TFG Sutil-Gaón Ruiz, Antonio
TFG Sutil-Gaón Ruiz, Antonio
TFG Sutil-Gaón Ruiz, Antonio
FUNDAMENTACIÓN
DEL ESTADO
MODERNO.
Sutil-Gaón Ruiz, Antonio.
Resumen: El presente trabajo tiene como objetivo realizar un estudio sobre la filosofía
política de Thomas Hobbes, expuesta mayoritariamente en su obra cumbre por
antonomasia, El Leviatán; para demostrar la influencia de sus tesis en la fundamentación
del Estado moderno. Con este fin, hemos abordado la problemática desde una
metodología hermenéutica, de perspectiva gadameriana, que conlleva tres niveles de
análisis: el interpretativo, el comprensivo y el aplicativo. En sí, el escrito ha quedado
narrado siguiendo el proceso lógico que implica nuestra metodología, manteniendo
siempre latente la pregunta por la fundamentación del Estado moderno, que ha quedado
apoyada en la obra hobbesiana.
Abstract: the objective of the present undertaking is to carry out a study about Thomas
Hobbes’s political philosophy, which is exposed mainly in his major work par excellence
“The Leviathan”, so as to decree the influence of his thesis on the grounding of the
Modern State. To this end, we have addressed the issue from a hermeneutic approach, of
a gadamerianic perspective, which involves three levels of analysis: the interpretative, the
comprehensive and the applicative one. In essence, the writing has been narrated by
following the logical process which entails our methodology , always keeping the
question regarding the grounding of the Modern State alive, which has been supported by
the Hobbesian work.
Índice.
1. Introducción. ............................................................................................................................. 4
2. Metodología. ............................................................................................................................. 6
3. La interpretación del Estado hobbesiano................................................................................... 8
4. Corpus Tottus. ......................................................................................................................... 11
4. 1. Introducción. ................................................................................................................... 11
4. 2. Vida, obra y contextualización. ....................................................................................... 11
4. 3. Metodología. ................................................................................................................... 16
4. 4. Cosmología. .................................................................................................................... 19
4. 5. Antropología. El Hombre Natural. .................................................................................. 20
4. 6. Teoría del Estado. El Hombre Artificial. ........................................................................ 23
4. 6. 1. El Estado natural. Behemoth. .................................................................................. 25
4. 6. 2. La transición del Estado natural al civil. ................................................................. 28
4. 6. 3. El Estado civil. Leviatán. ........................................................................................ 31
4. 6. 4. La transición del Estado civil al natural. ................................................................. 37
4. 7. Recapitulación. ................................................................................................................ 40
5. La aparición de los Estados modernos caracterizados por su fundamentación hobbesiana. ... 41
5. 1. Introducción. ................................................................................................................... 41
5. 2. Estados liberales. ............................................................................................................. 41
5. 3. Estados sociales. .............................................................................................................. 43
5. 4. Estados totalitarios. ......................................................................................................... 46
6. Conclusión............................................................................................................................... 48
Bibliografía. ................................................................................................................................ 50
1. Introducción.
Vivimos tiempos convulsos. Desde la llegada de La Covid-19, ya nada ha vuelto
a ser como antes; la crisis que supuso la pandemia sacudió las estructuras mundiales que
considerábamos inamovibles. La detención de la producción exacerbada durante meses,
e incluso en algunas zonas durante años, ha supuesto un desequilibrio económico general,
provocando situaciones límites en algunos países. Dichas circunstancias están
modificando el mapa geopolítico mundial, no solo a través del restablecimiento de los
límites Estatales, sino también mediante las bases ideológicas de los mismos. La situación
política actual está viviendo una problemática estatal radical, que encuentra su razón de
ser en el fundamento de dichas estructuras.
En el presente trabajo, nos cuestionamos acerca de la fundamentación del Estado
moderno, o sea, sobre el origen de los países actuales, o más concretamente, sobre la
creación de las estructuras que conforman los países actuales, pues consideramos que es
el primer paso que debemos dar si es que pretendemos entender el complejo panorama
geopolítico internacional de nuestros días. A su vez, hemos afrontado dicho objetivo a
través de las múltiples tesis que nos aporta la obra de Thomas Hobbes, quien creemos que
es el primer autor que trata, de una forma más acorde con los sucesos históricos que
acaecieron en su momento, dicha fundamentación del Estado moderno.
Esta última afirmación, encuentra en su esencia, una problematicidad, que de
forma breve, intentaremos aclarar y solucionar, mientras justificamos nuestra asunción.
Cuestionarnos acerca del Estado moderno implica asumir pensadores modernos, para dar
respuesta a dicha conformación, o dicho de una forma más correcta, en tanto que nos
preguntamos sobre la fundamentación de estos, nos correspondería tratar autores de la
modernidad temprana; partiendo del hecho de que según las consideraciones generales,
la Modernidad se inició a partir del siglo XV, parece coherente utilizar intelectuales de
los siglos XV-XVI, para cumplir con nuestro objetivo, sin embargo, hemos creído
conveniente afrontar el estudio desde la lectura de la obra del filósofo del Malmesbury,
Thomas Hobbes, que es del siglo XVI, lo cual supone el inicio de nuestra conflictividad.
Si bien en lo que se refiere a la temporalidad, nos hubiera correspondido el uso de la obra
de autores como Nicolás Maquiavelo o Jean Bodin, estos pensadores, en sus obras, o no
muestran la conformación de una estructura social que pudiéramos entender bajo los
parámetros de un Estado, o no manifiestan una ruptura completa con las tesis anteriores,
es decir, no son puramente modernos, sino que sus ideas muestran una formación
transitoria, característica del Antiguo Régimen, no de la Modernidad (Trías, 2019, p. 11).
Pese a que Thomas Hobbes redactases sus tesis ya bien entrados en la Modernidad,
es el primer autor que encontramos que manifiesta un sistema estructural estatal que
rompe con los preceptos de la antigüedad, dicados, entre otros, por Aristóteles. Dicha
ruptura se produce de forma plural, en distintos niveles: respecto a la organización social,
se pasa de una lectura de la sociedad desde la propia colectividad (Aristóteles, 1988), a
una que parte del individuo (Trías, 2019, p. 45) y desde allí, de las relaciones de este con
su otredad, se llega a la sociedad (Hobbes, 2015); en lo que implica a la justicia, los
antiguos griegos la concebían como algo natural (Trías, 2019, p. 69), si bien el filósofo
de Malmesbury es iusnaturalista, y considera la existencia de unos derechos y leyes
naturales, asume que la justicia en tanto tal, depende estrictamente del cumplimento de
las leyes civiles, no naturales (Hobbes, 2015); de acuerdo con la ciudadanía, para los
clásicos dependía de su posición social, habiendo ciudadanos, bárbaros –que eran los que
vivían fuera de la cultura- y el resto, que eran mujeres, niños y esclavos (Heródoto, 2022),
mientras que esta distinción en Hobbes acontece únicamente en un determinado tipo de
sociedad, la contractual, y el pueblo se queda dividido entre soberanía y ciudadanía
(Hobbes, 2015); finalmente, la religión en la antigüedad exigía una creencia, era parte de
la vida pública, e independiente, en cierta medida, de lo político, aunque juntos
conformaban la bicefalidad del poder social (Arquillière, 2005), mientras que Hobbes la
entiende como una herramienta política, es decir, se encuentra subordinada a ella,
formando ambas parte de un mismo animal artificial (Hobbes, 2015). Teniendo en cuenta
estas distinciones, junto con los argumentos temporales anteriormente expuestos, queda
justificado el porqué del uso de la obra de este pensado para disipar nuestras dudas e
inquietudes sobre la fundamentación del Estado moderno.
Partiendo del objetivo del estudio y de las bases que utilizaremos para sustentar
nuestra investigación, ambas cosas ya mencionadas, es esencial que expliquemos que el
modo de afrontar la presente problemática, o dicho de otra forma, la herramienta que
usaremos para alcanzar nuestro fin último, será la metodología hermenéutica, que quedará
explicada en el próximo punto. Además de esto, el lector encontrará en el escrito tres
bloques claramente definidos, el de la interpretación, el de la comprensión y el de la
aplicación, en cada uno de ellos llevaremos a cabo diversas tareas hermenéuticas, que
quedarán explicadas al comienzo de cada uno de los diversos apartados. Finalmente,
concluiremos con una recapitulación de las tesis esenciales de nuestro trabajo, que serán
las que creemos que darán respuesta a nuestra pregunta fundamental.
2. Metodología.
En el presente escrito, como ya se ha mencionado, nos cuestionamos acerca de la
fundamentación del Estado Moderno, en tanto concepto que abarca una pluralidad de
referencias, que han irrumpido en el plano empírico político a través de diversas formas
de comportamiento social. Dicha temática ha sido afrontada utilizando como referente
principal la obra política del filósofo de Malmesbury, Thomas Hobbes, y aplicando el
método hermenéutico de perspectiva gadameriana, que como bien es sabido, “estipula
que un proceso de interpretación es siempre un proceso de comprensión y aplicación”
(Ávila, Castellanos, Triana, 2016, p. 149).
La metodología bajo la cual estudiaremos a nuestro autor, asume que la tarea
hermenéutica es realizada por un sujeto histórico, poseedor de unas características
concretas, que a través del lenguaje, examina las ciencias que hace el hombre. Teniendo
en cuenta esto, debemos asumir que el investigador posee una serie de estructuras socio-
culturales previas a la comprensión, que le permiten la aparición de unos prejuicios que
conforman una memoria bajo la cual estudia el objeto concreto; ante esto, afirmamos que
el redactor de estas líneas no parte de cero, a la manera de la tabula rasa empirista, sino
que conforma el presente estudio en base a una serie de conocimientos político-filosóficos
propios, que según la perspectiva gadameriana, enriquecen el asunto, conocimientos que
quedarán denostados a lo largo del escrito. A su vez, en consideración lógica con lo recién
explicado, Gadamer asume que no existen hechos, sino interpretaciones, del sujeto
histórico, que pueden convertirse en comprensiones, que logran alcanzar su veracidad, en
relación con la realidad empírica, a través de una aplicación concreta.
Así pues, una investigación que pretende dar razón sobre la fundamentación del
Estado moderno, que en sí es un objeto de estudio que requiere de una cierta asunción de
conocimientos determinados percibidos desde una cierta perspectiva, y de la capacidad
de desplazarse entre tiempos, sujetos y, naturalmente, perspectivas; como decíamos, una
investigación de dichas características, parece encontrar en la hermenéutica gadameriana
un camino metodológico realmente útil, y muy posiblemente, fructífero. Dicho camino
queda marcado en nuestra investigación, a través de tres niveles hermenéuticos: el de
primer nivel, el de la interpretación, donde se exponen los diversos textos relacionados
con la problematicidad que nos atañe, se leen comprensivamente, y se sitúan en un
horizonte interpretativo; el de segundo nivel, el de la comprensión, donde se seleccionan
los elementos de carácter teórico que permiten hacer frente al conflicto al que nos
enfrentamos, y comprenderlo con el fin de poder solucionarlo; y el de tercer nivel, el de
la aplicación, donde se pretende dar un resultado al problema, que conecte con la realidad
histórica pertinente, dándole la veracidad necesaria a nuestra solución.
superior a sus iguales (Hobbes, 2005); mientras que en De cive, considera que esa vanidad
de los humanos, los incita a una rivalidad, una disputa, que a la larga desemboca en una
guerra de todos contra todos (Hobbes, 2014); para finalmente en el Leviatán considerar
que la guerra no tiene por qué aparecer como tal, sino que el Estado natural, aquel donde
los hombres compiten, es de desconfianza, fruto de otras múltiples características
humanas, sociales y naturales, que no son sólo la vanidad (Hobbes, 2015). Como se puede
observar existe un proceso cambiante con respecto a sus tesis, en función de su obra,
suceso que encuentra su razón de ser en las circunstancias vitales del propio autor, pues
a medida que pasaba el tiempo, no sólo reflexionó más acerca de la temática, sino que
además contempló en la vida misma una serie de circunstancias concretas que provocaron
un cambio en su parecer. Teniendo en cuenta los límites espacio-temporales del presente
estudio, hemos considerado fundamental centrarnos en su obra cumbre por antonomasia,
Leviatán, y a través de ahí afrontar nuestra conflictividad.
A su vez, en base a la necesidad de una contextualización de dicho escrito, para
una comprensión más exacta, nos hemos adentrado en su autobiografía (Hobbes, 2018),
que hemos completado con diversos estudios sobre la vida del autor, como los de Iturralde
(Iturralde, 2015), Klemme (Klemme, 2021), o Vallespín (Vallespín, 2018) (Vallespín,
2021), entre otros.
En lo que implica al horizonte interpretativo bajo el cual afrontamos la
fundamentación del Estado moderno hobbesiano, que inevitablemente implica la
asunción de una perspectiva con respecto a la lectura de su obra, debemos afirmar que
nos hemos ajustado a una concepción estructuralista, donde todos los elementos están
interconectados bajo un mecanicismo materialista, que era la percepción del filósofo1. A
partir de ahí, hemos enfatizado de forma radical en la conformación de los Estados,
entendiendo por este término cualquier modo de organización social, que es posiblemente
la tesis más problemática de nuestra perspectiva sobre el autor, pues entra en oposición
directa con determinadas lecturas hobbesianas. Según estas visiones, el autor considera
que el Behemoth es un modo de relación asocial, es decir, “las relaciones sociales no
existen en el Estado de naturaleza” (Pérez Royo, 1980, p. 166), para esta perspectiva la
sociedad es únicamente posible a través del Estado civil, es decir, la génesis de las
1
Esta percepción, donde se pretende ubicar al autor dentro de un marco socio-cultural concreto,
y resaltar las visiones cosmológicas del momento, el materialismo y el mecanicismo, se encuentra
en la línea de los estudios de David Gauthier (Gauthier, 2000), Gregory Kavka (Kavka, 1986) y
Jean Hampton (Hampton, 1988).
relaciones sociales son simultáneas a la del contrato social (Pérez Royo, 1980, p. 166).
No obstante, según creemos e interpretamos nosotros, pese a que exista una aparente
resistencia por parte del autor a considerar como algo similar a Behemoth y a Leviatán,
entendiendo la similitud en su representación, pues ambos son metáforas de sociedades;
como decíamos, pese a que exista una aparente resistencia por parte de Hobbes a
considerar al Behemoth como el arquetipo de una sociedad, el filósofo del Malmesbury
lo define como tal, es decir, define el Estado natural en términos de sociedad, o en
palabras de Pérez Royo, “su descripción del estado de naturaleza no es más que una
reproducción exacta de las relaciones entre los individuos en una sociedad […] una vez
que se ha hecho desaparecer el Estado –civil-” (Pérez Royo, 1980, p. 166). Este
descubrimiento encuentra su primer origen en los estudios de Macpherson (Macpherson,
1962), pero como bien nos explica Pérez Royo en su obra Introducción a la teoría del
Estado, la lectura hobbesiana bajo estas consideraciones ya acontece en autores como
Montesquieu y Rousseau (Pérez Royo, 1980, p. 166), por lo que debemos asumir que en
realidad la lectura asocial, es fruto de un error o de una concepción tan plausible como la
nuestra. Teniendo en cuenta esta consideración, como hemos dejado claro con
anterioridad, interpretamos la obra hobbesiana entendiendo a Behemoth y a Leviatán
como dos modos distintos de Estados sociales, o sea, dos formas diversas en las que los
seres humanos pueden organizarse socialmente2.
2
Es menester que nos detengamos en la aclaración de una posible duda realmente pertinente, y
es que ¿acaso al asumir dichas tesis, no nos encontramos apoyando la visión aristotélica del
hombre como animal social? En realidad, como ya expusimos con anterioridad, la diferencia con
respecto a Aristóteles no se da en la sociabilidad del ser humano, sino en el origen de dicha
sociabilidad, pues para Aristóteles el hombre naturalmente un animal social, como dijimos parte
del conjunto para la creación de la sociedad, sin embargo, Hobbes considera que le hombre
naturalmente es un animal egoísta, que se relaciona con el resto no por ser social, sino por mera
conveniencia, por ello parte del individuo para luego llegar a la sociedad, y no del grupo. Si aun
así siguen existiendo algunas dudas al respecto, muy posiblemente se irán disipando a lo largo de
la lectura del trabajo.
4. Corpus Tottus.
4. 1. Introducción.
En el presente capítulo de nuestro trabajo, pretendemos mostrar los elementos de
carácter teórico que hemos seleccionado para hacer frente al conflicto inicial al que nos
enfrentamos, la vislumbración de la fundamentación del Estado moderno. De esta forma,
a través de la explicación de dichos elementos, expondremos la comprensión de la
interpretación de los textos hobbesianos, que hemos realizado; proceso esencial para
poder dar solución a nuestra problemática. En sí, podemos afirmar que el lector encontrará
en este apartado del estudio, la comprensión de los datos con los cuales trabajamos en la
mostración de nuestro objetivo.
Así, comenzaremos con una breve descripción de la vida de Thomas Hobbes, con
el fin de ubicar la creación de sus obras dentro de un marco contextual concreto que nos
permita comprender los motivos últimos que llevaron al filósofo a desarrollar sus tesis.
Posteriormente, nos adentraremos en la exposición de la metodología de estudio y
redacción, que el autor utilizó en sus diversas investigaciones. Tras esto, nos
introduciremos de lleno en algo que creemos que es fundamental para comprender de
forma correcta sus ideas en relación con la política, su cosmología, que nos permitirá
entender el lugar que ocupa el hombre en el mundo hobbesiano, a través del cual
llegaremos a la fundamentación del Estado moderno.
3
Véase el prólogo de Carlos Moya en Hobbes, T. (2015). Leviatán. Buenos Aires: Losada.
esta desventurada mujer, diese a luz, de forma prematura, a su hijo, Thomas Hobbes, el
hijo del miedo4 y el padre de la filosofía política moderna.
Nace, en efecto, en el seno de una familia religiosa, el 5 de abril de 1588, Thomas
Hobbes, en Westport, Malmesbury, al sudoeste de Inglaterra. Existen pocos datos acerca
de su infancia, llegándose incluso a ignorar el nombre de su madre. Hijo del pastor
Hobbes, vicario de Charlton y de Westport, recibió una excelente educación, primero en
las escuelas locales, y posteriormente en la escuela privada de Robert Latimer, un
graduado en Oxford. Durante estos años, el joven Hobbes mostró ser un estudiante
brillante y astuto, al que en el ámbito familiar denominaban de forma cariñosa la corneja
(Hobbes, 2015, p. 8). En virtud de su precocidad intelectual, junto con su entusiasmo
estudiantil, marchó en 1602 a Oxford, para estudiar en el Magdalen Hall.
Debido a los pocos conocimientos que se poseen acerca de la niñez del filósofo,
como hemos mencionado antes, existe una discrepancia fundamental entre numerosos
intelectuales, acerca de un punto clave en la vida del autor del Leviathán. Este punto de
inflexión hace referencia a la violenta pelea entre vicarios que tuvo lugar en el cementerio,
en la que se vio envuelto Thomas Hobbes padre, enfrentamiento que provocó la huida y
el abandono a su familia, lo cual produjo que ante las inhóspitas circunstancias, el
hermano del fugitivo, el tío paterno de Hobbes hijo, un acomodado guantero, que fue
alcalde de Malmesbury, Francis Hobbes, se hiciera cargo de su manutención y educación.
La discrepancia radica en las fechas, pues algunos intelectuales como Carlos Moya
consideran que la trifulca sucedió cuando el pequeño Thomas apenas tenía tres años de
edad (Hobbes, 2015, p. 8), mientras que otros como Fernando Vallespín, Heiner F.
Klemme o Ignacio Iturralde, creen que la reyerta se produjo entre 1602-1604 (Vallespín,
2018, p. 264), (Klemme, 2021, p. 7), (Iturralde, 2015, p. 24), cuando recién entraba el
joven en su adolescencia, los años en los que partió a Oxford. En cualquier caso, lo
verdaderamente importante radica en el acontecimiento de la huida de su padre, en el
abandono de la figura paterna, a raíz del miedo, del miedo a las represalias de la trifulca,
suceso que quedará marcado de por vida en la memoria del filósofo.
Durante sus años en Oxford, entra en contacto con la filosofía escolástica de raíz
aristotélica, filosofía que terminará criticando durante su adultez. Tras una serie de años
como estudiante, se graduó Thomas Hobbes a los 20 años de edad, en 1608, cuatro años
4
Es menester recalcar que en su autobiografía, el filósofo se considera a sí mismo hermano del
miedo (Hobbes, 2018, p. 197), pero nosotros, en base a que fue el miedo lo que provocó que se
adelantase el parto del cual nació, hemos considerado más coherente considerarlo hijo del miedo.
educación del hijo de su primer pupilo, el futuro tercer conde de Devonshire, con quien
realizará un tercer viaje por el continente, entre 1634 y 1636, viaje en el que conocerá
personalmente a Galileo.
En contra de lo que pudiese parecer, la tranquilidad era lo último que existía en el
continente, Europa estaba viviendo una de sus épocas más convulsas, la Guerra de los
treinta años estaba en pleno auge, y todo lo que se creía comprender, estaba
resquebrajándose. La nueva familia para la que comenzó a trabajar Hobbes se encargaba
de asuntos eminentemente militares, y le pidieron al filósofo que les ayudase a mejorar la
tecnología bélica, lo cual supuso un punto de inflexión en su vida, pues a partir de este
momento, se puede considerar que, Thomas Hobbes, entra de lleno en la ciencia y en la
política. “Sobre todas las cosas, tomó conciencia de la importancia del método en la
ciencia moderna, del poder de la deducción y de la mejora de la calidad de vida que
supone su aplicación práctica” (Iturralde, 2015, p. 34). En 1640 comienza a circular en
forma de obras manuscritas una serie de textos políticos del filósofo, lo cual llevará al
autor a la publicación de lo que será su primera obra, Elements of Law, Natural and
Politic, donde aboga por la necesidad de una soberanía absoluta, y sostiene la
incuestionabilidad de los derechos de la realeza; lo cual fue muy polémico (Hobbes,
2005). La problematicidad de la publicación de esta obra radica en la situación convulsa
en la que estaba inmersa Inglaterra, existía una notable tensión entre el Rey y los
parlamentos –tanto el largo como el corto-, esta situación provocó que Thomas Hobbes
se viese obligado a exiliarse del país, a París, Francia, por miedo de lo que pudiesen
hacerle los partidarios del parlamento. Un año después, la tensión terminó estallando en
forma de guerra civil.
Durante su estancia en la capital francesa, combinó trabajos precarios con su labor
intelectual. Fue en esta época cuando comenzó a esbozar su sistema de pensamiento,
elaboró lo que sería su trilogía filosófica:
“De corpore, donde intenta plasmar la idea de que todos los
fenómenos físicos son explicables a través del principio
fundamental del movimiento; De Homine, o de las facultades y
apetitos del hombre como encarnación del principio del
movimiento en la naturaleza humana; y, por fin, De cive, donde se
estudian las aplicaciones de los análisis anteriores sobre el gobierno
civil y la organización social” (Vallespín, 2018, pp. 265-266);
de donde cabe destacar el hecho de que debido a las circunstancias políticas del momento,
y con la esperanza de solucionar algo, decidiese publicar primero la última parte del
sistema, De Cive, en 1642 (Hobbes, 2014). Tras la publicación de esta obra, siendo ya un
tutor conocido a nivel mundial, comienza en 1646 a instruir al futuro Carlos II, durante
un par de años, periodo lectivo que se ve interrumpido en 1647, debido a una grave
enfermedad que desarrolló, y lo postró durante medio año, dejándole secuelas.
La guerra civil finaliza en 1649, culminando con la ejecución de Carlos I, y la
proclamación de la Commonwealth o República, que a partir de 1653 cobrará forma de
Protectorado de la mano de Cromwell, hasta su fallecimiento en 1658. Durante este
tiempo, Hobbes, que se encontraba inmerso en los ámbitos más intelectuales de Europa,
escribe, y publica en 1651, su obra cumbre, Leviatán (Hobbes, 2015). La publicación de
esta obra trae consigo numerosos problemas para el filósofo, ya que la crítica a la
escolástica, la nueva concepción de la soberanía y la conflictiva concepción acerca de la
obediencia utilitarista del súbdito al soberano, no sentaron muy bien en tierras galas,
generando un malestar constante, que derivó en el regreso del filósofo a Inglaterra, donde
Cromwell había recibido gratamente la obra. Durante el Protectorado, termina su trilogía,
publicando en 1655, De Corpore, y en 1658, De Homine. Tras la muerte de Cromwell, le
sucederá su hijo, quien terminará abdicando ocho meses después, dando paso al regreso
de la monarquía, de la mano de Carlos II, el antiguo alumno de Hobbes. Durante este
tiempo, el rey concedió una paga al filósofo, aunque según rumorean las malas lenguas,
este nunca llegó a recibirla, por posibles bloqueos económicos de sus enemigos.
Pese a tener el apoyo del rey, con la publicación del Leviatán, “no solo había
perdido el favor de muchos de sus antiguos aliados realistas, sino que numerosos
eclesiásticos contra los que había cargado tan duramente, ocupaban ahora posiciones de
gran relevancia política” (Iturralde, 2015, p. 46). En 1665 y 1666, sucedieron dos
catástrofes terribles, la peste bubónica y el incendio de Londres; catástrofes que fueron
utilizadas por los enemigos de Hobbes en su contra, pues se apoyaron en los rumores
acerca de que fueron castigos divinos. En 1666, es investigado por el Parlamento bajo
cargos de ateísmo y herejía, sin llegar a ser procesado, gracias a que el rey intercedió. Los
numerosos enemigos que se había encontrado Hobbes, provocaron que incluso el rey
desaconsejase la publicación de su obra Behemoth5 (Hobbes, 2018), en 1670,
aconsejándole el rey que abandonase esa vía, la vía política. Durante el resto de su vida,
5
Obra que se publicará póstumamente en 1682.
4. 3. Metodología.
En lo que respecta al método de investigación que utilizará Thomas Hobbes para
analizar su objeto de estudio, que en última instancia abarca toda la realidad, debemos
mencionar que se trata de un procedimiento racional, inspirado en la geometría
euclidiana, donde la matemática ocupa un lugar privilegiado. La estructura que conforma
este modo de indagación consta de dos partes claramente delimitadas: primero, se debe
“llevar a cabo una observación empírica de la realidad que lo circunda” (Badillo, 1998,
p. 90), para, posteriormente, “construir un edificio conceptual en el que los componentes
del mismo estén relacionados unos con otros exactamente igual que los diferentes pasos
existentes en un determinado teorema de aritmética o geometría” (Badillo, 1998, p. 90).
En referencia a la primera pauta, debemos mencionar, aunque sea de pasada, que
el autor considera que el origen del conocimiento, en última instancia, procede de las
experiencias sensoriales, es decir, de los sentidos, o sea, no hay lugar para algo más allá
de lo percibido por la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto, lo que implica que la
6
Teniendo en cuenta esto, podríamos considerar a Thomas Hobbes como uno de los primeros empiristas
ingleses o un pre-empirista, que se adelantó al pensamiento más desarrollado de la Teoría del conocimiento
de Locke y Hume.
constituyen otra entidad que debe ser, a su vez, definida, y así hasta describir la realidad
entera, dando forma completa al edificio conceptual. Lo radicalmente importante de este
método, subyace en las correctas definiciones de los términos y, sobre todo, en el correcto
orden de las afirmaciones; Hobbes liga, de forma directa, el concepto de verdad y falsedad
de la realidad al lenguaje, al correcto uso del lenguaje7 (Hobbes, 2015, p. 62), y considera
que para evitar fracasar en la reflexión, para tener éxito en el estudio, el sujeto debe tener
muy claras las referencias de los conceptos, es decir, las definiciones de los mismos;
motivo principal por el cual comienza la mayoría de sus obras8, describiendo los términos
con los que va a trabajar.
La invención, el desarrollo y la aplicación de este método, es fundamental dentro
de su percepción filosófica. Thomas Hobbes, al igual que el resto de sus contemporáneos,
fue testigo de una fuerte crisis de legitimidad del modo clásico de conocer la verdad; la
conciencia que se generalizó durante todo el siglo XVI, “era que los hombres poseían los
instrumentos adecuados para conocer el mundo, pero no la habilidad suficiente como para
operar con ellos” (Vallespín, 2021, p. 86), motivo por el cual pretendieron abandonar las
teorías que bajo su juicio estaban obsoletas, y se propusieron constituir una nuevas, para
lo cual lo primero era la elaboración de un nuevo método. Hobbes desarrolló un método
racional deductivo9, al que algunos han adjetivado de pre-científico (Vallespín, 2021, p.
82), cuyo fin último era su aplicación práctica para vislumbrar la realidad. En realidad,
su método, según expone sutilmente M. Rodilla en su célebre prólogo de Behemoth,
“supone la puesta en marcha de un violento proceso de abstracción” (Rodilla, 2018, p.
23), a través del cual muestra cómo el Estado y, por ende, la filosofía política, no es algo
natural del hombre, como consideraría Aristóteles, sino un constructo humano, algo
artificial creado a través de la imitación del Arte de la Naturaleza. Teniendo en cuenta
esto, podemos admitir ya, con total naturalidad, lo que argumenta, según Badillo,
Spragens, para quien el método hobbesiano liga causalmente la filosofía natural con la
política, y nos permite vislumbrar un cambio de paradigma cosmológico con respecto a
7
Aquí, nuestro autor, se adelanta, notablemente, en términos históricos, al primer Wittgenstein y, por ende,
al atomismo lógico, en esta consideración filosófica.
8
Es menester recalcar que el método no es de expresión, sino de estudio, motivo por el cual se permite
plasmar sus conocimientos en obras de forma variada, sin la necesidad de ir exponiendo los pasos por los
cuales ha llegado a sus conclusiones. No obstante, la mayor parte de sus escritos, han sido formulados de
tal forma que el método utilizado quedase completamente mostrado, pudiendo ser la excepción aquellas
obras como Behemoth (Hobbes, 2018), en las que describe la realidad y sus consideraciones, de forma más
literaria y menos ensayista.
9
Expone P. Badillo en su obra Fundamentos de filosofía política, que según F. Tönnies, nuestro filósofo,
“inaugura, junto con Espinosa, la línea teórica del racionalismo que va a imperar en los siglos XVII y
XVIII” (Badillo, 1998, p. 87).
la tradición anterior que partía desde Aristóteles (Badillo, 1998, p. 89), de ahí la radical
importancia de este apartado.
4. 4. Cosmología.
Antes de adentrarnos de lleno en la teoría política hobbesiana, es menester que
nos detengamos, brevemente, como mencionamos en el apartado anterior, en su
percepción cosmológica, ya que será la médula espinal que vertebre todo su sistema
filosófico. El pensador de Malmesbury, parece presentarnos en sus diversas obras, una
comprensión de la realidad que se ajusta a lo que tradicionalmente se ha entendido por un
materialismo mecanicista10, una percepción donde no hay cabida ni para lo espiritual, ni
para la casualidad, donde todo lo real es material y se encuentra interconectado a través
de una serie de mecanismos que se rigen bajo la ley de la causalidad, provocando que
todo movimiento o estado sea fruto de una causa determinante de efectos concretos
(Yousef, 2021, p. 338).
Teniendo en cuenta esto, parece que el filósofo nos muestra una visión compacta
de la existencia, una estructura material inamovible, que podría representar al ser
parmediano; estructura que en realidad se encuentra compuesta por una serie de entes
materiales, interconectados mecánicamente. En sí, se trata de un todo conformado por
partes que tienen relación entre sí. En la primera estructuración de elementos, Hobbes
parece considerar que la materia se divide fundamentalmente en tres capas, o estratos: la
del Mundo, la del Hombre natural y la del Hombre artificial (Hobbes, 2015, p. 39). La
primera implica la existencia misma, la totalidad, que ha sido creada y es gobernada por
Dios a través de la Naturaleza (Hobbes, 2015, p. 39); el mundo es el ser parmediano,
completamente material, que acoge a todos los entes reales, que se encuentran encajados
y conectados entre sí, como los engranajes de una máquina. La segunda hace referencia
al ser humano, producto de la Naturaleza, que habita el Mundo, y creador del Hombre
artificial. La tercera es el fruto de la imitación de la Naturaleza por parte del Arte del
Hombre natural, y representa al gran Behemoth, o Estado de naturaleza, de guerra, y al
10
Hobbes heredó esta forma de entender la realidad de su maestro Francis Bacon. Algunos autores como
Karl Marx consideran la percepción de Bacon no es la de un materialista mecanicista consecuente, pues no
supo librarse de la inconsecuencia teológica, algo de lo que sí supo desprenderse Hobbes (Rosental, Iudin,
1960, pp. 36-37).
gran Leviatán, o Estado civil –Civitas o República11. En los próximos dos apartados nos
centraremos en analizar más detenidamente los conceptos de las dos últimas capas.
11
La relación entre estos tres conceptos, puede resultar un tanto confusa, de primeras; para evitar esto,
hemos constituido una analogía que puede ser de notable utilidad. Debemos concebir a Dios como si fuera
un Artista, un pintor, concretamente Velázquez; el Mundo es el lienzo pintado y la Naturaleza es el Arte de
la pintura; Dios, o sea, Velázquez, a través de la Naturaleza, del pintar, plasma en el Mundo, en el lienzo,
una realidad, un dibujo, Las Meninas, donde encontramos una multiplicidad de entes, muchos seres
distintos, en completo equilibrio, conforman la realidad del cuadro; entre todos, hay uno que destaca
notablemente, el propio Velázquez, que es la imagen del pintor, es decir, encontramos en el cuadro a la
imagen de Dios dibujada, que representa al Hombre Natural, y que curiosamente, se encuentra ante un
lienzo, realizando la misma función que el primer artista, creado, dibujando; el Hombre Natural, imita el
Arte de la Naturaleza, copiando a su creador, y a través de su propio Arte, conforma una nueva realidad,
artificial, motivo por el cual no se ve a simple vista; esta nueva realidad que crea el Hombre Natural, el
Velázquez pintado, es el Hombre Artificial, que únicamente podemos ver cómo es a través del reflejo
artificial del espejo, es decir, el Hombre Artificial representa a la pintura de dos figuras mandatarias, los
monarcas de la península Ibérica del momento, cuyas analogías son el gran Behemoth y el gran Leviatán,
quienes posee forma humana, pues es el ser humano quien lo conforma en última instancia.
hecho y gobierna el mundo” (Hobbes, 2015, p. 39), es decir, si Dios gobierna el mundo,
¿cómo es posible que el hombre se gobierne a sí mismo?
La problematicidad que subyace tras la presente cuestión, gira en torno al clásico
conflicto del liberum arbitruim. Hobbes, completamente consciente de ello, estructura el
asunto, estableciendo dos niveles, o estratos, bien diferenciados, pero íntimamente
conectados: por una parte, Dios, creador del mundo, gobierna la existencia a través de sus
dictámenes divinos, que no son otros que las leyes de la causalidad mecanicista, a la que
están sujetos todos los entes de la realidad; por otra parte, encontramos al hombre,
creación divina a través de la Naturaleza, cuyo cuerpo se encuentra sujeto a las leyes de
la mecánica, que lo limitan, y con las que cumple, pero el origen del cumplimiento de
estas, proviene del propio cuerpo humano, a través del cual encaja con la imposición
divina. Esto, a simple vista, podría parecer una contradicción en sí misma, pero nada más
lejos de la realidad. Dada la complejidad que oculta el origen del movimiento humano y
su conexión con las leyes impositivas divinas, nos centraremos, a continuación, en el
análisis de estos movimientos humanos, con el objetivo de vislumbrar este extraño
determinismo, si es que lo hay, mientras cumplimos con nuestra búsqueda acerca de qué
es el Hombre Natural.
De esta forma, el ser humano ejerce dos tipos distintos de movimiento: por un
lado, el vital, que comienza con el nacimiento, y perdura durante toda la existencia del
sujeto, pues le mantiene con vida, son los movimientos involuntarios, como “la
circulación de la sangre, el pulso, la respiración” (Hobbes, 2015, p. 73), etc., para los
cuales no se necesita la imaginación, que es, como dijimos anteriormente, el sentido que
acontece cuando la imagen decae levemente (Hobbes, 2015, p. 48); por otro lado, el
pasional, que implica un acto voluntario, pues necesita ser previamente imaginado, y para
ser ejecutado requiere del esfuerzo, que “cuando es hacia algo que lo causa, se llama
apetito o deseo” (Hobbes, 2015, p. 74), pero cuando lo que provoca es la huida de algo,
el apartarse o alejarse de algo, es denominado aversión, es decir, el movimiento pasional
se basa en la atracción o la repulsión hacia objetos, o sea, el motor que impulsa este
movimiento es el amor o el odio hacia algo (Hobbes, 2015, p. 74).
En lo que respecta a los movimientos humanos voluntarios, es menester
mencionar que según el autor, la mayor atracción que puede sentir un ser humano, el
mayor deseo del hombre, no es otro que el poder, el deseo insaciable de poder (Hobbes,
2015, p. 90), ya que este le concede la posibilidad de alcanzar todo lo que desee, pues le
otorga libertad (Hobbes, 2015, p. 100), que es “la ausencia de impedimentos externos”
(Hobbes, 2015, p. 132); y la mayor repulsión, por su parte, no es otra que la muerte
violenta, el miedo por parte del sujeto a sufrir una muerte violenta, que no solo implica el
fin de la existencia del mismo, sino el sufrimiento previo a la eliminación de la vida, que
en última instancia, es la eliminación de las posibilidades humanas, de la libertad
(Hobbes, 2015, p. 109). A veces sucede que el amor se encuentra con el odio ante un
mismo objeto, es ahí, y sólo ahí, cuando el sujeto debe hacer balance, debe ponderar,
calcular, razonar, para ver cuál de las dos acciones, la de atracción o repulsión, le conviene
más, siendo el último paso de esta ponderación, la voluntad12.
Teniendo en cuenta esto, antes de pasar al nexo que unifica los movimientos
humanos con la providencia divina, es preciso que nos detengamos en un asunto que ha
podido pasar desapercibido, pero que no podemos dejar abierto. Anteriormente, hemos
tratado junto a los movimientos pasionales, los movimientos vitales, que como dijimos
eran aquellos actos involuntarios que permitían que el sujeto se mantuviese con vida
(Hobbes, 2015, p. 73); ahora, tras haber expuesto que los máximos impulsos por los
cuales se enciende el motor del movimiento pasional, son la obtención de poder y el
rechazo a la muerte, resulta coherente considerar que el movimiento vital, que acontecía
como un abrazo a la vida, en última instancia, parece que es producto de esa repulsión a
la muerte, y por ende, es un movimiento pasional en cubierto (Branda, 2008, p. 69).
Anteriormente, mencionamos que el ser humano se encuentra sujeto a las leyes de
la causalidad mecanicista, que eran la forma en la que Dios gobierna la realidad; lejos de
lo que pudiera parecer, estas leyes no implican únicamente dimensiones físicas, sino
también jurídicas (Hobbes, 2014, pp. 83-99). Hobbes, en tanto iusnaturalista, considera:
por un lado, la existencia del derecho natural, con el que hace referencia a “la libertad que
cada hombre tiene de usar su propio poder, como él quiera, para la preservación de su
propia naturaleza” (Hobbes, 2015, p. 132), derecho ampliamente ligado al concepto de
libertad descrito con anterioridad; por otro lado, la de la ley natural, la cual “prohíbe al
hombre hacer aquello que sea destructivo para su vida, o que le arrebate los medios para
preservar la misma” (Hobbes, 2015, p. 132). Como se puede observar, el derecho libera
y la ley restringe (Hobbes, 2015, p. 133). Ambos conceptos, forman parte, como se ha
expuesto, del modo en el que Dios gobierna la realidad; en sí, son términos que permiten
12
Como se puede observar, Thomas Hobbes entiende, aún, la voluntad en términos escolásticos,
como “el deseo sometido a la racionalidad o al entendimiento y la capacidad de llevar a cabo
decisiones libres.” (Cortés, Martínez, 2017,
https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Voluntad#:~:text=En%20la%20escol%C3%A1st
ica%2C%20la%20voluntad,acto%20mismo%20de%20esta%20capacidad).
justificar las acciones pasionales, haciéndolas naturales: el derecho, que permite todo,
justifica lo deseado; mientras que la ley, que restringe todo, justifica lo repulsado. Es a
través de esta fórmula, a través de la conversión de las pasiones en algo natural, originario
del Hombre Natural, como conectamos los mandatos divinos con la capacidad del ser
humano de ser motor de su vida. Teniendo en cuenta todo esto, podemos admitir, de forma
clara y certera, que ante todo lo expuesto, encontramos algo de lo que no podemos dudar:
el Hombre Natural es un ser pasional.
13
Este sutil asunto pose una importancia fundamental dentro de la obra hobbesiana, pese a que
en este momento lo tratemos de pasada, es fundamental tenerlo en cuenta, o sea, es vital mantener
presente esa transición a través de la representación, la cual quedará explicada de una forma más
extensa y pausada en el apartado 4. 4. 3. 1.
naturales, pero son artificiales pues son creados por el ser humano y no por Dios; de entre
todos los animales artificiales, creados por el Hombre Natural, destaca uno, el Hombre
Artificial. Teniendo en cuenta esto, podemos admitir que el Hombre Artificial es un ente
construido por el ser humano.
Una vez expuesto el origen del concepto, es menester que nos detengamos en la
explicación de la composición o materia del mismo, lo cual acarrea una importante
problemática, fruto de su complejidad. Antes de nada, huelga decir que, como se expuso
en su momento, por Hombre Artificial entendemos a dos entes completamente distintos,
Behemoth y Leviatán14, siendo cada uno poseedor de unas características concretas, bien
diferenciadas, no obstante, en lo que implica a su materialidad, ambos están compuestos
de lo mismo, lo que diferencia uno y otro es la forma en la que están distribuidos dichos
componentes, es decir, las estructuras que lo componen. En lo que respecta a la materia
de ambos, parece, según creemos entender a Hobbes, que no es otra cosa que diversos
grupos de seres humanos, que como hemos dicho, están organizados de una determinada
manera; para que esto quede claro, debemos recuperar lo anteriormente mencionado
acerca del Hombre Natural, y es que este es un arquetipo, es decir, un modelo, o sea, una
“representación que se considera modelo de cualquier manifestación de la realidad” (Real
Academia Española, 2021, d. 3), lo mismo sucede con el Hombre Artificial, la principal
diferencia es que el segundo es creado por el primero, implican pasos distintos dentro del
engranaje cosmológico. En sí, parece que podemos afirmar que la materia del Hombre
Artificial es la misma que la del Hombre Natural, pero en diferentes momentos, o estados,
quedando esta diferencia marcada por la forma en la que acontecen en la existencia los
individuos, es decir, cuando a los seres humanos se les considera dentro del arquetipo de
Hombre Natural, se presupone que aún no tienen una forma definida, que son solo
materia, pero cuando pasan a ser parte del Hombre Artificial, ahí y sólo ahí, se conforman
a sí mismos, se dan la forma en función de la relación que posean entre ellos, configurando
de esta manera dos realidades distintas, que dependen de la forma del comportamiento
humano: Behemoth, o el Estado natural; y Levitán, o el Estado civil.
En los siguientes apartados, analizaremos, pausadamente, los distintos modos de
comportamiento humano, que provocan la conformación de cada uno de los estados
sociales en los cuales puede habitar el hombre, o dicho con otras palabras, las diferentes
resoluciones generales de las pasiones humanas tras la vida en común, que constituyen
14
Véase 4. 2.
dos tipos de conductas sociales distintas, las cuales representan a los dos tipos de Hombre
Artificial que pueden darse en la realidad: Behemoth y Leviatán. A su vez, expondremos
los motivos y los modos principales por los cuales un grupo de seres humanos pasa del
Estado natural al Estado civil, y a la inversa, dejando en clara constatación que en un
mismo espacio, solamente puede darse un tipo de relación, lo que provoca la permanente
posibilidad de un cambio de tuerca estructural en la sociedad, es decir, puede darse un
eterno ciclo de variación entre Behemoth y Leviatán, pero nunca podrán convivir los dos
a la vez.
las pasiones humanas tras la vida en común, que dan lugar a esa transición desde el Estado
natural al civil, desde Behemoth al Leviatán.
De esta manera, cabe afirmar que la transición es un fenómeno peculiar, que parte
de la asunción de que “el mayor de los poderes humanos es el compuesto con los poderes
de la mayoría de los hombres unificados por el consentimiento en una persona, natural o
civil, de cuya voluntad depende el uso de todos esos poderes” (Hobbes, 2015, p. 100),
idea que puede quedar resumida bajo la expresión popular la unión hace la fuerza. Con
el objetivo de cumplir con este fin de asociación, los individuos conforman un contrato,
que supone el inicio del Estado civil. Si bien el proceso posee una primera capa de
sencillez, oculta una complejidad extraordinaria, característica del lugar que ocupa, pues
este proceso, junto con la transición inversa, desde el Estado civil al natural, constituyen
la medula espinal del corpus tottus hobbesiano, bajo la cual descansa el resto de la
estructura. Así, la problematicidad que subyace tras este asunto, comienza con la
irrupción de una dualidad de caminos que surgen desde la tesis del poder recién expuesta,
hasta la conformación del contrato; división que analizaremos a continuación.
Por un lado, encontramos un camino iniciado por las bases, denominado por
institución (Hobbes, 2015, p. 167). La estructura social del Estado natural nos mostraba
como unos pocos individuos eran poseedores de toda la libertad debido a su poder,
mientras que una inmensa mayoría se encontraba coartada a la hora de alcanzar sus
deseos, entre los cuales debemos destacar el deseo de repulsión de una muerte violenta;
todo esto provoca que una gran mayoría de seres humanos, que ven como la infelicidad
inunda su vida y la muerte les aguarda en cada instante, sientan un extremo rechazo a este
modelo estructural, conformando un nuevo deseo: terminar con este sistema. De cara a
esta nueva atracción, la multitud de seres humanos se agrupan, imponiéndose como
poseedores del máximo poder posible, superando a las élites (Hobbes, 2015, p. 100), y
con la idea de conformar una nueva estructura social, firman el contrato.
Por otro lado, hallamos un camino comenzado por las élites, nombrado por
adquisición (Hobbes, 2015, p. 167). Teniendo en cuenta que el ser humano nunca para de
desear (Hobbes, 2015, p. 108), que la naturaleza del poder asume su variabilidad, o sea,
su cambio, puede crecer o decrecer en función de la posesión de los medios o de las
herramientas pertinente, y que, por tanto, “el hombre no puede asegurarse el poder y los
medios para vivir bien que actualmente tiene sin la adquisición de más” (Hobbes, 2015,
p. 109); teniendo en cuenta todo esto, aquellos seres humanos que por sus diferencias con
respecto al resto poseen más libertad, desean poseer más poder para nunca perder su lugar
en la sociedad. Este fenómeno provoca que las élites, completamente conscientes de que
“la mayoría de los hombres unificados por el consentimiento en una persona” (Hobbes,
2015, p. 100), supone el máximo poder posible, y que esa persona, que recibe el nombre
de soberano, “puede hacer lo que le plazca” (Fenichel Pitkin, 2015, p. 35), ya que no
estaría sometido a las normas a las que sí lo estarían el resto de ciudadanos, o sea, a las
leyes civiles (Hobbes, 2015, pp. 234-235); como decíamos, siendo las élites ampliamente
conocedoras de estas circunstancias, conlleva la búsqueda por todos los medios posibles,
a través del ejercicio de su poder en base al miedo y las amenazas (Hobbes, 2015, p. 139),
del sometimiento del resto de la población, a una estructura social controlada bajo un
contrato.
Como puede contemplarse, encontramos por un lado un camino casi
revolucionario, que busca cambiar las estructuras sociales a través del contrato, mientas
que por otro lado nos topamos con un intento de perpetuación del poder, una forma de
afianzar los estamentos sociales en base a la legalidad. Sea como fuere, debemos asumir
la existencia de una cierta atracción por parte del ser humano, hacia el Estado civil, junto
con su correspondiente repulsión al Estado natural. En realidad, si analizamos el
fenómeno desde una perspectiva general, partiendo desde los arquetipos, diríamos que la
humanidad, ante una situación hacia la que siente amor, pues le permite ser libre y huir
de la muerte violenta, pero también odio, ya que le coarta la libertad y le lanza de lleno a
una muerte violenta, es decir, ante una circunstancia en la que en presencia de un mismo
fenómeno, Behemoth, el hombre siente amor y odio, como bien explicamos con
anterioridad15, pondera, calcula, razona, (Hobbes, 2015, p. 80), percatándose, de forma
astuta, de que si no hay disposición de lucha, si el hombre no está al acecho, la industria
puede llegar a desarrollar “aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable”
(Hobbes, 2015, p. 132); de esta forma, siendo el ser humano completamente consciente
de lo expuesto y obedeciendo a los preceptos de la razón que ha desarrollado a través de
la ponderación, y que acontecen bajo la forma de leyes naturales, de donde destacaremos
la primera: “todo hombre debiera esforzarse por la paz, y seguirla” (Hobbes, 2015, p.
133), como decíamos, de esta manera, a través de la voluntad (Hobbes, 2015, p. 81),
deciden, los hombres, rechazar el Estado natural para abrazar al Estado civil.
15
Véase el apartado 4. 3. Antropología. El Hombre Natural.
16
Entre los numerosos intelectuales que han trabajado sobre Thomas Hobbes, parece que la
importancia de la representación solo ha sido vislumbrada por unos pocos, entre los cuales
destacamos a Annah Fenichel Pitkin (Fenichel Pitkin, 2014), Ferdinand Tönnies (Tönnies, 1988),
y Joseph Tussman (Tussman, 1947).
17
Esta tesis, fue desarrollada por Francesca Falk, quien a través del descubrimiento de dos
doctores en el frontispicio, junto con diversas asunciones hobbesianas a lo largo del Leviatán,
argumentó la presuposición acerca de que el Estado debe cubrir necesidades sociales básicas,
como si de políticas sociales se tratasen (Falk, 2012); tesis que da cobijo a las exigencias del agua,
del alimento, del hogar, etc.
Imagen 1. Frontispicio del Leviatán, de la primera edición de 1651, diseñado por Abraham
Bosse (Vallespín, 2021, p. 150).
133), que es en última instancia la finalidad de las mismas, pues sin esta coacción de las
posibilidades humanas, la paz no puede lograrse (Hobbes, 2015, p. 236).
Llegados a este punto, debemos traer a la presencia lo anteriormente tratado acerca
de la representación. En su momento explicamos un proceso que partía desde todos los
seres humanos que participaban en el pacto, que firmaban el contrato, el cual podemos
resumir de la siguiente forma: un conjunto de individuos, autorizan a unos pocos elegidos
a representarles, es decir, les dan permiso como autores a llevar a cabo acciones físicas y
verbales como actores (Hobbes, 2015, p. 155); lo fundamental de este asunto es que el
actor, que en nuestro caso es el soberano, es una persona artificial, lo que implica que la
responsabilidad de su acción recabe bajo el autor, o sea, el representado. Este fenómeno
es radicalmente esencial, pues al hallarse la responsabilidad de la acción fuera del
soberano, que en sí es la figura que conforma el Estado (Hobbes, 2015, p. 167), las
acciones a las cuales autorizan los autores, no se encuentran dentro del Leviatán, sino del
Behemoth, lo que implica que deben estar regidas dentro de unos límites individualistas,
conforme al derecho natural y a la ley natural (Hobbes, 2015, p. 156); de lo que se extrae
que el autor no autoriza al actor a realizar cualquier acción que pueda ser destructiva para
su vida (Hobbes, 2015, p. 132), es decir, los seres humanos que firman el pacto no pueden
autorizar al soberano a castigarles, pues esto puede ser perjudicial para su integridad física
individual; circunstancia que supone una brecha sustancial dentro de la aplicación del
derecho hobbesiano, ya que nos muestra la apertura de una problemática con respecto al
establecimiento del orden, en base a la carencia de autorización del soberano a imponer
penas para aquellos que desobedezcan las leyes civiles.
Ante la presente problematicidad, con el objetivo de cumplir con el fin último del
Estado civil, anteponer la seguridad a la libertad, para establecer la paz (Hobbes, 2015, p.
(Hobbes, 2015, p. 167), Thomas Hobbes se saca un as de la manga, y autoriza al soberano
a autorizarse a sí mismo, convirtiéndolo en una “persona que, de un modo u otro, pretende
estar autorizada por alguien más, pero de hecho no lo está” (Fenichel Pitkin, 2014, p. 39);
esta triquiñuela no es más que la representación del estafador que él mismo enuncia, y de
la que expone que la responsabilidad no cae sobre el aparente autor, sino sobre el actor,
que es en realidad el autor, es decir, la responsabilidad de los actos recae sobre el
soberano, quedando dentro de los márgenes de la legalidad que otorga el contrato. De esta
forma, a través de la trampa del impostor, queda justificada la exigencia de un castigo
para aquellos que incumplan la ley civil, ya que actuar fuera del margen de legalidad que
establecen las leyes civiles, provocando un desorden en el correcto funcionamiento del
sistema que permite garantizar la paz y la seguridad, implicaría una ruptura del contrato
social al que se adhirió en su momento, fenómeno que va en contra de la tercera ley de la
naturaleza, que prohíbe violar los pactos (Hobbes, 2015, p. 142).
En base a estas circunstancias, con el objetivo de cumplir con la razón de ser del
Estado civil, el soberano, a través de la legislación, autoriza a ejecutar determinadas
acciones coactivas a una serie de ministros, que no son más que determinados seres
humanos que en su momento pactaron el contrato, y que ahora actúan en representación
del Estado, o sea, conforman la soberanía, pero su función no es legisladora, sino que su
acción es mera administración, tanto general, como militar, económica, jurídica, etc.
(Hobbes, 2015, pp. 215-219). Lo realmente destacable de este asunto es que si bien antes
del contrato los autores encuentran unos límites con respecto a las acciones que pueden
autorizar, que son las leyes naturales (Hobbes, 2015, p. 156); dentro del Estado civil, el
soberano puede autorizar sin límite alguno a esos ministros, pues no está sometido a las
leyes civiles (Hobbes, 2015, p. 234), quedando, de esta forma, constituido “un
representante total que en todo sentido y cualquier situación puede hacer lo que le plazca
obligándole a uno con su acción” (Fenichel Pitkin, 2014, p. 35), pero siempre con el
objetivo principal para el cual fue constituido: preservar la seguridad.
En realidad, el despliegue de las leyes civiles y la posibilidad de los castigos para
aquellos que no las cumplan, no es más que la imposición de aquel que más medios posee
para alcanzar sus deseos, frente al resto, o dicho con otras palabras, es la ejecución del
poder común en base a su derecho natural, que como ya dijimos, pero recordamos, es “la
libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder, como él quiera, para la
preservación de su propia naturaleza” (Hobbes, 2015, p. 132). Como puede contemplarse,
las estructuras sociales humanas, es decir, el carácter antropológico, sigue manteniendo
la esencia que ya encontraba en el Estado natural, la principal diferencia con respecto a
este no se encuentra en la materialidad, pues como bien dice ese viejo latinismo, homo
est homini, el hombre es un hombre, nada más, lo que varía es su forma de comportarse:
donde antes había egoísmo y guerra, ahora hay confianza y paz, la seguridad se ha
impuesto a través de la coartación de la libertad.
de la ley natural (Hobbes, 2015, p. 132), pero si no establece penas para aquellos que
incumplan la ley civil, se estaría rompiendo el pacto y el caos acontecería en forma del
regreso del Behemoth (Hobbes, 2015, p. 277).
5. Que se atribuyan propiedades absolutas a los súbditos, como por ejemplo una propiedad
absoluta sobre sus bienes, impidiendo que el soberano, en determinadas circunstancias
necesarias para el mantenimiento de la seguridad, pueda apropiarse de ellas (Hobbes,
2015, pp. 277-278).
6. Que se divida el poder soberano, “pues dividir el poder de una república es simplemente
disolverla, dado que poderes mutuamente divididos se destruyen uno al otro” (Hobbes,
2015, p. 278), por lo cual la soberanía debe recaer bajo un único individuo o grupo, no
puede haber una bicefalía de poder, por un lado el militar y por otro el religioso, o un
gobierno mixto, o sea, que posea varías almas, sino que todos deben formar parte del
mismo poder soberano (Véase Imagen 1) (Hobbes, 2015, pp. 278-282).
7. Que una mala gestión del soberano lleve a “la dificultad de obtener dinero para los
gastos necesarios de la república” (Hobbes, 2015, p. 282).
8. Que existan abusos de los monopolios y de los funcionarios públicos (Hobbes, 2015,
p. 282).
9. Que se dé un exceso de popularidad en determinados hombres, “pues el pueblo […]
se ve apartado de su obediencia a las leyes por el halago y la reputación de un hombre
ambicioso, y queda presto a seguir a alguien cuyas virtudes y designios desconoce”
(Hobbes, 2015, p. 283).
10. Que la ciudad posea un volumen excesivo tal que impida gestionarla de una manera
correcta (Hobbes, 2015, p. 283).
11. Que la libertad de expresión permita disputar contra el soberano, pues deriva en una
desacreditación del poder del mismo y de las instituciones representativas, que puede
derivar en desobediencia civil (Hobbes, 2015, p. 283).
12. Que se pierda una guerra contra otra República, provocando la desaparición del
ejército, impidiéndose la realización de la causa final de la constitución del Estado civil,
quedando “cada hombre […] en libertad para protegerse por los medios que su propia
discreción le sugiera” (Hobbes, 2015, p. 283).
El transcurso excesivo de tiempo en el que una sociedad de cobijo a dichas
enfermedades, sin establecer solución alguna a dichos conflictos, provoca la irremediable
disolución del Estado civil, debido a que en última instancia, el soberano se verá
incapacitado a mantener en orden a la sociedad, o sea, a estructurar a la población en base
4. 7. Recapitulación.
Como bien ha quedado expuesto, Thomas Hobbes, el filósofo de Malmesbury,
vivió una vida placentera, relativamente acomodada, que le permitió conocer mundo y
formase notablemente, hasta su inmersión, a mediana edad, en la política, este fenómeno
zarandeó notablemente su existencia, y le acompañó hasta el día de su muerte. En
realidad, como se ha explicado, más que un sujeto políticamente activo, fue un filósofo,
con todas las connotaciones que ello lleva, cuyo activismo social se resumió en la
elaboración de múltiples investigaciones, a través de un sistema científico concreto, que
dieron lugar a una pluralidad obras, donde la definición de los conceptos permitía una
claridad excepcional. Dichas obras contenían una compleja cosmología donde la política
encontraba un lugar privilegiado.
De esta forma, el pensador estructuró una visión del mundo, donde Dios a través
de su arte creó al Hombre natural, y este imitando a la divinidad, creó al Hombre
Artificial: Behemoth y Leviatán. En sí, esto no es más que una metáfora de la creación
del Estado social, por parte del autor, quien ve como los hombres se relacionan, pero en
función del modo de relacionarse conforman un tipo de sociedad u otra, si los seres
humanos viven una existencia donde habita la desconfianza, y no existen pactos de unión
entre unos u otros, constituyen el Estado natural, pero si estos mismos sujetos se unen
firmando un contrato y establecen una sociedad regida bajo unas leyes civiles que se
sustentan en última instancia en la confianza, crean el Estado civil. Lo fundamental de
este asunto es que la fugacidad de la temporalidad a la que se encuentran sujetos los
humanos, provoca que en determinados momentos, ante unas circunstancias concretas, se
transite del Estado natural al civil, o a la inversa, pudiendo ser así eternamente.
5. 2. Estados liberales.
La primera de todas nuestras referencias, siendo la que posiblemente más impacto
global e histórico, haya tenido en la influencia de la construcción material de las
organizaciones sociales humanas, no es otra que la de los Estados liberales. Desde el
comienzo de la modernidad, han sido este tipo de estructura social, basada principalmente
en el concepto de libertad, que en último término, como bien ha quedado expuesto a través
de las tesis hobbesianas, al darse en un mundo limitado, conlleva a, o incluso implica un,
cierto egoísmo; como decíamos, han sido este tipo de estructura social las que se han
intentado imponer por mayoría, tanto es así que podemos afirmar que son las que más
influjo ha ejercido, en cierta medida, en la formación de los Estados contemporáneos.
El camino desde las tesis hobbesianas, hasta el surgimiento empírico de dichos
estados, comienza con la naturaleza propia del ser humano cuando se relaciona con su
otredad, es decir, se inicia con el aspecto antropológico del hombre en sociedad. Ya con
anterioridad, en el punto 4. 6. 1., explicamos las características naturales del hombre en
5. 3. Estados sociales.
En lo que respecta a la practicidad de la presente referencia, debemos explicar que
si bien su materialidad no irrumpió en la existencia política de forma completa a través
de un Estado único y exclusivo que represente dicha característica social, aconteció en
una pluralidad de Estados distintos a través de múltiples políticas sociales. Lo realmente
fundamental de este asunto es su radical rechazo a la concepción individualista, que
conlleva un cierto egoísmo, del hombre, ya que se basa en Estados contractuales cuyo
soberano ofrece un cuidado a los más débiles (Hobbes, 2015, p. 293), con el objetivo de
garantizar una serie de igualdad social con respecto a la seguridad demandada por los
ciudadanos.
La presente percepción parte de la creación del Estado civil por institución
(Hobbes, 2015, p. 167), es decir, el camino que nos lleva a diversos Estados que utilizan
dichas políticas, se inicia a través de la disconformidad de un conjunto de individuos, que
constituyen la mayoría de la población de una localidad, la disconformidad con la
desigual distribución de la libertad, debido a esas sutiles diferencias entre los diversos
seres humanos (Hobbes, 2015, p. 127), que termina conformando un pequeño grupo de
unos pocos individuos poseedores de toda la libertad, que coartan la del resto, en virtud
de su propia felicidad, como bien expusimos en el apartado 4. 6. 2.; dicha circunstancia
provoca la unión de la mayor parte de la sociedad (Hobbes, 2015, p. 100), en base a un
rechazo extremo a ese modelo estructural, que inicia la conformación de un nuevo deseo,
que termina con la disolución del sistema y la creación de otro, a través del contrato social.
De esta forma, los seres humanos se unen, y con el fin último de establecer una
sociedad igualitaria, donde todos tengan cubierta esa seguridad (Hobbes, 2015, p. 163),
que anteriormente solo encontraban las élites, conforman esa persona artificial a la que le
ceden todo el poder de la unificación, y le autorizan a usarlo para “procurar la seguridad
del pueblo” (Hobbes, 2015, p. 284). Así, podemos afirmar sin riesgos a equivocarnos, que
el fin último por el cual se crea este tipo de Leviatán no es otro que proteger a aquellos
que firmaron el contrato, protegerlos de la libertad natural que puede ejercer sobre los
individuos una otredad más poderosa, como sucedía en el Estado natural. Teniendo en
cuenta la esencia de este tipo de Estado civil, es menester que nos detengamos, aunque
sea brevemente, en lo que fundamenta este tipo de estados, las exigencias de seguridad
social.
Ya con anterioridad, expusimos en el punto 4. 6. 3. 2., las demandas de los
súbditos, con la intención de evitar repetir lo ya expresado, enunciaremos únicamente
aquello que queda englobado bajo la seguridad social respecto al pueblo, para
posteriormente adentrarnos en unas exigencias que subyacen tras dichas demandas
materiales. De esta forma, cabe afirmar que los puntos que debe garantizar el soberano
(Hobbes, 2015, p. 284), son los siguientes: un Estado ordenado (Hobbes, 2015, pp. 215-
216); una buena y estable economía (Hobbes, 2015, p. 216); un sistema judicial justo
(Hobbes, 2015, pp. 217-218); un grupo ejecutivo que haga cumplir la ley (Hobbes, 2015,
pp. 218-219); educación (Hobbes, 2015, pp. 216-217); religión (véase imagen 1); sanidad
(véase imagen 1); viviendas (véase imagen 1); alimentos (véase imagen 1); y agua (véase
imagen 1). Todas estas demandas sociales que deben ser cubiertas por el soberano,
suponen el establecimiento de la igualdad natural del ser humano, una igualdad natural
que no solo conlleva a una igualdad de esperanza del cumplimento de los deseos (Hobbes,
2015, p. 128), sino que también exige una igualdad de posibilidades, en base a ese derecho
natural que todos posen (Hobbes, 2015, p. 132), es decir, el contrato social firmado por
todos los ciudadanos implica una unificación, o sea, hacer uno un conjunto de seres
(Hobbes, 2015, p. 167), lo que supone que la sociedad ya no es mirada como una
pluralidad de individuos sino como un todo, cubrir las necesidades de seguridad de la
sociedad no es cubrir las de un individuo sino las del conjunto de individuos que
conforman el Estado. Tras estas demandas individuales, se encuentra una compleja
exigencia de igualdad natural, que supone la columna vertebral de este Estado social, pues
en el momento en el que el soberano deje de cubrir las exigencias sociales, en el momento
en el que los ciudadanos no se sientan seguros, estos se sublevarán y terminarán con el
sistema político, pues el contrato, que lo sustenta todo, no se estaría cumpliendo.
Dicha igualdad que exige este tipo de Estado, es únicamente posible a través de
un justo sistema de derecho, donde el poder soberano quede representado y aplicado de
forma correcta en sus tres niveles: el legislativo, el judicial y el ejecutivo, es decir, el
soberano debe gestionar el poder que le ha sido otorgado para preservar la naturaleza del
Estado, que conlleva la de los ciudadanos, que es el derecho natural (Hobbes, 2015, p.
132), y cumple con ello a través de una compleja estructura social de representación,
basada en tres niveles: el legislativo que es la creación de leyes civiles buenas, que por
ende son justas (Hobbes, 2015, p. 234); el judicial, que es analizar las diversas
circunstancias de los individuos en base a la ley, o sea, ver si la cumplen (Hobbes, 2015,
pp. 240-246); y el ejecutivo, que posee dos tareas fundamentales, obligar a los ciudadanos
al cumplimiento de las leyes civiles, recordándoles la terca ley natural, y castigar a
aquellos que no cumplan con los vestigios legales, a través de la aplicación de las penas
(Hobbes, 2015, pp. 215-219).
Lo fundamental del presente Estado social es la radical importancia que se le da
al abastecimiento de la seguridad que necesitan los ciudadanos, seguridad natural que
debe quedar reflejada en las leyes civiles, que para ello están (Hobbes, 2015, p. 293). En
sí existe una voluntad general que liga la política con la ayuda al otro, siempre y cuando
este sea ciudadano del Estado, lo que junto a todo lo expuesto, nos incita a considerar, al
igual que le sucede a Fernando Vallespín, “que Hobbes propone algo parecido a lo que
más tarde se denominarán políticas sociales” (Vallespín, 2021, p. 162).
En consideración con lo explicado, y en relación con los sucesos históricos
acaecidos en la historia de la humanidad, no es demasiado arriesgado aventurar que la
presente estructura estatal ha acontecido en numerosas ocasiones a lo largo del panorama
político en sentido estrictamente empírico: si bien comenzaron a surgir a lo largo del siglo
XIX, en Estados como la Prusia de Otto von Bismarck, no es hasta mediados del siglo
XX cuando se extiende sobre numerosos países, en especial en aquellos pertenecientes a
la Unión Europea; en la actualidad, existe una pluralidad de Estados que se ajustan a las
características descritas, entre los cuales debemos destacar los países nórdicos, Noruega,
Suecia y Dinamarca (Galindo, 2021, https://elpais.com/internacional/2021-09-18/la-
socialdemocracia-se-afianza-en-su-viejo-bastion-del-norte-de-europa.html), o incluso el
propio Estado español (CE, 1978, art. 1.), desde el cual se están escribiendo estas líneas.
5. 4. Estados totalitarios.
Si tuviéramos que elegir cuál de todas las referencias tuvo, o incluso tiene, una
mayor proximidad con la realidad, en lo que a su acontecimiento empírico en el plano
político humano se refiere, no nos equivocaríamos al afirmar que se trata de la presente;
los Estados totalitarios irrumpieron, en su más estricto sentido hobbesiano, a lo largo de
todo el siglo XX, e incluso siguen existiendo algunos en la actualidad. En este apartado
nos centraremos en vislumbrar no solo el proceso a través del cual se conforma un Estado
de este tipo, desde las tesis expuestas en las obras de Thomas Hobbes, sino que
mostraremos cómo un contrato social puede servir para perpetuar un sistema desigual,
cuya última función es otorgar un lugar privilegiado al ser humano, o al conjunto de seres
humanos, que posean el poder soberano.
El origen de la visión de los Estados totalitarios encuentra su lugar en la
conformación del Estado civil por adquisición (Hobbes, 2015, p. 167), es decir, el trayecto
que nos lleva a los diversos Estados que encuentran en la descripción hobbesiana un
espejo donde mirarse, comienza con la insaciabilidad del deseo humano (Hobbes, 2015,
p. 108), por parte de un grupo reducido, que en el Estado natural, debido a sus
características particulares (Hobbes, 2015, p. 127), poseen todo el poder, pero quieren
más, y tras deliberar, descubren que no hay mayor poder que el que conforma la unión de
todos los seres humanos, en una sola persona (Hobbes, 2015, p. 100), ante lo cual deciden
ejercer su poder actual para obligar al resto a firmar un contrato de unificación social, que
los ubique –a la élite de seres humanos- dentro de esa única persona, o sea, que les otorgue
la posibilidad de personificar a la soberanía, o dicho con otras palabras, ser los hombres
naturales de esa persona artificial que es el soberano.
Teniendo esto en cuenta, que el motivo por el cual se conforma el contrato no es
otro que la perpetuación de un poder existente, no es demasiado arriesgado aventurar que
las leyes civiles, que en última instancia están constituidas para el mantenimiento del
Estado civil, sean creadas para justificar legalmente esta desigualdad radical entre el
soberano y la población; podríamos decir lo mismo de las administraciones judiciales y
6. Conclusión.
Comenzábamos el presente trabajo vislumbrando la volatilidad actual, el cambio
constante al que nos vemos inmersos en estos tiempos que corren, y ante esta situación,
nos planteamos cómo abordar la modificación estructural de los Estados que se está
viviendo. Propusimos clarificar la fundamentación del Estado moderno, pues creímos que
era el primer paso que debíamos dar para intentar comprender estas circunstancias
convulsas que nos han tocado vivir; decidimos utilizar la metodología hermenéutica de
investigación, de corte gadameriano, para afrontar dicho objetivo; y sustentamos todo el
estudio en las tesis políticas de Thomas Hobbes, a quien consideramos el primer pensador
en hablar de los Estados modernos, siendo, de esta forma, el fundamentador de los
mismos.
A lo largo del escrito hemos observado un descenso escalonado, de la teoricidad
a la materialidad, a través de tres niveles: la interpretación, la comprensión y la aplicación;
que nos han permitido explicar no solo los fundamentos de los Estados modernos, sino
también el uso práctico que tuvieron dichas teorías en la creación empírica de los diversos
países mundiales, mostrándonos incluso cómo los pilares que sustentaron los primeros
edificios estatales, siguen presentes, en cierta medida, en la actualidad.
Lo realmente fundamental del estudio, en lo que respecta a nuestro objetivo
principal y, sobre todo, al origen de las inquietudes que provocaron la presente
investigación, en relación a la cuestión acerca de por qué están sucediendo esta cantidad
de cambios fundamentales en los Estados modernos; queda denostado desde la creación
de la obra hobbesiana, ya que en el fondo de toda esta estructura, lo que subyace tras la
fundamentación del Estado moderno, es que el movimiento, el cambio, es consustancial
al mismo. En el sistema hobbesiano todo está en constante movimiento, si bien está regido
bajo unas leyes, tanto físicas, como naturales o civiles, el movimiento dentro del mundo
siempre continúa, nunca para, pues los seres humanos están siempre persiguiendo un
nuevo deseo, a través del cual van conformando diversos modos de comportamiento
social, que a su vez van variando, en función de las preferencias de los deseos, lo que
implica que a grandes rasgos, los Estados cambian, como ya explicamos. Leviatán y
Behemoth, Estado civil y Estado natural, están siempre en constante rotación. Es este
fenómeno, el cambio, el que nos permite comprender no solo la fundamentación de los
Estados modernos, sino los Estados actuales y toda la variabilidad a la que se encuentran
sujetos.
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