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A fio Vl—Núm.

67 Diciembre, 1910
(/

de Jdwiorie y jdniigüededes
ORGANO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Director. PEDRO M. DBAfiEZ

Bogotá — República de Colombia

MEMORIAS DE SEVILLA
El Coronel Sevilla vino con Morillo á nuestro país; se
halló en el sitio de Cartagena; estuvo aquí, en la capital, en
el año trágico de 1816, y tomó parte en varias de las duras
campañas de aquella época. Sus Memorias, publicadas hace
algunos años, tienen pues alto interés para nosotros, y sin
embargo son acá completamente desconocidas, y no han sido
mencionadas en escrito alguno, que sepamos. Quizá no existe
en estas alturas otro ejemplar que el traído recientemente
por un asiduo cultivador de los estudios históricos, á quien
debemos su lectura.
No es este un libro nuevo. El Coronel don Rafael Sevilla
pasó sus últimos años en Puerto Rico, y falleció allí en 1856.
Sus Memorias fueron publicadas en dicha Isla en 1877, y re­
impresas en Caracas en 1903. Andaba pues la obra por el
mundo ya hacía sus décadas, y aquí nada sabíamos sobre ello.
Sevilla era sobrino de don Pascual Enrile, el segundo
de Morillo, y esto lo decidió á venir á América. Salió la es­
cuadra de Cádiz el 17 de Febrero de 1815, y se componía
ella de diez y ocho buques de guerra y cuarenta y dos trans­
portes. Tenía aquella escuadra—dice Sevilla—un aspecto
imponente: desde el descubrimiento de América ninguna
tan numerosa había cruzado el Atlántico.
Enumera el autor los nombres de las naves y de los Re­
gimientos, dato curioso que, como otros análogos que guar­
da la historia, muestran el estado de los espíritus en deter­
minadas épocas.
«Componían esta formidable expedición los buques
de guerra siguientes: navio San Pedro, fragatas Efigenia
y Diana, corbeta Diamante, goleta Patriota, barca Ga­
ditana y doce cañoneras desarmadas; y los buques trans­
portes que á continuación se expresan: La Primera, San
Ildefonso, El Guatemala, Daoiz, Velarde, Ensayo, Engenta,
Ttl-piter, Cortes de España, Numantina, La Vicenta, Salvado-
vi—26
402 Boletín de Historia y Antigüedades

ra, La Palma, Socorro, San Francisco de Paula, Providencia,


Héroe de Navarra, San Pedro y San Pablo, La Joaquina,
Nueva Empresa, La Empecinada, San Ignacio de Loyola,
Los Buenos Hermanos, La Preciosa, San Fernando, La Apo-
daca, La Elena, La Venturosa, La Coro, La Pastora, La Ger­
trudis, La Arapiles, El Aguila, La Parentela, La Unión, La
Piedad, La Carlota, San José, Segunda Carlota, La Belona,
San Enrique, San Andrés y La Alianza. Los Regimientos
organizados que iban á bordo, además de la artillería é in­
genieros zapadores, eran los siguientes: Dragones de la
Unión, Húsares de Fernando VII, León, Barbastro, Victoria,
Castilla y Legión.*
La escuadra salió de España con rumbo al río de la
Plata. Así se les dijo á todos, y en tal seguridad se habían
embarcado. Ocho días llevaban de estar en el mar cuando
dio el navio San Pedro la señal de detención, esta? al pairo,
como dicen los marinos, y envió un bote con dos oficiales á
los otros buques á dar la noticia de que no iban al río de la
Plata, como se les había dicho, sino hacia Venezuela y Nue­
va Granada, Costa Firme, como dice Sevilla. «Así lo precep­
tuaban los pliegos de Su Majestad que se acababan de abrir
en aquella altura.»
Grande fue la consternación que produjo esa noti­
cia. La guerra en el sur de América no era tan sangrienta
como en nuestro suelo. «Todos sabíamos—dice el autor—que
en Buenos Aires y Montevideo los rebeldes estaban dividi­
dos, que uno de sus bandos esperaba las tropas del Rey
para pasarse á ellas y auxiliarlas, y que en la Costa Firme
la guerra se hacía sin cuartel y con salvaje ferocidad.»
Quizás fue este el motivo por que se les ocultó su verdadero
destino; muchos habrían desertado sin duda antes de em­
barcarse, ó habrían eludido el enrolarse en esas filas. Y te­
nían razón. No era cosa halagüeña venir á poner el cuello
á la cuchilla de Maza ó el abdomen á la lanza de Páez. Dios
quiera que siempre, en las horas de guerra, se nos tenga en
ese mal concepto de pavorosos titanes.
Sevilla, subalterno de Morillo y sobrino de Enrile, los
dos crueles pacificadores, trata de atenuar los crímenes de
ambos, y los pinta como hombres magnánimos. Trae un
diálogo entre Morales y Morillo, en el cual el primero le
improbaba al segundo el indulto dado en la isla de Marga­
rita, primer punto que ocupó la expedición, y le pedía que
obrase con todo rigor. Si ese diálogo es cierto, sirve para
darnos idea de qué clase de chacal era Morales, cuando Mo­
rillo aparecía á su lado como una tierna paloma.
Dice Sevilla que Arismendi se arrojó sollozando á los
pies de Morillo, le pidió perdón por su participación en la
revolución y le ofreció servir al Rey en adelante. Poco ere-
Mein orias de Sevilla
4<»3

dito nos merece este relato. Es evidente que Arismendi se


sometió por el momento, y así lo dice el señor Restrepo, en
tanto que Bermudez y otros se fugaron de la Isla, pudien-
do acogerse al indulto ; pero dudamos de que él, un valiente,
hubiese hecho ese acto de humillación sin necesidad, pues
estaba ya indultado.
Y ese indulto en aquella Isla no fue un acto espontáneo
de clemencia de Morillo. El mismo Sevilla dice que los re­
volucionarios ofrecieron rendirse á condición de olvidarse
lo pasado. Morillo les ofreció esto, siempre que no hubiesen
muerto á ninguno de los tripulantes de una de sus naves,
que habían apresado hacía pocos días, y le fuesen todos en­
tregados sanos y salvos. Así sucedió, y esto demuestra que
Arismendi no había ejecutado con ellos acto alguno de
crueldad, i Y sin embargo Morales aconsejaba después de
celebrado ese pacto y cumplido por los patriotas, que se juz­
gase á Arismendi!
La verdad parece ser que Morillo venía á castigar de
un modo sangriento la revolución, pero para eso necesitaba
estar triunfante, como lo veremos luégo. En los primeros
momentos debía aparentar clemencia para abrirse camino,
y luégo sí levantar su feroz machete sobre las cabezas rendi­
das por la astucia ó por la fuerza. Ahí mismo en la Isla, á
raíz de la entrega de Arismendi, hizo poner grillos á un po­
bre sevillano, lo envió á un navio y lo hizo juzgar, según re­
fiere el mismo Sevilla. No dice éste cuál pena se le impuso,
pero bien sabemos lo que significan esos silencios del autor
de las Memorias cuando se trata de las sentencias de su mag­
nánimo Jefe.
El sitio de Cartagena nos es conocido por dentro. Rela­
ciones bastante exactas se han escrito de los sufrimientos de
la Heroica Ciudad por algunos de los que allí los padecieron.
Este capítulo de las Memorias de Sevilla viene á confirmar
todo cuanto se ha dicho sobre el heroísmo de los sitiados.
No han exagerado nuestros historiadores. Aquello fue así
de grandioso y terrible. Las palabras de este testigo de las
filas de los sitiadores, sobrino de Enrile, son de un alto valor
para nuestra historia.
Al hablar del primer fuerte que ocuparon, dice:
Nos convencimos de que no quedaba un solo defensor útil en el
fuerte ; únicamente encontrámos acostados en sus camas á una vein­
tena de hombres lívidos y demacrados, que estaban casi al expirar
de necesidad.

Después, cuando ocuparon la ciudad, Morillo dio orden’


según Sevilla, de que no se maltratase á vecino alguno que
no hiciese resistencia, ¡ lo cual elogia éste como una prueba
de bulto de la magnimidad de los pacificadores !
404 Boletín de Historia y Antigüedades

Unicamente—dice el autor—debían exigir la entrega de las ar­


mas bajo pena de muerte.

Es decir, la facultad a todos los Oficiales de imponer di-


cha pena. Pero hé aquí el cuadro de la ciudad hecho por el
sobrino de Bnrile:
No era menester esta amenaza para hacérselas entregar á los
insurrectos de Cartagena, pues no podían con ellas ; no eran hom­
bres, sino esqueletos ; hombres y mujeres, vivos retratos de la muerte,
se agarraban de las paredes para andar sin caerse : tal era el ham­
bre horrible que habían sufrido. Veintidós días hacía que no comían
otra cosa que cueros remojados en estanques de tenería. Mujeres que
habían sido ricas y hermosas, hombres que pertenecían á lo más gra­
nado de aquel antes opulento centro mercantil de ambos mundos,
todos aquellos, sin distinción de sexos ni de clases, que podían mo­
verse, se precipitaban empujándose y atropellándose sobre nuestros
soldados, no para combatirlos, sino para registrarles las mochilas,
en busca de un mendrugo de pan ó de algunas galletas. Ante aquel
espectáculo aterrador, todos nuestros compatriotas se olvidaron de que
aquellos eran los asesinos de sus compañeros, y no sólo les dieron
cuantos artículos de comer llevaban ‘sobre sí—los que devoraban con
ansiedad aquellos desgraciados, cayendo muchos de ellos muertos
.así que habían tragado unas cuantas galletas,—sino que se improvi­
só rancho para todos y sopas para los que no podían venir á buscar­
las. Indescriptible es el estado en que encontrámos á la rica Carta­
gena de Indias. El mal olor era insoportable, romo que había mu­
chas casas llenas de cadáveres en putrefacción.
Aquella noche la pasámos en la plaza. El grueso de nuestro
ejército no entró hasta el siguiente día, 6 de Diciembre. El reducto
que yo había ocupado quedó con un sargento y diez y seis soldados.
Las armas que había nos fueron entregadas sin dificultad. Pero
los cañones, en número de más de mil, habían sido clavados, y la
^pólvora derramada en los pozos y cisternas.
Yo me alojé con mi compañía en la casa de los Toledos, aban­
donada, donde se había puesto preso al General insurgente Castillo,
émulo de Bolívar. Yo me fui con mi asistente, el tío Pedro, á la casa
inmediata, cuyos patrones se comieron cuantos víveres llevaba en el
morral.
Lo primero que dispuso el General Morillo, una vez en la plaza,
fue que por la tropa y los pocos paisanos que pudiesen trabajar se
abriese una gran zanja y se enterrasen en ella aquellos montones de
«cadáveres que infestaban la población. Muchas carretadas llenas de
ellos se sacaban de las casas, depositándolos en la fosa común. Pero
por grande que fue el zanjón que se hizo, no pudo contenerlos á todos,
y hubo que llevar muchos en piraguas, con piedras atadas al cue­
llo para arrojarlos al mar. El Cirujano Mayor mandó poner una va­
sija en cada casa de donde se habían sacado muertos, con varios
ingredientes de fumigación, para desinfectar aquellas habitaciones,
antes espléndidas y entonces tan asquerosas. La ciudad se cubrió
con el humo que salía de aquellos sahumerios.

Hé aquí pues cuán verdadero fue el sacrificio de una


ciudad opulenta. No han sido patrióticas fantasías las que
nos han hecho igualar á Sagunto y Numancia y Zaragoza el
sitio de la hermosa Cartagena. Aquello fue el exceso del ho­
rror. La pluma de un peninsular viene á confirmar los rela­
tos de nuestros cronistas.
Memoriis de Sevilla 405

Grandes sacrificios costó á España—dice él—la toma de Car­


tagena. Desde que salió la expedición de Puerrto Cabello hasta el
memorable 5 de Diciembre hubo en el ejército 1,825 bajas de penin­
sulares y 1,300 desoldados del país: total, 3,125hombres, entre muer­
tos de enfermedad, de bala, heridos y desertores.

En el afán de atenuar los esfuerzos de los patriotas, dice


luego que la mayor parte de las defunciones fueron causa­
das por las picadas de los zancudos. Con esto más bien
amengua los servicios de sus compañeros, pues siempre es
más glorioso morir en el campo de batalla que de las pica­
duras de los mosquitos, por más insurgentes que fuesen
estos insectos y que gustasen de chuparse la sangre española.
Calla Sevilla el bombardeo que hizo ejecutar Morales,
con el cual destruyó varias casas y mató mujeres y niños;
calla todos los rechazos que tuvo su ejército, el cual sólo
pudo entrar á la ciudad cuando el hambre la puso en ago­
nía, y calla la muerte del Capitán José Maortúa y más de
treinta compañeros al asaltar La Popa, y la del Capitán Pa­
checo en el ataque á Tierrabomba, episodios que narra
Restrepo con todos sus detalles.
Cartagena en realidad no fue tomada, y es inadecuada
el título que le da Sevilla al capítulo sobre esta ciudad.
Toma de Cartagena, escribe al frente, y debió decir Ocupa­
ción de Cartagena ó Entrada á Cartagena. La ciudad ni fue
tomada á viva fuerza ni fue entregada por capitulación. Los
unos murieron y los otros emigraron, pero nadie se rindió.
Los cañones no eran más de mil, como dice nuestro Co­
ronel, sino mucho menos: trecientos sesenta y seis de dife­
rentes calibres—dice Restrepo,—quien da números precisos
sobre todas las armas y municiones halladas allí por Morillo.
Asevera Sevilla que todos los prisioneros españoles que
había en Cartagena antes del sitio fueron arrastrados por
la ciudad y fusilados bárbaramente. Cierto es que hubo un
asesinato de prisioneros, el cual censuran nuestros historia­
dores y merece toda reprobación ; pero no fueron muertos
todos, sino unos pocos : catorce—dice Restrepo.—Aquello no
fue oficial; antes bien, las autoridades se opusieron á ello y
fue el frenesí de nueve patriotas lo que los llevó á esa acción
abominable, para lo cual asaltaron y desarmaron la guardia
que los custodiaba. Tampoco parece cierto que hubiesen
sido arrastrados por las calles antes ó después del asesinato.
El Gobernador de Cartagena ordenó seguir causa á los res­
ponsables y se estaba instruyendo el correspondiente su­
mario.
Poseemos original una documentación, en la cual consta
cuán bien fueron tratados algunos otros prisioneros. Don
Pedro José Canabal, á cuyo cuidado estuvieron los que se
hallaban en el hospital militar, levantó una información so­
406 Boletín de Historia y Antigüedades

bre su conducta con ellos, áfin de salvarse de persecuciones.


Todos los presos declaran en su favor. Bien que Canabal
llegue, en su propósito de sincerarse, hasta declararse parti­
dario del Rey y enemigo de la independencia, y decir que por
eso obraba de tal modo en favor de los cautivos ; lo cierto es
que no todos los presos fueron asesinados ; que á muchos de
ellos, por esta ó la otra razón, se les trató bien, y que dióse-
les protección oficial cuando se temió fueran también vícti­
mas de sangrienta represalia.
Los Oficiales que se hallaban presos en el Hospital Mili­
tar de San Carlos eran los siguientes, según la lista de Ca­
nabal: el Mariscal de Campo don Alejandro Hore, el Te­
niente Coronel Antonio Galluzo, los Capitanes JoséBelmonte
y José Ponce de León, los Alféreces Ramón Orneti, Fran­
cisco J. Vega, Rosendo Pradilla, Antonio Planos, Lucas
Amor, Francisco Aparicio y el Cirujano Carlos Pina.
Veamos la certificación de Hore y la declaración de
uno de los Oficiales. Todos los otros testigos están contestes
con estos dos:
Dice el primero:
Que Canabal le hacía, facilitaba y brindada todo el favor posi­
ble, hasta el de comunicación de que le tenían privado, hablándole
y aun conociendo en el modo de explicarse sus buenos sentimientos,
en términos de que no dudó el certificante en comunicarle algunas
confianzas ; que muchas veces le aseguró Canabal no tuviese el menor
temor de que le insultasen ni atropellasen, pues que él lo defendería
hasta el último extremo, en cuya confianza vivía; que se extendió el
favor hasta dejarle las puertas abiertas, contra la orden ; y que desde
luégo sabiéndose todo por los mandones y teniéndose á Canabal por
sospechoso, se le relevó de la guardia.

El Subteniente Pradilla declara :


Que es cierto que durante el tiempo que el declarante y sus otros
compañeros existieron en la prisión, fueron tratados por Canabal, que
estaba de custodia, con mucha urbanidad, humanidad y disimulo,
aliviándolos cuanto era posible, y que ha oído decir con bastante pu­
blicidad que querían ejecutar la repetición del asesinato los rebeldes,
y que en una ocasión para impedirlo Canabal hizo poner su tropa
sobre las armas.

Si Canabal era realista, como él trata de probarlo con


estas declaraciones, esto muestra que no fueron tan sangui­
narios los Jefes de la plaza, cuando les ponían á los presos
tal carcelero y no un verdugo implacable. Canabal estuvo
preso, al entrar Morillo, cerca de cuatro meses, y debido á
esas declaraciones se le puso en libertad.
Resulta de ellas que existían además de esos presos del
Hospital, otros en la Inquisición, á los cuales les abrió tam­
bién las puertas dicho señor el día del abandono de la ciu­
dad por los patriotas. Y es cosa digna de anotarse que aque­
llos presos no hubieran muerto de hambre, cuando los sol­
Memorias de Sevilla 407

dados, la ciudad entera, sucumbían de inanición. Había sin


duda alimento suficiente para ellos.
Todos creíamos—dice Sevilla—que el castigo correspondería al
crimen y á la obstinación de los rebeldes. Pero nunca, como en el
momento de penetrar nuestro Ejército en aquella ciudad contumaz.se
vio más de bulto la magnanimidad española.

Y nada dice el escritor sobre los fusilamientos ejecuta­


dos allí poco después de la ocupación de la ciudad. Al leer
estas Memorias parece que no hubiera caído luégo en las pla­
zas de Cartagena una sola gota de sangre.
Cierto es que Sevilla salió de la ciudad para el inte­
rior el 16 de Febrero, y no alcanzó á oír las descargas que
el 24 del mismo mes quitaban la vida á Castillo, Amador,
Ribón, Portocarrero, Stuart, Ayos, García Toledo, Anguia-
no y Díaz Granados. ¿Pero acaso no los dejó, al salir, en ca­
pilla, y no llegó á saber nunca la suerte que hubiesen corri­
do esos nueve ciudadanos notables?
Y recientemente se ha descubierto por pacientes inves­
tigadores de nuestra historia que aquellos no fueron los pri­
meros patíbulos levantados por Morillo, como se había
creído.
En una hoja publicada en Cartagena el 15 de Febrero
se dice por las autoridades españolas que ya han sido pasa­
dos por las armas en esa plaza varios insurgentes. El doctor
Corrales, al reproducir en su notable obra Documentos
-para la historia de Cartagena^ tal publicación, hace notar, el
primero, que hubo otros sacrificados antes de aquellos ilus­
tres mártires, Y dicho autor cita los nombres de Juan Bau­
tista Marín, Valerio Pretelt, Tomás León y un Cardona
y un Castro, fusilados en el mes de Enero. El doctor Pe­
dro M. Rebollo, en interesante artículo, nos ha relatado
hace poco el suplicio de otro procer fusilado allí el 6 de
Enero: Pedro Antonio García, y menciona además á José
Pretelt y dos hermanos Pérez. Sevilla debió presenciar todas
estas ejecuciones, y ni una palabra dice sobre ellas. Refié­
rese que Morillo tomó sangrienta represalia al saber que en
la isla de Margarita se habían vuelto á levantar los patriotas.
Este levantamiento fue por causa de los mismos pacificadores.
Véase loque dice un autor español en reciente publicación :
Pero donde más se hizo notar la reacción causada por las medi­
das de las autoridades después de la reconquista, fue en la isla de
Margarita, situada catorce leguas al norte de la Provincia de Cuma-
ná, poblada por unos doce mil habitantes. Cuando su desembarco en
ella, había dejado Morillo una regular guarnición al mando del Te­
niente Coronel don Antonio Herraiz. Mientras este Jefe, bondadoso y
probo, gobernó la Isla, no se alteró en ella la tranquilidad, y hasta
los más decididos patriotas parecían adheridos de buena fe al anti­
guo régimen ; pero mal hallado el Capitán General Moxó con su be­
nignidad y sobre todo con la franqueza militar con que calificaba de
4c 8 Boletín de Historia y Antigüedades

verdaderos enemigos de España á los que con violencias de todo gé­


nero ponían las armas en manos de los ya reconciliados disidentes,
le separó del mando y nombró en su lugar al Teniente Coronel don
Joaquín Narciztieta, que era el reverso de la medalla de Herraiz.
Obedeciendo el nuevo Gobernador á las instrucciones de sus Je­
fes, trató de arrestar por sorpresa á algunos sujetos principales de
la Isla, en un festín que dispuso el 24 de Septiembre de 1815 para ce­
lebrar la caída de Napoleón. Pero el venezolano Arismendi, uno de
los amenazados y el mismo que llevó á cabo en Caracas el fusilamien­
to de ochocientos españoles decretado por Bolívar, advertido la víspe­
ra de lo que se tramaba, huyó á los montes con uno de sus hijos y le­
vantó nuevamente la bandera de la rebelión, la cual revistió desde el
principio un carácter de ferocidad inaudita (1).
Pero dejemos la Ciudad Heroica y vamos alinterior con
nuestros pacificadores. A Morillo se le festejó á su llegada
á Zipaquirá y se le preparaba hermosa recepción en Santa-
fé, especialmente por las damas de las mejores familias.
Claro que aquello no podía ser muy sincero, porque todas
habían sido patriotas; pero en su derecho estaban, una vez
que todo parecía perdido, para salvar á sus padres, á sus
esposos, á sus hijos, y para evitar la persecución y la ruina.
En Zipaquirá le aconsejó á Morillo un Oficial español
que rechazara todas esas manifestaciones :
No hace veinte días que entré yo á viva fuerza en esa ciudad in­
fiel, con la División que mandaba el Brigadier Latorre. En ninguna
parte se nos ha combatido con mayor encono ni con saña más perti­
naz. Mandaba, como usted sabe, á los rebeldes el General francés
Serviez. Pues bien, mi General : tuvimos que ganar calle por calle,
casa por casa, á punta de lanza. No había casa ni tienda desde donde
no se nos hiciera fuego. Húsares hubo que tuvieron que hacer saltar
sus caballos por encima de los mostradores para acallar los fuegos
que de los establecimientos salían. Ni un solo bogotano se puso á
nuestro lado, ni una dama siquiera de las pocas que vimos dejó de
darnos prueba de su rencor. Si ahora le adulan á usted, mienten vi­
llanamente.
No da Sevilla el nombre de este Yago que así azuzaba al
General Morillo contra una población indefensa y digna
por muchos títulos de toda consideración. Y era él quien
mentía con esa relación. A Latorre no se le hizo la menor
resistencia, y ni un tiro se disparó sobre sus tropas. Así
consta en todas las historias, y no hay necesidad de compro­
bante alguno.
Pero veamos lo que dice un testigo presencial—J. M.
Caballero,—con un tanto de ironía. La ciudad estaba inerme,
y sus defensores habían partido los unos para el Sur y los
otros para Oriente, y las familias sólo podían pedir piedad
en tan terribles horas.
Lunes 6—dice el cronista santafereño.—A las diez entraron algu­
nos curros á caballo, y á las once entraron los demás, como doscien-

(i) América. Historia do su colonización, dominación éindtptndencia, por José Coroleit


Barcelona, 1896.
Memorias de Sevilla

tos en todos. En todos los balcones y ventanas pusieron banderas


blancas y colchas de lo mismo. Este día fue cuando se conocieron sin
rebozo los regentistas y realistas, y fue el día de la transfiguración
como allá en el monte Tabor, porque dentro de una hora—que fue de
las diez á las once--se transfiguraron todos de tal modo, que todos los
resplandores eran de realistas ; aun aquellos patriotas distinguidos
se transfiguraron, que por los muchos resplandores yo no conocía á
ninguno. Día maravilloso, ya se ve ; día en que de nuevo se nos han
remachado los grillos y las cadenas ; y ahora sí que es de veras
nuestra esclavitud. Si antes teníamos algún alivio, ahora no lo habrá ;
todo se ha perdido, como dijo Enrique vm ; ya para nosotros no ha­
brá consuelo; caímos en las manos de Faraón ; paciencia y barajar.
Las mujeres era cosa de ver cómo salieron como locas por las calles
con banderitas y ramos blancos, gritando vivas á Fernando vil ; en­
traron en tumulto al Palacio y cubrieron los balcones, y á las once
que entraron los curros, ellas desde el balcón les echaban vítores con
mucha alegría y algazara. La plaza se llenó de gente, con ser que
más de media ciudad había emigrado. A las cuatro de la tarde entró
la infantería, compuesta de cuatro batallones ; hubo muchos vivas.
El primero y segundo batallones eran de españoles, y los demás de
mulatos y negros de la Provincia de Venezuela, y varios reclutas de
toda la Provincia del Socorro y Tunja. Todos escondieron sus habe­
res en los conventos de frailes y de monjas y en las iglesias particu­
lares, porque se temía el saqueo; no obstante, esta misma noche se
comenzó á sentir el golpe de los robos, lo que ejecutaban con tánto
descaro, que por la fuerza llevaban lo que querían y de donde que­
rían lo que les daba la gana, y así consecutivamente de día y de no­
che. La gente, aunque en medio de la alegría fingida que demostraba
en los semblantes, estaba poseída de un temor pánico, causado por
los insultos y robos que á cada instante se recibían, tanto de los ne­
gros y mulatos como de los españoles.
i Qué cuadro tan distinto del que dice Sevilla le pintaron
á Morillo ! Si alguna ciudad merecía ser tratada con bene­
volencia por el vencedor, era Bogotá. Aquí no se había eje­
cutado acto alguno de crueldad con los españoles. Ningún
patíbulo se levantó después del 20 de Julio. Aquella fue
la revolución más incruenta que se registra en la historia.
Virrey y Oidores fueron respetados y no sufrieron otra
pena que la pena indispensable del destierro. Corrió, años
después, la sangre en las calles de la capital, pero fue en
guerra civil. En ella los españoles que habían quedado en
la ciudad simpatizaron con uno de los bandos, con el Gobier­
no de Bogotá, y de ahí que algunos fuesen víctimas en la con­
tienda. Hubo actos de crueldad, pero lejos de la capital y eje­
cutados por individuos extraños. Ciudad patriota, sí; insur­
gente cuanto se quiera, valerosa y altiva, pero jamás san­
guinaria. Si Morillo venía á aplicar la ley del talión, ha
debido ser todo clemencia y olvido. Y si en Margarita vol­
vieron los patriotas á levantarse, y si cometió Arismendi
actos de crueldad, era supremamente injusto venir á desfo­
gar su cólera y á saciar su sed de venganza sobre una ciudad
inocente de tales hechos, rendida y postrada á los pies de
los vencedores.
Hé aquí cómo describe Sevilla la entrada de Morillo:
4»o Boletín de Historia y Antigüedades

Al siguiente día emprendimos nuestra marcha para Santafé. El


General dispuso que el Ejército le siguiese como á una legua de dis­
tancia ; se puso un levitón que le cubría todo el cuerpo y parte de la
cabeza ; un ancho sombrero de paja, sin insignia alguna, le acababa
casi de ocultar el rostro; montó en un caballo común, y acompañado
del General Enrile, su mayordomo y un ordenanza de caballería, se
puso en marcha para la capital del Reino neogranadino, que estaba
cerca. Yo seguía en la vanguardia del Ejército. Antes de andar una
legua, se encontró ya con una brillante cabalgata de señoras lujosa­
mente ataviadas, y caballeros, en fin, con familias principales, á ca­
ballo y en coche. Una buena música acompañaba á dicha numerosa
y lujosa comitiva. Al ver á aquellos cuatro hombres, las amazonas y
sus acompañantes hicieron parar la música y los detuvieron. Una de
las señoras, que venía adelante en un magnífico caballo blanco, fue
la primera que tomó la palabra, obligando á hacer graciosas cabrio­
las á su corcel de pura raza andaluza.
—Caballero—dijo con voz dulce y armoniosa, fijando en Morillo
sus grandes ojos negros:—¡salud al victorioso Ejército pacificador de
Tierrafirme ! Esta comisión de señoras y señoritas de la nobleza bo­
gotana, que tengo el honor de presidir, así como la de caballeros que
nos sigue, queremos saludar y felicitar al invicto General Morillo.
¿ Nos podrán ustedes decir dónde hallaremos á Su Excelencia ?
El aludido recorrió con la vista aquella brillante pléyade de her­
mosas mujeres, gallardamente montadas sobre ricos palafrenes, y
después de una breve pausa contestó:
—Gracias, señoras y caballeros, por las frases lisonjeras que
por boca tan linda acabáis de prodigar al valeroso Ejército de que
formamos parte. Pero el General en Jefe.... viene atrás ; y hacién­
doles una cortes pero fría señal de despedida con la mano, continuó
su camino.
—¿ Dónde está el General Morillo ? le preguntaban sucesiva­
mente los jinetes que iba encontrando al paso.
—Atrás viene, contestaba Su Excelencia invariablemente.
A la entrada de la ciudad y en la calle que había de recorrer
para llegar á su habitación, encontró multitud de arcos triunfales y
carros con comparsas, y banderas españolas, y flores, cortinas de da­
masco en todos los edificios, y señales del mayor entusiasmo y acen­
drado españolismo. El General permaneció impasible ante tan rui­
dosas manifestaciones. Morales le hubiera dado un abrazo si hubiera
ido con él.
—¿Cuál es la casa destinada á Morillo? preguntó á un grupo ;
y habiendo obtenido las señas que solicitaba, se dirigió á ella y se
encerró sin saludar á nadie.
Pronto llegaron á nosotros las cabalgatas.
—¿ Dónde está el General Morillo ? exclamaban.
—Va adelante. Ya debe estar en la ciudad, contestó un Coronel
quitándose la gorra, correspondiendo al saludo de las amazonas.
—Si será aquel hombre del levitón.... dijo una rubia. Y retro­
cedieron por donde habían venidos
Pronto penetrámos en aquella ciudad, que parecía una ascua
de oro.
En breve circuló el rumor de que el General estaba en su casa,
y que había desairado el recibimiento que se le tenía preparado. Mu­
chos objetaban que no podía ser, puesto que él había admitido análo­
gos obsequios en otras poblaciones cercanas.
Para salir de dudas, se formó una comisión que fuese á ver si
realmente era Morillo el hombre del levitón.
El General la recibió muy cortésmente, vestido de gran uniforme.
—Señores—les dijo :—no extrañen ustedes mi proceder. Un Gene­
ral español no puede asociarse á la alegría, fingida ó verdadera, de
Memorias de Semita 41 1

una capital en cuyas calles temía yo que resbalase mi caballo en la


sangre fresca aún de los soldados de Su Majestad, que en ellos hace
pocos días cayeron á impulsos del plomo traidor de los insurgentes
parapetados en vuestras casas.
Aquella respuesta, que pronto se hizo pública, aguó por enton­
ces la fiesta.
A los dos días el General se trasladó al Palacio de los Virreyes.
El 30 de Mayo, día del Rey, el Ayuntamiento de Santafé daba
un espléndido banquete al General Morillo y á su Estado Mayor.
Este Jefe había convocado á toda la gente principal, para que pres­
tase juramento de fidelidad á Su Majestad. La ceremonia, que tuvo
lugar en el Palacio, fue imponente. Una vez terminada, se presenta­
ron al General más de cincuenta damas y señoritas, las más lloran­
do, pidiendo perdón, con motivo de ser los días del Monarca, las unas
para sus esposos, otras para sus hijos y no pocas para sus hermanos,
todos los cuales por infidentes se hallaban presos en los calabozos de
la cárcel y de la Inquisición. Aquellos hombres para quienes se pedía
piedad pertenecían á las más distinguidas familias, pero habían
sido los Jefes y funcionarios de la rebelión.
Las lágrimas, los sollozos y las súplicas de aquellas damas eran
capaces de ablandar una roca. Madres había que echadas á los pies
de Morillo le pedían en nombre de la suya piedad para sus hijos, y
se negaban á levantarse sin obtenerla; esposas jóvenes que partían
el alma al hablar de sus pequeñuelos sin padre; hijas que ofrecían
constituirse en prisioneras por sus padres. En fin, aquel espectáculo
se imagina mejor que se describe.
Morillo hacía visibles esfuerzos para no conmoverse ; pero per­
manecía silencioso, y sólo un «levántese usted, señora » articulaba
de vez en cuando, tendiendo su mano enguantada á las que se tiraban
á sus plantas. Durante un rato las dejó hablar á todas. Por fin dijo
con voz mal segura :
—Señoras, mi Rey, que, como caballero español, tiene sentimien­
tos generosos y humanitarios, me invistió con su soberana facultad,
la más bella que tiene un Monarca : la de perdonar. Me encargó que
perdonase siempre que lo permitiese la salud de la Patria. Así es
que al pisar por primera vez tierra americana en la isla de Marga­
rita, perdoné á cuantos me hicieron súplica análoga á la que ahora
me hacéis. ¿ Sabéis el pago que me dieron aquellos ingratos, que con
lágrimas invocaron la clemencia de Su Majestad? Pues así que volví
la espalda, tornaron á levantar el pendón rebelde, y más sanguina­
rios que nunca, pasaron á cuchillo á los Oficiales y soldados que allí
dejé. Los que tan alevosamente han sido asesinados, cada uno por
cien sicarios, taníbién tenían madres, esposas é hijas que hoy malde­
cirán mil veces al General imprevisor que tuvo la candidez de creer
en las protestas fementidas de aquellos miserables. Si en vez de per­
dón hubiera yo fusilado á veinte cabecillas, no pesarían sobre mi
conciencia los remordimientos que hoy me acosan. ¿ Quién me asegu­
ra á mí que si yo pongo en libertad á vuestros deudos, no perezcan á
sus manos los leales de Santafé? Señoras, yo siento mucho el dolor
que veo pintado en vuestros rostros.... pero.... no puedo perdonar
cuando no lo permite la salud de la Patria.
—¡ Mi General !....
—Nó, no puedo. Mi resolución para con los Jefes es irrevocable.
—Pues al menos—dijo una enlutada—dígnese Vuestra Excelencia
mandar que los infelices que están en los calabozos sin aire y sin luz,
pasen á otro local menos malo. Dé Vuestra Excelencia, señor, esta
prueba de que los días del Rey de España no pasan sin derramar un
rayo de alegría, aun en los lóbregos calabozos de los prisioneros.
—Ya eso es diferente. Accedo á ello, y tan pronto como ustedes
se retiren daré las órdenes para que sean trasladados á otra parte.
41 2 Boletín de Historia y Antigüedades

Acto continuo salieron aquellas damas. Cumplió puntualmente


el General Morillo su palabra. Media hora después aquellos cabeci­
llas fueron alojados en las excelentes habitaciones de San Bartolomé,
quedando una Compañía encargada de su custodia.

Todo esto es en verdad conmovedor, y la verdad es que


aquellas escenas que ablandarían rocas, según Sevilla no
ablandaron el corazón del futuro Conde de Cartagena. Des­
pués de leer todo esto creimos que Sevilla iba á referirnos
los fusilamientos. Pero sobre esto es bastante parco en su
relato. Todo se reduce á una nota de cinco líneas al pie de
la página, en la cual dice:
De los citados presos fueron fusilados seis por sentencia del
Consejo de Guerra, entre ellos un tal Carbonell, que había obligado
al Virrey á que entregase el mando, y el llamado General Rovira,
que había dirigido á los insurgentes en la batalla de Cachiri. Dos
demás fueron desterrados á varios puntos.

Ahora años escribimos algo sobre las Memorias de Mo­


rillo, y anotamos entonces el silencio de éste en su relación
sobre los cadalsos que levantó en nuestras plazas. Sevilla es
igualmente mudo con respecto á ese río de sangre que aquí
hicieran correr sus Jefes.
Nos revela sí un curioso episodio sobre los objetos que
habían escondido los señores Arrublas, ricos comerciantes
comprometidos en la revolución. Depositadas estaban mer­
cancías y otros objetos de valor en un subterráneo. Sevilla
logró descubrir el albañil que había construido éste, y to
sometió al tormento para que revelase el lugar donde se
hallaba el depósito. Ved sus propias palabras:
Soldados—dije—ese hombre lo sabe todo. Sacúdanle el polvo con
los portafusiles hasta que cante. Apenas había llevado tres ó cuatro
correazos cuando exclamó: «No me peguen; en el corral está todo.>

¿Para qué comentar estas palabras? Ellas por sí solas


hacen el proceso de tales hombres.
No pretendemos con este estudio sobre las Memorias de
Sevilla renovar odios, ni exhibir esa literatura patriotera
tan de moda hasta hace pocos años. No gustamos de atribuir
todo lo malo á los caudillos españoles y hallar bueno cuanto
hicieran los patriotas. No: esa no es tarea de honrado his­
toriador. Muchos de aquéllos merecen á su turno alabanzas,
y hay entre éstos no pocos dignos de vituperio. Las recientes
investigaciones históricas muestran actos reprensibles á to­
das luces, ejecutados por algunos de nuestros proceres. Mu­
chos de los que se formaron en esas campañas del Llano,
principalmente, llegaron á ser hombres poco magnánimos.
El medio era la guerra á muerte, la lucha salvaje con los
hombres y con los elementos, y el desprecio de la vida, así
la propia como la ajena.
Memorias de Sevilla 4'3

Esos diarios combates con la lanza: ese cruzar de ríos á


nado sobre sus corceles, esas marchas bajo soles de fuego,
hambrientos y medio desnudos; todo ese batallar primitivo,
fiados á su audacia y á la fuerza de su brazo, donde el enemi­
go perdonado se levantaba al día siguiente para aniquilarlos,
todo eso formó una legión de centauros implacables y terri­
bles. Y como era natural, los sentimientos delicados, la su­
blimidad del perdón, la caridad y la indulgencia, fueron
cualidades que se les atrofiaron bastante.
Pero nada de esto justifica á Morillo. ¿ Porqué fusiló á
Caldas, á Lozano, á Camilo Torres y á tantos otros hombres
inmaculados? Ellos á nadie persiguieron y sólo quisieron la
independencia de su Patria. Se les llamó traidores. ¿Por­
qué ? Aquí habían nacido y tenían sus hogares; traición hu­
biese sido formar en otras filas. Eran algunos empleados en
el Virreinato, pero eso tampoco fue motivo para llamarlos
así. Era esta Colonia parte integrante de la Monarquía es­
pañola: á sus empleados no se les debía considerar como si
fuesen de comarca extraña, y forzosamente adictos á ésta.
Las naciones se reconcilian, se abrazan, estrechan alian­
zas después de profundas enemistades. Los pueblos no deben
guardar odios después de sus luchas. Pero la historia es la
verdad, y lo que una vez se hizo, cumplido quedó para el
fallo de la posteridad. La esponja que se pasa sobre las rela­
ciones políticas no borra las páginas de la historia. Ya en
ocasión solemne lo dijimos: culpas fueron del despotismo y
no de la generosa Nación española. Ese despotismo fue el
que hace poco fusiló á Rigal en Filipinas.
Los fusilamientos ejecutados por Morillo y Sámano no
tienen perdón ante el tribunal de la historia. Aquello fue
muy cruel, y muy duro, y muy cobarde. Hubo como un re­
finamiento del verdugo. Se buscaron las víctimas más ilus­
tres y más inmaculadas. No escribamos la historia con odio,
no mueva nuestras plumas la venganza; pero no debemos
tampoco cubrir con velos los acontecimientos del pasado ó
buscar atenuantes á los grandes crímenes. Las víctimas de
1816 deben estar siempre en los altares de la Patria, bien
altas, para quesean un culto de los adoradores de la libertad
y sirvan de eterna execración á los tiranos.
E. Po s a d a
—•
NOTICIAS HISTORIALES
DE LAS CONQUISTAS DE TIERRA FIRME, POR FRAY PEDRO SIMÓN

En la edición de este libro hecha sobre los manuscritos


que se conservan en la Biblioteca Nacional, y publicado en
Bogotá en 1891-1892, en la Casa Editorial de don Medardo
414 Boletin de Historia y A ntigüedades

Rivas, faltan : en la página 232 del tercer volumen, el final


del segundo párrafo del capítulo 26, de la Séptima Noticia
de la Segunda Parte, y los capítulos 27 y 28, mal numerados
en la edición dicha, y que deben señalarse cada uno con la
palabra bis.
Por la carta que va en seguida, del distinguido literato
doctor Diego Mendoza, se verá que á él se debe la copia de
los capítulos que faltan en la edición de Bogotá, y aunque la
Secretaría de la Academia recibió el trabajo del doctor
Mendoza desde fines de 1908, no serle había dado publicidad
hasta el presente por haber sido muy irregular la aparición
del Boletín desde ese tiempo hasta ahora.
«Madrid, 30 de Octubre de 1908
« Señor Secretario de la Academia de la Historia—Bogotá.

< En un periódico de esa ciudad, de cuyo nombre no me


acuerdo, leí que á la obra de Fray Pedro Simón Noticias
historiales de las conquistas de Tierrafirme en las Indias Occi­
dentales, le faltaban el final del capítulo 26 y los capítulos
27 y 28 de la Séptima Noticia de la Segunda Parte. <Valdría
la pena—dijo el periódico bogotano—de que alguno de los
colombianos que viven en Madrid ó viajan por esas tierras
hiciera tomar copia de esos dos capítulos, si es que existen
en el códice que hay allá.= (1).
< En la Biblioteca de la Real Academia de la Historia
(estante 23, grada 2^) sólo hay una copia de la Segunda Parte
de la obra susodicha, en los tomos 13 y 14 de la colección del
señor Juan B. Muñoz, sin indicación de dónde se hizo.
< Obtuve en préstamo un ejemplar de la edición de Bogo­
tá en la librería de don Victoriano Suárez, y lo cotejé en la
parte correspondiente con la copia de Muñoz; y efectiva­
mente faltan en aquélla lo que dice el periódico bogotano.
< El segundo párrafo del capítulo 26, que en el texto im­
preso termina, < como dejámos dicho en la primera parte, =
dice así en la copia de la Academia : < y á un lado del pue­
blo, otro para convento de nuestra Orden, que es el que ahora
tiene donde está fundado, sin que haya habido en la ciudad
otro de ninguna religión= ; y luégo, en párrafo aparte, como
se ve en la copia que tengo el gusto de acompañar.
« Los capítulos señalados con los números 27 y 28 de la
copia manuscrita de la Academia fueron copiados por mí;
y tanto en éstos como en el final del 26 respeté la ortogra-

(1) Se dijo esto en una de las apostillas del señor E. Posada, las
cuales fueron publicadas en un diario de esta ciudad, anónimas,
luégo reproducidas en este Boletín con la firma de su autor. Véase la
apostilla marcada con el número l x i (nota del Boletín de Historia).
Noticias historiales 4’5

fía y la puntuación, alteradas, no sé si con acierto, en la


edición de Medardo Rivas.
«Ruego á usted que, si no hubiere inconveniente, se sirva
publicar en el Boletín de Historia y Antigüedades, con la venia
de la Academia, tanto esta nota como la copia que va adjunta.
« Soy de usted muy atento servidor,
« Die g o Me n d o z a >

CAPÍTULO 26 (f in a l )
Señaláronse luego i repartieron solares á los vecinos,
dejando el mejor i en mejor puesto para la Iglesia i á
un lado del pueblo otro para convento de nra. orden que
es el que aora tiene donde está fundado, sin que haya ha-
vido en la ciudad otro de ninguna religión Permanece has­
ta oy la ciudad en el mismo puesto la qual se fué luego
acrecentando con otros moradores que vinieron de otras
partes á avecindarse á ella, de manera que vino á ser algo
populosa para la de las Indias, aunque se fue minorando al
paso que lo hicieron los Indios, que fué tan por la posta que
de doce á catorce mil que entonces se repartiéron quando
se pobló tendrá oy mil i quinientos en todo su distrito, en
quarenta i tres encomenderos, ocupados los más de ellos en
obrajes de algodón i lana, de que se hace mucho sayal y
gerguetas, que es el principal trato de esta ciudad.
Porque aunque hai también algunas grangerías de
sacar hilar pita, hacer medias de algodón, alguna crianza
de ganado mayor porque del menor ninguno se cria en
aquellos países por ser calientes i algún beneficio de caña
dulce todo es de poca consideración para acrecentár cau­
dales i asi siempre han sido moderados los de los vecinos
de esta ciudad á quien le entra de acarreto desde la tierra
fria la harina cecinas i menestras con que se sustentan. No
tiene Governador particulár porque el de la ciudad de Muso
(que es cabeza del Govierno) lo es también de alli. A pocos
años de como se conquistó i sentáronde buena paz los Indios
después de haverlos castigado en mil rebeliones que tubie-
ron, que no se hizo sin derramarse mucha sangre de Espa­
ñoles, dispuso el mismo Capitán Ovalle como se abriese un
camino desde la ciudad hasta un puerto del rio grande de
la Madalena que lláman la angostura, por donde se pudié-
sen trajinar desde allí las mercadurías de España i la costa
del mar del Norte hasta este reino como se hizo por algu­
nos años hasta que se abrió el camino queoy se anda desde
esta ciudad de Santa Fé al puerto de Onda, porque entonces
cesó este por la mayor fuerza que tuvieron de negociación
los de la ciudad de Mariquita por no perder la grangeria y
416 Boletín de Historia y Antigüedades

provechos que en esto se les seguía i sigue con la boga de


las canoas que se hace desde el puerto de Onda á la villa de
Mompox.
c a pít u l o 27
Contenido: quentanse por su orden y sucesión todos los Presidentes,
Oidores i visitadores que ha havido i hai en la Rl. Audiencia
de Santa Fé.

En este mismo ano de 1563 vino por Presidente á esta


Rl. Audiencia el Dr. Andrés Diaz Venero de Leyba, que
fué el primero que huvo en ella, porque hasta entonces des­
de sus principios siempre havía presidido el Oidor más an­
tiguo. I por parecerme puesto en razón poner en esta his­
toria á todos los que ha havido Presidentes i Oidores hasta
el dia de oy, daremos un paso atras, porque entre también
en esta quenta (por serlo todos personages de tanta) los que
huvo hasta este ano, que fueron los dos primeros licenciados
Gongora i Galarza que la fundaron, á quien sucedió el Li­
cenciado Francisco Briceño i el Licdo. Joan Montano,
que fué como dijimos quien tomó residencia i envió á Es­
paña á los dos primeros i á Miguel Diaz de Almendariz, fué
luego promovido siendo Oidor de Santo Domingo el Licdo.
Alonso de Grajeda para que le fuese en esta audien­
cia i tomase residencia al Montano, como lo hizo i fue tal
por tener abispada toda la tierra con su altiva condición
que le ayudaron mucho dos hermanos que tenia en ella lla­
mados Pedro Escudero y Cristóval Montano, i por ciertos
graves cargos que le hicieron en la ciudad de Tunja siendo
alcaldes Gregorio Suarez y Pedro Ruiz García, i escriba­
no Diego de Robles, lo prendió el Visitador i puso en una
gruesa cadena que el mismo Montano havia mandado hacer,
i la estrenó como le sucedió á Perilo en el otro su toro que
inventó para atormentar los malhechores, desde donde sin
soltarle de las prisiones i con guardas vigilantes después de
muchos acuerdos que tubieron sobre ellos sus compañeros,
fué llevado al Rl. Consejo de Indias donde sin ser posibles
los descargos que daría, fué sentenciado á cortar la cabeza
como se hizo en público cadalso, i fue el primero de los Oi­
dores de las Indias que tuvo en público tal muerte, á que no
ayudó poco lo mucho que le siguieron los parientes de un
Pedro de Sancedo, á quien él había hecho cortar la cabeza
en esta ciudad de Santa Fé. En sucesión de los dichos fueron
luego viniendo por Oidores los licenciados Tomás López i
Melchor Pérez de Arteaga, el doctor Juan Maldonado, el
Licdo.Diego de Villafañe, los Licdos. Joan López de Cepe­
da, Angulo de Castro, García de Balverde, fiscal, que fue­
ron los que precedieron á la venida del Doctor Venero
Noticias Historiales 4i7

de Leyba, hasta el año de 63, que fue como dijimos el pri­


mer presidente que gobernó muchos dias á tanta satisfa-
ción de toda la tierra que le llamaron padre de la patria i
á su tiempo el Dorado por lo mucho que se acrecentaron los
descubrimientos de minas de oro i plata i las esmeraldas de
Muso, fundaciones de algunos pueblos como luego diremos.
Después vino por Oidor el Licdo. Dn. Diego de Nar-
baez i el año de 1563 volvio á esta Rl. Audiencia por Pre­
sidente, siéndolo actualmente en la de Guatemala el Licdo.
Francisco Briceño en el cual año se fué su antecesor
Venero de Leyba, dada ya residencia, á Castilla i él murió
el año de 1571, en esta Audiencia i luego el siguiente fué
promovido por Presidente dellael Licdo. Jedeon de Ynojosa
fiscal del Consejo de órdenes aunque no vino á su plaza no
se por que ocasión.
Después vino el Licdo. Francisco de Auncibai Oidor
i el Licdo. Alonso de la Torre por fiscal el Lie. Alonso de
Cetina, el Dr. Cortes de Mesa, el Licdo. Cristoval de Ascoe-
ta i entrado ya el año de 1573 vino por presidente por ha-
ver muerto el dicho Licdo. Francisco Briceño el Dr. Dn.
López de Armendariz : después por oidores los Licos. Joan
Rodríguez de Mora i Pedro de Zorrilla i el Licdo. Horozco
por fiscal. En este tiempo que era ya el año de 79 ó prin­
cipios del de 80 llegó siendo Oidor de la Rl. Audiencia de
Lima á visitar esta de Santa Fé el Licdo. Joan Baptistade
Monzon. Comenzada la visita se rebolvieron las cosas de ma­
nera que resultó matar el Dr. Mesa en compañía de un
Cristoval de Escobedo á un Juan de los Río s , á 14 de Ju­
lio del año 1580, por lo qual sentenció el Presidente Dn.
Lope de Armendáriz juntamente con el Oidor Pedro de
Zorrilla (porque á los demás de la Audiencia tenia presos i
suspensos el Visitador), á cortar la cabeza al Dr. Mesa i
en alguna pena pecunaria para la mujer i hijos del muer­
to, i á su cómplice Escobedo que fuese arrastrado i ahorcado
i después cortada la cabeza i mano derecha i alguna pena
pecunaria para lo mismo. Todo lo qual se ejecutó el año si­
guiente de 81 á la mitad de el. Yéndose empeorando las co­
sas de la visita i del Monzon, el Oidor Zorrilla con el fiscal
Horozco lo hicieron prender en sus casas i llevarlo preso
arrastrando i con grandes oprobios á las Reales de donde
sucedió que haciendo información del caso después i pre­
tendiendo probar que lo habían llevado preso con mucha
honra. Preguntándole esto á un testigo jurado llamado
Diego Romero uno de los conquistadores de este reino,
respondió que si era verdad lo que dice el adajio español,
que lo que arrastra honra con mucha le llevaran, pues le
llevavan arrastrando.
Fueron sucediendo luego á los dichos el Licdo. Joan
vi-27
4i8 Boletín de Historia y Antigüedades

Prieto de Orellana (que sucedió en la visita al Monzon) el


Licdo. Alonso López de Salazar, que fué uno de los importan­
tes jueces que han pisado estas tierras por haverlas limpia­
do de ladrones de que estavan bien necesitadas. El licenciado
Castillo Oidor de Santo Domingo, aunque murió en Sn. Lu-
car viniendo á esta Audiencia: el Licdo. Gaspár de Peralta,
el Dr. Francisco Guillen Chaparro, fiscal, que luego á los
seis meses fue Oidor los Licdos. Bernardino de Albornoz,
fiscal; Ferraez de Porras, Diego Rojo del Carrascal el
Licdo. Peralta, que haviendo ido suspenso de esta Audien­
cia bolvió á ella con su mismo titulo y antigüedad.
Quedaron tales las provincias de este nuevo reino de
Granada con los disturbios que sucedieron en la visita pa­
sada del Licdo. Monzon, que le sucedió lo que al mar
quando ha padecido una terrible tormenta, que en muchos
dias no se acaba de quitar su turbación. Porque considero
yo esta visita como quien le arroja á uno un terronazo que
lastima á quien le da el principal golpe y salpica á todos los
circunstantes. Fueron tantos los inconvenientes que cada
hora se ivan siguiendo de lo dicho por la poca prudencia del
visitador (Como el rey se lo dice en una cédula) que fué
menester para atajarlos su poderosa i real mano junta con
su gran prudencia (que tan por sus cabales tenia) con la
cual satisfecho de la mucha que conocia en el Dr. Anto­
nio González, Oidor que á la razón era del Real Consejo de
las Yndias i que era persona de satisfacción para pisar las
centellas i atajar los fuegos de inconvenientes que se podrían
encender, los sacó de su Real Consejo i hizo presidente de
la Audiencia de este reino, á donde llegó por el mes de
Marzo el año de 1590, i donde se portó con tanta sagacidad
i prudencia que satisfizo bien al concepto que de su persona
tenia el rey. El cual tomando (como dicen) la ocasión por
el copete i aprovechándose del talento del Dr. Antonio
González en mayores cosas lo encargo asentara en este rei­
no el pagar el alcabala que hasta entonces jamas se havia
pagado. En lo qual no se huvo con menor prudencia que en
las demás cosas, con lo qual i con la gran fidelidad i deseos
de servir ásu rey que siempre con demostraciones ha teni­
do este reino no fueron dificultosas de admitirse con gusto
ó dos por ciento en todo el reino, de donde se colije quan
confuso i avergonzado pudiera quedar si fuéra vivo el licen­
ciado Pedro Ordoñez de Cevallos en un líbrete tan mal ru­
miado como escribió, que le intitulo Viaje del mundo; pues
dejando aparte otras cosas ridiculas y sin fundamento, que
en todo el se hallan como lo tenemos comprobado todos los
que hemos visto las cosas de esta tierra firme en que el tanto
se alarga. Haselo con tanto estreno i en causa gravísima en
las cosas de este reino, que ya que es materia de risa en al­
Noticias Historiales 419

gunas, en otras lo es de lastimarse i hacen gran caso de ellas


por ser tan contra la reputación de la gran felicidad que
este Nuevo Reino ha tenido siempre á su Rey.
I por que se vea la razón de queja que se tiene de este
librete su autor i las palabras, pondré aquí las que dice casi
al principio del capitulo treinta i siete del libro segundo que
dicen asi: I por ser aproposito acabare estos alzamientos de
las Yndias con decir que huvo muchas ciudades como fué la
de Santa Fé i Tunja Nuevo Reino de Granada que juntán­
dose en cabildo los veinte i quatro Regidores i proponiendo
al Oidor las alcabalas se vestían con sus capuzes de luto i
sobre un bufete sacaban una fuente i un cuchillo i no res­
pondían cosa, i al fin recibieron dos por ciento. Estas son
sus formales palabras en que se puede conocer su atrevi­
miento i poca consideración que tuvo en decirlas pues no
devio de entender la sustancia que tengan los alzamientos
pues asi se arroja sin ningún fundamento á decir lo bueno
como en otras partes destas Yndias en este Nuevo Reino en
razón de admitir las alcabalas, siendo ajeno de toda verdad
como todo el mundo ha conocido siempre i que no se huvie-
ra callado si huviera havido rastro de esto como no se han
callado los alzamientos que ha havido en otras partes; con
que no tengo necesidad de detenerme á probar esto i tam­
bién porque ambas estas dos ciudades de Santa Fé i Tunja
en nombre de todo el Reino tienen suplicado al Rey Nro.
Señor Phelipe Quartose sirva de mandar recojer este libro
por lo agraviados que se sienten del i no lo dejaran de ¡a
mano ni de ellas soltaran sus Reales pies hasta que esto ten­
ga efecto, por su materia tan grave i importante al buen
nombre de este tan excelente pedazo de sus reinos i que con
tanta lealtad siempre le ha servido i sirve.
Después que entró el Dr. Antonio González á la presi­
dencia desta Audiencia fueron llegando á ella por Oidores
los Líeos. Andrés Coaz de Guzman, Miguel de Ybarra, el
Lico. Villa Gómez fiscal, el Dr. Dn. Luis Tello de Craso.
Fueronse en estos años llegando los de mil i quinientos i no­
venta i siete en el qual á 28 de Agosto entró por Presidente
de esta Real Audiencia de Santa Fé el Dr. Francisco de
Sande Caballero de la Orden de Santiago que á la sazón lo
era de la Real Audiencia de Guatimala con que haviendo
dado su residencia el Dr. Antonio González el año siguiente
de 1598, bolvio á su misma plaza con su antigüedad al Real
consejo de Yndias de donde havia salido. Vino luego por
Oidor el Licdo. Diego Gómez de Mena i tras el el Licdo.
Luis Henriquez á quien esta republica le deve muchas ilus­
trosas obras en especial todas las iglesias de los pueblos de
Yndias del distrito desta ciudad de Santa Fé que por su in­
dustria traza i eficacia que tuvo en una visita que hizo de los
420 Boletín de Historia y Antigüedades

naturales puso en mejor orden sus poblaciones i en efecto


las Yglesias que oy tienen que son todas tan buenas i bien
acabadas de nanpuestos de cal piedra tapias teja i capacidad
que pueden ser buenas en buenos pueblos de españoles.
Luego el año de mil seiscientos vino por Oidor el Dr.
Lorenzo de Terrones y el de 601 á 28 de Agosto el Licdo.
Alonso Vasquez de Cisneros que lo fué hasta este de 1622,
que fué promovido á la Real Audiencia de Méjico havien-
dolo sido dos años antes á la de las Charcas. El Licdo. Bue-
nabentura Quadrado Solanilla vino por fiscal siéndolo de
la Audiencia de Santo Domingo que después fué Oidor
también en esta. En el año de 1602 vino á esta ciudad de
Santa Fé el Dr. Salierna de Mariaca Oidor de México por
visitador de la Audiencia y procediendo en la mayor fuerza
de la visita murieron el visitador y el presidente Sande á
quien se visitava ambos dentro de ocho dias, i asi fue nece­
sario viniera á acabar la visita como vino el Licdo. Dn. Ñuño
de Villavicencio Presidente de los Charcas que murió tam­
bién sin acabarla á 16 de Enero del año 1607, haviendo^n-
trado á lo dicho en esta ciudad mediados Septiembre ael
año de 605.
En el qual quinze dias después que entró el Dr. Nuña
entró también por sexto Presidente de la misma Audiencia
Dn. Juan de Borja el primero que ha tenido de capa y es­
pada porque la necesidad que havia en este reino de paci­
ficar las inquietudes que tenia con la guerras de los Yndios
pijaos que demoran á la parte de surueste i oeste i las que
daban los Yndios Carares y otras naciones en el rio Grande
de la Madalena obligó el Rey á escojer personas de este es­
tado i de la satisfación i prendas que la experiencia ha
mostrado asi en el govierno como estas dos guerras que de
principal intento se le encargaron de que daremos largas re­
laciones después en este tomo y muy mayores en el tercero.
El año de 1608, á 22 de Octubre entró en esta ciudad
acabar la visita que los dos muertos habian dejado comenza­
da el Licdo. Alvaro Zambrano Oidor de Panamá, la cual
acabada fue proveído por Alcalde de Corte de Lima. Des­
pués vino por Oidor el Licdo. Dn. Antonio de Villa Real i
Leyba y luego el Dr. Joan de Villabona Zubiaurre siendo
rector del colegio de Maese Rodrigo de la ciudad de Sevilla,
después el Licdo. Dn. Francisco de Herrera Campuzano,
luego el doctor Lesmes de Espinosa Sarabria que entró á
3 de Septiembre de 1613, después el Licdo. Antonio de
Obando Oidor que era de Panamá, i en Abril de 1619 vino
promovido en plaza de Oidor el Licdo. Solanilla fiscal, i en
su lugar el Licdo Dn. Fernando Saavedra que fue promovi­
do en plaza de Oidor, luego el año de 1622, i ocho ó diez dias
antes que le recibieran en la Rl. Audiencia en esta plaza ha-
Noticias Historiales 421

bia sido recibido también en plaza de Oidor el Licdo. Dn.


Francisco de Sosa catedrático en natural de la ciudad de
Lima. Este mismo año el mes de Octubre entró en la Au­
diencia con plaza de fiscal el Licdo. Joan Ortiz de Cervan­
tes también natural de la ciudad de Lima. En lugar de D.
Juan de Viaobona que fue promovido á México, vino el
Licdo. Juan de Valcazar este año de 1624.
CAPITULO 28
Contenido,
1. Pídese al Rey por parte de N? R? se divida toda su tierra del
Obispado de Santa Martha i se haga arzobispado. Concédese
aunque no goza del palio el arzobispo por muerte.
2. Primeros Prevendados que huvoen la Santa Yglesia de Santa Fé.
i como no hallaron Yglesia por haberse caído.
3. Segundo Arzobispo de Santa Fé D. Fr. Luis Zapata trae la cabe­
za de Santa Isabel. Húrtala un mozuelo.
4. Los demas arzobispos que ha havido hasta el presente se numeran.

Eran tan grandes los crecimientos que en estos tiempos


ya tenia este Nuevo Reino de Granada en lo espiritual i tem­
poral pues estaban ya en el fundadas doce ó trece villas i ciu­
dades que en su respecto la tierra de Santa Martha era de
mui poca consideración y asi atendiendo á la mayor necesi­
dad el arzobispo Dn; Fr. Juan de los Barrios governava aque­
llo por un provisor i esto del reino por su persona no pare-
ciendole cumplir con sus obligaciones si hacia ausencia de
aquí como la hizo desde la primera vez que subió. Antes
considerando el estado de las cosas i la gran distancia que
hai deste reino á Santa Martha que es de casi doscientas
leguas informó al Rei juntamente con esta Real Audiencia
lo que importara se dividiese lo uno de lo otro, áque acudió
el Rei i despachando cédulas i las bulas de Su Santidad que
para erijir un nuevo Arzobispado en este Reino se havian
pedido y despachado el año de 1568 llegó con ellas i con el
palio el Dean Dn. b raco. de Adame (que también le havian
promovido de nuevo por primer Dean del Arzobispado que se
exijia) á la ciudad de Carthagena á 9 de Mayo de 69 donde
halló la nueva de la muerte del dicho Arzobispo que havia
sido el mismo año á 12 de Febrero sin gozar del palio, pero
quedó desde entonces hecha la división de este Arzobispado
del Obispado de Santa Martha.
Fueron luego viniendo los demas prevendados para ha­
cer cuerpo de Cabildo que fueron el Dean que hemos dicho,
el primer Arcediano Dn. Lope Clavijo que después fué
Dean, el primer chantre Dn. Gonzalo Mexia, y el primer
thesorero Dn. Miguel de Espejo, primeros Canónigos el
presidente Alonso Ruiz i el Pe. Joan de Escobar los quales
governaron en sede vacante i acudían con mucha puntuali­
4*2 Boletín de Historia y Antigüedades

dad al oficio divino y servicio de la Yglesia aunque bien des­


acomodada por entonces porque una que havia hecho con
harto trabajo i solicitud suya el Arzobispo por haberle echa­
do los oficiales ruines fundamentos el postrer día de Otubre
del año de 65 se cayo toda á las ocho de la noche estando
acabada i todo ya dispuesto para decir otro dia que era el
de todos santos la primera misa en ella. De manera que por
haverse erejido nuevo Arzobispado en este Nuevo Reino
quedo desmembrado del el mismo año el Obispado de Santa
Martha y su sufragáneo de donde se eligió Obispo D- Fr.
Joan Mendez de la Orden de Nro. Pe. Santo Domingo que
entró en el á tomar la posesión el año de 1570, como deja­
mos dicho en la primera parte.
Y porque el lector halle consecutiva la sucesión que ha
havido de todos los Arzobispos deste Nuevo Reino los pon­
dremos juntos con el orden que han ido sucediendo. Y asi
digo que el año de 1570 estando ya para partir de España á
su Obispado de Carthagena de donde havia sido electo el
mes de Febrero el año de antes Dn. Fr. Luis Zapata de Cár­
denas de nuestra sagrada religión, hijo de la Santa provin­
cia de San Miguel, le elijiéron por Arzobispo de este Nue­
vo Reino á donde llegó i entró en Santa Fé á los últimos
del mes de Marzo del año de 1574. Trajo entre otras bue­
nas cosas muchas reliquias de su Yglesia i entre otras una
famosísima que fue la cabeza de Santa Isabel de la tercera
orden de nuestro seráfico Pe. San Francisco, hija del Rey
de Hongria que se la dio siendo provincial de su provincia
la Reina Doña Isabel que en España llamaron de la Paz ter­
cera mujer del Rey Católico Felipe Segundo i hija del Rey
Henrico Segundo de Francia. Colocóse dentro de una muy
bien labrada cabeza de plata hasta los pechos i hacese la es­
timación de ella que es razón en la Santa Yglesia, aunque
mayor la hizo de la plata un mozuelo los años pasados del
1619, pues por hurtarla quebrantó el relicario donde estáva,
quedándose secretamente para esto una noche en la Iglesia,
i habiéndole sacado con otras muchas reliquias que no se
pudieron bolver á aber á las manos por el Oidor de esta
Real Audiencia Dn. Francisco de Herrera á quien se le dio
la voz de esto luego que se echó menos se halló la plata toda
abollada i parte de las reliquias de la santa cabeza que se
volvieron á colocar en su lugar con mucha reverencia, i al
mozo pusieron en el suyo que fue la horca cortándole tam­
bién la mano. Vivió el Arzobispo hasta el año de 1590 en que
murió á los 24 de Enero.
Fue en su lugar electo Dn. Alonso López Dávila Arzo­
bispo de Santo Domingo, i atajándole la muerte los pasos
para venir á este su Arzobispado de Santa Fé fué en su lugar
electo Dn. Bartolomé Martínez Obispo de Panamá á 1 de
Naturaleza de la revolución de los Comuneros 423

Mayo del 93 que también murió en la ciudad de Carthage-


na viniendo á su Arzobispado á 17 de Agosto del de 94 fué
electo en su lugar en España el maestro Fr. Andrés de
Ocaso de la orden de Santo Domingo, que por haverlo re­
nunciado i no pasado á estas partes fue electo en su lugar
Dn. Bartolomé Lobo Guerrero Inquisidor que á la sazón era
de México el año de 1595, i se detuvo hasta venir i entrar en
el en esta ciudad de Santa Fé hasta el de 99 á 8 de Marzo.
Puso cuidado en su tiempo de que se fundase en esta ciudad
de Santa Fé un colegio seminario con título de San Barto­
lomé como se hizo el año de 1607 que está á cargo de los pa­
dres de la compañía de Jesús donde se sustenta buen nú­
mero de estudiantes con los estipendios de las dotrinas i
otros con asignadas porciones que pagan para ello que por
todos suelen haver hasta 60 ó 70 traen ropas pardas i becas
coloradas. Salió de esta ciudad de Santa Fé el dicho arzo­
bispo promovido al Arzobispado de Lima á 7 de Enero
de 609.
En su lugar fué electo en España Fr. Joan de Castro
de la Orden de San Agustín, i haviendolo anunciado sin pa­
sar á las Yndias fué electo en su lugar Dn. Pedro Ordoñez
i Flores de la Orden de Calatrava inquisidor que á la sazón
era en la ciudad de Lima elijiéronlo el mes de Diciembre el
mismo año de 609 i el de 613 á 25 de Marzo entró á tomar
la posesión de el en esta ciudad de Santa Fé donde murió á
11 de Junio del año siguiente en cuyo lugar fué electo Dn.
Fernando Arias de Ugarte Obispo de la ciudad de San Fran­
cisco de Quito en 23 de Junio de 615, i confirmado en 14 de
Marzo de 616. Entró á 7 de Enero de 618 á tomar la pose­
sión de su Arzobispado en esta ciudad de Santa Fé de donde
es natural. Suerte inestimable que haya venido á ser su es­
posa la misma Yglesia donde el Cielo le dio la vida espiri­
tual de la gracia en el santo baptismo ; si bien con esto se le
han seguido mayores obligaciones pues concurren con las
comunes de la dignidad de arzobispo las particulares de la
patria á que oy procura acudir con infatigables travajos en
las cuidadosas visitas de su arzobispado.

INFORME
SOBRE LA NATURALEZA DE LA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS

Señor Presidente de la Academia Nacional de Historia.


Los estudios presentados por los señores académicos
don Raimundo Rivas Escobar y doctor don Manuel Carre-
ño T., referentes á la revolución de los Comuneros, com­
4*4 Boletín de Historia y Antigüedades

prenden diversas cuestiones cuya solución requiere que se


determinen, en cuanto sea posible, las principales causas
del acontecimiento, las miras de los que lo ejecutaron ó
fomentaron y las tendencias naturales del movimiento. Y
aun cuando se carece de una colección completa de la hoja
volante que los insurrectos llamaron Nuestra Cédula, y de
varios otros documentos importantes, en cambio existen
diversas piezas que suministran bastante luz sobre la mate­
ria. En tal virtud, en desempeño de la comisión que me fue
conferida, respetuosamente someto el siguiente informe á
la consideración de la Academia.
ANTECEDENTES

La repentina subida de los impuestos, la desproporción


con que pesaban sobre los contribuyentes y los vejámenes
cometidos por los recaudadores y guardas, fueron las cau­
sas directas é inmediatas del movimiento, según lo recono­
cido generalmente; pero tales hechos por sí solos habrían
sido insuficientes para que los pueblos se exacerbaran hasta
el extremo de resistir á mano armada á las autoridades, ha­
ciéndose responsables del enorme crimen de lesa majestad.
Las medidas tomadas por el Visitador Gutiérrez de Piñe-
res no habrían conmovido tan fuertemente al país si no hu­
biera habido distintos antecedentes que constituyeron parte
integrante de las causas complejas de la revolución. Tales
fueron: la miseria nacional, proveniente del régimen colo­
nial; el descontento y lamentable situación de la raza indí­
gena; las noticias referentes á Tupac-Amaru, propaladas
desde Santafé, y la altanería de los españoles.
Las trabas oficiales puestas á la agricultura y al co­
mercio; la falta de vías de comunicación; la centralización
de la propiedad de las tierras y el egoísmo de sus dueños;
la tardía y mala administración de justicia; la empírica or­
ganización fiscal; los monopolios, y los inveterados fraudes
y abusos de los encargados de cobrar los impuestos, habían
reducido á los granadinos á tal estado de miseria, que la
mayor parte de ellos escasamente alcanzaban á satisfacer
sus más imperiosas necesidades. Así fue que < no pudiendo
tolerar los muchos pechos que les cargaban,> la desespera­
ción les hizo estimar que «era mejor morir de una vez* que
gradualmente, agobiados por la necesidad. (Véanse las Re­
laciones de Mando de los Virreyes Messía de la Zerda
[1772], Guirior [1776] y Caballero y Góngora [1789]):
Graves daños—dice el Virrey de Guirior—se experimentan de
que algunos por mercedes antiguas ó por otro título se consideren
dueños de inmensas tierras que no labran, ni para ello tienen facul­
tades, ni permiten que otros las cultiven, quedándose yermas, sin
que el común ni los particulares logren las ventajas que deberán
Naturaleza de la revolución de los Comuneros 42S

prometerse de usufructuarlas; y esto mismo sucede en muchas en que


contra la ley y razón se han fundado capellanías eclesiásticas, ha­
ciéndolas espirituales é invendibles.
Por lo que hasta aquí llevo insinuado conocerá Vuestra Exce­
lencia que un reino en donde no hay comercio activo, no tiene ejerci­
cio la navegación y sus habitadores son pobres, tampoco puede pro­
ducir para enriquecer el Real Erario ni para sostener las muchas
cargas á que es preciso acudir para su conservación y felicidad.
Yo he suspendido ejecutar muchas ideas que parecían ventajo­
sas, temeroso de extenuar el Reino, omitiendo la creación de nuevas
rentas ó impuestos y dirigiendo la atención al mejoramieuto de lo ya
establecido, no obstante la grave dificultad que se encuentra en ha­
llar sujetos de fidelidad cuales requiere el delicado encargo de ma­
nejar la Real Hacienda, por el envejecido vicio de defraudarla, aun
en los mismos encargados de su administración.
La administración de justicia del Virreinato depende en mucha
parte de los Gobernadores y Corregidores; y como éstos no han ga­
nado sueldo, dirigían sus anhelos á la negociación, sin perdonar ar­
bitrios, por ilícitos que fueran, sacando su aliento y fondo de la
miseria de los indios y pobres, quedándose las más de las veces los
delincuentes sin castigo y los desórdenes sin remedio, como que no
se proponen el objeto de la felicidad pública y de los súbditos, sino
su propio adelantamiento, siendo comúnmente pobres y poco apa­
rentes los que solicitan estos destinos, que, como indotados, no los
apetecen los que tienen alguna comodidad.

En 1780, don Francisco Moreno, Fiscal de la Audien­


cia de Santafé, practicó una visita en los pueblos de indios,
á quienes enumeró para el efecto del cobro de los impues­
tos. De varias disposiciones que dictó, lo que más lamenta­
ron los aborígenes fue la supresión de las poblaciones poco
numerosas, cuyos habitantes fueron trasladados á otras más
grandes. Además, habían sido privados del uso y beneficio
déla sal de que anteriormente disfrutaban, y eran víctimas
de una extremada miseria, según aparece de la cláusula
séptima de las capitulaciones, que dice así:
Que hallándose en el estado más deplorable la miseria de todos
los indios, que si como lo escribo porque lo veo y conozco, la palpase
Vuestra Alteza, creeré que mirándolos con la debida caridad, con
conocimiento de que pocos anacoretas tendrán más estrechez en su
vestuario y comida, porque sus limitadas luces y tenues facultades
de ningún modo alcanzan á satisfacer el crecido tributo que se les
exige con tánto apremio, así á éstos como á los mulatos requintados,
sacándoles los Corregidores los tributos con tánto rigor que no es
creíble, álo que concurren sus Curas, por el interés de sus asigna­
dos estipendios; que atenta la expresada miseria, sólo quede la con­
tribución total y anual de cuatro pesos, los indios, y los requintados
de dos pesos.

Lo cual unido á la noticia de la coronación del inca Tu-


pac-Amaru y de que éste venía quitando todos los pechos,
no podía menos de impulsar á los indios á tomar parte en la
insurrección, como lo hicieron, en número de cuatro á cin­
co mil, á las órdenes de don Ambrosio Pisco, descendiente
de los zipas.
42Ó Boletín de Historia y Antigüedades

Por otra parte, los chapetones ó españoles radicados en


América trataban despóticamente no sólo á los indios, zam­
bos, mulatos y mestizos, sino también á los criollos ó descen­
dientes de familias europeas nacidos en el Continente ame­
ricano. Así consta en la cláusula 22 de las capitulaciones,
en la cual se dice lo siguiente:
Que en los empleos de primera, segunda y tercera plana hayan
de ser antepuestos y privilegiados los nacionales de esta América á
los europeos, por cuanto diariamente manifiestan la antipatía que
contra las gentes de acá conservan, sin que baste á conciliarios co­
rrespondida voluntad, pues están creyendo ignorantemente que ellos
son los amos y los americanos todos, sin excepción, sus inferiores
criados; y para que no se perpetúe este ciego discurso, sólo en caso de
necesidad, según su habilidad, buena inclinación y adherencia á los
americanos, puedan ser igualmente ocupados, comoque todos los que
estamos sujetos á un mismo Rey y Señor debemos vivir hermanable-
mente; y al que intentare señorearse y adelantarse á más de lo que
le corresponde á la igualdad, por el mismo hecho sea separado de
nuestra sociabilidad.

Posteriormente tal hecho fue reconocido oficialmente


por el Consejo de Regencia, en el manifiesto de 4 de Febre­
ro de 1809, en el cual hizo la siguiente solemne declaratoria:
Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados á la
dignidad de hombres libres; no sois los mismos que antes, encorvados
bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estabais del
centro del poder; mirados con indiferencia, vejados por la codicia y
destruidos por la ignorancia....

En consecuencia, no es de extrañarse que varios granadi­


nos de origen español, encabezados por don Jorge Lozano de
Peralta, fomentaran eficazmente la insurrección por medio
de los versos revolucionarios que llegaron al Socorro el 30 de
Marzo de 1781, los cuales, leídos que fueron á voz de pregone­
ro en presencia de más de cuatro mil personas, produjeron
tal exaltación, que las -puebladas ó motines locales hubieron
de convertirse en una insurrección general, cuyas propor­
ciones obligaron á las autoridades á aceptar las capitulacio­
nes firmadas en Zipaquirá.
Parece increíble—dice don Salvador Plata—la prisa que se dio
la hidra de la sedición para concebir, compactar y producir, ó por
mejor decir, vomitar ¿un papel incendiarioé infame que, á manera de
un relámpago por su asombrosa rapidez, puso en conmoción el Reino
entero. Y agrega: «que lo más de admirar es que en él se insinúan
todas las providencias que se daban para la contención.»

La debilidad del Gobierno y los movimientos revolucio­


narios que se habían verificado antes de la insurrección de
los Comuneros, constituyen también antecedentes impor­
tantes, que es preciso tener en cuenta para poder formar
juicio acertado sobre el particular.
Naturaleza de la revolución de los Comuneros 427

Incidentalmente queda anotado -dice el Virrey don Pedro Messía


de la Zerda—que la obediencia de los habitadores no tiene otro apoyo
en este Reino, á excepción de las plazas de armas, que la libre volun­
tad y arbitrio con que ejecutan loque seles ordena, pues siempre que
falte su beneplácito, no hay fuerza, armas ni facultades para que los
superiores se hagan respetar y obedecer. A veces sin fundamento, por
mero capricho ó por vanas sugestiones, se conmueven algunos lugares,
como durante mi Gobierno sucedió en Quito, cuyas centellas contami­
naron otras provincias, y fue preciso valerme de industria y pruden­
cia para mitigar el incendio, disimulando por no haber arbitrio para
usar del rigor, pues para Quito, en que se hizo indispensable, se
consumieron muchos miles en conducción de tropas y aparatos milita­
res. En la ciudad de Neiva se vio con osadía atropellado el Gober­
nador y desatendida la autoridad de la justicia, sin que hasta ahora
haya podido escarmentarse tan horrendo y pernicioso ejemplar, con­
fundiéndose los tumultuantes dentro de la muchedumbre.

La insurrección de Quito se verificó en 1765, diez y seis


años antes de la de los Comuneros, y en el grito de guerra,
los indios asociaban el cariño y respeto por el Rey al odio
contra los chapetones y contra el mal gobierno.
Objetivo de los Comuneros.
La declaración de don Juan Francisco Berbeo; el in­
forme del Cabildo del Socorro ; la nota de los Capitanes Ge­
nerales, con la cual fue acompañado dicho pliego ; la carta
dirigida al Capitán Juan Manuel Rodríguez por los Capita­
nes Galán y Sandoval, y finalmente, las capitulaciones, daná
conocer el espíritu característico de la insurrección, ó sea
el objetivo de la mayoría de los Comuneros; en tanto que
otros documentos revelan las tendencias y significación de
dos grupos cuyas miras no alcanzaron á prevalecer en el
movimiento revolucionario.
En la declaración rendida por Berbeo el 14 de Septiem­
bre de 1782 dijo:
Que el designio principal de los Comuneros era el que se quitasen
el derecho de armada de barlovento, la formalidad de guías y torna­
guías y los estancos de tabaco y aguardiente.
Que se hallaba en el Socorro el día del primer alboroto, j’ que
estando en su casa (que está retirada de la plaza) supo por algunas
gentes que pasaban había alboroto en el mercado, con cuya noticia
salió el declarante á la esquina de la plaza, y viendo lo alborotado
que todo estaba, se retiró á su casa; y preguntando al día siguiente á
algunos de los vecinos que vio quiénes habían sido los primeros auto­
res de aquel alboroto, le dijeron que Isidro Molina, un fulano Se­
rrano é Ignacio Ardila, los cuales andaban convidando gentes para
que se levantasen; y que habiendo después de algunos días pregun­
tado á Molina porqué había hecho aquel atentado, le contestó que
para quitar el derecho de armada de barlovento, pues no pudiendo
tolerar los muchos pechos que les cargaban, era mejor morir de una
vez que morir todos los días de necesidad.
Que no tiene presente en qué día se publicó en el Socorro el papel
sedicioso en verso por que se le pregunta. Que oyó decir como cierto
lo había conducido un fulano Girón, de la parroquia de Chima, que
428 Boletín deHistoria y Antigüedades

es bien conocido en ella, el cual estando en esta capital á varias di­


ligencias de su parroquia, de que era procurador, le buscó un sujeto
de esta ciudad, y le dijo dejase sus asuntos y fuese al Socorra á lle­
var aquel papel, que importaba mucho, y que fuese repartiendo y en­
señando en todos los pueblos por donde pasara y pudiera, lo que así
ejecutó, y que en concepto del declarante este papel fue la causa
de la gran sublevación del Reino. Que al declarante se lo enseñó el
señor don Salvador Plata, y que Antonio Molina y su hijo lo publica­
ban á són de tambor.

En la nota dirigida al Virrey el 7 de Mayo de 1781, los


miembros del Cabildo del Socorro dicen lo siguiente :
Y es el caso que de orden del señor Regéntelos Jueces inferiores
han sido obligados á promulgar y poner en ejecución sus mandatos;
y como éstos hayan sido dirigidos á la opresión de tantos como mise­
rables vasallos, exasperados éstos, han hecho un general levanta­
miento contra todos los pechos, sisas y determinaciones del mismo se­
ñor Regente. Porque sóbrelo que primero hicieron repulsa fue sobre
la orden de cobrarles un nuevo impuesto titulado barlovento, que re­
caía evidentemente contra todos los pobres, que son los que laboran
los algodones, hilos, tejidos, jabón, velas, cordobanes, etc., y éstos
con un reglamento tan subido, que no les dejaba el menor arbitrio ni
alivio para escaparse de la contribución. Además de esto, otro im­
puesto de guías y tornaguías muy perjudicial al comercio. Item otra
orden que se decía se había publicado en Santafé, á que cada uno die­
se dos pesos, y otros, sirvientes y domésticos, á peso... . Por esto y por
lo demás que dejamos dicho, ha sido causa para que esta jurisdic­
ción, la de San Gil, Vélez y la de Tunja, según se dice, se hayan al­
zado en tanto grado que no se halla el menor remedio, si no es que la
piedad de Vuestra Excelencia se digne informarlo así á nuestro Rey
y Señor, para que su real piedad perdone á tántos vasallos como los
que están opuestos, mandando se les alcen los pechos impuestos, pues
ellos confiesan su soberanía y real potestad, y están prontos á contri­
buir los derechos del vasallaje y defender de todo punto á Su Majes­
tad; pues aun cuando en la presente ocasión han destruido los estan­
cos de tabacos y aguardientes, y aduanas, de alcabalas, correo, bar­
lovento y guías, y se hallan tan determinados á perder sus vidas en
esta defensa, no dudamos de que por medios suaves, alzándoles los
principales pechos, se sujetarán á una contribución de alcabala en
los términos en que se hallaba el año de 50.
El pliego del Cabildo fue acompañado de la siguiente
nota de los Capitanes Generales:
Por el informe que va de los capitulares de esta villa conocerá
Vuestra Excelencia en el estrecho en que nos hallamos, y que vio­
lentados hemos admitido el nombramiento que se nos hizo de Capi­
tanes, y con el fin de contener los desarreglados procedimientos que
se habían experimentado, y ver si por medio de prudencia se puede
conseguir la tranquilidad de estas Repúblicas, mediante á que no
podemos tratar, sin pérdida de nuestras vidas y pocos bienes, de im­
pedirles el intento, pues ni aun consienten que se les trate en ningún
término, á menos que no sea al fin que ellos pretenden, á fin de qui­
tar todo pecho y consumir á quien se lo impida. Por lo que espera­
mos el que la real piedad lo pacifique por medio de informe de Vues­
tra Excelencia, y sin que se entienda que por haber admitido Tas
Capitanías tenga en nosotros asomos de infidelidad á nuestro Monar­
ca, Rey y Señor, pues antes por fieles vasallos nos hemos sujetado á
padecer las molestias que son de considerar en tan críticas circuns­
Naturaleza de la revolución de los Comuneros 429

tancias, y ver que no han negado la soberanía y potestad á Su Ma­


jestad, pues si así no fuera, hubiéramos rendido primero la vida que
admitir su nombramiento.

En carta de 2 de Octubre de 1781, dirigida por los Ca­


pitanes José Antonio Galán y Miguel Rafael Sandoval al
Capitán Juan Manuel Rodríguez, dicen aquéllos lo siguiente :
Dirigimos ésta á manos de Vuestra Merced para que como pru­
dente, esforzado caudillo nuéstro disponga su gente para la segunda
empresa á la capital de Santafé, en cuyo empeño nos tienen puestos
los pertinaces intereses de nuestros contrarios, los mal considerados
Ministros del Rey nuestro Señor, con manifiestas amenazas de nues­
tras vidas, libertades, honor y hacienda. Y siendo así que nuestra
navegación sólo se dirige á lo equitable de nuevos impuestos y pe­
chos, y no á decadecer de la rendida obediencia del vasallaje natural
que debemos guardar á nuestro Soberano, como también los testimo­
nios reconocimientos á las legales contribuciones de su real Erario...

Las masas populares, caracterizadas en Galán, lejos de


aspirar á emanciparse, tenían profundo respeto al Monarca
español; pero abrumadas por el recargo de contribuciones,
resistían someterse á un gravamen que había traspasado los
límites de la equidad. Así fue que celebradas las capitula­
ciones, los Comuneros, llenos de contento, se encaminaron á
sus hogares, llevando gran número de copias del respectivo
documento, como atestación de las garantías que las auto­
ridades les habían ofrecido bajo solemne juramento.
Secuaces de Tupac-Amaru.
El 24 de Mayo de 1781 se publicó en Silos el bando de
Tupac-Amaru, en que expresamente se proclamaba la in­
dependencia americana, prohibiendo que se obedeciera á
los Ministros europeos intrusos.
En los Llanos de Casanare—dice Briceño—se declaró Gobernador
don Javier Mendoza, y reuniendo á los indios de Pore, Támara, Ten,
Manare y otros pueblos, les hizo jurar por Rey de América á Tupac-
Amaru y se puso á las órdenes de los Capitanes Generales del
Socorro.

En la sublevación de Neiva, el Gobernador don Policar-


po Fernández les mandó á los amotinados < que en nombre
del Rey depusieran las armas, á lo que respondió el que ha­
cía cabeza, diciendo que no quería, que tenían orden de su
Rey de arriba (hablando por el Cacique Tupac-Amaru), y
que lo mandado, mandado.» {Boletín de Historia y Antigüe­
dades, número 57, página 551).
Pero las manifestaciones á favor del monarca indígena
no tuvieron importancia, según lo confirma el hecho de que
nadie persistiera en ellas después de firmadas las capitu­
laciones.
430 Boletín de Historia y Antigüedades

Los partidarios de la independencia.


Refiriéndose don Salvador Plata á la hoja volante lla­
mada por él ^papelón incendiario ¿infame^ dice lo siguiente :
El inspira al paisanaje un odio irreconciliable á los europeos,
mostrando que todas sus desdichas les vienen de que estos que lla­
man súbditos nacionales vengan á gobernar sus propios dueños, seño­
res naturales. El anima á todo el Reino á seguir y adelantar las
ideas de los rebeldes, y aun imitar las Provincias de Quito y Popa-
yán, suponiéndolas ya rendidas al infame Tupac-Amaru, y á tomar
todas las medidas para defenderse y quedar impune la sedición....
Que en esta consideración no cedan en manera alguna hasta quedar
libres de todos aquellos derechos que se han establecido hasta el día,
ó á lojnenos desde el Gobierno del Excelentísimo señor don Pedro
de la'zerda. Que para conseguirlo y a u n pa r a c o n s e g u ir q u e s e
d e c l a r e Á q u ié n pe r t e n e c e e l Re in o , sería el mejor medio matar
al Corregidor don José María Campuzano, que iba á contenerlos y
después presentarse tres ó cuatro mil hombres á la vista de la misma
Corte, que lo pidan de mano armada dentro del término de dos meses/
(Briceño, páginas 19 y 21).

En el informe de la Real Audiencia á Carlos ni se lee


lo siguiente:
^Añadió don Joaquín de la Barrera, que en este tiempo llegó de
la expedición á Puente Real (se ofenden los oídos al escucharlo), que
en el mismo Puente Real le había manifestado el doctor don Fernando
del Ferro al informante y á vuestro Oidor, los desleales y criminosos
proyectos que estos infieles y sediciosos vasallos habían concebido
contra vuestra real persona de deponerle de la legítima dominación de
este Reino, reconociendo y coronando por su señor al dicho vuestro
Oidor don José Osorio (Briceño, página 21).

El Padre Finestrad, á su vez, dice así:


Cantando victorias muy ufanas, los tumultuados continuaron los
despechos, aun cuando el Visitador se miraba fuéra de esta ciudad,
lo que arguye no sea sólo el Ministro del Rey objeto de sus iras, sino
que su furor y rebelión se extendían más allá de lo que significaba la
voz común. Otros debían ser los proyectos, otras las ideas si merecen
atención los sacrilegos y denigrantes pasquines que daban al públi­
co. Uno de ellos indicaba ser intruso en estos dominios el cetro espa­
ñol y que este Reino no es por juro de heredad, siendo ilusión forzosa
la licitud de expoliar de la real investidura y la de derribar del tro­
no al que reina sólo por Dios. (El Vasallo Instruido, página 159).
Es propio de los enemigos de la verdad propinar el veneno bajo
el disfraz de bondad y celo, á fin de que la incauta plebe, que no sabe
discernir la verdadera devoción de la falsa piedad, se deje arrastrar
de los falsos halagos de la virtud.... ¿Qué otra cosa hizo el autor
sacrilego del pasquín ? Con los fingidos colores de los gravámenes
injustos, de imposiciones tiranas, de establecimientos crueles y de
jurisdicciones intrysas y violentamente usurpadas, derramó la cizaña
de su falsa doctrina y comunicó el inmortal veneno de la inobediencia
y obstinada infidelidad al orden superior y á las leyes de la socie­
dad. ... El (el pasquinero) inspira sentimientos de desquiciar la paz
pública de su natural centro ; de conspirarse contra el legítimo Go­
bierno, de tiranizar al noble y leal español, de despojar del trono de
estos dominios á nuestro legítimo Soberano, de sacudir el suave yugo
Naturaleza de la revolución de tos Comuneros 43i

de la obediencia, de tomar las armas contra la autoridad soberana


de su mismo padre el Rey. (páginas 182 y 183)
¿ Cómo se toma por nociva una justificación tan acrisolada para
levantar el pueblo ignorante el sacrilego y temerario grito : ¡ Viva el
Rey y muera el mal Gobierno!? ¿ Cómo ha de vivir el Rey y morir el
mal Gobierno cuando en el pasquín general se intenta destronizar á la
real familia de Borbón del natural dominio y señorío que. por tántos
títulos gloriosos, goza en ambas Américas? No es pues la injusticia
de los tributos la causa de tan furiosos delirios. Otro es el origen, y
otros son los ocultos designios disfrazados por los amigos de la inde­
pendencia. (Página 202).

A pesar de las capitulaciones, hubo de fraguarse en


Santafé una conjuración que, según el Padre Finestrad, te­
nía por objeto dar muerte á los españoles residentes en la
ciudad; pero habiendo sido denunciada por uno de los miem­
bros de la Junta, fueron sorprendidos y apresados sesenta
de los conspiradores, salvándose las cuatro cabezas principa­
les. Es de notarse que el movimiento debía verificarse el
10 de Agosto, dos meses después de haberse celebrado aqué­
llas y antes de que hubieran sido violadas por las autoridades;
que los habitantes de dicha población estaban lejos de ser
afectados de una manera muy sensible por los nuevos im­
puestos, y que entre los pocos nombres de ellos que hoy se
conocen figuran los de los doctores Juan José de Espada,
Lucas Campuzano y Blas de Villegas, cuyo título revela que
no tenían porqué desconocer el derecho de la Nación á te­
ner gobierno propio. De modo que la aspiración de los con­
jurados era distinta de la de los capitulantes, sin que lógica­
mente sea dable admitir que fuera otra que la de la inde­
pendencia de la Patria.
El 28 de Junio de 1784 don José Angel Villalonga le di­
rigió al Rey un informe, en que encomia los servicios pres­
tados por el Marqués de San Jorge en la pacificación de la
Provincia de los Llanos de Santiago de la Atalaya, en la época
del movimiento de los Comuneros, y hace referencia á las
manifestaciones hechas por todos los tribunales, religiones,
colegios y principales Cuerpos de la capital, sobre los méri­
tos de dicho Marqués. De modo que éste no había descuidado
defenderse de los cargos que aún pesaban en contra suya,
no obstante el tiempo transcurrido desde la insurrección.
Pero desde el 15 del mismo mes se le había dirigido al
señor Caballero y Góngorala siguiente comunicación:
El Rey se ha enterado de los documentos que se acompañaron á
la nota reservada número 20, y ve con satisfacción la prudencia con
que ha obrado Vuestra Excelencia para conservarle ese Reino. El
Rey aprueba todo lo que ha hecho Vuestra Excelencia para apagar
las ideas de infidelidad ; pero en vista de la activa parte tomada por
don Jorge Lozano de Peralta, que con sus escritos sediciosos conmo­
vió el Reino y regó la semilla de la deslealtad, ordena á Vuestra
Excelencia que se le reduzca á prisión y se le encierre de por vida en
el castillo de San Felipe de Barajas de Cartagena, sin más fórmula
432 Boletín de Historia y Antigüedades

ni juicio, guardándole en la prisión las consideraciones de su nobleza.


Asimismo su confidente Fray Ciriaco de Archila será confinado á uno
de los conventos de su orden de esta Corte. El Rey espera el cum­
plimiento más estricto de esta orden, que tánto interesa á la sujeción
en que deben vivir esos dominios (Briceño, páginas 19 y 20).
Probablemente la orden de prisión del Marqués hubo
de revocarse en vista de las diversas manifestaciones hechas
en favor suyo, puesto que en 1786 se hallaba libre en Santa­
fé, y aun cuando entonces fue enviado preso al castillo de
San Felipe, no lo fue por la orden arriba mencionada, sino
por disposición de la Audiencia, á virtud de ultrajes irro­
gados al Oidor Mon y Velarde, por lo cual, al ponérsele en
libertad en Cartagena en 1792, se le dejó la facultad de pa­
sar á España ó de regresar al seno de su familia, recono­
ciéndole el derecho de presentarlas quejas que tuviese con­
tra la Real Audiencia.
El 9 de Agosto de 1784 la Corte le dirigió al Arzobispo
Virrey una nota, en que le participa las noticias que había
recibido del Ministro de España en Londres, referentes á
los esfuerzos que se estaban haciendo en Inglaterra para in­
surreccionar al Nuevo Reino de Granada.
De los respectivos documentos aparece que desde Mar­
zo de 1783, don Vicente de Aguiar y don Dionisio Contreras
habían comisionado en la isla de Curazao á don Luis Vida-
lie, para que, en representación suya y de los principales
habitantes del Reino, le hicieran varias proposiciones al Mi­
nistro inglés.
Los comisionados ofrecían bajo solemne juramento que,
si llegaban á conquistar el Reino de Santafé y las Provin­
cias de Maracaibo, Santa Marta y Cartagena, las entrega­
rían á Su Majestad Británica, sin reservarse cosa alguna,
excepto la religión y los mismos privilegios de los súbditos
ingleses, debiendo gozar de iguales prerrogativas los cató­
licos y los protestantes.
Solicitaban diez mil fusiles y varios otros elementos de
guerra, por los cuales ofrecían pagar $ 222,080 al tiempo de
ser entregados en Bahíahonda ; pedían que se les enseñara
á algunos Oficiales la lengua española, para que fuesen en­
viados cuando la revolución hubiera tomado cuerpo, y ase­
guraban que en el Reino de Lima solamente esperaban los
primeros movimientos para tomar las armas.
El 12 de Mayo de 1784, Vidalle le presentó al Ministro
de Inglaterra las proposiciones de Aguiar y Contreras, apo­
yándolas con interés; pero habiendo sido denunciado el
plan al Ministro español, por un eclesiástico irlandés y por
uno de los Oficiales comprometidos á tomar parte en la ex­
pedición. el proyecto hubo de fracasar.
Según nota de 8 de Marzo de 1785, los Jefes de Caracas
habían comunicado á la Corte que don Vicente de Aguiar
Naturaleza de la revolución de los Comuneros 433

era criollo de Maracaibo y casado en La Grita ; que había


sido Secretario y Ayudante del Capitán General de la su­
blevación Juan José García; que luégo pasó á Cartagena,
Curazao y América Septentrional; que había ido última­
mente á La Habana, donde se decía que tenía su residen­
cia. Respecto de don Dionisio Contreras no habían podido
averiguar nada dichos Jefes, y sólo creían, que podía ser
natural del Reino de Santafé.
Estos hechos concuerdan con el siguiente relato del
historiador Briceño:
Berbeo llegó á Pamplona y consiguió aquietar todo con el des­
tierro de los españoles don Antonio Pasos y don Joaquín de Molina.
Convocó una Junta de los principales Jefes de la insurrección en la
hacienda de donjuán José García, y allí combinaron el envío de una
comisión que debía entenderse con el Capitán de navio don Luis Vi-
dalle, que se encontraba con su barco surto en el puerto de Mara­
caibo, y comisionaron para entenderse con él á don Vicente de
Aguiar, natural de Maracaibo y Secretario del Capitán General
García (página 14).
Conclusiones.
En consecuencia, soy de concepto que bien pueden
formularse los siguientes postulados :
1° Varios granadinos de cultivada inteligencia encabe­
zados por don Jorge Lozano de Peralta, fomentaron la revo­
lución de los Comuneros, á fin de aprovecharse de ella para
conquistar la independencia;
29 Igualmente fueron partidarios de ésta, respecto de
España, los que proclamaron á Tupac-Amaru como Jefe ;
39 La reducción de los impuestos y la supresión de las
guías y tornaguías fueron el principal objetivo de la ma­
yoría de los Comuneros;
49 Así como los motines parciales tomaron el carácter
de una revolución general, es de suponerse que ésta á su
vez habría alcanzado las proporciones de una verdadera
guerra de independencia, si no hubiera sido sofocada por
las capitulaciones ; por lo cual, con éstas, según dijo el se­
ñor Caballero y Góngora, se consiguióla lo menos que todo
este Reino, ya conmovido y reunido como en un solo cuer­
po, no sacudiese de una vez la subordinación y dependencia
de su dueño»;
59 La ignorancia general de las masas populares, los
hábitos de sujeción al Gobierno español, durante más de
dos siglos, y la decadencia moral en que se hallaban, ha­
cían imposible que las ideas abstractas de libertad y justi­
cia fueran para ellas verdades vivas que las impulsaran á
luchar por la independencia. Pero movidas por un podero­
so impulso de defensa propia, enérgicamente supieron des­
empeñar la tarea que hubo de tocarles ;
vi—28
434 Boletín de Historia y Antigüedades

69 El carácter de precursores que se les ha reconocido


á los Comuneros no obsta, en manera alguna, para que los
proceres de la magna lucha de nuestra independencia ocu­
pen, á su vez, el puesto de honor que en la historia les co­
rresponde.
Eu g e n io Or t e g a

EL TERRITORIO DE SAN FAUSTINO


Y RELACIONES CON VENEZUELA

Conferencia dictada en la Academia Nacional de Historia por el


miembro de número doctor José D. Monsalve, el día 5 de
Noviembre último.

Por iniciativa de nuestro muy digno Presidente, doctor


Adolfo León Gómez, quien para darle mayor importancia á
esta docta corporación inició una serie de conferencias pú­
blicas, y bajo la actual presidencia de nuestro no menos es­
timado doctor Ernesto Restrepo Tirado, que se propone se­
guir, y si posible fuere, aumentar el impulso de su antece­
sor, vengo hoy á dictar la segunda conferencia sobre el tema
que acabo de enunciar ; el ofrecimiento que de ella había
hecho no me fue posible cumplirlo cuando lo hice, por ha­
bérseme presentado el inconveniente de la grave enferme­
dad de que acabo de convalecer; hoy me apresuro á darle
cumplimiento, antes de que comiéncenlas vacaciones, por­
que el asunto es de vital importancia.
He escogido este tema, porque me ha parecido suma­
mente extraño que, sin embargo de no haber un colombia­
no que haya pasado por nuestras escuelas públicas que no
tenga conocimiento de muchos pueblos de escasa significa­
ción de Europa, de Africa ó de Asia, con su posición geo­
gráfica y astronómica, el número de sus habitantes, su ori­
gen, su raza, sus producciones, casi ninguno de nuestros
conciudadanos, excepto los habitantes del valle de Cúcuta,
sabe qué cosa es el territorio de San Faustino, ni tiene co­
nocimiento de la importancia de esa pulgada de terreno,
encajada y casi invisible entre las inmensas extensiones te­
rritoriales que forman las naciones de Colombia y Vene­
zuela.
Débese esto, en gran parte, á que nuestros geógrafos
se han contentado con señalar las líneas curvas con que se
indican los límites de las dos naciones, según los documentos
oficiales; á la falta de espíritu público de nuestros compa­
triotas, que por modo tan desgraciado han dejado arruinar
El Territorio de San Faustino 435

nuestros pueblos, llamados en tiempo de la dominación es­


pañola á ser grandes capitales, emporios de riqueza ; y á un
descuido de nuestros Gobiernos, que por regla general no
se han acordado de nuestras regiones aledañas más que para
hacer sentir su autoridad cuando se trata de las contribu­
ciones públicas y del peso agobiador de nuestras guerras
intestinas. Siendo de notar muy especialmente que si en
las regiones de Casanare, del Meta y del Arauca es explica­
ble que por su alejamiento de los centros poblados aquellos
habitantes no sienten la acción del Gobierno más que por
los tributos de dinero y por el reclutamiento, no sucede lo
mismo con San Faustino, que es un Corregimiento cercano
y de facilísima y cuotidiana comunicación con una de nues­
tras más bellas, prósperas y adelantadas ciudades, cual es
la hospitalaria y comercial Cúcuta.
Anímame á escoger este tema para la conferencia la cir­
cunstancia de que nuestras frecuentes disensiones con la
vecina República, tienen por base principal, sin que haya
lugar á duda, la posesión del mencionado territorio, que si
bien es demasiado pequeño y muy escaso el interés material
ó comercial que en él puedan tener Colombia y Venezuela,,
por otros aspectos su valor es tan sumamente grande, que
puede equipararse al de la mitad de cualquiera de las dos
naciones.
Recordaréis, señores académicos, cuánto fue el escán­
dalo, cuántas las censuras y cuántos los gritos con que fue
asordecida la República por parte de la prensa de nuestro
país con ocasión del Tratado Holguín-Silva Gandolphi, de
21 de Noviembre de 1896, según el cual se cedía á Venezue­
la aquella región de San Fernando de Atabapo, territorio
en verdad extenso, pero inculto, desierto y de ningún valor
positivo para nuestra Nación, que se daba en cambio de que
nuestras embarcaciones pudieran navegar sin estorbo algu­
no por los ríos que atraviesan los territorios de ambas na­
ciones; y la oposición á ese Tratado, aunque en esas circuns­
tancias se hizo más por oposición al Gobierno que por un
grande amor á la Patria, quedaba bien justificada, porque
la cesión que se hacía de una parte de nuestro territorio
era lo que el Gobierno venezolano ha dado en llamar justa y
equitativa compensación á lo que por derecho positivo inter­
nacional y de gentes tiene la República de Colombia, á sa­
ber : el derecho á comunicarse con todo el mundo por las
vías con que le favoreció la naturaleza. Nadie tiene obliga­
ción de comprar lo que es suyo, llámese hombre ó nación.
Bien que por vía de transacción y para evitar discusiones
de carácter internacional, siguiendo el precepto evangélico
de que < si alguien te exige la capa dale también la túnica,*
pudiéramos aceptar aquel Tratado, no sucede lo mismo con.
436 Boletín de Historia y Antigüedades

las posteriores exigencias de Venezuela, porque está demos­


trado que ellas tienden á apoderarse de San Faustino ; y de
aquí que el acta Vásquez Cobo-Rivas, de 2 de Julio del año
pasado (1909), no pueda ser aceptada por ningún colombiano
sino en tanto que el futuro Tratado de navegación, frontera
y comercio fronterizo y de tránsito á que ha de dar lugar el
Aparte ni de dicha acta, no traiga en su negociación la per­
muta, venta ó cesión del enunciado pequeño territorio ; y si
tal sucediera, desde ahora podemos declarar que el Gobier-
El Territorio de San Faustino 437

no que semejante agravio hiciera á los intereses de Colom­


bia, comete el mayor de los desafueros contra los intereses
patrios y podrá justamente llevar el estigma de traidor á la
Patria.
En el Compendio de Geografía de que fue autor el Ge­
neral Tomás C. de Mosquera encontramos que al señalar
los límites de Colombia con Venezuela, al llegar á las aguas
del río Táchira, dice :
Por las guías del Táchira hasta la embocadura de la quebrada
de don Pedro, 34 millas; de esta quebrada aguas arriba hasta sus
cabeceras, 8 millas, y desde allí hasta dar con el río La Grita, por
la quebrada de la China, 19 millas; del río de La Grita aguas abajo
hasta el Zulia, 18 millas.

Estos límites, que son los que comprenden el pequeño pe­


dazo de tierra que llamamos Territorio de San Faustino, han
sido copiados por casi todos nuestros geógrafos, y es casi la
misma línea divisoria que el Coronel Agustín Codazzi seña­
ló al escribir y publicar su Resumen de Geografía de Vene­
zuela por cuenta del Gobierno de ese país, siendo muy de
notarse que Codazzi procuraba favorecer los intereses vene­
zolanos. El mencionado geógrafo, después de señalar el lími­
te por el río de Oro, dice :
Por sus corrientes baja al Catatumbo; atravesando éste, sigue por
el pie de las serranías, cortándolos ríos Tarra y Sardinata hasta el
desembocadero del río de La Grita sobre el Zulia ; allí, por una pe­
queña curva, va á encontrar el río Guarumito, y montando por su
curso hasta el río de La China, sube por éste y va á las cabeceras de
la quebrada de Don Pedro; por sus aguas abajo llega al río Táchira,
á que sirve de línea hasta su origen.

Este territorio, empero, no está despoblado, no es un


desierto, ni está inculto por completo. Allí hay una peque­
ña población, bien simpática por cierto y que en otro tiem­
po fue una ciudad más importante que las que hoy la ro­
dean. Veamos algo de su historia:
El Padre Alonso de Zamora en su Historia de la Pro­
vincia de Santo Domingo en el Nuevo Reino de Granada
(Libro v, página 481), hablando de las excursiones evangé­
licas del Reverendo Padre fray Alonso de la Bandera,
dice :
A sus puntualidades debieron las primeras luces del Evange­
lio las naciones de los indios chinatos y lobateras, que demoran en
la Gobernación de Mérida, pobladas por las orillas del río Zulia,
que desagua en la gran laguna de Maracaibo. Estas naciones, con­
federadas con otras confinantes, como no había llegado á ellas el
freno de la conquista, hacían continuas hostilidades en las embar­
caciones que navegaban el río y en los caminos y plantajes de cacao
que tenían por aquellos lados los vecinos de L a Gritay Villa de
San Cristóbal. Intentó remediar este daño el Capitán Antonio de los
Ríos Jimeno, natural de Jerez de la Frontera, y capituló su con­
438 Boletín de Historia y Antigüedades

quista con el Marqués de Miranda, Presidente de este Reino, que


se la concedió con las capitulaciones ordinarias y premios que se
ofrecen á los conquistadores. Diéronle provisiones para que el Go­
bernador de Mériday justicias de Pamplona ayudaran á la empre­
sa. Juntó gente de milicia por todos aquellos contornos, y pidió al
Padre fray Pedro Saldaña, Prior y Vicario General del Convento
de Pamplona, que le diese un religioso para Capellán de la conquis­
ta. Y el Padre fray Luis Salgado, hijo de nuestro convento de la
ciudad de Tunja y conventual del de Pamplona, deseoso de reducir
aquellas naciones á la fe católica, le ofreció el ministerio de Cape­
llán y salió en compañía del Capitán y soldados el año de 1648.
Llegaron á los confines de los chinatos, á que salieron tan ani­
mosos y valientes, que duró ocho años la conquista. Perseveraron
obstinados en su defensa, porque les entraba socorro de otras nacio­
nes que habían convocado, ocurriendo hasta los cocinas, aun estando
tan apartados que confinan con la laguna de Maracaibo por la par­
te del río de la Hacha y Santa Marta. El Capitán, sin desistir de
su empeño, en que murieron muchos de los primeros soldados del ve­
neno de las flechas y de fríos y de calenturas, enfermedad inevita­
ble entre aquellos montes, con el socorro de nuevas milicias que le
entraban en las ciudades circunvecinas, rindió á los más indios chi­
natos y labatecas, que dieron obediencia á nuestros reyes.
En todos los años que duró la conquista no la desamparó el Padre
fray Luis Salgado, aunque padeció grandes trabajos y enfermeda­
des, sin faltar á decirles misa, confesar á los soldados y enterrar á
los muertos. Experimentaba cada día mayores calamidades en el tra­
to del Capitán, hombre brusco, majadero y desagradecido, aunque
gran soldado, y muy deseoso de ser Gobernador de los chinatos. que
consiguió, y mucho más de las utilidades que se prometía en la fer­
tilidad y abundancia de cacao que producen aquellas tierras.

Y más adelante agrega :


Repetidas veces significó á los Padres Provinciales el Padre
fray Luis Salgado esta mala correspondencia (la del Capitán),
como consta de sus cartas, que están en los autos de esta conquista.
Pero animado, confortado y socorrido de los mismos Provinciales,
prosiguió en ella sin descansar. Premióle Dios por intercesión de
nuestro Padre Santo Domingo, á quien se le había ofrecido; porque
acabada la guerra y declarada la paz con los indios chinatos y lo-
bateras, se halló que tenía reducidas á nuestra santa fe católica y
bautizadas más de seiscientas familias. El señor Arzobispo fray
Cristóbal de Torres le despachó título de Cura Doctrinero de los que
había bautizado y bautizare después, y con él formó el primer pue­
blo y erigió su iglesia parroquial el doctor don Lucas Fernández de
Piedrahita, quien despachó orden para que el Gobernador de Méri-
da le señalase congrua, según consta de petición, etc. (Página 483).

Volviendo el historiador á ocuparse en la persona del


Capitán Jimeno de los Ríos, dice lo siguiente, que copiamos,
porque además de fijar la fecha en que se fundó civilmente
San Faustino, hace también un ingenuo retrato moral del
fundador y recomienda la memoria del primer cura de di­
cha ciudad :
Era un bruto el buen Capitán, y digno de más prolija enseñanza
que la que habían menester los indios chinatos. Con el título de Go­
bernador fundó la ciudad de San Faustino de los Ríos en las saba­
nas que llaman de ¡Viva el año de 1662!, y permanece con grande
El Territorio de San Faustino 439

utilidad de sus vecinos por los extendidos plantajes de cacao que hay
en sus contornos.
El Padre fray Luis Salgado asistió á sus indios hasta la muer­
te, dejando su cuerpo en la iglesia que les erigió, y en ella una per­
petua memoria de su grande espíritu y perseverancia. Tiénela esta
Provincia en señalar doctrineros, que llevan muy adelante esta re­
ducción, aunque en ella murieron muchos religiosos, por su tierra
muy enferma. (Página 484).

Como se ve, San Faustino fue fundado en el año de


1662, en el valle habitado por la tribu de indios chinatos, des­
pués de que para someterlos hubo una guerra de ocho años,
en que la cruz del Evangelio tanto hacía para ablandar el
carácter de los indígenas como la espada se esforzaba para
subyugarlos. Debióse la erección de la parroquia al Arzobis­
po ilustre, fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario, por la proficuidad de la evangelización del Padre
fray Luis Salgado. La fundación civil hízola el Capitán don
Antonio Jimeno de los Ríos, por la capitulación que hizo, con
las formalidades legales de aquel tiempo, con el Presidente
de la Audiencia de Santafé, don Juan Fernández de Córdo­
ba, en el año mencionado, fecha en la cual la Provincia de
Maracaibo no estaba en la jurisdicción de la Audiencia,
toda vez que ella no fue agregada al Nuevo Reino de Gra­
nada sino diez y seis años más tarde, ó sea en 1678, según
lo afirman los señores Baralt y Díaz en la página 289 de su
Resumen de la historia antigua de Venezuela.
Yo no creo en las casualidades, señores académicos;
pero llámame en alto grado la atención el fenómeno de que
habiendo sido erigida en 1731 la Capitanía General de Ve­
nezuela, por real provisión del Rey de España, éste, al com­
prender en esa Capitanía las Provincias de Mérida y Mara­
caibo, señalándoles sus límites precisos, dejara incrustado
en el territorio de ellas el de la Gobernación de San Faus­
tino y su ciudad, dejándolo incorporado en el Nuevo Reino,
bajo la autoridad y jurisdicción del Virrey é independien­
te de toda otra autoridad. Los Gobernadores de San Faus­
tino fueron permanentemente nombrados, sin excepción
alguna, desde 1662 hasta 1810, por comisión especial que el
Rey confería á los Virreyes de Santafé, como lo consigna
con toda verdad el historiador venezolano don José Félix
Blanco, y así lo reconocieron los abogados de Colombia y
Venezuela en sus alegatos sobre límites, fallados en el lau­
do español que fijó las fronteras definitivas entre las dos
naciones. No se limitaba la jurisdicción de los Virreyes á
nombrar los Gobernadores, sino que los gastos que exigía
aquella Gobernación se hacían de la caja del Virreinato.
En nuestro Archivo nacional he encontrado un expediente
precioso, que probablemente no conocieron nuestros abo­
gados en aquel célebre litigio, pues de otra manera lo hu-
440 Boletín de Historia y Antigüedades

hieran hecho valer. En ese expediente, que lleva fecha de


1740, don Buenaventura Flotas y Sepúlveda, Gobernador y
Capitán de guerra de la ciudad de San Faustino de los Ríos,
en vista de la aflictiva situación á que tenían reducido el te­
rritorio las irrupciones de los indios motilones y el abando­
no de las autoridades del valle del Táchira, procedió á po­
nerlo en conocimiento de los Virreyes y Oidores, y por
conducto de ellos á Su Majestad de España, para que pro­
veyera á la reedificación, fomento y protección de dicha
ciudad. Como el celo del señor Sepúlveda fue en realidad
patriótico y desinteresado, mientras las autoridades supe­
riores resolvían su petición, él mismo, de su propio peculio,
procedió á darle impulso á su Gobernación. Oigamos las pa­
labras de su apoderado, el doctor Agustín Blanco:
Excelentísimo señor:
Don Agustín Blanco, en nombre de don Buenaventura Flotas,
Gobernador de la ciudad de San Faustino de los Ríos, como mejor
proceda por derecho, parezco ante Vuestra Alteza y digo que por dili­
gencias, informes y justificaciones que en virtud de la Real Provisión
de Vuestra Alteza librada á mi pedimento, ejecutó y ha remitido don
Felipe de Madariaga, Alcalde de la Hermandad y Juez Comisario,
vendrá Vuestra Alteza en pleno conocimiento del celo, solicitud y ac­
tividad con que mi parte ha desempeñado las obligaciones del em­
pleo en que le constituyó Vuestra Alteza, no ciñéndose sus diligen­
cias á las precisas acciones del ejercicio de Gobernador, sino exten­
diéndose á muchas otras voluntarias, sin otro impulso que mirar al
mayor agrado de Dios, servicio de Su Majestad y bién público de
aquel miserable vecindario, que ya se hallaba totalmente disipado
si no hubiera tenido el abrigo de su fomento; en fuerza del cual se
ha mantenido el Ministro eclesiástico, que interinamente atiende al
abasto espiritual, por defecto de propietario, y establecido el culto
divino, que estuviera totalmente abandonado; los Reales intereses se
han reducido á una prudente y legítima dirección, aumentándose en
lo que permite la suma inopia de aquel país, y los vecinos sobre su
aumento han sobrado. La corta seguridad de la invasión de los in­
dios enemigos, que es dable en el desamparo á que estaba expuesto
aquel territorio. A todo lo cual, y al mérito que de ello resulta, es
legítimo acreedor mi parte, no sólo por su personal industria, fatiga
y anhelo con que se ha dedicado á su logro, sino por haber compro­
metido gran parte de su caudal para conseguirlo, expuesto su vida á
frecuentes riesgos y quebrantado su salud en tanto grado, que si no
la repara con una curación oportuna, quedará totalmente imposibili­
tado ; y siéndole indispensable para esto el pasar al Puerto de Ma­
racaibo 6 á otro paraje adonde pueda medicinarse, porque en la ju­
risdicción de San Faustino no hay ni la más remota comodidad de
poder hacerlo, por serle el temple muy malo, en consideración de
que entró al Gobierno por despachos de Real Audiencia y del mucho
tiempo que ha servido, que excede á las providencias de interino, se
ha de servir Vuestra Alteza de admitir la dejación que hace, y yo en
su nombre, del referido empleo, manifestando se me dé testimonio, en
relación por triplicado, de los gastos que constan justificados, que
se digne Vuestra Alteza de aditarlos con informe á Su Majestad,
según lo dispuesto en leyes municipales de estos reinos, en cuya
atención pido y suplico se sirva de admitir la expresada dejación,
siendo en lo demás en el modo referido con justo y entonces, etc. etc.
El Territorio de San Faustino 441

En efecto, consta en el mencionado expediente que el


Gobernador Flotas y Sepúlveda no encontró sino los vecinos
dispersos y atemorizados por las invasiones de los indios mo­
tilones, la ciudad arruinada y la fundación casi destruida.
Aquel Gobernador, con sus caudales, exponiendo su vida en
afanes continuos é incomodidades sin cuento, se dedicó á
reedificar la ciudad de San Faustino, erigiendo sala de ar­
mas, con cajas de guerra, pedreros, municiones y otros per­
trechos apropiados á la defensa de la ciudad ; consiguió que
fuera á prestar sus auxilios religiosos el sacerdote doctor
Cristóbal Durán, suministrándole de su bolsillo lo necesario ;
levantó iglesia bien dotada, demarcó las calles é hizo cons­
truir casas para el servicio público, todo lo cual le costó
cerca de cuarenta mil patacones, moneda de aquella época.
El Rey encontró todo eso justificado mediante inspección y
estudio bien esmerado ; y por real provisión ordenó se apro­
bara cuanto había hecho el Gobernador Sepúlveda, y se pa­
gara de la Hacienda del Nuevo Reino de Granada todo el
gasto hecho, habiendo de seguir el Virrey ejerciendo su ju­
risdicción directamente desde Santafé, en 1740. (Véanse en
el Archivo Nacional Poblaciones de Santander, tomo 2°,
página 935).
Aunque no estoy formulando un elegato como el que
hicieron los abogados de las dos naciones para que el alto
Tribunal de arbitramento dirimiera sus pretensiones, yo
quiero repetir en esta conferencia los antecedentes históri­
cos sobre San Faustino y nuestro derecho según el uti fios-
sidetis de 1810, porque me propongo ilustrar cuanto más
pueda la cuestión, con el objeto de que así todos estemos en
mejor actitud de apreciar las labores que puedan resultar
de las relaciones diplomáticas que actualmente se reanudan
entre los dos países de Colombia y Venezuela.
El Virrey Solís, en su Relación de Mando, escrita en
1760, informa lo siguiente :
Sobre contener los motilones, que hacen sus irruccioncs y perjui­
cios en dicha Provincia de Maracaibo desde el tiempo del Goberna­
dor don Francisco Ugarte, se consultó á Su Majestad, y en ínterin
está dada la providencia de que en los lugares principales de aque­
lla Provincia se hagan con los esclavos y gente de servicio de los ha­
cendados las rondas que antiguamente se practicaban. Estas mis­
mas rondas están mandadas hacer en el Gobierno de San Faustino,
que también sufre graves perjuicios de estos bárbaros, y para ello se
hicieron llevar algunas armas.
En la memoria del Virrey Messía de la Zerda, de 1772,
al hacer mención de las Gobernaciones del Virreinato, se dice:
GOBIERNOS MILITARES DEL DISTRITO DE LA AUDIENCIA DE SANTAFÉ
Los Gobiernos comprendidos en los Distritos de esta Real Au­
diencia son cinco de corte y plaza de armas, á saber : Cartagena,
Panamá, Santa Marta, Maracaibo, con más la Provincia de Ríohacha.
442 Boletín de Historia y Antigüedades

GOBIERNOS POLÍTICOS Y SU PROVISIÓN

Tiene asimismo siete Gobiernos políticos situados en lo interior,


á saber:
Antioquia, Chocó, Veraguas, Mariquita, Girón, Neiva y Los
Llanos, aunque éste no goza de sueldo, y los tres últimos son de la
provisión de los señores Virreyes, como también San Faustino, en las
inmediaciones de Pamplona, por ser desistinable.
El Gobernador de Maracaibo, en oficio de 6 de Febre­
ro de 1778, ó sea cuando ya esa Provincia había sido sepa­
rada del Virreinato, informaba al Virrey Flórez :
Las fundaciones están en el día socorridas, pretendiendo sólo se
les libre y ser cubiertas de loque seles debe.... sin perder ins­
tante de la vasta tierra que ocupan los motilones, cuya pacificación
y población facilitará (llevándose á perfección, como lo espero) no
sólo esta Provincia de mi cargo sino parte de la de Santa Marta,
confinante de la de Pamplona, Alcaldía de Salazar de las Palmas y
Gobierno de San Faustino, antes hostilizada de esta nación bárbara.
En este párrafo reconoce el Gobernador que San Faus­
tino estaba fuéra de su jurisdicción y que era una Gober­
nación.
Don Andrés José Sánchez Cosa, Teniente de Goberna­
dor y Justicia Mayor de la Villa de San Cristóbal, hablando
de los límites y otras cosas de esa villa, decía en 1782 :
Como acontece con la ciudad de San Faustino, que habiéndose
fundado dentro de los límites de esta jurisdicción y Provincia, como
va mencionado, solamente se halla sujeta á la Real Audiencia y Vi­
rreinato de Santafé, siendo un lugar separado de aquel terreno y
raya divisoria de él, pues está de esta banda del río Táchira, Pam­
plona y Zulia.

Por haber resuelto el Rey que se agregaran al Obispa­


do de Mérida la ciudad de Pamplona, la villa del Rosario de
Cúcuta, San Faustino y Salazar de las Palmas, el Virrey
Ezpeleta indica en su memorial (1793) los inconvenientes
que puede tener esa determinación ; entonces Su Majestad
Católica expide la real orden de 29 de Julio de 1793, que
dice :
Excelentísimo señor:
En vista de lo que Vuestra Excelencia expone en carta de 19 de
Febrero de este año, número 660, manifestando no ser útil ni conve­
niente se agreguen á la Provincia de Maracaibo las cuatro jurisdic­
ciones pertenecientes á ese Virreinato, de que trata el testimonio
del expediente obrado para acreditar las desventajas de dicha agre­
gación que repugnan las mismas jurisdicciones, ha resuelto el Rey
que por ahora no se haga novedad; y de su real orden lo prevengo á
Vuestra Excelencia para su inteligencia y cumplimiento.
Dios guarde á Vuestra Excelencia muchos años.
Señor Virrey de Santafé.

En 1803 decía en su Relación de Mando el Virrey


Mendinueta, en materia de reformas:
El Territorio de San Faustino 443

Por lo pronto me ocurre una, que no ofrece, en mi concepto, la


menor dificultad, y consiste en la extinción del pequeñísimo Gobier­
no de San Faustino, y su agregación, con la de la ciudad indepen­
diente de Salazar de las Palmas, al Corregimiento de Pamplona. No
sé lo que pudo ser antes aquel Gobierno, pero sí que está reducido á
la ciudad de su nombre, infeliz y de corto vecindario.
Posterior á nuestra historia colonial ocurre una cir­
cunstancia que no es ciertamente causa de un título más
para fundar nuestro derecho sobre San Faustino, pero que
sí es un vínculo que nos une á él y que establece el aprecio
moral con que debemos sentirnos obligados á retenerlo; ese
hecho es el de que esas tierras y esas ruinas, mudas pero
imponentes con la grandiosidad del pasado, y sombreadas
por las frondosas ceibas y cocoteros que allí crecen con vida
exuberante, fueron empapadas con la sangre de nuestros
proceres y fueron testigos del esfuerzo valeroso con que los
héroes de nuestra Independencia nacional lucharon en aque­
lla guerra á muerte en que el estrago debía ser igual al
precio de la libertad. Porque después del desastre del llano
de Carrillo, en que el entonces Sargento Mayor Francisco
de P. Santander perdió sus tropas pasadas á cuchillo in-
misericordemente por las huestas de Lizón, quien fue á co­
ronar su obra ominosa en Cúcuta con la decapitación de la
heroína Mercedes Abrego, el Jefe derrotado y futuro Pre­
sidente de Colombia, con soldados neogranadinos, tomó la
revancha sobre los engreídos y soberbios vencedores realis­
tas, comandados por Casas y Matute (compañeros de Lizón
en San Faustino, en Febrero de 1814). Hijos de la ciudad
de San Faustino fueron aquellos héroes patriotas Salvador
Contreras y José María Araque, que en la magna guerra
dejaron sus nombres inscritos con acción distinguida de
valor en nuestro martirologio nacional; y si bien es cierto
que el ilustre procer General Pedro Fortoul nació en San
José de Cúcuta, también es evidente que su familia estaba
domiciliada en San Faustino y era oriunda de ella y allí
tenía algunas propiedades.
Agreguemos á lo dicho hasta aquí que si la ruina de
aquella ciudad ha podido llegar, por diferentes causas, hasta
el estado de miseria y de abandono en que se encuentra
actualmente, sin embargo de allí han salido en los tiempos
modernos familias que son ornato de las mejores sociedades
de las poblaciones grandes y ricas del norte de Santan­
der, y ha dado hombres que figuran con honor entre los no­
tables de Colombia. La familia Añez, gran parte de la que
lleva el apellido Villamizar, las de Salas, Nieto, Garbiras y
Jaimes, han mecido sus cunas al cadencioso murmurar de
los arroyos que amenizan con sus notas musicales la tranqui­
lidad de aquel valle encantador.
En circunstancias que no tengo para qué explicar ahora,
444 Boletín de Historia, y Antigüedades

pero en que la historia se ocupará algún día, el que os habla


hubo de hacer una excursión militar por todo el territorio
que es objeto de esta conferencia ; y esa excursión tenía por
objeto único una preparación que hacía el Gobierno por mí
representado en los pueblos de la frontera, para rechazar
con dignidad, energía y entereza un atentado que amena­
zaba nuestra soberanía nacional. Fue entonces (Enero de
1907) cuando dirigí á El Correo Nacional una revista, de la
cual copio lo siguiente :
San Faustino es una rica y pintoresca porción del valle del Pam-
plonita (1). Despréndese de la cordillera que divide las aguas tri­
butarias de este río y las que afluyen al que lleva el nombre de La
Grita, y luégo se extiende en forma de suave glacis en la mayor parte
de su amena extensión.
Este trapezoide, cuya mayor longitud mide unas ocho leguas, y
su mayor anchura es de unas tres ó cuatro, fue delimitado en el lau­
do español, 3^ sección, así: «Desde la embocadura del río de La Gri­
ta en el Zulia, por la curva reconocida actualmente como fronteriza,
hasta la quebrada de Don Pedro, y por ésta, bajando, hasta el río
Táchira.»

Bueno es hacer notar que la quebrada de Don Pedro


desagua en un punto muy distante de aquel en que se con­
funden las linfas de los ríos Táchira y Pamplonita; y como
éste es mayor que el primero, conserva más comúnmente
el nombre de Pamplonita desde su confluencia hasta su re­
unión con el Zulia.
En este pequeño territorio, que apenas contará unas
veintiséis á treinta leguas cuadradas, en un lugar apropiado,
con abundantes y cristalinas aguas, habitado por los indios
chinatos, fundó en 1662 la ciudad de San Faustino el señor
Antonio Jimeno de los Ríos, por capitulación con la autori­
dad colonial que gobernaba en lo que es hoy Colombia. Esa
ciudad llegó á tener dentro de su poblado hasta mil dos­
cientas familias de habitantes, y aunque los feroces indios
motilones hacían en ella entradas devastadoras, sin embar­
go llegó á tener buenos y espaciosos edificios, cuya solidez
se reconoce en los cimientos que, á modo de vestigios, se en­
cuentran bajo espesos yerbales é intrincadas malezas, ro­
bustecidas á favor del sombrío que entristece sus solitarias
ruinas.
Allí se encuentran aún las campanas que sirvieron á
una buena iglesia, fabricadas, según la fecha que en ellas
grabó el fundidor, en el siglo xvi, y una no hermosa pero
sí bien labrada pila bautismal, últimos restos de la definitiva

(i) Habráse observado que hablando' de un mismo valle, unas veces lo llamo Pamplonita
y otras del Táchira ; ello depende de que con este nombre es más conocido ; pero lo natural es
que lleve el nombre del primero, porque el río Táchira no es sino un afluente más pequeño del
Pamplonita. San Faustino’ queda más abajo de la confluencia de estos dos ríos, y los historiado­
res no han estado de acuerdo en estos dos nombres.
El Territorio de San Faustino
+45

catástrofe del terremoto de 1875, que acabó por destruir la


población. Bien pocas son las casas que hoy componen la
pequeña población de San Faustino ; pero sus habitantes re­
cuerdan con satisfacción y aun con orgullo la historia de
aquella que vivió en mejores épocas á manera de una ciudad
asiática, ó como una pequeñita república, como si dijéra­
mos Andorra ó San Marino.
San Faustino está, según las coordenadas de Codazzi, á
los 72O41'52Z/ de longitud occidental por el meridiano de
Greenwich, y á los 7°51/8// de latitud norte; su clima es
cálido y refrescado por los aires que humedecen los vientos
del Zulia, y son allí endémicas las fiebres palúdicas desarro­
lladas por el húmedo boscaje de las selvas formadas de im­
ponentes y majestuosos árboles que crecen en tierra de
extraordinaria fecundidad.
En las faldas de este precioso territorio existen hoy ca­
fetales (casi todos propiedad de ciudadanos venezolanos) que
pueden fomentar la envidia de los más afortunados cultiva­
dores de tan valioso fruto. Tuve ocasión de conocer igual­
mente el arroz que se cultiva en las mismas pendientes, y lo
estimo igual, si no superior, al más afamado de Cunday;
así como contemplé grandes plataneras y magníficos huer­
tos de yuca, arracacha y anís. La explanada es un valle fe­
liz : allí los cacaotales, hoy muy descuidados, demuestran
que en los mejores tiempos de esta región contribuían con
sus cosechas á la gran cantidad con que el precioso grano
enriquecía la afamada producción de Cúcuta; los enhiestos
y elevados cocoteros se levantan por encima de aquella ve­
getación ubérrima, como para exhibir el lujo de sus sober­
bios penachos en los cebaderos y pastales que sirven de go­
losina al ganado vacuno apacentado en esa vega por unos
pocos propietarios; en otro tiempo se cultivó el tabaco en
abundancia, y la caña de azúcar crece allí con admirable ro­
bustez. Entre los vegetales del bosque se encuentran profu­
samente el canime, el caucho, el cascarillo, la caraña, la vai­
nilla y otras producciones de inestimable valor para las
industrias y las artes, así como abundantes maderas de eba­
nistería y construcción. Con tántas riquezas naturales y
unos habitantes que sólo pensaban en la vida pacífica y la­
boriosa, nada tiene de extraño que San Faustino tuviera,
como tuvo, en tiempo de la Colonia, su Gobierno propio; no
dependió directamente sino de los Virreyes.
También posee este territorio el puerto de su mismo
nombre, cerca de la confluencia de las aguas del Pamplonita
y el Zulia con las del río de La Grita, un poco más abajo del
de Los Cachos, y como á ocho leguas distante de la ciudad.
De aquí que el tránsito de los frutos que se conducían de los
pueblos del Táchira, de Cúcuta y de Pamplona, y el comer­
446 Boletín de Historia y Antigüedades

ció que para éstos se importaba, tuvieran en tiempos ante­


riores como vía principal la de San Faustino, y que este
pueblo en días lejanos cultivara sus campos con esmero y
fuera habitado por personas de actividad y trabajo. Una vez
emprendida la carretera de Cúcuta, que más tarde se con­
virtió en el ferrocarril que comunica esta importante ciudad
con Puerto Villamizar, por un lado, y con las otras ciudades
de la frontera, por otro, San Faustino de los Ríos vino á su
actual decadencia.
La ley del progreso se señala como resultado del com­
bate por la vida en todo ser organizado, en la planta, en el
animal, en el hombre, en las sociedades. Las poblaciones que
progresan y se desarrollan por medio eficaz y poderoso, ab­
sorben la existencia de aquellas á quienes perjudican ; esto
se hace más patente cuando se trata de ferrocarriles que van
dejando á un lado pueblos condenados á consumirse oyendo
á distancia el silbato de las locomotoras. Por eso hoy los ha­
bitantes de San Faustino son pocos, y apenas viven de la es­
casa producción con que satisfacen sus necesidades. Fáltan-
les brazos, estímulo y recursos para desarrollar una buena
industria que satisfaga los gastos de acarreo hasta las esta­
ciones de la vía férrea ; ni es menos parte á tal decadencia
el hecho de que la población carece de auxilios religiosos,
como si las gracias del Evangelio y los sacramentos no los
hubiera concedido Dios más que á los afortunados habitan­
tes de las metrópolis.
Mas no porque los sacerdotes hayan dejado á San Faus­
tino en tal abandono se justifica el que los Gobiernos y las
energías comerciales y empresarias de Cúcuta hayan des­
cuidado ese territorio que ha sido causa para los primeros
de complicaciones internacionales y para la obra de su en­
grandecimiento comercial. Quiso la suerte que la significa­
ción jurídica internacional de San Faustino como territorio
colombiano forme por su extensión y por su posición topo­
gráfica un obstáculo, una solución de continuidad, precisa­
mente en el valle que ha de recorrer natural y lógicamente
el ferrocarril venezolano que debiera avanzar desde el puer­
to de Encontrados hasta San Antonio del Táchira. Sin este
obstáculo, las Casas de comercio, el ferrocarril, sus estacio­
nes y caseríos, las empresas de luz eléctrica y de teléfonos,
el hermoso tranvía de vapor, las diferentes fábricas, las casas
espaciosas y elegantes, los talleres, clubes, casinos, parques y
jardines, todo lo que es la hermosa Cúcuta con la mayor
parte de su culta y hospitalaria sociedad, estuvieran allende
el Táchira, y no existiría de este lado más que alguna tribu
de pálidas y enfermizas gentes que á los viajeros les mostra­
ran por entre las ramas de brezales y rastrojos, casi hundi­
dos en la arena, los escombros de la ciudad que en otro tiem­
El Territorio de San Faustino 4+7

po pudo levantarse altiva y orgullosa sobre las ruinas haci­


nadas por la horripilante catástrofe de 1875. Apenas hubiera
quien contara las horas del día por los ecos de los silbatos
que anunciaran el paso animador y soberbio de las locomo­
toras venezolanas. ¿Qué fuera entonces de nuestro comercio
fronterizo ?
Muy grande sería el error si nos imagináramos que la
importancia de San Faustino como territorio colombiano se
reduce á beneficiar las solas Provincias de Cúcuta y Pam­
plona ; nó : el día en que aquel hermoso vallecito sea territo­
rio venezolano, y el ferrocarril que ha de subir por la banda
derecha del río Zulia continúe de la desembocadura del río
de La Grita para arriba, tendremos como consecuencias des­
astrosas, inevitables para nosotros, además de las apuntadas
anteriormente, las siguientes:
1* El comercio de todo el Departamento de Cúcuta, de
medio Santander y de medio Boyacá, es decir, hasta la Pro­
vincia de Ocafia y el río Chicamocha, será netamente vene­
zolano, sin que puedan resistir la competencia las otras Pro­
vincias ;
2^ Establecido consiguientemente el contrabando en
toda la frontera terrestre desde el Zulia hasta el Arauca y
el Meta, desaparecerán nuestras rentas de aduanas por esas
regiones;
3^ Se perderá por completo la importancia del ferroca­
rril de Cúcuta, y por consiguiente la misma empresa;
44 Los ferrocarriles de Puerto Wilches áBucaramanga
y de Tamalameque á Cúcuta, cuando sean una realidad y
sean construidos no solamente por conveniencia sino tam­
bién por urgente necesidad, no nos servirían más que para
sostenerla lucha comercial, á nuestro pesar desventajosa;
54 Para el caso de conmociones intestinas, el auxilio
que los emigrados quieran darles á los revolucionarios de
ambos países será incontrastable, y nuestro territorio se lle­
nará de contrabando de guerra, viéndose así comprometido
en graves complicaciones;
64 En caso de guerra internacional con Venezuela ó con
otra nación á quien ese país quiera favorecer franca ó disi­
muladamente, tendremos perdida nuestra superioridad es­
tratégica por aquel lado. Al paso que nosotros necesitamos
por lo menos quince días para movilizar nuestro Ejército de
Bogotá á Cúcuta, Venezuela podría poner su Ejército, con
grandes trenes de campaña, en sólo cuatro ó cinco días desde
Caracas hasta San Antonio del Táchira;
74 Además de las necesidades que hoy tiene nuestro
Gobierno de levantar ciertas fortificaciones en el norte de
la República, tendría la de proceder inmediatamente a for­
tificar los lugares avanzados de Puerto Villamizar, Tasaje­
44 8 Boletín de Historia y Antigüedades

ros y Rosario de Cúcuta, para repeler las posibles agresiones;


8^ Probablemente se perderían las Provincias de Cúcu­
ta y Pamplona, viniendo á ser el límite con Venezuela el es­
pinazo de la cordillera que sepáralas hoyas hidrográficas del
lago de Maracaibo y del río Magdalena.
Si estas consecuencias que yo deduzco no fueran ciertas,
encontraría inexplicable el esfuerzo tenaz con que el Go­
bierno de Venezuela ha pretendido dejar sin efecto la sen­
tencia arbitral de España, á pesar del compromiso de las
dos naciones firmado en Caracas el 14 de Septiembre de
1886, porque es muy notable la circunstancia de que ni en
el Tratado de 23 de Julio de 1842, de amistad, comercio y
navegación entre la Nueva Granada y Venezuela, ni en los
anteriores á éste (relativos á sus deudas), ni en los que tra­
tan de la alianza defensiva de los dos países, se hiciera men­
ción de compensaciones entre uno y otro para que ambos
tuvieran derecho á la navegación en los ríos que les son co­
munes. No comprendería tampoco el móvil que llevara al
Gobierno de Venezuela á cambiar de hecho los límites de
SanFaustino, como subrepticiamente lo hizo en 1871, dando
lugar así á la enérgica protesta que hizo el doctor Gil Colun-
je en nombre de nuestra República, ni la obstinación que dio
lugar á la interesante controversia diplomática sostenida por
las dos Cancillerías en 1901, ni las dificultades que surgieron
en el seno de la Comisión Mixta delimitadora que debió fijar
definitivamente los linderos de las dos naciones conforme á
la sentencia arbitral.
En el Acta Díaz Granados-Baralt, de 1905, se verificó
un hecho extraño, inaudito, incomprensible en la historia
diplomática de todos los países, cual fue el que se estipu­
lara la condición de que para acreditar los Gobiernos de
Venezuela y Colombia sus respectivas Legaciones en Cara­
cas y Bogotá debían ajustarse previamente las bases del
Tratado de que antes hice mención ; es decir, que el cultivo
de nuestras relaciones internacionales no podría efectuarse
sin que antes quedaran los dos países encadenados por una
obligación, debiendo ser á la inversa, pues los Tratados son
siempre consecuencia y no causa déla buena corresponden­
cia internacional. Los dos países han obrado en esta emer­
gencia como se tratan dos individuos tramposos que se exi­
gen por anticipación una constancia escrita, para después
perfeccionar la negociación. De aquí el que el Gobierno de
Venezuela no hubiera querido recibir los Ministros que el
Gobierno colombiano acreditó, antes de que se cumpliera
aquella extraña estipulación ; todos ellos hubieron de regre­
sar, no sin que antes extendieran sus protestas. Fortuna fue
para el Gobierno de aquella época el haber enviado poste­
riormente al doctor Antonio José Restrepo, quien tampoco
El Territorio de San Faustino 449

se plegó á la condición que se le imponía para ser recibido,


y más bien al tratarse de exigirle su aquiescencia á una
modificación del laudo, lanzó una protesta patriótica, digna
y bien encaminada al sostenimiento de nuestra integridad
territorial y de otros patrios intereses.
En uno de nuestros más importantes diarios, El Nuevo
Tiempo de 29 de Septiembre ultimo, en llamativo artículo
que comenta un telegrama de Caracas y que se refiere á las
dificultades surgidas hace pocos días, se lee lo que copio :
En claro queda lo siguiente : que las dificultades surgidas para
recibir oficialmente á nuestro Ministro se deben á ciertos puntos de
vista del Gobierno de Venezuela con referencia á la reforma equitati­
va de las bases acordadas en el Acta firmada en Caracas el 2 de Ju­
nio del año pasado por los Plenipotenciarios Vásquez Cobo y Rivas.
Y queda también en claro, por deducción lógica, que el retiro de
la Legación de Venezuela .se debió á la no aceptación, por parte de
nuestro Gobierno, de esa Acta, ó al menos de su reforma.

Estos párrafos son, á mi modo de ver—y si tan respeta­


ble diario está en lo cierto,— muy sugestivos. En el artículo i
del Acta Vásquez Cobo-Rivas, ambas naciones convienen en
que en las secciones 19, 2> 39, 49 y 59 la línea fronteriza será
la misma que señaló el laudo del Rey de España, es decir, que
el territorio de San Faustino nos pertenece en su integridad,
y en que será modificada la delimitación de la sección 79? que
es la que nos corresponde en la región de los ríos Negro y
Orinoco. En el artículo n los dos Estados convinieron en que
tocante á lo concerniente á navegación y comercio fronterizo
y de tránsito, quedaban aceptadas como bases de discusión
para el ajuste del Tratado las estipulaciones del Silva Gan-
dolphi-Holguín. Todos sabemos, como dije al principio,
que según esas bases el territorio colombiano que pudiera
comprometerse sería la región del Atabapo. ¿ Cuáles pue­
den ser las reformas que el Gobierno venezolano exige al
Acta de 2 de Junio de 1909? Si para que continuara en Bo­
gotá la Legación de Venezuela y fuera recibido oficialmen­
te el Ministro colombiano, era preciso que hubiera acuerdo
respecto de < ciertos puntos de vista del Gobierno de Vene-
zuela» con referencia á la reforma de las bases Vásquez
Cobo-Rivas, y si esa reforma entraña la enajenación de San
Faustino, el tiempo nos lo dirá.
Señores Académicos, respetable auditorio : todos reco­
nocemos la necesidad y conveniencia de que se confederen
las tres naciones que en época gloriosa constituyeron la
Gran Colombia, especialmente para repeler las agresiones
del Viejo Continente y oponernos á los ataques del imperia­
lismo yanqui; en el corazón de los colombianos rebosan los
sentimientos fraternales para la que fue patria de Bolívar y
de Bello y para la que abrigó las cunas de Montúfar y de
vi—29
45° Boletín de Historia y Antigüedades

Olmedo; día grande en la historia del mundo de Colón será


aquel en que las tres Repúblicas de Colombia, Venezuela y
Ecuador formen la confederación internacional que las
haga respetables ante el Universo y realice su prosperidad
interior ; pero á ese resultado, á la hegemonía de la Gran
Colombia idealizada por Zea y admirada por los tronos euro­
peos; á la paz, seguridad y poderío, de esa noble y bella Con­
federación, es preciso que lleguemos, para darle solidez y
hacerla duradera, respetando la justicia, haciendo efectivos
los principios del Derecho y defendiendo por sobre todo
nuestra soberanía nacional.
He concluido.

CIUDAD NATAL DE LA POLA


En 1895 se erigió en Guaduas un monumento en favor
de la heroína, natural de esa ciudad, en el primer cente­
nario de su nacimiento. La columna, obra artística del in­
geniero español Murat, fue iniciada por una Junta reunida
en Bogotá, de que fueron dignatarios don Hipólito Navas
y don José María Samper, conterráneos de la héroína, y
de la cual fue Secretario el doctor Pedro M. Ibáñez. Este
publicó en el mismo año, por disposición de la misma Junta,
un folleto intitulado Las mujeres de la Revolución de Colom­
bia. y los miembros de la Junta, en compañía de otros caba­
lleros y en representación de los Gobiernos Nacional, del
Departamento de Cundinamarca y del Consejo Municipal
de Bogotá, se trasladaron á Guaduas á presidir, con la Mu­
nicipalidad de la ciudad, la fiesta patriótica.
Desde 1894 publicó el literato don Rafael Pombo, en
El Correo Nacional y en El Telegrama^ diarios de Bogotá,
largos artículos sobre la cuna de La Pola y otras circuns­
tancias de la vida de la heroína, fundados en tradiciones
tan vagas y en suposiciones tan poco acordes con lo aceptado
por historiadores respetables, por publicistas y por la opi­
nión nacional, que fueron refutados con facilidad, pues en
ellos sostenía que La Pola era natural de Mariquita.
En el folleto escrito por el doctor Ibáñez se dijo en la
página 25:
No se ha encontrado en los libros de la iglesia parroquial de
Guaduas la partida de bautismo de La Pola, porque desgraciada­
mente no están completos ; pero es indudable que la heroína nació
en Guaduas, porque el benemérito é ilustrado General Joaquín
Acosta, historiador respetable, oriundo de allí, levantó sobre este
asunto una información tan completa, que reemplaza satisfactoria­
mente la partida arrancada de los libros parroquiales. Más tarde,
en 1887, publicó el respetable literato doctor José María Samper,
Ciudad natal de La Pola 451

persona muy conocida por sus talentos y honorabilidad, emparenta­


do con respetables familias de Guaduas, en El Sol, periódico de
Bogotá, un extracto de la documentación formada muchos años antes
por el historiador Acosta. Afirmaron que La Pola era natural de
Guaduas, por haberla conocido y tratado, el General José María
Acosta, nacido en 1782 ; don José María Guzmán Rubio, muerto en
1885, de edad de noventa y dos años, naturales y vecinos de Guaduas ;
don Rafael Eliseo Santander y don Jenaro Tanco, investigadores
distinguidos de asuntos históricos, y muchas personas más, entre
ellas doña Ana María Acosta, que vive.

Luego se ha reproducido en distintos periódicos la noti­


cia que apareció en Sur América número 249, de 6 de Octu­
bre último, en que consta, por declaraciones juradas de los
servidores de la Independencia Bonifacio Guzmán, Agustín
Herrera y Juan Bolívar, vecinos de Guaduas, que la he­
roína nació en Guaduas en Enero de 1795. Así lo reconocie­
ron el Congreso de 1894, la Asamblea del Departamento de
Cundinamarca, las Municipalidades y Administraciones
ejecutivas ya citadas y la respetable Junta de ciudadanos
que inició la celebración de la fiesta civil que tuvo lugar en
la ciudad natal de la heroína en 1895.
Un respetable testigo de la ejecución de Policarpa—don
José Belver,—voto á todas luces respetable, afirmó, como
otros historiadores, que cuando ella fue sacrificada, en 1817,
era muy joven, pues tendría poco más de veinte años de
edad.
Ultimamente consta en las actas de la Academia Na­
cional de Historia lo siguiente, en la sesión del 15 del mes
de Julio pasado :
En seguida se dio lectura á una tarjeta del socio doctor Nico­
lás Esguerra, en que avisa la remisión de varios documentos histó­
ricos, por recomendación del señor Ricardo Galvis, referentes al
nacimiento de Policarpa Salavarrieta en la ciudad de Mariquita.
Para esclarecer debidamente este punto la Presidencia pasó en co­
misión los documentos al académico señor Rivas Escobar.
En el acta de la Academia correspondiente al 16 de
Agosto pasado se lee :
El socio Rivas Escobar leyó un informe sobre el memorial diri­
gido por don Ricardo Galvis, con el objeto de que la Academia dicte
fallo definitivo sobre si corresponde á la ciudad de Mariquita el
honor de haber sido cuna de La Pola. Este informe, elaborado con
erudición, termina con un proyecto de acuerdo que fue aprobado,
después de haber oído las opiniones de los señores Monsalve e
Ibáñez.
El informe dice :
Señor Presidente de la Academia Nacional de Historia.—Presente.
En desempeño de la comisión que se me confió, tengo el honor
de rendir el informe sobre el memorial dirigido por el señor Ricardo
Galvis, con el objeto de que la Academia Nacional de Historia dicte
fallo definitivo sobre si corresponde á la ciudad de Mariquita el
+5 2 Boletín de Historia y Antigüedades

alto título de haber sido la cuna de la heroína nacional Policarpa


Salavarrieta.
Este memorial vuelve á abrir el largo debate que se inició hace
diez y seis años, cuando el Congreso y el Poder Ejecutivo ordenaron
la celebración del centenario del nacimiento de La Pola; por lo cual
me veo precisado á recordar aquí los testimonios que se adujeron
entonces para señalar á Guaduas como lugar del nacimiento, y or­
denar por consiguiente la erección en esa ciudad del monumento de
que habla la Ley 15 de 1894.
No habiendo sido hallada en los libros parroquiales de Gua­
duas la partida de bautismo de Policarpa Salavarrieta, probable­
mente por estar incompletos los libros del archivo, el prócer é his­
toriador General Joaquín Acosta levantó una información de testi­
gos idóneos para suplir la falta de la partida. En esa información
se encuentran las declaraciones de personas que conocieron á La
Pola, de mucha respetabilidad algunas de ellas, como el General
José María Acosta y los señores José María Guzmán Rubio, Bonifa­
cio Guzmán, Agustín Herrera y Juan Bolívar, y de varias otras per­
sonas conocedoras del asunto que se discutía, todas las cuales afir­
maron que La Pola era hija de Guaduas. Estas declaraciones, si no
dan evidencia absoluta y dejan campo á alguna duda, sí constitu­
yen prueba supletoria muy superior á la presentada por el señor
Galvis y que consiste en la declaración del presbítero don Tomás
María Gallego, quien certifica haber visto en 1878, en el archivo pa­
rroquial de Mariquita, en el libro de 1794, la partida de bautismo
de una niña, hija de un señor Salavarrieta y de una señora Ríos,
nombrada Gregoria, Hipólita ó Policarpa, partida que ha desapare­
cido también, debido al poco cuidado en que se tuvo el archivo.
No sería inverosímil, aun cuando sí poco probable, que hubiera
existido en Mariquita en esa época un matrimonio que tuviera los
mismos apellidos de los padres de la heroína, ó también pudo suce­
der que la niña bautizada en Mariquita en 1794 falleciese poco des­
pués, y que avecindados luégo sus padres en Guaduas, dieran á otra
hija, nacida en esta ciudad en 1795, el mismo nombre de la muerta,
para reemplazarla. Esta hipótesis, que á primera vista parece in­
aceptable, no lo es en realidad, dado el ejemplo de que el mismo
caso aconteció con el General Antonio Baraya, quien había figurado
siempre con la partida de bautismo de un hermano mayor, nacido
en Girón y muerto á los pocos días, cuando en realidad nació en
Bogotá dos años después, como lo ha comprobado satisfactoriamente
nuestro laborioso colega don José María Restrepo Sáenz.
Debo recordar además que en favor de Guaduas militan tam­
bién, fuera de los testimonios ya citados, el hecho de que allí nacie­
ron varios hermanos de Policarpa y el de que sus padres vivieron
en ella no pocos años. Además, tanto en decretos y actos oficiales
cuanto en los escritos de autorizados historiadores y en la generali­
dad de los libros que narran el martirio de la abnegada joven, se
dice que nació en Guaduas, y sería aventurado que la Academia
rectificara ese punto basada tan sólo en una declaración, por res­
petable que sea, cuando quedan en pie, respecto á Guaduas, los ar­
gumentos que han hecho considerarla como lugar del nacimiento de
La Pola.
En puntos tan delicados como éste creo que la Academia debe
eximirse de dar fallos que puedan comprometer la fama de seriedad
é ilustración del Instituto, por no estar respaldados por una docu­
mentación completa y seria.
En vista de estas razones os propongo la siguiente resolución :
Contéstese al señor Ricardo Galvis que la Academia Nacional
de Historia, no obstante la respetabilidad del testimonio en que se
funda su petición, se abstiene de declarar que Mariquita es la'ciu-
Informes 453

dad cuna de La.Pola, por no constituir plena prueba la declaración


enviada, y subsistir respecto á Guaduas las razones que han hecho
considerarla generalmente como cuna de la heroína nacional Poli-
carpa Salavarrieta.

Ra im u n d o Riv a s
Bogotá, Agosto 13 de 1910.

Desde 1895 el Consejo Municipal de Bogotá honró la


memoria de la heroína al colocar una plancha de mármol,
con inscripción latina redactada por don M. A. Caro, en una
de las columnas que sostenían el edificio de Las Galerías, des­
truido por el incendio de 1900. También dictó acuerdo el
Concejo, para dar el nombre de Plaza de la Pola á la anti­
gua de Las Aguas, donde hoy se ve una estatua de Poli-
carpa, erigida en los festejos del Centenario.
Otra estatua se inaugurará en la ciudad de Guaduas en
Enero de 1911.

INFORMES DE COMISIONES

INFORME SOBRE LOS SERVICIOS DEL PROCER ANTONIO JOSÉ VÉLEZ

Bogotá, Abril 12 de 1910


Señor Presidente de la Academia Nacional de Historia—Su mano.
Señor Presidente:
Teniendo necesidad de acreditar los méritos y servi­
cios de mi abuelo materno, el señor don Antonio José Vélez,
quien fue fusilado por orden de Morillo en la Huerta de
Jaime el 19 de Septiembre del año de 1816, me dirijo á us­
ted para rogarle muy respetuosa y encarecidamente orde­
ne lo necesario á este objeto, pues de lo contrario no podría
obtener la pensión que me concede la ley, como á nieta de
uno de los proceres de la Independencia de la República,
que sacrificaron su vida por darnos patria y libertad.
Doy á usted, señor Presidente, y á la honorable cor­
poración que preside, mis agradecimientos más sinceros por
el favor que no dudo me será concedido.
Del señor Presidente muy atenta, segura servidora,
Do l o r e s Za l a m e a

Señores miembros de la Academia Nacional de Historia.


La señora Dolores Zalamea, en memorial dirigido al
señor Presidente de la Academia, solicita el concepto de
esta corporación sobre los méritos y servicios del señor don
454 Boletín de Historia y Antigüedades

Antonio José Vélez, su abuelo materno. Tal solicitud me fue


pasada en comisión y se hace con el objeto de obtenerla
pensión á que la señora peticionaria tiene derecho como
descendiente de procer.
Don Antonio José Vélez, hijo de esta ciudad, fue el pa­
dre del héroe de la Casa Fuerte de Barcelona, General Fran­
cisco de Paula Vélez; de don Miguel Vélez, muerto en la
batalla de Jenoy, y de don Tomás, que falleció en Jamaica á
consecuencia de las dolencias que contrajo en el sitio de Car­
tagena en 1815. Dio don Antonio José ilustres servidores á
la causa de la Independencia, dedicó á ella sus propios es­
fuerzos, hasta obtener el grado de Teniente Coronel, y le
ofrendó su vida, como que fue sacrificado por orden de Mo­
rillo el 19 de Septiembre de 1816.
En los Rasgos de la vida irAblica del General Francisco
de Partía Vélez. por don Pedro Fernández Madrid, se lee:
El General Francisco de Paula Vélez tuvo por padre al señor
Antonio Vélez, funcionario de alto rango fiscal bajo el régimen colo­
nial, que siendo después Coronel de la República, rindió por ella la
vida en un patíbulo.

Scarpetta y Vergara dicen :


Vé l e z An t o n io Jo s é —Teniente Coronel. Nació en Santafé de
Bogotá el 29 de Julio de 1759. Con entronques con las familias de
Ladrón de Guevara, Ponce de León y Venegas ; enlazado con el emi­
nente prócer de la Independencia don José María Carbonell ; en re­
laciones de amistad íntima con el Tribuno del Pueblo de Santafé en
el memorable 20 de Julio de 1810, don José Acevedo y Gómez ; com­
pañero inseparable del animoso mantenedor del calor popular en
ese día, don Pedro Groot, y animado del verdadero amor patrio,
el señor Vélez desechó las ventajas que le daban su posición y
su alto rango en el servicio del Rey, para abrazar con voluntad
varonil el movimiento de insurrección contra España, en tan popu­
lar alzamiento, unido á sus amigos y sostenido por su enérgica de­
cisión republicana. En consecuencia, Acevedo, Carbonell, Groot y
Vélez fueron autores poderosos en el solemne juramento que de ser
libre hizo la tan celosa de los fueros populares ciudad de Bogotá,
en el referido inolvidable día de su gran fiesta de insurrección con­
tra la Metrópoli. Nada dejó de hacer el señor Vélez por llenar sus
deberes en ese día como en los demás, en desarrollo del sublime pen­
samiento de ver su Patria libre de extraña dominación.
Vélez llevó á su hijo Francisco de Paula á la misma hoguera
que ayudó á prender en la plaza de Santafé, y cuyo calor abrazó su
alma, lo hizo soldado de la libertad y lo sostuvo con valor perseve­
rante para pelear por sus fueros y hacerse digno de la gratitud na­
cional. Y entretanto que él combatía en la sangrienta guerra de Ve­
nezuela, su padre el Teniente Coronel Antonio José Vélez rendía su
vida fusilado en la Huerta de Jaime, en Bogotá, el 19 de Septiembre
de 1816, por mandato del sanguinario pacificador Morillo.

Por último, Quijano Otero en El Monumento de los Már­


tires pone estas palabras en labios de Vélez, como dirigidas
á sus compañeros de suplicio:
Informes 455

... .Lo que han dicho es la verdad: yo los vi el 20 de Julio lle­


nando su deber, que era el de entusiasmar al pueblo: ellos pueden
ser testigos del juramento solemne que hicimos Acevedo, Groot, Car-
bonel y yo, de dar la vida en cambio de la emancipación de nuestra
Patria, y nos vieron firmar el acta de Independencia. Para ver de
cumplir mi juramento, envié á mi hijo á la campaña de Venezuela,
sin otra orden que la de cumplir el deber que le impone su apellido :
aquí discutíamos mientras allá lidiaban ; aquí en los Congresos so­
ñábamos un generoso sueño, mientras allá palpaban la triste reali­
dad de la guerra á muerte.......... Pasó una capa de niebla, y yo pude
divisar al Teniente Coronel Vélez, rendido en el patíbulo.

Las anteriores apreciaciones sobre los méritos del Te­


niente Coronel Vélez están corroboradas por documentos
auténticos, y de ellos citaré algunos que tienen para mí gran
fuerza, pues emanan del propio pacificador Morillo. Parece
como si hubiera querido al sacrificar á Vélez dejar á los
descendientes de éste la prueba que les sirviera para solici­
tar de la República que ayudó á fundar, el reconocimiento
de los servicios prestados, en la forma de una exigua pen­
sión. En el Archivo Restrepo, volumen titulado Correspon­
dencia de Morillo, se encuentra original una nota que dice :
Número 107
Excelentísimo señor.
Acompaño á Vuestra Excelencia relación de los individuos que
desde el 10 de Septiembre último han sufrido la pena capital por el
delito de infidencia, en virtud de las sentencias impuestas en el Con­
sejo de Guerra Permanente; cuya noticia doy á Vuestra Excelencia
para su conocimiento.
Dios guarde á Vuestra Excelencia muchos años.
Cuartel General de Santafé, á 9 de Octubre de 1816.
Excelentísimo señor.
Pa b l o Mo r il l o
Excelentísimo señor don Francisco de Montalvo.

Y en la lista de los ejecutados que acompaña á la nota,


rubricada también por Morillo, leemos :
En 19 de Septiembre.
José María Ordóñez y Antonio José Vélez fueron pasados por
las armas por la espalda, y se les confiscaron los bienes.

El volumen citado contiene otra relación de fusilados,


que lleva por título Relación de las principales cabezas de la
rebelión de este Nuevo Reino de Granada, que después defor­
mados sus procesos y vistos detenidamente en el Gonsejo de
Gueua Permanente, han sufrido por sus delitos la pena comi­
tal en la forma que se expresa.
Allí, en ese otro documento oficial, con fecha 19 de Sep­
tiembre de 1816, dice:
An t o n io Jo s é Vé l e z —Teniente Coronel rebelde: se batió varias
veces contra las tropas del Rey; fue de los más entusiasmados por la
456 Boletín de Historia y Antigüedades

independencia, que sostuvo hasta los últimos momentos, siendo Co­


mandante Departamental de Zipaquirá y Ubaté, donde formó escua­
drones de caballería para resistir la División del Coronel Calzada.

Juzgo lo relatado más que suficiente para que la Acade­


mia pueda certificar que el Teniente Coronel Antonio José
Vélez fue sacrificado por los españoles como castigo por sus
entusiastas hechos en pro de la libertad de su Patria. En
tal virtud tengo el honor de proponeros:
Expídase el certificado que solicita la señora Dolores
Zalamea, referente á los méritos de su abuelo materno el
procer de la Independencia Teniente Coronel Antonio José
Vélez. _
Señores miembros de la Academia.
Ed u a r d o Re s t r e po Sá e n z
Bogotá, 30 de Abril de 1910.

in f o r m e s o b r e t e x t o s d e h is t o r ia n a c io n a l
Bogotá, Agosto 11 de 1910
Señor Presidente de la Academia Nacional de Historia.

Señor:
Entre los diversos concursos abiertos con ocasión de las
festividades que en este año se han celebrado para conme­
morar la proclamación de la Independencia nacional, figura
el de textos para la enseñanza de la historia de Colombia,
iniciado por la Comisión del Centenario. Para hacer el estu­
dio y calificación de las obras de este género que pudieran
presentarse, la expresada Comisión dio especial encargo á
la Academia Nacional de Historia, de la cual recibimos
nosotros el alto honor de ser designados para formar el jura­
do que debía estudiar semejantes trabajos y emitir dictamen
sobre ellos.
Dos únicamente son los textos presentados al concurso,
á saber : uno de Historia de Colombia in extenso, y un Com­
pendio de la historia de Colombia, obras ambas de unos mis­
mos autores y destinadas una y otra á la enseñanza gradual
de la materia en la República. Como el Compendio está por
completo fundado sobre la obra in extenso, las observaciones
que respecto á ésta hacemos pueden aplicarse en cierto
modo al primero.
La Historia de Colombia consta de dos volúmenes. Com­
prende el primero el período del descubrimiento de Améri­
ca, la conquista y población del territorio que actualmente
constituye la República, y la época llamada colonial, que
Informes
457

empieza con la organización regular de la administración


civil y política en 1550, año en que se estableció la Real
Audiencia de Santafé. El volumen segundo abarca desde el
año de 1810, en que concluye el régimen colonial; la época
de la revolución de la Independencia, y el período de la Re­
pública hasta nuestros días.
Al examinar esta obra, lo primero que llama la atención
es el cuidado y el esmero que sus autores han empleado para
exponer con claridad y método, relatando los hechos con la
expresión necesaria de tiempo y de lugar, de los personajes
y entidades que en ellos deben figurar, y con todas las cir­
cunstancias que los determinan é individualizan; todo lo
cual impide que en la mente de quien estudie la historia se
produzcan confusiones ó equívocos. Así, pueden compren­
derse sin dificultad los períodos históricos y formarse cabal
concepto sobre el desarrollo y origen de los múltiples hechos
y fenómenos que en su encadenamiento constituyen la vida
nacional.
Obsérvase generalmente que nuestros autores de textos
de historia nacional encubren, bajo un lenguaje pomposo,
con sonoros epítetos y atrevidas hipérboles, opiniones apa­
sionadas y erróneas sobre los acontecimientos y los hombres,
que llevan al espíritu de quienes estudian la historia, y espe­
cialmente á la mente de los jóvenes, prejuicios y conceptos
que la crítica y el examen detenido desechan y condenan.
Satisfactorio es para nosotros hacer constar que en esta His­
toria de Colombia no se ha incurrido en tan deplorable falta.
Los autores del texto revelan en su relato de los hechos y en
sus juicios un criterio imparcial y el sincero propósito de
ser fieles á la verdad ; y en tal virtud se echa de ver que no
mezclan á la narración histórica apreciaciones que tiendan
á hacer prevalecer determinadas ideas ó doctrinas ni dar á
los hechos distinta significación y distinto alcance del que
realmente les corresponden. Esta condición de estricta im­
parcialidad hace la obra recomendable como texto de ense­
ñanza, y superior, por tanto, á varias de las que han sido
adoptadas con tal objeto.

***
El concepto de la historia es actualmente distinto del
que antes se tenía. La misión del historiador, según las pa­
labras de un profesor inglés, no consiste tanto en describir
los acontecimientos como en resolver un problema : consiste
en explicar é ilustrar las fases sucesivas del desarrollo, de_la
prosperidad y de la decadencia nacional. En el desempeño
de su misión debe el historiador abarcar la historia de la
moral, de la industria, de la inteligencia y del arte ; las mo­
458 Boletín de Historia y Antigüedades

dificaciones que se verifican en las costumbres ó en las


creencias; las ideas que en sucesivos períodos han predomi­
nado ; el nacimiento, cambio y desaparición de las institu­
ciones políticas; las transformaciones y modificaciones en
el orden económico ; en fin, todas las condiciones de la exis­
tencia y el bienestar de la Nación. Es preciso buscar en la
historia especialmente el encadenamiento de las causas y de
los efectos.
En obras didácticas de la índole de esta á que nos refe­
rimos, no puede exigirse labor tan intensa ni plan tan vasto
y complicado ; y para formar dictamen sobre ellas no pue­
de aplicarse tan elevado criterio como cuando se trata de
obras de mayor trascendencia. Necesario es, sin embargo,
que los jóvenes que en esos textos adquieran el conocimien­
to elemental de la historia nacional, además de aprender la
relación de los sucesos, empiecen á formar su juicio sobre
ellos, á investigar las causas que los han producido, la in-
fiuencia de las instituciones, de la educación, de las costum­
bres, de la organización social y económica en la prosperi­
dad ó en la decadencia de la Nación. Al escribir la historia
de nuestra vida colonial es preciso remontarse á fuentes le­
janas, á causa de que sólo se encuentran en la historia y en
la vida de España, porque de allí vinieron todos los elemen­
tos de nuestra organización y de nuestra existencia colecti­
va. Necesítase examinar los distintos elementos humanos de
la conquista y de la población que dieron ser á esta entidad
colonial; la educación, las creencias, las preocupaciones y
los hábitos que les eran peculiares ; su mentalidad y sus ap­
titudes para la labor económica ; la índole de las leyes y las
prácticas administrativas que implantó la Metrópoli; en una
palabra, la organización social, política y económica de esa
entidad que se llamó Nuevo Reino de Granada. Así podrán
verse las modificaciones que fueron produciéndose en esta
colonia, hasta extinguirse ese espíritu de lealtad y obedien­
cia á los Reyes de Castilla, « nuestros amos y señores natu­
rales,» como al referirse á ellos, con tono respetuoso, solían
decir sus vasallos de Indias. Explicar cómo estas posesiones
americanas, que España puso tan singular empeño en man­
tener en perpetuo aislamiento del resto de la tierra, reci­
bieron el contagio del espíritu de rebeldía que se extendió
por el mundo desde fines del siglo xvm, es indispensable
para la justa comprensión de la historia americana. Necesí­
tase igualmente poner de manifiesto la decadencia en que
de tiempo atrás se encontraba España, y la influencia de se­
mejante condición en la independencia de la América espa­
ñola, así como también la influencia que en el movimiento
emancipador ejercieron la independencia de los Estados
Unidos y la acción política de la Gran Bretaña. Convenien­
Informes 459

te es, por último, dar á conocer los planes de Napoleón so­


bre independencia de la América.
Para que la Historia de Colombia á que nos referimos
sea completa en el fondo, hasta donde puede serlo una obra
de su clase, se requiere que sobre aquellos hechos, su des­
arrollo y encadenamiento, se haga un resumen claro y com­
prensivo, que debe formar un capítulo sobre las «causas que
determinaron la emancipación de las colonias hispanoame­
ricanas,» y podría servir de introducción al volumen 2° de la
obra. El concepto favorable que en tesis general hemos for­
mado de ella no significa que esté exenta de algunos errores,
cuya rectificación es indispensable. Por separado, y con la
debida extensión, hemos consignado los que, en nuestra opi­
nión, deben corregirse, y algunas reformas que deben ser
introducidas en la obra, las cuales sin duda realzarán su
mérito é importancia. Otra reforma, bastante conveniente
también, es la de una bibliografía, lo más completa que sea
posible, de las obras, revistas, documentos, etc., que pueden
consultarse sobre la historia de Colombia, y que debe colo­
carse al principio ó al fin de la obra; así como la de una bi­
bliografía especial, al principio de cada capítulo, de todos
los libros, documentos y revistas que más especialmente se
relacionen con los asuntos de que en él se trata. Estas bi­
bliografías serán elemento muy apreciable para los profe­
sores y para todos los que deseen conocimientos más exten­
sos y completos, al mismo tiempo que auxiliar poderosísimo
para el adelanto de los estudios sobre la historia nacional.
Los otros trabajos que se nos han comunicado no son
textos de enseñanza ; y no estando por tanto dentro de las
condiciones del concurso, nos abstenemos de emitir concep­
to sobre ellos.
En consideración al mérito de los dos libros de que he­
mos hecho mención al principio, y á cuanto respecto de ellos
hemos manifestado en este informe, creemos que como re-
compensa al inteligente esfuerzo de sus autores, debe solici­
tarse del Gobierno la adopción oficial de ambas obras como
texto para la enseñanza de la historia nacional en las escuelas
de la República. Igualmente somos de concepto que se debe
discernir una medalla de oro á cada uno de los autores, con
el correspondiente diploma,
Respetuosamente sometemos este dictamen á la consi­
deración de la Academia.
Clímaco Calderón—Emiliano Isaza—Antonio José Unbe
4Óo Boletín de Historia y Antigüedades

INFORME SOBRE UN TRABAJO DE EFEMÉRIDES COLOMBIANAS

Bogotá, Noviembre 30 de 1907

Señor Presidente de la Academia Nacional de la Historia—Presente.


He examinado con alguna detención las Efemérides co­
lombianas recogidas <por el Hermano Luis Gonzaga, corres­
pondientes al mes de Noviembre, y tengo el honor de dar
el siguiente informe:
La muestra que el autor se ha servido dirigir á la Aca­
demia revela, á no dudarlo, que él ha hecho un estudio muy
concienzudo de la historia de nuestra nacionalidad desde los
tiempos coloniales, y que posee suficientes conocimientos
para hacer un trabajo erudito y completo que será muy útil
para los aficionados á la bella historia y para los que se de­
dican á la enseñanza de ella.
El comentario de los hechos contiene, día por día, en
general, el de los más importantes, aunque pienso que al­
gunos de tales comentarios no son dignos de llenar las pá­
ginas de una efemérides. Así, verbigracia, el día 13 de No­
viembre de 1828 está consagrado á anotar la despedida de
Carujo (Pedro) de los habitantes de Bogotá. Dada la im­
portancia muy relativa de aquel personaje en nuestros ana­
les patrios, y su figura moral, pienso que sería mejor no
tratar de él, y llenar aquel día con otro suceso digno de
la historia, ya que ésta es, como decía el orador romano, la
maestra de la vida. Carujo no puede reputarse como perso­
naje saliente en la grandiosa epopeya que se llama la Inde­
pendencia ; sirvió, sí, á la Patria en posición secundaria, y
su ingerencia en los tiempos calamitosos que prepararon la
disolución de la Gran República no hace su recuerdo muy
grato, por su misma deslealtad para con los amigos con quie­
nes intervino en la desgraciada noche de Septiembre, de
tristísima y lamentable recordación.
En cuanto á algunas fechas, convendría que el autor
hiciese algunas pequeñas verificaciones. Anoto, por ejem­
plo, la afirmación que él hace en cuanto á que el célebre
Teniente de Morillo, Enrile, se llevó la mayor parte de los
trabajos de la Expedición Botánica el 14 de Diciembre de
1816. No fue Enrile quien llevó parte de esos papeles im­
portantes que ni fatigan nuestra historia, ni fue en aquella
fecha cuando el suceso tuvo lugar. Sobre estos particulares
puede verse lo que afirma nuestro distinguido colega señor
doctor don Diego Mendoza en su hermoso opúsculo editado
en Madrid sobre las labores de la Expedición Botánica al
Nuevo Reino de Granada.
Réstame observar que el estilo del autor de las Efemé­
rides es correcto, elegante y sencillo, y que con palabras ade­
Informes 461

cuadas acierta á presentar los sucesos con el comentario que


es propio á cada uno. Como muestra inserto el siguiente :
Noviembre 14—1817—^x1^^ de La Pola (Policarpa Salavarrie­
ta) y sus compañeros Alejo Zabaraín, Francisco Arellano, José María
Arco, José Manuel Díaz, Antonio Galeano, JacoboMarufú y Joaquín
Suárez, en la mañana del 14 de Noviembre de 1817, al occidente de
la Plaza de Bolívar, frente al actual Palacio Municipal. La Pola
nació en Guaduas y allí vivió sencilla y apaciblemente; en 1813 vino
á vivir á Bogotá, en casa de la patriota doña Andrea Ricaurte; con
el contacto de esas relaciones prendió en el alma ardorosa de La
Pola el fuego del patriotismo, lo cual sirvió para que ella fuera quien
proporcionara noticias y recursos á los patriotas de Casanare.
Aprehendido Zabaraín al encaminarse á Casanare, en los papeles
que le tomaron fue hallado el nombre de La Pola, y fue condenada á
muerte con sus compañeros. Heroico fue el sacrificio: con entereza de
ánimo lo sobrellevó, pues al expirar exclamó: «¡Miserable pueblo,
yo os compadezco’ ¡Algún día tendréis más dignidad!»
Don Joaquín Monsalve es el autor del anagrama: yace por salvar
la Patria, que ha inmortalizado á la heroína.
Nuestras cuatro heroínas representan los cuatro estados de la
mujer: Antonia Santos, la doncella; La Pola, la prothetida de Alejo
Zabaraín; Rosa Zárate, esposa de don Nicolás de la Peña, que muere
juntamente con su esposo, y Mercedes Abrego, viuda de don José
Reyes, y cuya cabeza rodó por el suelo al impulso del brazo de un
soldado español que se ofreció á cortarla de un solo golpe.
La Pola y sus seis compañeros fueron enterrados en fosa común
en la iglesia de La Veracruz.
Cabe anotar que quizá convendría suprimir de las Efe­
mérides algunos personajes que aún viven, porque por muy
importantes que ellos sean, importa más por muchos con­
ceptos mirar al pasado: el presente tiene prismas que mo­
difican la luz y perturban siempre el criterio.
En síntesis, considero muy importante y útil la labor
benedictina del autor de las Efemérides, y me permito pro­
poner en consecuencia:
Dígase al Hermano Luis Gonzaga que la Academia
aplaude su importante trabajo sobre las efemérides colom­
bianas, y que espera que lo dé muy pronto á la luz publica
con el más selecto material sobre personajes y acontecimien­
tos de la historia de nuestra nacionalidad, para honra suya
y provecho de todos,
Señor Presidente.
Je s ú s M. He n a o

INFORME SOBRE CUENTAS DE LA TESORERÍA


Señor Presidente.
Habiéndoseme pasado en comisión la cuenta del señor
Tesorero, doctor Manuel María Fajardo, correspondiente
al tiempo transcurrido desde el 17 de Mayo de 1909 hasta el
12 de Octubre próximo pasado, he hallado #que en el fondo
es perfectamente corriente, y que el académico doctor Fa­
<62 Boletín de Historia y Antigüedades

jardo no solamente ha desempeñado el cargo con toda acu­


ciosidad, sino que para atender á los gastos necesarios de la
corporación dio como suplemento la suma de seiscientos se­
senta pesos ($ 660) papel moneda, según el saldo que arroja
dicha cuenta en favor del responsable.
En cuanto á la forma ó parte adjetiva, que en el caso
presente no afecta en nada la parte substantiva, creo que
existen algunas ligeras irregularidades, que me permito in­
dicar para que en cuanto haya lugar se eviten en adelante,
si se estima que son fundadas mis observaciones:
l9 Ala cantidad suministrada por el doctor Fajardo
debió dársele entrada como suplemento, para que no apa­
rezca que de caja salió mayor suma de la recibida;
29 Algunas de las cuentas de los acreedores aparecen
sin las firmas de éstos al pie de los respectivos recibos, que
debieron haberse puesto para que quede la debida constan­
cia, sin riesgo de que pueda negársela efectividad del pago ;
39 No hay constancia del número de medallas acuñadas
ni délas que actualmente existenenpoder delseñorTesorero.
En tal virtud, respetuosamente propongo lo siguiente:
La Academia Nacional de Historia aprueba las cuentas
del Tesorero doctor Manuel María Fajardo, correspondien­
tes al tiempo transcurrido desde el 17 de Mayo de 1909 has­
ta el 12 de Octubre de 1910, y le da las debidas gracias por
la manera como ha desempeñado sus funciones. Dichas cuen­
tas se conservarán en el archivo de 1a corporación.
Comuniqúese y publíquese.
Eu g e n io Or t e g a
Bogotá, Diciembre l9 de 1910.

LEY NUMERO 24 DE 1909
(28 d e s e pt ie m b r e )
por la cual se reconoce carácter oficial á la Academia Nacional de
Historia.
El Congreso de Colombia^
CONSIDERANDO :
Que la Academia Nacional de Historia, creada por De­
creto número 1808, dictado por el Poder Ejecutivo el 12 de
Diciembre de 1902, ha prestado y está llamada á prestar
servicios de grande importancia para la cultura nacional
y la Administración Pública,
d ec r et a :
Artículo l9 La Academia Nacional de Historia tendrá
el carácter de Academia Oficial y será Cuerpo consultivo
Ley número 24 de 1909 463

del Gobierno, sin que por eso se le prive en manera alguna


de su autonomía.
Artículo 2° El Boletín de Historia y Antigüedades y la
Biblioteca de Historia se continuarán publicando á costa del
Tesoro Nacional.
Artículo 3° Destínase la suma de dos mil trescientos
pesos anuales para gastos de personal y material de la Aca­
demia, así:
Sueldo del Secretario de la Academia y Director del
Boletín.............................................................................$ 960
Sueldo de un Secretario Auxiliar......................... 600
Sueldo de un Escribiente...................... 480
Para mobiliario, alumbrado y útiles de escritorio 260
Suma..................................... $ 2.300
En la Ley de Presupuestos de cada vigencia económi­
ca se incluirá esta partida en el Departamento de Instruc­
ción Pública.
Artículo 49 El auxilio para sueldos se les pagará por
mensualidades vencidas, respectivamente, á las personas que
nombre la Academia para el desempeño de los cargos de
Secretario, Secretario Auxiliar y Escribiente. El referente
á material se le cubrirá al Tesorero de la Academia, por
cuatrimestres anticipados.
Artículo 5° Quedan derogados los Decretos por los
cuales se otorgó alguna subvención anteriormente á la Aca­
demia.
Dada en Bogotá, á diez y ocho de Septiembre de mil no­
vecientos nueve.
El Presidente del Senado,
An t o n io Jo s é Ur ib e
El Presidente de la Cámara de Representantes.
Pe d r o Ne l Os pin a
El Secretario del Senado,
Carlos Tamayo
El Secretario de la Cámara de Representantes,
Luis María Terán

Poder Ejecutivo—Bogotá, Septiembre 28 de iq o q .


Publíquese y ejecútese.
(L. S.)
RAMON GONZALEZ VALENCIA
El Ministro de Instrucción Pública,
Ma n u e l Dá v il a Fl ó r e z
(Diario Oficial número 13802, de 2 de Octubre de 1909).
464 Boletín de Historia y Antigüedades

NOTA
Colombia—Ministerio de Instrucción Pública—Sección P-
Número 2344.—Bogotá, 27 de Octubre de 1910.
Señor Presidente de la Academia Nacional de Historia—Presente.
Como resultado del atento memorial dirigido por usted
á este Ministerio con fecha 5 de los corrientes, tengo el gus­
to de transcribirle el siguiente Decreto :
DECRETO NUMERO 963 DE 1910
(o c t u b r e 26)
por el cual se adoptan unos textos de enseñanza de la historia de Colombia.
El Presidente de la República de Colombia,
En uso de sus atribuciones legales, y
CONSIDERANDO:
1? Que la Comisión Nacional del Centenario, con autorización del
Poder Ejecutivo, abrió en 1908 concurso para premiar un texto in ex­
tenso de historia de Colombia para la enseñanza secundaria, y un
compendio de la misma para la primaria, que serían adoptados como
texto en las escuelas y colegios oficiales de la República; y que la
actual Comisión mantuvo en todas sus partes tal concurso;
2? Que la Academia de la Historia, que es Cuerpo consultivo del
Gobierno según la Ley 24 de 1909, por encargo especial de la expre­
sada Comisión del Centenario eligió el Jurado que estudió y dio su
dictamen sobre las obras de historia presentadas al concurso;
39 Que el Jurado elegido juzgó que los textos presentados por los
doctores Jesús María Henao y Gerardo Arrubla eran acreedores al
premio asignado, y que la Academia de Historia acogió tal dicta­
men; y
49 Que tanto la Comisión Nacional del Centenario como la Aca­
demia de la Historia han solicitado del Gobierno la adopción oficial
de los referidos textos, y que es deber de éste dar impulso á la ense­
ñanza de nuestra historia en los establecimientos oficiales,
d ec r et a :
Adóptanse como textos para la enseñanza de la historia nacional
en los colegios y escuelas oficiales de la República, respectivamente,
las obras Historia de Colombia in extenso y compendio de la misma,
que presentaron al concurso abierto con motivo de la celebración del
primer Centenario de la Independencia sus autores, doctores Jesús
María Henao y Gerardo Arrubla.
Parágrafo. Esta adopción, como premio que se discierne á los
autores dichos, subsistirá mientras no obtengan análoga acogida
nuevos textos para la enseñanza de la historia patria, en concurso
que promueva el Gobierno Nacional.
Comuniqúese y publíquese.
Dado en Bogotá, á 26 de Octubre de 1910.
CARLOS E. RESTREPO
El Ministro de Instrucción Pública,
Pe d r o M. Ca r r e n o
Dios guarde á usted.
Pe d r o M. Ca r r e ñ o

IMPRENTA NACIONAL

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