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Año XIV—N.* 166 BOLETIN.

Enero: 1925

DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES
ORonno De ífl flcfloemifl nflcionflc oe h it s o r ih

DIRECTOR, REDACTORES,
EDUARDO POSADA LUIS AUGUSTO CUERVO
ROBERTO CORTAZAR

Bogotá—República de Colombia

ARC51V0 DE DÜDIflS
NUEVO REINO DE GRANADA, CÉDULAS REALES DESDE EL 20 DE
DICIEMBRE DE 1536 HASTA EL 22 DE MAYO 1581

( Continuación).
52— 1550. Julio 16. Carta ai presidente y oidores de la real
audiencia de Santafé. Inserta la que escribió a Pedro Briceño.
Que hagan guardar y cumplir las nuevas leyes, especialmente
en lo que hace al buen tratamiento que se ha de dar a los natura­
les para su conversión. El oficio de contador que ha quedado va­
cante por muerte de Mercado, hase llenado con Cristóbal de San
Miguel, que ha marchado parí Santafé.
53— '550. Agosto 12. Presidente y oidores, etc. Que vean la
carta que se inserta, donde declara la orden que se ha de tener en
oír pleitos sobre indios, y la guarden y cumplan con la nueva
declaración. Como han alargado mucho los pleitos de indios, inser­
ta la real orden, de 20 de octubre de 1545, que dice cuales causas
deberán ir directamente a su conocimiento, y manda se demande
justicia en la audiencia, antes de ir al consejo. Cuando se remitan
presos al consejo, han de ir las partes citadas.
54— 155°. Octubre 19. Carta a la audiencia, sobre los libros
de Sepúlveda. Ha sido informada su majestad que el doctor Se-
púlveda ha hecho nuevamente la suma de un libro, «que trata so­
bre cosas tocantes a las nuestras Indias ........... y lo ha hecho
imprimir fuera de nuestros reinos,» y como dichas cosas no deben
tratarse, ni publicarse sin previa licencia, manda averiguar qué
personas tienen alguno o algunos de dichos libros, los descomisen
y los manden todos al real consejo.
55— <55°. Valladolid, octubre 26. El licenciado Sorita, oidor
de la audiencia de la isla Española, fue enviado a las provincias
del Nuevo Reino y a las de Santa Marta y Cartagena, a tomar resi­
dencia a Miguel Diez de Armendáriz y a sus tenientes y oficiales,
y como por la calidad de su persona, es justo que sea honrado y
favorecido por el tiempo que allí estuviese tomando la residencia,
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manda que se le trate honradamente y se le dé todo el favor y


ayuda que necesite. Ordena a los oidores no se enti ometan en las
apelaciones, pues éstas, según las nuevas leyes, han de venir al
consejo de Indias.
56— 1550. Noviembre 13. Sobre carta de la que se dio para
que esclavos berberiscos se dejen en las Indias, para que las justi­
cias de ellas las guarden y cumplan. Se inserta la cédula, de 14 de
agosto de 1543, que prohíbe que esclavos berberiscos y otras perso­
nas libres nuevamente convertidas de moros e hijos de ellos «pasen
a las Indias, donde es una tierra nueva, en que apenas se empieza
a trasplantar la fe, y conviene que se quite toda ocasión, porque
no se puede sembrar y publicar en ella la secta de Mahoma.» El
que hiciere esto perderá las mercedes reales, y pagará 10,000 ma­
ravedíes para la real cámara.
57— 1551. Febrero 13. Presidente y oidores de la real audiencia
del Nuevo Reino. Sobre el arancel de los derechos de escribanos.
Como en aquellas tierras nuevas son muy caros el papel y las
obleas, en vista del arancel del reino, vean lo que conviene pagar
a los escribanos, teniendo en cuenta la calidad de la tierra.
58— 1551. A los presidentes y oidores y otras justicias de las
Indias. Que se informen si algunos de los desterrados de todas
las Indias por las alteraciones de Pizarro y otras del Perú están en
algunas de las islas y provincias de aquellas partes, y todos aque­
llos que hallare que están y residen en ellas, de los dichos des­
terrados, los envíen a estos reinos en los primeros navios que
de ellos vengan. Se tiene relación de cómo las gentes que sirvieron
con Gonzalo Pizarro y otros revoltosos han ido a servir a los ingle­
ses y han sido declarados traidores y han sido condenados a muer­
te vil o pena de azotes, o a servir en galeras o a destierro perpetuo
de Indias. Y como éstos no deben quedar en algunos lugares, sien­
do gente perniciosa, los harán embarcar y remitirlos al real con­
sejo.
59— 1551. Mayo 16. En la ciudad de Panamá hay muchos
escribanos reales ante quienes se otorgan escrituras que las llevan
de una parte a otra de esa provincia y aun a otros lugares, con
gran perjuicio para las partes. Manda que al fin de cada año todo
escribano pase al cabildo o ayuntamiento todas las escrituras pú­
blicas que hubiese otorgado, con su índice alfabético, bajo pena,
si no lo hiciere, de pérdida del oficio, 500 ducados para la real
cámara y pago del daño que ocasionare a las partes.
60— 1551. Junio 8. Alas audiencias délas Indias sóbrela
orden que se ha de tener en lo de la tasación de tributos que los
indios han de dar. Las audiencias mandarán a Su Majestad una
relación detallada de los tributos que han de pagar los indios, tanto
aquellos que están en cabeza de Su Majestad como los encomenda­
dos a particulares. Esta se hará en justicia, indicando el producto
que puedan pagar sin fatiga, el cual ha de fijarse más o menos por
el que pagaban a sus caciques. Llevarán un libro con indicación de
los pueblos y lo que cada uno hubiese de pagar para que los mis­
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mos indios sepan qué es lo que han de dar a los oficiales reales y
a las personas a quienes estuviesen encomendados. De la relación
que haga la audiencia dejará en cada pueblo un ejemplar firmado
en poder del cacique, explicándole su contenido por medio de
intérprete. Otro ejemplar se dará a la persona encargada de co­
brar los derechos. En el tributo que impongan tendrán en vista
que el indio quede con facilidad de alimentar su familia, de casar
y dotar sus hijos, de curarse las enfermedades y de atender a otras
necesidades. En todo caso habrán de tratarlos de suerte que más
bien enriquezcan que empobrezcan, para que vengan a su obedien­
cia en condiciones iguales a los demás súbditos de sus reinos.
61— 1551. Valladolid, junio 8. Visorreyes, presidentes y oido­
res. Instruye la cédula sobre tasación de indios, que para bien de
los naturales manda se practique como ya se ha hecho en Nueva
España para impedir que los encomenderos cobren más ttibutos
de los que debieran. Este ha de ser inferior a lo que pagaban a
sus antiguos caciques para mejor atraerlos (lo demás, como en la
anterior). Mientras se hacen las tasaciones se debe seguir cobran­
do en la forma indicada, de modo que los naturales más bien en­
riquezcan que empobrezcan.
62— 1551. Julio 20. Al presidente y oidores de la real au­
diencia del Nuevo Reino, sobre lo de la tasación de ios pueblos
de indios de aquella tierra, y poner clérigos y religiosos en ellos y
sobre otras cosas. En el Nuevo Reino aún no se ha efectuado la
tasación de los impuestos que los indios han de pagar, ni se ha
puesto cuidado en instruirlos en las cosas de la fe, y la mayor parte
de los naturales están sin bautizar. Y esto no se ha hecho, no obs­
tante las muchas cédulas, cartas y leyes que sobre ello se han dic­
tado, con lo cual se da mal ejemplo. Todo español que tenga en­
comienda de indios que paguen tributo, está en la obligación de
poner un religioso en el pueblo que le está encomendado para que
instruya a los indios en la fe y les proporcione los sacramentos.
Recomienda de nuevo que se haga la tasación y se tome nota en
dos libros, uno de los cuales se colocará en el arca de las tres lla­
ves de los oficiales reales, y en ellos se pondrá el fundamento de
la tasación’que se ha hecho.
63— <551. Agosto 8. Presidente y oidores de la audiencia
del Nuevo Reino de Granada. Que provean como en todos los
pueblos de los indios de aquellos reinos que están sujetos a su
majestad se quiten luego de los pueblos que tuvieren y ordene
que de aquí adelante no se hagan sacrificios, y que si habiéndose
hecho la prohibición y pregonada y publicada y habiéndolo en­
tendido fueren contra ello, castigúeseles a los que lo hicieren, y
que hecho esto guarden las premisas que aquí van insertas. Mu­
chos indios en ese reino han seguido en sus idolatrías y hacen
sacrificios y tienen sus templos en cuevas y otros lugares. Si des­
pués de publicada la orden para que no vuelvan a sus cultos,
algunos recomenzaren, han de castigarles. En cuanto a lo de los
tributos, inserta la orden de 8 de junio (véase número 60), y en
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seguida la de 20 de julio (véase la anterior). Esta cédula no fue


leída en Santafé, besada y puesta sobre la cabeza, en señal de obe­
decimiento, hasta el 28 de febrero de 1556.
64. 155r- Septiembre 4. Carta del consejo parala audiencia
de capítulos. Se ha prohibido que se eche a los indios a las minas
y que se les impongan trabajos personales, y está informado el con­
sejo de que esto no se cumple, y «estamos maravillados de vos­
otros.» Como conviene que este abuso tenga remedio, <os mando
guardar y cumplir» estas y las demás ordenanzas. Ha sido informa­
do que se quiere secar una laguna (Guatavita) para sacar el oro y la
plata que encierra; y manda no se haga tal mientras otra cosa se
dispone. Algunos indios dicen que saben sacar sepulturas, lo que
está expresamente prohibido. Recuerda también que está termi­
nantemente prohibido hacer expediciones para ir a descubrir el
Dorado, y a cualquiera otra parte.
65— 1551. Septiembre 4. Presidente y oidores del Nuevo
Reino de Granada. Sobre la provisión y memorial para que los
desterrados de las dichas Indias por las alteraciones del Perú se
envíen a estos reinos. Semejante a la número 58. Acompaña una
lista de estos desterrados, con 24 nombres. ♦
66— 1551. Septiembre 4. ‘Presidente y oidores del Nuevo
Reino de Granada. Que no consientan que en aquella audiencia
avoque ningún letrado que sea padre, o hijo o hermano de algu­
no de ellos o del ñscal. En la cédula se agregan los cufiados.
67. 1552. Enero 31. Al presidente y oidores déla audien­
cia del Nuevo Reino de Granada. Que se informe cuáles servicios,
tributo y vasallaje llevan los caciques de los indios y por qué causa,
y si lo es de antigüedad y que la heredaron de sus pasados o si
la llevan con justo título o si es impuesta contra razón y justicia y
si hallaren en que se les lleva injustamente y que no tienen buen
título para llevarlo que véanlo y viesen que conviene y si lo llevan
con buen título y los tributos fueren excesivos, los moderen.
Esto lo pide por relación que tiene de que muchos caciques
de ese reino agobian a los indios con tributos; que vean en cada
pueblo si el cacique tiene derecho para cobrar impuesto, y si lo
tiene por antigüedad, lo haga de modo que lo puedan pagar sin
molestia ni fatiga.
68 -1552. Marzo. 20. A las justicias del reino que por tiempo
no se saque ningún ganado. Como hasta el presente se están llevan­
do bestias de carga, después de que tántos indios perecieron en este
trabajo, para que esto no suceda en adelante, prohíbese por tres
años después de pregonada esta cédula, sacar ningún caballo, ni
yegua, ni muía, ni macho, ni bueyes, ni vaca, 'ni ovejas, carneros,
puercos y otros géneros de ganado, bajo la pena de perder su valor,
que se dedicará en sus dos terceras partes para la Cámara y otra
para el demandador y el juez, más 200 pesos de multa que se
repartirán en la misma proporción. Al que hubiere vendido di­
chos animales se le cobrará una suma igual a aquella en que
los vendió.
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6g—1549 Junio 9. AI presidente y oidores del Nuevo Reino


de Granada. Que vean la partición de los términos que a cada pue­
blo de aquella gobernación dio el licenciado Jiménez, y si fuere
buena y que se debe aprobar la confirmen y aprueben, y si no,
ellos hagan hacer otra partición de los términos que cada uno
de los dichos pueblos ha de tener. El general Jiménez de Quesada
ha hecho relación que a tiempo que ganó y conquistó el Nuevo
Reino y lo pobló de cristianos a cada pueblo señaló y dio sus tér­
minos. Conviene ver si esta partición se hizo bien para aprobarla,
si nó, que hagan otra.
70— 1550. Abril. Relativa a derechos de almojarifazgo en
Méjico, donde han acostumbrado fiarlos y se pierden. Pide Su Ma­
jestad que como todo lo demás de su fisco quiere que esas sumas
se cobren de contado, pues es su voluntad que nada se fíe.
71— 1552. Mayo 12. Declaración sobre lo de la sucesión de
los indios en los hijos e hijas de los que los tienen encomenda­
dos o en su mujer en el Nuevo Reino de Granada. En caso de que
a la muerte de algún encomendero el hijo mayor tuviese cargo en
otra parte o fuese casado y tuviese hecho cargo de encomienda de
su mujer, o por cualquiera otra incapacidad, podía heredar la enco­
mienda el hijo segundo, y si éste estuviese en el mismo caso, el si­
guiente, y así sucesivamente hasta no haber más. Luégo seguirán
las mujeres en caso de ausencia de varones o imposibilidad de és­
tos. Si la mayor no quisiese la encomienda, pasará a la segunda, y
así hasta la última; las mujeres sin hijos o cuyos hijos no se hicie­
sen cargo de la encomienda, podrán heredarla.
72— 1552. Agosto 11. Al presidente y oidores del Nuevo
Reino de Granada que proveen que el servicio personal de in­
dios que andan en las canoas en provecho de los encomenderos
se quite y se tase de los frutos de la tierra lo que en lugar de ello
buenamente puedan pagar conforme a lo mandado, y a los dichos
indios se deje libremente usar de las canoas para su aprovecha­
miento. A los indios de las costas de Cartagena y Santa Marta, que
tienen sus canoas, los obligan los encomenderos a remontar las
mercancías hasta el Nuevo Reino, dándoles mucho trabajo y
poco de comer, de donde resulta que la mayor parte vuelven
enfermos a morir a sus casas. Como está prohibido cobrar a los
naturales toda clase de servicios personales, el tributo que han
de pagar se les cobrará moderadamente del producto de sus
tierras. Les que transporten mercancías mandarán hacer para el
efecto barcas grandes. Si los indios voluntariamente quisieren
hacer el transporte, se les podrá emplear retribuyéndoles el trabajo.
73— 1552. Septiembre 9. Al gobernador de Castilla de Oro.
Que ha mandado decir a sus oficiales reales que cuando tomasen
alguna cosa por perdida, se tome conforme a justicia, la vendan
y rematen en pública almoneda y el precio lo pongan en el arca
de las tres llaves.
74— 1552. Madrid. Al gobernador de Tierra Firme. Le re­
cuerda una carta a Sancho de Clavijo, gobernador que fue de la
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misma, en que le dice que muchas personas casadas pasan por allí
con su mujer e hijos al Perú, que si muere la mujer quedan con
cuatro o más hijos entre ellos algunas doncellas. Como las licen­
cias que llevan van con el aditamento de que pasen juntos, pierden
la gracia, y quedan muchas gentes perdidas y en esas tierras aca­
ban por morir. Puede dejar pasar a todos los que por esta causa
han quedado allí, sin obstáculo, aunque hayan perdido el padre y
la madre. Si los hijos quedan solos, podrán pasar con algún deudo,
previa su licencia. No obstante esta carta ha sabido Su Majestad
que Sancho Clavijo no ha dejado pasar a varias personas. En
adelante a todos los que fuesen casados y llevasen sus* mujeres
al Perú o a los que tengan licencia de Su Majestad o de sus ofi­
ciales reales de la casa de Contratación de Sevilla, apenas lleguen
a esa provincia, los dejen pasar sin ponerles impedimento ni obs­
táculo. Si algunos estuvieren en esas tierras, en esas condiciones,
que los deje pasar.
75— 1553. Madrid, enero 20. Al gobernador de Castilla del
Oro. Se inserta una carta dirigida a Sancho Clavijo en que le
decía que el obispo de ésa, fray Pablo de Torres y sus oficiales, se
entrometían en llevar los bienes y herencias de los clérigos que
mueren en esa provincia, ab intestato, no sólo de los que allí per­
manecían, sino de los que iban de tránsito para el Perú; que se
sabe que llevó de un clérigo que estaba en ésa 6,000 castellanos y
algunos esclavos, y de otros, más de 6,000 castellanos; que como
los oficiales reales quisieron inventariar estos bienes, fueron ame­
nazados con censuras y excomuniones. Manda que tanto él como
el obispo informen sobre la manera como estas cosas han sido
hechas y porqué se ha procedido de esa manera, para poder pro­
veer
76— 1553. Abril 17. Presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que vean la cédula, que dice va inserta, la cual de­
clara la orden de enviar los casados que estuvieron sin sus muje­
res y las lleven a estos reinos a hacer vida con ellas. Recuerda la
cédula que mandó dar a Miguel Diez Armendáriz, gobernador
que fue de ese reino, para que los hombres casados que vivían
sin sus mujeres, con gran ofensa de Dios y perjuicio para la
colonia, fuesen por ellas en el término de dos años (cédula de
17 de octubre de 1544). Marcos Salvador, vecino.de Tunja, tiene
su mujer en Albacete, y no quiere hacer vida común con ella. Or­
dena que lo manden en ’el primer navio que salga. Con este
motivo repite la cédula.
77 " I553- Abril 24. Presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Sobre los pasajeros que han de usar oficios. Varios
oficiales han partido de España para esos reinos con recomen­
dación especial de la casa de Contratación de Sevilla. Si no ejercie­
sen sus oficios en esa tierra se les debe sacar de ella por su cuen­
ta, perdiendo las fianzas que dejaron depositadas.
78—1553. Mayo 13. Presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que envíen relación de la forma que han tenido en
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aquella tierra los indios cerca del aprovechamiento de la sal y la


que después que se descubrió se ha tenido y tiene. Pide una rela­
ción extensa para poder proveer a lo que convenga.
79— 1553. Mayo 18. AI presidente y oidores del Nuevo Rei­
no de Granada. Relación de la necesidad que hay de hacerse un
hospital en la ciudad de Santafé y de lo que será menester hacer
para la sustentación de los pobres de él, y pareciéndoles que con­
viene que se haga ordenen las ordenanzas que íes pareciere y las
envíen juntamente con la dicha relación. A la ciudad acuden mu­
chos indios pobres y enfermos que no hallan ni dónde curarse ni
quién los cure. La Audiencia ha de elegir sitio para un hospital
y hacer un presupuesto de gastos que mandará a la mayor bre­
vedad.
80— 1553. Octubre 9. A Luaro de Sosa. Que en la flota que
está puesta en San Lúcar para salir a Indias van algunos solda­
dos a costa de averiar, y llevan artillería y municiones, y como es
posible que algunas de las naves la tuvieren que echar a pique por­
que estuviese muy averiada para el regreso, manda que si esto
sucediere, en Nombre de Dios haga repartir los soldados y artillería
de la dicha nave en las otras de la flota hasta la Habana, donde
los repartirá el capitán general Cosme Rodríguez Farfán, como
mejor le pareciese.
81— 1553. Valladolid, noviembre 4. A Suaro de Sosa, gober­
nador de Castilla de Oro. Incluye una cédula anterior sobre la
costumbre de algunos escribanos de renunciar sus oficios en perso­
nas que no tienen para ello titulo de Su Majestad, de donde resul­
tan fraudes para su hacienda. Manda que en adelante ningún
escribano que no tenga título de Su Majestad sea osado a desempe­
ñar estos puestos, bajo pena de cien mil maravedíes para la real
cámara (cédula dada en Monzón a 19 de octubre de 1547).
Luégo ha sabido por el doctor Berástegui, fiscal de Su Majes­
tad, que Diego Salcedo, escribano de número de Nombre de Dios,
renunció a favor de Francisco de Quejada, y que fue admitido a
dicho oficio por Sancho de Clavijo, no obstante la citada cédula,
que no consienta que Quejada use de su oficio, y que si algún de­
recho pretende tener reclame ante el Consejo.
82 —1553. Junio 2. Acerca de lo que proveyeron los licen­
ciados Briceño y Montaño para que el licenciado Juan de Galarza
entregue a Diego de Robles por inventario todas las cédulas e ór­
denes reales y otros oficios que tenga de la audiencia.
Estas cédulas son: las expedidas en Valladolid de fechas 22 de
febrero de 1549 (véase número 21); 1.® de junio de 1549; 20 de
marzo de 1552 (véase número 68); 17 de julio de 1549 (número
30); 16 de abril de 1550 (número 45); 21 de marzo de 1551 (núme­
ro 58); 9 de octubre de 1549 (número 37); 13 de febrero de 1551
(número 57'; 7 de junio de 1550 (número 48); 11 de marzo de 1550
(número 44); 9 de octubre de 1549 (número 35); 22 de junio de
1549; 4 de septiembre de 1550; 29 de octubre de 1549; dos sobre
el mismo asunto de que informen qué personas han ido a ese
reino; mayo 31 de 1549 (número 23); de 26 de septiembre de 1550;
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dos de 9 de octubre de 1550; y 4 de septiembre de 1551 (número


66); 16 de julio de 1550 (número 51); 4 de mayo de 1550; 9 de
junio de 1549 (número 27); dos de la misma fecha (números 25 y
26); 9 de junio (número 24).
Estas fueron las que Galarza entregó y que estaban en ¡os li­
bros de la audiencia. Las relacionadas con las visitas de los oido­
res dijo que las tenía por orden del mariscal Jiménez de Quesada.
Además entregó otras que no estaban en el inventario: las de Va­
lladolid de 7 de febrero de 1555; de 13 de febrero de 1554 (1); de
15 de diciembre de 1544 (número 9); de 11 de diciembre de ( -44
(número 8); de 6 de junio de 1543; de 13 de febrero de 1545, y
una de Madrid de 29 de noviembre de 1546.
Son las que el licenciado Galarza dice haber recibido de Ar-
mendáriz. Entregó otra que no se ha jurado en este reino y dijo
que no tenía más.
83— 1553. Octubre 9. Carta del rey sobre las personas que
vienen a este reino. Recuerda la cédula de 24 de abril, en que dis­
pone que los que fuesen a ese reino sin licencia o los que fuesen
con oficio y no se hiciesen cargo de él, sean echados (véase número
77). Para mejor cumplimiento de este mandato ordena que se ten­
ga un libro de pasajeros en que se anoten las personas con las
licencias que llevaren.
84— 1553- Noviembre 4. Presidentes y oidores de la audien­
cia. Sobre conquistas, entradas y descubrimientos y que no se ha­
gan más en adelante. No obstante que ya en cédula anterior se
había prohibido hacer entradas y descubrimientos por el daño que
se hace a los indios en cuya conservación está interesada la corona,
se ha sabido que en la Española se prepara una expedición para la
provincia de Santa Marta. Ordena que no se le dé cutso y que lo
mismo se suspenda cualquiera otra que estuviese en vía de ejecu
ción. Repite la prohibición de hacer conquistas, bajo pena de la
vida y pérdida de bienes de quien lo intentare.
85— 1553- Noviembre 17. Carta de Su Majestad a la audiencia
sobre las ordenanzas de la Contratación. Remite una copia de éstas,
impresa, autorizada por la firma de Sámano, con ¡as ordenanzas
de la casa de Contratación de Sevilla sobre la manera como se han
de hacer con ella los tratos y comercio. Manda se haga pregonar
para que sea de todos conocida.
86— 1553. Diciembre 20. Cartas del rey de capítulos de la
audiencia. Que averigüen de los indios viejos, bajo juramento, cuá­
les eran los tributos que los súbditos pagaban a sus caciques en
tiempo de su infidelidad y digan su equivalente en pesos de oro, y
lo que pagaban los señores y caciques secundarios al principal.
Cuáles escrituras, tablas u otras cuentas llevaban de sus tributos,
y los busquen, y de acuerdo con los religiosos los traduzcan; qué
gentes eran las que pagaban los tributos, si los soldados o los mer-

(1) Por el contenido de estas cédulas se ve que hay error en las


fechas. Deben ser de 1545 y 1544.
ARCHIVO DE INDIAS 585

caderes, o los labradores, y si había individuos exentos de ese


pago. El tiempo acostumbrado para hacer el pago y orden que
guardaban para ello. Si los pagaban en relación con las tierras
que cultivaban, o de las haciendas que poseían, o por otras causas.
Si los tributos que pagaban eran solariegos o por razón de su seño­
río universal o particular. Si los tributos con que acuden ahora a
sus caciques son los mismos que entonces pagaban o si han varia­
do. Digan qué señores ejercían mando por sucesión y cuáles por
elecciones de los mismos indios, y qué juramentos y poder tenían
en tiempos pasados y los que ahora tienen; si los tributos que
los españoles impusieron cuando entraron y conquistaron esas tie­
rras fueromlos mismos que los indios pagaban a sus caciques, y si
para los tributos que impusieron después, se informaron de lo que
pagaban, para igualarlos. Si cuando se repartió la tasa de I<>s tri­
butos se convocó a los pueblos para consultarlos, y si éstos acepta­
ron voluntariamente. Si al imponer los tributos tuvieron en cuenta
que quedara a los naturales con qué sostener su casa, casar y dotar
sus hijos, atender a sus enfermedades y con qué emprender en
algún oficio en que fuesen hábiles. Indiquen quiénes son los que
pagan tributo, si los labradores o los comerciantes, y si son pobres
o ricos y qué género de hacienda tienen; y averigüen, de acuerdo
con los religiosos y personas de conciencia, cuál suma pueden pagar
a Su Majestad sin causar perjuicio al servicio de Dios y de modo
que pueda conservarse la tierra en paz; y vean si los diezmos
están bien distribuidos, si convendría cobrar a los negociantes la
décima parte de lo que venden o si sería mejor cobrar por cabezas;
que en todo caso no sean mayores a las que pagaban en su infi­
delidad, ni tanto que privaran a los naturales de su condición de
hombres libres. Si para las respuestas hubiese diversos pareceres,
cada cual expondrá el suyo alegando las razones en que lo funda.
87—1554. Valladolid, abril 27. Al gobernador de Tierra
Firme. Fue ordenado a Sancho" de Clavijo que de los indios que
en esa provincia fuesen dados por libres se hiciesen pueblos y se
congregasen para instruirlos en la fe y que vivan con policía, pero
muchos prefirieron quedarse con sus amos, y los que fueron a
poblado casi todos murieron, porque se Ies dio poco favor. En
Nombre de Dios y Panamá había muchos indios que servían en
las casas y que eran bien tratados e instruidos en la fe. Sancho
Clavijo puso en solicitud todos los muchachos, indios e indias que
recogió, y como no les querían remunerar su trabajo como lo de­
seaban, mandó hacer un pueblo y les repartió herramientas para
que trabajaran, pero como habían estado muy a sus anchas en casa
de sus amos, salían a pedir limosna de puerta en puerta, sin que
nadie les diese de comer, y murieron todos de hambre. Cuando se
recogían los indios para ponerlos en libertad, un vecino mostró
una cédula por la que se le dejaban los esclavos a perpetuidad,
porque con ellos había acrecentado la real hacienda en más de
$ 20,000. Manda se informe a Su Majestad sobre todo esto, y qué
cédula es la que autoriza a poseer esclavos y quién la tiene, pues
cree que sea falsa.
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88— 1554. Abril 21. Sobre cierta paga al adelantado Pedro


Hernández de Lugo dirigida a los «oficiales del emperador rey nues­
tro señor de la provincia de Santa Marta y Nuevo Reino de Gra­
nada.»
En la capitulación con Fernández de Lugo, de 20 de enero de
1535, se le reconocieron 4,000 ducados de oro para que le fuesen
pagados por los oficiales de la dicha provincia de Santa Marta, de
las rentas y derechos que hubiese, para ayuda de gastos de la con­
quista. También se le asignaron 329,000 de las mismas rentas por
lo que había dejado en Canarias. Que avisen por el primer navio
si estas sumas se han pagado en parte o en su totalidad y a qué
personas. En Santafé el 20 de marzo de 1556 mandaron esta cédu­
la a los oficiales reales.
89— 1554. Abril 21. A I03 oficiales del Nuevo Reino de Gra­
nada. Al consejo de Indias se han pagado al adelantado Pedro
Fernández de Lugo trescientos veinte nueve mil (maravedís?) que
le fueron debidos por capitulación. Es una repetición de la ante­
rior. Fue remitida a los oficiales reales junto con la anterior.
90 —1554. Mayo 10. Al presidente y oidores para que co­
nozcan de aquí adelante de los negocios que a aquella audiencia
ocurran de la provincia de Cartagena conforme a las que para ella
se ha dado. La provincia de Cartagena estaba bajo la jurisdicción
de la audiencia de Santo Domingo, pero en vista del deseo mani­
festado por muchos de sus vecinos de que se la adscriba a la de
Santafé, y vista la conveniencia de ello, así se resuelve.
91— 1554. Mayo 10. Al presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que no consientan ni den lugar que se haga venta de
indios ni por empeño ni permuta ni por otra alguna vía. Muchos
españoles han dado en ausentarse para ir a España o a otros luga­
res, y con este motivo venden las encomiendas que tienen, lo que
se ha de prohibir en absoluto bajo severas penas, por ser contrario
a las leyes.
92— 1554. Abril 27. Al presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que viendo que convenga acerca de lo que es necesa­
rio para la instrucción y conversión de los indios de los pueblos
que están en la corona real de aquella tierra y envíen relación de
lo que de ello hicieren.
Su Majestad ha sabido que no cuidan de instruir,' en la fe a
aquellos de sus súbditos que están bajo la real corona; que lo ha­
gan como se practica en el Perú y en Nueva España, llevando a
los muchachos y a los hijos de los principales a habitar en casas
cercanas a las de los frailes. Que las cosechas de maíz que se ha­
gan por cuenta de Su Majestad se destinen a su sostenimiento. Lo
mismo han de hacer los españoles que tienen indios encomenda­
dos. Deben tratar de reunir los muchachos en las doctrinas, para
lo cual constreñirán a los caciques a que habiten en los pueblos,
los que se han de hacer siempre en sitios sanos y fértiles. Leída en
la audiencia de Santafé el 20 de mayo de 1556.
93— 1554. Mayo 10. Al presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que se informe de lo que pasa sobre las personas que
ARCHIVO DE INDIAS 587

venden los indios que tienen encomendados, y los castigue con­


forme a justicia, y para adelante ponga el remedio que conviene
para que no se haga. Semejante a la número 91. Fue leída en la
audiencia el 2c de marzo de 1556.
94— 1554. Mayo 10. Al presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que hagan información personal con los que yendo
con el capitán Orsúa, por su mando a poblar el Valle de Tairona
hicieron malos tratamientos a los indios de Buriticá, y habida la
información los que por ella resultaren culpados, los castiguen.
La audiencia mandó a Pedro de Ursúa a poblar en el Valle
de Tairona, y sus soldados que fueron adelante hicieron muchas
vejaciones a los indios, quemándoles sus haciendas en Buriticá, a
consecuencia de lo cual se alzaron 400 pueblos en aquella tierra.
Que averigüe quiénes hicieron esos daños y quiénes robaron y
por mandato de quién, y se les castigue según las leyes. De todo
se dará cuenta a Su Majestad. Jurada en Santafé, en 20 de marzo
de 1556.
95— 1554. Noviembre 20. Para que ninguna persona de Tunja
a Tocaima pueda llevar indios cargados sin venir por esta ciudad,
ni pasarlos de ella, ni los encomenderos de ellos, bajo’ciertas penas,
y a las justicias que lo hagan pregonar y ejecutar. A los alcaldes
ordinarios y otras justicias de las ciudades de Tunja, Santafé y To­
caima. Por la real audiencia se ha tenido noticia de que de Tunja a
Tocaima, y viceversa, pasan con indios cargados, contraviniendo
a cédulas y cartas anteriores, y que para que en Santafé no se den
cuenta de ello los pasan por Cabañas Grandes. Repita la prohibi­
ción de cargar los indios y a los encomenderos de alquilarlos para
estos servicios. Ordena que los que lleven indios en estas direc­
ciones los pasen por Santafé. A los que llevaren indios cargados
se les decomisará la carga, y pagarán además $ 200 en oro, para
la real cámara, el denunciante y el juez que condene por terceras
partes. Si los pasaren sin carga, se les harán pagar los $ 200, y
si no los tuvieren, se les darán públicamente doscientos azotes.
Hágase pregonar en todas las ciudades.
96— r554. Ordenanza para el buen recaudo de la hacienda
real de las Indias. A los gobernadores, justicias, oficiales reales de
hacienda. Las cuentas de cada uno de los oficiales reales en las islas
y provincias deberán remitirse al principio de cada año, y serán fe­
necidas durante los dos primeros meses. Las cuentas se mandarán
a la audiencia correspondiente, y ¡as sumas al real consejo. Para
que esto se cumpla, si los oficiales no hubieren fenecido sus cuen­
tas en los dos primeros meses, seguirán traba jando’sin salario hasta
terminarlas.
97— 1554. Valladolid, mayo 10. Carta del príncipe a la
audiencia. Al presidente y oidores de la real audiencia del Nuevo
Reino de Granada. Por muerte del rey Eduardo, ha concertado
matrimonio con la serenísima reina María para acrecentamiento de
sus estados y paz de la cristiandad. Con este motivo se embarcará
en el puerto de la Corufta, dejando en su lugar y durante su ausen­
588 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

cia, encargada del reino a la serenísima princesa de Portugal, «a


quien vos encargamos que obedezcáis,» etc.
98— 1554. Mayo 10. Presidente y oidores de la audiencia
real del Nuevo Reino de Granada. <Vi ¡a letra del 12 de abril del
año pasado de mil e quinientos e cincuenta e dos años, y está bien
lo que decís que tenéis cuidado del cumplimiento de las leyes que
os mandamos enviar para que no se echen indios a las minas e se
quitasen los servicios personales, como lo haréis.» Manda que no
se hagan entradas, ni otros descubrimientos, ni se busque el Dora­
do, bajo penas muy severas, pues todo esto viene en detrimento
de los naturales. Que los oficiales que pasan de España a esas tie­
rras están obligados a usar sus títulos. Los indios de Tunja y Sa-
macá que fueron del capitán Juan de Pineda, fueron tomados por
los oficiales reales, en vista de que el difunto no dejó hijos legíti­
mos. Pide una vez más que se haga la tasación de tributos y demo­
ras. Se proveerá a que se manden sacerdotes a instruir a los indios,
y pide a la audiencia preste protección y ayuda a los que vayan a
ese reino. Manda que los oficiales reales no cobren derechos por las
causas fiscales, ni de las que se hicieren de oficio tocantes al ser­
vicio de Dios y de Su Majestad.
99— 1554. Septiembre 7. Al presidente'y oidores de la au­
diencia real del Nuevo Reino de Granada. Sobre lo que va a la
conversión e instrucción de los indios que están encomendados a
los españoles. Recuerda otra anterior real cédula en la que dice ha­
ber sido informado de que los encomenderos no cuidan de enseñar
la doctrina a los indios que siguen en la infidelidad. Los encomen­
deros están en la obligación de instruir a sus indios en la fe, de
protegerlos, defenderlos y darles buen trato. La audiencia averigua­
rá con acuciosidad quiénes no cumplen con estas obligaciones y los
castigarán con la pérdida de sus encomiendas y de los tributos que
hubiesen cobrado. Jurado en Santafé el 20 de marzo 1556.
100— Traslado de un capitulo de los que ordenaron los obis­
pos de Nueva España y algunos religiosos de la congregación
que tuvieron en la ciudad de Méjico el año pasado de quinientos
y cuarenta y seis. La concesión que la Santa Sede hizo de aquellas
Indias a los Reyes Católicos tuvo por objeto la conversión de los
habitantes a la fe. Después de largas consideraciones los obispos
convienen en que los encomenderos tienen la obligación de instruir
y convertir a los indios que les tributan, tratando de hacer iglesias,
que proveerán de todos los objetos del culto y de casas donde se
pueda celebrar el culto diario. Los confesores pondrán mucho cui­
dado en ver cómo consiguen que los encomenderos devuelvan a los
naturales las sumas malamente adquiridas. Los curas serán bien
provistos de alimentos por los encomenderos, quienes les propor­
cionarán vino, cera y lo demás que fuese necesario para el culto.
Lo mismo harán los oficiales reales en los repartimientos que están
en la real corona. En los pueblos grandes no deben contentar su
conciencia con un solo maestre, sino que pedirán al diocesano dos
o tres, y los que fuere necesario. En los pueblos pequeños tendrán
ARCHIVO DE INDIAS 589

iglesia decente, y para el sostenimiento del culto contribuirán los


encomenderos más cercanos.
101— 1554. >9 de febrero. Al presidente e oidores del Nuevo
Reino de Granada. Que en\íen la información que con é4a se les
pide sobre malos tratamientos que Juan Tafur ha hecho a ciertos
indios que tiene en encomienda, y llamado el fiscal de aquella
audiencia hagan sobre ello justicia a los culpables y envíen rela­
ción de lo que en ello hiciesen e proveyesen. El licenciado Agreda,
fiscal de Su Majestad en el Consejo de Indias, ha dado cuenta de
los malos tratamientos dados por Juan Tafur a los indios de su
encomienda, metiendo indios panches y caribes que había matado
a muchos y cometiendo grandes crueldades. Manda se le aprese y
se la entregue al fiscal, etc.
102— 1555. Febrero 18. AI presidente y oidores del Nuevo
Reino de Granada. Sobre lo de mestizos y mestizas de aquella tierra.
Los hijos e hijas de españoles son por lo general abandona­
dos, y se pierden y vuelven a la idolatría cometiendo otros delitos
y pecados de fornicación, adulterios, robos y muertes. Conviene
averiguar los mestizos que haya en cada pueblo y darles algún
oficio a los muchachos, y a las hembras ponerlas en servicio en
buenas casas. A los niños que los pongan a eJucar en colegios y
a las niñas en otros, separados, y darles estado. Esto se recomien­
da muy especialmente a los religiosos. Fue jurada en la audiencia
el 12 de agosto de 1556.
103 —155,5. Julio 5. Al presidente y oidores del Nuevo Reino
de Granada. Que hagan relación en los primeros navios si conven­
dría hacer arancel para los indios que sea más moderado que el
de los españoles, atenido a que tiene pequeñas haciendas, y en el
entretanto convenía que en los indios de aquella tierra se guarde
el arancel de estos reinos, que a los pobres no se lleven derechos.
104 —1555. Agosto 20. Inserta el aviso y orden que se ha de
tener en el embarcadero nuevo y navegación del río Grande de la
Magdalena y la entrada por el embarcadero de Vélez, cese para
que las justicias y alcaldes se guarde el dicho embarcadero y
río y otras personas lo guarden y excaven. Ha sido informado por
esa real audiencia de que el camino que va de Vélez, al puerto del
Magdalena es tan malo que por él no pueden pasar recuas, y se
siguen sacando las cargas a hombros de los naturales, con gran
perjuicio para sus vidas. Ordena que mientras no se abra un
camino, se saquen las cargas por el puerto que está junto a San
Sebastián de Mariquita, donde hay camino para recuas. Prohíbe
nuevamente el empleo de indios para la navegación del río, para
cuyo efecto se deberán traer negros. Que se abandone el camino y
puerto de Vélez, y el que pasare por él perderá la carga que lle­
vare, la tercera parte a favor del rey y las otras dos para el
demandador y el juez. Nadie podrá subir ni bajar el río sin per­
miso de la autoridad, bajo pena de multa para el real fisco.
105 —1554. Mayo 10. Los tres oficiales reales, tesorero, con­
tador y factor colocarán el producto de tributos de Su Majestad
590 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

en la caja de las tres llaves de que todos serán responsables. En la


misma arca deberá estar una copia del acta de las tasaciones, y los
oficiales llevarán cuenta aparte de lo que produzcan los tributos.
Las audiencias no podrán dar finiquito a los oficiales reales. Las
cuentas irán al Gran Consejo, único que podrá librarlos. Los oi­
dores jueces de cuentas, que tienen que trasladarse de un lado a
otro ganarán 25,000 maravedís cada uno, los que pagarán los ofi­
ciales reales. Manda a los presidentes, oidores y fiscales que a cada
flota que llegue hagan el avalúo de las mercancías, una por una,
para evitar los fraudes. Tendrán un registro en que conste la mer­
cancía de cada navio que llegare. Las mercancías han de llevarse
directamente a la casa de contratación, de donde no las podrán
sacar sus dueños mientras no estén en el arca de las tres lleves los
derechos que corresponden a Su Majestad. La paga de estos dere­
chos se hará en presencia de los oficiales y de los tres oficiales de
Su Majestad, se pondrán en el arca triclave y se sentará la partida
en los libros, que se colocarán en el arca, después de firmados.
«El arca de las tres llaves puede ser no muy grande y de madera
buena y gruesa y muy bien bardeada de barras de hierro y con
buenas cerraduras y llaves diferentes y que esté en parte segura
donde no le pueda suceder inconveniente alguno.» Las sumas que
en ellas se depositaren las echarán en presencia de los tres ofi­
ciales, después de que las hayan visto pesar. El oro y la plata se
harán quintar y marcar en el lugar más próximo en que hubiese
fundición, para evitar que se pierdan,como ya ha sucedido. Indica
la manera de hacer el remate. El tesorero firmará cada una de
las partidas que entren. No se ha de hacer libranza sobre la caja
real sin previa licencia.
106— 1555. Septiembre 5. Para que en las Indias no sean
proveídos de corregimientos ni de otros oficios de justicia ningu­
nos hijos ni hermanos, ni suegros, ni yernos, ni cuñados de nin­
gún presidente, ni oidor ni fiscal de ninguna de las audiencias.
Como el empleo de estos cargos en miembros de una misma
familia producen graves inconvenientes queda prohibido, bajo
pena de mil pesos de oro al que lo infringiere.
107— 1555. Septiembre 9. Cartas y capítulos de Su Majestad
a la audiencia. A esa audiencia corresponde hacer la tasación de
indios de la provincia de Popayán, lo que aún no ha procedido a
ejecutar. Ordena que manden al licenciado Tomás López y al oidor
Santiago para que la hagan de acuerdo con el obispo de Popayán.
Que después de jurar ante el sacerdote, libres de todo odio proce­
dan a hacer la tasación de las encomiendas dadas a los pobladores
y a los conquistadores, según el número de habitantes, la calidad de
la tierra y de acuerdo con lo que pagaban a sus antiguos caciques.
El tributo deberá ser bastante moderado, de manera que quede a
los naturales con qué sostener sus casas y dotar a sus hijos e hijas
y les sobre para atender a sus enfermedades y otras necesidades.
Han de darles facilidades para que más bien enriquezcan que em­
pobrezcan. No se les obligará a servicios personales ni se les
echará a las minas. Se hará una lista de encomiendas en que cons­
ARCHIVO DE INDIAS 591

tará lo quecada indio ha de pagar a los oficiales reales o a los enco­


menderos, la que se pondrá en conocimiento de los indios hacién­
doles comprender que nunca, por ningún motivo, ni directa, ni
indirectamente, se les cobrarán ptros tributos, ni se les podrá man­
dar a trabajos personales. Al que cobrare una suma mayor de la
estipulada, se le castigará la primera vez haciéndole pagar cuatro
tántos más para la cámara de Su Majestad; la segunda vez perde­
rá la encomienda y otros bienes que tuviese de los indios, más la
mitad de su hacienda. Una copia de la tasación quedará en cada
pueblo en poder del cacique, a quien se la leerá por medio de in­
térprete, y otra en manos del cobrador para que no pueda alegar
ignorancia. Al Consejo se le enviará traslado de cada tasación
explicando bien el porqué de ella. La audiencia dará las más ins­
trucciones que creyere al oidor que envíe, al obispo y a las otras
personas que intervinieren. El visitador hará guardar lo prevenido
en las cédulas, especialmente en lo que se refiere a que no se. man­
de a ios indios a cargar. Jurada en Santafé el 29 de abril de 1557.
108— 1555. Septiembre 14. Al presidente y oidores del Nue­
vo Reino de Granada. Que guarden las leyes de estos reinos que
disponen sobre el conocer de las causas civiles y en lo que a cau­
sas criminales no conozcan si no fuere conforme a las ordenanzas
de las audiencias reales destos reinos. Los oidores de las audien­
cias han dado en conocer cada uno por sí de las causas civiles y
criminales que se debe remediar, para que en esa audiencia no se
haga lo que en otras. Mande que se sigan las leyes del reino y que
en lo criminal no se haga nada que no sea conforme a las ordenan­
zas de las audiencias de esos reinos. Obedecida en Santafé a 8 de
ebrero de 1557.
109— 1555. Septiembre 14. Nuestro presidente e oidores de
la audiencia real del Nuevo Reino de Granada. Incluye la cé­
dula de 27 de noviembre de 1548 (véase número 18), en que
manda hacer una estadística de los indios de ese reino enco­
mendados y vacíos para que se haga una partición justa, de­
jando a Su Majestad la parte que correspondiere y lo demás a los
conquistadores, a sus mujeres e hijos, y a los demás españoles que
hubiera, teniendo en cuenta los méritos y servicios de cada cual.
De todo ello darán relación escrita, diciendo la renta que cada
encomienda produce a su dueño. Pedro de Colmenares, procurador
general de ese reino, ha dado cuenta de que esa cédula no ha sido
cumplida y de que la mayor parte de los repartimientos están en
manos de españoles recién llegados, que no han prestado ningún
servicio. Manda que se cumpla y que en el término de un año, a
contar de la notificación de la cédula, deben enviar noticia al con­
sejo, de lo cumplido.
110— 1555. Septiembre 34 Sobre carta para que una persona
de esta corte vaya a la ciudad de Tunja a ejecutar la provisión de
la tasación a cuenta de los vecinos de Tunja a pedimento del
fiscal. Repite la cédula de a de abril,en que recomienda a los oido­
res que, Acompañados del obispo, hagan la tasación de los tribu­
592 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

tos y demoras que han de pagar los indios de la provincia de Tun­


ja. Deberán ante todo informarse de la cantidad de naturales y
principales de cada repartimiento, la calidad de la tierra y lo que
cogen y crían en ella, de las granjerias y contrataciones que tienen,
y de lo que buenamente pueden dar. Las listas que se hagan se
le entregarán al juez Juan de Penagos, se harán pregonar y se
entregarán a los encomenderos y a los capitanes y caciques. A los
que no cumplieren se les harán pagar 500 pesos de multa «para la
mía cámara.» La cédula fue pregonada en Tunja y en Santafé, y
sin embargo no se ha cumplido. No se dijo a los caciques lo que
habían de pagar, y con mil pretextos de que no se podían sostener
con tan poca paga, etc., los encomenderos seguían cobrando a su
arbitrio. Ordena a la audiencia que se traslade a Tunja, que reúna
a los encomenderos y vaya con ellos a los cacicazgos llevando
intérpretes, si lo creyere conveniente. La autoriza para que apre­
henda a quienes hayan abusado, a los que podrá encausar, encar­
celar, retenerles sus bienes y aplicarles las penas indicadas. La
cédula fue pregonada, y Miguel Patarroyo juntó a los encomen­
deros y caciques y les puso la cédula en conocimiento.
ni —1555. Septiembre 24. Sobre carta para que una persona
vaya de esta corte a la ciudad de Vélez a ejecutar la provisión
de tasación. Dirigida a Pedro Rodríguez. Inserta la cédula de abril
de 45, que se pregonó en Vélez. Orden a que la audiencia envíe a
uno de sus oidores a hacer presentes las tasaciones a los encomen­
deros, caciques y capitanes. Por cada tasación que se haga paga­
rá el encomendero tres pesos de buen oro y lo mismo el cacique
o capitán.
112— 1555. Toledo diciembre 11. A la audiencia del Perú y
gobernador de Tierra Firme. Que a esas partes han pasado cléri­
gos con hábito de frailes que son de la orden de la Trinidad; man­
da que no se permita a éstos ni a ningunos otros frailes que no
sean de las órdenes de santo Domingo, san Francisco y san
Agustín hacer monasterios en esas partes.
113— *556- Septiembre 29. Valladolid. Presidente y oidores
de la nuestra audiencia real, etc. Sobre tasación de indígenas en
ese reino y provincia de Popayán, donde aún no se ha hecho y
convendría enviar al oidor licenciado Tomás López, y si no estu­
viese allí lo reemplace el licenciado oidor Santiago, los que lo ha­
rán de acuerdo con el obispo, que tiene gran conocimiento de la
tierra, etc. Es una repetición de la que lleva el número 107.
114— 1556. Enero 16. Bruselas. Carta de Su Majestad a la
audiencia. «El rey don Carlos nuestro señor escribe.» La guerra
que ha tenido que hacer a Alemania y tántos años de lucha con­
tra los enemigos y la herejía lo tienen enfermo de varios años a
esta parte, y se siente con escrúpulos para gobernar. En tal virtud
cede la corona de todos los reinos de Castilla y León con todas
sus dependencias a su hijo don Felipe.
(Continuará).
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA 593

flCflDEíDlfl nflClODflb DE BISÜORIfl


(Extracto de actas).

I* DE JULIO

El señor Bejarano da las gracias por su nombramiento de


miembro de número, en reemplazo del señor Chaux.
Laoñcina de Circulación y Canje de publicaciones oficiales de
El Salvador solicita cambio con las publicaciones de la Academia.
La Sociedad Geográfica de Colombia comunica que se le ha
destinado la planta baja del Observatorio Astronómico para local
de ella, y que ha reanudado allí sus tareas.
La Biblioteca Pública de Nueva York y la Universidad de
Missouri manifiestan el deseo de recibir los volúmenes de \^. Biblio­
teca de Historia Nac:onaly el Boletín de la Academia.
El tesorero, señor Cortázar, informa que ha recibido parte de
los fondos de la anterior junta de festejos, destinados para el mo­
numento al sabio Mutis, y que próximamente se le entregará el
resto.
El señor ministro de Obras Públicas solicita el concepto de la
Academia sobre el sitio aprarente para colocar la estatua del doc­
tor José Ignacio de Márquez.
El señor Orjuela presenta su renuncia de miembro de número,
por no poder asistir a las sesiones, a causa de su mala salud. Se
resolvió pedirle que retirara dicha dimisión, por estimar la Acade­
mia que él le presta siempre valiosos servicios.
El señor ministro de Instrucción Pública envía un memorial
del señor Francisco Albán, relacionado con la conmemoración de
la batalla de Barbacoas.
El señor Otero D’Costa presenta un informe sobre el libro
Leyendas Históricas, del señor M. J. Forero.
El señor Restrepo (Eduardo) informa verbalmente que asistió
a la exhumación de los restos del procer Ignacio Herrera, para lo
cual había sido comisionado, y que éstos fueron hallados e iden­
tificados.
El doctor Gómez Calvo hace una lectura sobre recuerdos de
su vida, relacionados especialmente con la historia de Bogotá.

15 de j u l io

El señor Rivas comunica de Caracas la muerte del director


de la Academia de Historia de Venezuela, señor Tejeiro, y que
ofrendó una corona en nombre de la de Colombia. Se acordó una
moción de pésame a aquel instituto.
El señor Triana solicita el informe sobre su libro La Civiliza­
ción Ch'bcha, que presentó a la Academia hace algunos meses y
que fue pasado en comisión.
xiv—38
9

594 BOLETIN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

El señor Samper y Grau envía una copia de la partida de


defunción de la señora Teresa Rodríguez de Toro, esposa del Li­
bertador.
La dirección de Mundo al Día manifiesta el deseo de publicar,
en su edición del 20 de julio, un pensamiento de cada uno de los
miembros de la Academia, relativo a la fiesta nacional.
El señor tesorero nacional avisa recibo de la suma de tres
mil pesos ($ 3,000) que en calidad de reintegro le envió el teso­
rero de la Academia y que habían sido destinados para los festejos
en 1923, y los cuales no fueron gastados.
El señor juez 3.0 superior solicita el salón de la Academia
para la celebración de un juicio criminal. Se resolvió manifestarle
que, según la ley, solamente puede destinarse para las sesiones de
corporaciones científicas.
Son presentados como candidatos para miembros corres­
pondientes los señores D. García Vásquez, P. A. Zubieta y Gui­
llermo Sherwell.
El señor León Gómez informa favorablemente scbre el libro
Historia de Agua de D os, escrito por el señor A. Gutiérrez. Se
resuelve pedir ai ministerio de Gobierno su publicación en la Im­
prenta Nacional.
El general P. E. Escobar envía un interesante documento
sobre Bolívar, que halló en una de las notaiías de Popayán y que
es desconocido. Presenta igualmente interesantes fotografías del
Juanambú, Berruecos y otros lugares históricos.
El concejo municipal de Cali comunica que ha comisionado
a los señores D. García y E. Palacios para que reciban y conduz­
can a Cali los restos del procer señor Ignacio Herrera.
El señor rector del colegio del Rosario comunica que dicho
plantel tributará honores en la capilla del colegio y celebran! una
misa de requ;cm a los restos del mencionado procer.
Se resuelve pedir a la Cruz Roja colombiana que suprima de
su hoja de propaganda la frase que dice «la única bandera limpia
de la tierra,» porque afecta el sentimiento patriótico.
E¡ señor Matos Hurtado remite el índice de su obra Com­
pendio de la h 'sloria de la literatura colombianaf que tiene escrita
y la cual presentará en próxima sesión.
Se autoriza a la comisión de la mesa para prestar el salón,
para las conferencias del congreso de misiones, caso de ser solici­
tado para ello, como lo anunció el señor Guerra.
Se nombra una comisión para que solicite de los señores pre­
sidente de la República y ministro de Obras Públicas, el edificio
de Santa Inés, donde estaba la escuela de Medicina, por ser más
adecuado para la biblioteca, archivo y sesiones de la Academia,
que el que tiene actualmente.
I.° DE AGOSTO

El centro vallecaucano de historia avisa que el doctor García


Vasquez está comisionado para conducir a Cali los restos del pro­
cer Ignacio Herrera.
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA 595
»

La Cruz Roja manifiesta que el prospecto a que hizo alguna


observación la Academia fue tomado de una edición extranjera, y
que en adelante se suprimiría la frase relativa a la bandera, que fue
impugnada.
La Academia de Historia de Caracas expresa stpagradeci-
miento por la condolencia que se le dio en la muerte de su director.
El señor notario de Valledupar envía algunos anagramas de
Bolívar, Sucre, Miranda, Páez y Ricaurte.
El comité del Congreso Científico de Lima avisa que se ha
aplazado su reunión hasta el 20 de diciembre.
El ministerio de Relaciones Exteriores comunica que la Bi­
blioteca Real de Madrid solicita las publicaciones de la Academia
y ofrece enviar otras en canje.
El señor Jaime Ferro remite algunas inscripciones indígenas
copiadas por él en las vecindades de Nemocón y Suesca.
El señor Matos Hurtado presenta el manuscrito de su obra
Compendio de la historia de la literatura co'ombiana.
El señor Arrubla presenta impreso el tomo xix del Archivo
Santander, y el señor Zubieta la obra que acaba de publicar, inti­
tulada Apuntaciones sobre lasprimeras ms iones diplomáticas de Co­
lombia.
El bibliotecario déla Acadenia, señor Mesa, da cuenta de
las donaciones de libros y folletos que se han recibido, entre ellas
una abundante del señor Otero D’Costa.
Se pide un informe de la comisión de monumentos públicos.
El secretario presenta impreso el folleto del señor encargado
de negocios del Brasil, señor Guimareas, intitulado Bolívar y el
Brasil.
El señor Quijano hace la lectura quincenal, la que versó sobre
las relaciones entre Colombia y Bolivia y sobre episodios de la
vida de Melgarejo.
I.° DE SEPTIEMBRE (i)

El concejo municipal de Mariquita envía a la Academia su


felicitación por la erección del busto de Mutis, y se adhiere a este
homenaje.
La gobernación del Magdalena comunica a la Academia que
ésta ha sido designada como jurado calificador para discernir el
premio en el concurso histórico con motivo del cuarto centenario
de la fundación de Santa Marta.
La Junta organizadora de la recepción de los restos del señor
César Conto, en Quibdó, invita al presidente.de la Academia para
aquel acto, que se verificará el 12 de octubre.
El concejo municipal de Cali da las gracias por las gestiones
de la Academia en la exhumación e identificación de los restos del
procer señor Ignacio Herrera.

(1) El 15 de agosto no hubo sesión.


596 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

La Academia de Historia de Venezuela comunica que fue ele­


gido director de ella el señor L. Vallenilla Lans, por el tiempo
que falta del período reglamentario.
El señor Martín Medina envía de Turmequé el Repertorio Be-
yacense^ en el cual hay un trabajo de él sobre nombres geográficos
indígenas.
La Biblioteca del Congreso, de Washington, solicita el envío
del volumen iv de las Crónicas de Bogotá.
El señor J. M. de Sucre, de Barcelona (España), solicita al­
guna obra relativa al Mariscal de Ayacucho, con quien, dice, está
vinculado por su sangre y su apellido.
El señor Tulio Samper envía de Barranquilla las partidas de
bautismo y entierro del general don Miguel de la Torre.
La comisión de presupuestos de la Cámara de Representan­
tes pide datos sobre la manera como se invierte la suma de cinco
mil pesos ($ 5,000) para los festejos patrios, por cuanto algunos
miembros encuentran excesiva dicha cantidad. Se ordenó publicar
la relación de dichos gastos.
El doctor Zawadsky, párroco de Sevilla (Valle), desea saber
la opinión de la Academia con respecto a no haber aceptado el
concejo municipal de aquel lugar el retrato de Bolívar que le
obsequió dicho presbítero.
El señor Ernesto Restrepo manda de Sevilla (España) unas
copias fotográficas del retrato de Rodrigo de Bastidas, que él ha
encontrado en aquella ciudad, y de un documento antiguo en el
cual se asegura que Jiménez de Quesada era natura! de Granada.
El general R. Negret remite de Popayán un estudio sobre la
campaña del sur, y las batallas de Bomboná y Junín.
El señor Rogelio García envía una carta sobre la investigación
del nombre del primer buque que navegó en el Magdalena.
Los directores de El Comercio de Lima solicitan una relación
sobre la historia de la Academia y fotografías de sus miembros,
para el número extraordinario que se propone publicar en el cen­
tenario de Ayacucho.
El señor E. Ronderos envía un ejemplar de un folleto que ha
publicado sobre asuntos morales e higiénicos de Bogotá.
La Guía Periodística Argentina. de Buenos Aires, anuncia
que próximamente aparecerá la segunda edición, y desea para ella
datos sobre la revista de la Academia.
El señor Restrepo (Eduardo) informó sobre el proyecto para
conservar los documentos y objetos históricos y prohibir su expor­
tación.
El señor Zuleta hizo una nueva lectura sobre el asunto de si el
apellido del fundador de Popayán es Belalcázar o Benalcázar.
Se citó a la comisión de la mesa para una reunión en la alcal’
día, a fin de tratar con el señor encaigado de negocios de España
y la Sociedad de Embellecimiento sobre la conveniencia de volver
a llevar los restos de Jiménez de Quesada a la Catedral.
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA 597

15 DE SEPTIEMBRE

El señor gobernador del Magdalena remite la ordenanza de


1921, sobre honores a la memoria de Rodrigo Bastidas, y el de­
creto en desarrollo de dicha ordenanza, en los cuales se abre un
concurso histórico y se nombra como jurado a la Academia.
El señor ministro de Relaciones Exteriores del Perú invita a
la Academia, en nombre del gobierno de dicha nación, a hacerse
representar en las fiestas con que se celebrará en Lima el centena­
rio de Ayacucho.
La revista Santafé y Bogotá pide una lista de las personas
que, en esta capital y en los departamentos, se interesen por la
investigación y el estudio de escritos históricos y científicos.
El señor Gregorio Gonzalo Londoño manifiesta desde Lima su
agradecimiento por el nombramiento de’miembro correspondiente,
cuya medalla y diploma, dice, le fueron entregados en la legación
de Colombia en aquella ciudad, y en presencia de la colonia co­
lombiana y de varios distinguidos peruanos.
Los señores Restrepo Mejía y Bejaraño informan sobre la can­
didatura para miembro correspondiente del señor Demetrio García
y piden sea aceptado en tal carácter. Así lo aprueba la corporación.
El señor Monsal/e lee un nuevo capítulo de su refutación a la
obra Bolívar y la posteridad, del señor C. Hispano.
Se leen varias notas y cartas de bibliotecas y universidades
extranjeras, que solicitan el Boletín de la Academia y volúmenes
de la Biblioteca de Historia Nacional.
I.° DE OCTUBRE

La Sociedad Geográfica de Colombia solicita el salón de se­


siones de la Academia para la reunión solemne que celebrará en
memoria del general Codazzi.
El doctor García Vásquez agradeced nombramiento de miem­
bro correspondiente.
El señor director de la Bibioteca Municipal de Guayaquil
anuncia el envío de varias publicaciones del Ecuador y solicita las
de la Academia en canje.
El señor Justiniano J. Pérez avisa de Ocaña haber mandado
un ejemplar del libro intitulado noticias históricas de la ciudad y
provincia de Ocaña desde 1810 hasta la guerra de tres años, del
cual es autor.
El señor director de Instrucción Pública del Magdalena en­
vía un ejemplar del decreto por el cual se ordena la erección de
una estatua a Rodrigo Bastidas y se abre un concurso para el cual
ha sido designada.la Academia como jurado calificador.
El señor Roberto Triana participa que un grupo de jóvenes
aficionados a las investigaciones históricas ha resuelto constituir
un centro para trabajar en estos estudios y solicita el salón para
sus primeras sesiones.
598 b o l e t ín d e h is t o r ia y a n t ig ü e d a d e s

El señor ministro de Gobierno comunica que se dará la orden


para imprimir la Historia de Agua de Dios, de que es autor el señor
A. Gutiérrez, tan pronto como se acuerden las bases de la publica­
ción, de conformidad con el informe de la Academia.
El señor A. M. Candioti, cónsul de la Argentina en Sofía
(Bulgaria), solicita algunos trabajos de la Academia que le sirvan
para el curso que dicta sobre historia del progreso intelectual de
la América española en la facultad de filosofía de dicha ciudad.
El señor Monsalve obsequia a la biblioteca de la Academia
gran número de libros y folletos cuya lista acompaña.
El señor Posada presenta un informe sobre los primeros va­
pores que subieron en el Magdalena, así en la parte baja del río
como en la parte superior, o sea hasta Neiva.
Son nombrados, para el nuevo período, presidente y vice­
presidente los señores Monsalve y Otero D*Cost,a, respectiva­
mente; y reelegidos, por aclamación para los puestos de secreta­
rio auxiliar, tesorero y bibliotecario, los señores Posada, Cuervo,
Cortázar y Mesa.
Se aprueba una proposición en la cual se solicita del congre­
so la reforma de la constitución en el sentido de volver a señalar
el i.” de febrero como fecha de la reunión de las cámaras legisla­
tivas, en vez del 20 de julio, pues este aniversario, con motivo de
tal reunión, se ha vuelto únicamente día político y se olvida la
conmemoración de los recuerdos gloriosos de la patria.
Se leen numerosas comunicaciones de muchos puntos del país
y del extranjero, en las cuales solicitan datos y aclaraciones relati­
vos a puntos históricos.
28 DE OCTUBRE

(Sesión pública).
El Secretario lee el informe sobre las labores de la Academia
durante el año.
Toman posesión de sus puestos los nuevos dignatarios, señores
Monsalve y Otero.
Se le da al doctor Marroquín el diploma de miembro de nú­
mero, y pronuncian él y el señor Restrepo Mejía los discursos del
caso.
3 DE NOVIEMBRE

El señor Carlos Infante envía un libro manuscrito que contie­


ne sus recuerdos personales y políticos.
El señor ministro de Obras Públicas pide un informe sobre la
compra o cesión gratuita de la biblioteca Jorge Pombo.
El señor ministro de Gobierno comunica que los tomos repe­
tidos del Boletín de Historia que existen en el archivo del congre­
so y que fueron solicitados, los ha destinado para la biblioteca de
ese ministerio, y no puede por eso enviarlos a la Academia.
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIÁ 599

El señor ministro de Instrucción Pública manifiesta que no


puede dar útiles de escritorio para la Academia, pues el departa­
mento de provisiones ha comunicado que carece de partida para
tal gasto.
El señor M. Medina, de Turmequé, envía un trabajo arqueo­
lógico sobre la provincia de Sugamuxi.
Se presenta un saludo de la Academia a la Sociedad Boliviana
y se hacen votos por el feliz éxito de ésta.
Se propone como candidato para miembro correspondiente al
señor J. M. Saavedra.
Se encomienda al señor Triana la delegación de la Academia
en el Congreso Científico que tendrá lugar en Lima, en unión del
señor Lozano, nombrado anteriormente.
Se autoriza al bibliotecario para que disponga de algunos
ejemplares- del volumen xix del Archivo Santandct, para canjes
con bibliotecas y corporaciones extranjeras.
Se confiere al señor Bejarano la representación de la Acade­
mia en los festejos del centenario de Ayacucho, en el Perú.
Se dispone prestar el salón para la exposición de los proyec­
tos sobre el monumento conmemorativo de dicha batalla.
Se nombra una comisión para disponer el programa de la
colaboración de la Academia en dicho centenario.
Se leen varias comunicaciones de establecimientos y socie­
dades extranjeros que solicitan las publicaciones de la Academia
y agradecen las que se les han enviado.

15 DE NOVIEMBRE

Se trata sobre la participación que tomará la Academia en


los festejos del centenario de Ayacucho en esta ciudad y se desig­
nan varias comisiones para acordar el programa.
Es presentado como candidato para miembro correspondien­
te el coronel Carlos Cortés Vargas.
La municipalidad de Mompós envía la resolución por la cual
se comemora el tiiunfo de las armas republicanas de esa ciudad
el 19 de octubre de 1812.
Se acuerda gestionar ante el congreso la expedición de la ley
sobre el monumento a los conquistadores.
La municipalidad de Mariquita comunica que desea levantar
sendos monumentos en henor del sabio Mutis y de Jiménez de
Quesada, y solicita el apoyo de la Academia a fin de conseguir
un auxilio de las cámaras legislativas.
Los señores Hermes García y Jorge Matéus envían sus libros
Falsos postulados nacionales y Contra viento y matea.
El señor Zuleta da lectura a un estudio sobre el señor Bel-
trán de Caicedo.
El secretario informa que se ha publicado una nueva biogra­
fía de Córdoba, de que es autora la señora María Wiesse de Sabo­
gal, y presenta un ejemplar de dicha obra.
600 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

IDE DICIEMBRE

Se resuelve hacer una sesión especial el día del centenario


de la batalla de Ayacucho.
Se designa el jurado para la exhibición de vitrinas, de acuer­
do con lo solicitado por la sociedad de embellecimiento.
Se solicita nuevamente del ministerio de Gobierno hacer
publicar en la Imprenta Nacional la obra del señor A. Gutiérrez,
intitulada Historia de Agua de Dics.
El señor Bejarano da las gracias por su nombramiento para
representar la Academia en los festejos que habrá en Lima con
motivo del aniversario de Ayacucho.
El señor ministro del Perú acusa recibo de la comunicación
en la cual se le participó el nombramiento de los señores F. Loza­
no y M. Triana para el Congreso científico panamericano, y ex­
presa su reconocimiento por dichas designaciones.
La junta de embellecimiento del parque de la Pola y avenida
Agustina Ferro, de Ocaña, solicita datos biográficos de esta última
heroína.
El centro de historia de Tunja manifiesta la conveniencia de
que la Academia haga editar algunas nuevas obras hoy agotadas,
como las de Zamora, Ocáriz, Herrera y Oviedo.
Los señores Caicedo y Zuleta informan sobre la candidatura
del coronel C. Cortés para miembro correspondiente; y es elegido
dicho señor de acuerdo con lo solicitado por los informantes.
El señor Gómez Restrepo informa sobre la obra Compendio de
la historia de la literatura colombiana por el señor Matos Hurtado,
de la cual dice sería muy conveniente su publicación.
Se aprueba una proposición sobre nombramiento de una comi­
sión que estudie el libro sobre el asesinato del general Sucre, que
acaba de publicar en el extranjero el señor Pérez y Soto.
Se abre un concurso para premiar el mejor trabajo de historia
nacional que se escriba en el año.
Se nombra una comisión para que dé su concepto cada vez
que se trate de adquirir objetos históricos para la quinta de Bo­
lívar.
IO DE DICIEMBRE

(Sesión pública).
El secretario lee el parte detallado de la batalla de Ayacu­
cho firmado por el general Sucre y la proclama que éste dio des­
pués de la victoria.
El señor Monsalve hace una exposición sobre la influencia de
Bolívar en aquella campaña y en esa jornada decisiva.
El señor García Ortiz pronuncia un discurso relativo a algu­
nas cartas del general Córdoba que posee originales y que aún
están inéditas.
El señor Cortés Vargas lee un capítulo de su libro Partie ¿pa­
sión dt Colombia en ¡a libertad del Perú.
DISCURSO DEL SEÑOR MONSALVE 601

DISCURSO DEL SEflOR monSflhVE


Señor Presidente de la Academia, señoras y señores:
Cordialmente agradezco las benévolas frases con que me acaba
de honrar el señor Presidente de esta corporación, hijas principal­
mente de esa benevolencia que en todo tiempo lo ha caracterizado.
Bien sé que no tengo mérito alguno para venir a ocupar el
puesto de Presidente de esta docta, laboriosa y proficiente socie­
dad que con tantos títulos tiene adquirida ya la gratitud de la
Patria, y que ha sido presidida por insignes varones, cuyo ejemplo
a duras penas podré imitar; y que si esto consigo se deberá a las
altas capacidades del incansable, activo e inteligente historiógrafo
señor Otero D’Ccsta, quien como colega, compañero y colabora­
dor me hará salir bien; que si esta Academia sostiene su esplen­
dor o da algunos pasos más en su progreso, a él deberá abonársele,
y en cambio la responsabilidad de su retroceso o decadencia debe
recaer sobre mi falta de aptitudes. Quiero decir con esto, señores
académicos, que considero el inesperado honor que se me ha
hecho como un estímulo para todos mis colegas por parecer una
retribución al amor que le he tenido a este noble instituto; a la
constante investigación con que me convidan el origen dichoso, la
atormentada vida y los gloriosísimos acontecimientos de nuestra
Nación, y al afectuoso respeto que siempre he profesado a los pro­
ceres que, unos amortajados en la túnica sangrienta de su martirio,
otros envueltos en la clámide victoriosa, otros coronados con los
laureles de su heroísmo, y otros muchísimos con su vida más o
menos ignorada pero si.empre unida a los intereses patrios, desfilan
todos por el escenario de la inmortalidad cantando la coronación
de sus triunfos.
Muy notable y muy digna de su objeto ha sido hasta hoy ¡a
labor llevada a cabo por nuestra Academia, gracias a los eminentes
colegas que me han precedido y a los abnegados y doctos secre­
tarios desde el inolvidable doctor Pedro María Ibáñez hasta los
actuales y a todos los demás académicos que con riqueza de eru­
dición histórica han consagrado su tiempo y sus energías a darle
lucimiento; treinta y seis volúmenes de Historia Nacional y quince
tomos del Boletín de Ilis'oria y Antigüedades, fuera de los innu­
merables folletos, informes, monografías, resoluciones de consultas
y otros trabajos de gran mérito, como se ve en el informe anuario
de la Secretaría, son muestra de cuánto puede la labor constante
y colectiva de esta ilustre asociación, todo sin contar con la labor
aislada de sus miembros y las tareas oficiales que ha desempeñado
como cuerpo consultivo del Gobierno. Esto debe hacernos pensar
cuánto más notable, más provechoso y más honorífico sería el co­
metido de esta Academia si los altos poderes públicos la dotaran
de una imprenta propia y la favorecieran con más generosidad, a
lo menos para la publicación de las obras que hay inéditas y de las
que aún no se han preparado por falta de ese poderoso estímulo.
602 BOLETÍN DE HISTORIA V ANTIGÜEDADES

En proporción con estos antecedentes y de acuerdo con el


movimiento general que en todo el mundo se adelanta dándole a
la Historia su carácter científico y reconociéndole su extraordinaria
utilidad, así para el desarrollo de los progresos científicos que hoy
nos maravillan y mañana serán apenas rudimentos de cuantos las
generaciones futuras han de*admirar, como para una especie de
aplicación profiláctica (si se me permite esta comparación) con la
cual se han de curar v prevenir las hondas dolencias que las na­
ciones sufren actualmente y las de que están amenazadas, a causa
de que, como dice el príncipe de los historiadores italianos, el des­
tino de la humanidad es progresar padeciendo, nuestra Academia,
admirando, apreciando y honrando la nobilísima labor de los his­
toriadores colombianos que nos han precedido y nos han hecho
conocer las excelencias de nuestra Patria, los adelantos de nuestra
cultura y las epopeyas glorificadoras de nuestra progenie, sabrá
también aquilatar, purificar y aumentar el acervo de aquellas obras
meritorias. Los actuales que con una recta voluntad y conciencia
pura ofician en el luminoso altar de Clío, y los jóvenes que, dejan­
do las polvorosas sandalias a la entrada han penetrado con el pie
descalzo en el templo sacrosanto, a diario nos demuestran que
nuestra historia apenas ha sido iniciada; que e i ¡os archivos pú­
blicos de las grandes y pequeñas entidades; en las bibliotecas pú­
blicas y particulares; en la correspondencia privada, en los monu­
mentos, en los sepulcros, en las inscripciones, en la orfebrería, en
la numismática, en la heráldica, en las tradiciones y aun en las
consejas populares mismas se encuentran datos pequeños o gran­
des que cual chispas de diamante reflejan rayo luminoso y vienen
a enriquecer y ,decorar el bello y variadísimo calidoscopio de
nuestra cronología nacional.
Muy mezquino sería el objeto de la Historia si ésta no fuera
más que la narración de hechos y acontecimientos más o menos
conocidos, más o menos ignorados, que no produciría otro resul­
tado que el de dar pábulo a la curiosidad de personas desocupadas.
El objeto grandioso de la historia, su misión novilísima, su
bella utilidad han de considerarse en que es la ciencia de la inves­
tigación de la verdad; el espejo, escarmiento y estímulo de las
naciones, la hermana mayor de las ciencias políticas y sociales, la
guía y protectora de los humanos adelantos, y el tribunal supremo
a cuya jurisdicción y sentencia están sometidos los hombres, los
partidos, los pueblos, los países y las naciones; y ese objeto gran­
dioso, y esa novilísima misión, y esa inestimable utilidad nada
serían sin la filosofía de la Historia. Esta rama, que es la que nos
hace ver que las naciones, como los individuos, tienen su nacimien­
to, su infancia, su juventud, su ancianidad y su decadencia; que
los acontecimientos son el cumplimiento de las leyes providencia­
les y de las del humano pensamiento; que la guerra, la paz, las
instituciones, los sucesos, las consecuencias de las relaciones y
combinaciones de los hombres, todo viene siendo el resultado de
una ley poderosa que se interpone entre el error y la verdad. De
aquí que hayamos de considerar la obra que tiene entre manos
DISCURSO DEL SEÑOR MONSALVE 603

esta docta corporación, no sólo como incremento histórico bien


documentado, sino también como purificación y depuración, em­
presa que corresponde a la Filosofía y a la Crítica históricas, y que
se impone hoy más que nunca cuando se presentan escritores que
o por inconsciencia, o por incomprensión, o por espíritu malig­
no propalan como historia opiniones discutibles, o aseveran mali­
ciosamente hechos falsos y calumniosos, o quieren hacer venir a
los proceres y fundadores de la Patria desde hace tiempo muertos
a rendir el homenaje de su nombre y su prestigio a las caldeadas
pasiones políticas en que hoy nos agitamos, o a borrar del número
de los glorificados el más gallardo y exultante exponente del he­
roísmo colombiano, o a negar con insólita osadía aquel poder
espiritual, aquella influencia divina, con que la mujer colombiana
ha contribuido, modesta pero eficazmente, a dar lustre, gloria,
esplendor y renombre a la nación cuya existencia tuvo su bautismo
con la sangre de Policarpa, de Carlota Armero, de Antonia Santos,
y su confirmación en las más grandes abnegaciones, en las más
bellas generosidades y en los más admirables heroísmos de las que
coadyuvaron en los triunfos inmortales de la Patria.
Hecho muy encomiable, hijo sin duda de esa filosofía de que
acabo de hablar, y que agradecerán nuestros historiógrafos, es el
que esta sabia corporación se haya opuesto con razones irrebati­
bles al inoficioso cambio de nombre de nuestras poblaciones, que
si hubiera de continuar borraría los mojones geográficos y haría
de nuestras noticias históricas no más que un almácigo de consul­
tas, y no menos apreciable y agradecióle, y digno de aplauso es el
que se haya opuesto y siga oponiéndose hasta donde alcancen sus
esfuerzos e iniciativas a la acción de ¡as picas demoledoras que por
adoptar un abigarrado e insustancial modernismo, viene echando a
tierra los monumentos coloniales que son como los recuerdos ama­
dos de familia y nos señalan los lararios y penates de nuestros
antepasados, que derruidos destruyen al propio tiempo una fuente
preciosa de nuestra historia y el sello más expresivo y honroso de
nuestro origen; es cierto que para cantar las glorias de nuestra
amada Madre Patria y las nuestras, que al fin son unas mismas,
nos queda la armoniosa lengua en que cantaron Rodrigo Caro,
fray Luis de León, Manuel José Quintana y Juan Nicasio Gallego;
que para bendecir a la Estrella del Pilar, bajo cuya celestial pro­
tección las naves españolas condujeron a estas tierras ignotas a los
descubridores, colonizadores y evangelizadores profesamos la su­
blime religión católica; y que para enorgullecemos de nuestra raza,
heroísmo y generosidad tenemos los rutiles resplandores del Bár-
bula, San Mateo, Bomboná y Ayacucho, proyecciones de las Na­
vas de Tolosa, de Lepanto, de Pavía y de Bailen; pero no por eso
hemos de ver con fría indiferencia que teniendo Bogotá, y las otras
ciudades de la República, extensos ejidos por dónde espaciaise, se
siga destruyendo la que fue capital de los Virreyes, nuestra vene­
randa Santafé.
¡Cuán concurrido! ¡Cuán agradable! Y qué ameno será dentro
de poco tiempo el paseo que ha de tener nuestra capital hacia la
604 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

casaquinta que fue del Oidor Portocarrero y que el insigne patri­


cio don José Ignacio París obsequió al inmortal y egregio Liberta­
dor de la América del Sur, si esta Academia no abandona la idea
de establecer en ella el Museo y Biblioteca de Bolívar. Allí ios
bogotanos, que siempre se han de ufanar de haber tenido en su
ciudad la última habitación del Padre de la Patria, los colombia­
nos todos que vengan a visitar su metrópoli y los extranjeros estu­
diosos o turistas, en constante desfilar, formarán como una
peregrinación o romería al lugar en donde silenciosamente gritan
los recuerdos de la persona que llenó con su presencia todo el
continente y cuyo espíritu radioso para dominar el mundo escaló
la virgen en inaccesible exelsitud del Chimborazo. Allí, sin que los
oídos oigan ni los ojos vean, las almas se estremecerán oyendo el
relinchar de los caballos, los toques de las épicas trompetas, el
estruendo atronador de los cañones, y mirando el estrago de las
batallas, el sangriento espectáculo de las contiendas y la marcha
solemne de los batallones flameando sus tricolores triunfantes y el
sol de la tarde reverberando en las reflectoras bayonetas; o bien
contemplando al Aquilea de la Ilíada americana, silencioso, pa­
seándose en el solitario corredor con los brazos cruzados sobre el
pecho, meditando en la instabilidad de las cosas h-umanas y la
vanidad de las glorias de los hombres; o tal vez, ya que todas las
naciones por él libertadas le han llorado después que al sepulcro
lo condujo el mayor de los martirios morales, y lo han echado de
menos, y han evocado sus recuerdos, su prestigio y sus pronósti­
cos, le oigamos, no como en Araure y en Junín conaqnella subli­
me elocuencia militar de que fue el más excelso artífice, sino con
la voz desfalleciente de quien vislumbra la última luz de la vida,
aquellas palabras que con amor paternal dirigió por la vez postre­
ra a los hijos de Colombia, así:
«¡Colombianos! Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad
y hollaron lo que me es mas sagrado: mi amor a la Libertad. He
sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las
puertas del sepulcro. Yo los perdono....
«¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la
Patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se
consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!»
Repito pues, señores, que el progreso que alcance esta Academia
en el año que hoy principia se deberá a mis honorables colegas y
no al que entra a ejercer la Presidencia.
He dicho.

DISCURSO DEb DOCCOR (DHRROQUID


Habéis querido, sin duda, señores académicos, al traerme en
medio de vosotros, honrar la memoria, muy cara para mí, del ma­
gistrado que dio vida a este instituto. Sólo así puedo explicarme
el honor de ser vuestro colega. Con ello echáis sobre mis hombros
DISCURSO DEL DOCTOR MARROQUÍ» . 605

una deuda de gratitud tanto mayor cuanto son escasos mis perso­
nales merecimientos. Acepto agradecido el honor que hacéis al
nombre que llevo.
Vengo a ocupar la vacante producida por la desaparición de
un varón ilustre que dejó honda huella y gratísimo recuerdo entre
nosotros.
Fue don Rufino Gutiérrez, hijo del cantor de la Montaña, del
más poeta de nuestros poetas bucólicos, cuyo nombre pronuncia­
mos todos con respeto cariñoso, porque al recordar sus estrofas
«con olor de helécho» que aprendimos en la infancia, nos parece
perci bir y
Como un eco lejano de otro tiempo
Como un vago recuerdo de ventura.

Heredó el señor Gutiérrez de sus mayores una rectitud de ca­


rácter poco común; y con razón esta vez al tributarle honores pos­
tumos, se le presentó como modelo de ciudadanos, porque fue un
hombre de bien, por su amor al bien público, por su virtud acri­
solada.
De raza antioqueña, trabajador infatigable, no fue a buscar
en sus montañas un sitio «en donde comenzar la roza»; pero em­
pleó su actividad nativa en cultivar con provecho otros campos,
principalmente el de la historia.
En desempeño de funciones oficiales visitó casi todas las po­
blaciones de Colombia, y dejó, juntamente con preciosos datos es­
tadísticos, muchos otros de crónicas y de historia local, que pro­
bablemente se hubieran perdido sin sus asiduas investigaciones.
Bien conocidos son, entre otros, sus trabajos sobre «Salinas marí­
timas de Colombia» y «Resguardos de indígenas»; su monografía
de «Pasto y las demás Provincias del sur de Colombia,» y lo que
escribió tal vez con más cariño: sus «Impresiones de Antioquia.»
Condensó esa intensa y benedictina labor en dos tomos de
nuestra Biblioteca de Historia Nacional, cuya importancia no ten­
go necesidad de encarecer, e irá creciendo con los años.
Forma nuestra Academia una familia unida por estrechos
vínculos del espíritu, que tiene vida próspera y fecunda porque
trabaja; y por esta razón ha visto desaparecer, con honda pena, a
uno de sus miembros más laboriosos, más investigadores y de co­
laboración más eficaz. La obra de don Rufino Gutiérrez es cierta­
mente riquísimo arsenal para los amantes de los anales patrios, y
queda como testimonio de una inmensa deuda de gratitud para las
generaciones venideras.
Es la primera vez que un miembro del clero viene a ocupar
un sillón de número en este instituto.
Qué lástima, señores académicos, que no pueda yo represen­
tar dignamente en la Academia Nacional de Historia a fray Barto­
lomé de las Casas, a don Juan de Castellanos, a fray Pedro Agua­
do, a fray Alonso de Zamora, al maestro Gil González Dávila, a
don Lucas Fernández de Piedrahita, a fray Pedro Simón, a Gar
606 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

zón de Tauste, a los padres Ribero, Gumilla y Cassani, por no ci­


tar ahora sino a los más ilustres entre los historiadores eclesiásti­
cos cuyos escritos sirven de base a nuestra historia.
Sería tan grande y abrumadora la honra de representar aquí
a aquellos insignes varones que enriquecieron el caudal de nues­
tra historia, no solamente con las valiosas páginas que salieron
de su pluma, sino principalmente con los hermosos hechos que for­
maron su vida, que yo sinceramente la rehuyo.
El asunto que debo tratar está naturalmente indicado: la par­
ticipación de la iglesia en nuestra historia; mas es tan vasto y fe­
cundo, que no puede caber dentro de los límites de un modesto
trabajo reglamentario, aun tratado a la ligera. Porque habría que
comenzar por la parte muy principal que tuvo el clero secular y
regular en el descubrimiento de nuestro territorio; por las hazañas
de los misioneros que surcaron mares desconocidos trayendo la
luz del Evangelio; por las expediciones legendarias que se abrie­
ron paso a través de las selvas llevando como estandarte la cruz y
como vanguardia los soldados de Cristo; por la influencia decisiva
de la iglesia en la colonización de estas comarcas y en la civiliza­
ción de su raza. Pudrían aquí surgir las nobles figuras del primer
Arzobispo de este Nuevo Reino, el gran protector y civilizador de
los indios; de Lobo Guerrero: de fray Cristóbal de Torres; de
Arias de Ugarte; del Arzobispo Virrey, y de tantos otros insignes
y benéficos representantes de la iglesia en los tiempos coloniales.
Ya que forzosamente hemos de pasar en silencio esa parte de
nuestra historia, vamos a detenernos en la época de la magna
guerra.
¿Cuál fue la actitud del clero ante el movimiento emanci­
pador?
¿Qué motivo le guió al abrazar la causa de América?
Hace algunos años hubiera sido motivo de escándalo el ase­
gurar que a la influencia del clero se debió en gran parte la obra
de la emancipación americana. Nada más fácil, sin embargo, que
establecer con documentos, como conviene hacerlo, el hcchc h;s-
tétrico de que los miembros del clero americano miraron con sim­
patía y favorecieron el movimiento emancipador en el nuevo mundo.
Sin la necesidad de ser breve, muy interesante y oportuno
sería hacer aquí una reseña de lo que fue la actuación del doctor
Cregorio Funes, comunmente conocido por el Deán, figura muy im­
portante en la evolución nacional argentina, y de gran relieve en
la historia continental americana. En torno suyo se agrupan mu­
chos otros eclesiásticos para trabajar en la emancipación de aquel
país, principalmente en la Asamblea de 1813 y en el Congreso de
Tucumán de 1816, formado por una abrumadora mayoría de di­
putados eclesiásticos «que fueron, dice Piaggio, el alma de aquel
augusto acto que levantó una nación soberana y libre ante la faz
de la tierra» (1).

(1) Piaggio, «Influencia del clero en la independencia argenti­


na.» (Barcelona, 1902), página 243.
DISCURSO DEL DOCTOR MARROQUÍN 607

Y ver cómo en Méjico fue el clero quien aseguró el éxito de


la independencia mediante el patriotismo del padre Monteagudo,
de la congregación del Oratorio; y en Venezuela, el canónigo
Madariaga, <el predicador favorito del pueblo, como le llama
Mancini (i), inflama los ánimos, penetra en el cabildo abierto del
19 de abril de 1810, pide en nombre del clero la destitución del
Capitán General, representante de la Regencia, y el establecimien­
to de un gobierno compuesto de americanos. Y como, por último,
en el Ecuador, desde la primera junta que se instaló el 10 de
agosto de 1809, el clero de Quito, a cuya cabeza estaba el Ilustrí-
simo señor obispo doctor don José de Cuero, y su provisor, el
doctor Manuel José Caicedo, se distinguió por su patriotismo y
amor a la independencia.» A excepción de las provincias de Gua­
yaquil y Cuenca, donde los patriotas no pudieron derrocar el po­
der español hasta que fueron auxiliados por Colombia, en todas
las demás se decidió el clero por el nuevo Gobierno independien­
te. Presidiólo por algún tiempo el mismo señor obispo, y su influ­
jo fue tan poderosa que, con muy raras excepciones, todos los in­
dividuos del clero secular y regular fueron patriotas. «Costóle esto
al señor Cuero ser enviado a Lima bajo partida de registro por el
presidente español Toribio Montes, y allí murió. A su provisor se
le deportó a Filipinas, de donde regresó después de ¿82 j , cargado
de años y merecimientos. Este y el cura de San Roque, doctor don
José Correa, estuvieron antes destinados al patíbulo por el benig­
no español Montes» (2).
Viniendo a lo que directamente nos concierne, es un hecho
histórico que el clero de la Nueva Granada influyó decisivamente
en la suerte de las armas patriotas, lo mismo en 1810 que en la
guerra de restauración de la República. No quiero fijarme en he­
chos aislados que abundan en nuestras crónicas, como el del padre
Mariño, religioso dominico y coronel patriota, «sobre cuyo som­
brero ondeaba un inquieto plumaje, en cuyos hombros, resplande­
cían las charreteras sobre el hábito religioso, y cuyas espuelas re­
sonaban en el pavimento de la iglesia cuando se despojaba de
aquellos arreos para revestirse el alba de los levitas y las demás
vestiduras sacerdotales» (3).
Ni quiero preguntarme ahora si los que como él montaron a
caballo, y lanza en ristre salieron a derramar su sangre y la san­
gre de los expedicionarios en los campos de batalla, son dignos
de vituperio o de alabanza; «si el discípulo del Crucificado hizo
nial, según ¡a frase de don José Joaquín Ortiz, o si fue el amante
de la patria et que hizo bien.»
Pero no es posible dejar de recordar aquí que en la primera
junta del 20 de julio de 1810 hubo doce elesiásticos distingui-

(1) Bolívar et V emancipación des Colonnies espagnoles ...


(2) J. J. Ortiz, Cartas de un sacerdote católico.
(3) J. J. Ortiz, 1. c.
608 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

dos (i). Podría formarse además una larga lista de los miembros
del clero que encabezaron o siguieron el movimiento emancipa­
dor en Nueva Granada; y nadie ignora los hechos de Pey, de Ro­
sillo, de Estévez, de Padilla, de Caicedo y Flórez, y aun de aque­
llos que como el canónigo Guerra fueron en un principio opuestos
al movimiento, para convertirse más tarde en entusiastas partida­
rios de la causa americana y en admiradores del Libertador.
«El clero de la Nueva Granada, dice el doctor Nicolás Gar­
cía Zamudio (2), fue sin lugar a duda decidido partidario de la
independencia. Pruébalo en lo relativo a Tunja la presencia en sus
asambleas de numerosos sacerdotes; la Constitución del 9 de di­
ciembre la firman más de veinte eclesiásticos; en cuanto al acta
de 1813, encontramos entre otras la firma del célebre dominicano
fray Ignacio Mariño.»
Refiere en sus memorias el abanderado de Nariño en Pasto
que al llegar el precursor a Popayán después del triunfo de Cali-
bío, con un ejército compuesto de soldados desnudos, descalzos,
faltos totalmente de fuerzas por las fatigas anteriores y porque ha­
cía tres días que no comían, convocó a todas las personas acomo­
dadas de Popayán y les hizo presente la necesidad de que cada
uno, según sus facultades, contribuyese con alguna suma para los
gastos de la expedición a Pasto. «Yo montaba guardia ese días
dice aquel testigo, y presencié todo lo que pasó en la junta. Fue­
ron ofreciendo todos diferentes cantidades, según lo que calculaban
que podrían dar. Todos los eclesiásticos contribuyeron espontá­
neamente, y los que no tenían dinero llevaron candeleros, platos,
jarros y aun vinajeras, frontales y otras cosas de plata, todo lo cual
fue fundido y reducido a dinero en la casa de moneda» (3).
La orden de Santo Domingo se distinguió por su patriotismo
en aquella época.
En enero de 1815 pidió a dicha comunidad el ciudadano José
Acebedo Gómez, comandante general y jefe político del distrito,
un préstamo voluntario a nombre del gobierno para atender a las
urgentes necesidades de la guerra de la independencia.
El muy reverendo padre prior fray Miguel Garnica reunió en
su celda a los padres de consulta, «quienes determinaron unifor­
memente, como consta en documento que he tenido a la vista,
resignar en las manos del gobierno general todos cuantos haberes
posee la comunidad en común y en particular, hasta las personas
de cada uno de ¡os religiosos del convento, y remitir el dinero y
alhajas que existen en el depósito para que se ponga todo a dispo­
sición del gobierno general de las Provincias Unidas, y sin la ca­
lidad de rédito. Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá está

(1) Pey, Chaves, Garnica, González, Omaña, Serrano, Plata,


Roch a (Vicente), Cuervo, Azuero, Amaya y Torres.
(2) Boletín de Historia, año ix, página 20.
(3) Memorias de un abanderado, por J. M. Espinosa. Bogotá»
1876, página 50.
DISCÜR8O DEL DOCTOR MAKROQUÍN 609

pronta a desnudarse de las alhajas que adornan su venerable ima­


gen, siempre que el gobierno general destine su producto para
sostener la independencia de la Nueva Granada y la libertad de
los pueblos a cuya piedad debe sus adornos.*
Este rasgo de patriotismo bien puede compararse con el de
aquella frase que en los aciagos días del sitio de Zaragoza en 1808,
grabó otro fraile sobre una trinchera improvisada: «Zaragozanos:
morir por la Virgen del Pilar o vencer.»
Los servicios del clero han sido reconocidos por todos lo»
gobiernos de Colombia y Nueva Granada desde el de Bolívar,
Santander, Márquez, Herrán, Mosquera, hasta el de López.
El secretario del interior decía al congreso colombiano de
1823: «El Gobierno se aprovecha de esta solemne oportunidad
para informar al Congreso del patriotismo e importantes servicios
que el clero secular y regular de Colombia ha hecho a la causa de
la independencia. Por todas partes la han auxiliado con el influjo
de la palabra y de su ministerio, con el ejemplo y con sus riquezas.»
Y en 1826 repetía: «Tanto el clero secular como el regular de
Colombia continúa dando pruebas de sumisión al gobierno y de
adhesión a las leyes de la república.»
Igual justicia hace el gobierno ejecutivo cuando se dirige a
las legislaturas de los afios siguientes:
«El clero en nuestra Patria, se lee en un documento oficial
de 1850, gallardamente apoyó el grito de la independencia, traba­
jando desde la cátedra de la verdad en difundir los dogmas lumi­
nosos de la libertad, fraternidad e igualdad, y selló su consagración
a la causa americana con inauditos sacrificios» (1).
Muchos actos y muchas palabras del Libertador podrían adu­
cirse para probar que el clero secundó su obra. Voy a limitarme a
transcribir unas cortas y sencillas palabras que expresan bien su
pensamiento.
Oigamos lo que escribe en diciembre de 1819: «El clero secu­
lar y regular y los monasterios y religiosas se me acercaron enaje­
nados y me abrieron su corazón.» Algo tiene que valer este testi­
monio.
Voy a permitirme a este propósito referir el siguiente episodio.
Encontró el Libertador en cierta ocasión una comitiva de reli­
giosos que venían a felicitarle. Estos piadosos patriotas, sin hacer
caso de la fuerte lluvia que caía, apenas divisaron a Su Excelencia
se desmontaron de sus gordas y briosas muías, y ai acercárceles el
Libertador, un miembro de la comunidad le dirigió un discurso,
al que ni la misma inclemencia del tiempo hubiera puesto fin, si
Bolívar, con su genial viveza, no le hubiese cortado la palabra al
oírle decir: «no habrá sacrificio que la comunidad no esté dispues­
ta a hacer por Colombia y su Libertador.

(1) J J. Orti», l. c
xiv—39
610 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

— «El más grato servicio que podéis hacernos ahora, reveren­


dos padres—dijo Bolívar,—es someteros a la privación temporal de
esas buenas muías en que habéis venido; hemos hecho una larga
jornada, y nuestros caballos están tan cansados como nosotros.»
Así el Libertador y su séquito pudieron continuar su viaje con
toda comodidad (i).
Muy importante es la nota que el vicepresidente, general
Francisco de Paula Santander, mandó insertar en la Gaceta Ojie al
de i.° de octubre de 1820: >
«La tesorería general de la capital ha recibido de la de diez­
mos $ 11,451, producto de los novenos beneficíales que por el año
de 1818 pertenecen a los venerables curas de la diócesis de Bogo-
tá, cuya cantidad ha sido cedida al gobierno por sus participes.
Este rasgo generoso y patriótico del clero de Bogotá realza su mé­
rito demasiado demostrado en cuantas contribuciones, donativos,
etc., se le han pedido, y en su opinión, sobradamente manifestada
en todos los modos posibles. Su excelencia, muy agradecido a tan
laudable generosidad, quiere se publique para honor y satisfacción
del muy venerable clero bogotano.»
Para probar la influencia del clero en la guerra déla indepen­
dencia bastaría lo dich >; pero puede aducirse otro testimonio de
indiscutible autoridad y fuerza: el del pacificador Morillo.
El 7 de marzo de 1815 escribía desde Mompós al Ministro de
Guerra: «En España se cree vulgarmente que sólo son cuatro cabezas
los que tienen levantado este país: es preciso, excelentísimo señor,
que no se piense así. £1 clero y todas las clases se dirigen al mis­
mo objeto de la independencia.»
Y el 31 de mayo de 1816 escribía desde Bogotá:
«En todo este espacio he visto siempre mucha dulzura y doci­
lidad en los habitantes, y que donde el cura ha sido bueno, el
pueblo lo ha imitado.... Muchos, o los más de los curas han sido
los fomentadores de las nuevas ideas, y debo decir a vuestra exce­
lencia que con las tropas del rey venceré en toda América, pero el
convencimiento y la obediencia al soberano, es obra de los ecle­
siásticos, gobernados por buenos prelados; pero desde Cumaná
hasta Quito sólo hay el arzobispo de Caracas y el nuevo obispo de
Maracaibo.... Exige pues la necesidad que los nuevos pastores
vengan pronto a cuidar de su rebaño y que centenares de religiosos
se encarguen de los curatos de Santafé y Venezuela. Esta medida es
tan urgente como el que remitan tropas para guarnecer territorios
tan vastos.
«Es preciso enviar a España, dice el mismo Morillo en comu­
nicación del 31 de agosto de 1816, por lo menos a los religiosos
de Santo Domingo y dispersarlos allí en distintos conventos.
«De Maracaibo se huyeron seis de los eclesiásticos destinado*
a ser enviados a España. Si los otros deportados vuelven a este

(1) D. F. O’Leary, Gran Colombia y España, página 7L


DISCURSO DEL DOCTOR MARROQUÍ» 611

país, vuestra excelencia puede trner la seguridad de que la guerra


será eterna y no habrá tranquilidad posible. Estas provincias cae­
rán en poder de les rebeldes si a la falta de ejército suficiente se
agrega el regreso a este país de sus mejores agentes para hacer
nuevas revoluciones.» (13 de septiembre de 1817) (1).
Más convincentes que las palabras son los hechos:
«Conociendo Morillo todo el daño que podía hacer eidero de
la Nueva Granada al gobierno del rey por su patriotismo y amor
a la independencia, se empeñó en desterrar a los clérigos más dis­
tinguidos. Envió primero once a Cartagena con el objeto de que
se les remitiera a España.
«Habiéndose negado a verificarlo tanto el virrey Montalvo
como el arzobispo Sacristán, mientras no fueran juzgadossegún las
leyes, se incomodó Morillo con esta oposición, y tomó otro cami­
no. Mandó pues sumariar a ios eclesiásticos por medio del titulado
vicario genera) de su ejército don Luis Villabrille, sin atender a las
disposiciones de las leyes y de los cánones. Así deportó a Vene­
zuela con dirección a España a noventa y cinco eclesiásticos de lo
más respetable del clero granadino. Fue el conductor el cape­
llán Melgarejo, de la misma Talea de Villabrille, que iba acom­
pañado por oficiales y soldados del ejército real-. Por falta de
fondos sólo a veintisiete se les remitió a España. Los que no mu­
rieron en el destierro volvieron a su país en 1821. El brigadier
Sámano, más bárbaro que Morillo, proponía a éste en cierta oca­
sión que ahorcaran al doctor Andrés Ordóftez por hereje. Tal
era la conducta de las pacificadores con el clero granadino» (2).
La narración que acabáis de oír no es mía; es de un testigo
ocular, que es al mismo tiempo el más verídico, el más imparcial,
el más ilustre de nuestros historiadores de la República.
«Eramos niños—dice don José Manuel Restrepo—cuando en
1810 principió la gran lucha por nuestra independencia, y desde
entonces hemos tenido alguna parte, aunque pequeña, en casi to­
dos los sucesos, o por lo menos los hemos conocido, tomado
notas y reunido multitud de documentos históricos. Decimos esto
para manifestar que tenemos algún derecho a ser creídos en lo
que digamos sobre la parte histórica de la cuestión. Aseguramos
pues que la generalidad del clero católico de Venezuela, de la
Nueva Granada y aun pudiéramos añadir del resto de la América
Española, promovió y auxilió eficazmente la independencia de su
patria.»
¿Pero qué motivo tan poderoso decidió al clero a abrazar la
causa de América?

(1) Don Pablo Morillo, por Antonio Rodríguez Villa. Madrid.


1920, páginas 242 y siguientes.
(2) José Manuel Restrepo , Ampliación de algunos conceptos de
las Cartas de un sacerdote católico.
612 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

Cuando Napoleón obtuvo la abdicación de los reyes católi­


cos y nombró rey de España a José Bonaparte, el pueblo espa­
ñol, en su exaltación patriótica y religiosa, combatió la invasión,
porque tenía el convencimiento de que la impiedad, juntamente
con el usurpador, como se le llamaba, vendría a ocupar el trono
de los reyes católicos.
Voy a recordar brevísimamente esa página de la historia de
España. El general Castaños, ala cabeza del ejército español, había
conseguido derrotar y hacer capitular a 28.000 franceses en la ba­
talla de Bailén. Napoleón, naturalmente enfurecido por una derro­
ta que jamás habían sufrido antes sus soldados, tenidos por in­
vencibles, se puso en marcha él mismo con 300,000 hombres,
ocupó como un huracán toda la península, transmontó la Sierra
Morena y no quedó libre de sus armas sino Cádiz bajo el amparo
de las escuadras inglesas. Allí se asiló la junta central que go­
bernaba con el nombre y la delegación de Fernando vn, mientras
el resto del país hacia una guerra sangrienta de guerrillas, cuyos
detalles son heroicos, pero vandálicos y atroces a la vez.
En medio de tales trastornos se organizan juntas provinciales
o municipales, independiantes unas de otras; después la junta su­
prema y por último el consejo de regencia, que gobernaba en nom­
bre del rey cautivo Fernando vn.
El mismo fenómeno se produjo en América. Las manifestacio­
nes populares protestaron contra la invasión francesa en la penín­
sula, y proclamaban a Fernando rey de España e Indias, lo que no
impidió, sin embargo, que la idea de la independencia absoluta del
gobierno de España fuera ganando terreno con los años, y fuera
transformándose y haciéndose más precisa a medida que se des­
arrollaban en la península los acontecimientos de aquella época
tumultuosa.
Acababa de llegar a Santafé el arzobispo don Juan Bautista
Sacristán. Un sujeto le hablaba cierto día de la conducta política
de un eclesiástico que había sido de la junta del 20 de julio, y lue­
go que concluyó ponderando esto como un crimen,1 le contestó el
arzobispo:
«Señor, en crímenes como éste han incurrido muchos en estos
tiempos, y entre esos criminales cuente usted a Juan Bautista Sa­
cristán, quien fue miembro de una de las juntas de España» (<).
Con tal respuesta el señor Sacristán no sólo justificaba al ecle­
siástico, miembro de junta, sino a la junta misma, porque la ponía
en igual caso que las de España.
«A la sustancia inflamable esparcida por los vastos dominios
españoles, ha dicho nuestro colega el doctor Diego Mendoza Pé­
rez, puso fuego la mano de Napoleón.»
Porque es evidente, señores, que para que el movimiento eman.
ipador conmoviera las masas, tuviera resultado y llegara a consti-

(1) Groot, rn, página 434.


DISCURSO DEL DOCTOR MARROQUÍN 613

tuír la República, fue necesario que el pueblo de España se levan­


tara contra Napoleón. La independencia y la República nacieron en
América, aunque parezca extraña esta aseveración, de las manifes­
taciones unánimes de fidelidad al antiguo régimen y a la religión
católica. La revolución hispanoamericana no es hija de la revolu­
ción francesa, como lo han afirmado a primera vista muchos escri­
tores, sino, por el contrario, un brote reaccionario contra aquella
revolución, sobre todo,en lo que tenía de antirreligioso.
Como prueba de ello y del concepto que se tenía de la revo­
lución, oíd lo que escribe el canónigo doctoral de la catedral de
de Santafé, don Rafael.Lasso de la Vega, el 23 de abril de 1809:
«La guerra contra la que nos defendemos no es sólo una gue­
rra de estado y por causas políticas. Aunque tiene por principio la
ambición, y como el mismo enemigo no se ha avergonzado confe­
sar la mira de arruinar la casa de los Borbones extinguiéndola de
raíz, ella es directamente contra la religión. Sus armas ocultas
tiempo há, sabemos son el libertinaje, la corrupción de la moral y
la introducción de las costumbres francesas, el lenguaje, trajes y de­
más afeminación de estos tiempos.... Es público y notorio que los
sables y bayonetas después de teñidos en sangre inocente, se han
ensangrentado también en los delitos del santuario, y no se han
peí donado los mismos templos, altares e imágenes, y a Dios sacra­
mentado» (j ).
Este era pues el modo de pensar del clero granadino en vís­
peras del famoso 20 de julio.
Y no era solamente el clero quien así pensaba. Ahí están las
palabras del acta que se firmó en aquella memorable fecha:
«Juramos por el Dios que existe en el cielo.... derramar hasta
la última gota de nuestra sangre por defender nuestra sagrada reli­
gión católica, apostólica, romana; nuestro amadísimo monarca Fer­
nando vil, y la libertad de la patria.»
Al principio, como era natural, hubo tanteos, vacilaciones. El
20 de julio se aceptaba, según parece, la autoridad de la junta de
regencia; el 26 ya no se habla de ella. Pero siempre se conservará
por algún tiempo la fidelidad a Fernando vn.
Así consta de las comunicaciones de la Junta Suprema de San­
tafé, en donde se habla de «la augusta representación y amable
soberanía del señor don Fernando vn,» y de los términos del ju­
ramento que debían prestar los miembros del primer congreso que
se instaló en Santafé el 22 de diciembre de 1810:
«¿Juráis a Dios nuestro Señor y a sus santos evangelios, que
estáis tocando, defender, preteger y conservar nuestra santa reli­
gión católica, apostólica, romana; sostener los derechos del señor
don Fernando vil contra el usurpador de su corona, Napoleón Bo-
naparte, y su hermano José; y en defecto de su restitución pacífica,
libre y absoluta al trono de España y a una dominación constitu-
(1) Rafael Lasso de la Vega, Proclama. Imprenta real de San­
tafé. 1809.
614 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

cional, defender la independencia o soberanía de este Reino con­


tra toda agresión o persecución extraña, no reconociendo entre
tanto otra autoridad que la que han depositado los pueblos y pro­
vincias en sus respectivas juntas provinciales, y la que van a cons­
tituir en el congreso general del Reino que estáis llamados a
formar...,?
Respondieron todos: «Sí juramos.»
Y dijo el señor Vicepresidente:
«Si cumpliereis con vuestra promesa y juramento, el señor os
conceda el premio de su gloria eterna, y si nó, os lo demande en
esta vida y en la otra» (i).
En la declaración de independencia decretada por el serení­
simo colegio electoral y revisor de Cundinamarca el 16 de julio de
1813, entre los considerados figura el siguiente:
«En atención también al peligro que corre nuestra santa y
adorable religión si permanecemos más tiempo en este estado,
tanto por el riesgo de que al finalizarse la conquista de España por
los franceses nos quisieran éstos obligar a reconocer la dependen­
cia del rey José Bunaparte, o la de trasladarnos a América al rey
Fernando imbuido, ya en sus máximas y quizá rodeado de minis­
tros y tropas francesas, como por la falta bien sensible que en el
día se nota de pastores eclesiásticos, no habiendo quedado en toda
la Nueva Granada un solo arzobispo ni obispo que pueda ejercer
las funciones de su ministerio, cuya falta nos iiía insensiblemente
reduciendo a la nulidad de ministros que prediquen el evangelio,
administren los sacramentos y atiendan a la conservación y aumen­
to de la religión, y que por lo mismo es de absoluta necesidad el
que saliendo del estado de pupilaje, nos pongamos de acuerdo con
las otras provincias que han hecho o hagan igual declaratoria,
para poder ocurrir al padre santo solicitando el remedio que cada
día se hace más urgente.
«En consecuencia de todo esto, nosotros los representan­
tes del pueblo de Cundinamarca, declaramos y publicamos,
en presencia del Supremo Sér, y bajo los auspicios de la Inma­
culada Concepción de María Santísima, patrona nuestra, que de
hoy en adelante Cundinamarca es un estado libre e indepen­
diente, etc.» (2).
¡Qué diferencia entre el lenguaje y las ideas de los documen­
tos citados, y el lenguaje y las ideas de los revolucionarios fran­
ceses!
(1) Groot, ni, página xvn, apéndice.
(2) Esta declaración lleva la firma de los siguientes eclesiásticos,
miembros del serenísimo colegio electoral de Cundinamarca: Juan
Batista Pey. Fernando Caicedo, Pablo Plata, fray Juan Antonio
de Buenaventura y Castillo, fray Santiago Páes y León, Juan
Agustín Matallana, fray Diego Antonio de la Rosa, José Antonio
de Torres y Peña.
DISCURSO DEL D3CTOR MARROQUÍN 615

Años después, en carta dirigida al obispo de Popayán, quien


ae mantenía firme en su adhesión a Fernando vn, decía Bolívar.
«llustiisimo señor:

«Cuando nuestros gobiernos republicanos, por su demasiada


liberalidad, parecían amenazar a la iglesia, a sus ministros y aun
a las leyes santas que el cielo nos hi puesto para nuestra dicha y
salvación, usía ilusttísima con algún género de justo temor, pre­
fería la obediencia de un gobierno laico por su naturaleza y tam­
bién fágil por su estructura.
«La revolución de España ha pesado tanto en la balanza de
este equilibrio religioso, que todo el temor se ha cargado sobre la
conciencia de los españoles europeos, y toda la seguridad se ha
venido a la conciencia de ios republicanos de América. Usía ilus­
trísima puede informarse por los recién venidos de España cuál es
el carácter antirreligioso que ha tomado aquel’a revolución; y yo
creo que usía ilustrísima debe hacernos justicia con respecto a
nuestra religiosidad, con sólo echar la vista sobre esa constitución
que tengo el honor de dirigirle, firmada por el santo obispo de Ma-
racaibo, cuya conciencia delicada es un testimonio irrefragable de
ía buena opinión que hemos sabido inspirarle por nuestra con­
ducta.
«Aquel obispo, como el de Santa Marta, era más adicto a Fer­
nando vn que usía ilustrísima mismo. El fue uno de los peores
enemigos de la constitución, mucho más aún de las insurrecciones;
pero al ver brotar del fondo del infierno un torrente de maldición
y de crímenes, arrollarlo y asolarlo todo en la iglesia española, el
obispo de Puebla no pudo salvar la suya sino poniendo el mar
entre Méjico y España.
«Usía ilustrísima estuviera en comunicación con el gobierno
español, y hubiera recibido esas fulminaciones atroces dictadas por
el desentreno de una impiedad sin límites, usíailustiisima sería otro
obispo de Puebla.
«Soy, con la más alta consideración de usía ilustrísima, su aten­
to obediente servidor,
«Bo l ív a r » (i )
En mi humilde concepto se apartan de la verdad histórica los
que sostienen que la guerra de la independencia fue en América, y
particularmente en Nueva Granada, un movimiento demagogo de
insurrección contra la autoridad legítima, y análogo a la revolución
francesa. Sin duda ideas vagas de emancipación germinaban desde
hada veinte años en una minoría de americanos distinguidos que
pertenecían a la aristocracia de la sangre y de las letras. El des­
contento por el gobierno de España había cundido en aquella épo-

(l) D. F. O’Leary, Gran Colombia y España, página 213.


616 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

ca, como ha sucedido siempre con todo gobierno, y fue un auxilio


poderoso para el triunfo de la revolución del 20 de julio de 18 to.
Sin duda existía un grupo de hombres ilustres que habían he­
redado. como dijo Valencia al pie de la estatua de Ricaurte, «la
sangre, las ideas, las virtudes, los defectos, hasta las locuras de los
progenitores. Sin su fe, sin su audacia, sin su valentía, sin su ge­
nerosidad, sin su grandeza, seria inconcebible el poitento de la
emancipación» (1).
Todo eso es cierto; pero también lo es que la idea clara y pre­
cisa de la independencia absoluta no había germinado todavía.
Esos titanes, como los llamó hace poco el ilustre representante
de España entre nosotros, querían ser libres, pero no querían dejar
de ser españoles.
¿Qué fue el 20 de julio? No puedo resistir la tentación de citar
aquí la descripción pintoresca que de esa jornada hace un testigo
ocular, don Jusé Maiía Espinosa:
«A mí me sucedió—dice—lo que a muchos otros jóvenes de
mi tiempo: que de la curiosidad pasamos al entusiasmo, y de
meros espectadores nos convertimos en soldados. Sin saber cómo,
fui enrolado en las filas de los patriotas, que engrosaban por
instantes, y me hallé formando en la plaza mayor con mi lanza
al hombro. Así fue que vi aprehender al virrey Amar y a la vi­
rreina su esposa, por cierto más varonil que su mando, y a los
españoles Trillo e Infiesta, personas de influjo e importancia; las
calles principales estaban llenas de gente armada, y el palacio
rodeado de caballería. Un señor P.osadas, que entonces era de
los gritones y alborotadores que figuran en todos los bochinches
y asonadas, pedía las cabezas de Llórente, Infiesta y Trillo, y lo
seguía la multitud pidiendo lo mismo, a manera del eco que se re­
pite en las rocas; pero muchos de la cola no sabían porqué las
pedían, ni cuáles eran los delitos que habían cometido esos seño­
res. El cuadro que presentó después la virreina con las revende­
doras o verduleras, fue todavía más triste y desconsolador que el
de las caravanas de gritones. Aquellas mujeres, soeces, como lo
son en todos los países y en todos los tiempos, cercaban a la seño­
ra y la insultaban, empujándola y aun pellizcándola; algunas lle­
garon en su villanía a punzarla con alfileres. ¿Pero sabían porqué?
Es seguro que no: el furor popular es contagioso y se ceba en cual­
quier cosa que le muestre un alboratador. Hoy, que veo a tánta
distancia las cosas que entonces veía de cerca, creo,como lo creían
entonces la virreina y don Juan Sámano, que si hubiera salido una
compañía del regimiento Áuxii'.ar que hacia la guarnición de la
plaza, se había terminado todo en pocos momentos» (2).

(1) Guillermo Valencia, discurso en la inauguración del mow


mentó a Ricaurte.
(2) U c., página 12.
DISCURSO OKU DOCTOR MARROQUÍ!* 617

El so de julio fue un eco de la protesta que levantó el pueblo


español contra la invasión francesa; o como lo define con admirable
precisión uno de nuestros colegas (i).
«Un pensamiento confuso dentro de una inquietud indesci­
frable.»
Para mí tengo, señores, que no fueron los avanzados, como
diríamos hoy, los imitadores de los revolucionarios franceses, los
que triunfaron. Y me basta una prueba. Narifto el precursor bien
puede considerarse como el jefe de este grupo de avanzados, y sin
embargo, cuando se dio en Santafé el grito de independencia, Na-
rifio siguió sepultado en las mismas bóvedas donde le habían se­
pultado por sus ideas libertadoras, y nadie se acordó de sacar de
su prisión al que había sido tantas veces víctima de los gobiernos
españoles.
«Al mes de mi salida de la inquisición, dice Nariño al tribu­
nal de gobierno de Santafé el 17 de abril de 1811, sobrevinieron
los sucesos del 20 de julio en esta capital. Aquí comienza un nuevo
orden de cosas, y parece que al mudarse el gobierno debía yo pro*
meterme mudaría también mi suerte, pero no fue así. La fortuna
será variable en dispensar sus favores, mas no lo ha sido conmigo
para perseguirme; yo permanecí preso tres meses más en un bujío,
en el Pie de la Popa; y durante este tiempo veía que se sacaba de
la prisión como en triunfo y se hacía vocal de la junta al canónigo
magistral doctor don Andrés Rosillo.... y se le enviaban socorros a
Maracaibo, para su regreso a esta ciudad, al doctor don Juan Agus­
tín Estévez. ¿Hablaré a vuestra excelencia de los cuatro meses que
han corrido desde mi llegada a esta capital? ¿Recordaré mi pobreza
y mis actuales enfermedades, las de mi mujer, ambas consecuencia
de las prisiones y pesadumbres que injustamente nos causó el ex­
virrey Amar? ¿Tocaré otros puntos con que en los asuntos del día
se ha tratado ya de difamar mi ncmbre? Nó: mi pobreza, mis en­
fermedades son bien notorias, y los otros puntos los abandono al
tiempo y a mi corazón.»
En suma, señores, los revolucionarios no eran los promotores
del 20 de julio; eran los que en España se habían alzado en armas
contra los reyes y apoyaban su cautiverio; eran los de la junta su­
prema, que representaban un poder intruso en la península; eran
las cortes revolucionarias de Cádiz que desconocían los principios
tradicionales de España. Contra esa insurrección se levantó aquí
la bandera de la legitimidad, y en pos de ella, a la cabeza de los
ejércitos que la defendían, iban los ministros de la religión católica,
como siempre que se trata de defender la causa de los buenos
principios y del orden.
Hoy hemos consagrado un recuerdo al libertador con motivo
de su onomástico, que nos trae a la memoria su nacimiento. Yo

(1) Don Jorge Ricardo Bejar ano.


618 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

voy a terminar esta lectura consagrándole otro relativo a su


muerte.
Cuando Bolívar, desencantado ya, terminaba su vida solo y
abandonado de casi todos sus amigos; de los que habían sido obje­
to de sus dádivas; de los que le habían adulado en sus horas de
triunfo, sólo encontró invariable la amistad de los ministros de la
iglesia, quienes, lo mismo que en el apogeo de su gloria, le abrían
ahora los brazos para que en ellos exhalara su último aliento el
libertador de Colombia.

DISCURSO DEL SEÑOR RESTREPO MEJÍA

Señores académicos:
El discurso que acabamos de oír comprueba el acierto que
tuvisteis al dar una silla en esta Academia al sabio y patriota
presbítero que lleva la sangre y el mismo nombre de nuestro
ilustre fundador.
Si el interesante libro Marjoqu.n de que es autor nues­
tro nuevo colega, no nos hubiese revelado al historiador impar-
cia), sagaz y laborioso, de estilo tan claro, como conviene a este
género de trabajos, y a la vez tan sencillamente elegante, como es
propio de la cultura de buen gusto, libro que se deja leer con de­
licia, este discurso por sí solo lo habría hecho acreedor al doctor
Marroquín al puesto que acaba de ocuparen la Academia, vacante
por la muerte de aquel gran patriota y fecundo historiógrafo que
fue don Rufino Gutiérrez.
Nuestra corporación está satisfecha y hasta orgullosa de la
adquisición que acaba de hrcer. Trae a día el doctor Marroquín,
además de su ilustración general y especial en historia de Co­
lombia, el prestigio de su apellido y la honorabilidad de su ca­
rácter sacerdotal. Es función patriótica y propia de todas las aca­
demias, por ser corporaciones guardadoras de la tradición, con­
servar, fomentar y enaltecer el mérito de aquellas familias cuyos
miembros han dado gloria a la patria con sus hechos o con su
pluma, mientras el fuego de vida ’ altísima se conserve en ellas; y
así vemos repetirse en la española los apellidos de Villens, Pidal,
Fernández Guerra y otros muchos. Este de Marroquín es merití-
simo para nuestra Academia, porque es el de su fundador y el de
aquel ilustre miembro suyo, don Lorenzo, cuya muerte privó ines­
peradamente a la patria de uno de sus más vigorosos talentos y
amenos escritores.
A la par del mérito de una gloriosa tradición, el doctor Ma-
rroqín aporta a la Academia el título aún más ilustre de sacerdote
católico. El viene a prolongar la rica y numerosa serie de historia­
dores eclesiásticos, a quienes debemos principalmente el tener
noticias ciertas y detalladas del descubrimiento, la conquista y la
DISCURSO DEL SEÑOR RESTREPO MEJÍA 619

colonización de nuestro país; y viene también a recordarnos con


su presencia a la Iglesia Cato ica, madre de nuestra civilización*
promotora principal de nuestra independencia* celoso guardián
de nuestros mas caros intereses. Por esto ha hecho muy bien en
determinar en su discurso la influencia que ejerció la Iglesia en
el gran movimiento de nuestra emancipación política* y es lástima
que la brevedad de su discurso lo h^ya obligado a abstenerse de
mostrarnos cómo ella, para poder llevarnos a la independencia*
formó en su espíritu a este pueblo colombiano, tan celoso de sus
derechos, como leal y agradecido a la doctrina que lo lleva por
caminos de prosperidad.
En cambio, el doctor Marroquín ha señalado, con acierto
admirable, la causa principal, inmediata y definitiva del gran movi­
miento iniciado aquí el 20 de julio de 1810; causa señalada tam-
b én, aunque no con tánto resalto, por otros historiadores, como
Villanueva, Ulano, Duarte Level, etc. Esta causa fue la adhe­
sión a la legitimidad y el amor a la religión que la Iglesia supo
formar en el ánimo de nuestro pueblo.
Basta un estudio imparcial de la historia de Colombia para
reconocer que, desde sus orígenes nuestra patria ha sido llevada
de progreso en p.ogreso por las ideas y los sentimientos que su
religión le inspira, y que sólo ha decaído cuando de ellos se ha
separado.
Desde los comienzos del siglo xvi los misioneros se empe­
ñaron en suavizar entre los horrores de la conquista, los padeci­
mientos de las tribus vencidas, poniendo en ellas el óleo santo de
de la palabra divina; después las comunidades religiosas, en labor
lenta pep? eficaz, domaban a los altivos colonos, y unían en igual­
dad evangéica a la raza del Norte con la de los trópicos, echando
así las simientes de la verdadera democracia; y* por último, la
doctrina de la dignidad personal, que sólo el cristianismo funda
en la verdad, y la del respeto a las autoridades legítimas, que
es también exclusivamente suya, y sin la cual las sociedades se
consumen en el desorden, unieron en un mismo pensamiento a
conquistados y conquistadores, de modo que sus descendientes,
en los tres siglos de la colonia, vinieron a constituir un pueblo de
individuos conscientes de su dignidad personal y adictos a la vez
al orden de las autoridades legítimas.
En el breve espacio de trescientos años España descubrió
conquistó y colonizó estos inmensos países de América: abrio ca­
minos, fundó ciudades, levantó monumentales edificios, civilizó a
multitud de indios, estableció escuelas, colegios y universidades,
vertió sobre las nuevas colonias todos los tesoros de su espíritu, y
les comunicó cuanto alcanzaba ella en I03 caminos del progreso.
Resalta más la importancia de esta labor si se tiene en cuenta el
corto adelanto alcanzado entonces en todos los órdenes de la acti­
vidad humana, y las ideas económicas y políticas que en esa
¿poca prevalecían en el mundo entero; y más aun si consideramos
que en más de cien afios de vida independiente, sobre un terreno
620 BOLETÍN DE HISTORIA T ANTIGÜEDADES

preparado, no hemos superado sus hijos aquella inmensa labor,


empezada en un mundo salvaje y desconocido. Gran pueblo, sin
duda alguna, el que fundó nuestra nacionalidad, y debemos per­
manecer agradecidos y orgullosos de llevar su sangre, hablar su
lengua, tener su psicología, guardar su3 tradiciones y ser herede­
ros de su aliento, de sus glorias y de cuantos bienes dejó aquí a!
perder su dominación sobre nosotros.
Pero es indudable que España erró ai establecer sobre sus
colonos de América un gobierno fuertemente centralizado en la
metrópoli, porque la distancia y los lentos medios de comunica­
ción de que entonces se disponía no dejaban que ese sistema lle­
vase a una buena administración pública; porque la centralización
despertaba el orgullo de los peninsulares, preferidos en todo a los
colonos, más meritorios que aqué.los, por ser los conquistadores
o colonizadores, o al menos sus descendientes; porque privaba de
derechos políticos al pueblo, y dejaba de educarlo en el ejercicio
de la vida ciudadana; porque establecía privilegios odiosos y
coartaba la libertad del comercio y las industrias; porque abría
camino al despotismo de virreyes, gobernadores y capitanes gene­
rales y a multitud de abusos que, aunque el gobierno central quería
siempre reprimir y castigar, no podía hacerlo sino tardío e imper­
fectamente; porque retardaba la administración de justicia, y por­
que dejaba ahogar en la distancia y bajo poderosas influencias las
quejas justas y las racionales peticiones de las colonias ! Ah!....
Si España les hubiese dado autonomía y las hubiese conside­
rado como campo de expansión para los naturales de la me­
trópoli y sus industrias, y no como campo de explotación, ni
ella hubiese decaído en su importancia económica, ni ellas se ha­
brían separado—cosa indispensable al llegar a su mayor edad—
mediante fiera lucha y con heridas y rencores, sino como hijas
agradecidas.
Es verdad que no hubo en el gobierno del Nuevo Reino abu­
sos como éste que nos refiere don Gabriel Fernández de Villalo­
bos, marqués de Barinas:
«En cierta ocasión benefició un sujeto una tesorería, para
cuyo efecto me pidió le prestase cierta cantidad, y se la di, si bien
procuré disuadirle de ello. Noobstinte, lo benefició con el di­
nero, y dentro de cuatro meses me lo pagó, y aun otras diferentes
cantidades. Admirándome yo mucho que en tan corto tiempo ha­
bía satisfecho a sus acreedores, me dijo un día que no teniendo
más que un corto salario, no daría su ocupación por veinte mil pe­
sos todos los años; a que le repliqué que cómo podía ser eso.
Rióse mucho, y me llevó a su casa, y me dijo: “vea Vuestra Ma­
jestad, si yo tengo razón o nó.” Y diciendo esto se quitó el som­
brero, y haciendo una cortesía muy profunda, dijo a la caja donde
estaba el tesoro: “présteme Vuestra Majestad ,seis mil pesos.”
Abrióla, y sacó esta cantidad para emplearlos por su cuenta. Vol­
vióse a mí, y dijo que en las Indias no había oficio mejor que
el suyo.»
DISCURSO DEL SEÑOR RESTRKPO MEJÍA 621

Pero si abusos de esta clase eran raros en todas partes, y no


se registran en los anales de la colonia granadina, la venta de ofi­
cios públicos se imputa a la esposa misma .del virrey Amar, y a
cada paso tropezamos con exacciones injustas, excesivos gravá­
menes, actos tiránicos e irritante desprecio de los colonos y sus
mas claros derechos, sin que los buenos gobiernos de Caballero y
Góngora, o un Ezpeleta alcancen a cambiar el colorido general
del cuadro.
Mientras la Iglesia formaba el espíritu de los colonos en la
idea del derecho, el Estado los trataba como a seres de clase infe­
rior, y los privaba del ejercicio de funciones que en la doctrina
religiosa veían ser propias de todo ser racional. Limitados casi
hasta la anulación sus derechos políticos, restringido el comercio
de tal modo, que sólo podía hacerse con la península, prohibidas
las industrias que pudiesen hacer competencia a las de la metró­
poli, incierta y siempre retardada la administración de justicia,
era natural que el pensamiento de independencia surgiese en los
colonos. De allí ¡a insurrección de los Comuneros en el Soco­
rro, la de Tupac-Amaru en el Perú, la misión de Vidalle, los tra­
bajos del marqués de San Jorge y de García Olano, movimientos
esporádicos que relevaban un malestar muy hondo, al que las
autoridades españolas no prestaron, sin embargo, la atención que
merecía, si no fue para ahogar sus manifestaciones. La gran masa
del pueblo, por espíritu de orden y lealtad, continuó, a pesar de
todo, sometida a las autoridades constituidas. Vino luego el ten­
tador ejemplo de la independencia de los Estados Unidos con la
circunstancia gravísima de que fuese apoyada por España, y *
continuación el torrente de la revolución francesa, que libros y
periódicos, furtivamente introducidos, trajeron a algunos rincones
de las colonias americanas, y fue natural que muchos cerebros Se
encendiesen en aquel ejemplo y estas doctrinas. De allí las cons-
piraciones de Nariño, la desgraciada campaña de Miranda en
1806, las tertulias patrióticas y los conciliábulos y planes revolu­
cionarios. El pueblo, sin embargo, permanecía leal a su rey; los
rebeldes, los simplemente partidarios de la independencia, no en­
contraron apoyo en la masa popular. Patriotas meritísimos, no
consultaron el alma del pueblo, no entraron en la tendencia de su
espíritu leal y generoso, y tuvieron que fracasar en la empresa.
Pero invade Napoleón a España, acaba con el gobierno legí­
timo, y da el trono usurpado a su hermano José. El pueblo espa­
ñol de uno y otro continente, que no sate doblar la cerviz ante
fuerzas extrañas a la razón y la justicia, se levanta en todas partes
centra el usurpador, por serlo, por respresentar un yugo extran­
jero y por simbolizar la impiedad de la revolución francesa. El
inmenso imperio español se disgrega, falto del centro de atracción
de la legitimidad. Sus partes quedan de hecho independientes y
entregadas a la salud que se buscasen. En cada una de las penín­
sulas se organizan juntas para tener algún gobierno y resistir al
invasor. Lo mismo quieren hacer las colonias americanas, pero se
oponen las autoridades constituidas por el gobierno que acaba de
622 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

desaparecer bajo la espada napoleónica. Entonces el sentimiento de


la digni a I, el reprimido anhelo de independencia, la aversión al
yugo y a las ideas revolucionarias de Francia y el noble deseo de
conservar siquiera fuese este jirón de sus dominios a Fernando vn,
llevaron al pueblo a deponer aquellas autoridades. No era rebeldía,
supuesto que no había contra quién rebelarse: la legitimidad ha­
bía desaparecido, y era preciso que el pueblo ejerciese el derecho
de constituí la, pues no había enftente sino, por una parte, un
temible usurpador, y, por otra, una regencia usurpadora también,
impotente para resistir, y ciega ante los intereses americanos. El
20 de julio no fue un movimiento de insurrección, sino de reorga­
nización de un pueblo que se había quedado sin gobierno en mo­
mentos de gravísimo peligro. Era inaceptable la pretensión de
las autoridades españ -las de continuar como tales, supuesto que
se había agotado la fuente de donde manaba su poder, y porque
para ello habría sido necesario que el pueblo granadino se hubiese
creído incapaz de afrontar por sí mismo la dura situación que
atravesaba.
El clero granadino apoyó con entusiasmo el movimiento por
ser granadino y por ser clero. Como hijos del Nuevo Reino, de­
seaban su prosperidad, amaban a la patria, y debían honrarla en
sus derechos; como hijos y ministros de la Iglesia, querían poner
un dique al filosofismo francés, cuyas doctrinas veían claramente
opuestas a la verdad religiosa. A su ejemplo, casi la totalidad de
los colonos entraron en el movimiento de reorganización, de de­
fensa, de salvación común; sin ese ejemplo es casi seguro que ni
simpatías, ni riquezas, ni brazos se habiían llevado a la obra con
el entu-i >smo con que se llevaron.
La Junta Suprema constituida en esta capitií el 20 de julio
de 1810 protestó repetidas veces que su proDÓsito era solamente
el de defender la religión y los derechos de Fernando VII. Así lo
dijo en el acta de su instalación; en el bando de 23 de julio; en el
desconocimiento que hizo de la regencia el 26; en la resolución
dictada en noviembre de ese afto cuando se exigió al doctor Lasso
de la Vega el juramento de obediencia; en la contestación al
señor obispo de Cuenca; en la exposición de 25 de septiembre,
y así lo dijeron también en muchos documentos Torres, Caldas,
Herrera. Pey y otros prohombres de esos magnos días.
¿Hubo falsía en estas dejaciones, y sólo se dictaban para ocul­
tar el propósito de independencia absoluta? Es posible que la hu­
biese en el ánimo resuelto de unos pocos, sobre todo de los que se
inspiraban en las ideas fiancesas; pero nada nos autoriza para atri­
buirla a la totalidad, ni aun a la mayoría de los vocales de la
Junta Suprema, y menos del pueblo santafereño y del granadino
en general. Lo cieito es que sólo Mompós se declaró inmediata­
mente S‘ parada de la obediencia al rey, y que declaración seme­
jante no se generalizó en el Nuevo Reino sino años después, cuan­
do la reacción y agresión española agrió los ánimos, y obligó a
los patriotas a defenderse desesperadamente.
DISCURSO DEL SEÑOR RESTREPO MEJÍA 623

Es indudable que al movimiento inicial concurrieron inten­


ciones diversas: en primer lugar, las que dejamos señaladas, úni­
cas capaces de arrastrar al pueblo, al clero y a las piadosas fami­
lias coloniales; en segundo lugar, el deseo de independencia, que
la dignidad nacional por una parte, y el mal gobierno por otra
hablan generalizado; en tercer lugar, los intereses de las idustrias
y el comercio, que estaban ahogados en el sistema colonial; en
cuarto lugar, el espíritu aventurero y la afición a novedades que
siempre y dondequiera dominan en muchas gentes; y, por último,
las ideas de la revolución francesa, que habían calado ya en unos
pocos cerebros. Todas estas intenciones concurrieron, pero todas
debieron el éxito a la de oponerse al yugo francés y a las ideas
revolucionarias. La Providencia Divina deja que en las sociedades
se formen diversas y aun encontradas corrientes y que se muevan
con entera libertad. Pero sabe llevarlas en concurso común a un
fin por ella determinado, y no por todas ellas previsto. Así, en
este caso, los acontecimientos nos llevaron a la emancipación
absoluta, sin que la mayoría de los actores aspirase a ella desde el
prirlcipio.
Si esto es asi, resulta que ni nuestros padres fueron insurgen­
tes, como los llamaban los partidarios del antiguo régimen, ni la
independencia fue obra de un cambio sino de un desarrollo de las
ideas fundamentales del pueblo granadino. La defensa de nuestra
religión y los sentimientos y principios que ella había sembrado
en los espíritus, y con los cuales había unificado y formado nues­
tro pueblo: hé ahí las causas principales de la emancipación de
la vieja colonia.
Y es grato, señores, que estas investigaciones históricas en
que tan hondo han metido en mano al doctor Marroquín, nos lle­
ven a resultados tan honrosos para el patriotismo colombiano. No
fuimos desleales, no fuimos traidores, no aprovechamos circuns­
tancias desgraciadas para la madre patria, a fin de sacar ventajas
de ellas, no fuimos rebeldes, no fuimos insurgentes. Luchamos
contra los detentadores del poder público, que había vuelto al
pueblo, sin que los viejos mandatarios quisiesen reconocerlo; lu­
chamos por conservar al rey siquiera este pedazo de sus dominios
para el caso de que los demás cayesen en poder de Napnl^ón;
luchámospor defender nuestras creencias, que Jos afiauccsadcs
españoles ponían en peligro; y si luégo fue preciso declarar la in­
dependencia absoluta, fue porque, desconocida la pureza de nues­
tras intenciones, se nos hizo una guerra implacable, hasta tomar
con Morillo los caracteres de reconquista.
Nó. Tenemos, sin duda, muchas manchas en nuestra historia,
como las tienen todos los pueblos en la suya. Vagan en la mon­
taña de Berruecos las sombras ensangrentadas de Sucre, el
inmaculado; de Arbólela, el poeta guerrero; gimen las brisas
del Atlántico en las frondas de San Pedro Alejandrino, como para
recordarnos la ingratitud con que amargamos los últimos instantes
del padre; lloran aún las viudas y los huérfanos de nuestras insen­
624 b o l e t ín d e h is t o r ia y a n t ig ü e d a d e s

satas guerras civiles; aún quedan ídolos en los lugares altos, y el


robusto cedro de numerosas ramas es a veces abitado por vientos
de tempestad. Pero no temáis; el árbol tiene hondas raíces, fecun­
dadas por aguas de salud, y en los sacudimientos que sufra mues­
tra la potencia de su vida. La síntesis de nuestra historia nacional
revela una nación que marcha sobre principios fijos, con clara
visión de sus deberes, con voluntad de cumplirlos y con ánimo de
hacer valer sus derechos y de afrontar todas las dificultades de la
marcha; pueblo noble, serio, trabajador e inteligente, que oye
con despectivo silencio los insultos de ladrones de naciones, y los
desmiente con su conducta; pueblo que va tras de su Libertador
subiendo por la áspera cumbre de simbólico Chimborazo, hasta
donde flota el manto de iris y se ven los esplendores del cielo.
Reconozcamos pues que el doctor Marroquín ha sentado una
tesis sociológica de grande importancia para la filosofía de nuestra
historia nacional; tesis de que el estudioso sacará trascendentales
consecuencias, y en que el patriota hallará motivos de legítimo
orgullo; tesis de aquellas que sólo es dado descubrir a los talen­
tos vigorosos. Merece el doctor Marroquín ser felicitado por to­
dos los amantes de la historia, aun de quienes no acepten su tesis,
porque ella es y será causa de profundos estudios. Yo lo hago
efusivamente ai darle la bienvenida en nombre de la Academia
de Historia y Antigüedades, y lo excito respetuosamente a prose­
guir en tan saludables trabajos.

mFORfflE DEb SECRECflRIO


Señores académicos:
En este mismo día, hace veintidós años, tuvo lugar la solemne
instalación de la Academia de Historia, a pocos pasos de este
local. Meses antes se había iniciado ella, por un grupo de amantes
de los recuerdos patrios, con el título de comisión organizadora,
la cual puso las bases de este instituto y le dio impulso a tan no­
bilísimos estudios. Pero fue en el onomástico del Libertador
cuando dada la última mano a la obra se abrió este templo para
rendir adoración a las glorias del pasado.
Tocóme ese día dirigiros la palabra y ser designado, aunque
el menos meritorio, para presidiros en el primer petíodo. Eran
horas de pavor y de tristeza; feroz contienda civil impregnaba de
humo los aires, de sangre las campiñas y de odio las almas. Todo
edificio de paz, de cordialidad y de benevolencia resultaba delez­
nable en tales momentos y sobre este terreno. Parece que hasta
de simples o cándidos se nos trató al oírse nuestro programa.
Pero aquello resultó hálito de generoso frescor en la quemante
atmósfera que se respiraba; o manantial cristalino y saludable en­
tre el inmenso erial que habían formado las pasiones políticas.
Y la Academia siguió su marcha, resistió todos los huraca­
nes, pasa ya hoy de la mayor edad y se muestra cada día en
plena salud y en espléndido vigor.
INFORME DEL SECRETARIO 625

Bien que antes de ella y posteriormente a su fundación se


hayan establecido en nuestro país otros centros de labores intelec­
tuales, quiza ninguno na perseverado con igual fervor y con igual
tenacidad en sus faenas Sea por las agitaciones en que pasamos
el siglo anterior, sea por la mala situación económica que. no per­
mitía cultivar otros campos distintos de los que proveían al sus­
tento material, marchitarse se vieron los huertos de ideales que
sembraran nobles espíritus saturados del arte o de las ciencias. Y la
Academia de Historia, sin desmayar un día, prospera sin cesar y
tiene bien asegurada su existencia. A vosotros se debe tan plausi­
ble resultado, pues con desinterés y patriotismo ingentes habéis
velado ante estas aras de Ciío y consagrado a tan magnífica diosa
las mejores preseas y los más constantes homenajes.
Murió a fines del año pasado, lejos del suelo nativo, don José
Rivas Groot. Literato eximio y labrador inteligente en los campos
de la historia, fue su muerte acerba pena para la Academia, y así
lo hizo constar en su acta correspondiente. Bien que por su larga
ausencia no pudo colaborar activamente en nuestras tareas, dejó
el varios estudios de alto aprecio para los anales colombianos.
Cuatro nombres nuevos han entrado a la lista de miembros
de número. Los señores Marrroquín, Triana, Bejarano y Otero
D’Costa, elegidos fueron en estos meses, y se enorgullece la Aca­
demia de tenerlos en su seno. Todos ellos han puesto páginas
bien intensas en nuestra historia, y han dado impulso benéfico a
las tareas de la Academia. La recepción pública del primero se
hará esta noche, y en breve serán las de los otros tres.
Ha tomado parte la Academia en la obra de varios monu­
mentos conmemorativos, bien lanzando la idea de ellos, bien apo­
yando los propósitos de otras entidades, bien asistiendo a la colo­
cación de sus primeras bases, o a su inauguración, bien ayudando
en cualquiera otra fotma en esos tributos de admiración y gratitud.
Citaré su intervención en la estatua del doctor Márquez; en el
monumento a los comuneros en Puente Nacional; en la lápida del
general Nariflo; en el grupo a Ricaurte sobre el camino de Cha-
pinero; en el busto al sabio Mutis, etc., etc.
Parte activa tomó la corporación en la exhumación de los
restos del procer don Ignacio Herrera. Debido a sus gestiones
fueron ellos indentificados y llevados al concejo municipal, donde
en pomposa ceremonia se le entregaron al comisionado del cabil­
do de Cali para recibirlos. Asistió también la Academia al funeral
que se le hizo a esas venerables cenizas en la iglesia del Rosario.
Os di cuenta en la anterior memoria de las labores sobre el
libro boliv ano, que iniciaron algunos periodistas peruanos para
el centenario de Ayacucho. Los designados para redactar dicha
obra cumplieron su encargo y enviaron sus correspondientes ca­
pítulos, ios cuales fueron remitidos a Lima con toda oportunidad.
Se resolvió además hacer aquí, separadamente, lo relativo a Co­
lombia, pero aún no se ha podido empezar esta obra.
xrv—40
626 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

La ciudad de Santa Marta, que celebrará su cuarto centeuario


en el afio venidero, tiene como número de su programa un concur­
so literario, y ha sido designada la Academia pata servir de jurado,
honrosa designación, que fue aceptada con vivo reconocimiento.
Varias lecturas se han hecho en estos doce meses, en los días
de sesiones. El señor Monsalve, con acopio de erudición y con
laboriosidad inquebrantable, ha refutado los cargos hechos al
Libertador en reciente libro de un escritor colombiano. Esas ex­
posiciones, leídas en varias reuniones, y en las cuales ha mostrado
el conferencista su claro talento y su denso patriotismo, han sido
por todos aplaudidas con entusiasmo.
El señor Quijano relató, con motivo del-centenario de Junín,
varios asuntos relativos a las relaciones de Colombia y Bolivia; y
agregó a su selecta narración anécdotas sobre el dictador Melga­
rejo, de origen colombiano. Ensalzada fue igualmente aquella in­
teresante conferencia. El señor Gómez Calvo expuso algunos
episodios de la época federal, especialmente de la revolución en
el Estado de Cundinamarca contra su gobernante el señor don
Justo Bricefio, los cuales oímos con marcado embeleso.
El señor Zuleta nos deleitó en una reunión con un estudio
sobre el origen del nombre de Antioquia; en otra, sobre la his­
toria de la medicina en aquel departamento, y en otra, sobre el
verdadero apellido del fnndador de Popayán. Estas tres diserta­
ciones son de altísimo mérito, y llevan claridad a dos enigmáticos
puntos de nuestro pasado. Y el señor J. M. Restrepo nos dio cu­
riosos y desconocidos detalles sobre Zipacón y pormenores de
algún personaje de la época del virrey Solis, lectura que obtuvo
las más sinceras alabanzas.
Los trabajos de publicación si han marchado con ’entitud.
La Imprenta Nacional en tiempos de congreso es ocupada por
las labores de éste, y nuestro Boletín y demás obras quedan para­
lizadas. Hay por consiguiente una congestión de originales que
aumenta cada día. En vano trabajan los académicos de número y
correspondientes; en vano nos vienen de fuera artículos de mé­
rito y documentación preciosa; la mayor parte queda inédito en
nuestro archivo. La prensa es el estímulo úuico a que aspiramos,
y lo que muestra mejor la trascendencia de una sociedad científica.
V de ella estamos casi privados actualmente. Después de mi ante­
rior informe, han aparecido sólo dos números de nuestra revista:
los correspondientes a diciembre del afio pasado y a marzo del
presente, y se halla para salir el que lleva fecha del mes de junio.
De los volúmenes de la Biblioteca de Historia Nacional con­
tinúan en prensa el 33 y el 36, intitulados Congreso de las provin­
cias unidas y Bibliografía bogotana, tomo 20 De ambos se ha edi­
tado algo más de la mitad y también se han empezado a imprimir
el que contiene las actas del Congreso de 1023. Del Archivo San­
tander ha aparecido el tomo xix, que contiene valiosas piezas de
aquel depósito de riquezas históricas.
Acordó la Academia manifestar al ministerio de Instrucción
Pública que sería conveniente y patriótico intensificar la ensefinaza
INFORME DEL SECRETARIO 627

de historia nacional. Con beneplácito fue acogida esta solicitud


por el gobierno, y parece que se han dictado providencias en tal
sentido. Es en realidad penoso ver que hay amplios y venerables
institutos, así como modestos liceos y escuelas elementales, donde
no se da este curso o apenas se enseñan algunas nociones sobre
¿I. Preciso es que la Academia insista en esta cuestión y vigile lo
que se practique a ese respecto en todo el país, desde las univer­
sidades hasta los planteles rurales.
Ha vuelto la Academia a insistir en la conservación de las
murallas de Cartagena, en las cuales se ejecutaban algunas demoli­
ciones. Esto fue suspendido, según informes, y tal vez se debe en
algo a tales gestiones, que se han hecho no sólo en proposiciones,
sino en correspondencia y en artículos de periódicos.
Las graudiosas piedras de Facatativá, que al mismo tiempo
son maravillas de la naturaleza y recuerdos históricos, se empezó a
mutilarlas, hace algún tiempo. Nuestra corporación tuvo de ello co­
nocimiento, y pidió a ios ediles de aquella ciudad se procurara im­
pedir tamaña insensatez. Y como en el caso anterior, varios acadé-
nficos hablamos también de ello en la prensa, y nos dirigimos, ya ver­
balmente, ya en epístolas, a varios vecinos de esa simpática ciudad.
Miembros correspondientes han sido nombrados en este pe­
riodo los señores Gregorio Lozano, colombiano que reside en Lima
hace largos años, y que ha sido cultivador asiduo de nuestras cróni­
cas; y Demetrio García Vásquez, quien a sus anteriores trabajos his­
tóricos, que ya eran título para ello, ha agregado recientemente un
libro devaluaciones históricas, donde hace luz sobre puntos, aún
oscuros, o en la penumbra, relativos al valle del Cauca. A él se debe
además la glorificación que recientemente se ha hecho a la memo­
ria del doctor Herrera, cuya actuación, poderosa y fecunda, en el
■acimiento de la República estaba un tanto desconocida.
En los distintos actos con que se conmemoró el centenario de
la muerte del general Narifio tomó parte la Academia, bien toda
ella, bien por medio de comisiones. Ha nombrado al señor Lo­
zano su representante para el centenario de Ayacucho en Lima; y
designó para asistir en su nombre, al recibimiento de los restos del
señor Conto, que se efectuó en Quibdó, ai señor Vargas, intenden­
te de aquella comarca. Por haber publicado la prensa noticia de
algunos indicios sobre el lugar donde se hallaba el templo de So-
gamoso. incendiado en las primeras horas de la conquista, se
designó una comisión para investigar este punto. Los señores
Cuervo Márquez y Arrubla, encargados de ella, se trasladaron a
aquella población, v con laboriosidad y talento estudiaron tan
interesante cuestión. El informe que presentaron fue leído en una
de las sesiones, y se publicará próximamente en el Boletín. Unos
maderos calcinados, restos del famoso adoratorio, que se hallaron
eh sus excavaciones, y que ayudan a la determinación del sitio
donde él existió, fueron traídos y donados al Museo Nacional.
Con motivo de los trabajos del ferrocarril del Noroeste, se
hallaron cerca de Suesca algunas sepulturas indígenas. Los seño­
res Arrubla y Triana fueron a aquel lugar y practicaron exhuma­
628 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

ciones de esos despojos de los aborígenes. Preciosos objetos de


cerámica se encontraron, y varios de ellos han ingresado también
a nuestro gabinete nacional de antigüedades.
El señor Ernesto Restrepo, que trabaja con ahinco y aplomo
en el archivo de Indias de Sevilla, ha enviado documentos bien
preciosos para nuestras crónicas de la conquista, especialmente
sobre Quesada y Bastidas. De éste halló al fin, tras paciente in­
vestigación, su retrato, hista hoy perdido, lo que ha producido
alborozo en la bella ciudad por él fundada, y que se prepara ahora
a celebrar su cumplesiglos. Dicho miembro de la Academia ha
iniciado trmbién la colocación de una lapida en Sevilla en re­
cuerdo de Bartolomé de las Casas.
Recientemente ha acordado la Academia una moción sobre
la necesidad de cambiar la fecha de la reunión del Congreso. El
20 de julio era antes un día de tregua a las pasiones políticas, y
en él fraternizaban los más impetuosos adversarios. Todo rencor
y toda intriga callaban ante el recuerdo de los grandes hechos y
de los grandes hombres de la lucha emancipadora. Pero desde
que en tal fecha se puso la reunión del cuerpo legislativo, predo­
minaron en ella las agitaciones de los partidos sobre la evocación
de las magnas glorias Para remediar esto, preciso es reformar la
constitución, y así se ha pedido al cuerpo soberano.
Vuelvo, para terminar, a repetiros, como en el año pasado,
que las dos principales necesidades de este núcleo de amantes de
la historia son un edificio adecuado para su secretaría, su biblio­
teca y su archivo; y una tipografía propia e independiente de
otros trabajos, para poder editar oportunamente y con desahogo
así los artículos de sus miembros, como la importante documen­
tación que se le envía.
Los libros y legajos de papeles ya no caben en los estantes, y
aglomerados están por el suelo, y fuera de este amplio salón para
sus sesiones, lo demás son cuartos húmedos y oscuros. Si se le
diera a la Academia alguna casa, separada de todo otro servicio
público, pcdría allí establecer su imprenta, organizar bien su li­
brería y fundar un museo de reliquias históricas; y la Biblioteca
Nacional, que esta también en penosísima estrechez, ampliaría sus
salas con las que dejara nuestra Academia.
Muchos otros puntos dejo de mencionar relativos a las labo­
res de la corporación, ya porque ellos constan en los extractos de
actas, que después de publicadas en los diarios de la ciudad, a su
debido tiempo, son insertadas en el Bolc;ín¡ ya para no prolongar
este acto, pues ansiosos estaréis por oír las oraciones del nuevo
académico, y de quien le da la bienvenida a nuestro seno.
La Academia, a pesar de esos obstáculos o inconformidades
e que os he hablado, ha oficiado sin cesar en las aras del pa-
notismo, y seguirá, aun cuando sea abrupto su camino, su marcha
p°r e ^recogiendo los gloriosos trofeos del pasado, y colocándolos
en los inmortales relicarios de nuestra historia.
- Eduardo Posada
Octubre 28 de 1924
INFORMES DE COMISIONES 629

IDFORÍDES DE COÍDISIODES
i
*

CANDIDATURA LOZANO LONDOÑO

deñores académioos:
El señor Gregorio Lozano Londoño fue propuesto para aca­
démico correspondiente en una de las sesiones anteriores, y sobre
su personalidad me toca el honor de rendir el informe de) caso.
Hace más de sesenta años que el señor Londoño está ausente
del país, pero ni el tiempo ni la distancia han sido parte a amino­
rar su intenso cariño por la patria colombiana En los periódicos
del Perú figuran muchos escritos de su bien tajada pluma, destina­
dos a hacer conocer a Colombia y a enaltecer las glorias de sus
héroes, rememorando hechos culminantes de nuestra historia. A
pesar de su avanzada edad no desmaya el señor Lozano en su no­
ble tarea, y con frecuencia publica artículos, para llevarla a cabo,
inspirados en auténticos sentimientos de patriotismo. No pasa un
20 de julio sin que aparezcan en los diarios de Lima trabajos del
señor Lozano para celebrar la clásica fecha, en que demuestra los
progresos de la nación y hace cuanto puede para mantener vivo el
amor a Colombia en el corazón de sus hijos ausentes. A la cabeza
de la colonia colombiana en Lima visita en el aniversario patrio
nuestra Legación, y allí, con frases entusiastas, hace el recuento de
nuestras glorias; así el señor Lozano propaga la historia nacional,
no sólo por medio de la pluma, sino también por la palabra.
Lo expuesto es suficiente para demostrar que el señor Lozano
merece ser admitido como académico correspondiente, tanto por
sus dotes de cultivador de la historia como por su amor a la tierra
que le vio nacer, y en tal virtud tengo el honor de proponeros:
Admítese como académico correspondiente al señor don
Gregorio Lozano Londoño, ciudadano colombiano residente en
Lima.
Señores académicos, vuestra comisión.
Eduardo Restrepo Sáens
Bogotá, i.e de marzo de 1924.

n
CANDIDATURA OTERO D?COSTA

Señor presidente de la Academia Nacional de Historia.


Cumplimos gustosos el deber de informar sobre la candi*
datura para miembro de número del distinguido colega corresponr
diente, don Enrique Otero D’Costa.
Bien hubiéramos querido presentar un extenso informe hacien­
do el recuento de las numerosas obras y escritos del señor Otero, y
un meiecido elogio de unas y otras. Pero la misma excelencia de
BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

las pioducciones del joven y ya afamado historiógrafo las ha hecho


tan conocidas como admiradas, pues en verdad pocos autores de
actualkiad han sido tan leídos y tan aplaudidos.
Todos los miembros de la Academia no sólo conocen, sino que
conservan, con el aprecio debido, obras tan de aliento como Croni­
cón solariego, El general Padilla, y sobre todo ese erudito y origi­
nal ensayo que tántas cosas buenas y nuevas ha popularizado
sobre El Licenciado don Gonzalo Jiménez de Qu'sada.
A más de esto, la colaboración del sefior Otero en nuestro
Boletín ha sido tan frecuente como interesante, pues ha solido es­
coger puntos intocados y bien oscuros. Pudiera decirse que esta
apreciable cualidad ha sido la característica de Otero D’Costa como
historiador.
Pero sus actividades y su amor a esta clase de estudios no se han
limitado a la labor de bufete, que suele ser tan tranquila y reposa­
da. El ha sido un inquieto buscador en nuestros archivos, perspi­
caz y activo, y además en el terreno de esas actividades tiene dos
títulos que difícilmente pueden ostentar otros colegas: el de funda­
dor de dos importantísimos centros de estudios históricos, el de Car­
tagena y el de Manizales, y el de sus respectivos órganos, el Boletín
historial y el Archivo Historial, que tántas y tan lucidas páginas
registran ya y que ha prestado servicios casi invaluables a la cultura
histórica nacional.
Es pues tan de relieve la personalidad del sefior Otero en esta
clase de trabajos, y prestará en la nueva clase servicios tan espe­
ciales a nuestro instituto, que toda otra consideración en este in­
forme aparecería como una redundancia.
Por consiguiente terminamos proponiéndoos:
Nombrase al sefior Enrique Otero D’Costa miembro de nú­
mero de la Academia, para llenar la vacante del sefior T. M Rivas
Groot. J
Sefior presidente.
Arturo Quijano—J. J). Móntalos
Bogotá, abril r.e de 1924.

111
CANDIDATURA BEJARANO

Señores académicos:
a;51aCadémÍF° corresPondiente don Jorge Ricardo Bejarano
«r»nd^PrOPi Para ocuPar e’ sillón de miembro de número,
vacante por la muerte del sefior don Simón Chaux, y sobre esa can-
b ™¡;“o h f h,Tr de r^d"ei
de nimíik b- de aca^emico Bejarano es bien conocido como el
recuerdo dX C“'Vvador de U historía- V‘vo duda en el
recuerdo de los aquí presentes su discurso pronunciado en la sesión
INFORMES DE COMISIONES 631

solemne de la academia en 1922. Hizo allí un interesante cuadro


de la vida colonial, y con hermosas frases trasladó a sus oyentes a
aquella época, demostrando al mismo tiempo la versación del ora­
dor en la materia que trataba. Meses más tarde dictó en la Acade­
mia una conferencia relativa a un curioso manuscrito,, por él des­
cubierto, en la que estudió el primer movimiento revolucionario en
Venezuela y dio datos de mucho interés sobre actuaciones de al­
gún miembro de conocida e ilustre familia de nuestro país. En esa
conferencia se pudieron apreciar las dotes que como investigador
en asuntos de historia distinguen al que la pronunció.
No solamente en Colombia, sino también en el extranjero, han
sido apreciados los trabajos del candidato sefior Bejarano. Al co­
nocer el compilador de la obra Simón Bolívar por los más grandes
escritores americanos, el libro que Bejarano escribió sobre las ideas
políticas de Bolívar, no vaci'ó en incluir allí la parte que estudia
al héroe como legislador, precedida por palabras llenas de elogios
sobre su importancia. Y al lado de escritores como Montalvo,
García Calderón, Vicuña Mackenna, Martí, Rodó y otros muy dis­
tinguidos, figura el nombre de Bejarano, en señal del aprecio me­
recido por sus estudios históricos.
Ellos se distinguen por un ilustrado espíritu de investigación
y por puntos de vista propios y nuevos, expuestos en estilo fácil,
correcto y ameno.
Lo expuesto hace creer a vuestra comisión que el sefior Beja­
rano es digno de ser admitido como académico de número, y en
consecuencia tiene el honor de proponeros:
Desígnese como miembro de número, para llenar la vacante
que quedó por fallecimiento del sefior don Simón Chaux, al sefior
don Jorge Ricardo Bejarano.
Señores académicos, vuestra comisión.
J. M. Marroquín—Eduardo Restrepo Sáenr
Bogotá, 15 de mayo de >924.
IV

LBTBNDAS HISTÓRICAS

Sefior presidente de la Academia Nacional de Historia.


Me es grato rendir ante la benemérita corporación que usted
tan tinosamente preside, el informe que me fue encomendado
sobre el libro Leyendas históricas de Santafé y Bogotá, vacado a lu^z
por el sefior Manuel José Forero, con dedicatoria a esta Aca­
demia.
El género de leyendas, tomado este vocablo en su acepción
de sucesos maravillosos, y que también llámase de tradiciones, aun­
que el mote no siempre convenga, es quizá el más difícil de la
escuela literaria, porque él exige del narrador un conocimiento pro­
632 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

fundo y concienzudo de la época en que haga actuar sus episodios;


vale decir, una asimilación íntima de la etnografía, la ideología,
la filología, amén de regular dosis de conocimientos geográficos y
topográficos de las edades relacionadas con la narración. Con
tal bagaje se salvarán defectos, tales como lo de exponer a los per­
sonajes o héroes en actitudes reñidas con el medio en que actua­
ron, o razonando con ideas exóticas en su tiempo, o dialogando
con vocablos o giros inusitados en edades anteriores o posteriores
a aquella en que se sitúa el hecho y aun casos como el de denomi­
naciones o descripciones erradas de lugar, calle, ciudad, etc. El
autor debe, en resumen, habilitarse para trasladar la pluma a la
época descrita y desarrollada en el episodio dentro de los lindes
perfectos de esa época, así en tiempo como en lugar.
Por no seguir esa regla o precaución, preparándose en pacien­
tes lecturas y estudios, hemos visto poco menos que malogrados
los loables esfuerzos de casi todos nuestros escritores de tal escue­
la, desde Juan José Nieto, autor de Yngermtna o La Hija di Ca­
lamar, hasta la casi totalidad de los que actúan en nuestros moder­
nos dias. Las obras de los viejos van camino del olvido, y las de
los contemporáneos seguiián también esa trayectoria si no se reme­
dia el origen del mal. Ninguno de ellos se ha hecho ni se hará
popular, y menos se ve la obra que alcance a traspasar los lindes
patrios, como pudo lograrlo, por ejemplo, don Ricardo Palma, el
inimitable tradicionista de la Ciudad de los Reyes. Caso de excep­
ción señalaría en el señor Cordobés Moure, porque él se limitó a
traducir al libro, en ameno, sino correcto castellano, sucesos adya­
centes o contemporáneos a la época en que vivió, pudiendo así
presentar, en cuadros perfectos, el teatro auténtico y los personajes
vivos y animados de sus Rcmin:sccncias o tradiciones.
En el grupo de los actuales tradicionistás destácase el señor
Forero con marcado relieve; de su obra aún no podría decirse la
palabra concreta, como que apenas se compone de los primeros
ensayos de su juiciosa mocedad. Tal vez en la alforja de sus facul­
tades se genera la celebridad, así como en el morral de los grana­
deros napoleónicos agitábase el bastón de mariscal....
La veintena de leyendas que forman su primer libro, cuyo es­
tudio ocupa este informe, compónese de episodios más o menos
conocidos, como los del virrey Solís, don Angel Ley, matrimonio
de Ricaurte, el venado de la Veracruz, que tan donosamente rela­
tó don José Caicedo Rojas, episodios tomados por el señor Fore­
ro de Groot, Raimundo Rivas, Luis Augusto Cuervo, Vargas Jura­
do, Ibañez y otros autores o cronistas nacionales, amén de algunos
bebidos en la tradición oral. Y es lástima que al hacer la selección
de temas, no hubiera procurado el autor variar el género o clase
de ellos para evitar de esa manera la continuada repetición de un
escenario compuesto, en lo general, de vn galán afortunado, un
pa re, hermano, marido o galán burlado, frailes o monjas que se
ene austran o desenclaustran, algún duende o fantasma velador de
tesoros escondidos, y como consecuencia de todo esto el necesario
o rtejo de noches oscuras, lluviosas y ventosas, luz de candiles o
INFORMES DE COMISIONES 633

farolillos, aceros desenvainados, capas, chambergos, etc., repetido


con necesaria pero hostigante frecuencia. En la lira de nuestros
episodios no solamente existe la cuerda amorosa o de espantos:
allí están las cuerdas guerreras en tierra y mar, la taumatúrgica
viajera, unas veces festivas, traviesas, otras trágicas, heroicas, y en
fin, variedades o tonalidades que, reunidas en haz, imprimirían a
cualquier libro amenidad e interés, como que así la imaginación
del lector iría cambiando de panorama y de horizontes. El tema
repetido y su lógico corolario traducido en la uniformidad de la
descripción, es escollo que debería evitarse cuando se trata de
confeccionar un libro; un relato aislado puede que se lea con
deleite, pero si ese relato se recopila en una obra con otros simi­
lares, el conjunto resulta monótono, pesado.
Dejando a la vera esa observación, quejse refiere al conjunto,
como queda expresado, solamente vienen a mi pluma frases de
aliento y de felicitación para el joven escritor que con tánta dispo­
sición y ejemplar constancia dedica las primicias de su inteligencia
a estudiar los vaivenes de nuestras crónicas e historias, vistiéndolas
con las galas de la fantasía, para que, así popularizadas, puedan
penetrar a la casa espiritual del gran público, de ese gran público
tan indiferente, de ordinario, al estudio de nuestros anales. El
esfuerzo realizado por el señor Forero es, a mi juicio, encomiable,
y por consiguiente una calurosa palma de aplauso de esta Acade­
mia paréceme de justicia. Permítome pues someter al ilustrado
criterio del instituto la siguiente proposición:
La Academia Nacional de Historia avisa al señor Manuel
José Forero e! recibo de su obra Leyendas h stórica* de Santafé y
Bogotá, agradécele su fina dedicatoria, y le envía su voz de aplau­
so y de excitación para que continúe laborando sobre temas relati­
vos a nuestra historia nacional, aprovechando toda la rica cantera
que ella ofrece al investigador.
Devuelvo la obra materia de estas líneas, y quedo del señor
presidente su muy atento y seguro servidor,
Enrique Otero D'Costa
Bogotá. 23 de junio de 1924.
v
CANDIDATURA GARCIA VÁSQUEZ

Sefior presidente de la Academia de Historia y Antigüedades:


En desempeño de la comisión que nos disteis para informar
sobre la candidatura del doctor don Demetrio García Vásquez,
propuesto para miembro correspondiente de esta Academia, teñe*
mos el honor de exponeros:
Es el doctor García Vásquez un caballero de Cali, muy ilus­
trado en varias materias y perito en la historia de Colombia, espe~
634 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

cialmente en lo relativo al antiguo departamento del Cauca. Ade­


más de varios artículos y discursos de este género, ha publicado
recientemente un libro, con el título de devaluaciones Hstóñsaa,
que hemos leído atentamente.
Es un libro de combate. Para exaltar los merecimientos de
Cali y demás ciudades del Valle del Cauca, el doctor García se
esfuerza en poner a Popayán entre las ciudades netamente realis­
tas de la época de la independencia. No podemos suscribir esta
tesis. No hubo, es verdad, en Popayán movimientos de la tras­
cendencia de los del Valle en los comienzos de esa época gloriosa;
pero es preciso tener en cuenta las circunstancias en que la ciudad
se encontraba: era el centro del gobierno de la provincia: allí resi­
día el gobernador, rodeado de fuerzas creadas con motivo de la
sublevación de Quito; y este gobernador no era un Amar y Bor-
bón, sino Tacón, caballero inteligentísimo, astuto, activo y que
supo captarse las simpatía de la alta sociedad y el pueblo entero
por sus condiciones personales y buen gobierno. Sin embargo, ios
popayanejos obligaron a eáte gobernante a constituir una junta pa­
triótica cuando se tuvo notica de los acontecimientos del 20 de
julio en Santafé, junta que Tacón supo disolver hábilmente pasa­
dos algunos días, como supo luégo contener y ahogar otros mo­
vimientos patrióticos de la ciudad. Esto es gloria de Tacón, no
desdoro de Popayán, ciudad que, por otra parte, no perseveró en
la actitud que Tacón la obligó a tomar en esos días, sino que, tan
pronto como pudo respirar alguna libertad, se mostró decidida por
la independencia.
Pero no compete a nosotros examinar la verdad o falsedad
de esta tesis, sino la manera como trabaja el doctor García en sus
.investigaciones históricas. Puede, en efecto, un individuo errar en
sus apreciaciones de los hechos que estudia, en su filosofía de la
historia, pero prestará grandes servicios si sabe investigar aquellos
hechos, registrando archivos y aportando nuevos documentos. Y
esto ha hecho, con inmensa labor, el doctor García Vásquez.
. .En efecto: trae él, en su libro muy interesantes documentos
inéditos, recogidos por él en archivos privados y públicos, donde
dormían expuestos a perecer. Entre ellos nos han llamado la aten­
ción los que se refieren a los auxilios que dio el Cauca al general
Sucre para su expedición al Ecuador y el Perú, que culminó en las
batallas libertadoras de Yaguachí, Pichincha, Junín y Ayacucho.
El Valle no tenía entonces más de 80,000 habitantes, y sus indus­
trias valían muy poco; había hecho dos campañas sobre Pasto;
sufrido las exacciones a que lo sometieron Sámano, Warleta, Tolrá
y Calzada; triunfado en San Juanito; ayudado al general Valdés
a reorganizar su división dándole soldados, ganado y dinero; y a
®e O<L°S ®stos sacrificios, suministró a Sucre los batallones
Sa*tandei\ gastó más de $ 20,000 en equiparlos, y con el
t cs aneado garantizó una compra de armas por valor de
_ (s?s documentos honran a Colombia, y su publicación
es debida al doctor García Vásquez.
INFORMES DE COMISIONES 635

Por todo lo dicho, creemos no sólo justificada la candidatura


del doctor García Vásquez, sino muy conveniente para la Acade­
mia contar con un miembro tan distinguido y laborioso en ¡as
investigaciones de su incumbencia.
En consecuencia, creemos que debe ser admitido como miem­
bro correspondiente de la Academia.
Bogotá, septiembre 15 de 1934.
Sefior presidente.
M. Restrepo Mejta
vi
HISTORIA DE LA LITERATURA COLOMBIANA

Sefiorea académicos:
Tengo el honor de informaros acerca del compendio de la
historia de la literatura colombiana, escrito por nuestro socio co­
rrespondiente don B. Matos Hurtado.
Como lo indica su autor, este trabajo está destinado para el
uso de las escuelas y colegios de la República; y se basa, para la
literatura de la época colonial, en la obra irremplazable de Verga-
ra y Vergara que, a pesar de las deficiencias propias de la época
en que se compuso, y de la ya lejana fecha de su publicación,
continúa siendo la piedra angular de nuestra historia literaria.
Para los tiempos posteriores, el sefior Matos Hurtado declara
haberse servido de los estudios nacionales y extranjeros, casi todo*
fragmentarios, que se han publicado sobre la materia.
Peio no se ha limitado el sefior Matos Hurtado a extractar
escritos ajenos, sino que ha puesto a contribución sus copiosas
lecturas de autores nacionales; y presenta la materia de acuerdo
con un plan que consulta las necesidades de la enseflanza.
Pudiera quizá observarse, desde el punto de vista didáctico,
que en una obra destinada a las escuelas, no debe haber prodiga­
lidad en la cita de autores secundarios. Pero por otro lado, habría
sido lástima que el autor hubiera dejado perder muchas curiosas
noticias relativas a escritores poco conocidos o ya olvidados y que,
sin embargo, tienen derecho a ocupar un sitio, por modesto que
sea, en la historia literaria de su patria.
Procede el autor con parsimonia, en sus juicios literarios, en
los cuales demuestra un criterio ilustrado, casi siempre justo y
benévolo. Su información es extensa, aun cuando acepta, como
pasa siempre en estos casos, complemento y rectificación en cier­
tos puntos. Por ejemplo y sin salir de las primeras páginas, el
sefior Matos tiene ahora que agregar un libro nuevo a la bibliogra­
fía de Castellanos. El Discurso del capitán Francisco Diaquc; y por
lo que se refiere a la especie, conservada tradicionalmente, de que
un manuscrito de Quesada se perdió entre los papeles del doctor
Plaza, convendría que el sefior Matos tuviera en cuenta lo que
apunta nuestro colega don Enrique Otero D’Acosta en su excelen­
te y erudita monografía sobre los escritos del fundador de Bogotá.
b o l e t ín d e h is t o r ia y a n t ig ü e d a d e s

Tiene el libro del señor Matos capítulos que encierran bas­


tante novedad, como el referente a las escritoras colombianas y
aauel que estudia el desarrollo del periodismo en nuestra patria;
temas que no figuran, por ío menos tratados de manera especial,
en los manuales literarios.
En suma, me parece muy útil la obra del señor Matos Hurta­
do y muy conveniente su impresión y difusión para que los niños
y los jóvenes se enteren fácilmente y sin necesidad de acudir a
obras extensas o raras, de nuestro pasado literario, sin cuyo cono­
cimiento no se concibe que pueda haber un cultura nacional sólida
v bien encaminada.
Vuestra comisión.
Antonio Gómez Restrepo
Bogotá, noviembre de 1924.

PROPosición
La Academia Nacional de Historia resuelve manifestar ai con­
greso que como el 20 de julio, que antes era hora de tregua para
los partidos y se veía en él fraternizar los más encarnados adver­
sarios ante los recuerdos patrióticos, se ha vuelto, con la reunión
del congiesc, un dia político, convendría designar otra fecha para
la instalación del cuerpo legislativo. Este se había reunido siem­
pre en nuestro país en los primeros meses del año, y fue desde
1886 cuando se designó el aniversario nacional para esto. Ahora en
tal cuando las gentes se preocupan más de los candidatos a la pre­
sidencia de las cámaras, que de los patriotas que nos dieron inde­
pendencia. La juventud corre a presenciar estas elecciones y a las
manifestaciones tumultuarias más bien que a los espectáculos en
memoria de los proceres. Los periódicos suelen publicar los retra­
tos de caudillos del día, más o menos ilustres, en vez de las imá­
genes de los mártires de nuestra gloriosa epopeya. Y así otros
detalles que larga sería la enumeración.
Por todo esto fuera acertado que se reformara la constitución
señalando el i.° de febrero para la inauguración del congreso y el
i.° de abril para la posesión del presidente de la República. Fue
esta última fecha la que se tuvo para tal acto desde 1871 hasta
1886.
Mueve a la Academia de Historia a hacer esta indicación,
que parece extraña a sus tareas, el deseo de que las efemérides de
la patria sean celebradas sin un átomo de odios ni de enemistades*
en atmósfera serena y con todo el brillo y entusiasmo de otras
épocas.
Y no se mencionan otros inconvenientes, como lo inclemente
de la estación en el mes de julio para los que viven en climas cáli­
dos, por ser esto sí tal vez ajeno a la índole de sus labores.
Posada
Octubre i
SELLOS DE CORREOS 637

SELLOS DE CORREOS
¿Cuándo se emitieron en Colombia los primeros sedos de
correo? Los filatelistas parece que no tienen datos precisos so­
bre esto.
En la memoria que el secretario de Hacienda, señor Núñez,
presentó al congreso de 1857, se indica así la conveniencia de
este servicio:
<E1 sistema de estampas y del pago anticipado del porte es
el sistema hoy en usz> en los países que deben servirnos de modelo
en esta materia. Es lógico, porque propen de a exigir directamente
la paga dei que pide el servicio; es económico, porque evita la
conducción gratuita de cartas que, cuando no se sacan en el lugar
de su destino, son pérdida neta para el tesoro; y hacen, por últi­
mo, innecesaria la práctica de las combustiones, indispensable en
el orden de cosas actual, pero que tiene muchos inconvenientes y
peligros, si se considera el respeto religioso que se debe al sello de
una carta.»
Don Ignacio Gutiérrez, sucesor del señor Núñez, se expresó
asi en la memoria del año* siguiente:
^Repetidas veces se ha manifestado al congreso la conve­
niencia de que desaparezca la correspondencia a debe, y mi prede­
cesor propuso la de adoptar el sistema de estampillas, que, al
mismo tiempo que es cómodo para el comercio, es de muy fácil
administración y consulta la más pronta celeridad en el despacho
de las oficinas, dividiendo las operaciones y la contabilidad, del
cobro del porte y del número y giro de las cartas. Esta medida
podría quizá combinarse con la del papel sellado, haciendo de
ambas una sola renta que prestasen un mismo servicio.»
La ley de 27 de abril de 1859, orgánica de correos, dispuso
en su artículo 25 que la recaudación de los portes de correspon­
dencia e impresos podría hacerse por el sistema de estampillas, y
el poder ejecutivo dictó, tres meses después, un laborioso decreto
sobre correos. Este dice en su artículo 99: «La recaudación de los
portes de la correspondencia e impresos en su caso se hará por
medio de estampillas, cuya fabricación se contratará por la secre­
taría de Hacienda, con una persona de reconocida probidad, y
tendrán la forma, dimensiones y dibujos e inscripciones que se
determinen, tomándose cuantas precauciones sean necesarias para
evitar la falsificación.» Y en su artículo roo: «Se emitirán estampi­
llas por valores de $ o-c2|, $ 0-05, $ 0-10 y $ 0-20, y de $ 1, y
para cada valor se empleará tinta de un color diferente» (i).
El contrato se celebiócon el señor Celestino Martínez, el 24
de julio, quien se obliga en él «a preparar las estampillas con
arreglo a la ley y decreto citados, a satisfacción del director de

(1) Gaceta de la Nueva Granada número 2414.


BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES __

contribuciones y de modo que puedan usarse inmediatamente,


siendo de su cargo ei papel, goma y demás que se necesite al efec­
to’ CO­
SI i.* de agosto de >859 acusó recibo el administrador ge­
neral de correos nacionales al secretario de Hacienda de la nota
de éste, fecha 28 de julio, y de 37,350 estampillas que le remitió
con ella. Estas fueron: de $ 1, 10,000; de 8 0-20, 12,225, de
$ 0-10, 5,555; de $ 0-05, 7,095; de $ o-o2¿, 2,475.
El 12 del mismo mes acusó dicho funcionario recibo de otra
nota, fechada el día 6, y de 47,475 estampillas. Estas fueron: de
8 1, 6.500; de $ 0-20, 8,085; de $ o-<o, *2,705; de $ o 05,
8,085; defo-oaj, 12,100. Y el 18 avisó haber recibido 18,260,
distribuidas así: de $ 0-20, 5,29°» de 8 0-10, 3,740, de 8 0-05,
5,39°; de í c-°4. 3’74° Oí-
Era administrador general de correos entonces el sefior don
Juan N. Jiménez.
El mismo señor Gutiérrez, arriba mencionado, dijo en su me­
moria de 1860: «Está adoptado y en práctica el sistema de estam­
pillas para el cobro del porte de la correspondencia, habiéndose
celebrado al efecto el respectivo contrato.» Estas son las estampillas
de la Confederación Granadina, que tienen hoy altísimo precio.
Bien informado estuvo el periódico El Espesad™ al decir, el
i.*de junio de 1882, en un artículo titulado Las Estampillas de Ca­
rrees:
«Este cómodo sistema para franquear las correspondencias
fue introducido entre nosotros en 1859, bajo la administración del
sefior doctor don Mariano Ospina y por iniciativa del sefior don
Gregorio Obregón, representante entonces por el Estado de Cun­
dinamarca, que ¡o propuso en un provecto de ley que sobre
correos sometió a la consideración de la honorable cámara. El
país le es pues deudor de tan importante mejora, como también de
la de la conducción de correos en el río Magdalena por buques
de vapor, iniciada en aquella administración por el sefior Obre­
gón, en su calidad de subdirector de rentas, y a la cual asoció su
nombre como secretario de Hacienda el señor doctor don Igna­
cio Gutiérrez Vergara. Ambas mejoras se aclimataron sin grandes
dificultades, tanto que la triunfante revolución de 1861, que tuvo,
entre otros objetos, el de derogar cuanto se hizo en aquella admi­
nistración, hasta el ventajosísimo arreglo de la deuda exterior,
llevado a término sin violencia y sin menoscabo del crédito nacio­
nal, hubo de respetarlas, como respetó este arreglo, gracias a la
actitud que asumieron ios acreedores extranjeros.»

(1) Gaceta de la Nueva Granada número 242S.


Archivo nacional, Secretarías, correo», Volumen 172, pígi
na* 27 y 47.
SELLOS DE CORREOS 639

El 28 de agosto 1861 el secretario de Hacienda sefior Truji-


llo comunicó a los administradores de correos y a otros emplea­
dos, varias resoluciones sobre este ramo, y entre ellas la siguiente:
«Que continúe practicándose el sistema de estampillas para la
recaudación de los portes de la correspondencia e impresos a cuyo
efecto, y mientras se provee a los administradores de correos de
nuevas estampillarse servirán las actuales.» En el membrete de esa
nota dice: Estados Unidos do la Nueva Granada.
En 12 de noviembre de ese afio se dio una resolución que tiene
aún hoy su importancia para comprobar la autenticicidad de los
sellos de esa primera época de nuestra filatelia. Se dispone allí que
la anulación se hará poniendo en cada una, en letra manuscrita, el
nombre del lugar en donde resida la administración de correos que
haga el franqueo de las cartas (1).
El 23 de agosto de 1864 se celebró un contrato entre el di­
rector de correos, sefior Mercado, y los señores Ayala y Medrano,
litógrafos, para la edición de nuevas estampillas. Dicen así sus
primeras cláusulas:
«r.a Ignacio Medrano y Daniel Ayala se comprometen a su­
ministrar a la dirección general de correos las estampillas nece­
sarias para portear la correspondencia que ocurra, tanto en dicha
oficina como en las agencias principales y subalternas de correos
que están bajo su dependencia en los Estados Unidos de Co­
lombia. 2.a A construirlas con el lema de Estados Un dos de Colom­
bia. Coireos nacionales. En el centro, el pabellón nacional, y en
la parte inferior, el valor de la estampilla; con el dibujo y dimen­
sión que se indiquen por la dirección, y con los colores y valores
que siguen: rojo, $ 1; verde, $ 0-50; azul, $ 0-20; violeta,
$ 0-10; amarillo, $ 0-05; púrpura, $ 0-01» (2).
Días después, el 27 de noviembre, el sefior Mosquera, con
el título de Pi cadente Provisorio de los Estados Unidos de Colombia,
dicta un decreto orgánico de correos, y en su articulo 12 dice que
«el Poder Ejecutivo hará emitir estampillas del valor de $ 1, de
$ 0-50, de $ c-20, de $ 0-10 y de í c-05» (3).
La ley de 29 de abril de 1805, orgánica de los correos nacio­
nales, dispone en su articulo 82 que el poder ejecutivo haga emi­
tir estampillas de valor de $ 1, de $ 0-50, de $ 0-20. $ 0-10, de
$ 0-05, de $ 0-02i y de $ 0-01, asignando a las de a $ 0-02.^ una
figura triangular o diferente de las otras, que sean reconocidas al
momento de tomar razón de la correspondencia.

(1) Registro Oficial de 16 de noviembre de 1861.


(2) Diaria Oficial número 105.
(3) Actos oficiales del gobierno provisorio de los Estados Unidos
de Colombia, página 508.
640 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES

Y en los artículos 83 y 84 ordena emitir estampillas de valor


de $ 0-25 para pago del sobreporte de la correspondencia que va
para algún país extranjero con quien no existan convenciones pos­
tales y cubiertas para certificados que expresen su valor, la fecha
y lugar en que se despachan, y si llevan o nó contenido con todos
los demás aditamentos litográficos que los singularicen.
Al año siguiente dictóse otra ley sobre la materia, la cual or­
denó en su artículo 76 que para la franquicia de la corresponden­
cia y encomiendas, el poder ejecutivo hiciera emitir estampillas del
valor de $ 10, $ 5 y $ 1, de $ 0-50, $ 0-20, $ 0-10, $ 0-05, $0-02^
y $ 0-01, asignando a las de a $ 0-02^ una figura triangular.
Dispuso también esa ley la emisión de cubiertas para certifi­
cados.
Otro acto legislativo (35 de 1871) mandó establecer servicios de
correos dentro de las poblaciones, o sea lo que hoy llamamos co­
rreo urbano, y dispuso que para el pago del porte, se fabricaran
estampillas de a $ 0-02, que además de servir directamente al
objeto indicado, se emplearían como monedas en las estafetas,
siempre que fuera pienso dar o recibir en cambio de monedas ma­
yores un valor que no pasara de $ 0-04. Esta ley no llegó a tener
cumplimiento.
La ley de 1880, sobre la anexión de Colombia a la Unión
Postal Universal, dice en su artículo 4.0:
«Aceptadas las equivalencias, el Poder Ejecutivo dispondrá la
emisión de estampillas especiales para al servicio de la Union Pos­
tal Universal de# 0-05, $ 0-02 y $ 0-01.>
Sabemos que estas fechas y cifras tienen grande importancia
para los coleccionistas; que la mayor p«rte de ellas son desconoci­
das de estos, y que vienen a modificar los datos que se han con­
signado hasta hoy en escritos y catálogos sobre la materia.
E. Posada

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