Lowe - Historia de La Percepción Burguesa
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Traducción de
BIBLIOTECA UCM
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LA SOCIEDAD BURGUESA
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ideología, entre Estado y sociedad son en la actuali- dad tan distintas de las de la sociedad burguesa que yo
insistiré en que se trata de dos periodos separados de la historia.
Podemos emprender el estudio de la sociedad desde dos puntos de vista metodológicos, a saber, el marxis- mo y la
fenomenología. El matxismo concibe la socie- dad como una totalidad
estructurada:
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El concepto marxista de una estructura de muchos niveles en transformación sigue siendo el mejor marco general
con que contamos para el estudio crítico de la sociedad. Por otra
parte la fenomenología describe la so- ciedad como un campo
intencional, con su ubicación encarnada, aquí y ahora, extendiéndose
hacia los hori- zontes espacio-temporales, allí y entonces. Esta última
metodología nos ofrece un conocimiento de cómo los habitantes de un
mundo lo enfocan desde el interior como realidad en marcha, como un futuro aún no
un objeto...
re- velado. Ya lo indicó Merleau-Ponty: "El mundo no es
es el medio natural y el campo de todos mis pensamientos y de
todas mis percepciones explí-
* K. Marx, Contribución a la critica de la economía poli- tica (Ed. Progreso, Moscú), "Prólogo".
* P. L. Berger y T. Luckmann, The Social Construction of Reality (Garden City, 1966), cap. 1.
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Mucho se ha escrito acerca de la sociedad burguesa desde el punto de vista de su estructura social, pero casi nada
concerniente a la percepción burguesa. En esta obra me propongo
describir la percepción bur-
guesa.
El nuevo y dominante campo de percepción en la so- ciedad burguesa fue constituido por el predominio de los medios
tipográficos, una jerarquía de los sentidos que subrayaba la supremacia de
la vista, y el orden. epistémico de desarrollo en el tiempo. La
tipografía promovió el ideal de que el conocimiento podía des-
pegarse del conocedor para volverse imparcial y explí cito. La
supremacía de la vista hizo posible la verifi- cación científica de tal
desarrollo en el tiempo ofreció una conexión
conocimiento. Y el orden de
temporal para fenómenos observables más allá de su represen-
tabilidad en el espacio. En otras palabras, el conocimien- to dentro del
nuevo y dominante campo de la percepción había de ser objetivo,
visual y espacio-temporal. Obje- tividad y visualidad eran normas ya
establecidas en la sociedad estamental de los siglos XVII y XVIII,
pero el desarrollo en el tiempo era un nuevo orden epistémico. Juntos
constituyeron un nuevo campo para la percepción burguesa.
Llamo burgués a este orden perceptual por tres ra- zones interrelacionadas. Primera, el nuevo campo de la
percepción reflejó la experiencia secular generada por la revolución
industrial y la revolución francesa. Se- gunda, el conocimiento
espacio-temporal, objetivo y vi- sual dentro del campo promovió
los intereses de clase de la burguesía triunfante. Y tercera, por
esta afinidad
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económicas, como la obligación mutua entre el maestro artesano y el aprendiz, la tradicional organización y ru- tinización del
trabajo, la habilidad y el orgullo por la calidad del propio producto. Por
ello hubo un límite a la autonomía del trabajo como acción económica
ra- cional. En cambio, con el establecimiento del sistema de fábricas en el
tercer tercio del siglo XVII, que cul- minó en la producción de las líneas
de ensamble de Henry Ford a comienzos del siglo xx, la producción
industrial fue racionalizada como sistema lineal, respon- sable de insumo-
producto, con cálculo de costos y ga nancias. Ayudado por la máquina,
el trabajo se estan- darizó. La categoría o calidad de una persona
era de poco valor, mientras pudiese atender la máquina entre diez y doce
horas o más al día. El trabajador anónimo enajenaba una cantidad de trabajo
a la producción in- dustrial. Tal cantidad podía comprarse en un mercado
libre, y era útil al producir cierto número de artículos. La mano de
obra, a diferencia del trabajo, era una en- tidad discréta, cuantificable
dentro de un sistema de contabilidad de producción. Así, la mano de obra
cuan- tificable liberó la acción económica de las considera- ciones no económicas
que antes rodeaban al trabajo, de modo que la racionalidad de la acción
económica pudo prevalecer a través del espacio y el tiempo. En la so-
ciedad burguesa el ascenso de la acción económica ra- cional fundada en
una mano de obra cuantitativa ejer- ció una presión sobre todos los otros tipos
de acción fundados en lealtades a personas, familias, grupos o
estratos.
* P. Mantoux, The Industrial Revolution in the Eighteenth Century, tr. M. Vernon, ed. rev. (Nueva York, 1961), par- te 2, cap. 2; S.
Giedion, Mechanization Takes Command (Nueva York, 1948), pp. 72-127.
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Muy apropiadamente, la percepción de la época re- flejó y trató de ordenar la nueva experiencia de la mano de obra.
En 1763, al comienzo mismo de este periodo, Adam Smith precisó la división
de la mano de obra como el nuevo fenómeno económico. Luego, en La
riqueza de las naciones, publicada en 1776, aisló la acción económica de las
consideraciones de filosofia mo- ral y explicó su funcionamiento por la teoría
del valor- trabajo. Surgió una disciplina autónoma de la economía política,
para explicar la nueva acción económica fun- dada en mano de obra
cuantificable. Después, David Ricardo y John Stuart Mill refinaron esta "ciencia
de- primente". A mediados del siglo XIX Marx derivó su teoría de la plusvalía de
la teoría del valor-trabajo y desplazó la economía política por el
materialismo his- tórico.
Desarrollo fue una palabra nueva en la sociedad bur- guesa, significando "evolución o surgimiento de una condición
latente o elemental", o "el crecimiento y des- envolvimiento de lo que está en
germen".10 Reflejó la nueva experiencia del tiempo como cambio
acumu- lativo. El concepto faltó antes de este periodo. Previa-
mente los cambios temporales se experimentaron como
9 R. Meek y A. Skinner, "The Development of Adam Smith's Ideas on the Division of Labor", Economic Journals, 83 (1973), citado por
G. Wills en New York Review of Books (9 de febrero de 1978), pp. 40-41.
10 Oxford English Dictionary.
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ral en el espacio y el cambio dinámico a través del tiem- po. ¿Cómo podía la misma razón arquimédica, que ex-
plicaba el orden en el espacio, explicar también el cambio a través del
tiempo como surgido necesaria- mente de tal orden? Este fue el problema
de la estática social contra la dinámica social, como se le enfrentaron Auguste Comte
y Herbert Spencer, La dialéctica de una estructura de muchos niveles en
fue propuesta por Marx en el prólogo de 1859 a su
transformación, como
Contribución a la crítica de la economía politica, fue una solución
eminente.
Por una parte el desarrollo reflejó la nueva dinámica de la sociedad
burguesa, Capacitó al burgués a explotar el mundo y creer en el
progreso, Por otra parte la pers- pectiva arquimédica subyacente en tal
concepto objeti- vaba a la vez el espacio y el tiempo, y colocaba al bur-
gués en un mundo sin centro. No podía abarcar la experiencia temporal
vivida entre ahora y entonces, la ex- periencia espacial vivida entre aquí y
allí. En la so- ciedad burguesa había una laguna indecible entre la
subjetividad del ego y la objetividad del mundo. La -realidad misma se
convirtió en producto final de una causación lineal, genética, de modo
que la pregunta "¿Qué es?" fue desdeñada por el conocimiento de "Cómo
surgió". La perspectiva arquimédica tampoco podía comprender la
realidad de otro lugar y otro tiem- po en perspectiva. Lo que en otras
realidades no se podía objetivar y explicar, quedaba estereotipado como
primitivo o exótico. En realidad, "primitivismo" y "exotismo" fueron dos nuevos
intereses de la sociedad burguesa,11 para compensar por la experiencia
alienada del ego burgués.
El concepto del subconsciente como forma específica 11 Ibid.
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14 H. F. Ellenberger, The Discovery of the Unconscious (Nueva York, 1970), caps. 2 y 3; J. H. van der Berg, The Changing
Nature of Man, tr. H. F. Croes (Nueva York, 1961), cap. 3.
15 H. F. Ellenberg, The Discovery of the Unconscious, p. 800.
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El cristianismo medieval formó un mundo heteróclito de instituciones y valores irreconciliables. No poseyó una síntesis. Para los
habitantes de aquel mundo la ins- titucionalización se basaba en la
experiencia particular y personal del socius." Había innumerables socii,
hasta entonces no estratificados, pero no un sentido de la sociedad
en general salvo, tal vez, una participación en el ideal del cristianismo.
Dentro de aquel mundo el campo perceptual predominante estaba
constituido por una cultura de medios informativos oral-quirográficos,
por una jerarquía de los sentidos que daba preferencia al oído y al tacto,
y por un orden epistémico de anago- gía. En aquel mundo la percepción
era, al mismo tiempo, más intensa y dirigida hacia afuera y menos
exacta que la nuestra.
Los burgueses de la Edad Media no rebasaron los límites de este campo perceptual; su visión estaba con- tenida por
ellos. Desde finales del siglo x las ciudades crecieron como centros comerciales.
Pero se trataba, en general, de organizaciones pequeñas y aisladas en una
economía predominantemente rural. Los propios bur- gueses tenían
pocos conocimientos de las prácticas co- merciales, aparte de las
derivadas de información perso-
16 F. Heer, The Medieval World, tr. J. Sondheimer (Cle- veland, 1962), cap. 1.
17 D. Matthew, The Medieval European Community (Lon- dres, 1977), p. 119.
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nalización basada en la
titucionalización medieval del socius. Era una institucio-
jerarquía de las órdenes esta- mentales, en que cada estamento estaba
dividido en categorías y grados. Cada unidad social era un reflejo
microcósmico autocontenido del universo; en conjunto constituían un cuerpo
político.
El campo renacentista de la percepción estaba consti- tuido por una
cultura en transformación, de medios qui- rográficos a medios
tipográficos, aunque con la persis- tencia de una subyacente
oralidad; por un cambio gradual, del hincapié en el oído y el tacto al
hincapié en la visualidad, y por el orden epistémico de similitud. Dentro de
tal campo centripeta, lo que hoy conocemos como el crecimiento
demográfico y económico de fina- les del siglo xv y del xvi no fue percibido
así por sus contemporáneos; en cambio enfocaron el dinero y el pre- cio
como signos correlacionados en un universo esta- ble 23 Y el escolasticismo
ofreció un sistema de teología moral y derecho con el cual juzgar los
fenómenos eco- nómicos como bien público, y no como riqueza per se.24
Los burgueses del Renacimiento se distinguían de la aristocracia y del
campesinado por sus actividades comerciales capitalistas; 25 pero el
campo renacentista de la percepción imitó su racionalidad económica. Para
los burgueses la búsqueda de seguridad era más apremiante que
ningún "espíritu del capitalismo". Habiéndose re- cobrado
recientemente de las crisis del siglo XIV estaban consolidando el orden
de los gremios. En su mayoría se contentaban con tal orden; pocos se
aventuraban más
34 Briggs, "Middle-Class Consciousness in English Politics, 1780-1846", Past and Present, 9, y "The Language of 'Class' in Early Nineteenth-
Century England"; H. Perkin, The Ori- gins of Modern English Society 1780-1880
(Londres, 1969), pp. 26. 177.
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de una comunidad. Dentro de un lugar los miembros de la aristocracia campesina tenían tratos íntimos con quie- nes se
encontraban encima o debajo de ellos. Aquí todo era gobernado por las
costumbres, la precedencia y la genealogía. Este mundo se
caracterizaba por su sen- sibilidad a lo particular o específico, y no a un
prin- cipio o creencia abstracta. Esta sensibilidad ahogaba todo
cálculo racional de cambio. Y la propiedad de la tierra, fundamento económico de
tal mundo, era con- siderada como la base de la posición social y el po- derío
político.
Sin embargo, en el siglo XVII el capitalismo había logrado invadir la economía rural inglesa, haciendo la agricultura más
científica y comercial. De hecho, a me- diados del siglo XIX había una
profesión de administra- ción de la tierra para encargarse de los
negocios de la agricultura. En Francia no había avanzado tanto la
agricultura capitalista; sin embargo, las diferentes po- líticas agrarias de la
Revolución y de la Restauración habían mezclado tan profundamente la
propiedad bur- guesa con la aristocracia que Marx pudo decir: “La
gran propiedad del suelo, pese a su coquetería feudal y a su orgullo de
casta, estaba completamente abur- guesada por el desarrollo de la sociedad
moderna,” 38
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A pesar de todo ello esta incursión del capitalismo no alteró completamente la realidad del mundo de la aristocracia
terrateniente. En acción económica la aristo-
36 F. M. L. Thompson, English Landed Society in the Nineteenth Century (Londres, 1963), p. 158.
37 A. Cobban, "The Middle Class' in France, 1815-48", en France Since the Revolution (Nueva York, 1970), páginas 19-20.
38 K, Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (Ed. Progreso, Moscú), p. 432.
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se encontraba el Dios trascendente y absoluto. El cre- yente, ubicado en el espacio y el tiempo, podía obtener por fe un
acercamiento a Dios y sus designios. En la Edad Media el orden de
anagogía limitaba la raciona- lidad de los burgueses. Ahora, en la sociedad
burgue- sa, el cristianismo tuvo que readaptarse a un mundo
objetivado por la razón burguesa.
la
Las presiones ejercidas sobre el cristianismo condu- jeron siempre a una respuesta litúrgica, porque liturgia,
no la teología, ha sido la forma cristiana fun- damental de expresión que
combina la fe con el culto, dirigiendo al más allá la mirada de toda la
persona. De este modo cuando la realidad religiosa fue amenazada por
valores ajenos, el creyente tuvo que responder en el nivel litúrgico
fundamental. En la sociedad bur- guesa tanto el protestantismo como el
catolicismo res- pondieron de esta manera a las nuevas presiones. El
anglocatolicismo del Movimiento de Oxford constituyó un regreso a la
forma tradicional de culto. Pero la Igle- sia de Inglaterra era tan
evidentemente un producto de la transformación histórica, carente de las
pretensiones sacerdotales y misteriosas de la Iglesia católica, que la
conversión de alguien como John Henry Newman al catolicismo sólo fue
un paso más en este regreso. El ca- tolicismo decimonónico empezó a
prestar mayor aten- ción al sacramento de la Eucaristia. Y ocurrió entonces el
comienzo de un movimiento litúrgico católico. Ade- más una muy
significativa respuesta de la liturgia ca- tólica en ese periodo fue la
proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, en 1854. Para
el creyente, la reafirmación de la veneración de la Virgen María fue una
respuesta necesaria y significativa al frío y mecá- nico mundo de la sociedad
burguesa.
La respuesta litúrgica fue más crucial que tales ac-
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tercio de todos los campesinos franceses seguían sien- do analfabetos, y el porcentaje de quienes dependían de la
palabra oralmente transmitida como fuente básica de conocimiento
indudablemente era muy superior. En este raundo de cultura oral, con
su hincapié en la trans- misión formulaica de técnicas y sabiduría, la
percepción del campesino subrayaba, correspondientemente, lo
es- pecífico, lo perenne.
Durante siglos en el mundo campesino se habían in- filtrado las fuerzas de la tecnología y de la economía mercantil;
pero en el siglo XVIII la revolución agrícola transformó finalmente los
campos. Esto, junto con el movimiento en pro de poner cercados y la
migración demográfica a las ciudades, desafió
las ciudades, desafió la integridad del mundo del campesinado inglés mucho más que la del
campesinado francés. 42 La costumbre y la tradición ru- rales tuvieron
que retroceder ante el avance de la in- novación tecnológica y la
economía de mercado; y sin embargo, sólo el estrato superior del
campesinado logró aprender nuevos modos y abandonar algunos de los
an- tiguos; por cuanto a los demás estratos, la realidad de su mundo se
contrajo. En el núcleo, los campesinos se aferraron tenazmente a aquellas
costumbres y prác ticas que aún sobrevivían al desafío de lo nuevo.
Del interior de esta realidad reducida surgió una descon- fianza
intensificada de todo lo desconocido, marcado todo por una enorme
brecha que separaba a "nosotros" de "ellos", entre lo familiar y lo
nuevo.
Los trabajadores pobres de las ciudades fueron aún más vulnerables que los campesinos. Desarraigados de
El mundo de lo oculto
mitive Rebels (Manchester, 1959), pp. 162-174, y The Age of Revolution, cap. 11;
E. P. Thompson, The Making of the English Working Class (Nueva York, 1963), pp.
418-429, 711-712, 807-832; G. Rudé, The Crowd in History (Nueva York, 1964), pp.
164-191.
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guesa. Y sin embargo también fue afectado por este campo. En la sociedad
estamental de los siglos XVII y xviii los estratos superiores de la
población urbana fue- ron haciéndose más seculares, racionales y tolerantes,
Lo oculto retrocedió a los estratos más bajos y rurales de la sociedad.45 La
tradición renacentista de Hermes Trismegisto y de la Cábala se fue a la
clandestinidad, para reaparecer esporádicamente en conjunción con las
sociedades secretas de los masones y los rosacruces,16 Poco sabemos aún
de las prácticas ocultas en las re- giones rurales remotas durante el
periodo de la sociedad burguesa, aunque podemos suponer que
persistieron desde tiempos anteriores. Pero lo oculto que fue nuevo en
la sociedad burguesa parece haberse originado en los estratos
superiores, urbanos, y no en los estratos in- feriores y rurales de la
sociedad. A comienzos del si- glo XIX las clases superiores en las ciudades,
alienadas por un mundo cada vez más objetivado, abrazaron el
iluminismo y el espiritismo. Ya en la segunda mitad del siglo proliferaba el
interés en lo oculto. Durante los cincuenta y los sesenta Alphonse Louis
Constant hizo renacer la tradición hermética-cabalística con una
19 Véase A. L. Constant, Dogme et rituel de la baute ma- gie (1854-1856), Histoire de la magie, (1860), La clef des grands mystères (1861), La
science des esprits (1865).
50 Véase H. Blavatsky, Isis Unveiled (1877), The Secret Doctrine (1888).
51 E. Howe, The Magicians of the Golden Dawn (Lon- dres, 1972).
52 E. Howe, Astrology (Nueva York, 1968), pp. 21, 72. 53 J. Webb, The Flight
from Reason (Londres, 1971); F. King, Rites of Modern Occult Magic
(Nueva York, 1971).
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prometió peligrosamente la integridad de lo oculto. En la
sociedad burguesa, lo oculto no pudo encontrar fuera de sí mismo un
apoyo perceptual. Y el autodeclarado mago, sin un macrocosmos, no
pasó de ser un falso profeta.
III. LA TEMPORALIDAD
LA EXPERIENCIA del tiempo vivido es distinta Уу más fundamental que la medición mecánica del tiempo por el
reloj. Esta última es impersonal y objetiva, mientras que el tiempo
vivido es personal, además de depender del mundo circundante con el cual
vive el sujeto. Es una Gestalt entre el ritmo de la persona y los
ritmos simbolizados, institucionalizados de tal mundo. Cada quien tiene un
ritmo fisiológico, y diferentes periodos tienen distintos símbolos e
instituciones para llevar el ritmo de la duración. Hay, en efecto, diversos
tipos de tiempo social, sea litúrgico o secular, arquetípico o his tórico,
estacional o mecánico, cíclico o lineal, intersub- jetivo u objetivo. Tras las
dos revoluciones de finales dei siglo XVII, la representación en el
espacio ya no pudo contener la dinámica de la sociedad burguesa.
Dentro del nuevo campo perceptual constituido por la cultura tipográfica,
la supremacía de la vista y el orden del desarrollo en el tiempo, el
tiempo fue subjetivado como una dimensión distinta del espacio. Esta
objetiva- ción del tiempo condujo a otros desarrollos compen- satorios,
relacionados con ella. En este capítulo analizaré nuevas experiencias del
tiempo, distancias del pasado, visiones del futuro, procesos temporales y
dinámica in- manente en la sociedad burguesa.
Antes de este periodo ya se empleaban los relojes. El reloj mecánico fue inventado en la segunda mitad del
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