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Cofín Habana. 2018. 12. (Número 2).

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ARTÍCULO ORIGINAL

El financiamiento en las instituciones de educación superior:


asignaciones gubernamentales vs. autofinanciamiento

Financing in Higher Education Institutions: government allocations vs.


self-financing

Abel Naranjo García, Frida Ruso ArmadaI

I
Universidad de La Habana, Cuba.

Resumen
Dadas las condiciones de crisis económica y financiera del mundo
contemporáneo, los gobiernos, a nivel internacional, no poseen la capacidad
para cubrir en su totalidad las demandas financieras de las Instituciones de
Educación Superior (IES). Por ello, en el presente artículo se reflexiona y
polemiza sobre el papel que desempeña, en la universidad moderna, la gestión
de mecanismos de autofinanciamiento frente a las asignaciones
gubernamentales. Como reto de primer orden para la educación superior, su
financiamiento es abordado atendiendo a esas dos visiones, hasta cierto punto
antagónicas. Sin embargo, su análisis permitió constatar que una conjugación
efectiva de ambos modelos resulta sumamente beneficiosa para la salud
financiera de las instituciones.

Palabras clave: educación superior, financiamiento, recursos financieros.

Abstract
Given the conditions of economic and financial crisis in the contemporary world,
governments, at the international level, do not have the capacity to cover, in full,
the financial demands of Higher Education Institutions (HEIs). Thus, this article
reflects and argues about the role played by the modern university in the
management of self-financing mechanisms against government allocations. As
a major challenge for higher education, its funding is approached by addressing
these two visions, to some extent antagonistic. However, its analysis made it

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possible to verify that an effective conjugation of both models is extremely


beneficial for the financial health of the institutions.

Keywords: higher education, financing, financial resources.

Introducción
En la actualidad, a nivel mundial se desarrollan profundas transformaciones
que afectan prácticamente todas las esferas de la sociedad. Ante este
escenario, signado por los cambios derivados del uso de las tecnologías de la
información y las comunicaciones (TIC) y los impactos de la globalización
neoliberal, se evidencian disímiles problemáticas que repercuten en la política,
la cultura, el medioambiente, la salud, la economía, la educación, entre otros
sectores, coyuntura internacional que ha profundizado la brecha en el
desarrollo socioeconómico de diversos países.
Es en este contexto que se presenta la actual crisis económico-financiera,
derivada de múltiples factores que se han conjugado en los últimos años, entre
los que se incluyen periodos de recesiones económicas que le han conferido
grandes proporciones. En tal sentido, el hundimiento de la economía
internacional y la aplicación de paquetes de recortes sociales son solo algunas
de las consecuencias más visibles.
La educación superior no ha estado ajena a la situación imperante, de modo
que las instituciones de educación superior (IES) enfrentan diversos retos y
problemáticas que, entre otros aspectos, se refieren a limitaciones tales como
la escasez de recursos económicos, su uso ineficiente y los escasos resultados
en el área de las investigaciones, el acceso, la inclusión y la calidad de la
educación. Por tanto, responder a estos desafíos es una tarea impostergable,
en aras de alcanzar un desarrollo próspero y sostenible.
Es innegable que las IES desempeñan un papel fundamental en el desarrollo
económico, político y social, razón por la cual su desempeño y progreso se
convierte en una cuestión de interés general. Dichas instituciones no solo
ejercen un rol protagónico en la docencia, sino también en áreas como la
investigación, la innovación, la extensión universitaria, el desarrollo, entre otras.
El vínculo que se crea entre la universidad y la sociedad, a partir de los
procesos sustantivos de la primera, genera importantes beneficios a la
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segunda, siendo palpables sus resultados y los aportes al crecimiento


económico.

1. El financiamiento en la educación superior: un reto actual


En correspondencia con el contexto actual, resulta evidente que las IES tienen
un gran desafío que enfrentar: su financiamiento. Este elemento se considera,
por su propia naturaleza, como uno de los factores estratégicos en las
instituciones, independientemente de la función social que desempeñen. En el
caso de las IES, donde convergen procesos sustantivos como la docencia, la
investigación y la extensión, se constituye como un aspecto clave para apoyar,
material y financieramente, la gestión universitaria. Aunque las IES afrontan
diversas situaciones relacionadas con el acceso a la educación superior, los
resultados y la eficiencia en los procesos, en la actualidad, el financiamiento es
uno de sus retos más acuciantes.
A nivel mundial, la sociedad demanda un acceso cada vez más amplio a la
educación superior, en la misma medida que se les exige a las IES un mayor
nivel cuantitativo y cualitativo en sus funciones. Sin embargo, tal como afirman
Schwartzman (1993), Albrecht y Ziderman (1995), García de Fanelli (2008) y
López (2010), en los últimos años se observa una disminución considerable de
los aportes gubernamentales para financiar sus procesos. Asimismo,
organismos internacionales como el Banco Mundial (The World Bank) y el
Fondo Monetario Internacional, entre otros, recomiendan la aplicación de
recortes presupuestarios, la división de los costos de la enseñanza y la
implementación de medidas que fomenten la captación de ingresos adicionales
para el mantenimiento y desarrollo de las instituciones.
Ante este escenario, queda claro que la búsqueda de fuentes alternativas de
financiamiento que permitan hacerle frente a las exigencias sociales se erige
como una disposición de primer orden para las IES, y es por ello que los
procesos de gestión y/o captación de recursos financieros resultan
indispensables. En consecuencia, el empleo adecuado de modelos de
financiamiento, así como de métodos para controlar y optimizar los recursos
financieros que las IES son capaces de generar, resultan vitales para lograr
universidades económicamente sólidas. A pesar de que estas no son, por su
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naturaleza, organizaciones diseñadas para generar ingresos, es una realidad


que, dado su encargo social, se combinan, a escala internacional, el aporte
estatal (presupuesto) y otras vías alternativas de generación de recursos
financieros para que puedan desempeñar las diferentes funciones que les son
asignadas.
Teniendo en cuenta la situación descrita, la mayoría de las IES se apoya en
sus propias capacidades de captar recursos monetarios, con el fin de paliar los
efectos de la mencionada crisis. Por ende, se crean y fomentan organizaciones
económicamente fuertes y menos dependientes de las asignaciones estatales,
encaminadas a cumplir las crecientes demandas de calidad de la sociedad. Al
respecto, Williams (1984) y Clark (1986), citados por Schwartzman (1993),
expresan que «existe hoy en día una tendencia cada vez mayor a que las
universidades obtengan rentas generadas por la venta de productos y servicios
de varios tipos, tanto al sector público como privado» (p. 2).
Las disposiciones contemporáneas para la diversificación del financiamiento en
las IES tienen como meta, según lo expresado por López (2005), modificar la
dinámica de las organizaciones mediante la introducción de nuevos elementos
que las hagan más sensibles a la internacionalización de este nivel educativo. En
algunos países, las modificaciones en ese sentido se han realizado por
consenso pero, en su mayoría, responden a esquemas impuestos por la
autoridad gubernamental. De este modo, aumentan las dificultades para lograr
un equilibrio entre la demanda que genera la educación superior y las
posibilidades reales de financiar el gasto que implica. Al respecto, la ONU
señala, como formas de financiamiento, las fórmulas de subsidio estatal, de
administración, la regulación de fondos gubernamentales y las actividades
complementarias (UNESCO, 2006).
Tanto gobiernos como organizaciones internacionales emprenden proyectos
encaminados a la diversificación de las fuentes de financiamiento en las IES.
Dichas propuestas incentivan, de manera general, el cobro de matrículas, la
venta de servicios académicos y profesionales, así como la captación de capital
privado mediante la asociación con entidades socioeconómicas.
En un estudio realizado por el Banco Mundial en 1994, se estimó que sería
razonable esperar que en América Latina los educandos aportaran, como
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promedio, entre el 25 y el 30 % del costo de la educación superior. A la par, se


promovía la eliminación de subsidios no relacionados directamente con la
enseñanza, como la alimentación, el alojamiento, entre otros.
Por otra parte, en la «Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el
Siglo XXI» (1998), la Unesco expresó la necesidad de preservar la equidad e
igualdad de oportunidades por encima, incluso, de la gratuidad de los estudios
proclamada en la Constitución Política de los Estados. Por ende, el documento
abordaba la posibilidad de fijar contribuciones o aranceles a los estudiantes de
grado que estuvieran en condiciones de aportarlos. Sin duda, algún tipo de
aporte financiero por parte de los estudiantes con recursos disponibles sería
provechoso para la salud financiera de las instituciones (UNESCO, 1998).
En el caso del posgrado, ello adquiere mayor relevancia, pues dichos estudios
representan, para quien los recibe, una «garantía» en un mercado laboral
estable, sin mencionar los beneficios que reporta desde el punto de vista social
y educativo. Por tanto, es posible asegurar que se precisan mecanismos
efectivos que permitan a educandos, a sus empleadores o a ambos hacer
frente a los gastos que implica la educación de posgrado.
Asimismo, se fomenta la obtención de recursos provenientes de fuentes
externas, las cuales consisten, fundamentalmente, en la vinculación de las IES
con empresas privadas, en contribuciones de exalumnos o en donaciones de
organismos crediticios. En tal sentido, se considera como válida la visión de la
Unesco y se debe resaltar la importancia que adquiere, para la universidad
contemporánea, la relación con entidades socioeconómicas, ya que permite la
creación de proyectos conjuntos de I+D+i, la comercialización de productos y/o
servicios académicos y profesionales y las consultorías e investigaciones, todo
ello mediante el otorgamiento de recursos financieros, tanto a las instituciones
como al personal que labora en ellas.
Como reafirmación de los aspectos mencionados, Alpízar (2013) señala que:
Iniciativas innovadoras, como una forma de responder a las demandas de
cambio, han propiciado, en los últimos años, la constitución de fundaciones,
centros de transferencia de tecnología, escuelas e institutos, pretendiendo
escapar a las restricciones del sector presupuestado puro, lo que ha tenido
resultados positivos. (p. 36)
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Otro de los puntos recurrentes en las propuestas se refiere a la eficiencia en la


asignación y utilización de los recursos financieros. En este sentido, un informe
sobre educación superior, presentado por la Unesco en el 2006, plantea que,
en la mayoría de los países, la distribución de los recursos estatales a las IES
se basa en presupuestos negociados. La propia organización considera que
este mecanismo es ineficiente, al no proporcionar incentivos para el
funcionamiento y mejoramiento de la calidad, aspecto que dificulta el ajuste en
la distribución de los recursos financieros ante escenarios imprevistos.
Al respecto, López (2010) expresa que el modelo de financiamiento que
predomina en la educación superior pública es el histórico negociado, basado,
fundamentalmente, en el incremento anual de los montos asignados por las
autoridades gubernamentales, como es el caso del pago de matrícula en las
universidades privadas. Sin embargo, recientemente, se ha introducido, en las
universidades públicas de algunos países (México, Chile, Argentina), el
presupuesto por incentivos y las fórmulas de financiamiento, para reorganizar
la asignación y el uso de fondos vinculando recursos y salarios a los
resultados. De este modo, existen múltiples mecanismos que relacionan el
financiamiento de la educación superior con diferentes criterios, tales como la
calidad de los procesos universitarios y la cantidad de estudiantes, factores que
responden a las características imperantes en las IES y al contexto en el que
se insertan.
Teniendo en cuenta los aspectos referidos hasta el momento, es preciso
señalar que las políticas que se implementan para el financiamiento de la
educación superior responden, en su base teórica, a dos modelos
fundamentales: las asignaciones gubernamentales y las fuentes de
autofinanciamiento.

2. Fuentes de financiamiento en la educación superior: asignaciones


estatales vs. autofinanciamiento
El criterio de que solo el Estado puede hacerse cargo de los costos de la
educación superior, como parte de los servicios públicos, es la más ortodoxa
de las teorías de la administración pública. No obstante, en el otro extremo, la
educación se convierte en un mero servicio de mercantilización y obtención de

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lucro. Por ello, no resulta insustancial reafirmar con claridad lo expresado por
López (2010), al aseverar que el Estado tiene la responsabilidad ineludible de
financiar la educación superior, atendiendo a los beneficios que aporta a la
sociedad en su conjunto. Sin embargo, ello no excluye la posibilidad y
necesidad de que las universidades sean capaces de captar recursos
financieros a partir de sus propias actividades. El grado de armonización que
se logre entre estos dos factores resultará clave para el desarrollo de las IES
en el contexto actual.
Las políticas encaminadas a la reducción del papel de los gobiernos en el
financiamiento de la educación superior suscitan la fuerte oposición de quienes
le confieren gran relevancia al papel del Estado como garante del sector
universitario de carácter público. No obstante, no se pueden negar las ventajas
que implican las formas de generación de recursos financieros no
gubernamentales.
En la actualidad, se buscan mecanismos que permitan la asignación de
recursos de manera más eficiente, a través de la introducción de la racionalidad
económica como componente esencial. Esto no resulta sencillo, teniendo en
cuenta la diversidad de procesos que convergen en las universidades, lo cual
dificulta el control de los impactos de las medidas aplicadas desde el punto de
vista económico y social. Según García de Fanelli (2008), la inercia estructural
que presenta la mayoría de las IES es también un elemento que frena la
innovación y su desarrollo financiero.
Molle (2012) se apoya en la clasificación propuesta por González (2000) para
relacionar y analizar algunas de las fuentes de financiamiento más comunes de
la educación superior. Al respecto, reafirma que el presupuesto estatal
constituye el sistema más utilizado a nivel internacional para financiar las IES.
Su justificación descansa en los beneficios que la educación superior brinda a
la sociedad. A pesar de ello, la asignación directa del presupuesto estatal no
está exenta de críticas, ya que no suele estimular a las IES para que operen de
manera independiente, autónoma y eficiente.
Las estrategias de asignación del presupuesto público pueden regirse, según la
clasificación propuesta por Sanyal y Martín (2005), mediante la adopción de
alguna de las siguientes pautas de evaluación:
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 Basada en una estimación de costos: cada IES presenta un presupuesto


de gastos para un periodo correspondiente a partir de las asignaciones
públicas, lo que obliga a las universidades a aplicar las partidas de gastos que
hayan sido especificadas por el Estado.
 Asentada en el presupuesto del periodo anterior: las IES reciben un
importe equivalente al asignado durante el periodo precedente, así como un
incremento determinado por la negociación Estado-universidad.
 Fundada en una fórmula que refleja los rendimientos pretéritos: se
utilizan parámetros que establecen la necesidad presupuestaria de las IES para
cada periodo, siendo el número de alumnos la variable fundamental para la
asignación presupuestaria. Ello trae aparejado incentivos en cuanto al
incremento de la matrícula, pues reduce los estándares de calidad para obtener
presupuestos superiores.
En esta misma línea de pensamiento, García de Fanelli (2008) propone una
alternativa al análisis realizado por Sanyal y Martín (2005), al señalar dos
opciones aplicables a las asignaciones gubernamentales: la denominada «por
partida de gasto» (line-item-budgeting) y la llamada «por partida global» (block
grant).
En la primera, las universidades se ven limitadas a la ejecución presupuestaria
de los recursos gubernamentales recibidos. Dicho modelo se considera
altamente centralizado, ya que permite a los gobiernos juntar mecanismos para
controlar el servicio educativo. Al ser el ente financiador quien establece los
montos, Albrecht y Ziderman (1995) reconocen, como limitaciones de este
modelo, el excesivo centralismo y la falta de elementos que generen
competitividad.
Por otro lado, la segunda consiste en la asignación de un monto global que
luego se desagrega, presupuestalmente, para cada IES. Dentro de esta
modalidad, la autora identifica dos tipos de mecanismos que el Estado utiliza
para realizar las asignaciones: las fórmulas y los contratos.
Las fórmulas se sustentan, básicamente, en la aplicación de métodos como
pueden ser las asignaciones por costo promedio de estudiantes o la tasa de
matrícula promedio de cada IES. Ello permite a los gobiernos lograr metas
sociales a través de su financiamiento. En el caso de los contratos, su objetivo
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fundamental radica en la promoción de actividades específicas en las IES. La


propia autora añade, además, que es más común la utilización de una
asignación global para el financiamiento de la actividad operativa de las
universidades, a través de la vinculación del uso de contratos para la
financiación de programas específicos de docencia y/o investigación.
Por otro lado, Sanfuentes (1987) establece puntos convergentes para el
financiamiento estatal y privado, tal como se muestra en la tabla 1.

A partir del análisis del contenido presentado en la tabla anterior, se comprende


que el autor, tras la exploración de alternativas de financiamiento para la
educación superior, propone cuatro sistemas organizativos bajo cuatro criterios
esenciales: determinación de la oferta, regulación de la demanda, reglas de
equidad y reglas de eficiencia. También plantea dos sistemas extremos (libre
competencia y aporte estatal integral) y dos escenarios intermedios (crédito
fiscal y financiamiento tributario). En una situación de libre competencia
(extremo I), el Estado participa en el financiamiento de la educación superior y
deja al mercado la regulación de «la oferta y la demanda universitaria», de
manera que el servicio educativo no estará en función de las necesidades
colectivas, pues se priorizará la maximización de utilidades en detrimento de la
calidad educacional.

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En la alternativa denominada «aporte estatal integral» (extremo II), es el estado


quien determina la oferta de la educación superior y la subsidia. Este
mecanismo puede instrumentarse a través de dos alternativas fundamentales.
La primera es la llamada «universidad para todos», donde se determina, de
manera centralizada, la cantidad de plazas a ofrecer. Por su parte, la segunda
variante se fundamenta en el racionamiento por calidad, en el cual cada
institución establece el número total de plazas a ofertar, en correspondencia
con los costos estimados y los recursos disponibles. Al tratarse de un servicio
gratuito con oferta limitada, se establece un sistema de racionamiento y se
potencian los aspirantes con mayor calidad.
Otra modalidad que adopta el financiamiento estatal es la asignación de
vouchers (subsidios totales o parciales) a los estudiantes, caso en el que los
educandos efectúan los pagos por diferentes conceptos (matrículas, aranceles,
etcétera). Es así como el Estado continúa financiando la educación superior. Lo
hace a través de los alumnos y no de las universidades, sistema que favorece
la sana competencia entre las IES, en la oferta de servicios académicos que
potencien la atracción de estudiantes.
Como sistema intermedio entre la libre competencia y el aporte estatal integral,
Sanfuentes (1987) identifica el crédito fiscal. En este sentido, expresa que el
proceso de otorgamiento de préstamos financieros a las IES resulta altamente
complejo, lo cual se debe al déficit de garantías económicas y a su largo
periodo de recuperación. Ante tal problemática, se propone que sea el Estado
quien destine los recursos financieros mediante la creación de un fondo
crediticio, con el objetivo de otorgar directamente los préstamos estudiantiles.
Este modelo, a diferencia del aporte estatal, permite la recuperación paulatina
de los fondos asignados a través de su devolución por parte de los educandos,
lo que contribuye al autofinanciamiento. Como elemento positivo, se puede
referir que esta modalidad genera incentivos para mejorar la eficiencia en las
universidades y estimula el sentido de la responsabilidad en los estudiantes,
puesto que participan en el costo de su propia educación. Sin embargo, no está
exenta de críticas. Los autores consultados afirman que desestimula el ingreso
a la educación superior por su alto costo financiero a largo plazo. Asimismo,
potencia la docencia en detrimento de actividades como las investigaciones y
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las producciones científicas, con el propósito de captar mayor cantidad de


alumnos y, por ende, niveles superiores de ingresos.
Por último, se identifica otro sistema intermedio, el financiamiento tributario.
Con relación a este, Sanfuentes (1987) expresa que «[su] aspecto fundamental
[responde a] que la recuperación de los costos de la enseñanza no se realiza a
través de un préstamo de monto fijo que eroga el Estado, sino mediante el
establecimiento de un impuesto en la forma de sobretasas a quienes han
recibido enseñanza universitaria» (p. 10). No obstante, el propio autor se
encarga de criticarlo, al considerar como desiguales sus formas de
contribución, dado que aquellos graduados con mayores ingresos tributarían
importes más elevados, aporte que no guardaría relación con el costo de la
enseñanza recibida.
Por otra parte, los impuestos, en sus diferentes modalidades, constituyen una
fuente alternativa de autofinanciamiento, pues el sistema tributario posibilita la
conquista de una mayor equidad social; no obstante, encuentra en su camino la
dificultad de una escasa cultura fiscal. En tal sentido, Molle (2012) resume los
tipos de impuestos más comunes para el financiamiento de la educación
superior:
 Impuesto a los servicios profesionales: es un tributo cuya base imponible
es el valor del servicio prestado por el profesional. Las limitaciones asociadas a
su aplicación radican en la posibilidad de la doble tributación, si se parte de la
premisa de que los profesionales ya se encuentran contribuyendo con un
impuesto por ingresos personales.
 Impuesto al empleador de graduados universitarios: esta modalidad
presenta como desventaja la posibilidad de que los empleadores trasladen el
impuesto a los profesionales, lo que reduciría sus salarios netos. Por otra parte,
los profesionales independientes no serían sujetos imponibles, de modo que se
generaría una manifiesta desigualdad.
 Impuesto a las familias con capacidad de pago que alberguen en su
seno algún miembro que sea estudiante: la arbitrariedad para determinar
cuáles son las familias que poseen capacidad de pago y cuáles no podría
generar divergencias socioeconómicas. (p. 22)

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Adicionalmente, diversos autores identifican las siguientes fuentes de


autofinanciamiento:
 El cobro de matrícula: en la actualidad, es una de las principales fuentes
de financiamiento en las universidades, sobre todo en aquellas de carácter
privado. Se basa, fundamentalmente, en el pago de una cuota por parte del
estudiante, tanto de pregrado como de posgrado, como retribución de la
educación recibida. Se justifica en que el estudiante obtiene, del sistema
educativo, una formación que le permitirá, en el futuro, la generación de
ingresos y una educación que modificará su estilo de vida social, por lo que
debe afrontar el costo de su educación. Puede vincularse con el financiamiento
estatal, al aplicar los estudiantes para programas de becas y créditos
estudiantiles gubernamentales.
 Las transferencias de tecnologías y servicios: constituyen actividades
que, por su propia naturaleza, permiten a las IES la generación de
conocimientos de alto nivel científico, por lo que no resulta extraño que en la
actualidad las universidades logren la captación de recursos financieros a partir
de la comercialización de su conocimiento. En este sentido, tal como afirma
González (2000):
La venta de servicios técnicos de alto nivel, asesoramiento en proyectos
públicos o privados, capacitación y actualización de recursos humanos, planes
de desarrollo profesional, entre otros, pueden proporcionar a las universidades
ingresos para el sostenimiento de actividades específicas. (p. 72)
 El desarrollo de empresas de base tecnológica: se trata de establecer
vínculos con el sector empresarial, en aras de obtener rentas a partir de la base
tecnológica y el conocimiento científico de ambas instituciones.
 Los contratos y centros de investigación: este tipo de convenios
requiere, por lo general, tres actores principales: las IES, el Estado y las
empresas. Las alianzas creadas posibilitan el acceso a investigaciones y a la
utilización de la planta física y del personal universitario, en entidades que no
cuentan con los medios y el Know How para desarrollarlas.
 La cooperación internacional: en el mundo globalizado actual, resulta
una necesidad para alcanzar estándares de calidad elevados. Más allá de los
beneficios económicos que puede generar, permite la incorporación de nuevos
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conocimientos y tecnologías. Por ende, los programas de colaboración entre


las universidades e instituciones y organismos constituyen mecanismos que
fomentan la generación de recursos de diversa índole.
 Los legados y donaciones: provienen, fundamentalmente, de empresas
y/o personas que, por lo general, obtienen algún beneficio fiscal derivado de su
acción filantrópica. En este sentido, Johnstone (2006) sostiene que:
Para recoger los frutos de las actividades de benefactoras, es preciso que
estas tengan una larga tradición y que se brinde un trato fiscal favorable a las
contribuciones para fines benéficos, lo que descarga sobre el Estado parte del
peso efectivo de las actividades filantrópicas, en forma de ingresos fiscales
perdidos. (p. 20)
La instrumentación de la educación superior, como un servicio público que
produce beneficios sociales y económicos generalizados, se realiza,
fundamentalmente, a través de un sistema de financiamiento otorgado
mediante subsidios provenientes de las arcas estatales. En este caso, son los
gobiernos quienes asumen la función de financista principal. En cambio, donde
predomine una concepción de la educación superior como una entidad que
persigue beneficios económicos y financieros, tenderá a prevalecer un sistema
privado de financiamiento, mediante el pago de aranceles y la venta de
servicios científico-técnicos. De ese modo, el mercado de demandas
estudiantiles y empresariales asumirá la función de financista principal.
Finalmente, con independencia del ente que financie la educación superior, ya
sea el Estado, organismos privados o la propia universidad a partir de sus
actividades, la elección de una fuente de financiamiento implica la
consideración de múltiples factores, tanto del lado de la oferta, como del de la
demanda. Para ello, es preciso reflexionar acerca de los costos económicos y
sociales de cada alternativa, así como sobre sus posibles beneficios, tanto en
el orden individual como colectivo.
Queda claro que no se trata de que una fuente reemplace a otra. Se necesitan
estudios que permitan conocer las condiciones económicas, políticas y sociales
de cada región, para determinar cuál aplicar. Asimismo, son considerables los
beneficios que se obtienen mediante la conjugación de algunas, al no depender
las IES de una sola vía o proveedor de recursos financieros, lo cual constituye
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una ventaja, desde el punto de vista económico, para alcanzar la tan ansiada
autonomía universitaria.

Conclusiones
Debido, principalmente, a la severa crisis económico-financiera que sufre el
mundo en la actualidad, los gobiernos, a escala internacional, se han visto en la
necesidad de reducir sus aportes financieros destinados a la educación
superior. Ello ha conllevado un incremento en la implementación de políticas
neoliberales que, bajo el discurso de la diversificación del financiamiento y la
eficiencia en los procesos universitarios, persiguen la supresión de los avances
sociales de la educación superior y la instauración de un régimen financiero
donde solo primen mecanismos de mercado.
Por otro lado, disímiles organizaciones internacionales abogan por la reducción
del papel del Estado en el financiamiento universitario, así como por la
aplicación de medidas de corte neoliberal que subordinen los intereses sociales
a la obtención de lucro. Sin embargo, instituciones como la Unesco defienden
las estrategias encaminadas a diversificar las fuentes de financiamiento en las
IES y, a la par, ponderan el rol desempeñado por los gobiernos como garantes
de la equidad social en la educación terciaria.
En tal sentido, los dos modelos de financiamiento abordados en el artículo
poseen características diferentes, atendiendo a varios criterios: el ente
financiador, los objetivos propuestos y las repercusiones socioeconómicas de
su implementación. Cada uno responde a las exigencias de su entorno y al
contexto en el que se inserta.
El financiamiento de carácter gubernamental debe ganar en flexibilidad y
acelerar la implementación de políticas que permitan elevar la eficiencia y la
eficacia en la gestión de los procesos universitarios. Por su parte, los
mecanismos de autofinanciamiento precisan mayor supervisión gubernamental
para velar por el cumplimiento de la función social de las universidades.
Por último, los modelos descritos no son excluyentes. La conjugación efectiva
de los elementos positivos presentes en cada uno de ellos permitiría alcanzar,
a priori, IES más sólidas desde el punto de vista financiero y, por ende, con

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mayor posibilidad de que las funciones que les son inherentes respondan a las
crecientes demandas de la sociedad contemporánea.

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Recibido: 27/11/2017
Aceptado: 20/1/2018

Abel Naranjo García, Universidad de La Habana, Cuba, Correo electrónico:


[email protected]

Frida Ruso Armada, Universidad de La Habana, Cuba, Correo electrónico:


[email protected]

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