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principios y las normas del debido proceso legal. Esto abarca las
reglas correspondientes a juez natural —competente, indepen-
diente e imparcial—, doble instancia, presunción de inocencia,
contradicción y audiencia y defensa, atendiendo las particularida-
des que se derivan de la situación específica en que se encuentran
los niños y que se proyectan razonablemente, entre otras mate-
rias, sobre la intervención personal (en) dichos procedimientos
y las medidas de protección que sea indispensable adoptar en el
desarrollo de éstos.
“11. Que los menores de 18 años a quienes se atribuya la comi-
sión de una conducta delictuosa deben quedar sujetos a órganos
jurisdiccionales distintos de los correspondientes a los mayores
de edad. Las características de la intervención que el Estado debe
tener en el caso de los menores infractores deben reflejarse en la
integración y el funcionamiento de estos tribunales, así como en
la naturaleza de las medidas que ellos pueden adoptar.
“12. Que la conducta que motive la intervención del Estado
en los casos a los que se refiere el punto anterior debe hallarse
descrita en la ley penal. Otros casos, como son los de abandono,
desvalimiento, riesgo o enfermedad, deben ser atendidos en for-
ma diferente a la que corresponde a los procedimientos aplicables
a quienes incurren en conductas típicas. Sin embargo, en dichos
casos es preciso observar, igualmente, los principios y las normas
del debido proceso legal, tanto en lo que corresponde a los me-
nores como en lo que toca a quienes ejercen derechos en relación
con éstos, derivados del estatuto familiar, atendiendo también a
las condiciones específicas en que se encuentren los niños.
“13. Que es posible emplear vías alternativas de solución de
las controversias que afecten a los niños, pero es preciso regular
con especial cuidado la aplicación de estos medios alternativos
para que no se alteren o disminuyan los derechos de aquéllos”.
Voto
tentiaire, 1905), cit. Nillus, Renée, “La minorité pénale dans la législation et la
doctrine du XIX siècle”, Le problème de l’enfance délinquante, París, Institut de
Droit Comparé de l’Université de Paris, Lib. du Recueil Sirey, 1947, p. 104.
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de la Nación, con motivo del amparo promovido a favor del menor Castañeda
por su detención en el Tribunal de Menores”, en Ceniceros, José Ángel y Garri-
do, Luis, La ley penal mexicana, México, Botas, 1934, p. 323.
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224 In re Gault, 387 U.S. 9, 1967, dictada en el caso del adolescente —quin-
ce años de edad— Gerald Gault, a quien se inculpó —en unión de otro joven:
Ronald Lewis— de llamadas telefónicas obscenas.
225 Cole, George F., The American System of Criminal Justice, 3a. ed., Mon-
del derecho tutelar de menores. Cfr. Tratado de derecho penal. Parte general,
trad. de S. Mir Puig y F. Muñoz Conde, Barcelona, Bosch, vol. I, pp. 15 y 16.
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de las garantías del debido proceso legal. Opinión consultiva OC-16/99, del 1o.
de octubre de 1999, serie A, núm. 16, párr. 119. En sentido similar, asimismo,
Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa Rica relacionada
con la naturalización. Opinión consultiva OC-4/84, del 19 de enero de 1984,
serie A, núm. 4, párr. 57.
231 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Panorama del derecho mexicano. Sín-
233 En los términos de los Principios de Limburg sobre la aplicación del Pacto
senadores Jorge Zermeño Infante, del Partido Acción Nacional; Rutilo Escan-
dón Cadenas, del Partido de la Revolución Democrática; Orlando Paredes Lara,
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sin embargo, que esa legalidad sea la misma para todos. Puesto
que subsiste la desconcentración de las atribuciones legislativas
en materia penal, es decir, de las facultades tipificadoras, habrá
que atender aquí —como en el supuesto de los adultos— a las
decisiones particulares de los legisladores federal y locales: los
problemas que surgen en el campo del derecho penal ordinario
aparecerán en el nuevo derecho especial para menores infracto-
res a propósitio de la caracterización de las conductas ilícitas y
sus consecuencias jurisdiccionales.
La reforma constitucional acoge el sano criterio de compren-
der tanto garantías generales aplicables a todas las personas como
garantías especiales dirigidas a los adolescentes. Así se atiende
a la legalidad y a la especificidad de los sujetos en su condición
de personas en desarrollo. Esto último demanda medidas de co-
rrección de las desigualdades que provienen de las diferencias
materiales, punto al que me he referido ampliamente y sobre el
que no insistiré. Evidentemente, la recepción de ambas garantías
debe trasladarse a la legislación secundaria y a la organización
real de la justicia para adolescentes.
En el texto constitucional se alojan algunas garantías proce-
sales específicas. Aquí se recibe la noción de debido proceso
legal, que no figuraba en la Constitución. Tenemos, pues, dos
versiones para resolver una misma preocupación garantizadora,
como supra mencioné: garantías esenciales del procedimiento,
que señala el artículo 14, y debido proceso, que indica el nuevo
párrafo del artículo 18. Se podrá entender que son conceptos
diferentes, no necesariamente sinónimos, pero esta compren-
sión no resuelve el punto, sino lo desplaza: ¿por qué garantías
esenciales, no debido proceso, para los adultos, y por qué debi-
do proceso, no garantías esenciales, para los menores? Merecía
mayor reflexión el empleo de fórmulas diversas, que siembra
de problemas la interpretación, aunque sea plausible —por su-
puesto— la inclusión del debido proceso —o mejor todavía, de
las ideas e imperativos que éste entraña— en la nueva justicia
para menores.
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