Miguel Hernadez

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Un carnívoro cuchillo

Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.

Rayo de metal crispado


fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.

Mi sien, florido balcón


de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud


del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.

Recojo con las pestañas


sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.

¿A dónde iré que no vaya


mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor


de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,


ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue cuchillo,


volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.
Este poema pertenece al libro El rayo que no cesa que viola luz el 24 de enero de 1936 y fue
editado en la colección Héroes al cuidado de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. Consta de
treinta poemas con un curioso esquema simétrico que da un equilibrio y una cohesión
admirables en la obra. Veintisiete de estas composiciones son sonetos y sólo los poemas 1,15 y
29 responden, respectivamente, al modelo métrico de la redondilla, la silva y los tercetos
encadenados.

En este libro de eminente temática amorosa. Hernández, que ha asimilado las lecturas de
Quevedo y Garcilaso (también las de Aleixandre y Neruda), llega a una maduración íntima del
concepto del amor como destino trágico del hombre, pero la hace formulando su personal
historia amorosa a modo de cancionero dentro de una tradición cortesano-petrarquista que
hará suya al intensificarla con su fuerza expresiva. Para ello pondrá a su servició un complejo
cuadro de imágenes y símbolos como el cuchillo, el rayo, el toro, el fuego… Pero también
estamos ante el libro de una crisis estético-ideológica debido a los significativos cambios que
han tenido lugar en la vida del poeta; crisis de identidad que implica al hombre y al escritor en
sus manifestaciones amorosas y políticas.

Biografía

Infancia, adolescencia y primeros poemas

En Orihuela, un pequeño pueblo del Levante español, rodeada del oasis exuberante
de la huerta del Segura, nació Miguel Hernández el 30 de octubre de 1910. Hijo de
un contratante de ganado, su niñez y adolescencia transcurren por la aireada y
luminosa sierra oriolana tras un pequeño hato de cabras. En medio de la naturaleza
contempla maravillado sus misterios: la luna y las estrellas, la lluvia, las
propiedades de diversas hierbas, los ritos de la fecundación de los animales. Por las
tardes ordeña las cabras y se dedica a repartir la leche por el vecindario. Sólo el
breve paréntesis de unos años interrumpe esta vidad para asistir a la Escuela del
Ave María, anexa al Colegio de Santo Domingo, donde estudia gramática,
aritmética, geografía y religión, descollando por su extraordinario talento. En 1925,
a los quince años de edad, tiene que abandonar el colegio para volver a conducir
cabras por las cercanías de Orihuela. Pero sabe embellecer esta vida monótona con
la lectura de numerosos libros de Gabriel y Galán, Miró, Zorrilla, Rubén Dario, que
caen en sus manos y depositan en su espíritu ávido el germen de la poesía. A veces
se pone escribir sencillos versos a la sombra de un árbol realizando sus primeros
experimentos poéticos. Al atardecer merodea por el vecindario conociendo a
Ramón y Gabriel Sijé y a los hermanos Fenoll, cuya panadería se convierte en
tertulia del pequeño grupo de aficionados a las letras. Ramón Sijé, joven estudiante
de derecho en la universidad de Murcia, le orienta en sus lectura, le guía hacia los
clásicos y la poesía religiosa, le corrige y le alienta a proseguir su actividad
creadora. El mundo de sus lecturas se amplía. El joven pastor va llevando a cabo un
maravilloso esfuerzo de autoeducación con libros que consigue en la biblioteca del
Círculo de Bellas Artes. Don Luis Almarcha, canónigo entonces de la catedral, le
orienta en sus lecturas y le presta también libros. Poco a poco irá leyendo a los
grandes autores del Siglo de Oro: Cervantes, Lope, Calderón, Góngora y Garcilaso,
junto con algunos autores modernos como Juan Ramón y Antonio Machado. En el
horno de Efén Fenoll, que está muy cerca de su casa, pasa largas horas en
agradable tertulia discutiendo de poesía, recitando versos y recibiendo preciosas
sugerencias del culto Ramón Sijé que acude allí a visitar a su novia Josefina Fenoll.
Desde 1930 Miguel Hernández comienza a publicar poemas en el semanario El
Pueblode Orihuela y el diario El Día de Alicante. Su nombre comienza a sonar en
revistas y diarios levantinos.

Primer viaje a Madrid y Perito en lunas

Poseído por la fiebre de la fama, en diciembre de 1931 se lanza a la conquista de


Madrid con un puñado de poemas y unas recomendaciones que al fin de nada le
sirven. Aunque un par de revistas literarias, La Gaceta Literaria y Estampa, acusan
su presencia en la capital y piden un empleo o apoyo oficial para el "cabrero-poeta",
las semanas pasan y, a pesar de la abnegada ayuda de un puñado de amigos
oriolanos, tiene que volverse fracasado a Orihuela. Pero al menos ha podido tomarle
el pulso a los gustos literarios de la capital que le inspiran su libro
neogongorino Perito en lunas (1933), extraordinario ejercicio de lucha tenaz con la
palabra y la sintaxis, muestra de una invencible voluntad de estilo. Tras este
esfuerzo el poeta ya está forjado y ha logrado hacer de la lengua un instrumento
maleable. En Orihuela continúa sus intensas lecturas y sigue escribiendo poesía.
También sus amigos le preparan alguna actuación en público. En el Casino de
Orihuela recita y explica su "Elegía media del toro". Otra vez, en abril de 1933, es
en Alicante donde interpreta la misma elegía después de una docta charla de
Ramón Sijé sobre Perito en lunas. La prensa local se hace eco del acontecimiento
literario alimentando en el joven poeta el ansia y sed de celebridad.

Segundo viaje a Madrid

Un día, al salir de su trabajo, en una notaría de Orihuela, conoce a Josefina Manresa


y se enamora de ella. Sus vivencias van hallando formulación lírica en una serie de
sonetos que desembocarán en El rayo que no cesa (1936). Las lecturas de Calderón
le inspiran su auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que
eras, que, publicado por Cruz y raya, le abrirá las puertas de Madrid a su segunda
llegada en la primavera de 1934. Allí se mantiene con un empleo que le ofrece José
María de Cossío para recoger datos y redactar historias de toreros. En Madrid su
correspondencia amorosa no se interrumpe y la frecuente soledad inevitable en la
gran ciudad le hace sentir nostalgia por la paz e intimidad de su Orihuela. Las
cartas abundan en quejas sobre la pensión, rencillas de escritores, intrigas, el ruido
y el tráfico. Así es que en cuanto le es posible vuelve a su pueblo para charlar con
los amigos, comer fruta a satisfacción y bañarse en el río. Aunque lentamente, va
creándose en Madrid su círculo de amigos: Altolaguirre, Alberti, Cernuda, Delia del
Carril, María Zambrano, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda. Entre ellos trata de
vender algunos números de la revista El Gallo Crisis, recién fundada por Ramón
Sijé, pero tienen que constatar que ésta no gusta a muchos de sus nuevos amigos.
Neruda se lo confiesa abiertamente: "Querido Miguel, siento decirte que no me
gusta El Gallo Crisis. Le hallo demasiado olor a iglesia, ahogado en incienso".
Ramón Sijé teme perder a su gran amigo para sus ideales neocatólicos, pero pronto
tienen que constatar que el ambiente de Madrid puede más que los ecos de la
lejana Orihuela. Pablo Neruda insiste en sus ingeniosos sarcasmos anticlericales:
"Celebro que no te hayas peleado conEl Gallo Crisis pero esto te sobrevendrá a la
larga. Tú eres demasiado sano para soportar ese tufo sotánico-satánico". Si Ramón
Sijé y los amigos de Orihuela le llevaron a su orientación clasicista, a la poesía
religiosa y al teatro sacro, Neruda y Aleixandre lo iniciaron en el surrealismo y le
sugirieron, de palabra o con el ejemplo, las formas poéticas revolucionarias y la
poesía comprometida, influyendo, sobre todo Neruda y Alberti, en la ideología social
y política del joven poeta provinciano. Superada esta crisi, Miguel Hernández es ya
un poeta hecho y comienza a crear lo más logrado y genial de su obra.

La Guerra Civil

El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 le obliga a tomar una decisión. Miguel
Hernández, sin dar lugar a dudas, la toma con entereza y entusiasmo por la
República. No solamente entrega toda su persona, sino que también su creación
lírica se trueca en arma de denuncia, testimonio, instrumento de lucha ya
entusiasta, ya silenciosa y desesperada. Como voluntario se incorpora al 5є
Regimiento, después de un viaje a Orihuela a despedirse de los suyos. Se le envía a
hacer fortificaciones en Cubas, cerca de Madrid. Emilio Prados logra que se le
traslade a la 1Є Compañía del Cuartel General de Caballería como Comisario de
Cultura del Batallón de El Campesino. Va pasando por diversos frentes: Boadilla del
Monte, Pozuelo, Alcalá. En plena guerra logra escapar brevemente a Orihuela para
casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que
marchar al frente de Jaén. Es una vida agitadísima de continuos viajes y actividad
literaria. Todo esto y la tensión de la guerra le ocasionan una anemia cerebral
aguda que le obliga por prescripción médica a retirarse a Cox para reponerse.
Varias obritas de Teatro en la guerra y dos libros de poemas que han quedado como
testimonio vigoroso de este momento bélico: Viento del pueblo (1937) y El hombre
acecha (1939).

El poeta en la cárcel

En la primavera de 1939, ante la desbandada general del frente republicano, Miguel


Hernández intenta cruzar la frontera portuguesa y es devuelto a las autoridades
españolas. Así comienza su larga peregrinación por cárceles: Sevilla, Madrid. Difícil
imaginarnos la vida en las prisiones en los meses posteriores a la guerra.
Inesperadamente, a mediados de septiembre de 1939, es puesto en libertad.
Fatídicamente, arrastrado por el amor a los suyos, se dirige a Orihuela, donde es
encarcelado de nuevo en el seminario de San Miguel, convertido en prisión. El poeta
-como dice lleno de amargura- sigue "haciendo turismo" por las cárceles de Madrid,
Ocaña, Alicante, hasta que en su indefenso organismo se declara una "tuberculosis
pulmonar aguda" que se extiende a ambos pulmones, alcanzando proporciones tan
alarmantes que hasta el intento de trasladarlo al Sanatorio Penitenciario de Porta
Coeli resulta imposible. Entre dolores acerbos, hemorragias agudas, golpes de tos,
Miguel Hernández se va consumiendo inexorablemente. El 28 de marzo de 1942
expira a los treinta y un años de edad.

Comentario del poema


El poema lírico tiene varias lecturas pues aparece un “yo” y un
“tú” que pueden referirse a varias personas, pero también una
lectura posible del tema del poema es: La amenaza constante
del dolor amoroso es vencida finalmente por la muerte. En las
primeras estrofas el cuchillo (del dolor amoroso) va revoloteando
e hiriendo al poeta. Su juventud ya ha pasado y ya ha llorado. No
hay escapatoria ni salida, porque el “tú” del poema, el amor que
siempre es doloroso y al que se dirige el poema, tiene objetivos
distintos. La lucha es titánica y parece interminable, pero no
llegará más allá de la muerte. El poeta invita al cuchillo-amor a
perseverar, algún día todo será sólo recuerdo amarillento.

La obra son nueve cuartetas octosílabas con rima consonante


abab, cdcd... El contenido se puede dividir en dos partes: la que
presenta la amenaza constante del amor doloroso, y una
segunda, que se inicia con una pregunta retórica “¿A dónde iré
que no vaya/ mi perdición a buscar?” que acaba con la victoria
del poeta sobre el amor y su petición de que continúe hiriéndole.

El lenguaje está lleno de imágenes poderosas como la


personificación del “carnívoro cuchillo”, la herida amorosa que es
a la vez “dulce y homicida”, o el nido que es la herida del amor
en el costado. El rayo que es luminoso, peligroso y fugaz como
lo es el amor. Cuando el poeta dice: “Recojo con las pestañas
/sal del alma y sal del ojo”, con esa sal se está refiriendo a las
lágrimas, producto de nuestro sentimiento y del ojo. Los destinos
del amor y del poeta son diferentes ya que uno quiere la playa
refiriéndose a la seguridad el otro prefiere la aventura y el riesgo
que supone el mar.

Podemos concluir diciendo que el simbolismo potente que tiene


este poema golpea al lector. El amor es doloroso aunque el
poeta quiere que continúe y se lo dice directamente en la último
cuarteta “sigue”.

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