Algunas Consideraciones Sobre La Esclavi
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Resumen
Aunque la Antigua Roma fue esencialmente una sociedad esclavista que permitió la existencia y
perpetuación de esta institución a lo largo de su historia, paradójicamente mostró cierta flexibilidad
en el tratamiento de los esclavos, lo cual permitirá que aquellos que por distintos motivos hubiesen
caído bajo el yugo de la esclavitud fueran depositarios de ciertos derechos a pesar de su condición.
El número de esclavos en Roma fue muy numeroso, llegando a alcanzar entre el 20 y 30% de la
población total a fines del siglo I de nuestra era, siendo su papel esencial para el desarrollo
socioeconómico de Roma, que dependió prácticamente en su totalidad del trabajo de la mano de
obra esclava, y en la configuración de su propia identidad cultural como pueblo.
Palabras clave: Antigua Roma, esclavitud, derechos, sociedad, leyes
Abstract
Although Ancient Rome was essentially a slave society that allowed the existence and perpetuation of
this institution throughout its history, paradoxically it showed some flexibility in the treatment of
slaves, which will allow to those who had fallen under the yoke of slavery to be the recipient of
certain rights despite their status. The number of slaves in Rome was very high, reaching between 20
and 30% of the total population at the end of the first century AD, playing an essential role in the
socio-political development of Rome, which depended almost entirely on slave labour, as well as in
the configuration of its own cultural identity.
Keywords: Ancient Rome, slavery, rights, society, laws
Introducción
En la Antigua Roma la esclavitud fue una institución plenamente aceptada y absolutamente esencial
para su mantenimiento debido a su gran dependencia del trabajo desarrollado por la mano de obra
esclava, lo cual le permitirá desarrollarse tanto social como económicamente y mantener su
hegemonía política en su marco geográfico de actuación. Con el paso del tiempo, la sociedad romana
irá tomando conciencia de su dependencia del trabajo esclavo, lo cual motivará ciertos cambios en la
percepción y trato hacia estos en un intento por mantener su obediencia y sumisión, así como para
evitar posibles revueltas que pudieran hacer tambalear el modo de vida romano.
El pensamiento romano consideró la esclavitud como una fatalidad del destino, y en líneas generales,
no se cuestionó la presencia o legitimidad de esta institución, ya que siempre había estado presente,
ni tampoco su posible derogación. Muchos amos incluso se negaron a considerar la manumisión de
sus esclavos.
Aunque el conocimiento actual sobre los orígenes de esta institución en el mundo romano son
escasos, es probable que, del mismo modo que ocurrió en el seno de otras sociedades de la
Antigüedad, debió de ser usual contar con mano de obra esclava para la realización de determinadas
actividades. Incluso en pequeños núcleos de población, la presencia de esclavos fue algo corriente,
obtenidos gracias a la captura de habitantes pueblos circundantes o mediante transacciones
comerciales. En el caso de Roma, los datos que se disponen para fechas anteriores al siglo III a.C.
son bastante exiguos, y los pocos que se tienen dan a entender que en aquellos momentos la
esclavitud era un fenómeno de escasa envergadura (Hopkins, 1978: 24) y únicamente los más
acaudalados podrían disponer de mano de obra esclava, aunque no en abundancia.
Todo este panorama cambiará cuando Roma inicie su proceso de expansión territorial. Debido a las
diversas contiendas emprendidas por los romanos, el número de esclavos y la importancia de la
esclavitud aumentarán vertiginosamente. Hacia el año 225 a.C., Roma contaba con seiscientos mil
esclavos, y poco más de dos siglos después esa cantidad se había incrementado hasta los dos
millones, constituyendo aproximadamente un 35% del total de la población romana (Hopkins, 1978:
101). Esos datos permiten hacerse una idea de la creciente importancia que la esclavitud estaba
empezando a tener en el mundo romano. Con el aumento del número de esclavos disponibles,
también lo hicieron las actividades en las cuales fueron utilizados. Aunque en un primer momento se
había utilizado la mano de obra esclava como sirvientes o asistentes domésticos, con el paso del
tiempo acabarán estando presentes en la práctica totalidad de las distintas esferas de la vida romana
(Blair, 1970: 3).
Un detalle a tener en cuenta sobre la esclavitud en el mundo romano es que, a diferencia de otras
instituciones esclavistas de otros periodos históricos, en Roma no se basó en criterios étnicos o
raciales, aunque es sabido que tenían predilección por unas u otras procedencias dependiendo para
que actividades. Por ejemplo, para el servicio doméstico prefirieron etíopes, egipcios y otros
asiáticos, mientras que los esclavos de origen heleno, debido a su mayor cultura, desempeñaron su
labor en el campo educativo o de las artes (Blair, 1970: 150).
En el mundo romano muy pocos fueron los que estuvieron a salvo de caer bajo el yugo de la
esclavitud debido a los diversos modos de poder pasar a engrosar las cifras de la masa esclava, que
podía provenir fundamentalmente gracias a tres vías:
Aunque la mayor parte de esclavos que llegaban a Roma eran fruto de sus victorias militares,
algunos otros lo hicieron de más allá de sus fronteras, siendo el caso de aquellos prisioneros
que, a consecuencia de guerras tribales entre distintos pueblos que habitaban tras el limes,
vendían sus prisioneros a los romanos a precios sensiblemente más bajos que los que
hubieran alcanzado en la propia Roma (Jones, 1975: 297-298).
Otra manera de poder llegar a formar parte de la masa esclava era por medio del secuestro.
En tiempos de Augusto (r.27 a.C.- 14 d.C.) el secuestro de personas de libre condición para
ser vendidas como esclavos alcanzó cotas insospechadas, provocando que el propio
emperador tomase cartas en el asunto mediante la promulgación de una serie de leyes para
lograr acabar con el problema. Entre las medidas adoptadas, se puede mencionar el
establecimiento y despliegue de cuerpos del ejército en aquellas zonas en donde el fenómeno
se manifestaba con mayor incidencia, inspecciones rutinarias de talleres y de otros lugares de
trabajo en busca de ciudadanos libres que hubiesen sido privados de su libertad por la fuerza,
o bien mediante la ilegalización de gremios y cofradías susceptibles de beneficiarse de mano
de obra gracias a esta actividad delictiva. Pese a sus esfuerzos, Augusto fue incapaz de acabar
con el problema, y muchas de sus medidas se prolongaran junto a otras nuevas de la misma
naturaleza durante el reinado de su sucesor, Tiberio (r.14-37 d.C.). En líneas generales, los
resultados obtenidos por ambos fueron bastante pobres (Rolfe, 1998: 199-200).
En algunos momentos, la actividad pirática en el Mediterráneo convirtió el viaje por sus
aguas en algo extremadamente peligroso, siendo frecuente que muchos individuos de libre
condición fuesen apresados para ser posteriormente vendidos al mejor postor. Un ejemplo de
es el célebre episodio ocurrido al propio César en su juventud, cuando fue secuestrado por
piratas cilicios en el año 75 a.C. para ser vendido como esclavo, pero al percatarse de quien
era su distinguido prisionero, los piratas decidieron, con el fin de maximizar sus beneficios,
pedir un rescate de cincuenta talentos por la libertad de César (Plut. Caes. 2). Esta decisión se
acabará revelando como un error, ya que tan pronto fue liberado, César emprendió una
incesante campaña para acabar con todos ellos (Dryden, 2006: 217-218).
Los esclavos también podían proceder de la propia Roma gracias a los nacimientos ocurridos
dentro de la población esclava. La legislación romana consideró que toda la descendencia de
una esclava era también esclava, sin importar la identidad o posición social del padre. Es
probable que muchos esclavos fueran fruto de relaciones entre hombres libres y esclavos, así
como de estos con sus amos (Hopkins, 1978: 165).
Aunque técnicamente no fue constitutivo de ninguna ilegalidad hasta los últimos momentos
del Bajo Imperio, el abandono de recién nacidos fue un modo bastante habitual para
conseguir nuevos esclavos. Con la exposición de los recién nacidos lo que se esperaba es que
acabase muriendo, pero en ocasiones estos eran recogidos por traficantes de esclavos, y lo
que en principio podría parecer un acto de misericordia que salvaría la vida de esos niños,
paradójicamente les condenaba a una vida llena de privaciones como esclavo (Barrow, 1998:
8)
La esclavitud también fue empleada por la legislación romana como elemento punitivo contra
determinadas conductas y actos delictivos. La mayor parte de los condenados a la esclavitud llevaron
a cabo sus labores en minas o canteras en condiciones de vida de gran dureza, aunque algunos otros
también fueron destinados a la arena como gladiadores. En el caso de los condenados a muerte, se
contempló la posibilidad de esclavizarlos hasta el momento de su ejecución (Scott, 1973 3: 200).
Asimismo, el hecho de haber contraído una gran cantidad de deudas podría ser un camino para
acabar convirtiéndose en esclavo si se conseguía demostrar la incapacidad del deudor de saldar todas
© Mario Martín Merino, 2017
ellas. El acreedor podía entonces pedir a los tribunales autorización para vender a su deudor como
esclavo (Scott, 1973 1: 63).
En algunos casos extremos, no fue infrecuente que sujetos de libre condición pero sumidos en la
pobreza, optasen por venderse a sí mismos como esclavos con la esperanza de encontrar un buen
amo que les procurase sustento y un lugar en donde cobijarse. Otros, movidos por la ambición, lo
harían para alcanzar una buena posición social, como por ejemplo, como administradores de amos
acaudalados o en la administración imperial. Un ejemplo de lo mencionado fue el caso de Marco
Antonio Palas (3), que pese a pertenecer a una noble familia arcadia, decidió ofrecerse como esclavo a
una poderosa dama de la familia caesaris, logrando llegar a estar al frente de la gestión de las
finanzas imperiales (Tac. Ann. 12.53) bajo el reinado del emperador Claudio (r. 41-54 d.C.).
Como se puede apreciar, prácticamente todo el mundo era susceptible de llegar a convertirse en
esclavo. En el supuesto de aquellos individuos de condición libre que habían sido esclavizados
mediante la violencia y en contra de su voluntad, algunos tuvieron la oportunidad de escapar a su
destino porque pudieron probar fehacientemente su condición de ciudadanos romanos, pero
desafortunadamente, no todos ellos gozaron de tal posibilidad. Convertirse en esclavo suponía pasar
a forma parte del estrato más bajo de la sociedad romana y ser privado de cualquier tipo de derecho
del cual disfrutaban los hombres libres, ya que se consideraba que los esclavos no eran más que una
propiedad más, susceptible de poder ser vendida, regalada o heredada del mismo modo que cualquier
otro bien. Tan solo aquellos que eran de libre condición podían aspirar a ser ciudadanos romanos, ya
que el hecho de ser libre era un requisito esencial para gozar de los derechos y privilegios que iban
aparejados a la consideración como tal.
Desde el mismo nacimiento de la esclavitud como institución en el seno del mundo romano, las
fronteras entre la libertad y la esclavitud llegaron a difuminarse significativamente. Se puede decir
que en cierto modo llegaron a existir tres gradaciones de libertad (Buckland, 2010: 438), las cuales
fueron:
los ingenui: todos aquellos sujetos de libre condición que, de acuerdo con la legalidad
romana, no podían ser esclavizados.
los libertini: individuos libres que habían sido esclavos en el pasado, pero que gracias a su
manumisión, habían conseguido recuperar su libertad.
los servi: todos aquellos que en virtud de las leyes romanas estaban sometidos a esclavitud.
En teoría, y según lo legalmente estipulado en Roma, un ciudadano romano no podía ser esclavizado,
excepto en el supuesto de que hubiese llevado a cabo ciertas conductas delictivas que pudieran llevar
aparejadas la pérdida de libertad, y por lo tanto, su esclavitud. Del mismo modo, no se contempló la
posibilidad de que un liberto llegase a formar parte de los ingenui, a menos que, debido a razones
dignas de elogio o por servicios distinguidos para con el Estado romano, éste mostrase su
aprobación.
(3) (1-63 d.C.) Liberto de origen griego que llegó a ocupar el cargo de secretario imperial en los reinados de Claudio y Nerón. Según
Tácito, era descendiente de los reyes de Arcadia, en el Peloponeso.
© Mario Martín Merino, 2017
Varias obras literarias romanas tomaron como tema argumental la difusa frontera entre la libertad y
la esclavitud. Por ejemplo, en su obra titulada Los prisioneros, Plauto narra como un esclavo llamado
Tíndaro es hecho prisionero junto a su amo tras haber sido derrotados en una batalla. Tíndaro ignora
que en su infancia había sido vendido como esclavo por un antiguo esclavo de su padre y que
realmente él es el hijo de su nuevo amo.
Dentro la clase esclava también existieron varias categorías. La mayor parte de funcionarios
imperiales eran esclavos, y algunos de ellos lograron tener gran influencia y poder. En
contraposición a estos estaban los esclavos rurales que, en líneas generales, constituyeron el escalón
más bajo de los esclavos. En un posición intermedia se encontraron los esclavos urbanos y
domésticos, que gracias a la proximidad y la convivencia con sus amos, llegaron a gozar de algunos
privilegios impensables para los esclavos rurales. Pese a su distinta posición o labor encomendada,
un elemento común a todos ellos fue el sometimiento a la voluntad casi omnímoda de sus amos.
El número de esclavos y la importancia de esta institución se incrementarán notablemente a lo largo
de la historia de Roma. A finales de la República y a comienzos del Imperio, la mayoría de la fuerza
de trabajo en Roma estaba conformada por esclavos, que estuvieron presentes en prácticamente todos
los ámbitos de la vida romana, lo cual hizo que la dependencia de Roma en la mano de obra esclava
fuese cada vez mayor para el mantenimiento de su estructura socioeconómica y su preeminencia
política.
Pese a que en la mayoría de ocasiones la esclavitud implicó unas condiciones de vida caracterizadas
por su extrema dureza debido a las labores desempeñadas y a los posibles malos tratos por parte de
los amos, con el paso del tiempo se llegará a producir cierta mejora debido a algunos cambios
legislativos y a la propia evolución de la mentalidad romana.
Se llegará a considerar que los esclavos eran depositarios de una serie de derechos pese a su
condición, ya que se trataba de seres humanos, y como tales, eran capaces de tener y cumplir con una
serie de normas morales. Gracias a corrientes de pensamiento como el estoicismo (4) y sobre todo con
la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio, esa progresiva “suavización” de la
esclavitud se hará más patente, pero pese a ello, la mayor parte de los esclavos siguieron soportando
numerosas privaciones de todo tipo y sometidos a los designios de sus amos.
Algunos pensadores como Séneca o Plinio el Joven, abogaron por un tratamiento más igualitario y,
en definitiva, más humano. El hecho de convertirse en esclavo era considerado como una fatalidad
que podía afectar hasta a los más poderosos. Para Séneca, la esclavitud existía porque Roma lo
permitía, pero eso no debería constituir un impedimento para que se mostrase mayor comprensión y
sensibilidad hacia los esclavos. Asimismo, y según Séneca, pese a su desafortunada situación los
esclavos poseían ciertos derechos al tratarse de seres humanos (Gummere, 2002: 303).
Curiosamente, y pese a su apoyo en favor de los esclavos y al reconocimiento de sus derechos,
Séneca nunca llegó a manumitir a ninguno de los suyos (Shelton, 1998: 182).
Otros como Catón, manifestaron que los esclavos no podían ser, bajo ningún concepto, sujetos de
derechos, y escribió sobre el duro trato que infligió a sus esclavos en su obra Sobre la Agricultura.
En relación con la vestimenta de los esclavos, Catón deja translucir su escasa compasión por estos y
su condición, al afirmar que lo único que necesitaban era cambiar de ropas y de calzado una vez cada
dos años (Catón el Viejo, Agricultura, 56-59).
(4) Importante corriente filosófica fundada por Zenón de Citio en el 301 a.C. que alcanzó gran popularidad entre los siglos III a.C. y II
d.C. Durante el periodo romano, Séneca será uno de sus más destacados representantes.
© Mario Martín Merino, 2017
En general para los romanos era de mal gusto cuestionar la condición libre o esclava de un sujeto.
No obstante, en algunas ocasiones los propios tribunales se erigieron en defensores de los derechos
de los esclavos o, en su defecto, mostraron cierta benevolencia. En caso de duda, siempre se
inclinaron, aunque muy levemente, a favor de estos.
Por ejemplo, cuando un amo tomaba la decisión de manumitir a un determinado esclavo, esta era
irrevocable, lo cual conllevaba la pérdida de cualquier derecho que hubiese tenido sobre el esclavo.
Pero incluso tras haber obtenido la libertad, el antiguo esclavo estaba sujeto a una serie de
obligaciones para con su antiguo amo a través de una relación de clientela. Se esperaba que el liberto
accediese a las peticiones de su ahora patrón y mostrase lealtad para con él, además de mostrarle el
debido respeto (Boatwright et al. 2011: 139). Por su parte, el patrón debía velar por el bienestar de su
cliente, incluyendo su representación frente a las autoridades así como auxiliarle económicamente
mediante préstamos.
Como contraposición a lo anteriormente mencionado, la legislación romana contempló la tortura de
los esclavos para que estos confesaran las faltas o delitos de sus amos. Los romanos amedrentaron
frecuentemente a los esclavos con la posibilidad de someterles a crueles castigos, que eran
habitualmente utilizados para mantener el control sobre la gran masa esclava de Roma, cuyo número
superaba con creces al de ciudadanos libres. El conocido jurista latino Ulpiano llegó a establecer un
procedimiento legal para que los tribunales de justicia pudiesen llevar a cabo los interrogatorios de
esclavos con mayor efectividad. Para ello, y de acuerdo con Ulpiano, en primer lugar se debería
interrogar a aquel esclavo que mostrase mayor predisposición a revelar la verdad para, de ese modo,
infringirle la menor tortura posible (Watson, 2009: 354).
Los tribunales romanos contarán con buen número de leyes procedimentales para evitar la
vulneración innecesaria de los derechos de los esclavos. Gracias a esas leyes, un hombre libre que
hubiese caído en la esclavitud como consecuencia de amenazas o de maltrato físico, así como por
deudas, tenía la posibilidad, y en su defecto también su familia, de proclamar su libertad y elevar su
denuncia a los órganos de justicia en contra de su amo (Watson, 2009: 476).
Otro posible ejemplo de actuaciones judiciales en favor de los esclavos fue la afirmación de su
derecho a la manumisión si así lo había establecido su amo antes de fallecer. Si un esclavo había
satisfecho parte de la cantidad acordada con su amo para comprar su libertad y este último fallecía
antes de poder hacerlo, los herederos de su amo estaban obligados a liberarle (Watson, 2009: 422)
Asimismo, la legislación romana defendió la condición de statuliber de los esclavos, la cual se
mantendría incluso si sus amos fallecían inesperadamente o eran vendidos a terceros, y en virtud del
acuerdo alcanzado, los esclavos tenían derecho a ser manumitidos (Watson, 2009: 456).
En algunas ocasiones los propios emperadores restituyeron a sus esclavos su derecho de nacimiento,
lo cual les permitió gozar de una serie de privilegios que en su mayor parte estaban reservados
exclusivamente a los hombres libres (Watson, 2009: 422)
Entre las distintas leyes promulgadas a favor de los esclavos, puede mencionarse la Lex Petronia,
que prohibió a los amos arrojar a sus esclavos a las fieras del circo excepto si contaban con
autorización legal para ello. En tiempos de Claudio se estableció que todo aquel esclavo que hubiese
sido abandonado por su amo en el templo de Esculapio, en el supuesto de que sanara, este obtendría
automáticamente su libertad. Asimismo, Adriano (r.117-138 d.C.) se pronunciará en contra de la
ejecución de los esclavos imperiales aunque estos fuesen considerados culpables de algún delito, y
en contra de su tráfico, que consideraba inmoral. Por su parte, Antonino Pío (r.138-161 d.C.) llegó a
considerar la muerte injustificada de un esclavo ajeno como si se hubiese realizado contra uno de su
propiedad. Finalmente, y especialmente durante el reinado de los distintos emperadores romanos
cristianos, se llegará a establecer que todo aquel esclavo que hubiese sido abandonado a su suerte por
su amo, tendría la consideración de hombre libre.
© Mario Martín Merino, 2017
Respecto a la figura de la manumisión, esta fue una posibilidad que tuvieron los esclavos para
recuperar o lograr su libertad. Una de las maneras más habituales de hacerlo era mediante su compra
por el propio esclavo. Si su amo mostraba interés en ello, era posible que lograse acordar un precio
que sería satisfecho con su peculium, aunque también cabía la posibilidad de que un tercero, siempre
de condición libre, lo hiciera en su lugar. Otra posible manera fue gracias al establecimiento de una
estrecha relación de confianza con su amo, siendo mucho más habitual y estando a mayor alcance de
los esclavos urbanos que los rurales, debido a la mayor cercanía y convivencia de los primeros con
sus amos. En otras ocasiones, la manumisión se debía a deseo expreso del amo para contraer
matrimonio legal con una esclava o adoptar a un esclavo con el cual mantenía una estrecha relación
personal (Shelton, 1998: 188), o sencillamente, sin que hubiese motivación alguna.
Algunos autores latinos como Columela, defendieron la manumisión de todas aquellas esclavas que
hubiesen tenido tres o más hijos (Col. 1.8.19). En cualquier caso, la manumisión era una decisión
que solo podía ser tomada por el amo, que mediante su concesión, buscaba mostrar su magnanimidad
frente a los demás. En ningún momento ni bajo ninguna circunstancia, un esclavo podía pedir, y
mucho menos exigir, a su amo la manumisión. Únicamente podían interceder por ellos otros hombres
libres.
Otros privilegios con los que contaron algunos esclavos fueron sobre la gestión económica del hogar
de sus amos, llegando a desempeñar determinados negocios en su nombre. Asimismo, tuvieron la
posibilidad de emprender los suyos propios siempre que su amo lo autorizase.
En Roma todos los esclavos tuvieron derecho a su propio peculium, es decir, a contar con una serie
de bienes, usualmente dinero, que el amo podía concederles para que estos los administrasen de la
manera que consideraran (Hopkins, 1978: 125). No obstante, el dueño del peculium seguía siendo el
amo, teniendo el esclavo únicamente cierta capacidad para administrarlo, así como para
incrementarlo gracias a la realización de tareas adicionales (Watson, 2009: 447). Algunos esclavos
no supieron cómo utilizar su peculium correctamente ni comprender su importancia, tal y como
parece demostrar la promulgación de buen número de leyes en contra de su uso indebido (Watson,
2009: 436-458). En la mayor parte de los casos, fue empleado para comprar su libertad, pero no fue
infrecuente que algunos otros llegasen a utilizarlo para adquirir sus propios esclavos para que
hicieran su trabajo.
Los esclavos rurales no gozaron de tantos privilegios como sus homólogos urbanos, pero no
obstante, lograron tener algunos. Es evidente que no disfrutaron de la misma libertad de
movimientos, pero al menos, y en contraste con muchos individuos libres pero extremadamente
pobres, fueron dotados de vestimenta y manutención por sus amos, cosa que los libres tenían que
procurarse por sí mismos. Las condiciones de trabajo de los esclavos rurales fueron mucho más duras
que en la ciudad, especialmente porque sus propietarios estuvieron más interesados en obtener el
máximo beneficio posible de su trabajo que en dispensarles un buen trato. Sin embargo, algunos
lograron mejorar sus condiciones de vida gracias s sus conocimientos agrícolas y contacto más
frecuente con sus amos, llegando a ocupar puestos de responsabilidad, como por ejemplo, la gestión
de las tierras de cultivo.
En situación mucho peor estaban aquellos que trabajaron en minas y canteras, que tal y como cuenta
Diodoro Sículo, muchos de ellos murieron debido al maltrato que padecieron a manos de amos sin
escrúpulos (Hist. V, 36-38).
Otro derecho que tuvieron contemplados los esclavos dentro del mundo romano fue la posibilidad de
unirse a otros de su misma condición en una especie de relación marital consentida pero carente de
validez legal, el contubernium.
© Mario Martín Merino, 2017
La legislación romana nunca se planteó considerar la unión entre esclavos como un matrimonio
legal, al tratarse este de un privilegio propio de sujetos libres (Barrow, 1998: 158). El contubernium
fue utilizado por numerosos juristas romanos para implantar varios impedimentos refrendados
legalmente, para evitar en el caso de los libertos, posibles uniones incestuosas que pudiesen surgir a
consecuencia del matrimonio legal de estos (cognatio servilis).
Asimismo, los esclavos pudieron mantener sus propias creencias religiosas, pudiendo incluso llegar a
ejercer el sacerdocio en la religión que profesaran, incluyendo a partir de un determinado momento,
incluso el cristianismo, que como nota curiosa, en ningún momento se manifestó en contra de la
esclavitud, y mucho menos en exigir la abolición de la institución.
Incluso tras la muerte, y sobre todo una vez se adoptó el cristianismo como religión oficial del
Imperio, los esclavos tendrán derecho a dar sepultura a sus seres queridos. Ulpiano afirma que los
lugares de enterramiento de los esclavos tenían la consideración de lugar sagrado y que no se podía
levantar construcción alguna en estos lugares mientras el terreno perteneciese al antiguo esclavo, a
sus herederos o bien a su antiguo amo (Watson, 2009: 348).
Con el paso del tiempo, los legisladores romanos irán incorporando modificaciones sobre los
derechos y privilegios de los esclavos. Debido a la influencia del pensamiento cristiano de que todos
los hombres nacen iguales, los emperadores de época bajo imperial promulgarán más medidas que
contribuirán a humanizar las condiciones y trato de los esclavos, aunque no tomarán la decisión de
acabar con la esclavitud debido a su profundo arraigo desde tiempos antiguos y el gran peso que esta
institución tenía dentro del sistema socio-económico romano.
III. Conclusión
Aunque la consideración general en el mundo romano sobre los esclavos y su condición no pasó más
allá de ser vistos como cualquier otra propiedad y tener que soportar en la mayor parte de ocasiones
unas condiciones de vida deplorables y un trato denigrante, en algunos casos no fue así, quizá más
que por humanidad, por mantener a salvo la inversión que muchos amos habían efectuado con su
compra. No obstante, habrá ciertas corrientes de pensamiento y disposiciones legales que tratarán de
favorecer la situación de los esclavos y reconocerles ciertos derechos pese a su condición.
En los últimos momentos de la República y en los primeros años del Imperio, el gran número de
esclavos y la importancia de la esclavitud como institución, harán que Roma dependa para su
desarrollo socio-económico y mantenimiento de su hegemonía en el trabajo de la mano de obra
esclava. Los esclavos y su trabajo fueron el auténtico motor de Roma, y con la cada vez mayor toma
de conciencia de los romanos de su dependencia respecto a estos, con el fin de mantener su modo de
vida y el orden establecido, les otorgarán algunas esperanzas de mejora, como por ejemplo la
posibilidad de ser manumitidos y convertirse en hombres libres, así como cierta movilidad social
dentro de la clase esclava que permitirá a muchos de ellos ocupar posiciones de responsabilidad.
Gracias al reconocimiento de una serie de derechos y privilegios, en el mundo romano los esclavos
lograron alcanzar un reconocimiento social más próximo a los ciudadanos de libre condición que en
cualquier otro periodo de la historia, y su influencia y trabajo constituyeron un elemento de gran
importancia en la conformación de la propia identidad cultural de Roma.
© Mario Martín Merino, 2017
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