Familia: Pan y Afecto
Familia: Pan y Afecto
Familia: Pan y Afecto
Prefacio
¿Que ocurre en el mundo con aquello – la familia – que se había instalado en la vida
cotidiana como “natural” o normal: aquello que parecía estar en la base de la convivencia
cotidiana, considerada como célula básica de la sociedad, que acompaña y envuelve (o
atrapa) a los seres humanos desde que nacen hasta que mueren?
El éxito explora las dimensiones, tendencias e hitos que pueden aportar instrumentos
de reflexión y análisis sobre estos procesos históricos de transformación de la familia.
Tesis central: La familia es una institución social creada y transformada por hombres y
mujeres en su accionar cotidiano individual y colectivo. Su universalidad tiene que ver
con funciones y tareas que deben realizarse en toda sociedad.
Introducción.
El concepto clásico de familia parte de un sustrato biológico ligado a la sexualidad y la
procreación. La familia es la institución social que regula, canaliza y confiere significado
social y cultural a estas dos necesidades. Incluye la convivencia cotidiana, la idea de
hogar y techo, una economía compartida, domesticidad colectiva y sustento cotidiano
unidos a la sexualidad legítima y a la procreación.
En el mundo actual, las tres dimensiones que constituyen a la familia han sufrido
enormes transformaciones y han evolucionado en direcciones divergentes. La
heterosexualidad ya no es la única sexualidad vivible, y la convivencia no es lo
primordial en la crianza.
¿Entonces, qué es la familia? Podríamos pensar que la familia está en crisis.
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Todas estas libertades, que se fueron consolidando en Europa y luego en el resto del
mundo, generaron transformaciones significativas en los patrones sociales que
gobiernan el matrimonio y la familia.
El cambio más importante se dio en relación al noviazgo en los siglos XIX y XX: el
surgimiento del sentimiento. Se dieron dos cosas:
- la gente empezó a considerar el afecto y la compatibilidad personal como los
criterios más importantes al elegir pareja → esto se articuló en el amor
romántico.
- Aun quienes continuaron utilizando criterios tradicionales de prudencia y
riqueza para elegir pareja, comenzaron a comportarse románticamente dentro
de los límites de su elección.
Se produjo entonces un cambio en los mecanismos de selección y reclutamiento: en la
actualidad los matrimonios en vez de ser concertados por las familias, se basan en la
elección personal. Aunque está a su vez se encuentra limitada en dos sentidos
- Los padres ejercen fuertes presiones sobre los que están en esa etapa de su vida
- Los procesos de socialización modelan los sentimientos personales y delinean los
espacios donde los futuros novios pueden encontrarse (de hecho, tendemos a
elegir como pareja a quien comparte modos y estilos de vida)
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Este proceso implica una tensión entre la autonomía personal y la necesidad de una
identidad colectiva y pertenencia grupal. Lo que se desestructura realmente no es la
familia, sino una forma específica de organización familiar: la familia patriarcal, en la
cual el jefe de familia tiene poder de control y decisión sobre los otros miembros. (Y por
eso les molesta tanto que se resquebraje, porque no pueden permitirse perder el
dominio sobre las mujeres y los niños!!!)
Por último resalta la idea de los derechos de niños y niñas que comienzan a ser objeto
de debate y normativa internacionales. Nos permite reconocer con claridad que la
autonomía y la liberación individual nunca pueden llegar a ser totales, ya que todas las
personas necesitan y encuentran beneficios y satisfacciones en los vínculos de
protección, solidaridad, compromiso y responsabilidad hacia los/as otros comenzando
por el ámbito más íntimo y lleno de afectos que es la familia.
A partir de los sesenta, la migración dejó de ser el motor del crecimiento urbano.
Además, con la incorporación masiva de las mujeres adultas al mundo laboral se
produjeron transformaciones significativas en el mercado de trabajo.
Como consecuencia de ello, comenzaron a hacerse visibles algunas modificaciones en la
organización doméstica y familiar
El impacto de la crisis económica de los ochenta en toda la región latinoamericana
generó nuevas modalidades de respuesta doméstica y colectiva, que incluyeron la
proliferación de organizaciones no gubernamentales que se incorporaron a la
organización comunitaria de las tareas de mantenimiento de la población frente al retiro
de las prestaciones por parte del Estado.
TRABAJO Y FAMILIA
Se centra en la separación casa-trabajo y la división sexual del trabajo. La imagen ideal
de familia nuclear con una nítida división del trabajo entre géneros, y el afuera y el
adentro se aleja mucho de la situación social real. El ideal del grupo doméstico
mantenido por un único salario podía ser materializado en las clases medias, mientras
en las clases más altas, el mantenimiento familiar está asegurado por la renta de la
riqueza, antes que por el salario. Sin embargo, en las clases trabajadoras, los niveles
salariales no cubren la supervivencia, y por ello, las mujeres necesitan salir a trabajar
para la familia. Hasta los años treinta, las mujeres tenían solo dos posibilidades: vivir
para la familia de origen (las “solteronas”) o para la procreación de la nueva familia. En
ambos casos, el mundo femenino debía ser el mundo doméstico privado. Para las
mujeres, la calle era sinónimo de vicio y prostitucion. Su función es la familia, como
educadoras y transmisoras de valores. Si la mujer trabajaba era una necesidad y una
situación poco deseable..
Sin embargo, en las décadas siguientes, se presenció un incremento sostenido y
notorio en la inserción femenina en el mundo del trabajo. Mientras tanto, la tasa de
actividad masculina disminuyó. Los datos indican una tendencia creciente de
participación femenina.
A su vez, la edad de ingreso al trabajo se ha ido incrementando tanto para hombres
como para mujeres, debido al aumento de los niveles educativos. Los datos muestran
que los hombres son económicamente activos a menos que continúen su educación o
puedan contar con jubilación.
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Por otro lado, las mujeres, dadas sus responsabilidades domésticas como madres-amas
de casas, la participación económica estaba asociada con las etapas del curso de vida
familiar. Este patrón incluye una entrada alta al mercado de trabajo de las mujeres
solteras con una proporcionalmente alta al mercado de trabajo de las mujeres solteras,
con una propensión a abandonar el empleo al casarse y tener hijos, con probabilidad de
volver al trabajo después.
El aumento de la participación femenina últimamente se dio como un cambio: por un
lado la edad de ingresar a la fuerza de trabajo lo hace en proporciones mayores que la
anterior, por otro lado el porcentaje de mujeres económicamente activas se mantiene o
aumenta hasta la jubilación. Esto indica que las mujeres no abandonan la fuerza de
trabajo para casarse y tener hijos, sino que se enfrentan a la presión de doble jornada de
trabajo, tanto en el trabajo como en el hogar, con los problemas de compatibilización
que esto acarrea. Esto significa que se está extendiendo el modelo de familia de doble
proveedor.
La “conciliación” entre trabajo y familia para las mujeres se ha ido convirtiendo en una
cuestión de política pública en todos los niveles: desde los organismos internacionales
hasta gobiernos locales tienen que enfrentar el desafío planteado por esta cuestión,
pero hasta ahora, el tema es definido como “cuestión de mujeres”.
En los hogares conformados por parejas, el nivel de vida de la familia depende en forma
creciente de la suma de los ingresos de ambos miembros, más que en el modelo del
“varón proveedor”.
Las tareas domésticas y las de cuidado siguen siendo definidas como femeninas, a cargo
de las mujeres ama de casa-madres que pueden recurrir a la “ayuda” de otras mujeres
del núcleo familiar o a mujeres empleadas en el servicio doméstico.
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Se llevó a cabo un estudio sobre el uso del tiempo en 31 países, sus resultados fueron:
· En casi todos los países las mujeres trabajaban más horas que los hombres.
· Solo un tercio del trabajo de las mujeres era remunerado. En contraste, dos tercios
del trabajo de los hombres era remunerado.
Estas notorias diferencias son una clara evidencia de que las características y
actividades ligadas al género no son inmutables, sino que varían según los países y las
culturas. En consecuencia, no hay nada que indique que sea imposible introducir
cambios en pos de una distribución más equitativa de las responsabilidades y tareas
domésticas y de cuidado.
¿Qué ocurre con las tareas de la “casa” cuando la mayoría de los miembros adultos
(incluidas las mujeres) también “trabajan” fuera del hogar? Hablar de encarar las tareas
reproductivas cotidianas como parte de las políticas públicas implica reconocer que
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Las presiones ejercidas sobre las mujeres son demasiado fuertes, y se requiere la
intervención de instituciones externas (fundamentalmente políticas estatales) con el
propósito de detectar y solucionar las situaciones de “déficit doméstico”. Esto implica
reconocer la necesidad de acciones que promuevan las responsabilidades domésticas
por parte de los otros miembros de la familia (hombres). “La familia no podrá ser
democrática en tanto no se democratice la provisión y el acceso a los servicios colectivos
necesarios para las tareas cotidianas de la domesticidad.”
EL HOGAR Y LA FAMILIA
En algunas tradiciones culturales (por ejemplo, familia china tradicional) los sistemas de
co-residencia, producción, consumo y parentesco son sumamente complejos, con una
considerable superposición y entrecruzamiento de instituciones y normas. Sin embargo,
en el mundo occidental, esta diferenciación es un proceso en curso a partir de un
pasado en el que esas unidades tendían a coincidir.
Para poder llevar adelante las tareas y las actividades ligadas al mantenimiento de sus
miembros, toda unidad doméstica requiere recursos humanos y materiales. La
obtención de estos recursos es problemática y la unidad doméstica debe desarrollar
mecanismos para su adquisición o creación. Los recursos pueden provenir de distintas
fuentes: trabajo remunerado y no remunerado de los miembros, ahorros propios y otras
fuentes de ingreso, ayuda de organizaciones “solidarias”, etc. A su vez, los recursos
pueden ser monetarios o no monetarios.
Las redes de ayuda mutua entre vecinas y parientes, pocas veces cuantificadas, tienen
una gran importancia en la organización de la cotidianidad. Esto ocurre en todos los
sectores sociales y no solo en las clases populares. En sectores medios, aun cuando se
pueda contar con guarderías o servicio doméstico, muchos niños/as son cuidados por
sus abuelas no convivientes, y existen ayudas y complementariedad con las
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Un área de creciente visibilidad que debería ser analizada es la situación de los viejos y
las viejas, se plantea la cuestión de quién se hace responsable de su mantenimiento y
cuidado. Cuando estos viejos pierden su capacidad de mantenimiento cotidiano, los
hijos, o mejor dicho las hijas y otras mujeres del entorno familiar, tienen que hacerse
cargo de esas tareas. En la medida en que los/as viejos/as mantienen su propio hogar,
se produce una expansión de las responsabilidades domésticas de las mujeres hacia
miembros de la familia no convivientes, con lo cual una vez más las tareas cotidianas del
mantenimiento dejan de tener el límite de la convivencia en el hogar.
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Una parte importante de las actividades domésticas cotidianas son las tareas concretas
de consumo. El consumo cotidiano es un trabajo que realizan las mujeres. Sin embargo,
no reciben una compensación monetaria, sino que se justifica en términos de la “virtud
social”, que en palabras de John Galbraith “adscribe méritos a todo patrón de
comportamiento que, aunque incómodo para la persona involucrada, sirve para el
bienestar o comodidad de, o resulta ventajoso para, los miembros más poderosos de la
comunidad”. El autor identificaba el papel de la mujer en el consumo como el rol
“cripto-servil de administradora”.
En los hogares conformados por familias nucleares completas, las amas de casa-madres
siguen siendo quienes organizan el consumo cotidiano, que incluye el cuidado de los
niños y las niñas, la comida y la limpieza, mientras que las decisiones de más peso (la
vivienda, lugar de residencia o los bienes de consumo) están en manos de los hombres o
son decisiones compartidas.
La crisis del estado de bienestar y los cambios en las políticas sociales prevalecientes
hacia fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI tienen un doble efecto privatizador: se
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privatiza la oferta de servicios, ósea que hay que pagar por ellos, pero también se
privatiza la responsabilidad por el bienestar, transfiriendo tareas del estado hacia la
familia.
Para estudiar la forma en que todos estos recursos se combinan para obtener y al
mismo tiempo definir el nivel de bienestar y el estilo de vida, tomamos como eje de
análisis las transformaciones a lo largo del tiempo familiar a partir del momento de
constitución de la familia-unidad doméstica, que para este fin ubicamos en la unión o
comienzo de la convivencia de un matrimonio o pareja.
La opción analítica para estudiar estos procesos dinámicos que se desarrollan a lo largo
del tiempo, es comenzar por la unión de pareja, e intentar ver las complejidades a partir
de esa transición vital. Existen enormes diferencias en las circunstancias sociales,
económicas y “micropolíticas” de la formación de la pareja, desde la situación
tradicionalmente “ideal” que incluye todas las etapas y rituales del noviazgo y
casamiento, hasta las formas que entran en conflicto abierto con esos ideales y normas:
oposición familiar a la elección de los cónyuges, desaprobación familiar y social de
parejas homosexuales, etc. Sin embargo, el ideal de una elección de pareja personal
libre, basada en el amor y la pasión, es el dominante. En el momento de la unión, los
miembros de la pareja incorporan al nuevo proyecto común algunos recursos
materiales, cuya magnitud depende de la situación económica previa de cada uno, de la
ayuda familiar y de la acumulación “original” realizada por los novios en función del
proyecto de unión. También traen a la unión su “capital humano”, es decir, las
habilidades y capacidades (tanto como las incapacidades) de cada uno/a, que se
manifiestan en la disposición a trabajar y en el tiempo a ser dedicado a esas actividades.
También se debe tener en cuenta el “capital social”, que consiste en la red de relaciones
sociales, laborales, de parentesco y de amistad, a la que es posible acudir para obtener
favores y servicios. Y el “capital cultural” que incluye (o excluye) los saberes e
informaciones sobre la provisión de bienes y servicios requeridos para las diversas
actividades a desarrollar.
Existe una expectativa social de que el “capital económico” de la nueva familia, reflejado
en la infraestructura doméstica básica, irá aumentando y mejorando, adaptándose a las
necesidades del grupo. Igualmente se espera que el “capital social” se vaya
incrementando y recreando. Los intercambios entre miembros de redes tienen una
doble función: por un lado, obtener o prestar el bien o servicio específico del que se
trata y, por otro lado, “aceitar” el sistema de relaciones de reciprocidad para mantenerlo
en funcionamiento. También es necesario mantener y actualizar el “capital cultural” de
las actividades domésticas, es decir el conjunto de saberes e informaciones sobre
recursos y fuentes para su obtención.
Las transiciones en el curso de vida están ligadas a cambios en los roles domésticos y en
el mercado de trabajo: ¿En qué momento un niño (y más a menudo, una niña) debe
ayudar en la tarea doméstica?, ¿Cuándo debe salir a buscar trabajo con remuneración?,
¿Cuándo deja de trabajar la abuela o el abuelo? Estos son temas que constituyen el eje
central de la organización doméstica.
Una de las diferencias básicas entre la unidad doméstica y otras organizaciones sociales
es el sistema de autoridad y los incentivos utilizados para motivar a los miembros a
realizar las tareas que le son asignadas. (No es a cambio de un salario como en una
empresa, sino que pone en juego los afectos y las solidaridades).
Hacia nuevas estructuraciones de las familias y los hogares en los tiempos del
divorcio
América latina fue colonizada por España y Portugal, países que introdujeron el
catolicismo como parámetro normativo básico. Los principios canónicos prevalecieron
durante la época colonial y sólo gradualmente se fue desarrollando la ley civil, que
incorporó algunos principios laicos. Por ejemplo, en los códigos civiles de Chile (1855),
Argentina (1869) o Brasil (1916), la legislación sobre la familia heredó una concepción
patriarcal, donde el jefe (páter familias) detenta el derecho a decir sobre la vida y muerte
de sus familiares. También establece como un imperativo de orden público el deber de
obediencia de la mujer a su padre primero, y a su marido después. Las mujeres no eran
ciudadanas plenas ni tenían competencia legal, sino que se las definía como
dependientes y necesitadas de tutela, incapaces de conducir actividades públicas por sí
mismas.
Las normas católicas se aplicaban al vínculo matrimonial visto como indisoluble, así
como a la sexualidad y la virginidad. Sin embargo, es importante señalar aquí la
fragilidad de la ley en la realidad de la época. Durante el siglo XIX y comienzos del XX,
los sistemas jurídicos y legales de la región eran extremadamente débiles.
Existían al menos dos modelos de familia: el modelo católico, como norma ideal en las
ciudades y en las clases medias (especialmente en las mujeres), y un patrón de uniones
conyugales libres e hijos/as “ilegítimos/as”, con diferentes formas de convivencia y
variables grados de estabilidad de las uniones o del reconocimiento paterno de sus
hijos/as. En ambos modelos, sin embargo, las mujeres estaban subordinadas y eran
dependientes de los hombres.
El casamiento civil fue introducido en la mayoría de los países hacia fines del siglo XIX,
pero el reconocimiento legal del divorcio tendrá que esperar casi 100 años en algunos
casos (Argentina en 1987; Chile en 2004). Igualmente son logros de las últimas décadas la
igualdad jurídica de hijos/as matrimoniales y ex matrimoniales (llamados en la vieja
legislación “bastardos” o “ilegítimos”) y hubo avances en el reconocimiento de las
uniones de hecho.
Tendencias recientes
La cohabitación y las uniones consensuales han sido una práctica extendida en zonas
rurales y entre sectores populares. A menudo, significaban la forma inicial de la unión,
para luego cumplir con los rituales del matrimonio civil, del religioso o de ambos. Con la
urbanización y modernización, esta práctica comenzó a declinar para ser reemplazada
por el matrimonio formal. Sin embargo, en aquellos países que no legalizaron el divorcio,
las separaciones de facto y la formación de nuevas uniones necesariamente implican
arreglos consensuales.
Hay dos fenómenos que representan la conjunción dinámica y con raíces diferentes: por
una parte, el mantenimiento del patrón histórico de uniones consensuales en sectores
rurales y pobres, muchas veces con iniciación sexual temprana y embarazos
adolescentes que tienden a reproducir patrones de responsabilidad materna hacia
los/as hijos/as y escasa responsabilidad paterna. Al mismo tiempo, se expande
notoriamente la unión consensual como expresión de libertad personal e individuación,
como opción negociada sobre la base de un compromiso afectivo limitado, o como
manifestación de la intención subjetiva de establecer compromisos amorosos
personalizados e íntimos, sin ligaduras o “ataduras” formales. En términos de
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Hay todavía una proporción muy alta de la población que no cuenta con los servicios
médicos reproductivos ni tiene acceso a técnicas de control de la fecundidad, lo que se
refleja en la amplia brecha entre el tamaño de la familia y el número de hijos nacidos.
Este dato es una indicación clara de necesidades insatisfechas. Los datos disponibles
sobre embarazos no deseados en varios países de América Latina indican que entre el
20% y el 40% de las mujeres no querían tener más hijos cuando quedaron embarazadas.
Hay una consideración importante que hacer; que implica un problema social
significativo: el abuso sexual infantil y los embarazos resultantes. No existen datos
sistemáticos y confiables sobre la fecundidad de las niñas de hasta 14 años, pero es claro
que el fenómeno existe y es socialmente importante, aunque siempre silenciado y
ocultado. Los embarazos de niñas de 10 a 14 años no pueden ser pensados o
considerados como indicadores de una iniciación sexual temprana voluntaria.
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El hogar y la familia no son lo mismo, sin embargo, las estadísticas censales y las
encuestas de hogares son siempre domiciliarios, recogen info. en las viviendas. Éstos
refieren a las personas que conforman el grupo residencial y normalmente no se
pregunta sobre relaciones de parentesco dentro o fuera del hogar. Se trata de datos
sincrónicos que ofrecen una imagen de la situación en un momento dado en el tiempo:
el momento que se realiza el censo.
Hay una tendencia secular hacia la disminución del número promedio de personas que
conviven en los hogares y esto a su vez está ligada al menor número de hijos, a la
disminución de los hogares multigeneracionales, al aumento de los hogares
uniparentales y al aumento en el número de personas que viven solas. Esta disminución
está relacionada con el aumento de las personas que viven solas. Los hogares
unipersonales son mucho más frecuentes.
En cuanto a la composición de hogares, el hogar conformado por una pareja con hijos
sigue siendo el más frecuente. En los hogares monoparentales había 14% de hogares de
parejas solas, 15% de hogares unipersonales y el resto eran extendidos y compuestos.
Hay otro tipo de hogar: el monoparental, que normalmente es el resultado del aumento
de la tasa de divorcios y separaciones. Casi siempre estos hogares quedan encabezados
por madres. Y no suele ser un hogar completamente independiente, sino que conviven
en hogares de otros parientes. En estos casos, hay padres que cumplen sus tareas de
paternidad aun cuando no conviven cotidianamente. Es sabido que no todos los
hombres cumplen la cuota alimentaria post-divorcio y que son pocos los que se hacen
cargo con alguna contribución cuando no hay obligación establecida legalmente. En
sectores sociales más pobres es frecuente el abandono de la familia por parte del
hombre-padre, ligado a situaciones de crisis en el mercado laboral.
Según los datos estadísticos muestran que en la actualidad menos de la mitad de los
hogares está conformado por familias nucleares completas. Este tipo de familia se ha
establecido como modelo normativo, asumida en términos de lo normal. Este modelo
“ideal” presentaba transiciones previsibles y duraciones largas de cada etapa: infancia y
adolescencia en familia nuclear completa, con papá, mamá y hermanos; matrimonio y
hogar de pareja sola hasta el nacimiento de los/as hijos/as; familia nuclear completa
hasta que los hijos y las hijas se casan; luego pareja sola (nido vacío) y viudez/muerte.
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Familia y pobreza
La dinámica familiar está muy marcada por la situación económica general, que afecta
de manera específica la forma en que se logra acceder y articular los diversos recursos
para el mantenimiento para el bienestar y elaborar o preservar el estilo de vida.
Los hogares adultos con hijos/as que ya han crecido y pueden incorporarse a la fuerza
de trabajo, poseen mayor capacidad de generar ingresos. Estas características internas
del hogar ayudan a explicar cuáles son los hogares con más probabilidades de salir de la
pobreza.
Existen dos situaciones donde la vulnerabilidad es notoria: los hogares encabezados por
mujeres y los viejos/as.
Por otra parte, cuando la familia y el hogar no tienen capacidad de mantener a sus
miembros se busca una “salida” y es la disolución intentará resolver su supervivencia
como pueda. Las ollas populares, los comedores populares, las cooperativas de consumo
y de producción, así como programas de distribución de alimentos son ejemplos de
estas respuestas sociales.
El peligro reside en que, de no contar con políticas orientadas a eliminar las raíces
estructurales de la pobreza extrema, estas formas de organización asistencialista
promuevan formas de dependencia y de sometimiento que bloqueen el potencial de
transformación que la acción colectiva podría llegar a tener en este campo.
Lo privado y lo público
Esto implica reconocer que no se trata de una distinción absoluta, sino construida e
históricamente cambiable.
Lo que en una sociedad y en una época es definido como parte de la vida privada puede
convertirse en asunto público en otro momento.
Para que esto suceda, la esfera pública debe ser un espacio de participación
democrática.
La familia no es una unidad aislada del mundo social por esto, el estado y diversas
agencias sociales intervienen permanentemente conformando a la familia y los roles
dentro de ella, controlando su funcionamiento, poniendo límites y al mismo tiempo
abriendo oportunidades y opciones. La familia es una construcción social, el resultado
de la intervención de diversas fuerzas e instituciones sociales, económicas y políticas.
La sexualidad y la reproducción.
Los cambios en prácticas sexuales y en la normatividad social al respecto han sido muy
significativos, estos cambios se refieren a prácticas de control de la fecundidad.
Reconocer que las mujeres no pueden ser ajenas al control de sus cuerpos es un paso
fundamental desde la perspectiva de los derechos humanos básicos.
Ambas partes en una pareja, tendrían que participar en la decisión sobre el cuándo y el
cómo de la concepción y la gestión de sus hijos/as. De alguna manera, los derechos
reproductivos de las mujeres que gestan tienen que ser compartidos por quienes no
gustan, pero asumen responsabilidades la mater/paternidad.
La violencia doméstica.
En 1979, durante nuestra investigación sobre familia y vida cotidiana, nos encontramos
con una familia en un barrio obrero de Buenos Aires. Aunque habíamos acordado
entrevistarlos periódicamente, a su llegada no obtuvimos respuesta. Finalmente, la
puerta se abrió y un hombre de unos 35 años se disculpó, explicando que tenían miedo
debido a la presencia ocasional del ejército que rodeaba el barrio y prohibía la salida de
las casas. Los soldados visitaban las casas para verificar los pagos y buscar visitantes.
Por razones de seguridad, decidimos no incluir a esta familia en nuestra investigación.
Las Abuelas de Plaza de Mayo se organizaron en 1977 y comenzaron a buscar a sus hijos
e hijas desaparecidos/as, al mismo tiempo que intentaban encontrar a sus nietos/as. Se
dieron cuenta de que algunos de los niños y niñas secuestrados/as o nacidos/as en
cautiverio no habían sido asesinados y que sus identidades habían sido cambiadas. Para
ayudar en la búsqueda, se desarrollaron técnicas de estudios genéticos que requerían
pruebas sanguíneas y genéticas basadas en parentesco de segundo y tercer grado.
Después de más de treinta años, los niños y las niñas secuestrados/as y nacidos/as en
cautiverio son ahora adultos jóvenes. Las Abuelas de Plaza de Mayo han dirigido sus
campañas a estos jóvenes, ofreciéndoles ayuda para descubrir su identidad. El apoyo
social y cultural hacia las Abuelas y su labor es evidente, siendo el banco genético y las
pruebas de ADN herramientas fundamentales para esta tarea. Sin embargo, surge la
pregunta de si los niños y niñas secuestrados/as y adoptados/as tienen alguna familia.
Estas tendencias tienen sus raíces en la historia cultural y política del país. La Iglesia
católica ha sido un actor importante en la promoción de la familia como la célula básica
de la sociedad, y también ha fomentado la importancia de la maternidad a través del
marianismo. Además, la inmigración europea ha contribuido a una ética familiar
arraigada en la solidaridad y la responsabilidad mutua.
También se debe tener en cuenta que la institución familiar puede perpetuar privilegios
o reproducir círculos viciosos de pobreza, marginalidad y violencia. Por lo tanto, se
requiere la intervención de instituciones extra-familiares para promover la equidad
social y disminuir las desigualdades sociales. Esto incluye acciones afirmativas por parte
del Estado a través de políticas fiscales y sociales.
En este texto se analizan las transformaciones en las familias a lo largo del tiempo y se
plantea si las normativas y regulaciones estatales se adaptan a los cambios sociales o
resisten a ellos. Se compara la situación de los países nórdicos, especialmente Suecia,
con la de América del Sur, donde ciertos actores políticos conservadores y patriarcales
frenan cambios legales y censuran opciones en las prácticas sociales.
Se destaca que existen desfases entre las normativas reguladoras de la familia y las
prácticas sociales, especialmente en la formación y disolución de vínculos de pareja, los
derechos reproductivos y sexuales, y los derechos civiles. A partir de la década de 1980,
el pensamiento sobre la ciudadanía incluye los derechos de las mujeres y la libertad de
opción sexual, impulsados por el movimiento feminista. Esto genera presiones
internacionales para ratificar tratados sobre igualdad de género y derechos de las
mujeres.
La relación entre las familias y las políticas sociales de cuidado y bienestar es de vital
importancia. Sin embargo, muchas veces las políticas públicas no tienen en cuenta las
transformaciones que han ocurrido en las familias, lo que resulta en una carga adicional
para las mujeres. Las mujeres han asumido históricamente la responsabilidad de las
labores de cuidado doméstico, pero también han ingresado al mercado laboral, lo que
genera desafíos para conciliar estas responsabilidades. Además, el envejecimiento de la
población aumenta la demanda de cuidado por parte de las personas mayores. Frente a
estas transformaciones y la falta de capacidad de cuidado por parte de las familias,
entran en juego otras instituciones como el mercado, el Estado y las organizaciones
comunitarias. Cada una de estas instituciones tiene un rol en el cuidado y el bienestar, y
diferentes modelos de cuidado privilegian a una u otra institución.
Introducción.
A pesar de esas noticias de muertes y del aumento de mujeres que denuncian estar
sometidas a diferentes expresiones de violencias, se insiste en nuestra sociedad –y en
otras– en la idea de que mujeres y varones hemos llegado ya a la igualdad y que,
entonces, las argumentaciones acerca del valor de los feminismos y el periodismo
especializado en los derechos humanos de las mujeres han perdido razón de ser.
Renovadas, las mentiras del heteropatriarcado logran que otra vez compremos espejitos
de colores. (Esto nos quiere hacer creer nuestro presi Milei!!)
La jurista Alda Facio explica que la mayor parte de los mecanismos que se han
establecido para hacer valer los derechos humanos se han desarrollado a partir de un
modelo masculino; así, las necesidades y circunstancias específicas de las mujeres se
excluyen y esto tiene un efecto discriminatorio, aunque que no se vea de forma
explícita.(esto sucede también en la investigación, los diagnósticos, la psicologia)
- La historia de las civilizaciones no registra la misoginia como una discriminación
sino como una natural construcción de sentidos comunes.
- Y esa naturalización de la prohibición está incorporada en la subjetividad de
estas personas, mujeres que todavía hoy nacen “sabiendo” que hay un mundo con
privilegios que será para los varones y otro, muy diferente, para ellas.
- Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las mujeres
realizan el 66% del trabajo en el mundo, producen el 50% de los alimentos, pero
solo reciben el 10% de las ganancias y apenas son dueñas del 1% de las
propiedades. Si buscamos en los periódicos secciones como política, economía,
deportes es difícil responder a la pregunta: ¿y las mujeres dónde están?
¿Cuáles son las condiciones requeridas para acceder a la ciudadanía? ¿Cuáles son sus
prácticas deseables? ¿Qué construcción democrática compartimos como ideal?
Una definición clásica y muy general podría decir que el Estado garantiza una serie de
derechos a las personas que cumplan ciertos requisitos, y estas toman esos derechos y
dan cumplimiento a una serie de deberes, por lo que siempre se refiere a la
participación comunitaria en los asuntos públicos.
Si seguimos el pensamiento de Erik Geijer, historiador sueco que dice que la posición
de la mujer da a una sociedad la medida exacta de su grado de desarrollo democrático,
¿Cuál es el grado de desarrollo de nuestra democracia? ¿Dónde están y cómo es el
ejercicio de la ciudadanía para las mujeres en una sociedad androcéntrica y patriarcal?
Patriarcado
Las diferentes teorías feministas utilizan el concepto de “patriarcado” para
dar cuenta de situaciones de dominación y de explotación, resignificando así la palabra
que designa a la sociedad de los varones como sujetos hegemónicos y protagónicos.
Confirmando su histórica misoginia, no es casualidad que la RAE nunca haya tomado
en cuenta el concepto “patriarcado” tal como es utilizado en los textos académicos del
feminismo, a pesar de su potencia.
Androcentrismo
Amparo Moreno propone el concepto de “androcentrismo” al indagar quién es el
sujeto histórico que ejerce su hegemonía en cada sociedad concreta y verifica que ese
sujeto hegemónico es masculino. Se propone, entonces, analizar las relaciones de poder
centradas no solo en el sexo sino también en otras variables como la edad, la etnia, la
clase social y la nacionalidad. El varón, como
centro del universo, establece, con la medida de su cuerpo y sus sensaciones, qué es
normal y qué no, y, con sus palabras, qué es o no correcto, así se mantienen, con pocas
excepciones, los discursos de un poder hegemónico que es impermeable a las demandas
de los no varones, sobre todo, en áreas como justicia, salud y educación, consideradas
los pilares de la democracia.
La RAE, que responde al poder hegemónico, que es patriarcal, miente con cierto
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- “No estamos locas” es la frase que lucen las remeras como respuesta a la ceguera
del poder médico hegemónico que receta ansiolíticos desde el estereotipo que
supone que las mujeres se quejan de más, tienen bajo umbral de dolor o que
buscan llamar la atención y, sobre todo, que conocen de sí menos que los
profesionales de la salud que las asisten.
- En la salud, la concepción androcéntrica ha generado y medicalizado cuadros
inexistentes; se patologizan, nombrándolas como si fueran enfermedades,
funciones naturales en el cuerpo femenino: menarca, menstruación, menopausia,
SPM (síndrome premenstrual), maternidad, lactancia, puerperio, cuyos efectos y
sensaciones, por ser inexistentes en los varones, son considerados trastornos
físicos o productores de trastornos emocionales. Esto impide articular políticas
públicas de prevención primaria. (Piénsese en vejez, que dimos como la crisis de
la mitad de la vida se estudiaba antes en funcion de la menopausia, con la idea de
que solo ocurre en las mujeres)
-
Obstáculos actuales. El espejismo de la igualdad
El “techo de cristal” y el trabajo doméstico devaluado, que sigue siendo invisible,
conforman una barrera difícil de atravesar, sobre todo por su condición de invisible,
pero está allí en un momento concreto en el que, a pesar de su preparación y
experiencia, o proyecto personal, en vez de crecer una mujer se estanca dentro de una
estructura laboral. En Argentina, el concepto “techo de cristal” referido al trabajo
femenino se empieza a utilizar alrededor de los años noventa. Es la Dra. Mabel Burin
quien lo desarrolla y lo amplía, preguntándose cómo es que “la sociedad patriarcal
construye semejante obstáculo para las carreras laborales de las mujeres y cuáles son
las condiciones de la subjetividad femenina que hacen posible tal imposición cultural”.
Describe así una superficie superior invisible que impide o dificulta avanzar sin que
haya leyes que lo expliciten, prohibiciones consensuadas ni dispositivos visibles, y es
por su invisibilidad, entre otras características, que recae “individualmente” en cada
mujer que suele expresar: “No puedo” y “No sé cómo hacerlo” en vez de “Mi condición
de mujer en un mundo machista es el impedimento”.
- Es importante tener en cuenta que la falta de modelo(s) no masculinos con que
identificarse se constituye en un dato ineludible para la construcción de la
subjetividad, por eso no es menor que las historias de las mujeres y disidentes
sexuales que logran vencer obstáculos y transformar el entorno afectivo y las
reglas del juego puedan ser conocidas.
-
El trabajo invisible
Termino una importante reunión de trabajo, miro la hora, son las 19 h, tengo que
apurarme, hay que sacar algo del freezer, si no, no sé qué cenaremos hoy. Mi hija va a
buscar a su hija al colegio, pasa por la verdulería, deja todo sobre la cocina, lleva a la
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Años de trabajo tanto académico como territorial llevan al feminismo a redefinir lo que
inicialmente se denominaba “violencia familiar”, primero como “violencia de género”,
luego “de géneros” y, por último en la actualidad, con el concepto de “violencia sexista,
machista, contra las mujeres”, que es más contundente y claro, ya que individualiza en
su sola mención quien es la víctima, quien es el victimario y, con ello, las diferencias que
entendidas como jerarquías entre géneros, son productoras, a su vez, de otras múltiples
violencias.
Las décadas del 70 y 80 fueron de gran crecimiento de los movimientos de mujeres que
construyen y sostienen aquella primera denominación que visibiliza la violencia
doméstica o familiar. Era entonces, y lo sigue siendo, un concepto que posibilita que el
hogar, el ámbito que se suponía de máxima protección, era exactamente el lugar donde
mujeres, niñas y niños corrían los peores peligros, peores porque la invisibilidad impide
tomar recaudos y porque el daño lo produce quien dice amarnos. En el inicio de la
relación la mujer está confiada a un vínculo amoroso, “entregada” a esa ilusión de amor
que desde pequeña aprendió que sería el eje y el objetivo principal de su vida.
El imaginario colectivo sostenía entonces (y aún lo hace) que la idea de que aquello de
los malos tratos era el ámbito privado y personal que, debía resolverse entre las partes
involucradas, algo que la justicia patriarcal avala con sus sentencias al no incorporar aún
el concepto de la desigualdad estructural entre géneros ni sus consecuencias. La
situación empeora aún más al incluir judicialmente especialistas en mediación que,
eligen mantener la ilusión de estar frente a dos personas adultas que podrían resolver
sus “problemas” simplemente con señalar a cada quien cuál es la parte en la que es
responsable para que la modifique o, por lo menos, lo intente.
La desigualdad histórica y cultural hace imposible que algo se resuelva entre las partes
como si fueran pares, porque no lo son. Ser juzgadas en la aparente “igualdad de la ley”,
partiendo de posiciones desiguales no reconocidas como tales, coloca a la víctima en
desventaja y agudiza las inequidades. El mayor éxito del patriarcado es convertir a las
mujeres, sus principales víctimas, en sus defensoras/reproductoras, las mujeres crecen
con la convicción de que parte de su “naturaleza” es comprender y perdonar hasta lo
imperdonable y ser invisibles. El saber popular produce un deslizamiento del cuerpo a la
conducta, como si tener la potencialidad de engendrar (que no es igual a maternar),
implica el destino inexorable de intuir o adivinar las necesidades ajenas, aceptar y, por
último, perdonar.
Lenore Walker describe en 1979 el “círculo de la violencia”, un circuito que contiene tres
fases y que es cíclico e previsible incluso para la mujer violentada. Saber que esto
sucede puede ser el primer paso, pero de ninguna manera significa resolver el problema,
ya que no es solo un tema de la voluntad. Un niño golpeado o testigo de violencias no
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será necesariamente un golpeador, una mujer que conoce del tema no siempre logrará
evitar caer en un vínculo de esas características.
El circuito de la violencia que Walker describe cuenta, para su mayor efectividad, con
múltiples aliados sociales.
1) Los vínculos primarios afectivos de la mujer son alejados por él, o por ella misma, por
diferentes razones, siempre aparentes. El no quiere testigos; “te quiero solo para mí”.
Ella accede, primero, porque necesita creerle y lo justifica pensando: “Él es posesivo
porque me ama”. Más tarde, por vergüenza de que la vean y noten algo diferente,
para ocultar las huellas visibles cuando ya hay golpes físicos; también como intento
(fallido) de evitar el enojo de él, cada vez más inmanejable.
4) Los hijos/as son protagonistas, no solo testigos, como se creyó durante mucho
tiempo. Ven, escuchan, se impotentizan, según sus edades generan sus propios
mecanismos de defensa y no tienen ninguna posibilidad de modificar la situación.
Detener a quien lastima, sobre todo, si es su padre o padrastro y defender a quien
está siendo lastimada (su madre) no es parte de sus posibilidades, aunque lo sea de
sus deseos.
No tomar dimensión del daño simbólico, emocional y el riesgo físico que producen, en
personas en crecimiento, el desamparo y el desamor de quien debiendo acompañar,
cuidar y ordenar hace todo lo contrario es parte de la trama en la que colaboran jueces,
juezas, medios de comunicación y, peor aún, asesoras/es de menores que en los
juzgados deberían cumplir un rol para el que, en general, no tienen adecuada formación,
por lo que perpetúan los estereotipos, garantizan la impunidad y la reproducción social
de los violentos.
1) La inmensa mayoría de los crímenes de odio son contra niñas y mujeres y la inmensa
mayoría de los homicidas son varones.
2) Fueron proyectados, pensados, soñados por los asesinos con o sin cómplices. Sin
emociones violentas, con premeditación y alevosía.
Por aquella época, las organizaciones alentaban a las mujeres en riesgo a denunciar, a
hablar, a animarse a salir del aislamiento. Se había idealizado el dispositivo de denuncia,
animarse e ir a la comisaría/juzgado parecía la clave para terminar con el circuito de la
violencia. Del silencio a la denuncia se caminó el primer intento valioso hacia la
visibilidad. Sin embargo, en la medida en que la denuncia no sea recibida por quien, y
como corresponda, si la víctima debe volver al hábitat común con el denunciado, que,
además, ya se enteró de que ella hizo pública la situación secreta, aumentan
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Si logran que la escuchen y le crean, volverá a su casa con un papelito que dice que el
victimario violento está excluido del hogar y que no puede acercarse. Otras, la mayoría,
volverán sin nada, gracias a una justicia que pide pruebas de situaciones que se
producen sin testigos. Las medidas, que pueden ser restricción de hogar, impedimento
de contacto, cerco perimetral, no son suficientes, aún en los pocos casos en los que
están bien implementadas. Insistir en medidas que no dan resultado, cuando lo que está
en juego es la vida de las personas, habla del desinterés.
Es imprescindible, antes de aconsejar a una mujer que denuncie, asegurarse de que las
redes y el plexo jurídico funcionaran como la teoría indica que deben funcionar, porque,
no es esto lo que sucede. Cada día, una mujer es asesinada por un varón que considero
que tenía ese derecho. Una enorme mayoría de las víctimas había hecho una o varias
denuncias que fueron consideradas exageradas o falsas. Otro requisito de seguridad real
es hacer seguimiento sobre las denuncias que no se validan, porque las mujeres se
arrepienten y en el libro de actas solo dice: “Nunca volvió”.
Refugios, botones antipánico, terapias y grupos de autoayuda, todo cae sobre la mujer
victimizada que debe hacerse cargo de su propia protección, mientras que el uso
patriarcal de la garantía, que ofrece la mala aplicación de la presunción de inocencia,
protege con un tiempo, siempre excesivo, de impunidad a quienes cometieron el delito
contra ellas.
Evitar el peregrinaje de las mujeres por comisarías, fiscalías y juzgados donde deberán
explicar la misma situación una y otra vez ante miradas incrédulas y sonrisas no es solo
proteger a personas en riesgo, es cumplir con la ley que habla de derecho a vivir vidas
sin violencias.
¿No es paradójico y perverso que la víctima esté siendo castigada, sin contactos
afectivos que son suministros indispensables, sin su cotidianeidad, sin sus pertenencias,
y que el victimario mantenga sus rutinas protegido porque es un “presunto inocente”?
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Otro de los dispositivos podría ser el botón antipánico, pero si es la víctima lo que tiene
que estar atenta tampoco es muy efectivo, tiene que tener el botón siempre, poder
apretarlo cuando percibe el riesgo y que haya señal en el lugar donde está, de lo
contrario, es inútil. Es el varón quien debería dormir en el refugio que se le asigne hasta
que se sustancie el juicio; es el varón quien debería limpiar, lavar el baño y hacer las
camas del refugio, es el varón quien no podrá dejar de asistir económicamente a su
familia, ya que este sistema preservará las condiciones laborales de ambos. En la casa,
ella y los niños. En el refugio, él.
Quien pone en peligro a otra persona es quien debe ser controlado por una sociedad
que está decidida a hacerse cargo, es el denunciado por violento quien debe cumplir
normas y requisitos que se alejen y controlen la amenaza y el riesgo. Es quien está
siendo amenazada quien debe sentirse segura. Es la instancia que se ocupa del
cumplimiento de la ley quien debe imponer un orden que señala, que hay sanciones
efectivas para maltratadores y abusadores en una sociedad democrática y equitativa.
Cambiar de paradigmas es generar campañas dirigidas a los violentos que les digan a los
muchachos: “Si vas a pegarle a una mujer, respira profundo, asegúrate de que tomas
distancia y llama a este número. Si vos no podés frenarte, nosotros nos ocupamos”.
El amor romántico debe ser analizado como un elemento clave del entramado
heteropatriarcal que produce efectos en la vida cotidiana.
Es una abstracción construida como si el flechazo de Cupido fuera ajeno a las personas
a las que les sucede. Sin embargo, el amor tiene roles de género internalizados por
efecto de la socialización que construye y perpetúa dos identidades, femenina y
masculina, como subjetividades dicotómicas, jerarquizadas y únicas posibles.
En Occidente, el amor es un eje central en la vida de las mujeres, que son vistas como
seres incompletos con una necesidad natural de amar y ser amadas, y un destino de
cumplimiento efectivo de maternidad.
- El patriarcado ubica a las mujeres, que hasta muy poco carecían de voz y
conciencia plena, para llamar a sus propias cosas por su nombre, del lado de la
entrega absoluta como valor, de la renuncia como un don y de las emociones
cálidas contra los intereses económicos.
- Una mujer celosa es una desquiciada, mala, capaz de dañar, algo imperdonable
para la "naturaleza femenina", cuya misión es comprender, aceptar y perdonar.
- La escuela del siglo XXI es una educación libre de sexismos, con niños y niñas
acceso a buena literatura que alimenta la creatividad y la imaginación. El amor
romántico lleva conceptos de subordinación, raptos salvadores y enamoradas
salvadas, pero también lleva un mensaje de centralidad en la que las demás
cuestiones deben pivotar.
- La escuela es un escenario exogámico y es el primer afuera institucionalizado,
fuera de los límites de la familia. La construcción de un imaginario colectivo que
comparte sentidos comunes sostiene un ideario que no admite comparaciones
con la realidad.
Maternidades
¿Como se invento la maternidad?
Somos hijas e hijos de una madre, tenemos una idea acerca de la maternidad,
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vivimos una infancia y una escolaridad con el tema incluido en juegos e ideologías de
maestras y cuentitos donde abundan madres buenas, madrastras malas y príncipes
bellos y rescatadores, aunque sigue siendo notoria la ausencia de padres.
Las publicidades nos muestran lo maravilloso y feliz que es ser madre, es decir,
muestran una parte pero hasta las notas periodísticas más serias omiten mencionar
detalles como cuántos son los hogares sostenidos por mujeres que se empobrecen
porque sostienen también económicamente a sus hijas/os, o qué dura es la tarea del
maternaje aun no estando sola.
El aislamiento es indispensable para que la subordinación sea efectiva y su efecto es
siempre aliado de quien ejerce el poder. Descubrir que esto “nos” pasa es salir del mundo
privado –“me pasa”– para sumergirse en el mundo público. Si nos pasa a todas, entonces
no es mi culpa.
Se inicia el mito, que en el siglo XXI sigue vivo: el amor de la madre es puro instinto y la
criatura requiere de esa presencia de manera exclusiva e irreemplazable. El valor de la
autoridad paternal ya no es tan importante, ahora importa producir más seres humanos,
que serán la riqueza del Estado, y para eso se necesitan mujeres convencidas de su
destino y de que su realización personal será ser madres.
¿Cuándo se siente completa una mujer? Cuando se “realiza” como madre, cuando su
cuerpo florece y se embellece, y además será respetada, ya que nadie puede hacer eso
que ella sí puede solo por ser mujer. El mito se instala y, como otras mentiras
La apropiación del cuerpo de las mujeres
El resultado de la caza de brujas en Europa fue, para Federici, la creación de un
nuevo modelo de feminidad que implica una concepción, ahora devaluada, de la
posición social de las mujeres cuyos cuerpos fueron, primero, apropiados
simbólicamente como si fueran máquinas para la producción de fuerza de trabajo y así
se las colocó en una posición más subordinada, vital para la acumulación de capital.
La transformación del cuerpo en una máquina, la destrucción del poder de las mujeres y
su sometimiento para la reproducción de la fuerza de trabajo se logran gracias a la caza
de brujas.
Está claro que el apego, el colecho y la lactancia a demanda, sin fecha de vencimiento,
se refuerzan entre sí como himnos de amor y ocultan que son resistencia activa a los
otros himnos, cantos de libertad y autonomía de las mujeres, sean o no madres.
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Para mantener este punto de la maternidad innata, nunca faltará un texto de Laura
Gutman amenazándonos con unos vaticinios espantosos porque no amamos al bebé
–repitiendo la historia– del mismo modo que no hemos sido amadas por nuestras
madres, es decir, nunca suficientemente, y siempre la responsabilidad es de las madres.
Algo que, sin embargo, según parece, podría resolverse haciendo algunas consultas. Con
lo que quedaría demostrado que a ser madre se aprende si una tiene los medios para
pagarlo.
Estas y otras modas de crianza contradictorias entre sí siempre han tenido como
destinataria privilegiada a una mujer en condición de madre, responsabilizada por la
cultura heteropatriarcal de la tarea de cuidado, alimentación y sostén emocional, lo que
fortalece por añadidura la idea de lo poco importante que es el papá o cualquiera
considerado “lo otro” en esta etapa.
Las mujeres, excluidas aún mayoritariamente del mundo de las decisiones donde el
poder se juega, usan su micropoder en el ámbito al que han sido destinadas. Pero, a
diferencia del poder real, este es ilusorio, su incidencia es relativa y, con seguridad, la
mayoría de las veces tiene fecha cercana de vencimiento.
La reina del hogar no reina, trabaja en una labor intensa que, al no ser reconocida,
tiene como recompensa una promesa de amor que no es poco pero no es todo y, como
todas las promesas, puede cumplirse... o no.
Se trata del sostén de otro ser humano, sobre todo, otro –no la continuidad de sí
mismas–, con todas sus funciones listas para desplegarse a su tiempo y con ayuda para
que, en el mejor de los casos, pronto exprese su necesidad de aire propio y esto sea
vivido como un paradigma de salud y no al revés, como un duelo que nos vacía.
Ningún subsidio, ninguna jubilación de ama de casa (que, por otro lado, está entre las
mínimas, no entre las máximas) se compara con la autonomía que da el trabajo
remunerado, la empresa, la profesión, el estudio, el consultorio.
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Amar y criar es un derecho para quienes elegimos ser madres. Trabajar y tener
autonomía económica es un derecho para una ciudadana. No deberían ser
incompatibles.
Hablamos del derecho de una mujer a que su propia decisión sea tenida en cuenta como
lo que es: válida, legítima y responsable, y que como tal sea respetada.
“Nosotras parimos, nosotras decidimos”, dicen los afiches con los que millones de
mujeres desfilan en el mundo en el que todavía no se ha legalizado el aborto.
- Los grupos antiderechos aman el cigoto y odian a las mujeres que deciden no
amar al
producto no deseado de un coito. Que se autodenominen “provida” es no solo
una mentira sino una hipocresía importante. Sienten desprecio por la vida de
jóvenes y adultas y no muestran ninguna consideración por bebés que nacieron
gracias a sus presiones y sus chantajes emocionales.
Castigo y disciplinamiento.
En todo el mundo y a través de la historia, las mujeres que saben, sienten, deciden
que no pueden seguir adelante con el embarazo corren el riesgo y abortan más allá de
las amenazas y prohibiciones. Hay, en este momento (2015), en El Salvador treinta y tres
mujeres presas, condenadas por homicidio, que pueden ser obligadas a cumplir hasta
treinta años en la cárcel.
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La escuela:
- La escuela del siglo XXI es una educación libre de sexismos, con niños y niñas
acceso a buena literatura que alimenta la creatividad y la imaginación.
- El amor romántico lleva conceptos de subordinación, raptos salvadores y
enamoradas salvadas, pero también lleva un mensaje de centralidad en la que las
demás cuestiones deben pivotar.
- La escuela es un escenario exogámico y es el primer afuera institucionalizado,
fuera de los límites de la familia.
- La construcción de un imaginario colectivo que comparte sentidos comunes
sostiene un ideario que no admite comparaciones con la realidad. La escuela,
tanto pública como privada, es el primer escenario exogámico y es un ámbito de
socialización.
- El trabajo de las madresposas es invisibilizado y reproducido, y el amor
romántico no es puesto en cuestión.
- Los femicidios y las leyes que se incumplen, desfinancian, o ignoran son la punta
del iceberg del camino. La mentira del patriarcado se institucionaliza en la
escuela, se expresan en la adolescencia y se fortalecen alrededor del mito del
instinto maternal.
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- Tal vez haya llegado el momento de preguntarnos qué paradigma hay que
cambiar y qué puede hacer el periodismo, en cualquiera de sus soportes, para
modificar realmente la calidad de vida de las mujeres, es decir, para fortalecer la
democracia.
- Si, además, las mujeres que denuncian son tratadas como sospechosas de
inventar, mentir, ocultar algo turbio, o las víctimas son tratadas por los medios
como responsables de lo que les sucede, como veremos en el ejemplo que cito al
final del capítulo, la violencia institucional y simbólica será invisible pero
altamente efectiva en sus objetivos.
____________________________________________________
________________________________________________________
- Actualmente sólo cinco mujeres forman parte del grupo de cuarenta y seis
académicos de número.
Dimensión de la parentalidad
Duncan y Delucca
(Esto es una investigación que se realizó)
Hipótesis planteada:
El ejercicio de la parentalidad en familias con niños, ante la ausencia de construcciones
claras desde el conjunto social de significaciones sobre la maternidad/paternidad, pone
en evidencia en sus modos diversos de resolver la crianza, situaciones de desconcierto,
incertidumbre y vacilación en la contención y ordenamiento de sus hijos, así como
estrategias y movimientos creativos, instituyentes, productores de subjetividad.
Objetivos planteados: Descubrir las representaciones que los padres con niños tienen
sobre sus funciones (como padres). Es decir, la construcción de subjetividad de ellos y
sus niños. Estrategias de crianza, obstáculos y resoluciones.
Los primeros tiempos posteriores al nacimiento del hijo, surgen como momento
caótico, desorganizado, junto a lo que expresan de una intensa felicidad. Esto es un
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rasgo común a todas las parejas, lo que marca la diferencia es el trabajo de novedad de
cada una, a partir del nacimiento.
Se agrupan en tres categorías los resultados de esto:
Parentalidad innovadora/compleja: Predomina un movimiento hacia lo creativo, hacia la
invención de estrategias, que resulta de una verdadera construcción conjunta de la
pareja y no de una repetición u oposición al modelo anterior.
Parentalidad reproductiva a predominio de la repetición o no innovadora: Modalidades
donde si bien se enuncia la búsqueda de "no repetir los errores de la generación de los
padres", se percibe en el funcionamiento efectivo, que el modelo tradicional heredado,
rige para reproducirlo o para oponersele como contramodelo.
Parentalidad disociada: Cada miembro de la pareja da muestras de regirse por un
modelo diferente, advirtiendo que no se ha logrado aún una construcción conjunta. A
veces deviene de dos formas de crianza diferentes de la familia de origen de cada uno,
otras de la decisión deliberada de crear una forma nueva muy poco compartida con el
otro progenitor
2)Otra forma de mirar las transformaciones del vínculo de pareja hacia la parentalidad,
es considerar cómo se posiciona cada uno en conjunto respecto al tema de la autoridad.
Notamos un vaivén entre pérdida y recuperación de la autoridad que legítimamente se
desea ejercer sobre los hijos, sin imposición por la fuerza sino más bien relacionada a
contención, a marcos reguladores, que perciben necesarios para el aporte de un orden,
en alianza con el afecto. No obstante, este sesgo del ejercicio de la parentalidad, suele
ser muy dificultoso y algunos padres perciben una diferencia abismal entre sus
posiciones como hijos y la actual de padres frente a sus propios hijos.
Castoriadis "Hoy en día, los padres navegan desorientados, sin brújula, porque se han
resquebrajado las significaciones colectivas que sostenían con firmeza lo que era ser
padre o madre en nuestra sociedad, junto con el sentido que poseía ser hombre o
mujer”.
Introducción
A fin del año 2001 se evidenció la crisis económica social y política que se gestó durante
más de una década. Esta crisis encontró a las formas familiares en un proceso de cambio
y transformación producido en un ciclo más largo, en el marco de este proceso de
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Elizabeth Roudinesco cita a Levy-Strauss: “lo que diferencia realmente al hombre del
animal es que, en la humanidad, una familia no puede existir sin sociedad, es decir, sin
una pluralidad de familias dispuestas a reconocer la existencia de otros vínculos al
margen de los lazos de la consanguinidad, y que el proceso natural de la filiación sólo
puede proseguir a través del proceso social de la alianza”.
Este proceso parece tener una combinación de factores relacionados con las
transformaciones globales de la sociedad. Un eje de transformación es la declinación del
patriarcado. Se trata de una reformulación global de las relaciones de poder y
“representatividad” del poder al interior de la familia. Un cambio significativo de la
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modernidad fue la relativa desvinculación del matrimonio y la familia con respecto a los
acuerdos económicos y de poder, pasando los afectos y “el amor” a ocupar un lugar
fundamental como motivo de unión conyugal. La nupcialidad decreció a expensas de
uniones consensuales y buena parte de los niños nacen fuera de vínculos matrimoniales
establecidos.
Tanto los divorcios como las uniones consensuales redundaron en un incremento de los
hogares monoparentales, en general encabezados por una mujer. También dan lugar a
las “familias ensambladas”, donde la pareja conyugal tiene a cargo niños concebidos en
uniones anteriores, que guardan distinto tipo de vínculo con los progenitores originales.
Para complejizar más la situación, el desarrollo científico tecnológico inaugura
posibilidades antes impensables, son las variadas formas de fertilización asistida
incluyendo la posibilidad del “alquiler” de úteros.
La familia en la crisis
En todos los casos había una percepción de aumento de las barreras de acceso a los
servicios, en general producto de una combinación entre la disminución de ingresos y
modificaciones en los servicios que les implicaba mayor gasto de bolsillo. Las mujeres
tienden a consultar solo cuando los recursos para su atención no son indispensables
para otra necesidad del hogar. Los varones sólo lo hacen cuando los síntomas son muy
avanzados y, en general, promovidos por las mujeres.