Cuentos de Terribles Dragones

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cuentos de terribles Dragones

cuentos de terribles

Cuentos de terribles dragones / compilado por Marina Rodríguez


Felder. - 1a ed. - Buenos Aires : Imaginador, 2012.
96 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-950-768-720-4

1. Literatuta Infantil y Juvenil . I. Marina Rodríguez Felder, comp.


CDD 863.928 2

Cuentos de terribles dragones


Compilado por Marina Rodríguez Felder

Diseño de tapa: María Cecilia Malla Melville


Primera edición: marzo de 2012

I.S.B.N.: 978-950-768-720-4

Se ha hecho el depósito que establece la Ley 11.723


©GIDESA, 2012
Bartolomé Mitre 3749 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - República Argentina
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
Libro de edición argentina

Se terminó de imprimir en Mundo Gráfico SRL, Zeballos 885,


Avellaneda, en marzo de 2012, con una tirada de 3.000 ejemplares.

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la


transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier
medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros
métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por
las Leyes 11.723 y 25.446.
cuentos de terribles Dragones / 3

Beowulf y
EL DRAGÓN
Relato basado en un antiguo
poema inglés anónimo.

H ace realmente miles y miles de años vivía, en el sur


de un lugar que ahora es un país que se llama Suecia,
un valiente hombre llamado Beowulf, el héroe más gran-
de de su pueblo, el pueblo de los gautas. Beowulf tuvo que
luchar contra tres tremendos enemigos. A lo largo de esta
historia sabremos si pudo o no vencerlos.

Beowulf lucha contra el ogro Grendel


El primero de los enemigos que tuvo que enfrentar Beowulf
en aquellos lejanos tiempos se llamaba Grendel, y era un
ogro inmenso y espantoso, que atacaba desde hacía un tiem-
po el palacio Heorot, donde vivía el rey Hroogar. Como los
guerreros del rey morían aplastados por el ogro, Hroogar pi-
dió ayuda a Beowulf, que viajó junto con sus hombres hacia
Dinamarca para combatir al monstruo.
4 / cuentos de terribles Dragones

El gran héroe se preparó para la lucha: durante varias no-


ches esperó al ogro cerca del palacio, hasta que logró sor-
prenderlo y, en una terrible batalla, le arrancó el brazo dere-
cho. Grendel, enfurecido y gritando por el dolor, huyó hacia
su escondite, una gigantesca cueva que, en su interior, tenía
un lago profundamente oscuro.
La mañana que siguió al combate fue de alegría en el pala-
cio Heorot, pues habían logrado librarse del monstruo. Pero
los festejos duraron muy poco: esa misma noche apareció
la madre de Grendel, una espantosa hechicera enfurecida
que buscaba venganza. La bruja había encontrado a su hijo
muerto en la cueva y se dirigió hacia el palacio en busca de
Beowulf. Luego de matar a uno de los hombres del rey, la
bruja, sin encontrar a Beowulf, tomó el brazo que su hijo
había perdido en el combate y desapareció.

Y luego, la muerte de la madre del ogro


El gran héroe reunió a sus compañeros y juntos siguieron
el rastro de la hechicera hacia la cueva que compartía con
Grendel. Para encontrar a la bruja, Beowulf y sus amigos
tuvieron que atravesar nadando el inmenso lago oscuro que,
además de tener aguas heladas, estaba lleno de criaturas so-
brenaturales.
El héroe, finalmente, encontró a la madre del ogro y com-
batió fieramente con ella, en un rincón de la cueva ilumina-
do por el fuego. La lucha fue terrible y sangrienta... Beowulf
estaba a punto de ser derrotado cuando vio, cerca suyo, una
espada con poderes mágicos. Tomó la espada y con ella lo-
cuentos de terribles Dragones / 5

gró matar a la hechicera. Luego, le cortó la cabeza al cadá-


ver de Grendel y regresó al palacio con su trofeo, seguido de
sus compañeros.
Después de recibir el agradecimiento del rey Hroogar,
Beowulf volvió a su tierra junto con sus hombres, y allí fue
coronado rey pues su tío Hyglac, rey hasta ese momento,
había muerto en una batalla.

La última batalla de Beowulf


Pasaron muchos años de paz y tranquilidad. Beowulf era
amado por su pueblo, y en todos los reinos de los territorios
cercanos conocían su fama de guerrero valiente. Pero un día
la paz terminó.
Sucedió que algunos de los habitantes de su reino habían
entrado a la cueva de un peligroso dragón y habían robado
parte de su tesoro. El dragón, enfurecido, comenzó a ate-
rrorizar al reino de Beowulf para vengarse. El rey decidió
enfrentarlo y, acompañado por su sobrino Wiglaf, lo persi-
guió hasta su cueva, donde luchó con él hasta matarlo. El
dragón, uno de los más sanguinarios del mundo, le causó
graves heridas a Beowulf. El gran héroe, sabiendo que le
quedaba poco tiempo de vida, le pidió a Wiglaf que tomara
el tesoro del dragón y que lo usara para reconstruir todo lo
que el dragón había destruido. Luego, lo nombró rey y, fi-
nalmente, murió.
Días más tarde fue enterrado cerca del mar, y dice la le-
yenda que una parte de lo que quedaba del tesoro del dragón
fue enterrada junto con él.
6 / cuentos de terribles Dragones

Ogro: Monstruo imaginario, enorme y de for-


ma parecida a un humano.
Rastro: Señal o huella que deja algo o alguien
al pasar por un lugar.
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Bunyip y el
CISNE NEGRO
Relato basado en una antigua
leyenda de Oceanía.

O ceanía, el continente al cual pertenece Australia, es


el lugar donde viven los animales más extraños del
mundo... así dicen muchas personas que han estado allí.
¿Conocen, por ejemplo, al demonio de Tasmania? ¿Y al la-
garto volador? Bien, parece ser que, además de estos y otros
extraños seres, hay un animal muy, pero muy raro, al que
algunos juran haber visto. Un animal malvado, un pequeño
dragón sin piedad al que los habitantes originales de Austra-
lia llamaron bunyip. ¿Quieren saber más sobre él? Sigamos,
entonces...

Conociendo al maligno bunyip


Según cuentan los antiguos pobladores de Australia, el
bunyip vive en ríos y pantanos y es más peligroso de noche
que de día. En realidad, se cree que si alguien se atreve a
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acercarse en la oscuridad a algún río o pantano australiano,


será devorado inmediatamente por el bunyip que, además de
nadar, puede salir del agua y respirar fuera de ella.
Quizás lo peor de un bunyip sea su alarido: un sonido fuer-
te y profundo que puede llegar a helar la sangre del que lo
escucha, porque realmente provoca terror.
Eso sí... si yo quisiera contarles cómo es un bunyip, la
verdad es que me costaría un poco, porque a lo largo de la
historia son muchos los que dicen haber visto uno y han
contado cómo era: ¡y no hay dos descripciones iguales!
Lo que sí les digo es que no se imaginen a uno de esos
dragones comunes y corrientes, con alas, cuerpo recubierto
de escamas y echando fuego por la boca. Nunca nadie dijo
que el bunyip fuera así. Por ejemplo, un hombre contó que
era un animal de color marrón, con cuello largo (más largo
que el de un caballo) y con crines, y que además tenía cabe-
za de canguro y una boca horrorosa, llena de afilados dien-
tes. Pero también existen antiguos dibujos hechos por los
aborígenes australianos, donde el bunyip aparece como un
animal que, en lugar de estar cubierto de pelo, está cubierto
de plumas, como un pájaro. Otros contaron que era parecido
a un perro, pero muy peludo y con orejas largas y puntiagu-
das, parecidas a las de los cerdos; y también están los que
han dicho que tenía grandes colmillos como los de una mor-
sa, cuernos y hasta aletas parecidas a las de un enorme pez.
Pero hay algo en lo que todos estuvieron siempre de acuer-
do: el bunyip es un animal terrible y, sobre todo, malvado,
que aterroriza con su potente alarido y que devora todo lo
que tiene a su alcance, en noches oscuras, cerca de helados
pantanos.
cuentos de terribles Dragones / 9

Aunque existen muchas historias tremendas sobre el bun-


yip, hay una en especial que me gustaría que conozcan: la
que cuenta cómo surgió, en Australia, el extraño y bello cis-
ne negro.

En busca de un regalo único y especial


Dice la leyenda que hace miles de años, cuando el hombre
blanco aún no había llegado a Australia, el hijo del jefe de
una tribu guerrera se enamoró de una joven y quiso demos-
trarle lo que sentía llevándole un regalo único y especial.
Por eso, partió una mañana, al amanecer, sin rumbo, en bus-
ca del obsequio.
Caminó, caminó y caminó... cruzó ríos, atravesó monta-
ñas, se internó en espesas selvas mirando y mirando, pero
nada. Nada de nada. Todo lo que veía a su alrededor le pa-
recía poca cosa en comparación con la belleza de su amada.
De repente, cuando menos lo esperaba, cuando ya la luz
del sol se había ido y él sólo deseaba comer y dormir, es-
cuchó un chapoteo extraño cerca de donde estaba. Cami-
nó siguiendo el ruido hasta que llegó a un pantano donde,
en medio de enormes plantas flotantes, lo vio. Tenía medio
cuerpo fuera del agua, apoyado en la tierra, en la orilla. Era
pequeño, casi como un cachorro de perro, y era único: nadie,
nunca, en su tribu, había visto un animal así. La cabeza era
parecida a la de un perro, pero con el hocico chato (como un
bulldog). Cuando abría la boca, el joven podía ver decenas
de pequeños dientes, puntiagudos y muy afilados; y sus ojos
eran rojos y brillantes como el fuego.
10 / cuentos de terribles Dragones

Pero lo más notable era el cuerpo del bunyip... el joven


pudo verlo cuando el extraño animal salió completamente
del agua y quedó allí, sobre la tierra, mirándolo con curiosi-
dad. Y es que su cuerpo ya no coincidía con su cabeza de pe-
rro: estaba recubierto por completo de escamas, escamas de
las que tienen los peces, pero mucho más bellas. Increíbles
escamas brillantes, que cambiaban de color cada vez que el
bunyip hacía un movimiento. Cambiaban de color como un
arco iris, y entonces, al ver eso, maravillado, el joven deci-
dió que aquel extraño ser era el regalo ideal para la joven de
la que se había enamorado.
Por eso, apenas se decidió, tomó la red que traía y cazó al
bunyip, que comenzó a chillar desesperadamente.

Debes devolver ese animal a donde pertenece


Esa noche el joven no durmió. Quería regresar lo antes po-
sible con los suyos, para mostrarles lo que había hallado. Por
eso, regresó caminando, y nuevamente atravesó montañas,
cruzó ríos y, agotado, llegó a la aldea. Por suerte el bunyip se
había cansado de chillar y dormía, tranquilo, dentro de la red.
Todos se arremolinaron alrededor del joven cuando llegó.
Nunca habían visto un animal semejante, un ser tan extraño
como ese.
Pero callaron cuando se acercaron el padre del joven y el
hombre más anciano de la tribu, un viejo sabio al que todos
escuchaban respetuosamente cada vez que hablaba.
Los dos hombres observaron al bunyip durante un largo
rato, luego del cual el anciano habló, y dijo:
cuentos de terribles Dragones /11

–Debes devolver de inmediato a este animal a donde per-


tenece. Hazlo por tu bien y por el bien de tu pueblo.
–¿Por qué debería hacer eso? –se atrevió a responder el
joven.
–Porque es un animal maligno –respondió el sabio–, y es
un cachorro. Su madre debe estar enfurecida buscándolo y,
si llega hasta aquí, no quedará vivo ni uno de nosotros.
El joven, decepcionado, sabía que no podía desobedecer.
Su padre lo miraba serio, muy serio. En su interior, el jefe de
la tribu estaba francamente asustado, pues conocía muchas
historias sobre aquellos animales malignos.

La venganza de una madre desesperada


Fue en el preciso momento en que el joven tomaba nue-
vamente la red cuando se escuchó un espantoso alarido, el
grito más horroroso que jamás se había oído por aquellos lu-
gares. La tierra pareció temblar y todos los pájaros huyeron
de las copas de los árboles. Sin poder creerlo, los hombres
y las mujeres de la aldea presenciaron cómo se desbordaban
los ríos y de repente crecían las aguas de los lagos cercanos.
La tierra se cubría de agua y todos empezaron a correr, ex-
cepto el joven hijo del jefe de la tribu que, aferrado a la red
donde tenía atrapado al bunyip, había quedado petrificado,
sin poder moverse.
Fue así como pudo ver lo que nadie vio: una enorme som-
bra negra, la sombra de la madre del bunyip cayendo sobre
la gente que huía. Las mismas escamas brillantes, la mis-
ma cabeza de perro, los mismos dientes afilados... pero todo
enorme, todo monstruoso.
12 / cuentos de terribles Dragones

La madre del bunyip, enfurecida, se abalanzó sobre los


habitantes de la aldea buscando a su cría. Luego giró su es-
pantosa cabeza y por un segundo sus ojos centelleantes se
clavaron en los del joven, que aún sostenía en sus tembloro-
sas manos la red donde mantenía cautivo al bunyip.
Él comprendió enseguida y abrió los brazos para soltar la
red, que cayó pesadamente al suelo. El bunyip cachorro se
despertó entre alaridos, unos alaridos agudos y atemorizan-
tes que se mezclaron con los gritos del joven, que de repente
vio que sus brazos, abiertos, se habían convertido en un par
de alas negras.

Y todos fueron cisnes


Sus gritos ya no eran humanos. Horrorizado, se observó a
sí mismo y vio que se había convertido en ave, en un nuevo
pájaro desconocido hasta entonces.
Su cuello era largo y esbelto y las plumas que cubrían por
completo su cuerpo eran de un negro profundo y brillante.
En lugar de boca, tenía un pico similar al de un pato pero de
un color rojo tan intenso como un rubí.
La madre del bunyip tomó a su hijo y se alejó, primero
arrastrándose por la tierra y luego nadando ágilmente por las
aguas crecidas de los ríos y los lagos.
Apenas se perdió de vista todo volvió a la normalidad. Las
aguas se retiraron y la tierra dejó de temblar. Pero en lugar
de gritos y palabras sólo se escuchaban graznidos... la mal-
dición de la madre del bunyip había alcanzado a todos los
integrantes de la tribu, que ahora eran cisnes negros, al igual
que el joven.
cuentos de terribles Dragones /13

Así fue como, en Australia, hace miles de años, surgieron


los primeros cisnes negros... como castigo de un malvado y
vengativo dragón, desesperado por la ausencia de su peque-
ño cachorro.

Pantanos: Lugares cubiertos de agua y barro,


poco profundos.
Alarido: Grito muy fuerte que puede ser de
terror, de rabia o de dolor.
Obsequio: Regalo.
Chapoteo: Ruido que hace una persona o un
animal en el agua cuando golpea sobre ella
las manos, los pies o las patas.
Arremolinaron: En el cuento, se refiere a
que las personas se colocaron alrededor del
joven, como si se tratara de un remolino, en
forma de círculo.
Centelleantes: Que lanzan destellos, o sea,
brillos rápidos y veloces.
Esbelto: Elegante y delgado.
Graznidos: Sonidos que emiten algunas aves
como los cisnes, los patos y los cuervos.
14 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /15

dragón
BAJO TIERRA
Relato basado en un antiguo
mito escandinavo.

C uando todo el mundo y las cosas que nos rodean re-


cién se estaban formando, los hombres buscaban una
explicación para lo que sucedía y para comprender cómo
había empezado el mundo. En el norte de Europa, donde
ahora, por ejemplo, están Noruega, Suecia o Dinamarca, na-
ció esta leyenda, la de un dragón subterráneo y un árbol muy
importante.

El dragón y el mundo de las tinieblas


Nidhogg no sabe bien cuándo es de noche o cuándo es de
día, pero parece que tampoco le interesa mucho saberlo. Pa-
rece que a Nidhogg sólo le interesa una única cosa: el árbol.
De él no podemos averiguar mucho, porque en verdad son
muy pocos los que dicen haberlo visto, y tampoco se sabe si
creerles o no porque... ¿cómo hicieron para ver a un dragón
que nunca, pero nunca, sale de abajo de la tierra?
16 / cuentos de terribles Dragones

Lo que cuenta la leyenda es que el dragón Nidhogg no es


de este mundo, en el que vivimos los hombres, las mujeres
y los niños. Nidhogg vive en Nifheim, un lugar que quizás
exista (o quizás no) en el que sí creían los antiguos habitan-
tes del norte de Europa. Nifheim es el hogar de la niebla, es
decir, el mundo donde reinan las tinieblas y la más absoluta
oscuridad. En Nifheim nunca hubo ni habrá sol, y allí todo
es frío y solitario.
Y Nifheim es el hogar del dragón que, debajo de la tierra,
y con sus afilados dientes y sus poderosas garras, vive ata-
cando las raíces del árbol que más le interesa.

El árbol que enloquece al dragón


Allí, en ese mundo inferior y subterráneo, es donde crece
una de las raíces del árbol que tanto, pero tanto le interesa a
Nidhogg. Y no es un árbol normal, común y corriente: pa-
rece ser que es el árbol más importante de todo el universo,
porque es el que le da vida a todo lo que existe, y él mismo
es eterno. Este árbol hasta tiene nombre: se llama Yggdrasil,
y el problema es que el dragón Nidhogg vive debajo de su
raíz, y se la pasa mordiéndola, pues su única misión es des-
truirla, o sea, destruir a la vida y así lograr que todo se acabe,
y que todo sea tinieblas, muerte y oscuridad.
Y sí... el árbol es lo más importante de todo, porque dicen
que sus ramas, enormes, y sus hojas, que son millones, son
las que sostienen unidos a los diferentes mundos que exis-
ten. Sin el árbol todo se acabaría... el dragón lograría lo que
tanto desea, y la batalla del fin del mundo, en la que hombres
cuentos de terribles Dragones /17

y dioses lucharían, llenaría de sangre y miedo a todo lo que


existe.
Por suerte, el dios Heimdall protege a Yggdrasil de los
ataques del dragón y mata a los cientos de asquerosos gusa-
nos que, cada día, se acercan a la raíz para pudrirla. Heim-
dall siempre está junto al árbol, atento a los movimientos de
Nidhogg, en una lucha eterna con el dragón, una lucha que
nunca termina.

Los que viven en el árbol


En la copa del árbol de la vida, en lo más alto de las ramas
más altas, vive un águila mágica. Lo más extraño es que en
su cabeza, entre sus ojos, hay un halcón que todo lo mira.
Nadie nunca supo el nombre del águila, pero lo que sí se
sabe es que se comunica todo el tiempo con el dragón sub-
terráneo. Es un misterio lo que se dicen, pues no se hablan
directamente sino que tienen un veloz mensajero: la ardilla
Ratatosk, que corre arriba y abajo del árbol, por el tronco,
llevando mensajes desde el mundo oscuro y subterráneo
hasta lo más alto de la rama más alta del árbol. Algunos
piensan que el dragón y el águila discuten todo el tiempo por
culpa de la ardilla, que le cuenta a cada uno cosas malas del
otro para tratar de que el dragón salga de su mundo subterrá-
neo y pelee con el águila.
Y en la tierra, donde nace el tronco del árbol, además del
dios Heimdall están las nornas, algo así como hadas buenas
que cuidan a Yggdrasil y lo riegan todos los días, pues de
ese modo logran que de este mágico árbol caigan peque-
18 / cuentos de terribles Dragones

ñísimas gotas de miel, que son el alimento preferido de las


abejas que por allí pasan.

Los días del dragón


Siempre fue así, así es y así seguirá siendo, hasta el fin de
los tiempos. Cada día sucede lo mismo: Nidhogg, el dragón
subterráneo, se mueve inquieto y sus ojos ciegos en la oscu-
ridad buscan la raíz. Los gusanos despiertan y se mueven a
su alrededor, molestándolo. Nidhogg no sabe bien por qué
hace lo que hace, pero sí sabe que no puede vivir de otra ma-
nera. No le interesa ver qué pasa allí arriba, aunque la ardilla
le cuente que el águila mágica lo está esperando para acabar
con él de una buena vez por todas.
A Nidhogg solamente le importa una cosa, y siente que
moriría si dejara de hacer lo que hace. Por eso, todavía dor-
mido, busca la raíz húmeda hasta encontrarla y sigue, como
desde hace siglos, intentando destruirla con sus afilados
dientes y sus poderosas garras.

Subterráneo: Algo o alguien que está o vive


debajo de la tierra.
Tinieblas: Oscuridades. Lugar donde hay
muy poca luz.
Copa: En este cuento, la palabra se refiere a
la copa del árbol, es decir, al conjunto de ra-
mas del árbol.
cuentos de terribles Dragones /19

el dragón
ENGAÑADO
Relato basado en un cuento
tradicional italiano.

P or suerte, en Europa, cuando ninguno de nosotros ha-


bía nacido y muy poca gente sabía leer, las personas se
iban contando historias unas a otras, para entretenerse, para
reír o, simplemente, para irse a dormir. Y muchas de esas
historias estaban protagonizadas por hadas, princesas, reyes,
monstruos extraños ...o dragones. La que sigue a continua-
ción es una de esas maravillosas historias europeas.

El dragón y el mundo de las tinieblas


Había una vez, en un reino bello y lejano, un rey y una
reina que lo tenían todo, menos un hijo. Y un hijo era lo que
más deseaban en el mundo.
Por fin, después de un largo tiempo, la reina tuvo un bebé,
un hermoso principito. Como se acostumbraba en aquellas
épocas, los reyes llamaron al palacio a un grupo de adivinos,
para que les dijeran algo sobre el futuro del pequeño.
20 / cuentos de terribles Dragones

–Será fuerte y valiente –dijeron–, pero en su destino hay


una marca terrible.
Los reyes quisieron saber de qué se trataba, y entonces el
adivino más anciano les contó:
–Vivirá libre y feliz hasta que cumpla veinte años. En ese
momento se casará pero, inmediatamente, y no quieran sa-
ber por qué, matará a su esposa. Si no lo logra, se convertirá
en dragón.
El rey y la reina comenzaron a llorar. Sabían que los adivi-
nos no se equivocaban nunca.

El casamiento del príncipe


Pasaron los años, y los reyes, durante un largo tiempo, ol-
vidaron lo que habían dicho los adivinos. El príncipe creció
y se hizo fuerte y valiente. Era el mejor jinete de aquellas
tierras y vencía en todas las competencias que se organiza-
ban en el reino.
Cuando se acercaba el momento de que cumpliera veinte
años, su madre recordó la profecía, y supo que no había nada
que pudiera torcer el destino, así que buscó una esposa para
su amado hijo. La novia sería nada más y nada menos que
la reina de Inglaterra, que aceptó casarse con un príncipe tan
bello y valiente.
Esta reina amaba a los caballos, y tenía muchos. Entre
ellos, había una yegua con poderes mágicos, blanca como la
nieve, que sabía hablar el lenguaje de los humanos.
Cuando la reina le contó con quién se iba a casar, la yegua
le dijo:
cuentos de terribles Dragones /21

–Lamento decirte esto, pero no debes estar tan feliz. Hay


algo horrible detrás de tu casamiento, y tienes que saberlo.
Y, ante la mirada horrorizada de la reina, la yegua le contó
la profecía que pesaba sobre el príncipe. Pero luego, le dio
la solución a su problema.
–Si quieres salvarte de que te mate, tienes que hacer exac-
tamente lo que te diré ahora: dile al padre del príncipe que
llegarás al casamiento montada en mí, pues no te gustan las
carrozas. Y debes estar muy atenta: en el momento en que
yo patee el piso con una de mis patas, agárrate bien de mis
crines y no tengas miedo. Yo me ocupo del resto.

Se cumple la profecía
La reina de Inglaterra decidió hacerle caso a su yegua, y
por eso, el día de la boda, llegó al palacio montada sobre
ella. Todo el pueblo miraba asombrado y maravillado a esa
bella joven, la más hermosa que jamás se había visto pasar
por esas tierras.
La yegua entró al patio del palacio. Se acercaba la hora
exacta del cumpleaños del príncipe. Él la esperaba vestido
de novio, con una filosa espada sujeta a su cinturón.
De repente, la yegua dio un fuerte golpe con su pata en el
suelo, y la joven supo qué hacer. Se sujetó firmemente a las
crines y la yegua comenzó a correr tan rápido como el vien-
to, alejándose del palacio rumbo al bosque.
En el patio, los padres del príncipe, horrorizados, vieron
cómo su hijo se transformaba, en un segundo, en un espan-
toso dragón, y no tuvieron más remedio que huir de allí,
22 / cuentos de terribles Dragones

pues el dragón amenazaba con comerse a todo el que se le


pusiera adelante.

La reina de Inglaterra se convierte en hombre


Mientras tanto, la yegua corrió y corrió y llegó al campo.
Allí, medio escondida entre unos árboles, había una casita
humilde, donde vivía un campesino.
La yegua le dijo a la reina:
–Cuando lleguemos a esa casa, bájate y dile al campesino
que te cambie su ropa por la tuya.
–¡Pero es un hombre! –dijo la reina–. ¿Me estás pidiendo
que me vista con su ropa?
–Sí, exactamente. Hazme caso y verás cómo todo sale
bien.
Y así fue. La reina se acercó, habló con el campesino y
éste, que nunca había visto un vestido de novia tan hermoso,
se lo cambió por su ropa, pues tenía una hija que estaba a
punto de casarse.
En pocos minutos, la bella reina de Inglaterra se recogió
el pelo, lo escondió debajo de una vieja gorra, y se puso el
pantalón y la camisa que le había dado el hombre.
Montó nuevamente sobre la yegua, y prosiguieron cami-
no, al fin libres de la profecía.

La reina descubre el amor


Convertida en un simple muchacho, la reina llegó hasta un
palacio, acompañada de su yegua.
cuentos de terribles Dragones /23

–Baja, y pídeles trabajo aquí, como ayudante del establo.


Diles que puedes cuidar a los caballos de este rey.
Así lo hizo la joven, y la aceptaron de inmediato creyendo,
por supuesto, que era un hombre. Y, además, aceptaron que
se quedara la yegua, pues era realmente muy hermosa.
Unos días después el hijo del rey llegó al establo a buscar a
su caballo, y allí vio al joven (la reina) cepillando las crines
de su yegua. Hubo algo, no supo bien qué, que le llamó la
atención, y esa misma noche le dijo a su madre, la reina:
–Madre, ese joven que comenzó a trabajar en el establo
tiene algo extraño. Yo creo que es una mujer.
–Hijo, estás loco. ¿Cómo se te ocurre? –le respondió la
reina.
–Sí, estoy seguro de lo que digo.
–Bien. Si es así, puedes hacer una prueba para saber si
tienes razón: dile que te acompañe al jardín del palacio y
muéstrale las flores. Si toma algunas y hace un ramo, es una
mujer. Si arranca una sola flor y se la pone en la boca, es un
hombre.
Y así hizo el príncipe, sin saber que la yegua mágica le
había contado a la joven todo sobre la prueba.
–Hmmm... la verdad es que a mí las flores no me intere-
san –dijo la reina de Inglaterra cuando estuvo en el jardín. Y
arrancó una y se la puso en la boca.
Enterada la madre del príncipe, le dijo esa noche:
–¿Viste? Estabas equivocado. Es un hombre.
–No sé... –dijo el príncipe–. Es extraño, pero ahora estoy
más convencido de que es una mujer.
–Bueno, entonces tendrás que hacer otra prueba: siéntate a
comer con él en la mesa donde comen todos los que trabajan
24 / cuentos de terribles Dragones

en el establo. Si apoya el pan en la mesa para cortarlo, es


mujer; si se lo apoya en el pecho y lo corta allí directamente,
es un hombre.
Y otra vez la yegua le avisó a la reina de Inglaterra, y ella
cortó el pan como hombre.
El príncipe no se convencía. Seguía pensando que era una
mujer. Y su madre, entonces, le dijo:
–Si insistes, te diré qué otra prueba puedes hacer: dile que
quieres pelear con él, espada contra espada.
La yegua le contó este último plan a la reina, pero le dijo:
–Esta vez no podrás, querida. Esta vez te van a descubrir.
Y así fue. La joven y el príncipe pelearon con sus espadas
pero ella, después de un rato, se rindió. Estaba agotada. Casi
sin aire, alcanzó a decirle al príncipe que sí, que tenía razón,
que era una mujer.
Y él, que ya sabía lo que sentía su corazón, le dijo que la ama-
ba desde el primer momento y que quería casarse de inmediato
con ella.

El tiempo de la felicidad... y la guerra


Unos días después, el palacio se vistió de fiesta para el
gran casamiento. La reina estaba feliz, sabiendo que su hijo
iba a casarse nada menos que con la reina de Inglaterra.
Pasaron los meses y los esposos vivían felices, amándose,
cuando recibieron la noticia de que tendrían un hijo. Pero
también en ese momento un reino vecino les declaró la gue-
rra, y el príncipe tuvo que marchar al frente de sus ejércitos.
Su esposa le dijo que se llevara a la yegua mágica y él, por
cuentos de terribles Dragones /25

su lado, habló con sus padres, el rey y la reina, y les pidió


que cuidaran a su mujer y al bebé que iba a nacer.
La noche antes de que el príncipe partiera, la joven fue al
establo a despedirse de su yegua, y ésta le dijo:
–Hazme caso. Arranca tres pelos de mis crines y guárdalos
bien. Si te llega a pasar algo malo, córtalos al medio y yo te
ayudaré, esté donde esté.

El dragón busca su venganza


El príncipe partió y, tiempo después, la reina tuvo dos her-
mosos hijos, gemelos, un varón y una mujer... los bebés más
bellos del mundo.
El rey y la reina escribieron una carta anunciándole la no-
ticia al príncipe, que seguía en la guerra, y la enviaron con
un mensajero. Pero sucedió algo inesperado, porque en me-
dio del camino, el mensajero se encontró con un terrible dra-
gón: ¡era el hijo de aquel rey, el que se había transformado
en dragón el día de su casamiento con la reina de Inglaterra!
El dragón sopló en la cara del mensajero el humo de su
hocico y el hombre inmediatamente se durmió. Entonces le
quitó la carta, la leyó, y enseguida escribió otra en la que de-
cía que la princesa, en lugar de tener dos hijos, había tenido
dos perros y que todos en el reino estaban sorprendidos por
la noticia.
Guardó la carta en el bolsillo del mensajero y se fue. Unos
minutos después el hombre despertó, sin recordar nada de
lo que había pasado, y siguió su camino, hasta entregarle la
carta al príncipe.
26 / cuentos de terribles Dragones

Cuando leyó la carta, el joven se quedó helado, pero ense-


guida escribió la respuesta para sus padres: “No importa si
son bebés o perros. Yo la amo. Cuídenla como si se tratara
de mi propia vida”.
Ya de regreso, el mensajero se encontró nuevamente con
el dragón, que volvió a dormirlo, leyó la carta y la cambió
por otra que decía: “Padre y madre: les ordeno que metan
presa a mi mujer y a los bebés y ténganlos encerrados para
siempre”.
Los reyes no podían creer lo que les pedía su hijo... ¿se ha-
bía vuelto loco? No podían hacer lo que él indicaba, porque
querían muchísimo a su nuera y a sus nietos. Entonces se
les ocurrió un plan para salvarlos de la prisión: subieron a la
princesa y a sus hijos a un barco y, sin que nadie se enterara,
los enviaron muy lejos.
Mientras tanto, la gente del reino, enterada de la respuesta
del príncipe, estaba enfurecida, porque había aprendido a
querer a la princesa.

¡La yegua vence al dragón!


Luego de un largo viaje, el barco de la princesa llegó a la
costa de un país lejano. Allí la dejaron, junto a sus hijos, y el
barco partió de regreso.
Ella comenzó a caminar por la playa, buscando algún lu-
gar poblado, cuando de repente se encontró con el dragón.
Aterrorizada, de pronto recordó los pelos de las crines de su
yegua y los sacó de una pequeña bolsita que siempre llevaba
con ella. Partió al medio uno de ellos y, mágicamente, creció
cuentos de terribles Dragones /27

delante de sus ojos un espeso bosque, y el dragón quedó del


otro lado.
Cuando ya comenzaba a tranquilizarse, se le apareció nue-
vamente el dragón, que era tan astuto que había encontrado
la forma de cruzar el bosque. Entonces, la princesa partió
otro pelo de la yegua e instantáneamente se formó un enor-
me río, anchísimo, imposible de cruzar, entre ella y el dra-
gón. Aunque le costó bastante, pues la corriente era muy
fuerte, el dragón logró cruzarlo y entonces ella rompió el
último pelo de la yegua. Un terrible incendio se creó de la
nada entre ella y la bestia, pero el dragón, enloquecido, atra-
vesó el fuego.
Ella alejó a sus hijos y decidió enfrentar al dragón, que en
un segundo la atrapó con sus garras. Estaba a punto de morir
cuando, al galope, apareció la mágica yegua.
El dragón soltó a la princesa y comenzó a luchar con la
yegua. Aunque él era gigante en comparación con ella, la
yegua no paraba de morderlo y de darle patadas. Y tanto,
pero tanto lo golpeó, que el dragón finalmente cayó en la
playa, muerto.
Loca de alegría, la princesa corrió a abrazar a su yegua,
pero ésta estaba tan herida que se acostó y en unos segun-
dos, también murió.

Se rompe un hechizo... y regresa el príncipe


La princesa lloraba y lloraba, abrazada a sus hijos cuando,
al abrir los ojos, descubrió delante de ella el más hermoso
palacio que había visto en su vida, allí, en la playa. Desde
28 / cuentos de terribles Dragones

una ventana, una mujer le hacía señas para que entrara y


subiera. Y así lo hizo la princesa junto con sus hijos.
–Ya sé... no sabes quién soy –le dijo la dama cuando se en-
contraron–. Te lo diré: yo soy la yegua. Estaba hechizada y
solamente volvería a ser mujer cuando matara a un dragón.
¡Y por fin pude hacerlo!
Mientras tanto, el príncipe seguía en el campo de batalla.
Cuando vio que la yegua huía, enseguida se dio cuenta de
que algo malo sucedía con su esposa. Habló con sus solda-
dos e iniciaron un ataque terrible, venciendo para siempre
al enemigo. El príncipe, desesperado, volvió a su palacio.
Allí, al atravesar las calles, comenzó a escuchar los insul-
tos de la gente de su pueblo, que le gritaba:
–¡No te queremos! ¿Qué le hiciste a tu mujer?
–¡Vete de aquí! ¿Cómo pudiste encarcelar a tus propios
hijos?
Y, cuando entró al palacio, sus padres le mostraron la carta
que él supuestamente había escrito.
–¡Yo no escribí eso! –dijo enseguida el príncipe, y les
mostró la carta que había recibido, aquella que decía que su
mujer había tenido perros en lugar de hijos.
–¡Nosotros no te enviamos esa carta! –dijo la reina, y le
contó lo que había hecho con la princesa y sus hijitos.

Al fin juntos, al fin felices


Sin perder un minuto, el príncipe se subió al barco y sa-
lió al mar a rescatar a su familia. Llegó a la playa y vio al
dragón y a la yegua, muertos. Y comenzó a llorar descon-
cuentos de terribles Dragones /29

soladamente, hasta que escuchó que alguien lo llamaba. Era


la dama del palacio, que lo hizo entrar y le contó la historia
del hechizo.
Nunca se vio a personas tan felices como en ese momento
lo fueron el príncipe, su esposa y sus hijos, que reían, llo-
raban de emoción y se abrazaban cuando se reencontraron.
¿Saben cómo termina este cuento? ¿Se lo imaginan? Re-
gresaron a su hogar, junto con la dama, y vivieron felices
por el resto de sus vidas, que fueron muy, pero muy largas.

Adivinos: Personas que tienen la capacidad


de adivinar cosas que aún no han sucedido.
Jinete: Persona que monta un caballo.
Profecía: Predicción acerca de algo que aún
no sucedió y que va a suceder.
Establo: Lugar cubierto, con paredes y techo,
donde se guarda el ganado. En este cuento, se
refiere al lugar donde se guardan los caballos.
Crines: Conjunto de pelos largos que tienen
algunos animales, como los caballos, en el
cuello.
Nuera: Con respecto a una persona, la nuera
es la esposa del hijo de esa persona.
30 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /31

el dragón QUE
EXPLOTÓ
Relato basado en una antigua
leyenda polaca.

E xiste en Polonia una ciudad llamada Cracovia, donde


la gente vive, ama y trabaja. Dice la leyenda que allí
donde ahora hay escuelas, edificios y calles, hace miles de
años sólo había un monte, un río llamado Vístula y un es-
pantoso dragón conocido como Smok Wawelski.

Un dragón hambriento en Cracovia


Nadie de los alrededores se atrevía a acercarse al monte
Wawel. La gente sabía que allí, en una caverna oscura y pro-
funda, vivía un enorme dragón al que todos le tenían miedo
pues su comida favorita era, precisamente, la carne humana.
Los pocos granjeros de la zona que se atrevían a nombrarlo
lo llamaban “el voraz dragón de Wawel” y, aunque con sólo
sentir el olor de una persona se le despertaba el hambre, no
32 / cuentos de terribles Dragones

comía a cualquiera: al dragón sólo le gustaban las mucha-


chas jóvenes.
Allí, cerca del monte, había construido su palacio el rey
Krakus, y allí había fundado su reino, que actualmente es la
ciudad de Cracovia.
El tiempo pasaba y nadie, absolutamente nadie, se atrevía
a enfrentarlo. Todos los días, el dragón salía de su cueva y se
paseaba por los campos buscando una nueva presa. La gente
dejaba todo lo que estaba haciendo cuando sentía la tierra
temblar bajo sus pies y corría a esconderse, pero el dragón
siempre se las arreglaba para encontrar a alguna jovencita y
devorarla en cuestión de segundos.

¿Quién salvará a la princesa?


Llegó el día en que todos se dieron cuenta de que la única
muchacha que permanecía con vida era la hija del rey, una
princesa bella y dulce a la que su padre amaba con locura.
Desesperado, pues sabía que el dragón iría a buscar a su
hija, el rey publicó la siguiente noticia en todo su reino:
“El hombre que logre rescatar a mi hija de las garras del
dragón podrá casarse con ella y será, entonces, el futuro
rey”.
Inmediatamente, los hombres más fuertes y valientes se
presentaron en el palacio y, junto con ellos, se presentó tam-
bién un joven muy humilde, el zapatero del pueblo, quien
no se destacaba ni por su altura ni por el tamaño de sus mús-
culos.
Todos lo observaban y se cruzaban entre ellos miradas
cuentos de terribles Dragones /33

burlonas... ¿Cómo se atrevía ese debilucho zapatero a pre-


sentarse ante el rey y, peor todavía, a enfrentarse con un
gigantesco dragón?
El rey repitió ante todos la promesa que había hecho, y
les deseó suerte. Escondida detrás de una gruesa cortina,
la princesa espiaba y, sin saber bien por qué, sintió que no
podía quitar sus ojos del joven zapatero, hechizada por su
mirada transparente.

El triunfo del humilde zapatero


Mientras los demás afilaban sus espadas y lustraban sus
escudos, el joven zapatero volvió a su casa, caminando sin
apuro. Había tenido mucho tiempo para pensar en cómo de-
rrotar al dragón, y tenía un plan.
Sabía que hacía ya dos días que el dragón no comía, y en-
tonces supuso que el hambre lo haría comer cualquier cosa.
¿Saben lo que hizo?: mató un cordero, le abrió la panza con
un cuchillo y la rellenó con azufre (un polvito que nadie
se atrevería a probar jamás y que, además, provoca mucha,
pero muchísima sed).
Inmediatamente después, llevó al cordero casi hasta la en-
trada de la cueva del dragón, y mientras se alejaba corriendo
alcanzó a oír sus rugidos e, incluso, sintió en la espalda el
calor de las llamaradas de fuego que salían de su hocico.
El plan resultó genial: el dragón devoró el cordero pero
casi instantáneamente comenzó a sentir una sed como nunca
había sentido en su vida.
Desesperado, salió de la cueva y corrió hacia el río Vístu-
34 / cuentos de terribles Dragones

la, donde tragó y tragó agua durante, al menos, veinte minu-


tos. Pero no alcanzaba... había mucho azufre en su interior y
entonces el dragón siguió, y siguió, y siguió. Parecía que el
río se iba a secar, pero no.
Cuando los hombres llegaron para combatir con él, arma-
dos con sus espadas, cascos y escudos, vieron un espectá-
culo que nunca olvidarían en su vida: el cuerpo del dragón
se había hinchado como un gigantesco globo de agua que,
de repente, explotó, lanzando escamas, órganos, huesos y
dientes a kilómetros de distancia.
El zapatero escuchó la explosión desde su taller, y sonrió
satisfecho.
Un mes después, vestido como un gran príncipe, recorría
en una imponente carroza las calles de la ciudad de Craco-
via, rumbo al palacio, donde lo esperaba su dulce y bella
princesa enamorada, para casarse con él.

Monte: Montaña. En el caso de este cuento,


se habla de un monte, una montaña pequeña,
que existe en la actualidad.
Voraz: Que come mucho y con muchas ganas.
Azufre: Sustancia química de color amarillo
verdoso que se usa, por ejemplo, para fabri-
car pólvora y para lograr que el papel sea
más blanco.
cuentos de terribles Dragones /35

el dragón Y
LOS HERMANOS
Adaptación de un cuento de
los hermanos Grimm.

L os hermanos Jacobo y Guillermo Grimm escribieron


infinidad de cuentos, hace ya muchos pero muchos
años. Bueno, en realidad, lo que ellos hicieron fue ir reco-
pilando aquellas historias que la gente se contaba entre sí,
cuando existían muy pocos libros y muy poca gente sabía
leer. Seguramente ustedes han leído o escuchado muchos de
esos cuentos. El que sigue a continuación es uno de ellos.

Un padre les habla a sus hijos


Había una vez un señor muy pobre que vivía con sus cua-
tro hijos, todos varones. Un día, cuando el hombre ya era
anciano, los llamó y les dijo:
–Hijos queridos. Ven que ya estoy viejo y cada día somos
más pobres. No tengo casi nada para dejarles, y por eso es-
36 / cuentos de terribles Dragones

tos últimos meses estuve pensando que lo mejor es que via-


jen a otras tierras, aprendan un oficio y traten de construirse
su propio futuro.
Los hijos protestaron porque realmente querían mucho a
su padre y preferían quedarse con él, pero luego compren-
dieron que irse era lo mejor para ellos, y que el anciano se
los pedía precisamente porque los amaba muchísimo.
Por eso, unos días después, se despertaron al amanecer,
tomaron cada uno un bolso con algunas ropas y se abrazaron
fuertemente con su padre, para despedirse.

Cada uno busca su destino


Con lágrimas en los ojos, caminaron y caminaron hasta
que llegaron a un cruce de senderos que iban hacia cuatro
lugares distintos. El mayor, entonces, dijo:
–Quizás aquí debamos separarnos.
Como los otros tres no querían, él agregó:
–Hagamos una cosa: tomemos un camino diferente cada
uno, con la promesa de volver a encontrarnos en este mismo
lugar dentro de cuatro años, contando exactamente a partir
de hoy. Cuatro años son tiempo suficiente para que cada uno
de nosotros pueda lograr algo en la vida.
Con esa promesa, se despidieron entre abrazos y lágrimas,
y se separaron.
Poco después, el hermano mayor se encontró en el costado
del camino con un hombre que le preguntó:
–¿A dónde vas, joven?
–Voy sin rumbo, buscando aprender un oficio.
cuentos de terribles Dragones /37

–Ah... –dijo el hombre, sonriendo–. Entonces ven conmi-


go. Te enseñaré a ser ladrón.
–Hmmm... te lo agradezco, pero prefiero aprender otro ofi-
cio. Ser ladrón no está bien. Además, los ladrones terminan,
tarde o temprano, en la cárcel. No quiero ese futuro para mí.
El ladrón, entre risas, le respondió:
–¡Ja, ja ja! No te preocupes por eso. Te enseñaré a robar
solamente aquello que ningún otro ladrón podría conseguir,
y los trucos que sólo yo sé para que no dejes ningún rastro
de tus robos.
El joven lo pensó y, finalmente, decidió hacerle caso al la-
drón. De ese modo, se pasó los siguientes años aprendiendo
y perfeccionando la técnica del robo, hasta convertirse en un
experto, un ladrón tan hábil que nadie, pero nadie, lograba
atraparlo.
El segundo hermano, poco después de caminar por el sen-
dero que había elegido, se sentó a descansar bajo la sombra
de un árbol y, unos momentos después, a su lado se sentó un
hombre con el que comenzó a conversar.
–¿Y qué oficio quieres aprender? –le preguntó el hombre
luego de que el joven le contara su historia.
–Aún no lo sé –respondió con sinceridad el muchacho.
–Bueno, si no lo sabes, entonces sígueme a mí y te con-
vertirás en astrólogo. Te enseñaré a conocer los secretos de
las conductas de las personas y, de ese modo, nadie nunca
podrá ocultarte nada.
Al muchacho le gustó la idea de inmediato, y decidió se-
guir a aquel hombre. Por eso, en los años que siguieron, es-
tudió y aprendió tanto que se convirtió en un gran astrólogo,
al que todos querían consultar.
38 / cuentos de terribles Dragones

Cuando terminó de aprender, se despidió de su maestro,


al que realmente quería mucho, y éste le regaló un par de
anteojos muy extraños, como recuerdo.
–Son muy especiales –le dijo el astrólogo–. Con ellos po-
drás ver todo lo que sucede tanto en la tierra como en el
cielo. Nadie podrá escapar de tu mirada.
El tercer hermano, por otra parte, encontró en un bosque
cercano al camino que había elegido a un cazador, que inme-
diatamente se ofreció a enseñarle los secretos de su oficio.
Al joven le gustaba cazar desde pequeño, y por eso aceptó
enseguida la propuesta del cazador.
En los siguientes años, aprendió observando a su maestro
hasta convertirse en un experto... ningún animal escapaba a
su certera puntería.
Cuando llegó el momento de despedirse, el cazador lo
abrazó y le dio, como recuerdo, una escopeta que el joven
nunca había visto.
–Cuídala mucho porque es especial. Sé que te has con-
vertido en un excelente tirador, incluso mejor que yo, pero
con esta escopeta no fallarás nunca, porque tiene el poder de
acertar a cualquier cosa a la que apuntes, por más lejos que
se encuentre.
Por su parte, el hermano menor caminó un buen trecho por
el sendero que había elegido, hasta que se encontró con un
hombre que almorzaba sentado en el césped, al costado del
camino.
Se puso a charlar con él y le contó sobre su padre, sobre
sus hermanos y sobre su necesidad de aprender un oficio.
–¿Y no te gustaría ser sastre? Es un buen oficio, y ganarías
buen dinero haciendo ropa para caballeros.
cuentos de terribles Dragones /39

El joven pensó durante unos momentos y luego respondió:


–La verdad es que no estoy seguro. Tendría que pasarme
muchas horas sentado, con la aguja y el hilo... no sé... no sé
si me gustará.
–Ah, no –dijo el hombre enseguida–. Eso es lo que tú pien-
sas que tendrás que hacer conmigo, pero estás equivocado.
Lo que yo te enseñaré es diferente.
Al joven le atrajo aprender algo distinto, y finalmente se
dejó convencer por el hombre y viajó con él hasta la ciudad
donde vivía. En los tiempos que siguieron descubrió que el
oficio era realmente creativo, y se convirtió en un sastre tan
pero tan bueno que todos querían que él hiciera sus trajes.
Cuando terminó de conocer todos los secretos de su maes-
tro, el joven decidió marcharse, pues debía encontrarse nue-
vamente con sus hermanos. El sastre, luego de abrazarlo, le
dió una aguja y le dijo:
–Cuídala siempre, y no la pierdas nunca. Es muy especial.
Con ella podrás coser cualquier cosa, incluso acero. Si la
usas, verás que lo que coses es tan resistente y queda tan
bien, que parecerá que ni siquiera lo has cosido.

Cuatro años después…


El tiempo estaba a punto de cumplirse, y los cuatro her-
manos, recordando su promesa, se pusieron nuevamente en
camino, para encontrarse en el cruce donde se habían des-
pedido.
Llegaron todos casi al mismo tiempo y estuvieron un buen
rato abrazados. Luego, emprendieron el regreso a su casa
pues ver a su padre nuevamente era lo que más querían en el
40 / cuentos de terribles Dragones

mundo. Mientras caminaban, cada uno fue contándoles a los


otros lo que había aprendido.
Y cuando llegaron corrieron hacia su padre, que se sor-
prendió al ver cuánto habían crecido sus muchachos.
Esa noche, mientras comían, le contaron al anciano todo
lo que habían hecho en esos cuatro largos años, y se fueron
a dormir felices de saber que por fin estaban de regreso en
su hogar.
A la mañana siguiente se sentaron con su padre bajo un
árbol y éste les dijo:
–Bueno, la verdad es que parece ser muy impresionante lo
que han aprendido, pero voy a ponerlos a prueba. Quiero ver
de qué es capaz cada uno.
Enseguida miró primero hacia arriba, hacia la copa del ár-
bol, que era gigantesca y muy espesa, y luego le dijo a su
segundo hijo, el que había conocido al astrólogo:
–A ver... sé que en la copa de este árbol hay un nido de
gorriones. Quiero que me digas cuántos huevos hay en este
momento en el nido.
En un instante el joven se puso los anteojos especiales,
miró hacia arriba y dijo:
–Veo cinco huevos.
Entonces, el padre miró a su hijo mayor, el que había
aprendido a ser ladrón, y le dijo:
–Quiero que me traigas los huevos del nido sin que los
gorriones se den cuenta.
El joven se trepó al árbol con gran habilidad, sin que se
escuchara un solo crujido y, sin que la mamá gorrión se die-
ra cuenta, retiró de debajo de su cuerpo los huevos, y bajó
hacia donde estaban su padre y sus hermanos esperándolo.
cuentos de terribles Dragones /41

El padre tomó los cinco huevos, que eran realmente muy


pequeños, y los colocó sobre la mesa que había cerca del
árbol. Puso uno en cada esquina y al quinto lo puso en el
centro. Luego, le dijo a su hijo cazador:
–A ver si puedes, con un solo disparo, partir en mitades los
cinco huevos.
Apenas había terminado de hablar cuando el joven se cal-
zó la escopeta, apuntó y disparó. Cada uno de los cinco hue-
vos se partió en dos.
Faltaba una última prueba, y entonces el padre miró a su
hijo menor y le dijo:
–Ahora te toca a ti. Quiero que cosas cada huevo, incluso
a los pichones de gorrión que hay adentro, de modo que no
se note que les han disparado.
El sastre sacó su aguja mágica y cosió los huevos siguien-
do las instrucciones de su padre. Cuando terminó, el ladrón
llevó nuevamente los huevos al nido, y bajó rápidamente.
–La verdad es que me han sorprendido. Estoy muy orgu-
lloso de cada uno de ustedes, y me alegro mucho de haber
tomado la decisión de pedirles que partieran a aprender un
oficio.

La prueba más difícil: rescatar a la princesa


Los días que siguieron pasaron sin ninguna novedad. Los
jóvenes disfrutaban de estar en casa con su padre, y como
cada uno de ellos había ganado dinero suficiente, no tenían
necesidad de trabajar por el momento ni de demostrar sus
talentos.
42 / cuentos de terribles Dragones

Pero un día sucedió algo terrible e impensable. El rey de


aquellas tierras anunció, desesperado, que un terrible dragón
se había llevado a su hija, la princesa. Sus mejores soldados
habían intentado rescatarla y habían muerto devorados por
la bestia.
El rey, sin saber ya qué hacer, publicó la noticia de que
quien rescatara a la princesa podría casarse con ella, y con-
vertirse en príncipe y, por lo tanto, en futuro rey.
Cuando los hermanos se enteraron, enseguida se pusieron
de acuerdo para utilizar sus increíbles habilidades con el ob-
jetivo de rescatar a la princesa. Aunque al padre no le agra-
daba mucho la idea, finalmente aceptó que se fueran.
Ninguno de los cuatro sabía dónde estaba el escondite del
dragón, y entonces el astrólogo dijo:
–Yo sabré enseguida dónde tiene cautiva a la princesa –y
se puso los anteojos mágicos.
Luego de mirar hacia un lado y hacia el otro, exclamó:
–¡Está muy lejos de aquí! Los veo, a ella y al dragón, en
una roca en medio del mar. El dragón está a su lado.
Inmediatamente los cuatro fueron hasta el palacio y pidie-
ron ver al rey. Le contaron lo que sabían sobre el lugar donde
estaba la princesa y le pidieron un barco para ir a rescatarla.
El rey, enseguida, ordenó a sus hombres que prepararan el
barco más veloz de su flota, y se los entregó.
Al día siguiente, cuando el sol todavía no se había asoma-
do, partieron en el barco, juntos, en busca de la princesa.
Navegaron día y noche hasta que descubrieron la enorme
roca que había visto el hermano astrólogo. Y, desde lejos,
vieron a la bella princesa sentada, y al enorme dragón dor-
mido, con la cabeza apoyada en su regazo.
cuentos de terribles Dragones /43

Los cuatro pensaban cómo rescatar a la princesa, pero el


primero en hablar fue el hermano cazador.
–La verdad es que no puedo disparar, porque mataría tam-
bién a la princesa.
–Déjenme a mí –dijo el hermano ladrón. Y nadando hacia
la roca, se llevó a la princesa con una habilidad tan increíble
que el dragón ni siquiera se dio cuenta, y siguió durmiendo.
Una vez que el joven y la princesa lograron subir al barco,
comenzaron a navegar de regreso. El problema fue que el
dragón despertó unos minutos después y, al no ver a la prin-
cesa, se enfureció.
Inmediatamente abrió sus enormes alas y voló hacia el
barco, rugiendo y echando fuego por la boca.
Los jóvenes lo vieron venir y entonces el cazador tomó su
escopeta, apuntó y disparó. La bala atravesó el corazón del
dragón y lo mató instantáneamente, pero el monstruo, enor-
me y pesado, cayó sobre el barco, destrozándolo.
Por suerte, los hermanos y la princesa lograron agarrarse a
unas tablas y se salvaron de ahogarse, pero estaban tan lejos
de la costa que era imposible que alguien los viera y pudiera
rescatarlos.
En ese momento, el sastre tuvo una gran idea.
–Quédense tranquilos. Yo resolveré este problema.
E inmediatamente tomó su aguja mágica y cosió las tablas
entre sí, y luego todas las partes del barco, que enseguida
estuvo terminado, perfecto, como si no le hubiera caído en-
cima un dragón.
44 / cuentos de terribles Dragones

La sabia decisión del rey, y un final feliz


Unos días después el barco llegó al puerto, y desde allí
los cuatro jóvenes y la princesa fueron llevados en un bello
carruaje hacia el palacio, donde los esperaba el rey.
Luego de llorar abrazado a su amada hija, el rey recibió a
los cuatro hermanos y les dijo:
–Los felicito por su habilidad y valentía, y siempre les es-
taré agradecido. Ahora bien... uno de ustedes será el esposo
de mi hija. Ustedes deben decidir quién se casará con ella.
Los hermanos se miraron entre sí. Cada uno había hecho
algo importante para salvar a la princesa. Enseguida comen-
zaron a pelear, pues todos pensaban que merecían casarse
con la bella joven.
–Ella debe casarse conmigo –dijo el hermano astrólogo–,
porque si yo no hubiera descubierto la roca donde la tenía
atrapada el dragón, ninguno de ustedes podría haber hecho
nada.
El hermano ladrón dijo, luego:
–Ah... noooooo. ¿De qué hubiera servido saber dónde es-
taba la princesa, si yo no la hubiera sacado de las garras
del dragón sin que éste se diera cuenta? ¡La princesa debe
casarse conmigo!
–No puedo creer que sean tan necios. La princesa y todos
ustedes hubieran muerto devorados por el dragón, si yo no
le hubiera disparado. Fue gracias a mí que se salvaron. Por
lo tanto, yo debo casarme con ella.
El rey los miraba entre asombrado y divertido. El sastre,
que no había hablado hasta ese momento, dijo:
–¡Claro, claro! ¿Y yo? ¿Ninguno de ustedes pensó que hu-
cuentos de terribles Dragones /45

bieran muerto de hambre y frío, en medio del mar, agarrados


a esas tablas, si yo no hubiera reparado el barco con mi agu-
ja mágica? Su Majestad: la princesa debe casarse conmigo.
Como seguían peleando, el rey los hizo callar y luego de
pensar durante un buen rato, les anunció su decisión:
–Por lo que he escuchado, cada uno de ustedes ha hecho
algo fundamental para salvar a mi hija. Pero como ella no
puede casarse con todos, he decidido que no se case con
ninguno. Eso sí, como señal de agradecimiento, les daré a
cada uno una parte de mi reino.
Los cuatro hermanos se miraron sin hablar, hasta que el
mayor dijo:
–Nunca habíamos sido tan egoístas... hemos olvidado todo
lo que nos une como hermanos. Es mejor vivir tranquilos,
con las tierras que nos regala el rey, a vivir peleando entre
nosotros.
Así fue como la princesa pudo casarse, tiempo después,
con alguien de quien se había enamorado. Y así fue como
los cuatro hermanos vivieron en armonía, sin peleas, tran-
quilos y felices, durante muchos, pero muchos, pero muchí-
simos años.

Oficio: Se llama así, en general, a cualquier


trabajo, pero también se usa esta palabra
para nombrar al tipo de trabajos que no ne-
cesitan de estudios previos en la universidad,
y para los que en general se necesita la fuerza
física o la habilidad manual.
Senderos: Caminos.
Astrólogo: Persona que se especializa en el
46 / cuentos de terribles Dragones

estudio de las estrellas, de su ubicación en el


cielo, y de la influencia que tienen en el carác-
ter de las personas.
Trecho: Tramo o parte de un camino.
Sastre: Persona que se dedica a hacer trajes
de hombre.
Atrajo: En este cuento, significa que le gustó
la idea, que le llamó la atención, que le die-
ron ganas de hacer lo que le proponían. La
palabra atraer significa hacer que una cosa o
persona se acerque a otra.
Gorriones: Pájaros pequeños, de color ma-
rrón con manchitas negras, que viven gene-
ralmente en las ciudades.
Talentos: Los talentos son las capacidades
que tiene una persona para hacer bien deter-
minadas cosas.
Flota: Conjunto de barcos o de aviones que
marchan juntos.
Regazo: El regazo es el lugar del cuerpo que
se forma entre las dos piernas, en su parte su-
perior (los muslos), cuando una persona está
sentada.
Carruaje: Medio de transporte que está con-
formado por una cabina, que posee ruedas y
que es tirado por caballos.
Fundamental: Lo más importante.
cuentos de terribles Dragones /47

el REY
DRAGÓN
Relato basado en una antigua
leyenda coreana.

E n Oriente, esas lejanas tierras de las que conocemos


muy pocas cosas, sucedían, hace siglos, hechos real-
mente increíbles... y muchas veces, se convirtieron en his-
torias de las que era difícil saber qué era cierto y qué era
producto de la fantasía y la imaginación. Por ejemplo, en
Corea, hace cientos y cientos de años, hubo una vez un rey
que, dicen, amó tanto pero tanto a su pueblo que, cuando
supo que le faltaba poco para morir, tomó la decisión de
convertirse en dragón, y de vivir para siempre en las frías
aguas del mar, para cuidar las costas de su patria y evitar
que unos terribles piratas las atacaran. ¿Quieren saber más?

Nace un nuevo rey


Hace algo así como mil trescientos ochenta y seis años
nació en el reino de Shila un bebé muy especial. La verdad
48 / cuentos de terribles Dragones

es que cuando nació, nadie se imaginó que sería tan pero tan
especial: era simplemente un príncipe, es decir, el hijo de un
rey y de una reina.
Cuenta la historia que Munmu, como se llamaba el prínci-
pe, fue desde pequeño muy inteligente y que, cuando le tocó
convertirse en rey, gobernó a su pueblo con gran sabiduría y
firmeza. Su padre le había enseñado todo lo que un príncipe
debe saber para reinar.
En aquellos lejanos tiempos, donde hoy están Corea del
Sur y Corea del Norte, existían tres reinos enfrentados entre
sí: Shila, Bekjae y Goguryeo. Cada uno de ellos quería apo-
derarse de los otros, para que así, en lugar de tres, hubiera un
solo reino, muy poderoso.
Munmu tuvo que pasar su juventud luchando en las guerras
que se producían entre los reinos, hasta que el ejército de
Shila venció a los otros dos y entonces, cuando Munmu tenía
ya treinta y cuatro años, ocupó el trono que le dejó su padre,
y que ahora era el trono de un nuevo y poderoso reino.

Munmu y los piratas japoneses:


la peor pesadilla
Pero las cosas no serían tan fáciles para el nuevo rey. Los
pueblos de los reinos que había conquistado estaban en con-
tra de pertenecer a Shila, y comenzaron los problemas. Gue-
rras, luchas, muertes... el rey Munmu tuvo que enfrentarse a
muchos enemigos. Pero lo más duro, lo más difícil, sucedió
cuando la poderosa China intentó adueñarse del territorio de
Shila.
cuentos de terribles Dragones /49

Rápidamente, Munmu organizó sus ejércitos para la gue-


rra. Fueron unos largos y horribles años pero, finalmente,
China abandonó sus planes invasores y sus ejércitos se re-
tiraron, derrotados. Munmu, además, había logrado que por
fin lo aceptaran como monarca los pueblos de los reinos que
su padre había conquistado.
Con el paso de los años, Munmu fue cada vez más querido
por su gente... aunque todavía quedaba un terrible enemigo
por vencer: los despiadados piratas japoneses.
Era realmente imposibles atraparlos... navegaban en bar-
cos veloces, aprovechando los vientos (que conocían mejor
que nadie) y se acercaban a las costas de Shila, por el Mar
del Este, robando a la gente y haciendo toda clase de desas-
tres. Y tan rápido como habían llegado desaparecían.
Nunca se sabía en qué lugar iban a atacar, y por eso era
difícil prepararse para su llegada. Para el rey Munmu eran
mucho más que un problema: eran su peor pesadilla.

El extraño pedido del rey Munmu


Luego de veintiún años de gobernar su amado reino de Shi-
la, Munmu sintió que sus días en la tierra estaban por llegar a
su fin. No había podido acabar con los ataques de los piratas
japoneses, y esto le provocaba una gran preocupación. Sen-
tía que su pueblo, si él moría, quedaría desprotegido.
Y fue en una de esas noches sin sueño, en las que pensaba
y pensaba, cuando lo supo. Fue como una revelación, como
esas cosas que de repente uno ve ante sus ojos y sabe, sin
entender bien cómo, que sucederán.
50 / cuentos de terribles Dragones

Días después, Munmu hizo llamar a su habitación a su fa-


milia y a sus ayudantes más cercanos, y les dijo:
–Mis días en este mundo se están acabando. Quiero pedir-
les que, cuando muera, incineren mi cuerpo y entierren mis
cenizas debajo de las rocas del Mar del Este, pues allí viviré
como dragón, y podré cuidar a mi amado reino.
Nadie podía creer lo que escuchaba... Munmu, al pedir
esto, se estaba rebelando contra una tradición de siglos y si-
glos, pues era costumbre que cuando un rey moría su cuerpo
fuera colocado en una tumba lujosa e importante, para que
todos los súbditos del reino pudieran rendirle homenaje.
Pero nadie intentó contradecirlo. Era la palabra del rey, y
la palabra del rey debía cumplirse.

Una roca se balancea en el Mar del Este


Cuando, días después, los ojos de Munmu se cerraron para
siempre, su hijo Sinmun, el príncipe heredero, hizo cumplir
el deseo de su padre: colocó las cenizas del rey dentro de
una caja construida en piedra y la hizo sumergir en el agua,
en el centro de un grupo de grandes rocas que sobresalían en
el Mar del Este, no muy lejos de la costa.
Pasaron los días y el príncipe no podía quitarse la tristeza
del corazón. Adoraba a su padre y lo extrañaba terriblemen-
te. Le dolía no poder visitar su tumba... no comprendía por
qué su padre le había pedido que lo dejara en el mar.
Finalmente, se decidió y, una mañana ventosa, fue por pri-
mera vez a la costa y allí, desde un acantilado, se sentó a
observar aquellas rocas salientes. Así lo hizo cada día, desde
cuentos de terribles Dragones /51

aquella mañana... se sentaba y miraba durante un largo rato,


y pensaba en su padre.
Hasta que sucedió lo inesperado. Sinmun no podía creer
lo que veía: una de las rocas comenzó a balancearse y de
repente, de ella surgió una gran caña de bambú, llena de ho-
jas y brotes, que de un minuto para el otro se dividió en dos,
mágicamente, ante sus asombrados ojos.
Sinmun no se movió del borde del acantilado en todo el
día. Las cañas se balanceaban con el viento pero seguían
allí. Algo extraño volvió a suceder al anochecer: también
de un minuto para el otro, las cañas volvieron a unirse para
convertirse nuevamente en una sola.

Un inmenso dragón de voz profunda y serena


Lo mismo sucedió los días y las noches que siguieron. El
príncipe, que ahora era rey, pensó que se trataba de una se-
ñal, de algo que le quería indicar su padre, y entonces se
subió a una embarcación y navegó hacia las rocas.
Cuando llegó vio que, en el agua, en el centro de esa espe-
cie de círculo que formaban las rocas, había un inmenso dra-
gón que lo miraba con dulzura, y que con una voz profunda
y serena a la vez le dijo:
–Hijo... llévate la caña de bambú y pide al artesano del
reino que con ella fabrique una flauta. El sonido de la flauta
traerá la paz a estas tierras.
Y apenas terminó de decir esto, se sumergió y Sinmun ya
no pudo verlo.
El príncipe obedeció al dragón y en pocos días la flauta
52 / cuentos de terribles Dragones

estuvo terminada. Llamó al mejor músico de todos los que


por allí se conocían y le pidió que tocara una melodía.
Sí, la flauta resultó ser mágica: ante su sonido, los ene-
migos de Shila se retiraban como si el más impresionante
ejército los hubiera derrotado; el arroz crecía fuerte y sin
pestes en los campos; la gente vivía feliz y en paz, sin pelear
los unos con los otros.
Agradecido por la protección de su padre, ahora converti-
do en dragón, Sinmun hizo construir un templo en la costa
del Mar del Este, que se unía con un largo pasillo subacuá-
tico a las rocas donde vivía el dragón. Lo hizo con la idea
de que el gran rey Munmu tuviera un lugar para descansar,
cada vez que quisiera salir del agua.

Si alguna vez viajan a Corea, no dejen de ir a ver las rocas


donde, dicen, descansa todavía el dragón. ¡Existen de ver-
dad!

Monarca: Rey o soberano que gobierna un


territorio.
Despiadados: Personas capaces de lastimar o
hacer daño a otra o a otras sin que les impor-
te, o sea, sin sentir compasión.
Revelación: Se usa esta palabra para expli-
car que una persona se da cuenta de algo o
ve algo que hasta ese momento estaba oculto
o era secreto.
Incineren: En este caso, la palabra se refiere
a quemar o incendiar el cuerpo de una per-
sona muerta, hasta que sólo queden cenizas.
cuentos de terribles Dragones /53

Balancearse: Moverse de un lado a otro, in-


clinándose, como una balanza.
Bambú: Planta originaria de la India, cuyo
tallo es una caña muy larga, flexible y fuerte.
Acantilado: Se llama así a la costa de un río
o un mar, cuando está formada por rocas que
forman una pared alta y casi vertical.
Pestes: Enfermedades o plagas que, en el
caso de este cuento, se refieren a los cultivos
de los campos. Una peste es la invasión de un
insecto o una bacteria a las plantas, que tiene
como resultado la pérdida de esa planta y de
la cosecha entera.
Templo: Construcción que se realiza con fi-
nes religiosos. Son templos las iglesias y cual-
quier otra construcción que se utilice para re-
cordar el espíritu de alguien.
54 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /55

Hércules
y la HIDRA
VENENOSA
Relato basado en un antiguo
mito griego.

E xisten cientos y cientos de historias maravillosas so-


bre la Grecia antigua, esa tierra increíble en la que vi-
vieron, amaron y pelearon los más valientes héroes, y donde
reinaron los dioses y las diosas más poderosos. Grecia fue,
durante muchos siglos, la cuna de una de las culturas más
importantes de toda la historia de la humanidad. Y cuando
la cultura de un pueblo es tan rica, se llena de historias, de
anécdotas, de mitos y de leyendas. Entre ellas, la leyenda
de Hércules, hijo de un dios, es de las preferidas por niños
y adultos del mundo entero. El gran héroe griego vivió mil
y una aventuras... la que contamos aquí es sólo una de ellas.

Un héroe llamado Hércules


Dicen allá en Grecia que una vez existió un hombre increí-
ble, nacido en la Tierra, pero cuyo padre era el mismísimo
56 / cuentos de terribles Dragones

Zeus, el dios máximo de todos los dioses griegos. Aunque


Zeus tenía su propia esposa, la diosa Hera, se enamoró de
Alcmena y con ella tuvo a este hijo único por su valentía y
por su fuerza.
Hércules creció y aprendió a luchar con distintas armas.
Se convirtió así en un increíble guerrero.
Hera, enfurecida por el engaño de Zeus, quiso matar a Hér-
cules varias veces, pero lo único que logró fue hacer que se
volviera loco, luego de poner en su copa de vino un líquido
mágico. Zeus, muy enojado con su esposa, le ordenó que le
quitara a Hércules el hechizo, pero ya era tarde. En medio de
su locura, y sin darse cuenta, Hércules había hecho muchas
cosas malas, y entonces fue castigado a ser esclavo, durante
doce años, de su propio primo, el rey de Micenas.
Euristeo (así se llamaba el primo de Hércules) no lo quería
mucho, y entonces, para tratar de deshacerse de él, le encar-
gó doce trabajos imposibles de realizar.
Uno de estos trabajos era, precisamente, matar a un horri-
ble dragón griego con forma de serpiente... la terrible hidra.

La espantosa hidra
Se parecía bastante a una inofensiva serpiente acuática,
pero era gigante y tenía tantas cabezas con bocas de dientes
afilados que provocaba el terror de todos los que la cono-
cían, allá lejos y hace tiempo, en la Grecia antigua.
Vivía sumergida en las aguas del lago de Lerna, y dicen
por ahí que en las profundidades del lago existía una co-
nexión con otro mundo, el mundo subterráneo, y que la hi-
cuentos de terribles Dragones /57

dra estaba allí para vigilar que nadie de los de este mundo
intentara pasar.
Pero lo peor, lo más temido, lo que más aterrorizaba a los
hombres, era que la hidra tenía una respiración venenosa,
es decir que todo el que se le acercaba y respiraba un poco
del aire donde respiraba la hidra, moría instantáneamente.
Es con este monstruo con el que tuvo que enfrentarse el va-
liente Hércules; un monstruo del que todos decían, además,
que era imposible de matar, pues por cada cabeza que se le
cortaba volvían a crecer inmediatamente dos. Muchos de-
cían que sólo una de las tantas cabezas de la hidra era la que
le daba vida, es decir que de nada valía cortar las otras si no
se cortaba ésta. El problema es que nadie sabía bien cuál era
de todas.
Y claro, es que la hidra no era un animal común y corrien-
te. Se dice que entre sus familiares (por estas cosas raras
que pasan en el mundo de los dioses) estaba la mismísima
Gea, la diosa de la Tierra, y Tifón, un gigante hijo de Gea,
que tenía alas y una fuerza increíble. En lugar de dedos tenía
cabezas de dragón y, cada vez que agitaba las alas, creaba
huracanes y horribles tormentas.

El momento del combate


Para Hércules había llegado el día de cumplir con lo que
le había exigido Euristeo. Como ya había oído hablar de la
hidra, viajó con su sobrino hacia el lago de Lerna preparado:
llevaba gruesos paños para cubrirse la boca y la nariz y así
evitar respirar el veneno de la monstruosa serpiente.
58 / cuentos de terribles Dragones

Una vez que estuvieron allí, tío y sobrino se cubrieron con


los paños y Hércules comenzó a lanzar flechas con fuego al
lago, para que la hidra se enfureciera y saliera de su cueva
submarina. Su plan era provocarla para entablar un combate
veloz.
Y así fue: la hidra, enloquecida por las flechas que se cla-
vaban en su cuerpo, emergió de las aguas y, rápida como un
rayo, se acercó hacia la costa, donde Hércules la esperaba
con una hoz en la mano, listo para cortarle las cabezas.
Sucedió lo que muchos sabían: por cada cabeza que Hér-
cules cortaba crecían dos. Pero el héroe, rápidamente, pidió
ayuda a su sobrino... ¡y por suerte le dio una idea genial!
El plan era que, apenas Hércules terminara de cortar el
cuello que sostenía una cabeza, su sobrino se acercara y, con
un trapo con fuego, quemara el cuello para que la sangre
dejara de brotar, y así impedir que se formara una nueva
cabeza.
Al ver que el plan daba resultado, Hércules recobró las
fuerzas (ya estaba casi agotado en su pelea con la peligrosa
hidra, y le costaba respirar con la cara cubierta con el paño)
y comenzó a cortar cabezas aquí y allá, mientras su sobrino
quemaba los cuellos sangrantes.
Así fue como Hércules se enfrentó, por fin, a la última ca-
beza de la hidra, la inmortal, la que le daba vida al monstruo.
Con sus últimas fuerzas, levantó una gigantesca piedra y
con ella aplastó la cabeza contra el suelo. La hidra siguió
moviéndose durante unos segundos y luego, por fin, murió.
La sangre empezó a brotar desde abajo de la piedra hasta
formar un arroyito que se mezcló con las aguas del lago que
había sido su hogar.
cuentos de terribles Dragones /59

Hércules completó su tarea quemando todas las cabezas


que le había cortado al animal. A pesar de que sabía que la
hidra estaba muerta, le pareció mejor asegurarse de que no
renaciera de alguna de sus cabezas.
Ése fue el fin de la hidra, pero no el final de la historia de
Hércules, ni de las tareas que le había encomendado Eu-
risteo... las aventuras que vivió este magnífico héroe grie-
go fueron muchas e inolvidables. Pero eso es mejor dejarlo
para otro libro.

Huracanes: Vientos muy fuertes, muy violen-


tos, que giran en círculos.
Entablar: Empezar algo. Esta palabra se usa
sobre todo para hablar del inicio de una gue-
rra, una discusión o una lucha.
Emergió: Salió de adentro de un lugar líqui-
do. Por el contrario, sumergirse es entrar en
un lugar líquido.
Hoz: Herramienta formada por una hoja de
metal curva y filosa, que se agarra con la
mano por un mango de madera.
60 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /61

la perla
y el dragón
CHINO
Relato basado en una antigua
leyenda china.

A unque los especialistas en dragones y otras bestias


parecidas juran y aseguran que los dragones son
sumamente inteligentes, hubo una vez uno, en la lejana Chi-
na, al que un hombre logró engañar, hasta el punto de qui-
tarle, sin que se diera cuenta, el más amado de sus tesoros:
una gigantesca perla, única en el mundo. Ésta es la historia,
entonces, del dragón chino engañado por el hijo de un em-
perador ambicioso.

El dragón que jugaba con la perla


Hace miles de años, cuando China era un imperio enorme
y misterioso para el resto del mundo, existió un dragón que
fue engañado, algo difícil de creer, porque los dragones son
sumamente inteligentes.
La historia cuenta que el dragón vivía en una cueva ubica-
62 / cuentos de terribles Dragones

da en la parte más alta de Kinabalu, que es como se llama la


montaña más alta de la isla de Borneo y que allí, además de
guardar un magnífico tesoro, tenía una inmensa perla, la más
grande que jamás se haya visto.
Encantado con su perla, todas las mañanas, al asomarse el
sol, el dragón salía de su cueva y jugaba con ella. La lanzaba
hacia el cielo y luego la recogía con su boca, y era así como
se divertía.
Ninguna persona se atrevía a desafiarlo, aunque el dragón
parecía ser un dragón bueno, y nunca había atacado a nadie.
Pero sucedió que el emperador de China se enteró de la
existencia de la perla gigante, y enseguida quiso que fuera
suya, es decir, que formara parte del tesoro imperial. Por
eso, llamó a su hijo mayor, el príncipe heredero del trono, y
le pidió que fuera a buscarle la magnífica joya.
De inmediato fue preparado un barco y, unos pocos días
después, el príncipe y algunos soldados comenzaron la tra-
vesía por el mar, hacia la isla de Borneo.

La genial idea del príncipe


Poco antes de llegar, el príncipe alcanzó a ver la punta
de la montaña. El día recién empezaba, y por eso también
pudo ver al dragón, jugando con la bella perla. Mientras lo
observaba, pensaba, y luego de pensar un rato tuvo una idea
genial... el mejor plan para quitarle la perla al dragón.
Les pidió a sus soldados que fabricaran una lámpara
blanca, de papel, en forma de esfera, y del mismo tamaño
que la perla. Y, una vez que la terminaron, les pidió que
cuentos de terribles Dragones /63

fabricaran un barrilete grande y resistente, que soportara el


peso de una persona colgada de él, y que pudiera volar sin
problemas. Así lo hicieron los hombres, y luego de siete
días de trabajo le mostraron al príncipe el barrilete más
grande y más colorido que jamás se había visto.
Al día siguiente, ya de noche, el barco se acercó a la costa
y, aprovechando el fuerte viento, el príncipe se sujetó al ba-
rrilete, tomó con una mano la lámpara de papel y se elevó en
el aire. Desde la cubierta, sus hombres sostenían la cuerda
fuertemente, para no perder al príncipe en los cielos de la
isla.
Con gran valentía, el príncipe llegó hasta la punta de la
montaña y enseguida encontró la entrada de la cueva del
dragón. Dejó el barrilete detrás de unas piedras y, con la
lámpara de papel en la mano, entró silenciosamente.
El dragón dormía y al príncipe casi casi le pareció bello, y
por un momento sintió lástima por él, pero tenía que cumplir
con la orden de su padre, el emperador.
Entre las garras estaba la perla, muy cerca de la boca del
dragón, de la que asomaban unos terribles y afilados colmi-
llos.
Con gran cuidado, el príncipe tomó la perla y en su lugar
dejó la lámpara de papel, y salió de la cueva tan silenciosa-
mente como había entrado.
Tomó el barrilete y tiró de la cuerda: ésa era la señal que
sus soldados esperaban desde el barco. El príncipe se sujetó
al barrilete y los soldados tiraron de la cuerda para que co-
menzara a volar, y fueron llevándolo por el cielo hasta que
bajó suavemente en la cubierta del barco, con la gran perla
en su poder.
64 / cuentos de terribles Dragones

Estaba a punto de amanecer... El dragón se despertaría en


cualquier momento.

El triste final del dragón engañado


Así fue. Los soldados del príncipe alcanzaron a verlo salir
de la cueva mientras el barco se alejaba de la isla. El dragón,
como cada día, quiso jugar con la perla, pero rápidamente se
dio cuenta de que lo que tenía entre las garras era algo muy
distinto.
Enfurecido, comenzó a echar humo y fuego por el hoci-
co y, con los ojos entrecerrados por la ira, se arrojó desde
la punta de la montaña dispuesto a destruir el barco donde
huían los ladrones de la perla.
Los marineros, muertos de miedo, no querían ni mirar,
pero el príncipe, valientemente, apuntó con uno de los caño-
nes al dragón y disparó una bala.
Y sucedió algo increíble: en medio de la humareda, el dra-
gón creyó que la bala era su amada perla... y la atrapó con
la boca. Inmediatamente, y debido a que la bala era pesadí-
sima, el terrible animal se hundió para siempre en las aguas
del mar, y el príncipe pudo llegar a salvo al palacio imperial,
para entregarle a su padre la bellísima perla, que desde ese
momento se convirtió en la pieza más importante del inmen-
so tesoro chino.

Trono: El trono es el asiento en el que se sien-


ta un rey o un emperador. También se usa esta
palabra para nombrar, en general, al lugar de
poder que tiene cualquier soberano.
cuentos de terribles Dragones /65

Travesía: Viaje que se hace, por mar, por tie-


rra o por aire.
Barrilete: Juguete hecho con varillas y papel
al que se le ata un hilo o cuerda y que se re-
monta para que vuele empujado por el viento.
También se le llama cometa.
Cubierta: Es el suelo, el piso, en un barco,
es decir, la zona rodeada por la borda, en la
superficie.
Ira: Enojo muy fuerte, furia, rabia.
66 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /67

los
dragones
REBELDES
Relato basado en
una antigua leyenda china.

H ace miles y miles de años, las personas creaban fan-


tásticas historias que servían para comprender al
mundo, y la forma en que habían surgido los seres y las co-
sas que lo poblaban. Por eso, en distintas regiones del pla-
neta podemos encontrar mitos sobre el origen del cielo, del
sol, de la luna, de una flor o de los hombres y mujeres. En
China hay muchas de esas historias, y una de ellas es la que
nos cuenta cómo fue que surgieron los cuatro ríos más im-
portantes de esa lejana tierra. Conozcámosla.

Los dragones descubren a la gente


En el principio de los tiempos, cuando en la Tierra no exis-
tían ni los lagos, ni los ríos, había solamente un mar, llama-
do Mar del Este. En las profundidades de este mar vivían
cuatro dragones, enormes dragones. Eran el Gran Dragón,
68 / cuentos de terribles Dragones

el Dragón Negro, el Dragón Amarillo y el Dragón Perlado.


Entre ellos no había problemas ni peleas... es más, solían
jugar juntos cada día.
Y sucedió una mañana que, un poco cansados de jugar con
las enormes olas, decidieron volar hacia el cielo para diver-
tirse con las nubes blancas.
De repente, el Dragón Perlado miró hacia la tierra y les
dijo a los otros tres:
–¡Miren! ¡Vengan rápido a mirar esto!
Los otros tres volaron hacia allí y también miraron hacia
abajo. Cientos, miles de personas estaban reunidas queman-
do incienso y ofrendando a los dioses frutas y pan. Intriga-
dos, porque nunca habían visto reunirse a tanta gente, los
dragones se acercaron un poco más y les llamó la atención
una señora muy viejita, con el pelo totalmente blanco, que
estaba arrodillada en el suelo y que llevaba a un niño muy
pequeño abrazado a su espalda.
Los cuatro dragones alcanzaron a escuchar lo que decía:
–Dios de los Cielos, por favor, necesitamos que llueva
pronto. Envíanos la lluvia para que los campos de arroz no
se sequen y podamos alimentar a nuestros hijos y a nuestros
nietos.
Claro... sucedía, y los dragones lo sabían, que hacía ya
mucho tiempo que no llovía. Los árboles se secaban, el pas-
to estaba amarillo y la tierra se resquebrajaba bajo los rayos
del sol, cada vez más ardiente. Las pocas nubes que había
en el cielo, y con las que los dragones habían estado jugando
hasta un rato antes, no alcanzaban a dar sombra.
–¡Pobres personas! –dijo el Dragón Amarillo–. Van a mo-
rir si no llueve pronto.
cuentos de terribles Dragones /69

El Gran Dragón, luego de pensarlo un poco, les contó a sus


compañeros su idea:
–¿Qué les parece si vamos a visitar al Emperador de Jade
y le pedimos que haga llover?
Los otros tres estuvieron de acuerdo, e inmediatamente
volaron hacia el Palacio del Cielo, donde vivía el poderoso
Emperador de Jade, que dirigía todos los asuntos del cielo
y de la tierra.

El enojo del Emperador de Jade


La verdad es que cuando el emperador los vio llegar vo-
lando a tal velocidad se enojó muchísimo.
–¿Qué hacen aquí? –les gritó a los dragones–. Su lugar
está en las profundidades del mar. ¿Por qué no son obedien-
tes y se quedan allí donde deben?
–Disculpe, Su Majestad –dijo el Gran Dragón bajando la
cabeza–. Lo que sucede es que vimos lo que está pasando en
la tierra. No llueve, y los campos de arroz se secan. La gente
se va a quedar sin comida y morirá.
El emperador lo miró muy serio, todavía enojado, y luego
le dijo:
–Muy bien. Háganme caso y regresen al mar. Mañana en-
viaré la lluvia.
Muy agradecidos, los cuatro dragones volaron alegres ha-
cia el Mar del Este, es decir, de regreso a su hogar.
Al día siguiente no llovió. Ni al siguiente. Ni al siguiente.
Pasaron diez días y no cayó una sola gota de agua del cielo.
Los dragones volvieron a volar para observar a las personas
70 / cuentos de terribles Dragones

y, entristecidos, vieron que la gente estaba mucho peor: al-


gunos comían raíces y otros, directamente, comían tierra.
Los dragones conocían muy bien al Emperador de Jade, y
sabían que era egoísta y que las personas le importaban muy
poco. Entonces, se dieron cuenta de que sólo ellos podían
ayudar... pero, ¿cómo lo harían? No tenían poderes para ha-
cer que la lluvia cayera del cielo.

La gran idea del Gran Dragón


Fue el Gran Dragón quien, nuevamente, tuvo una gran
idea.
–Creo que tengo la solución... –les dijo a sus compañeros
luego de haber pasado un largo rato mirando el Mar del Este.
–¿Sí? ¿De verdad? ¿Podremos ayudar? ¡Cuéntanos de qué
se trata! –pidió el Dragón Amarillo.
–Miren nuestro hogar, el mar –les dijo el Gran Dragón–.
Es inmenso, casi infinito. Y es todo de agua. ¿Qué les parece
si tomamos parte del agua del mar y la arrojamos hacia el
cielo? ¡Formaríamos nubes y por fin llovería! ¿No sería una
buena forma de salvar a la gente y a sus campos de arroz?
Los otros tres dragones estaban encantados con la idea y
no paraban de volar en círculos alrededor del Gran Dragón,
locos de alegría.
–Eso sí... hay algo que no podemos olvidar... si el empe-
rador se entera de lo que hicimos, se va a enojar más que
nunca. Seguramente nos castigará.
–No importa –dijo el Dragón Amarillo–. Para nosotros es
más importante ayudar a esa gente.
cuentos de terribles Dragones /71

–Muy bien. Comencemos, entonces –agregó el Gran Dra-


gón.
Y, rápidamente, volaron los cuatro hacia el mar, donde se
llenaron la boca con agua. De allí, subieron hasta el cielo
y dejaron que el agua cayera. Lo hicieron muchas veces,
tantas veces que el agua comenzó a acumularse en enormes
nubes que se pusieron negras, de tan llenas de agua que es-
taban.
Parecía que era de noche, pero era pleno día. Y, de repen-
te, las nubes chocaron y el agua comenzó a caer, en forma
de millones de gotas, sobre las casas, sobre los campos de
arroz, sobre las montañas, sobre los animales y sobre las
personas, que bailaban y cantaban festejando la llegada de
la lluvia.

Para siempre, con la gente


Y sucedió que los gritos de la gente y el ruido de la lluvia
despertaron al Dios del Mar que, enseguida, fue a contarle
lo que sucedía al Emperador de Jade.
–¿Cómo se atreven? ¡Dragones desobedientes! ¡Sólo yo
puedo dar la lluvia a la tierra! –gritaba furioso el emperador.
Llamó a sus soldados del cielo y les ordenó que buscaran
a los dragones y que los atraparan inmediatamente. Sin po-
der defenderse, pues los soldados eran malísimos y, además,
eran muchos más que ellos cuatro, los dragones fueron apre-
sados y llevados al Palacio del Cielo.
Cuando el Emperador de Jade supo que los dragones es-
taban en su poder, llamó al Dios de las Montañas y le dijo:
72 / cuentos de terribles Dragones

–Voy a dejar a los cuatro dragones en la tierra. Quiero que


inmediatamente pongas una enorme montaña sobre cada
uno, para que nunca más puedan moverse, y para que, sobre
todo, no puedan escapar.
Y así fue: los dragones fueron aplastados cada uno por una
pesada montaña, y nunca más pudieron volar ni jugar en el
mar. Pero la verdad es que no les importaba... habían deci-
dido ayudar a la gente y estaban felices de haberlo hecho. Y
quisieron seguir haciéndolo por toda la eternidad... por eso,
se convirtieron en cuatro larguísimos ríos que comenzaron a
correr por toda China, atravesando valles y montañas hasta
llegar al mar. Gracias al agua de estos ríos, la gente ya no ne-
cesitó esperar a la lluvia para que el arroz creciera, y nunca
más faltó el alimento.

Ésta es la historia de cómo se formaron los cuatro grandes


ríos que existen en China: si miran un mapa, verán que co-
rren de oeste a este, uno encima del otro. El primero, más
al norte, se llama Heilongjian (Dragón Negro); el segundo,
debajo del primero y casi en el centro de China, se llama
Huanghe (Río Amarillo); el tercero, debajo del segundo y
más al sur de China, se llama Yangtze (Gran Río); y el cuar-
to, bien al sur, se llama Zhujiang (Río Perlado).

Perlado: Algo es perlado cuando tiene el co-


lor de una perla, es decir, un blanco nacara-
do, ligeramente brillante.
Incienso: Es un material formado por diver-
sas sustancias al cual se le prende fuego y,
como resultado, despide un humo que se uti-
cuentos de terribles Dragones /73

lizaba y se utiliza en rituales religiosos (para


pedir diversas cosas a un dios o a los dioses).
Ofrendando: Ofrendar es ofrecer algo con
amor, a un ser humano o a un dios.
Resquebrajaba: Cuando se dice que la tierra
se resquebraja, se quiere decir que, debido a
que estaba tan seca, en su superficie se forma-
ban grietas.
Jade: Es una piedra muy dura, de color verde
claro, que se utiliza para fabricar joyas.
74 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /75

sigfrido y
el dragón
FAFNIR
Relato basado en una antigua
leyenda del norte de Europa.

N o se conocen muchos detalles sobre el larguísimo


poema en el que se cuenta la historia del tesoro de
los nibelungos y se narran leyendas del pueblo germano, es
decir, del pueblo que vivía en lo que hoy es el territorio de
Alemania, en Europa. Los investigadores saben, con seguri-
dad, que alguien cuyo nombre nunca se supo lo escribió más
o menos en el año 1230 (hace realmente mucho tiempo). Se
los aseguro... vale la pena leer esta fantástica historia.

Odín y el tesoro de los enanos nibelungos


Odín, el gran dios, el rey de los dioses para los pueblos
del norte de Europa, iba un día recorriendo la tierra donde
vivían los gigantes cuando, de repente, vio a una enorme
nutria que, en medio de un río, atrapaba un salmón para co-
mérselo.
76 / cuentos de terribles Dragones

El dios no dudó y atrapó a la nutria y la mató, con la idea


de comerla junto con Reidmaro, uno de los gigantes que vi-
vían en aquella tierra. Pero, cuando ya estaba con Reidmaro
y a punto de cocinar a la nutria, el gigante se dio cuenta de
que el animalito era en realidad su hijo, que tiempo atrás
había sido hechizado y convertido en nutria.
Cuando Odín supo esto, algo arrepentido por haber mata-
do al hijo del gigante, le dijo a Reidmaro y a sus otros dos
hijos:
–Bien... pídanme lo que quieran y se los daré.
La familia de gigantes le pidió joyas y riquezas para cubrir
el cuerpo de la nutria muerta, y entonces Odín se fue de la
casa a buscar el famoso tesoro de los enanos nibelungos.
Estos enanos vivían en las profundidades de las montañas,
en enormes cuevas y dedicaban sus días a cuidar y proteger
un increíble tesoro.
Odín llegó enseguida hasta la cueva donde vivía el rey de
los nibelungos, el enano Alberico, y le exigió que le entre-
gara el tesoro. Alberico, desesperado, no se pudo negar, por-
que ya conocía a Odín cuando se enojaba, y entonces aceptó
entregarle todo, sin decir nada, pero intentó engañarlo.
Cuando Odín ya se estaba yendo con el tesoro, vio que
el rey de los enanos escondía algo en una de sus manos. Se
acercó y, al abrirle la mano a la fuerza, vio que el enano tenía
un bellísimo anillo.
Alberico, aterrorizado, se apuró a decirle:
–Ahhh, Odín, amado dios... estaba a punto de dártelo. Lo
dejé para el final porque este anillo tiene un poder extraño.
Odín seguía mirándolo con gran enojo, y entonces, Alberi-
co, para calmarlo y agradarle, le dijo:
cuentos de terribles Dragones /77

–Odín, mi gran dios... te pido perdón. No quería quedarme


con el anillo. Para que no te enojes conmigo y sepas perdo-
narme, haré un encantamiento ya mismo sobre esta joya... a
partir de este momento, quien use este anillo quedará maldi-
to y sólo vivirá cosas horribles.
¡Ah, justamente lo que le gustaba a Odín! Encantado, tomó
el anillo y regresó con todo el tesoro a la casa de Reidmaro,
el gigante.
Al llegar, cubrió el cuerpo de la nutria con las joyas, se
guardó el anillo, y se fue. Cuando se quedaron solos, Fafnir
y Mime, los dos hijos de Reidmaro, le pidieron a su padre
que les diera una parte del tesoro, pero él no quiso.
Fafnir, enfurecido como sólo se enfurecen los gigantes
(es decir, muy enfurecido) mató a Reidmaro y se apoderó
del tesoro. Ni siquiera quiso compartirlo con su hermano y,
además, para que nadie se atreviera a acercarse a las joyas y
riquezas, se convirtió en un temible dragón, el más espanto-
so dragón de todos los que se conocían en aquellos lejanos
y mágicos lugares.

Nace el héroe que peleará con el dragón


Aunque Odín era un dios y vivía con otros dioses alejado
de la tierra, tuvo muchos hijos con bellas mujeres mortales.
Uno de ellos se llamaba Sigmundo, y estaba enamorado de
la bella Siglinda, sin saber que Odín era, también, el padre
de ella.
Siglinda estaba casada con un guerrero llamado Hunding,
pero el día que conoció a Sigmundo supo que había encon-
trado al amor de su vida. Huyeron juntos, pero Hunding
78 / cuentos de terribles Dragones

comenzó a perseguirlos, y lo hizo durante meses y meses.


Sigmundo no se preocupaba ni tenía miedo, porque su padre
le había dado una espada llamada Nothung, con la que se
convertía en un hombre invencible.
Pasó el tiempo, y Sigmundo y Siglinda tuvieron un hijo al
que llamaron Sigfrido. Vivían tranquilos y felices, y ya casi
se habían olvidado de Hunding. Pero él seguía buscándolos,
y los encontró.
Odín, el gran dios, padre de Sigmundo y Siglinda, se había
puesto del lado de Hunding, pues estaba muy enojado con
sus hijos por huir de esa manera... y entonces, por más que
Sigmundo tenía en su poder la espada que lo hacía invenci-
ble, Hunding lo venció con el poder de Odín como ayuda, y
lo mató. Además, en medio de la lucha, la poderosa espada
de Sigmundo se partió.
Antes de morir, Sigmundo habló por última vez con Si-
glinda y le dijo que escapara con Sigfrido y que no olvidara
la espada porque él sabía que, en algún momento, su hijo
podría arreglarla y con ella vencería en grandes batallas.
Siglinda corrió con Sigfrido en brazos hacia lo profundo
del bosque, pero algún extraño mal se había apoderado de
ella y cada vez se debilitaba más. Tuvo que recostarse bajo
un árbol, sintiéndose cada vez peor.
Fue en ese momento que apareció por allí Mime, el gi-
gante, hermano de Fafnir e hijo de Reidmaro, y se ofreció a
ayudar a Siglinda. Ella le entregó a Sigfrido y a la espada, y
le pidió que lo cuidara y que le entregara la poderosa espada
cuando creciera y tuviera fuerza para sostenerla.
Y el gigante Mime aceptó. ¿Saben por qué? Porque sos-
pechaba que ese pequeño niño, cuando creciera, podría ayu-
cuentos de terribles Dragones /79

darlo a rescatar de las garras de su hermano convertido en


dragón el tesoro de los nibelungos.

Sigfrido lucha con Fafnir


El gigante Mime supo cuidar muy bien a Sigfrido, y por
eso en pocos años éste se convirtió en un joven guerrero
fuerte y valiente.
Un día, Mime se dio cuenta de que ya era hora de entre-
garle la espada, y así lo hizo. Sigfrido, emocionado por tener
algo que había pertenecido a su padre, pudo arreglar la espa-
da y comenzó a practicar con ella.
Mientras tanto, Mime le hablaba de un terrible dragón que
vivía en una cueva llena de riquezas. Nunca le dijo que se
trataba de su propio hermano, el gigante Fafnir. Lo que sí
le dijo, y que fue algo que despertó en Sigfrido el deseo de
pelear con el dragón, fue que él sabía que el que venciera a
la bestia sería admirado en el mundo entero.
En poco tiempo Sigfrido estuvo preparado, y salió en bus-
ca de Fafnir, y del fabuloso tesoro. No tuvo que andar mucho
para hallar la cueva y allí lo encontró, enorme y horrible.
El dragón despertó cuando sintió olor a humano... grandes
llamaradas comenzaron a salir de su boca, entre nubes de
humo y rugidos espantosos. Sigfrido, sin dudar, entró en la
cueva y, agarrando fuertemente su espada, luchó con Fafnir.
Era terrible... la sangre teñía las paredes de la cueva, y el
dragón seguía defendiéndose como podía, aunque cada vez
estaba más débil, porque la espada de Sigfrido se hundía en
su cuerpo una y otra vez, provocándole cientos de heridas.
80 / cuentos de terribles Dragones

Después de un tiempo que pareció eterno, finalmente Faf-


nir cayó desplomado, y Sigfrido se dio cuenta de que estaba
muerto. El triunfo y la gloria, ahora, eran para él.
Pero sucedió algo realmente mágico, algo totalmente in-
esperado: Sigfrido, manchado con la sangre del dragón, se
pasó la lengua por los labios y algo de esa sangre entró en su
boca. Cuando salió de la cueva para descansar, se dio cuenta
de que era capaz de entender lo que decían los pájaros del
bosque al cantar, y fue un pájaro pequeño el que se acercó
a él y le dijo:
–La sangre del dragón es mágica, y es la que te permite
entender todo lo que decimos. Pero, además, debes saber
que si te cubres por completo con la sangre de Fafnir, nadie,
nunca, podrá matarte, porque la sangre del dragón hará que
tu cuerpo no pueda ser atravesado por ninguna espada.
Inmediatamente, Sigfrido entró en la cueva y cubrió todo
su cuerpo con la sangre, pero no se dio cuenta de que, al salir
al bosque, una hoja de un árbol se le había quedado pegada
en la espalda, y por eso ése fue el único lugar de su cuerpo
que no fue alcanzado por la sangre. Por lo tanto, Sigfrido no
era totalmente invencible.

Las aventuras de Sigfrido


Luego de bañarse con la sangre del dragón, Sigfrido cami-
nó hasta el fondo de la cueva para llevarse el tesoro y, cuan-
do estaba saliendo, se encontró con el gigante Mime, que
quiso quitarle las joyas. Comenzaron a pelear y Sigfrido,
con su maravillosa espada, lo mató. Luego, cuando regresó
a buscar el resto del tesoro, encontró escondido en lo más
cuentos de terribles Dragones /81

profundo de la caverna a Alberico, el rey de los enanos, que


también buscaba el tesoro de su pueblo.
Alberico, enloquecido porque veía que Sigfrido se llevaba
su tesoro, intentó estrangularlo, pero el gran guerrero que ya
había vencido al terrible dragón mató inmediatamente al rey
de los enanos con su poderosa espada.
Libre por fin, sin enemigos, Sigfrido salió de la cueva con
el tesoro... y con el poderoso anillo, sin saber que con él se
llevaba el dolor, la muerte y la desgracia.
Desde ese momento, Sigfrido vivió mil y una aventuras...
se convirtió en rey, se casó con una bella princesa llamada
Crimilda, recorrió el mundo conquistando tierras y cometió
un solo error: contarle a su esposa su más grande secreto.
Crimilda supo cuál era el lugar de la espalda de Sigfrido
donde había quedado pegada la hoja del árbol. Crimilda sa-
bía que Sigfrido no era invencible.
Aunque lo amaba más que a nadie en el mundo, llegó el
día en que Crimilda, asustada por una amenaza, contó el
secreto de Sigfrido, a quien mataron clavándole una lanza
en el hombro.
Crimilda, desesperada de dolor, dedicó el resto de su vida
a vengarse del asesino de su amado. Y lo logró. ¿Quieren
saber cómo? Hmmm... ésa es otra historia. La de Sigfrido y
el dragón termina aquí.

Nibelungos: Para la mitología del norte de


Europa, los nibelungos eran enanos descen-
dientes del rey Nibelung, que conformaban un
reino y que, según cuenta la leyenda, vivían
en las profundidades de la tierra.
82 / cuentos de terribles Dragones

Desplomado: Se dice que alguien o algo cae


desplomado cuando cae pesadamente, sin
fuerza, como cuando alguien cae desmayado
o muerto.
Caverna: Hueco profundo cavado en la tierra
o en la roca de una montaña. También se le
puede llamar cueva.
cuentos de terribles Dragones /83

el dragón
que era
DIABLO
Relato basado en un cuento
de los hermanos Grimm

E n un lejano reino, perdido en la bruma de los tiempos,


gobernaba un rey guerrero que una vez fue atacado
por un reino enemigo. Y como al rey le gustaba mucho com-
batir, organizó enseguida a sus soldados y los envió a la
batalla. Pero nunca se imaginó lo que vivirían tres de ellos.
Ésta es su historia.

Se declara la guerra
Cuando llegó la noticia al castillo, traída por un mensajero
montado en un hermoso caballo negro, el rey sonrió satis-
fecho. Pocas cosas le gustaban tanto como ir a la batalla,
organizar sus ejércitos, preparar las banderas y ver bien lus-
trados los escudos, y afiladas las espadas. Un rey vecino le
declaraba la guerra, con la intención de quitarle parte de su
territorio, y él no lo iba a permitir.
84 / cuentos de terribles Dragones

Por eso, de inmediato llamó a sus consejeros más cercanos


y a los jefes de su ejército y les ordenó que prepararan todo
para entrar lo antes posible en combate. Al mismo tiempo,
envió de vuelta al mensajero, con la respuesta para el rey
enemigo: no estaba dispuesto a ceder ni un centímetro de
sus tierras... ¡la guerra estaba declarada!
Pero este rey era, en realidad, un poco (bastante) avaro. Él
pensaba que sus soldados debían estar orgullosos de servir-
le, sin importar cuánto les pagara. Y la verdad es que con lo
que ganaba cada uno, apenas les alcanzaba para comer.

El plan del escape


Tres días después de la llegada del mensajero, los ejércitos
del rey estaban preparados, y comenzaron a marchar hacia
el lugar donde los aguardaban las tropas enemigas. Era im-
presionante verlos atravesando valles y montañas, en una
extensa y colorida fila de hombres y caballos.
El camino era largo, y por eso al anochecer los jefes dieron
la orden de detenerse a descansar hasta el día siguiente. Los
cocineros prepararon la comida, otros llevaron los caballos
a un lugar cercano para que se refrescaran, y los demás se
dedicaron a armar las carpas para dormir.
Cuando todos habían terminado de comer, se reunieron en
grupos para conversar bajo la luz de la luna. Uno de esos
grupos lo formaban tres soldados que, enseguida, se dieron
cuenta de que tenían algo en común: el enojo que les provo-
caba vivir tan miserablemente con lo que les pagaba el rey.
–Yo no voy a arriesgar mi vida en la batalla por tan poca
cosa –comenzó diciendo uno.
cuentos de terribles Dragones /85

–Tienes razón. Ya estoy harto de vivir así. ¿Qué mujer va


a querer casarse conmigo, si apenas tengo dinero para mi
propia comida? –agregó con tristeza otro.
El tercero, que los escuchaba con atención en silencio, dijo
finalmente:
–No tenemos por qué quedarnos aquí. ¿Qué les parece si
nos escapamos? Es de noche... está oscuro... nadie se dará
cuenta de que faltamos.
–Pero... si nos atrapan nos matarán. Ya sabes que la muerte
es el castigo para los soldados que desertan –dijo preocupa-
do el primero.
–Estuve pensándolo mucho –le respondió el que había te-
nido la idea de escapar–. ¿Ven ese campo de trigo que está
allá? Si nos ocultamos allí durante la noche, nadie nos verá.
Las tropas se irán al amanecer, y entonces seremos libres.
Los demás miraron hacia el campo de trigo y, luego de
pensarlo por unos momentos, estuvieron de acuerdo.

Sin comida ni bebida


Una hora después, cuando ya todos dormían en sus carpas,
los tres jóvenes soldados salieron sigilosamente del campa-
mento y, casi agachados, corrieron hacia el campo, donde el
trigo estaba tan alto que realmente era imposible verlos. Allí
pasaron la noche, sin dormir, esperando el momento en que
la tropa siguiera su camino.
Pero algo inesperado sucedió: unos momentos antes del
amanecer, llegó un mensajero a caballo, que anunciaba que
más adelante había una fuerte tormenta que hacía imposible
cruzar un caudaloso río. Por eso, los jefes del ejército del rey
86 / cuentos de terribles Dragones

decidieron permanecer el tiempo que fuera necesario en el


campamento, hasta que las aguas del río se aquietaran y les
permitieran seguir su camino.
Los soldados escondidos entre el trigo, al ver que pasaban
las horas y que nadie se movía de su lugar, comenzaron a
desesperarse. Y más se desesperaron cuando pasó un día,
y otro, y otro, y las tropas seguían allí. Tanto al mediodía
como a la noche, el aroma de la comida llegaba a sus nari-
ces, enloqueciéndolos de hambre.
Estaban desesperados... si las tropas seguían allí ellos no
aguantarían mucho más, pues no tenían ni comida ni bebida,
pero si salían, serían vistos por los demás soldados, que los
apresarían y luego los matarían, por desertores.

Un dragón rojo de ojos centelleantes


Cuando ya no soportaban más, los tres soldados escondi-
dos en el campo de trigo vieron acercarse hacia ellos, volan-
do a una velocidad increíble, rasgando las nubes con sus alas
puntiagudas, a un dragón rojo, enteramente rojo, de cuya
boca salían llamaradas azules, de un azul tan oscuro como
el cielo de esa noche terrible.
Parecía que sólo ellos lo veían, porque en el campamento
la actividad era normal: risas, el aroma de la carne asándose,
algunos gritos y el inconfundible sonido de las espadas afi-
lándose en las piedras.
El dragón descendió en completo silencio, justo al lado de
los desertores.
–¿Se puede saber qué hacen aquí escondidos? –preguntó.
cuentos de terribles Dragones /87

El que había tenido la idea de escapar, todavía aterrorizado


por esa presencia, contestó temblando:
–Somos soldados de aquella tropa, y nos escapamos por-
que estamos hartos de vivir miserablemente. El rey nos paga
muy poco por nuestro trabajo, pero también aquí, escondi-
dos, estamos desesperados. Si seguimos así un día más, mo-
riremos de hambre; y si salimos del campo, nos verán y nos
matarán.
Los ojos del dragón, de un verde centelleante, se entre-
cerraron por unos segundos. Terminó de plegar las alas e,
inclinándose un poco más hacia los soldados, les dijo en en
un susurro:
–Hmmm... yo puedo ayudarlos. Si los tres están dispues-
tos a obedecerme en todo dentro de siete años, yo los sacaré
de aquí ahora mismo, sin que nadie se dé cuenta, y además
les daré las riquezas que deseen.
Los jóvenes soldados se miraron entre sí, y no tuvieron que
decirse nada. El hambre no los dejaba pensar. La sola idea
de salir de allí era tan tentadora que no dudaron en aceptar
la propuesta del dragón.
–Está bien. No nos queda otro camino. Sálvanos –dijo uno
de ellos.

Un pacto con el diablo


El dragón, como muchos dragones, tenía cuatro patas,
pero las más poderosas eran las delanteras, de las que sobre-
salían unas garras largas y afiladas. Con ellas tomó a los tres
soldados que, aterrados, de repente se vieron a sí mismos
volando sobre el campamento. El miedo les impedía gritar,
88 / cuentos de terribles Dragones

y la sorpresa de darse cuenta de que pasaban tan cerca de sus


antiguos compañeros sin que ninguno los viera también los
mantenía mudos.
El dragón voló por un buen rato, y luego los depositó sua-
vemente en un bosque oscuro y lleno de ruidos extraños.
Volvió a plegar sus alas y les dijo:
–Ahora cumpliré con la segunda parte de mi promesa.
Y mágicamente hizo aparecer tres látigos, y los repartió
entre los soldados.
–Cada vez que hagan restallar los látigos, tendrán tanto
dinero como pidan. Así vivirán sin dificultades, y se conver-
tirán en grandes señores. Eso sí, recuerden que tienen siete
años para hacer lo que deseen. Luego, los tres estarán bajo
mi poder, para siempre.
Cuando terminó de decir esto, el dragón hizo aparecer un li-
bro enorme, antiguo, y les hizo firmar a los jóvenes soldados
una hoja donde alcanzaron a leer las condiciones del pacto.
¿Saben lo que sucedía? Los soldados no lo sabían, pero
la verdad es que el dragón era el diablo disfrazado. Ellos
acababan de entregarle sus vidas al mismísimo jefe de los
demonios del infierno.
Pero como a los demonios les encantan los juegos y los
acertijos, el diablo decidió, a último momento, darles una
oportunidad a los hombres que acababa de salvar:
–Les daré una sola oportunidad de quedar libres de mi po-
der. Dentro de siete años, cuando vuelva a buscarlos, les diré
un acertijo, y si son capaces de descifrarlo, serán libres para
siempre.
Y dicho esto, el dragón se alejó volando tan silenciosa-
mente como había llegado, un rato antes, al campo de trigo.
cuentos de terribles Dragones /89

Se acerca el momento más terrible


Durante los años que siguieron, los tres soldados vivieron
rodeados de lujos y comodidades. Lo del látigo era cierto:
cada vez que necesitaban dinero, lo hacían restallar y ante
sus ojos aparecían bolsas llenas de monedas de oro. Pudie-
ron comprarse cada uno una lujosa casa, casarse, tener hijos,
y nunca les faltaba nada.
Así, el tiempo pasó más rápidamente de lo que pensaban.
Seguían siendo amigos, pues vivían en la misma ciudad, y
cada tanto se reunían a beber y a conversar.
Cuando ya se estaban por cumplir los siete años de los que
les había hablado el diablo, se encontraron una noche, en la
plaza principal.
–Se nos acaba el tiempo... ¿se dieron cuenta? –dijo uno,
angustiado.
–Sí, y seguramente va a venir a decirnos el acertijo. ¿Qué
vamos a hacer? –respondió otro, sumamente preocupado.
–No tengan miedo. Quédense tranquilos. Yo no soy ningún
tonto y voy a poder resolver el acertijo –dijo el que, años
atrás, había tenido la idea de escapar hacia el campo de trigo.
En eso estaban cuando se acercó una anciana y, al verlos
tan serios, les preguntó qué les sucedía.
–Nada, señora. En realidad, lo que nos sucede no tiene
solución. ¡Para qué contarlo! –dijo el que estaba angustiado.
La viejecita insistió.
–¡Vamos, cuéntenme qué les pasa! Quizás pueda ayudar-
los...
Y entonces le contaron toda la historia, mientras ella escu-
chaba atentamente. Cuando terminaron, la anciana les dijo:
–Creo que puedo ayudarlos, pero deben hacerme caso. Uno
90 / cuentos de terribles Dragones

de ustedes tendrá que ir al bosque que rodea a la ciudad. Irá


por el sendero más angosto, y caminará hasta llegar a un muro
de piedras muy antiguo, cubierto de musgo. Buscará bien en
el muro, hasta encontrar una pequeña escondida. Debe atra-
vesarla, y allí hallará la solución a su problema.
Los tres amigos se miraron entre sí, y los dos que estaban
de peor ánimo pensaron que esa mujer quizás estaba loca,
y que no valía la pena hacer el esfuerzo de adentrarse en el
bosque. Pero el tercer amigo, el que siempre les levantaba el
ánimo, se ofreció a hacer lo que la mujer les decía.

En la casa de la abuela del diablo


Inmediatamente, el ex soldado se puso en camino, tomó
el sendero angosto y llegó, un buen rato después, al muro
cubierto de musgo.
Buscó y buscó hasta que encontró una pequeña puerta de
madera, que crujió cuando la empujó. Al atravesarla, se dio
cuenta de que estaba en una pequeña choza y que allí, en
una silla, había una mujer sentada, una mujer muy pero muy
vieja. Esa mujer era, precisamente, la abuela del diablo. Y
en esa casa, precisamente, vivía con su nieto.
–¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué quieres? –pregun-
tó la anciana al ex soldado, apenas lo vio traspasar la puerta.
Él se acercó y le contó la historia completa, desde el prin-
cipio hasta el final, con todos los detalles. Lo hizo de una
forma simpática, tan simpática que a la anciana le cayó muy
bien, y por esas cosas raras del destino, decidió ayudar a los
tres amigos. Así fue como le dijo al ex soldado que ella era
la abuela del diablo, y que, justamente, era su nieto quien
cuentos de terribles Dragones /91

se había disfrazado de dragón en aquella lejana noche en el


campo de trigo.
–Hazme caso... corre esa gran piedra que está allí, a tu de-
recha. Detrás de ella está la habitación donde guardo el vino
que bebe mi nieto. Escóndete allí, dejando apenas abierta
la entrada. Así podrás oír todo lo que mi nieto y yo nos di-
gamos. Presta mucha atención, porque así podrás salvar tu
vida y la de tus amigos.

La solución al acertijo
Cuando se hizo de noche, la puerta se abrió y entró el dia-
blo, nuevamente con el aspecto de un enorme dragón rojo.
La anciana lo esperaba con la mesa puesta y la comida
servida, y entonces nieto y abuela se sentaron a comer y a
beber.
–Cuéntame cómo ha sido tu día... ¿has logrado apoderarte
del alma de alguien hoy? –preguntó dulcemente la anciana.
–No –gruñó el demonio–. Hoy ha sido un día perdido.
Pero por suerte no falta mucho para que tenga a tres en mi
poder –y le contó a su abuela la historia que ella acababa de
escuchar, de labios del ex soldado.
–Así que son tres soldados... –dijo la anciana.
–Sí, tenían aspecto de tontos. Les dije que cuando los bus-
cara les plantearía un acertijo y que si lo resolvían serían
libres, pero no podrán hacerlo.
–Hmm... yo no estaría tan segura. Los soldados son muy
astutos. Mira que se te pueden escapar, ¿eh?
–¡Ja, ja, ja! –rió el diablo con ganas–. Eso no va a suceder.
Esos tontos ya son míos. El acertijo es imposible de resolver.
92 / cuentos de terribles Dragones

La mujer sonrió y luego de unos instantes, mientras le ser-


vía más comida al diablo, preguntó:
–¿Y cómo es ese acertijo tan difícil?
–Yo les diré que los llevaré al infierno conmigo, y que allí
se celebrará un banquete. Si ellos son capaces de adivinar
qué comerán, con qué lo comerán y qué recipiente usarán
para beber, quedarán libres –dijo el diablo.
–Ah... pero es realmente imposible de resolver, nieto que-
rido –dijo la señora–. Yo no me imagino cuál podría ser la
respuesta a ese enigma.
El diablo, que adoraba dejar sin respuestas a las personas,
se puso contento y, entonces, le dijo a su abuela:
–¿Viste que era imposible? La respuesta es la siguiente: la
comida es asado de caballo del Mar del Norte. Para comerlo
en lugar de cubiertos usarán una costilla de ballena, y el cas-
co hueco de la pata delantera derecha de un caballo muerto
será su copa, la que usarán para beber.
La abuela lo felicitó por ser tan ingenioso y, luego de le-
vantar la mesa, le dijo que ya era hora de ir a la cama (por-
que, por más que fuera el mismísimo diablo, al fin y al cabo
era ella la que mandaba en esa casa).

Se cumple el terrible plazo


Cuando escuchó los sonoros ronquidos de su nieto retum-
bando por toda la choza, la abuela llamó al ex soldado, que
corrió la piedra y fue a su encuentro.
–¿Escuchaste bien todo lo que dijo? –preguntó la anciana.
–Sí, palabra por palabra. No se preocupe. Tengo muy bue-
na memoria. Recordaré cada respuesta del acertijo.
cuentos de terribles Dragones /93

Y dicho esto, le agradeció a la abuela del diablo y se mar-


chó de allí. Estaba muy apurado y quería regresar lo antes
posible junto a sus amigos, que lo esperaban ansiosos en la
plaza.
Al llegar, les contó todo lo que acababa de vivir, y por fin
los dos ex soldados dejaron de preocuparse y recuperaron la
esperanza.
Días después, al vencerse el plazo de los siete años, el dia-
blo se les apareció, de nuevo con la forma de dragón, volan-
do y echando fuego azul por su boca llena de dientes.
–Bien, bien, bien... ha llegado la hora, mis queridos, de
que respondan al acertijo que puede dejarlos libres.
Ellos no contestaron, y entonces el diablo agregó:
–Escuchen con atención... voy a llevarlos conmigo al mis-
mo infierno, y allí los invitaré a un banquete con el resto de
los demonios. Deben adivinar qué comida se servirá en el
banquete, con qué tipo de cubierto la comerán y, finalmente,
qué utilizarán para beber el vino que yo mismo les serviré.
Si son capaces de adivinar esto, quedarán libres del pacto y,
además, les dejaré los látigos para siempre.
Los ojos verdes del diablo centelleaban más que nunca.
Mientras los amigos se miraban entre sí, él sonreía y ya se
los imaginaba en su poder. Pero su sonrisa se convirtió en
un gesto amargo cuando escuchó que uno de ellos le decía:
–Comeremos un caballo asado, que vendrá del Mar del
Norte.
Enseguida, el otro ex soldado, casi riendo, dijo:
–Yo sé con qué lo comeremos: con la costilla de una ballena.
El diablo, sin poder creer lo que escuchaba, empezó a
echar grandes bocanadas de humo por la nariz.
94 / cuentos de terribles Dragones

Por último, el tercero de los amigos dijo, triunfalmente:


–El vino que nos servirás lo beberemos en el casco vacío
de la pata delantera de un caballo muerto.
El diablo, enfurecido porque su plan había fallado, se puso
más rojo de lo que era. Las llamas azules que salían de su
boca amenazaban con incendiar todo a su alrededor. Los tres
amigos comenzaron a alejarse, sin dejar de mirarlo, aún con
algo de miedo. Lo habían vencido, y él lo sabía.
Desplegó sus alas, sacudió su horrorosa cabeza, gruñó y
pataleó y, finalmente, levantó vuelo en medio de horribles
rugidos.
Los ex soldados no volvieron a verlo nunca más. Dicen los
que saben que, muy de vez en cuando, en noches oscuras y
sin luna, puede oírse un aleteo dentro del bosque, acompa-
ñado de un horrible lamento de amargura.

Bruma: Niebla.
Consejeros: Personas que aconsejan y asesoran
a alguien sobre temas específicos.
Ceder: Es un verbo que se usa para describir
muchas acciones. En el caso de este cuento, se
refiere a dejarle a otro parte de un territorio.
Avaro: Persona que quiere acumular dinero, ob-
jetos o riquezas sólo para ella, sin compartir con
nadie.
Caudaloso: Río por el que corre gran cantidad
de agua.
Desertores: Personas que, por alguna razón,
abandonan una obligación. En este cuento, se
cuentos de terribles Dragones /95

trata de soldados que abandonan su puesto en la


tropa o en el ejército.
Rasgando: Rasgar es romper algo tirando de
una de sus partes. En el caso de este cuento, se
refiere a romper las nubes.
Tropa: Conjunto de soldados.
Centelleante: Que lanza destellos, o sea, brillos
rápidos y veloces.
Restallar: Esta palabra se refiere al ruido que
hace un látigo cuando se lo sacude en el aire,
cuando su extremo pega sobre una superficie.
Pacto: Acuerdo, trato que se hace entre personas.
Acertijos: Frases ingeniosas que esconden una
respuesta que hay que adivinar, en forma de
juego.
Musgo: Tipo de planta que crece en lugares hú-
medos y con sombra, sobre todo sobre rocas o
piedras y sobre los troncos de los árboles. For-
ma una especie de colchón apretado.
Ánimo: Fuerza, espíritu, energía. En el caso de
este cuento, significa que los personajes no te-
nían ánimo, les faltaba fuerza y optimismo.
Choza: Vivienda o casa muy humilde, hecha con
materiales naturales (palos, piedras, ramas, et-
cétera).
Casco: En el caso de los caballos, es el extremo
de cada pata, es decir, la parte parecida a una
uña.
96 / cuentos de terribles Dragones
cuentos de terribles Dragones /97

Beowulf y el dragón......................................................................... 3

Bunyip y el cisne negro.................................................................... 7

Dragón bajo tierra........................................................................... 15

El dragón engañado........................................................................ 19

El dragón que explotó...................................................................... 31

El dragón y los hermanos................................................................ 35

El rey dragón................................................................................... 47

Hércules y la hidra venenosa........................................................... 55

La perla y el dragón chino.............................................................. 61

Los dragones rebeldes..................................................................... 67

Sigfrido y el dragón Fafnir.............................................................. 75

El dragón que era diablo................................................................. 83

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