Integración y Salud Mental

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INTEGRACIÓN Y SALUD MENTAL

Modelo de abordaje y diseño de tratamientos

1) ¿Qué lo trae a la consulta?

Es una de las preguntas más habituales y suele ser eficaz, pero no es infalible. En la clínica no existen
fórmulas universales, ya que los seres humanos en busca de ayuda constituyen una población de inagotable
diversidad.

Esto no implica negar que haya alguna generalidad o ciertas tendencias dominantes en el
comportamiento de las personas que nos convocan al trabajo, y por eso resulta útil disponer de principios
o ejes orientadores para nuestras acciones, aunque no constituyan reglas fijas ni inmutables.

Antes de situarnos en el rol de alguien que puede ayudar al otro es preferible conocer qué es lo que el otro
espera conseguir con su visita.

EXPECTATIVAS SOBRE LA TERAPIA Y BÚSQUEDA DEL CONSULTANTE

En el profesional también pueden confundirse la voluntad de ayudar al paciente dentro del límite
de lo posible con el deseo de satisfacer sus propias expectativas de logro.

2) Evolución de la demanda

Previo a estar frente a nosotros contestando por qué cree estar allí, el paciente pudo haber seguido un
derrotero que puede ser largo y penoso y tal vez haya hecho no solo diversas consultas, sino que puede
acarrear más de un tratamiento.

Los resultados de las terapias precedentes influyen en la conformación de la demanda, aunque dicha
influencia no funciona de manera lineal.

Se suele solicitar a la persona que consulta información respecto de aquellas variables que permiten una
orientación preliminar sobre la evolución de la demanda.

Variables básicas como nombre, edad, domicilio, profesión o actividad laboral:

A. MOTIVO POR EL QUE SE SOLICITA LA ENTREVISTA


B. TIEMPO TRANSCURRIDO DESDE QUE SURGIÓ ESA NECESIDAD
C. PERSONA (Y GRADO DE RELACIÓN) QUE FACILITÓ EL CONTACTO
D. TRATAMIENTOS RECIBIDOS O EN CURSO

Cuando el paciente organiza su consulta en torno a una representación mental extendida en el tiempo, por
lo general estará acompañada por una multiplicidad de situaciones que se habrán ido agregando
paulatinamente.

La demanda estará envuelta, en esos casos, por una gran complejidad y el admisor deberá realizar un
cuidadoso trabajo para desagregar sus componentes.

Tener en consideración qué:

a) No toda persona que consulta necesita alguna forma de terapia


b) No siempre más tratamiento (psicológico o farmacológico) es mejor.
c) A veces el paciente tiene muchos recursos propios que no reconoce
d) No iniciar un tratamiento puede ser mejor que empezar uno malo.
Principales ítems a explorar en la entrevista de admisión o inicial

1- La rotulación:

Cada paciente le da un nombre a lo que lo aqueja.

En esa designación reúne y sintetiza sus conocimientos sobre su malestar o sobre aquello que lo motiva a
consultar.

Utiliza para hacerlo los aportes de la psicología popular y vuelca en esa denominación las observaciones
que ha realizado sobre sí y las que ha recogido de los otros en su interacción cotidiana.

Esta operación cognitiva refleja el intento por organizar una situación que le plantea mucha incertidumbre.

Con frecuencia, el rótulo reúne uno o varios síntomas (angustia, depresión).

Cuando el motivo de consulta está vinculado con un fenómeno situacional, el paciente suele tener más
facilidad para rotularlo (fracaso en los estudios, dificultad para formar una pareja).

Luego de observar lo que nos manifiesta (lo que nos dice, pero también lo que nos muestra con gestos y
actitudes) y lo que inferimos a partir de esa observación directa, comenzamos a tejer una primera
hipótesis.

Si los signos dominantes reflejan una caída en el estado del ánimo, podremos concluir que el paciente
padece de una depresión o que atraviesa un estado depresivo o que es una persona depresiva.
Cada uno de esos nombres está asociado con situaciones clínicas diferentes y nos orienta, a su vez, modelo
de abordaje y diseño de tratamientos indicando las preguntas que será conveniente realizar a continuación
y las decisiones que haya que adoptar con posterioridad.

Distintos fenómenos vinculados con las dificultades en el estado del ánimo pueden dar lugar a que
pensemos que una persona padece una depresión (episodio depresivo mayor unipolar), o un estado
persistente depresivo (distimia) o que es una persona depresiva (trastorno de personalidad depresivo).

2- La atribución

Todos los seres humanos atribuyen cada cosa que les ocurre a algo.

Y aunque podemos tolerar cierto grado de incertidumbre a


ese respecto (variable en cada individuo), seríamos
incapaces de sostener nuestra experiencia si no
encontráramos alguna forma de explicar el origen de lo que
nos pasa.

Al hacerlo, recurrimos tanto a principios causalistas como


finalistas, pero lo importante es poder depositar en algún
modelo explicativo las razones que supuestamente dan cuenta de
nuestras acciones.

Dicha atribución no se traduce, necesariamente, en representaciones conscientes. Los archivos explícitos


de la mente participan, por el contrario, escasamente en esa operación, procesos implícitos que guían
nuestro comportamiento, aunque no tengamos registro de ello.

Con la atribución ocurre algo semejante a la rotulación; cuanto más difícil le resulta al paciente precisar la
atribución de sus acciones y de sus estados, tanto más probable es que nos encontremos frente a alguien
que tiene serias dificultades para organizar su actividad psíquica.

Las hipótesis atribucionales se formulan en torno a 3 operaciones principales:

El locus se refiere al ámbito o procedencia que da origen a una


situación.

Se trata de una dimensión cuyos extremos oscilan entre lo interno y lo externo.

Los pacientes antisociales y aquellos que experimentan fuertes sentimientos


paranoides suelen ser un ejemplo paradigmático de locus de control externo.

Los individuos que muestran importantes signos melancólicos representan el


polo opuesto.

Cierta inclinación hacia explicaciones centradas en un locus interno será, casi con seguridad, un indicador
de resultados mejores que lo contrario.

La estabilidad de la atribución describe la percepción que tiene


el paciente respecto al curso que siguen los fenómenos que son
responsables de su malestar.

Algunos pacientes tienen una representación de que esas causas son


muy estables. Esas personas ven su malestar como algo que no varía aun
cuando cambien las condiciones en que viven y cuando miran hacia atrás (sin duda también hacia delante)
ven la evolución de sus dificultades como una planicie.
La controlabilidad se refiere al grado de dominio que el paciente cree tener sobre su situación
disfuncional.

Nuevamente encontramos una dimensión que en su polo de máxima expresión se corresponde con los
pacientes aquejados por reacciones de ansiedad consecutivas a acontecimientos muy traumáticos o con
pacientes cuya perturbación se desencadenó en la forma de un quiebre, un brote o una ruptura en su
sistema mental.

3- La búsqueda

¿Qué relación hay entre lo que los pacientes dicen padecer, lo que manifiestan de su sufrimiento y lo que
esperan y quieren lograr con su consulta? ¿Qué buscan?

- En realidad, cuando tomamos la decisión de asistir terapéuticamente a un paciente (cualquiera sea


el tratamiento que le proponemos) debemos prestar mucha atención a esta búsqueda.
- Nos marcará el rumbo, en ella nos apoyaremos para fijar los objetivos y dentro de su marco
evaluaremos los recursos disponibles en el paciente para intentar los cambios necesarios.

Devolución diagnóstica (y pronóstica)

Se trata de convertir en términos del lenguaje cotidiano fórmulas que están escritas en un lenguaje
erudito.

La transmisión de esa evaluación constituye un primer acto psicoeducativo que precede a las
intervenciones propiamente terapéuticas.

Lo primero que el paciente necesita saber es la expectativa de recuperación que observa el terapeuta, en
base a los conocimientos que la investigación arroja en la materia.

Las previsiones que encierra cualquier pronóstico servirán como orientación y nunca deberán ser
taxativas; orientar al paciente en ese sentido tiene un efecto muy positivo para la constitución de una
buena alianza de trabajo.

El pronóstico inicial podrá estar sujeto a eventuales cambios como resultado de variaciones que puedan
producirse en el curso del tratamiento. Estamos hablando de predicciones y no de horóscopos.

Comunicar el pronóstico al paciente suele ser la mejor manera de trazar el camino que conduce a fijar los
objetivos y hablar de las tareas que deberán realizarse durante el proceso terapéutico.

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