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quier hablante de las islas puede decir que Guayadeque o que Agüimes son pa.
labras guanches, frente a Las Palmas o Ingenio que las siente como castella-
nas; bien entendido que ese "bilingüismo" de Canarias se da sólo e n el terre-
no de la toponimia, y sólo en el nivel léxico, pues las otras palabras p a n -
ches conservadas en la lengua común (gcj20, bufo, goro, bulo, etc.) están total-
mente integradas en el sistema del español que se habla en Canarias.
rnunicar a los españoles con los de las otras, aquellos se entendían entre sí.
La postura intermedia que quedó de aquella dicotomía es la que expre-
sa un historiador peninsular de fines del XVII,Martínez de la Puente, inte-
resado en la prehistoria de Canarias, y que sintetizó en un Epz'tome sobre la
Crónica de Juan 11 la doctrina toda existente hasta ese momento sobre la
cuestión. Dice Martínez de la Puente: "En esto solo [en la religión] concor-
daban todos los isleños; pero en el lenguaje y otras cosas eran muy diferen-
tes, bien que todos se entendían unos a otros"lO.
Después, desde Viera y Clavijo (1 7 72), la opinión que se generaliza es la
del propio Viera: "Yo reconozco sobrada afinidad entre los idiomas que ha-
blaban los canarios -dice el gran historiador y enciclopedista- y se m e fi-
guran dialectos de una lengua matriz, aun sin academias instituidas para fi-
jarla. Ei aire de los ~érrninosy el genio de la5 voces es xr~iejante"::.
Que las hablas de las distintas islas pertenecían a una misma familia y a
tenían un mismo origen parece ser lo más probable, pero que entre ellas N
E
existían diferencias también lo parece: al margen de los testimonios escri-
O
tos de cronistas e historiadores, nos queda la tradición ora1 para corrobo- n
rarlo, y como muestra más evidente la toponimia de cada isla, que es testi. -
-
m
n
E
monio elocuentísirno. Los muchísimos casos de topónimos que se repiten E
en una y otra isla con variantes fonéticas no son sino variantes lingüisticas SE
que representan otras tantas modalidades de hablas: así Gando en Gran Ca- -
naria, Agando en La Gomera y Aragando en El Hierro; Jznámar en Gran Ca- 3
nerife; etc.
n
El problema está en saber la dimensión que alcanzaban esas "diferencias -
E
lingüísticas" insulares, cuestión tan imposible de determinar como elástica a
2
l 6 LAPESA,R. "La toponimia como herencia histórica y lingüístican. Lixico e Historia, I. Pa-
labras, Madrid: Itsmo, Biblioteca española de Lingüística y Filologia, 1992; p. 184.
l 7 ROHLFS,G . u#. cit., p. 83.
'' NAVARROARTILES,F. Teberite. Diccionario de la lengua aborigen canaria, Las Palmas de
Gran Canaria: Edirca, 1981; p. 32, nota 4.
PROBLEMAS DE BILING~ISMO HIST~RICOEN LA TOPONIMIA DE CANARIAS 1115
fioles quienes empezaron a fijarlos por escrito desde los primeros momen-
tos de la conquista en documentos, crónicas e historias; y al hacerlo trata-
ron de imitar fonéticamente lo que oían o recordaban haber oído de los abo-
rígenes. No deja de ser curioso que u n mismo topónimo sea transcrito de
manera tan diferente por los varios cronistas primitivos, como si cada uno
de ellos hubiera oído diferente, o mejor, como si cada uno identificara lo
que creía verdadero: así, la Crónica Ovetense escribe GeniguadaLg y Gueni-
guadaZ0 y López de Ulloa GuaniguadaZ1 lo que ha llegado a nosotros como Gui-
nlguada; un topónimo aparentemente tan claro y tan simple como Tirma,
que es como hoy se conserva, es transcrito también así por la 0vetensez2,
por la LacunenseZ3y por López de UlloaZ4,pero como Trl:ma por la Matri-
tensez5y como TyrmaZ6y Tyrmahzlpor Gómez Escudero; y el topónimo ac-
tual Amagro fue interpretado como Cimarso y como Margo por la OvetenseZ8,
como Mago por la Oveten~e'~, como Magro por la Lacunenseso,como Amarso
y Marso por López de Ulloasl y como Amago y Timago por Gómez Escude-
a
roS2;etc.
El léxico canario prehispánico ha arrastrado desde antiguo muchos y E
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variadni
.------- 1-n -r n h l ~ m ñ i e s t h t~d;ivi- lejos de ser r e ~ i . i & ~La: O
mayoría de los estudiosos que se han enfrentado a él lo han hecho sin co- m
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nocer las lenguas beréberes-hamíticas, del grupo de las que, con toda pro-
;
babilidad, derivaban las lenguas habladas e n Canarias, y por tanto han pro- E
cedido a partir de un método deductivo, por aproximación, o por equiva-
lencias fonéticas, metiéndolo todo en ese "saco sin fondo de lo prehispáni-
con, como lo ha calificado irónicamente M. AlvaP. Eso en el mejor de los
casos, porque otras veces se procede por exclusión: si una palabra registra- E
da en las hablas canarias no tiene una etimología conocida y explicable, si O
gua aborigen de las Islas CanariasnS4. Pero, a su vez, el propio autor austria-
co n o se ha visto privado de muy senas críticas por sus afirmaciones en este
campo35.Y hasta el mismo G. Rohlfs3'j,lingüista y romanista de prestigio in-
dudable, cae también en los mismos errores que denuncia, atribuyendo pro-
cedencia guanche a palabras que son totalmente hispánicas, como balango,
beril (sic),gako, gavia, jirdana y tabobo.
5. ACULTURGCION
DE DOS LENGUAS EN LA TOPONIMIA DE CANARIAS
Después de todo lo dicho, resulta obvio afirmar que los guanches no de-
saparecieron tras la conquista. La toponimia es su mejor testimonio. Ni aun
en las islas que los españoles encontraron más despobladas o que más su-
frieron las acciones piráticas o esclavistas, como El Hierro o La Gomera. Si
han permanecido los nombres indígenas en los territorios insulares es por-
que sus respectivos naturales lograron transmitírselos a los nuevos pobla-
dores. Y eso sólo pudo ser posible tras un largo período de transculturiza-
ción. Aunque cierto es que si la proporción mayor de topónimos guanches
permanecen en ias zonas más montañosas y apartadas es porque, como ha
dicho Rumeu de Armas, "los indígenas llevaron durante muchas décadas
vida montaraz, dedicados a la ganadería y fieles a sus costumbres ancestra-
les"s7.A este propósito es elocuentísimo un testimonio de principios del si-
glo XVI,a poco de haber concluido la conquista de la isla de Tenerife (pero
a más de un sido de haberse iniciado en Lanzarote y Fuerteventura, y El
Hierro y La Gomera), referido a los guanches de aquella isla y a los gome.
ros que los conquistadores utilizaron en su poblarniento:
A cabsa de estar a continua en las montafías e cuevas con sus gana-
dos, a la manera e forma que solian haser antes que la dicha ysla fuese
ganada de pfielez, diz que siguen grandes daños e ynconbenientes a los
vezinos e moradores desa ysla; e diz que los dichos guanches e gorneros
no saben ni están instruidos en las cosas de nuestra Santa Fe Cat6lica, ni
aun diz que saben hablar la lengua ca~tellana~~.
Por su parte, Abréu Galindo, en el tiempo que escribe su Historia de Ca-
narias (finales del siglo XVI), al referirse a los habitantes del Hierro, dice que
"el lenguaje que tienen es castellano porque el suyo natural ya lo perdieron,
como los de las demás islaP9. La cronología de la conquista del Archipié-
Estas tres "posturas" humanas coinciden con los tres procesos lingüísti-
cos que M. Alvar describe en la "adaptación, adopción y creación en el es-
pailol de las Islas Canariasn40.Vale la pena leer el párrafo introductorio de
este estudio clarividente:
Los españoles que llegaron a las islas de Canana -dice Alvar- traían
un mundo formado por muchos siglos de elaboración. Y este mundo -de
pronto- iba a tener escaso valor para entender aquella realidad que les
aseteaba por doquier: h e preciso, como para los hombres, un intento de
adaptación. Pero aquellas inéditas maravillas tenían un nombre inusitado
en la lengua de Castilla: unas veces lo eliminaron por extraño, pero otras,
se quedaron con él, tal y como les permitieron entenderlas: h e un proce-
so de adopción. Y después, cuando la lengua se había reacomodado a es.
tas realidades, los espaoles de las Islas, dueiíos de su instrumento, tan
duefios como los peninsulares, usaron de aquella dócil materia para ex-
presar las íntimas palpitaciones de su alma: fue su creación original y nue-
va, la que mostraba su propio "estilo" (='uso personal del lenguaje') en la
andadura común.
Adaptación, adopción y creación van a ser -termina M. Alvar- las
esquinas en que tropezaremos cada vez que atendamos a la policromía lin.
güística de las Islas. Como otras tantas sorpresas -adaptación, adopción
y creación- nos sorprenderán una y otra vez y con eiias tendremos que
enfrentamos4'.
5.1. Creación
5.2. Adopción
¡Con cuanta razón se lamentaba Gómez Escudero de la poca atención
con la que los españoles trataron de aprender la lengua y las costumbres
de los canarios aborígenes!. "Los españoles -dice el cronista- siempre con-
trover~ieronel nombre de las cosas y despreciaron sus vocablos y cuando se
reparó para rastrearles sus cos~umbrespor más extenso no hubo quien die-
ra razón de
Y a pesar del "despre~io"denunciado por el cronista, han sobrevivido a
la toponimia actual -bien que "contravenidos"- un muy significativo cor-
$m de nombres panches. Y lo que es más significativo aih. ha rnhrevivicb
la conciencia lingüística del bilingiismo, por lo que no es difícil que cual-
quier hablante de las Islas, de cualquier condición social y de cualquier ni-
vel cultural, dé cuenta verdadera de la procedencia guanche de los topóni-
mos más coniunes.
Cuantitativamente, en el conjunto de la toponimia, los guanchismos no
son muchos (aunque según las islas: en la de Gran Canaria, de la que po-
seemos datos determinantes, los topónimos guanches suponen apenas el 5
%), pero sí son, sin duda, los más característicos de la toponimia canaria, y a
los que quienes no los conocen no aciertan a pronunciarlos bien. icuántas
veces desde la televisión o la radio nacionales se oye decir, por ejemplo, Gui-
már por Güímar, Aguines por Agüimes, Agüere por Aguere, y otras muchas "con-
traversiones" que, como en la denuncia de Gómez Escudero, tratan de aco-
modar unos nombres extraiíos a las leyes fonéticas del español!
5.3. Adaptación
unas cuevas que recuerdan una función religiosa aborigen: almogarén; etc.
Sólo en un caso hemos registrado la pervivencia de un guanchismo, con un
valor genérico, referido al terreno: es el caso de Time (en la isla de La Pal-
ma, al menos) y de la variante Letime (en la isla del Hierro). El tzme o letime
es el borde de un risco muy elevado y vertical, el borde de un precipicio,
y su uso es tan génerico en la isla del Hierro como puedan serlo los caste-
llanismos rirco, fuga o cantil.
Muy raramente ambos elementos, el español y el guanche, se fusionan
formando un solo elemento léxico, como en el topónimo gomero Vegaipa-
la, procedente, según Álvarez Delgado4I,de Vega t Ipalán. Porque los otros
topónimos que cita Álvarez Delgado como ejemplos de este proceso: Man-
chltúbal < Mancha de Itóbal (no señala su localización)y Roquedío < Roque Hió
(en Gran Canaria), tienen para nosotros una procedencia diferente, total-
mente española: el primero procede, por haplología, de Mancha de Cristóbal
y el segundo de Roque Caído, por traslación afcentual (paralelo éste a Cuas-
q u í a < Cuevas Caídas, que es un topónimo muy frecuente en Gran Canaria).
Si nos parece ejemplo claro de este procedimiento el topónimo Garachico (lo-
calidad de Tenerife), compuesto del prefijo guanche CARA 'roque, peñasco'
y el adjetivo español CHICO 'pequeño'.
Hay que concluir que algo obvio pero esencial d e f i e la toponimia como
conjunto de nombres que es, se@ ha puesto de relieve con mucha clari-
dad A. Llorente4? el ser un conjunto léxico de nombres propios y el que el
nombre propio no significa, sino que sólo "nomina". ?Cómo se puede en-
tonces hablar del significado de los topónimos? Esto es así desde una pers-
pectiva sincrónica, pero si nos situamos en el plano de la diacronía habrá