Bloque 2
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Bloque 2.
LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO
EN CONSTANTE CAMBIO (711-1474)
Los historiadores han debatido mucho sobre las causas de la fácil conquista de la
Península por los musulmanes. Las principales conclusiones al respecto son:
1. Los musulmanes tomaron las ciudades con lo que se garantizaron sus ámbitos de
influencia. De este modo, dominaron los mismos territorios que los romanos y los
visigodos. Allí donde estos no ejercieron su soberanía tampoco lo harán los
musulmanes.
2. Cuando la ciudad o el territorio se resistía, pactaban con él e incluso mantenían en el
poder a las autoridades hispano-visigodas, son las capitulaciones.
3. La población hispana y en especial los judíos verán en los musulmanes unos
liberadores.
4. La tolerancia religiosa.
5. La debilidad de la monarquía visigoda.
secesión, Abd al-Rahman III hizo nombramientos por un tiempo limitado para un cargo
determinado.
2. La proclamación del califato.
En 929 se proclama califa. Rompe los vínculos con el poder central de Bagdad y se
convierte en jefe espiritual y político. Se abre la etapa más brillante de la historia de Al-
Ándalus.
3. La lucha contra los reinos cristianos
Frena el avance cristiano y consigue que los reyes de León y Navarra, los condes de
Castilla y Barcelona se conviertan en sus vasallos y le paguen parias (tributos). Se convierte
en el árbitro de la política peninsular.
o conquistadas por los reinos cristianos. Además de Sevilla, las más sólidas fueron las de las
zonas fronterizas, quizá porque allí el poder de las familias gobernantes era muy antiguo.
Las Taifas que recurrieron a la ayuda de los reinos cristianos tuvieron que compensarlos
económicamente. Estas compensaciones fueron al principio ocasionales y después periódicas
(parias). Para no sucumbir a los ataques cristianos aceptaron pagar tributos que les
garantizaban treguas. Esto produjo un flujo de riqueza continuo hacia el norte, y al mismo
tiempo la creación de impuestos que provocó el descontento de la población.
La política de treguas no pudo impedir, al final, el avance cristiano. En 1085, el rey de
Castilla, Alfonso VI, conquista Toledo. El impacto fue enorme:
El considerable avance territorial, hasta el Tajo, de los cristianos.
La importancia simbólica de la vieja capital visigoda.
La pérdida para los árabes de la zona fronteriza intermedia.
Tras la conquista de Toledo casi todos los reinos musulmanes fueron sometidos al pago
de fuertes parias por el rey de Castilla. Los reyes de Sevilla, Granada y Badajoz, alarmados
por el peligro cristiano, llamaron en su auxilio al poderoso Imperio almorávide1 del norte de
África.
Los almorávides desembarcaron en Algeciras y derrotaron a los cristianos en la batalla
de Sagrajas (1086). En 1090, comienza la conquista de las taifas, que van absorbiendo en
poco menos de veinticinco años. Su expansión sólo fue frenada por el rey aragonés Alfonso
el Batallador.
El poder de los almorávides no llegó a consolidarse del todo y la unificación de Al-
Ándalus bajo su mando tuvo una breve duración, entre otras causas por:
- La pérdida de ciertos territorios, como Zaragoza, o la incapacidad para recuperar otros,
como Toledo, contribuyeron al desprestigio militar de los almorávides entre la población
hispanomusulmana.
- Su fanatismo religioso provocaba el descontento no solo de cristianos y judíos, sino de
amplios sectores de población musulmana.
- Un nuevo movimiento político-religioso, el almohade se hará con el imperio almorávide en el
norte de África.
Así, el Imperio almorávide se desintegra ante el empuje de un nuevo grupo
norteafricano, los almohades. Estos cruzan el estrecho con un doble objetivo: arrebatar el
poder a los almorávides y proteger las fronteras musulmanas de los ataques cristianos.
Hacia 1145, en Al-Ándalus, el hundimiento almorávide provoca el resurgimiento de unas
segundas taifas. Los invasores ocuparon rápidamente las taifas de Sevilla, Córdoba y Almería,
y más adelante, las de Valencia y Murcia. Sevilla se convierte en su capital. La completa
unificación de Al-Ándalus se alcanza en 1172. Los últimos años del siglo XII representaron
el momento de máximo esplendor de los almohades.
El dominio almohade amenazó gravemente a los reinos cristianos, y sus ejércitos
derrotaron en Alarcos (1195) a Alfonso VIII de Castilla y ocuparon Baleares. La reacción
cristiana no se hizo esperar y, auspiciada por Inocencio III, se materializó en la victoria de
Las Navas de Tolosa (1212), en la que combatieron todos los reinos cristianos peninsulares y
supuso el inicio del declive de la presencia almohade en la Península.
1
Almorávides: seguidores del predicador Abd Allah ibn Yasin, que se estableció en una rábida (ribat,
equivalente a un convento fortificado ocupado por monjes guerreros), de donde parece derivar el
término almorávides (al-murabit u hombres del ribat). De la predicación pasaron a la acción militar,
fundaron la ciudad de Marrakech (1062) y configuraron un imperio norteafricano que englobaba los
actuales territorios de Marruecos, Argelia, Mauritania y las cuencas de los ríos Senegal y Níger
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Los almohade no llegan a Al-Ándalus reclamados por los reinos de taifas, sino con el
afán de destruir lo que quedaba del imperio almohade. Además, no tuvieron el apoyo de la
población hispanomusulmana, por lo que su único soporte era la fuerza militar, que quedó
maltrecha en la batalla de las Navas de Tolosa
Tras la batalla de las Navas de Tolosa supuso, pues, el hundimiento del poder
centralizado de los almohades y el inicio de un tercer periodo de taifas con la constitución
de tres grandes reinos musulmanes: Murcia, Valencia y Granada.
Este último nace al rebelarse contra los musulmanes y proclamarse sultán independiente
Muhammad I, de la familia Nasri o Nazarí, en 1232, en Arjona. Tras ser reconocida su
autoridad por varias localidades, entró en Granada en 1237.
Pero, en el siglo XIII, los reinos cristianos estaban en plena expansión y en menos de 50 años
la mayoría de los territorios andalusíes fueron conquistados, con la excepción de Granada,
donde se consolidó el Reino nazarí que pervivió hasta 1492.
El Reino nazarí abarcaba un territorio dividido en tres coras: Elvira, con capital en
Granada; Rayya, con capital en Málaga, y Pechina, con capital en Almería.
En dos siglos y medio de existencia, fue escenario de disputas internas casi constantes.
Además, la presión exterior ejercida por Castilla obligó a los reyes nazaríes a practicar una
política de que basculaba entre la guerra y la paz; esta última a cambio del pago de parias y
el reconocimiento del vasallaje al rey de Castilla.
musulmán controlar, hasta el siglo XIII, gran parte del comercio de esa zona sin competencia
alguna.
En Al-Ándalus se importaban de Europa esclavos, madera, metales o armas; de
Oriente llegaban especias, libros y objetos de lujo, mientras que de África procedían trigo,
oro y marfil. A su vez, se exportaban productos agrícolas, sobre todo manufacturas de lujo:
cerámica, cuero y telas, que se comercializaban en las alcaicerías de las ciudades.
picante, puesto en boca de una mujer), y Abenguzmán que desarrolla el zéjel, poema más
sencillo y cómico que el anterior.
El arte hispanomusulmán se inscribe dentro de las características generales del arte
islámico: profunda inspiración religiosa, poca importancia de las artes figurativas y especial
relevancia de las artes figurativas y especial relevancia de la arquitectura.
Así, el principal impulso artístico se produjo en la arquitectura, que servía de reflejo
del poderío y la fastuosidad de los gobernantes. Se trata, por tanto, de un arte
eminentemente religioso y palatino, cuyas principales manifestaciones artísticas fueron la
mezquita y el palacio.
La mezquita es el principal edificio religioso musulmán. La más sobresaliente fue la
mezquita de Córdoba. Se comenzó a construir durante el siglo VIII y se concluyó, después
de varias ampliaciones, en el siglo X. Las reformas más importantes se realizaron bajo el
califa Al Hakam II y bajo el mando de Almanzor, ya en pleno siglo X. El elemento
arquitectónico más novedoso es la disposición de los arcos de separación de las naves: para
elevar el techo y mejorar la visión hacia la quibla y el mihrab se superpusieron dos niveles de
arcos: de herradura en el inferior y de medio punto en el superior.
La arquitectura civil se halla representada por palacios y alcazabas. Entre los
primeros destacan los restos del palacio de Medina Azahara, verdadera ciudad palatina
mandada edificar por el califa Abd al-Rahman III.
Ya más tardía es la Aljafería de Zaragoza, palacio fortificado construido en el siglo
XI que sigue los modelos de los castillos omeyas del desierto sirio. En esta misma época
destacan las alcazabas de Málaga y Almería, edificios de funciones similares. Mientras que
la obra emblemática del arte nazarí es la Alhambra de Granada.
1. Núcleo astur-cantábrico
En las montañas cantábricas, escasamente romanizadas y donde no había llegado
ningún invasor se formaron inicialmente dos núcleos de resistencia:
- Uno en Cantabria, dirigido por el duque Pedro (noble visigodo).
- Otro en Asturias, sin ningún jefe claro y definido.
Hacia 718 llegó a las montañas asturianas Pelayo, caballero del rey D. Rodrigo, que huía
de Córdoba. Con sus acompañantes y el apoyo de la población autóctona comenzó a organizar
la resistencia ante los musulmanes.
Hacia 722 un destacamento militar musulmán se propuso someter a estos rebeldes. El
enfrentamiento junto a Covadonga, una escaramuza entre unos 200 hombres, se saldó con la
retirada de los musulmanes.
Poco después el gobernador árabe de Gijón abandonó esta ciudad y Pelayo de dedicó a
organizar su reino desde Cangas de Onís.
2. Núcleo navarro
Este espacio nunca fue ocupado de forma permanente por los musulmanes. Estos
entregaron el control de la zona a nobles muladíes que gobernaban las ciudades del Ebro y
que mantenían buenas relaciones con los grupos vascones y pirenaicos. Ambos compartían un
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interés común: mantener alejados tanto a los árabes como a los carolingios. Estos últimos
aspiraban a conquistar los valles pirenaicos y fijar su frontera en el Ebro.
Hacia 818, con el apoyo de sus parientes Banu Casi, Íñigo Arista, conde de Pamplona,
logra expulsar a los gobernadores francos. Nace así, hacia el año 830, el reino de Navarra.
Tras superar la amenaza carolingia y con el declive de los Banu Casi (que se enfrentan
y son derrotados por el emir de Córdoba), se impone en Navarra la dinastía Jimena,
emparentada con el reino de León. El rey Sacho Garcés I (905) se expande por La Rioja, las
planicies navarras y amplía su influencia hacia el oeste (condado de Castilla) y el este
(Aragón). A su muerte se produce un breve período de sumisión al califato.
3. Núcleo aragonés.
La gestación de los condados aragoneses (Aragón, Zaragoza y Sobrarbe) responde a
la resistencia que oponen los habitantes del Pirineo central a la presencia musulmana a
comienzos del S. IX, así como a la política de intervención de Carlomagno en la Península.
Las frecuentes rebeliones musulmanas en la marca superior permitieron a los condes
de Toulouse apoderarse de Pallars (Huesca) y Ribagorza (Huesca) en 789. En otra comarca
próxima y bajo la protección de Carlomagno, un conde franco gobernó en Jaca, pronto llamada
condado de Aragón. Después, Carlomagno nombró conde a Aznar Galíndez, un vascón.
Aznar Galíndez fue depuesto por su exyerno (García el Malo). Para compensarlo,
recibió de los francos el condado de Urgell (Lérida). Aznar Galíndez intentó de forma
infructuosa recuperar el condado de Aragón. A la muerte de su exyerno, Aragón volvió a los
hijos de Aznar Galíndez y a la dependencia, al menos teórica, de los reyes francos.
4. Núcleo catalán.
En 785 los francos toman Gerona y poco a poco sus comarcas. En 801 se hacen con
Barcelona. Los territorios catalanes y el sur de Francia constituyeron la Marca Hispánica2.
Se trataba de un conjunto de condados gobernados por familias francas, que actuaba como
zona fronteriza del Imperio carolingio frente a los musulmanes.
Las guerras civiles provocadas por los hijos de Luis el Piadoso, dieron lugar a una larga
serie de destituciones y nombramientos de condes y marqueses. Parte de la Marca Hispánica
fue entregada a Wifredo el Velloso, Mirón y Sunyer II. Wifredo convirtió sus cargos y
posesiones en hereditarios y ya en 987, el conde Borrell II se niega a renovar el juramento
de fidelidad al rey franco. De este modo nacen los condados catalanes, entre los cuales el de
Barcelona, el más extenso y poderoso, fue imponiendo su dominio sobre los demás.
2Cada uno de los distritos de la Marca estaba gobernado por un jefe político y militar que recibía en título genérico
de conde; cuando un conde reunía varios condados en sus manos se le llamaba duque o marqués. El condado podía ser
modificado por el rey y los cargos eran temporales.
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Las buenas relaciones entre ambos, así como los matrimonios mixtos, tanto entre la gente
común como entre los príncipes, fueron lo más habitual.
Este largo proceso que fue la Reconquista se puede dividir en varias etapas:
1. Primera etapa: siglos VIII-X. Formación y consolidación de los reinos.
2. Segunda etapa: siglos XI-XIII. Los siglos de la expansión.
3. Tercera etapa: siglos XIV-XV. Guerra y conquista de Granada.
durante el siglo X. La culminación de este proceso llegó con el rey Sancho III el Mayor,
quien añadió Castilla a sus dominios y los condados de Sobrarbe y Ribagorza.
Los territorios del Pirineo oriental fueron conquistados e incorporados por los
carolingios a finales del siglo VIII, constituyendo la Marca Hispánica. A finales del siglo IX,
bajo Wifredo el Velloso, se produjo una afirmación del poder de los condes y una expansión
hacia el sur que incluyó la conquista de la Plana del Vic, entre otras comarcas de los valles.
La cercana presencia musulmana en el Ebro hacía aquí difícil un avance más amplio.
El proceso de expansión se detiene hacia mediados del siglo X por dos causas
fundamentales:
La ampliación del territorio cristiano y la puesta en explotación de las tierras exigía un
proceso de colonización y redistribución de la población, dedicada a ordenar el territorio
y a construir fortificaciones.
Las décadas finales del siglo confirman la recuperación del poder militar de Al-Ándalus,
bajo el gobierno de Almanzor. Este realizó una política enormemente agresiva que castigó
duramente los reinos del norte y mantuvo a la población fronteriza en un estado de alerta
permanente.
Durante buena parte del siglo XI el avance cristiano fue casi inexistente, a causa de
los conflictos internos de los reinos.
A la muerte de Sancho III el Mayor (1035), el reino de Navarra fue dividido entre
sus cuatro hijos: el reino de Navarra fue asignado al primogénito, García; Castilla pasó a
manos de Fernando; Aragón a Ramiro (un hijo ilegítimo), y los condados de Sobrarbe y
Ribagorza quedaron en poder de Gonzalo.
Este tipo de repartos eran habituales ya que se consideraban los reinos parte
del patrimonio familiar. También era habitual que los hermanos no aceptasen el reparto y se
enfrentasen entre ellos, como así ocurrió.
La política de parias fue otra razón poderosa para que se detuviera la conquista. Los
soberanos cristianos aprovecharon la situación de debilidad de los reinos de taifas para
exigir a los reyes musulmanes el pago de tributos (parias), a cambio del compromiso, no sólo
de no atacarles, sino también de protegerles ante posibles agresiones de otros territorios
cristianos. Todos los reinos cristianos las practicaron, sin distinción, y a menudo los llevaron
a enfrentarse entre sí, cuando comprobaban cómo sus rivales protegían al enemigo musulmán.
Pero las parias también generaron un efecto contradictorio. Los reyes cristianos
recibieron sumas enormes de oro, que fortalecieron su autoridad y su independencia
económica, en una época en la que los reyes dependían, sobre todo, de su propio patrimonio
para poder actuar. Además, el oro servía para impulsar el desarrollo económico. Pero al mismo
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tiempo, las parias impedían la expansión territorial, al atar las manos de los Estados
cristianos, y eso que el oro también servía para rearmar de forma significativa a sus propios
ejércitos.
Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los
Reino de Taifas, León y Castilla rebasan el Sistema Central y ocupan la cuenca del Tajo. Se
produce así la conquista de Toledo (1085).
La toma de Toledo supuso un golpe espectacular. Castilla se anexionaba una gran
cantidad de territorio fértil. La frontera se trasladaba al sur del Tajo y, se afirmaba la
seguridad definitiva de la región situada al norte del Sistema Central. Además, Toledo era
la vieja capital visigoda, lo que revestía a la conquista de un carácter simbólico especial.
Además, poco después la taifa de Valencia era conquistada por el Cid, un jefe militar vasallo
de Alfonso VI.
La reacción militar fue inmediata. Los soberanos de Sevilla y Zaragoza llamaron en
su ayuda a los almorávides. Tras detener el avance cristiano en 1086 en Sagrajas, los
guerreros bereberes consiguieron reunificar Al-Ándalus bajo su autoridad, recuperando uno
por uno todos los reinos de taifas, incluyendo el reino de Valencia. En 1108 volvieron a
derrotar al ejército castellano en Uclés.
La conquista de Zaragoza (1118) la llevó a cabo Alfonso I, rey de Aragón, en el marco
de la expansión por el valle del Ebro del reino de Aragón. El sistema defensivo de la taifa se
vino abajo, y toda la región sur del valle del Ebro cayó en manos de los aragoneses.
En la segunda mitad del siglo XII, uno de los hechos más significativos son los pactos
de reparto y la colaboración entre Castilla y Aragón:
Un primer acuerdo fue el Tratado de Tudilén (1151) por el cual Castilla reconocía a Aragón
el derecho de conquista sobre las taifas de Valencia, Denia y Murcia. Fruto de esta
colaboración fueron las conquistas de Teruel, por los aragoneses, y de Cuenca, por los
castellanos, con la ayuda militar del rey aragonés. Sin embargo, algunas diferencias llevaron
a un nuevo acuerdo,
El Tratado de Cazorla (1179) por el cual, a cambio de entregar sus derechos feudales
sobre Zaragoza, el rey de Castilla obtenía de Aragón la renuncia al reino de Murcia: la nueva
frontera se fijaba en el puerto de Biar, en la actual Alicante. Las líneas de avance posterior
quedaban marcadas.
Además, Castilla y Aragón acordaron varias veces repartirse Navarra. Los navarros
consiguieron negociar con unos y otros y evitar la absorción, pero no pudieron impedir que en
1200 Castilla se anexionara definitivamente Álava y Guipúzcoa.
El siglo terminaba con un desastre militar para Castilla: en 1195, Alfonso VIII (1158-
1214), que había conseguido el apoyo de aragoneses y navarros, decidió adelantarse y lanzarse
contra los almohades en solitario, que le derrotaron en la batalla de Alarcos (1195) y
destrozaron al ejército castellano.
La derrota de Alarcos tuvo el efecto de disolver diferencias y reunir, no sólo a los
reyes de Castilla, Aragón y Navarra, sino también a muchos nobles europeos, que
respondieron al llamamiento del Papa y del arzobispo de Toledo a la cruzada contra el Islam.
En el año 1212, los cristianos atravesaron Despeñaperros y encontraron al ejército
almohade en las Navas de Tolosa. El resultado fue una victoria aplastante de los cristianos.
Se inician así la conquista de Extremadura, realizada por el rey Alfonso IX de León,
y la conquista de Andalucía y Murcia, emprendida por Fernando III (1217-1252), que además
consiguió la reunificación de Castilla y León (1230), a la muerte de Alfonso. El avance, en
un inmenso territorio se vio facilitado por el derrumbe del poder almohade. Al-Ándalus se
dividió una vez más en varios reinos independientes, enfrentados entre sí, y que recurrieron
al rey castellano para obtener su apoyo contra sus rivales.
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En la rapidez de la conquista influyó la figura del primer rey nazarí, Muammad I, que
facilitó la entrega de territorios como Córdoba y Jaén y ayudó con sus tropas en la conquista
de Sevilla (1248), a cambio de convertirse en vasallo de Fernando III. La caída encadenada
de las ciudades andalusíes culminará con la incorporación por Alfonso X (1252-1284) de Cádiz
y Huelva. El dominio musulmán quedó reducido al reino nazarí de Granada, vasallo de la corona
castellana hasta finales del siglo XV.
En la corona de Aragón, tras unos años conflictivos, Jaime I el Conquistador (1213-
1276) se sintió lo suficientemente seguro en el trono como para lanzarse a la expansión. La
conquista de Baleares se inicia en 1229, con una expedición organizada por la nobleza
catalana que se dirigió a Mallorca y tomó la capital, sin demasiada resistencia. La conquista
de las islas buscaba acabar con la piratería sarracena, pero también pretendía el control de
una escala fundamental en el comercio del Mediterráneo.
Mientras la expansión marítima no interesaba a la nobleza aragonesa, que no participó
en esas campañas, muy distinto fue el caso del reino de Valencia. Allí confluían los intereses
territoriales de los aragoneses y de los catalanes, que participaron conjuntamente en la
campaña. La conquista de Valencia urgía, ante el avance que el reino de Castilla estaba
consiguiendo en Andalucía y Extremadura, y que amenazaba con superar los límites
territoriales pactados en el Tratado de Cazorla. Además, Jaime I sabía que debía
proporcionar nuevas posibilidades de extender sus señoríos a los nobles, si quería mantener
su fidelidad y el control político de ambos reinos.
La conquista del reino de Valencia se realizó entre 1232 y 1245, culminando con la
incorporación del puerto de Biar (Alicante), donde quedó establecida la frontera con la
corona de Castilla.
Modelos de repoblación.
La conquista militar fue acompañada de una repoblación de las tierras ocupadas, que
influyó en la posterior estructura de la propiedad y en el desarrollo social de los reinos
peninsulares.
De este modo, la repoblación fue el proceso de ocupación pacífica y organización
administrativa de las tierras que, como consecuencia, de la Reconquista, se iban incorporando
a los reinos cristianos.
Podemos encontrar diversos modelos de repoblación estableciendo cuatro etapas en
este proceso:
1. Primera etapa. Siglos VIII al X.
Hasta el siglo IX la reconquista fue lenta y se ocuparon los territorios
semidespoblados y despoblados de parte de Galicia, el norte del Duero (desierto estratégico
del Duero) y el Alto Ebro (la Vardulia y la Bureba, núcleo de la Castilla originaria), el
piedemonte de los Pirineos (Plana de Vic). En ellos existía una mínima población que carecía
de todo tipo de organización política. Por ello, esas tierras se consideraban abandonadas y
sin dueño, y su propiedad correspondía al rey
Para favorecer la llegada de nuevas gentes, los reyes decretaron que los campesinos
serían propietarios de las tierras que pudieran ocupar y explotar. A esta forma simple de
acceso a la propiedad se le llamó presura en el reino de León y aprisio en las comarcas
catalanas.
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Régimen Señorial.
Por otra parte, a lo largo de la Edad Media va tomando forma en el seno de los reinos
cristianos el régimen señorial. Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a un
particular o una institución (un monasterio, por ejemplo), en ocasiones como pago por algún
servicio prestado.
En los comienzos de la Reconquista apareció el primer tipo de señoríos, los
denominados señoríos territoriales (solariegos o behetrías, maestrazgos, abadengos,
infantazgos, realengo), cuyas tierras carecían de dueño previo, por lo que el nuevo señor se
convertía en propietario de las mismas. Esto fue frecuente hasta el siglo XII, sobre todo en
las zonas de repoblación por presura.
Pero, especialmente en las zonas ya pobladas, el monarca no transfería la totalidad
de la propiedad del lugar, sino solo aquellos bienes y derechos que hasta entonces habían
correspondido a la corona (las tierras sin dueño, los bosques, los montes, ciertas rentas,
etc.), sin modificar las propiedades de los vecinos.
A partir del siglo XII, y de forma progresiva, los monarcas empezaron a otorgar a
los beneficiarios de estas donaciones el privilegio de la inmunidad, es decir, la garantía de
que en esos territorios no intervendrían los agentes del rey. De este modo, tales lugares se
convirtieron en señoríos jurisdiccionales y sus pobladores en vasallos del nuevo señor, que
asumía sobre ellos las funciones propias del monarca. Así pues, el régimen señorial,
característico de la Península Ibérica, no se diferenciaba en lo esencial del feudalismo
europeo:
• En el plano jurídico, implicaba un traspaso de competencias del rey (gobierno, justicia, cobro
de tributos, etc.) a los titulares del señorío.
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• En el plano político, el poder efectivo del monarca se limitaba a las tierras de realengo, es
decir las que estaban bajo su dominio directo, o lo que es lo mismo, las que no formaban parte
de los señoríos de la nobleza o el clero.
Sociedad estamental.
En cuanto a la organización social, se trata de una sociedad estamental, es decir,
formada por grupos sociales con obligaciones propias que prestar por las cuales podían
recibían unos privilegios. Obligaciones y privilegios se recogían en una ley específica o fuero
del estamento. A los estamentos se accedía por:
Designación real (nobleza).
Por profesión (clero).
Por nacimiento (nobleza y pueblo llano).
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Mayorazgo. Un mayorazgo era un conjunto de propiedades familiares que debían transmitirse íntegras al
primogénito de cada generación, por que no podían ser vendidas ni divididas, pero tampoco embargadas por deudas.
En su origen el mayorazgo fu una medida preventiva adoptada por los reyes: al entregar tierras u otros bienes a
algún vasallo, el rey podía vincularlos a un mayorazgo (no se podían donar, vender, dividir o embargar), y así se
aseguraba que podría recuperarlos en caso de necesidad o de traición de los vasallos. Pero con el tiempo, la nobleza
transformó completamente la razón de ser del mayorazgo y lo convirtió en un privilegio para proteger su patrimonio
familiar: cuando un noble constituía un mayorazgo con determinados bienes y propiedades, los sucesivos herederos
del mismo podían disfrutar de esos bienes y de las rentas que producían, pero no desprenderse de ellos ni dividirlos,
y tampoco les podían ser embargados por deudas. De este modo, el patrimonio de la nobleza permanecía íntegro y
protegido de generación en generación.
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El clero
Su función era orar para la salvación del reino. Ocasionalmente prestaba la única
asistencia social de la época: hospicios, hospitales, escuelas monacales o catedralicias.
Para poder cumplir su función el rey también le entregaba un beneficio y le permitía
cobrar determinados impuestos, como el diezmo. Recibía también los llamados “derechos de
altar” (remuneración por decir misa, por administrar los sacramentos, etc.)
Como la nobleza, se dividía en alto bajo clero y, además, en clero secular y clero
regular.
El pueblo llano
Su función era procurar el sustento y mantenimiento de los otros dos estamentos.
No tenía privilegio alguno.
Dentro de él el grupo más numeroso era el de los campesinos. Podían ser libres y no
libres. Los campesinos libres eran propietarios de sus tierras (villanos en Castilla y en
Cataluña pagesos, de “pagus”, tierra).
Los campesinos que no eran propietarios de las tierras eran libres en su persona, pero
no en lo económico. Por tener la obligación de pechar o pagar pechos (pagar tributos) a un
señor se les llamó pecheros. Además de trabajar las tierras que el señor les había cedido
también tenían que trabajar durante unos días las del señor. Su situación era permanente y
hereditaria y cuando se vendía el señorío ellos también cambiaban de señor (lo que era una
garantía de que no sería echados de la tierra). Con el tiempo la situación fue mejorando y
pudieron abandonar la tierra mediante el pago de un censo o la pérdida de las tierras.
Otro grupo importante de hombres libres fue el de los burgueses. En principio este
nombre designó a quienes vivían en los burgos o ciudades, pero cuando estas se revitalizaron
a partir del siglo XIII, con el nombre de burgueses se designaba a quienes se dedicaban a
profesiones liberales (de hombres libres): mercaderes, médicos, etc. En las ciudades también
había menestrales, personas que se dedicaban a oficios manuales.
Un grupo no bien integrado en la sociedad era el de los judíos. Como se les prohibía
ser propietarios de tierras se convirtieron en habitantes de las ciudades. La mayor parte
eran menestrales, pero un grupo reducido pero importante se dedicó a financieras.
Otro grupo social, tampoco integrado totalmente era el de los mudéjares. Fueron
bastante numerosos en el valle del Tajo, en Aragón y en las huertas de Valencia y Murcia. En
el campo se dedicaban a las labores agrícolas y en las ciudades a oficios manuales.
En el último lugar de la escala social estaban los siervos. A la condición de siervo se
llegaba por ser capturado en la guerra, por no pagar las deudas, por ser hijo de otro siervo.
Podían ser vendidos; cuando se les concedía la manumisión seguían teniendo una cierta
dependencia de su antiguo señor.
Uno de los rasgos políticos más acusados de la Baja Edad Media en Castilla es el
fortalecimiento de la Monarquía. Desde el reinado de Alfonso X (1252-1284) la Corona fue
ampliando su autoridad, lo que le permitió configurar un Estado moderno.
A este reforzamiento de la autoridad real contribuyeron:
1. la extensión en Europa de la teoría que defiende que el poder de los reyes viene a ellos
directamente de Dios, por lo tanto, entre el rey y Dios no debe haber ningún intermediario,
incluido el papa. Es la tesis de los gibelinos y del propio Alfonso X.
2. la reintroducción del derecho romano, a mediados del siglo XIII, como base de las leyes.
El derecho romano defendía que toda la autoridad debía concentrarse en manos del soberano,
único que tenía la capacidad de aprobar o derogar leyes. Primero las Partidas de Alfonso X,
y un siglo después el Ordenamiento de Alcalá (1348), contribuyeron a asentar tales
principios.
Esta extensión de la autoridad real no satisfizo a los nobles, que en algunos momentos
de los siglos XIII y XIV intentaron rebelarse contra la Monarquía, sobre todo cuando los
momentos de minorías de edad debilitaban a la institución. Pero, a partir de la entronización
de los Trastámaras, la nobleza comprobó cómo la extensión del poder del Estado no sólo no
limitaba su propio poder territorial sino al contrario: la Corona, a través del ejercicio de su
autoridad, podía aplicar la justicia en beneficio de los nobles, protegiendo sus derechos
señoriales. Aun así, durante buena parte del siglo XV las luchas nobiliarias y los intentos de
controlar a los reyes castellanos continuaron marcando la vida pública.
Por su parte, la Corona de Aragón no era un Estado único, sino una unión de reinos.
Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña tenían distintas instituciones y leyes, y aunque algunas
fueran semejantes, los reyes debían someterse a las diferentes particularidades de cada
uno de ellos. A ello se unen las dificultades de comunicación y una jurisdicción regia bastante
reducida. Todo esto explica la debilidad política de los reyes aragoneses, en comparación
con Castilla.
A esas dificultades se sumaron las que trajo consigo la activa pero costosa política
exterior de la monarquía. Las conquistas en el Mediterráneo obligaron a la Corona a pedir
ayuda económica a los estamentos privilegiados de sus reinos. Estos aprovecharon la
situación: en 1283, las Cortes aragonesas primero y las catalanas después, impusieron al rey
Pedro III el Grande el juramento del PRIVILEGIO GENERAL y de los fueros de sus
respectivos territorios. Eran, en realidad, privilegios para nobles y eclesiásticos, entre ellos
los malos usos y una absoluta libertad y autonomía en sus señoríos.
Además, la Corona se comprometía a convocar Cortes, a consultarles un amplio
repertorio de cuestiones si quería obtener subsidios y, en Aragón, a aceptar la jurisdicción
del Justicia Mayor, un cargo asignado a un noble que en la práctica se encargaba de defender
los privilegios estamentales frente al rey.
A partir de entonces se configuró un modelo de funcionamiento político llamado
PACTISMO, por la necesidad que tuvo la monarquía de llegar a acuerdos con los magnates de
forma permanente.
En Navarra, también la autoridad del rey va a estar en buena medida limitada y no
aumentará a lo largo de la Baja Edad Media. Estuvo condicionada por los nobles y las villas y
por las frecuentes reuniones de las Cortes. Estas votaban las ayudas, vigilaban el gobierno
interior y la política exterior hasta en los detalles más nimios, se mezclaban en la designación
de los miembros del Consejo, en sus sueldos o reglamentaban los gastos de la casa real.
Podría ser comparado con los gobiernos centrales actuales. En Castilla y en Aragón
es el órgano permanente de consulta de los reyes y de él dependía la administración del reino,
salvo en asuntos judiciales. En el siglo XIV es el principal instrumento de gobierno.
En Navarra también es un órgano de asesoramiento. Con la casa de Evreux se
convierte en el supremo tribunal de Justicia y puede dictar ordenanzas, por lo que tiene
ciertas atribuciones legislativas.
• LAS CORTES
En Castilla sus competencias y la periodicidad de las reuniones no estuvieron bien
definidas. Su máxima competencia era la concesión de subsidios o impuestos extraordinarios
pedidos por el rey. A cambio, los representantes de las ciudades exigían del rey la
promulgación de determinadas leyes, la atención de peticiones y quejas y el compromiso de
mantener el valor de la moneda.
A lo largo del siglo XIV cobran un papel político importante pese a que siempre
tuvieron un carácter consultivo. Por el contrario, en el siglo XV su protagonismo disminuyó y
se redujo a 15 el número de ciudades con representación.
En Aragón estaban formadas por cuatro brazos: ricoshombres (alta nobleza),
infanzones (baja nobleza), clero, ciudades. Las catalanas y valencianas estaban formadas por
tres brazos.
Eran organismos de control sobre la Corona y actuaron como un instrumento de
defensa de los intereses feudales frente a los intentos de la Corona por extender su
autoridad. Para controlar en el intervalo entre una sesión de Cortes y otra los ingresos
aprobados y los gastos correspondientes y en general los acuerdos, surgieron nuevas
instituciones:
- la Diputación General de Cataluña o Generalitat
- La Diputación General de Aragón.
En la práctica, acabaron siendo algo muy parecido a un gobierno del territorio.
En Navarra, las Cortes estaban formadas por tres brazos. El rey jura ante ellas los
fueros del reino. En sus reuniones aprueban los impuestos ordinarios y extraordinarios. Ya a
mediados del siglo XV, se crea la Diputación de los Tres Estados para gestionar la
recaudación de los subsidios votados en las Cortes.
• LA CORTE
En Castilla, la corte incluía una serie de cargos al servicio de los reyes (mayordomo,
chanciller, condestable, almirante). Prácticamente todos estaban en manos de la nobleza.
La Corte se desplazaba allí donde la presencia del rey era necesaria. En el siglo XV
tendió a permanecer en la Meseta Norte, sobre todo en Valladolid.
En Aragón el rey estaba rodeado de un conjunto de altos oficiales que desempeñaban
funciones en parte domésticas y en parte públicas.
En Navarra, con la Casa de Evreux, se emula el modelo francés de Corte.
• AUDIENCIA O CHANCILLERÍA.
En Castilla, en 1371, se reguló la función de la justicia al crearse la Audiencia. En
1442 se fijó su sede en Valladolid y pasó a llamarse Chancillería.
En Aragón, como en Castilla, el órgano encargado de la justicia era la Audiencia.
En Navarra, la Cort era el más alto tribunal de Justicia, aunque sus decisiones podían
apelarse al Consejo.
• LA HACIENDA.
En Castilla nunca hubo una clara división entre los dineros del rey y los del reino.
Inicialmente la administración era el cometido del Mayordomo Mayor, cargo que existía en
el siglo XIII, pero que hasta Alfonso X no se institucionaliza. A medida que las cuentas
públicas se van complicando se crearon nuevos cargos e instituciones.
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En los reinos de la Corona de Aragón hubo una clara separación entre el dinero del rey y
el dinero del reino. El dinero del rey era administrado por un Bayle General en cada reino, y
el dinero del reino era administrado por la Diputación General (Generalitat en Cataluña y
Valencia).
En Navarra, la Cámara de Comptos era el órgano encargado de fiscalizar las finanzas.
La Cámara podía exigir cuentas a los recaudadores, al tesorero y a todo el que tenía que ver
con la Hacienda real. Al no haber una clara distinción entre la Hacienda del Estado y la del
rey, la Cámara de Comptos revisaba también las cuentas de los reyes.