Movimientos Sociales Siglo XXI-15-17

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INTRODUCCIÓN

LA DÉCADA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


Con el levantamiento zapatista en el suroeste mexicano el 1 de enero
1994, se inicia un nuevo siglo para los movimientos sociales, los que
ya no corresponden a la tipología de “nuevos” o “viejos” movimientos.
A partir de la mitad de la década de 1990, surge una ola de movimien-
tos globales que forman el movimiento altermundialista y que está
marcado por una contestación del neoliberalismo por parte de redes
de intelectuales comprometidos y, sobre todo, por una regeneración
de los movimientos indígenas y campesinos. Como sociólogo, he de-
dicado los diez primeros años de mi vida de profesional a entender
mejor este movimiento y las culturas activistas que lo animaban.1
Una nueva etapa se inició a partir de 2011, con antecedentes desde
la crisis financiera y económica de 2007-2008. En diciembre de 2011, la
revista semanal estadounidense The Time eligió un manifestante como
persona del año. Desde 2011 y hasta la fecha, no pasa una temporada
sin que movilizaciones masivas de ciudadanos reclamando más de-
mocracia en países de varios continentes tomen la escena pública. Di-
chas movilizaciones retomaron las luchas del altermundialismo y una

1 Los capítulos 2, 3 y 6 de este libro resumen las principales propuestas analíticas


que resultaron de estas investigaciones.

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Geoffrey Pleyers

parte de sus formas de acción, pero también encarnaron una nueva


etapa, con una reconfiguración de las modalidades de acción y otras
respuestas a la eterna pregunta de los movimientos sociales: ¿Cómo
cambiar el mundo? Esta nueva generación de activistas se puso en
movimiento con sus experiencias de vida, con su híper-conectividad,
con sus sueños y sus demandas de una vida más digna y de un mundo
menos desigual y más democrático.
Los alter-activistas de los años 2010 se lanzaron a la batalla por
un mundo mejor en un contexto histórico particular y enfrentaron
fuerzas que fueron ampliamente subestimadas al inicio de la década.
Siete años después del inicio de una ola global de movimientos socia-
les a favor de la democracia, el panorama político y social está lejos
de las esperanzas democráticas que movilizaron a millones de ciuda-
danos. No solo los movimientos progresistas no lograron derrocar a
los poderes a los que se oponían, sino que estamos frente a un forta-
lecimiento de la represión, del autoritarismo y del conservadurismo.
Con este cambio de coyuntura, surge otra ola de cuestionamiento de
las perspectivas sobre los movimientos sociales que se habían llena-
do de optimismo al ver surgir tantos actores progresistas. El fenóme-
no anterior no invalida la centralidad de los movimientos sociales en
esta década de 2010, pero nos recuerda que no podemos enfocarnos
analíticamente solo en los actores progresistas, sino que también es
fundamental incluir mejor a los actores conservadores y a los actores
que promueven el capitalismo financiero global entre los movimientos
sociales que estudiamos.

ALTER-ACTIVISTAS
Este libro se enfoca en una cultura activista particular, que ha sido
el núcleo de los mayores actores del altermundialismo, de los nue-
vos movimientos ecologistas y de la ola global de movimientos que
surgieron en todos los continentes en esta segunda década del siglo
XXI: la cultura “alter-activista”. Coloca la experiencia vivida y la éti-
ca en el corazón del compromiso. La relación consigo mismos está
en el corazón de estas formas de compromiso, al mismo tiempo que
sostienen una búsqueda de coherencia en los valores. Son animados
por un rechazo de asumir modelos dominantes, sean de los cánones
de la sociedad del consumo o de los marcos de las organizaciones
clásicas de la sociedad civil. El alter-activismo no es solamente un de-
seo de cambiar la sociedad, sino que el activista se construye también
como una persona transformando la sociedad. Es, por lo tanto, una
forma de compromiso altamente personalizado pero muy solidario.
Los alter-activistas están conectados por las redes socio-digitales y por
resonancias globales y, a la vez, se encuentran muy activos en el nivel

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Introducción

local, ya que esto les permite implementar alternativas concretas. A su


vez, valoran y defienden la experiencia vivida frente a los poderes del
capital y del consumismo y, por tanto, consideran el cambio como un
proceso de experimentaciones creativas donde los actores tienen que
implantar sus valores de horizontalidad, igualdad y creatividad en ac-
tos concretos y “prefiguran” otros mundos posibles. Se trata de poner
sus valores en práctica.
El alter-activismo se expresa tanto en el espacio público como
en la vida cotidiana, en el modo de pensar, de vestirse, de comer, de
relacionarse con los demás. Establecen no solamente otras formas de
hacer la política, sino también de trabajar, de producir y de consumir,
frente a aquellas de las élites políticas y económicas. Plantean otras
formas de conectarse con los otros, menos basadas en el estatus y las
jerarquías y más en un encuentro personal, “de persona a persona”,
como dicen. Por lo tanto, para entender esta cultura activista, tene-
mos que superar dos dicotomías: entre la construcción de sí mismo y
el activismo y entre la vida privada y la vida pública. El compromiso
político no se limita a una esfera “política”. Requiere actuar de ma-
nera consistente con sus valores no solo en las protestas y los actos
políticos, sino también en la vida cotidiana, en su manera de comprar
(o no comprar), desplazarse o relacionarse con los demás.
El alter-activismo no es una identidad, ni un término utilizado
por los actores, es una cultura activista, entendida como una visión
del mundo, del cambio social y del movimiento y las maneras de or-
ganizarse, de nombrar al adversario y de estar en el mundo que son
consistentes con esta perspectiva. En el mapa de los actores sociales
contemporáneos, la cultura alter-activista se sitúa entre las corrientes
anarquistas y las formas de militantismo en organizaciones más clási-
cas, tales como asociaciones civiles, ONG, sindicatos y partidos políti-
cos. Estos “alter-activistas” son mucho más que actores que se acercan
a los “neo-anarquistas” o “futuros actores de la sociedad civil”: son
actores del mundo contemporáneo, productos de sus transformacio-
nes recientes (globalización, tecnologías digitales, individuación, etc.)
pero también productores de sus vidas, de sus sociedades y de nuestro
mundo compartido. Por consiguiente, para llamar la atención sobre
las especificidades de esta cultura activista específica, empleo desde
2004 el neologismo “alter-activistas”. El término subraya a la vez una
proximidad con una parte del movimiento altermundialista y la idea
de “otra manera” de ser activista.

UNA PROPUESTA ANALÍTICA Y EPISTEMOLÓGICA


Los capítulos de este libro fueron publicados en revistas y en libros en
diferentes países de América Latina a lo largo de los últimos diez años,

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