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I. Introducción
L
os estudiosos del derecho constitucional contemporáneo han invertido la ma-
yor parte de sus esfuerzos en el estudio de los derechos en situaciones de nor-
malidad. Sin embargo, también es importante el análisis de estos derechos en
situaciones de emergencia, cuando se tiene que hacer uso de herramientas excepcio-
nales como la suspensión de garantías, que en la Constitución mexicana se encuentra
formalmente contemplada en su artículo 29.
En este artículo con motivo del centenario de la Constitución en un primer
apartado se hace una reflexión en torno al concepto de “suspensión de garantías”.
Después, un breve recorrido histórico desde la Antigüedad hasta nuestros días en
torno a esta figura así como su funcionamiento en distintos regímenes y tradiciones
jurídicas. En un tercer momento de este escrito se analiza la suspensión de garantías
en México, en la Constitución de 1917 con especial énfasis en la única aplicación
* Publicado originalmente en Guerrero Galván, Luis René y Pelayo Moller, Carlos María (coords.),
100 años de la Constitución mexicana: de las garantías individuales a los derechos humanos, México, UNAM, Ins-
tituto de Investigaciones Jurídicas, 2016.
** Profesor de la Universidad Iberoamericana, licenciado en derecho por la Universidad Autóno-
ma de Sinaloa; maestro en derecho por la Universidad de Notre Dame y doctorando por el Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
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formal que esta figura tuvo durante la Segunda Guerra Mundial. En el mismo
apartado se trata de explicar por qué esta figura no ha sido aplicada formalmente
desde entonces, y ha sido suplida por otras figuras jurídicas. Por último, se hacen
algunas precisiones en torno al nuevo régimen de suspensión de garantías a partir
de la reforma constitucional en materia de derechos humanos de junio de 2011 y
cómo esa importante reforma es una oportunidad para “reconstruir” esa figura de
nuestro constitucionalismo.
1Corte IDH, “El habeas corpus bajo suspensión de garantías”, opinión consultiva OC-8/87, 30 de
enero de 1987, serie A, núm. 8, párrafo 18.
2 Idem.
3 Corte IDH, Garantías judiciales en estados de emergencia (artículos 27.2, 25 y 8 Convención
Americana sobre Derechos Humanos), opinión consultiva OC-9/87, 6 de octubre de 1987, serie A,
núm. 9. Véase también los comentarios de Ferrer Mac-Gregor, Eduardo y Herrera García, Alfonso,
“La suspensión de garantías en la Convención Americana sobre Derechos Humanos”, en Ferrer
Mac-Gregor, Eduardo, Panorámica del derecho procesal constitucional y convencional, Madrid, Marcial Pons-
UNAM, 2013, pp. 997 y ss. Asimismo véase el caso contencioso en el que la Corte IDH interpretó
y aplicó el artículo 27 de la Convención: caso Zambrano Vélez y otros vs. Ecuador, Fondo, repa-
raciones y costas, sentencia de 4 de julio de 2007, serie C, núm. 166. Véase también: Rodríguez,
Gabriela, “Suspensión de Garantías” en Convención Americana Comentada. México, SCJN-Fundación
Konrad Adenauer, 2014, pp. 677 y ss.
4 Baldi, Carlo, “Estado de sitio”, Diccionario de política, t. I, México, Siglo XXI editores, 2000,
p. 560.
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Leandro Despouy afirma que los diversos términos de “estado de alarma”, “es-
tado de sitio”, “estado de prevención” entre otros, son sinónimos de todas aquellas
medidas adoptadas por los gobiernos que implican mayores restricciones al ejerci-
cio de los derechos humanos de las que regularmente se autorizan en situaciones
ordinarias.5
Los diversos estados de emergencia, pueden a su vez revestir formas más o me-
nos amplias, pudiendo ir desde medidas de policía (por ejemplo, la prohibición de
reuniones, que normalmente son lícitas), hasta la suspensión de ciertos derechos y
garantías constitucionales.6 Paralelamente, las emergencias que pueden hacer ne-
cesaria una suspensión de derecho, pueden ser de diversa índole, desde desastres
naturales hasta sucesos que pongan en riesgo la seguridad nacional.
La suspensión de garantías, en sus diversas modalidades, en los estados demo-
cráticos, siempre conlleva un marcado rasgo de temporalidad, es decir, la prohi-
bición de que estas restricciones a los derechos puedan prolongarse más allá del
tiempo necesario para hacer frente a la emergencia. Actualmente, en la mayor parte
de las constituciones modernas no se establece ningún plazo especifico, pero sí la
mención de que dichas medidas deben ponerse en marcha sólo por el tiempo que
dure la emergencia.
Con estos elementos y con el fin de proporcionar una definición general de esta
figura jurídica, que nos pueda servir para comprenderla dentro de cualquier orde-
namiento jurídico, y como marco referencial para este estudio, proponemos definir
a la suspensión de garantías como una: “Institución jurídica de carácter excepcio-
nal, que tiene como objetivo restringir y limitar el ejercicio de ciertos derechos fun-
damentales o de sus garantías por un tiempo limitado en un país o en parte de él,
para hacer frente a una situación de grave peligro para la existencia y supervivencia
de la población y del Estado democrático”.
En este apartado trataremos de dar una visión muy general y breve de las institu-
ciones que eran aplicables en los periodos de excepción y que existieron en diversos
países desde el imperio romano, hasta finales del siglo XIX.
1. La dictadura romana
5 Despouy, Leandro, Los derechos humanos y los estados de excepción, México, UNAM, Instituto de In-
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ta), elegido fundamentalmente con esa finalidad7 en cuanto a los antecedentes más
antiguos de los estados de excepción se suele citar a la dictadura romana, la cual se
implementaba cuando la República romana se encontraba en peligro, generalmente
por una guerra, consistiendo en una magistratura extraordinaria para épocas de cri-
sis. En una situación de emergencia, el dictador tenía un poder ilimitado, por un plazo
máximo de seis meses. En situaciones graves, de menor magnitud que las anteriores,
el senado podía conceder poderes extraordinarios a los cónsules.
La dictadura nace —según Schmitt— de una “sabia invención” de la República
romana. El dictador era un magistrado romano extraordinario, que fue introduci-
do después de la expulsión de los reyes, para que en tiempos de peligro hubiera un
imperium fuerte, que no estuviera obstaculizado por el poder de los cónsules, por la
colegialidad, por el derecho de veto de los tribunos, de la plebe y la apelación del
pueblo.8
Esta rigurosa restricción temporal repercutía con eficacia en la conducta del
dictador, ya que era de su conocimiento que dentro de un breve lapso volverían a en-
trar en vigor todos los límites y todos los controles al poder. La dictadura constituía
así, un modo de suspender temporalmente su propio orden jurídico para preservar
su integridad y permanencia. De esta manera, el dictador, estaba capacitado para
suspender de inmediato los poderes del magistrado que le había nombrado y los del
colega de éste, con lo que reunía “excepcional y transitoriamente”, todos los atribu-
tos de la antigua oligarquía romana.9
Es importante mencionar que la dictadura fue el régimen sucesor de la monar-
quía romana por un corto tiempo, siendo, para algunos estudiosos en la materia, la
supervivencia de una magistratura suprema unitaria, que ocupaba el lugar del rey,
considerándose suspendidas todas las garantías de la libertad ciudadana, no diferen-
ciándose entre imperium domi y el imperium militae. Valadés menciona, que la figura del
dictador, era muy similar a la de un jefe de la caballería, figura que ya había existido,
bajo los reyes, en los casos de trastorno, peligro o de guerra.10
La dictadura romana era un órgano extraordinario que se podía activar, según
procedimientos y dentro de los límites constitucionalmente definidos, ya fuera para
la conducción de una guerra (dictadura rei gerendae causa) o de la solución de una crisis
interna (dictadura seditionis sedandae et rei gerendae causa), más tarde también se encomen-
daron pormenores especiales, como la celebración de una asamblea popular (comit-
tiorum habendorum), clavar un clavo por motivos religiosos (clavi figendi), la dirección, la
fijación de días festivos, entre otros.11
Los poderes del dictador eran muy amplios e incluían el pleno mando militar, la
subordinación de los cónsules por lo que sus actos no eran sometibles a la intercessio
7 Fernández Segado, F., El estado de excepción en el derecho constitucional español, Madrid, Revista de
Derecho Privado y Editorial de Derecho Unidas, 1978, p. 47.
8 Schmitt, Carl, La dictadura; desde los comienzos del pensamiento moderno de la soberanía hasta la lucha de
clases proletaria, trad. de José Díaz García, Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1968, p. 33.
9 Mommsen, Teodoro, Historia de Roma, Nueva Biblioteca Universal, p. 100.
10 Valadés, Diego, La dictadura constitucional en América Latina, México, UNAM, Instituto de Inves-
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de los tribunos; gozaba de ius edicendi y, por la duración del cargo, sus decretos tenían
valor de ley asumiendo la labor de juez penal e imponiendo sentencias, las cuales
eran inapelables.
Esta magistratura no era electiva, pues derivaba su poder de una investidura di-
recta hecha por los cónsules, encontrando siempre hostilidad popular. Al no poder
desterrar la opinión de que un poder ilimitado como ése, era, en ocasiones, muy pre-
ciso en los momentos de supremo peligro, los demócratas llegaron a conseguir, en la
época de las guerras púnicas (363 a. C.),12 que prevaleciera el principio de elección
de este magistrado extraordinario; fue desde ese momento que se hizo inusual el
recurrir a la dictadura para dirigir operaciones bélicas.13 De ahí en adelante, duran-
te la época de la república, los dictadores desempeñaron funciones que no podían
llevar a cabo los cónsules, como presidir elecciones en circunstancias difíciles, entre
otras, lo cual nos lleva a la conclusión que en un Estado democrático, en pocas oca-
siones se recurre al estado de excepción.
En su forma original la dictadura romana correspondió a un muy significativo
principio funcional de la democracia, pues a diferencia de lo que hoy ocurre en
muchos países alrededor del mundo, en aquella época el magistrado que dictaba las
medidas de emergencia no era el mismo que gobernaba en periodos de estabilidad.
De esa manera, quedaba conjurado el vicio de establecer un estado de excepción
para afianzar no la seguridad del Estado en su sentido estricto, sino las prerrogativas
de los detentadores del poder.14
Durante el periodo de Sila (82 a.C.-79 a.C.) la dictadura caída en desuso reapa-
reció con vigor. Reinstaurada “con la misión de decretar leyes” y teniendo, en opinión
de historiadores, más semejanza con el decenvirato cuyos funcionarios eran revesti-
dos de poderes excepcionales y absolutos, ocupó todas las magistraturas ordinarias,
funcionando por tiempo ilimitado.15
Carl Friederich, identifica algunos requisitos que resultaban necesarios para esta
institución extraordinaria:16
Senado y la aristocracia, imponiendo controles estrictos sobre los tribunos y otros magistrados. Su
organización del sistema de procedimiento criminal mediante el incremento del número de quaestiones
perpetuae fue de especial importancia, pues se establecieron en Roma los primeros juzgados penales
permanentes. Su reforma autoritaria, que separó las magistraturas civiles de las militares, convirtió su
gobierno en algo que algunos historiadores han considerado como la primera administración imperial,
aunque todavía dentro de las formas republicanas. Cfr. Idem.
16 Finn, John E., Constitutions in crisis. Political violence and the rule of law, Nueva York, Oxford Univer-
17 “Dicha Ley castigaba con pena de muerte a quienquiera que resultase convicto por haber per-
judicado la ‘grandeza o dignidad del pueblo romano’. La vaguedad misma de esa fórmula permitía, en
cada crisis política, al partido vencedor perseguir a muerte a todos sus adversarios... Sila especialmente,
había hecho uso excesivo de ella, y en virtud de una interpretación hábil, encontró la manera de hacer-
la extensiva a las palabras lo mismo que a las obras”, Mommsen, op. cit., t. VI, p. 114.
18 Schmitt, Carl, op. cit, p. 34.
19 Valadés, op. cit., p. 17.
20 Cruz Villalón, Pedro, El estado de sitio y la Constitución, Madrid, CEC, 1980, p. 26.
21 Idem.
22 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., p. 27.
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que los derechos y garantías individuales de las personas estuvieron “en manos” de
los reyes o mejor dicho en manos de los señores feudales y en una última instancia en
manos del clero. 23 Lo que nos remite de nuevo a la dimensión histórica de los dere-
chos fundamentales, los cuales para esa época todavía no habían sido conquistados.
Algunos procedimientos para la concentración de los poderes ejecutivos sobre
determinadas personas de modo excepcional fueron en esa época la institución de
los “comisarios extraordinarios” a quienes los príncipes nombraban en ejercicio de
su plena autoridad.24
Encontramos conjuntamente a los comisarios del rey, comisarios de determi-
nados estamentos y asambleas; además, de que en esta época se consolidan monar-
quías cesaristas, que, en algunos casos, fueron el resultado de una dictadura.25 El
ejemplo más claro en esta época se tiene con Cromwell, en Inglaterra, a mediados
del siglo XVII. El cual se iba a auto-presentar como el líder de una dictadura “co-
misarial”, transferida por el llamado Parlamento Largo, que se iba a convertir, al
ser disuelto este último, en una auténtica “dictadura militar soberana depositaria de
una transferencia de autoridad limitada”.26
A su vez, en esta época no sólo se previó la represión de motines sino incluso
su prevención; en este sentido, Cruz Villalón distingue cuatro clases de prevención,
siendo la primera la inmediata, la cual, se podía manifestar de dos maneras. Una forma
de lograr este objetivo era ante la eventual falta de algún insumo como trigo o pan, se
proveyese inmediatamente, aunque históricamente se optaba ante esta situación el uso
de la fuerza por medio de la disuasión y la represión.27
La segunda era una medida de doble filo, efectiva a plazo inmediato: cuando
ya el motín se consideraba inevitable y sólo se trataba de debilitarlo, de antemano,
se implementaba la “saca de gente de levas”, es decir, la formación del contingente
de hombres con el que la ciudad o la zona debía contribuir de forma inmediata al
ejército del rey.28
La función de la burguesía era variable, ya que a menudo no mostraba demasia-
da prisa en organizarse para reprimir estos movimientos mientras sus intereses no se
vieran afectados; no obstante, si esto ocurría llegaban a intervenir. Tal fue el caso en
Francia, en el siglo XVII, donde llegó a existir una “guardia burguesa” (garde bour-
geoise) compuesta de individuos de posición acomodada, teóricamente a disposición
del ayuntamiento, del que constituía la principal fuerza armada.29
El segundo tipo de actuación era la de previsión de carácter permanente, por
medio del abastecimiento. Estas medidas tuvieron un cierto sustento en legislación
como la Book of Orders, que disponía la repartición de granos entre la población de
bajos recursos en Inglaterra, entre 1580 y 1630.30 Entre otras leyes encontramos las
llamadas poor laws, las cuales introducían un sistema que operaba en cada parroquia
para que los pobres nacidos en ella pudieran encontrar ahí sustento, a la vez que se
les impedía establecerse en otras ciudades. Paralelamente se crearon las llamadas
workhouses o las poorhouses, donde se auxiliaba a personas desempleadas o con alguna
incapacidad física; este modelo eventualmente chocaría con el de la incipiente clase
burguesa, dueña de los medios de producción en las ciudades, interesada en dispo-
ner de una mano de obra lo más abundante y barata posible.31
El tercer tipo de prevención era la “estructural” de los levantamientos popula-
res, la cual se basaba en la opresión, manteniendo a la gran masa de la población
en el analfabetismo y la ignorancia bajo el poder de la iglesia y en la justicia crimi-
nal, caracterizada particularmente por la imposición de penas desproporcionadas
y brutales como único medio para disuadir, dada la miseria existente, y también
como único medio de compensar la incapacidad del antiguo régimen para sostener
un aparato represivo eficaz incluso de los delitos individuales; para “hacer escar-
miento”, los ajusticiamientos y suplicios debían realizarse en presencia de toda la
población.32
Por último, existía otro tipo de prevención que era la “política” y “policial” en
contra de la burguesía, por medio de las lettres de cachet y de las órdenes de destierro, la
intervención sistemática de la correspondencia, las denuncias por lo que se escribía,
por lo que se decía. Si bien, podemos considerar que este tipo de represión afectó a
un pequeño sector de la población que era la burguesía y eventualmente a la misma
nobleza, estas instituciones inspiraron en gran medida los grandes cambios que da-
rían forma a los modernos esquemas constitucionales de excepción, que se presentan
cómo el instrumento decisivo, la ultima ratio, de la salvación del Estado.33
El antiguo régimen desapareció, por lo menos en su forma original, con la Ilus-
tración y el reconocimiento y declaración de los derechos del hombre y del ciuda-
dano, fruto de la Revolución francesa. Sin embargo, es innegable que no todos los
mecanismos de seguridad y represión del antiguo régimen han sido desechados,
como explicaremos posteriormente.
30 Ibidem, p. 51.
31 Ibidem, p. 54.
32 Ibidem, p. 55. Esta situación, la llegaría a inmortalizar Víctor Hugo, en su obra maestra Los mise-
rables, donde el protagonista de la historia, Jean Val-Jean, es encarcelado muchos años y perseguido el
resto de su vida por haberse robado un trozo de pan y una moneda.
33 Cfr. Ibidem, p. 57.
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ley expresa.34 Estas leyes son instituciones de seguridad interna, proveyendo una
protección extraordinaria.
Cruz Villalón distingue dos acepciones al término “ley marcial”: la primera se
refiere al uso de métodos efectivos para evitar cualquier capitulación de poder en el
Estado moderno, por medio de la utilización de una fuerza suficiente, y la segunda,
al arreglo o sometimiento de esta actuación a los condicionamientos de un poder
público, de una de las autoridades responsables.35
En Inglaterra después de los desórdenes de 1780 aparece la martial law, que es
una especie de situación ajurídica en donde la autoridad militar interventora puede
proceder sin tomar en cuenta las “barreras” legales durante motines, teniendo como
objetivo distinguir la esfera militar fáctica de la realizada con arreglo al derecho mi-
litar por el consejo de guerra.36 A pesar de su nombre, el derecho de guerra no es,
en este sentido, derecho ni ley, sino un procedimiento creado esencialmente para un
fin fáctico, en el que la regulación jurídica se limita a precisar los presupuestos bajo
los cuales entra en acción, ya sea por solicitud de las autoridades civiles, o por otro
supuesto.37
Por otra parte, la martial law, contenía una serie de preceptos formales, no tanto
para el campo de batalla, al momento de enfrentar la situación, sino más bien para
la lucha contra el adversario político interno, dirigiendo la acción del Estado contra
los propios ciudadanos; sin embargo, éstos, en opinión de Carl Schmitt, no alcanza-
ron nunca la acción misma, sino sólo su presupuesto. 38
En Francia mientras tanto, la loi martiale, comprendió tres etapas: la primera, del
21 de octubre de 1789; la segunda, cubriendo desde la matanza del Campo Marte
hasta su abolición por los jacobinos, y la tercera, agrupando las leyes de la Con-
vención Terminoriana y del primer Directorio, el abandono de la ley marcial en el
segundo Directorio y, por fin, su reaparición, con otro carácter, en la Monarquía de
Julio.39 Durante estas etapas se convierte en el estatuto único en materia de inter-
vención de la fuerza armada en el interior del país, manifestando no ir más allá de
la “ley marcial” en lo que a instrumentos de la protección del Estado se refiere. Los
jacobinos fueron siempre violentos adversarios a ésta.40
Tanto la martial law inglesa, como la loi martial francesa son leyes que no estaban
incluidas en una Constitución, ya sea por el sistema consuetudinario inglés o porque
en el caso francés conformaban (las leyes marciales) un estatuto único en materia de
intervención de la fuerza armada en el interior del país.
34 Rossiter, Clinton, Constitutional dictatorship. Crisis government in the modern democracies, Harbinger,
1963, p. 9.
35 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., p. 121.
36 Schmitt, Carl, op. cit., p. 223.
37 Idem.
38 Schmitt, Carl, op. cit., p. 108.
39 Ibidem, pp. 231 y ss.
40 Idem.
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4. La detención preventiva
Estas formas corresponden a los medios a los cuales recurre el Estado a falta de
instrumentos constitucionales de protección extraordinaria que implican pasar por
encima del orden constitucional o bien derogarlo. El recurso ejemplar por excelencia
es de la suspensión de la Constitución, que parte del reconocimiento que es necesario
41 Cabe señalar que este criterio ha sido superado, como lo veremos más adelante, en una opinión
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48 Ibidem, p. 277.
49 Idem.
50 Cruz Villalón, Pedro, op. cit., p. 278.
51 Ibidem, p. 368.
52 Ibidem, p. 443.
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53 Pérez Royo, Javier, Curso de derecho constitucional, 3a. ed., Madrid, Marcial Pons, Ediciones Jurídi-
cas y Sociales, 1996, p. 779.
54 Idem.
55 Cruz Villalón, Pedro, Estados excepcionales y suspensión de garantías, Madrid, Tecnos, 1984, p. 29.
56 Idem.
57 Idem.
58 Si bien debemos admitir la existencia dentro del constitucionalismo inglés de las law of Consti-
tution, de las conventions of Constitution y del common law; el control sobre éstas no es tan estricto del todo
en el Reino Unido.
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Javier Pérez Royo menciona que dentro de nuestra tradición jurídica están
aquellos países que prevén expresamente la protección especial o extraordinaria del
Estado haciéndolo mediante una “cláusula general”, que constituye, como el propio
autor lo afirma, un “cheque en blanco a favor del destinatario”. Tal fue el caso del
artículo 48 de la constitución de Weimar, bajo la figura de la llamada “Dictadura
del Reich”. En la actualidad el ejemplo más claro de esta figura se encontraría en el
artículo 16 de la Constitución de la V República Francesa.59
En este supuesto podríamos incluir al artículo 29 de nuestra Constitución, que
no regula de manera muy precisa la suspensión de garantías individuales, aunque
definitivamente no es tan ambiguo como el artículo antes referido de la Constitu-
ción francesa.
Finalmente, en la tercera clasificación, se encuentran aquellos países donde el
derecho de excepción se encuentra regulado por instituciones constitucionales sóli-
das, y que tienen además una regulación orgánica que responde a criterios estrictos
y a una serie de controles de constitucionalidad por parte de organismos especiali-
zados y por organismos internacionales.60 En este último supuesto se ubica la legis-
lación española, siendo estas las características que debe tener el derecho de excep-
ción, a fin de que sea coherente con el derecho constitucional que debe servir como
punto de referencia.61
Podemos sostener a manera de conclusión, que la característica de los sistemas
de suspensión de derechos y garantías en los países de la common law, en general, con-
siste, en una cierta libertad para que el legislador en conjunto con el Ejecutivo lleve
a cabo dichas medidas y, en segundo lugar, en respuesta a esa amplia libertad dada
al legislador, un control, por parte de los órganos judiciales en la determinación de
su validez o invalidez sustancial y su consecuente constitucionalidad.
A su vez, debemos señalar que en los países que han adoptado el sistema ro-
mano-germánico, es una constante que la parte esencial del derecho de excepción
descanse en los textos constitucionales. En cambio, en los países que han optado por
la tradición de la common law, la puesta en marcha de esta institución queda más a
una decisión de tipo democrático, para su posterior aprobación (si así se requiriese),
por parte del Poder Judicial.
1944, p. 28
63 Idem.
64 Idem. Dicho artículo a la letra señalaba. “Todo asunto grave del gobierno será resuelto por el
Judicial, Costa Rica, año XV, núm. 51, septiembre, 1990, p. 100.
67 Ibidem, p. 101. El caso histórico más relevante es el que se dio a principios de 1861, cuando
empezaba la guerra civil, primero cuando Abraham Lincoln suspendió el habeas corpus en gran parte
del país para después en 1862, hacer una suspensión general, acto que fue declarando como inconsti-
tucional por la Suprema Corte, basándose en que el derecho a decretarla en forma general, residía en
el Congreso, desde entonces, ningún presidente sin apoyo del Congreso ha decretado la suspensión,
incluso en caso de guerra, sino siempre con el aval y ayuda del Congreso de Estados Unidos.
68 Idem. El texto a la letra señala que: “Si en circunstancias extraordinarias la seguridad de la
nación exigiere que toda la república o parte de ella, la suspensión de las formalidades prescritas en
estas bases para la aprehensión y detención de los delincuentes, podrá el Congreso decretarla en de-
terminado tiempo”.
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prema Corte en esta resolución mencionaba que: “El decreto de 1o. de junio de 1942 que aprobó la
suspensión de garantías, facultó en su artículo 4o., al Ejecutivo para imponer en los distintos ramos de
la administración todas las modificaciones que fueron indispensables para la eficaz defensa del territorio
nacional, de su soberanía y dignidad (sic) para el mantenimiento de sus instituciones fundamentales, y en
su artículo 5o., lo facultó también para legislar en los distintos ramos de la administración, con sujeción a
lo preceptuado en el artículo precedente”.
73 Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. XCIV, Sexta Época, Tercera Sala, p. 433.
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A. ¿Temporalidad limitada?
77 En Estados Unidos la orden ejecutiva 9066, del 19 de febrero de 1942, permitía a los secretarios
de guerra y a los comandantes militares diseñar áreas para excluir personas de origen japonés, con
ordenes de proveer en esas áreas transportación, comida y otros servicios. El 21 de marzo del mismo
año el Congreso ratificó indirectamente la medida convirtiendo en un delito la violación a esta orden
ejecutiva, lo que ocasionó que 112 000 personas, de las cuales las dos terceras partes eran ciudadanos
estadounidenses, fueran recluidas en “centros de detención” que no constituían otra cosa que campos
de concentración. El caso Hirabayashi llevó a la Suprema Corte concretamente dos disposiciones
penales que eran objeto de sanción penal: la falta de registro de americanos de origen japonés para su
traslado a un campo de detención y las faltas por no obedecer las previsiones militares para personas
de raza japonesa en el estado de Washington. En una decisión por demás desafortunada la Suprema
Corte decidió que dichas medidas eran pertinentes, lo cual avaló la acción del presidente al dictar
dichas medidas aprobando a su vez la ratificación del Congreso, argumentando que por medidas de
seguridad los ciudadanos estadounidenses de origen japonés debían someterse a este tipo de controles
ya que constituían una amenaza a la defensa y seguridad nacional, las cuales demandaban medidas
prontas y adecuadas para hacerles frente. Véase Hirabayashi vs. United States, 320 U.S. 81 (1943).
El caso Korematsu, es aún más significativo, ya que al promulgarse las leyes y decretos respectivos,
Korematsu —cuya lealtad al igual que la de Hirabayashi era incuestionable—, evadió la aplicación de
la orden de exclusión, en una decisión con los mismos matices que la anterior, la Corte condenó al de-
mandante. Véase Korematsu vs. United States, 323 U.S. 214 (1944). En el mismo tenor véase: Duncan
vs. Kahanamoku, Sheriff, 327 U.S. 304 (1946).
El encargado de aplicar dichas políticas de exclusión fue el entonces gobernador de California, Earl
Warren. Eventualmente, Warren fue nombrado presidente de la Suprema Corte de Justicia de Estados
Unidos por Eisenhower dando paso a uno de los periodos más lúcidos en la defensa de los derechos
civiles en esa nación. Muchos especialistas destacan que los esfuerzos progresistas de Warren en la
Corte se dieron a partir de su sentimiento de culpa por lo que había pasado en California en los años
de la Segunda Guerra Mundial.
78 Detención y concentración, es la facultad exclusiva del presidente de la Re-
Las controversias que llegaron en estas materias fueron realmente pocas; en ma-
teria civil, se enfocaron principalmente a casos de arrendamiento, y en materia pe-
nal a conflictos de competencia entre entidades federativas, el Congreso de la Unión
y el Ejecutivo. En aquel entonces la Suprema Corte permitió la libre tipificación de
delitos por parte del Ejecutivo. En especial, resultan preocupantes las disposiciones
que autorizaron en su momento al Ministerio Público a solicitar a la autoridad judi-
cial que negara la libertad caucional a un indiciado si se tenía la sospecha que pudiese
ser su libertad un peligro para la seguridad.80
79 Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. LXXXI, Quinta Época, Primera Sala, p. 4128.
80 La Suprema Corte en la tesis Suspensión de garantías individuales, (libertad caucio-
nal) dispuso que “Conforme el artículo 15, fracción I, de la Ley de Prevenciones Generales, relativa
a la suspensión de garantías, de once de junio de mil novecientos cuarenta y dos, la consignada en el
artículo 20, de la fracción I, de la Constitución Federal, cuando se trata de los delitos mencionados en
el artículo 12 de aquella Ley, está sujeta a la restricción consistente en que no se decrete la libertad bajo
fianza, en los casos en que, de concederse, pueda, a juicio del agente del Ministerio Público federal, ser
perjudicial para la defensa nacional o para el orden público, y entre los delitos a que se refiere el citado
artículo 12, están los de asociación delictuosa, rebelión, y resistencia por medios de las armas a la fuer-
za federal, casos en los cuales es procedente negar la libertad caucional, bastando para ello la petición
del agente del Ministerio Público, independientemente de que su pedimento puede o no, ser recurrido
por los quejosos, ante el ciudadano procurador general de la República, pues este hecho, depende de la
voluntad de los agraviados, en nada influye respecto de la restricción de la garantía de la libertad bajo
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La Suprema Corte señaló que el único facultado para dictar las prevenciones
generales que reglamentan los términos de la suspensión de garantías individuales
era el Ejecutivo, incluso en materia de arrendamiento, lo que eventualmente per-
mitió que el entonces Presidente de la República emitiera un decreto en el cual se
congelaban los montos de las rentas en el Distrito Federal.
Uno de los temas menos conocidos dentro del constitucionalismo mexicano du-
rante la última suspensión de garantías fue el de la falta de garantías efectivas para
combatir los decretos del Ejecutivo por medio del juicio de amparo, ya que de una
revisión de los casos de la época, podemos percatarnos, no sólo del increíble por-
centaje de casos decididos a favor del gobierno y en contra de los quejosos, sino de
las causales de improcedencia establecidas por la misma Corte, que hicieron muy
difícil, si no imposible, que la gran mayoría de la población tuviese por lo menos
esperanza de obtener algún éxito en contra de una ley o decreto que suspendiera
garantías de forma injustificada y arbitraria.
Durante la suspensión de derechos y garantías en nuestro país, en los años cua-
renta, no sólo podemos hablar de la inexistencia de sistemas de tutela efectiva, sino
que debemos incluso mencionar que los sistemas existentes en aquel entonces fueron
abolidos, en este caso nos referimos concretamente al juicio de amparo, ya que la
fianza, entretanto no sea revocado por el procurador general de República, el citado pedimento”. Tesis
aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. LXXIII, Quinta Época, Primera Sala, p. 7392.
81 Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. LXXXV, Quinta Época, Tercera Sala, p. 105.
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Esta interpretación era hasta cierto punto matizada por la misma resolución de
la Corte que disponía que era necesaria la adecuada fundamentación en dicha ley:
“…pero si de ese mismo informe se desprende, que el acto no está fundado en la repe-
tida ley, sería absurdo sobreseer en el juicio, por la simple afirmación de la autoridad
informante, de que el caso debe ser considerado como comprendido en la Ley de
Prevenciones Generales...”.84
Ante esta disposición resultaba obvio que la autoridad iba a tratar de enmarcar
perfectamente el acto dentro de la Ley de Suspensión, teniendo ante ello el quejoso
ningún medio de defensa jurisdiccional posible, ya que incluso la facultad investi-
gadora de la Corte no era efectiva. A todas luces resulta inconstitucional la redac-
ción de la propia ley y aún más su interpretación, al autorizar que dichos actos de
autoridad no debían estar fundados y motivados propiamente, siendo en esto muy
explícita la Corte al mencionar que:
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E. Vuelta a la normalidad
emergencia, Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. LXXVI, Quinta Época, Primera Sala,
p. 3389.
86 Cueva, Mario de la, op. cit.
87 Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. CI, Quinta Época, Pleno, p. 2232.
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88 Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. XCIII, Quinta Época, Pleno, p. 326.
89 Cfr. En materia hacendaria, Suspensión de garantías, refrendo del decreto que la
levantó, Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. CXXIV, Quinta Época, Segunda Sala,
p. 604. En materia laboral, Suspensión de garantías, refrendo del decreto que la levantó,
el estado de, y que ratificó, con el carácter de ley ordinaria, la de compensaciones
de emergencias al salario insuficiente, Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. XCIII,
Quinta Época, Pleno, p. 326.
90 Suspensión de garantías, el decreto que la levantó, no es de inmediata ejecu-
ción, Tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación, t. CXII, Quinta Época, Segunda Sala, p. 586.
Expresa textualmente que: “El decreto de veintiocho de septiembre de mil novecientos cuarenta y
cinco, no es de carácter autoaplicativo pues no reúne los requisitos excepcionales necesarios para ello,
ya que no comprende a personas determinadas por circunstancias concretas, único caso en que la ley
o disposición legal debe considerarse autoaplicativa”.
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cuatro reformas desde 1917. La primera del 21 de abril de 1981, la segunda del 2 de
agosto de 2007, la tercera y tal vez la más importante, del 10 de junio de 2011, y la
última del 10 de febrero de 2014.
Sin embargo, es al menos peculiar tomar en cuenta que este mecanismo ex-
traordinario no se ha puesto en marcha desde 1942. Esto no significa que en la his-
toria reciente del país no fuese necesario hacer uso de las herramientas que ofrece
una suspensión de garantías constitucional. En todo caso, la desaparición de esta
figura en la práctica constitucional mexicana probablemente sea porque dentro de
la normatividad de la normalidad se han ido incorporando gradual, pero decidida-
mente, herramientas que en otros Estados constitucionales se encuentran reservadas
a facultades extraordinarias y excepcionales.
Al respecto, cabría citar tres escenarios en donde facultades que pareciesen estar
reservadas a la excepcionalidad pueden ser puestas en marcha por el Ejecutivo fede-
ral en el marco de una normalidad “formal” ante emergencias declaradas de facto.
Sin que esta lista sea de ninguna manera excluyente de otros temas y circunstancias
de lo más variadas encontramos como muestra:
En cuanto al primer punto habría que mencionar que al Ejército, desde hace va-
rias décadas, se le ha incluido en tareas de protección civil por medio del denomina-
do “Plan DN-III E”. Dicho Plan tiene sus antecedentes en directivas que se remon-
tan a los años sesenta cuando fueron creadas por el entonces presidente Gustavo
Díaz Ordaz para atender una emergencia en los estados de Veracruz y Tamaulipas,
la evidente falta de un organismo específico que acudiera de inmediato al auxilio de
los habitantes de las zonas afectadas, originó que el gobierno de la República girara
instrucciones para que la Secretaría de la Defensa Nacional procediera a elaborar
un Plan, a fin de garantizar la oportuna asistencia a las poblaciones afectadas por
diversos tipos de desastres naturales.91 El Plan así, desde un principio se articuló en
dos fases: la de prevención y la de auxilio.
Comentar sobre el Plan DN-III E en definitiva no es sencillo, ya que existe un
desconocimiento general sobre cuáles son sus directivas específicas. El desconoci-
miento sobre el mismo en una situación de crisis puede generar un gran caos como
91 Con el Plan DN-III-E, se atiende a las poblaciones afectadas por fenómenos perturbadores tales
como sismos, actividad volcánica, tormentas, huracanes, inundaciones, deslaves, bajas temperaturas,
heladas y nevadas, incendios, fugas y derrames de sustancias peligrosas, explosiones; accidentes aéreos,
terrestres, marítimos y fluviales.
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1985, p. 7: “No obstante el auxilio enviado por varios países, la mayoría de los afectados por el terre-
moto están desamparados. Miles han improvisado viviendas en la calle. Falta coordinación y el plan
DN-III resultó ser un operativo militar reducido”. En el mismo sentido Michelena, Margarita, “Nueva
conciencia”, en Excelsior 7 de octubre de 1985, secc. A, p. 7: “El temblor del 19 de septiembre no sólo
sacudió la tierra. También sacudió la conciencia ciudadana ante la ineptitud oficial, ya no para reme-
diar en lo posible los efectos del desastre, sino para haberlos prevenido con algo más que el ‘misterioso’
Plan DN-III”.
93 Sobre el funcionamiento especifico del Plan véase Cienfuegos Salgado, David. “Las Fuerzas Ar-
madas y la protección civil: el plan DN-III”, en Salgado Cienfuegos, David y Luna Canales Armando
(coords.), Protección Civil. Régimen Jurídico de la Protección Civil en México, El Colegio de Guerrero, 2011,
pp. 15 y ss.
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La interpretación armónica del primer párrafo del artículo 16 de la carta magna, con
los preceptos legales reproducidos anteriormente, lleva a la conclusión de que dentro
de nuestro sistema jurídico el Ejército, Fuerza Aérea y Armada de México son com-
petentes para intervenir en labores de seguridad interior, auxiliar a la población civil
en casos de necesidades públicas, realizar acciones cívicas y obras sociales, en caso de
desastres prestar la ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y
sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas, coadyuvar en la vigilancia de los
recursos del país y otras funciones que claramente trascienden el contenido de un con-
cepto limitado y estrecho de “disciplina militar”. Las Fuerzas Armadas se encuentran
al servicio de la sociedad mexicana, no sólo porque sus misiones generales están ínti-
mamente vinculadas a su seguridad, sino porque ello implica necesariamente, como se
afirmó, el respeto a las garantías individuales de los gobernados.
Asimismo, la Suprema Corte estimó que “el Ejército, Armada y Fuerza Aérea
no sólo podrán actuar cuando se quebrante la paz por un conflicto con una poten-
cia extranjera, sino también para salvaguardar la seguridad interior del país”. Sin
embargo, en ningún momento definen qué es seguridad interior y sus diferencias o
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Es preciso insistir en que, derivado del origen histórico del artículo 129 constitucional,
salvo la situación excepcional de suspensión de garantías, en todo caso y bajo cual-
quier circunstancia, las Fuerzas Armadas no pueden actuar automáticamente, sino en
estricto auxilio a las autoridades civiles y siempre y cuando se solicite expresamente
su apoyo.
Todas estas consideraciones llevaron a la Suprema Corte a afirmar que las fun-
ciones que tienen exacta conexión con la disciplina militar no se circunscriben nece-
sariamente a las funciones militares como a continuación se transcribe:
Consiguientemente, las funciones que tienen exacta conexión con la disciplina militar
a las que se refiere el artículo 129 constitucional, van más allá de las labores internas
de la vida militar y se circunscriben necesariamente a cumplir con las facultades y
funciones que el código político y las leyes emanadas de éste, asignan al Ejército, Ar-
mada y Fuerza Aérea nacionales, dentro de las cuales se encuentra la de auxiliar a las
autoridades civiles con el uso de la fuerza de la que disponen en labores relacionadas
directa o indirectamente con la seguridad pública y con las limitaciones estrictas que
establece nuestro régimen jurídico.
De dicha ejecutoria se derivaron las tesis aisladas 25, 26, 27, 28, 29 y 30 de
1996, las cuales se publicaron como tesis jurisprudenciales 34, 35, 36, 37, 38 y 39
de 2000. Concretamente, a partir de esta resolución, la Suprema Corte llegó a las
siguientes consideraciones:
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El último supuesto se relaciona con las facultades del Poder Ejecutivo en materia
de emergencias sanitarias. Estas disposiciones, vigentes en la Ley General de Salud,
tuvieron aplicación en la emergencia sanitaria de abril de 2009 provocada por el
inesperado brote de la influenza AH1N1.
En el decreto por el que se ordenan diversas acciones en materia de salubridad
general, para prevenir, controlar y combatir la existencia y transmisión del virus de
influenza estacional epidémica se contemplaron disposiciones que en muchos países
democráticos sólo se podrían tomar bajo un régimen de suspensión de garantías.
En el artículo segundo del decreto se contemplaba que la Secretaría de Salud,
con el propósito de combatir la epidemia y cuando lo estimará pertinente, imple-
mentaría de manera inmediata en las regiones afectadas de todo el territorio nacio-
nal, acciones como las siguientes:
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Estas medidas, que sin duda en un tipo de emergencia como la que se presentó
se encontrarían justificadas, deben estar respaldadas por un marco constitucional
que otorgue certeza a los individuos que habitamos este país. Estas previsiones ¿no
hubiese sido conveniente que se instauraran bajo un régimen de suspensión de ga-
rantías con el control del Congreso de la Unión y la supervisión internacional que se
contempla en el artículo 27 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos?
Artículo 29. En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cual-
quier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente
de los Estados Unidos Mexicanos, con la aprobación del Congreso de la Unión o de la
Comisión Permanente cuando aquél no estuviere reunido, podrá restringir o suspen-
der en todo el país o en lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías
que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá
hacerlo por un tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la
restricción o suspensión se contraiga a determinada persona. Si la restricción o suspen-
sión tuviese lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones
que estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación; pero si se verifi-
case en tiempo de receso, se convocará de inmediato al Congreso para que las acuerde.
En los decretos que se expidan, no podrá restringirse ni suspenderse el ejercicio de
los derechos a la no discriminación, al reconocimiento de la personalidad jurídica, a
la vida, a la integridad personal, a la protección a la familia, al nombre, a la naciona-
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lidad; los derechos de la niñez; los derechos políticos; las libertades de pensamiento,
conciencia y de profesar creencia religiosa alguna; el principio de legalidad y retro-
actividad; la prohibición de la pena de muerte; la prohibición de la esclavitud y la
servidumbre; la prohibición de la desaparición forzada y la tortura; ni las garantías
judiciales indispensables para la protección de tales derechos.
La restricción o suspensión del ejercicio de los derechos y garantías debe estar fun-
dada y motivada en los términos establecidos por esta Constitución y ser proporcional
al peligro a que se hace frente, observando en todo momento los principios de legali-
dad, racionalidad, proclamación, publicidad y no discriminación.
Cuando se ponga fin a la restricción o suspensión del ejercicio de los derechos y
garantías, bien sea por cumplirse el plazo o porque así lo decrete el Congreso, todas las
medidas legales y administrativas adoptadas durante su vigencia quedarán sin efecto
de forma inmediata. El Ejecutivo no podrá hacer observaciones al decreto mediante el
cual el Congreso revoque la restricción o suspensión.
Los decretos expedidos por el Ejecutivo durante la restricción o suspensión, serán
revisados de oficio e inmediatamente por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la
que deberá pronunciarse con la mayor prontitud sobre su constitucionalidad y validez.
Derechos Humanos que dispone: “Todo Estado parte que haga uso del derecho de suspensión deberá
informar inmediatamente a los demás Estados partes en la presente Convención, por conducto del
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Por una parte es evidente que la reformulación del precepto en los términos
antes descritos sería de gran ayuda, pero de poco o nada servirá si no se da en el
contexto de un gran debate nacional en torno a los alcances de las facultades que
actualmente tiene el Ejecutivo federal que pueden llegar a abarcar circunstancias en
las que verdaderamente debería operar una suspensión de garantías.
Despuoy, propone una serie de principios regulatorios para que el derecho de
excepción sea eficaz y a la vez respete los diversos órdenes constitucionales naciona-
les democráticos y cumpla con los estándares mínimos internacionales, por lo cual,
prevé que en caso de que se origine una suspensión de derechos y garantías:
secretario general de la Organización de los Estados Americanos, de las disposiciones cuya aplicación
haya suspendido, de los motivos que hayan suscitado la suspensión y de la fecha en que haya dado por
terminada tal suspensión”.
95 Véase Carbonell, Miguel, Los derechos fundamentales en el paradigma neoconstitucional, México, Oxford
A manera de reflexión final, se debe tomar en cuenta que el rol de la figura cons-
titucional de suspensión de garantías se ha encontrado determinado en México a
partir de su régimen político que ha girado en torno a la figura del presidente de la
República. Estas facultades, que incluso Jorge Carpizo llegó a calificar como “me-
taconstitucionales”, a lo largo de la vigencia de la Constitución de 1917 se fueron
ensanchando e incluso legítimando judicialmente. Dentro de esas amplias faculta-
des se encontraban aquellas que correspondería usar dentro de una suspensión de
garantías.
Desafortunadamete, una revisión de este tema no se ha realizado con la am-
plitud necesaria y todavía no ha sido expedida una ley reglamentaria en la materia
por el Congreso de la Unión (a pesar del mandato constitucional). Sin embargo, la
reforma constitucional en materia de derechos humanos de junio de 2011 es una
oportunidad para “reconstruir” esa figura de nuestro constitucionalismo. La refor-
ma sin duda da una función importante al Poder Legislativo para regular esta figu-
ra, así como a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para controlar situaciones
concretas en que la misma sea necesaria. De nuestros legisladores dependerá mucho
que esta institución realmente pueda funcionar y refundarse en nuestro constitu-
cionalismo con todos los sistemas de control judicial y políticos requeridos tanto en
el ámbito nacional como internacional propios de cualquier Estado democrático y
constitucional.
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