Bloque 2

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Bloque 2.
LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO
EN CONSTANTE CAMBIO (711-1474)

2.1. Al Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y califato de Córdoba.


2.2. Al Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí.
2.3. Al Ándalus: economía, sociedad y cultura.
2.4. Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la Reconquista.
Modelos de repoblación.
2.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad
estamental.
2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de
Navarra al final de la Edad Media.

2.1. AL-ÁNDALUS: LA CONQUISTA MUSULMANA DE LA PENÍNSULA


IBÉRICA. EMIRATO Y CALIFATO DE CÓRDOBA.

La presencia de los musulmanes en la Península se debió a la confluencia de dos


procesos simultáneos: la crisis interna de la monarquía visigoda y el proceso de expansión
del Islam. El carácter electivo del trono es un elemento de debilidad de la monarquía visigoda.
A ello hay que sumar el poder de la Iglesia y la nobleza. Así, eran frecuentes las intrigas y
las rivalidades entre bandos.
A la muerte del Witiza, el duque de la Bética, Roderico (don Rodrigo), encabezó una
revuelta y ocupó el trono, lo que desencadenó el enfrentamiento entre grupos nobiliarios
rivales.
Entretanto, los musulmanes, en su expansión por el norte de África, habían lleado
hasta el Atlántico. Muza, gobernador (wali) de Ifriqiya, aprovechó las disputas internas de
los visigodos y envió en 710 una primera expedición de tanteo integrada por 400 hombres y
comandada por Tarif que desembarcó en Tarifa, donde consigue sin resistencia un
considerable botín.
En 711, Muza envió a la Península a Tariq con 7.000 soldados de origen bereber.
Desembarcó en Gibraltar y Rodrigo acudió a marchas forzadas a repeler la invasión. Tariq
pidió refuerzos y Musa le envió otros 5.000 bereberes.
El 19 de julio comienzan los enfrentamientos entre el ejército visigodo y el musulmán
(Batalla de Guadalete). El 26 de julio, tras la muerte del rey, las tropas visigodas emprenden
la retirada.
Tariq persiguió a los restos del ejército de Rodrigo para impedir su reorganización.
Después, Tariq cercó Córdoba y siguió hasta Toledo, abandonada por las tropas de Rodrigo.
El 11 de noviembre Toledo es ocupada. Esto provoca un gran desconcierto en el reino y cada
autoridad local trató de negociar con los invasores un acuerdo los más favorable posible.
En mayo de 712 Muza desembarca en Algeciras, lo acompañaba un ejército de 18.000
árabes. Muza decidió consolidar el dominio musulmán sobre la Bética para asegurarse una
rápida retirada en caso de necesidad. Tras dominar Sevilla se dirigió a Mérida donde
encontró una férrea resistencia por parte de los partidarios de Rodrigo. Mientras cercaba
la ciudad, la Bética se subleva y Abd al-Aziz, hijo de Muza, se encarga de someterla. También
somete la Andalucía oriental.
En la primavera de 714 los musulmanes reemprenden la conquista. Conquistada
Zaragoza, Muza envía una expedición hacia la Narbonense. El propio Muza sometió Galicia.
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Los historiadores han debatido mucho sobre las causas de la fácil conquista de la
Península por los musulmanes. Las principales conclusiones al respecto son:
1. Los musulmanes tomaron las ciudades con lo que se garantizaron sus ámbitos de
influencia. De este modo, dominaron los mismos territorios que los romanos y los
visigodos. Allí donde estos no ejercieron su soberanía tampoco lo harán los
musulmanes.
2. Cuando la ciudad o el territorio se resistía, pactaban con él e incluso mantenían en el
poder a las autoridades hispano-visigodas, son las capitulaciones.
3. La población hispana y en especial los judíos verán en los musulmanes unos
liberadores.
4. La tolerancia religiosa.
5. La debilidad de la monarquía visigoda.

Podemos dividir en varias fases la historia de Al-Ándalus:


1. Emirato dependiente (711-756)
La Península, Al-Ándalus, se convierte tras la conquista en un emirato dependiente,
es decir, en una provincia gobernada por un emir que depende del Califato Omeya de Damasco
y además mantiene estrechas relaciones con el centro político de Kairuán (Túnez)
Esta etapa se caracteriza por:
1. La inestabilidad política motivada por el continuo cambio de gobernadores, nombrados y
destituidos desde Damasco, capital del Imperio musulmán. A esto se unen las constantes
fricciones entre las facciones que participaron en la conquista (árabes-bereberes).
2. Los intentos de expansión hacia el resto de Europa. Todos ellos son detenidos por Carlos
Martel, que derrota a los invasores en Poitiers en 732 y a orillas del Ródano en 738. A partir
de ese momento, los musulmanes abandonan sus pretensiones expansionistas en Europa y
optan por reforzar su asentamiento en el territorio hispano-visigodo.
La caída de la dinastía Omeya en Damasco (750) y su sustitución por la dinastía de
los Abbasíes de Bagdad tuvo repercusiones en Al-Ándalus. Abd al-Rahman sobrevive a la
matanza de que es objeto su familia y huye, se establece en la Península, consigue hacerse
con el poder y proclamar un emirato independiente.
2. Emirato independiente (756-929)
Durante el mandato de Abd al-Rahman I y de sus descendientes, Al-Ándalus consigue
una organización estatal completa. Pero, durante este periodo, el emirato y su estructura se
ven sometidos a continuas tensiones provocadas por:
1. Las provincias fronterizas, las marcas, pretenden independizarse. Las revueltas de
Zaragoza, Toledo y Mérida se repiten.
2. Las rebeliones de la población muladí (cristianos convertidos al Islam que viven en
territorio musulmán) y de la población mozárabe (cristianos que viven en suelo musulmán y
pagan impuestos) por el aumento de la presión fiscal.
3. La resistencia de los grupos étnico-culturales que protagonizaron la conquista a someterse
a las decisiones del poder omeya.
Estos conflictos provocaron la debilidad política del emir. Entre los años 890 y 920
se prolonga una crisis que reduce la autoridad del emir prácticamente a Córdoba.
3. El Califato de Córdoba (929-1031)
La llegada al poder de Abd al-Rahman III (912-961) significa el fin de las tensiones
que amenazaban con disgregar Al-Ándalus. Su mandato presenta tres líneas de actuación:
1. La pacificación de Al-Ándalus.
Aprovechando su juventud, los dirigentes de las marcas y coras volvieron a la insumisión
y se negaron a aceptar su autoridad. De modo que el emir emprende una serie de campañas
de pacificación y para evitar la formación de señoríos hereditarios, tan proclives a la
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secesión, Abd al-Rahman III hizo nombramientos por un tiempo limitado para un cargo
determinado.
2. La proclamación del califato.
En 929 se proclama califa. Rompe los vínculos con el poder central de Bagdad y se
convierte en jefe espiritual y político. Se abre la etapa más brillante de la historia de Al-
Ándalus.
3. La lucha contra los reinos cristianos
Frena el avance cristiano y consigue que los reyes de León y Navarra, los condes de
Castilla y Barcelona se conviertan en sus vasallos y le paguen parias (tributos). Se convierte
en el árbitro de la política peninsular.

Al-Hakam II (961-976) mantiene el poder político y militar del califato y consigue


un esplendor cultural y artístico que hace de Al-Ándalus la sociedad más avanzada del
momento.
A su muerte, su hijo Hisham II, hereda el califato con sólo once años y Almanzor ejerce
el poder efectivo en su nombre, que en la práctica desplaza al califa de la dirección política
de Al-Ándalus. Almanzor realizó más de cincuenta aceifas. Eran expediciones que pretendían
hacer botín y rara vez ocupar nuevos territorios. Entre ellas destacan las que le permitieron
recuperar Zamora, Simancas, Barcelona, los ataques a Coimbra, León, Astorga, Santiago.
Muere al regresar de su última expedición (Medinaceli, Soria) en 1002. Los hijos y
sucesores de Almanzor intentarán mantener el poder de su padre. Abd al-Malik (100-1008)
muere prematuramente y su hermano Abd al-Rahman Sanchuelo (así llamado por ser nieto
de Sancho de Navarra con una de cuyas hijas se había casado Almanzor) intentó proclamarse
califa, haciéndose nombrar sucesor de Hisham II.
El califa abdicó y Sanchuelo fue asesinado (1008). Comienza la desintegración del
Califato (la fitna).

2.2 AL-ÁNDALUS: REINOS DE TAIFAS. REINO NAZARÍ.


Tras la muerte de Sanchuelo y la abdicación del califa siguieron años de gran confusión,
la fitna. Se trata de un período de guerras civiles (1009-1031), es la desintegración política
del Califato. Se sucedieron enfrentamientos entre diversos aspirantes al trono califal,
apoyados unos y otros por las tropas berberiscas y eslavas, y también por ejércitos de los
condes de Castilla y Barcelona. Esto significaba un vuelco en la política de la Península ya que
hasta hacía apenas 12 años eran los musulmanes quienes intervenían en los reinos cristianos.
Ante tanta confusión una rebelión en Córdoba significó la expulsión del último califa
omeya Hisham III y la abolición del Califato. Al-Ándalus se fragmentaba en 26 reinos
independientes. los llamados Reinos de Taifas (1031-1090).
Los 26 reinos de Taifas iniciales pueden dividirse en 3 grandes grupos, según el grupo
étnico dominante:
 Árabes. Formadas por los miembros de la nobleza musulmana.
 Eslavos, que fueron los que conocieron mayores enfrentamientos internos: Almería,
Valencia, Denia, Baleares.
 Bereberes: Málaga, Granada.

En las Taifas se produjeron los mismos problemas y tensiones que en Al-Ándalus:


enfrentamientos étnicos y predominio del militarismo. Todos ansiaban imponerse sobre los
demás o defenderse de ellos. La mayoría de estos reinos fueron desapareciendo al ser
conquistados por los más poderosos. A finales del siglo todas las taifas eslavas (excepto
Baleares) y bereberes (excepto Granada) habían sido absorbidas por otros reyes musulmanes
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o conquistadas por los reinos cristianos. Además de Sevilla, las más sólidas fueron las de las
zonas fronterizas, quizá porque allí el poder de las familias gobernantes era muy antiguo.
Las Taifas que recurrieron a la ayuda de los reinos cristianos tuvieron que compensarlos
económicamente. Estas compensaciones fueron al principio ocasionales y después periódicas
(parias). Para no sucumbir a los ataques cristianos aceptaron pagar tributos que les
garantizaban treguas. Esto produjo un flujo de riqueza continuo hacia el norte, y al mismo
tiempo la creación de impuestos que provocó el descontento de la población.
La política de treguas no pudo impedir, al final, el avance cristiano. En 1085, el rey de
Castilla, Alfonso VI, conquista Toledo. El impacto fue enorme:
 El considerable avance territorial, hasta el Tajo, de los cristianos.
 La importancia simbólica de la vieja capital visigoda.
 La pérdida para los árabes de la zona fronteriza intermedia.

Tras la conquista de Toledo casi todos los reinos musulmanes fueron sometidos al pago
de fuertes parias por el rey de Castilla. Los reyes de Sevilla, Granada y Badajoz, alarmados
por el peligro cristiano, llamaron en su auxilio al poderoso Imperio almorávide1 del norte de
África.
Los almorávides desembarcaron en Algeciras y derrotaron a los cristianos en la batalla
de Sagrajas (1086). En 1090, comienza la conquista de las taifas, que van absorbiendo en
poco menos de veinticinco años. Su expansión sólo fue frenada por el rey aragonés Alfonso
el Batallador.
El poder de los almorávides no llegó a consolidarse del todo y la unificación de Al-
Ándalus bajo su mando tuvo una breve duración, entre otras causas por:
- La pérdida de ciertos territorios, como Zaragoza, o la incapacidad para recuperar otros,
como Toledo, contribuyeron al desprestigio militar de los almorávides entre la población
hispanomusulmana.
- Su fanatismo religioso provocaba el descontento no solo de cristianos y judíos, sino de
amplios sectores de población musulmana.
- Un nuevo movimiento político-religioso, el almohade se hará con el imperio almorávide en el
norte de África.
Así, el Imperio almorávide se desintegra ante el empuje de un nuevo grupo
norteafricano, los almohades. Estos cruzan el estrecho con un doble objetivo: arrebatar el
poder a los almorávides y proteger las fronteras musulmanas de los ataques cristianos.
Hacia 1145, en Al-Ándalus, el hundimiento almorávide provoca el resurgimiento de unas
segundas taifas. Los invasores ocuparon rápidamente las taifas de Sevilla, Córdoba y Almería,
y más adelante, las de Valencia y Murcia. Sevilla se convierte en su capital. La completa
unificación de Al-Ándalus se alcanza en 1172. Los últimos años del siglo XII representaron
el momento de máximo esplendor de los almohades.
El dominio almohade amenazó gravemente a los reinos cristianos, y sus ejércitos
derrotaron en Alarcos (1195) a Alfonso VIII de Castilla y ocuparon Baleares. La reacción
cristiana no se hizo esperar y, auspiciada por Inocencio III, se materializó en la victoria de
Las Navas de Tolosa (1212), en la que combatieron todos los reinos cristianos peninsulares y
supuso el inicio del declive de la presencia almohade en la Península.

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Almorávides: seguidores del predicador Abd Allah ibn Yasin, que se estableció en una rábida (ribat,
equivalente a un convento fortificado ocupado por monjes guerreros), de donde parece derivar el
término almorávides (al-murabit u hombres del ribat). De la predicación pasaron a la acción militar,
fundaron la ciudad de Marrakech (1062) y configuraron un imperio norteafricano que englobaba los
actuales territorios de Marruecos, Argelia, Mauritania y las cuencas de los ríos Senegal y Níger
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Los almohade no llegan a Al-Ándalus reclamados por los reinos de taifas, sino con el
afán de destruir lo que quedaba del imperio almohade. Además, no tuvieron el apoyo de la
población hispanomusulmana, por lo que su único soporte era la fuerza militar, que quedó
maltrecha en la batalla de las Navas de Tolosa
Tras la batalla de las Navas de Tolosa supuso, pues, el hundimiento del poder
centralizado de los almohades y el inicio de un tercer periodo de taifas con la constitución
de tres grandes reinos musulmanes: Murcia, Valencia y Granada.
Este último nace al rebelarse contra los musulmanes y proclamarse sultán independiente
Muhammad I, de la familia Nasri o Nazarí, en 1232, en Arjona. Tras ser reconocida su
autoridad por varias localidades, entró en Granada en 1237.
Pero, en el siglo XIII, los reinos cristianos estaban en plena expansión y en menos de 50 años
la mayoría de los territorios andalusíes fueron conquistados, con la excepción de Granada,
donde se consolidó el Reino nazarí que pervivió hasta 1492.
El Reino nazarí abarcaba un territorio dividido en tres coras: Elvira, con capital en
Granada; Rayya, con capital en Málaga, y Pechina, con capital en Almería.
En dos siglos y medio de existencia, fue escenario de disputas internas casi constantes.
Además, la presión exterior ejercida por Castilla obligó a los reyes nazaríes a practicar una
política de que basculaba entre la guerra y la paz; esta última a cambio del pago de parias y
el reconocimiento del vasallaje al rey de Castilla.

2.3. AL-ÁNDALUS: ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA.


Los árabes introdujeron importantes innovaciones en la agricultura y en los sistemas
de cultivo. La producción agrícola se basaba en los cultivos mediterráneos tradicionales
(trigo, vid, olivo), pero los árabes trajeron:
 Plantas de origen oriental como: arroz, frutales (albaricoque, palmera datilera, granada,
cítricos (naranja, pomelo, limón), capa de azúcar, morera, azafrán, cerezos...
 Hortalizas: zanahoria, alcachofa, berenjena, etc.
 Plantas textiles como el cáñamo.
 Plantas aromáticas, colorantes y medicinales.
Buena parte del desarrollo agrícola se basó en la extensión del regadío en las zonas
de los valles fluviales, gracias al empleo de técnicas hidráulicas como la noria, las acequias,
las albercas o los molinos de agua. Para regular los riegos se desarrolló un sistema de derecho
y de reparto.
Los campesinos desarrollaron la ganadería bovina, ovina y la cría caballar,
abandonando la ganadería porcina.
La pesca experimentó un gran auge. Así como la producción de miel y de gusanos de
seda. Además, se explotaron los recursos mineros, las salinas y las canteras.
Las ciudades eran el verdadero centro económico de al-Ándalus. No sólo porque eran
el mercado de los productos agrícolas, sino porque en ellas se ubicaba una activa industria
artesanal (vidrio, cuero, orfebrerías, cerámica, etc.), especialmente textil (lana, seda, lino,
algodón).
Tanto los productos agrarios como los manufacturados se vendían en los mercados o
zocos. La producción abastecía al mercado local o comarcal, pero el comercio exterior cobró
un desarrollo extraordinario. La Península se hallaba en el centro de confluencia de las rutas
comerciales africanas, europeas y asiáticas. Al-Ándalus estaba integrada en un circuito
económico que se extendía por todo el Mediterráneo, se adentraba en África, con una
importante ruta hacia las minas de oro de Sudán, y se expandía hacia Oriente (India, China,
etc.) y la zona del Báltico. El dominio de las rutas terrestres y de la navegación y la existencia
de una moneda fuerte y estable (el dinar de oro y el dirham de plata) permitieron al mundo
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musulmán controlar, hasta el siglo XIII, gran parte del comercio de esa zona sin competencia
alguna.
En Al-Ándalus se importaban de Europa esclavos, madera, metales o armas; de
Oriente llegaban especias, libros y objetos de lujo, mientras que de África procedían trigo,
oro y marfil. A su vez, se exportaban productos agrícolas, sobre todo manufacturas de lujo:
cerámica, cuero y telas, que se comercializaban en las alcaicerías de las ciudades.

Por lo que respecta a la sociedad andalusí, Estaba dividida en tres grupos:


 Los árabes, que constituían la aristocracia terrateniente (dueños de las tierras más
fértiles en el valle del Ebro, del Guadalquivir y el Levante) y ocupan los cargos en la
administración.
 Bereberes, establecidos en tierras más pobres (la Meseta y laderas montañosas) y
dedicados al pastoreo, y muladíes y judíos, que constituyen las clases medias urbanas. Son
funcionarios, juristas, comerciantes, propietarios de talleres.
 Muladíes y mozárabes, que eran campesinos y trabajadores urbanos, son hombres libres.
Además, estarían los esclavos, de origen eslavo y africano (sobre todo, sudaneses). No
obstante, la esclavitud no sería una pieza clave de la estructura económica.
A esta organización hay que añadir la división religiosa, que establece una gran
diferencia entre musulmanes y no creyentes. Los primeros desempeñan funciones públicas,
administrativas, militares o judiciales, y estaban exentos del pago del tributo personal. Los
no creyentes tenían más restringidos sus derechos. Cristianos y judíos contaban con sus
propias autoridades que respondían ante las islámicas, aplicaban el derecho visigodo o judaico
y recaudaban impuestos y eran responsables del servicio militar que debían prestar los no
creyentes.

La vida intelectual en Al-Ándalus alcanzó un enorme desarrollo. Su ciencia, literatura


y arte se inspiraron en modelos árabes de Oriente. Aunque los intelectuales se expresaron
en árabe, su pensamiento reflejó influencias de la filosofía y cultura persa y grecorromana
y las aportaciones de egipcios, indios, sirios, etc.
A medida que se desarrolló, la cultura andalusí adquirió una gran originalidad, en
particular durante la época califal y las Taifas. En este último período los diferentes reyes
ejercieron un mecenazgo sobre la cultura promoviendo la competitividad entre los distintos
reinos. Existía, además un clima de gran libertad intelectual, por lo que se ha denominado a
esta etapa la edad de oro de la cultura andalusí.
La cultura andalusí ejerció una gran influencia en los reinos cristianos peninsulares y
en la Europa occidental, sobre todo en literatura, derecho, historia, geografía, ciencias
naturales, medicina, matemáticas, ciencias aplicadas, astronomía y filosofía.
En Teología y filosofía, lo que más preocupó fue cómo resolver las contradicciones
entre la verdad que proporciona la razón y la verdad de la revelación o palabra de Dios. En
este sentido, destacaron Avempace, Averroes y el judío Maimónides.
En Historia destacan Al-Razi e Ibn Jaldun.
Por lo que respecta a la Literatura, hay que tener en cuenta que en Al-Ándalus se
hablaba árabe y la lengua de los muladíes, derivada del latín. A ambas lenguas
correspondieron dos tipos de literatura. En árabe clásico se escribió la poesía culta, siempre
de tendencia orientalizante; en árabe vulgar, a menudo mezclado con la lengua romance, se
hizo una poesía popular.
Dentro de la tendencia culta destacan Ibn Abd Rabbihi con El collar único, Ibn Hazam
con El collar de la paloma e Ibn Zaydun, el poeta del amor no correspondido.
En la poesía popular encontramos a Muqaddam ben Muafa, posible inventor de la
moaxaja (poema de cinco estrofas de carácter cortesano con un estribillo de carácter
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picante, puesto en boca de una mujer), y Abenguzmán que desarrolla el zéjel, poema más
sencillo y cómico que el anterior.
El arte hispanomusulmán se inscribe dentro de las características generales del arte
islámico: profunda inspiración religiosa, poca importancia de las artes figurativas y especial
relevancia de las artes figurativas y especial relevancia de la arquitectura.
Así, el principal impulso artístico se produjo en la arquitectura, que servía de reflejo
del poderío y la fastuosidad de los gobernantes. Se trata, por tanto, de un arte
eminentemente religioso y palatino, cuyas principales manifestaciones artísticas fueron la
mezquita y el palacio.
La mezquita es el principal edificio religioso musulmán. La más sobresaliente fue la
mezquita de Córdoba. Se comenzó a construir durante el siglo VIII y se concluyó, después
de varias ampliaciones, en el siglo X. Las reformas más importantes se realizaron bajo el
califa Al Hakam II y bajo el mando de Almanzor, ya en pleno siglo X. El elemento
arquitectónico más novedoso es la disposición de los arcos de separación de las naves: para
elevar el techo y mejorar la visión hacia la quibla y el mihrab se superpusieron dos niveles de
arcos: de herradura en el inferior y de medio punto en el superior.
La arquitectura civil se halla representada por palacios y alcazabas. Entre los
primeros destacan los restos del palacio de Medina Azahara, verdadera ciudad palatina
mandada edificar por el califa Abd al-Rahman III.
Ya más tardía es la Aljafería de Zaragoza, palacio fortificado construido en el siglo
XI que sigue los modelos de los castillos omeyas del desierto sirio. En esta misma época
destacan las alcazabas de Málaga y Almería, edificios de funciones similares. Mientras que
la obra emblemática del arte nazarí es la Alhambra de Granada.

2.4. LOS PRIMEROS NÚCLEOS DE RESISTENCIA CRISTIANA.


PRINCIPALES ETAPAS DE LA RECONQUISTA. LA REPOBLACIÓN.

Los primeros núcleos de resistencia cristiana.


Se puede considerar que hubo cuatro núcleos de resistencia antimusulmana:

1. Núcleo astur-cantábrico
En las montañas cantábricas, escasamente romanizadas y donde no había llegado
ningún invasor se formaron inicialmente dos núcleos de resistencia:
- Uno en Cantabria, dirigido por el duque Pedro (noble visigodo).
- Otro en Asturias, sin ningún jefe claro y definido.

Hacia 718 llegó a las montañas asturianas Pelayo, caballero del rey D. Rodrigo, que huía
de Córdoba. Con sus acompañantes y el apoyo de la población autóctona comenzó a organizar
la resistencia ante los musulmanes.
Hacia 722 un destacamento militar musulmán se propuso someter a estos rebeldes. El
enfrentamiento junto a Covadonga, una escaramuza entre unos 200 hombres, se saldó con la
retirada de los musulmanes.
Poco después el gobernador árabe de Gijón abandonó esta ciudad y Pelayo de dedicó a
organizar su reino desde Cangas de Onís.

2. Núcleo navarro
Este espacio nunca fue ocupado de forma permanente por los musulmanes. Estos
entregaron el control de la zona a nobles muladíes que gobernaban las ciudades del Ebro y
que mantenían buenas relaciones con los grupos vascones y pirenaicos. Ambos compartían un
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interés común: mantener alejados tanto a los árabes como a los carolingios. Estos últimos
aspiraban a conquistar los valles pirenaicos y fijar su frontera en el Ebro.
Hacia 818, con el apoyo de sus parientes Banu Casi, Íñigo Arista, conde de Pamplona,
logra expulsar a los gobernadores francos. Nace así, hacia el año 830, el reino de Navarra.
Tras superar la amenaza carolingia y con el declive de los Banu Casi (que se enfrentan
y son derrotados por el emir de Córdoba), se impone en Navarra la dinastía Jimena,
emparentada con el reino de León. El rey Sacho Garcés I (905) se expande por La Rioja, las
planicies navarras y amplía su influencia hacia el oeste (condado de Castilla) y el este
(Aragón). A su muerte se produce un breve período de sumisión al califato.

3. Núcleo aragonés.
La gestación de los condados aragoneses (Aragón, Zaragoza y Sobrarbe) responde a
la resistencia que oponen los habitantes del Pirineo central a la presencia musulmana a
comienzos del S. IX, así como a la política de intervención de Carlomagno en la Península.
Las frecuentes rebeliones musulmanas en la marca superior permitieron a los condes
de Toulouse apoderarse de Pallars (Huesca) y Ribagorza (Huesca) en 789. En otra comarca
próxima y bajo la protección de Carlomagno, un conde franco gobernó en Jaca, pronto llamada
condado de Aragón. Después, Carlomagno nombró conde a Aznar Galíndez, un vascón.
Aznar Galíndez fue depuesto por su exyerno (García el Malo). Para compensarlo,
recibió de los francos el condado de Urgell (Lérida). Aznar Galíndez intentó de forma
infructuosa recuperar el condado de Aragón. A la muerte de su exyerno, Aragón volvió a los
hijos de Aznar Galíndez y a la dependencia, al menos teórica, de los reyes francos.

4. Núcleo catalán.
En 785 los francos toman Gerona y poco a poco sus comarcas. En 801 se hacen con
Barcelona. Los territorios catalanes y el sur de Francia constituyeron la Marca Hispánica2.
Se trataba de un conjunto de condados gobernados por familias francas, que actuaba como
zona fronteriza del Imperio carolingio frente a los musulmanes.
Las guerras civiles provocadas por los hijos de Luis el Piadoso, dieron lugar a una larga
serie de destituciones y nombramientos de condes y marqueses. Parte de la Marca Hispánica
fue entregada a Wifredo el Velloso, Mirón y Sunyer II. Wifredo convirtió sus cargos y
posesiones en hereditarios y ya en 987, el conde Borrell II se niega a renovar el juramento
de fidelidad al rey franco. De este modo nacen los condados catalanes, entre los cuales el de
Barcelona, el más extenso y poderoso, fue imponiendo su dominio sobre los demás.

Principales etapas de la reconquista.


Tradicionalmente se ha afirmado que la Reconquista es el proceso de recuperación
por los cristianos del territorio peninsular perdido a favor de los musulmanes, que se inició
en 722 (Batalla de Covadonga) y que terminó en 1492 con la conquista de Granada.
Hay que tener en cuenta que:
 Si bien la Reconquista duró 800 años, no fueron ocho siglos continuos de lucha.
 Los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes tuvieron la mayor parte de las veces
un matiz puramente político y ocasionalmente religioso.

2Cada uno de los distritos de la Marca estaba gobernado por un jefe político y militar que recibía en título genérico
de conde; cuando un conde reunía varios condados en sus manos se le llamaba duque o marqués. El condado podía ser
modificado por el rey y los cargos eran temporales.
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 Las buenas relaciones entre ambos, así como los matrimonios mixtos, tanto entre la gente
común como entre los príncipes, fueron lo más habitual.

Este largo proceso que fue la Reconquista se puede dividir en varias etapas:
1. Primera etapa: siglos VIII-X. Formación y consolidación de los reinos.
2. Segunda etapa: siglos XI-XIII. Los siglos de la expansión.
3. Tercera etapa: siglos XIV-XV. Guerra y conquista de Granada.

1. Primera etapa: siglos VIII-X


Durante este período no hubo realmente reconquista. Los diversos núcleos de
resistencia se limitaron a defenderse y a ocupar tierras deshabitadas del valle del Duero, de
Galicia y del piedemonte de los Pirineos.
El núcleo asturiano pudo sobrevivir en parte gracias al desinterés musulmán. A partir
del año 740, cuando estallan las luchas internas musulmanas, los cristianos conseguirán
extender su dominio hacia la zona de Vizcaya y hacia Galicia.
Con los primeros reinados, los de Alfonso I (739-756) y Alfonso II (791-842), se
consolida el territorio, se establece la capital en Oviedo y se organiza el Estado y la
administración. De este modo nace el Reino de Asturias.
Desde la segunda mitad del siglo IX, comienza la extensión del reino hacia el sur.
Durante el reinado de Alfonso III (866-910), la monarquía asturiana alcanzó su máximo
apogeo aprovechando la debilidad de los emires cordobeses, situando la frontera en el río
Duero. Era una zona despoblada y abandonada por las guarniciones militares musulmanas.
Es cierto que buena parte del éxito se debía a los problemas internos que por
entonces experimentaba Al-Ándalus, pero no cabe duda de que el reino astur era ya un Estado
militar y políticamente sólido, con una monarquía cuya autoridad se había visto reforzada por
el apoyo de los numerosos mozárabes emigrados desde el sur, y que llevaron al reino un
espíritu de cruzada contra los musulmanes.
A comienzos del siglo X, para controlar mejor las nuevas tierras, Ordoño II (914-
924) trasladó la capital a León, y repobló el territorio con gallegos, cántabros y vascos, y
también con mozárabes huidos de Al-Ándalus. Podemos hablar de reino leonés. La nueva
capital estaba más próxima a la frontera y, por tanto, a la zona de conflicto.
En el 939 tuvo lugar la batalla de Simancas, en la que fueron derrotados los
musulmanes, lo que permitió la ocupación de Salamanca y Sepúlveda, próximas ya al Sistema
Central. Esta región se denominó Extrema Durii o Extremadura del Duero.
El Condado de Castilla surge en la primera mitad del siglo X para defender el este
de la Meseta. Es un territorio muy fortificado y gobernado por condes nombrados por el rey
leonés. Formado a partir de los núcleos vascones del este de Cantabria y de la actual Vizcaya,
fue abriéndose paso por La Rioja y por el valle del Duero, a veces en alianza y a veces en
lucha con el reino de Navarra. Fue decisivo el impulso dado por el conde Fernán Núñez, que
se convirtió en el personaje más influyente del reino de León a mediados del siglo X, y que
supo aprovechar muy bien sus éxitos militares para afianzar la influencia castellana.
Aprovechando la falta de autoridad de los sucesores de Ramiro II, se proclamó
independiente en 927. A su muerte (970) dejó el título de conde vinculado a su familia, hasta
que, como consecuencia de una serie de matrimonios, el condado de Castilla pasó al rey
navarro Sancho III.
A comienzos del siglo IX se formaron el reino de Navarra y el condado de Aragón. En
el año 859, los navarros, aliados con los asturianos, derrotaron a los musulmanes en la batalla
de Albelda, a raíz de lo cual comenzó el declive musulmán en la región del Ebro. Además,
Navarra se acercó a Castilla y a los condados del Pirineo central, y se anexionó el de Aragón
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durante el siglo X. La culminación de este proceso llegó con el rey Sancho III el Mayor,
quien añadió Castilla a sus dominios y los condados de Sobrarbe y Ribagorza.
Los territorios del Pirineo oriental fueron conquistados e incorporados por los
carolingios a finales del siglo VIII, constituyendo la Marca Hispánica. A finales del siglo IX,
bajo Wifredo el Velloso, se produjo una afirmación del poder de los condes y una expansión
hacia el sur que incluyó la conquista de la Plana del Vic, entre otras comarcas de los valles.
La cercana presencia musulmana en el Ebro hacía aquí difícil un avance más amplio.
El proceso de expansión se detiene hacia mediados del siglo X por dos causas
fundamentales:
 La ampliación del territorio cristiano y la puesta en explotación de las tierras exigía un
proceso de colonización y redistribución de la población, dedicada a ordenar el territorio
y a construir fortificaciones.
 Las décadas finales del siglo confirman la recuperación del poder militar de Al-Ándalus,
bajo el gobierno de Almanzor. Este realizó una política enormemente agresiva que castigó
duramente los reinos del norte y mantuvo a la población fronteriza en un estado de alerta
permanente.

2. Segunda etapa: siglos XI-XIII


Durante los siglos XI al XIII se reanuda la expansión de los reinos cristianos. Las
causas habría que buscarlas en:
 La debilidad de Al-Ándalus, consecuencia de la división del territorio en reinos taifas
enfrentados, con escasa capacidad militar.
 El crecimiento económico y demográfico de los reinos.
 El espíritu de cruzada que se extendió por toda Europa. Se entendía como un deber de la
Cristiandad el combatir al Islam. La aparición de las órdenes militares y su crecimiento en
este período son la mejor prueba de esta realidad.
 Los cambios en el terreno militar, tanto técnicos como tácticos, con la incorporación de la
caballería pesada, y de nuevas máquinas de asalto capaces de romper las fortificaciones de
los viejos castillos. Los ejércitos nobiliarios y las milicias concejiles incorporaron estas
novedades, mientras que los musulmanes siempre fueron a remolque.

Durante buena parte del siglo XI el avance cristiano fue casi inexistente, a causa de
los conflictos internos de los reinos.
A la muerte de Sancho III el Mayor (1035), el reino de Navarra fue dividido entre
sus cuatro hijos: el reino de Navarra fue asignado al primogénito, García; Castilla pasó a
manos de Fernando; Aragón a Ramiro (un hijo ilegítimo), y los condados de Sobrarbe y
Ribagorza quedaron en poder de Gonzalo.
Este tipo de repartos eran habituales ya que se consideraban los reinos parte
del patrimonio familiar. También era habitual que los hermanos no aceptasen el reparto y se
enfrentasen entre ellos, como así ocurrió.
La política de parias fue otra razón poderosa para que se detuviera la conquista. Los
soberanos cristianos aprovecharon la situación de debilidad de los reinos de taifas para
exigir a los reyes musulmanes el pago de tributos (parias), a cambio del compromiso, no sólo
de no atacarles, sino también de protegerles ante posibles agresiones de otros territorios
cristianos. Todos los reinos cristianos las practicaron, sin distinción, y a menudo los llevaron
a enfrentarse entre sí, cuando comprobaban cómo sus rivales protegían al enemigo musulmán.
Pero las parias también generaron un efecto contradictorio. Los reyes cristianos
recibieron sumas enormes de oro, que fortalecieron su autoridad y su independencia
económica, en una época en la que los reyes dependían, sobre todo, de su propio patrimonio
para poder actuar. Además, el oro servía para impulsar el desarrollo económico. Pero al mismo
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tiempo, las parias impedían la expansión territorial, al atar las manos de los Estados
cristianos, y eso que el oro también servía para rearmar de forma significativa a sus propios
ejércitos.
Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los
Reino de Taifas, León y Castilla rebasan el Sistema Central y ocupan la cuenca del Tajo. Se
produce así la conquista de Toledo (1085).
La toma de Toledo supuso un golpe espectacular. Castilla se anexionaba una gran
cantidad de territorio fértil. La frontera se trasladaba al sur del Tajo y, se afirmaba la
seguridad definitiva de la región situada al norte del Sistema Central. Además, Toledo era
la vieja capital visigoda, lo que revestía a la conquista de un carácter simbólico especial.
Además, poco después la taifa de Valencia era conquistada por el Cid, un jefe militar vasallo
de Alfonso VI.
La reacción militar fue inmediata. Los soberanos de Sevilla y Zaragoza llamaron en
su ayuda a los almorávides. Tras detener el avance cristiano en 1086 en Sagrajas, los
guerreros bereberes consiguieron reunificar Al-Ándalus bajo su autoridad, recuperando uno
por uno todos los reinos de taifas, incluyendo el reino de Valencia. En 1108 volvieron a
derrotar al ejército castellano en Uclés.
La conquista de Zaragoza (1118) la llevó a cabo Alfonso I, rey de Aragón, en el marco
de la expansión por el valle del Ebro del reino de Aragón. El sistema defensivo de la taifa se
vino abajo, y toda la región sur del valle del Ebro cayó en manos de los aragoneses.
En la segunda mitad del siglo XII, uno de los hechos más significativos son los pactos
de reparto y la colaboración entre Castilla y Aragón:
 Un primer acuerdo fue el Tratado de Tudilén (1151) por el cual Castilla reconocía a Aragón
el derecho de conquista sobre las taifas de Valencia, Denia y Murcia. Fruto de esta
colaboración fueron las conquistas de Teruel, por los aragoneses, y de Cuenca, por los
castellanos, con la ayuda militar del rey aragonés. Sin embargo, algunas diferencias llevaron
a un nuevo acuerdo,
 El Tratado de Cazorla (1179) por el cual, a cambio de entregar sus derechos feudales
sobre Zaragoza, el rey de Castilla obtenía de Aragón la renuncia al reino de Murcia: la nueva
frontera se fijaba en el puerto de Biar, en la actual Alicante. Las líneas de avance posterior
quedaban marcadas.
Además, Castilla y Aragón acordaron varias veces repartirse Navarra. Los navarros
consiguieron negociar con unos y otros y evitar la absorción, pero no pudieron impedir que en
1200 Castilla se anexionara definitivamente Álava y Guipúzcoa.
El siglo terminaba con un desastre militar para Castilla: en 1195, Alfonso VIII (1158-
1214), que había conseguido el apoyo de aragoneses y navarros, decidió adelantarse y lanzarse
contra los almohades en solitario, que le derrotaron en la batalla de Alarcos (1195) y
destrozaron al ejército castellano.
La derrota de Alarcos tuvo el efecto de disolver diferencias y reunir, no sólo a los
reyes de Castilla, Aragón y Navarra, sino también a muchos nobles europeos, que
respondieron al llamamiento del Papa y del arzobispo de Toledo a la cruzada contra el Islam.
En el año 1212, los cristianos atravesaron Despeñaperros y encontraron al ejército
almohade en las Navas de Tolosa. El resultado fue una victoria aplastante de los cristianos.
Se inician así la conquista de Extremadura, realizada por el rey Alfonso IX de León,
y la conquista de Andalucía y Murcia, emprendida por Fernando III (1217-1252), que además
consiguió la reunificación de Castilla y León (1230), a la muerte de Alfonso. El avance, en
un inmenso territorio se vio facilitado por el derrumbe del poder almohade. Al-Ándalus se
dividió una vez más en varios reinos independientes, enfrentados entre sí, y que recurrieron
al rey castellano para obtener su apoyo contra sus rivales.
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En la rapidez de la conquista influyó la figura del primer rey nazarí, Muammad I, que
facilitó la entrega de territorios como Córdoba y Jaén y ayudó con sus tropas en la conquista
de Sevilla (1248), a cambio de convertirse en vasallo de Fernando III. La caída encadenada
de las ciudades andalusíes culminará con la incorporación por Alfonso X (1252-1284) de Cádiz
y Huelva. El dominio musulmán quedó reducido al reino nazarí de Granada, vasallo de la corona
castellana hasta finales del siglo XV.
En la corona de Aragón, tras unos años conflictivos, Jaime I el Conquistador (1213-
1276) se sintió lo suficientemente seguro en el trono como para lanzarse a la expansión. La
conquista de Baleares se inicia en 1229, con una expedición organizada por la nobleza
catalana que se dirigió a Mallorca y tomó la capital, sin demasiada resistencia. La conquista
de las islas buscaba acabar con la piratería sarracena, pero también pretendía el control de
una escala fundamental en el comercio del Mediterráneo.
Mientras la expansión marítima no interesaba a la nobleza aragonesa, que no participó
en esas campañas, muy distinto fue el caso del reino de Valencia. Allí confluían los intereses
territoriales de los aragoneses y de los catalanes, que participaron conjuntamente en la
campaña. La conquista de Valencia urgía, ante el avance que el reino de Castilla estaba
consiguiendo en Andalucía y Extremadura, y que amenazaba con superar los límites
territoriales pactados en el Tratado de Cazorla. Además, Jaime I sabía que debía
proporcionar nuevas posibilidades de extender sus señoríos a los nobles, si quería mantener
su fidelidad y el control político de ambos reinos.
La conquista del reino de Valencia se realizó entre 1232 y 1245, culminando con la
incorporación del puerto de Biar (Alicante), donde quedó establecida la frontera con la
corona de Castilla.

3. Tercera etapa: siglos XIV-XV.


El reino nazarí de Granada, tributario de Castilla, es el único reino musulmán que resta. La
conquista de este reino, que comienza en 1292 con la toma de Tarifa, se paralizó durante
prácticamente dos siglos a causa de los problemas y las discordias internas del reino de
Castilla. Concluyó en 1492 con la toma de Granada.

Modelos de repoblación.
La conquista militar fue acompañada de una repoblación de las tierras ocupadas, que
influyó en la posterior estructura de la propiedad y en el desarrollo social de los reinos
peninsulares.
De este modo, la repoblación fue el proceso de ocupación pacífica y organización
administrativa de las tierras que, como consecuencia, de la Reconquista, se iban incorporando
a los reinos cristianos.
Podemos encontrar diversos modelos de repoblación estableciendo cuatro etapas en
este proceso:
1. Primera etapa. Siglos VIII al X.
Hasta el siglo IX la reconquista fue lenta y se ocuparon los territorios
semidespoblados y despoblados de parte de Galicia, el norte del Duero (desierto estratégico
del Duero) y el Alto Ebro (la Vardulia y la Bureba, núcleo de la Castilla originaria), el
piedemonte de los Pirineos (Plana de Vic). En ellos existía una mínima población que carecía
de todo tipo de organización política. Por ello, esas tierras se consideraban abandonadas y
sin dueño, y su propiedad correspondía al rey
Para favorecer la llegada de nuevas gentes, los reyes decretaron que los campesinos
serían propietarios de las tierras que pudieran ocupar y explotar. A esta forma simple de
acceso a la propiedad se le llamó presura en el reino de León y aprisio en las comarcas
catalanas.
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Entre estos repobladores se dio un cierto colectivismo en las tierras comunales


dedicadas a pasto y en los bosques, es decir, todos ellos podían llevar sus animales a pastar
al terreno común y todos podían extraer del bosque la madera para construir sus casas o la
leña para el fuego.
Hacia el siglo X se encargó la repoblación a monasterios, obispos o nobles, quienes
también accedían a la propiedad de la tierra por presura; podían explotarla directamente o
por cesión a campesinos libres llamados colonos, quienes pagaban una renta o foro. También
se formaron pequeños núcleos de población, aldeas, que dependían del señor. Además, había
tierras comunales. Las aldeas dependientes del mismo señor podían formar comunidades de
aldea para tratar entre ellas lo que tenían que discutir con el señor.
2. Segunda etapa. Siglos XI- primera mitad del siglo XII.
Se conquistaron las tierras comprendidas entre los ríos Duero y Tajo, así como el
valle medio del Ebro.
Su repoblación se encargó a los concejos de las ciudades y villas, a las que se les
concedía un fuero. El fuero era una ley privativa de la villa o ciudad que recogía los términos
o límites territoriales, las relaciones de los vecinos con el rey o señor de la localidad, las
prestaciones a que estaban obligados los vecinos y las exenciones o privilegios de que
gozaban. Una localidad o territorio con fuero tenía más garantías de libertad que otro que
no lo tuviera.
El concejo era la asamblea de vecinos reunida para tratar sus propios asuntos. Cuando
la localidad no era muy grande podían asistir a él todos los vecinos (concejos abiertos); pero,
cuando a partir del siglo XII resurgieron las ciudades y el número de vecinos era ya muy
amplio, los concejos se convirtieron en asambleas reducidas de unos cuantos vecinos,
generalmente los más poderosos, quienes actuaban en nombre de la comunidad. El concejo
repartía las tierras de labor entre los vecinos y organizaba la explotación de las tierras
comunales.
De entre los grandes concejos de la época destacan Salamanca, Ávila, Segovia,
Sepúlveda, Ciudad Rodrigo, etc., y en el valle medio del Ebro: Zaragoza, Daroca, Calatayud,
etc.
El concejo repartía las tierras de labor entre los vecinos y organizaba la explotación
de las tierras comunales: los bosques solían estar próximos al casco urbano de la villa o
ciudad; los terrenos de pasto a una distancia intermedia e incluso a bastantes kilómetros
cuando la localidad disponía de pastos de invierno y verano. Las parcelas repartidas solían ser
de una extensión media.
3. Tercera etapa. Segunda mitad del siglo XII- primera mitad del siglo XIII.
Se llegó hasta el Guadiana medio, el Guadalope medio (afluente del Ebro), la cuenca
baja del Turia y las islas Baleares.
La característica general tanto de esta etapa como de la siguiente fue la escasez de
repobladores, sobre todo en la Castilla del siglo XIII. Castilla aumentó su territorio en un
50% y la población en un 10%; es decir, faltó gente y por eso se formaron los primeros
latifundios (al sur de Salamanca, en Extremadura, La Mancha y Andalucía). En el mismo siglo,
Aragón incrementó su territorio en un 25% y la población en un 30%, por lo que faltó tierra.
La repoblación fue obra de los concejos de las ciudades, que en ocasiones tenían
centenares o incluso miles de kilómetros cuadrados de alfoz (término municipal) como
Cáceres o Trujillo, por ejemplo, y de las Órdenes Militares en las tierras más despobladas.
Tanto en los territorios de las ciudades como en los de las Órdenes Militares se formaron
aldeas, que junto a la ciudad que era capital formaron comunidades de villas y tierra para
tratar los asuntos que concernían al alfoz.
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Los concejos, controlados por la oligarquía local, hacían el reparto de tierras y de


casas, no según las necesidades de cada vecino, sino según su condición social; es decir,
recibía más un caballero que un menestral. Así se formaron los primeros latifundios.
A las Órdenes Militares se les concedieron extensos territorios, encomiendas, de
centenares o miles de kilómetros cuadrados y amplios privilegios señoriales, que limitaban la
libertad de los posibles pobladores, que por ello eran escasos. Como a las órdenes les
interesaba poseer propiedades habitadas tuvieron que conceder fueros para atraer
moradores, pero nunca fueron tan generosos como los fueros de las ciudades.
4. Cuarta etapa. Segunda mitad del siglo XIII-final de la reconquista.
Se ocuparon el bajo Guadiana, el Guadalquivir, el Júcar y el Segura, es decir, la
Andalucía occidental, la Penibética, el sur de Valencia y Murcia. Aquí se aplicó el sistema de
repartimientos: una vez que se hacía efectiva la ocupación de una ciudad con sus territorios
circundantes, los oficiales reales hacían inventario de los bienes obtenidos y los distribuían
entre quienes habían participado en su conquista.
En la Andalucía occidental y penibética la repoblación se encargó a:
 Los concejos.
 Las Órdenes Militares.
 Las grandes familias nobiliarias, que recibieron de los reyes donadíos de grandes
extensiones de tierra.
Lo población mudéjar era abundante en Valencia y Murcia, pero aun así llegaron a
Valencia aragoneses y castellanos. En Murcia, además de catalanes y aragoneses se
establecieron también castellanos.
Lo más llamativo en esta zona fueron los numerosos latifundios y la existencia de
muchos habitantes sin tierra que no cuentan más que con la fuerza de sus brazos (braceros).

2.5 LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: ORGANIZACIÓN


POLÍTICA, RÉGIMEN SEÑORIAL Y SOCIEDAD ESTAMENTAL.
El nacimiento de las Cortes.
Los reinos cristianos presentan una estructura política muy parecida. Las
instituciones que encontramos en todos ellos son la monarquía, una organización municipal y
las Cortes. Aunque en cada reino tienen sus peculiaridades.
El hecho más destacado en la organización política de los reinos cristianos durante la Edad
Media es el nacimiento de las Cortes. Esta institución tiene su origen en la Curia Regia, que
estaba integrada por los familiares del rey, los magnates (laicos y eclesiásticos), los oficiales
del palacio real y en algunas ocasiones los jueces. Sus competencias eran muy amplias y
abarcaban tanto los asuntos internos de la casa real (sucesiones, dotes...) como los asuntos
públicos (campañas militares, otorgamiento y confirmación de fueros, nombramientos de
cargos...) y los asuntos judiciales.
Sus reuniones podían ser de dos tipos:
- Ordinarias. Las curias ordinarias eran muy frecuentes y en ellas participaban los
acompañantes habituales del rey. Fueron el antecedente del Consejo Real.
- Extraordinarias. Estas curias se convocaban únicamente en casos de gran importancia; en
virtud del “consilium” que todos los vasallos debían al rey. Su asistencia a ellas era obligatoria.
Acabaron dando lugar a las Cortes.
Probablemente las primeras Cortes de las que se tiene certeza se reunieron con
Alfonso IX en León en 1188. El motivo fue la protesta de los representantes de las ciudades
por la manipulación de la moneda. Su función inicial fue el control de la acuñación de la
moneda.
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Tras la unificación definitiva de Castilla y León se reunían conjuntamente las cortes


de ambos reinos. Las Cortes castellanas estaban compuestas por tres brazos (en
representación de la nobleza, el clero y las ciudades), que deliberaban por separado.
Las Cortes se reunían cuando el rey creía oportuno convocarlas. El rey decidía
también el lugar concreto de la reunión. Sus competencias y la periodicidad de las reuniones
no estuvieron bien definidas. Su máxima competencia era la concesión de subsidios o
impuestos extraordinarios pedidos por el rey. A cambio, los representantes de las ciudades
exigían del rey la promulgación de determinadas leyes, la atención de peticiones y quejas y
el compromiso de mantener el valor de la moneda.
El rey solía acudir a la sesión de inauguración acompañado por miembros de su familia
y por personajes que ocupaban puestos destacados en su Corte. Habitualmente pronunciaba
un discurso solemne, al que contestaban representantes de los tres estados. A continuación,
comenzaban las deliberaciones sobre los puntos concretos que habían motivado la
convocatoria.
En Aragón estaban formadas por cuatro brazos: ricoshombres (alta nobleza),
infanzones (baja nobleza), clero, ciudades. Las catalanas y valencianas estaban formadas por
tres brazos, como las navarras. El reino de Mallorca nunca tuvo Cortes propias.
Eran organismos de control sobre la Corona y actuaron como un instrumento de
defensa de los intereses feudales frente a los intentos de la Corona por extender su
autoridad. Para controlar en el intervalo entre una sesión de Cortes y otra los ingresos
aprobados y los gastos correspondientes y en general los acuerdos, surgieron nuevas
instituciones:
- La Diputación General de Cataluña o Generalitat
- La Diputación General de Aragón.
En la práctica, acabaron siendo algo muy parecido a un gobierno del territorio.

Régimen Señorial.
Por otra parte, a lo largo de la Edad Media va tomando forma en el seno de los reinos
cristianos el régimen señorial. Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a un
particular o una institución (un monasterio, por ejemplo), en ocasiones como pago por algún
servicio prestado.
En los comienzos de la Reconquista apareció el primer tipo de señoríos, los
denominados señoríos territoriales (solariegos o behetrías, maestrazgos, abadengos,
infantazgos, realengo), cuyas tierras carecían de dueño previo, por lo que el nuevo señor se
convertía en propietario de las mismas. Esto fue frecuente hasta el siglo XII, sobre todo en
las zonas de repoblación por presura.
Pero, especialmente en las zonas ya pobladas, el monarca no transfería la totalidad
de la propiedad del lugar, sino solo aquellos bienes y derechos que hasta entonces habían
correspondido a la corona (las tierras sin dueño, los bosques, los montes, ciertas rentas,
etc.), sin modificar las propiedades de los vecinos.
A partir del siglo XII, y de forma progresiva, los monarcas empezaron a otorgar a
los beneficiarios de estas donaciones el privilegio de la inmunidad, es decir, la garantía de
que en esos territorios no intervendrían los agentes del rey. De este modo, tales lugares se
convirtieron en señoríos jurisdiccionales y sus pobladores en vasallos del nuevo señor, que
asumía sobre ellos las funciones propias del monarca. Así pues, el régimen señorial,
característico de la Península Ibérica, no se diferenciaba en lo esencial del feudalismo
europeo:
• En el plano jurídico, implicaba un traspaso de competencias del rey (gobierno, justicia, cobro
de tributos, etc.) a los titulares del señorío.
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• En el plano político, el poder efectivo del monarca se limitaba a las tierras de realengo, es
decir las que estaban bajo su dominio directo, o lo que es lo mismo, las que no formaban parte
de los señoríos de la nobleza o el clero.

Sociedad estamental.
En cuanto a la organización social, se trata de una sociedad estamental, es decir,
formada por grupos sociales con obligaciones propias que prestar por las cuales podían
recibían unos privilegios. Obligaciones y privilegios se recogían en una ley específica o fuero
del estamento. A los estamentos se accedía por:
 Designación real (nobleza).
 Por profesión (clero).
 Por nacimiento (nobleza y pueblo llano).

Los grupos sociales son:


La nobleza
Su función era defender el reino. Si había guerra tenía que hacerla a costa de su
propio patrimonio, es decir, tenía que pagar su equipo militar (caballo, armas, alimentos) y el
de sus subordinados. Para cumplir con esa obligación el rey le entregaba un beneficio que
podía ser en propiedad (donadío) o en usufructo (prestimonios o préstamo), o lo que es lo
mismo, un bien, generalmente un territorio, del cual obtener las rentas suficientes para
sufragar sus gastos militares.
Simplificando, la nobleza puede dividirse en alta nobleza y baja nobleza.
La nobleza gozaba de privilegios legales de todo tipo, entre ellos los jurídicos, como
disponer de tribunales propios y un tratamiento de favor ante igualdad de delitos, y los
fiscales, como el de estar exento del pagar tributos. Además, los titulares de los señoríos
disfrutaban en ellos también de una serie de derechos específicos, que variaban de unos
casos a otros:
• Derechos territoriales, como el cobro de rentas (en dinero o en especie) a los
campesinos que explotaban las tierras señoriales, o la exigencia del pago por la
utilización de los pastos para el rebaño, entre otros muchos.
• Derechos de carácter personal, como el de ser hospedado en las casas de sus
vasallos o, más raramente, el derecho a movilizar a estos para alguna prestación.
• Derechos sobre monopolios, como el de molino (los vasallos debían moler su trigo
obligatoriamente en el molino del señor y pagar por ello), o el cobro de peaje por
atravesar una puerta (portazgo) o por cruzar un puente (pontazgo).
• Derechos jurisdiccionales, como el de nombrar a las autoridades municipales del
señorío, o administrar justicia y cobrar multas.
Con el tiempo se extendió entre los principales linajes nobiliarios la práctica de
constituir mayorazgos3, instrumento fundamental que garantizaba la conservación del
patrimonio familiar y su transmisión íntegra a los futuros herederos.

3
Mayorazgo. Un mayorazgo era un conjunto de propiedades familiares que debían transmitirse íntegras al
primogénito de cada generación, por que no podían ser vendidas ni divididas, pero tampoco embargadas por deudas.
En su origen el mayorazgo fu una medida preventiva adoptada por los reyes: al entregar tierras u otros bienes a
algún vasallo, el rey podía vincularlos a un mayorazgo (no se podían donar, vender, dividir o embargar), y así se
aseguraba que podría recuperarlos en caso de necesidad o de traición de los vasallos. Pero con el tiempo, la nobleza
transformó completamente la razón de ser del mayorazgo y lo convirtió en un privilegio para proteger su patrimonio
familiar: cuando un noble constituía un mayorazgo con determinados bienes y propiedades, los sucesivos herederos
del mismo podían disfrutar de esos bienes y de las rentas que producían, pero no desprenderse de ellos ni dividirlos,
y tampoco les podían ser embargados por deudas. De este modo, el patrimonio de la nobleza permanecía íntegro y
protegido de generación en generación.
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El clero
Su función era orar para la salvación del reino. Ocasionalmente prestaba la única
asistencia social de la época: hospicios, hospitales, escuelas monacales o catedralicias.
Para poder cumplir su función el rey también le entregaba un beneficio y le permitía
cobrar determinados impuestos, como el diezmo. Recibía también los llamados “derechos de
altar” (remuneración por decir misa, por administrar los sacramentos, etc.)
Como la nobleza, se dividía en alto bajo clero y, además, en clero secular y clero
regular.
El pueblo llano
Su función era procurar el sustento y mantenimiento de los otros dos estamentos.
No tenía privilegio alguno.
Dentro de él el grupo más numeroso era el de los campesinos. Podían ser libres y no
libres. Los campesinos libres eran propietarios de sus tierras (villanos en Castilla y en
Cataluña pagesos, de “pagus”, tierra).
Los campesinos que no eran propietarios de las tierras eran libres en su persona, pero
no en lo económico. Por tener la obligación de pechar o pagar pechos (pagar tributos) a un
señor se les llamó pecheros. Además de trabajar las tierras que el señor les había cedido
también tenían que trabajar durante unos días las del señor. Su situación era permanente y
hereditaria y cuando se vendía el señorío ellos también cambiaban de señor (lo que era una
garantía de que no sería echados de la tierra). Con el tiempo la situación fue mejorando y
pudieron abandonar la tierra mediante el pago de un censo o la pérdida de las tierras.
Otro grupo importante de hombres libres fue el de los burgueses. En principio este
nombre designó a quienes vivían en los burgos o ciudades, pero cuando estas se revitalizaron
a partir del siglo XIII, con el nombre de burgueses se designaba a quienes se dedicaban a
profesiones liberales (de hombres libres): mercaderes, médicos, etc. En las ciudades también
había menestrales, personas que se dedicaban a oficios manuales.
Un grupo no bien integrado en la sociedad era el de los judíos. Como se les prohibía
ser propietarios de tierras se convirtieron en habitantes de las ciudades. La mayor parte
eran menestrales, pero un grupo reducido pero importante se dedicó a financieras.
Otro grupo social, tampoco integrado totalmente era el de los mudéjares. Fueron
bastante numerosos en el valle del Tajo, en Aragón y en las huertas de Valencia y Murcia. En
el campo se dedicaban a las labores agrícolas y en las ciudades a oficios manuales.
En el último lugar de la escala social estaban los siervos. A la condición de siervo se
llegaba por ser capturado en la guerra, por no pagar las deudas, por ser hijo de otro siervo.
Podían ser vendidos; cuando se les concedía la manumisión seguían teniendo una cierta
dependencia de su antiguo señor.

2.6 ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA CORONA DE CASTILLA, DE LA


CORONA DE ARAGÓN Y DEL REINO DE NAVARRA AL FINAL DE LA EDAD
MEDIA.
Durante la Baja Edad Media los reinos peninsulares presentan una estructura política
parecida basada en tres instituciones: la monarquía, las Cortes y los municipios, aunque cada
reino posee sus propias características.
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Uno de los rasgos políticos más acusados de la Baja Edad Media en Castilla es el
fortalecimiento de la Monarquía. Desde el reinado de Alfonso X (1252-1284) la Corona fue
ampliando su autoridad, lo que le permitió configurar un Estado moderno.
A este reforzamiento de la autoridad real contribuyeron:
1. la extensión en Europa de la teoría que defiende que el poder de los reyes viene a ellos
directamente de Dios, por lo tanto, entre el rey y Dios no debe haber ningún intermediario,
incluido el papa. Es la tesis de los gibelinos y del propio Alfonso X.
2. la reintroducción del derecho romano, a mediados del siglo XIII, como base de las leyes.
El derecho romano defendía que toda la autoridad debía concentrarse en manos del soberano,
único que tenía la capacidad de aprobar o derogar leyes. Primero las Partidas de Alfonso X,
y un siglo después el Ordenamiento de Alcalá (1348), contribuyeron a asentar tales
principios.
Esta extensión de la autoridad real no satisfizo a los nobles, que en algunos momentos
de los siglos XIII y XIV intentaron rebelarse contra la Monarquía, sobre todo cuando los
momentos de minorías de edad debilitaban a la institución. Pero, a partir de la entronización
de los Trastámaras, la nobleza comprobó cómo la extensión del poder del Estado no sólo no
limitaba su propio poder territorial sino al contrario: la Corona, a través del ejercicio de su
autoridad, podía aplicar la justicia en beneficio de los nobles, protegiendo sus derechos
señoriales. Aun así, durante buena parte del siglo XV las luchas nobiliarias y los intentos de
controlar a los reyes castellanos continuaron marcando la vida pública.
Por su parte, la Corona de Aragón no era un Estado único, sino una unión de reinos.
Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña tenían distintas instituciones y leyes, y aunque algunas
fueran semejantes, los reyes debían someterse a las diferentes particularidades de cada
uno de ellos. A ello se unen las dificultades de comunicación y una jurisdicción regia bastante
reducida. Todo esto explica la debilidad política de los reyes aragoneses, en comparación
con Castilla.
A esas dificultades se sumaron las que trajo consigo la activa pero costosa política
exterior de la monarquía. Las conquistas en el Mediterráneo obligaron a la Corona a pedir
ayuda económica a los estamentos privilegiados de sus reinos. Estos aprovecharon la
situación: en 1283, las Cortes aragonesas primero y las catalanas después, impusieron al rey
Pedro III el Grande el juramento del PRIVILEGIO GENERAL y de los fueros de sus
respectivos territorios. Eran, en realidad, privilegios para nobles y eclesiásticos, entre ellos
los malos usos y una absoluta libertad y autonomía en sus señoríos.
Además, la Corona se comprometía a convocar Cortes, a consultarles un amplio
repertorio de cuestiones si quería obtener subsidios y, en Aragón, a aceptar la jurisdicción
del Justicia Mayor, un cargo asignado a un noble que en la práctica se encargaba de defender
los privilegios estamentales frente al rey.
A partir de entonces se configuró un modelo de funcionamiento político llamado
PACTISMO, por la necesidad que tuvo la monarquía de llegar a acuerdos con los magnates de
forma permanente.
En Navarra, también la autoridad del rey va a estar en buena medida limitada y no
aumentará a lo largo de la Baja Edad Media. Estuvo condicionada por los nobles y las villas y
por las frecuentes reuniones de las Cortes. Estas votaban las ayudas, vigilaban el gobierno
interior y la política exterior hasta en los detalles más nimios, se mezclaban en la designación
de los miembros del Consejo, en sus sueldos o reglamentaban los gastos de la casa real.

Para gobernar, el rey se sirve de diversas instituciones que cambian y evolucionan a


lo largo del tiempo en los tres reinos.
Dentro de la administración central tenemos:
• EL CONSEJO REAL
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Podría ser comparado con los gobiernos centrales actuales. En Castilla y en Aragón
es el órgano permanente de consulta de los reyes y de él dependía la administración del reino,
salvo en asuntos judiciales. En el siglo XIV es el principal instrumento de gobierno.
En Navarra también es un órgano de asesoramiento. Con la casa de Evreux se
convierte en el supremo tribunal de Justicia y puede dictar ordenanzas, por lo que tiene
ciertas atribuciones legislativas.
• LAS CORTES
En Castilla sus competencias y la periodicidad de las reuniones no estuvieron bien
definidas. Su máxima competencia era la concesión de subsidios o impuestos extraordinarios
pedidos por el rey. A cambio, los representantes de las ciudades exigían del rey la
promulgación de determinadas leyes, la atención de peticiones y quejas y el compromiso de
mantener el valor de la moneda.
A lo largo del siglo XIV cobran un papel político importante pese a que siempre
tuvieron un carácter consultivo. Por el contrario, en el siglo XV su protagonismo disminuyó y
se redujo a 15 el número de ciudades con representación.
En Aragón estaban formadas por cuatro brazos: ricoshombres (alta nobleza),
infanzones (baja nobleza), clero, ciudades. Las catalanas y valencianas estaban formadas por
tres brazos.
Eran organismos de control sobre la Corona y actuaron como un instrumento de
defensa de los intereses feudales frente a los intentos de la Corona por extender su
autoridad. Para controlar en el intervalo entre una sesión de Cortes y otra los ingresos
aprobados y los gastos correspondientes y en general los acuerdos, surgieron nuevas
instituciones:
- la Diputación General de Cataluña o Generalitat
- La Diputación General de Aragón.
En la práctica, acabaron siendo algo muy parecido a un gobierno del territorio.
En Navarra, las Cortes estaban formadas por tres brazos. El rey jura ante ellas los
fueros del reino. En sus reuniones aprueban los impuestos ordinarios y extraordinarios. Ya a
mediados del siglo XV, se crea la Diputación de los Tres Estados para gestionar la
recaudación de los subsidios votados en las Cortes.
• LA CORTE
En Castilla, la corte incluía una serie de cargos al servicio de los reyes (mayordomo,
chanciller, condestable, almirante). Prácticamente todos estaban en manos de la nobleza.
La Corte se desplazaba allí donde la presencia del rey era necesaria. En el siglo XV
tendió a permanecer en la Meseta Norte, sobre todo en Valladolid.
En Aragón el rey estaba rodeado de un conjunto de altos oficiales que desempeñaban
funciones en parte domésticas y en parte públicas.
En Navarra, con la Casa de Evreux, se emula el modelo francés de Corte.

• AUDIENCIA O CHANCILLERÍA.
En Castilla, en 1371, se reguló la función de la justicia al crearse la Audiencia. En
1442 se fijó su sede en Valladolid y pasó a llamarse Chancillería.
En Aragón, como en Castilla, el órgano encargado de la justicia era la Audiencia.
En Navarra, la Cort era el más alto tribunal de Justicia, aunque sus decisiones podían
apelarse al Consejo.
• LA HACIENDA.
En Castilla nunca hubo una clara división entre los dineros del rey y los del reino.
Inicialmente la administración era el cometido del Mayordomo Mayor, cargo que existía en
el siglo XIII, pero que hasta Alfonso X no se institucionaliza. A medida que las cuentas
públicas se van complicando se crearon nuevos cargos e instituciones.
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En los reinos de la Corona de Aragón hubo una clara separación entre el dinero del rey y
el dinero del reino. El dinero del rey era administrado por un Bayle General en cada reino, y
el dinero del reino era administrado por la Diputación General (Generalitat en Cataluña y
Valencia).
En Navarra, la Cámara de Comptos era el órgano encargado de fiscalizar las finanzas.
La Cámara podía exigir cuentas a los recaudadores, al tesorero y a todo el que tenía que ver
con la Hacienda real. Al no haber una clara distinción entre la Hacienda del Estado y la del
rey, la Cámara de Comptos revisaba también las cuentas de los reyes.

En cuanto a la administración territorial, en Castilla, esta se consolida en época de


Alfonso X mediante la división del reino en:
 Merindades. Hubo tres merindades mayores (Castilla, Galicia y León), que se dividían en
merindades menores. En ellas la máxima autoridad era un delegado regio, el Merino.
 Adelantamientos. Con Alfonso X en los territorios recién incorporados al reino se crearon
adelantamientos, muy similares a las merindades. Al frente de ellas estaba un Adelantado,
que solía ser miembro de la alta nobleza. Con el tiempo, los merinos mayores de Castilla, León
y Galicia fueron sustituidos por adelantados.
En Aragón, en cada reino el rey tenía un lugarteniente o gobernador (virrey en
Mallorca) que la dirigía.
Las diferencias entre los diversos territorios son importantes. En Aragón, los
territorios se dividían en honores, en Cataluña en veguerías.
En Navarra, el territorio estaba dividido en cinco merindades. El Merino ostentaba
la suprema representación del reino, con atribuciones muy complejas: políticas y
administrativas, fiscales, judiciales y de policía.
Por lo que respecta a la administración local, la Corona tendió a extender su control
sobre los Concejos. Al final de la Edad Media, los alcaldes pasaron a ser hereditarios y se
llamaron Regidores. Los Reyes Católicos introdujeron la figura del Corregidor, delegado regio
que acabó controlando el Concejo.
En Aragón, como en Castilla, los Concejos o municipios se fueron convirtieron en
instituciones u organismos cerrados, controlados por las oligarquías ciudadanas.

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