Literatura Española Apuntes
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Literatura Española Apuntes
0. Introducción
El pensamiento medieval se caracteriza por ser teocéntrico. Toda actividad humana, pero
sobre todo las que tienen que ver con lo estético, están transidas del pensamiento
religioso. Por ello, todo Pantocrátor resume las características de cualquier obra de la
época medieval.
Contextualización
La Edad Media es un período extenso de tiempo que abarca desde la caída del Imperio
Romano en el siglo V hasta la caída de Constantinopla en el siglo XV. El medievo se
divide en dos etapas claramente diferenciadas: la Alta Edad Media y la Baja Edad Media.
La Alta Edad Media es la época que va desde el siglo V hasta el siglo X.
Fundamentalmente a efectos lingüísticos hay una sucesiva degeneración del latín clásico
que se va convirtiendo en el denominado latín vulgar. Por otra parte, a efectos históricos
y políticos, es una época remota protagonizada por las invasiones bárbaras y por el
establecimiento de tres grandes imperios sucesores del dominio romano, es decir, del
carolingio, bizantino y Omeya.
La Baja Edad Media es la época que va desde el siglo XI hasta el siglo XV. En ella se
desarrollan las lenguas romances y hay muchas fuerzas de carácter centrífugo y otras de
carácter centrípetas porque después de la disolución de los imperios, se va asentando un
proceso descentralizador que quita poder a la figura real y sustenta la base del feudalismo
(territorios dominados por señores casi autónomos, independientes, pero que tienen un
cierto respeto a la figura del rey y que con sus mesnadas protegen a sus vasallos y a
cambio de esa protección que les ofrecen desde un punto de vista militar, estos les pagan
unos tributos). Por otra parte, cuando va descayendo el feudalismo, asistimos a la
consolidación de las monarquías, de las figuras de los reyes que empiezan a dominar a
esos señores feudales, los cuales van consolidando sus propios ejércitos y pueden
conseguir dominar o bloquear la fuerza feudal, produciendo el retorno de la
centralización. En España, el mayor ejemplo es el que protagoniza al finales del siglo XV,
los Reyes Católicos. A efectos culturales, hay una moderada expansión de la cultura
eclesiástica universitaria, sobre todo en el caso español a principios del siglo XIII con la
fundación de las universidades (la primera la de Palencia). La fundación de universidades
fue la promotora de un verdadero cambio y una asimilación de saberes que se estaban
llevando a cabo en otros territorios europeos, sobre todo en los italianos que son los que
van a cambiar el mundo verdaderamente porque a la altura del siglo XV, van a ir entrando
aires “humanistas” que van a ser los configuradores del Renacimiento, es decir, de la
época siguiente.
Finalmente, en toda la Edad Media vemos el nacimiento de los idiomas románicos que
son degeneración y contaminación del latín.
La literatura medieval
La literatura medieval española hace referencia al conjunto de obras literarias redactado
en lengua castellana medieval entre principios del siglo XIII y finales del siglo XV. De
hecho, no es hasta esta época que se producen las primeras manifestaciones literarias
en lengua castellana, coincidiendo con esa etapa de la historia en la que se produjo la
Reconquista que llevaron a cabo los cristianos frente a los reinos musulmanes, presentes
desde el siglo VIII en la Península Ibérica.
Desde una perspectiva muy amplia, la literatura medieval se caracteriza por su
clasificación entre la literatura religiosa emanada de la Iglesia y la literatura profana
emanada del pueblo. Además, también se puede hacer una distinción entre literatura
culta y literatura popular. Por un lado, abundan los textos anónimos, especialmente en
la literatura profana, con diversas versiones provenientes de la tradición oral popular; al
principio, sobre todo, la literatura surge de la colectividad y luego se va modificando por
juglares o quienes la transmiten. Sus obras presentan una importante marca de oralidad,
dado que a menudo eran leídas a su audiencia, más que leídas en silencio, y ello se traduce
en un predominio importante del verso, ya que facilita la memorización de las líneas. Por
otro lado, el didactismo fue un rasgo importante en esta literatura, de modo que la
acompañaba un espíritu moralizante y educativo.
1. La poesía lírica
La poesía lírica de la literatura medieval se caracteriza por tener un carácter oral y ser
tradicional. En la Península Ibérica se conforman cuatro núcleos líricos: la lírica
arábigo-andaluza, la gallego-portuguesa, la tradicional castellana y la lírica catalano-
provenzal.
La lírica arábigo-andaluza se desarrolla en la mitad sur de la Península en territorio
mozárabe. La manifestación poética más importante de este grupo es la jarcha. La jarcha
es el testimonio más antiguo de poesía lírica en lengua romance. Son breves
composiciones que se encuentran al final de determinados poemas en árabe o hebreo
llamados moaxajas, desarrollados entre la primera mitad del siglo XI y medio siglo
anteriores a Guilhem de Peitieu. La moaxaja estaba compuesta por varias estrofas de
cinco o seis versos; de estos versos los cuatro o cinco primeros riman entre sí, mientras
que el último o los dos últimos, riman con el último o los dos últimos de las demás
estrofas, en otras palabras, un doble juego de rimas. Es el resultado de una serie de desvíos
de la norma de la poesía árabe clásica, basada en tiradas de largos versos monorrimos
medidos según la cantidad de la sílaba, larga o breve. Se divide en estrofas con versos
cortos y alternancias de rimas, como la poesía románica. El último o últimos versos de la
moaxaja (“adornado con un tipo de cinturón de doble vuelta”) estaba formado por la
jarcha y las rimas del final de todas las estrofas dependían de la rima asonante de la jarcha,
la cual tenía escasa relación temática con el resto de la composición y era introducida de
forma forzada mediante un verbo de lengua. Si la jarcha era anterior a la moaxaja, nos
encontraríamos ante breves muestras de lírica tradicional pretrovadoresca; si son creación
del poeta árabe o hebreo nos hallaríamos ante obras cultas, aunque en lengua romance. El
contenido de estas jarchas suele encerrar el lamento de una mujer enamorada que se duele
por la pérdida, por la ausencia de su amado, aunque expresan un amor gozoso.
La lírica gallego-portuguesa se desarrolla al noroeste de la Península. Es el resultado de
la mezcla de una poesía autóctona y de la tradición cortesana provenzal importada en su
mayor parte. Por lo tanto, se trata de una poesía refinada y cortesana. Tiene su
manifestación principal en la cantiga, que es una composición poética compuesta para
ser cantada. Según el tema que traten podemos distinguir tres tipos: las cantigas de
amigo, de tipo amoroso en las que, generalmente, una joven enamorada canta a la
naturaleza lamentándose por la ausencia de su amado; las cantigas de amor en las que el
amante canta a la amada que se muestra distante provocando un sentimiento de dolor y
de servidumbre hacia la dama, por lo que se observa en ellas la influencia del “amor
cortés” de la literatura provenzal; y, las cantigas de escarnio o maldecir, de tema
humorístico, pues la parodia y la sátira reflejan personalidades y escenarios de la realidad.
La lírica tradicional castellana constituye el núcleo lírico más tardío. Su composición
más representativa es el villancico de amigo, una pequeña canción de dos a cuatro versos
en la que una mujer se lamenta por la pérdida, ausencia o tardanza de su enamorado.
Además de esta composición podemos destacar otros tipos de esta lírica como las
canciones de amor, las canciones de boda, las canciones de serrana de carácter refinado y
cortés o de fuerte elemento erótico y sexual, y las canciones de albada cuyo tema principal
es la separación de los amantes al llegar el alba.
La lírica catalano-provenzal surge a partir del siglo XII, pues en las cortes provenzales
había aparecido un tipo de poesía refinada y cortesana cuyas características eran cantadas
por los trovadores. En esta lírica destaca el tema del amor cortés, es decir, la relación
desigual entre un caballero y una dama de condición social más elevada que homologa,
en forma invertida, la relación vasallática. Dentro de ella, son importantes algunos
géneros como la poesía satírica, la elegía fúnebre o el debate. Algunos de sus autores más
destacados son Guillem de Berguedà, Guillem de Cabestany y Cerverí de Girona.
1.1 La poesía trovadoresca y el Mester de Juglaría
La poesía trovadoresca es el conjunto de las composiciones musicales y poéticas que
nacieron en el siglo XII en el Languedoc, un territorio situado al norte de la Corona de
Aragón y al sur de Francia. Esta poesía era creada por el trovador, una persona culta que
solía pertenecer a la nobleza, pero no siempre era él el que la cantaba, a veces lo hacía un
joglar u otras personas. De hecho, la poesía trovadoresca no está hecha para ser leída, sino
para ser escuchada, recitada de forma oral. El concepto de amor que se refleja en esta
poesía es el amor cortés, pues el poeta se declara el vasallo enamorado de una dama, quien
será como el señor feudal, y le pide que corresponda su amor con un gesto amable. El
lenguaje utilizado era el occitano o provenzal, muy similar al actual catalán.
El Mester de Juglaría nace aproximadamente en el siglo XII, en plena Edad Media, y
tendría vigencia hasta finales de esta etapa, acabando el siglo XV. Su nombre lo recibe
por parte del juglar, persona que recitaba poemas y cantares de memoria, para lo que se
debía de valer de técnicas específicas o usar la improvisación de ser necesario. Tuvo su
principal apogeo durante el siglo XII, antes de tener que rivalizar con el Mester de
Clerecía, mucho más culto y trabajado. La función del juglar era sencilla: entretener a su
público. Para ello, de ser necesario, no solo recitaría, haría cualquier cosa por mantener a
las gentes atentas a sus historias.
2. La épica: El cantar de gesta. El Poema de Mio Cid
La épica medieval española es un género compuesto en verso de carácter narrativo, cuyo
objetivo es la exposición de los sucesos históricos, narrados desde una perspectiva
ficcional. Los primeros textos épicos hispánicos fijados por escrito datan de finales del
siglo XI y principios del siglo XII.
2.1 El cantar de gesta
Es un relato heroico en verso perteneciente a la épica en el que se exaltan las hazañas de
seres superiores cuyo único ideal es la persecución del honor a través del riesgo y del
esfuerzo. Los personajes y los hechos están fuertemente vinculados a la colectividad a la
que van destinados los poemas y su transmisión es oral. Están caracterizados por tener
versos de catorce y dieciséis silabas con cesura y rima asonante.
En torno al origen de los cantares de gesta han surgido varias teorías. El romanticismo
alemán afirmaba que el cantar de gesta era el resultado de la aglomeración de poemas
breves de carácter épico-lírico, una obra colectiva del alma popular. Frente a ello, aparece
la teoría individualista desarrollada por Joseph Bédier y sus discípulos, la cual sostiene
que los cantares se componen mucho después de los hechos que narran y son obra de
poetas cultos, perfectamente individualizados y conscientes de su labor creativa, que
toman los datos de alguna fuente escrita, por lo que, no se compondrían hasta los siglos
XII y XIII. Finalmente, se encuentra la teoría tradicionalista de Menéndez Pidal. Los
cantares de gesta nacen a raíz de los hechos históricos o poco después y no se fijan por
escrito hasta que despiertan el interés del algún hombre culto que los transcribe. Por tanto,
los orígenes de la épica medieval son anteriores a las versiones que se conservan: finales
del s. X o principios del XI.
Dentro de la épica castellana, podemos destacar el Cantar de Mio Cid, Mocedades de
Rodrigo y un centenar de versos del perdido Roncesvalles.
2.2 Poema del Mio Cid
El Poema parte de las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, noble castellano de la segunda
mitad del siglo XI, que conquistó Valencia en 1094 y que murió en 1099. El Poema se
divide en tres cantares, aunque la distribución no es equilibrada. La mitad del Poema se
dedica a narrar las proezas del Cid con gran precisión y un completo retrato del
protagonista. Esta parte comenta el tema del deshonor moral y político del Cid ocasionado
por el destierro injusto, y la rehabilitación gradual del héroe gracias a sus propios
esfuerzos que culminan en la reivindicación total de su honor, juntamente con la conquista
de Valencia y la consecución del indulto real. La otra mitad no incluye prácticamente
escenas bélicas y se centra en las relaciones de los Condes de Carrión con las hijas del
Cid. El Cid sufrirá el descrédito personal y familiar derivado de la afrenta hecha a sus
hijas. Será el rey quien deba solucionar el problema por medio de un tribunal ante el cual
el Cid logrará obtener reparación. La posición de las hijas se realza con nuevos
matrimonios que las hacen, según el poema, reinas de Navarra y Aragón. Por lo tanto, la
acción constituye el elemento que permite la recuperación de la honra y el crédito.
Su superioridad no sólo se muestra en sus cualidades físicas y bélicas, sino que comprende
excelentes dotes de mando, devoción religiosa, preocupación por sus deberes familiares,
vasallaje, conocimiento y observancia de los procedimientos jurídicos, generosidad,
cortesía, astucia y discreción. También representa e idealiza el inquieto espíritu de Castilla
en una época expansionista, en que había tierras que conquistar y fortunas que ganar. El
Cid es un héroe poco común de la epopeya medieval a causa de su motivación práctica y
su humanidad realista. También es insólita su edad, puesto que sólo se narra los últimos
diez años de su vida.
El Poema se conserva en una copia del siglo XIV. En el colofón del manuscrito se dice
que lo escribió Per Abbat en 1207, pero hay muchas dudas puesto que no se sabe con
certeza el sentido del verbo “escribir”, por lo que Abbat podría ser un simple escribano o
el autor del Poema. Por otra parte, en la datación de la edición de Menéndez Pidal hay
dos fechas, una referida al manuscrito y otra al texto; el manuscrito sería del siglo XIV,
mientras que el texto dataría entre 1140 y 1147. Dentro de la teoría de Pidal, Per Abbat es
un escribano, puesto que el cantar de gesta es de autoría colectiva; simplemente transcribe
el texto. Joseph Bédier, por su parte, postula la “tesis individualista” respecto a la creación
del cantar de gesta en lugar de una autoría colectiva. Cuando se volvió a revisar la teoría
de Pidal, a partir de 1952 se recupera la vía de Bédier, por lo que la duda ahora recae en
si el manuscrito conservado es un copia de un manuscrito anterior o no.
3. El Mester de clerecía: Gonzalo de Berceo y el Libro de Buen Amor del Arcipreste
de Hita
Se denomina así la técnica empleada en el siglo XIII mediante la cual los clérigos
pudieron elevar al castellano al rango de lengua literaria. Las características de estas obras
son la toma de algunos elementos de la tradición juglaresca como las apelaciones al
auditorio, epítetos, demanda de benevolencia; la obra es fruto de un autor individual; la
mayor elaboración estilística con el uso de metáforas, símiles y un mayor número de
recursos retóricos; la referencia de textos que sirven como modelo; la intención didáctica,
de ahí la lengua romance que les permite llegar a un público más amplio, sino que también
recurran a técnicas juglarescas; y, el surgimiento de una nueva versificación culta y
regular, la cuaderna vía, estrofa de cuatro versos de rima consonante, de catorce sílabas
con cesura tras la séptima. Mientras el Mester de Juglaría es de tradición oral, es decir, no
se escribe, solo se memoriza y se recita, en el Mester de Clerecía sí que se realizan copias
escritas.
Dentro del Mester de clerecía podemos encontrar diversos géneros, entre los cuales se
encuentra el Roman histórico con obras como Libro de Alexandre o Apolonio e Historia
troyana, vidas de santos como las obras de Berceo y del Beneficiado de Úbeda, la épica
donde destaca el Poema de Fernán González, la literatura gnómica con Proverbios de
Salomón y por último, la didáctica con Castigos y exemplos de Catón.
3.1 Gonzalo de Berceo
Gonzalo de Berceo nació a finales del s. XII (hacia 1196) en Berceo, Logroño. Era un
clérigo vinculado al monasterio de San Millán. Como clérigo, poseía una excelente
formación literaria, obtenida, quizás, en el Estudio General de Palencia entre 1223 y 1236.
Fue formado al amparo de las disposiciones del IV concilio de Letrán (1215-16), que se
aplican en Castilla a partir de 1228, destacando la reforma de la conducta y la formación
del clero. Este concilio también había aprobado la cruzada contra la “herejía” cátara.
Dentro de sus trayectoria literaria podemos distinguir tres clases de obras: las obras
religiosa o vidas de santos como La vida de San Millán o La vida de Santo Domingo de
Silos; las obras marianas como Loores de Nuestra Señora o Milagros de Nuestra Señora;
y, las obras doctrinales o litúrgicas como El sacrificio de la misa o Signos que aparecerán
antes del juicio.
Entre todas las obras nombradas anteriormente, es necesario recalcar la importancia de
Milagros de Nuestra Señora. Debemos inscribir esta obra dentro de la corriente del culto
a la Virgen María en la Edad Media, en la tradición literaria de los milagros marianos.
Esta obra cuenta con una introducción alegórica que constituye la base organizadora del
conjunto de milagros. La clave de la alegoría permite apreciar la historia de la caída del
Hombre y su salvación por la intercesión de María. Está compuesta por veinticinco
relatos. Cada milagro tiene una unidad de significado, un valor autónomo por sí mismo;
sin embargo, hay numerosos rasgos formales y temáticos que contribuyen al carácter
homogéneo de cada uno de ellos. El orden del relato no tiene ninguna alteración y hay
tanto milagros de premio como de perdón. El dónde, cuándo, y a quién sucede la historia
ocupa las primeras estrofas o versos. Aunque, en ocasiones, también deja sus historias en
un espacio ambiguo. Esta inconcreción, también temporal, acentúa su posible
actualización en cualquier caso. Se presenta inmediatamente al protagonista,
generalmente único o doble, pero abundan los personajes insignificantes. La tensión del
relato suele partir de las cualidades bipolares de los protagonistas. A un común rasgo de
devoción mariana, a veces oponen una tendencia al pecado o unas condiciones negativas.
A partir de la segunda mitad del siglo XI empiezan a reunirse colecciones de milagros de
la Virgen. Pero es en los siglos XII y XIII cuando se produce un aumento considerable de
estas colecciones. Entre los autores de colecciones podemos subrayar a Gautier de Coinci
con Miracles de Notre Dame, Jean Le Marchant y Livre des miracles de Notre Dame des
Chartres o Bonvesin de la Riva. El objetivo de estas es rendir culto a la Virgen y entretener
a los peregrinos con la finalidad de mostrar la universalidad del poder de María.
3.2 El Libro de buen amor
Es la obra en la que confluyen casi todas las tradiciones literarias medievales, de ahí su
gran importancia. En ella se recogen una serie de narraciones en verso que muestran el
mal amor mundano frente al buen amor divino. Esta obra cuenta con catorce versos de
amor de diversa proporción que se hallan distribuidos en grupos o unidades jalonadas por
otros episodios o digresiones, generalmente, de carácter grave y doctrinario que se
articulan unitariamente a través de un yo protagonista, pero realmente es una falsa
autobiografía amorosa. Estas aventuras están encaminadas siempre a la conquista de
alguna dama con la ayuda de una vieja alcahueta de nombre Trotaconventos. Todas estas
andanzas terminan mal para el protagonista que no logra su objetivo las más de las veces;
cuando lo consigue la historia termina en tragedia y muerte de los protagonistas, que
recuerda a la brevedad de la vida y la fugacidad de los placeres mundanos. Dicho así,
pudiera parecer una obra moralista y didáctica al estilo de los ejemplos medievales, pero
El Libro de Buen Amor está plagado de un humor pícaro, de una sutileza erótica y de
sensualidad. El tono cómico, vital y desenfadado es un mecanismo para enseñar
deleitando. Entre estas aventuras nos encontramos coplillas, cantares o loores a la Virgen
María la cual es reverenciada como la figura de amor supremo que solo puede lograrse
con las buenas obras.
En esta obra aparecen dos arciprestes: el arcipreste protagonista, aristotélico heterodoxo
que deduce haber nacido bajo el signo de Venus y que se deja arrastrar por las incitaciones
de la lujuria; el segundo es el arcipreste didáctico que acude a la escritura para advertir
sobre el “loco amor” y catequizar a su público. Si con las andanzas del primero “alegra
los cuerpos” con las del segunda “presta a las almas”.
Sobre la datación del texto sólo poseemos las fechas de los manuscritos (1330 y 1343) y
la alusión verosímil a don Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo entre 1337 y 1350, que
habría castigado al autor Juan Ruiz, arcipreste de Hita.
4. La prosa castellana medieval
Las primeras manifestaciones de la prosa romance aparecen con notable retraso respecto
a la poesía. Las muestras más tempranas en castellano datan de finales del siglo XII.
Conviene tener en cuenta que hasta el siglo XIII la lengua utilizada por la minoría culta
era el latín. Las primeras manifestaciones de prosa en castellano son sobre todo crónicas
y textos históricos. Además de las obras históricas, en el siglo XIII destacan las obras
promovidas por Alfonso X el sabio y la literatura didáctica, especialmente las colecciones
de cuentos. La narrativa de los siglos XIV y XV se diversifica. Las colecciones de cuentos
y la literatura didáctica alcanzan su apogeo en el siglo XIV con El conde Lucanor de Don
Juan Manuel. En el siglo XV triunfan dos géneros característicos de la literatura de
evasión: la novela de caballerías y la sentimental.
4.1 Alfonso X y la Escuela de Traductores de Toledo
Por su significación cultural, merece destacarse la importantísima labor ejercida por la
Escuela de Traductores de Toledo. Esta ciudad, reconquistada en 1085 y modelo de
convivencia pacífica entre judíos, musulmanes y cristianos, pronto se convirtió en uno de
los centros de cultura más importantes de Europa gracias a la ETT, a la que acudían
eruditos de toda Europa. Fue fundada en el siglo XII por el arzobispo Don Raimundo y
continuó su labor en el siglo XIII bajo la supervisión de Alfonso X. Gracias a la labor de
la ETT se recuperaron obras griegas a partir de traducciones al árabe o al hebreo que de
otra forma se habrían perdido para el mundo occidental. En estos trabajos participaban
cristianos, musulmanes y judíos. No se hacía una traducción directa del árabe al latín,
sino que intervenía un equipo de dos expertos. Un judío o un árabe se encargaba de
traducir la lengua semítica al romance, que era la única común a todos, y un cristiano la
vertía al latín.
Bajo Alfonso X Toledo se convirtió en un centro cultural de primera magnitud, afianzando
la espléndida tradición de la ETT. La innovación de Alfonso X radica en que el objetivo
de las traducciones no es la versión latina, sino la castellana. Sigue el mismo método
toledano del equipo de dos, pero ahora con un conocedor experto en lengua oriental y
otro del castellano.
4.2 Las Crónicas. El Canciller Pedro López de Ayala
Pedro López de Ayala (1332-1407), con título nobiliario de canciller de Castilla, fue, junto
a don Juan Manuel (1282-1348), uno de los padres de la prosa literaria en castellano. Esta,
como ya hemos dicho antes, había avanzado mucho con Alfonso X el Sabio, en el sentido
de haber sido fijada ortográficamente y haber aumentado su prestigio como lengua de la
cancillería, válida para los documentos de rango real, pero no alcanzó el estatuto de
literaria hasta el siglo XIV, con los autores citados.
Entre las obras históricas del siglo XIV desatacan las del canciller Pedro López de Ayala,
pues sus crónicas son mucho más atractivas que las precedentes, ya que anima el relato
rompiendo la monotonía mediante diversas técnicas narrativas y recursos retóricos.
Además del retrato físico de los personajes, nos ofrece un sutil análisis psicológico de su
conducta. López de Ayala es autor de una de las últimas y más importantes obras en las
que se utiliza la cuaderna vía del siglo XIV: el Libro rimado de Palacio.
4.3 La narrativa de ficción: Don Juan Manuel y El Conde Lucanor
Don Juan Manuel (1332-1407), sobrino del rey Alfonso X, escribió El conde Lucanor,
una obra didáctica que, junto al Libro de Buen Amor, del arcipreste de Hita, constituye la
cumbre literaria del siglo XIV. Es una colección de cincuenta cuentos, que proceden de
la tradición clásica y oriental. En cada cuento, el conde es instruido por su criado,
Patronio. Las enseñanzas morales de este libro abogan por una actitud práctica ante la
vida, a servirse de la astucia, la cautela y la inteligencia. Don Juan Manuel no sólo utiliza
un material preexistente, sino que le da una forma personal, su estilo propio, en busca de
la claridad y la precisión. Aun así, este «manual de autoayuda» medieval relaciona las
actividades mundanas con las espirituales. Además de considerar lícita la preocupación
por la riqueza, se defiende la doctrina medieval de que para ganar el cielo cristiano se
deben realizar en vida las obligaciones propias del estamento al que se pertenece: en este
caso los nobles deben hacer la guerra.
En el siglo XIV aparece un nuevo género literario, llamado a tener una importancia cada
vez mayor en la historia literaria: la novela. Las primeras manifestaciones de este género
son los libros de caballería y la novela sentimental que representan la literatura de evasión.
Los libros de caballerías exaltan los ideales caballerescos en un momento en que la
nobleza abandona sus antiguos hábitos y se hace cortesana. Gusta entonces de una
literatura distinta, más refinada e idealizadora. Surge así el héroe galante, cuyo único
móvil es la defensa de la justicia y el servicio a su dama. La combinación de aventuras
fantásticas y lirismo dio a estas obras una extraordinaria popularidad, coincidiendo con
un notable aumento del público lector.
En la novela sentimental, aunque adopta temas caballerescos, las aventuras se subordinan
al análisis del sentimiento amoroso, que es el auténtico eje del relato. En estas narraciones
no hay episodios fabulosos: en el protagonista lo esencial no es el esfuerzo heroico, sino
el convertirse en un perfecto modelo de amadores y afrontar todos los riesgos que se
crucen en su camino mostrándose siempre leal a su dama. La trama está presidida por un
tono lírico, introspectivo e incluso quejumbroso que desemboca a menudo en el suicidio
de los amantes. Como toda literatura de evasión, la acción se desarrolla en lugares
remotos y extravagantes. Estas novelas suelen ser breves, lentas (pocos diálogos y
muchos monólogos) y de estilo artificioso.
5. Los grandes poetas del siglo XV y la poesía del Cancionero
Durante la primera mitad del siglo XV, aparecen los cancioneros. Se trata de una antología
o colección de textos líricos, acompañados por la notación musical correspondiente
pertenecientes a diversos autores. Se trata de una poesía culta y de palacio y que recibe el
nombre de poesía cortesana o de cancionero. Sus temas pertenecen al amor cortés, se
suele vincular a la fatalidad, pues la dama ignora al pretendiente o se trata de una mujer
casada que no puede corresponderlo. Son composiciones breves y con cierto toque
artificioso y frío en su expresividad. La identidad de la amada es anónima y se la identifica
mediante metáforas.
Los cancioneros más importantes son el Cancionero de Baena, el Cancionero de Estúniga,
el Cancionero General y el Cancionero de Palacio. Dentro del Cancionero General, que
es la más amplia muestra de la lírica del siglo XV, se reúnen los principales poetas
cortesanos del siglo XV son el Marqués de Santillana y Juan de Mena, que escribieron
durante el reinado de Juan II, y Jorge Manrique, cuya obra en gran medida se inscribe
dentro del reinado de Enrique IV.
5.1 Marqués de Santillana y los Sonetos fechos al itálico modo
Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, es una de las figuras del
prerrenacimiento español; en efecto, su trayectoria literaria transita entre lo medieval y
las primeras formas renacentistas que provenían, básicamente, del ámbito italiano.
Los Sonetos fechos al itálico modo constituyen la primera representación amplia y
elaborada de sonetos en lengua castellana, y la primera confeccionada fuera de Italia. Sus
sonetos suelen tener rima alterna en los cuartetos (ABAB-ABAB), y en los tercetos siguen
el esquema CDC-CDC, o, a veces, CDE-CDE. Los hay de distinto contenido: amor cortés,
político, religioso, y otros. Más allá de sus aspectos formales, el Marqués de Santillana
introdujo las formas italianas en la lengua castellana. Adapta así las estrofas a los modelos
expresivos y a los sentimientos de la España de su tiempo.
5.2 Juan de Mena y Las trescientas
Juan de Mena (1411-1456) compuso su Laberinto de Fortuna con el propósito político
de conseguir apoyo regio para don Álvaro de Luna, su protector. Su argumento es
tradicional y se incluiría en la llamada poesía alegórico-dantesca, inspirada por el tono
alegórico plagado de símbolos de La Divina Comedia. El poeta, raptado por la diosa
Belona (la Providencia), llega al palacio de la Fortuna, donde contempla toda la Tierra y
como se decide su destino, regido por tres ruedas, dos inmóviles -la del pasado y la del
futuro-, y una en continuo movimiento -la del presente. Lo más destacado del Laberinto
se encuentra en su lengua poética y en su estilo. Mena deseaba elevar el castellano a la
misma altura que el latín y dotarlo de categoría de lengua poética. De ahí la artificiosidad
de su estilo y su sintaxis y vocabulario latinizante. También en el tratamiento del tema se
anuncia ya un naciente humanismo.