Las Dos Españas, El Califato de Córdoba
Las Dos Españas, El Califato de Córdoba
Las Dos Españas, El Califato de Córdoba
EL CALIFATO DE CÓRDOBA
El emir omeya Abd al Rahman pudo imponerse a las rebeliones hispánicas que habían sido
la pesadilla del emirato, afirmar su poder militar frente a los cristianos del norte, que habían
conseguido avanzar hasta la línea del Duero, y también frente a sus otros enemigos, los
fatimíes del norte de África, provenientes del califato oriental en Bagdad, que avanzaban
conquistando en nombre de los sucesores de Fátima, la hija del Profeta.
Esto le permitió elevar el emirato de España a la categoría suprema de califato (año 929) e
independizarlo de la tutela oriental. Concentró el poder político, religioso y militar, y dio
comienzo al siglo de esplendor de Córdoba, ahora capital del califato occidental y de toda
España, ya que su poder era tal, que operaba como árbitro incluso de los reinos cristianos
durante sus luchas internas.
Este siglo triunfal de Córdoba tuvo también el protagonismo de Almanzor, el jefe militar
islámico que llegó a suplantar en importancia y usurpar el poder del califa sucesor de Abd
al Rahman. Fue el guerrero más eficaz de Al Andalus, y la sola mención de su nombre
sembraba terror. Arrasó con las ciudades de Santiago, León y Barcelona, y al morir, su hijo
continuó su campaña victoriosa, hasta el año 1008.
Córdoba fue en aquel entonces la ciudad más importante de toda Europa. Su riqueza, su
resplandor, opacaban a los tristes reinos cristianos, que sobrevivían aterrados frente a su
poderío. Las campañas militares, las depredaciones, los arbitrajes, construyeron ese poder.
Fue además capital cultural de toda la península ibérica, admirada desde una Europa oscura
alejada del cultivo de las ciencias por el momento, pues sólo en la quietud de los
monasterios se continuaba la herencia cultural romana. Abd al Rahman había iniciado las
obras de la gran mezquita de Córdoba, con restos de las antiguas iglesias cristianas
derruidas. Sus sucesores en el califato la continuaron hasta la época de Almanzor. También
el lujoso palacio de Medina Azahara quedó como legado y muestra de esa época dorada.
Pero el siglo de oro cordobés no pudo mantenerse más tiempo. Las disensiones militares, en
parte provocadas por la tiranía de Almanzor, minaron la unidad política de la ciudad
esplendorosa y del califato, y una serie de califas impotentes se fueron sucediendo hasta
que en 1031, al caer el último de los omeyas, todo Al Andalus se fragmentó en territorios
inconexos gobernados por príncipes o jefes bereberes, árabes o eslavos, conocidos como
“reinos de Taifas”. Los estados cristianos, que durante el califato de Córdoba se habían
visto postrados, ahora tenían su oportunidad de lanzarse contra el enemigo disperso y
debilitado. La decadencia de Al Andalus abrió el camino a la España cristiana.