San Jorge y El Dragon Cuento

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SATI [ORGE Y EL DRAGOII LEYENDA iMGLESA réticas en la region que hoy se conoce ‘con el nombre de Libia, el valeroso caballero Jlamado Jorge llegé a las therras de un rey que estaba sumido en una honda agonia, pues atardecer debfa entregar a una joven o a un nifo en sacrificio pa- ra que un terrible dragon los devorara. HHacia ya mucho tiempo que el abominable dragon venia cada tarde a reclamar su victima. Después, los cielos se tenian de rojo co- mo si lloraran lagrimas de sangre y a bestia engullia a la persona se Luego se retiaba y desaparecia en la oscuridad de la noche. Para poder elegir a la victima con total justicia, el rey habia or- ganizado un sorteo en el cual todos los nombres de las jévenes y nos eran escritos a fuego en astllas de madera y Tuego se colo- caban éstas en un gran recipiente de metal. El rey en persona era el encargado de meter su mano derecha en dicho recipiente para escoger, al azar, el nombre del desdichado que seria engullido por el maléfico dragon. C= la leyenda* que, luego de combatir a las tropas he- + son muchos los pases que se atribuyen la “verdaders” Bistor's de San Jonge: italia, Espana, Francia, Alemania, etc. He decidido denominarla leyenda “inglesa”, porque Inglaterra fue el pais que ‘convirti6-a San Jorge en su patrono. (El lector in- ryesado puede leer otra version de esta misma historia ‘en El Magico Mundo de los Dragones del mismo autor y de la misma editorial. [N de 1.) samt JORGE Y EL DRAGON 117 Pero una vez sucedié que, en uno de esos nefastos sorteos, el monarca sacé la astilla con el nombre que él nunca hubiera que- rido extraer. La angustia golped su coraz6n y parecié hacerse jo de repente cuando, habiendo alzando su mano, leyé el nombre de la persona que mas amaba en el mundo entero: Elya. ( La joven y hermosa princesa -Ia tnica hija del rey-, al escu- char su nombre, traté de esconder sus lagrimas, pero éstas brow ron de sus ojos como el agua de la vertiente de su apesadumbra- do corazén. 118 mITOS Y LEYEMDAS DE DRAGONS El rey estaba como petrificado, no sabia qué hacer, pues no podia contradecir la ley que él mismo habia sancionado, pero tampoco queria que su pobre hija fuera devorada viva por la mal- dita bestia. La angustia y el pesar ya se habian apoderado de todos y cada uno de los habitantes de aquel reino —que vivian en un duelo constante porque muchos ya habfan perdido a sus propios hijos-, pero perder a la princesa era como si perdieran el ultimo aliento, la ultima esperanza en un milagro. SAM JORGE Y EL DRAGON 119 Pec El monarca se derrumbé en el podio y los cortesanos lo tuvi ton que socorrer y lo trasladaron a sus aposentos. De repente, las fiebres y el delirio colmaron su cuerpo y su alma, victimas ambos de un intenso dolor. El senescal hizo entonces su aparicién y realizé los preparati- vos para que la joven princesa fuera llevada al sacrificio. Mientras la doncella real lloraba por su reino, por su padre y Por su propia vida a punto de perderla de la peor manera, era ves- tida por sus damas de honor -en medio de llantos y suspiros acongojados de todas ellas~ con los mas ricos vestidos, como si se tratara de una novia que llevarian al altar para contraer santo trimonio. Cuando la princesa estaba ya adecuadamente ataviada, la_ escoltaron hasta el lugar donde haria su aparicion el terrible dragon, Los soldados, mudos, apesadumbrados y cobardes, dejaron la princesa y se retiraron con premura, pues ninguno de ellos tu- vo él coraje de quedarse a esperar al dragén. Elya quedo sola, muerta de miedo y de angustia, mirando a | soldados en retirada que se recortaban sobre el creptisculo. Era el atardecer. La hora de la muerte se acercaba... Mientras tanto, un caballero, montado en un hermoso cal Ilo blanco como la nieve pura y que venia cabalgando hacia el h gar del sacrificio (ignorando que lo era), pudo ver, de lejos, una mujer era abandonada por los soldados del rey en paraje solitario. Intrigado, al cruzarse con ellos, el caballero detuyo su andar, y le pregunté a uno de los soldados: =éQué es lo que aqui ocurre? ~con firmeza en su voz. -La princesa Elya ha sido elegida en el sorteo, segiin la ley este reino, y aqui esperar la muerte a manos de un dragén q exige el sacrificio de nifios y doncellas cada atardecer. —iComo permiten un acto tan atroz? -volvié a preguntar voz firme como si fuera una demanda. -Si no lo hiciéramos, el dragén devastaria todo el reino y die quedaria vivo. 120 mitOs Y LEYENDAS DE DRAGONES. ~iYo le haré frente a ese dragon! -repuso él sin un apice de temblor en su voz. ~Pues... jque Dios lo bendiga, noble caballero! ;Cual es su nombre? "Mi nombre es Jorge y Soy nada mas y nada menos qué un sim- ple caballero, pero mi fe en Dios es mas grande que mi nombre, mi Finza o mi escudo, A El me encomendaré y por El venceré. De pronto, el cielo se puso rojo como la sangre. Senal de la in- minente aparicion del dragon. Los soldados comenzaron a huir despavoridos. Y la bestia, surgida de golpe como de la nada, empez6 a avanzar lentamen- te, desde el final del camino real hacia el lugar del sacrificio, co- mo saboreando por anticipado el cuerpo de la joven que pronto engulliria. Jorge pudo observar a Ja monstruosa criatura cuando la tuvo amas cerca: era extremadamente alta, su cuerpo estaba cubierto de escamas a manera de armadura, de su lomo surgian dos alas co- ‘no de demonio y se movilizaba en cuatro patas ave terminaban en feroces garras. De su inmunda boca surgian colmillos filosos como espadas y su cabeza estaba coronada por cuernos: “Los cuernos del Maligno” ~penso Jorge y se petsigné- El dragon, ya de lejos, habia olfateado la presencia de un adul- to humano y, al ir acercandose, divisé a un gallardo caballero, er- guido en la montura de su brioso corcel, y que portaba una arma- dura plateada, una larga lanza y un escudo blanco con una cruz roja en el centro. Inmediatamente el dragon se percaté de que a esta victima no lograria devorarla sin antes pelear a muerte con ella, y entonces emitio un aullido aterrador. Jorge, a su vez, rez6 una plegaria: “Dios Padre Todopoderoso, dame la fuerza necesaria para vencer a esta maléfica criatura, Y sin esperar un momento mis se lanz6 al galope con la lan- za en ristre. Los cascos del caballo blanco Jevantaron terrones de tierra del tamano de un hombre y una polvareda semejante a la de un ciclon. SAT JORGE Y EL DRAGON 121 El gigantesco dragon agité la cola enfurecido y sus ojos se convirtieron en una linea delgada por la que arrojaba todo el mal de su interior. El caballero tenso sus musculos. Por su parte, la bestia -que era muy diestra y rapida a pesar de su aspecto gigantesco- se lanz6é velozmente contra el Caballe- to de Dios. Jorge también atacé. Y ambos contendientes se lanzaron a la lucha con todo su cuerpo, su alma y su fuego interior, La tierra parecié temblar ante el choque de ambos. El valien- te guerrero mantenja con fuerza la lanza en su mano y logro atra- vesar la armadura de escamas de la bestia, pero sta se retorcié co- mo una serpiente. Era tanta la resistencia que oponia el dragon, que la lanza crujié y se partié con un ruido seco. Desde lejos, la princesa, por su Parte, observaba la batalla es- tupefacta y temblorosa al mismo tiempo, mientras rezaba a Dios, sin cesar, para que el caballero se alzara con el triunfo definitiv: Entonces el dragon se alejé unos metros, atin retorciéndose, El caballero sabia que no debia darle tregua, pues la lucha contra el Mal no debe detenerse nunca. Desenfund6 su espada, que bri- Haba con los ultimos rayos del sol, y se lanz6 con renovada fuer- za al ataque decisivo. estrépito. Las patas del dragén intentaron flexionarse para poner a su duefo nuevamente de pie mientras la sangre negra, como las in- mundas aguas de un pantano, manaba de sus heridas. EI noble caballero, entre tanto, desmonto de su caballo, se acerc6 corriendo a la princesa y le dijo: ~iPronto, dame el lazo que sujeta tu cintura! Ella lo desaté con premura y se lo entrego al guerrero, que gres6 velozmente a retomar el combate al ver que la bestia, varios intentos fallidos, al fin habia logrado ponerse de pie. 122 mits Y LEYEnDAS DE DRaGoneEs Jorge monto de un salto sobre su caballo e hizo un lazo, con rapidez y destreza admirables, y de inmediato lo paso por la cor- nuda cabeza del dragén que, de pronto, se yolvio sumiso como un cordero asustado. - El caballero volvié su rostro hacia la doncella real y le dijo con voz firme y segura: —jAdiés, princesa! {Que Dios bendiga todos los dias de tu lar- ga vida! Y montando sobre su brioso corcel blanco se alejé al galope, llevandose al dragon como a una mansa criatura. san |ORGE Y EL DRAGON 123

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