Ensayo

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INFORME DE LECTURA

(“LA ESCRITURA DEL CUERPO / EL CUERPO DE LA ESCRITURA”)

La historia del cuerpo ha sido escrita por nuestros propios cuerpos, o mejo dicho, por otros
cuerpos que hacen parte del yo, porque los estoy pensando como sujetos actuantes que existen
cuando ya en realidad, fuera de mí, no existen.

El ser humano en su afán recolector, clasificador y archivador, se ha dado a la tarea de poner en


guerra su propia interioridad. El concepto dualista surge en Grecia con Platón y Aristóteles donde
se desliga el cuerpo inanimado, débil y putrefacto (soma) del alma (psique) vista como el
principio de vida interno que reside en todos los seres vivos, posibilita y regula tanto sus
funciones físicas como mentales. Este dualismo encuentra su apogeo en la Edad Media, donde
todos los aspectos humanos sufren un deterioro a causa de este dualismo alma-cuerpo; el alma es
el lazo con dios, la sustancia espiritual no-material que representa la pureza, es inmortal y perdura
a través del tiempo, mientras que el cuerpo es una cárcel y la obligación del hombre es liberar el
alma, es decir liberar-se de sí mismo, contradicción que sobra ser señalada.

El cuerpo se convierte en el instrumento del pecado; a la mujer se le imputa el “primer mal de


mundo”, fue degradada como el principio de todos los males y la corruptora de los hombres
incitó a Adán a la desobediencia que originó la vergüenza y la condena de todos sus
descendientes. De esta manera el cuerpo femenino debe ser controlado. Para regular esta
materialidad, se usa la prohibición; la sexualidad, el placer y lo carnal son negados. La
irracionalidad y debilidad se identifica con la mujer, mientras que la razón es el hombre. La
mujer es el antro del pecado, de la lujuria, por lo tanto es un demonio; sin embargo aparece un
nuevo demonio del que no se escapan hombres ni mujeres, que es la muerte. El cuerpo, habitado
y aquejado por el tiempo, la enfermedad y la muerte es un infierno.

Mientras en Occidente había una masacre sistemática del cuerpo, en Oriente el cuerpo es
considerado como un elemento sagrado, es cuerpo y divinidad a la vez, los dioses toman forma
en el cuerpo que es tratado como lugar glorioso que hace parte del equilibrio macrocósmico en
tanto este cuerpo esté en equilibrio microcósmico. El espíritu prisionero no existe, es el cuerpo la
máxima representación de lo celestial. Incluso en el antiguo Egipto cuerpo y alma mantenían una
simbiosis; la búsqueda de la inmortalidad es uno de los principios de la cosmovisión del universo,
pero además de la inmortalidad del alma, la reencarnación y por ende la conservación del cuerpo.
Se asume pues que el cuerpo sin el alma no podría existir y viceversa. El cuerpo físico y palpable,
Khat, no estaba bajo el ser astral o espiritual, Khabith; la relación cuerpo-carne-lujuria no estaba
determinada, pues era el ser astral el que daba la capacidad sexual y de moverse. El sexo era
considerado sagrado, incluso habían rituales orgiásticos y de masturbación.
El pensamiento cristiano inculca que como templo de Dios, creados a su imagen y semejanza, se
debe negar el cuerpo, lo que nos hace humanos, incluyendo la sensualidad y la sexualidad. El
cuerpo carnal, el real, el hecho de carne y hueso, de sangre y excrementos es repudiado por el
cuerpo glorioso y confinado al mundo de la monstruosidad por su “imperfección”. El cuerpo real
está conformado por la animalidad, un cuerpo así, debe ser escondido, castigado y flagelado por
su inmundicia. El sufrimiento es erigido como única vía de la salvación del alma, es decir, forzar
la salida del alma de ese presidio inmundo en el que está. Esta situación perpetúa la negación
inmutable del cuerpo como una unidad que integra al “yo animal”, guiado por los bajos instintos
que indefectiblemente hacen parte del yo, pero que se tienen que erradicar.

¿Pero a fin de cuentas que es el “yo”? ¿Quién es un sujeto?. Evidentemente responder a la


pregunta de ¿Qué es el cuerpo? es relativamente sencillo si nos remitimos a la definición de la
RAE: “Conjunto de los sistemas orgánicos que constituyen un ser vivo”, esto es entenderlo como
un compendio de esqueleto y músculos, sistema nervioso, digestivo, endocrino, respiratorio y
piel. Pero estas condiciones no son las que determinan el sujeto, reafirman la materialidad y
existencia física de éste, pero esto es sólo un aspecto. Lo humano se caracteriza y casi que se
diferencia de las demás formas de vida en su conciencia y su capacidad para definirse mediante el
uso del lenguaje. El cuerpo es el soporte de ese lenguaje; sin embargo, el lenguaje es el lugar de
lo no corpóreo, es decir, del espíritu, la razón, la conciencia, el alma o cualquier otro nombre que
pueda recibir la inmaterialidad del yo.

Pero cómo es posible admitir un cuerpo desligado de su alma, rebajarlo a niveles infrahumanos,
negarlo, mutilarlo, lacerarlo, si el cuerpo inanimado no es más que materia orgánica propensa a la
descomposición y cómo es posible admitir un alma alejada de la materialidad, sin rastros de
corporalidad, ¿cómo dejar un concepto tan abstracto a la imaginación del otro si es el otro el que
me está inventando?¿cómo pretendemos separar el alma del cuerpo si antes que repudiar la carne
constantemente estamos ligándonos más a ésta, buscando a otros yo o incluso objetos inanimados
para completarnos y reafirmar nuestra existencia ante nosotros mismos y el mundo que nos
rodea?

El cuerpo es la expresión de lo inmaterial que poseemos, del concepto del yo para nosotros
mismos, pues existimos mientras nos pensamos, sin embargo, contrario al concepto de alma
inmortal, el yo que se piensa, está sujeto a los mismos demonios que afectan nuestra
corporalidad, el yo pensado es finito y vive en tanto el cuerpo viva. Si el cuerpo enferma, afecta
al yo pensado y cambia la realidad en la que se ubica éste. Yo soy la forma, el alma sin cuerpo y
el conjunto de los dos. ¿Y quién soy yo para el otro, en tanto que represento un ser temporal del
cual no se asume el “yo pienso”? El otro concibe a mi yo como una corporalidad, a la que no le
consta su yo interior pero de manera extraña existe la complicidad y la lógica indica que si yo
existo porque estoy pensándome y construyéndome, el otro existe porque se construye y se piensa
de manera similar en circunstancias diferentes.

El tiempo, la enfermedad y el sufrimiento son experiencias individuales, imposibles de ser


transferidas, el tiempo existe para mí y es una vivencia única, porque yo lo siento, y como la
palabra lo indica, lo vivo; en tanto que cuando “yo” deje de existir para mí –aunque persista en
los otros el recuerdo mío, esto no será mi existencia, sino que hará parte del “YO” existo de los
demás- el tiempo ya no va a existir, al igual que los demás no existirán ni ningún otro tipo de
vivencia porque ya no estarán afectándome.

El dualismo imperante en la tradición occidental plantea un encuentro dentro de cada existencia,


contrapone dos aspectos vitales que deben ir ligados en un solo ser. De ser uno la cárcel del otro,
¿cómo es posible que el hombre permanezca en armonía? Si se sigue negando incontroladamente
el cuerpo, se estará negando el alma, pues alma sin cuerpo no sería nada. Por mi cuerpo me siento
individuo.

El cuerpo representa lo humano, nos hace y deshace como éste; es un lienzo, se deja escribir e
inscribir, se adhiere a lo que el “yo” pensado dice. El lenguaje del cuerpo no existiría sin éste, el
lenguaje por sí solo no se sostiene, debe ir acompañado de la materialidad que representa el
cuerpo.

Nuestra corporalidad está expresándose y buscando complementos o artilugios que marquen su


individualidad. A veces la sola materia no basta para expresar de un todo el yo interior que se
revuelve. Se buscan maneras de hacer del cuerpo la base y el soporte del lenguaje interno, es el
pergamino con las inscripciones internas. Se escribe en el cuerpo, pero es el cuerpo el que se
escribe, cada ser es un prodigio del lenguaje, este lenguaje busca su expresión en el mundo
material. Así es que nace el sujeto-cyborg, como ejemplo el músico cyborg, sin su instrumento
qué sería de su cuerpo, de su arte y de su manera de expresar su humanidad, si esta es la vía que
ha encontrado, no las artes histriónicas o plásticas, para plasmar su interior en el cuerpo. El
instrumento y el alma, son órganos, son extensiones corporales, no cualquier apéndice de labor
incógnita que puede ser extraíble sin riesgo para la existencia del “yo”. El cuerpo al alma y el
instrumento son los medios de expresión, la conexión con lo indecible –
sentimientos- y el puente a lo inmaterial.

¿Estaremos dispuestos a conservar cánones medievales en donde la negación absoluta del cuerpo
y sus placeres alcanza niveles descomunales? Aceptar que somos una totalidad, un ser integral
que no hace falta dividir, que lo carnal no es lo corrupto y débil mientras que el espíritu es
prístino y divino, es comprender el trasfondo de la existencia, sólo soy si me pienso, sólo soy
mientras existo, si vivo, siento, sufro y muero también soy.
EL CUERPO HABLA

Informe de Lectura

“LA ESCRITURA DEL CUERPO / EL CUERPO DE LA ESCRITURA”

Susana Castro Gil

Universidad de Antioquia

2011

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