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hasta la Edad Media.
Estos filósofos, marcados por el pensamiento islámico, llegan a escribir
incluso en árabe (tras lo cual hacen traducir sus textos al hebreo), recurren a los mismos filósofos de la Antigüedad y plantean las mismas preguntas fundamentales: ¿Qué relación guarda la razón natural con la verdad revelada? ¿Cómo se puede pensar en la unicidad de Dios, en las propiedades divinas y en el origen del mundo? Y, en especial, ¿cómo conciliar la libertad del ser humano con la providencia divina? Los dos pensadores más importantes de la filosofía judía proceden de dos tradiciones fundamentalmente distintas: las ciencias de la naturaleza y la teología. Isaac Israelí (c. 850-950) es un médico famoso conocido por un Libro sobre las fiebres, un Libro sobre la orinay un 119 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA Libro sobre los elementos orientado hacia la filosofía de la naturaleza. Israelí, influido por el filósofo islámico Alkindi, aúna neoplatonismo y cultura judía y considera que la tarea del ser humano consiste en el ascenso del alma hasta Dios como principio supremo con la guía del conocimiento. Sin embargo, por respeto al rigor del monoteísmo judío, excluye la idea de una unión mística entre el espíritu humano y el principio supremo. La creación del mundo no se produce tampoco por un «flujo» que parte del principio supremo, como en muchos neoplatónicos, sino, en sentido judío, por la voluntad y el poder del Dios único. Saadia ben Josef (882-942), contemporáneo algo más joven de Isaac Israelí, polemiza contra los musulmanes, los cristianos y los careos (una secta judía que «creía en las Escrituras» pero rechazaba la tradición posbíblica, el Talmud) como destacada autoridad en materia de religión talmúdica. En el Libro de las opiniones filosóficas y las doctrinas religiosas (abreviado en Libro de la fe y el saber, 933), influido por la teología (islámica) de los mutazilíes, Saadia hace una apología filosófica de las verdades de la fe judía. Sirviéndose de argumentos racionales, intenta demostrar la creación del mundo, la existencia de un creador que la respalda y su poder Saadia sigue también en ética las doctrinas de los mutazilíes (islámicos) y opina que la razón humana puede reconocer por sí misma los principios fundamentales de la moral. Sin embargo, la revelación no se considera superflua, pues sirve para conocer las normas particulares y su aplicación según las circunstancias. Saadia no establece ninguna distinción entre normas jurídicas y morales, a pesar de que su diferencia se pone de manifiesto en el Deuteronomio, el quinto libro del Pentateuco de Moisés. - Profeta con un rollo de la Torá. Miniatura, c. 1400. FILOSOFÍA ISLÁMICA Y JUDIA La Guía de perplejos (Dalalat alHa'irin; en hebreo, More Nebuchim; 1180-1190), de Maimónides, es la obra principal de la ilustración judía. El libro, en tres partes, se publicó en El Cairo y está escrito en árabe pero con caracteres hebreos. La primera parte trata de Dios y contiene en esencia una teología negativa: no es posible definir de manera positiva qué es Dios, pero sí determinar cuáles son sus obras: la vida, el bien y la justicia. La segunda parte trata del mundo y emprende una demostración de la existencia de Dios inspirada en la idea aristotélica del motor inmóvil. La cuestión de si el mundo fue arado o es eterno se considera irresoluble desde un punto de vista lógico; sin embargo Maimónides, en cuanto judío creyente, opta por la creación. La tercera parte trata del ser humano y justifica la ley judía, incluidos los mandamientos tradicionales, que, no obstante, no se deben cumplir por sí mismos sino para practicar la gracia, el derecho y la virtud, imitando así la obra de Dios. Tal como mantenía Aristóteles, el ser humano alcanza su perfección suprema en el conocimiento, que en Maimónides es el conocimiento de Dios. La obra influye considerablemente a través de su traducción latina en pensadores como Alberto Magno, santo Tomás de Aquino y Juan Duns Escoto. En la Edad Moderna es estudiada todavía por Spinoza. - Página de la Guía de perplejos. Manuscrito italiano del siglo XIV. y sabiduría, además de su justicia y la libertad de la voluntad humana. Según Saadia, dado que la religión (judía) y la filosofía, además de las ciencias, proceden de la misma fuente divina, no pueden contradecirse. En caso de existir una aparente contradicción, el texto bíblico no se debe entender literalmente, sino de manera alegórica, tal como lo proponía Alfarabi, tomando como guía la razón. Con el poeta Avicebrón (Salomón ibn Gabirol, c. 1020-1058) da comienzo en España una segunda fase del pensamiento judío. La escolástica clásica solo conoce su principal obra filosófica, La fuente de la vida, en su traducción latina, Fons vitae, sin tener noticia de la identidad de su autor judío. Avicebrón unifica las ideas neoplatónicas de 121 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA un mundo jerárquicamente escalonado con la representación bíblica de un Dios creador. Dios se alza sobre el peldaño más elevado del mundo, el intelecto cósmico universal, compuesto de materia y forma. En cuanto unidad absoluta de materia y forma es el creador del mundo, cuyas formas determina mediante su voluntad y cuya materia hace proceder de su propia esencia. Dios produce el mundo de la nada, en el sentido bíblico, por medio de su esencia y su voluntad, y «mueve y ordena todas las cosas». Los pensadores judíos, al igual que los islámicos, mantienen también la opinión de que la filosofía proporciona una cosmología cuyo conocimiento contribuye a la verdadera felicidad, sobre todo habida cuenta de que la religión, con sus promesas de dicha, se puede integrar sin esfuerzo en esa imagen del mundo. A este punto de vista se opone el poeta Yehudá Ha-Leví (c. 1080-1141) con una concepción que se adelanta a una famosa sentencia de Pascal. En su apología (polémica) del judaismo contra el cristianismo y el Islam, expuesta en el Libro de la prueba y el fundamento sobre la defensa de la fe menospreciada (Sefer ha-Kusari), Ha-Leví hace hincapié en que «el Dios de Abraham no es el Dios de Aristóteles». Mientras que el Dios de los filósofos es un espíritu puro que solo se conoce a sí mismo y no se preocupa del bienestar del hombre, el de Israel ha escogido a su pueblo e interviene benevolentemente en los asuntos humanos. Con Abraham ibn Daud (c. 1110-1181) comienza una tercera fase del pensamiento judío, no caracterizada ya por el neoplatonismo sino por Aristóteles. A diferencia de Ha-Leví, Ibn Daud no considera irreconciliables la religión y la filosofía. Y, al igual que Saadia, afirma que la verdadera filosofía —un aristotelismo influido por Avicena—coincide plenamente con la verdadera religión, el judaismo. En su principal obra filosófica, La fe sublime (1161), intenta incluso demostrar que la teoría de las categorías de Aristóteles está contenida en el Salmo 139 (138). En el versículo 1: «Señor, Tú me sondeas», la palabra «me» alude a la primera categoría, la sustancia; la primera mitad del versículo 2: «Cuando me siento o me levanto...», se refiere a la categoría de situación, y la segunda mitad: «De lejos percibes mis pensamientos...», a la de cualidad, etcétera. Ibn Daud cree también demostrable la existencia de Dios, pero el conocimiento que podemos obtener acerca de Él por esa vía no incluye su esencia incognoscible. En su ética social, Ibn Daud explica 122 Se llama «cabala» (en hebreo, 'tradición') a las enseñanzas de la mística judía transmitidas oralmente. Esa mística se cultiva ya en los siglos I y II como una especie de gnosticismo rabínico y florece sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XII. La cábala intenta, entre otras cosas, descifrar los «secretos» de la Biblia con la ayuda de los diez números primigenios (pitagóricos) y las veintidós letras del alfabeto hebreo, así como acararse a Dios meditando en sus numerosos nombres y la fuerza mágica de la palabra (hebrea). Su libro «sagrado», el Zoar (en hebreo, 'brillo', finales del s. XIII), fue escrito, probablemente, por Moisés de León. La obra, dirigida contra una filosofía racional, una metafísica «abstracta» y una interpretación «intelectualista» del judaismo, desarrolla un sistema cabalístico de conocimiento de Dios en forma de exégesis del Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia, atribuidos a Moisés). Su influencia en las ideas ocultistas que interesan a los filósofos del Renacimiento es tan grande que muchos de ellos aprenden hebreo. - El árbol de sefirot representado aquí es una ayuda para la meditación y la concentración en la oración. Está compuesto de las diez potencias, reflejos o emanaciones de la divinidad, rigurosamente trascendente e ininteligible. El sistema, con sus numerosos enlaces, difiere de la jerarquía lineal de emanaciones predominante en el neoplatonismo. FILOSOFÍA ISLÁMICA Y JUDÍA la desigualdad entre las personas como algo justo y querido por Dios. La felicidad está reservada a los pocos que consiguen su amor, en el sentido del conocimiento de Dios. Su obra principal concluye con una defensa de la libertad de la voluntad humana, que constituye el motivo básico del pensamiento filosófico de Ibn Daud. 123 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA La filosofía judía alcanza su culminación en un contemporáneo de Averroes algo más joven que este, médico de cuerpos y almas: el rabí filósofo y erudito Moisés Maimónides (Moisés ben Maimón, 1135-1204). De manera similar a Ha-Leví, Maimónides se dirige en su obra principal, Guía de perplejos, a quienes dudan de su fe: judíos que se sienten inseguros de su religión por influencia de la filosofía y la ciencia «paganas». Maimónides no ve tampoco grandes dificultades en conciliar el pensamiento científico con el teológico, pues en el relato de la creación del Génesis se expusieron las ideas fundamentales de la Física de Aristóteles, y en las palabras de los profetas, las verdades de su Metafísica. Pero, en vez de equiparar la filosofía y la Ley judía, Maimónides concede a ambas partes un derecho propio, aunque, en caso de conflicto, la precedencia la tiene la Ley judía. Como filósofo y judío creyente, Maimónides se enfrenta a tres cuestiones: ¿cómo se puede hablar adecuadamente de Dios?; ¿cómo es posible conciliar la enseñanza filosófica de la eternidad del mundo con la convicción judía de su creación?; y ¿cómo se debe fundamentar la acción moral? Como al judío creyente le está prohibido debatir la cuestión de la creación ante más de un alumno, Maimónides escribe la Guía en forma de carta a su discípulo Josef ben Yehudá, y lo hace, además, en un lenguaje esotérico. Tras la muerte de Maimónides, el judaismo se divide en dos bandos. El más reducido, el favorable a él, se mantiene abierto a la filosofía, cultivada a partir de ese momento—como cuarta fase del pensamiento judío—en un entorno cristiano. Es importante, por ejemplo, Gersónides (Levi ben Gerson, 1288-1344), eximio seguidor de Averroes. Sin embargo, el bando más numeroso, el opuesto a Maimónides, adopta una postura hostil hacia la filosofía y concede un lugar destacado a la Cábala. 124 FILOSOFÍA ISLÁMICA Y JUDÍA LECTURAS RECOMENDADAS: Las Cartas de los hermanos puros de Basara (siglo x), una especie de enciclopedia islámica de las ciencias y una ética independiente del derecho islámico (sharia), nos ofrecen una introducción al pensamiento del Islam. Vale la pena leer la novela de Abentofail Hayy ibn Yaqzan (El viviente, hijo del vigilante), mucho más accesible que las obras dé Avicena, Algazel y Averroes (por lo demás, apenas traducidas). Para el estudio del pensamiento judío se puede comenzar con los Ocho capítulos de Maimónides, un tratado sobre la ética judía y el conocimiento de Dios. 125 V II DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA En la escolástica clásica se dan dos circunstancias que liberan nuevas energías intelectuales concentrándolas al mismo tiempo de tal manera que la Edad Media alcanza su apogeo en ese periodo. Por un lado, se conoce por primera vez la obra completa de aquel filósofo que se hace famoso como «maestro de todos los sabios» (expresión de Dante) por su potencia analítica y su tratamiento casi enciclopédico de la filosofía y la ciencia: en efecto, el comentario de los escritos de Aristóteles y su armonización con el cristianismo da pie a la aparición de una plétora de nuevas propuestas y posturas enfrentadas. Por otro, en ciertas ciudades científica y políticamente florecientes surge una institución educativa nueva y tan convincente que se ha mantenido hasta hoy: la universidad. Su fundamento, constituido por una combinación claramente estructurada de enseñanza e investigación, sigue cultivándose hasta el momento actual, al menos en las ciencias humanas. Tal vez debamos añadir una tercera circunstancia, el «movimiento de pobreza» de los siglos XII y XIII, pues los grandes pensadores de la época son miembros de las órdenes «mendicantes» recién fundadas: los dominicos con Alberto Magno, Tomás de Aquino y el Maestro Eckhart; y los franciscanos, con Buenaventura, Duns Escoto y Guillermo de Occam. EL ARISTOTELISMO CRISTIANO: ALBERTO Y TOMÁS Tras los trabajos previos del filósofo, teólogo y naturalista inglés Roberto Grosseteste (1175-1253), Alberto Magno es el primero de su época en hacer que todo Aristóteles, incluidos los estudios naturalistas aristotélicos, sea fecundo para la filosofía y