidad mientras se acercaba más a su hermano y se
acurrucaba contra su cuerpo. El mayor cernió, perplejo, su brazo en los hombros de
la menor, pero sin la sonrisa en el rostro, aunque el corazón casi se le salía del
pecho con cada tamborileo desbocado.
El viaje era corto, a tan solo a unos veinte kilómetros de su casa, en las afueras
de la ciudad, estaba el Hospital Psiquiátrico Madeleine.
Louis pasó todo el viaje con aquella voz retumbándole en la cabeza, susurrando
entre risas malévolas y haciéndole dudar de hasta su propia sombra: —Él no vendrá,
Louis...te volverás demente, Louis...te quedarás completamente solo...Louis...
Cerró sus ojos con fuerza intentando disipar las imágenes de ojos celestes y
cabello largo, de cinturas ceñidas y labios delgados, pero todo lo recordaba a ella
y a que era de mentira, a que no existía, a que estaba enfermo, a que probablemente
nunca volvería a ver a su Harry, todos lo olvidarían, todos se alejarían, y entre
un mar de pensamientos que le paralizaban el alma, pensó lo bien que se sentía
sumido en la ignorancia.
Epílogo
-PoV Harry-
Los pulmones se me llenaban de aire puro pero tan denso que hasta sentía como
rompía todo dentro de mi cuerpo, agotado. Corrí hasta no poder más, gritando su
nombre, intentando que parase, intentando poder darle aunque fuese un último beso,
pero nuestra despedía había sido de las peores, aquellas que no tienen un adiós. En
las que no sabes en qué momento aquella persona dejó de estar a tu lado, no sabes
en qué momento dejaste tú de estar a su lado.
Caí de rodillas al asfalto deshabitado lastimando mis rodillas, quedándome con la
imagen de Louis inexpresivo mirándome por la luneta del automóvil, como paralizado,
sin siquiera despedirse de mí con la mano. El pecho me escocía y los pulmones se me
desinflaban cada vez a un tiempo menor. Las lágrimas me asaltaron de golpe
empapando mi rostro tapado con una fina capa de sudor brillante. Me hundí en el
camino apretando las palmas de mis manos contra las piedrecillas, dejando que estas
se me incrustaran y dolieran, porque nada se comparaba con el dolor que me
destrozaba por dentro, tragándose toda mi felicidad. Toda la que él se había
llevado al alejarse involuntariamente.
¿Qué pasaría ahora? ¿Cuánto tardaría Louis en olvidarme? ¿A dónde había ido
exactamente? Nada de eso importaba con un futuro tan incierto, porque siempre que
las preguntas las formulaba en mi mente y una respuesta dejaba apenas vislumbrarse,
otro cuestionamiento me agarraba de imprevisto haciéndome dudar de todo.
Quizás estuve allí arrodillado y medio muerto por minutos, tal vez fueron horas y
quizás haya estado hasta la madrugada siguiente. El tiempo era tan relativo que
cinco minutos habían pasado realmente desde que Louis se había ido, y yo ya lo
sentía como si los años hubiesen absorbido mi júbilo.
Unos pasos cortitos se escucharon cerca y solo atiné a levantar el rostro con
curiosidad, sin temer que fuese un ladrón o cualquier otra atrocidad. Una muchacha
de la misma estatura que tenía yo estaba parada a mi lado observándome con el
rostro inclinado hacia un lado como un perrito confundido. Tenía la piel lechosa y
tersa a simple vista, los dientes algo chuecos y grandes ojos de un color
indefinido por la luz del sol, aunque lo que más llamaba la atención (mucho más que
su camiseta desteñida con siete colores distintos y sus pantaloncillos cortos de
jean todos rotos) era la mata de cabello desordenado e improlijo, corto hasta los
hombros, del color rosado más chillón que había visto en mi vida. Ella se acuclilló
a mi lado masticando un chicle con aroma a uva y me miró largamente.
—Oye, chico, ¿por qué lloras? ¿Estás herido? —su voz era suave pero poderosa, casi
imponente, me recordaba mucho a alguien aunque no tenía en claro a quien
exactamente. Yo me quedé boquiabierto mirando a la extraña chica que no tenía más
de diecisiete años. Tenía hoyuelos en las mejillas, como yo y el rostro iluminado
por la adoración. Parpadeé varias veces cuando decidí erguirme apenas un poco para
poder observarla mejor.
— ¿Quién eres? —pregunté atónito mientras ella sonreía tan ampliamente que parecía
que las comisuras de sus labios llegarían a sus orejas. El rostro entero se le
iluminó cuando lo hizo y, aunque quise corresponderle, no pude invadido por la
pena.
—Me llamo Charlie, soy nueva en la ciudad.
Nos quedamos quietos uno en frente del otro, como caras de una misma moneda. Ella
estaba tan entera y yo tan quebrado, que me impresionaba la similitud de historias
con Louis. Mi Louis, que aunque me amó más que nadie...nunca pudo cambiar.