Retorno A Magerit 1214304

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CONCHA ZARDOYA

Nació en Valparaíso (Chile) el 14 de noviembre


de 1914, en un hogar español por los cuatro costa­
dos. En junio de 1932 se trasladó a España —solar de
sus raíces—, residiendo en Zaragoza, Barcelona y,
finalmente, en Madrid. Descendiente de navarros y
de cántabros, se siente vinculada a esta ciudad y a
Castilla, con cuyo espíritu se halla hondamente com­
penetrada, aunque ama todas las tierras españolas,
sus paisajes, sus ciudades y pueblos, además de sus
gentes. En su vasta producción lírica hay poemas
que acreditan todas las variadas formas de este amor
por España.
Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, estudios que
interrumpió la guerra civil y que —a causa de una dolorosa posguerra—
reanudó tardíamente en 1947 como estudiante libre, licenciándose en Filolo­
gía Moderna en 1948. En este mismo año se trasladó a Estados Unidos,
enseñando Literatura Española en la Universidad de Illinois, al tiempo que
obtenía su doctorado. “España en la poesía americana” fue el título de su
tesis doctoral. Durante estos años escribió también una Historia de la Literatura
Norteamericana: 1607-1950 (Editorial Labor, Barcelona, 1956). A partir de
entonces, enseñó en las Universidades de Tulane, Yale, California, Barnard-
Columbia, Indiana y Massachusetts. En 1977 regresó a España defini­
tivamente.
Con Retorno a Magerit, el quehacer poético de Concha Zardoya suma ya
diecinueve obras publicadas. La guerra civil española, al afectarla trágica­
mente, contribuyó de un modo decisivo a su despertar poético. “Hora de
España” publicó en 1938 dos de sus primeros poemas y “Adonais” su primer
libro —Pájaros del Nuevo Mundo— en 1946 y en 1947 concedió un accésit de
su premio a Dominio del llanto. “La Colección Ifach de Poesía" (Alicante)
premió también con un accésit su libro Los signos (1954). En 1955 obtuvo el
premio “Boscán” con su obra Debajo de la luz, <jue apareció en 1959. El
corazón y la sombra mereció el premio “Fémina 1975 ’, y Ritos, cifras y evasiones,
el premio “Café Marfil de Elche 1980”. En el concurso “Hernández Cata de
1949” (La Habana), consiguió la primera mención honorífica con su cuento
“Historia de una caja”. Como cuentista ha publicado trece volúmenes con el
seudónimo “Concha de Salamanca” (1942-1946).
Tradujo las Hojas de hierba y gran parte de la prosa de Walt Whitman
(Obras escogidas, Aguilar, Madrid, 1946), estudiando a fondo la vida y la obra
del gran poeta norteamericano. A su labor docente y a su creación lírica
añade una constante colaboración crítica y ensayística en periódicos y revis­
tas de España, Hispanoamérica y Europa. Su obra biográfica y crítica, sobre
estilística e historia literaria es muy extensa. Ha participado en Congresos
internacionales y dado innumerables conferencias en entidades culturales.
Concha Zardoya ha procurado no repetirse a sí misma, a pesar de seguir
siendo siempre la que ha sido. Cada libro suyo tiene una temática precisa, en
la cual cada poema cumple una función dentro de la estructura general, pues
ha sido concebido pensando en la totalidad de la obra, en esa convergencia
hacia una coherente significación última. Sus libros no son colecciones de
poemas varios, sino que cada uno desarrolla un tema, sostiene una filosofía y
derrama un sentimiento. Lo más evidente en ellos es este sentido unitario.
Los temas centrales de su obra, sumariamente, serían éstos: la muerte
—que la despertó a la poesía en 1936—, el amor (empatia y piedad) en todas
sus formas, la conciencia de un destino trágico, España —en presencia y
lejanía—, el sueño (como recuerdo, salvación y refugio), la luz (como
aspiración suprema de lo humano), la temporalidad destructora y poética...
En su trayectoria lírica, Pájaros del Nuevo Mundo ocultaba, debajo del
símbolo de las aves, el anhelo de libertad sentido por Concha Zardoya en los
años de la rigurosa posguerra. Esta tragedia humana fue corroborada abier­
tamente en Dominio del llanto, y para salvarse de él, Concha Zardoya volvió
sus ojos a La hermosura sencilla (1953): a las cosas, a los animales, a los bosques
y a las almas. Pero el mundo estaba lleno de signos misteriosos y profundos:
así surgieron Los signos (1954). El dolor y gozo de crear se entretejen en Mirar
al cielo es tu condena (1957). La soledad del destierro le inspira La casa deshabitada
(1959). Las Elegías (1961) a familiares; amigos y poetas recogen totalmente el
tema de la muerte. El desterrado ensueño (1955) y Corral de vivos y muertos (1965)
giran en torno a España, en evocaciones reales y sobrerreales, vividas y
añorantes. Hondo Sur (1968) poetiza experiencias recogidas en los Estados
Unidos: el drama de sus negros, la melancolía de plantaciones y tierras
sumergidas en el Mississippi. Los engaños de Tremont (1971) despliegan los
equívocos poéticos de la realidad objetiva, del arte, de los sentimientos, de
las ideas, en vasta irradiación de facetas y entrañada unidad. El corazón y la
sombra (1977) es una obra de madurez meditativa y existencial, de imagina­
ción y experiencias salvadas de lo anodino por la sensibilidad y la palabra
poética, humana, humanísima, pero también transfiguradora y trascendente.
Diotima y sus edades (1981) es una autobiografía en cuatro tiempos: la “prota­
gonista’ va siendo dibujada por sus ideas, acciones, sentimientos —poetiza­
dos por la distancia temporal—, desde un soñado prenacer hasta una seria
meditación sobre la premuerte y la transvida. Los ríos caudales (1982) es un
libro de poemas dedicado íntegra y exclusivamente a la generación del 27,
poetas a quienes Concha Zardoya profesa devoción y cariño, que ha conoci­
do personalmente y cuya poesía ha analizado en sus estudios críticos y cursos
universitarios: biografía, poesía e historia se identifican con fervor lírico y
humano. Manhattan y otras latitudes (1983) expresa vivencias viajeras, testimo­
nial o enseñadamente, recreando también emociones sugeridas por lugares y
obras artísticas que impresionaron su sensibilidad.
Retorno a Magerit —que ahora ve la luz— es una obra que lirifica el
intenso trauma emocional vivido por Concha Zardoya al retornar a Madrid
—“su” ciudad— después de treinta años: su reencuentro con seres, rincones,
calles, estatuas, casas en que habitó; la constatación de ausencias irrepara­
bles... Una de sus secciones —“La quinta del sordo”— es un homenaje a
Goya, creador de las pinturas negras y de “La pradera de San Isidro”. En el
poema final, Concha Zardoya reivindica a Madrid como ciudad para su
muerte, final de sus lágrimas: en ella se confundirán las derrotas y exilios con
los sueños de eternidad.
CONCHA ZARDOYA

RETORNO
A MAGERIT

CONSEJERIA DE CULTURA, DEPORTES Y TURISMO


DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Í983
Depósito legal: M-29523-1983
I.S.B.N.: 84-500-9184-5
Impreso en España
Imprenta Provincial
Polígono Industrial Valportillo, calle Primera, s n., Alcobendas (Madrid)
“¡Madrid, Madrid!, ¡qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!”
Antonio Machado

"¡Estar en ti, Madrid, como un guijarro!”


C.Z.
I
POR CALLES QUE SE FUERON
SUMERGES EN LA CALLE
TU MIRADA

SUMERGES en la calle tu mirada...


Detienes con amor o con arrobo
tus ojos en lo viejo que recuerdas.
Con avidez adviertes cuanto es nuevo.
Quisieras preguntar a los que pasan,
en un tácito diálogo sin rostro...
¿Estáis aún aquí, amadas puertas,
esperando con fe a los que vuelven?

Despiertan de su sueño los portales,


entreabren sus rejas para verte.
El olor de la vida ya te envuelve:
cotidianas labores comunican
sus rumores profundos, encendidos.
Olvidados aromas redescubres
y alborean sin tregua las memorias:
lo que ves, lo que oyes se hace íntimo.

Aquel árbol prosigue en la plazuela,


mas nuevos niños juegan a su sombra.
Un solo corazón se precipita
en abrazo invisible que persiste.
Testigos fieles, nobles, las ventanas
irradian simpatía que trasmudan
en sonrientes cristales luminosos.
Renovadas unciones te conmueven.

13
A paso lento avanzas, te demoras
en el viejo rincón que sobrevive.
Te acercas lentamente a viejas calles
sin salida a la luz, ensimismadas.
El frondoso castaño no te exige
que palpes con tu mano su corteza,
pero tú le das gracias con los ojos:
reconoces sus ramas que acogían.

Y te dejas llevar por las aceras,


ola nueva en el mar innumerable
de hombres y mujeres que transitan
alegres, angustiados, presurosos.
Inocente, les sigues: tú quisieras
saber a dónde van, a dónde han ido,
quiénes son, a quién aman y qué piensan.’..
El ensueño, fugaz, se desvanece.

Y vuelves a vagar por otras calles,


buscando su lección de sobrevida.
Los nombres han cambiado muchas veces,
sin cambiar los recuerdos que viviste.
Y joven otra vez, el bello instante
se vuelve realidad y transparencia.
El continuado tiempo no fragmenta
el profundo vivir que nos anima.

Y retornas, al fin, a la paciencia


de contemplar de lejos lo que has visto
fluir en la ciudad, recién pisada

14
después de largos años de extravío.
Los muertos y los vivos se confunden
en tus ojos de ayer, de ahora mismo.
Distancias y presencias se unifican
en el vivo retorno de lo muerto.

15
ES LA PATRIA COMUN

Y los días se abren jubilosos


a todas las palabras que se ofrecen
—como sones profundos, minerales,
agua clara o aceite conocido—
a la piel, a los ojos del que llega
cansado y ya viejo de otros mundos.

Es la patria común que se derrama


de boca en boca, viva, por el cuerpo,
por el ser interior que la revive,
que la acepta feliz, no como un traje,
cual sangre suya, sí, que reconoce
entrañable, materna, para todos.

Y pronuncias las sílabas... Su aroma


es de siempre, de hoy y nos envuelve.
Los vocablos balbuces y retardas
la frase que formulas con delicia.
Profundamente vibra, calma, tensa,
la canción que nos brota desde dentro.

Los fraternos mensajes por los labios


circulan y las lenguas los transmiten
a esa intimidad que nos abriga
el alma, el corazón y cuanto somos.
Suaves réplicas —ciervas sosegadas—
conllevan la alegría de estar juntos.

16
Las disonancias mueren en el pozo
de quien no quiere oírlas. Si algún odio
abruptamente grita, su miseria
se rompe y transfigura al pronunciarse.
Los dichos de arrabal son justicieros:
imponen libertad con su donaire.

Oleosas o broncas, otras veces,


intercambian disfraces o sus máscaras.
Con temor las palabras nos confiesan
cuanto el alma soñó, la bienvenida
dulce dan al que llega de tan lejos:
enuncian realidades que no mueren.

El adiós, sin retorno, nadie escucha.

17
AQUI VIVI

AQUI viví... Peldaños más gastados


que entonces voy subiendo con ternura.
¿Idos pasos de ayer mis huellas siguen?
¿Salvados por los años, me preceden?

El oscuro zaguán no reconoce


que hace tiempo cruzaba yo sin queja,
al salir o al entrar, el pobre pórtico,
el silencio sin prisa de estos muros.

Hacia arriba, las puertas... En voz baja


se abren o se cierran suavemente.
Las bocas son ya otras... Otros ojos
me miran con sorpresa de soslayo.

¿A cuál he de llamar, pues inexiste


aquella vieja puerta tan usada?
El umbral, ante mí, es apariencia
de aquel que traspasábamos cantando.

De todo lo que fue tú sobrevives...


Y sola, fugitiva, ya desciendes
—¿o te arrastran los pasos?— hacia el aire
de la clara mañana que refulge.

Y vuelves a mirar esas ventanas


que con visillos nuevos desconoces.
Ninguna voz pronuncia el nombre tuyo.
Ninguna dulce mano te despide.

18
HA VENIDO LA AUSENCIA
A SEPULTARSE

HA venido la ausencia a sepultarse


en la sala vacía y sin espejos:
la memoria ha borrado viejas sombras,
los antiguos fracasos y desdichas.
Y sus paredes rozas... Manos tímidas
procuran dibujar las nuevas luces,
los contornos trazar de nueva vida,
la inocencia del tiempo que deseas.
Entreabres con temor ventana y puerta:
la exacta dimensión de lo que buscas
penetra con la luz y con el aire.
Te sorprende saberte acompañada
por tanto sol y tanto espacio inédito:
la nueva vida espera que la vivas.

19
PEQUEÑO SOL DE INVIERNO

PEQUEÑO sol de invierno te sorprende


con su luz sigilosa inesperada.
Avanza poco a poco y te acaricia
los ojos y la mano con que escribes.

Esta blanca madera de la mesa


ha de sentir gozosa su llegada.
Anaqueles de libros se iluminan
y sus nombres resaltan como vivos.

Los retratos, suspensos, animados,


por el nuevo relumbre, participan
de clara intimidad que nos reúne.

Y cada uno sabe que es de todos


el instante profundo, sorprendido
por un pequeño sol que ya se evade.

20
REENCIENDES LA LUMBRE
CON TUS MANOS
AL abrirse la puerta al aire puro,
los dones primigenios de la vida
asaltan, ay, tus ojos casi ciegos,
el hondo corazón que estaba preso
(no en tu carne, debajo de cerrojos,
de injusticia y escarnio, tantos días).
Cada mirada es pájaro que, libre,
no sabe revolar ni aún posarse
en árbol verdadero ni ventana.
La libre luz descrubres: te deslumbra.

Y vacilan tus pasos... Las aceras


te parecen flotar a la deriva.
Imágenes cambiantes, en asedio,
exigen compañía que no puedes
entregar al instante... Las acacias
reconoces de nuevo por su aroma.
Y tus ojos apartas presuroso
de cuanto es ruina hoy que tú no aceptas.
El tiempo se apresura... Los geranios
te dan su bienvenida con sus flores.

Triunfante multitud te va acogiendo...


Ya eres uno más que no rehúsa
a dejarse llevar por la riada
y el tropel de muchachos que refluye
a vastas avenidas luminosas.

21
¿Quiénes son tus amigos? ¿Sólo el viento?
¿Ya murieron aquellos que estrechaban
tu mano solidaria en cada esquina?
¿Tu libertad acogen nuevos brazos?
¿Tímidos niños síguente de lejos?

Te sientas en un banco de la plaza.


Un viejo toma el sol y te sonríe...
Tú le quieres hablar, mas las palabras
se secan en los labios entreabiertos.
Y vuelves a las calles que transcurren,
ansioso de saber si no han cambiado.
Las lunas de las tiendas te devuelven
a un hombre desgastado por los años:
te miras en sus ojos y no encuentras
aquella joven luz que fue tu guía.

Mas otra luz ahora te abre sendas


que vas a recorrer con sol y lluvia,
en la vieja ciudad, en esos campos
tendidos bajo el cielo de tu España.
¿Bajarás a la mina que se oculta
en el hondor de un cerro, de un barranco?
¿Subirás a las vides o a la leña?
Todo espera tu paso, tu mirada,
fraterno saludar que reconoce
una clara promesa de futuro.

La cárcel queda atrás... Todas las rejas


te parecen soñadas en un sueño

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que nunca fue... Sin odio recuperas
la gran ciudad, paisajes, libre vida,
la bien amada tierra de tus padres,
antiguo amor sin muerte, sobrevivo.
Y entras en la casa... Rehabitas
aquella vieja alcoba que fue tuya.
Las cenizas avientas del recuerdo.
Reenciendes la lumbre con tus manos.

23
JOVENES SOMOS

“We who are young are oíd”


Dylan Thomas

“JOVENES somos, jóvenes ya viejos”


—sin sonrisa—, gritáis por esas calles
que llevan a la noche de los sueños
perdidos en el último recodo,
mientras sangra la vida sin destino.

Amarga en vuestra boca de veinte años,


¡ay!, antes de beberlo, el vino joven
—vino muerto, condena de este siglo—,
dulzura y alegría que se evaden
por ese callejón de la tristeza.

Ninguna fe transita en la conciencia


y el corazón ya pálido deslíese
en vórtices de caos y de dudas.
Los labios balbucean sin sentido
novísimas palabras y dicterios.

Galopes se desbocan... ¿A qué valles


os llevan? ¿A qué playas sumergidas?
Innombrados volcanes precipitan
sus lavas, sus azufres, sus infiernos...
¿Volver atrás? Volver es imposible.

24
La edad se agria... Triste, vuestro pecho
va perdiendo la luz que recibiera
de la vida jocunda, gracia pura.
Amarillas, las manos se os caen
sin haber dado frutos ni simiente.

La muerte ya despierta... Vuestras sombras


espera recubrir con hierba seca,
vuestros cuerpos vacíos, vuestras almas
por un cáncer sin nombre recomidas.
Y uno a uno, silente, va llamándoos...

25
BAZAR DE LAS DESDICHAS

DESCIENDES escaleras... ¿Quién te empuja


Humano río, turbias aguas llevan
tu cuerpo a la deriva... Tú no puedes
interrumpir el curso que te arrastra.
Por el subsuelo viajas y los túneles
se abren sus pasajes que alguien cierra
con su pausa, con prisa enajenada.
Remontas la corriente sin ir lejos.
Se extravían los ojos, las pisadas.
No puedes avanzar sin detenerte.

Y subterránea feria se derrama


con sonidos extraños... Mil objetos
venidos del Japón o de la India,
abigarradas formas y colores
asedian tu mirada, tu impaciencia.
Parecen reposar en polvorientos
tapices —paños rojos— extendidos,
mendigando sonrisas o monedas.
Percusiones, guitarras te distraen
en el aduar que vive sepultado.

Y traficantes pálidos su sándalo


te ofrecen al pasar, y casi sueñas
con países lejanos bajo tierra.
Otros mercan sus libros, viejas láminas
salvadas de un naufragio, de un incendio.

26
Marinas y arboledas luminosas
se asoman, resignadas, a la oscura
catacumba que todos transitamos
sin apenas mirar cuanto se brinda
a la buena intención humanitaria.

La suburbana música despierta


interés transitorio y escuchamos
melancólicos hlues que dan lástima.
Sones y ecos fúndense, trepidan
en la gran disonancia soterraña
que se alarga a la noche inacabable
de tantas galerías uniformes.
Una flauta lejana de otro túnel
nos llama dulcemente. Rehusamos
oírla y detenernos. El tren viene...

Y llegas donde quieres y te bajas...


En las frías paredes las consignas
arden, gritan, disparan sus promeses,
sus precios, sus ofertas, paraísos:
sus palabras te duelen o te calman,
te hacen sonreír burlonamente.
Imposibles políticas no engañan
a quien está de vuelta y cree poco,
a quien pasó la mar de los destierros,
a quien cruzó estéril equinoccio.

Y subes a la luz... El mismo cielo


acoge tu mirada... No te cansas

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de contemplarlo azul y transparente,
en suave gris que tanto pacifica
al viejo corazón, los viejos ojos
que soñaron con él en otras tierras.
El hondo subterráneo queda lejos,
bazar de las desdichas insepultas.
Su carnaval olvidas y sus símbolos,
sus miserias y penas irredentas.

El purísimo cielo resplandece:


es la estación final con que soñabas.

28
VIENTO

ALEGRE viento silba y abre puertas,


serpea corredores, se desliza
a cumplir su misión de bienvenida.

De la montaña viene... Pulimenta


las aldabas de cobre y los faroles.
A veces, nos despierta y nos confunde.

Viejas calles, recodos, los peldaños


de una escalera rota va bajando
sin jamás asustarle la caída.

Centellean las luces, son sus cómplices:


la verdad sacrifican, bambolean,
sus reflejos suspenden en los charcos.

Las cortinas se mueven, nos engañan


sus señas. ¿Son adioses o saludos?
Se adivinan miradas invisibles.

Desarregla las ropas, nos desnuda


delante del espejo: su misterio
encubre con el vuelo de su sombra.

29
PLAZA MAYOR

ASCIENDO, por el arco, lentamente,


al redondel cuadrado de tus losas
a pleno sol ardiendo... Me refugio
en umbrales de sombra para verte.

Los ojos se entreabren a tu historia...


Cerrada plaza hoy, el descampado
tú fuiste de la leña, extramuros,
mercado medieval, espacio cívico.

Amparo diste a míseros hebreos


en buhardillas pobres y decrépitas.
Animaban tus días tenderetes
de paños y de sedas que brillaban.

Escenario, después, de ceremonias,


de justas y festejos, gran teatro,
lugar de ejecuciones y de hogueras,
patio y salón de todas las Españas.

Fortunata vivió en casa tuya...


¿Cuántas veces paseaba tus portales?
¿La miraba Felipe con sus pájaros?
¿Rodeado de niños, la seguía?

Rompeolas, también, tú defendías


el corazón de fuego —¡honda España!—

30
que sangraba en tus muros y en tü centro,
en barrios pobres, ruinas cenicientas.

Recorro a paso quedo tu contorno...


Relojes y sombreros me saludan
con aire de otro tiempo... Lencerías
exhiben sus bordados y sus hilos...

Los ojos se detienen en los círculos


que intercambian sonrisas y palabras:
la complacencia mutua de la vida
se siente florecer en tus pilares.

Ayer y hoy confúndense... Refugia


el silencio que brota de tus pórticos.
Isla de paz, nos salvas: reconcilias
lo vivo con lo muerto entre tus arcos.

31
POR CALLES QUE SE FUERON

POR calles que se fueron no he de verte...


Se deslizó tu sombra ya sin fábula
que pudiera soñar si recorriera
aquel viejo arrabal entredormido
bajo acacias en flor, atardeciendo.

Hacia atrás, tu recuerdo... Los vestigios


rescata del olvido la memoria
que ha quedado de ti y aún persiste,
enraizada hiedra en algún muro,
siempre vivo jazmín de la esperanza.

Por calles que se fueron no he de verte...


Mas mis ojos te siguen, traspasando
la Carolina Puerta sin aldaba,
el fraternal viaducto que cruzábamos
sin atisbar sus fondos por mirarnos.

Por calles que se fueron no he de verte...

32
II
LAS ESTATUAS
ESTATUAS DESCENDIDAS

CORONA del palacio descendisteis


a la Plaza de Oriente y entre árboles
dieciochescos minués y contradanzas
bailabais por la noche en plenilunio.

(Una reina soñó que, derrumbadas,


caíais sobre ella en terremoto...
La piedra berroqueña era temible,
no la espada de Arista o de Ataúlfo...)

Vuestras blancas efigies embellecen


con sus suaves desgastes, mutiladas,
las nobles avenidas luminosas.

Visigótica historia, medievales


monarcas, viejos nombres que olvidamos,
absueltos en el tiempo, sin errores...

35
YA NO ERES ESTATUA

PLUMA en ristre, leyendo versos, drama,


a los cedros recitas lo que oyeron
tus amadas o el rey, quizá Marcela...
En los pliegos se posa un paj arillo
que si leer supiera, leería...
Nuestro oído también quisiera oírte,
pero sólo el silencio nuestros ojos
acompaña en la sombra y salvaguarda
el secreto inmortal... Nos atrevemos
a mirar tu cabeza, tu barbilla
y tu ropa talar, imaginando
que tu voz suena viva mas sin eco
y en la honda memoria nos conmueve.
Ya no eres estatua, pues no hablas.

(Plaza de la Encarnación)

36
LA MULTITUD TE RONDA

SARMIENTOS, tus palabras nos requeman.


Su oscura piedra el alma nos quebranta.
Golpea el corazón cada concepto
y disloca las venas de la frente.

“Todo es viento” —decías en tus salmos—


y el tiempo deslizaba la edad tuya
en su callado río hacia la muerte
que ninguna defensa detenía.

En esta plaza estás y tu figura


sus furores recata, su justicia:
el monumento hospeda sólo sueños.

La multitud te ronda, sin saberse


“presentes sucesiones de difuntos”
con quienes tú conversas todavía.

(Glorieta de Quevedo)

37
VEO TU FRENTE EN PAZ

SIN espejo, mirándote por dentro,


cerrado el orificio de tus sienes,
sin que nadie amordace tu palabra
tan concisa y punzante como un dardo,
¿reindagas tu verdad y lo que fuiste?
¿Con fiebre wertheriana aún deliras?
¿Te arrepientes de Fígaro, del Duende,
de aquel Macías triste de tu drama?

“El Día de Difuntos” se confunde


con quevediana prosa... Media España
se muere de la otra... ¿Enemigo,
no suicidaste al otro que llevabas
como un sueño o cadáver de ti mismo?
Veo tu frente en paz: su piedra brilla.

38
ESA MUSA GROTESCA

DEL Callejón del Gato viniste a Recoletos


para airear tus barbas, tu melena grisácea,
esa manga vacía de tu brazo amputado,
tus '‘divinas palabras”, la raíz de tu firma,
esa i, ese alambre o resorte del alma.

Y nuevos ‘esperpentos’ acuden paseando


a saludar tu estatua con insultos y muecas
de posguerra, de siempre, por tus filias y fobias.

Mas nosotros amamos tus ficciones, tus fábulas,


tus verdades-mentiras, tus mentiras-verdades:
ante ti repetimos tus ‘claves’ y ‘geórgicas’.

Y vienen con nosotros ensabanadas sombras,


gaiteros, destrozonas que baten almireces,
esa Musa grotesca del trigo y la cizaña...

39
LA CITA

AL final del invierno has detenido


el paseo que dabas por tu parque
—el de todos también—, detrás de un árbol
y mirando a la cuesta que subías.

Con tu oscuro gabán, con tu bufanda,


con tu boina tan vasca y polvorienta,
has venido a esperarnos: es la cita
que nunca acabará para los jóvenes.

Se fueron las banderas y ya solo,


con las manos cruzadas, te has quedado
mirando tu Madrid, el barrio último.

Aguardas que vengamos a tu sombra,


que pasemos de largo con un libro
o con tu viejo amor en la mirada.

40
LOS FASTOS DEL JINETE

NO engañas ya. La fría piedra yace


en solitaria paz que nadie mira.
Ese gesto de orgullo no se rinde
a tanta indiferencia del que pasa.
Ni corona ni flor da compañía
a esta forma corpórea que dejaste:
sin devenir eterno y apagada,
se oculta en acres humos ciudadanos.
Cansado, tu caballo te sostiene
con gesto de desdicha inconsolable.
Los fastos del jinete sin espejo
deslucen brillos vagos que tuvieron.

Si levanto los ojos para verte,


me encuentro con los tuyos vanidosos,
pidiendo aclamación que nunca llega.
El cielo azul, sarcástico, sonríe.
El víctor de tu nombre se fatiga
de tanta espera inmóvil, muerto el eco.
Sin aplauso, sucumbe la esperanza
de volver al ayer y ciegos triunfos.
Y tu gesto atrevido palidece
en laxitud callada que deslíe
historia fenecida para siempre.
Un burlesco gorrión te picotea.

41
III
LA QUINTA DEL SORDO
(Homenaje a Francisco de Goya, pintor de Madrid)
1. LA QUINTA DEL SORDO

ENTRAMOS en tu quinta, sordo viejo,


con pasos que no existen: otros años
visiones alumbraron de la guerra,
sotavento del río, paz sedante,
sin saña fernandina y cortesana.

Habías conocido pozos turbios,


palaciegas intrigas y furrieles
con látigos alzados, estupores,
disolución y fraude... Tú sufrías
adulaciones, triste, degradado.

Aquí te retiraste con recuerdos


de un imposible amor y su congoja...
A veces, irascible, con olvidos,
con vértigos, desprecios y tormentas
de cólera, pintabas estos muros.

Infrahumanas escenas tenebrosas


te daban compañía, conturbándote.
Libertabas delirios, sus enigmas,
el exaltado horror de fusilados,
siniestras pesadillas de tus noches...

Y aquí están tus sarcasmos, tus apostrofes,


tu feroz carcajada ya sin burla.
Roedores insomnios, alimañas

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de tu ser interior que devoraban
escorpiones voraces y siniestros...

Perros hambrientos, aves de rapiña


se cebaron también en los cadáveres
de insepultos patriotas... Tú los viste,
a la luz de linterna horrorizada,
en aquella montaña de la muerte...

En la colina estás y los frutales


te dan su dulce sombra y agua fresca
la noria de tu huerto que refugia.
Las confundidas frondas, a lo lejos,
de Moncloa y Florida reverdecen.

Sin mesa ni mantel hoy nos aguarda


el comedor aquél... Sus comensales
son dos frailes, Saturno y la Manola,
extraños peregrinos isidrenses,
Holofernes, Judith, el Aquelarre.

Sin miedo entramos, ávidos, ilusos,


en el horror que ronda y alucina
los ojos, la mirada, casi en éxtasis,
atmósfera densísima, sin nombre:
intimidad queremos, contraseñas.

46
2. PINTURAS NEGRAS
UNA MANOLA

CON el rostro velado —¿tu Duquesa?—,


más luminoso aún, en cielo claro,
casi alegre, con sol, tal vez evoca
la soñada ventura de otros días.

El oro, trashumando a tu pasado,


con azules regresa alboralmente:
en líricos atisbos te rebelas
contra la muerte aciaga y la derrota.

En la tristeza pálida del rostro


—entrevelada luna en estas sombras—,
inconsciente, tu alma se proyecta.

Y tu mano confiesa lo que callas:


la dulce amada es flor por siempre muerta
mas viva en tu obsesión enamorada.

47
HE AQUI LA VEJEZ

HE aquí la vejez. Y tu sordera


hecha boca que grita, sin oírse
el alarido hondo que se exhala
sobre el oído-tumba, ya sin eco.

Sentimos de ser sordo tu protesta,


airada queja, furia sin remedio
que se alza también contra los ojos
por la turbia ceguera ya invadidos.

Las seniles lacerias y sus lacras


—ese bastón decrepitud alude—
sin máscara denuncias en dos frailes.

Al tiempo que ensordece o da ceguera,


que derriba el vigor —horrible drama—,
increpa tu pincel con rabia sorda.

48
SATURNO DEVORANDO A SUS HIJOS

CON extravíeos ojos inhumanos,


desorbitadas ansias circulares,
devora al hijo, preso de sus garras,
sin llegar a lamerlo con su lengua.

Su hambre escalofría, su demencia,


el insensato afán que le obsesiona,
sacrificio voraz que no se acaba.
Destruye el viejo tiempo cuanto crea.

La muerte filistea nos persigue.


Eriza nuestra piel trágicamente
y condenados todos nos sabemos.

Y tú, Goya, inmortal, nos representas


con verdad implacable lo que somos:
pequeñas criaturas inmoladas.

49
JUDITH Y HOLOFERNES

SIN mito, sin teatro, con espada


que no es suya, se impone austeramente
esta mujer real que no vacila
en dar muerte sin honra al enemigo.

Sin banquete, liberta a los que debe.


Su dignidad reluce en su mirada
con el dolor del acto cometido,
del femenino ardid que lo ha guiado.

Caretas son los nombres: sólo encubren


matronas de Aragón y de Arapiles,
mozas que dieron todo por la patria.
El invasor del Norte es Holofernes.

El homenaje tuyo comprendemos


bajo el disfraz del bíblico pretexto.

50
LA PEREGRINACION A LA
FUENTE DE SAN ISIDRO

RETORNA a la ciudad de la pradera


beoda multitud... Cansados cuerpos
vacilan soñolientos, lujuriosos
renquean o vomitan, se confunden.
Infrahumano retrato desorbita
miradas y las bocas les retuerce:
con muecas gesticulan, canturrean,
estribillos procaces son eructos.

La repulsiva escena vas siguiendo


—¿docente?, ¿sin piedad o desdeñoso?—,
embozado en tu capa, con chistera
que no mancha vileza, alto y limpio
sobre este fango humano que no amas
y borrachera turbia que entristece.

¿Ante tu propia mesa regocijas


tu locura o tu pena con las heces
de macabros regüeldos y estertores?
¿Grotesca realidad así divierte?

51
AQUELARRE

¿O tu risa provocan estas brujas,


las historias del Diablo y sus conjuros?
¿Resonaba tu risa en anatema?
¿Hisopo tu pincel tan volteriano?

Sarao brujeril tú convocaste


en torno del Cabrío, rey oscuro.
Un hábito de fraile le has vestido
y clama su sermón o sus patrañas.

Las brujas, embobadas, sus astucias,


maldades intercambian, elocuentes,
gesticulan, satánicas, horribles.

Sorprende la belleza de una maja


que asiste al espectáculo, silente.
¿La nueva imagen es de quien amaste?

52
3. EL SALON

SUBIMOS al salón en donde viven


otras presencias negras, obsesivas.
Amarguras persisten, se disfrazan
con símbolos abstractos o siniestros.

Por la escalera asciende nuestro paso


que sólo existe ahora: nuestro sueño
que en un ayer se ve, siempre evocado
por atroz pincelada que no muere.

Nos esperan dos viejos: comen sopa.


Un perro nos aúlla y estremece
hasta el fondo del alma su tristeza.

Alguien lee. Ya ríen dos mujeres.


A garrotazos riñen ya dos hombres.
Nos atraen visiones con su magia.

53
CABEZA DE PERRO

EN desolada arena, tras montículo,


¿qué ve ese can? ¿Un 'algo’ presentido
no ven sus ojos hondos? ¿Qué misterios
intuye su mirar inacabado?

¿Fluidez invisible que traspasa


al que contempla inermes persistencias
que se salen del cuadro y de su atmósfera,
del temor visionario y sobrecogen?

¿Por el que muere aúlla, si asesinan


la libertad que sueña desde niño,
o su patria fusilan invasores?

¿O ladra al más allá que transparece,


a la nada del tiempo o a los vivos,
en visionario éxtasis desierto?

54
DOS VIEJOS COMEN SOPA

COMEN sopa los viejos desdentados.


Con los ojos hundidos comen sopa.
Son sus pelados cráneos osamentas
que aspiran a vivir y retostarse.

¿La sangre corre dentro de los huesos?


¿Es preludio de tumba, detenida?
¿Antiguo aceite, yerto, se ha secado
a la sombra de lunas apagadas?

Y la cuchara quiere de la muerte


salvarlos con el caldo que se enfría
en el pálido cuenco a la intemperie.

Contra la edad increpan... Esqueletos


y fealdad el tiempo va volviendo
a aquellos hombres vivos que avanzaban.

55
LA LECTURA

UNO lee... Los otros, agolpados,


escuchan las palabras clandestinas,
el mensaje secreto de la página
que a la luz adelanta sus verdades.

Con ojos levantados mira uno


lo que dentro de sí va imaginando...
¿Qué torturas, castigos o condenas,
fernandinos rencores se insinúan?

Solidarios espíritus convocan,


estrechamente unidos en la sombra,
ardientes libertades merecidas.

Entretejen silencio los que escuchan


la verdad refugiada en la palabra
que sola voz pronuncia con sordina.

56
DOS MUJERES Y UN HOMBRE

CON mofa maliciosa dos mujeres


se burlan o se ríen solapadas
del plácido onanista que se oculta
bajo una capa o manta con su vicio.
Cretino o loco rostro le dibuja,
despreciable expresión o gesto idiota:
depresiva demencia solitaria
que Goya acusa, fiel, como un ultraje
al hombre verdadero. Su sarcasmo
no perdona al enfermo porque rompe
derechos naturales del linaje
que él defiende, aunque viejo, austeramente.
Blanca y negra, su sátira es denuesto
que dos risas subrayan con sigilo.

57
LAS PARCAS

NO son, en realidad, antiguas Parcas


sino brujas —son cuatro— que, volando,
preparan taumaturgias... Sus tijeras
y símbolos el ojo reconoce.

El paisaje se agita... Las figuras


y tormentosas nubes se arrebatan.
El ventarrón remueve los follajes
de la Casa de Campo y La Florida.

¿Qué sortilegios traman desde el aire?


¿Las incita el turbión? ¿Abracadabras
caerán en tronadas y granizo?

¿Qué amores truncarán o cuáles vidas?


Insensatas acciones gravitando
como insufribles leyes del Destino.

58
DOS HOMBRES RIÑENDO
A GARROTAZOS

¿DOS hombre? ¿Dos Españas? ¿Dos Caínes?


¿Ferocidad ibera caldeada
por un bárbaro sol? La sangre hierve...
¿Es la rabia de un pueblo que ha sufrido
el hambre y la injusticia degradante,
Las iras contenidas por el tiempo?
¿Los ruidos aldeanos en la liza
que sólo ha de cesar con atroz muerte?

Las guerras fratricidas, luchas ciegas


—conspiración, tiranos, alzamientos—
sumergen en el barro, retroceden
a la edad cavernaria con su sílex.
Y la incivil disputa has condenado:
con moral de verdad nos aleccionas.

59
VISION DE LA ROMERIA
DE SAN ISIDRO

SIN traza de romeros, se adelantan


estos hombres y viejas —esperpentos—
en un grupo que emerge de la sombra...
Indeciso paisaje ños sorprende.

La pradera evadida es testimonio


de la nueva verdad: han retornado,
con aquel deseado, tiranías
y ceremonias turbias, funerales.

Extraños personajes, celestinas,


caballero satánico que luce
su dorado toisón, abigarradas
gentes, procesional oscurantismo...

Alumbra la esperanza del futuro


cielo risueño, fondo iluminado...

60
VISION FANTASTICA

DOS brujas vuelan, altas, dirigiéndose


al escarpado cerro sin subida.
Con sus dientes tremendos y saltones
la más fea señala el edificio,
el alcázar redondo de la cumbre:
delantero, su índice preside.

Los viajeros han sido detenidos...


¿Por quién, desvalijados? ¿Bandoleros?
Más parecen soldados con fusiles...
¿A quién alude Goya? ¿Son ‘gabachos’?
¿El robo, asesinato, violaciones?
¿Inculpa a los de abajo? ¿Los de arriba?

Aciago maleficio sobre España


asumen estas brujas volanderas.

61
4. TESTAMENTO

HE aquí tu legado: tus pinturas


en serie cuyo orden ignoramos,
sobrecogen o pasman, expresivas.

Sin humor, tus colores —nada es broma—,


tus brochazos asaltan la mirada,
desorbitan alardes insensatos.

Exprimidas esponjas acaudillan


los aquelarres postumos, las guerras,
elementales odios y discordias.

Tu paleta —cargada con tus negros


opacos, con tus grises, con tus sienas—
el trasfondo copiaba de tu alma.

Austera tradición, sin extraviarse,


exageraba en ti lo verdadero,
primaria realidad y sus delirios.

Tu visionaria cólera sarcasmos


con muerte entremezcló y pesadillas,
vejez y soledad con desengaño.

62
IV
AFILADORES, INFRAVIDAS
Y FANTASMAS
AFILADORES

CARAMILLOS duales nos anuncian


al viejo afilador, al joven nieto,
cuesta arriba subiendo con su rueda,
cuesta abajo llevados por el aire.

El sol clava sus brillos inclementes


en las hojas de acero recomido.
Las acciones no cambian: siempre gira
la rueda, el corazón del que la mueve.

El agua colabora y aprendiza


deslíe su humedad sobre la piedra.
El cuchillo del pan se desoxida
y corre suavemente a libertarse.

El dulce caramillo por las calles


la nostalgia del campo va arrastrando...
La melodiosa flauta recordamos
de aquel pastor que oímos en la infancia.

Con cargadas espaldas va el anciano


moviendo su artilugio que deslumbra,
con apretadas cejas, con su índice
palpando el filo agudo diestramente.

La piedra tiene sed y no la sacia


el hilillo de agua que la moja

65
de cuando en cuando, leve, sobre ella
suavemente manando desde el cántaro.

El otro caramillo en otra rueda


alegra el corazón del paseante,
al contar las estrellas de las chispas
que brotan, amolando, cantarínas.

66
PUERTA CERRADA

ENTRE arrabal y Villa, tu cava se entreabre


después de estar cerrada... Más tarde derribaron
tus murallas, tu paso, el dragón de tu escudo
y acabó el latrocinio de tus famosos picaros.

Y cruz alzada fuiste, de piedra alta y blanca,


centinela de calles, plazuelas y recodos.
Jugaron con tu nombre Quevedo, Tirso y Lope
en piezas y romances, con humor y donaire.

Herreros, cerrajistas te dieron casas-tiendas.


Desde entonces, sus sombras... Los martillos repican
en lejano silencio, sus centellas relumbran.

Del foso nada queda ni el ruido de las fraguas


que soñamos al verte: vieja puerta nos cierra,
sin aldaba, la historia de un ayer que ya ha sido.

67
INFRAVIDAS

INFRAVIVEN los niños entre latas,


maderas y cartones: los pedruzcos
dan peso a los tejados y no vuelan.

Infr aviven las madres, infrahabitan


escombros y ‘chabolas’, humedades,
en el Pozo del Huevo y La Alegría.

Agua no hay, mas sí los negros lodos,


esa informe chatarra del suburbio,
oxidados orines que circulan.

Infrahombres barbudos y dolientes


habitáculos sueñan, uralitas
que cubran a sus hijos en la lluvia.

También alcantarillas, inodoros...


Paraíso será la calle limpia,
habitable casuca con cimientos...

Valdevivar, el barrio del Milano,


Palomeras, Mahou, el mismo sueño
sueñan y siguen, pobres, desviviendo.

68
MASCARAS

DESVENCIJADAS sillas, carromatos,


a su macabra danza dan compaña.
Han salido del Rastro y del tugurio
las clandestinas máscaras sin nombre.
Cencerros son señales, amuletos,
caras turbias, escobas, disociadas
de cuanto fue belleza o simple vida,
con verdosos reflejos enemigos.
Trajes blancos anuncian los sudarios,
negras capas encubren esqueletos.
Las muñecas de cera ritos, símbolos,
exponen a los ojos, invencibles.
Tu carnaval exótico, Solana,
desespera y exhibe lo que somos.

69
EL BALCON

Y he visto tu balcón... Vacío hueco,


dibujado silencio detenido,
borrada sombra gris de lo que fuiste...
¿Alzados brazos altos saludaban?

Solitaria baranda flota libre,


sin recuerdos de ti: cerrado tiempo.
En torno al gran palacio sobrevivo,
sólo el aire purísimo divaga.

Sin rumor del pasado, sin clamores,


transcurren nuevos días insoñados.
Los jardines y campos se recuestan
en la luz de la tarde serenísima.

Nuestra vieja ciudad al fin sonríe


en los días de sol y resplandece.
El callado balcón, sin tu nostalgia,
se mece largamente en el silencio.

70
GRAFITOS

ESTA danza mural no es nunca nueva:


las palabras antiguas se entreleen
en otros corazones y otros nombres,
en las claras consignas que los ojos
asaltan, las conciencias pudorosas,
la candidez... La cólera despiertan
de asustadizos viejos paseantes
sin leer el periódico que compran.

Sonríen transeúntes, sin embargo.


Los jóvenes añaden coletillas,
renuevan las metáforas, subrayan
elogios o condenas... Piedras limpias,
carbones y pinceles acritudes
perfilan, desenfadan. Centellean
las iras del presente, los mensajes
incumplidos, los votos que perdieron
esperanzas sin causa, melopeas,
anacrónicos Víctores sin eco...

La ginebra y el vino no se olvidan


en la íntima mecía de palabras
que aprueban o reprueban: sólo exaltan,
aniquilar quisieran las efigies
de los dioses que reinan con limosnas
de fieles insepultos o bastardos.
Hay frases que golpean... Acaricia

71
una flor que se yergue milagrosa
en la sucia pared de una taberna.

Anónimos juglares que olvidaron


las sacrosantas rimas, vituperan.
Los yambos apedrean con las sílabas
que extraen, irredentas, de su alforja.
(Novísimos poetas ‘culturales’
contratacan con libros que no entienden
más que viejos filólogos o góngoras,
gastados diccionarios por el uso.)
Versolaris oscuros, en la vallas,
no se dan por vencidos ni abandonan
la trinchera fugaz de las paredes:
arrojan sus granadas de pintura,
tinta negra del sueño que no cumplen.

Envejeciendo siguen los murales,


mas renacen sus ritmos cada día,
la floración vivaz, en variaciones,
que disuena, exhorta o arrebata.
Explosiones, a veces, honorable,
encubren lo pintado en lo profundo.
Mas la crónica nueva reaparece,
eficaz, en su caos, verosímil,
al nacer otro día y otro joven
que se sabe poeta e hijo pródigo.
Exige simpatía, sal del pobre,
ambigua acotación, un estribillo

72
que pueda repetirse en las aceras,
en arrabal y ‘metros’ subterráneos.

El garbo se disuelve en el escarnio.


Procacidad y muerte bailan juntas.
El antiguo sarcasmo se renueva
en evangelio ‘pop’ y ‘hlue’ doliente:
ah, la ‘hermana morfina’ pesadillas
transforma en dos palabras amorosas.

73
UN FANTASMA

“Me sentí un fantasma antes y


me sigo sintiendo un fantasma
ahora en España...”
José Bergamin

¿DE un esqueleto el sueño es el fantasma?


Si paseas o vives o premueres,
escaleras subiendo que no llegan
ni a desván ni azotea ni terraza,
¿fantasma de ti mismo, te acongojas
o, sereno, te burlas de tus huesos,
ese andante esqueleto en que vives?
Real o no real, tú vas y vienes
por la Plaza de Oriente y esa calle
—¡inefable taberna!— de la Bola...
Crepuscular poeta que agonizas
unamunescamente sin morirte,
en fantasmal pelea que no acaba.

74
V
NATURALEZA VIVA
ACACIA

HE venido a buscarte desde lejos...


Tu doble florecer, ¡ay!, tántas veces,
me llamaba insistente y doloroso.
Delante de la casa te mecías.

Ahora estoy aquí y te sonrío.


Con la mano acaricio tu corteza.
¿Más espesa, quizá, que en otro tiempo?
Contaría tus surcos si pudiera...

Nuevas casas nos miran, nuevos árboles.


Otras mujeres pasan y otros hombres,
mas nunca se detienen para verte.

Tu aureola floral me recompensa


de haber tardado tanto en la venida.
Han crecido tus ramas sin ser cómplices.

77
OLIVO

LA plenitud del tiempo en tu ramaje


madura cual conciencia, tuya y nuestra:
razón de ser de todo el universo.

En tus savias profundas, recatadas,


inmortales sapiencias atesoras:
las plenitudes últimas gravitan.

Tu juventud radiosa se confunde


con secular edad que se renueva
al frutecer tus flores cada año.

Fiel a tu suelo, clavas tus raíces


en honduras remotas y en asfalto,
buscando el hontanar que no se pierde.

Tus hojas persistentes son ejemplo


de esfuerzo y lealtad, de patria viva:
presagios son de fe para el que vuelve.

El polvo de los siglos va lavando


la lluvia musical y reverdecen
tus ramas y tus frutos más rebrillan.

Los pájaros te buscan en verano,


y en cualquier estación el que ha venido
a sentarse a tus pies y protegerse.

78
En silencio, la sombra de ti mismo
día a día consumes como un fuego
que abriga secular al que ha llegado.

(Plaza de España)

79
EL BOSQUE

HAS entrado en el bosque... Los caminos


se abren sus secretos, uno a uno.
Con timidez comprendes lo que dice:
es la antigua lección de la alegría.
Sólo basta mirar cuanto se ofrece
a tus amantes ojos: el milagro
solar en cada rama o florecilla,
el perfil de la luz y sus fronteras,
esa joven ternura de la hierba.
Sólo basta escuchar ese silencio
de la raíz profunda que da vida,
de la savia que avanza tan segura
por los leñosos troncos y hojas leves.
Te inclinas a la tierra... Con tus dedos
la tocas, la sopesas, la deslíes.
Corazón diminuto es cada grano:
parece palpitar íntimamente,
junto al suyo que sabe descubrirlo
con un gesto de amor, clarividencia.
Hay fresca juventud en cada poro
aunque vieja parezca su corteza,
remoto manantial que no se extingue.
El pinar es escuela donde aprendes
a esperar a la muerte, cada día,
con el alma serena y sin tristeza.
El retorno a la tierra es nacimiento.
(Casa de Campo)

80
TIERRA PROFUNDA

MATERNAL, me has tendido tu mano vieja y tierna,


abrazando mis penas, mi soledad desnuda.
Rotos lazos volvieron a anudarse y las ramas
retoñaron en árbol con espesor de vida.
Floración transparente reanuda sus ciclos:
savia y sangre entrecruzan su fluir sin nostalgia,
con un color ardiente, unísono, fecundo.
Duradera esperanza, victoriosa quimera,
reúne sueños hondos en haz de espigas rubias.
Mollar, tu tierra aguarda que mis huesos descansen
en su regazo virgen de madre siempre joven:
en ese surco abierto que nunca me cerraste,
ese lugar callado junto a los muertos míos.
Aquí quiero que abrigues mis últimas cenizas,
advocaciones tristes, el final de mis lágrimas.
Confundirán los sueños derrotas, los exilios.
Justicias e injusticias confluyen a lo eterno.
Se entreabrirán las flores en cada primavera.
Cuidadosa nodriza, tú entreabres las lápidas
o la tibieza honda de la tierra profunda.
Gracias te doy por serlo y amparar mis despojos,
ciudad para mi muerte, que sigues siendo siempre.

(Cementerio de la Almudena)

81
INDICE
Págs.
I. POR CALLES QUE SE FUERON........................................... 11
Sumerges en la calle tu mirada................................................. 13
Es la patria común......................................................................... 16
Aquí viví.......................................................................................... 18
Ha venido la ausencia a sepultarse............................................ 19
Pequeño sol de invierno............................................................. 20
Reenciendes la lumbre con tus manos................................... 21
Jóvenes somos................................................................................ 24
Bazar de las desdichas.................................................................. 26
Viento................................................................................................. 29
Plaza Mayor..................................................................................... 30
Por calles que se fueron............................................................. 32

II. LAS ESTATUAS .......................................................................... 33


Estatuas descendidas.................................................................... 35
Ya no eres estatua......................................................................... 36
La multitud te ronda.....................•.............................................. 37
Veo tu frente en paz.................................................................... 38
Esa musa grotesca......... ............................................................... 39
La cita.............................................................................................. 40
Los fastos del jinete...................................................................... 41
Págs.
III. LA QUINTA DEL SORDO........................................................ 43
1. La Quinta del Sordo................................................................. 45
2. Pinturas Negras........................................................................... 46
Una Manola......................................................................................... 47
He aquí la vejez.................................................................................. 48
Saturno devorando a sus hijos........................................................ 49
Judith y Holofernes..................................................... 50
La peregrinación a la fuente de San Isidro.......................... 51
Aquelarre......................................................................................... 52
3. El salón....................................................................................... , 53
Cabeza de perro........................................................................ 54
Dos viejos comen sopa............................................................ 55
La lectura.................................................................................... 56
Dos mujeres y un hombre................................................. 57
Las Parcas.................................................................................... 58
Dos hombres riñendo agarrotazos.................................... 59
Visión de la romería de SanIsidro........................................ 60
Visión fantástica........................................................................ 61
4. Testamento.................................................................................. 62

IV. AFILADORES, INFRAVIDASYFANTASMAS.................. 63


Afiladores......................................................................................... 65
Puerta Cerrada................................................................................. 67
Infravidas.................................................. ....................................... 68
Máscaras................................................................................................ 69
El balcón............................................................................................. 70
Grafitos................................................................................................ 71
Un fantasma......................................................................................... 74

V. NATURALEZA VIVA.................................................................... 75
Acacia..................................................................................................... 77
Olivo.................................................................................................... 78
El bosque.................................................................................... • • 80
Tierra profunda............................................................................... 81

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